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Una promesa de Felicidad

Retiro de Adviento 2018 Con Nuestra Señora del Monte Carmelo

Evangelio de Jesucristo según Lucas (21,25-28,34-36)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas; y en la tierra, las naciones serán presa de la angustia ante el estruendo del mar
y de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante lo que acontecerá en el mundo,
porque las fuerzas del cielo se estremecerán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir
sobre una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos y
alzad la cabeza, porque está por llegar vuestra liberación. Tened cuidado de vosotros,
no sea que se emboten vuestros corazones con excesos, borracheras y las preocu-
paciones de la vida, y se os eche encima de improviso aquel día; porque caerá sobre
vosotros como una trampa, y sobrevendrá a todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo y orad sin cesar, para quedar a salvo de todo
lo que ha de suceder y poder comparecer en pie ante del Hijo del Hombre”.

1.Comentario Evangélico:
¿Promesa de terror o de felicidad?

Este comienzo de Adviento es un tiempo
de espera para la Venida del Salvador, un
tiempo de esperanza en el cumplimiento
de la Promesa mencionada por el Profeta
Jeremías;
«Llegarán los días, Oráculo del Señor, en
que cumpliré la Promesa que pronuncié
acerca de la Casa de Israel y a la Casa de
Judá» (Jer. 33:14). Estos son días de salva-
ción, justicia y seguridad, agrega la primera

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Lectura de este Primer Domingo de Advien-
to.
¿Nos asusta esta promesa de felicidad?
Es posible, ya que la Venida de Dios en la
pobre humanidad de nuestras vidas es abru-
madora, aunque solo sea para poner a des-
cubierto la brecha inconmensurable entre
los deseos profundos de nuestros corazones
y nuestras satisfacciones realmente alcanza-
das. La revelación de esta brecha nos resulta
a veces sumamente dolorosa y difícil de re-
conocer y aceptar.
¿Nos asusta esta promesa de felicidad? Es
posible, como nos dice Jesús en el Evange-
lio. “ Los hombres desfallecerán de miedo
ante lo que acontecerá en el mundo,». Por
supuesto, Jesús está aquí hablando sobre
los desastres cósmicos y su Venida en el Fi-
nal de los Tiempos. Pero su nacimiento ya
marcó el fin de un tiempo, de un mundo, el
de los hombres atrapados en sus pecados,
el de los hombres que buscan por ellos mis-
mos satisfacer su sed de vida. De allí vienen
para nosotros, «las preocupaciones de la
vida», dice Jesús, ansiosos por cumplir con
nuestras expectativas y por vivir a la altura de
nuestras esperanzas, preocupados en vivir
plenamente la vida y dispuestos a prender
fuego (por nosotros mismos) a nuestras pro-
pias vidas. Para alcanzar este estado, algu-
nos optan incluso por el disfrute de “la em-
briaguez», que deleita momentáneamente
sus vidas para después encontrarlas un poco
más dañadas. Otros se adhieren a diferentes
inclinaciones, pero con resultados idénticos
y que Cristo define de este modo: corazones
tristes, corazones “apesadumbrados».
¿Nos asusta esta promesa de felicidad? Es
posible, como se refleja en el Evangelio de
este día por “la angustia de las naciones y
por el temor a la muerte entre los hombres”.
Pero ¿dónde está escrito que los discípulos
de Cristo, por su parte, también deben tener
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miedo? Si la Venida de Jesús en la historia
de nuestras vidas, la que estamos esperando
para Navidad o la que esperamos como el
punto final de la historia de la humanidad de
hoy, se traduce en portentosas «señales en el
sol, en la luna y en las estrellas «, estos signos
están, entonces, llenos de una promesa de
felicidad para hacernos recobrar una dulce
esperanza. Porque se trata de la ternura de
un Niño a la espera de su Nacimiento en el
día de Navidad. Y este nacimiento será bien
anunciado por un terrible signo celestial que
hundirá a Herodes en la confusión y la locura
asesina: una simple estrella, amable, lumino-
sa, pacífica, que anuncia al Rey del Universo
y al Príncipe de la Paz. Sí, esta promesa de
paz y de vida es temible para los hombres
con corazones “apesadumbrados” por las
borracheras, la embriaguez y las preocupa-
ciones de la vida»!
A estos últimos se les dirige un llamado ur-
gente a la conversión sin embargo la súplica
insistente de Jesús a sus discípulos es muy
diferente: «Vosotros, velad y orad en todo
momento». Cuando las naciones estén ter-
riblemente sometidas a la angustia, los dis-
cípulos son llamados a ponerse en pie y
levantar la cabeza, porque están llamados
a «presentarse ante el Hijo del Hombre».
Están llamados a compartir la Presencia y la
Gloria de Dios hecho hombre.
¡Qué esperanza tan grande nos es dada!
Porque al cumplirse, la Redención revela lo
que realmente es en verdad: El rescate de
toda la Creación y la restauración de los dis-
cípulos en su identidad de hijas e hijos de
Dios por toda la eternidad. Este rescate está
personificado por María, tal como lo canta-
mos al comienzo de la Oración de
Flos Carmeli: Flos Carmeli, Vitis
Florigera, Splendor Caeli
2. Meditación: En los exuberantes jardines de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Flos carmeli Flor del Carmelo,
Vitis florigera Viña florida,
Splendor caeli Esplendor del cielo,
Virgo puerpera Virgen fecunda
Singularis Y singular.
María, Flor del Carmelo, Viña florida y Es-
plendor del cielo, nos permite percibir me-
jor la Salvación de los hijos de los hombres
por la Gracia otorgada a Nuestra Señora,
Nueva Eva, gracias a estos tres títulos poé-
ticos.
El primero es María, Flor del Carmelo: Su-
giere la belleza resplandeciente propia de
María, pero también en este Tiempo de Ad-
viento, el restablecimiento, y - en especial-
de la mujer en su belleza primigenia, por la
Gracia que emana del Corazón de Cristo,
una gracia prefigurada por Nuestra Señora
del Monte Carmelo. En la Biblia, el Carmelo
es un jardín exuberante, un monte esplen-
doroso, según el Profeta Isaías (Is 35,2). Más
aún, la belleza de este lugar es tal que nunca
deja de cautivar al Amado, en el Cantar de
los Cantares: “Tu cabeza se yergue como el
Carmelo-le canta a su amada- “ y tus cabel-
los, como púrpura regia, de tus rizos se ha
prendado el rey” [Ct 7,6]. En resumen, ues-
tra Señora del Monte Carmelo irradia una
belleza sin igual!
El Jardín del Edén se convierte ahora en el
Jardín del Carmelo. En el primero, Eva fue
creada. En el primero, Eva resplandecía con
tanta belleza que Adán, descubriéndola
después de haber sido sumido en un pro-
fundo sueño por Dios, el Señor, dejó esca-
par maravillado un grito de su corazón. Pero
luego, como consecuencia del pecado ori-
ginal, Adán y Eva fueron desnudados, des-
pojados de su gloria divina. La fuerza de
Adán, la gracia y la belleza de Eva, queda-
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ron muy lastimados. En el Jardín del Carme-
lo, por el contrario, María, radiante de glo-
ria y belleza divinas, prefigura el regreso de
esta increíble belleza femenina, restaurada
con la Venida y la Salvación de Jesús. Esta es
una hermosa promesa! Esta es una espera
llena de esperanza! En cuanto a Adán, y en
cuanto a los hombres, encontrarán su fuerza
cumplida en la de Cristo.
El segundo título atribuido a Nuestra Seño-
ra, es el de Viña Florida. Simboliza la fuerza
de la mujer, de María en este caso, pero
también de todas las mujeres, como porta-
dora de la vida. El Carmelo es famoso por su
exuberante vegetación en la Biblia, «había
viñadores en las montañas y en el Carme-
lo» [2 Cr. 26,10], monte elogiado por tanta
fertilidad. El Monte Carmelo está hecho a
imagen de Nuestra Señora, está hecho a
imagen de las mujeres, que, con su mater-
nidad ,cultivan la vida de los hombres, cual
sea su forma (carnal, espiritual, ...).
Finalmente, el tercer título es María, Esplen-
dor del Cielo. En el Monte Carmelo, Nues-
tra Señora es soberana, según una oración
rezada regularmente en la Orden Carmelita:
Santa María, Reina y Belleza del Carmelo. Al
recibir en su seno la Venida del Hijo de Dios,
al aceptar dar a luz al Hijo del Hombre, a
Nuestra Señora se le otorga la dignidad de
una Reina: Reina en el cielo y Reina en la
Tierra. María es ciertamente Reina porque
es Madre. Esto significa que su maternidad
la coloca (al igual que todas las mujeres) en
el corazón mismo del proceso de la vida
que fluye y se transmite de generación en
generación entre hombres. Así, desde el
comienzo mismo del embarazo de la Virgen
en la Anunciación, la naturaleza humana fue
de modo particular investida por el Rey del
Cielo. Convirtiéndose en su Madre, María se
convirtió en Reina.
3

De manera similar, las mujeres están ahora
confirmadas, restauradas, desde la Mater-
nidad de Nuestra Señora, en su dignidad
como reinas, como soberanas. Por su misma
maternidad, están plenamente en el corazón
de la vida que fluye entre los hombres y se
transmiten de generación en generación.
Si Eva fue engañada primero, explica San
Pablo, sin embargo»la mujer se salvará al
convertirse en madre»[1 Tm 2,15]. La mater-
nidad de la mujer le permite volver a encon-
trar su lugar perdido desde el pecado origi-
nal: adentrarse de nuevo en el corazón del
Jardín del Edén, un jardín exuberante como
el del Carmelo, como una reina irradiando
vida. En este jardín fue creada la mujer y en
este jardín, Dios promete restaurarla.
del Señor. Junto a las reinas, recuperarán ple-
namente su vigor, su audacia, su creatividad,
su lado aventurero, su … En efecto, como así
lo declara el Señor al Profeta Jeremías en la
primera lectura de este domingo,
es verdaderamente una «Palabra de Felici-
dad que he dirigido a la Casa de Israel y a la
Casa de Judá». Esta semana se nos hace una
pregunta: ¿Estamos realmente decididos a
recibir esta Promesa de Felicidad? ¿Pone-
mos los medios para renunciar a la falsa feli-
cidad que nos ofrece nuestra sociedad de
consumo?
Fr. Cyril Robert, ocd
(Convento de Paris)

¿Qué hay del restablecimiento de los hijos

de Adán? Ellos también son parte de la Pro-
mesa de felicidad anunciada por la Venida

Gentile da Fabriano « Le Couronnement de la Vierge »

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 3. Orando todos los días de la semana.

Lunes 3 de diciembre
«Quedase con Dios; y como sirve a una dama como la Virgen, y Ella ora por usted, no
se preocupe por nada.” Santa Teresa de Jesús. ( Ca. 245,4 trad. M. Auclair)

¿Por qué te me turbas, alma mía? Espera en Dios. (Sal. 42 /41, 6)

Me encomiendo a la oración de María con mis alegrías y preocupaciones.

Martes 4 de diciembre
«Es una criatura cuya vida era tan sencilla, tan abstraída en Dios, que casi no pode-
mos decir nada al respecto. Ella es la Virgen fiel, la que guardó todas las cosas en su
corazón.” Santa Isabel de la Trinidad. ( El cielo en la Fe/ 39)

“Dichoso el hombre que se deleita en la Ley del Señor y medita su ley día y noche.”
(Sal 1, 1 ... 2)

Elijo un versículo de las Escrituras que tengo en mi corazón todo el día.

Miércoles 5 de diciembre
«María fue oración silenciosa; y es en este silencio orante que María, recogida, escu-
chó la voz del Ángel. No la habría escuchado si no hubiera estado en silencio.”
Jacques de Jésus, Retiro del 20.09.1936

“El Señor mora en su Santo Templo: ¡Silencio ante Él, toda la tierra!” (Ha 2,20)

Velo en el umbral de la puerta de mi corazón para recibir a Dios con amor silencioso.

Jueves 6 de diciembre
«Parezcámonos, hijas mías, en algo a la gran humildad de la Virgen Sacratísima; Y
digo en algo”. Santa Teresa de Jesús. Camino de Perfección 19,3 Escorial.

“Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido llamado: sed
siempre humildades y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con
amor..” (Ef. 4,1-2)

Hoy me comprometo a un acto concreto de humildad.

Viernes 7 de diciembre
“La Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí,
porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía?” San Juan
de la Cruz, Oración del Alma Enamorada, 26
“Bendice al Señor, oh alma mía, y no olvides ninguno de sus beneficios!” (Sal.
103/102, 2)
Me tomo el tiempo para nombrar todos los beneficios que Dios me otorga y me
complazco en ello.

Sábado, 8 de diciembre
«Fue en la soledad de su celda que María habló con Gabriel, y que la Palabra del
Padre se encarnó en su seno.” Nicolás el Francés, La flecha del fuego, pág. 163.

“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue
a un lugar solitario. Allí se puso a orar.” (Mc 1.35)

Escribo en mi diario tiempos de soledad para orar y los cumplo.

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