You are on page 1of 5

Etimologías e historias de palabras – Prof.

Silvio Cornú

Arroz con azafrán y albóndigas

Es edificante, y nunca deja de sorprender, el hecho de que el establecimiento de etimologías y de


historias de palabras esté tan cotidianamente a nuestro alcance.
Días atrás, en este mes de septiembre de 2016, casi con la llegada de la primavera, fui a visitar a
unos amigos en la Provincia de Buenos Aires. El primer almuerzo fue en el restó “Lo de Mirta” y los
cuatro decidimos consumir el menú del día. “Arroz amarillo con albóndigas”, ofreció la propia
Mirta. “Es decir, arroz con azafrán, ¿no?”, le pregunté. “Eso mismo”, me confirmó la dueña. A
continuación, acaso por una deformación profesional, aleccioné a mis acompañantes comensales:
“Azafrán, una palabra de origen árabe, ¿sabían?”. Y, casi sin interrupción, avanzando con mi clase
improvisada, rematé: “Y sin duda, tanto arroz como albóndiga son también de origen árabe”. “Ah,
mirá vos, ¿y cómo te diste cuenta?”, alguno preguntó, al tiempo que, como si se hubieran puesto
de acuerdo, despedazaban con hambre similar el pan de la panera ubicada en el centro de la mesa.
Mientras esperábamos el alimento solicitado, mi perorata se orientó más o menos en los términos
siguientes.

“Me doy cuenta por la morfología de estas tres palabras. La lengua de la que más aporte léxico
recibió el español, luego del latín, es el árabe. Nuestra lengua materna tiene más de 4.000 términos
1
Etimologías e historias de palabras – Prof. Silvio Cornú

de origen árabe y la mayoría de ellos comienza con al-. Por ejemplo: alcohol, algodón, alcaucil,
almohada, alhelí, alcantarilla y alfajor. Esto es así porque al- es la transliteración al alfabeto latino
del artículo árabe, que suena de ese modo y que sería el equivalente de nuestros artículos el, la, los,
las. A veces, por cuestiones fonéticas que tienden a la eufonía y a evitar la cacofonía, la pieza al-
pierde la consonante lateral alveolar l, o bien ésta se asimila a la consonante que le sigue, y
permanece como a-, según ocurre en azúcar, azufre, acequia, aduana, por nombrar unos pocos.
Recordemos que los árabes estuvieron alrededor de ocho siglos asentados en la Península Ibérica
(del 711 al 1492 d.C.) y que, en cierto momento, el árabe fue declarado lengua oficial en esos
territorios que, antes de la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 d.C. bajo el poder de los
germanos o ‘bárbaros’, habían constituido la Provincia romana de Hispania”.
La hija de Mirta nos trajo la bebida que habíamos indicado, justo cuando me disponía a ilustrar
con explicaciones morfofónicas lo que había conferenciado. “Como ejemplo, les cuento que
nuestros antepasados, que por entonces hablaban una lengua que constituía el paso intermedio
entre el latín vulgar o el proto-romance y el romance castellano, escuchaban que los árabes para
referir a lo que se concibe como ‘pueblito’, decían la palabra árabe que sonaba como [dáia], pero
siempre la pronunciaban precedida del artículo, por lo tanto, resultaba [al-dáia]. Las leyes fonéticas
que permiten explicar la evolución de las palabras del latín –o de las palabras latinizadas– al
español, nos dan elementos para establecer los pasos del cambio lingüístico que siguió este
vocablo: aldaia se convierte en aldeia (en coincidencia con el portugués actual), porque la i debido
a la posición que ocupa se vuelve muy cerrada –es lo que se denomina una yod– e influye sobre la
vocal que la precede y la cierra un grado, es decir, la vuelve e; luego la yod se asimila a la nueva
vocal y ambas monoptongan en e por presentar un timbre muy similar. El último paso da como
resultado el actual término del español aldea, que constituye un sinónimo de pueblito, lo que
significaba originariamente el término árabe que sonaba como [al-dáia]. Y si nos atenemos al menú
que estamos esperando, en la morfología de albóndiga reconocemos, al inicio de palabra, la
lexicalización del artículo árabe al- y en arroz y azafrán su alomorfo a-”.
Nunca viajo sin un diccionario etimológico de la lengua castellana; en mi escritorio o en una
biblioteca no dejo de consultar el Corominas de seis tomos (1992) pero en ocasiones como ésta,
por cuestiones de tamaño y de practicidad, suelo llevar el de Fernando Corripio (1984) y,
afortunadamente en ese momento lo tenía en la mochila. Mientras lo extraía, llegaba Mirta con la
comida. Atacamos en grupo ni bien apoyó los platos. Los otros masticaban famélicos pero yo quise
tomarme un tiempito para redondear antes mi itinerario etimológico. Diccionario en mano, fui

2
Etimologías e historias de palabras – Prof. Silvio Cornú

localizando las entradas correspondientes a los dos primeros sustantivos, de los tres que
conformaban nuestro menú, y leí:

arroz árabe ar-ruz: arroz. Siglo XIII – Planta gramínea de terrenos húmedos (Corripio: 47).
azafrán árabe az-zafarán: el azafrán. Siglo XIII – Planta irídea (Corripio: 56).

“Con el tercer sustantivo, albóndiga –les dije– permítanme hacer mis propias inferencias, sin
buscar previamente en el diccionario”. Y arremetí: “En realidad, no todo vocablo del español que
comience con al- es de origen árabe. Pensemos en el adjetivo albo, por ejemplo, que proviene del
adjetivo latino albus (albus, -ă, -um); en el sustantivo álamo, de origen incierto, probablemente
prerromano, o en el nombre Álvaro, que, según Rafael Lapesa (1980: 123) remite al germánico all
‘todo’ wars ‘prevenido’ y fue llevado por los visigodos y otros pueblos germánicos, que dominaron
en la Península entre el 476 y el 711 d.C. Pero considero que albóndiga sí es de origen árabe”.
Antes de corroborar en el diccionario, me pareció interesante preguntar a uno de los
compañeros de mesa, que es paraguayo y bilingüe castellano-guaraní, cómo se dice albóndiga en
guaraní. Contestó que se dice so’o apu’a y de inmediato agregó que so’o quiere decir ‘carne’ y que
apu’a es el adjetivo ‘redondo’, o sea, ‘carne redonda’ o ‘bola de carne’. “Ah, –relacioné– tiene,
entonces, una conformación que recuerda bastante a la del inglés meat-ball (‘bola de carne’,
‘albóndiga’)”. Acto seguido busqué el término del español en el diccionario de Corripio y la sorpresa
que despertó lo encontrado llevó a uno de los comensales a consultar en su celular la explicación
que daba el Corominas abreviado para la misma entrada. Los resultados fueron:

albóndiga árabe al-bunduca: la bolita. S. XIV – Bola de carne picada y guisada” (Corripio: 24).
albóndiga, 1406. Del ár. búnduqa ‘bola’. DERIV. Albondiguilla, 1512 (Corominas, Breve: 37).

Pudimos, de esta manera, comprobar que el término árabe bunduca o búnduqa, que aparece en
el préstamo árabe del español albóndiga, se correlaciona de algún modo con el guaraní apu’a y con
el inglés ball. Algo sosegados, luego de semejante hallazgo, nos dedicamos por un buen rato a
comer y a ponernos al día con las historias de nuestras vidas.
Pero, claro, me había quedado la intriga con respecto a la historia de la palabra albóndiga, al
itinerario que llevó a que la palabra árabe *bunduca desembocara en la lengua española. Así es
que, hacia el momento de los postres, renació mi afán docente. Primero me embarqué en algunas
inferencias a partir de operatorias que aplicamos en la disciplina Historia de la lengua española.
3
Etimologías e historias de palabras – Prof. Silvio Cornú

Procedí, entonces, a segmentar morfológicamente la palabra albóndiga; retiré el segmento al- y me


concentré en bóndiga. Con el auxilio de una hoja A4 y de un marcador, usados a modo de pizarra en
medio de la vajilla que poblaba la mesa, desplegué lo que sigue: “Si aplicamos las leyes fonéticas de
la evolución de las consonantes del latín al español, puedo decir que las oclusivas –o fricativas, al
quedar como interiores– /b/, /d/, /g/ son sonorizaciones de las oclusivas sordas /p/, /t/, /k/. De
aquí surge un supuesto étimo *póntica (bóndiga < póntica), que tomado como adjetivo referiría a
*ponto o ponta. A esta altura podría hipotetizar, a partir de mi competencia enciclopédica, que el
vocablo refiere a Ponto Euxino, nombre con que en la Antigüedad se conocía el Mar Negro”.
A medida que nuestros platos quedaban despojados del postre –flan casero, budín, ensalada de
frutas y bochitas de helado, un total de cuatro variedades, según lo solicitado por cada uno de los
allí presentes–, continuamos con las comprobaciones a través de los celulares, devenidos de
improviso instrumentos esenciales en tal almuerzo. En el Diccionario de uso del español, de María
Moliner (2007) leímos:

“albóndiga (del ár. and. albúnduqa, cl. Bunduqah, y éste del gr. káryon pontikón, a través del
arameo) f. Nombre que reciben unas bolas de carne o pescado picados muy menudamente, a las
que se añaden diversos ingredientes, como huevo, pan rallado y especias, que pueden guisarse
de diversas maneras, generalmente en salsa” (118).

Información a la que agregamos lo que aporta uno de los Comentarios incluidos en el sitio Web
de “Etimologías de Chile”:

“En griego antiguo las avellanas (fruto de Corylus avellana L.) se denominaron κάρυα ποντіκά
(kárya pontiká), lit. ‘nueces del Ponto’, refiriéndose al Mar Negro, que llamaban Ponto Euxino.
En griego moderno las avellanas se llaman todavía φουντούκι (funduki). Este nombre de nueces
“pónticas” le llegó al árabe a través del arameo . . . Y una vez instalada en el árabe se le llamó . . .
(búndiqa) o (búnduqa) no sólo a la avellana, sino también, por extensión, a otras cosas del
tamaño y forma de la avellana. Por ejemplo, los bolindres de carne picada que se echaban a
nadar en los caldos, de donde viene el español ‘albóndiga’. . .”

En “Lo de Mirta” pasamos un momento muy agradable y el menú de la dueña colmó nuestras
expectativas. El sabor que nos dejó, fue, sin embargo, mucho más allá de la comida en sí; la reunión
fue memorable por obra y gracia no sólo de la propia Mirta sino también de los ingredientes
lingüístico-culturales que en nuestro reencuentro de amigos, nosotros mismos adicionamos. Entre
4
Etimologías e historias de palabras – Prof. Silvio Cornú

los concurrentes quedó la idea de seguir intercambiando cuestiones de etimología e historia de


palabras. Empezaríamos con el campo semántico de la comida, de lo culinario, y prestaríamos
atención a las familias léxicas que pudiéramos establecer.
Restaba la ceremonia conjunta del café de sobremesa y decidimos celebrarla en un bar cercano.
Nos despedimos, agradecidos, de Mirta y de su amable familia y emprendimos la placentera
caminata de dos o tres cuadras hasta Teófilo, por la calle Libres del Sur que un rato más tarde, en
comunión de almas, nos conduciría hacia la enorme, distinguida y generosa Laguna de Chascomús.

Bibliografía:

Corominas, Joan (1994) Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos (3ª
ed., 6ª reimp.).
Corominas, Joan y Pascual, José A. (1992) Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. 6
tomos. Madrid, Gredos.
Corripio, Fernando (1984) Diccionario etimológico general de la lengua castellana. Barcelona,
Bruguera (3ª ed.).
Lapesa, Rafael (1980) Historia de la lengua española. Madrid, Gredos (8ª ed.).
Moliner, María (2007) Diccionario María Moliner. Buenos Aires, Del Nuevo Extremo (coordinado
por Tomás Lambré, 1ª ed.).
http://etimologias.dechile.net/?albo.ndiga – “Etimologías de Chile” (consulta: 20-09-2016)

You might also like