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Política económica anticíclica

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Véase también: Política económica procíclica

Los ciclos económicos se caracterizan por la alternancia de períodos alcistas y de recesión. Las políticas
económicas anticíclicas proponen medidas estatales para superar las recesiones, durante las que el capital
privado no se invierte por temor a las pérdidas. Entre las propuestas se encuentra la creación
de empleo y empresas públicas, la bajada de impuestos o la subida de salarios con el fin de restaurar
el equilibrio económico.

La política económica anticíclica o contracíclica consiste en el conjunto de acciones


gubernamentales dedicadas a impedir, superar, o minimizar los efectos del ciclo económico.
Los ciclos económicos son fluctuaciones de la actividad económica inherentes a la economía y
caracterizadas por la alternancia de periodos alcistas y de recesión. Los ciclos económicos son
consecuencia de la sobreacumulación o sobreproducción, a la cual siguen expectativas de
disminución de la tasa de ganancia (o de que la tasa de ganancia sea menor que la tasa de interés),
lo que provoca la reducción de inversiones y la desaceleración del nivel de actividad. Diversos
factores exógenos, como las crisis del petróleo o las crisis financieras, pueden contribuir a revertir el
ciclo o a acentuar sus efectos.
Las políticas anticíclicas generalmente son defendidas por los keynesianos, que consideran que el
ciclo económico no tiende al equilibrio general, como pensaban los neoclásicos. Según la escuela
keynesiana el déficit y la inversión pública es el principal instrumento de política económica para
amortiguar los efectos del ciclo. Así, durante la recesión, el gobierno debe intervenir,
reduciendo tributos, promoviendo la expansión del crédito y aumentando el gasto, realizando
inversiones que sean capaces de estimular la economía.
De esta forma, durante una recesión, donde el capital privado no tiene expectativas de ganancia
que fomenten su inversión, es el déficit público el que debe expandirse para poder restablecer
el equilibrio económico. De la misma forma, lo inverso debe ocurrir durante la fase creciente del
ciclo, en los periodos de prosperidad el Estado debe aumentar la recaudación, creando
un superávit para pagar sus deudas y formar un fondo de reserva que pueda ser utilizado durante
los periodos de recesión o depresión económica.

Política económica anticíclica


Por Gerencie.com

Una de las principales características de las economías de mercado son los


ciclos económicos, que dan lugar a períodos alternos de
expansión y contracción de la actividad económica, dentro de la tendencia
alcista de largo plazo que tiene la actividad económica.
En algunas ocasiones, las oscilaciones que producen en actividad económica
los ciclos económicos son de tal magnitud que se puede hablar de periodos
de euforia económica, como la vivida a finales de los noventa y primeros
años del siglo XXI, y épocas de fuerte recesión como la crisis financiera
de 2008 o el crash del 29, remontándose al siglo pasado.
La política económica anticíclica tiene como objetivo suavizar estas
oscilaciones propias de las economías de mercado, de manera que el
crecimiento sea lo más estable posible y las épocas de crisis o recesión
económica sean lo más cortas y menos severas posibles. Las distintas
escuelas de pensamiento y doctrina económica coinciden en el papel que el
estado y la política económica de un gobierno pueden jugar en la duración
relativa de las cuatro fases del ciclo económico: expansión, crisis, recesión y
recuperación. Las herramientas de que dispone el estado en materia de
política económica anticíclica básicamente son la política monetaria y la
política fiscal.
La política monetaria, en manos actualmente de los grandes bancos
centrales, se centra en tomar las medidas necesarias para la estabilidad de
los precios, evitando una alta inflación en los periodos de expansión a través
de subidas de tipos de interés que recalienten la economía o bajando tipos
de interés para reactivar la economía cuando esta se contrae. En períodos
de profunda crisis económica como el actual, con un entorno de tipos de
interés próximos a cero, los grandes bancos centrales han adoptado
intensas políticas monetarias expansivas ligadas a una tasa de desempleo
objetivo, en el caso de USA, o a una inflación mínima, en el caso de Japón.
En ambos casos, se trata de inyectar liquidez al sistema como medida de
estímulo económico para reducir el periodo de recesión e iniciar lo antes
posible la recuperación económica.
La política fiscal, en manos propiamente dicha de los equipos de gobierno,
debe tener como objetivo mitigar el efecto de contracción la actividad
económica. Para ello puede poner en marcha: programas de reducción de
la presión fiscal sobre ciudadanos y empresas, al objeto de fomentar el
consumo; programas de aumento del gasto público para contrarrestar la
caída de la demanda o bien una mezcla de ambos, con una ponderación
encaminada a anticipar la recuperación económica.

POLÍTICA ANTICÍCLICA
Expresión utilizada en Macroeconomía, a nivel de los agregados económicos y
monetarios.
Política Fiscal y monetaria compensatoria para suavizar el Ciclo Económico,
con Superávit fiscales y subidas de los tipos de Interés en las etapas de auge
y Déficit fiscales y bajadas de tipos de Interés en las de depresión.
Las economías occidentales han experimentado en los últimos decenios unas
fuertes tasas de Crecimiento Económico, pero esas fases de expansión, se ven
seguidas inexorablemente por fases de desaceleración (muy bajas tasas
de Crecimiento) o incluso Recesión ( Crecimientonegativo de la economía durante dos
trimestres seguidos o más), para después pasar a una nueva recuperación y
expansión económica.
A lo largo de la historia hemos aprendido que el Estado puede jugar un
importante papel estabilizando el ciclo, es decir enfriando la economía en
épocas expansivas (muchas veces inflacionarias) y animándola en fases
recesivas; pero también sabemos que el Estado y sus políticas económicas
pueden ser los desencadenantes de fuertes recesiones económicas.
Cuando una economía muestra altos niveles de Desempleo y sus factorías
reflejan un exceso de capacidad productiva sin utilizar es obvio que
los Recursos no están siendo eficazmente utilizados por el sistema de Mercado. La
cuestión es, ¿cuál es la causa de la infrautilización de los Recursos? John
Maynard Keynes creía que era debida a un fallo del Mercado. La solución
deKeynes consistía en aumentar los Gastos del Gobierno para emplear la mano
de obra parada y los Recursos de Capital no utilizados y mantener
las Rentas personales.
El Gobierno, mediante la Política Anticíclica o de estabilización, intentaría así
evitar que las variaciones de la tasa de Crecimiento provoquen fuertes
desequilibrios. Se trata de evitar las recesiones largas, e intentar que la
expansión sea duradera y sostenida. Otros economistas cuestionan la
conveniencia de la intervención del Estado y las razones de esta intervención.
Para muchos la intervención estatal a través de la Política Económica, distorsiona
más que equilibra.
Por ejemplo, una Política Monetaria en exceso relajada podría tener efectos
contraproducentes, porque la gente sabe que un aumento en la cantidad
de Dinero puede traer Inflación lo que perjudica el Crecimiento. Además la
participación excesiva del sector público, en algunos países occidentales por
encima o próxima al 50%, supone para muchos la posible pérdida de
dinamicidad del sector privado que en alguna medida puede quedar
expulsado de la economía por el sector público (efecto expulsión).
Los libros de texto de la posguerra, liderados por el Economics de
Paul Samuelson, se centraron fundamentalmente en los auges y caídas de la
economía y en la forma en la que la política del Gobierno podría influir sobre
el Ciclo Económico. Los economistas keynesianos abogaron por la gestión
anticíclica de la Demanda, es decir, Incluso Milton Friedman, economista que
defiende la no intervención, centró sus investigaciones en la forma de
estabilizar la economía a través de la Política Monetaria.
Después vinieron años en que los economistas han hecho más hincapié en la
importancia del Crecimiento Económico y del aumento del nivel de vida más que de
las fluctuaciones en el ciclo. Ahora, el péndulo parece que ha vuelto a girar y
la preocupación se vuelve a centrar en la Recesión y el Desempleo.
Algunos economistas están respaldando la Política Fiscal y monetaria
compensatoria (aparece, la expansión del Gasto público, el aumento
del Déficit público y la expansión de la cantidad de Dinero) como forma de salir
de la situación crítica en que se encuentra Europa. En los últimos cincuenta
años el objetivo de mantener el Empleo, el Crecimiento y la estabilidad de Precios se
ha convertido en una justificación para la intervención del Estado. La promoción
de estos objetivos está a cargo de funcionarios y políticos (dirigidos por los
Ministros de Economía y Finanzas) y de instituciones como pueden ser los
Bancos Centrales.
Estos policy-makers deben tener capacidad para calmar las reacciones
exageradas de los mercados, despejar incertidumbres de los agentes
económicos y manejar los tipos de Interés, los Impuestos y el Gasto público a fin de
dar la orientación adecuada a la Política Económica.

Política económica anticíclica


ORLANDO DELGADO SELLEY
L
uego de que apareció el dato del PIB para el segundo trimestre de 2016, que muestra una
contracción de 0.2 por ciento, Hacienda por segunda vez en el año redujo su estimación para el
crecimiento del PIB este año a 2.3 por ciento. A finales de 2015 la propia Hacienda comprometió
un crecimiento del producto para este 2016 de 3.1 por ciento. Al explicar esta reducción de 0.7
puntos porcentuales los funcionarios hacendarios señalaron que el entorno externo ha sido
adverso con alta volatilidad, lo que se sabía desde que se hizo la planeación presupuestaria para
2016.

Con esta reducción los funcionarios aceptan que las condiciones económicas externas
determinan completamente el funcionamiento de nuestra economía. Por eso no se ocupan de
plantear medidas de política económica que se propongan revertir esas condiciones adversas.
Para ellos, crecemos si hay un entorno externo adecuado y si no lo hay nos quedamos inmóviles.
En casi cuatro años al frente de la conducción de la política pública en materia económica lo
único que han hecho es reducir sus metas, es decir, incumplir los compromisos de crecimiento
que habían establecido con el Legislativo y, a través de ellos, con el país entero.

Frente las indudables dificultades que nos plantea la economía global, los responsables
hacendarios sólo tienen una respuesta: reducir el gasto público. Lo han reducido para este año y
ya acordaron hacerlo también en 2017, como si esa fuera la única respuesta posible. Es evidente
que ante una situación global que el FMI ha caracterizado como demanda apagada, es
completamente incorrecto reducir el gasto gubernamental, pues esta reducción implica que la
inversión pública caiga sensiblemente y que lo mismo ocurra con el consumo público.

Ni en términos ortodoxos su planteo de austeridad se sostiene. Como señala la Cepal en el


Estudio económico de 2016, la capacidad de los gobiernos para acelerar el crecimiento en la
región depende de que existan espacios para aplicar políticas que apoyen la inversión, lo que
permitiría amortiguar los efectos de los choques externos. Este espacio fiscal depende de que la
inflación se ubique dentro de los parámetros adecuados, que haya una situación fiscal sana, con
niveles de deuda pública manejables. Estas condiciones se cumplen perfectamente en la
economía mexicana.

POLÍTICA ANTICÍCLICA
(En inglés: anticyclical policy )

También llamada política coyuntural o de estabilización, persigue la reducción de las desviaciones que
se produzcan respecto a los valores tomados como objetivo en el nivel de precios, en el empleo y en
la balanza de pagos.
"Políticas anticíclicas para
reconstruir", por Diego Marrero
La clave para el Gobierno será la capacidad de ejecución, señala
nuestro columnista

Redacción EC13.04.2017 / 07:55 am

En el contexto actual, en el que las cifras de crecimiento de


la economía peruana han sido revisadas fuertemente a la baja,
principalmente por los impactos negativos del fenómeno de El Niño
costero, resulta importante que las políticas económicas sean
anticíclicas. El Banco Central de Reserva ha recortado su estimado de
crecimiento para el año 2017, de 4,3% a 3,5%, mientras algunos
analistas, más pesimistas, estiman cifras más cercanas al
2%.Follow@EconomiaECpe
Si bien el foco principal de los desastres naturales está en el norte del
país, y el área afectada representa cerca del 14,5% del PBI nacional, los
efectos económicos van bastante más allá, siendo los principales
sectores afectados la agricultura, comercio, servicios y minería. Este
último afectado por el bloqueo de las vías de comunicación que impide
la salida del mineral.

Aunque es difícil dar cifras aún, pues los efectos no han terminado, los
estimados iniciales dan cuenta de un impacto en la infraestructura
superior a los S/20 mil millones. A ello habría que sumarle el impacto
económico colateral en la paralización de actividades productivas, que
podrían tener un impacto de casi 2% del PBI.

La buena noticia es que hay recursos para atender las emergencias y


para reconstruir la infraestructura dañada. Por un lado, existe el
Fondo de Estabilización Fiscal de S/30 mil millones que representa
casi el 5% del PBI peruano, el cual puede ser utilizado en casos
extremos y que puede implicar una importante fuente de recursos.

Adicionalmente, las finanzas públicas muestran holgura para


incrementar la capacidad de endeudamiento y el déficit fiscal se
encuentra en niveles manejables. En una situación complicada como
la actual, se justifica utilizar los recursos fiscales, y por ello resulta
importante aplicar una política fiscal expansiva no solo para estimular
la demanda interna, sino porque resulta necesario para reconstruir las
zonas afectadas.

Sin embargo, si bien existen los recursos, el problema será la


capacidad de ejecución y ello será fundamental para lograr una
reconstrucción oportuna y con un impacto social eficiente. Para ello
hay varias alternativas, las cuales serán determinantes para darle
velocidad a la reconstrucción.

En primer lugar, está la obra pública ejecutada directamente por el


Estado a través de los gobiernos regionales. Esta alternativa, si se
toman en cuenta los procesos administrativos y los controles
requeridos, dada la magnitud de los montos, sería muy lenta para las
expectativas y la necesidad. Otra alternativa serían las obras por
asociaciones público-privadas, que si bien aceleran en algo los
procesos de licitación y ejecución, tampoco se podría esperar que su
impacto sea inmediato. Por último, están las obras por impuestos,
mecanismo que permite la ejecución de obras por parte de las
empresas privadas. Mediante esta modalidad, las empresas privadas
hacen los desembolsos directos para realizar las obras, siendo la
inversión recuperada luego a través de la reducción del pago de
Impuesto a la Renta.

La necesidad de aplicar políticas fiscales expansivas ante la difícil


coyuntura es evidente, pero la clave para el Gobierno será la capacidad
de ejecución.

LA EC O NO MÍA N EC ES I TA PO LÍ TI CAS A NTI CÍ C LI CAS


1 septie mbre, 2016

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nEmailGoogle Gmail
por Pablo Mira

Uno de los aspectos más criticados de la política económica de los últimos años del Gobierno
anterior (y también de otros gobiernos de América Latina en general) fue la ausencia de una
estrategia anticíclica. Más aún, se ha afirmado que la política macroeconómica fue procíclica,
generando desajustes agregados de magnitud.

La política anticíclica, inspirada en las recomendaciones de John Maynard Keynes en su “Teoría


general del empleo, el interés y el dinero”, refiere al simple hecho de que en las épocas buenas
debe ahorrarse para luego usar esos recursos en los años malos. En Argentina, la forma que
adopta esta política es la de acumular reservas cuando, por ejemplo, los precios internacionales son
inusualmente elevados, para utilizar esas reservas en épocas de vacas flacas. Básicamente, en una
economía no desarrollada y dependiente del sector externo para funcionar, los buenos tiempos se
asocian con una posición externa cómoda, y los malos con la operación de la restricción externa.

Un obstáculo importante del Gobierno anterior para poner en funcionamiento una política anticíclica
eficaz fue que algunas de sus políticas propiciaban la fuga de capitales. Los períodos de atraso
cambiario con tasas de interés negativas, si bien eran políticas que podían ser defendidas porque
mejoraban el salario en dólares y contribuían al crédito a las pymes, creaban también incentivos
para comprar dólares “baratos”, acelerando la pérdida de divisas. Por ende, esa estrategia que
quería favorecer con rapidez a los sectores rezagados, obligaba paradójicamente a una política
anticíclica más drástica, lo que implica menores posibilidades de sostener algunas políticas
sociales.

En el cuadro de situación actual, hay dos aspectos relacionados con la política anticíclica que vale
la pena remarcar. El primero es que si efectivamente la economía hacía cuatro años (en promedio)
que no crecía y los números de empleo no eran suficientemente buenos, no hay razón para pensar
que la economía enfrentaba algún tipo de “recalentamiento”. Indudablemente, el problema no era
haber alcanzado la restricción externa por alto crecimiento sino por una exacerbación de la fuga de
capitales. Siguiendo esta lógica, si se considera que la economía hoy logró recomponer el problema
de la demanda de dólares, lo correcto desde la teoría de la política anticíclica sería que las políticas
fiscal y monetaria fueran expansivas, ya que la economía estaría funcionando en la parte baja del
ciclo. El problema que intercede este objetivo, por supuesto, es la inflación, que el Gobierno
pretende reducir a cualquier precio. La tesis, muy arriesgada y hasta ahora con resultados poco
alentadores, es que mientras haya inflación la economía está viviendo por encima de sus
posibilidades.

Lo segundo es que no hay nada en la idea original de la teoría de la política anticíclica que indique
cuales son los sectores sociales que deben ahorrar durante las épocas de acumulación, ni los que
deben ser compensados en las épocas malas. Concretamente, si el diagnóstico es que hoy la
economía necesita un ajuste, no hay razón para pensar que el costo deba ser enfrentado por los
sectores beneficiados durante la administración anterior. Se pueden elegir políticas para que estos
costos recaigan sobre los que más espalda (riqueza) tienen. Las retenciones, y los impuestos a la
riqueza y a los ingresos tienen ese objetivo, de modo que la reducción de su importancia en la
recaudación produce un resultado inequitativo mientras dure el proceso de ajuste que, de acuerdo a
las autoridades, la macroeconomía necesita.

POLÍTICA ANTICÍCLICA
Luis Cosenza Jiménez

Recientemente el Presidente del Banco Central de Honduras explicó


a una radioemisora que el Banco estaba implantando una “política
anticíclica”. Confieso que pensé que se trataba de un guión
kafkiano, porque si algo no practica esta Administración, o el
Banco Central, es una política anticíclica. Por el contrario, impulsa
una política pro cíclica que tendrá consecuencias muy negativas en
el corto plazo. Permítanme explicar porqué.

Una política anticíclica es aquella en la cual una Administración


ahorra recursos en los buenos tiempos para utilizarlos en los malos
tiempos. Véase el caso de Chile, por ejemplo. Uno de sus
principales productos de exportación es el cobre. Un grupo de
expertos proyecta lo que consideran el “precio sostenible” del
cobre, y utilizando este precio, elaboran un presupuesto base.
Cuando el precio en el mercado excede el precio sostenible, la
diferencia es ahorrada; no es usada para financiar un presupuesto
más alto, sino que es colocada en un fideicomiso. Cuando el precio
del mercado es menos que el precio sostenible, entonces toman la
diferencia del fideicomiso para financiar el presupuesto base. En
otras palabras, el presupuesto no se reduce en los malos tiempos,
cuando los ingresos del Estado por concepto de impuestos también
se reducen. Consecuentemente, el Estado tampoco cuenta con un
presupuesto exageradamente alto en los buenos tiempos. Esa
política se conoce como anticíclica porque no sigue el ciclo
económico.

Por supuesto que una política de este tipo requiere de mucha


disciplina. Los políticos, enfocados exclusivamente en el corto
plazo, quieren gastar todo lo que ingresa al Estado, sin pensar en
el mañana. En los buenos tiempos, los negocios ganan más, y la
gente compra más, con lo cual crece la recaudación del impuesto
sobre la renta y del impuesto sobre ventas. Cuando la economía se
desacelera, ocurre todo lo contrario, por lo que los ingresos
tributarios se reducen y el gobierno cuenta con menos recursos
para sus programas. A pesar de esto, los políticos prefieren
disfrutar los tiempos de las vacas gordas, sin pensar que vendrán
tiempos difíciles.

Nuestro caso es particularmente preocupante debido a que esta


Administración hizo crecer extraordinariamente el gasto salarial, el
cual es inflexible. Nadie aceptará que le reduzcan su salario
cuando, en los malos tiempos, la recaudación tributaria no permita
atender los compromisos adquiridos. La anterior Administración
llegó a un acuerdo con la dirigencia magisterial y logró que el
Congreso aprobara una ley que permitía contar con una política
salarial de aplicación general y consistente con la capacidad
financiera del Estado. Sin embargo, esta Administración, por
razones demagógicas, derogó esa ley y capituló ante la dirigencia
magisterial y los empleados públicos. El resultado es que en el
futuro muy cercano, a medida que caiga la tasa de crecimiento, los
ingresos tributarios serán insuficientes para cumplir los
compromisos. Por supuesto que esta Administración ha apostado a
que la crisis afectará a la próxima. Sin embargo, los hondureños
debemos recordar que las semillas del mal, de la crisis, las plantó
esta Administración.

Es evidente que esta Administración ha seguido una política pro


cíclica. Dilapidó los ingresos de la condonación de la deuda y los
que produjo el crecimiento económico que generó las políticas
adoptadas por la anterior Administración. No ha ahorrado un solo
centavo para hacer frente a los nubarrones que ahora se ven en el
horizonte. Es irónico, por tanto, que el Presidente del Banco
Central hable de una política anticíclica, cuando han hecho todo lo
contrario.

De hecho, ya estamos sintiendo los efectos de la política pro cíclica


que equivocadamente han seguido. Se dedicaron a subsidiar
indiscriminadamente la gasolina y el diesel. Ahora que los precios
están más altos que nunca, que es cuando más se necesitaría un
subsidio focalizado, resulta que se encuentran con las manos
vacías. Dilapidaron los recursos al inicio, cuando las condiciones
eran mejores, en lugar de ahorrar los recursos para cuando las
condiciones fueran peores. Sería difícil encontrar un ejemplo más
claro de una política pro cíclica.

En realidad, que no podamos ahora subsidiar el combustible es


menos grave que no podamos subsidiar a los pobres para que
puedan comprar sus alimentos. Después de todo, nadie muere por
tener que pagar más por el combustible, pero los pobres si mueren
cuando no tienen recursos para comprar sus alimentos. Ahora que
se avecina la crisis alimentaria, no contamos con recursos para
subsidiar a los pobres, con lo cual aseguramos su sufrimiento y la
inestabilidad social. Esta será la consecuencia más dramática y
visible de las políticas equivocadas implantadas por esta
Administración.

Dada la inflexibilidad en el gasto salarial y la reducción de los


ingresos tributarios al disminuir la tasa de crecimiento económico,
es previsible que el gobierno aumente el déficit fiscal y el
endeudamiento. Es la única alternativa que tendrá. Esto, por
supuesto, aumentará la ya alta tasa de inflación, lo cual golpeará
principalmente a los pobres. Es difícil entender porqué esta
Administración se ensañó en contra de los pobres, pero esa es la
triste realidad.

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