You are on page 1of 7

Juan de la Cruz Tapia (1825-1895)

N ació en los primeros días de la República, en la actual provincia de Linares (Potosí). Muy joven

pasó a radicarse en esta ciudad, donde llegó a desarrollar amplia labor por más de cuarenta años.
Instituciones religiosas y personas particulares solicitaban continuamente su trabajo; cuando no pintaba
nuevos cuadros, retocaba los antiguos, algunos firmados por los grandes maestros coloniales, como “San
Jerónimo” de Melchor Pérez de Holguín, que lo etocó en 1849, o “El Cerro Rico y la Villa Imperial” de
Gaspar Miguel de Berrío, existente ahora en el Museo de Charcas de Sucre.
Entre sus obras propias, la primera que se conoce es “La Piedad” pintada en 1852; la Virgen María al pie
de la cruz sostiene el ya inanimado cuerpo de su Divino Hijo. Es un lienzo de grandes dimensiones y se
halla bien conservado en San Sebastián. En 1876 firma una “Dolorosa” de medio cuerpo; lleva las manos
cruzadas sobre el pecho, que se encuentra traspasado por el puñal de dolor; es propiedad de Zacarías
Cabero.
Por encargo de los padres franciscanos en 1878, pinta varios cuadros, de los cuales se han encontrado
once en el convento, todos innegablemente son copia de algunas estampas de la época; uno de ellos
representa al “Corazón de Jesús”, otro al “Corazón de María”, los siguientes están dedicados a los más
conocidos santos de la Orden Franciscana, que son: “San Francisco de Asís”, “San Antonio de Papua”,
“San Buenaventura”, “San Francisco Solano”, “San Bernardino de Siena” y “San Jaime de la Marca”; el
noveno es el retrato del Papa “Pío IX” con una alusión a la definición del Dogma de la Inmaculada
Concepción; finalmente los dos restantes, no tienen importancia artística, solo son los conocidos
monogramas de “J.H.S.” y “A.M.”.
Al año siguiente firma para el templo de la Merced su galería de Doctores de la Iglesia, en seis grandes
medallones, representando a importantes personajes del período patrístico y del escolástico cuales son:
“San Ambrosio”, “San Agustín”, “San Gregorio Magno”, “San Anselmo”, “San Buenaventura” y “Santo
Tomás de Aquino”. Todos ellos se encuentran sentados junto a sus mesas de estudio, en actitud de
escribir inspirados por el Espíritu Santo. Junto a estos tenemos otros dos lienzos de iguales dimensiones
y de la misma fecha (1879); ambos están dedicados a la Virgen María en su “Purísima Concepción” y su “
Asunción al Cielo”.
Acaso uno de sus cuadros mejor logrados sea una pequeña tela de “San Juan de Dios”, fechada en 1881;
se trata de una réplica a Holguín, al que sin embargo estuvo lejos de alcanzarlo. Es propiedad particular.
En 1890, Juan de la Cruz Tapia se encontraba de retorno en Miculpaya, donde realizó el retrato del
párroco del lugar, don Elías Montero y allí también fue donde casó a edad avanzada con Eugenia
Quezada.
Data de esta época otra de sus obras, que fue descubierta en la ciudad de Potosí, se trata de una
escultura, que representa a “Santiago Apóstol”, montado en su caballo blanco, atropellando a un moro,
conforme a la tradición que le atribuye una intervención milagrosa en las guerras españolas de la
reconquista, en la peana de esta figura se puede leer la siguiente inscripción: “esculpido por Juan de la
Cruz Tapia, año de 1891”.
Finalmente se sabe que pasó de Miculpaya pasó a Turuchipa, donde moría allá por el año de 1895.

Fuente: Mario Chacón Torres, “Pintura Boliviana del siglo XIX (1825-1925)”, La Paz, 2004.

Avelino G. Nogales (1869-1948)


P intor. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires,

en la que la excelencia de su trabajo le ganó dos Medallas de Oro; posteriormente estudió en París y
recorrió varios otros países europeos. A su retorno se instaló e Cochabamba, donde dirigió un taller de
pintura (1905-1920), en el que tuvo como alumnos a Cecilio Guzmán de Rojas y Raúl G. Prada. Pintó al
óleo sobre lienzo y fue un dibujante académico de gran nivel, aunque se conocen y quedan muy pocos
dibujos de su mano; pintó los hechos históricos nacionales y cuadros alegóricos: “El sueño de Murillo”,
“Rendición del león ibérico” (1910) y “Homenaje a la Bandera”. Notable retratista, dejó óleos de Simón I.
Patiño, su esposa y su hijo A. Patiño. Obras como “La Hamaca”, “Un riachuelo”, y “Patio”, muestran al
paisajista y pintor de escenas de interior y familiares, de gran frescura y riqueza plástica. Su obra se
enmarcó dentro del más riguroso academismo, especialmente en los retratos y alegorías históricas; fue
más dúctil y flexible en los paisajes y escenas cotidianas, donde se aproximó a los enfoques del
impresionismo francés de fines del s. XIX. Su producción artística es considerada un antecedente
fundamental de la moderna escuela cochabambina de pintura, especialmente en el paisaje; a diferencia
de J. garcía Mesa, que pintaba sobre fotografías y a quien sustituyó en la escena plástica de
Cochabamba, realizaba bocetos en el campo, que reelaboraba en su taller, siguiendo la costumbre
establecida por los pintores realistas e impresionistas franceses.

Fuente: Pedro Querejazu, “Diccionario Histórico de Bolivia”, dir. Josep Barnadas, Sucre, 2002.

Roberto Bustillos (1880- )

N ació en La Paz en 1880, Pintor-Artista. Estudió en la Academia de Bellas Artes Nacional de

estado en Buenos Aires. Profesor de Pintura Decorativa en la Academia Nacional de Bellas Artes.
Director de la Academia particular del Círculo de Bellas Artes de la Paz. Profesor de dibujo y caligrafía en
la Escuela de Profesores de la municipalidad de La Paz. Realizó exposiciones de sus cuadros en la
ciudad de Buenos Aires. Munícipe del Concejo Municipal de La Paz. Publicó cinco cuadernos de Dibujo
decorativo llamados “Tiahuanacu”.

Fuente: Quien es quien en Bolivia, Buenos Aires, 1942.

Arturo Borda Gosálvez (1883-1953)


L a primera etapa de producción (1899-1920) se caracterizó por la realización

de paisajes y retratos, como los de sus familiares “Héctor” (1915) y “Mis dos hermanas”(1916); la obra
más importante de este período es “El Yatiri2 (1918), en la que reivindicó al indígena, sin vicularse con el
indigenismo. Entre 1920 y 1940 pintó poco (algunos retratos y paisajes), cuyo denominador común es el
Illimani. Entre 1940 y 1953 volvió a pintar con gran empeño y sus pinturas responden a programas
ideológicos complejos: la obra más importante es “Mis padres Leonor Gosálvez y José Borda” (1943),
representados al pie del árbol del patio de la casa solariega; en ella, representó con notas superrealistas
el universo de su niñez, con una simultaneidad temporal –a modo de aura- de los padres; “La crítica de
los ismos y el triunfo del arte clásico” (1948) es el manifiesto estético del artista; entre 1950 y 1953 hizo
varios estudios de luz y color, ensayos cromáticos y ópticos en pos de la enseñanza del arte, como
“Estudio III” (1952). Fue el retratista más importante del país; también fue un eximio paisajista, usando la
montaña como tema y como valor simbólico; y el primero que representó paisajes de la selva tropical del
los Yungas; sus ensayos estéticos del final de su vida son anticipatorios de lo que sería el “OpArt”.

Fuente: Pedro Querejazu, “Diccionario Histórico de Bolivia”, dir. Josep Barnadas, Sucre, 2002.

Juan Manosalvas de la Torre (1837-1906)

P intor, nació en Quito el 24 de Junio de 1837. Hijo legítimo de Javier

Manosalvas Herrera, agricultor de Yaruquies y de Simona de la Torre y Roa, quiteña.


El cuarto de una familia compuesta de seis hermanos, quedó huérfano de tres años de edad y una tía
abuela suya: Sor Angela de la Madre de Dios Manosalvas Herrera, religiosa del Monasterio del Carmen
Bajo, le dio las primeras clases de pintura pasándole por el torno algunas láminas para que las copiara.
En 1848, su padrino y tutor Francisco Navarro Lagraña, dueño de una casa esquinera en la plaza de San
Francisco, lo puso en el taller del pintor Leandro Venegas, a que aprendiera a dibujar.
En 1849, a los doce años experimentó el influjo social y artístico de la Escuela Democrática Miguel de
Santiago.
En 1852 el pintor francés Ernest Cuartón, de paso por la ciudad de Quito, le aseguró que llegaría con el
tiempo a ser un excelente pintor. Charton trajo consigo el gusto romántico imperante en la plástica
europea.
En 1859 recibió clases de Luis Cadena, quien acababa de arribar del viejo continente. "El 62 obtuvo
Medalla de oro por su cuadro histórico titulado "Paso del manglar" relacionado con la toma de Guayaquil
por las fuezas de Gracía M;oreno y Flores en 1860, que fue expuesto en la Exposición organizada por la
Academia Nacional Científica y Literaria. El 63 de casó con Vicenta Cortés Espín, una de cuyas hermanas
estaba casada con su maestro Luis Cadena.
El 64 pintó algunos cuadros por contrato para el convento de San Agustín. Ya era conocido como profesor
de pintura y dibujo. En 1871 fue favorecido por el Presidente García Moreno con una beca para viajar a
Roma. Se le entregaron 25O pesos para la ida y otros tantos para la vuelta, a la par de 250 francos
mensuales para el sustento y 25 para el de su esposa y dos hijos.
En Roma ingresó a la Academia de San Lucas que dirigía el Profesor Alessandro Cogetti y recibió clases
del ilustre pintor Alessandro Marini que se admiró de su arte. También trató al español Mariano Fortuny,
de quien aprendió el encanto de la acuarela.
De regreso en 1873 trajo numerosos modelos italianos de los que nunca se apartó y enseñó una copia del
cuadro "La sábana santa" del Caravaggio y otro original de su mano y compartió con su cuñado Cadena
el profesorado en la Academia de Bellas Artes creada por García Moreno, dirigiéndola desde 1874 hasta
que ocurrió la muerte de dicho mandatario el 75. Entonces quedó a merced de la escasa clientela que
propiciaba la ejecución de algunos lienzos.
Su pintura destacaba por la corrección del dibujo y vivo colorido. De esa época es un autorretrato hoy en
el Museo Jijón Caamaño de la Universidad Católica de Quito. También un cuadro sobre la toma de
hábitos de un joven de manos de San Agustín que se halla en la escalera principal de ese convento y
varios retratos hoy en la Sala Capitular de la Merced. Para la Recolección del Tejar pintó el célebre
cuadro del Padre Mercedario Jaramillo, distinguiéndose por la nitidez de la concepción, el ordenamiento
de los elementos de la composición y la parsimonia del colorido, trabajando poco pero selecto por su
carácter hipocondríaco y propenso a las depresiones continuas.
En 1894 mantenía su taller en las calles Olmedo y Montúfar. El 97 pintó con su hijo Emilio el cuadro del
robo de los Copones ocurrido en 1649, que se exhibe en la llamada Capilla del Robo.
En política era un liberal convencido y militaba en las filas de ese partido, pero solía llevarse muy bien con
los sacerdotes y monjes de los Conventos.
Nunca quiso volver a salir de Quito, despreciando dos buenas propuestas para enseñar pintura en
Colombia y en Bolivia, la primera ocasión se opuso García Moreno y en la segunda una nostalgia que lo
consumía. Tampoco pintó mucho por su obsesiva manía de sentir enfermedades imaginarias y porque
siendo un perfeccionista demoraba sus trabajos, retocándoles a veces sin necesidad.
En 1904 con Rafael Salas y Joaquín Pinto fue profesor de la nueva Academia de Bellas Artes. Viudo y
solo “vivió sus últimos años en casa de la familia Navarro. Su habitación era un lugar de interesante
tertulia artística al que acudían Rafael y Alejandro Salas, el Dr. Diego Salas, Joaquín Pinto, un hijo de
Cadena, Antonio Salguero, el sordo Leandro Venegas, un español Duran discípulo de Cadena, el escultor
Benalcázar y varios otros artistas y de sus conversaciones sacó el joven José Gabriel Navarro abundante
material y documentación para componer la historia de la pintura quiteña.”
Falleció en la noche del 23 de Febrero de 1906, de 68 años, en casa de Navarro, de profesor de la
Escuela de Bellas Artes. El entierro fue presidido por su amigo el General Flavio Alfaro. En el Cementerio
de San Diego tomaron la palabra Roberto Andrade y sus discípulos Juan León Mera Iturralde y Luis
Veloz. González Suárez, que le admiraba mucho, lo hizo llevar años después a la Capilla de las Almas en
el interior de la Catedral, donde aún reposan sus restos.

Fuente: Rodolfo Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador.

Francisco Arturo Michelena Castillo (1863-1898)


N ace el 16 de junio de 1863 en la norteña ciudad

de Valencia – Venezuela hijo del Señor Juan Antonio Michelena (1832 - 1918) también pintor y de Doña
Socorro Castillo (?- 1909) hija de Pedro Castillo (1785 – 1858), retratista y autor de los murales de la casa
de José Antonio Páez en Valencia. Sus primeras enseñanzas las recibe de su tía, Edelmira Michelena,
Luego realiza estudios en el colegio de Lisandro Ramíres y finalmente termina de estudiar primaria en el
colegio, que en Valencia, regentaba Alejo Zuloaga.
Empezó a pintar a muy corta edad bajo el tutelaje de su padre Juan Antonio Michelena. Resaltan entre
sus primeras creaciones: "Cupido Dormido", "Judit y Holofernes" y "Un rayo de luz". En 1874 hizo los
dibujos que ilustraban la edición neoyorquina de "Costumbres Venezolanas", libro de Francisco de Sales
Pérez, quien le toma gran cariño al niño y, convertido en su protector, le presenta en el círculo de amigos
de Antonio Guzmán Blanco con la intención de gestionarle una pensión de estudios. Entre 1879 y 1882
transcurre un período de aprendizaje durante el cual Michelena, asociado a su padre, abre una Academia
de Arte en Valencia para satisfacer encargos de retratos. Pinturas murales, copias de cuadros antiguos,
retratos infantiles y abundantísima producción de dibujo constituyen la base de entrenamiento que
capacitan al joven para concurrir con éxito al Salón del Centenario del Natalicio de El Libertador Simón
Bolívar, que se celebra en Caracas, y al que envía su primer lienzo importante La entrega de la bandera
al batallón sin nombre (1883), que se hace acreedor al Segundo Premio.
Gracias a una beca que nunca recibirá, viajó a París parte en compañía de Martín Tovar y Tovar hacia
París para inscribirse en la Academia Julián, donde ya figuran Emilio Boggio y Cristóbal Rojas. Estudia en
el Taller del profesor Jean-Paul Laurens. Fue el primer pintor venezolano en tener éxito en el exterior, y
conjuntamente con Cristóbal Rojas (1857-1890). y Martín Tovar y Tovar (1827-1902). se convierte en uno
de los más importantes pintores de la Venezuela del Siglo XIX.
Su primer gran éxito se dio el París en Le Salón des Artistes Français en 1887. Animado por su profesor
Jean-Paul Laurens (1838-1921). Michelena presentó un lienzo titulado L’Enfant Malade (el niño enfermo),
con el cual fue premiado con la Medalla de Oro, segundo de su clase, el mayor honor que había dado esa
academia a un artista extranjero. La pintura fue rápidamente considerada una pieza de arte y fue
adquirida por Astors, en Nueva York, a finales del siglo XIX. En el 2004 Sotheby’s vendió la pieza de arte
por 1.350.000 dólares, un récord para una obra de arte latinoamericana.
Entre 1885 y 1889, corre un segundo período. Pinta sucesivamente: Una visita electoral (1886), La
caridad (1887)., La joven madre y Carlota Corday (1889) y obtiene, con este último cuadro, exhibido ya en
el salón, una Medalla de Oro en la Exposición Universal de París (1889).. Ese mismo año, regresó
inesperadamente a Venezuela y fue recibido con muestras de júbilo. Tras una temporada de éxito social
en Caracas, celebra matrimonio con Lastenia Tello Mendoza y retorna a París para iniciar el tercer
período de su carrera.
En esta segunda estancia en Paris pinta La vara rota (1892). y Pentesilea (1891) obras principales de
éste período. Habiendo contraído tuberculosis, retorna a Venezuela en 1890 por consejo de sus médicos;
el éxito le espera en Caracas donde realiza un lienzo en honor a José Antonio Paez, primer presidente
venezolano. Se hace retratista de moda y pintor oficial y es objeto de toda clase de agasajos. Pero su
salud, cada vez más resentida, apenas le permite consagrarle esfuerzo a obras ambiciosas como:
“Miranda en la Carraca” (1896)., en alusión a su compatriota, Francisco de Miranda que estuvo preso por
insurrección en el penal de las cuatro torres, de San Fernando, Cádiz, en donde murió, Miranda era
admirado por Michelena por su gesta; “Berruecos” (1895)., el “Descendimiento” (1897). y “La última cena”
(1898)., quedando inconclusas algunas de éstas.

Fuente: Juan Calzadilla, ‘Arturo Michelena’, en “Diccionario multimedia de historia de Venezuela”,


Caracas, Venezuela, 1997.

Elisa Rocha de Ballivián (1866-1956)

P intora de gran calidad, perteneció a la escuela antigua. Nació en

Cochabamba. Desde su niñez se dedicó a este arte habiéndose especializado en la pintura religiosa. La
mayoría de sus cuadros se hallan dispersos en las iglesias de Cochabamba y del interior de la República.
Uno de los más citados y conocidos es el del “Protomártir de la Independencia don Pedro Domingo
Murillo”, que es propiedad de la “Casa Murillo” y se exhibe allí.
Fue grande su afición a la pintura, y para difundir y descubrir nuevos valores abrió una escuela particular
de pintura, donde enseñaba a sus discípulos.

Fuente: Elssa Paredes de Salazar, “Diccionario Biográfico de la Mujer Boliviana”, La Paz, 1965;
Salvador Romero Pittari, Elisa Rocha y el Cambio Social, en “Pintura Boliviana del siglo XIX (1825-
1925)”, La Paz, 2004.

Luis Toro Moreno (1897-1933)

P intor. Nació en Ibarra en 1897 y falleció en Cuenca en 1933. Vino a Bolivia hacia 1916 y trabajó

en Sucre, Potosí, Oruro y La Paz. Participó, allá por 1920, en el movimiento intelectual Gesta Bárbara en
la Villa Imperial. Entre sus cuadros más conocidos se encuentra el titulado Colorados de Bolivia. Conoció
a Bautista Saavedra Mallea cuando éste era abogado y activista político. Cuando ascendió a la
Presidencia de la República (1920-1925), encomendó a Toro Moreno pintar los retratos de Simón Bolívar
y Antonio José de Sucre, obras que actualmente están en la pinacoteca del Palacio Legislativo en La Paz.

Se sabe que estableció una academia de pintura en La Paz en 1922 y que fue dibujante de la revista del
Círculo de Bellas Artes de esta misma ciudad. En Oruro, pintó los frescos del interior del
Teatro Palais Concert. Allí están los murales Una familia india y cupido y El amor y la muerte.
Mario Lara Claros describe al pintor: “Este artista intelectualizado y culto trajo al país las últimas brisas del
romanticismo americano y que a Bolivia ingresaba como una novedad”. “La pintura romántica, sensiblera,
quejumbrosa, retórica y llena de desmayos melodramáticos era una novedad tremenda —afirma Lara
Claros, y sigue—. Toro Moreno pinta a mujeres desnudas, arrepentidas, purgando su pecado, en soledad;
a Jesucristo contemplando taciturno un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial lleno de cuerpos
heridos en medio del humo de la pólvora que se disipa lentamente...”.

Fuente: Elías Blanco Mamani, Fondo Negro, La Paz, 2007.

Gil Coimbra Ojopi (1914-1976)

D ibujante y pintor autodidacta. Hijo del escritor Juan

Cimbra, autor de “Siringa” y de Visitación de Ojopi. Desde niño mostró afición al dibujo y la pintura,
realizando decoraciones artísticas, carteles y retratos en su tierra natal. Era muy joven cuando asistió a la
guerra del Chaco en calidad de soldado raso. En el campo de batalla conoció a los artistas Cecilio
Guzmán de Rojas, Arturo Reque Meruvia, Jorge de la Reza y Raúl Prada. Con ellos se dedicó, en sus
pocos ratos libres, a pintar escenas del paisaje chaqueño, además de abundantes cuadros de valor
testimonial sobre la confrontación bélica. Al término de la guerra, retrató a los generales contendientes
Peñaranda y Estigarribia.
A su retorno del Chaco, viajó por toda la zona altiplánica de Bolivia y por algunas zonas peruanas, para
tomar apuntes que luego fueron utilizados en su pintura de temática indigenista y en su libro aún inédito
“Honda y arado”.
En 1946 realizó exposiciones de pintura en varias poblaciones de Brasil. Durante su estadía en ese país
publicó en Rio de Janeiro la biografía ilustrada de Francisco Tito Yupanqui, el escultor de la Virgen de
Copacabana, basándose, presumiblemente, en los relatos de Alonso Ramos Gavilán y Antonio de la
calancha.
En 1952 viajó a México en misión diplomática. Allí estudió la obra de los famosos muralistas Rivera y
Alfaro Sequeiros. De retorno en Bolivia, aunque dedicado a la política militante, no descuidó su labor
pictórica: realizó murales y presentó varias exposiciones públicas.
Desde 1970 vivió en Brasil donde prestigió con su obra a la pintura boliviana. Falleció en el país vecino
dejando, además de una valiosa producción pictórica, los siguientes libros inéditos: “Antisuyo, la frontera
virgen” y “Charada del luto bermejo”.

Fuente: Jorge Villanueva Suárez, Dibujantes, pintores y escultores bolivianos, La Paz, 2007

You might also like