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sus derechos asociados al © de su autor.
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“No eres dueño
de tu cabeza”
nacientedentraos en el laberinto,
Amparo Montejano
“Un hombre se despierta en medio de la oscuridad y alarga el brazo para coger las gafas de la
-Jesús Palacios
Círculo de Lovecraft.
Y digo grande, no sólo porque es un número relativamente extenso —el que más
de los que llevamos hasta la fecha—, sino por estar “redirigido” hacia la figura
Y diréis ¿por qué él y no otro? O ¿por qué “redirigido”? Ambas preguntas pueden
—en mi humilde juicio— resumirse en una sola respuesta: porque el horror que
“Nadie sabe cómo se entra; nadie recuerda la ruta por la que se llega. […]
¡No!, ¡no! Porque el horror de Ligotti —que no miedo—, es el que nos traslada a
fantástica de terror del propio Poe (padre del terror psicológico) y del maestro
amalgama de pesadillas inquietantes por sobre las que subyacen los miedos
Todo es bruma…
Relatos, los suyos, que huyen del terror más cotidiano y comercial —que raya a
que, al igual que lo han hecho otros grandes, nos recuerda lo intrínsecamente
capacidad que tienen, sólo unos pocos, de crear una frenética y desmedida
Entenderéis pues que, el gran maestro Ligotti deba tener — en nuestro recorrido
ínfimas posibilidades, lo haga alzarse —junto con los trece autores que dan vida
a este volumen— como protagonista absoluto de un terror sobresaliente; de un
este ejemplar, como humilde y entusiasmado presente hacia uno de los genios
del terror que, junto a Lovecraft, Hanns Heinz Ewers, Gilman o Shirley Jackson
Y para no alargar más esta misiva —que sabemos que andaréis deseando de
Agradecer también a los increíbles trece autores que conforman este volumen
que os habéis quedado a las puertas de editar con nosotr@s; sabed que,
gracias!
Miguel Olmedo Morell y Carlos M. Pla, que han querido participar en este
pues, nos han permitido reproducir dos de sus increíbles ensayos centrados en
el tan traído y llevado Ciclo Onírico de Lovecraft: “La maldición que cayó sobre
Sarnath” (1920), “La búsqueda de Iranon” (1921) y “Los otros dioses” de 1933.
Os puedo asegurar que, al igual que nos ocurrió a nosotr@s, os maravillaréis del
enorme influjo que tuvieron para Lovecraft, los clásicos y su mitología, junto a la
El profesor Carlos M. Pla, por su parte, nos acerca a la novela gráfica del gran
nosotr@s.
Equipos de los grupos editoriales y plataformas webs que nos ayudáis cada día
Cita especial haré de nuestro querido portadista, Fernando Cifuentes, que nos
ha cedido esta lisérgica y magnífica ilustración para “nuestro XI”; ilustración que
consigue resumir en tan sólo una imagen, todo aquello que ansiábamos con este
volumen.
Y por supuesto, a tod@s mis chic@s del “Círculo” porque, en sombras, transitan
conmigo en el trabajo constante y altruista del día a día: aquel que nos da
Despedirme de tod@s vosotr@s deseando que seáis todo lo felices que podáis
pues, tan sólo una cosa de este universo en el que deambulamos tengo por
cierta, y es que nada existe y todo es relativo. Por ello, sed fieles a vosotr@s
“La consciencia nos ha obligado a adoptar la postura de procurar no ser conscientes de lo que
-T. Ligotti
del temporal pero Lutero Alfaya no era de los que se rendía con facilidad.
de su cálida casa de piedra y decidió que todavía estaba a tiempo. Se abrigó con
un cortavientos negro, se calzó las botas de nieve y ocultó su rostro tras una
un calor sofocante bajo tantas capas de ropa así que no se demoró ni un instante
cualquier momento. Eso sería un grave problema para Lutero ya que, como único
habitante del pueblo en los meses de invierno, debería contactar con las
autoridades para que los retiraran. No era una tarea demasiado farragosa pero
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Las primeras viviendas aparecieron a la izquierda, cual gigantescas setas
rocosas, y Lutero se acercó a ellas con cautela. Ya sabía que no había nadie
e incluso violadas, cuando él hacía su trabajo. Las tres primeras casas estaban
buzón. Era curioso que en una villa de la España profunda se usaran casilleros
para Lutero.
aluminio estaba abierto y lleno a rebosar, como siempre. Las cartas se habían
remitentes y los sellos pero no encontró nada. Decepcionado, devolvió las cartas
peregrinaje por el pueblo, algunos hogares tenían el buzón vacío y supuso que
esos vecinos se habrían dado de baja finalmente de los servicios. Les costaría
de publicidad estúpida estaba la carta blanca sin sello y cuyo único remitente
eran sus iniciales: L.A. El hombre sonrió ufano bajo la bufanda y emprendió el
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Cerró la puerta de entrada a cal y canto, se preparó una cena rápida con
una sopa de sobre a la que añadió unos picatostes para comer algo sólido y se
la olfateó con deleite, todavía olía a esa mezcla de lejía y medicamentos que
ciudad. Había perdido la cuenta de las cartas que había escrito todas aquellas
frenéticas noches en las que las paredes del diminuto apartamento le aplastaban
Misteriosamente, sólo las que tenían algo de sentido llegaban al pueblo. Esas
epístolas que se enviaba a sí mismo eran lo único que le daba algo de esperanza
en su vida.
No levantes el telón
Recuérdalo, no lo levantes”
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venciera, fue a su habitación la guardó en una carpeta azul junto al resto de sus
Ya era un ser humano que podía funcionar en sociedad, tan sólo tenía sus
pequeños caprichos. Y uno de ellos era dejarse llevar por las tinieblas de su
atribulado pasado.
llovía por la mañana no pararía en todo el día. Se vistió a toda prisa y se puso
tener las manos ocupadas mientras caminaba. Nunca sabía que se podía
Dado que el cartero sólo pasaba una vez por semana(o cada quince días
según la climatología), el hombre sabía que sería una pérdida de tiempo revisar
los buzones del día anterior. Prosiguió su búsqueda desde la casa anterior
mientras las nubes pasaban de un color azul cobalto a un negro tenebroso y las
atestados pero todas sus cartas eran antiguas. Un picor en la base de la nuca
tantas que el suministro le duraría años y además, los vecinos no las tirarían.
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arrebatárselas pero ¿Y si había un nuevo residente? Cerró los puños con rabia
comerse el postre antes de la cena. Prosiguió su camino, mirando con odio las
imbécil le habría robado sus preciadas cartas. El terreno del pueblo se terminaba
casi ningún coche. Lutero pensó en que hacía tiempo que no veía ningún
vehículo por la zona pero no le dio mayor importancia, el frío helador solía
hiedra, y examinó sus buzones con precisión matemática pero no encontró nada.
Furioso consigo mismo y con el invisible ladró, decidió volver a casa y repasar
todas las cartas que había ido atesorando. Era posible que el cartero se estuviera
retrasando más de lo habitual y por eso Lutero sólo “pescaba” una vez al día
para darle margen de acción. No era del todo imposible que se hubieran
Solía escribir cartas como un poseso pero podría ser que algunas no hubieran
del pueblo y buscar en su antiguo piso pero no sabía si sería bien recibido. Su
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En su última conversación le dejó vomitando sangre en el váter, con los ojos
tranquilidad. Sabía que las palabras escritas en sus misivas provocarían horror
y angustia en otras personas pero él era distinto a los demás. Los médicos
Estaba deseando darse un baño caliente pero un acto reflejo le hizo fijarse
nueva en él. ¿Se le habría pasado antes por alto? Era altamente improbable y el
cartero no habría pasado por allí con semejante temporal. Miró a ambos lados
anticipando que una alimaña le mordiera los dedos pero no sucedió nada. El
memoria.
Cecilia Sorolla”
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Lutero levantó la vista, esperando encontrar una silueta furtiva en la
oscuridad pero no había nadie. Hizo una bola con el papel, se lo guardó en el
bolsillo del pantalón y entró en casa con las rodillas temblando. ¿Alguien le
estaba gastando una broma? Se conocía todas las casas de pe a pa, no quedaba
nadie allí. Lo sabía. Lo sentía. ¿Y si esa carta llevaba meses allí y él la había
humano? No, imposible. Era muy meticuloso. Se fijó en la escritura, una letra
Parkinson. Tuvo que adivinar parte de las letras por el contexto pero el mensaje
era claro.
por si alguien dejaba otra sorpresa en su buzón cuando estaba fuera. Sus ojos
pero cuando se levantó comprobó que tan sólo se trataba del juego de la luna y
la lluvia. No fue una noche agradable, sintió frío pese a todas las mantas que le
arropaban y, por primera vez en mucho tiempo, sintió peligrar su amada soledad.
escritos pero sus palabras sonaban huecas y sin sentido. Sabía que cualquiera
que leyera sus cartas le tomaría por un demente que escribía lo primero que se
le venía a la cabeza pero todo tenía un porqué. Lutero lo había olvidado hacía
se colaba entre las grietas de su antiguo yo. Pero esa mañana nada le calmaba
y salió de casa dejándose el plato de gachas a medio comer. Hacía frío pero ya
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pasaría hasta dentro de una semana, si tenía suerte, así que era el día perfecto
Durante la noche hizo memoria y logró recordar quien era la tal Cecilia Sorolla
pero era imposible que ella hubiera escrito aquella carta. La mujer era una
enferma terminal del hospital y, aunque seguía con vida cuando Lutero se
marchó, no le quedaba mucho tiempo. ¿Se habría ido a vivir al pueblo para
memoria pero sabía perfectamente que él era el último habitante. Aun así, se
Lutero llegó hasta la primera casa del vecindario y se acercó hasta el buzón
con una intención muy diferente a la habitual. Esa vez no iba en busca de
Juan Morata. No, ese nombre no le decía nada pero evidentemente no era
Cecilia Sorolla. Sí le causó sorpresa que una de las cartas no fuera a su nombre
mayor importancia.
no le decían nada pero era muy posible que su mente estuviera realizando un
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casa y olvidarse de ese asunto pero la curiosidad y la intranquilidad eran más
Tan sólo quedaba una casa, la última del pueblo. Sería la decimotercera,
aquella casa de piedra que parecía emanar frío por sí misma. Las ventanas
allí había varias cartas dedicadas a “Hogar de contingencia nº13” pero ninguna
recipiente de aluminio y sus dedos rozaron algo delicado, una pieza de ropa.
Puede que un pañuelo o algo parecido. Tiró el resto de cartas al suelo e introdujo
medio brazo hasta el interior del buzón. Allí, entre el dedo pulgar y el índice notó
quedó atascado. El hombre no desistió y fue más proactivo aún: dio una patada
esparciendo su interior. Allí había un pañuelo rosa, algo ajado pero de buena
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Su voz estaba casi quebrada, poco acostumbrado a hablar. Un dolor de
coletas y un vestido verde que visitaba a su madre cada día. Era una chiquilla
muy agradable pero ella también cayó enferma y dejó de verla. ¿Era contagioso
lo que tenían en la ciudad y por eso las enviaron al pueblo? Su memoria estaba
entrar y saciar su curiosidad para poder volver a dormir tranquilo pero ¿Podría
consolarse y no necesitaría saber más. En esa casa había algo que no quería
ver, que se negaba a descubrir pero sus pies le traicionaron y le llevaron hasta
cerraba los ojos a la vez. Pero no había nadie esperándole al otro lado y se
atrevió a mirar por primera vez. La vivienda era idéntica a la suya, la única
impregnaba todo. Lutero era afortunado en ese sentido, cuando era pequeño se
cayó por las escaleras y el golpe le hizo perder el noventa por ciento del olfato,
El hombre se internó por la casa, que le resultaba familiar al ser tan similar
a la suya, y se detuvo frente a una puerta cerrada que daba al dormitorio. De allí
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satisfactorio si se marchaba en ese momento diciéndose que lo había intentado
todo. No, sabía que esa puerta cerrada le atormentaría y acabaría regresando.
pero no fue eso lo que le hizo retroceder. Para él, no era más que una leve peste
puñetazos de realidad.
Los restos del cadáver de Cecilia Sorolla estaban siendo devorados por
una niña de unos diez años, cuyo cuello y pies estaban rodeados por unas
como una gourmet mientras sus dientes afilados rascaban hasta el último
resquicio de piel. Los ojos completamente amarillos de la niña así como la espina
mientras se llevaba una mano a la boca para impedir las náuseas. Cerró la puerta
y se marchó del “Hogar de contingencia nº13” mientras corría a toda prisa hasta
su casa.
Se golpeó las sienes para borrar esa imagen de su mente y de todos los
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la denominada “Rabia draconiana” encontrada en China, los primeros infectados,
silenciados en Estados Unidos, las carreras para una vacuna que no existía. La
genética les salvaba del horror (si no eran asesinados por familiares o amigos).
cuanto más grave era esta, mayor era su resistencia al virus. Cuanto más loco,
Inmune a la “Rabia draconiana” fue su nuevo título. Él podía ayudar a las familias
los reales. El mundo estaba lleno de monstruos y necesitaba enviarse cartas que
Él creía que estaba dispuesto a vivir en soledad el resto de sus días pero
se engañaba a sí mismo. Cecilia Sorolla no podría haber escrito jamás esa carta
meses muerta.
Pero Lutero no era torpe, podía escribir con la mano izquierda aun siendo
diestro e intentar engañarse a sí mismo. Hacerse creer que alguien jugaba con
él y así obligarse a confrontar la verdad. Había jugado sucio consigo mismo pero
haría. Tan sólo necesitaba una dosis más fuerte de su medicación que le ayudara
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acontecimiento y hubiera tirado las pastillas por el váter. Si fuera así, ningún
Esta ilustración fue realizada por un paciente mentalmente perturbado, de Pilgrim Psychiatric Center
Habían escogido mala fecha para la visita. Desde la madrugada, una fuerte
atenuándose y se abrió una herida entre las nubes de tono plomizo, por donde
aún persistía una llovizna suave que volvía incómoda la conducción. Roger tuvo
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que desviarse varias veces para esquivar incidencias y empleó más de dos horas
complejo con una marcha corta, pudo observar la construcción de fachada ocre y
cubiertas de teja, con una puerta principal elevada a donde se accedía por dos
escaleras gemelas. Finca de veraneo en las décadas iniciales del siglo pasado, la
amplios jardines que dividía una avenida de grava hasta las mismas escalinatas;
ornamentales con apenas un palmo de agua. Los cipreses conferían al lugar una
«No parece lugar para citarse con el horror», pensó Roger mientras trazaba
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Apenas empezada su carrera literaria, Roger descubrió su talento natural
para advertir de inmediato hacia dónde se dirigía el interés de los lectores y qué
fácil repulsión ante la carne muerta, la prevención animal hacia las amenazas
ocultas en la oscuridad… Habría preferido hacer algo nuevo, pulsar las fibras más
pleno sol, a la manera de Machen o Blackwood en sus mejores relatos. Algo que
apunto de devorar al ratón, como el horror sacro ante una manifestación que
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Para eso se precisaba más que talento y oficio. Necesitaba genio. Y sabía lo
suficiente sobre el arte de escribir para reconocer que carecía de él. Tal vez le
los trucos aprendidos y de los lugares comunes. Romper los mapas. Explorar
nuevos caminos, pese a la incomodidad y el riesgo. Quería justificarse con una gran
novela y hacer poesía de esa sublime fuerza movilizadora que es el miedo. ¿Pero
lóbregos castillos. Los mayores terrores procedían de nuestro interior, había dicho
Poe.
más aterrador que descubrir cómo la realidad se funde y difumina, cómo no existe
Podría ayudarle, pensó Roger. El doctor Siurana dirigía una clínica y estaba
necesaria la mirada del extraño para captar los sesgos inusuales, la singularidad, la
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aberrante deformación; los cilios detectores y las espinas retentivas en la aparente
nunca se le ocurrirían por sí mismo. El genio y la locura son dos funambulistas que
lugar mucho más sucio y gélido, ofuscado por sombras, sonando gritos y lamentos
en la lejanía. En realidad la clínica era tibia y luminosa, con las paredes pintadas en
maceteros con pilistras y drácenas, y una mujer en bata azul, sin duda paciente bajo
la vigilancia de una enfermera, regaba las plantas mientras les hablaba como lo
invitado—. Todos esperamos que pronto pueda reunirse con su familia; no hay
mejor tratamiento.
percibía un blando olor a colonia cara. Dirigió a Roger por un pasillo donde se
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edificio: una lámpara Tiffany de imitación colgada del techo, un biombo de
marquetería ocultaba una vitrina con instrumentos de diagnosis, estatuillas Art Déco
El doctor Siurana se sentó tras una mesa escritorio que, si no era de Van de Velde,
propio infierno.
acepten tal palabra; pero sí, qué duda cabe, en esa clase de desórdenes hay con
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El doctor Siurana no le mostró el contenido del expediente médico, sobre la
mesa; eso habría vulnerado la confidencialidad debida. Puesto que Roger había
mismos al poco tiempo, por eso no se les concedió importancia. A la inusual edad
incontrolable. Necesitaría el ingreso cuando, una noche, sus padres tuvieron que
tratara farmacológicamente.
alterada. Solo en los tránsitos entre el sueño y la vigilia aparecen las crisis.
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—Veo que has hecho una elección perfecta. Te agradezco tantas molestias,
de veras.
espaldas.
jardín. Si están todo el día entre cuatro paredes se ponen nerviosos e irritables.
—En absoluto. Los brotes violentos los dirige contra su propia vida, y ahora
esos impulsos han desaparecido, gracias a los sedantes. ¿Te preocupa? Entiendo
que hablar con una persona perturbada puede resultar inquietante para quien no
está acostumbrado.
—He hecho unos cuantos kilómetros con ese objetivo; no voy a retroceder
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En el jardín, los enfermos se habían repartido por los diversos bancos de
piedra o paseaban entre los setos y parterres, la mayoría solos, unos pocos
escoltados por enfermeros; casi ninguno interactuaba con sus compañeros. Roger
y el doctor Siurana se dirigieron hacia uno de ellos, sentado, con las manos
entrelazadas sobre las rodillas. Todavía era joven; pero la fatiga había envejecido
sobre lo que te pasa, ¿verdad? ¿Te gustaría que Roger escribiera sobre tu caso?
—Lo sé, Paco. Y ahora que estás mucho mejor pronto te dejaremos ir a la
suelo, atraída como la aguja de una brújula por el imán. Roger se acomodó a su
lado sobre el banco y notó que todavía seguía húmedo. El frío traspasó la tela de
los pantalones.
Francisco?
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—Yo os dejo —Siurana interrumpió el acercamiento—. Tenéis media hora;
luego nuestro amigo debe comer y hacer la siesta. ¿Cuando acabéis puedes
—Por supuesto.
El doctor se alejó.
—Es mala la comida; pero tampoco tengo mucho apetito. Las habitaciones
—Mis padres sí vienen, claro. Más al principio, estando peor; ahora, como
los médicos aseguran que respondo bien al tratamiento, no están tan preocupados
reparar los destrozos del aguacero. Algunas se paseaban por la puntera de sus
Insignificantes.
—Ya está.
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—¿Qué habrán pensado?
—¿Cómo?
—No creo que las hormigas se planteen esas cuestiones. Se regirán por
reproducción…
equivocada.
—Como el simio que usa un palo para llevarse las hormigas a la boca. —Se
dobló y puso un dedo sobre el suelo, hasta que uno de los insectos se subió a la
uña. Lo elevó a la altura de sus ojos, lo observó con atención—. ¿Pero qué sabe el
mono de cuanto aguarda fuera de la selva? ¿Sabrá por qué el sol se oculta cada
noche y cae agua del cielo? ¿Contemplará la perspectiva de caminar sobre la Luna?
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—Mientras tomo mis medicinas, no me pregunto si el mundo parece real. Es
interesante, hasta el punto de olvidar que solo es luz coloreada. Y no hay nada
espejismo se desvanece.
—Lo dices como si las medicinas fueran malas. Están hechas para ayudarte.
—Hace días que no las tomo. Las guardo bajo la lengua cuando me las dan
por una simple pesadilla. Quiero saber si el mundo sigue ahí fuera al dejar de
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—¿Y si no es una carencia? ¿Y si nuestro cuerpo fabrica la alucinación de
para nuestra supervivencia, para que no nos desmoronemos víctimas del horror. Lo
acepto. Eso no quiere decir que nuestro cuerpo no se conjure para mantenernos
engañados.
del sopor y así hilar algo más que unos pocas frases coherentes.
sentidos?
—Sufrí mi primera crisis. Fue como si me situara fuera del cuerpo y pudiera
para explicarme. Era… Era como cuando estás muy mareado, en ese segundo
la oscuridad…
Su rostro se contrajo en un tic nervioso que le hacía guiñar los ojos una y
otra vez. ¿No había asegurado el doctor Siurana que Francisco no sufría de
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—No. Me encuentro bien… Prefiero continuar y que me comprenda en la
medida de lo posible. Los médicos dicen que fue un terror nocturno, una pesadilla
de control sobre tu cuerpo. Para mí tenía una realidad absoluta. Veía que éramos
motas de polvo indistinguibles sobre una esfera mezclada entre otras muchas, en
las que únicamente suponía sus actos, jugaban con aquellas esferas como en un
intención moral para poderlo aceptar. Pero no fue ningún tipo de revelación
religiosa, porque a Ellos no les importábamos. No más que a usted el ácaro que
ahora debe pasearse sobre su piel. Me fue imposible reunir fuerzas para gritar,
aplastado por semejante certeza, y si hubiera tenido algo a mano para conseguirlo,
habría acabado de inmediato con mi vida para sofocar el horror, como intenté
del suelo y las hormigas. Miró al cielo. Se puso en pie. Los rayos de sol se habían
desvanecido, tragados de nuevo por las nubes, cada vez más negras. Parecía estar
anocheciendo. Roger advirtió que las pupilas de Francisco se habían dilatado y que
—En cualquier momento volverá a llover. Será mejor que entremos —sugirió
Roger, preocupado.
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Francisco no le respondió, hipnotizado por el remolino de nubes sobre sus
—¿Se da cuenta? Sus dedos juguetean con las nubes, las desgarran y
del espacio, y más fría aún. Un frío que absorbe todo calor, que apaga la vida, que
permanecemos prisioneros.
contraído. Respiraba cada vez más rápido, como si no lo notara, como si el aire no
dolor.
—¡No los mire! ¡Intente ignorar que están ahí fuera! ¡Por su bien! ¡Intente
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Sergio saltó de su asiento y exigió el auxilio de una enfermera. La más
Francisco gritó. Cayó hacia delante, sin intentar frenar el golpe de modo
alguno. Sonó sobre la gravilla como un saco arrojado a plomo. Con una
el suelo, así que necesitó girarlo para comprobar su estado. ¿Un desmayo por
enfermera y él lucharon con el peso del cuerpo: tal vez estaba ahogándose con su
doctor Siurana, los resultados de la autopsia. Francisco había sufrido una elevación
una arritmia, una excesiva tensión de los músculos cardíacos y, finalmente, el paro
fatal. Toda aquella palabrería técnica servía para encubrir un hecho sencillo de
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televisor. Todo servía con tal de anestesiarse. Apenas prestó atención a las
imágenes en la pantalla.
fondo, le sustituyó una imagen que ya no impresionaba, por cotidiana; aunque solo
su vigor.
patrones y delimitar formas donde solo existen manchas accidentales. Pero estaba
ahí, delante de él, demasiado evidente. Le parecía mentira que el locutor no se diera
cuenta y se horrorizara de igual modo... ¿Tan ciegos somos los seres humanos,
perezoso, quizá cachorro recién alumbrado de una vasta progenie que palpaba a
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fiereza sobre el lugar donde Francisco había tenido su última visión, aquella que
Su primera novela, El Jardín de los Autómatas (1997), ganó el premio Gran Angular.
Le seguirían El sello de Salomón (1998), Aprendiz de marinero (2000) y La joven a
la que amaban las hadas (2012); las colecciones de cuentos Sombras de todo
tiempo (2007) y El noveno capítulo y otros relatos (2014); y el volumen con tres
novelas cortas En calles oscuras (2015).
Luis Bravo
Nací una tarde de otoño, según contaba mi padre. Nevaba copiosamente
mala muerte. Aunque fue una buena noticia, la amarga tarde se tuvo que teñir
por la malignidad de la vida, y oculto ahora, por la afonía de la muerte. Los años
fueron arrastrándose por mi cuerpo y mi mente, me volví más alto, más fuerte,
vida sin sentido ni razón alguna. Miraba las estrellas lejanas, diminutas perlas en
¿Acaso yo era el único que se daba cuenta de ello, de la abominación que somos
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ante la inconmensurabilidad del universo? ¿O simplemente era un ente
malnacido, elegido entre los demás, para llevar encima de sus diminutos pies la
carcasa que, a modo de autómata, vagaba por la existencia como una piedra
llevada por la corriente, como una hoja a la deriva, golpeada por los vientos
lo absoluto ser un paria, una leyenda olvidada en una cueva. Mi ser me obligaba
a estarlo, a buscar por cuenta propia aquella oscuridad que brotó un día en mí,
Desesperado, cual bestia agónica que busca una manera de regresar al nido
entender, escuchaba sin escuchar, moría sin saber siquiera qué era la vida. Ese
ser diminuto ente, frágil pero perverso, era yo; una sanguijuela reptante que
consumía todo a su paso, un ser de otro mundo, algo que vive más allá de toda
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que destilaba el horror del que rebosan las cloacas infinitas de la inexistencia.
Fuere lo que fuere, una sola decisión cambió mi rutina para siempre. Es curioso
como los lóbregos apéndices pastosos del destino suelen tejer hebras tan fuertes
que ni siquiera la singularidad más poderosa puede quebrar, pero, a la vez, teje
hebras tan débiles que un solo murmullo enclenque puede romperlas o continuar
con su designio.
pasada—. ¡Eres oscuro, duro, quizá hasta halles el secreto de la vida más allá
Todos los demás lo traspasaron con la mirada, los ánimos jubilosos del
de la ciudad portuaria. Bien pude haberme negado, pero supuse que sería una
buena forma de comprobar, de una vez por todas, si estaba vivo o, en su defecto,
sorprendiéndome quizá, en una clase de sueño eterno que justo antes de cerrar
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No volteé, sólo avancé. Era hora. Quería la respuesta, nada más eso, la
agónicas, aullantes.
noche, salí de mi casa, decidido, en rumbo hacia, lo que hasta ahora, se veía
alguna, por más absurda que esta fuere. Pronto mis botas altas fueron crujiendo
mientras las hojas negras eran aplastadas sin dilación por mi parsimonioso pero
decidido caminar.
que se hallaba a dos pasos de mí. Atravesé un lánguido riachuelo que solía
cruzar por la ladera de mi casa los días en que yo tan sólo era un enjuto ser.
Pensé que se había secado o que, producto del movimiento de las placas
rincones más secretos. ¿Y si eso es lo que hace aquel mar negro encima de
inestable como el crisol de la demencia, tan pegajosa y negra como la brea. Una
supuración que data de tiempos más allá del tiempo, de realidades agónicas,
herida llena de larvas primitivas, parásitos de realidades en las que no existe luz
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alguna, bestias ciegas que navegan en el infinito abismo del cosmos, pudriendo
Levanté la mirada, como solía hacer cada día; levanté la mirada, pero no me
parecía que lo que viera se podría simbolizar como «arriba». Ese abismo negro
no conocía de dirección, pues estaba en todo, inclusive dentro de mí. Mis ojos
negros se fundían con esa masa astral, como si alimentara a una bestia ciega
que necesitaba de negrura sin fin, una lobreguez que le hacía recordar a los
pantano nebuloso del ser. El bosque había terminado en seco, como si una mano
con la biósfera.
esquelético, diría ciego, aunque no sabría referirlo con exactitud, puesto que sus
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ojos estaban tan retraídos dentro de las cavidades craneales que parecía que
fueran dos agujeros infinitos—. Voy en dirección sur, hacia el Centro de análisis
onírico Saahl.
sujetando una lámpara… ¿o quizá sí? No tenía claro lo que estaba pasando, ya
no tenía claro si lo que estaba viendo delante de mis ojos era el pasado, el
presente o el futuro.
recortada en contra del celestino firmamento del alba. Me alegré al haber llegado
que existía! Pero, ¿quién era y por qué se hallaba ahí? Nunca lo supe.
Escuché a los cuervos gruñir molestos mientras la luz del furioso sol estallaba
del paso del tiempo, la ineludible sensación de la estrechez de la soga, que poco
recordar el rígido acero que alguna vez lo conformó. Me detuve por un instante,
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escuchaba desde el mohoso recinto interior. Me pareció escuchar un susurro,
dentro caminé hacia las escaleras que conformaban la entrada del lúgubre lugar.
abrió, dejándome admirar a un hombre alto con aspecto extraño y cabello largo.
puerta tras de mí, tuve la precognición de que, hiciese lo que hiciese, ya no había
marcha atrás. Caminé tras el larguirucho sujeto de ropaje oscuro y tez tan pálida
como una vela. Una gran escalera se extendía delante de nosotros, allá afuera
percibí lo que pensé era la lluvia, aunque no recordaba haber visto alguna nube
eco susurrante en la lejanía, como si fueran hordas de entes de otro mundo que,
mil y una veces. Al llegar al piso superior, me esperó una antesala enorme,
tenebrosa al igual que las fauces de algún ente más allá de todo entendimiento.
peceras cilíndricas de, por lo menos, tres metros de altura y dos metros de
diámetro. No pude asegurarme de cómo es que irradiaban luz… quizá, tan sólo
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silente sombra, agobiado por la malignidad de su ser, como si ya de por sí,
ocurrir. Por suerte para mí, logré desviar la mirada, salvado por el dulce destello
de la curiosidad.
incluso antes del inicio de lo que no tiene inicio ni fin, aquella trituradora cósmica
confinadas pesadillas.
Tragué saliva y seguí caminado, cada cierto tiempo abría la boca, tratando
hileras de colmillos negruzcos, esos ojos… miles de ojos encendidos como faros
de luz algo que no conocía nada más que tinieblas. Mi cuerpo saltaba producto
—Llegamos, pase —me dijo el tipo, sujetando con la mano la enorme puerta
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Me sentí halado en contra de mi voluntad, al siguiente recinto. No supe cómo
contrato, escrito en un lenguaje caótico, sin ton ni son, llenando casi por completo
bajo astral, del mundo debajo del nuestro que se oculta a plena vista simulando
ser una sombra inerme, nada más, pero ocultando dentro de su purulenta masa
finalizado…
—Lo estoy —dijo mi voz, sin que yo le ordenara a salir de mi ser; sentí que
en medio de una noche eterna. El largo sujeto pálido caminó hacia mí, con sus
53
«¿El qué?». Me pregunté en silencio.
«La noche eterna, la matriz abominable». Me respondió una voz sin voz.
lo que solía ser. En eso la pregunta resonó como una lenta campanada de una
marcha fúnebre.
¡Era obvio, yo era una persona proveniente de…! Mi edad, ¡claro! ¿Mi
edad…? ¿Mi nombre…? ¿Por qué no lo recordaba? ¿Cómo es que solía verme,
cómo eran mis ojos, mis labios, mi nariz? ¿Por qué me parecían tan obvias esas
preguntas, pero a la vez tan confusas? ¿Acaso alguna vez existí o era parte de
nuevo. Esta vez sabía la respuesta. Tantas noches en vela, tantos días rumiando
la idea. La idea que nunca logró concretarse, separada de mí, como el catatónico
Fue en eso que mis ojos vieron el firmamento. Uno en el que no existía
estrella alguna, una negrura que parecía derramarse como tinta viscosa por las
paredes del firmamento, intoxicando todo aquello que se hallara debajo de él.
Una nada tan profunda que me obligó a dejarla de mirar, ya que sentía que
54
absorbería hasta el mínimo de mis recuerdos, apagándome como una vela,
cubierto por una niebla secular, una humedad que se volvía palpable, como el
hálito agónico de una alimaña sin forma. Conocía ese bosque, ya lo había visto
cada noche. A lo lejos escuché el lamento de una bestia, un ser olvidado por las
lenguas, pero perenne en cada rastro de vida. Algo que nos persigue como
animal al acecho, una deformidad anterior a toda realidad, una bestia negra con
trece ojos ciegos pero con un hambre voraz, no de materia, sino de cordura, algo
Escuché sus pisadas retumbando, sabía que se dirigía a mí, había percibido
Aquellos pálidos ojos, aquel aliento fétido, aquella vaga sensación de vacío que
correr, huir, esconderme. Pero, ¿cómo ocultarse de algo que no tiene forma ni
identidad? Un parásito con apéndices negruzcos y garras tan rojas como la lava
incandescente.
55
Me asaltó un recuerdo, una idea clara, palpable, típica del ensueño. Una
cataclismo tectónico de tiempos más allá del tiempo mismo, una excavación que
tenía su raíz en el mismo centro podrido del universo. Me vino a la mente la idea
sin razón para su existencia más que una sola; reproduciéndose incesante con
donde no existía la paz, de seres ocultos por la noche eterna, agobiados por la
estado ahí, como si ése hubiera sido el hogar que se le fue negado a mi carcasa
vacía, a mi autómata ser que vivía sin saber qué era vivir y moría cada día sin
saber qué era morir. Por un momento dudé, no por miedo, sino más bien por la
sola idea de que al entrar me mezclaría con el fluido primigenio del olvido
destrucción.
56
El hálito de la bestia enfrió mi ser hasta un punto cercano al congelamiento.
No podía quedarme afuera, la única salida sería entrar a un pozo del que no
real. Aquello ajeno a la etiología del caos, aquello que contradice todo
suyo.
Al final, la identidad del ser era una enfermedad infecciosa, mas no una
virtud.
lo sé, pero no se atrevería a entrar en ése agujero, un terreno sin límites ni leyes,
inescrutable vacío.
huesos rotos, hechos añicos por el incognoscible poder arcaico que basaba su
Mis pasos fueron guiándome al laberinto de piedra helada, allá afuera la bestia
57
gruñía, bufaba, víctima de la impotencia que sienten los débiles animales ante la
habiendo avanzado un buen tramo, logré percibir lo que, a duras penas se podría
catalogar como luz. Fui atraído hacia ella por intrincados pasillos, innumerables
recintos vacíos, rebosantes de niebla, hasta que al fin, mis ojos lograron toparse
Una chimenea ardía con fuego etéreo, sin forma, como si fuera la simple
infinito. Ahí podía hallar el sentido al sinsentido que las personas calificaban
como vida. Abriendo los secretos del abismo, al fin, saciaría ese vacío que
58
extendiéndose sin que yo me diera cuenta de lo que hacía, mis ojos abiertos en
jirones de carne de algún ser maldito. Un ente del que todos estábamos
todo y la nada, el pozo nocturno que todos conocen pero que nadie se atreve
siquiera a mirar. Aquel frío primigenio del que todo ser proviene y al que todo ser
cerrándonos puertas, ventanas, atándonos de pies y manos, hasta que nos cerca
por completo con su negra esencia. Algo de lo que todos estamos seguros que
vendrá, sin embargo, nadie está preparado a ver a esos dos infinitos y pulsantes
envejecerse, ajarse cual hoja otoñal llevada por el inescrupuloso viento helado
una garra negruzca, como si fueran las patas de una araña que se mueven
sigilosas y solemnes.
mío.
59
La garra se posó sobre el lomo de aquel códex maldito. Halándolo con
hacia un extraño sillón, al costado de una lámpara de lectura. No los había visto,
quizá los había obviado en mi desesperada búsqueda de algo con que alimentar
por mis extremidades, incendiando cada fibra con sus innumerables ojos,
donde no existía inicio ni fin, donde no había palabra que guardara un significado
60
exacto, donde las líneas entre lo ficticio y lo real yacían borroneadas por una
mano más antigua que el tiempo mismo, más maligna que el gran devorador,
más poderosa que la trituradora cósmica, algo aún más recóndito que los entes
más allá de toda comprensión. En ése preciso instante mis ojos se detuvieron en
una frase, grabada con sangre en los avejentados pergaminos de aquél códex
maldito.
«¿Oyes eso?». Escuché una voz que llegaba a mí, de una dimensión distinta.
el fondo oscuro donde fue engendrado, no necesitan ojos ni nariz, sólo existe el
hambre».
manuscritos, esos rumores lejanos, esos ecos… pertenecían a alguien que solía
conocer. Alguien que solía tener una marchita mirada, como si hubiera sido un
ente que había sido arrancado del sueño eterno y arrastrado en contra de su
voluntad, a un contenedor, una carcasa que sólo sería algo más que una celda.
Dicen que su infinito ser vio por primera vez la luz… una tarde de otoño, una
quizá, en los albores de los tiempos, esa voz solía ser la mía. El inmenso silencio
del vacío fue quebrado por una infinidad de voces, una turba tan densa como el
61
constreñidas y devoradas por la trituradora cósmica, para ser regurgitadas en
otra realidad. Aquel coro obscuro hizo temblar el tomo que yacía en mis oscuras
articulaciones, como si reclamaran lo que una vez fue suyo. Pasé las hojas,
tratando de embadurnarme en aquello que sólo puedes tocar una vez has
cerebro, aquellas palabras sangrantes se colaban por entre las fibras más
recónditas del ser, filtrándose como una enfermedad espantosa, como una
Leí el último párrafo, parecía el monólogo de un pobre ente alocado por haber
manos, como si fuera arena llevada por una ventisca fantasmal. Luego…
oscuridad sin fin, un silencio tan profundo que parecía ser el condensado de la
secreción nocturna. Pensé que había sido retenido entre los diminutos vacíos
que se hallan entre velo y velo, entre dimensión y dimensión, entre el todo y la
nada.
nublando mi ser. Gritos, incesantes, dolorosos, sufrimiento sin fin, el fin de todo.
que yacían sin paz, sin sentido, sin razón alguna, sufriendo la putrefacción de la
62
Sin duda alguna yo sabía dónde me hallaba: había caído hasta el fondo del
todo, hasta el territorio de la nada y ahora me encontraba de pie, al borde del fin,
el límite supremo. Había alcanzado la mayor de todas las distancias, fue en ése
No poseía carne ni forma, pero sentía un tormento sin igual, como si mis sentidos
punzante, tóxico. Sin embargo, parecía arrastrarme lejos del fin. Era la voz de
me había elegido como su portador, como el ser más digno, ya que aceptó ser
el más maldito de todos. La voz fue arrastrándome lejos del ensueño fantasmal
en el que me hallaba, con alivio mi conciencia fue recuperando uno a uno los
inminente. Ahora sólo percibía el sueño eterno, en el que los enormes parásitos
Abrí los ojos al darme cuenta de mi estado. Ahora me hallaba delante del
extraño sujeto largo y pálido, aquel me entregaba un cheque roído por la vejez
de un ambiente sin piedad, de una negrura sin fin. Hizo una mueca falsa, una
sonrisa aterradora donde sus putrefactos dientes asomaron entre hilos de saliva.
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—Agradecemos vuestra responsabilidad —dijo éste sujeto, sin un ápice de
Cerré los ojos y fui recitando aquello que la voz repetía incesante…
esencia ira pudriendo la débil carcasa humana. Ya será muy tarde cuando la
sociedad los identifique, como aves migratorias huirán espantados pues los
calificarán como el mal sobre todo mal. Absurdo epígrafe, pues ellos, con sus
tejido de la vida. Una raíz mortífera, incendiada, una fuerza catastrófica que
eterna. Y que cuando la última estrella sea tragada por los fluidos cloacales de
la inexistencia, aun permanecerán aquí. Los humanos son sólo hormigas que
64
Un niño llamado Luis Bravo, aburrido de la monotonía de la realidad,
fue salvado por los maravillosos mundos creados por Julio Verne.
después, las vicisitudes de la vida hicieron que perdiera el camino hasta incluso
los animales, nos anima a llevarnos a lugares donde tan sólo las peores
El notario llevaba puesto el delantal de cocina cuando abrió la puerta. Eran casi
frecuentada por clientes nerviosos, tensos y ávidos que, mientras firmaban los
67
—El final del verano siempre me llena de tristeza, ¿sabe? Le envidio a usted,
que puede vivir aquí, junto al mar, todo el año, sin tener que llenar sus últimas
—Los días se hacen cada vez más cortos, ¿verdad? —le interrumpió el casero
mirando hacia el único trozo de cielo que los tejados no cubrían—. En unas
—¡Qué trágico! Dejemos en paz al señor notario, que tendrá mejores cosas que
hacer que escuchar cómo un par de viejos se lamentan por el tiempo perdido.
—Dígame.
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El notario apartó la mirada y se frotó las palmas de las manos contra la tela
—Pensará usted, «¡qué cotilla es esta mujer! ¿Qué hace, me espía mientras
estoy en mi casa?». Nada de eso. ¿Sabía usted que la planimetría de todos los
espacios, incluso las baldosas y los azulejos. Estaba tendida en la cama cuando
No hay misterio por ese lado. Espero que no esté teniendo problemas. Recuerdo
—Ah, sí, los muebles —intervino el notario—. Un golpe de viento esparció unos
armario.
última frase. Se concentró mirando al vacío, más allá de las cabezas grises de
sus caseros. Un silencio largo y embarazoso era lo que necesitaba para que los
el silencio parecían afectarles: a su edad, eran dos cosas a las que estaban
con la que observaba la fila de coches aparcados al otro lado de la verja. Decidió
69
su objetivo. El esfuerzo le produjo visión doble. Los perfiles de los coches se
viejo abrió el portal y dejó que su mujer atravesase primero los marcos de hierro.
Mientras la seguía fuera, un chillido breve resonó dentro de la casa del notario.
monocolor.
ha hecho… el pino…
robe el sueño.
70
Los ancianos prosiguieron rumbo a su coche, montaron en él, lo pusieron en
marcha. El notario los vio pasar acelerando. Se quedó clavado donde estaba,
con los ojos encogidos todavía puestos en la calle, incapaz de moverse. A sus
---
El reloj de la plaza acaba de dar las 7. Los caseros todavía están en la ciudad,
ordena. Coloca varias carpetas una encima de otra para que Clorinda no tenga
Comprueba en su agenda de mesa las citas para el día siguiente: será una
jornada larga y laboriosa. Golpean la puerta con los nudillos. Clorinda entra, retira
su silla de oficina, curva la espalda y deja caer los brazos a ambos lados,
palabras, y al final de la jornada se siente flojo, vacío como una marioneta sin la
mano del titiritero que la sostenga y le apunte las frases. El notario es un tipo de
71
33 años mal llevados cuya ropa cara no consigue virilizar la blandura de su
puerta se abre. Se encuentra con una mujer que lleva una caja de cartón entre
hace parecer una niña. Lleva los cabellos rubios peinados en un moño tenso. Le
notario se endereza.
—La puerta estaba abierta —explica ella, caminando ahora con pasos cortos
hacia el escritorio.
camisa. Coge un taco de folios blancos y un bolígrafo, no sabe bien por qué,
pero intuye que deberá tomar nota de todo cuanto le diga la anciana.
72
La anciana abre la caja y extrae un objeto bien envuelto en un paño de gamuza.
—Lo que voy a decirle le parecerá extraño. Sé que es extraño. Pero en estos
momentos necesito que piense y actúe como un notario, y no como una persona
cualquiera con opiniones formadas. Por favor, no me juzgue sin haber escuchado
de acuerdo?
El notario asiente. La mujer toma el objeto misterioso entre las manos y lo libera
notario.
poseo su esqueleto al completo. Lo que quiero que haga usted es que tome acta
de mi declaración y la legalice.
beligerancia elegante y discreta propia de quien sabe que su lucha será intensa
y no terminará jamás.
—Continúe.
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—El pasado 30 de abril recuperé los huesos de mi amante del osario comunal
de Santa Margarita.
—No.
—La familia
—¿La familia?
—Su familia de sangre, esa de cuyos lazos resulta imposible liberarse del todo.
brujo, ¿sabe? Se independizó muy joven, viajó mucho. Era un estudioso hecho
—¿Dónde, exactamente?
de identidad.
—Esto ocurrió en 1971. Permanecimos juntos hasta el año 1979, cuando murió.
Lo que sí le diré, y el documento que usted redacte debe dejarlo bien claro, es
74
que sus padres se opusieron al cumplimiento de sus últimos deseos. Cyprien
dejó escrito de su puño y letra una carta en la que pedía que sus huesos,
pasados dos años de su muerte y una vez limpios, me fuesen entregados a mí.
deseo. ¿Sabe lo que hizo su familia cuando me presenté a la puerta con este
papel? Los padres de Cyprien amenazaron con avisar a la policía: eso fue lo más
riendo con esas carcajadas estridentes tan propias de los niños y los malvados.
—¿En qué?
a los eventos trágicos que narra—. Había empleado casi todo mi dinero (que era
muy poco) en viajar hasta aquella casa, y ahora estaba abandonada a mi suerte,
eso fue duro. Y no tener a Cyprien a mi lado. Pero dicen que hay que perseguir
—Ha dicho que la echaron de casa. ¿Cómo consiguió… reunirse con Cyprien?
75
—Se han pasado todos estos años trasladando sus huesos de un lugar a otro
su hermano Furio sigue con vida, y Marieta, la sobrina más pequeña, que
Cyprien y lo apoya contra su vientre—. Supe que lo habían traído aquí hace
poco. Marieta tiene problemas con el alcohol, y está tan sola que, para ganarse
produce y atesora en gran cantidad: era de esperar que, más pronto o más tarde,
las circunstancias de su tío saliesen a la luz. Así encontré a Cyprien, solo, metido
en una caja de cartón en el depósito, enterrado bajo otras cajas medio roídas.
—Tengo que preguntárselo. ¿Le dieron sus restos mortales sin autorización?
Los ojos vacíos de Cyprien miran al notario desde el regazo cálido de Jezba
76
—Esto es todo lo que quería decirle. ¿Cuándo cree que tendrá listo el
documento?
---
Dora le hablaba mientras, con una mano, enchufaba la aspiradora y, con la otra,
El notario estaba sentado a la mesita del salón, con la camiseta asomando por
la chaqueta desabotonada del pijama y las manos entrelazadas frente a sí. Sin
las gafas, sus ojos se notaban ínfimos, negros y duros como pepitas de sandía.
Dora nunca lo había visto tan blanco y mullido. Aquella tarde le contaría a su hija
como un santo recién pintado o una tarta que nadase en glaseado transparente.
En ese momento, sin embargo, Dora no deseaba ser indiscreta: ofrecerle una
El notario no dijo nada. Rumiaba. Por las ventanas abiertas penetraban ya los
primeros fríos otoñales. El mar se olía menos, predominaba la tierra. De los pinos
circundantes caían los últimos rayos de sol, que se habían agarrado a las ramas
77
primavera siguiente. Pero todo tiene que morir, incluso la luz. «Todo muere,
—Ocúpese de eso por último, cuando me haya ido. Tengo un dolor de cabeza
espantoso.
usando las camisas de lino y los polos de manga corta, y con este fresco… ya
cómoda impedía que se abriese, sí, también era real, y los tirones de Dora que
tiraba de ella con fuerza produciendo golpes de madera contra madera, tac tac
tac.
—¡Dora!
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—¡Dora, no es el momento!
—¡Déjelo ya! —chilló el notario con voz aguda, acompañando sus gritos con
de los que leían el periódico con el desayuno y nunca tenían nada que decir
respetaba la privacidad de los vecinos, era amable sin resultar invasivo. ¿A qué
nada.
notario miraba la ranura negra que comunicaba el mundo oscuro y sin ventanas
del ropero con el salón de su casa. Abrió las narices para respirar, tiró fuerte
hacia dentro. Sí, el olor a carne se notaba claramente. Pidió en silencio que la
79
—Bueno, pues creo que ya lo tengo todo —dijo mientras repasaba con la mirada
vio cómo la nariz de Dora amarraba con cuerdas invisibles el olor que se
escapaba del armario. Lo percibió físicamente con sus ojos miopes a través del
temblor mínimo de las aletas de la nariz que zumbaban en medio del rostro
Dora cruzó el umbral. Se quedó quieta unos instantes, incluso cuando el notario
cerró la puerta a sus espaldas, sin saludarla. Dentro de sus recuerdos ya vivía
aquel olor, pero ¿dónde? Revisó con rapidez sus experiencias, sintetizadas
casado, la sangre que mancha la parte trasera del vestido blanco ajustadísimo,
empuja…
---
El camarero les sirve un vino morado, tan espeso que se detiene en el vidrio y
80
sirviesen comida a desconocidos como él. Paladea el líquido. Todavía no ha
el más adecuado para un local tan discreto? ¿Por qué han puesto una camelia
corbata monocolor que le rodea el cuello como una soga, ¿resulta, quizás,
Las arrugas que se le forman son tan finas y transparentes que, en lugar de
Y Jezda vuelve a sonreír, sus ojos brillan como escamas de pescado, todo su
rostro lo hace. Los cabellos aún rubios están recogidos, como siempre, en un
moño alto, apretado y tirante. Una araña de oro le sube por el pecho clavando
—Me gustaría saber algo. —Carraspea, los taninos del vino le han secado la
81
—Silencio. No aquí.
Terminan la cena sin mediar palabra. Cuando les sirven el café, el notario pide
la cuenta. Llega la hora de irse. Jezda sostiene su abrigo entre las manos, parece
final es Jezda quien se pone el abrigo. Sus brazos penetran con agilidad las
Fuera se siente el frío de la noche, la humedad del mar. Caminan hacia el paseo
marítimo en el que están atracadas naves de recreo, muy juntas las unas de las
—Había una vez —comienza a contar Jezda— dos hermanos muy pobres que
del pueblo. El hermano mayor lo hacía por soberbio; el menor, porque era bueno
mató, enterró el cadáver bajo un puente, se declaró héroe. Pasaron los años. Un
pastor que pasaba bajo aquel mismo puente en el que se había consumado el
82
produjo una melodía que decía: “Mi querido pastorcito, sopla en el hueso mío.
recibir confesiones. Sabe que solo le está contando un cuento infantil y, sin
embargo, intuye el secreto que Jezda quiere compartir con él en ese momento.
La mujer se para: ha dejado de ser una anciana pulcra, discreta y algo fuera de
—Lo que le estoy diciendo es que en los huesos reside el alma y la esencia de
lo que somos. Le estoy diciendo que los huesos son poderosos. Con ellos
podemos volver a nacer. Esto me lo enseñó Cyprien, y ahora que tengo sus
Antes de saber qué está haciendo, el notario alarga la mano hacia el remolino
horquillas que los mantienen prisioneros, quiere verlos caer sobre los hombros
rectos de Jezda, desea que las puntas doradas rocen las patas del broche en
forma de araña para comprobar cuál de los dos animales, si la cabeza de Jezda
o el insecto de metal, se acerca más al brillo del oro. El notario tira de los ganchos
y de las pinzas sin maña, el moño se desinfla cayendo hacia un lado. Jezda para
83
Pero el notario no escucha, está convencido de que Jezda aprueba, de que
Jezda también lo desea. Insiste con los cabellos hasta que los libera, sin notar
caen en vertical, sin embargo, sino que permanecen a media asta y doblados
como alambres. ¿La ves ahora, notario, ves lo que falta en el centro de la cabeza
de Jezda? No hay cabellos, allí, sino una gran calva rosa deformada por el fuego.
—¿Por qué lo ha hecho? —dice Jezda con los ojos pálidos—. Necesito
un resto del coñac que Dora utiliza para cocinar. Jezda hace por hablar de nuevo
La luz difusa nubla la percepción del notario. Jezda está allí para él; la abraza,
cuerpo de la mujer. Los dedos pasan del vientre a los brazos, de los muslos a la
espalda, recorren inquietos el festín sin pararse a saborear ningún bocado. Solo
se detienen al llegar a la garganta, pues allí les parece que podrán encontrar
restriega sus diez dedos sobre la piel del cuello sin ahorrarse escrúpulos. Las
yemas se llenan de brillo lácteo, de tibieza líquida. «Esto es lo que significa que
84
sofá, sin moverse, y el cuello de Jezda ya se amorata, y la única respiración que
Los faros del coche encendidos mientras intenta excavar un agujero en el huerto
ciudad. Y esperar a que la policía llame a la puerta, a que algún pastor o algún
perro descubra los restos. Y ver pasar los días sin que esto suceda, nunca.
---
La criatura empezó a hablar algunos días después del incidente con Dora. Ya no
85
Lo peor sucedía de madrugada, cuando el notario yacía despierto sobre la cama.
bosque y triturarla bajo las ruedas del coche. Tirarla a un contenedor, lejos, en
quitarse la vida lanzándose al mar o bebiendo lejía, veneno, alcohol puro. Pero
el notario era cobarde, y las consecuencias de aquel único acto con el que había
decidido tomar las riendas de su destino le pesaban ahora como cincuenta vidas
mal vividas. El notario solo sabía extender certificados, levantar actas y sellar
que busca». Y al notario solo se le había ocurrido decir: «Lo usaré como
toque de clase». Fue así como compró un tiesto con forma de ánfora y fondo
¿Por qué había plantado el cráneo de Jezda? ¿Por qué había regresado al lugar
86
limpiar durante el verano? Por miedo a que pudiesen identificar a Jezda a través
remordimiento. Porque no era justo que tuviesen que vivir separados, cada uno
dicho aquella noche fatal, en el puerto, que los huesos son semillas, y de las
semillas crecen plantas, árboles, flores. Los huesos encierran una vida entera,
---
y pasar tiempo con ella. Hace dos días que la mandíbula inferior se ha liberado
de la tierra, y su Jezda puede ahora mover la boca con total libertad. Entre los
dientes despunta ya una pequeña lengua rosada como la de los gatos. El notario
está convencido de que, bajo la tierra del tiesto, se está formando un tronco y
nuevas extremidades que le permitirán, con el tiempo, moverse con total libertad.
87
Ha comprado un juego de tocador en plata para cuando regresen los mechones
formado una película dérmica que retiene el tejido muscular, las mucosas, la red
hundidos como los de los peces muertos, pero el notario confía en que volverán
El notario casi nunca sale de casa. Los que lo conocían están convencidos de
del notario, y los caseros, en respuesta a las advertencias que le han hecho
viejos conocidos, lo han llamado varias veces para asegurarse de que todo esté
ha perdido peso.
Hoy, por ejemplo, vuelve a ser un día de primavera; pronto regresará el verano.
88
está convencido de que a Jezda le gustará respirar el aire del mar. Pero Jezda
timbre. «Los caseros han adelantado sus vacaciones», piensa. Se limpia las
De pie en el umbral hay un hombre imponente y fiero que, con su figura, cubre
como si le hubiesen aplastado los rasgos hacia la izquierda, pero ese detalle no
El cráneo chilla dentro del armario, tan fuerte que el notario cae desplomado al
suelo.
mientras la otra mitad rescata del interior del ropero el tiesto en el que crece la
de nuevo. Cuarenta años de espera se disuelven en las lágrimas que liberan los
ojos ciegos de Jezda. Entre los brazos de Cyprien el tiesto se ve pequeño y frágil.
verlos una en brazos del otro, avanzando hacia él como un solo cuerpo. Se lleva
las manos a la cara y, bajo las yemas de los dedos, siente los ángulos duros de
89
Érica Couto es la responsable del blog En La Lista Negra. Autora
de Cuerpos. Las otras vidas del cadáver (GasMask Editores, 2017),
y co-fundadora de Todo tranquilo en Dunwich (el podcast de
literatura fantástica que realiza junto a José Luis Forte). Sus relatos
de ficción extraña galega se puede encontrar en Contos estraños.
Director de
- Amparo Montejano
En la primavera de 1991, navegando por entre pilas de libros de terror —en una
consiguiente propaganda, hecha por el propio Washington Post, que rezaba así:
pertenece…"
Y lo compré. Y admirador y ávido lector que soy de Lovecraft y Poe, sabía que
quedarme hipnotizado con las visiones cósmicas, deliciosas y felices de Jon Doe.
Los cuentos, en SoaDD (Songs of a Dead Dreamer), estaban tan llenos —en
92
uno u otro grado—de ese tipo de éxtasis sombrío y ominoso (enriquecido con un
humor rico y satírico) que, sentía que, como lector, nunca antes había
experimentado algo semejante. Era como si Ligotti compartiera todos mis miedos
bienestar, alivio y calma. Por citar, "Los capullos" de Ligotti: cuando leí las
historias de Tom, sentí (y siento) una "... gran sensación de escape de los polos
del miedo y la locura ..., como si pudiera existir serenamente fuera de los
consciencia por lo que, las historias de Ligotti han resultado ser para mi
93
De vuelta al 91, recuerdo que no pude parar de leer el libro —ni siquiera mientras
Ligotti Online"?
sobre la tierra, con una conexión —con su ficción— casi cósmica, y quería que
contactar con lectores de Ligotti (de aquí y de allá) aunque, me sentía de alguna
admiraba, no era algo extensible para el gran público. Así es que, como
comencé a navegar por la World Wide Web, utilizando una versión anterior de
un navegador de solo texto llamado Lynx, con el que después de años de sólida
que se me pagaba muy poco, pero, tenía un montón de tiempo libre para navegar
Usenet newsgroup.
Después de discusiones de todo tipo, sobre todo de índole semántico, logré crear
de Matt Cardin, quien pasó conmigo muchos de esos primeros días, creando
inéditas. TLO se convirtió en el primer sitio web en el que editar obras de Ligotti
con Ligotti; además, se transformó en el portal idóneo para que los lectores de
Igualmente, TLO publicó, por vez primera, la extraordinaria historia corta de Matt
Cardin, "Teeth", así como el lugar en donde Brandon Trenz editó el guión original
de X Files, Crampton.
Unos cinco o seis años después de los veinte años de vida de TLO —hasta la
95
trabajo y por el cariz activo que había tomado mi vida en el marco de mi nuevo
Bantham), me contactó con un ingenioso plan que haría que nuestra web
reviviese. Y ¡ya lo creo que lo hizo! Durante los siguientes 14 años, TLO se
ficción extraña, (cosa que va mucho más allá de mi plan primigenio centrado
"Lo que más me gusta de este sitio, es la idea de que las personas que aprecian
mis historias de terror hablan de cosas que no tienen nada que ver con mis
años sesenta.”
la raza humana.
96
3- Para cualquier iniciado en el universo Ligotti, ¿qué trabajo
Tan sólo hablaré con mi experiencia, que comenzó con las dos primeras
cotidiano?
después. Y fue un éxito. Hasta el punto de que, a finales de ese año y comienzos
97
del 2017, el número inaugural se hallaba tomando forma delante de nuestros
orgullosos ojos.
recaudación de fondos para Vastarien, sería un tema crucial. Por ello, en uno de
poder publicar con los altos estándares de calidad con los que pretendíamos
hasta 2018 y, algo no menos relevante: que los artistas y autores colaboradores,
profesionales—.
has creado una obra (El secreto del Ventriloquismo) que guía a los
especial?
noche, cuando contaba tan sólo con cuatro años, me dejaron —antes
por cierto) de The Night Gallery de Rod Serling, llamado "The Doll",
98
basado en el cuento corto del mismo nombre, del gran escritor Algernon
Blackwood.
Recuerdo que la muñeca tenía una cara bastante cuadrada y gorda —nada
abrir con una amplia y maquiavélica sonrisa difusa, una boca repleta de…
“La Muñeca” del relato “vivía” sólo para vengarse de un objetivo predeterminado.
Literalmente, era imparable una vez que tenía a la vista su presa (podía ser
"Es mejor que permanezcan despiertos, coronel" —le advirtió el hermano del
indio muerto durante una visita no deseada a la casa del coronel— "la muñeca
porque, todos los sueños que tenía —de manera recurrente y casi todas las
muñeca. Porque ella era la cosa más aterradora que había visto jamás; con aquel
99
regocijo inalterable y estático, con aquellos dientes afilados que impregnaban
que estaba ahí porque, podía notar esa imparable y asfixiante presencia que me
Sabía que la Muñeca solo tenía que morderme una vez —con su fatal veneno—
aureolas del cristal de sus ojos y en aquella sonrisa maniaca y pétrea, yo sentía
Muchas noches me despertaba gritando sin saber por qué; sin saber si seguía
lloraba y rezaba al cielo: “no me dejes soñar con Ella esta noche…”
mi ático y con una versión del sueño de la Muñeca— me di cuenta de que estaba
soñando, de que no era real. Y me sentí bien porque, era la primera vez que fui
100
agarrándola por una de aquellas paticortas y sucias extremidades hasta que…,
¡se la arranqué!
muñecos de ventrílocuos.
Y yo me pregunto, ¿qué es lo que hace que todo este tipo de muñecos nos
que esto va a ocurrir sin necesidad de que allí, junto al muñeco, se encuentre el
101
—o quizás la esperanza— de que tanto el maniquí como el cadáver se muevan
tan artificial como la del muñeco. En última instancia, todos estamos condenados
a ser tan inertes, tan vacíos, como lo son ellos. Los maniquíes de ventrílocuos
muertos, y eso, los hace aterradores. ¿No estamos todos aterrorizados, en uno
u otro grado, al saber que un día no seremos más que carne inerme? ¿No es
eso más que la paradójica lucha humana —como conciencia colectiva— propia
allí solo…, en lo que podría decirse que es un estado ideal de vacío meditativo.
102
6- Tu nueva novela The Broker of Nightmares (ya en pre-orden), parece
respecto?
ángel de la Sra. Rinaldi ", cuenta la historia de un niño que sufre de pesadillas
campo para que solucione los problemas de su pequeño. Y aquí —y casi por
costes de los anestésicos, junto a las dificultades que existen para poder
obtenerlos.
Hablando de eso, el libro está agotado en forma impresa, pero el libro electrónico
105
También coeditaré una antología de Nightscape Press, junto con los
siguiente:
“... contribuir con todos los ingresos netos a RAICES, una organización benéfica
inmigrantes.
Elegimos esta organización benéfica porque no está bien que el gobierno de los
bien tratar a los seres humanos, sin importar de dónde sean, como seres
poseen los ciudadanos naturales. Porque no está bien separar a los niños de
trabajo en 2019! WFG pagará al menos una tarifa semiprofesional por las
fecha para las presentaciones abiertas y las pautas oficiales a principios del
2019! ...”
Para aquellos que no lo saben, WEIRD FOR GOOD seguirá los pasos de
Alliance y a HORROR FOR GOOD (2012) —que trabajan codo a codo con
106
Esperamos cumplir o superar los estándares de éxitos anteriores, y recaudar
tanto dinero como nos sea posible para que los refugiados e inmigrantes tengan
No podría estar más feliz ni más honrado de trabajar en este proyecto con Bob
fue en su primer Chapbook caritativo, y una tercera parte de todas las ganancias
para RAINN, una línea telefónica nacional contra las agresiones sexuales, y que
También hay una serie de libros en los que aportaré trabajos, uno de los cuales
Entropy. Este libro tiene una tabla de contenido estelar y es de lectura obligatoria.
aprendido a amar y a admirar, tanto por su misión caritativa, como por los
107
Vastarien es una fuente de estudio crítico y
respuesta creativa para el corpus de
Thomas Ligotti
https://vastarien-journal.com
Disoluciones
Obras finales de William Kamen
William Kamen (Perth, 1967 – Oslo, 2021). Las pinturas en esta exhibición
elogios de la crítica.
109
En el arte occidental, una obra suele ser aprehendida por nuestros sentidos
que con cada nueva observación parece fluir más velozmente hacia un punto de
fuga, término clásico del arte que aquí adopta una nueva y ominosa significación.
110
Este encierro voluntario fue la piedra basal a partir de la cual concibió su
volverse uno con la pintura. Las hondas raíces de esta aproximación se comienzan
en su propia mente. Esta fuga se expresa en el cuadro como la viscosa silueta dejada
lanzarse repetidas veces contra el lienzo y golpearlo con su vientre, sus brazos
y empezar a ser en la pintura. Solo sobreviven dos escenas del tríptico, ya que la
Entre 2012 y 2017 Kamen cesó por completo su producción artística para
este período donde se inicia su colaboración con dos anónimos titiriteros (así los
a Kamen la ayuda necesaria para la ejecución de sus tres obras finales, aunque
la única evidencia que respalda esta teoría es la virtual imposibilidad de que las
111
investigadores hacia los dilapidados circos ambulantes y los minúsculos y
titiriteros. Este es apenas uno de los numerosos detalles acerca de los últimos
haber tomado el fácil camino del asesino de masas, armándose hasta los dientes
de las dilapidadas ferias y circos de los suburbios… lugares perfectos para aquel
112
degenerada era la estructura misma de la realidad…. Corrupta, tóxica, y por definición,
perforar el velo y escapar al otro lado. Kamen era claramente consciente de los riesgos
que implicaba su trabajo, pero siguió adelante porque nada podía ser peor que el
aquí y el ahora.
Kamen– abarca la serie final de doce trabajos finalizados entre 2018 y 2021. En
psíquicas sufridas por los curadores de su obra cuando instalaron por primera
creciente horror al que se sometió Kamen en su fuga final desde el aquí hacia el
aterrador tributo a Vincent Van Gogh (el único artista a quien Kamen
113
desmorona inexorablemente cuando se contempla por primera vez la extática,
–– o ––
CATÁLOGO
acceder a la sala.
I Vacío (2018)
70 cm x 46 cm
114
II Silencio de las Mentes (2018)
70 cm x 100 cm
100 cm x 100 cm
170 cm x 100 cm
Piel, uñas y dedo meñique del pie izquierdo del artista, spray acrílico sobre
lienzo.
45 cm x 45 cm
115
Fragmentos de cristal y metal, dientes del artista, óleo sobre piel del artista.
VI Desnudo I (2019)
190 cm x 190 cm
190 cm x 70 cm
Tríptico, 3 x 10 cm x 10 cm
116
IX Desnudo II (2020)
190 cm x 190 cm
Nariz, dientes y labio superior del artista, alambre de cobre, hilos para
40 cm x 40 cm x 40 cm
Huesos disecados del pie izquierdo del artista, en cubo sólido de acrílico
transparente.
200 cm x 200 cm
117
XII Autorretrato/Fuga (2021)
200 cm x 200 cm
al borde del cielo, donde algunos que se creyeron valientes, y algunos otros
los mares de viejos mapas con nombres que ya no quería volver a pronunciar.
mohosas a las que apenas rozaban la luz o el aire, buscaba un lugar al que
120
conseguiría desprenderme del pesar y de la polvorienta angustia. Empaqueté
el coche para poner dirección al lugar en el que podría por fin olvidar.
interferencias en cualquier punto del dial. Las voces metálicas, casi robóticas, se
antojó eterno. Creo que amaneció y anocheció varias veces a lo largo del
rememorando las curvas de la mujer que, en algún momento del camino, dejó
de ser parte de mí. La carretera apuñalaba túneles que habían sido robados a
las montañas, y los abedules, pinos, abetos y enebros, tejían la red oscura y
cuando pasé de largo la montaña con forma de tritón. Estaba solo, pero de
extraña manera me sentía perseguido; quizá por la propia tristeza que intentaba
dejar atrás, o quizá por alguna otra alma sensible que, como una sombra,
buscaba calor lejos de su hogar. En el frío y apagado camino, nada más que
de haber llegado, pero estaba allí. A unos pocos metros, tras un último giro muy
pequeña casa, con tejado a dos aguas sin chimenea. No había puerta para entrar
o ventanas por las que mirar. Una escalera de caracol la circundaba y subía
121
hacia ningún sitio, bordeando el tejado en piruetas y quiebros imposibles. Dejé
para un pueblo tan pequeño. Un templo, ahora impío, ínclito antaño. Vestido con
Revisé mis mapas y mis apuntes. Organicé todo para ver por dónde podría
empezar. Bajé del coche y miré alrededor en busca de alguien a quién preguntar.
tanto>>, <<¿Has vuelto a verla?>>, <<Venga, hombre, anímate, hay más peces
en el mar>>.
una humilde taberna construida en pizarra negra. Aparté una cortina marrón y
oscuro del bar me pareció asfixiante. Casi de oxígeno amortajado. Una mujer
sucio de plástico duro con dibujos tristes. Espantaba a las moscas agitando la
aire y a los jamones que no llegaban a curarse nunca. Se acicalaban las patas,
se las frotaban y se las pasaban por la cabeza, una y otra vez, acariciaban los
122
enormes ojos rojos con las velludas patas, delanteras y traseras, en un baño
seco que se me antojó desagradable. En uno de los rincones, una mujer estaba
sentada. Tenía en brazos a un muchacho; de unos doce años, con la piel pegada
carnero, jugaba solo a las cartas en una mesa de dos patas. Daba largos tragos
de lo que pensé que era vino, me miraba y se rebañaba los labios con una lengua
cuarteada y blancuzca.
podido irse. No lo han conseguido. Ella ―apuntó con la cabeza a la mujer del
mostrador―, también se marchó hace mucho. Quizá fue de las primeras, y abrió
este antro.
Las palabras del sucio anciano seguían fluyendo, entre tragos de vino y
abruptos eructos que llenaban de esputos la mesa y las cartas. Las cartas caían
aquel hombre, pero pensé en lo cansado que estaba del viaje. Atribuí mi estado
perdido. También di por hecho que aquel hombre, ebrio y fermentado por dentro,
estamos para eso; para cuidar que los que vienen, no se puedan marchar nunca.
123
¿Qué te ha traído aquí? ―Y el carnero sonreía mostrando la lengua manchada
de vino.
Una extraña punzada en la parte trasera del cráneo recorrió mis huesos
dientes finos como cerillas y separados como un peine de marfil negro. Ignoré a
espíritu. Sentía imperiosas ganas de salir de allí. El niño me regaló una amarga
al otro lado del pueblo, donde podría descansar y empezar mañana de nuevo.
El largo viaje había agotado mis fuerzas, y no estaba preparado para seguir
caminos que subían y bajaban, empapados por el agua de la triste lluvia perenne.
mojados y sucios por el barro de las botas del labriego. Esquinas, ángulos
con aparente desorden y sin sentido, que se quejaban con un agudo lamento
cada vez que eran pisadas. Las casas habían tapiado sus ventanas para no
124
escuchar los llantos de las piedras, para poder dormir cuando el día y la noche
riachuelos negros que discurrían por el empedrado de las calles. Se colaba entre
la costura de cemento que mantenía unidas las piedras calizas y los cantos
dos matarifes con la piel manchada de carbón. No era un cerdo porque no tenía
morro de cerdo, ni su cuerpo era el de un cerdo; sino que era una masa pálida,
impresión de ser cualquier otro animal con infame sabor, nacido a la sazón de
de lo que podría haber sido un Renault 5 copa turbo. Uno de los de antaño,
aquellos que en las curvas se salían de la carretera, a los que llamaron durante
murieron jóvenes. Nunca tuve uno. Además, ya soy viejo para morir joven.
Más allá, había un puente. Databa de los romanos, o quizá era anterior.
Quizá de alguna otra civilización que no se instaló allí nunca o de alguna que
estaba por llegar. El puente, tenía un ojo enorme por donde fluía, como una
veía en el pueblo. Podía ver dentro de cada habitante. Dejaba al aire las
125
vergüenzas más inconfesables y los temores más arraigados. Me sentí
pudiera mirar sin abrirme antes el vientre. Era un ojo gris y enfermo, cubierto de
una fina pátina lechosa que apenas permitía ver las venas moradas y las
maldad. Lloraba musgo muerto entre los bloques que construyen su antojada
forma, llena de giros y ángulos que desafiaban la lógica, como un trapo escurrido,
desesperado. Cuelgan del puente ramas finas y mustias que acarician el abyecto
amasaba la harina que obtenía al moler los huesos humanos. El afilador recogía
los huesos que el molinero tiraba al río, y con tibias o mentones, fabricaba
Crucé el río mientras las piedras lloraban bajo mis pies. Pasó ante mí una
costaleros y los llantos de plañideras enanas que clamaban por una pérdida que
no era suya. Caminaban hacia el cementerio. Allí quedaban las tumbas de los
126
mausoleos y nichos. Muchos vacíos y muchos profanados; abiertos, esperando
Del suelo brotaban trozos de carne que se enraizaban entre los terrones
húmedos. Los tallos de las plantas, brotaban de la piel, y eran coronados por
figuras de carne muerta, con tacto húmedo de pasa empapada en algún tipo de
secretos, escondían las miserias entre la paja húmeda y las tripas secas, para
los que todos guardamos y tememos mostrar a los demás. Secretos y mentiras
sombra y cobijo a extraños seres parecidos a osos y jabalís. No eran otra cosa
sino perros, gatos, enfermos y deformes. Los cuerpos hinchados de gas y los
espesura del tétrico bosque. Otro animal, con cara de niño, tenía la nariz larga y
meneaba al son de unos pasos con zancadas cortas y torpes que daba con sus
deformes patas traseras. Los rojos frutos del acebo, no eran rojos ni púrpura. Ya
127
no quedaba color ni brillo en su hastiado aspecto de negro fruto deshidratado.
estado anímico, tal vez por mi estado físico o mental, pero una serenidad
por las tristes callejas, bajo la suave lluvia, que susurraba nombres que no
sosegado y con ganas de quedarme allí para siempre, alcancé a ver la casa de
huéspedes.
Entré en la casa. Pequeña, de una sola planta, pero con las suficientes
campana con el badajo de hueso. Paredes vestidas con papel pintado en verde
hombre delgado con mirada aciaga atendió mi petición. No necesité ayuda, había
Tercer piso>> me indicó el hombre con voz sombría, casi de espectro. Subí las
tercer piso, estrecho e infinito, donde más de cien puertas conducían quizás a
más escaleras. Giré el pomo de la segunda puerta del tercer piso, y allí estaba,
128
en el centro de la habitación. Tan ansiada y tan deseada. Empujé mi cuerpo
denso hacia ella y me desplomé. Caí sobre la cama con el sonoro crujido de los
muelles oxidados.
algunas horas o todas las horas de varios días. No había luz que pudiera entrar
por donde había una ventana tapiada. No me importó y seguí tendido en la cama,
cansado, pero ver una sombra moverse a los pies de la cama, me hizo alzarme
más sombras que se movían por la habitación, que se acercaban con pútrido
suelo y por el techo. Unas densas sombras más oscuras que la noche infinita.
mecánico, el recepcionista del hotel y los matarifes, los perros y los gatos, los
vez más lejano suelo. Todos. Intentaban atarme a una extraña noche pegajosa
que salía de las puntas de sus dedos. Unos hilos negros y densos que intentaban
129
cada día seguiría siendo el mismo y no tendría que preocuparme por encontrar
motivos por los que vivir. Mis pies se fundían con esa masa pringosa y negra. Mi
abandonados de cualquier galaxia en los que echar una última siesta infinita. Vi
la cara de aquel muchacho que había visto en la taberna, con la mirada perdida
Vi que sus fuerzas por salir a flote habían sido devoradas por esta cómoda
miseria y olvido que intentaban pudrir mis piernas. Entre gritos y lamentos, los
Querían mandarme de vuelta al remolino del que tanto me había costado salir.
eternas mientras frotaba con dureza la piel moribunda. Salí a la calle, y los trozos
de aquella baba oscura, caían bajo la lluvia, junto a lo que pensé durante mucho
tiempo que era mi piel. Caían pedazos de farsa, resbaladizos, que se perdían en
los charcos, dejando al aire la evidente realidad. Bajo esa piel, estaba mi
verdadero yo, anulado, en cuerpo y espíritu, durante meses por la forma de aquel
hombre que tanto daño me había hecho en tantas ocasiones. Tras de mí, corrían,
cada vez más lentos y pesados, todos los abandonenses, haciendo maullar de
130
dolor a las piedras y despertando al ojo del puente anterior a los romanos. Se
aglutinaban poco a poco. Crearon una extraña forma, algo que quizá todo el
remoto que para mí era imposible de entender. Una idea tan retorcida, que no
era capaz de escurrirse entre los pliegues de mi lóbulo frontal para llegar a lo
más profundo, al centro desde el que se me dictaban las reglas ya escritas del
casi invisible; pasa de largo sin que seamos capaces de interiorizarlo. Eso me
de insidiosas masas amorfas que intentaban construir una imagen ante mí. Era
pertenecía, del que nunca formé parte y del que quería huir sin compartir. Mi
Metí los índices en los ojos y comencé a tirar con fuerza hacia lados
opuestos con cada mano. La piel de la frente se comenzó a tensar para rasgarse
en finas líneas de carne unidas por venas y arterias, que no eran mías, sino
suyas. Seguí tirando para rasgar la cara y el pecho, para seguir quitándome de
131
cuerpo que había atormentado mi existencia. Había quedado ahora a la luz una
verdad más terrorífica que todo lo que había contemplado hasta el momento.
Aquel cuerpo, tenía su cara. Su maldita cara. Sus gestos y sus recuerdos
con mi nombre. Aquel cuerpo de hombre, de pie frente a mí, guardaba todos los
mundos que vivimos juntos. Seguía teniendo aquel brillo apagado en los ojos. Él
recordaba mis finos y sedosos labios, conocía casi todos mis secretos y los
territorios vírgenes. Aquel hombre al que le había dado todo, me castigó con una
tristeza, egoísmo y odio, sabiendo que ya no podía hacer nada para verme caer
comprendí por fin aquellas formas grotescas que seguían aullando como
chacales al otro lado del puente. Los pobres y miserables habitantes del pueblo
huecas. Muchos antes que yo, vinieron aquí y consiguieron desprenderse de las
presencias que los sumían en la negrura. Dejaban allí los cuerpos de sus
impedir que otros, como yo, pudieran olvidar y empezar de nuevo. En otras
132
abismo de repeticiones absurdas, en las que cometer cada día el mismo error,
en falsas esperanzas y en certezas que no llegarían nunca, sin poder salir del
cuerpo de quien los había dejado atrás, quizá hacía muchos años ya. El juego
redimida y renovada. Dejé a aquel ser despreciable por fin en el abandono que
dispuse a marchar, a otro sitio nuevo en el que empezar, sin sentir el miedo de
ojos. Puse rumbo a El olvido para poder llegar hasta mi misma. Recordé las
palabras del carnero con un escalofrío lleno de tristeza. <<Algunos nos hemos
133
El mito de la caída
en tres relatos del ciclo onírico de Lovecraft
Introducción
decadencia de los seres humanos en el ciclo onírico de H.P. Lovecraft, así como
tipificar y conectar los casos en que esto ocurre. Para ello, analizaré tres relatos
cortos: «Los otros dioses» (1933), «La maldición que cayó sobre Sarnath» (1920)
Como dice José Manuel Losada (2008: 254), el infierno es el lugar al que
pertenece el ángel caído. Este infierno puede ser representado como la muerte,
Puede que no seamos ángeles, pero también podemos caer y encontrar nuestro
Lovecraft.
Adán y Eva del Edén, la caída de la humanidad desde la edad dorada hasta la
mundo se volvió más cruel, y los humanos más violentos, con cada descenso de
probablemente, el tema más universal en todas y cada una de las culturas del
mundo (ya que afecta a todos por igual independientemente de las costumbres
136
de cada sociedad), deberíamos prestar atención a la forma en que este tema se
estos temas en su ciclo onírico. Estos son de especial interés debido a que los
primarios más allá de cualquier filtro, con lo que deberían resultar particularmente
cuestionarnos cuál es la diferencia entre los tres mitos elegidos. ¿Cómo describe
El primero de todos, el mito de Ícaro, nos cuenta una historia sobre un jóven
tan orgulloso que ignoró las advertencias de su padre sobre volar demasiado
cerca del sol, lo que hizo que la cera que mantenía sus alas unidas se derritiera.
exterminadas por culpa de los pecados en que todos sus habitantes han
su hibris, sino una sociedad entera que comparte un pecado colectivo, así como
137
El mito del Edén nos habla de otro tipo de caída: en este caso, de un estado
la fruta del árbol del conocimiento (la clase de conocimiento que trae la edad, la
En este caso, no es la hibris (es decir, el orgullo) lo que propicia la caída de los
Hibris y declive
establecer, ya que, tal como señala S.T. Joshi, estas historias siguen un
138
esquema muy básico de pathos (1996: 227). Sin embargo, hay algunos matices
El hibris que podemos ver en «Los otros dioses» es la fuerza narrativa central
que mueve la acción, al igual que en el mito de Ícaro. Los protagonistas de ambas
historias se encontraban en una posición donde podrían haber elegido una vida
hombre más sabio del mundo y conocía casi todos los secretos de los dioses,
mientras que Ícaro tan solo tendría que haber seguido las instrucciones de su
hizo dejar de lado la virtud y la razón para alcanzar cimas que les estaban
vedadas: Barzai quiere ver a los dioses de la tierra con sus propios ojos, e Ícaro
quiere llegar a volar tan alto como el sol. Éste defecto trágico es el
Ícaro muere ahogado entre las aguas, mientras que Barzai es víctima de un
tormento cósmico.
o profeta (Frye 1957: 216) que intenta advertirles de los riesgos que corren.
Dédalo, el inventor de las alas con las que Ícaro y él debían escapar de Minos,
advierte a su hijo de que no vuele demasiado cerca del sol ni del mar; mientras
139
advertido de los riesgos que conllevaban sus acciones, su castigo habría sido
injusto, y la estructura del mito y del relato no sería la de una tragedia causada
por un defecto personal, sino una en que los personajes son pharmakos, víctimas
protagonistas.
Según la tipología descrita por Northrop Frye (1957: 150), el agua y el fuego
cera de las alas de Ícaro, y son las aguas del mar donde encuentra su muerte.
nieve, la bruma y los densos vapores que impiden la escalada al monte Hatheg-
Kla. Podemos ver, así, que el agua representa una barrera insuperable para que
los personajes alcancen sus metas: Ícaro quiere sobrevolar el mar para escapar
Hatheg-Kla son los que dificultan a Barzai alcanzar a los dioses que anhela ver.
La imagen del invierno también está presente, y no solo por el hecho de que
ambas historias sean tragedias. En «Los otros dioses» no es difícil ver la mano
del invierno a través de la nieve y el frío («El camino era pedregoso y resultaba
Sin embargo, es más difícil ver la relación que tiene el invierno con el mito de
Ícaro. Aquí debo recurrir a la tesis de Adrian Bailey, cuando argumenta que la
caída literal de Ícaro representa la caída figurada del sol, como una analogía de
140
la imagen del declive del sol y el final del año (1997: 124). Podemos ver, por
ambas historias.
anagnorisis, donde Barzai e Ícaro se percatan del error que han cometido, y es
hablado antes: Barzai emite «gritos tan terribles que nadie sería capaz de
instante atroz» antes de reconocer a los otros dioses como «Los dioses de los
que está a punto de recibir su castigo: «Ese maldito, ese condenado abismo…
«La Maldición que cayó sobre Sarnath» es una obra que ha sido analizada
principalmente para criticar las actitudes racistas de Lovecraft (Joshi 2004: 221-
enarbolan contra el autor, Joshi argumenta que aquí Lovecraft está en realidad
condenando el racismo). Sea esto cierto o no, está claro que éste no es el único
aspecto de interés.
Los habitantes de estas aldeas eran una gente malvada e injusta; la sociedad
entera estaba tan sumida en el pecado que se nos dice que, de haber habido tan
142
—¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya
lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay? […] No se enoje mi Señor,
pero permítame hablar una vez más. Tal vez se encuentren solo diez…
—Aun por esos diez no la destruiré —respondió el Señor por última vez.
Pero los ángeles enviados por Dios no pudieron encontrar ni siquiera diez
Otro detalle que conecta ambos relatos es que los habitantes de ambas
haberlos cometido. En Génesis 18: 20-21 se nos dice que «El clamor contra
bajaré, a ver si realmente sus acciones son tan malas como el clamor contra
También existe otra relación, casi circunstancial, que asemeja aún más estas
Génesis, mientras que los hechos de «La maldición que cayó sobre Sarnath»
tienen lugar «en los años inmemoriales en que el mundo era joven». Esto
143
confiere a ambos relatos de una cualidad primitiva, enfatizando las
La figura del augur o profeta también está presente en este mito, pero se trata
si la ciudad realmente estaba tan corrompida como Dios había oído hablar.
«Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos» habían rodeado
termino «sodomía»). Al hacer esto, los aldeanos no solo están vulnerando las
leyes de Dios, sino también las humanas, ya que no han de herir a ningún
hombre que se hospede bajo su techo (Génesis 19: 8). Después de contemplar
Gomorra por el pecado, los ángeles ordenan a Lot que huya de la ciudad junto a
los demás sufrieron el castigo divino: «Entonces el Señor hizo que cayera del
cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a esas
ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del
vía para redimirse; pero el hecho de que la destrucción de esta sociedad ocurra
144
durante el milenario de la destrucción de Ib deja claro que Taran-Ish trataba de
del fuego y el agua. Como hemos visto, Dios hizo llover fuego y azufre sobre
inmenso y tranquilo que ningún río alimenta, y ningún río fluye de él», con el que
parecen tener una conexión especial. Y es desde ese lago, mil años después de
aniquilaron al rey Nargis-Hei, a los nobles y a los esclavos, sino que la ciudad
quedó sumergida bajo las aguas: «Donde en otro tiempo se levantaron murallas
de trescientos codos y torres aún más altas, ahora se extendía solo la orilla
pantanosa».
145
La caída en desgracia
Las similitudes entre el relato del Edén y «La búsqueda de Iranon» son
evidentes a la par que sutiles. Está claro que en ambas presenciamos una caída
no es tal.
absoluta. Tienen todo lo que puedan necesitar, son amados por Dios, y todo es
perfecto. Vemos aquí una correlación con la vida de Iranon, pues la niñez que
podríamos así argumentar que tanto el Edén como Aira son representaciones
celestiales del Paraíso. Para hacer aún más ahínco en el carácter divino de
Iranon, se nos dice que «Iranon cantó por la tarde y, mientras lo hacía, un
anciano rezó y un ciego afirmó ver una aureola sobre la cabeza del cantor».
¡Oh, Aira, ciudad de mármol y berilo, cuántas son tus bellezas! ¡Cuánto me
encantaban las cálidas y fragrantes arboledas del otro lado del hialino Nithra,
y las cascadas del pequeño Kra que fluía por el verde valle! En aquellas
146
Y en la ciudad había palacios de mármol jaspeado y teñido, con cúpulas
fuentes cristalinas.
hablar de ella sin extasiarse». Dado que Aira es tan solo una construcción idílica
siga creyendo en ella, cantando sobre ella, y buscándola. Es por eso que, con el
paso de los años, «El pequeño Romnod creció y su voz chillona se tornó grave,
aunque Iranon era siempre el mismo [...] De modo que llegó un día en que
Romnod pareció mayor que Iranon». Iranon no solo parece más joven, sino que
envejecer.
Aunque eran felices en el Edén, Adán y Eva hicieron algo que no debían:
tomaron el fruto del árbol del conocimiento para ser iguales que Dios, a pesar de
que éste les advirtió de las consecuencias: «Puedes comer de todos los árboles
del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer.
se hizo esperar: «¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos
comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas,
que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al
147
Finalmente, la enfermedad y la muerte caen sobre Adán y Eva, igual que le
ocurre a Iranon: todos ellos mueren por culpa de su caída de un estado de gracia
verdad). Podríamos decir que esta historia es una alegoría de la caída, ya que
más puro, una imagen de la perfección del mundo antes de que lo corrompiera
Por otro lado tenemos la imaginación de Iranon. Al final del relato se revela
que él era en realidad el hijo de un mendigo. Es probable que hubiera tenido una
vida muy dura; tenemos pruebas en el texto de que tuvo que lidiar con gente de
mente cerrada que vivía solo para trabajar o para entregarse a placeres banales.
amigo Romnod), él no envejece un solo día. Él está libre de todos estos males,
148
porque aún se encuentra en el Edén; un Edén que no se identifica con Aira, sino
intentado igualarse a él. Fue entonces cuando él reconoció a Adán y Eva como
autoridad moral que enjuicia la actividad del ego, y a Adán y Eva como el ego.
siguiente información:
Oh forastero, he oído desde luego el nombre de Aira, y los otros nombres que
hijo de un mendigo muy dado a extraños ensueños, que urdía largas historias
que le conocíamos desde su cuna aunque él creía ser hijo de un rey. Era
atractivo, como tú, pero un poco chiflado y lleno de ideas extrañas; siendo
149
pequeño se escapó en busca de quienes pudieran escuchar con agrado sus
canciones y sus ensueños. ¡Cuántas veces me cantó sobre países que nunca
río Nithra, y de las cascadas del diminuto Kra. Siempre decía que vivió allí
superior: su propia razón, el entendimiento de que las palabras del anciano son
no solo se centra toda la acción en Iranon, sino que también es él quien la crea.
Adrian Bailey también propone una interpretación alternativa al mito del Edén:
según él, algunos académicos han identificado a la serpiente del Genésis con
Eva (1997: 152). Si éste fuera el caso, veríamos un acto de autodestrucción: ella
150
a uno de experiencia con el paso de los años); esto es exactamente lo mismo
madurez, la sabiduría; por tanto, el fruto de éste refleja la marea del tiempo que
catalizadora del árbol del conocimiento con el viejo pastor en «La búsqueda de
Iranon», ya que son sus palabras las que abren los ojos de Iranon y provocan el
estado de anagnorisis.
Conclusión
151
tenue luz de estrellas moribundas. Éstas también desaparecerán. Todo
como los movimientos de las partículas elementales […] Todo lo que existe
«Él mismo reconocía su extraña atracción por los cementerios y los edificios
antiguos, así como su aversión a los otros seres humanos» (Tyson 2010: 80; mi
más íntimas de una cultura, y las obras artísticas son la interpretación personal
de los mitos, no nos ha de extrañar que la obra de H.P. Lovecraft contenga una
visión tan pesimista de la existencia humana. Es por esto que las obras que
mucho que ver con las experiencias traumáticas que sufrió. Aunque la causa del
colapso nervioso que le tuvo encerrado en casa durante 5 años (Joshi 2004: 81)
no ha sido aclarada aún, podríamos argumentar que tuvo mucho que ver con su
152
18 años, en la transición a la vida adulta», cuando «abandona la escuela
secundaria sin graduarse» (Hernández de la Fuente 2017: 49). Puede que fuera
su cabeza. ¿No fue éste momento, en que Lovecraft pasó de una infancia feliz a
entre Iranon y Lovecraft. Lo mismo se podría decir de otros personajes del ciclo
onírico:
murió (Joshi 2004: 256). Este suceso no solo destrozó al autor, sino que le hizo
contemplar la idea de suicidarse (Lovecraft, citado en Joshi 2004: 256). «La llave
153
en el mundo que le rodeaba. Por eso construyó un universo onírico donde
abundaban los símbolos, las criaturas y los mitos que había estudiado con
ahínco cuando era niño, aquella época en que, según nos cuenta, «adquirí una
fuera la única forma de volver a ese pasado glorioso, a ese estado de inocencia,
154
Bailey, Adrian (1998), The Caves of the Sun. Londres: Pimlico.
Frye, Northrop (1957), Anatomy of Criticism: Four Essays. Princeton, New Jersey:
Princeton University Press.
Hernández de la Fuente, David (2017), Lovecraft [Una mitología. Materia Oscura editorial.
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Tyson, Donald (2010), The dream world of H.P. Lovecraft: His life, his demons, his
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Bernard J. Leman
Me di cuenta de que era un bicho raro en cuanto llegué a la capital. Aquí, los
te acercan por detrás y posan sobre tu nuca una mano que introduce un témpano
de hielo por tu espina dorsal, en un gesto que ellos interpretan como el supremo
signo de confianza.
espera de él. Los papeles están fijos y se reparten bien temprano. Si quieres
pertenece a ningún lugar. A ninguna otra persona. Sus miradas traslucen una
158
ciudad, conseguí encontrar una plaza en la Unidad de Neonatología del Hospital
Alquilé este pequeño apartamento en los suburbios. Una mole grisácea de pisos,
frente a una plaza de cemento abarrotada de críos por las tardes. Un territorio
colonizado por las palomas. Las fachadas manchadas con sus heces agrias. El
ambiente saturado del polvo de sus plumas. El aire abarrotado con sus gritos.
las patas callosas por decenas, tras los cristales. Si te descuidas, irrumpen sin
Yo me ofrecía para hacer sus guardias a cambio de futuros favores. Éstos, por
descontado, nunca llegaron. Tras sus palabras de ánimo podía detectar una
capacidad de la planta se había visto mermada por los recortes de gasto público,
fruto de la crisis económica. Mi puesto no era más una plaza eventual, registrada
159
como apoyo excepcional, dadas las circunstancias. Los ingresos de pacientes
En tales condiciones, el trabajo era duro. Hace falta tener mucha vocación. Más,
sin duda, de la que yo podía simular. Con el tiempo, deja de afectarte. Llevas un
rincón.
código genético que pudieran reducir la esperanza de vida de los recién nacidos.
Sus visitas se fueron haciendo cada vez más frecuentes, como era natural. Tenía
una voz agujerada y áspera, con la que disfrutaba torturándome empleando una
160
Era una chica pequeña y flaca, apenas tangible. Su flequillo rubio se balanceaba
sobre su frente como una avispa sobre el barro. No buscábamos nada el uno del
otro. Pero sus provocaciones habían tocado alguna tecla dentro de mí. Era
sentía aceptado por una figura de poder. Me rendí a ella sin oponer resistencia.
—Hoy mi jefe me ha insinuado varias veces que fuera a su despacho con una
sorbiendo el final de un granizado por una pajita. Algo así. Suspiraba y sorbía.
Una cosa repugnante. Llamé a la puerta y paró. Pero no contestó. Volví a llamar.
esperé a que se fuera y me colé dentro. No vi nada raro. Pero los botes de los
161
fetos conservados en formol, que guarda en su estantería, estaban
desordenados.
Sólo entonces la sed remitía, y se iba saciando a medida que nuestros diálogos
hacían progresar sus historias por senderos cada vez más tortuosos.
***
Unas dos semanas después, pasó una temporada con mucho trabajo. Apenas
caerse.
bastante. Lo primero que pensó fue que había tenido algún fallo en el estudio.
162
Pidió a un viejo compañero, a punto de retirarse, que replicara el análisis. Daniel,
manera artificial. Necesariamente. Ella había conseguido aislar sus efectos, pero
colapsar los procesos vitales del sujeto presente. Una evolución forzada.
por no poder cerrar el estudio con conclusiones más sólidas, o, cuando menos,
163
Aquella noche se emborrachó y no volvió a pronunciar palabra. La masturbé
recabar nuevos datos que pudieran arrojar algo más de luz a su estudio.
la intención de tomar cinco muestras de entre los recién nacidos que habían
mantenía en penumbra. Los pocos fluorescentes del techo emitían una luz azul,
seca y fría. Fui sacando los sujetos de las cámaras, de uno en uno. Los pinchaba
una grieta en la pared del fondo, una abertura en la esquina superior, por la que
movía de una manera orgánica. Como una llama. Que yo supiera, el depósito
estaba situado al fondo del sótano del hospital. No debería haber nada ahí
fondo. Era un sitio estrecho. Me golpeé la cabeza un par de veces con el techo.
Nunca había estado dentro de una de esas. No me pareció tan mala idea entrar
164
La cámara era bastante más profunda de lo que parecía. Para llegar al fondo
tenía que meterme entero. Me asaltó entonces el temor a que alguien cerrara la
puerta detrás mío, y echara el cerrojo. Sería una muerte agónica y prolongada.
Definitivamente incómoda.
La pared del fondo estaba fría al tacto, y cedía al empujarla. No era más que una
cielo de oro líquido que me rodeara en todas direcciones hasta donde alcanzaba
compuesta por una sustancia vaporosa, una especie de gas o líquido hecho de
luz, y atravesado por vetas y manchas algo más oscuras en lento movimiento,
como los cielos tormentosos de los planetas gaseosos. Me froté los ojos y volví
la mirada a la cámara. Permanecía tal cual la había profanado. Volví a ojear por
el hueco. Miré hacia abajo, pero aquel cielo de oro era igual en todas partes. La
Me sentí mareado, inmerso en una eternidad dorada sin final ni principio, sin
pude distinguir, en algunos puntos, unas esferas oscuras, que flotaban sin una
165
dirección concreta. Las más cercanas parecían inmensas y estaban rodeadas
círculo negro que las absorbía. Desde allí era imposible determinar su tamaño,
pero estaba seguro de que era enorme, gigantesco. Un agujero negro. Era
un ojo gigantesco.
silencio. Todo ello me hizo perder la noción del tiempo y del espacio. En un
invadieron los nervios. No había nadie en el depósito, pero decidí salir de allí
cuanto antes para no levantar sospechas. Antes de meter la bandeja con el bebé
muerto, eché desde allí un último vistazo al fondo de la cámara. El plasma dorado
seguía allí, y la luz se derramaba desde el hueco metálico como la lava brotando
entre una grieta. Cerré la cámara con pestillo y la penumbra se adueñó del
depósito. No quedaba ni rastro del resplandor. Salí de allí con mis muestras. El
que entonces interpreté como una cúpula de plasma dorado. Una parte de mí
alucinación. Sentía una necesidad poderosa por volver. Por confirmar la realidad
166
casa, intenté apartar aquellos pensamientos de mi mente, rodeado por la
***
Cuando llegué a casa me encontré que teníamos visita. Era un hombre alto, muy
atrás. Estaba de pie en el salón, charlando con ella, un poco encorvado. Ella le
solamente. No duró mucho. Caí en desgracia, como muchos otros, por las luchas
Universidad.
167
Daniel paseaba lentamente mientras hablaba, midiendo mucho sus palabras. Yo
no entendía muy bien adónde quería ir a parar. Pero siguió hablando, cada vez
—El objetivo del Vacuo Germinalis era materializar el vacío. —Se detuvo,
entre las partículas de la materia y que forma parte indisoluble de ésta. El vacío
que ocupa más espacio que la materia misma. Que surge de ella. El vacío
vacío es omnipresente, como el Dios cristiano ¿Os dais cuenta? Rendían culto
al vacío. Una locura ¿no es cierto? Aquel viejo había sacado unos rituales
168
Según él, eran el precedente de algunos de los oficios que la Iglesia Católica
obligaron a…
nosotros.
—El germen del vacío. Diseñamos un germen, una nueva semilla. Un ser
monstruosidades...
—Alcanzar una expresión genética pura del ser primigenio. Un ser que fuera la
expresión del vacío absoluto. Algo así, decía el viejo, sería instantáneamente
169
activar una modificación, y dirigir su desarrollo por las sucesivas generaciones,
hasta el destino final, o el Individuo Cero, como lo llamaban. Podía llevar cinco o
las manos, crujiendo los nudillos—. Todos esos niños muertos. Proceden de allí.
sí. Algunos sobreviven. —Me pareció vislumbrar un brillo en sus ojos—. Yo les
he perdido la pista. Pero estoy seguro de que ellos lo monitorizan todo. Andaros
con cuidado.
Nos miramos con escepticismo. Costaba encajar una cosa así. Yo hacía grandes
plasma dorado, a la que mi mente volvía una y otra vez. Acepté con desdén su
preguntaba, si fuera cierto, quién podría pertenecer a aquel grupo. Era de locos,
como él había dicho, pensar que podía existir un culto de esas características
170
practicándose entre los miembros de la Universidad. Sumido en mis
Apenas hablamos aquella noche. Ella estaba muy callada. Pensativa. “¿Te das
de todo lo que Daniel nos había contado, la cúpula me parecía un sitio lejano,
atracción poderosa por volver a la cúpula dorada. Una atracción que no se iba
mitigando con el paso del tiempo. Cuando por fin caí dormido, soñé que volvía
allí y me lanzaba al cielo dorado, flotando allí dentro, sin dirección ni objetivo,
silencioso como una de aquellas esferas rodeadas por tentáculos. El ojo se agitó
***
171
Al día siguiente volví al depósito en cuanto pude. Abrí la cámara. El resplandor
seguía allí.
Se me escapó una sonrisa. Aquello me hacía sentir especial. Era mío. Mi cúpula.
llamaba desde fuera. Pensé que me me habrían visto. De nuevo, la voz dijo mi
nombre, esta vez más alto. “Sé que estás ahí dentro”. Un sudor frío recorrió mi
cuerpo. ¿Cómo podría explicar esto? No tenía escapatoria. “Soy Daniel”. Aquello
Daniel no miraba a la luz. Tampoco al niño muerto junto a mí. Me miraba a los
ojos. Directamente. Una mirada reflexiva. Como si quisiera decirme algo. Sin
podía tocarse.
172
No contesté. En su lugar, miré atrás, a la cámara abierta. La luz dorada se
Daniel había llegado a la bandeja que tenía frente a mí. Seguía señalándome
con el bisturí.
—Apártate de ahí —dijo con voz ronca y la cabeza gacha. Percibí entonces un
brillo en sus ojos negros. Parecían de plástico. Los ojos de un muñeco siniestro,
—No me mires así. ¿Crees que te debo una explicación? Quizá sí, quizá te deba
una explicación....
Había llegado a la puerta. La abrió del todo. Su figura torcida se cubrió de lado
con aquella intensa luz dorada. Noté un brillo reflejado en su ojo izquierdo.
173
—Nunca me fui del grupo ¿entiendes? Sigo en él. Yo he diseñado a todos esos
Algún día llegará la encarnación. Nuestro amo. Y ese día… ese día…
agarrar la mano que sostenía el bisturí, pero la apartó antes con un movimiento
Tú. Podrías tener hijos. Tú podrías ser uno de ellos. Quién sabe —miró a la
cámara entornando los ojos. Su cara se relajó. Percibí algo de tristeza. En aquel
momento no entendí nada. Estaba perplejo por todo aquello. Por Daniel. Por su
sus fuerzas. La plancha cayó, y un chorro de luz cegadora se proyectó sobre mí.
Daniel aullaba y reía. Parecía un niño. Miraba la inmensidad dorada que tenía
174
El fogonazo me cegó. La sala seguía en silencio. Me pareció estar dentro de una
entrar por hueco. Una bola negra y brillante, como un globo de goma. Después
de dar un par de botes, consiguió entrar. Avanzó por el interior con sus
actividades con disimulada diligencia. Pero mi cabeza estaba en otra parte. Las
depósito. Paré antes de abrir la puerta. Intenté calmarme. Entré con precaución.
***
Ella volvió a casa tarde. Se tumbó a mi lado. Encendió un cigarrillo. Daniel había
hablado con su jefe. Le había confesado que ella le había pedido que hiciera una
175
revisión de su estudio. Le dijo que él había encontrado graves errores en su tesis.
dejar su trabajo.
Le pregunté por Daniel, y entró en cólera. No quería saber nada de aquel viejo
pensamiento. Me reconcomían los celos por aquel tipo, que había conseguido
entrar allí. Y había cerrado la puerta Yo sólo había podido vislumbrar durante
cadáveres.
Ella siguió fumando. Durante horas. Yo caí dormido enseguida junto a ella.
Estaba extenuado. Las emociones del día habían podido conmigo. Tuve un
sueño ligero, lleno de pesadillas. En una de ellas, yo volvía a casa de mis padres,
enorme taller subterráneo. Había hombres trabajando allí, vestidos con monos
Aquello era enorme. Me perdí entre los coches. Me topé por sorpresa con un
enorme camión junto al que estaba Daniel, vestido con su sucio mono azul. Del
176
coche salían dos patas dobladas, como un pollo desplumado. Sólo que aquéllas
resorte, muy alarmado, pero con la mente aún aletargada. Corrí sin pensar, hacia
el lugar del que venían sus gritos. Di la luz, y la vi al final del pasillo. Se encogía
detrás de una gran sombra que agitaba una mano sobre ella, arriba y abajo,
sujetaba el brazo derecho con su mano izquierda, que estaba enguantada. Las
facciones, el color del pelo, eran los suyos. Pero su piel era lisa y de un color
caoba, que resplandecía bajo la luz del pasillo. Me miraba con sus refulgentes
ojos negros. Parecían más grandes. Enormes y brillantes. Ella se retorcía debajo
directamente a su cara. Ella interponía el brazo. Él lo rajaba sin piedad. Sus ojos
177
Me lancé contra él, sin pensar, y con un movimiento imposible de su brazo
izquierdo me empujó por el cuello, hasta que me estampé contra un armario. Caí
instante.
dolía el cuello, por el golpe y la postura forzada en que había caído. La busqué
por toda la casa, pero no quedaba rastro de ella. Ni siquiera su ropa. Sólo las
Una paloma aleteaba contra el cristal de la ventana. La luz azul del amanecer
***
Ni ella ni Daniel volvieron a aparecer por el Hospital. Nadie supo qué fue de ellos.
178
la excusa de interesarse por mis emociones y el destino de mi compañera,
Ayer, cuando volví a casa, me fijé en dos figuras sentadas en los bancos de
Me extrañó. Allí no solía haber adultos. Al subir a casa, los observé desde la
ligeramente hacia delante. Después de hablar con la otra, levantó su rostro hacia
mí. Estaba oscuro, pero aún se reflejaba la escasa luz en su piel caoba y brillante.
Asentía, mientras la otra figura le decía algo. Luego ella también levantó su cara
hacia mi ventana, y pude intuir su rostro, marcado bajo su flequillo por varias
No los he vuelto a ver, pero cuando salgo a la calle tengo la impresión de que
dónde estoy. A veces no puedo evitar recordar sus últimas palabras. “Podrías
179
ser uno de ellos”. Y no encuentro ninguna razón en contra. En mis sueños se
alternan las pesadillas del brillo apagado de su piel caoba con imágenes de la
cúpula dorada. Sueño que vuelvo a ella. Que me sumerjo en ella. No puedo
Creo que es lo más conveniente. Aquí ya no tengo nada más que hacer.
propios pasos, desvaídos cuando los contemplaba huir tras de mí, los que
quizás, quién sabe, había sido víctima de una lobotomía de última hora, por
181
intimidad que se intuía: Los muros de los inmuebles se inclinaban hacia los
adormilado. Y tal como se doblaba el cemento esponjoso que las formaba, así lo
un paisaje que amenazaba con la fragilidad del hielo, retándome a romperlo con
un examen visual antes que usando el roce de unos dedos ya inservibles, pues
la carne había sido profanada por trabajos demasiado prosaicos para aquella
habitantes de los bulevares que florecían entre aquella telaraña urbanística: las
sombras.
182
Durante un corto lapso de tiempo no supe que parte de la urbe pertenecía a mi
vida pasada y cual al sueño, algo que en el fondo me entristeció. Y ahí empezó
condenadas a la extinción.
en esa glorieta se había concentrado hasta formar una presencia entre intangible
una salida honrosa de ese deambular infinito? Ni tuve ni acumularía los arrestos
Un local destacaba por encima de todos, una tipografía arcaica rezaba que era
inconsciente los sonidos de quitina contra cemento, asomé la nariz por una de
183
las aspilleras que violaban la fachada. Cierto, la construcción no era interesante
privilegiado sobre la más larga de las paredes, mera ruina de papel y argamasa
prédica fue lo que convirtió ese mesón en algo especial. «Nuestros platos no se
pueden comer». Las exquisiteces más absolutas a este lado de la mentira tan
sólo debían observarse a riesgo de ser expulsado del local, como si un nuevo
Adán hubiese caído por accidente entre un festín de manzanas prohibidas. Sin
lugar a dudas era el lugar perfecto para abandonarse al placer definitivo de los
arrastrarme hasta la calle por la que hube alcanzado esa glorieta maldita. Fue
durante aquel deslizar sobre las aceras gelatinosas que pude concretar otros
184
Podrían haber sido las lágrimas acumuladas sobre los cristalinos de mis ojos,
impacto, icor y cristal se fundieron creando una única superficie, con la misma
en actos de maldad. Fue como si la ciudad alcanzase aquella vida que le era
de la mía. El resurgir llegó usando la furia como heraldo, haciendo gala del rencor
rugosa giraron cientos de ojos hasta la calle, creando una jaula invisible que
nocturno hubiese abierto sus puertas únicamente para los sonámbulos. De todos
185
hasta los confines dibujados por un horizonte de rascacielos que crecían y
Mis carceleros rechazaban la huida como medio para subsanar los errores de
Allí estaban:
cabellos nevados…
Niños esbozados por una mano hiriente, que los invocaba desde la confusión de
Muñecos adoptando poses de perdición que yo mismo había escrito cuando era
más joven…
tegumento a ascender para abultar sus frentes, como si mis ideas bullesen
que buscaban algo dentro de mí. Tal vez esperaban robar el calor que, a buen
objetivo con la inexorabilidad del torturador medieval. Creando una mano gélida,
186
antes que seguir atestiguando aquel ritual incompleto. Plantaron las semillas de
como abono.
pude comprobar que todas y cada una de las ventanas desnudas mostraban a
por el frío, entonaron una especie de advertencia. Jamás fui capaz de retenerla,
de rellenar sus huecos de colchón hueco. ¿Por qué debía ser yo el objeto de
aquella tortura cuando mi deambular tenía un origen accidental? ¡Idiota, ese giro
nuestro breve tiempo. Aquel acto, el final de la obra, supuso otra nota a pie de
página dentro de una historia que todos, más tarde o temprano, debemos contar
como tributo a esas verdades mayores imposible de contradecir, por mucho que
187
Parpadeé, parpadeé, parpadeé… lo hice hasta llorar, ya que movimientos más
esa ridícula polis. A diferencia del proyector de un cine, las imágenes eran
Entonces, sometido a un estallido, un leve picor que carcomía poco a poco mis
nervios oculares, fui iluminado como si una centella hubiese nacido dentro de
No era otoño, no era martes, era un momento eterno e indefinido donde una
edificios que eran neuronas, y demostrando que el único que estaba maldito era
188
Lugares de
Sheila Moreno
remedio.
191
Subió las escaleras hasta la sala de espera que había tres pisos más arriba,
apenas tardó un suspiro en hacerlo. En cuanto estuvo allí, sus pies querían
dirigirse hacia la habitación de la anciana, aunque sabía que primero tenía que
hablar con su hija que le esperaba en una sala de familiares al otro lado de las
habitaciones de la residencia.
Él afirmó con la cabeza al tiempo que ofrecía su mano sudada y con apenas
alguno y se sentaron.
192
—Sí —dijo él intentando no discutir el uso de aquella palabra—. El médico
insistió que era bueno estimular la charla y realizar ciertas tareas sencillas para
hacía ejercicios un par de horas al día, pero aquello no era suficiente y la falta
me hago cargo de los gastos de este lugar, que no es que sea muy barato. No
empatía y solidaridad con la anciana, aunque ahora casi agradecía que hubiera
ocurrido así, si hubiera recibido más visitas tal vez la relación con ella habría sido
más distante.
Tenía otros pacientes, pero su madre me generaba cierta ternura. Tan frágil, tan
una ocasión se dirigió a mí, quería que me acercara a ella y le contara algo.
Quizás me confundió con un hermano o un primo, pero me gustó hablar con ella.
193
No lograba imaginarse un encuentro como aquel, lleno de gente, cuando la
mujer que él conocía vivía sola y postrada en una cama. Se le hacía raro pensar
en una comida o una cena copiosa rodeada de mujeres con rasgos parecidos a
—Al principio utilizaba mis descansos para charlar un poco con ella —
continuó explicando—. Cada sonrisa, cada palabra, o cada gesto amable que
me dedicaba, era una especie de recompensa por estar ahí con ella.
—Nunca.
allí reunidos. Aunque al hablar, aquella mujer parecía más nerviosa que
enfadada.
hacia que la cabeza se le embotase, haciendo incluso que le costase pensar con
banales, simple cháchara de ascensor sin otro pretexto que el de hacerle una
194
La mujer abrió la boca para interrumpir de nuevo, quizás volver a excusarse
por algo al que nadie le había pedido una explicación, pero la cerró al instante.
el hombre haciendo caso omiso del gesto que acababa de ver—, a medida que
similar?
—Pues es una mujer muy inteligente —dijo el hombre al que las palabras
¿Interesante, verdad?
—Me empecé a guardar pequeños ratos para hablar con ella, momentos
fuera de mi horario laboral que utilizaba sólo para intercambiar unas frases. Pero
en dos años la enfermedad ganó terreno a su cabeza y apenas podía decir cuatro
o cinco palabras sin atorarse, y mucho menos recordar qué palabras había
195
pronunciado pasados unos minutos. Yo seguí haciéndole compañía, pero me
quedaba nadie.
aquella planta. Los sentidos del antiguo auxiliar se agudizaron para moverse
hasta allí como tantas otras veces lo había hecho. Pero enseguida recordó que
negó con la cabeza al tiempo que hacía un aspaviento con la mano para quitarle
importancia.
veces ocurre, un recuerdo del pasado sale a la luz, se canta la letra de una vieja
canción… Su mutismo de los últimos meses dejó paso a la pregunta: “¿eres feliz
quería hablar del tema importante, aunque una parte de él quería culpar al
olor que avecinaba la tormenta, pero la veía en el cielo, esperando desde hacía
horas, acechante.
196
—No eran más que delirios —aclaró la mujer con una mirada furiosa—. Su
a cualquier otro paciente le hubiera dicho cualquier cosa para que se quedara
—Es que ella tenía razón, estaba harto de la vida que llevaba, en vez de
Había sido una liberación para él haber dejado aquel trabajo. Tan poco a
poco se había acostumbrado a realizar esas tareas, que no se dio cuenta del
infierno en el que estaba hasta que no estuvo metido de lleno en él. Al principio,
cuando se quiso dar cuenta, aquel vaso tenía tanta sal que podría mantener a
que daba sentido a su vida y con su mente apenas funcionando no podía evitar
explicaría por qué repetía su nombre una y otra vez sin cesar cuando usted
197
recordaba casi más que a nosotros, su familia, que tantos años pasamos a su
quedaban ancladas en un punto y les era más fácil ahondar en algo sencillo
como un nombre y repetirlo que recordar algo querido y que había sido mucho
más importante a lo largo de su vida. Pero ambos sabían que ninguna de esas
de manera distinta.
mujer—. Cuando el abogado nos llamó para decir que el testamento había
cambiado. ¿Cómo era posible que lo hubiera hecho si apenas tiene memoria
para recordar lo que hizo hace diez minutos? ¿Cómo logró que antes de perder
el control sobre sí misma llamara a su abogado e insistiera para que usted fuera
su único heredero?
legaba gran parte de sus ahorros cuando ella muriese. Era de locos.
—¿Para eso estamos aquí, no? Para que deje por escrito que deniego de
todo esto, que no quiero ni una mísera moneda de ese dinero, que por otra parte
no he llegado ni a tocar.
—No pensaría que se podía quedar con los ahorros de una mujer con
demencia ¿no?
198
Le daba igual aquel dinero, a él sólo le interesaba la charla, aquellas
conversaciones a las que se había vuelto adicto, no podía pensar en otra cosa,
espejo de viaje.
No hubo mucho más que decir, pero tampoco daba la impresión de que la
hija de Paola quisiera seguir hablando con él. El abogado le mostró toda una
ni a las exposiciones del abogado ni a lo que hablaba con la mujer. Firmó los
papeles en las casillas habilitadas para ello, dejando de ser el único heredero de
una anciana, para cedérselo todo a otra persona que decía ser la hija de la
La mujer asintió con la cabeza sin hacerle mucho caso, estaba más
199
centro: Ancianos arrugados cuya cabeza había empezado a estar
que les dejase de funcionar la mente, sino que tal vez habrían trascendido de
alguna manera que los demás no eran capaces de ver. Aunque en su interior
replegada sobre sí misma, muestra del tiempo que llevaba sin moverse. Habían
conseguido que se mantuviese sentada en una silla, pero su cabeza caía sobre
sus hombros sin apenas mantenerse erguida y sus manos parecían ramas de
con otra persona, pero le gustaba que aún pudiese decir oraciones con
de preguntas y respuestas que tantas otras veces habían llevado meses atrás.
200
—Es fácil adivinar qué vas a hacer cuando tú eres un producto de mi
mente.
Aquella frase la dijo con total tranquilidad y tanta convicción, que no daba
la impresión de haber dicho algo carente de sentido. Era mucho más fácil aceptar
que la cabeza de alguien funcionaba mal cuando este señalaba con un dedo y
gritaba que otra persona era el demonio, que cuando sus palabras eran
calmadas. No había siquiera rastro del tono tembloroso que solían tener los
ancianos.
cuando trabajaba allí. Si veía que empezaban a moverse en círculos sin sentido,
siempre podía cortar la charla cuando él quisiera, como tantas otras veces.
boca de la mujer.
—Es mejor existir en la mente de alguien que no existir ¿no? —dijo ella
Tamborileó sus dedos sobre la mesilla que había al lado de su silla y, cuando
recordó que la anciana no era más que una mujer enferma, volvió a hablar.
201
—¿Cómo es que conozco a su hija entonces? ¿Cómo he podido firmar la
ni siquiera existo?
habitación. Él por su lado se sintió culpable, tal vez había sido demasiado directo
Aunque en el fondo ese era el motivo por el que había ido a verla: hablar con la
cualquier persona.
Cuando comprobó con tristeza que la anciana ya no tenía nada más que
decir se levantó de la incómoda silla de plástico para las visitas. Posó su mano
sobre el brazo de la anciana y dio un ligero apretón casi una caricia a modo de
hija, mi abogado, son recuerdos de cosas que hice y personas a las que conocí.
Como cuando discutí con mi hija porque no quería que ella se quedara con mi
herencia estando yo todavía viva, ella entonces hizo un trato con mi abogado
obligándome a firmar. Una vez los hechos se convierten en recuerdos que sólo
están en tu mente ¿qué diferencia hay entre un recuerdo y algo que te has
porque cada vez me cuesta más distinguir entre lo que es real y lo que no.
202
No supo qué contestar a las palabras de la anciana mujer. Los delirios
Sabía que algún día tendría que pasar, pero daba las gracias de que fuese
cuando él había dejado de trabajar allí, no le gustaba ver cómo las personas se
marchitaban como flores arrancadas. Le resultaba menos duro sus silencios que
anciana—. Incluso haber discutido. Todos hablamos con nosotros mismos más
di forma a mí misma para poder hablar con alguien estando tan sola, pero mi
despedirme de ti, es decir de mí. Quiero decir adiós a lo que soy ahora antes de
—No, lo que te digo es cierto. ¿No has notado nada raro a tu alrededor?
¿No te has dado cuenta de que no sabes nada de ti mismo? ¿Quién eres?
Las últimas palabras las pronunció gritando tan fuerte que una auxiliar se
El hombre movió los dedos desde la puerta sin hacerle apenas caso a la
encontró al otro lado del pasillo sin apenas darse cuenta. Notaba su corazón
203
bombeando sangre a toda velocidad. Su conversación no se había dirigido de la
en las palabras delirantes de una anciana en sus últimos días, sino que el diálogo
Cuando fue a salir a la calle, el frío que hacía en ella hizo que se subiera el
cuello del abrigo hasta casi la nariz y se colocara la bufanda. Había dejado de
cuántos días de nieve llevaban, si seguía así pronto ni las quitanieves podrían
hacer su trabajo.
idea de a dónde dirigirse ni por qué tendría que ir a otra dirección que no fuese
Se quedó un rato allí, sin saber qué hacer. Hasta que algo en su interior le
hizo darse la media vuelta y regresar sobre sus pasos hasta la residencia donde
conversación.
204
Coge una batidora y mete dentro a una trabajadora social, una educadora
infantil, un buen puñado de libros, mucho terror, y quejas. Limpia la
sangre y ponle unas gafas: el resultado que queda es Sheila.
siempre con la luz encendida. Una sola religión, un solo país. Los robots
207
Soy hermafrodita y muchas otras cosas. Pero ellas me eligieron por ésta
alguien que accionase las sillas, a cualquier hora, pues ellas tenían la costumbre
de estar activas sólo los sábados por la noche. La campaña de márketing iba a
botón verde. Si no, uno rojo. Cuando apretaba el botón verde se oía un fuerte
ruido y las cadenas eran liberadas. El sujeto, con una sonrisa en la cara, se
208
apretaba el botón rojo se abría una trampilla en el suelo y el paciente, con silla y
todo, era engullido por un pozo del que nunca pude averiguar el fondo.
1. ¿Qué era esa excreción tan valiosa de los botes y para qué lo querían
ellas?
Soy Kira, la bruja del norte. Junto con nuestras hermanas, los cristianos
Muchas de nosotras creíamos que era solo un mito inventado por los sucios y
un niño en un psiquiátrico. Él nos explicó que el viejo río Fusdien estaba a punto
fría estaba el último paradero conocido de la Baba Yaga y, entre sus cosas, las
209
instrucciones para construir la silla de extirpación. Compramos lo materiales en
la tienda de donde nunca entra ni sale nadie y la probamos con un niño. Dejó
estaba resultando duro, pensé que la gripe era la culpable. Pero, mientras me
● Sí, parece que lo han escrito las mismas que inventaron la silla. ¿Cómo
Por supuesto que, nada más subirme los pantalones, tomé el tranvía al puerto.
210
pana y con cartera de cuero. Profesores universitarios, pensé, los conocía bien.
Los dos leían libros en lenguas muertas, aunque uno estaba firmado por un
Después de esta noche, ya no necesitará usted religión, arte o ciencia. Aquí está
211
Suena “Gymnopedie n 7” (Erik Satie). El telón se levanta y una gran marioneta
inmóvil, vestida de payaso, ocupa todas las tablas. Poco a poco baja, desde el
techo, suspendida por cuatro cuerdas, una de las famosas sillas de extirpación
poco.
al ver la marioneta gigante que, dicho.sea de paso, tiene dos cuchillos en las
Suena “Lux Aeterna” (György Ligeti). Todo está oscuro, sólo se oye un
carne, carne no viva, carne animada que repta por el suelo, movimiento artificial
gusano. Fragmentos de lo que antes había sido cuerpo entero, un yo, con un
nombre. Fragmentos que ahora bailan el baile cósmico. Una música tocada por
212
movimientos, puedo deducir su ritmo, el ritmo del porqué de las cosas, más
en vez de retroceder, los abraza, los besa e incluso algunos intentan copular con
esperanza acaba.
Modelado del Padre Rodrigo. Exorcista, teólogo y campeón del mundo de Ping
yo, morando entre mi tumba y una semivida, lo comprendo todo. Todo empezó
213
en el que iba a ser mi final. Había sacrificado tener una família y una vida para
buscar, en los libros, cuál era el sentido de la vida, la muerte y, en general, del
universo. Setenta años después, sólo era un triste gordo solitario y maloliente.
Un frasco entero de mis pastillas parecía la salida más rápida y fácil. Solo, en mi
buhardilla, sin nota de despedida iba a tomarlas cuando apareció ella o él, no
sabría decirlo. Era todos mis anhelos hechos persona. Una mezcla del yo que
hubiese deseado ser y de todas las amantes que no tuve. “Hola Padre”,me dijo
con una sonrisa,”antes de hacer eso, y no piense que no le digo que no lo haga,
nosotras mismas le mataremos.” No tenía nada que perder y, además, esa mujer
por todo aquel público extasiado. ¿Qué tenían ellos que yo no? ¿No me lo
creía. Pero resulta que la forma de quitarme la vida iba a ser mucho más sutil
“Ven con nosotras. Trabajando dos semanas en la Torre Roja podrás ser un
Así que me mandaron, en un coche de caballos, a través del páramo gris hasta
la Torre Roja. Una vez en su muro exterior, como no tenía puerta, el chófer y yo
tuvimos que excavar un túnel con pico y pala. “Bienvenido a la fábrica”, nos dijo,
214
al asaltarnos, un pequeño y crispante señor nada más salir de agujero. “Me
llamo Ribello, y le voy a enseñar las oficinas de la tercera planta, donde trabajará
fabricamos.”. Estaba bastante cansado y sólo quería dormir, así que respondí:
“Es usted muy amable, pero empezaré mañana, de todas formas la oficina ya
debe estar cerrada. ¿No?” Su bigotito blanco dio un respingo: “Aquí tenemos un
horario indefinido, así que, AHORA, es el momento. ¿No querrá acabar como su
argumento no me quedaba otra que subir a la oficina. Allí había como tres mil
de los cisnes cocainómano se tratara. Llegamos a una mesa vacía, con un papel
en blanco y me dijo: “Aquí está su sitio. Ellas quieren los mejores artículos de
broma. Cuando haya diseñado cuatro que sean aptos para fabricarse en serie y
ser repartidos, desde fetos hasta tumbas, podrá ser transformado en híper -
organismo”.
No les voy a describir los siguientes cincuenta años. Ahora, desde esta no-
que siempre eran rechazados con la misma frase: “Poco gracioso.” La motivación
era un misterio, había pasado de querer suicidarme a tener una meta en la vida.
Más bien, cuatro metas, que llegaron de imprevisto el día que cumplí ciento
veinte años. Ese día ,toda mi rabia por no haber entendido el sentido de la
215
existencia se volvió irónica resignación. Me desperté a mí mismo a carcajadas.
guiñol que duraba, exactamente, una vida. Los cuatro primeros artículos de
verde para los bigotes de los señores astrónomos que observan el cielo
en el parque.
Vino hasta mi mesa una chica joven, llena de tatuajes y sin pelo. Soy la
216
Soy Hikomo. Sólo en las fronteras es donde, hoy en día, se puede encontrar
algo de libertad. El resto del universo es una zona gris, con personajes grises e
las sucias perras brujas, sirvientes del gestor. Así que yo me callo, pongo buena
cara, me afeito de pies a cabeza (quién sabe por qué extraño motivo le tienen
y uso mi vieja nave clase “Escolopendra” para repartir sus inútiles cachivaches
por el cosmos.
priori, sencillo: llevar uno de los artículos de broma de la Torre Roja hasta la
frontera norte del sistema Gliese, donde debía entregarlo en la tumba de un tal
un fiesta que tenía programada con “las ayudantes” del gestor. Pero cuando
me contó una historia increíble, algo así como que la tumba se había deshecho
o desaparecido de golpe.
drogas y, casi todo el mundo, me decía que el único que podía saber algo era un
217
tal doctor Klatt, que parecía haber conocido a Ascrobius en vida. Klatt tenía casa
tenía una nave. “Puede apostar, doc. Si me lleva hasta la tumba de Ascrobius,
de la señorita Hikomo. Este informe es el último que grabo. No creo que nadie
La misión empezó de una forma extraña. Hikomo embarcó con un doctor (aún
que sólo se escuchaban cascabeles, pero luego me di cuenta que eran una clase
ultraoídos todo el universo conocido. Mucho más de lo que nunca había tardado,
218
Encontré el tintineo de esos cascabeles, como quien encuentra un castillo en la
playa en diciembre, hecho por niños locos. Sólo seis años luz, hacia la periferia
del supercúmulo local. Tres días de viaje con Hiroko cada vez más nerviosa y el
de datos.
creciente aumento del calor y la densidad del vacío. De hecho, cada vez era
menos vacío y más sopa primordial eléctrica. Plankton cósmico, podríamos decir,
colgando de sus trajes. Hasta dónde puede apreciar una máquina como yo, ése
podríamos decir, pero, claro, ésa es una metáfora hecha por un algoritmo
pensante, y no se adapta a “eso”. Puesto que era una máquina blanda sin
219
Puesto que la descripción del programa de la nave no queda clara, voy a
modelar al doctor Klatt y a Hikomo. Espero, con ello, saber qué encontraron allí
fuera, en el espacio.
sagrado que puede estar alguien como yo. Estoy ante el sultán del caos, el que,
sólo con pensarlo, desató la existencia como un río de lava que devora la
Azathoth, el informe. Tiene millares de ojos de todos los colores y formas, todos
Bocas y fauces se abren y sonríen, babean como un niño idiota, pues está
lobotomizado, y por ello el universo a salvo. ¿De qué color es? Sólo una vez he
toda una familia y, de paso, la cordura de todo un pueblo. Aún así, no puedo
describirlo. Sueño que es el color que cambiará el azul de la tierra. Un día irá
las chucherías que comprais por algo que muerda. Llenará las comidas de los
y ella, y espero que me acoja en sus brazos. Que me sorba será como si
todos aquellos que me habéis maltratado. ¡Adiós, hipócritas! Voy a ser comido.
220
Soy Hikomo. Se suponía que debía encontrar, aquí, la famosa tumba de
Ascrobius para poder, por fin, realizar la entrega. Pero aquí sólo hay un loco,
tuerto y baboso, tocando la flauta. Por si fuera poco, ni siquiera sabe tocar, y de
la combinación de su aliento y sus dedos sólo salen exabruptos sin sentido. Así
que ni creo que eche de menos su flauta. Además, algo valdrá en la tierra.
Los pocos que han quedado nos han dado la misión de localizar a un ser en el
221
Psicólogo, músico, escritor y profesor de robótica en
Daidalos.education. Además, si se lo propone, es capaz
de cocinar tortilla francesa.
Actualmente vive en una cabaña, apila piedras para hacer otra algo más grande
y espera a que crezcan las patatas que plantó en agosto.
*Nota del autor: Los nombres y las descripciones de los artículos de broma han sido creados jugando
al “cadáver exquisito” con mi hija mayor. De hecho, creo que las descripciones de Ligotti, en el cuento
“La Torre Roja”, de los objetos que fabricaban, son la perfecta extensión del surrealismo. Pues toma
de él la absurdidad de la realidad más real de lo que solemos considerar la realidad (lo superreal), y lo
imagen.
225
En Providence (2015-17), publicada por la editorial independiente Avatar Press,
gráfica que toma sus relatos como base y los lleva, en cierta manera, al propio
terreno artístico del Moore, manteniendo, en todo caso, su esencia original. Por
bajo el prisma creativo e ideológico de su autor. Moore fusiona sus ideas con las
la vez que bucea en sus miedos y frustraciones. Moore, a lo largo de esta novela
entender este fenómeno del escritor de Rhode Island, como algo discontinuo y
Providence nos habla del viaje del joven periodista Robert Black por Nueva
Inglaterra.
226
Black es un periodista homosexual afincado en Nueva York, pero oriundo de
Milwaukee, en los jóvenes Estados Unidos de los años veinte. Su gran objetivo
es escribir una extensa e inspirada “gran novela americana” que trate de explorar
ambienta en 1919.
del color sepia como recurso indicativo de tiempos pretéritos por parte de Moore.
Con este objetivo, Black viaja por diferentes regiones y ciudades de Nueva
Hikmah al Najmiyya y escrito en el siglo VIII por el árabe Khalid Ibn Yazid
Lovecraft, parece volver demente al lector que lo toma en sus manos, como lo
hacía el famoso Rey de Amarillo, obra de teatro ficticia que el escritor de fantasía
relatos.
El Kitab que busca Black está estrechamente relacionado con un grupo ocultista
llamado La Stella Sapiente (La Sabiduría de las Estrellas), una orden que
227
encuentra su similitud en ordenes esotéricas como los Rosacruces, la Orden
Hermética del Alba Dorada o incluso en los masones. Destacamos que este
conoce, se derrumba a medida que avanza por una Nueva Inglaterra cada vez
visita en la novela gráfica, algo que ya hizo con Londres para su novela gráfica
Northhampton natal, llegando a alegar que conocer tan bien su propia ciudad, le
hace conocer también, en cierta manera, cualquier otra región del globo.
1955:
228
“El estudio de las leyes precisas y los efectos específicos del entorno geográfico,
los individuos.”
conceptualización geográfica que está muy ligada a la reflexión interior, algo que
país, como por ejemplo el tejado a dos aguas. (ARELLANO, F (2017): “H.P.
En el primer capítulo, ambientado en Nueva York, Moore trata “Aire Frío” (1928)
229
domicilio particular. De hecho, el recorrido de Black por Nueva York y la dirección
direcciones reales de la ciudad. El New York Herald, periódico para el que Black
[1]: Fachada del edificio donde albergaba sus oficinas el periódico Herald para el que trabajaba
Black. Se encuentra coronada por la estatua de Minerva, de eléctrica mirada. El edificio (demolido
en 1921) estaba localizado entre la Sexta Avenida y Broadway, hoy en día en este lugar se
remite inevitablemente al relato conocido como “El Horror de Red Hook” (1927),
230
con la visita de nuestro periodista a Flatbush, barrio que forma parte de Brooklyn.
Marblehead, en Massachusetts.
En El Miedo que Acecha, Black abandona Nueva York para visitar Salem, la
flashback con alusión a la ley seca, acaecida en 1919. Una de las viñetas, de
hecho, hace referencia a una foto histórica que se tomó en Nueva York, 45th
Street, al Este de Broadway, en el área del Madison, cerca del domicilio particular
la intención de entrar y consumir alcohol, algo que les fue denegado de un día
para otro. Sin embargo, la fotografía original en la que se basa fue tomada
historia. Este aspecto nos habla del rigor y esfuerzo por parte del autor británico
231
en el proceso de documentación histórico y periodístico utilizado para dar una
sobre Innsmouth” (1936). Las vistas de los exteriores de la ciudad costera, con
simultaneidad del lugar. Esta obra, junto a The Courtyard (2003), conforma un
Orne, con Marblehead como base para la localización ficticia conocida como
en Neonomicon.
En el sueño posterior de Black, el cual se nos muestra hacia el final del capítulo,
Por otra parte, las viñetas en las que observamos el holocausto de la gente pez
232
referencias a estos seres descendientes del dios Dagón, que se adentran en el
inspiró Lovecraft para situar la trama de “El Horror de Dunwich” (1929). Su título
rural de Athol. Black atraviesa el puente principal de la ciudad, sobre el río Millers.
porta el hombre mayor del cuadro American Gothic (1930), obra de Grant Wood
(1891-1942).
233
A medida que Black conoce a los Whetley y se deja
Sentinel en Athol.
poema de Lovecraft: “La Antigua Senda” (1917), como premonición del destino
234
En el capítulo quinto, En las Paredes, título que hace referencia a “Las Ratas en
las Paredes” (1924), Black visita Manchester (New Hampshire) buscando el Kitab
y el meteorito del que habla Lovecraft en otro relato: “El Color que Cayó del Cielo”
con cuerpo de rata y cabeza humana Brown Jenkin, de “Los Sueños en la Casa
de la Bruja” (1933).
existe un original del libro del Kitab, la perspectiva en primera persona ofrece
una vista extraída de una fotografía de dicha institución, la cual existió realmente
Miskatonic.
Se habla de que la casa de la bruja está situada en Goffs Falls, una cascada
Brook. Hector North, a quien Black conoce dentro de los muros de la universidad,
235
cómplice Montague, como hace el propio West en el relato de Lovecraft. La casa
Por otra parte, la aparición por primera vez de Elsepeth Wade en el puente
McGregor [4] supone una clara referencia al personaje Arsenath Waite, de “El
propia vida, algo que ocurre del mismo modo en Providence con sus personajes
análogos.
236
[4] Vista del puente MacGregor de Manchester, donde Black se cruza por primera vez con
Elsepeth Wade.
relatos de Lovecraft.
familia que vivía en la casa más cercana a donde este impactó, los Foresters, el
237
también nos habla del abuelo del escritor, Whipple Van Buren Phillips (1833-
1904), líder de la Stella Sapiente, el cual ideó el plan de casar a su hija Sarah
Susan Phillips (1857-1921) con Scott, con el objetivo de cumplir la profecía del
redentor, que no es otro que su nieto: Lovecraft. Black empieza a saber de esta
El Abismo del Tiempo, guarda relación con el relato “La Sombra de Otro Tiempo”
(1936). A su vez, habla de cómo cambia la concepción temporal para Black tras
que en el relato fue poseído por una entidad de otro mundo y sufrió una pérdida
Wade.
biblioteca tras leer el libro, vuelve a reunirse con Elsepeth Wade (Ettiene Roulet),
238
En El Cuadro, Black viaja a Boston en busca del artista Ronald Underwood
amigo, Frank Belknap Long (1901-1994), que le inspiraron para escribir “La
Calle” (1920).
gente tras un misterioso incidente. Black observa una obra de Pitman que
captura dicho suceso, en donde los gules se llevan a la gente a sus guaridas
bajo tierra, para devorar sus cadáveres. Al final del capítulo, Black conoce a uno
de los gules, el Rey George, bajando al sótano de Pitman. Los túneles a los que
algo que sucede en el relato de Lovecraft conocido como “El Ceremonial” (1925).
Pitman afirma que estos túneles, por otra parte, guardan relación con los
239
En el octavo capítulo de Providence, Black conoce a Randall Carver, el personaje
y Carver se hace alusión a “Más Allá del Muro del Sueño” (1919). También hay
referencias a la tierra de Mnar de “La Maldición que cayó sobre Sarnath” (1920).
La experiencia onírica de los 700 escalones que sufren Black y Carver hacen
referencia a relatos como “Lo que trae la Luna” (1923) o la novela corta La
referencias aspectos científicos en relación con la física, como la teoría del gato
de Schrödinger.
240
cerca del histórico Hotel Vendome de Boston. Observamos otras localizaciones
hábilmente este episodio real de la vida del propio Lovecraft como contexto para
es la misma a la que hace referencia el relato “La Casa Evitada” (1928), donde
vivió durante unos años la tía de Lovecraft, Lillian Delorah Phillips (1856-1932),
241
En una caminata de Black con Lovecraft, estos pasan ante la casa donde el
[5] H.P. Lovecraft en el cementerio de Saint John. La primera escena del décimo número se
242
Lo mismo sucede con la de su abuelo, que inquieta profundamente al periodista,
Black regresa muy preocupado a su hotel para escribir una carta a su amigo, el
policía neoyorkino Tom Malone, sobre lo que cree que está sucediendo a su
Black da a entender que Bierce ya está en otro plano, lo que trata de explicar su
hoy en día.
orden. Es en este punto de la historia, los pasajes del diario secreto que el
Durante esta andadura, en la que Black se ha enfrentado con el lado más ignoto
cuaderno de viaje que a su vez hace función de diario personal. Como lectores,
243
de forma considerable la propia narración de los hechos de Moore en la narración
gráfica.
“El neologismo hiperstición, surge del choque entre el prefijo “hiper” – más allá-
Con la afirmación de Johnny Carcosa “El ahora es antes”, la literatura del escritor
244
final de los Dioses Exteriores. Innsmouth solapa a Salem, la ciudad de
Moore nos revela el vínculo entre Providence y las dos referencias lovecraftianas
mago del caos al cumplir cuarenta años y desde entonces la magia y el ocultismo
han sido una de sus principales fuentes de inspiración, algo que podemos
que resaltar que el británico se autoproclamó como mago del caos cuando
la palabra para ofrecernos una novela gráfica que parte del corpus literario y
245
manera detallada, con una destacable labor de documentación detrás. Se
de ficción. Moore desliza una hipótesis al lector: ¿Todo lo que escribió pudo
nórdica y durante cierto tiempo simpatizó con los ideales del nazismo. A raíz de
los ejemplos citados, podemos decir que Moore se siente cómodo en el mundo
246
Providence, por tanto, se constituye como una de las más inspiradas obras de
pone el énfasis en mostrar hasta qué punto Nueva Inglaterra, con su geografía,
para crear sus historias y darles un sentido definido. Por otro lado, Providence
reescribe, reinterpreta y especula con su trabajo y con la propia vida del autor,
adaptar.
247
- ARELLANO, Francisco. (2017): H.P. Lovecraft. La Vida Privada. Madrid, La
Biblioteca del Laberinto, 434 p.
- CARTER, Lin. (2017): Lovecraft: Una Mirada a los Mitos de Cthulhu. Madrid, La
Biblioteca del Laberinto, 229 p.
- CORTINA, Álvaro (2017): “Miedo y Asco en Nueva Inglaterra”. Revista Leer, 285,
14-17.
- LOVECRAFT, H.P. (2007) Narrativa Completa, Vol. II. Madrid, Valdemar, 960 p.
- SPRAGUE DE CAMP, Lyon. (2002): Lovecraft. Una biografía. Madrid, Valdemar,
1008 p.
- JOSHI, S.T. (2013): I am Providence: The life and times of H.P. Lovecraft. New York,
Hippocampus Press, 1176 p.
WEBGRAFÍA:
https://factsprovidence.wordpress.com/
El beso
de la
salamandra
Osvaldo Reyes
Víctor levantó el fajo de papeles que tenía en la mano y pasó las páginas
suficiente.
escena de una película de terror. Una casona de dos pisos, descuidada y vieja.
Una cerca de hierro, sus barras pintadas de lo que en algún momento fue el color
negro, bordeaban la propiedad. La zona no era ni por asomo pudiente, pero esa
casa destacaba como una rata en un gallinero. Lo que en otras casas era grama,
aquí era un herbazal que le debía llegar a las rodillas. Varios periódicos atados
251
tapizaban la escalera de la entrada, muchos de color amarillento por el sol y otros
tan mojados por las inesperadas lluvias de la temporada, que serían imposibles
de leer. Las ventanas estaban cerradas y alguien las había pintado de negro por
dentro. La puerta era de color chocolate oscuro sin vidrios ornamentales y, a esa
ladrillos que conectaba la calle con la entrada. Tal fue su sugestión que se
escuchó suspirar con alivio al pasar por encima del último de los escalones.
cajita dorada ostentaba una bocina y un pequeño botón. Asumió que debía ser
temió que estuviera averiado. Lo empujó varias veces más, sin respuesta.
***
propia seguridad, sino por la del mundo entero. Ese conocimiento no debía caer
252
¿Todavía te aferras a ella? su propia mente le recriminó, el peso del
tierras por defender una mentira y descubrir una verdad que no quería salir a la
luz.
con una cueva de pequeño tamaño. No había salida, excepto por la que había
caminado. ¿Cuánto tiempo llevaba bajando? Por lo menos un día. Tal vez más.
era más que una representación de su mente. Una sugerencia de como debieron
darse los hechos que lo llevaron a esa situación. Sin embargo, era tan real. Aun
escuchando el mismo sonido? Fue hasta que se hizo la pregunta que se percató
***
253
Cinco minutos después, una voz saturada de estática resonó.
Casa equivocada.
no tendrían que regresar en otro momento y todo sería más engorroso, por no
abandono.
más dubitativa.
Yo estoy muy bien dijo la voz tajante. Puedo valerme solo, gracias.
prometo.
254
Tania arrugó la frente y sus labios se rectificaron. Tenía un trabajo que
y la policía. No era del todo cierto, pero solo quería asegurarse de que
estuviera bien. Tenía muchas otras cosas que hacer. No debe preocuparse.
quien podía estar seguro con los crujidos de la bocina. No me pueden hacer
nunca lo veían salir, el que estuviera pasando hambre o muy enfermo era una
suposición hasta lógica. No los culpaba por querer estar seguros. Los viejitos
***
Iván Romano apoyó la frente contra la puerta, sus dedos apenas tocando
todavía recordaba cómo se hacían las cosas allá afuera, en el mundo de las
255
Si eso pasaba, sería su fin.
***
Si los dejo entrar preguntó la voz más calmaday ven que todo está
caso.
siguiera.
Con la luz que entraba del exterior pudieron ubicar los contornos de lo que
parecía ser un pasillo y una segunda puerta a su derecha. Víctor deslizó las
manos por las paredes y al no encontrar lo que buscaba, habló en voz alta,
No hay dijo la voz desde la bocina que habían dejado del otro lado
256
Tania miró a Víctor sin comprender. Su compañero, en respuesta, avanzó
un par de pasos y abrió el baúl. Metió la mano y sacó dos pares de lentes de
Tania, que lo tomó como si fuera un objeto venenoso que pudiera cobrar vida en
cualquier momento.
casa, lo harán siguiendo mis reglas. Si no, pueden volver a salir cuando quieran.
***
que todos eran senderos para las salamandras. Solo había una forma de
Los dos discutían sobre qué hacer, sus voces apagadas acelerando el
tuvo con un ser humano. Con Trevor, la noche que las salamandras lo
alcanzaron.
***
257
Tania insistió Víctor. No me gusta esto. Deberíamos irnos y
si trataban de regresar otro día, bien podía ser demasiado tarde. Sus sueños ya
que esto implica dijo alzando los lentes. No hay luz aquí y si tiene que usar
esto, tal vez tampoco adentro. ¿Cómo come? ¿Dónde guarda sus alimentos? Si
algo le pasa, ¿cómo llama por ayuda? No podemos irnos sin saber qué está
pasando.
lógica de su compañera. Asintió y se colocó las gafas, gesto que imitó Tania.
Antes de bajarlo sobre sus ojos, pusieron sus celulares y llaves en el baúl y lo
cerraron.
258
deslizándose sobre metal los hizo girar la cabeza a tiempo de ver como la
Era una sala común, con una mesa comedor, un par de sillas y dos vitrinas
de vidrio y metal. A lo lejos, lo que parecía ser la entrada a una cocina. No había
igual, pero lo dejó pasar. Por única respuesta se levantó y se acercó. No llevaba
gafas, pero evitó todos los obstáculos en su camino, sin aflojar el paso. Víctor se
quitó sus gafas, pensando que era parte de un truco, pero se las volvió a colocar
casi en el acto. La oscuridad era tan profunda que perdió el equilibrio y el aire
el equipo en su cabeza que esa negrura absoluta que devoraba toda su realidad,
Claro que no. Hay luz en toda la casa, es solo que yo no quiero usarla.
¿Por qué?
259
Iván alzó los hombros. En casi un susurro dijo: No comprenderían.
Dejémoslo así.
sorpresa, el lugar estaba limpio. Sin platos por lavar o comida regada por allí.
ansiaba ver cubrir cada rincón del lugar, falló en manifestarse. Un sudor frío
Tania, su corazón latiendo más lento, pudo distinguir que la nevera estaba
llena. Hambre no estaba pasando, eso era seguro. No solo por las provisiones,
sino por el hombre que habían ido a visitar. Era un señor mayor, rayando los
que no pudiera hacerse cargo de sí mismo. Todo muy normal, con una pequeña
excepción.
¿Por qué? ¿Por qué le quitó el foco? ¿Por qué no quiere usar la
electricidad de la casa?
sin ayuda. Si eso es todo, tal vez quieran invertir su tiempo con otra persona que
sí los necesite.
260
Hablamos con su médico, el doctor Dayan. Según sus notas, usted no
saben es quitarme el dinero con exámenes. Aquí estoy muy bien, gracias.
Eso fue lo que nos dijo el doctor Dayan cuando le preguntamos que
esperar. Que usted sufría de un miedo irracional a las sombras y que no quiso
tener una vida más normal, fuera de aquí. Con algo de luz.
¡Jamás! y el grito los tomó por sorpresa. Víctor tomó una pose
defensiva y Tania giró por completo para poderlo ver al rostro. Sus rasgos
Cerró los ojos y respiró con calma varias veces. En poco tiempo su rostro
Estoy bien. Cada quince días un mercado local me trae los víveres de
que les dejo en el baúl. Un arreglo práctico y que ha funcionado hasta ahora.
261
Tania suspiró exasperada. Antes de tener la oportunidad de decirle algo
No comprendo una cosa. ¿Cómo puede vivir así? Pensé que le tenía
miedo a la oscuridad.
Iván Romano agachó la cabeza. Tanía quería gritarle, pero Víctor le hizo
señas para que lo dejara hablar. Con una voz suave, dijo: Si no me dice, no
Sí, claro que tiene solución dijo levantando los brazos y señalando a
su alrededor. La oscuridad.
dirigió a la puerta de salida. Hablaría con el doctor Dayan, para ver que se podía
hacer desde un punto de vista legal, pero en cuanto a lo que ellos podían hacer,
Gracias señor Romano por su cooperación. Creo que mejor nos vamos.
262
Iván ni siquiera se inmutó en moverse de su sitio. Con un gesto de la mano
susurró algo al oído antes de cerrar la puerta. De seguro, burlándose del viejo
la garganta.
Seguro.
Bien. Bajó la palanca que abría la puerta del exterior y esperó veinte
segundos antes de volverla a subir. Cuando el sonido de los anclajes llegó con
su tranquilizador golpe metálico, fue que se dio cuenta que estaba conteniendo
El saber que a solo unos metros el sol brillaba con todo su esplendor era
por la casa como si tuviera una de las gafas de visión nocturna que en algún
263
momento necesitó. Ya no más. Sin tener que verificar con las manos, se dio la
dormido.
una caja de metal y envuelto en una tela roja, de la que solo quedaban jirones.
Siete personas entraron en esa cueva. Cinco años después, solo quedaba
***
¿Hablas en serio?
mitológicas, son reales. Son fuego en su esencia más pura y existen entre
nosotros.
264
Cuando murió Xavier no había un solo fuego cerca. Estaba en su
bañera, ¿recuerdas?
El reporte del forense decía que murió electrocutado. Si la policía quiere
pensar que alguien lo asesinó, me tiene sin cuidado. Fue esa forma de morir la
que me puso a pensar. Pasé días leyendo y fue en un libro de ciencias que
No ves, Trevor. Los seres humanos somos energía. Nuestros cuerpos
alimento para las salamandras y creo que les gusta nuestro sabor.
Trevor torció el labio en una mueca mitad sonrisa mitad hastío. Era
tolerancia. Apretó el puente de la nariz con sus dedos, antes de sacudir la cabeza
En el sueño, la explicación salía más clara de la que dio esa noche. Más
pulida.
No sé. Los mayas estaban muy avanzados. Si fueron dioses antiguos o
alienígenas, no creo que importe. Leí que las pirámides de la ciudad Maya de
Copan estaban cubiertas por una capa de mica. En las de Teotihuacan, mercurio
265
en grandes cantidades. ¿Sabes para qué se usan? Ambos son conductores de
electricidad. En este punto, no son más que especulaciones, pero creo que los
explicación.
Las palabras escritas por un escribano español del siglo XVI. Letras
Yo tampoco y tengo un plan. Mi casa debe estar lista. Vamos allá y te
explico. Si todo sale bien, no podrán alcanzarnos y así podemos pensar con más
calma. Encontrar una solución. Tal vez, hasta descubrir una forma de eliminarlas
salamandras, tal vez sabían una forma de destruirlas y la verdad debe estar en
no había visto esa última conexión. No solo era la luz. No era suficiente la
266
oscuridad. Había que romper todo contacto electromagnético con el mundo
exterior.
una columna de fuego que evaporó el manuscrito. Las salamandras sabían que
estar llamando?
Dentro de la casa.
***
entrando ilegalmente.
después para velar por la seguridad de Iván, era una excusa barata. Sin
267
El haz de luz lo dirigió hacia la entrada al dormitorio. En el umbral, Iván
dos puertas abiertas. La luz del sol bañando la periferia de su casa e invadiendo
su refugio.
El grito de dolor de Tania fue lo primero que escuchó, para luego sentir el
calor del fuego lamer su piel. Al abrir los ojos, las paredes danzando con las
***
en disponer de sus víctimas como en ocultar las pistas de su actuar, pero los tres
el premio al trabajo más exhaustivo. Los dos primeros, las etiquetas en lo que
González, no eran más que carbones con formas humanas. Esos dos eran el
empezar con ellos, para salir del trabajo más fácil, pero el tercer cuerpo era más
268
Iván Romano estaba tan quemado como el resto, pero cayó de lado y una
silla protegió su cara y la parte superior del tórax. Bajó la sábana y pudo estudiar
quemaduras lineales sobre la piel del cuello. Puso su mano enguantada sobre
ellas y cada una encajaba a la perfección con uno de sus dedos. Levantó la mano
y movió la cabeza de un lado al otro. El rostro estaba casi intacto, con excepción
de los labios, que estaban tan quemados como el resto del cuerpo de las
pensamientos, pero la eliminó con rapidez. Su mente jugaba con él y eso era
problemas en olvidar esa efímera imagen. Una criatura de fuego con su garra
sobre el cuello del señor Romano. Un último beso, mientras succionaba la vida
de su interior.
«Ya desde que se escribió el famoso pasaje del decimonoveno volumen del
sabían que hay caminos ocultos en muchos lugares y que, si se saben encontrar,
incluso, ganado; como mínimo, estamos fuera de lugar en ellos. Pero también
están repletos de sabiduría y poder para quien los busca». Cuando releo la frase,
del tono que busco para el libro. Decido redactar mi frase con cierta ambigüedad
y mayor cercanía: «El hallazgo de los caminos bien puede ser el principio del
270
según qué senderos; con el destino claro, la recompensa puede ser inmensa»;
Para las citas, consulto el tercer capítulo de Verdades más allá de las
existencia de una puerta a la sombra del trono de Apil-Sin. Marco la página con
desiertos; también la marco. Además del acceso bajo el pedestal del Coloso de
Nerón que cita Cneo Cornelio Medulino, de la rampa escondida entre los ladrillos
que se abría a la sombra del busto de Atila al amanecer, que tan bien describió
Roger McBain en Otros viajes, estimo que ya son bastantes referencias para los
grado posible de exactitud, dónde conducen las sendas escondidas cuando son
menor titubeo:
«Cayo Licinio Siro nos habla en su Utilis rebus, sin la intencionalidad que
271
parecer, Siro nunca fue un viajero y solo un coleccionista, de cierta copa rota de
oro: quien beba el líquido que se escurre por entre sus grietas, podrá ver dónde
terminarán sus pasos; de la misma forma, habla del cuchillo de sílex negro que
o no según el animal muriese con los ojos abiertos o cerrados. Quiero señalar
que, según Vladislav Alapín, la traducción de las obras inéditas de Cayo Licinio
Siro podría ofrecer un nuevo y vasto catálogo de instrumentos para los viajeros.
conocimiento tan atractivo en un futuro cercano. Por citar solo un ejemplo más
encaminarse hacia un lugar donde no convenía ir. Sin embargo, hay formas de
repito de regreso al escritorio; al otro lado de la ventana, veo a unos niños jugar
Mientras continuo con la redacción del párrafo, hablando del balde citado
por Feigenbaum que permite ver una imagen fija del lugar de destino, cuando
272
Venus está en Tauro y si se llena con una mezcla de agua, lágrimas, sudor y
descripción del balde, me doy unos instantes para pensar: no había planificado
hablar de los animales que pueden acompañar al viajero, como escoltas, vigías,
Durante casi media hora, hago un borrador de obras de referencia que podría
usar para escribir un capítulo al respecto; lo mejor será colocarlo entre el de las
apuntar uno de mis favoritos: Gli animali sevono oltre la morte, de Paola Ferrara;
además de ser un gran libro, es uno de los pocos volúmenes notables escritos
por mujeres sobre este tema y, siempre, me gusta citarlos por encima de lo
escrito durante siglos, gracias a las costumbres y ventajas históricas pero sin
ojos brilla cuando, al girar hacia la puerta, su mirada inútil se encuentra por un
273
doscientos años, poco a poco, muchos han empezado a creer y afirmar, sin
que apenas cubrían los indomables bigotes negros, si estuviera vivo para
escuchar cosas como esa. Me dirijo a mirar por la ventana de nuevo, mientras
pienso cuánto han cambiado las cosas, cuando tocan a la puerta del estudio.
butacón.
—Puedes servirlo.
mezcla en mi paladar con el aroma picante del toque de jengibre. Maurice vuelve
a inclinar la cabeza y creo oír un leve sonido que trata de escapar por entre sus
labios, un complacido gorgoteo que nace de algún lugar de su boca sin lengua
ni dientes.
retira.
274
La bebida me hace pensar en las sustancias de expansión mental. Es un
nuevas especies permiten descubrir novedades con relativa frecuencia; pero son
sigue siendo el referente para todos. Y, sin embargo, pienso en trabajar sobre el
tema en algún momento; quizá para el siguiente libro. Me sirvo otra taza,
sorbos largos y golosos; compruebo mis notas y prosigo: «Si bien la lista de
siglos, los estudiosos han añadido más y más artículos en sus obras, no me
usa como máscara la piel del rostro de una persona demente; si bien hay
275
discusión sobre la edad que debe tener la persona desollada, su género, altura
de pago aceptada por casi todas las criaturas físicas de cualquier plano y, de
dada la gran dificultad para preparar algunos de esos objetos o para hacerse con
Me sirvo otro té, ya templado pero con más sabor si cabe tras el tiempo de
reposo, y vuelvo a mirar por la ventana. Los niños del perro se han marchado;
ahora son otros, que juegan con un balón, quienes disfrutan de la tarde al aire
libre. Deben tener unos nueve o diez años. Tenía esa edad cuando hice mi
de los Lochlannach que atacaron la aldea. Tuve suerte, mucha suerte: me llevó
a un mirador sobre El Mar Invertido y, como era un destino muy frecuentado por
276
viajeros, pronto alguien se interesó por mí; Olga me cuidó en Kiev y comenzó mi
unos años escribí bastante sobre ese tema, aunque jamás revisé el borrador al
terminar, y creo que puedo aprovechar el material para este capítulo. Encuentro
a escribir:
la lectura de lo que ciertos viajeros trazaron para orientarse ellos mismos o para
demás que exploren por su cuenta, pero algunos han querido compartir sus
que no haya trazado el propio viajero durante su recorrido es, sin ningún género
trata de referencias que deben ser tomadas como tales, jamás como guías
incontestables». Explico cómo los más sencillos y abundantes son los mapas de
cualquier otro recurso visual para, mediante signos y señales, mostrar a Los Que
información sobre el destino que, también oculta para los ojos del curioso
277
ignorante, suelen ofrecer y me limito a citar tanto el Códigos de Raharjo Lakrih
profundizar en una disciplina, para mí, tan básica. «Los mapas de los propios
concentración. Me asomo: veo el balón de los niños dentro del patio, mientras
ellos se acercan a las rejas y miran hacia el interior. Tras unos instantes, escucho
se agacha para recoger el balón y lo arroja a los niños, que sonríen agradecidos
mientras lo saludan con la mano. Con una sonrisa también en mis labios, vuelvo
incalculable».
Me sirvo más té antes de continuar. «Si bien los destinos son inmutables,
por compleja que sea su orografía, los senderos cambian en muchas ocasiones.
Esa es la razón de que los materiales para crear mapas de unos y otros sean
Cunningham en los tres tomos del Kenne das Ziel pero, como no podía ser de
Ampalayon. Me toma más tiempo de lo previsto, porque deseo que mis palabras
278
lengua contra los dientes cuando pienso cuánto me gustaría haber escrito yo un
Todas las pruebas han confirmado que, con independencia de que unas u otras
el interés de usar otros huesos para crear un mapa complejo que, además de
a través de cúbitos y tibias enlazadas con esternones que simulan las terrazas
de una menorá y la punta de una bala 7.62 x 39 mm. Pero, además, se atreve a
279
autopsias, clavos empleados en la construcción de una horca, diamantes
Otro ruido suave y seco vuelve a interrumpirme. Salgo del estudio y bajo
—¿Escampa?
280
«…o los bordes de una Cruz de Hierro de primera clase». Leo la última
frase varias veces. No me siento de humor para continuar con lo mapas de los
destinos; sin embargo, me apetece mucho escribir sobre los mapas de los
«El sendero es la parte más insegura del viaje y sus mapas son los más
con el tiempo, se vuelven peligrosos. Los hay que nunca son iguales y, con
frecuencia, son recorridos por entidades con las que es mejor no encontrarse.
Las protecciones son la solución a este último particular; el diseño del mapa y
los materiales, la solución a los otros». Creo que ya he usado frases parecidas,
las obras de Jacques de Roi se habla de la naturaleza flexible del material, sea
usado sobre el cuerpo o retirado de él. Mis propias investigaciones hacen más
Crecimiento gris o con Planos de luz, carne y revelación, permiten que cualquier
281
epidermis del niño; la comodidad de uso bajo semejante ventaja es
incluso legal, se puede usar la piel durante mucho tiempo si se trata de manera
Maurice llama a la puerta; tras mi orden, entra, sirve y se marcha con una
Montañas Que Son Tres Caras, y estoy dispuesta a hacerlo tanto por la Ruta
Carmichel 2 como por La Autopista de los Pumas. Seré la primera que logre algo
así, un nuevo logro que coincidirá con la publicación del libro. Tendré que ir
282
Lee la
introducción de
La Conspiración
contra la Especie
Humana
https://bit.ly/2GRgrxq
El falso comerciante
de pimienta
David P. Yuste
Edward De Luca tenía todos los ingredientes para ser una bomba de relojería
maleante a tiempo completo. Solo le faltaba una cosa para que, más pronto que
tarde, acabase bajo tierra sirviendo de nutriente para los gusanos: valor.
Pero no hablamos del “valor” de los cobardes. Ese que a menudo se nos
aprovechamos la ocasión para coger algo que no nos pertenece sin que nadie
nos vea. De ese él tenía, y de sobra. El valor del que hablamos aquí es el que a
284
Durante toda su vida –desde luego, Eddie no contemplaba el tiempo que
oxicodona, que tan solo lo mantenían bajo su techo por el cheque que el cartero
dejaba puntualmente cada día diez en el buzón–, no había tenido los arrestos
lo hizo por valentía o por coraje, nada más lejos de la realidad. Se fue porque
descubrió que no tenía el arrojo suficiente para pararle los pies a su padrastro la
noche que lo sorprendió con las manos en el pastel, abusando sin rubor alguno
Mucho había llovido desde entonces. Ahora con treinta años, todavía
Hacía seis meses que se había mudado desde su ciudad natal, Newark a
Para huir de los acreedores y las deudas que mantenía con ellos. Se había
instalado en un cuchitril con una renta tan baja como absurda, y que consistía en
poco más que una pequeña habitación que servía de sala de estar y dormitorio
lamentable estado, que rara vez usaba para el fin que había sido diseñada.
que muchos en su sano juicio hubieran jubilado hacía tiempo, salvo tal vez algún
285
faquir acostumbrado a dormir en camas de púas y al que no le molestaran los
en cuanto que el miedo se fue disipando, y comprobó que ningún matón llamaba
a su puerta para cobrar lo que debía, se relajó. En poco tiempo había vuelto a
las andadas.
contante y sonante para su próxima timba de póker. La ayuda que cobraba del
Estado por un supuesto accidente laboral, hacía días que se había evaporado.
Fue de los pocos trabajos en los que le habían hecho un contrato decente en su
corta vida laboral, y tan solo duró dos días en él. Al tercero, una plancha de metal
se soltó de sus amarres sin que nadie supiera nunca bien cómo, y se las apañó
había sacado en claro que todos los burócratas eran unos tacaños y que aquella
necesidades. Por tanto, necesitaba una nueva fuente de ingresos y por suerte
trataba de algún tipo de tienda de baratijas y antiguallas. Desde el otro lado del
286
cristal, observó que un hombre negro de avanzada edad ordenaba unas
pequeñas cajitas de cristal tras el mostrador. Enseguida se dijo que sería presa
fácil. Tras estudiar un par de días las inmediaciones y mantener vigilado el local,
averiguó que aquel carcamal no tenía a nadie que lo ayudara con su empresa.
Él era el único que abría cada mañana y era también el único que cerraba aquella
sencilla puerta de aluminio y cristal tras una reja que cualquiera podría haber
podía esperar más, por lo que esa tarde entró en la tienda a sabiendas de que
los cartones que tenía sobre los escaparates apenas dejaban pasar la poca luz
que los separaba de la noche. Una vez delante del mostrador, encontró al
presencia hasta que éste, inquieto por las prisas y los nervios, fingió que le
entraba un ataque de tos. Cuando el anciano levantó la vista para ver de quien
se trataba, Eddie vio en sus ojos una mirada vidriosa que delataba la presencia
287
–Buenas tardes, joven. ¿Querías alguna cosa?– una voz pastosa que casi
intentó mostrarse lo más educado posible, teniendo en cuenta que iba a pedir
dinero prestado. –He visto el cartel que tiene en la puerta anunciando que realiza
préstamos.
ojos. Al devolver la mirada, sus pupilas volvían a mostrar la lucidez perdida con
la edad. ¿Creía haber visto el destello de una sonrisa bajo el tupido y cano bigote
con el que adornaba su labio superior? Con tan poca luz, se le hacía complicado
saberlo con seguridad. Era curioso, pero parecía que la oscuridad se hacía más
densa y los rodeaba como si estuviera en una cueva– y dentro de ella hubiera
un peligroso animal–. Ese último pensamiento lo intranquilizó. Pero tan solo fue
un segundo. Enseguida pareció que esa sombra se disipaba tal como había
llegado. Su mente racional achacó aquello a una nube pasajera que debía de
Eddie dudó. Pero enseguida respondió. No supo muy bien que le indujo a
288
El anciano ni siquiera pestañeo. Por un momento, Eddie estuvo
Mientras que aquel negro se alejaba, no pudo reprimir la risa nerviosa que
recorría su cuerpo como si fuera electricidad. ¡Le había tocado la lotería con
aquel tipo!
Esperó un par de minutos, cada vez más inquieto ante las expectativas de
sus ojos ahora más grandes? Los clavaba en él de una mirada inquisitiva. Al
mirarlo, adivinó de nuevo algo extraño en sus pupilas. ¿Pero qué era?
Una capa de sudor recorrió su frente. Una gota se deslizó y fue a quedar
–Esto… sí claro.
Dio un rápido vistazo y observó que los montones estaban formados por
billetes pequeños.
Eddie miró incómodo a aquel tendero. ¿Había allí dentro menos luz otra
vez? Se percató, o eso creyó al menos, que las sombras se hacían más densas
289
detrás de aquel tipo negro. Sus facciones parecían desdibujarse y apenas podía
ver su cara, salvo de nuevo sus dientes. Pequeños e irregulares que ahora creyó
ver con total claridad brillando en una boca inexistente. Intentó apartar esa
absurda idea. Sin duda, la facilidad con la que había conseguido el dinero, y su
desconfiada naturaleza, le estaban jugando una mala pasada. Se dijo que debía
de estar alucinando.
documento?
que guardaba su carnet de conducir falso. El anciano hizo un gesto con la mano
poco. La oscuridad se había vuelto a disipar y todo parecía normal. Pensó que
era un alivio. Anotó mentalmente que debía mantener a raya esos nervios, le
conversación.
290
–¿Cómo te llamas? Sabrás que si dos hombres hacen un trato, se crea
un vínculo. Ese vínculo no puede ser posible si uno no conoce el nombre del
otro.
Eso último, terminó por convencerle de que aquel anciano estaba senil.
Durante todo el tiempo había sabido que algo no andaba bien. Ahora sería el
charco de sangre con la tapa de los sesos abierta. Ese pensamiento le crispó los
ánimos.
291
–¿Quieres una bolsa? ¿No pretenderás ir por ahí con todo ese dinero en
–No hay por qué darlas. ¡Ah, por cierto! Antes de que se me olvide, hay
una última cosa– dejó la bolsa a un lado y metió una mano en el bolsillo del
pantalón. Sacó un pequeño objeto con cierto brillo metálico. Al verlo, Eddie
Aquel tipo abrió mucho los ojos como un genuino lunático. Eddie sintió la
boca seca. Intentó tragar saliva pero solo consiguió emitir un pequeño chasquido
El hombre continuó.
mostraba una actitud amenazante, sin embargo el solo hecho de ver aquel
–Pero ¿para qué querría un montón de pelo? Además, eso que dice es
una locura.
292
–Cada uno tenemos nuestras manías. Y bueno, para que engañarnos.
Podría decirte que no tienes por qué hacerlo, pero te estaría mintiendo. Eso por
Una risita aguda y desagradable escapó entre los dientes del hombre. Un
poco de saliva salió entre aquellas piezas amarillentas hasta derramarse por su
podía estar un segundo más allí dentro o le daría un ataque. Cogió el dinero y
todo el negocio.
293
Cuando tomó la primera cerveza, Culpepper tan solo era un molesto
recuerdo que debía apartar de su cabeza. Una pequeña araña, negra y peluda,
XXX
pastosidad enfermiza. Si eso hubiera sido posible, habría poseído una textura
religiosa. Dormir, ver la tele, o bajar a por unas latas de birra al negocio árabe de
y sus costumbres.
sin cambios aparentes. Ese día, lo dedicó a gastar los pocos dólares que
294
escondía en un bote de lata debajo de la pila para comprar un poco de hierba.
de navidad esperando ansioso los regalos bajo el árbol. Como cada lunes de
eso tal vez aguantaría los diez, puede que quince primeros días. Después ya se
verde, y una colilla en la mano, Eddie cayó en un letargo soporífero hasta que
por el efecto de la hierba en su mente, intentó en vano dilucidar qué era lo que
Fue cuando descubrió que donde debía estar su pierna izquierda tan solo
alojados en algún lugar recóndito de su masa gris. Se echó las manos a los ojos
y apretó con fuerza, como si con ello pudiese conjurar a la lucidez y abandonar
más los ojos y con un temor latente, palpó el muñón esperando encontrar un
295
costurón o una desagradable herida que confirmara lo que su mente se negaba
comprobó que solo había una superficie redondeada y lisa. Nada que pudiera
subió inevitable por su garganta y escapó sin control. Era un alarido que poseía
una pizca de rabia, grandes dosis de espanto, y unas gotas de demencia. Unos
no podía prestar atención a otra cosa que fuera no aquella disparatada conjura.
forma enfermiza sobre lo que restaba de aquella pierna. Su lado racional, que
luchaba con la locura que seguía in crescendo, le dijo que quizás estuviera bajo
los efectos de algún sedante muy potente. Era imposible que no sintiera dolor
después de haber pasado por semejante trauma. ¿Pero quién haría algo así?
que la desesperación tomase el control durante varios minutos. La risa dio paso
resbalaron sin pudor mientras que sus ojos se inundaban para volver a empezar
demencial.
296
–¡Vaya amigo! ¿Estás bien? Te echaría con gusto una mano, pero temo
Si por un momento pensó que nada peor que aquello podría sucederle,
ser. Estaba sentado a horcajadas en una silla que no recordaba, con la piel
casualidad una mañana que estaba trapicheando por la zona. Convino que su
aspecto era bastante similar al de aquel pobre infeliz cuando por fin consiguieron
por el sofá.
–Puede que sí, o puede que no. Quizás te estés volviendo loco. O a lo
mejor, solo estés sufriendo un cuelgue después de meterte toda esa mierda
anoche.
Intentó bajar del sofá sin dejar de mirar a su doble que lo observaba a su
vez divertido. Cuando casi lo había conseguido, una zarpa en la que las uñas
297
brillaban por su ausencia le cogió con fuerza por el tobillo. Pudo sentir el gélido
tacto que se abría bajo la piel resbaladiza. Trató de golpearle con la otra pierna
sin recordar que ya no la tenía. Resultó un tanto ridículo ver como aleteaba el
–¿A dónde crees que vas, Eddie? No seas estúpido, no voy a hacerte
suelo con su cabeza. No prestó atención al dolor que empezaba a subirle por la
nuca. Se las apañó como pudo para girar su cuerpo y comenzó a arrastrarse
sobre los baldosines como una oruga. No había recorrido ni dos metros cuando
Eddie volvió a gritar y sin saber cómo llegó hasta la pared, golpeándose
de nuevo en la cabeza. El rostro de su “yo” deforme apareció muy cerca del suyo.
Entre las manos sostenía lo que se parecía terriblemente a una pierna cubierta
Dijo aquella cosa con una mueca terrible mientras se llevaba un buen
pedazo a la boca. Con el asco golpeándole en las tripas pudo ver en aquel trozo
298
Aquello fue demasiado para él.
la consciencia.
sucedido. Pero esa tranquilidad le duró muy poco. Tan solo le hizo falta ver a su
–¿Ya has vuelto, campeón?– Empezó a decir con tono jocoso aquel ser
que cada vez se parecía más a la distorsión de su propio cadáver.– ¡Oh, vamos!
–¡Vaya! Por fin asumes lo ocurrido. ¡Bravo, Eddie!– dijo aquel personaje
mientras se enderezaba un poco en la silla. –¿Y por qué supones que ha estado
ahí todo este tiempo? Mira bien ese muñón, colega. ¿Te parece que sea una
–Anoche cuando me dormí, seguía teniendo las dos piernas. Maldita sea.
299
–De acuerdo. Supongamos que eso es cierto. Vamos por un momento a
dejar ese asunto aparcado. ¿No se te escapa nada? ¿Qué día era ayer, Eddie?
Y aunque se negaba a creer que un viejo marchito que estaba más cerca
de la muerte que de esta existencia tuviera algo que ver, no podía alejar de sus
estuvo en la tienda.
–Eso es absurdo.
–Eso no lo sabemos.
–Te veo muy tranquilo teniendo en cuenta que ese tío te ha dejado lisiado.
–¡Eso no lo sabes!
300
–Sí que lo sé. Y tú también lo sabes. Dime una cosa Eddie, ¿Qué harás
es que tienes de eso, y usaría esa pipa que tienes cogiendo polvo en tu armario.
Luego le haría pagar por cada libra de carne que te falta de esa pierna tuya.
–¡Cállate!
trató de recordar donde había dejado la muleta que había utilizado durante los
Mientras que buscaba de un lado para otro arrastrándose por el suelo como una
301
del armario, en el mismo sitio donde guardaba la pistola. Su mirada se paseó de
un objeto al otro durante un buen rato hasta que terminó por decidirse.
XXX
apretándole con fuerza las pelotas. Para que negar lo evidente a esas alturas.
No se le daban bien las confrontaciones. Ni siquiera saber que allí dentro podría
siguiente? Prefirió no pensar en ello. Respiró hondo apoyado junto a uno de los
carteles. Tras unos pocos minutos, y por primera vez en su vida, hizo algo
impropio de él.
que lo dejó por última vez. Parecía dormitar apoyado con un codo sobre el
mostrador ajeno del mundo. En los oídos de Eddie restallaba con fuerza el
302
Dijo el anciano con cierto deje de sorna.
No hacía falta ser un lince para saber que ese tipo era el culpable de que
tuviera que pasearse de aquí para allá ayudado por aquella muleta. Pero había
a partes iguales.
muleta.
mutara en algo horrible. En él bailaba una mueca que iba entre la diversión y la
malicia. Eddie lo miró con cierta congoja y perdió todo su aplomo. El hombre se
abalanzó sobre el mostrador con una agilidad impropia para su edad y agarró a
Eddie por la pechera haciéndole perder el equilibrio. Comenzó a hablar con una
303
parecían dos pozos de brea, oscuros e insondables, que hurgaban en su alma
advertencia.
propia de un animal salvaje que de una persona. –¿Estás preparado? Allá voy.
Te doy tres días para reunir mil dólares. Si no lo haces, seguiré arrancando
Con estas últimas palabras lo lanzó hacia atrás haciendo que se estrellara
El anciano sin perder tiempo, se acercó veloz como un ave de rapiña hasta
donde estaba y le pisó la mano con la que intentaba agarrarla. Un dolor intensó
sin más.
iba a suceder, vio que el señor Culpepper sacaba algo de debajo de su chaqueta.
304
Parecía un espantajo con forma humanoide al que le faltaba una pierna.
lastimeros quejidos.
Los ojos casi le saltan de las cuencas ante semejante espectáculo. Eddie
más deprisa al descubrir el amuleto hecho con un mechón de pelo rojo que se
sonrisa etrusca. Todo en su rostro era dientes. Con un ágil y rápido movimiento
sacó la navaja que Eddie bien recordaba y con ella apresó tres dedos de aquella
imposible. Eddie apretaba tanto los dientes que sus encías comenzaron a
quejarse. Bajó la vista asqueado y observó atónito que había un hueco junto al
índice y al pulgar de su propia mano. Sus dedos así como los del muñeco habían
desaparecido.
humeante!
hacia el mostrador.
305
Eddie se quedó en el suelo mirando a la nada. Una oleada de
de huir pero enseguida supo que no serviría de nada. Sin pensar en las
violencia. Los fogonazos se alternaron con las detonaciones que restallaron por
El olor picante de la pólvora quemada inundó sus fosas nasales y supo que todo
había acabado. Guardó el arma con un ligero temblor en los dedos. Luego, con
cierta dificultad recogió su muleta con la mano sana. Ya solo restaba hacer una
cosa. Recoger el engendro que aquel diablo había empleado para torturarlo y
ponerlo a buen recaudo. La sola idea del contacto con aquella cosa le produjo
escalofríos.
nuevo Culpepper. Otra vez en pie y apoyado sobre un cajón de madera. Sintió
una punzada febril cuando lo encontró ahí plantado. Debería estar muerto pero
306
Eddie podía distinguir el olor a azufre que desprendía la sustancia parduzca que
empapaba la prenda del viejo. Fue entonces cuando descubrió con espanto al
–Has sido un estúpido, chico. ¿Es que no te quedó claro? ¿Es que acaso
no te dije que no podrías escapar de mí? El día que pasaste por delante de mi
tienda debiste dar media vuelta y echar a correr hasta llegar a aquel estercolero
en el que vives.
El viejo Culpepper le dedicó una mirada dura. En sus ojos había un fuego
intenso, casi cegador. Eddie creyó ver enormes llamas en ellos, brasas
durante toda una eternidad. Por fin comprendió que ese ser disfrazado con la
desesperación.
–Pensé que eras más listo. ¿De verdad creías que aceptaría tu dinero?
No era eso lo que planeaba cuando entraste en mi negocio y olfateé tus entrañas.
Llevo siglos topándome con tipos como tú, Eddie De Luca. Seres despreciables,
patéticos y débiles que se arrastran por el mundo como parásitos desde el mismo
día que las rameras de sus madres deciden arrojarlos a esta existencia. A todos
ellos me presenté como Culpepper. Uno a uno, oyeron hablar del falso
comerciante de pimienta, pero ya era tarde para sus almas. ¿Y sabes el porqué
de ese apodo? Porque os engaño con falsos anhelos, y todos caéis en la trampa
307
lleváis cuando salís por la puerta nada tiene que ver con lo acordado. Es ahí
donde encuentro el verdadero placer de lo que hago. Aquella tarde que viniste a
Pretendiste usar mi falsa debilidad para aprovecharte y sacar una buena tajada.
Eddie trató de asimilar aquellas palabras con el rostro teñido por la locura.
golpeándose en la barbilla.
Eddie giró la cabeza con un dolor acuciante justo para ver el reguero de
sangre que anunciaba un nuevo corte, y que se traducía a su vez en una nueva
su propio cuerpo, agitaba lo poco que quedaba de sus piernas. Cerró los ojos.
No quería ver más. No podía mirar para encontrarse con el resultado de aquel
sortilegio.
Dijo con un hilo de voz como último intento por salvar su vida.
308
–¿Matarte?– respondió con aire triunfal aquello que ya no se molestaba
en fingir que era humano. –Eso sería demasiado sencillo. Lo que voy a hacer
XXX
pensando que algo tan terrible no podía ser cierto. Los equipos de emergencia
desmayo murmurando entre sudores fríos que hasta ese momento creía haberlo
Mientras que eso ocurría, Eddie hacía horas que estaba perdido en su
propia mente, reviviendo una y otra vez los acontecimientos que lo dejaron en
semejante estado. Tan solo volvió durante unos segundos a su cuerpo con la
hospital. Tras una valoración inicial, dictaminaron que el individuo seguía contra
todo pronóstico con vida. Sufría la amputación de ambos brazos y las piernas,
pabellones auditivos habían sido vaciados con una precisión tal que parecía obra
de un cirujano.
309
Pronto comenzaron los rumores de que un maníaco andaba suelto por la
ciudad.
paliativos una fría mañana de noviembre. En el momento en que éste era dado
duda los libros que se acumulaban (y siguen acumulándose hoy día en mis
Matheson, o clásicos como Becquer, Poe o Lovecraft (nunca sabrán cuánto les