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La Verónica modernista.
Arte y fotografía en un cuento de Rubén Darío
INTRODUCCIÓN
1 Darío se reúne en los cafés de Monti y de Luzio, las cervecerías Bier Convent, Aue Keller
y Helvética. Señala Lea Fletcher que otras tertulias se reunieron en las librerías Möen y de
Espiasse, las dos en la calle Florida. Para este tema ver el trabajo de Lea Fletcher sobre el
A principios del siglo XIX, la huella no sólo era considerada como una efigie, un
fetiche, una película que hubiese sido despegada de la superficie de un objeto
material y depositada en otro lugar […]. Situada de forma extraña en la
encrucijada de la ciencia y del espiritismo, la huella parecía participar del mismo
modo, tanto de lo absoluto de la materia, como pregonaban los positivistas,
como del orden de la pura inteligibilidad de los metafísicos — siendo ésta
inacesible a cualquier análisis materialista —. Nadie como Balzac, autor de la
teoría de los Espectros, parecía ser más consciente de ello 12 .
Para producir la teoría de los espectros, Balzac, además del sistema de huellas
fisiognómicas de Lavater, tuvo en cuenta «la luz», un elemento central del
13 Los trabajos de Swedenborg, que fue un científico convertido en místico, giran en torno
al problema de la luz. Destaca Rosalind Krauss que Swedenborg parte de la visión corpus-
cular que tenía Newton de la luz (de partículas infinitamente pequenas) y le asocia la idea
cartesiana de que la materia está compuesta de partículas divisibles hasta el infinito, por
esto le era posible concebir la luz como un espectro cuyo origen está en el mundo de los
sentidos y se difumina en el mundo de los Espíritus. Para él, por gracias divina, la luz está
presente en todo el universo y, como consecuencia, el universo es un «vasto jeroglífico»
donde se puede leer el sentido divino. Ver Krauss, Lo fotográfico (n. 12), p. 30).
14 Cf. Dubois, L’acte photographique (n. 9), p. 22.
15 Las citas de «Verónica» corresponden a Rubén Darío, Cuentos fantásticos (n. 4), y las de
«La extraña muerte de Fray Pedro» corresponden a la primera versión publicada en
Mundial Magazine, no 25, París, 1913.
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16 «La extraña muerte de Fray Pedro» se publicó por primera vez en mayo de 1913 y fue
reproducida en Cuentos y Crónicas, de la primera serie de Obras completas, en Madrid en
1918.
17 Destacamos el único trabajo que encontramos sobre el cuento Verónica en relación con el
interés del poeta Rubén Darío por la fotografía: Karen Poe Lang, «Vera icona (lectura de
un cuento de Rubén Darío)», en: Kañina: Revista de Artes y Letras de la Universidad de
Costa Rica 28 (2004), no 1, pp. 55–62.
18 Cito de la versión publicada en Mundial Magazine en 1913 (n. 15).
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facsímil de una mano cuya anotomía se transparentaba, y «no pudo desde ese
instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia de su querer de creyente,
aunque no viese lo sacrílego que en ello se contenía, punzaba sus anhelos»
(p. 5). El protagonista es descrito como un enfermo, un hombre ensimismado,
torturado por sus ideas: «Cómo podría él encontrar un aparato como el de
aquellos sabios y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento?»
(ibid.) 19 .
En La extraña muerte de fray Pedro se afirma que el monje aficionado
quería sacar en su laboratorio las pruebas no sólo de la fotografía de los cuer-
pos sino las fotografías del alma, fray Pedro quiere aplicar la ciencia a las cosas
divinas, quiere apresar una forma que para los místicos es presencia «real»: las
visiones de los éxtasis y las manifestaciones de los espíritus celestiales. En este
pequeño párrafo se resume el deseo del protagonista:
¡Si en Lourdes hubiese habido una Kodak, durante el tiempo de las visiones de
Bernardetta! ¡Si en los momentos en que Jesús, o su Santa Madre, favorecen con
su presencia corporal a señalados fieles, se aplicase convenientemente la cámara
obscura!… ¡Oh cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión!
(ibid.) 20 .
26 Dice el texto: «Así procuro que en la luz resalte / tu antiguo verso, cuyas alas doro / y
hago brillar con mi moderno esmalte» (Rubén Darío, Obras completas, Madrid, Afrodisio
Aguado, 1950, t. 1, p. 176).