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CLAVES DE LECTURA PARA LA AMORIS LÆTITIA

Pbro. Dr. José Eduardo de Oliveira e Silva


Diócesis de Osasco, São Paulo, Brasil.
pe.jose.eduardo@gmail.com

Apenas se publicaba la Exhortación Apostólica Amoris laetitia, periódicos


italianos exhibían los siguientes titulares: “Sinodo, le aperture di papa Francesco:
‘Comunione possibile per i divorziati risposati’” (La Repubblica); “Sacramenti ai
risposati, il Papa apre” (Corriere della Sera).
Ahora bien, no podemos asentir al “magisterio” de La Repubblica o del
Corriere, tan desprovistos de hondura teológica. Necesitamos interpretar los textos del
Papa dentro del mismo espíritu en que han sido escritos.
El Papa Francisco dialoga con un mundo donde crece el laicismo beligerante.
El anticatolicismo está todo fundado sobre una caricaturización de la Iglesia que
Francisco intenta sabotear. Y lo está logrando.
En este sentido, podemos partir de unas ideas clave que nos sirvan como
apoyo para una lectura más consensuada de este importante texto del Magisterio
ordinario y universal del Romano Pontífice, que, en su sencillez, es, con todo, muy bien
escrito.

Introducción: un documento pastoral, una Iglesia en salida

Esa Exhortación, al ser el punto de llegada de una nueva óptica pastoral que
el Papa Francisco viene proponiendo desde el inicio de su pontificado y publicada tras la
culminación de dos Sínodos, es un divisor de aguas en la pastoral familiar de la Iglesia.
Aunque deba ser leída en total continuidad doctrinaria con los documentos anteriores, es
cierto que vivimos en un tiempo en que las familias están llagadas por situaciones
dolorosas, acerca de las cuales no basta un juicio doctrinal, teórico-moral; corremos sí el
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riesgo de “tirar piedras” a las personas. Francisco nos pone en alerta para que abramos a
los hombres la puerta de la salvación, en especial a los que la necesitan más.
Como ha sido ampliamente divulgado con motivo de las dos últimas
Asambleas sinodales, el documento de que se habla es de carácter eminentemente
pastoral. El Santo Padre evita nítidamente dar la impresión de que quiera emitir alguna
novedad doctrinal.
La preocupación central de la Exhortación es la de que no podemos hablar de
nueva evangelización sin que reenvagelicemos a las familias de la tierra, en medio de las
dificultades inherentes al mundo de hoy.
“[C]onsideré adecuado redactar una Exhortación apostólica postsinodal que
recoja los aportes de los dos recientes Sínodos sobre la familia, agregando otras
consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la
vez, ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus
dificultades”1.
Tres palabras me parecen que delinean bien la naturaleza de la preocupación
pastoral del Papa: acompañamiento, discernimiento y misericordia.
PASTORAL DEL ACOMPAÑAMIENTO. “Por encima de todo, la novedad reside en
una actitud de acompañamiento. El Papa Francisco, así como sus predecesores, reconoce
la complejidad de la vida familiar moderna. Pero atribuye un énfasis adicional a la
necesidad de que la Iglesia y sus ministros estén cerca de las personas” 2.
PASTORAL DEL DISCERNIMIENTO. El Santo Padre revela asimismo la
importancia pastoral del discernimiento, en que la actitud de los pastores sea la de
inclinarse atentamente hacia la situación de cada persona, en espíritu de oración y
fidelidad a la norma de la fe, de manera a encontrar el mejor modo de ayudarla.
PASTORAL DE LA MISERICORDIA. “El camino de la Iglesia es el de no condenar
a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden
con corazón sincero” 3.

1
PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia (19.03.2016), n. 4. Se ha añadido el
énfasis.
2
SECRETARÍA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Preguntas y respuestas, 1.
3
PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, cit., n. 296.

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Hace falta que leamos ese nuevo documento papal también en armonía con su
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, en la que Francisco plantea la necesidad de
que seamos una “Iglesia en salida” 4.
El Papa no quiere que las personas se relacionen con la Iglesia a partir de un
“no”, de una “prohibición”.
Es cierto que, en otros tiempos, hubo personas en la Iglesia que adoptaron un
abordaje principalmente negativo ante las heridas existenciales. Esto sucedió, por
ejemplo, con la Madre Angélica, que fue expulsada del Colegio de las religiosas porque
su madre había sido abandonada por su padre; o aun con el Card. Schörborn, que, en la
presentación a la prensa de la última Exhortación apostólica, dijo haber sufrido prejuicio
dentro de la Iglesia por ser fruto de la segunda unión de sus padres.
El Papa pone en acto una “lógica de la inclusión”, contraria a cualquier
práctica excluyente.
Me gustaría sugerir tres claves de lectura para la interpretación de la Amoris
laetitia.

1. Continuidad con la tradición de la Iglesia en el Magisterio sobre la familia

En el capítulo III de la Amoris laetitia, el Santo Padre sitúa este documento


en la estela de todos los documentos eclesiales sobre la familia elaborados desde el
Concilio Vaticano II 5.
Este nexo es fundamentalmente importante si no queremos dar margen a una
lectura equivocada del documento, como si éste fuera un ejemplar suelto entre tantos
otros del magisterio pontificio.
El tomar en consideración la existencia de una continuidad entre todos esos
textos magisteriales acerca de la familia es un criterio importante para interpretar la

4
“Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que
muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y
manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a
las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una
maraña de obsesiones y procedimientos” (IDEM, Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium
(24.11.2013), n. 49).
5
Cfr. IDEM, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, cit., nn. 67-69.

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Amoris laetitia. En ésta, el Papa Francisco presupone el magisterio precedente, y por


ello no siempre lo explicita en el texto.

2. Una estrategia para recuperar la sensibilidad a la ley natural

Quizá una de las claves para comprender la relación de este pontificado con
los anteriores es la estrategia de Francisco para conquistar, por caminos diferentes,
aquello que los Papas precedentes levantaron como bandera.
En nuestra sociedad laicista, en que las personas tienen la conciencia moral
desorientada, su propia sensibilidad no capta más sino resquicios de la ley natural. Los
Papas anteriores levantaron vigorosamente la bandera de la vida y la familia. Francisco,
más que levantar la bandera, va por la “puerta trasera”…
Por ejemplo, el hombre de nuestros días es insensible para con su prójimo,
pero es muy sensible para con los animales… Francisco entonces escribe una Encíclica
ecológica, que, suavemente, va elevando nuestros contemporáneos hacia una ecología
humana, como él mismo afirma: “La ecología humana implica también algo muy hondo:
la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia
naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno” 6.
Ahora bien, en la Amoris laetitia, Francisco quiere poner de relieve que, aun
en medio de todas las dificultades, la familia no es un proyecto fracasado y es el mejor
lugar para un encuentro con el amor y la misericordia.
En una sociedad que desprecia a la familia, el Santo Padre vuelve a
presentarla con contornos no sólo cautivantes sino profundamente realistas.

3. La “moral familiar” replanteada en clave pastoral

Como queda claro en la lectura de la Amoris laetitia, el Papa Francisco no


reformula la moral matrimonial. Sobre la polémica situación de las personas en segundas
nupcias, afirma que “[l]a lógica de la integración es la clave de su acompañamiento

6
IDEM, Carta Encíclica Laudato si’ (24.05.2015), n. 155.

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pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia,
sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda” 7.
Además, escribe el Santo Padre:

“‘[…] Dado que en la misma ley no hay gradualidad (cfr. Familiaris


consortio, n. 34), este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de
verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia. Para que esto suceda,
deben garantizarse las condiciones necesarias de humildad, reserva, amor a la
Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el
deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta’ (Relación final 2015, n. 86).
Estas actitudes son fundamentales para evitar el grave riesgo de mensajes
equivocados, como la idea de que algún sacerdote puede conceder rápidamente
‘excepciones’, o de que existen personas que pueden obtener privilegios
sacramentales a cambio de favores. […] [S]e evita el riesgo de que un determinado
discernimiento lleve a pensar que la Iglesia sostiene una doble moral” 8.

Desde la perspectiva de las interpretaciones equivocadas de esa Exhortación


Apostólica que pueden presentarse, como las que he mencionado al inicio, me parece
oportuno destacar dos puntos de confusión en lo que respecta a la doctrina moral.

¿MORAL DE LA SITUACIÓN?

Personas con escasa formación en teología moral podrían sostener que el


abordaje de la Amoris laetitia privilegia las circunstancias sobre el objeto moral, casi
subvirtiendo la relación de precedencia de éste sobre aquéllas. El tema es, en sí mismo,
complicado 9.

7
IDEM, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, cit., n. 299. Se ha añadido el énfasis.
8
Idem, n. 300. Se han añadido los énfasis.
9
“El elemento primario y decisivo para el juicio moral es el objeto del acto humano, el cual decide sobre
su ‘ordenabilidad’ al bien y al fin último que es Dios. Tal ‘ordenabilidad’ es aprehendida por la razón en el
mismo ser del hombre, considerado en su verdad integral, y, por tanto, en sus inclinaciones naturales, en
sus dinamismos y sus finalidades, que también tienen siempre una dimensión espiritual: éstos son
exactamente los contenidos de la ley natural y, por consiguiente, el conjunto ordenado de los bienes para la
persona que se ponen al servicio del bien de la persona, del bien que es ella misma y su perfección. Estos
son los bienes tutelados por los mandamientos, los cuales, según Santo Tomás, contienen toda la ley
natural” (SAN JUAN PABLO II, Carta Encíclica Veritatis splendor (06.08.1993), n. 79. Los énfasis
pertenecen al original).

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Una primera respuesta es que la Amoris laetitia presupone todo el magisterio


precedente al respecto.
Por tanto, los objetos morales están claramente presupuestos en toda la
elaboración de este documento: adulterio es adulterio, concubinato es concubinato,
sacrilegio es sacrilegio, etc. Todos estos conceptos están sólidamente establecidos en el
magisterio de la Iglesia.
Además, San Juan Pablo II afirma en la Veritatis splendor que

“la Iglesia enseña que ‘existen actos que, por sí y en sí mismos,


independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por
razón de su objeto’ (Reconciliatio et paenitentia, n. 17). […] [L]as circunstancias o
las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su
objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección” 10.

Al presuponer esto, necesitamos entender empero que las circunstancias son


importantes, sobre todo en el encuentro de la moral con la pastoral.
Cada caso necesita ser examinado en profundidad, y hay incluso una parte de
la virtud de la prudencia –y, por ende, de la prudencia pastoral– que se ocupa
específicamente de eso: la virtud de la circunspección 11.

PARADIGMA FAMILIARIS CONSORTIO

El Papa Francisco ha afirmado categóricamente que

“no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa
general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un
responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares […]. Los

10
Idem, nn. 80-81. Se ha añadido el destaque en letras negrillas.
11
“[D]ado que la prudencia […] trata de las acciones particulares en que concurren muchas cosas, sucede
que algo, en sí mismo bueno y adecuado al fin, se torna malo e inadecuado a él por algún elemento que
concurra. […] Por eso es necesaria en la prudencia la circunspección con esta finalidad: que el hombre
compare lo que se ordena al fin con las circunstancias” (SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de teología, IIa-
IIae, q. 49, a. 7, respuesta).

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presbíteros tienen la tarea de ‘acompañar a las personas interesadas en el camino del


discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del
Obispo’ (Relación final 2015, n. 85)” 12.

Por tanto, dado que el Santo Padre no ha ofrecido una nueva tipificación de
situaciones morales, debemos atenernos a aquellas ya presentadas por San Juan Pablo II
en la Exhortación apostólica Familiaris consortio:

“La reconciliación en el sacramento de la penitencia –que les abriría el camino


al sacramento eucarístico– puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber
violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente
dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio.
Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos
serios, –como, por ejemplo, la educación de los hijos– no pueden cumplir la
obligación de la separación, ‘asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o
sea de abstenerse de los actos propios de los esposos’ (JUAN PABLO II, Mensaje para
la XV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, n. 5)” 13.

Es tarea del teólogo moral aplicar a los casos concretos los principios
doctrinales, proporcionando a los pastores materia suficiente para que puedan juzgar la
moralidad de los actos de quienes se acerquen a recibir la adecuada orientación para su
conversión personal y familiar. En este sentido, me parecen que son tres las situaciones
generales que necesitamos examinar.

a. La disolución de la cohabitación

Como prevé la Familiaris consortio, aunque la disolución de la cohabitación


pueda ser moralmente necesaria en algunos casos (por ejemplo, en adulterios ocurridos
en el interior de una familia, cuando un hombre va a vivir con la hermana de su esposa),
existen casos en que la disolución de la cohabitación no es posible, y a lo mejor ni

12
PAPA FRANCISCO, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, cit., n. 300.
13
SAN JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio (22.11.1981), n. 84.

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siquiera recomendable (la misma Exhortación menciona las parejas de divorciados que
tienen hijos e incluso aquellas que son de edad avanzada o muy pobres).
Los pastores deben ser extremamente acogedores con esas personas,
animándolas a una conversión más profunda.

b. La continencia sexual

Para algunas personas, la propuesta de la Familiaris consortio de una


continencia sexual perpetua para las parejas de divorciados en segundas nupcias parece
algo irreal e incluso inhumano. Con todo, en la práctica pastoral corriente, los confesores
tienen la experiencia cotidiana de cómo la vida sexual de los matrimonios, en los tiempos
modernos, se ha vuelto tan tenue que, en ciertos casos, es casi inexistente. A menudo
encontramos matrimonios que no se dan el débito conyugal hace meses –e incluso años–
con relativa traquilidad 14.
En términos morales objetivos, hay personas en segundas nupcias que tienen
una vida sexual tan esporádica que ya estarían en condiciones de ser admitidas a los
sacramentos, siempre y cuando estén arrepentidas 15.
Los confesores, al analizar individualmente cada caso, deben delicadamente
verificar si ésta ya no es la situación presente de la pareja, o aun si el varón y la mujer
están dispuestos, para recibir los sacramentos, a comenzar a vivir una vida sexualmente
abstinente. Como es obvio, en dichos casos, los sacerdotes deben ser comprehensivos con
eventuales caídas.

c. Acompañamiento pastoral de los concubinarios

14
La praxis pastoral de los confesores, en estos casos, ha sido exhortar prudente y delicadamente las
personas unidas por el vínculo sacramental del matrimonio a ofrecerse libremente a la satisfacción del
débito conyugal, como manifestación concreta del amor nupcial; y a quienes viven en una situación
irregular, que sigan conservándose abstinentes.
15
Es en este sentido que deben leerse estas palabras del Papa Francisco: “es posible que, en medio de una
situación objetiva de pecado –que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno– se pueda
vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad,
recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia” (Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, cit., n.
305). Cuando habla de situación objetiva de pecado, se refiere al hecho de que son personas en segundas
nupcias, lo que es objetivamente verificable; pero puede suceder que subjetivamente no sean culpables,
es decir, que no tengan contactos sexuales.

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En cambio, es un hecho que hay realidades conyugales en que la continencia


sexual no es posible. Sin embargo, debemos considerar que tal estado no es permanente.
Con el paso de los años, la situación de cada uno de los cónyuges puede
cambiar: la libido va disminuyendo, aquel que está impedido logra comprobar ante la
Iglesia la nulidad de su matrimonio sacramental o aun éste se vuelve viudo.
Necesitamos superar una suerte de inmediatismo postmoderno, muy cómodo
para las personas e incluso para los pastores: es más fácil dar la Comunión eucarística a
quien se encuentra en situación matrimonial irregular –con el consecuente sacrilegio que
esto implica–. Pero ¿es esto lo mejor? Una vez que las personas llevan décadas para
crearse ciertos problemas personales, ¿no es razonable que la solución para ellos sea
lenta, serena?… ¿No preservamos así el matrimonio de la banalización, de manera que se
formen mejor a los hijos y la misma persona aprenda el valor que tiene este sacramento
en la economía de la gracia?
Al respecto, dice el Papa Francisco con mucha claridad:

“Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se


acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven
entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus
propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita
comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración
personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo
sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto
de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” 16.

En este camino de conversión, los pastores deben manifestar su cercanía y


amistad. Aunque no puedan dar los sacramentos a estos fieles, deben recordarles que son
miembros de la Iglesia y que pueden progresar en su vida moral día tras día.
Es absurdamente contradictorio el abordaje de quien, creyéndose muy
progresista, padece, en realidad, de un odioso sacramentalismo, que parece forjado más

16
Idem, n. 312. Se ha añadido el énfasis.

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bien para vaciar de sentido los sacramentos mismos. Se crea la falsa impresión de que
“acoger” es “dar el sacramento de la Comunión”, mientras el ejemplo personal del Santo
Padre va en otra dirección, tan evangélicamente contundente: acoger es llamar a uno por
teléfono, abrazarlo, escucharlo, visitarlo en su casa, incluirlo en la vida comunitaria,
ofrecerle un trabajo pastoral, rezar junto con él, ayudarlo en la educación cristiana de sus
hijos… En fin, el engaño es tan clamoroso que dispensa ulteriores ejemplificaciones.

***
En otras palabras, el Papa Francisco nos está proponiendo no sólo una
“pastoral de la acogida”, lo que ya sería maravilloso: nos está planteando el desafío de
una “pastoral de la búsqueda”, de que vayamos al encuentro de las ovejas heridas en los
caminos del mundo para aliviarles los dolores, mostrándoles que la Iglesia es su Madre y
que no se desentiende de ellas.
Al contrario de lo que se propala, el único modo de alcanzar este objetivo no
es por medio de una pastoral sacramentalista de facilidades y excepciones, sino a través
del acompañamiento personalizado, el discernimiento espiritual y profundo, y la
integración totalmente embebida de misericordia, que va llevando a los matrimonios a
una auténtica conversión interior. En realidad, la Amoris laetitia está dándonos las
estrategias pastorales para poner en práctica definitivamente la Familiaris consortio, que
los pastores han dejado descansando sobre el papel.
El Santo Padre nos está sacando a todos de la zona de confort. Ni “sí”, ni
“no”, sino un laborioso discernimiento, fruto del amor cristiano, consecuencia de la
caridad pastoral.

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