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La rumiación fomenta los pensamientos negativos.

Emplear una
cantidad tan desproporcionada de tiempo en los acontecimientos
negativos y dolorosos puede colorear nuestras percepciones generales de
tal manera que empezamos a ver otros aspectos de nuestras vidas
también de forma negativa.

– La rumiación fomenta la dilación de los problemas. A modo de


ejemplo, un estudio encontró que las mujeres con tendencias ruminativas
que encontraron un bulto en su mama esperaron 2 meses más que las
mujeres sin esta tendencia para programar un examen médico.

– Rumiar los pensamietnos aumenta nuestras respuestas al


estrés psicológico y fisiológico de tal manera que los reisgos de una
posible enfermedad cardiovascular se multiplican.

Romper el ciclo de la rumiación


Debido a la naturaleza adictiva de las reflexiones intrusivas, una buena
forma de romper el encanto irresistible de nuestra rumiación es pararla de
golpe. En concreto, debemos intentar atraparnos a nosotros mismos tan
rápido como nos sea posible en cada ocasión, y encontrar la manera
de distraernos para ocupar nuestras mentes con algo que no sea el
centro de nuestras reflexiones.

Ya sea viendo una película, haciendo ejercicio, resolviendo un crucigrama


o jugando al Tetris, cualquier cosa que nos obligue a concentrarnos nos
obligará a dejar de rumiar. Con el tiempo, el hecho de evitar la reflexión y
por tanto no reforzar su atractivo, hará que la necesidad de rumiar
disminuya.

La distracción no es desde luego la única manera de romper un ciclo


reflexivo. Puedes revisar mi artículo ‘La hora de pensar: el refugio de las
obsesiones‘ donde describo una técnica específica de prescripción del
síntoma, que vengo utilizando en mi trabajo diario desde hace algún
tiempo con muy buenos resultados.

Quiero hablaros de una estrategia que vengo utilizando en consulta desde


hace algún tiempo con muy buenos resultados, y que tal vez pueda seros
de utilidad, bien como terapeutas, bien como herramienta personal para
el control de los pensamientos recurrentes o interferentes.

Se trata de “la hora de pensar”, llamada también por algunos autores “la
hora rumiatoria”. Esta tarea, desarrollada inicialmente por Luc Isebaert
(2005), es descrita por Mark Beyebach en su obra “200 tareas en Terapia
Breve” como un modo ocurrente de prescribir el síntoma, y aunque viene
utilizándose dentro de un formato de terapia estratégica, puede utilizarse
con muy buenos resultados en el contexto de la terapia cognitivo-
conductual.

¿En qué consiste la hora de pensar?


Básicamente se trata de plantear al paciente que cada día dedique entre
media hora y una hora a “rumiar” sus pensamientos negativos, utilizando
para ello un lugar concreto y un momento fijo del día, preferiblemente que
no sea por la noche. Durante el tiempo que dure esta rumiación deberá
anotar esos pensamientos o ideas negativas con la intención de
posteriormente trabajarlas en consulta. (O bien, utilizando una variante
propuesta por De Shazer, quemarlas)

Un elemento importante de esta tarea, al menos como yo la vengo


realizando, es que durante el resto del día deben aplazarse los posibles
pensamientos intrusivos hasta el momento acordado para la hora de
pensar. Esta parte de la tarea suele ser la más difícil para el paciente y a
menudo debemos utilizar alguna estrategia adicional que ayude a parar y
aplazar el pensamiento recurrente.

¿Qué utilidad tiene esta tarea?


Como he comentado antes se trata de una prescripción del síntoma,
muy eficaz para aquellos casos en que la persona lucha por evitar sin
éxito los pensamientos intrusivos, produciéndose el conocido efecto
de psicología inversa: cuánto más intento no pensar más recurrente es
el pensamiento.

Por otra parte puede llegar a provocar un efecto positivo de saturación,


además de concentrar en el espacio y en el tiempo las ideas negativas, lo
que libera al sujeto durante el resto del día del sufrimiento provocado por
las obsesiones.

Normalmente, tras un periodo de dos o tres semanas realizando la tarea,


la evolución previsible es que cada vez sea más difícil para el paciente
llenar ese tiempo con sus obsesiones e ideas negativas, llegando a
desaparecer en la mayoría de los casos de manera progresiva.

Se trata en definitiva de una tarea de tipo individual con un efecto


paradójico, que el sujeto realiza fuera de consulta en cualquier momento
del proceso de la terapia, y que aporta un interesante material para trabajar
posteriormente.

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