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MARCO TEORICO

CONCEPTUALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA
La Organización Mundial de la Salud (2002), define la violencia como: El uso deliberado de
la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

La violencia es un problema social que está presente no solo en nuestra sociedad sino en
el mundo entero. Esta se manifiesta en las calles, en los hogares, los centros educativos, y
en el deporte. Donde las nuevas generaciones son espectadores y aprendices de esta. Lo
cual conlleva a que perduren las condiciones sociales que la favorecen y reproducen.

En este caso los tipos de violencia que pueden surgir en las parejas adolescentes son:

La violencia de género: este tipo de violencia se basa en un modelo de mujer en el cual


desde edades tempranas, las niñas interiorizan o aprenden a partir de modelos familiares,
sociales y culturales a ser sumisas, obedientes, y a no expresar sus opiniones, malestares
y mucho menos protestar. La interiorización de dichos modelos se crea gracias a las serias
medidas que se imponen para poner orden en determinadas situaciones. Este tipo de
violencia juega un papel muy importante en la construcción subjetiva que se inicia desde
edades muy tempranas.

Violencia emocional o psicológica: comprende cualquier acción, comportamiento u


omisión que se efectúa de forma voluntaria hacia otro sujeto, y produce en este sufrimiento
psíquico. Este tipo de violencia es la más común entre los jóvenes, pero a la vez no es tan
identificada por ellos.
La violencia psicológica puede manifestarse desde el inicio del noviazgo. Se expresa
mediante agresiones verbales y emocionales en las cuales se da la intimidación,
denigración, humillación, insultos, amenazas; llamar a la otra persona por nombres
peyorativos, criticarla, insultarla, desvalorizar frecuentemente, acusarla de situaciones
negativas logrando así culpabilizar, ignorar, minimizar y celar.
Algunas de las primeras conductas violentas que se pueden acentuar son: los intentos de
control y dominación a la pareja, intentos de aislamiento de la familia y amigos, la
agresividad verbal, la falta de reconocimiento de los propios errores, múltiples formas de
humillación y el desprecio, así como estar pendiente del quehacer de esta.

Violencia sexual: es todo acto que implique fuerza, coerción, chantaje, amenaza,
intimidación para someter sexualmente a otra persona contra a su voluntad. Este tipo de
violencia es frecuente en las parejas adolescentes (Soni, 2014).

Según Ortega, Ortega y Sánchez (2008): La intimidación, el acoso y la agresión sexual


están presentes tanto en las relaciones violentas que establecen los iguales entre sí
(bullying) como en las primeras relaciones sentimentales (cortejo) así como en las parejas
más o menos estables o serias (dating).

Violencia física: es el uso de la fuerza como forma de coacción que ejerce el agresor para
dominar, controlar y obligar a otro sujeto hacer algo en contra su voluntad, dañando así su
integridad física. Este tipo de violencia aparece en las parejas adolescentes generalmente
cuando la relación ya está consolidada (Soni, 2014).

Violencia económica o patrimonial: alude a toda acción de control y limitación de recursos


económicos, que permiten un sujeto a acceder a bienes y servicios necesarios para su
bienestar. Este tipo de violencia es la menos frecuente en las relaciones de adolescentes,
puede darse cuando existe convivencia entre ellos (Soni, 2014).

FACTORES DE RIESGO O PREDISPONENTES HACIA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN


PAREJAS ADOLESCENTES
Estereotipos de masculinidad y feminidad
Para comenzar es necesario precisar los términos: sexo y género, porque estos son dos
conceptos muy diferentes.
El primero de ellos está determinado biológicamente desde la concepción del individuo,
mientras el género alude a las expectativas y roles sociales asignados para cada sexo.
Estas expectativas varían según el contexto sociohistórico en el cual se desarrollen.

En cuanto a los estereotipos sociales, el varón en general es asociado con la fuerza, la


seguridad, y la independencia. En cambio, la mujer es catalogada como débil y
dependiente. Estos ideales van construyendo el proceso de subjetivación de los sujetos: El
hombre asume como suyos rasgos de autonomía e independencia, mientras que su parte
de dependencia y vulnerabilidad queda proyectada en la mujer. A su vez la mujer asume
como suyos rasgos de dependencia y fragilidad, mientras que su potencial para la fortaleza,
la autonomía y la agencia son proyectados en el hombre a quien idealiza.

Quirici (2005) afirma: El estereotipo femenino normativiza como ideales de mujer la


pasividad, el temor, la dependencia y la sumisión al hombre a la vez que desalienta la
actividad, el ejercicio del poder y la puesta en acto de su agresividad. El ideal femenino
valora la prestación de servicios, la autopostergación y el sacrificio de ser para otros.
El rol social que ocupa la mujer en la mayoría de las sociedades es la reproducción biológica
y el cuidado de los hijos, al mismo tiempo le corresponde realizar las tareas hogareñas.
Mientras que al hombre se le asigna el rol de reproductor material (producción de bienes y
servicios para el consumo y el intercambio). Por ello dentro de la familia su función es la de
proveedor del dinero y jefe de la misma. Dichas diferencias en los roles han llevado a una
organización social, en la cual al hombre se le atribuye un lugar de superioridad.
Por último, se considera que los cimientos de la violencia en la pareja están fuertemente
influenciados por la violencia de género.

EFECTOS DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR EN HIJOS ADOLESCENTES


La violencia no solo afecta de manera directa el bienestar de la mujer, sino también el de
su familia y personas cercanas. Repercute a su vez sobre la integridad física, emocional y
social, así como sobre la salud, la calidad de vida y las opciones de desarrollo, al interior
de sus familias y en la sociedad. Puede influir a largo plazo sobre la aparición de trastornos
o problemas de salud mental, tales como trastornos depresivos, trastorno de estrés
postraumático, disminución de la autoestima, conductas suicidas, abuso de alcohol y de
otras sustancias, y trastornos de la personalidad. (Caballero, Alfaro, Nuñez y Torres; 2009)

Los hijos expuestos a la violencia sufrida por sus madres pueden experimentar efectos
negativos, independientes de la edad, que van desde problemas físicos hasta alteraciones
emocionales, cognitivas y de la conducta.

La familia tiene una influencia primordial en el desarrollo social y afectivo del niño y del
adolescente. Si bien el desarrollo de los niños y niñas tiene una influencia multifactorial, es
indispensable saber cómo influye la familia y los estilos y pautas de crianza en el desarrollo
social y afectivo, en los factores de riesgo y en los problemas de salud mental, tales como:
la depresión infantil, agresividad, autoestima disminuida, problemas en conductas
adaptativas, entre otras.

En lo que se refiere a la salud mental de los adolescentes, es importante tomar en cuenta


los hallazgos de diversos estudios y publicaciones. En el informe de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) del año 2003 se menciona: “… hasta un 20% de los niños y
adolescentes del mundo sufre alguna enfermedad discapacitante; el suicidio entre los
jóvenes es un problema de salud mental presente en todo el mundo, siendo la tercera causa
de muerte entre los adolescentes”. Prosiguiendo con la siguiente información: “… el
trastorno depresivo mayor se inicia frecuentemente durante la adolescencia y se asocia a
una incapacidad psicosocial y a un alto riesgo de suicidio; los trastornos del comportamiento
tienden a persistir hasta la adolescencia y la adultez, asociándose a menudo a delincuencia
y comportamientos antisociales, así como problemas de pareja, desempleo y deficiente
estado de salud física”.
La mayoría de las investigaciones se han enfocado en estudiar los efectos de la violencia
contra la mujer en la infancia y en menor grado en la adolescencia.
Dentro de las secuelas de la violencia de género en la adolescencia, la guía de intervención
con menores víctimas de violencia de género, del Instituto Canario de Igualdad (España),
establece lo siguiente:
- Afectación de la Identidad personal, rol sexual, autoestima, capacidades personales.
- Falta de proyecto de vida.
- Sensaciones de frustración por no poder salvar a la madre.
- Responsabilidad excesiva en el hogar.
- Baja autoestima, ansiedad, síntomas depresivos, necesidad de llamar la atención.
- Conductas de riesgo o delincuencia.
- Distanciamiento emocional/ indiferencia hacia el entorno”.

TEORÍA DEL APRENDIZAJE SOCIAL:


Esta teoría la sostiene Bandura, (1977) y manifiesta que la violencia como conducta en
muchos de los casos, corresponde a una característica aprendida desde pequeños en el
hogar, la violencia se aprende: es probable que niños maltratados se conviertan en
maltratadores de sus padres, estas conductas violentas son un modo de actuar de una
persona que nos refleja su incomodidad, su insatisfacción, y muchos otros sentimientos que
en su mayoría son mal canalizados o mal aprendidos, ya que las reacciones ante lo que no
les gusta, la mayoría de las ocasiones son desproporcionadas con respecto al problema
original, esta desproporción es como ver las cosas en una magnitud demasiado alta como
para solucionarlos y la respuesta automática se traduce en un insulto, desprecio, crítica,
golpe, amenaza y otras tantas conductas que se catalogan como violencia física, verbal,
psicológica, sexual, etc; todas ellas son conductas que buscan el castigo de la otra u otras
personas; las relaciones que se dan y los comportamientos presentados por la pareja,
ejercen una influencia en su generación y mantenimiento.

Estos comportamientos se van anidando hasta que los niños crecen con ellas formando
parte de su conducta habitual, al llegar la adolescencia y posteriormente al ser adultos, los
conflictos por estas conductas se van agudizando y conllevan serios problemas en las
relaciones personales, que pueden generar conductas antisociales, alcoholismo,
dificultades en la adaptación al trabajo y a la pareja, y en una gran mayoría los conflictos se
van a presentar al interior de la relación de pareja.
La conducta violenta se caracteriza por: Gritos, pleitos. Otras de las características es
mostrarse iracundo, resentido, colérico, dejar de hablar al otro, amenazar, dañar a las cosas
materiales, deteriorar las actividades sociales, discutir con las personas cercanas, forzar
situaciones económicas. Estas características se presentan frecuentemente, y tienen una
intensidad cada vez mayor y la duración del malestar va también en crecimiento, es por
esto que en muchas ocasiones, con el paso del tiempo se van agudizando los síntomas de
la violencia; adicionalmente, si la persona violenta ha tenido malas experiencias, problemas
laborales, falta de dinero, etc., considera que su actitud está justificada por eso y no se da
cuenta que muchos de los problemas y fracasos son ocasionados por su actitud.

La personalidad de una persona violenta siempre presenta los siguientes síntomas o


características: Es altamente impulsivo, no consideran sus experiencias para modificar su
conducta problema, tienen baja tolerancia a las frustraciones, tienen conductas de agresión
sin motivos, tienden a aislarse o a refugiarse en conductas nocivas como el alcoholismo, la
droga, el tabaquismo, etc.

TEORÍA DEL CICLO DE LA VIOLENCIA:


Leonore Wlaker (1979), utilizando el modelo de la teoría del aprendizaje social investigó por
que las mujeres golpeadas no pueden visualizar alternativas en situación de agredidas,
concluyendo, entre otras cosas, que el ser aisladas y golpeadas en etapas iniciales de su
relación, trataban de cambiar la situación con un relativo éxito traducido en la minimización
o posposición de la violencia, pero pasado un tiempo este control empezaba a disminuir y
la violencia regresaba.
Para Walker, los primeros índices de violencia se pueden presentar ya durante el noviazgo,
la luna de miel o también junto al nacimiento del primer hijo, como primeros incidentes que
no suelen ser correctamente evaluados, por el contrario, las conductas de celos o posesión
son justificadas o mal interpretadas como halagos o signos de preocupación y afecto en
nuestra cultura patriarcal. Ella afirma que previo a la violencia física, existe generalmente
agresión psicológica: la mujer es desvalorizada y responde siendo amorosa, sin enojo, pero
sintiéndose culpable, con lo que se prepara el terreno para la violencia física.

El ciclo de la violencia se puede describir en tres fases que varían tanto en duración como
en intensidad para una misma pareja y entre distintas parejas:

Fase 1. Acumulación de Tensiones:


- En este periodo, generalmente existe, un comportamiento positivo y corresponde al
comienzo de la relación, cuando cada cual en la pareja muestra su mejor faceta y es rara
la violencia.
- Si ocurriera algún episodio de violencia. La posibilidad de ruptura es muy alta en la
pareja. Si la relación continua, se incrementa la demanda, así como el estrés.
- Hay un incremento del comportamiento agresivo, mas habitualmente hacia objetos que
hacia la pareja. Por ejemplo: dar portazos, arrojar objetos, romper cosas.
- El comportamiento violento es reforzado por el alivio de la tensión luego de la violencia.
- La violencia se mueve desde las cosas hacia la pareja y puede haber un aumento del
abuso verbal y del abuso físico.
- La mujer pareja agredida, intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia.
Por ejemplo: mantener la casa cada vez más limpia, a los chicos más silenciosos, etc.
- El abuso físico y verbal continúa.
- La mujer comienza a sentirse responsable por el abuso.
- El violento se pone obsesivamente celoso y trata de controlar todo lo que puede: el
tiempo y comportamiento de la mujer (como se viste, a donde va, con quien está, etc.).
- El violento trata de aislar a la víctima de su familia y amistades. Puede decirle, por
ejemplo: que si se aman no necesitan a nadie más.
- Esta fase difiere según los casos; su duración puede ser de semanas, días, meses o
años y se va acortando con el transcurrir del tiempo.
- Es raro que una mujer busque ayuda en esta fase porque la socialización de género, la
hace asumir tal marco conyugal o de pareja, como “normal”.

Fase 2. Episodio Agudo de Violencia:


- Aparece la necesidad de descargar todas las tensiones acumuladas.
- El abusador hace una elección acerca de su violencia. Decide tiempo y lugar para el
episodio, hace una elección consciente sobre que parte del cuerpo golpear y como lo va
hacer.
- Como resultado del episodio la tensión y el estrés desaparecen en el abusador.
- Esta segunda fase del ciclo es importante para la ley porque es el momento en el que,
la mayoría de las mujeres acuden a ella, sin embargo, por el desconocimiento de las
implicaciones emocionales del fenómeno, el aparato operativo de la justicia no responde
adecuadamente y el impacto de la administración del sistema, se reduce a culpabilizar
a la víctima sobreviviente (re victimización) y a proteger al hombre que agrede.

Fase 3. Etapa de calma, arrepentimiento o lunas de miel:


- Se caracteriza por un periodo de calma, no violento y de muestras de amor y cariño.
Estas demostraciones son muchas veces tensas y estereotipadas.
- En esta fase la mayoría de las veces el hombre que golpea, traslada su culpa a la mujer
agredida, culturalmente dispuesta a asimilar las culpas, aunque puede suceder que él
tome a su cargo una parte de la responsabilidad por el episodio agudo, dándole a la
pareja esperanza de algún cambio en la situación a futuro, los hombres que agreden
actúan como si nada hubiera sucedido, prometen buscar ayuda, prometen no volver
hacerlo.
- Si no hay intervención y la relación continua, hay una gran posibilidad de que la violencia
haga una escalada y su severidad aumente.
- A menos que el hombre que golpea reciba ayuda para aprender métodos apropiados al
manejo de su estrés, esta etapa solo durará un tiempo y volverá a comenzar el ciclo que
se retroalimenta así mismo.
- En esta fase la sobreviviente de la violencia puede acudir a la justicia, sobre todo cuando
el ciclo se ha ido cerrando en tiempo.
- Algunos estudiosos de la categoría género masculino violento, creen que, en esta tercera
fase, el agresor masculino comienza a preparar, de manera más o menos inconsciente,
el próximo ataque.

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