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LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS 103

cen lo mismo con la obra de Ortelius, que comparten tanto los atlas como las tabulae, es decir,
las cartas regionales, cartografía más propia de publicistas o editores que de cartógrafos, más
cerca de la obra de artesanía medieval que de la producción moderna.
Es una cartografía que se mantiene en la tradición ptolemaica, aunque apunta los rasgos
esenciales de lo que será la moderna cartografía, que se perfila a finales del siglo xvn en Francia.
El signo del cambio es patente en la obra de N. Sanson d'Abbeville, autor de la Geographie du
Roi, Atlas nouveau contenant toutes les parties du monde, en 3 volúmenes, compuesta por un
total de 320 cartas iluminadas. En ella se dan los primeros atisbos de las nuevas concepciones
cartográficas. La representación de los elementos físicos y de los límites territoriales y el
creciente rigor en la representación esbozan el tránsito a la moderna cartografía. Un progreso
que se produce en la propia Francia, entre los siglos XVII y XVIII, de la mano de los Cassini,
geodestas y cartógrafos de la corte.
Con estos, en el siglo XVIII, dará nacimiento la cartografía moderna, de estricto carácter
geodésico y técnico. Se basa en el perfeccionamiento de las proyecciones y en la austeridad en
el dibujo. El mapa pierde su dimensión pictórica y su composición decorativa, para valorar la
precisión y objetividad. Se introduce la tercera dimensión, no solo con la consideración de las
altitudes, cuya medida se convierte en un objetivo definido, sino con métodos gráficos para su
representación adecuada, desde las tintas hipsométricas a las curvas de nivel.
Significa un salto cualitativo de primer orden, del que deriva la cartografía tal y como la
entendemos. La cartografía cambia de arte a ciencia, al mismo tiempo que se convierte en una
herramienta clave del poder moderno, en un símbolo del Estado (Barnes, 1992). Supuso la
definitiva separación de la cartografía y la geografía. Un salto y un progreso que tiene que ver
con las transformaciones intelectuales de esos siglos. Tardara más en darse en la concepción
geográfica. Durante varios siglos, las obras que incorporan el término geografía, así como las
consideradas como propias de este campo, en la historiografía moderna, muestran, ante todo, la
carencia de definición en que se debate este tipo de conocimientos. Bajo el paraguas geográfico
se cobijan conocimientos y practicas dispares, que responden a la tradición geográfica antigua y
medieval.

] Corografías y topografías

La otra vertiente de la tradición o cultura geográfica clásica, la del discurso sobre la Tierra
habitada, tendrá un desarrollo más equívoco. Mezcla de la tradición medieval y de una
herencia grecolatina mal comprendida, carece de perfil propio. Aparece indiferenciada respecto
de la Historia política y de la Historia natural, en la tradición de Plinio. Se comprende mas como
una descripción de «las grandezas y cosas notables», en la tradición medieval. Carece de una
concepción que la sustente y se debate en las contradicciones de un saber que abarca desde los
cielos a lo humano. La tra-

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