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Colegio Valentín Letelier

Lenguaje y Sociedad
Profesor Fabio Bernal

Guía de Aprendizaje
Lenguaje y Sociedad – Electivo Tercero Medio

Nombre: _______________________________________ Curso: _________ Fecha: ___/___/_______

Objetivo:

1. Analizar el lenguaje y la sociedad presente en la película “Mala Leche”

Instrucciones : Lee el siguiente texto y luego analiza la película “Mala Leche”

LENGUAJE Y SOCIEDAD EN EL CINE CHILENO: MALA LECHE

I. Mala leche: Asesinemos al padre (total, ya está moribundo)

Por J.L.

Al contemplar Mala leche, es inevitable recordar


algunos personajes que han ayudado a construir este
imaginario que se ha dado en llamar "realismo
marginal": los jóvenes delincuentes de Caluga o
menta (que al igual que la cinta de Errázuriz y la de
Araya ocupan canchas de tierra para reunirse), las
colorinches prostitutas de La fiebre del loco, el par de
lanzas de Taxi para 3, los pequeños traficantes
de Monos con Navaja y los improvisados
comerciantes de Negocio redondo. Todos ellos, con
sus obvias diferencias, son perfectamente
clasificables bajo un rango estético (el costumbrismo
popular o neo criollismo) y una tipología dramática donde el rasgo principal es que son inevitablemente
víctimas de la sociedad.
La comparación, siempre enemiga del ejercicio crítico, en este caso ilustra el camino emprendido por la
mayoritaria producción reciente, y como tal, permite apreciar cuánto hay de distancia entre Mala
leche y sus antecesores. Porque más allá del cerro de garabatos y la estética lumpen, la cinta propone
una diferencia profunda que tiene que ver con algo imperdonable hasta hace un tiempo atrás: la
ausencia de paternalismo.
Esto no quiere decir que la cinta sea un modelo de incorrección política ni arriesgue una tesis filosa
políticamente. Pero su tan promocionada búsqueda de "crudo realismo" funciona en la medida que le
permite alejarse del anacronismo cinematográfico nacional en que se había convertido este subgénero,
donde la mirada de los cineastas invariablemente caía en la muy burguesa costumbre de observar desde
afuera, con ojos que intentaban develar pero que poco buscaban entender.
Haciendo caso omiso a su apellidos, el tándem Errázuriz-Ovalle (director y co-guionista y productor,
respectivamente) entierra los zapatos en las calles sin asfaltar de la población del "negro chico" (Juan
Pablo Ogalde) y el "carita de monkey" (Mauricio Diocares), y eso es, vaya paradoja, porque entienden
que su apuesta es el espectáculo, o si se quiere, la violencia glamorizada de cintas como Amores
perros o Ciudad de Dios que, en boca de sus autores, son los grandes referentes de esta cinta.
Aquí la pregunta es obvia. ¿Es realismo o es espectáculo? Y resulta
que en el caso de Mala leche es ambas. Porque el viejo paradigma
de un cine realista con mensaje, con la intención de dar cuenta de
una época (Caluga o menta en los inicios de la transición, Negocio
redondo con el exitismo neo liberal de hace unos años, por poner
dos ejemplos aleatorios), da paso a una mirada menos
comprometida ideológicamente y más cercana a la factura, la
forma, donde el ritmo y la acción lo es todo y la reflexión queda
para después, si es que hay tiempo.
Y para ello, las dosis de crudeza y "verdad" son aún mayores, porque se trata de impactar, de narrar
desde dentro, de "mostrar situaciones terribles", como describe su director. A veces lo consigue, cuando
sus personajes vuelan con independencia y se dejan ver en toda su vulnerabilidad; a veces no, cuando el
guión los obliga a explosiones de violencia para dar atolondradamente la idea de "crudeza". Pero aunque
no lo explicite abiertamente y aunque el lenguaje pareciera decir lo contrario, Mala leche rompe con el
pasado. Con el cliché del malandra que delinque porque el sistema lo obliga a ello. Ahora podemos saber
que los marginales pueden ser malos, y eso aunque políticamente es aberrante, en el especial contexto
del cine chileno es una experiencia liberadora.

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