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LA APARICION DE LA VIRUELA EN ARABIA La azora 6 capitulo CV, del Libro révelado 4 Mahoma, segin los musulmanes, refiriéndose al ave Ababil, se expresa en esta for- ma: «1. Has visto como el Seftor ha tratado 4 los hombres del Ele- fante? 2. ~No ha desenredado las asechanzas? 3. No ha enviado contra ellos las aves Ababiles? 4. Que les lanzaban piedras con sefiales trazadas en el cielo. 5. Ha hecho de ellos como una baya, cuyo grano han comido.»— Hé aqui la historia 4 que alude el Al- coran, segiin los historiadores .Arabes. Habiase convertido 4 la ley cristiana la ciudad de Najran, situa- da entre el Yemen y Mossul, merced 4 las predicaciones del Santo Fimion (Eufemo.) Movidos los neéfitos de excesivo celo por la religidn que hab{an abrazado, forzaban todos los que venian en su pais, 4 que profesasen el cristianismo, Ocurrié que un mercader judio del Yemen, donde reinaba Dzu-Nouss, fué 4 Najran con dos hijos suyos por necesidades desu comercio. Invitados 4 abrazar el cristianismo, negaronse 4 ello los dos jévenes, por lo cual les die- ron muerte. El padre lo abrazé en apariencia, pero concluidos sus negocios, se fué,el Yemen, donde mostrando publicamente que vol- via 4 la ley judaica, se presenté al rey Dzu-Nouas, al propésito de referirle lo que ocurria en Najran, y la suerte de sus hijos. El sobe- rano yemenita juré solemnemente , puesta la mano sobre el Penta- teuco, y por la religién de Moisés, ir con ejército contra Najran, destruir sus iglesias, romper las cruces, y quemar & cuantos no qui- siesen abandonar el cristianismo y convertirse 4 la religién judia. Salié de su pais con cincuenta mil hombres, y al Iegar 4 Najran, invité 4 sus habitantes 4 hacerse judios, si no querian recibir la muerte. El rey mandé conducir 4 Abdallah , hijo de Thamio, que era su obispo 4 una montafia elevada, y despefarle desde 1 ; pero Abdalah se levanté milagrosamente sano, y se di de estaba el rey para predicarle que se convirtiera al cristianis- Irritado el monarca, le tiré un bastén 4 la cabeza, producién- 2tan grave lesién, que murié de ella, y fué enterrado. Luego > abrir una fosa grande como un abismo, la lend de materias Tv 5 202 combustibles, é hizo que prendiesen fuego, luego mandé traer alli 4 todos los moradores de la ciudad uno a uno, y arrojando al tuego 4 los que no querfan abrazar al judaismo. Dicen que muricron de esta suerte veinte mil hombres, otros huyeron. Entre los que lograron salvar Ja vida con la fuga, se hallaba un cristiano llamado Dus Dzu-Tholaban, (nombre debido 4 la ligereza de su yegua), quien sabcdor de que Dzu-Nouas se habia retirado, volvié & Najran, y alemtando 4 los timides, buscando los escon- didos y exhortando 4 todos, les movié 4 restablecer el cristianismo, ofteciéndoles defensa y venganza. En aquel tiempo reinaba en Per- sia Nuxioscan, quien muy ocupado en arreglar los negocios de su pais, permanecié indiferente 4 1a suerte de los cristianos. Encami- nése, por tanto, 4 ver al emperador de Bizancio, llevando consigo un ejemplar del Evangelio muy déteriorado por las Hamas, con el objeto de moverle 4 compasién con més fuerza. El emperador que le hizo muchos obsequios, se excusé de acudir él personalmente por la distancia, pero le recomends eficazmente al Neguri, rey de Abisinia, por medio de una carta que le remitié con él mismo Dus Dzu-Tholaban, quien le present también el libro deteriorado. Monarca y sibditos se aparejaron 4 la venganza. EI neguir, después de haber pasado revista 4 sus soldados, en- vié setenta mil hombres al Yemen. Designé para que los acaudi- Hara un capitén afamado Hamado Aryat, encargando 4 Dus Dzu- Tholaban que le acompafase. Luego que Ieg6 4 Duz-Nouas la noticia de haberse embarcado ejército tan numeroso para Hadra mut, envié mensajeros 4 todos los principes de las ciudades del Yemen, para encargarles que se reuniesen, é informarles de sus propésitos para con los abisinios. «No estamos en situacién, les decfa por sus enviados, para hacer frente 4 fuerzas tan considera~ bles, menester es acudir 4 algiin ardid para engafar 4 los invasores. Permaneced cada uno en vuestra ciudad con los guerreros que pueda reunir, y arbitrese medio de lograr que el enemigo envie a cada ciudad una parte de su gente para que cada cual de vosotros caiga sobre una parte de sus tropas, y se asegure su ruina.» Después mandé hacer muchas Haves, y cuando le Iegé la noticia de haber desembarcado el ejército abisinio, envié 4 Aryat una certa en que se expresaba de esta suerte: «No quiero pelear contigo, pues sé bien que tu rey no tiene contra mi resentimiento de que yo le haya fal- tado, si quisicre adquirir mis tesoros yo te los enviaré, y aun iré 4 verte con los pocos que me rodean, pues no he reunido ejército para que te persuadas de que no es mi deseo pelear. Dime si es tu deseo que vaya 4 donde estas para hacerte mi sumisién, entregarte mi reino y las laves de mis tesoros, 6 site parece mejor que me ponga en camino para hacer mi sumisién en manos de tu soberano.» 203 No atreviéndose Aryat 4 tomar resolucién por si propio, escribié 4 Negusi que, lisongedndole sobremanera su proposicién, autoriz6 4 Aryat para que recogiera los tesoros y se los enviase. Participé el caudillo abisinio 4 Yusuf la respuesta que habia recibido; en con- secuencia se fué el yemenita para Hadramunt con acémilas car; das de laves. Para dar testimonio de su rectitud, condujo él mis- mo 4 Aryat, y su ejército 4 Sara, donde les entregé las riquezas que alli habia. Luego aconsejé al general abisinio que enviase 4 cada una de las otras ciudades un oficial con algunas tropas, y con Ia Have de los respectivos tesoros, para que se posesionasen de ellos. Cuando el ejército abisinio estuvo diseminado en busca de los te- soros yemenitas, cumplieron los principes las érdenes que habia dado Dzu-Nouas, y degollarcn 4 los soldados de Aryat. Se embarcé apresuradamente éste Ileno de dolor y de vergtenza, y dié cuenta al Negusi de lo sucedido en el Yemen. Encendido en célera el monarca abisinio, apresté inmediata- mente un ejército de cien mil hombres, el cual puso cuando estuvo en disposicién de partir 4 las érdenes de un capitin Hamado Abrah ben Ag-Gebsh, quien invadié el Yemen, forz6 4 sus habitantes 4 pagar la capitacién, y les impuso por la fuerza el cristianismo. Esperaba el Negusi que le remitiese los tesoros ; pero Abraha que deseaba darles otra aplicacién, defirié el envierles, no sin despertar sospechas en el corazén del Negusi al punto de intentar despojarle de la autoridad que ejercia en el territorio conquistado, Reconci- ligse al fin con él, y Abraha comenzé 4 aplicer los tesoros soco- triendo 4 los necesitados y labrando iglesias en todas las ciudades det Yemen. En particular hizo edificar en Sana, 4 nombre del Ne- gusi, una iglesia, que al decir de los escritores ardbigos no tenia su paren la redondez de la tierra por su grandeza, por su hermosa disposicién, y por sus ornamentos primorosos. Custro afios se em~ plearon en levantérla, conociéndose después con el nombre de Calis, que Abraha Je pusiera. De todo did cuenta al monarca de Abisinia, 4 quien también envié el plano del grandioso templo| brado 4 su nombre. Comenzaron 4 ir 4 visitarlo peregrinos y jeros de todas las partes de la cristiandad, todos encontraban en él algo que 4 su juicio no se habia visto ni ofdo en ninguna comarca, siendo muchos los que dejaban en memoria cuantiosas ofrendas. El césar de Constantinopla envié ricos dones de jaspes, alabastros v telas de precio, felicitando en sus cartas al Negusi, quien fuera ¢ si por tantos clogios, escribié 4 Abraha con placemes sobrema~ 2a lisonjeros. Deseoso éste de aumentar sus merecimientos, con- bié un plan importante, que comunicé al Negusi en estos térmi- vst «Tienen los arabes cn la Meca un templo que apellidan de os, & donde peregrinan, rodeandolo con procesiones. No es me~ F a

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