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La rima XI pertenece a la breve obra de Gustavo Adolfo Bécquer

(1836-1870), poeta sevillano, de familia de pintores, que vivió una


breve vida como en el caso de otros poetas románticos europeos.
Está considerado el más importante poeta del Romanticismo
español a pesar de ser un romántico rezagado, pues cuando
Bécquer escribió sus poemas, el Romanticismo ya dejaba de ser el
movimiento artístico más importante. Su poesía suele ser sencilla
en la forma, pero llena de emoción y sentimiento, y suele ocuparse
de temas como los sueños, la soledad, la propia concepción de la
poesía o el amor.

Sobre este último trata el tema principal de la rima XI, que sitúa el
amor romántico como un deseo inalcanzable dentro de los límites
humanos, y que solo se puede satisfacer en el territorio de los
sueños y de lo ideal,

La rima XI es una estancia formada por tres estrofas de cuatro


versos decasílabos, por tanto, de arte mayor, de los cuales los
pares poseen rima aguda asonante mientras que la de los impares
es llana y consonante. Existen tres partes en este poema, y cada
una equivale a una estrofa, y se desarrolla en forma de diálogo
entre una primera persona que podría equivaler al poeta, y tres
damas. En la primera (vv. 1-4), la voz del protagonista rechaza el
ofrecimiento amoroso de una dama de negro pelo, ardiente y
sensual, haciendo lo propio en la segunda parte (vv. 5-8) con una
dama tierna y dulce, y rubia, que le ofrece un amor más delicado.
En la tercera parte (vv. 9-12) se muestra cómo el único amor que
colmaría el deseo de plenitud ideal del amante romántico es el de
una dama espectral, imposible de conseguir, tal vez soñada.

Este carácter casi narrativo contiene multitud de figuras retóricas en


un tono de insinuación y sencillez, propio de Bécquer. Así, vemos
que las tres estrofas mantienen una estructura PARALELÍSTICA
entre sí, pues se estructuran en la forma de presentación de la
dama (vv. 1, 2 /5, 6, / 9,10), y en su requerimiento amoroso en las
dos primeras (vv.3 y 5). En la estrofa I hay además varios
PARALELISMOS internos al repetirse la estructura”yo + atributo” en
los vv . 1 y 2. Existen también ANÁFORA estos paralelismo, pues
se repite la primera palabra a inicio de cada verso (“yo”). En el
mismo lugar de la segunda estrofa la estructura repetida es “Mi +
SN + V + Atributo” en el v. 5. Para reflejar esta lucha entre
elementos contrarios que condiciona el poema de Bécquer, este se
desarrolla todo con una ANTÍTESIS entre el “yo” de inicio del
poema y el “tú” del final, transmitiendo así que se produce durante
él una búsqueda de la primera persona por complementarse con
una segunda persona. Suaves ALITERACIONES adornan el poema
de Bécquer, por ejemplo en los vv. 2 (yo Soy el Símbolo de la
paSión/ de anSia de goceS…), en los vv., 6 (puedo brIndarte dIchas
sIn fIn) y 9 (“yo Soy un Sueño, un impoSible”). Los HIPÉRBATON,
también carácterísticos de Bécquer, completan el análisis retórico
de esta rima, pues se cambia el orden normal de palabras en los v.
3 (“de ansia de goces mi alma está llena”) v. 7, “yo de ternura
guardo un tesoro”.

Tanto el tema dela rima XI como la forma en que el poeta la trata


son usuales en la poesía romántica. En esta época, la soledad y el
dolor del individuo frente al mundo, la conciencia de que este no es
como se espera y de que los deseos más nobles –como el amor- no
pueden ser satisfechos, aparecen repetidamente. Por ello, los más
deseables amores humanos (ardientes o llenos de ternura) no
satisfacen la exagerada sensibilidad romántica de un autor como
Bécquer. También, pertenece al Romanticismo irregularidad métrica
que el poeta manifiesta, ya que mezcla rimas asonantes con
consonantes, así como la forma (convertir “símbolo” en una palabra
llana, a mitad de verso); de esta manera, Bécquer cumple con el
precepto romántico de la libertad, tanto en el contenido como en la
manera de escribir. Además, se puede relacionar esta rima con el
relato de Bécquer “El rayo de luna” al final del cual el solitario noble
Manrique descubre que la dama a la que vio una noche
manifestarse en sus deambuleos nocturnos no era más el reflejo de
un rayo de la luna, lo que la constituía, igual que en la rima XI, en
algo inalcanzable, como la “sombra aérea” que se desvanecía del
alcance del amante romántico con que Bécquer comparaba a otra
dama ideal en la rima XXIII.

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