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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES
DOMÉSTICOS EN LIMA (1800-1860)
CARLOS AGUIRRE 1
University of Minnesota
401
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402 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
con sus amos y patrones y las diferencias y semejanzas entre sus respectivas
experiencias, todo esto en una sociedad señorial y jerarquizada social
y racialmente. El periodo estudiado -c.lS00-1860- marca la declinación y
desintegración de la esclavitud negra y el incremento paralelo de la servi-
dumbre doméstica indígena. Siendo además un periodo de definición de
identidades sociales, étnicas y nacionales, esta mirada al recinto doméstico
nos va a permitir también establecer los vínculos entre la vida cotidiana
y las relaciones interpersonales, por un lado, y los procesos políticos y
sociales generales por otro.
La hipótesis central que presentamos es que, por razones de distinto
orden, que veremos más adelante, los mecanismos de negociación fueron
mucho más importantes en el caso de la esclavitud negra que en el de la
servidumbre indígena, a consecuencia de lo cual existieron mejores posibi-
lidades para los domésticos negros que para los sirvientes indios de
mejorar su posición relativa frente a los amos. Esto no quiere decir que los
esclavos fueran más "combativos" que los indios, o que éstos carecieran de
"armas" para enfrentar su situación. Los domésticos negros e indígenas
supieron con frecuencia manipular a su favor incluso aquello que aparen-
temente les era más desventajoso. 4 Sostenemos, sí, que para los migrantes
indígenas venidos a laborar como sirvientes a Lima resultaba mucho más di-
fícil desbordar los límites impuestos por los patrones y hacer efectivos sus
anhelos de dignidad y humanidad. Esta diferencia se explica por la situa-
ción de las poblaciones negra e indígena en las primeras décadas republi-
canas. La esclavitud negra era una institución en evidente declive, y los
esclavos gozaban de una protección legal de que los indios carecieron al ser
abolido el sistema colonial. Por otro lado, como los esclavos eran una
"propiedad" y tenían un precio, resultaban "valiosos" para los amos, y por
tanto sus formas de resistencia obligaban a éstos muchas veces a negociar
ante el riesgo de perder su inversión. Los migrantes andir10s, por su parte,
desamparados por la ley, despreciados en términos culturales, y enfrenta-
dos a condiciones muy distintas de aquellas en las que habían nacido, se
vieron en una mayor desventaja relativa para afrontar los abusos y el
maltrato de sus patrones. Esta descripción global, por cierto, no debe
ocultar el hecho de que en la práctica se dieron muchas variantes. No todos
los casos se ajustan a ese esquema. Tanto en la esclavitud negra como en la
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 403
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404 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
5 La cifra puede resultar engañosa, sin embargo, porque muchos ae estos sirvientes, lejos
de re~lizar labores domésticas, eran enviados a la calle como jornaleros.
ll La procedencia de estas cifras está detallada en Aguirre, 1993, p. 47.
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 405
algún otro que le ofreciera la libertad a corto plazo, eran razones que la ley
aceptaba como justas para proceder a la venta del esclavo. 7 Los numerosos
litigios judiciales abiertos confirman la ofensiva esclava para defender sus
derechos. La sola posibilidad de tener que afrontar estos juicios -aun si
ellos tenían una mejor posición para ganarlos- obligaba a los amos a hacer
concesiones a sus esclavos, sobre todo si, como vimos, era difícil encontrar
remplazo en un mercado cada vez más reducido. También se produjo un
incremento notable en el cimarronaje a consecuencia de la situación de des-
orden social en que vivía la Lima posindependentista. Las nociones de
independencia y libertad que circularon masivamente durante estos años
contribuyeron a moldear una ideología esclava que legitimaba la fuga
(Aguirre, 1990b).
El contexto general de la época ayuda a entender a cabalidad lo que
sucedía en las relaciones cotidianas entre amos y esclavos domésticos. Los
cambios que hemos reseñado tuvieron como efecto importante la acelera-
ción de las acciones de los esclavos en procura de su libertad, mayores
márgenes de autonomía o mejores condiciones de vida y trabajo. De parte
de los amos, las respuestas fueron ambiguas. Algunos entendieron que era
mejor negociar que abusar, pero muchos parecieron creer que nada había
cambiado y que los esclavos debían seguir tan sometidos como antes.
Los cambios legales introducidos por la República -y que apuntaban a una
gradual desaparición de la esclavitud- fueron también combatidos por los
propietarios, quienes en ocasiones pudieron remontar esos avances. No
es difícil imaginar que el tratamiento que los esclavos recibían de sus amos es-
taría condicionado por estas reacciones ante una situación que, por mo-
mentos, parecía haber trastocado el curso "normal" de las cosas.
Las relaciones cotidianas entre amos y esclavos domésticos presentan
un amplio espectro de posibilidades, desde la existencia de rasgos paterna-
listas hasta situaciones insostenibles de abuso y coerción. La aparición
simultánea de ambas no resulta inusual: amos "buenos" solían también
castigar a sus esclavos, tal como lo mandaban las convenciones de la época.
Algunos contemporáneos describieron estas relaciones en términos idíli-
cos, subrayando el "engreimento" de que disfrutaban los esclavos domésti-
cos.8 Como dice Pablo Macera, esos estereotipos "han consolado muchas
7 No siempre se cumplió con esto; sin embargo, e incluso du¡·ante un tiempo, ese
dispositivo se suspendió. Empero, el asunto se convirtió en uno de los más a¡·dorosamente
disputados entre amos y esclavos en la primera mitad del siglo XIX. Véase Aguirre, 1993, para
un examen detallado de este tema.
8 Según José Gregorio Paz Soldán, Jos esclavos "lo pasan muy feliz, disfrutan de como-
didades muy supeJ:iores a su clase y en muchas casas hasta de lujo reprensible. ¿Hay cosa más
corriente que encontrar en las calles de Lima esclavas con J:icas medias de seda, zapatos de
raso y pañuelones bordados, y aun joyas de valor?" (Paz Soldán, 1846, p. 206).
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406 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
conciencias" (1977: 63), pero una evaluación más objetiva deja serias dudas
sobre su validez. Aquellos esclavos que accedían a ciertas ventajas por el
hecho de pertenecer a un amo rico tenían al mismo tiempo las restricciones
que les imponían las expectativas respecto a su conducta. Pero además, un
amo rico no necesariamente trataba a sus esclavos mejor que un amo pobre,
y las ventajas materiales -comida, vestido- no necesariamente colmaban
las expectativas de los propios esclavos, preocupados por ampliar sus
márgenes de autonomía tanto como por asegurar un plato de comida. De
todas maneras, hubo numerosos casos de ajustes benignos en la relación
amo(a)-esclavo(a). Aunque a veces guiados por una sincera filantropía, estas
actitudes paternalistas se explican mejor por el interés de los amos de
retener a esclavos difíciles de remplazar. Un amo a quien su esclavo entabló
un juicio de variación de dominio logró retenerlo comprometiéndose a
curarlo de su enfermedad, "por humanidad, por esa misma consideración
que ha distinguido siempre mi conducta, y sobre todo por conservar mi
propiedad". 9
Las negociaciones en torno a la libertad de los esclavos constituían una
arena para medir las fuerzas entre amos y esclavos, y en muchas ocasiones
las actitudes "benignas" de los amos sólo reflejaban sus deseos de retener
al esclavo. La promesa de una rebaja en su precio, la oferta de libertad para
dentro de pocos años o a la muerte del amo, eran las formas más comun~s.
Con eso se buscaba garantizar la fidelidad de los esclavos. Muchos esclavos
domésticos utilizaron estos mecanismos para conseguir no sólo mejorar su
situación de ese momento, sino también para aproximarse a la libertad. 10
A modo de ejemplo podemos citar el caso de la esclava Sebastiana, quien
recibió promesa de libertad para dentro de cinco años "siempre que
observe buena conducta", y sin eufemismo alguno el amo advierte que lo
hace "a fin de estimularla en su mejor servicio" .11 Estos casos muestran que
ya no bastaba -si es que alguna vez bastó-la simple coerción para conseguir
de los esclavos una conducta "apropiada". Había que "estimularlos". Y el
mejor estímulo, en una época en la que los esclavos venían pugnando por
conseguir su libertad, era precisamente ofrecerles un camino más corto
hacia ella.
Más que por el paternalismo de los amos o por la resignación de los
esclavos, los ajustes benignos dentro de la esclavitud doméstica eran el
resultado de mutuas conveniencias. Aunque con limitaciones, para algunos
9 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Causas Civiles, leg. 431, 1848. Las
cursivas son mías.
10 A diferencia de los jornalems, los esclavos domésticos no tenían la posibilidad de
acumular dinero para comprar su propia libertad, lo que los hacía depender de estos
mecanismos de negociación con el amo para tener acceso a la libertad (Aguirre, 1993).
11 AGN, Protocolos Notariales, notario Selaya,leg. 711, f. 370,25 de julio de 1854.
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMtsTICOS EN UMA 407
12 Sólo 26.2% de todas las manumisiones entre 1840 y 1854 fuemn "graciosas", y muchas
de ellas eran además condicionales (Aguine, 1993, p. 215).
13 Un caso especial es el de las "amas de leche". Muchas de ellas e¡·an esclavas pe¡·manen-
tes dentro de la casa, y no es raro encontra~· manumisiones graciosas otorgadas a esclavas que
habían amamantado a varios de los hijos de los amos. Pero en la época que estudiamos lo más
frecuente era que fuesen buscadas en el mercado de esclavos, mediante "corredores" (inter-
mediarios) o avisos en el pel'iódico. La promesa de libe1·tad o al menos una rebaja en el precio
aparece con frecuencia. En ambas situaciones, la intimidad y delicadeza de la tarea a que eran
asignadas les garantizaba un trato hasta cierto punto privilegiado. No son pocos los casos en
que esclavas compradas para amas de leche conseguían su libertad algunos meses después.
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408 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
Entonces doña Tomasa hizo llamar al teniente de Serenos quien con ayuda
de los vecinos hizo apresar al esclavo. La patrona lo denunció por haber
"violentado" su habitación con el propósito de matarla. 14
Estos temores tenían algún asidero. Si bien no gozaban de la capacidad
de movimiento de los jornaleros, resultaba difícil para los esclavos domés-
ticos no contagiarse de la bullente dinámica de la ciudad. La calle, los
mercados, las cofradías, las fiestas, los paseos, eran ocasiones propicias
para el encuentro de los esclavos con la plebe. Las "pendencias" en que se
veían envueltos los esclavos domésticos, al igual que los robos y otros delitos
menores, eran denunciados con alarma por los amos. Pero la paranoia de
los amos tendía a exagerar esta situación, que se traducía en castigos crueles
contra esclavos domésticos por delitos o faltas menores: pequeños robos,
fugas temporales, o desobediencias. El esclavo Juan Pablo Andrade robó
a su amo un reloj que luego empeñó a una pulpera por cuatro reales.
Descubierto por su amo, fue enviado a una panadería donde fue azotado. 15
Julián Cánepa, otro esclavo, fue enviado a una panadería por su ama pues
"se ha insolentado conmigo repetidas veces y en la última ocasión llegaron
a tal extremo sus insolencias que me obligaron a ahuyentarme de mi casa
por evitar que me ultrajase" .16 Bárbara y Mercedes, esclavas, tenían por
costumbre salir los domingos de la casa del amo y no volver sino hasta
después del día martes, pero el asunto traspasó el límite tolerable por el
amo cuando pasaron diez días fuera, por lo que el amo resolvió azotarlas
previa "licencia" del intendente de PolicíaP
Muchas de las tensiones giraban en torno al grado de autonomía de los
esclavos. Mientras los amos pugnaban por mantener a los esclavos bajo
control y alejados de los "peligros" de la calle -donde fácilmente podrían
"contagiarse" y alimentar expectativas de libertad-; los esclavos, por el
contrario, buscaban ensanchar sus márgenes de autonomía, que no sólo
incluían por cierto la libertad de movimiento, sino también un mayor
control sobre sus personas, su familia, su sexualidad, sus gustos y sus
diversiones. 18 Dos percepciones antagónicas se enfrentaban cotidianamen-
te. Los amos creían tener el derecho de disponer de la vida de los esclavos,
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 409
por lo que buscaban ejercer el mayor control posible sobre ellos. Los
esclavos, por su parte, sabían que los amparaban ciertos "derechos" y eso
los llevaba a presionar a los amos en busca de mayores dosis de libertad.
Nuevamente la convivencia, en las calles y plazas de Lima, entre esclavos
domésticos y jornaleros, negros libres y plebe, servía como correa de trasmi-
sión para estas conductas.
Aunque este tipo de tensiones debieron ser cosa de todos los días, no
siempre culminaban en los tribunales, de manera que no ha quedado
registro de ellas. De entre los pocos casos sobre los que tenemos infor-
mación, escogemos uno que nos permitirá ilustrar este punto. La esclava
María Antonia Mendiburu fue comprada por doña Juana de Rivera. A
pesar de que era casada le prohibía juntarse con su marido, a lo que se
añadía la poca comida y vestido que recibía, el castigo frecuente y el hecho
de que "no se le permite un rato de desahogo en los días de fiesta". El de-
fensor de menores inicia un juicio por sevicia, detrás del cual se encon-
traba naturalment e el perjudicado esposo de la esclava. Todo parece
indicar que la apertura del juicio dio resultado: el ama contesta negando
las acusaciones y diciendo que, a pesar de que tiene motivo, no la ha
castigado, que la viste y alimenta bien, y que "no sólo no se ha impedido el
que el marido esté en las noches destinadas y de costumbre en el lecho de
la negra, pero aun más semanas y meses enteros diariamente por no
haberme sido molesta su estada por tener la referida esclava un cuarto solo
destinado para ella". Luego se corta eljuicio. 19 De la lectura del expediente
deducimos que la versión del ama no es necesariame nte falsa, pero por
alguna razón la esclava fue castigada y le fue prohibido ver a su marido.
Frente a ello, el litigio judicial obliga al ama a retroceder y reconocer, en
cierta manera, los "derechos" de su esclava. Si de algo estaban seguros los
esclavos era de que tenían derecho a una vida familiar, sobre lo cual la
legislación española siempre había hecho hincapié.
Este terreno era uno de los más delicados en la relación amos-esclavos.
Los esclavos debían recurrir a muchas argucias para escapar del control de
los amos. Escondían a sus amantes en la cocina, los hacían entrar de noche,
o simplement e escapaban de la casa y regresaban antes del amanecer. Para
ello debían contar con la complicidad de los otros esclavos de la casa. La
proliferació n de estas situaciones debió llevar a algunos amos, como en el
caso anterior, a procurar una solución razonada, que incluía el reconoci-
miento -al menos de palabra- del derecho de la esclava a convivir con su
pareja.
Las relaciones sexuales entre amos y esclavas constituyen un tema
recurrente en la historiograf ía sobre la esclavitud. Es de sobra conocido el
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410 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 411
"avanzarme a desarrollar más mis conceptos por cierto velo que debe
ocultarlos", sólo acusa a la esclava de haberla amenazado de muerte. Por su
parte, dos tías de Vicenta inician otro juicio para solicitar variación de
dominio por sevicia. Unos días después algunos familiares y amigos de Vi-
centa formaron una "asonada" frente a la casa de María Alvarado, "siendo
tantas las insolencias, tantos los insultos y los sarcasmos vertidos contra mí
y mi marido que escandalizaron al vecindario y que el pudor y la decencia
no permiten explicar".
Queda claro que lo que para los amos era motivo de pudor y vergüenza,
para la esclava se convertía en asunto si no de exaltación, por lo menos de
conveniente publicidad: obviamente era el amo quien más tenía que per-
der. Hasta aquí, el ritmo del conflicto lo señala la esclava. Poco a poco el
ama se ve obligada a ser más explícita: "La mencionada sierva, con la
desenvoltura de que usa una mujer prostituida procuró proporcionar los
medios de invitar a mi marido D. Cayetano para que incurriese en la
debilidad de tener acto ilícito con ella. La obscenidad con que se le presen-
taba -sus indecentes movimientos y otras maniobras con que le preparó el
lazo- obraron en mi marido el efecto de dejarse arrastrar por sus halagos,
y de romper la fidelidad debida al matrimonio[ ... ] Los encantos y magias
que ponen en acción, las figuraciones y la ocasión próxima son capaces de
corromper a la misma virtud." No brinda más detalles "obscenos, groseros
y criminales", dice, "porque me ruboriza puntualizados". Y termina con lo
que parece haber sido el quid del asunto: "Ud. sabe muy bien las arterías
de que puede valerse una esclava teniendo en mira la ganancia de la libertad."
Aunque doña María trata de salvar el honor de su familia atribuyendo
en todo momento los hechos a las magias y los enredos de la esclava y a la
"debilidad" de don Cayetano, de por medio estaba también el que ese
"comercio ilícito" era causal de libertad. Estamos convencidos de que, al
menos en parte, la versión de doña María es cierta: la esclava habría entrado
en esa relación sexual con la deliberada intención de conseguir luego su
libertad. Una prueba es que Vicenta pregonaba a todos los vientos la noticia
sobre dichas relaciones: muchos testigos interrogadus confirmaron la noti-
cia. Otra prueba es que cuando el defensor de menores pidió sólo la
variación de dominio por "sevicia espiritual", Vicenta consideró esta defen-
sa "lánguida", por lo que cambia de defensor y entabla un juicio por libertad.
Frente a ello, doña María decide jugarse todas sus cartas. Pone por encima
de todo "la unidad y la paz en un matrimonio que debería necesariamente
dividirse si la esclava Vicenta estuviese permanente en esta capital". No
quiere que se le dé libertad: exige que se le venda lejos de la capital. "Si mi
marido tuvo ese comercio inhonesto con ella bastante pagada estará de sus
liviandades. Esta no es una cosa nueva. Hartos ejemplos se ven de esta
especie todos los días en Lima." Y concluye que si por ello se le va a dar
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412 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 413
25 Sebastián Lorente llamó la atención sob1·e este rasgo. Al comparar a los sirvientes
indígenas con Jos esclavos, afirmó que los primeros, "tienen sobre este -el esclavo- la
desventaja de que como no ha costado mucho no puede venderse en alto precio, no se le cuida
con tanta solicitud". Lorente, 1967 (1855], p. 30.
26 "Cholitos" y "cholitas" era el término usado para designar a los sirvientes indios de
cm·ta edad que se traían a trabajar a las casas en Lima. La palabra "cholo(a)" designa a veces
a un indio y a veces a un mestizo o indio aculturado. Aunque se usa hoy en día con cierta
familiaridad y hasta cariño, tiene también una intensa carga despectiva. Un reciente informe
del semanario Caretas sobre el racismo en el Perú se abre con la siguiente pregunta: "Total,
qué somos: cholos de mierda o cholitos lindos?" (Caretas, núm. 1309, 28 de abril de 1994). Para
referencias sobre Jos cambiantes contenidos del término, véanse Varallanos, 1962 y Seligman,
1989. Véase también Abercrombie, 1992.
27 La investigación en curso de Jesús Cosamalón sobre las estrategias matrimoniales de
Jos indios en Lima entre 1780 y 1820 promete iluminar la experiencia urbana de los migrantes.
(Un adelanto de sus resultados puede verse en Cosamalón, 1993.) Al parecer, sobre todo en
aquellos que venían de zonas cercanas a Lima (Yauyos, por ejemplo), habrían existido muy
efectivas redes de solidaridad y colaboración entre "paisanos". Es frecuente también encontrar
a estos paisanos viviendo en el mismo bardo y trabajando en el mismo oficio. Agradezco a
Jesús estas referencias.
28 Los avisos en El Comercio denunciando la fuga de un cholito solían referirse a las
dificultades que tenían los sirvientes con el castellano. Una muestra de dichos avisos en Flores
Galindo, 1988.
29 Lorente, 1967 [1855], p. 29.
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414 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
como dice Flores Galindo, una extensión del pongaje? 30 ¿Qué significaba
esto para los migrantes, sus familias, y sus comunidades, en términos
económicos y culturales? Estas y otras preguntas merecerían un estudio
sistemático. 31 La extensión de los "encargos", si hemos de creerle a Lorente,
mostraría, por un lado, la preferencia de los propietarios urbanos por
sirvientes migrantes muy jóvenes, sobre quienes podrían ejercer un mayor
control, y por otro, la existencia de canales más exitosos de inserción para
los indígenas ya establecidos en la ciudad. 3 2
Las tareas que realizaban los sirvientes indios eran las mismas que las
de los esclavos, aunque un oficio como el de "ama de leche", por ejemplo,
siguió siendo privativo de las sirvientas negras. 33 Las tareas de cocina,
limpieza, planchado y "servicio de mano" fueron las ocupaciones de estos
cholitos y cholitas.
Los cambios políticos y sociales que trajo la República afectaron la
condición de los pobladores indígenas, que carecieron de la protección
legal y de la Iglesia de que disfrutaban los esclavos. No existían leyes
específicas para castigar los abusos contra los indios, por ejemplo, como sí
existían en el caso de los esclavos. Al mismo tiempo, tendió a generalizarse
la percepción de los indios como seres inferiores, miembros de una raza
degenerada, vestigios de la barbarie que el "progreso" y la "civilización"
debían liquidar. Los indios aparecían, en el discurso y la mentalidad de los
grupos dominantes, como seres embrutecidos e hipócritas, inclinados al
°
3 Cill (1990, p. 121) ha hallado también evidencias de los vínculos entre la servidumbre
doméstica en La Paz y el "pongueaje". Pongueaje era el sistema de trabajo gratuito de algunos
indios, llamados "pongos", que atendían el servicio doméstico y algunas huertas aledañas a
las mansiones. Quienes abusaban de este servicio, que estaba prohibido por la ley, eran los co-
rregidores, oficiales reales, hacendados, sacerdotes y doctrineros.
31 Importantes pistas para entender estos mecanismos se encuentran en el estudio
de Luis Miguel Clave sobre el trabajo doméstico en La Paz. Clave considera el proceso de
desarraigo cultural y social de los indios migrantes como decisivo en la definición de los
contornos que asumió la servidumbre doméstica: "siempre como indios, en el último escalón
de los estamentos urbanos, no eran más los miembros de una sociedad nativa que reproducía
sus propios organismos culturales y moldeaba la percepción del mundo de las gentes de
acuerdo a los intereses de esa reproducción. Eran la expresión de una nueva indianidad
reprimida" (Clave, 1989, pp. 339-341).
32 "Los indios de Lima -según la percepción del viajero Tschudi- son gente activa y
abnegada. Muchos de ellos tienen tiendas y gozan de crédito en las grandes empresas
comerciales debido a su honradez [ ... ] Los indios que trabajan en el servicio doméstico son
menos activos y honrados, en cambio más rese¡·vados y desconfiados; esto se puede decir
sobre todo de los recién llegados a la capital. Por lo general son vanidosos pero descuidados,
quedando muy atrás de los criollos blancos en cuanto a cultivo intelectual y mostrando frente
a ellos cierto temor difícil de erradicar" (Tschudi, 1966, p. 114).
33 Clave encontró que la mayoría de "conciertos" para emplear domésticas indígenas en
Cusco a fines del siglo xvn era de "amas de pecho" (Clave, 1990, p. 358). En Lima, donde a
diferencia de Cusco existía una numerosa población negra, nos inclinamos a pensar que no
hubo -o hubo muy pocas- amas de leche indias.
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 415
hay algunos amos bondadosos que le crían y le tratan como a un hijo; pero cuán
corto es el número de estas almas generosas! A lo más que puede aspirar el
cholito es a ser bien mirado por las niñas de la casa, y a ocupar en el corazón
de ellas un lugar entre el mono y el perrito de faldas: a veces es el animal de
sufrimiento; por lo común su condición es la del esclavo. 36
34Sobre el racismo anti-indio de la República inicial, véase F1ores Galindo, 1988; Walker,
1991 ~Méndez, 1993.
3·La forma en que se corregía a los escolares es otro rasgo más dentro de esta "tradición
autorita¡·ia" que convendría estudia¡· mejor. El mismo Sebastián Lorente defendía el uso de
castigos severos que incluían la reclusión, el azote y la privación de alimentos en el Colegio
Guadalupe del que era director. Bartolomé Herrera, un ilustre pensador conservador del siglo
XIX, hizo construir calabozos en el sótano del Convictorio San Carlos para castigar a los
estudiantes. Algunos profesores llevaban a sus alumnos a presenciar las ejecuciones públicas
de crimínales y luego los traían al aula y les lanzaban un sennón, "en medio de los gl"itos y
llanto de los muchachos, sob1·e los vicios y crímenes .y sobre el fin funesto a que conducen a
sus víctimas". Sobre este tema véase Aguirre, 1990a, sobre todo la sección 3.2.
3G Lorente, 1967 [1855], pp. 29-30.
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416 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
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PATRONES, ESCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 417
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418 PASIONES Y CONVENIENCIAS EN LA VIDA COTIDIANA
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PATRONES, FSCLAVOS Y SIRVIENTES DOMÉSTICOS EN UMA 419
CONCLUSIÓN
45 Por lo menos el fiscal, José Gregorio Paz Soldán, opinó en contra, por considerar que
el Estado no tenía por qué financiar esta operación (Gastón [comp.], 1873, vol. 1, p. 124).
46 Véanse los trabajos ya citados de Flores Galindo, Walker y Méndez.
47 Esta es, al menos, la imagen ofrecida por Paul Gootenberg. Según este autor, "el
temprano siglo XIX representa un periodo en el que la sociedad blanca dominante fue
debilitada por la declinación económica, el caos político, y las incertidumbres institucionales
de la transición colonial[... ] Aislados naturalmente y protegidos por la quiebra en la política
naciona~ las comunicaciones y los mercados durante la era de los caudillos, las comunidades
indígenas fueron mayormente dejadas a sus propias fuerzas" (Gootenberg, 1991, pp. 135 y
145).
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