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Posibilidad de la traducción
2. Ambigüedades intencionadas.
3. El lenguaje dialectal
-Eso fue lo acordado, acaba de una vez, cumple lo que has prometido y vete. El
hombre libre ha de cumplir lo que prometió.
El muchacho, indignado, respondió estas “enigmáticas” palabras:
B. Jrayyef fue repudiado por algunos sectores de la crítica literaria de su país por
utilizar el lenguaje coloquial en los diálogos de sus novelas y en ésta su uso es
asimismo habitual, pero en este caso la comprensión resulta particularmente
difícil, incluso para arabófonos no habituados a estas peculiaridades idiomáticas
locales. La explicación, sin embargo, es sencilla, si bien llegar hasta ella me
supuso un verdadero quebradero de cabeza. Es sabido que la identificación de la
letra djim y de la letra zay, si van seguidas es frecuente en todos los dialectos
árabes, por lo que anzaz-unziz es facilmente reconocible como, andjaz-undjiz
pero en este caso la mayor dificultad consiste en el cambio del sonido de hache
aspirada fuerte por una aspiración débil de la misma letra, fenómeno propio de
los senegaleses, dándose la circunstancia de que el esclavo negro de la historia
era de origen senegalés –su rapto por parte de los negreros constituye uno de los
capítulos de la novela-. Aplicando estos cambios, la “enigmática “ frase es
fácilmente traducida por: Cumpla su palabra el hombre libre, cumpla su palabra
el hombre libre, yo soy un esclavo y no cumplo nada. La traducción es posible,
pero no su fuerza idiomática, que, sin duda, el lector tunecino puede apreciar
(algo así como un lector español identificaría a un personaje que pronunciara
Bidro en lugar de Pedro con un individuo de origen árabe).
El soldado español, que comprende algunas palabras árabes, seguramente las más
sonoras, les amenaza con su espada y les grita en una curiosa jerga hispano-árabe
en la que no falta algún galicismo:
El autor soluciona el problema para sus lectores que no saben español, facilitando
de paso la labor del traductor, haciendo intervenir a sus personajes:
- ¿Qué dice? –pregunta uno de la cola, a lo que otro más “entendido en lenguas”,
responde: "-Dice que fuera, que basta de palabras y que te vayas a tu país". En
este caso, el pasaje traducido conserva la misma fuerza que el texto de origen, ya
que esta mezcolanza de palabras producen la misma impresión al lector del texto
árabe que no sepa español, que al lector del texto de llegada, que no sepa ára be.
En esta misma novela se narra el origen de otro refrán, para el que, en lugar de
buscar uno equivalente en castellano me pareció más oportuna su traducción casi
literal. Se trata de un dicho actual cuyas fuentes busca el autor en la época en que
Carlos I de España invadió Túnez y que dice así: Nadie mejor que el andalusí
conoce la expulsión del rumí . Aunque este dicho tiene el mismo sentido que el
español: No siente la brasa más que aquel que la pisa, su traducción literal
conserva cierta sonoridad y además salva la coherencia del contexto.
B) Límites intertextuales
Llegamos así a la espinosa cuestión de las notas a pie de página. Hay quienes
opinan que constituyen la vergüenza del traductor. A veces, es cierto, un mal
traductor recurre a ellas, mostrando así su fracaso de no haber podido hallar un
determinado equivalente. Sin embargo, es un error generalizar irreflexivamente,
ya que, un mismo traductor puede recurrir a la introducción de notas o a
prescindir de ellas, según lo exija su trabajo.
a) Notas situacionales
Están destinadas a situar al lector de la traducción en lugares con los que el lector
del texto original está familiarizado.
En una obra como La Tuhfat al-albab, citada más arriba, obra íntimamente
relacionada con la Geografía Descriptiva de un periodo y de un contexto cultural
muy alejado del momento en que se realiza el texto traducido, este tipo de notas
constituye aproximadamente el 45% de las notas a pie de página. Y ello, porque,
según mi criterio, la actualización de los topónimos rebajaría notablemente la
fidelidad y la calidad de la traducción, desvirtuando al mismo tiempo el carácter
medieval de la misma. Resultaría por lo menos anacrónico hacer navegar a un
viajero medieval por el mar Caspio o el de Aral, por los lagos de Van, Urmia o
Chad, porque en la aquella época se denominaban mar de los Jázares, mar de
Juwarizm, mar de Ahlat, mar de Urmia y mar cercano a la Ciudad de Cobre, que
es como el autor los cita respectivamente. Para evitar este efecto me pareció
obligado localizar los topónimos en obras geográficas medievales y actualizarlos
en las notas. Asimismo desvirtuaría el texto, produciendo un extraño efecto (tan
chocante por lo menos como el que produciría un “extra” que olvidara despojarse
de su reloj de pulsera en una película de romanos) situar al autor en el actual
Astracán –punto de partida de muchos de sus viajes- en lugar de en Sadjzin (que
en lengua local significa lugar desecado), que es el nombre que dicha ciudad
recibió precisamente en época de al-Garnati, nuestro autor, por la desecación del
ramal del río Volga, provocada por una alteración en el curso del mismo,
sustituyendo a la antigua denominación de Itil , que es como la recogen los
geógrafos árabes medievales.
En Barg el-Lil, la novela de B. Jrayyef, son también las notas situacionales las
que constituyen el más elevado porcentaje. El propio autor las introduce en su
texto, poniendo así de manifiesto la importancia que tiene para él que el lector se
sitúe en el laberinto de barrios de la antigua medina. En realidad, el verdadero
protagonista de su relato es el pueblo tunecino, esto es, los habitantes de los
distintos sectores de la vieja ciudad, cuya actitud, de rebelión unos, de sumisión
otros, ante los invasores, turcos o españoles, jugaron un papel fundamental en el
desarrollo de los acontecimientos históricos.
c)Notas de fondo
Hay otro tipo de notas que son las utilizadas por el traductor para manifestar su
opinión de acuerdo o de desacuerdo con algunos pasajes del texto original.
Una conocida obra de Gustave Le Bon, La Civilisation des Arabes, fue traducida
por Luis Carreras a finales del siglo pasado(13). El traductor hace preceder su
trabajo de un amplio prólogo donde pone de manifiesto sus profundos
conocimientos sobre la materia de la que trata el libro, cuya traducción justifica
por su carácter popularizador que puede servir para cortar la absurda concepción
de la civilización árabe que tiene el gran público. Sin embargo advierte que:
“hemos debido acribillar de notas de fondo ciertas partes, donde el autor estaba
deplorable en todos los conceptos”.
Este tipo de intervenciones del traductor nos llevan a reflexionar sobre la ética
profesional del mismo. La amplia bibliografía existente sobre la Ciencia de la
Traducción dedica amplios capítulos al análisis de las cualidades que debe
presen-tar todo traductor, sin embargo, dicha bibliografía no recoge excesivas
referencias que permitan establecer las bases para inducir su ética.
Se da por supuesto que, para llevar a cabo con éxito el proceso lingüístico de la
traducción, el autor de ésta ha de tener un amplio conocimiento lingüístico,
contrastivo en ambas lenguas (los teóricos señalan al traductor como un bilingüe
con limitaciones). En la elección correcta del término apropiado (a veces esta
elección cae fuera de las registradas en los diccionarios) se basará, no solamente
la buena transmisión del mensaje de una lengua a otra, sino también su estética
literaria. Cuando se comparan diferentes traducciones de un mismo texto no
solamente se detectan errores –de los que incluso grandes traductores no se han
visto libres, como prueban numerosos ejemplos(14)- sino que se hace evidente su
distinto nivel estético.
Entre los aspectos éticos a los que debe enfrentarse el traductor, se encuentra el
de su posible identificación con el autor, hasta el punto de olvidar su propia
ideología. Ya hemos visto más arriba -en el caso de la traducción al español de la
obra de Le Bon- un modo de manifestar las propias opiniones, por medio de las
notas de fondo, a lo que se debe añadir que el Sr. Carreras no solamente se
permite corregir al autor en los conceptos y en los datos históricos, sino también
en el estilo, como indica en su prólogo: “En cuanto a la traducción, sin faltar a las
ideas del original, hemos procurado dar cierta sencillez a las locuciones,
demasiado e inútilmente complicadas en el libro francés...Pues ocasiones ha
habido en que de cinco periodos del autor hemos hecho uno sólo”. Otros
traductores optan, sin embargo, por enfocar la cuestión desde otro punto de vista,
esto es, procurando que tanto la ideología como el estilo del autor lleguen a los
lectores de la traducción, de la manera menos contaminada posible.
Asimismo, la posición del autor cuando trata de temas políticos se deja traslucir
en su obra, imprimiendo en ella su carácter. Así en sendos relatos de dos autores,
Don Quijote(18) del sirio Hani al-Rahib y Los Libros quemados(19) del tunecino
`Izz al-Din al-Madani se describe la rebelión de las masas estudiantiles lideradas
por un intelectual, trasluciéndose en el primero una clara ideología marxista, que
contrasta con el anarquismo burlón del segundo.
(12). Túnez-Libia,1977
(13). Le Bon, G., La civilización de los árabes, trad. Luis Carreras, Barcelona
1886
(14). M. `Abd al-Gani Hasan registra muchos errores cometidos por orientalistas
de gran prestigio en su obra Fi-l-tardjama (fi-l-adab al-`arabi),,1966. Por mi
parte, al contrastar diversas traducciones de la famosa novela de Naguib Mahfuz,
Awlad harati-na, (Beirut, 1972 ) pude detectar un curioso error en la siguiente
frase dentro del capítulo dedicado a Gabal (pág.135 de la edición árabe, pág.86
de la traducción inglesa , Londres,1981) : “ Qabla an yahwa an-nabut `alà -l-
mir’aati -l-kabira wara’a at-tawila...), la confusión de la palabra al-mir’aat (el
espejo), por al-mar’at (la mujer), llevó al traductor a escribir : “ The cudgel fell
on the old woman behind the table...” cuando el autor quería decir: “el bastón se
estrelló contra el gran espejo que había detrás de la mesa...” ( v. trad. española,
Barcelona 1989, p.121).
(18). Véase, A.Ramos, Dun Quishut, en Revista de Estudos Árabes, nº4, 1994,
pp.77-90
(19). Véase A.Ramos, “Los libros quemados” en Del Atlas al Tigris”( Relatos
árabes de hoy), Madrid,1985, pp.53-59