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Sin duda alguna, la revolución neolítica es uno de los procesos de mayor importancia
generados por el ser humano y considerado como uno de los primeros logros en el avance
hacia el establecimiento del estilo de vida como lo conocemos hoy en día. La Revolución
Neolítica tuvo que ver básicamente con el desarrollo de nuevas formas de vida que
transformaron al ser humano cazador-recolector y nómade en un hombre productor y
sedentario.
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Mientras que en los anteriores períodos de la Prehistoria (el Paleolítico y el Mesolítico) el ser
humano se organizaba a través de la caza, la recolección y la pesca (por lo cual debía ser
nómade y salir en busca de nuevos recursos cuando estos se acababan en la zona), durante
el Neolítico el hombre pudo empezar a elaborar su propio alimento, debiendo entonces
permanecer en el lugar en el que se ubicaran sus cosechas.
Así, entonces, conoció la posibilidad de domesticar animales que antes eran salvajes y que
también podían servirle como alimento, abrigo o animales de carga. Al mismo tiempo, es en el
período Neolítico en el cual se desarrollan otras actividades tales como la cerámica (esencial
para guardar semillas y los productos de las cosechas) y el tejido (importante forma de abrigo).
Estas actividades pudieron desarrollarse (como también la construcción de viviendas primitivas
pero estables) como consecuencia de haber tenido que dedicar menos tiempo a la caza por
tener su propio alimento al alcance de la mano.
Esta situación evolucionaría posteriormente hacia fenómenos que tendrían que ver con el
desarrollo de sociedades más complejas en las cuales empezaba a aparecer la división del
trabajo (a causa de la posesión de un excedente de alimentos y de la no necesidad de que
todos los individuos estuvieran ocupados en conseguir el alimento), en el surgimiento de aldeas
más estables y organizadas, en el desarrollo de las primeras formas del gobierno y del estado.
Las variaciones ligadas a la Revolución Neolítica significan un enorme salto en el desarrollo de
la humanidad, la cual comenzó a crecer con mayor rapidez al comenzar a cosechar alimentos
que podían conservarse durante bastante tiempo. La necesidad de conservar los alimentos
generó el desarrollo de nuevas técnicas y artesanías como la cerámica, la cestería y muchas
otras. La aparición de excedentes permitió la especialización y división del trabajo, la aparición
del comercio, la acentuación de las diferencias sociales, y con el tiempo, el origen de la historia.
Una alteración en los propios seres humanos, que condujo a un empeoramiento de las
condiciones de vida por reducción de la variación de la dieta, a pesar de garantizar un
suministro más continúo de comida. La mayoría de las poblaciones durante la revolución
neolítica sufrían malnutrición crónica y debutó un gran número de enfermedades crónicas o
degenerativas, que continúan presentes en la actualidad. El sedentarismo y el aumento
espectacular de la densidad de población también produjo peores condiciones sanitarias
y indemnizó las enfermedades.