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crónicas del siglo pasado

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DE ACÁ webbot
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"Los parches no sirven"
Frondizi habla del petróleo, del gobierno, la inflación y
los militares <!--webbot
Revista Somos bot="HTMLMarkup
Abril 1985 " endspan i-
un aporte de Riqui de Ituzaingó checksum="31714
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Hace 23 años fue derrocado por un golpe militar. Hace 21 años los
contratos petroleros firmados en 1958 como base primordial de su
plan de gobierno fueron anulados por un gobierno radical. Hace
apenas unos días, otro gobierno radical vuelve sobre el tema y
anuncia la formulación de una política petrolera cuyo parecido con la
frondizista es —¿o no?— pura coincidencia.
Esta suerte de revival petrolífero, aplaudido en principio y no sin
asombro por la mayor parte de las personalidades políticas del país y
del exterior, llevó a SOMOS a hablar con el responsable de la
nostalgia: Arturo Frondizi, 76 años, ex presidente de la Nación.
-Tras los anuncios que Raúl Alfonsín hizo en Houston, fue el
asombro. Usted mismo se sorprendió gratamente, aunque aclaró que
el petróleo ya no es solución exclusiva para la crisis. ¿Entonces?. . .
—Vea: en una política de desarrollo nacional el petróleo y también el
gas (porque somos una potencia gasífera, ¿no?) deben jugar un
papel proporcionado a la importancia de sus volúmenes y valores.
Estamos parados sobre una riqueza comprobada que, a valores en
boca de pozo, cuadruplica el monto de nuestra deuda externa.
Entonces, no poner esa potencia en acción agravia a los vastos
Arturo Frondizi y su mujer, Elena
sectores populares que sufren el diario y creciente acoso de la
Faggionato
pobreza y la marginalidad. Pero como cualquiera puede inferir, frente
a la profundidad de la crisis del subdesarrollo, es imposible pretender
conjurarla con medidas parciales y aisladas, aunque sean de
resonancia y estén básicamente bien orientadas. Una política de
hidrocarburos encaminada al interés nacional no debe ser, separada
de un plan general, con prioridades claramente definidas y asentadas
en las industrias de base, comenzando por el acero, y con un ritmo
de ejecución acorde con la urgencia de revertir la decadencia del
país.
-En resumidas cuentas, el petróleo puede servirnos para despegar,
pero no nos garantiza que nos mantengamos en vuelo. . .
—Mire. . . El petróleo es fundamental como palanca de un plan de
transformación estructural. Si ese plan no existe, el petróleo podrá
"yo no firmé ninguna concesión"
constituir un recurso para zafar momentáneamente de la crisis de
balance de pagos. Pero eso equivaldría a echar manos a una riqueza
útil con el limitado propósito de emparchar el sistema en crisis.
Atenuaría apenas uno de sus efectos, sin modificar las causas del
problema global. Los recursos naturales del país deben motorizar el
desarrollo y no deben ser exclusivamente considerados como medios
para cumplimentar nuestras necesidades y obligaciones externas.
-Conrado Storani señaló que hay diferencias de fondo entre la política
instrumentada durante el '58 y el '62 y la anunciada por el actual
presidente. Textualmente dijo: "Aquellas fueron concesiones, ahora
se han anunciado contratos de exploración." ¿Usted firmó
concesiones, doctor Frondizi?
—Seré absolutamente claro: durante nuestro gobierno no se
otorgaron concesiones. Por el contrario, se prohibieron legalmente.
Suscribimos contratos de explotación para el desarrollo de áreas con
reservas comprobadas y contratos de exploración. En ellos, las
compañías contratistas corrían con los riesgos mineros y cobraban y
ganaban en función del petróleo que extraían.
-Perdone, pero no alcanzo a comprender por qué YPF no explotó
directamente en las zonas donde tenía hecha la evaluación de
reservas. . .
—La cuestión era la urgencia y la falta de inversiones para la
tecnología imprescindible. Yo no voy a prestarme a discusiones sobre
cuestiones semánticas, pero sí voy a aclararle que los contratos
ajustados a nuestra política energética garantizaban estrictamente
que el petróleo era propiedad inalienable del Estado nacional. Así lo
estableció la Ley 14.775 de Nacionalización de Hidrocarburos cuya
sanción promovimos. Entonces, cada contratista entregaba a YPF el
petróleo que extraía y YPF le pagaba al contratista una retribución por
la extracción. Esa retribución fue en todos los casos menos que el
costo del petróleo producido por YPF por administración y también
fue inferior al precio del petróleo importado.
-¿Puede darme algunas cifras?
—En los 35 años anteriores a 1958, YPF no había pasado de producir
entre el 30 y el 40 por ciento del petróleo que consumíamos. El resto
lo importábamos. Esa situación la rompimos con la política de los
contratos y con la racionalización de YPF. El consiguiente ahorro de
divisas que esto trajo para el país fue del orden de los 300 millones
de dólares por año. Y lo invertimos en equipamiento industrial.
¿Quiere más cifras? Anote: durante mi gobierno triplicamos la
producción a un ritmo del 30 por ciento acumulativo anual. Pasamos,
en números redondos, de 5 a 15 millones de metros cúbicos por año.
Y lo hicimos sin detrimento de las reservas. Por el contrario, éstas
aumentaron en un 50 por ciento. Y también sin menoscabo de YPF:
racionalizada y reequipada, duplicó la cantidad de pozos perforados y
la cantidad de petróleo producido por administración. Esto fue una
revolución en la historia del organismo. Pero no nos debemos
confundir: YPF debería reducir al mínimo su operatoria. Transferir el
grueso de su actual actividad práctica a manos privadas,
reservándose su condición de instrumento para la aplicación de la
política que el Estado nacional fije en la materia. Ya le he dicho que
nosotros desechamos las figuras de las concesiones y creamos
nuevas y eficaces formas contractuales que posteriormente fueron
aplicadas en otros países. Básicamente establecimos que los
contratistas no pudieran disponer del petróleo de otra forma que no
fuera entregándolo en su totalidad a YPF. Aseguramos la soberanía
nacional, no sólo por haber mantenido la propiedad del petróleo y de
las áreas, sino porque fundamentalmente eliminamos la dependencia
del exterior en el abastecimiento y lo hicimos pagando salarios a
obreros y a técnicos argentinos, fletes y seguros a empresas
nacionales, regalías a las provincias y poblando regiones virtualmente
desiertas.
-El gobierno ha tardado más de un año en anunciar lo que hará en
materia de explotación petrolífera. Y aún no se sabe muy bien en qué
consistirán los contratos ni cuándo se firmarán. ¿Usted qué piensa?
—Creo que cada política se juzga por sus resultados, los de mi
gobierno están a la vista. En solo 5 meses a partir de la victoria
electoral y en 87 días de gobierno, actuamos con decisión. Lo
hicimos dentro de la legalidad, pero al margen de la burocracia.
Negociamos, firmamos y pusimos en ejecución los 5 primeros
contratos que determinaron una aceleración de las actividades
exploratorias y extractivas como no existían antecedentes en la
Argentina y como lamentablemente tampoco los hubo después de la
anulación dispuesta por el gobierno radical del doctor Illia.
-Usted, Rogelio Frigerio y el MID en general señalaron su beneplácito
por el viraje de Alfonsín en Houston. ¿Significa esto, de alguna
manera, que se está acortando la brecha abierta entre Balbín y
Frondizi en los años '50?
—Vea señora: que el gobierno se disponga a revisar 50 años de
prédica tenazmente refractaria, que se disponga a recorrer el camino
del autoabastecimiento que nosotros transitamos hace un cuarto de
siglo, configura un giro político altamente elogiable. Con Frigerio lo
hemos celebrado como un paso que puede contribuir para emerger
de la crisis. Pero le advierto que esta conciencia está ya instalada en
amplios sectores de la comunidad y por ello no podrán ser
instrumentados por consignas retóricas e inconducentes, orientadas
a distorsionar la propuesta desarrollista en materia de hidrocarburos.
El actual gobierno ha dado un paso significativo. Pero ahora deberá
vencer la inercia e implementar concretamente los anuncios, para
que los resultados puedan observarse en los próximos meses y no
dentro de 7 o 9 años, como ha declarado a la prensa algún
funcionario del área energética.
-¿Qué requisitos debe reunir un contrato petrolero para que, al tiempo
de servir a los intereses nacionales en forma efectiva, posea
suficiente atractivo para las inversiones extranjeras?
—La clave está en la rentabilidad. Fíjese que si la rentabilidad no es
adecuadamente preservada dentro de los márgenes de riesgos que
son normalmente asumidos en este tipo de operaciones, no habrá
posibilidad de atraer inversiones. Los contratos deben respetar la
regla que indica que el volumen y el ritmo de producción están en
directa relación con el precio que se esté dispuesto a pagar. Porque
en este sentido resulta contraindicado al interés nacional la
pretensión de "exprimir" al contratista recortando sus márgenes de
rentabilidad. Este concepto es también válido para el caso de las
reservas a descubrir. El precio no sólo debe ser justo (no más de lo
debido, pero tampoco menos) sino además debe ser variable, para
adecuarse a las condiciones y riesgos de cada operación.
-Si el petróleo es un pilar del desarrollo, ¿cómo se explica que
Estados Unidos importe petróleo y conserve el suyo (al revés de
nosotros), en especial cuando se pretende que por la vía sintética el
natural va a dejar de ser un bien de interés en el futuro?
—La situación de la Argentina y de los Estados Unidos es
sustancialmente diferente. Estados Unidos es una gran potencia a la
cabeza del mundo industrial. Nosotros, en cambio, pertenecemos al
conjunto de naciones subdesarrolladas. Por ello difícilmente pueda
compararse lo que uno y otro está en condiciones de permitirse. Los
norteamericanos pueden descargar en el exterior buena parte de las
consecuencias de su déficit de balance de pagos, que está en el
orden de los 200 millones de dólares. El gobierno argentino, que
carece de plan global de desarrollo, está obligado a forzar la
generación de excedentes en el balance de pagos, para cumplir con
los compromisos de la deuda externa en el marco de lo acordado con
el FMI. Por otra parte la actividad petrolífera en los Estados Unidos se
ha incrementado en los últimos tiempos sobre la base del aumento
operado en el valor internacional del petróleo excedente. De paso,
esto es un ejemplo de cómo funciona la regla que rige la expansión
de la producción en base a los aumentos de precios, que es de
cumplimiento universal. Nosotros tenemos que establecer nuestras
prioridades y contratar con las empresas que nos permitan cumplir
esos objetivos.
-En tren de comparar la situación actual con la que debió enfrentar
usted cuando era presidente, ¿aplicaría hoy la misma receta de 1958
y respetaría el mismo orden de prioridades que marcó durante su
campaña: petróleo, petroquímica, siderurgia, comunicaciones,
energía y tecnificación agraria?
—Usted me ha ahorrado la enumeración de prioridades. Por supuesto
reivindicamos hoy el mismo camino. Eso le permitió al país conseguir
inversiones genuinas de capital nacional y extranjero. Además del
autoabastecimiento de petróleo, logramos así triplicar la producción
de acero, quintuplicar la de caucho sintético, fundar prácticamente la
industria automotriz y la petroquímica, por no señalar sino algunas de
las batallas ganadas en el camino por capitalizar la Nación. Esos
resultados, ese impulso, es lo que le permitió vivir de rentas a los
gobiernos posteriores que renunciaron a continuar ese proceso
dinámico. Pero digamos, además, que las circunstancias actuales
resultan, en cierto sentido, más propicias que las que debimos
afrontar en nuestra experiencia de gobierno.
—¡¿Cómo?! Eso no se lo puedo creer. . .
—Créalo porque es así. Fíjese que al consenso ya alcanzado por la
idea del desarrollo y la integración nacional, agréguele que la
participación del capital privado, nacional y extranjero en esos
grandes objetivos ya no es materia de discusión, salvo por parte de
recalcitrantes y minoritarios grupos de opinión ligados a la retórica
antiimperialista y al nacionalismo de medios. Además, el país hoy
puede beneficiarse enormemente de dos circunstancias que entre el
'58 y el '62 no se daban: el encarecimiento mundial de los precios del
petróleo.
-Sinceramente no veo cómo se puede erigir nada con la inflación que
hoy se padece. A propósito: ¿cómo hizo usted para controlarla?
—Nosotros hicimos, simplemente, lo contrario de las prácticas
rutinarias del monetarismo, que se ocupa de los efectos y no de las
causas. Atacamos frontalmente el fenómeno en sus orígenes, es
decir, en el déficit fiscal y en la paralización y desintegración del
aparato productivo. En un primer momento, porque liberamos una
inflación encubierta preexistente y, sinceramos las variables precios-
cambios-tarifas-salarios, el índice de precios subió hasta ubicarse en
el 113 por ciento en 1959, aun cuando empezó a bajar mes a mes.
Pero como simultáneamente aplicamos la política de fondo destinada
a restablecer el proceso de inversión y la acompañamos con una
drástica racionalización estatal, en 1960 la inflación se redujo al 27,1
por ciento y en 1961cayó al 13,7 por ciento anual. El plantel de
agentes estatales se redujo en más de 250.000 empleados sin
incrementar los índices de desocupación, ya que hubo pleno empleo.
El dólar se mantuvo estable y el déficit presupuestario cayó en menos
del 1 por ciento del PBI. Las causas de la inflación son ahora las
mismas que entonces y en consecuencia, el remedio no puede ser
otro que aquél cuya efectividad demostramos.
-Usted firmó un stand-by con el FMI, pero durante los cuatro años de
su gobierno no se aplicaron los condicionamientos del Fondo.
Verbigracia: no se paralizó el plan de obras, las tarifas no crecieron
por encima de la inflación, las tasas de interés eran negativas y por
ende el crédito era barato. ¿Le trajo problemas no cumplir con el
FMI?
—La enumeración es acertada pero su aseveración es incorrecta. Le
explico: nosotros negociamos con el Fondo siguiendo una estrategia
que básicamente consistió en llevar en una mano el acuerdo para el
saneamiento y en la otra el plan de desarrollo, de manera que
compatibilizamos el control de la inflación y la racionalización del
gasto público con la creación de posibilidades para el desarrollo
integral del país. Cumplimos con un plan que satisfacía al Fondo sin
por eso impedir el desarrollo y menos aún caer en el receso y en la
pauperización de los trabajadores y de los productores argentinos.
-Usted debió soportar más de una treintena de planteos militares
durante sus cuatro años de gestión ¿Cuál es su opinión sobre la
relación gobierno-Fuerzas Armadas en la actualidad?
—Mire: las Fuerzas Armadas son una parte importante del
movimiento nacional. No se las puede aislar y no se las puede
agraviar. Y eso es lo que lamentablemente se ha hecho. En lugar de
aplicar la Justicia, se ha permitido y hasta se ha auspiciado un juicio
condenatorio global de carácter político. Nosotros creemos que el
aislamiento de las instituciones armadas respecto de la sociedad civil
sólo sirve al enemigo de nuestro desarrollo como Nación.
-¿Usted es partidario de una amplia amnistía militar?
—Yo soy partidario de sentar las bases de una reconciliación y de
una pacificación definitiva en el país y esto no puede empezar sin
establecer una política global sustancialmente diferente de la que se
está aplicando, que en realidad agudiza los enfrentamientos y las
divisiones de la sociedad. En esas condiciones se podrán estudiar los
instrumentos jurídicos para dejar cerrada una etapa del pasado y que
todos nos dediquemos a resolver los problemas del presente con los
ojos y el corazón puestos en el futuro.
-¿Cree al menos que una ejemplar sanción a las cúpulas del Proceso
ayudaría a terminar con la pesadilla de los golpes y planteos
militares?
—Vea: la inestabilidad institucional es el resultado de las graves
tensiones que engendra el subdesarrollo. Es superficial, en
consecuencia, creer que porque es juzgada una conducción
desaparecerán los factores objetivos que llevan al deterioro de las
instituciones. Por otra parte, lo que nadie dice hoy es que las Fuerzas
Armadas asumieron la represión de la subversión como corresponde
a su papel institucional, puesto que el monopolio de la fuerza en
manos del Estado era disputado por grupos armados. Esa acción es
legítima y corresponde a la defensa del Estado de derecho. Lo que
debió ser puesto en manos de la Justicia son las acciones realizadas
fuera de la ley.
Ana María Bertolini
Fotos: Gerardo Horovitz

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