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Según lo expone Pilar Calveiro la dictadura se debe entender bajo un prisma de violencia
política instaurada con anterioridad, para la autora la dictadura de 1966 es importante debido
a que se crearon nuevas formas de organización política y militar, ya en 1969 la violencia
sería uno de los aspectos singulares en torno al proyecto político, en este sentido las guerrillas
serían solo uno de los actores participantes de la violencia en el país, la disputa hegemónica
no solo generó un cambio político sino también social, en este sentido Isabella Cosse a través
del estudio de Mafalda, expone como la sociedad experimentó ese cambio lo cuál se da
cuenta a través de diferentes elementos presentes en la tira cómica, en particular la
interpretación que esta hace en torno a la familia y la clase media, así como el clima de
violencia experimentado son claves, para Cosse las diferentes interpretaciones de Mafalda se
giran en torno a los cambios experimentados por la sociedad tanto a nivel político como
social y cultural, en este sentido la autora expone su estudio como relevante en tanto aún
existen fisuras abiertas producto de la violencia y radicalización experimentadas. Así tal
como Calveiro expone la violencia no solo se experimenta en el periodo dictatorial sino que
perduran aún en democracia, exponiendo así la dictadura de Jorgue Videla como un giro
decisivo pero no excepcional puesto que tal como Franco exponía la violencia se entendía
dentro de un contexto internacional y así también tenía una historicidad en Argentina que
permitía entender el periodo no solo como una continuidad sino también como una respuesta
frente al contexto particular e internacional así como al clima ideológico presente.
El conflicto interno experimentado en Perú durante los años 1980 y 1992 forma parte de la
memoria nacional como un hecho traumático a través del cuál los silencios y recuerdos
forman parte de una narrativa en la que el binarismo entre victimas y victimarios a destacado.
En este sentido José Carlos Agüero propone una visión diferente dejando el binarismo de
lado e intentando demostrar que durante el conflicto existieron más colores que negro y
blanco, es decir, el autor trata de exponer nuevos agentes de conflicto y víctimas de este,
aquellos que las narrativas oficiales han ignorado debido al enfoque binario adquirido. En
este sentido el origen del conflicto se expande más allá de las visiones oficiales, para
Ponciano del Pino las memorias intra-comunales son claves a la hora de entender la reacción
de estas comunidades frente a Sendero Luminoso, según lo plantea el autor la necesidad de
una memoria situada pero que rescate la historicidad de estas es necesario. Con respecto a
esto el autor da cuenta de como los procesos de formación de Estado y los discursos entorno
a la raza afectaron sin duda las memorias de estas comunidades, la percepción de injusticia
y pobreza como también el racismo marcaba la percepción de violencia de estos, de igual
forma los conflictos en torno a la tierra y el gobierno los posicionaban en un clima
determinado, en donde la búsqueda de liderazgo y la protección del Estado explican en gran
medida los posicionamientos frente a Sendero Luminoso.
En cuanto a esto el autor señala que la respuesta a Sendero fue variada, debido a esto
expone se generaron quiebres entre las comunidades y dentro de estas, por lo que las
violencias ejercidas no afectaron solo desde Sendero, el autor plantea que las fuerzas
policiales y armadas fueron responsables de igual forma en las rupturas generadas que
afectaron a nivel comunal y familiar, en este sentido Agüero expone como estos quiebres
internos afectarían no solo la memoria sino así también la actualidad, puesto que la memoria
del conflicto entorno al trauma asociado a Sendero Luminoso según el autor, deshumaniza
en cierta medida a los participantes de este. Debido a esto el autor propone la inclusión a la
narrativa de nuevos agentes y victimas como lo fueron algunos participantes del conflicto
quienes pudieron ser victimas también de situaciones violentas en las que se vieron o
sintieron forzados a cometer actos de violencia, así también el autor reflexiona acerca de los
herederos de las “culpas”, como lo es el mismo hijo de Senderistas, con esto el autor no
pretende librar de culpas sino más bien humanizar a los actores y comprenden así de mejor
manera las razones del conflicto y el efecto de estas memorias en la actualidad.
3. Piense metodológicamente ¿En qué sentidos el análisis de las comisiones de estudios
se transforma en una herramienta analítica útil para entender los períodos violentos
de la segunda mitad del siglo XX colombiano? Ejemplifique con los argumentos
dados por Jefferson Jaramillo en al menos una de las tres comisiones.
Los conflictos y violencias desarrolladas a lo largo de América han despertado una necesidad
de justicia y una valoración por la memoria nacional de los sucesos acontecidos. En este
sentido Jefferson Jaramillo expone como las comisiones de estudios en Colombia han
desarrollado un rol importante en el debelar de actores y grupos nuevos de investigación, así
también han ayudado a consolidar verdades oficiales silenciando diversos aspectos del
conflicto, influyendo de gran manera en la memoria colectiva. Las violencias desarrolladas
en Colombia a diferencia de otros sectores del continente han sido en extremo variadas
dificultando una narrativa hegemónica en torno a estas, debido a ello es que según lo expone
el autor nace la necesidad de estas comisiones las cuales se agrupan y centran en torno a
violencias definidas, las cuales desde la segunda mitad del siglo XX se manifestaron en tres
tipos las que reconoce como La violencia, Las violencias y el conflicto armado interno, el
estudio de estas formas de violencia por parte del sector institucional no es único ya que otros
sectores han abordado esta temática, sin embargo las comisiones han permitido el
surgimiento de una narrativa oficial que brinda un sentido social y político a lo ocurrido para
diferentes sectores de la sociedad.