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"La Música, La Significancia Y El Goce"

(*) Publicado En Psyche Navegante Nº 10 - 1998

Eduardo Said

El título: “La música, la significancia y el goce”, sintetiza las cuestiones centrales a las que el
texto se dirige. Se trata, intentaremos demostrarlo, de interrogar las vías de la “apropiación”
de la angustia en su certeza. De la relación a una dimensión de la falta distinta a la falta fálica.

¿Qué llamado produce la música? ¿Qué relación guarda el cuerpo, su goce, con la música, la
danza, la voz? ¿Por qué son las mujeres las primeras en salir a bailar?
Trataré de inscribir estas preguntas en relación a tres citas del Seminario de Lacan. Parto de
una afirmación del Seminario X: “Actuar es arrancarle a la angustia su certeza. Actuar es
operar una transferencia de angustia” (1). La fórmula presenta no pocas complicaciones.
Certeza no es certidumbre. No implica la adjudicación de valor de verdadero o falso.
Si la angustia es certeza, lo es de la inexistencia del Otro vivida como ausencia de ser. El
efecto es la derilección, vivido como ausencia de ser. Dejado caer. Ante ese punto de
caducidad del Otro, el acto presentifica la certeza de ser, en tanto des-ser.
Cuando Lacan afirma que Freud asienta su certeza en la duda y en ello es cartesiano, apunta
a la convicción de Freud que la duda señala la hiancia, abertura causal de lo inconsciente.
Apunta la certeza en relación a lo real del deseo.
Segunda cita. Del Seminario XXII “¿Qué es la angustia?. Es lo que, del interior del cuerpo,
ex–siste cuando algo lo despierta, lo atormenta. Vean el pequeño Hans, si se precipita en la
fobia, es para dar cuerpo al embarazo que tiene del falo, de ese goce fálico venido a asociarse
a su cuerpo”.(2)
Lacan parece volver sobre la primer teorización freudiana, la angustia como libido
transformada, como lo que ex–siste al interior del cuerpo cuando es abrumado por el goce
fálico.
Y tercer cita de Lacan. Del Seminario XX “no puede resultar ambiguo que al ser tal como se
sostiene en la tradición filosófica, es decir, el que se asienta en el pensar mismo cuyo
correlato supuestamente es, oponga yo que somos juguetes del goce” “Hay goce del ser” “el
ser que opongo a esto, es el ser de la significancia. Y no veo en qué desmerece de los ideales
del materialismo el reconocer del ser de la significancia en el goce, el goce del cuerpo”.(3)

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Opone al ser del pensamiento, el ser del goce de la significancia. No se trata de disyunción y
paralelismo de pensamiento y cuerpo, sino del goce del cuerpo en la significancia.
Entramando las citas de Lacan:
1)Arrancar a la angustia su certeza. Transferencia transformativa de angustia en acto.
2)La angustia en tanto goce fálico que abruma.
3)Hay goce del ser de la significancia.
Me autorizo a deducir: arrancarle a la angustia su certeza es ir más allá del goce fálico. El
acto operando una transmutación de goce: del goce fálico que atormenta al tomar su versión
fantasmática, a otro goce, goce de la significancia. Y allí la música como posibilidad de
recupero de ese otro goce.
En esa propuesta de lectura deslizo una afirmación: el exceso en el cuerpo de goce fálico,
produce efecto por su ligadura fantasmática. Referencia que indica un camino posiblemente
ineludible en el acceso a otro goce: el atravesamiento o al menos la conmoción y movimiento
del fantasma.
¿Cómo precisar el alcance de la significancia?
Entendemos que la noción de significancia se formaliza en el matema de Lacan: S(/A) -
Significante del Otro barrado-, que pone en juego una dimensión de la falta que no es falta
fálica.
Vale articular significancia a la cicatriz que anuda lo real del deseo, a lo que “no cesa de no
escribirse”; aquello que Freud designa como el “ombligo del sueño”. Afirmación de Lacan en
la respuesta a Marcel Ritter.(4)
Me conviene utilizar una referencia a Slavoj Zizek (5). Si bien el no alude explícitamente a la
significancia, se deja inferir: “la música se sitúa en el punto de entrecruzamiento entre la
naturaleza y la cultura, ella se apodera de nosotros como si estuviera “en lo real”, mucho más
directamente que la significación de las palabras”.
En esa misma dirección Alain Didier Weill (6) se interroga: “¿Cómo volver a encontrar la
parte del lenguaje que precede al significado y que sería esa simple significancia simbolizada
por eso que tiene de inesperado la música, que da sentido sin ningún proyecto, ni ideología?”
La cuestión nos introduce de lleno en una de las especies del objeto: la voz
La voz humana, en tanto vehiculizada en la lengua materna, habilita a la combinatoria de
funciones diferenciales, vía vocales como plano de la continuidad y vía consonantes que
operan el corte y la discontinuidad.
La música, la danza, el canto, aún la poesía, nos sitúan en el recupero de un continuo ulterior
al corte. Son allí alternativa de recupero de goce.
Lacan en la lección del 15.5.63 - seminario X, (7) ubica “en el nivel de los fonemas más
fundamentales, más ligados al corte, los elementos consonánticos del fonema”. Corte que es
tal en relación a la succión. Oclusiones del canal de aire en la fonación. Marca en el cuerpo
que se va ajustando a la estructura de una gramática. En ese sentido la vía vocal del canto es
recupero de goce. No sin el “tránsito” por el corte.
Cuando suena la música se produce o puede producirse, una metamorfosis. De una

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subjetivación dominante construida desde una posición paranoide en torno al semejante,
cuidadosa de los límites en los que a su vez queda impedido; a un dejarse habitar por la
música, como estilo de afirmación primordial. Reedición de un “si” (behajung) a un llamado.
Rescate de certeza en el muro de las incertidumbres del lenguaje. Dejarse habitar por la
música aproxima a una particular forma de pasivización, de feminización. Bailar, soltar el
cuerpo a los efectos de la música-voz, opera una certeza. Instante en que cesa la posición de
búsqueda de confirmación-reconocimiento, mandando-demandando, aún mendigando.
Opera una fugaz caducidad del Otro, para el caso no angustiosa. Paradojal caducidad que no
excluye la convicción que acudiría a restituir la creencia: “Dios” puede habitar esa música,
esa voz. Cesa, momentáneamente, la errancia del ser de privación.
El dios Dionisos llega a los alrededores de la ciudad griega, toca la flauta, y las mujeres sin
distinción, son presas de un intenso frenesí, de un estado de posesión. Escena que
reencontramos hoy en cada situación social donde la música se hace presente. Son las
mujeres las primeras en dejarse tomar por la música y la danza, “tironeando” de algún
semblante viril ajustado por los límites de su lógica. Si esto se repite desde la Grecia antigua
al presente, es porque denota un hecho de estructura en relación a las distribuciones entre los
sexos y sus paradojas lógicas.
Los celos masculinos, suelen leer esta captura por la música y la danza, como falta fálica,
cosa de brujas y de excesos sexuales. Es difícil para los hombres concebir que las mujeres
tuvieran otra falta que el falo.
La música, la danza, no necesariamente rompe o complementa el orden del logos, lo
suplementa. En eso puede ser goce suplementario. Introduce la dimensión de lo ilimitado en el
límite de la ley, la música en la palabra.
Dice Weill: “es el mundo del sonido que precede al mundo del sentido. Mundo de las
significancias, que precede al mundo de los significados”(8). Decir que precede no implica
ubicarse fuera de discurso. Será una prelación lógica que habrá sido por efecto del corte que
sitúa su intervalo. O en otros términos: no sin la castración. “La voz materna es el medio a
través del cual se trasmite esta voz musical. Antes de la percepción de las palabras y de los
fonemas, el niño percibe la lengua hecha de música”. La voz, el arrullo materno, si lo hubo,
posibilita una relación con el goce más allá del falo. Un recupero de goce en relación al
sonido, a un simple intervalo de sentido.
Weill propone una hipótesis fuerte: la mirada, lo oral, el excremento, las otras especies del
objeto, son objetos parciales fundamentalmente sexuales. Cuando el objeto en tanto sexual
aparece da una dirección limitada. Propone que la pulsión invocante ligada al injerto del
lenguaje sobre lo real humano, ligada a la aparición del “das Ding”, donde lo real amasa al
significante; lleva a una pulsión mas originaria que el descubrimiento sexual. Desde allí
retorna, contingentemente, como brote dionisíaco que no está orientado por un objeto sexual.
La idea de punto de capitón importa la ligadura entre significante y significado, implica la
significación fálica. En lo que lógicamente puede situarse en prelación, anterioridad, hay pura
significancia sin sentido, intersección primordial entre lo real y lo simbólico, antes del plano de

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lo imaginario que introduce el significado. Queda a interrogar otro plano la dominancia
imaginaria que anuda esas primarias intersecciones. Nos referimos a las dimensiones del
amor.
La represión originaria siempre incompleta - no todo entra en el registro del Otro- , deja un
brote de lo ilimitado, de lo continuo, que habilita a un retorno, a una vuelta al origen que no
alcanza a tocarlo.
Si la sexuación es función fálica, es segunda en relación a la significancia. Segunda no es
menos importante. Es desde la castración que se define un tiempo lógico que allí recién
resulta anterior. La sexuación toma pregnancia fantasmática.
La significación fálica se anuda en el fantasma. Las distribuciones en la comedia de los sexos
encuentran en ello la traducción de una lógica en escena. Escena que organiza y a la vez
coagula y limita el campo del deseo.
De una lógica que se sostiene de la articulación de lo posible y lo necesario, a la
escenificación figurativa de la “escena primaria”, en tanto prevalente en la posición del lado
hombre. De lo contingente y lo imposible, a la dominancia de la “escena de seducción” del
lado mujer. Aproximamos un intento de fundamentar el lugar segundo de la función fálica y el
fantasma en relación a la letra, la significancia, la función del escrito. A condición de no apurar
en equivalencia estas últimas nociones.
Situarse en relación a la significancia es ir mas allá del fantasma, es su atravesamiento. Por
eso en el seminario de la Angustia, Lacan localiza la angustia en el grafo del deseo en el
trayecto que va entre el fantasma y el significante del Otro barrado [entre $?a y S(/A)]. La
angustia se presenta cuando se avanza más allá del fantasma, hacia la significancia, hacia la
falta “otra” que la falta fálica. Lugar de un goce suplementario. Se tratará allí de arrancarle su
certeza. Nos conduce a lo originario pulsional, muy difícil de alcanzar para quienes habitamos
en el logos.
Dice Lacan sobre el final del Sem XI -24.6.64: “después de la ubicación del sujeto respecto
de a, la experiencia del fantasma fundamental deviene pulsión. ¿Qué deviene entonces quien
a experimentado esa relación opaca con el origen, con la pulsión? ¿Cómo puede un sujeto
que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión? Esto es el más allá del análisis y nunca
ha sido abordado”.(9)
La voz en psicoanálisis no es estrictamente, o no es solo, de lo sonoro. Lacan la extrae del
automatismo mental. Voces que siendo inmateriales son reales. La voz es localizada por
Lacan en el grafo del deseo como lo que del significante no participa del efecto de
significación. La intención significativa se cruza con el vector significante y allí con su
estructura sintáctica. La voz es el objeto caído como resto de ese encuentro. Por eso la
castración implica que no oímos voces en lo real.
Lacan escribe la “fonética”, como “faune-éthique”, fauno-ética. Ética que se produce en el
nivel de articulación entre el significante y la ex-sistencia de lo real. Si se quiere, ética poética
de la significancia.
Dice el saber popular que “la música calma a las fieras”. Para el animal hablante sería una

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vía privilegiada de “arrancarle a la angustia su certeza”.

NOTAS:
(1) Jacques Lacan – Seminario X – La angustia - Paidós
(2) Jacques Lacan – Seminario XXII – RSI – inédito – clase del 17.12.74
(3) Jacques Lacan – Seminario XX – Aún – Paidós – clase del 20.02.73
(4) Respuesta de Jacques Lacan a una pregunta de Marcel Ritter – 26.01.75 – Suplemento
de las notas EFBA – La interpretación de los sueños
(5) Slavoj Zizek – La voz en la diferencia sexual – Colección Orientación Lacaniana - 1997
(6) Alain Didier Weill – Freud: relación con el judaismo, el cristianismo y el helenismo – Homo
Sapiens 1998
(7) Jacques Lacan – Seminario X – La Angustia - Paidós
(8) Ib 7
(9) Jacques Lacan – Seminario XI – Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis –
Paidós.

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