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Imagen y Relato Cinematográfico.

Concepciones semiológicas

Las discusiones semiológicas sobre el fenómeno cinematográfico se insertan en un contexto que


pretende dejar fuera de sus límites la propensión filosófica esencialista de definir lo que debe ser el
cine, para “comprender tanto su lógica constitutiva como los dispositivos que hacen posible su
significación”. Sin embargo, al menos desde mi punto de vista, las mejores aportaciones de la
semiótica no hacen más que cambiar una jerga conceptual por otra, baste señalar que gran parte
de la terminología y metodología estructuralista de la lingüística que se ocupa de la narración en el
cine posee su base en la tradición formalista rusa, por no decir que carece de conceptos propios que
sean específicos para el discurso cinematográfico. La pretensión de la semiótica de “comprender la
lógica constitutiva del cine […] en términos de lenguajes, códigos y textos” no ha conducido más que
a una complicación terminológica de algunas de las ideas presentes en la discusión filosófica sobre
el sentido del cine, planteadas décadas antes de la incusrión de la semiología en el cine, cuyos
resultados, al menos a nivel conceptual, son mucho menos útiles en la praxis cinematográfica, tanto
en la del realizador como en la del espectador.

Otro ejemplo claro de la poca practicidad de las ideas de la semiótica es que la competencia
específica del observador ideal (si es que podemos hablar siquiera hipotéticamente de tal cosa) no
consiste en concocer la terminología semiótica, que es demasiado ajena, demasiado complicada, y
demasiado parcial para las necesidades prácticas de la actividad que implica ver una película.

Además, los semiólogos comúnmente suelen confundir los conceptos de información y significado,
llevando sus teorías a concepciones erróneas al describir la lógica operatoria de cualquier actividad
estética, no sólo del cine. El error principal, del cual se desprenden todos los demás, es que los
semiólogos asocian la información directamente con la significación; es un error puesto que la
información no son más que datos tomados mecánicamente sobre un aspecto de la realidad del
mundo, por lo que no implica de ninguna manera su interpretación. Un termómetro mide la
temperatura de un cuerpo humano y expresa dicha medida en grados centígrados, por ejemplo.
Pero el termómetro es incapaz de interpretar lo que significa esa información en términos de la
salud de un ser humano.

Cuando se trata de un fenómeno estético, los semiólogos suelen pensar que toda clase de
información estética tiene significación, por lo cual, todo fenómeno estético es reductible a un
fenómeno de significación. Pero todo espectador que reflexione mínimamente sobre su propia
actividad debería ser capaz de reconocer que no todo lo que hace es interpretar signos, el problema
es que la semiótica posee una terminología tan robusta y sofisticada que es capaz de intimidar a
cualquiera. Desde la semiótica se ha pretendido fundamentar la idea de que cualquier
procedimiento de la consciencia humana implica interpretación de signos de algún tipo. No
obstante, el fenómeno de la percepción es una actividad tan compleja y rica en información que
ningún significado es capaz de abarcar en ninguna cognición. Por ejemplo, la percepción de la
atmósfera de un paisaje mediante la vista es un proceso que capta, entre otras cosas, variaciones
cromáticas tan complejas para las que ningún lenguaje semiótico no posee definición alguna, estas
variaciones, como cualquier fenómeno de la percpeción, son fenómenos de la consciencia que están
más allá de toda valoración sociolingüística, es decir, más allá de toda forma de significación.

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