Se sabe desde hace tiempo que los seres vivos estamos constituidos por unidades fundamentales llamadas células, las cuales desarrollan procesos biológicos y químicos interactuando con otras células y con su entorno. Se ven incluso organismos cuya vida consiste en una sola célula, con lo que podemos entender que una célula es compleja en sí misma aunque comparada con estructuras más avanzadas luzca sencilla. Si bien es interesante estudiar el comportamiento de las células de los huesos, la sangre o la piel, hay ciertas células cuya enorme singularidad y complejidad se revela por el hecho de que cuando éstas se interconectan en redes inmensas, son la sede para abstracciones de difícil estudio como la consciencia, la voluntad o la memoria. Como el libro menciona, es fascinante notar que estas células en conjunto puedan en cierta forma estudiarse a sí mismas como no lo hace ninguna otra especie de célula. En tiempos modernos las investigaciones en robótica, computación e la inteligencia artificial han dado lugar a asombrosas creaciones que han sido justa razón de jactancia para los equipos que las desarrollaron, entre éstas podemos ver robots que corren igual que un leopardo, algoritmos de computadora capaz de vencer a un experto en ajedrez o robots con forma de ave que pueden volar. Sin embargo, ante todos estos avances hay una estructura tan complicada y misteriosa hasta el momento que ha llegado a ser la razón principal de innumerables horas de estudio, artículos, tesis y programas de televisión. Estoy hablando del cerebro humano, una entidad que en comparación con los sistemas desarrollados por el hombre demuestra ser muy superior en cuanto a mecanismos de coordinación de movimiento, de aprendizaje, procesamiento visual y muchas otras áreas. Aunque a la vez encontramos algunos aspectos en donde resulta aventajado por ejemplo la velocidad para resolver operaciones matemáticas. Si el cerebro aventaja en muchos campos pero pierde en algunos otros, entendemos que su constitución y arquitectura es totalmente diferente a la de los sistemas computarizados cuyo procesamiento se basa en el manejo de semiconductores y lógica booleana. La forma en que el cerebro piensa y procesa es biológica y química, no contiene semiconductores ni arreglos lógicos digitales. Este hecho me intriga bastante, pues me sugiere que posiblemente en el futuro puedan aislarse un grupo de neuronas de algún ser vivo, para procesar información útil que una computadora no podría. Entre estas cosas destaco el procesamiento visual, el cual es bastante complicado aún en los insectos, y la coordinación motriz, área donde las aves y los peces muestran ser mucho mejores que cualquier robot. Si este tipo de procesamiento es posible, podrían crearse robots con capacidades biológicas de procesamiento combinados con sistemas robóticos robustos y a la medida para realizar tareas hasta ahora imposibles. Algunos han dicho que la inteligencia es la capacidad de relacionar, luego si meditamos que la forma en que las neuronas logran constituir una estructura compleja capaz de pensar es relacionándose entre sí podemos comprender que tal definición es acertada. La inteligencia depende de las relaciones (o conexiones) que hay entre neurona y neurona. Desde el punto de vista de la mecatrónica, un sistema puede tener dos clases de periféricos: los que reciben información llamados sensores, y los que ejecutan acciones llamados actuadores. Si hacemos una analogía con el humano nosotros también tenemos sensores externos que son nuestros sentidos y tenemos actuadores externos que son nuestros músculos. Aunque la analogía es válida la comparación directa no lo es, pues nuestros sensores son bastante superiores a los que hasta ahora se han desarrollado. En la captura de información participan por su puesto las neuronas, hay neuronas especializadas en el olfato, el gusto, el tacto, la vista y la audición. Es interesante como también de forma biológica pueden transducirse fenómenos físicos como el sonido y la luz. De forma similar a lo que propuse con respecto al procesamiento biológico, sería fascinante que pudieran crearse sensores biológicos, capaces de traducir sonido, luz, presión, temperatura, textura, olor o sabor en señales eléctricas útiles, como lo hacemos los seres vivos. Ahora considerando a los músculos como nuestros actuadores, un primer punto a considerar es el número de ellos, pues son más de 600 y como ya hemos visto, son capaces de ejecutar coordinadamente una pieza musical compleja en un instrumento, de interpretar alguna danza o de realizar algún deporte extremo. Detrás de toda esta actuación también están las neuronas, protagonistas de éste texto y del libro tratado. Las neuronas coordinan los movimientos musculares en una forma tan compleja que podemos preguntarnos si acaso harán algún procesamiento matemático para determinar la velocidad exacta a la que cada músculo debe moverse o si mediante operaciones algebraicas casi instantáneas determinan el momento en que cada músculo debe activarse para ejecutar una pieza de piano al ritmo de un metrónomo. Si bien nuestros sensores externos son los sentidos y los actuadores externos son los músculos, hay todavía mucho de qué hablar con respecto a los sensores y actuadores internos. Como sensores internos podemos mencionar los que detectan la cantidad de calcio en los huesos o de oxígeno en la sangre solo por mencionar algunos pues de éstos también hay un gran número. También las neuronas se encargan de coordinar el sensado y la acción interna en nuestro organismo. Sin embargo es aquí uno de los lugares donde podemos ver la diferencia entre lo voluntario y lo involuntario y podemos también, comparar su complejidad y sentirnos afortunados de que exista una diferencia. Hay tantos procesos involuntarios que controlan las neuronas que si todos fueran voluntarios, sería impensable que pudiéramos controlar tantos a la vez. Sin duda la suma de los procesos involuntarios que se realizan en nuestro organismo resulta en algo mucho más complejo que lo que hacemos conscientemente, con esto podemos observar que aunque no fuéramos muy brillantes y nuestros pensamientos no impresionaran a nadie, con todo nuestro organismo realiza internamente procesos sumamente complejos capaz de impresionar a cualquier científico. Hay otro aspecto que hace aún más impresionante el funcionamiento de las neuronas y su separación entre lo voluntario y lo involuntario. Es el momento en que una acción consciente se convierte en inconsciente, por ejemplo todos hemos experimentado la sensación de no saber si dejamos bien cerrada la casa aunque lo hicimos hace pocos segundos. Otro ejemplo es cuando aprendemos a manejar un auto estándar, al principio necesitamos mucha concentración para ejecutar cada paso pero al cabo de un tiempo realizamos todos estos pasos de forma automática. ¿Cómo es que las neuronas saben trasladar algo que se hace voluntariamente y con concentración, en algo que se realiza inconscientemente con un mínimo esfuerzo? El aprendizaje es uno de los mecanismos que vemos en el cerebro humano, el cual hasta ahora no ha podido ser imitado por ningún sistema computacional. Finalmente recordaré aquel dicho que dice “la unión hace la fuerza” para retomar el maravilloso hecho de que muchas neuronas con un funcionamiento propio relativamente simple, pueden crear una estructura sumamente compleja capaz de investigarse a sí misma y de saber que lo está haciendo, cuando se interconectan entre sí y se comunican por medio de señales eléctricas. Es natural que esta forma de procesamiento haya inspirado a la reciente tecnología de las redes neuronales con las que se puede abordar problemas complicados imposibles de resolverse con algún otro método.