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EL CUENTO Y SU IMPACTO EN LA ESCUELA.

DORIS CAROLINA SARMIENTO POBLETE


Más conocida como El Ombligo, es docente con Magíster en
Currículum y Evaluación de profesión, y cuentacuentos por
opción de vida. Se ha desempeñado como narradora oral tanto
en espectáculos de cuentacuentos como en actividades de
fomento lector en escuelas, centros penitenciarios, bibliotecas, y
espacios culturales en Chile, Argentina y Colombia.
Actualmente forma parte del colectivo Ojo&Lengua y dirige una
biblioteca comunitaria en la comuna de Peñaflor.

RESUMEN

La narración de historias ha existido desde siempre, y escuchar cuentos que son narrados o leídos
siempre ha producido fascinación. Y aunque los beneficios de narrar y leer oralmente cuentos
están ampliamente investigados y documentados, la presión que ejerce la evaluación SIMCE ha
desplazado la oralidad, restringiendo todas las actividades que se realizan en el aula casi
exclusivamente al desarrollo de la comprensión lectora. Sin embargo estos esfuerzos no han dado
frutos a lo largo de los años, y los resultados se encuentran estancados. ¿Será ahora el momento
de cambiar la estrategia y volver a contar cuentos?

La narración de historias ha existido desde siempre. Antiguamente en cada comunidad era


común encontrar un narrador oral o cuentacuentos, cuya misión era transmitir a través de las
historias la cultura y valores del pueblo. Sentados en torno a un fogón, el pueblo solía escuchar
atentamente al cuentacuentos, que solía tener un lugar privilegiado en la comunidad. Similar
función cumplían los juglares en la Edad Media, quienes viajando de ciudad en ciudad, se ganaban
la vida contando historias recitadas o cantadas. Más tarde, con la invención de la imprenta, las
historias pudieron ser registradas en papel, masificadas, y, por tanto, el cuento dejó de ser
exclusivo del narrador, democratizándose.

Este breve barrido por la historia demuestra que a los seres humanos nos encantan los
cuentos. A los niños les fascina dormirse escuchando historias de la boca de sus padres o abuelos
que no sólo les leen, sino que también muchas veces inventan historias para satisfacer las
exigencias de su pequeña audiencia. A todos nos gusta escuchar historias y a la vez somos
cuentacuentos, pues la narración es una de las habilidades del lenguaje que más utilizamos.
“Contar es encantar, nos dice bellamente Gabriela Mistral. (…). El cuento bien narrado, o bien
leído, pareciera detener el tiempo de tal manera que niños y adultos, o más bien personas de más
o menos años, nos sentimos trasladados a un mundo mágico, aparentemente desconectado de la
realidad cotidiana” (Edwards, 2008).
El ser humano utiliza el lenguaje para describir, argumentar, exponer y narrar. A través de
la narración es que registramos nuestra experiencia cotidiana, nuestra memoria y recuerdos.
Beuchat (2006:16) señala la importancia de la narración en nuestra vida cotidiana: “Todos tenemos
alguna historia que contar. Todos somos contadores de cuentos. El ser humano siempre ha
querido comunicarle algo a otros. Bastaría con recordar la frase que emerge con frecuencia
cuando encontramos a otra persona: ‘¿Te cuento?’ Es un deseo innato arraigado en lo profundo de
nuestro ser, que nos impulsa a compartir con los otros”.

Pero, ¿qué estructura tiene una narración? De acuerdo con Álvarez (2004) lo que distingue
una narración de los otros tipos de discurso que utilizamos (descriptivo, argumentativo y expositivo)
son las secuencias de acciones ordenadas en el tiempo. Ejemplos de narraciones son las
anécdotas o experiencias vividas, cuentos, novelas, fábulas, leyendas, etc. (Condemarín y Medina,
2010). El cuento, en particular y como texto narrativo, contiene la secuencia: inicio-conflicto-
desenlace, es decir, posee una situación inicial, luego un quiebre –algo que viene a perturbar las
cosas- y por último un desenlace. A esta estructura básica pueden agregarse otros elementos
como episodios, que son secuencias de acciones en las que el protagonista, su antagonista y
personajes secundarios realizan para recuperar el equilibrio perdido. De acuerdo con Volosky
(2004), los cuentos en general y los cuentos de hadas en particular, pueden poseer además
recursos tales como la repetición (ejemplo: Ricitos de Oro), los matutines (Érase que se era, colorín
colorado) y expresiones mágicas y cabalísticas (Ábrete Sésamo o Rapunzel, Rapunzel, échame tu
cabellera para subir por ella sin escalera), entre otros.

La importancia fundamental del desarrollo del discurso narrativo en las personas de


acuerdo con Searle (1969), corresponde a que es un “organizador de la experiencia humana”. La
importancia del cuento, según Monfort y Juárez radica en que “ayuda a introducir a los niños al
mundo de la imaginación y la fantasía; permite revivir deseos, miedos, etc., ya que los cuentos
poseen una fuerte carga afectiva y posiblemente simbólica; y fomenta el lenguaje hacia uno más
‘culto’ y al mismo tiempo propicia un aprendizaje de la lengua escrita” (1999:192).

Hay diversos estudios que han indagado en los beneficios que contrae narrar oralmente
cuentos o leerlos en voz alta. Cecilia Beuchat en su libro “Narración oral y niños: una alegría
siempre” (2006) detalla estos beneficios: narrar oralmente desarrolla la capacidad de escuchar,
expande significativamente el lenguaje, desarrolla la imaginación, prepara para la escritura,
fomenta el gusto por leer y por los libros, contribuye a que los niños se familiaricen con los
elementos propios de la narrativa, desarrolla ampliamente el pensamiento (habilidades como
predecir, anticipar, hipotetizar, analizar y sintetizar, entre otras), desarrolla conductas sociales y
afectivas importantes, desarrolla el placer y la recreación. Por tanto, un niño que escucha cuentos
con regularidad, no sólo está en un proceso de pensamiento activo de imaginación, sino que
también está absorbiendo vocabulario y estructuras lingüísticas que más tarde le servirán para
comprender mejor lo que lee y producir textos escritos propios de buena calidad.

Tanto las Bases Curriculares de la Educación Parvularia en el ámbito de la “Comunicación”


como las Bases Curriculares de Educación Básica en la asignatura de Lenguaje y Comunicación
(Lengua y Literatura en los niveles mayores) incorporan la comprensión oral como un objetivo a
desarrollar dentro de la “Comunicación Oral”. En los primeros niveles incluso se explicita la
narración oral y lectura oral como parte del currículum. Sin embargo, y con más frecuencia de la
que debiéramos afirmar, esto sólo se cumple en los niveles de prebásica. Es una práctica
frecuente que las educadoras de párvulo narren oralmente cuentos o se los lean a sus estudiantes.
No obstante, esta práctica se pierde en la educación básica, principalmente debido a la presión
que ejerce la evaluación SIMCE en la asignatura y la necesidad de trabajar casi exclusivamente la
comprensión lectora, dejando de lado la producción escrita y la comunicación oral aunque estas se
encuentren declaradas en las planificaciones curriculares respectivas.

Quizás sea por lo anterior que un ciudadano promedio tiende a asociar al narrador oral o
cuentacuentos como un artista que trabaja exclusivamente con niños pequeños, desconociendo
que el oficio también se desarrolla, por ejemplo, en bares nocturnos, o que en las zonas rurales
existen “narradores tradicionales” y “mentirosos” con repertorios destinado en muchos casos
exclusivamente a público adulto. “La narración de literatura oral todavía es vista como algo de poca
importancia; basta percibir lo que sucede con nuestros mitos y leyendas. Éstos sólo reciben
atención durante el mes del folclor…” (Cléo Busatto, 2005).

Urge, entonces, revalorizar el oficio de narrar oralmente e instalarlo en la escuela como


una práctica habitual. Urge dejar de lado la guía impresa de compresión lectora, y la presentación
en powerpoint para volver en torno al fogón, mirarnos a los ojos y contarnos las historias que
contaban nuestros abuelos. Quien lee o escucha cuentos que le son narrados oralmente o leídos
vive distintas vidas en una. A través de los cuentos se puede viajar a otras tierras, y vivir en otros
tiempos. Se pueden conocer las costumbres de otros países, se pueden trabajar valores morales, y
se puede, además, trabajar la identidad del país con nuestros mitos y leyendas propios. Y si a esto
agregamos los beneficios que contrae para el desarrollo de la comprensión lectora señalados
anteriormente, entonces la urgencia es mayor. Einstein dijo: “Si buscas resultados distintos,
entonces no hagas siempre lo mismo”. Si los resultados en comprensión lectora no han variado
significativamente a lo largo de los años, ¿qué esperamos para cambiar de estrategia? Gabriela
Mistral, en “Magisterio y Niño” hace décadas señaló: “Mayor bien que muchos cursos de esos
llamados de especialización traerían unos de buen leer y de buen contar, hechos para maestros y
bibliotecarios”. Atrevámonos a reemplazar la guía escrita por sesiones de narración oral y lectura
de libros en la biblioteca. Animemos a los estudiantes a recuperar las historias familiares y
narrarlas oralmente también y recuperar de paso nuestra memoria como país. A lo único que nos
arriesgamos es a mejorar los resultados dadas las investigaciones y literatura disponible.

BIBLIOGRAFÍA

 Álvarez, G. (2004). Textos y Discursos: Introducción a la lingüística del texto. Chile: Edit.
Universidad de Concepción.
 Beuchat, C. (2006). Narración Oral y Niños. Una alegría siempre. Santiago de Chile:
Ediciones UC.
 Busatto, C. and ernández aliñas, . (200 ). Contar y encantar. México: Diana.
 Condemarín M. y Medina, A. (2010). Evaluación Auténtica del Lenguaje y Comunicación.
Chile: Edit. Andrés Bello.
 Edwards aldés, A. (2008). Hora del cuento. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
 Mistral, G. and Scarpa, . (200 ). Magisterio y Niño. Santiago de Chile: Ed. ndrés Bello.
 Monfort, M. y Juárez, A. (1999). El niño que habla. España: Edit. Ciencia de la Educación
Preescolar y Especial.
 Searle (1969), autor citado por Mendoza, E. (2001). La Narrativa en el TEL. España:
Ediciones Pirámide.
 Volosky, L. (2004). Poder y magia del cuento infantil. Santiago de Chile: Edit. Universitaria.

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