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CONCEPTUALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA
La Organización Mundial de la Salud (2002), define la violencia como: El uso deliberado de
la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.
La violencia es un problema social que está presente no solo en nuestra sociedad sino en
el mundo entero. Esta se manifiesta en las calles, en los hogares, los centros educativos, y
en el deporte. Donde las nuevas generaciones son espectadores y aprendices de esta. Lo
cual conlleva a que perduren las condiciones sociales que la favorecen y reproducen.
En este caso los tipos de violencia que pueden surgir en las parejas adolescentes son:
Violencia sexual: es todo acto que implique fuerza, coerción, chantaje, amenaza,
intimidación para someter sexualmente a otra persona contra a su voluntad. Este tipo de
violencia es frecuente en las parejas adolescentes (Soni, 2014).
Violencia física: es el uso de la fuerza como forma de coacción que ejerce el agresor para
dominar, controlar y obligar a otro sujeto hacer algo en contra su voluntad, dañando así su
integridad física. Este tipo de violencia aparece en las parejas adolescentes generalmente
cuando la relación ya está consolidada (Soni, 2014).
Los hijos expuestos a la violencia sufrida por sus madres pueden experimentar efectos
negativos, independientes de la edad, que van desde problemas físicos hasta alteraciones
emocionales, cognitivas y de la conducta.
La familia tiene una influencia primordial en el desarrollo social y afectivo del niño y del
adolescente. Si bien el desarrollo de los niños y niñas tiene una influencia multifactorial, es
indispensable saber cómo influye la familia y los estilos y pautas de crianza en el desarrollo
social y afectivo, en los factores de riesgo y en los problemas de salud mental, tales como:
la depresión infantil, agresividad, autoestima disminuida, problemas en conductas
adaptativas, entre otras.
Estos comportamientos se van anidando hasta que los niños crecen con ellas formando
parte de su conducta habitual, al llegar la adolescencia y posteriormente al ser adultos, los
conflictos por estas conductas se van agudizando y conllevan serios problemas en las
relaciones personales, que pueden generar conductas antisociales, alcoholismo,
dificultades en la adaptación al trabajo y a la pareja, y en una gran mayoría los conflictos se
van a presentar al interior de la relación de pareja.
La conducta violenta se caracteriza por: Gritos, pleitos. Otras de las características es
mostrarse iracundo, resentido, colérico, dejar de hablar al otro, amenazar, dañar a las cosas
materiales, deteriorar las actividades sociales, discutir con las personas cercanas, forzar
situaciones económicas. Estas características se presentan frecuentemente, y tienen una
intensidad cada vez mayor y la duración del malestar va también en crecimiento, es por
esto que en muchas ocasiones, con el paso del tiempo se van agudizando los síntomas de
la violencia; adicionalmente, si la persona violenta ha tenido malas experiencias, problemas
laborales, falta de dinero, etc., considera que su actitud está justificada por eso y no se da
cuenta que muchos de los problemas y fracasos son ocasionados por su actitud.
El ciclo de la violencia se puede describir en tres fases que varían tanto en duración como
en intensidad para una misma pareja y entre distintas parejas: