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“…y por lo que a la belleza se refiere, resplandecía entre todas aquellas visiones; pero, en
llegando aquí, la captamos a través del más claro de nuestros sentidos, porque es también el
que más claramente brilla. Es la vista, en efecto, para nosotros, la más fina de las sensaciones
que, por medio del cuerpo, nos llegan; pero con ella no se ve la mente –porque nos procuraría
terribles amores, si en su imagen hubiese la misma claridad que ella tiene, y llegase a sí a
nuestra vista- y lo mismo pasaría con todo cuanto hay digno de amarse. Pero sólo la belleza
le ha sido dado el ser lo más deslumbrante y lo más amable.”
Platón Fedro 250d
“Nada más verla, al punto estuve perdido, pues la belleza hiere más profundamente que un
dardo y se desliza por los ojos hasta el alma, ya que el ojo es la vía para la herida amorosa.”
Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte
Lo de los griegos era el Ver. La visión es para los habitantes de la Hélade, desde
Homero hasta la segunda sofistica, era el más ponderado de los sentidos.
Contraponer estos dos fragmentos es el punto de partida de esta exposición. Decidimos
comenzar desde la sensación que, como lectores sentimos al actualizar las ideas platónicas
en la lectura de Leucipa y Clitofonte.
Esta Novela erótica de fines del Siglo II d.C. es un claro ejemplar de la Segunda Sofistica. Y,
como hemos visto en clase, la Segunda Sofistica se centra en una actitud mimetica.
Entendemos la mimesis como una imitación creativa. Una mimesis que justamente tendrá
énfasis en la Cultura Visual donde al parecer, con las palabras se nos hace ver todo el
tiempo, saturándonos con rasgos visuales, con ékfrasis, con elementos retóricos y planos
de significación.
Esta sofistica-ción de la prosa logra convivir con un Platón que nos ha sido legado como
férreo contrincante de la Sofistica. Ingresa en la Novela y forma parte del artefacto verbal
de esta Segunda Sofistica representada en Leucipa y Clitofonte. Se trata de autores que
leen la Paideia como ficción y son conscientes de que hacen ficción. La descripción del
locus amoenus en el primer libro de la novela es igual al de Fedro. Es un locus de la
filosofía platónica, con lo que ya anticipa una mirada sobre las pasiones. Para hacerlo, para
absorber a Platón, connota todo y crea muchos niveles de significación. Con esto, el
sintagma deja de ser una línea para “ser al menos un pentagrama” que debe ser leído en
profundidad (Lacan). Esta exposición busca leer esa profundidad.
Sírvanos de ejemplo para comenzar la absorción por parte de la novela el mito de
los andróginos presente en el Banquete (Banquete 189c-193d). El pasaje no solo es
absorbido, sino que es interpretado desde la conciencia del narrador. Es colocado en un
sueño premonitorio con la función de preanunciar el viaje con la consecuente separación
de los amantes. Como se ve bajo la luz del Cronotropos de Bajtín, la fortuna es lo que
interviene en cada encuentro, interrumpiendo la lógica de éste. Por eso resulta lógico en el
tiempo y espacio de la novela, que sea la Fortuna quien haya separado a los amantes y no
Zeus.1
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Mito del andrógino. Originalmente existían tres sexos: Masculino, femenino y hermafrodita. Individuos de
forma redonda, compuestos por dos personas cada cual. Dos hombres, hijos del sol; dos mujeres, hijas de la
luna; un hombre y una mujer, hijos de la tierra. Son arrogantes, impíos, atacan a los dioses y reciben un castigo
por ello: Los divide. De allí la idea que plantea Aristófanes de rendir culto a los dioses piadosamente, con la
advertencia de que sino seremos nuevamente partidos en dos. El instinto del amor es volver a su condición
original. Elogia a los jóvenes homosexuales, dice que es erróneo llamarlos desvergonzados y los reclama como
lo mejor de la juventud. El amor de por vida se da cuando se unen las dos mitades originales. El amor por lo
tanto no es un mero deseo físico, sino también una necesidad del alma de volver a su estado original. Eros es
quien nos guía, sana, es bondadoso y digno de culto.
Como expresamos al comienzo, la narración propiamente dicha de los avatares de
Leucipa y Clitofonte tiene lugar en el mismo locus amoenus que el Fedro. Espacio donde
tiene lugar el diálogo platónico. Ya en Platón la naturaleza está significada por palabras.
- El problema de la novela son los cuerpos. Se tensa todo el tiempo el cuerpo como
frontera