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La ciudad

de los réprobos
Historia urbana de los espacios carcelarios de
Buenos Aires, 1869-1927
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Rector
Prof. Dr. Alberto Barbieri
Vicerrector
Abg. Juan Pablo Más Vélez

FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y URBANISMO


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INSTITUTO DE ARTE AMERICANO E INVESTIGACIONES ESTÉTICAS


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Coordinador de Medios
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Diseño gráfico
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Diagramación
D.G. Vanina Farias
Ruiz Díaz, Matías Ariel
La ciudad de los réprobos: historia urbana de los espacios carcelarios de Buenos
Aires, 1869-1927 / Matías Ariel Ruiz Díaz; dirigido por Mario Sebastián Sabugo;
editado por David Dal Castello; Guillermina Zanzottera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma
de Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Fac. de Arq. Diseño y Urbanismo. Inst.
de Arte Americano e Inv. Estéticas Mario J. Buschiazzo, 2018.
172 p. ; 20 x 14 cm. - (Serie Tesis del IAA / Sabugo, Mario Sebastián)
ISBN 978-950-29-1754-2
1. Historia de la Cultura. 2. Arquitectura . 3. Buenos Aires . I. Sabugo, Mario Sebastián,
dir. II. Dal Castello, David, ed. III. Zanzottera, Guillermina, ed. IV. Título.
CDD 720.98211

ISBN 978-950-29-1754-2
Archivo Digital: descarga y online. ISBN 978-950-29-1753-5

Texto recibido: 29 de marzo del 2018 / Texto aceptado: 25 de junio del 2018

Imagen de portada: Penitenciaria Nacional. Frente del edificio sobre la calle Las Heras.
Principios del siglo XX. Fuente: Archivo General de la Nación Dpto. Doc. Fotográficos.

Impreso en Argentina en 2018

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723.


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La colección se compone de textos originados en tesis de maestría y doctorado
defendidas y aprobadas por los investigadores del IAA. Los manuscritos se someten a
un proceso de revisión interna a cargo del Comité Editorial y a una evaluación externa
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reproducido total o parcialmente a condición de citar la fuente original.
Matías Ariel Ruiz Diaz

La ciudad
de los réprobos
Historia urbana de los espacios carcelarios de
Buenos Aires, 1869-1927

SerieTesisdelIAA
2018
Dedicado a Emilse Máxima Garayalde.
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

INTRODUCCIÓN
LOS CONDENADOS DE LA CIUDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 

CAPÍTULO 1
LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente . . . . . . . . . . . . . . 25
1.2 Abordajes sobre la historia de la prisión en Argentina y
América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
 
CAPÍTULO 2
CONDENAR LA BARBARIE, CASTIGAR CIVILIZADAMENTE . . . . . . . . . . 43
2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
2.2 La cárcel y el laboratorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
 
CAPÍTULO 3
PROYECTOS Y ESPACIO URBANO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.1 Lo proyectado: las cárceles de Enrique Aberg y
Francesco Tamburini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones . . . . . . . 83
CAPÍTULO 4
LA CÁRCEL Y EL PARQUE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
4.1 La crisis del paradigma regenerativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
4.2 Las nuevas periferias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110

CONCLUSIONES
LA CÁRCEL Y LA CIUDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

BIBLIOGRAFÍA, FUENTES Y ARCHIVOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161


Bibliografía analítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
Archivos, Bibliotecas y reservorios consultados . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
AGRADECIMIENTOS

En la portada de este libro, como en cualquier otro, aparece el nombre


de su autor. Sin embargo creo que la escritura de un texto es práctica-
mente imposible desde una única voluntad individual. Estoy seguro de
que el texto aquí presente no existiría sin la participación, directa o indi-
recta, de un importante número de personas que me han respaldado y
apoyado durante el proceso. Este apartado es para ellos.
En primer lugar, agradecer a mi director, docente y amigo Horacio
Caride Bartrons, por abrirme la puerta a la historia, por guiar y acom-
pañar todo este proceso, y principalmente por estar siempre dispuesto
para charlar y discutir. A David Dal Castello por su ayuda cuando recién
comenzaba la maestría y la escritura de la tesis parecía muy lejana.
A Mario Sabugo y Rita Molinos por darme un espacio para ejercer
la docencia y ofrecerse siempre para escuchar y aconsejar.
Agradezco al equipo del Instituto de Arte Americano e Investiga-
ciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” que me ha ofrecido la enorme
posibilidad de publicar este libro. Especialmente mi reconocimiento al
trabajo y paciencia de David Dal Castello, Guillermina Zanzottera y a
todo el equipo de la Serie Tesis del IAA, cuyas observaciones han me-
jorado y enriquecido sustancialmente este texto.
Extiendo mi gratitud a los profesores de la Maestría en Historia y Crí-
tica de la Arquitectura, el Diseño y el Urbanismo, en especial a Damián
Sanmiguel, quien me ha ayudado administrativamente y organizado la
defensa de la tesis de la que derivó este libro. A los jurados, Virginia Bo-
nicatto, Sebastián Malecki y Julieta Perrotti Poggio, por sus comentarios
y observaciones que me permiten continuar mi investigación.

11
AGRADECIMIENTOS

Mi reconocimiento al equipo de Historia de la Arquitectura de la


cátedra Sabugo, al de la cátedra Molinos, de la cátedra Caride, y del
taller Caride/Lilli/Zweifel que siempre me han apoyado y ayudado a
seguir adelante.
A mis padres, Virginia y Aurelio, mi familia y mis amigos, mi agrade-
cimiento eterno por estar siempre.
Mi mayor agradecimiento es para Rocío, por haber convivido y
acompañado a un tesista con todo lo que ello implica. Sin su paciencia
y apoyo este libro no hubiera sido posible.
Finalmente, gracias a la universidad pública, sin ella nada de esto
hubiera existido.

Matías Ruiz Diaz, 8 de agosto del 2018.

12
PRÓLOGO*

La tesis de maestría de Matías Ruiz Diaz aborda la compleja relación


entre las cárceles, en tanto “símbolos materiales de la modernidad”, y
la cambiante configuración urbana de Buenos Aires en un amplio pe-
ríodo que abarca medio siglo. Lejos de restringirse a la proyección de
connotaciones predeterminadas y unívocas de control o modernidad
sobre las cárceles, Ruiz Diaz explora cómo estas fueron asociadas con
la producción de sentidos de inmoralidad e ilegalidad en su entorno.
Por eso, se transformaron en objeto de disputa en contextos de expan-
sión urbana.
Como revelan los agradecimientos, el trabajo ha sido elaborado en
el marco de un grupo que viene produciendo contribuciones significa-
tivas a los necesarios y urgentes cruces entre los estudios urbanos, la
historia y la arquitectura. Como partícipe de este campo de reflexiones
propio de una encrucijada de disciplinas, Ruiz Diaz transita por un área
particularmente cara a estos diálogos, el de los estudios sociales del
castigo, construido especialmente por aportes de las ciencias socia-

* Este libro corresponde a una adaptación de la tesis de maestría de Matías Ruiz Diaz,
defendida en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos
Aires (MAHCADU-FADU-UBA), en marzo del 2018. Su proceso de elaboración contó con
el apoyo de una beca otorgada por la Universidad de Buenos Aires, y se inscribió en el mar-
co de los Proyectos UBACyT 20020100200275BA y 20020130200212BA. El primero de
ellos abarcó la historia urbana de Buenos Aires, así como los temas y problemas derivados
de la construcción de la arquitectura porteña durante el período 1887-1948, mientras que el
segundo se ocupó del lapso entre 1948 y 2013. La Investigación del autor fue parte del Pro-
grama de Estudios Históricos de las Heterotopías, del Instituto de Arte Americano e Investi-
gaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”. Tanto la tesis de Ruiz Diaz que origina este texto,
como los proyectos mencionados, han sido dirigidos por el Dr. Horacio Caride Bartrons.

13
PRÓLOGO

les, de la criminología y de la historia. De esta última, el autor toma las


herramientas para un análisis que se alimenta de lo contingente y de lo
imprevisto para proponer claves de lectura novedosas sobre un campo
temático consolidado.
A lo largo de cuatro capítulos, el autor realiza un recorrido que parte
de la producción de conocimiento sobre las cárceles desde las Cien-
cias Sociales a través de una lectura esmerada de las referencias inelu-
dibles del campo. En seguida, aborda las discusiones sobre el espacio
de reclusión —aquel imaginado y aquel concretado— en el marco de
coyunturas urbanas específicas. A medida en que el análisis avanza,
se vuelve evidente que los cambios en las lógicas punitivas son mejor
comprendidos si se examinan a la luz de configuraciones territoriales
en movimiento. El autor ubica el surgimiento de proyectos alternati-
vos de cárceles en el contexto de los cambios de sentidos sobre la
ciudad y también de dificultades de diversas órdenes, organizativas y
presupuestarias. Enmarca esos proyectos en una persistente “amplitud
tipológica” que recién alcanza un desenlace ya entrado el siglo XX.
Finalmente, en la última parte, se dedica a analizar el emplazamiento
carcelario en diferentes espacios marginales. Se destaca su discusión
sobre la otra “Tierra del Fuego” alrededor de la Penitenciaría Nacional,
cuya demarcación territorial resulta, entre otras, de la contribución ac-
tiva y cotidiana de la comisaría 17.ª, que no escapa de la mirada atenta
de Ruiz Diaz. Los proyectos posteriores enfrentaron la crisis de las
nociones de lo urbano civilizador y de la regeneración moral, en un
movimiento que culminó con la Cárcel de Encausados de Villa Devoto
a fines de los años 1920.
El texto revela un cuidadoso trabajo de cruce entre conjuntos docu-
mentales tan diversos como prensa, memorias oficiales, proyectos de
cárceles, construidas o no, y muchos planos. Se trata de un objeto de
análisis construido en la tensión entre imaginarios urbanos, proyectos
de control, temores sociales y usos diversos de la ciudad.
La tesis de Matías Ruiz Diaz desarrolla estrategias valiosas para
transformar las dimensiones espaciales y territoriales en una variable
central de la indagación histórica. Un ejemplo destacable está en su

14
PRÓLOGO

análisis sobre la obligatoriedad del trabajo en la Cárcel de Encausados.


El autor muestra cómo esta discusión es resultado de la instalación
de dicha cárcel en el lugar antes previsto para la Casa de Corrección
de Menores Varones. En este caso, la configuración de los espacios
de reclusión incidió directamente en las disputas sobre las formas de
punición y vigilancia.
La tesis es de especial interés a los estudiosos de las prácticas de
encierro y castigo. Además, la bien lograda inserción de las cárceles en
la ciudad las transforma en una guía para la comprensión de procesos
más amplios de periferización y de segregación social. Con eso, se
vuelve lectura obligatoria, tanto por sus aportes empíricos como por
sus estrategias de investigación, para todos aquellos interesados en
profundizar los cruces entre los estudios urbanos y la historia.

Cristiana Schettini**

** Doctora en Historia, Universidad Estadual de Campinas.

15
INTRODUCCIÓN

LOS CONDENADOS DE LA CIUDAD

Este libro trata sobre los espacios carcelarios de la ciudad de Buenos


Aires en un periodo histórico particular en el que las cárceles adquirie-
ron en Occidente un protagonismo sin precedentes. Si bien la priva-
ción de la libertad ha existido desde la Antigüedad, no constituía una
penalidad en sí misma sino que tenía un carácter preventivo, evitaba el
escape de un acusado hasta que la pena real fuera determinada. Esta
pena solía consistir en un castigo físico, muchas veces público, que
cumplía la doble función de castigar al acusado y sembrar el miedo en
quienes quisieran delinquir. La adopción de la privación de la libertad
como pena es un hecho reciente en términos históricos.
A partir del cambio ideológico que supuso la Revolución Francesa
y la apreciación de la libertad como uno de los valores fundamentales
del hombre, en muchas de las ciudades más importantes del mundo
la privación de la libertad comenzó a adoptarse como la forma de pe-
nitencia de una sociedad que veía cambiar sus principios morales, lo
que modificaría su postura frente a la condena, al ocultar el castigo y el
cuerpo del criminal.1
En este contexto, la prisión se convirtió en el dispositivo espacial
de control social capaz de hacer posible el encierro colectivo de un
gran número de personas. Esta característica fue compartida por otras
instituciones que también permitieron la separación de individuos que
debían ser apartados del cuerpo social. Así, cárceles, manicomios, asi-
los y hospitales se volvieron parte de la escena urbana de las ciuda-
des. Sin embargo, es en el caso del espacio de la cárcel donde más

1 Mari (1983): 160.

17
INTRODUCCIÓN

claramente puede verse el imaginario de la capacidad transformadora


y normalizadora de la arquitectura sobre los individuos.
El presente trabajo se referirá a estos espacios, destinados a invisi-
bilizar a los condenados del “cuerpo urbano”,2 ubicándose a su vez en
un lugar determinado con respecto a la ciudad.
En los relatos sobre este momento de la historia de Buenos Aires
las cárceles no han estado demasiado presentes, a pesar de ser edifi-
caciones de notable impronta dentro del espacio urbano. Esto también
puede decirse de la Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, que ha
elegido otros objetos de estudio y abordó las cárceles como infraes-
tructuras utilitarias.
Para esta historia urbana nos proponemos realizar el camino opues-
to. Partiremos de la afirmación de que las cárceles, en este momento
histórico específico, constituyeron discursivamente símbolos materia-
les de la modernidad. A partir de este enunciado plantearemos un rol
protagónico de estos espacios dentro de la configuración de parte de
la estructura urbana de la ciudad de Buenos Aires, tanto desde la cons-
trucción material como desde la determinación inmaterial del carácter
de los sectores donde los objetos se implantan.
Durante el periodo estudiado, 1869-1927, la voluntad de posicionar
a Buenos Aires como una de las ciudades más importantes del mundo
impulsó la planificación de numerosos proyectos de embellecimiento,
mejoras de la infraestructura edilicia y planes urbanos que buscaron
organizar un crecimiento ordenado. Las cárceles fueron parte de este
proceso caracterizado por un crecimiento demográfico exponencial,
a causa del auge del modelo económico agroexportador, que llevó a
Buenos Aires a transformarse en una gran metrópoli. Recorreremos
este período determinado a través de dos proyectos que finalmente
se construyeron. En 1869, se realizó el concurso para la Penitenciaría
de Buenos Aires, el primer proyecto materializado de gran escala que
buscó brindar una solución al problema de la reclusión de la creciente

2 Sobre la noción de “cuerpo urbano” ver Caride Bartrons (2011): 38.

18
LOS CONDENADOS DE LA CIUDAD

delincuencia urbana.3 En 1923, se realizó la presentación de planos


para la construcción de la Cárcel de Contraventores de Villa Devoto
que sería inaugurada en 1927, edificio con el que se cerraría un ciclo de
numerosos proyectos no construidos en el que las periferias de Bue-
nos Aires se fueron trasladando sucesivamente. Este recorte temporal
a la vez coincide con el pasaje de una “fase entusiasta” sobre las po-
sibilidades reales de aplicación de la reforma penitenciaria, a una “fase
de descreimiento”. La primera de estas fases se iniciaría a fines del
siglo XIX y entraría lentamente en crisis con las limitaciones y falencias
que el sistema iría presentando.4
En una investigación de estas características están involucradas, no
sólo la historia de la prisión, sino que existen agentes que la cruzan des-
de las miradas de la Historia Cultural, Social y del Derecho. No obstante,
estos relatos se han centrado principalmente en la jurisprudencia y en los
objetos construidos, con especial hincapié en la Penitenciaría Nacional.
Trabajos previos a éste han demostrado que los estudios desde la
Historia Urbana y Territorial generan la oportunidad de repensar las His-
torias Sociales y Políticas más tradicionales.5 A partir de esta afirmación
planteamos que el estudio de los sucesivos proyectos carcelarios, tanto
los construidos como aquellos que no llegaron a materializarse, nos per-
mitirá realizar distintas lecturas tangibles e intangibles sobre la confor-
mación de la ciudad y la determinación de sus territorios. Entendemos
que estos proyectos fueron lo suficientemente emblemáticos como para
condensar una idea de ciudad en su dimensión espacial y social.
Asimismo veremos que en los casos en que las cárceles se lograron
materializar, la presencia de estos objetos arquitectónicos, destinados al
control y contención de los criminales, paradójicamente trajo aparejada
la conformación de sectores de inmoralidad e ilegalidad en el entorno in-
mediato a la prisión, constituyendo una serie de prácticas que encontra-

3 En 1825 se produjo en Buenos Aires el primer concurso sudamericano para un proyecto de


prisión, aunque no llegó a materializarse. Sobre este concurso ver García Basalo (2013): 45.
4 Alvo (2017): 4.
5 Caride Bartrons (2017); Dal Castello (2017).

19
INTRODUCCIÓN

ron resistencia en la medida en que el crecimiento de la ciudad demandó


la reincorporación de los espacios que previamente había cedido.
Para este estudio particular de los procesos de territorialización
de la ciudad, determinados por la implantación de los espacios de re-
clusión, plantearemos una estrategia de análisis que buscará primero
comprender cuál fue la idea de control social que les dio marco a los
sucesivos proyectos carcelarios. Esta idea de control social determinó
un “paradigma regenerativo” directamente vinculado con la morfología
y la tipología que adquirió el proyecto de prisión. Dicho paradigma tuvo
además un correlato urbano, en el que la arquitectura emergió como un
sistema de control espacial atado a determinados lugares en la ciudad
donde la cárcel podría y debía ubicarse. A partir de la implantación del
objeto se suscitaron problemas particulares, que están determinados
por la ubicación relativa de la cárcel dentro del contexto urbano, sus vin-
culaciones con las instituciones locales, la construcción de la identidad
barrial, y la relación con los poderes centrales, municipales y nacionales.
Nuestro relato sobre la historia de estos espacios está dividido en
cuatro partes. En la primera, La cárcel como problema histórico, revisa-
remos cuáles han sido las lógicas de abordaje de la historia carcelaria
en Occidente, teniendo en cuenta las distintas miradas elaboradas en
Europa en la década de 1970 que sentaron las bases para el estudio
de las cárceles en general hasta los trabajos a nivel local más recientes.
La segunda parte, Condenar la barbarie, castigar civilizadamente,
expone las diversas posturas frente al problema de la “administración”
de las desviaciones y la criminalidad, estableciendo los diferentes pa-
radigmas presentados, principalmente por los profesionales higienistas
que tuvieron un rol protagónico dentro de este proceso de transforma-
ciones urbanas y, por sobre todo, sociales. Para esto se considerarán
una serie de discusiones alrededor del rol regenerativo que estos edifi-
cios debían tener y sobre cuál debía ser la relación entre el espacio de
reclusión y el espacio urbano.
Intentaremos poner de manifiesto las repercusiones y discrepancias
que estos proyectos y paradigmas utópicos producen cuando salen del
campo de las ideas y se convierten en objetos materiales dentro de la

20
LOS CONDENADOS DE LA CIUDAD

ciudad, donde ya no son solamente objeto de estudio de los profesio-


nales, sino elementos materiales con los que el conjunto social convive.
En la tercera parte, Proyectos y espacio urbano, analizaremos
cómo a finales del siglo XIX el impacto de la inmigración y el rápido
crecimiento de la ciudad luego de la federalización demandaron estra-
tegias alternativas frente al problema de los espacios de reclusión. Las
nuevas tendencias arquitectónicas en materia penitenciaria se harán
presentes en los diversos proyectos que buscan dar una solución a
la cuestión social. La Historia Política tomará aquí protagonismo para
comprender los problemas de gestión de las instituciones de control
social por parte de un Estado en formación.
Finalmente en el último capítulo, La cárcel y el parque, nos encon-
traremos con otro proceso de determinación de espacios marginales
capaces de recibir objetos carcelarios de gran escala, proceso que
culminará con la Cárcel de Encausados de Villa Devoto en los límites
de la ciudad.
Creemos que para poder reconstruir una imagen más completa
del programa carcelario debemos intentar comprender las diferentes
miradas que lo connotan y lo definen. Pretendemos observar cómo
distintos imaginarios confluyen en un mismo programa, asignándole
características y propósitos diversos en el periodo histórico trabajado.
Para esto nos valdremos de una amplia variedad de fuentes obtenidas
en distintos reservorios: los debates parlamentarios sucedidos en las
Cámaras de Diputados y Senadores y las memorias institucionales fue-
ron relevadas en el Archivo General de la Nación y la Biblioteca “Este-
ban Echeverría” de la Legislatura Porteña. Asimismo los periódicos y
revistas fueron consultados en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
“Mariano Moreno”. En esta última también se ha consultado la mapo-
teca, de la cual se han tomado la mayor parte de los planos presentes
en este libro. El resto se han tomado de la biblioteca digital Gallica
perteneciente a la Biblioteca Nacional de Francia. El archivo del Centro
de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública, perte-
neciente al Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas, en adelante
CEDIAP, constituyó un reservorio fundamental para el relevamiento de

21
INTRODUCCIÓN

la documentación de los proyectos construidos y de aquellos que no


llegaron a construirse. Finalmente, las bibliotecas de la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires,
la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de La Plata
y la biblioteca “Andres Blanqui” del Instituto de Arte Americano e In-
vestigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”, fueron consultadas para
reconstruir las formas en que la temática fue abordada por la disciplina.
Entendemos que, al estudiar estos espacios desde esta perspecti-
va, podremos indagar en una serie de discursos y miradas sobre el terri-
torio, la ciudad y las instituciones que no han sido examinadas desde la
lógica de una Historia Urbana, y que terminaron definiendo tanto una es-
tructura moral así como arquitecturas y, finalmente, fragmentos urbanos.

22
CAPÍTULO 1

LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

Para poder desarrollar una historia de los espacios carcelarios en la


ciudad de Buenos Aires, es necesario comprender cuáles han sido las
líneas de investigación que han tomado a las cárceles como objeto de
estudio tanto en el plano nacional como internacional. En este primer
capítulo revisaremos la producción de diversos autores que han pro-
puesto abordajes novedosos y relevantes para el estudio de la prisión.
Es preciso aclarar que no ha sido la Historia de la Arquitectura la que
ha dado los trabajos más relevantes sobre el tema, aun cuando muchos
de los proyectistas de cárceles han sido arquitectos de renombre. De
la misma manera, la Historia del Urbanismo no se ha ocupado en pro-
fundidad de un estudio sobre el peso relativo de estos programas en la
ciudad. Probablemente esto se deba a su carácter cerrado, marginal y
aislado. Sin embargo, como indica Guido Neppi Modona:

(…) la separación de estas instituciones de la sociedad libre


resulta más aparente que real, ya que la cárcel no hace más que
manifestar o llevar al paroxismo modelos sociales o económicos
de organización que se intentan imponer o que ya existen en la
sociedad.6

La historia urbana que planteamos parte de esta afirmación, definiendo


un rol protagónico de los espacios de reclusión dentro de la configu-
ración de parte de la estructura urbana de la ciudad de Buenos Aires,

6 Melossi y Pavarini ([1977] 2014): 7.

23
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

tanto desde la construcción material como desde la determinación in-


material del carácter de los sectores donde los objetos se implantan.
Dentro de la línea de trabajo que se propone aquí, lo más cercano ha
sido el breve trabajo de Marcelo Cuenca, Cristina Poberaj y Teresa Sauá
sobre los Espacios de la locura en Argentina.7 Desde el estudio de
otro espacio de reclusión, este artículo sólo presenta algunas líneas de
acción para seguir en una investigación futura más amplia cuyo objetivo
sería determinar los lugares de la locura en la ciudad de Buenos Aires.
No obstante, como ya hemos mencionado, esta historia se cruza y
se nutre de otras. Estableciendo vinculaciones con la Historia Social,
Cultural, del Derecho y de la Policía, procuraremos compensar la ca-
rencia de antecedentes desde el campo arquitectónico.
La presente investigación se podría relacionar con las lógicas de
la “sociología del castigo”, propuesta por David Garland, en tanto en-
tiende “(…) la necesidad de emplear un enfoque interpretativo multi-
dimensional que considere el castigo como una institución social su-
pradeterminada y multifacética”.8 No sólo esto sino que, a diferencia
de la ciencia penitenciaria que observa a las cárceles desde adentro,
la sociología del castigo se propone mirar a la cárcel desde afuera,
buscando entender su rol dentro de la relación castigo-sociedad. Este
enfoque multidimensional abarca a la sociedad que expulsó a ciertos
individuos, los profesionales que generaron la legislación en materia
punitiva, los espacios que albergaron a los expulsados, el personal que
los controló y, finalmente, a los expulsados mismos.
Desde la Historia de la Arquitectura, el ampliar el estudio de los
espacios de reclusión, mirándolos desde el interior así como desde el
exterior, nos permitirá abarcar una serie de complejidades que incluirán
a quienes piensan dichos espacios, a quienes los proyectan y bajo qué
lógicas lo hacen, a quienes los construyen, dónde son construidos y
cómo son apropiados desde adentro y desde afuera. Entendemos que
esta mirada puede ser un aporte, en tanto que, como manifestamos

7 Cuenca, Poberaj y Sauá (1983).


8 Garland ([1990] 1999): 14.

24
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

anteriormente, no hemos encontrado trabajos previos que estudien la


prisión desde todas estas perspectivas.
Desde un punto de vista historiográfico, si bien la prisión como
pena estuvo constantemente en cuestionamiento, lo cierto es que la
aparición de los trabajos más relevantes sucedió a partir de la crisis
del sistema penal europeo a fines de la década de 1960 y que, po-
dríamos decir, permanece hasta nuestros días.9 El incremento de la
criminalidad, los motines en las prisiones y la pérdida de confianza en
la capacidad para rehabilitar a los delincuentes hicieron pensar en la
necesidad de una reforma penal profunda. Este último aspecto, con-
cerniente al debilitamiento de la capacidad de la cárcel para llegar a la
reinserción social del individuo, socavó los discursos que legitimaban
a la institución misma. Es a partir de este hecho que diversos autores
se propusieron repensar cómo surgieron dichos discursos como un
primer paso para generar nuevas estrategias a futuro.

1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

El trabajo que la mayoría de los autores consideran como anticipatorio,


y también en alguna medida reduccionista, fue Pena y estructura so-
cial, publicado en 1939 por Georg Rusche y Otto Kirchheimer, ambos
exponentes de la Escuela de Frankfurt.10 Fue el primer estudio que pro-
puso una mirada distinta de la prisión, ubicándola desde una perspec-
tiva marxista como un emergente del desarrollo capitalista. En el texto
se plantea una relación directa entre las instituciones penitenciarias
y los modos de producción, específicamente que “cada sistema de
producción tiende a descubrir castigos que corresponden a sus rela-
ciones productivas”.11 A partir de esta premisa se estudian las distintas
vinculaciones entre el castigo y los sistemas de producción desde la

9 Cuneo Nash (2017): 39.


10 Rusche y Kirchheimer ([1939] 1984).
11 Rusche y Kirchheimer ([1939] 1984): 3.

25
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

Edad Media hasta principios del siglo XX. Ciertos ejemplos, como la
pena de galeras, llevan a los autores a afirmar que son las considera-
ciones económicas las que determinan distintos tipos de penalidades.
En tal sentido es necesario desarmar la creencia en una relación simé-
trica entre crimen y castigo, debiendo comprenderse a las institucio-
nes penales en su interrelación con otras instituciones y agentes. En
el periodo histórico que nos compete es preciso entender en especial
a aquellos agentes que regulan el mercado laboral utilizando el trabajo
en las cárceles como sistema de presión para regular el trabajo libre
fuera de las prisiones.
Si bien las bases de las teorías de Rusche y Kirchheimer fueron
puestas en tela de juicio por diversos autores, tal vez su mayor aporte
haya sido el marcar que “(…) la esencia del correccional era combinar
los principios del asilo, el taller y la institución penal”.12 Esta relación,
establecida en Pena y estructura social, anticipa los planteos que es-
tarán presentes en un texto clave en la historia de estas instituciones,
hablamos de Vigilar y castigar, de Michel Foucault.13
Si para Rusche y Kirchheimer el castigo se desprendía de la rela-
ción con los medios de producción, para Foucault el castigo será una
derivación de las relaciones de poder y control impuestas a la pobla-
ción. Foucault analizó el proceso de cambio, ocurrido en Francia en
el siglo XVIII, que reemplazó el castigo físico de reparación inmediata
en el presente, por la reclusión como forma de castigo que implica un
resarcimiento mediante la pérdida de tiempo de vida a futuro. Como
parte de este proceso de cambio, el ejercicio del castigo ha modificado
su objeto apuntando ahora a afectar el alma del delincuente en lugar de
su cuerpo. Para el autor, el alma es la sede de los hábitos, por lo que
modificarla dándole forma, dirigiendo la conducta, generaría un cuerpo
autocontrolado. Para la Historia de la Arquitectura este trabajo resulta
fundamental en tanto que Foucault determinó que estas relaciones de
poder, esta “microfísica del poder”, se produjeron en un dispositivo ar-

12 Rusche y Kirchheimer ([1939] 1984): 42.


13 Foucault ([1975] 2009).

26
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

quitectónico concreto. Nos referimos al “panóptico”, desarrollado teó-


ricamente por el filósofo Jeremy Bentham en 1791. Bentham describió
textualmente un modelo que consistía básicamente en dos edificios
circulares, uno dentro del otro. Desde el edificio central un número
reducido de personas podía controlar a un gran grupo de individuos a
partir de ciertas estrategias que simulaban una vigilancia permanente.
Bajo esta observación constante se desarrollaría un proceso de “nor-
malización” con el fin de lograr individuos útiles para la sociedad pro-
ductiva. Foucault sostiene que las lógicas del panóptico excedieron los
muros de la prisión y se aplicaron en otros ámbitos, como las escuelas
y las fábricas. Se desarrolló así una “sociedad punitiva” que sublimaba
el tiempo de vida a las lógicas de producción capitalista.14 Por esta am-
plitud de temas, que excede a la prisión misma, autores como Garland
señalan que el trabajo de Foucault “funciona menos como una historia
del castigo que como un análisis estructural del poder”.15 Esto se debe
principalmente a que en este trabajo no existe una diferenciación clara
entre la retórica del discurso que legitimaba y ordenaba a la prisión, y
la realidad de dichas instituciones.16
Las instituciones carcelarias no fueron los únicos espacios de re-
clusión estudiados por Michel Foucault. Hospitales y asilos también
han sido objeto de estudio del filósofo francés en este proceso de
marginalización de los desviados al que denominó “el gran encierro”.17
Para referirse a estos edificios, creó el neologismo “heterotopías”, los
lugares diferentes.18 Esta noción incluía un componente espacial ya
que define a las heterotopías como lugares que se oponen a todos los
otros, lo cual los ubica en una situación de marginalidad social y territo-
rial. La noción de heterotopía permitió la determinación de nuevos ob-
jetos de estudio para una Historia Cultural, dando origen a numerosos
trabajos que tomaron a las cárceles, manicomios y demás espacios de

14 Foucault ([2013] 2016): 169.


15 Garland ([1990] 1999): 163.
16 Rothman ([1971] 2017): 19.
17 Foucault ([1961] 2003): 59.
18 Foucault (2010): 19.

27
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

control de las desviaciones como elementos de importancia que ha-


bían sido anteriormente ignorados. Específicamente Foucault caracte-
rizó a la prisión dentro de un grupo de heterotopías, en el que también
se encuentran las escuelas, vinculadas a la transformación y las labo-
res de regeneración. Este término innovador poseía una enorme poten-
cialidad para nuevas miradas sobre objetos de estudio no demasiado
analizados tradicionalmente por la historiografía. Una de las primeras
aproximaciones es el trabajo Espacios de poder, publicado en 1981,
que recoge artículos, cursos y conferencias de Michel Foucault, Robert
Castel, Jacques Donzelot, Jean-Paul de Gaudemar, Claude Grignon
y Francine Muel elaborados desde 1970, cuyos temas no son sólo la
prisión, sino también las instituciones de enseñanza y de psiquiatría.19
Robert Castel profundizó en estas cuestiones en su trabajo sobre
los espacios de la locura titulado El orden psiquiátrico, edad de oro
del alienismo, investigación que presenta cruces con la Historia de la
Criminalidad a raíz de los problemas que surgieron a la hora de “ad-
ministrar” la locura, especialmente por la dificultad de distinguir entre
locos y criminales, cuestión que llegó a poner en crisis la confianza en
la capacidad real del hombre de definir y controlar las desviaciones.20
Algunos de estos programas ya habían sido considerados por Niko-
laus Pevsner en una serie de conferencias presentadas en la Galería
Nacional de Arte de Washington a comienzos de la década de 1970.
Una versión ampliada de éstas constituyó el libro A history of building
types.21 Como su nombre lo indica, este texto abordó la historia de las
tipologías arquitectónicas, en particular las del siglo XIX. Lo interesante
fue la incorporación de algunos programas que no habían sido teni-
dos en cuenta por la historiografía, a pesar de haber formado parte de
los cursos de arquitectura y de los tratados disciplinares como el de
Jean Nicolas Louis Durand y Jacques-Francois Blondel.22 Hospitales

19 Castel, Donzelot, Foucault, Gaudemar, Grignon y Muel (1981).


20 Castel ([1980] 2009).
21 Pevsner (1979).
22 Nos referimos a Précis des lecons d’architecture données á l’Ecole Polytechnique
(1802) y Cours d’architecture civile (1771), respectivamente.

28
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

y prisiones fueron parte de este libro. Al enfocarse principalmente en


el siglo XIX, el interés de Pevsner se centró en las transformaciones
de la prisión a partir de las críticas de John Howard y los planteos de
nuevas formas de prisión. El autor presentó los casos más relevantes
de cárceles correspondientes a la tipología “radial” y “panóptica” de
la producción europea y de América del Norte, con alguna mención al
lenguaje y la expresión desde la lógica de la arquitectura parlante.
Desde un abordaje similar, y prácticamente en simultáneo, Helen
Rosenau dedicó un capítulo de su libro, Social purpose in architecture,
Paris and London compared, 1760-1800, a las prisiones.23 En este
texto, la relación inicial entre el hospital y la prisión como programas so-
ciales aparece más marcada, incluso con funciones que se solaparon.
A través del estudio de las propuestas desarrolladas en Francia e Ingla-
terra, Rosenau detecta las influencias cruzadas entre profesionales de
ambos países, poniendo de manifiesto al mismo tiempo las diferentes
búsquedas de racionalidad y lenguaje estético.
Volviendo a las investigaciones producidas desde la Historia Social,
la influencia de los textos de Foucault se hizo visible en los trabajos
inmediatamente posteriores sobre la prisión. Incluso en aquellas in-
vestigaciones que partían desde una perspectiva marxista, las lógicas
establecidas por el filósofo francés se volvieron ineludibles. Tal es el
caso de Cárcel y fábrica, los orígenes del sistema penitenciario, siglos
XVI-XIX, trabajo de Dario Melossi y Massimo Pavarini que estudia res-
pectivamente el desarrollo de la prisión en Italia y en EE. UU.24
La observación de este proceso en otras latitudes contribuyó a de-
mostrar que la relación entre la sociedad y la prisión como institución
es muy variable, aun dentro de un mismo país.25 En efecto, el rol esen-
cial de la cárcel como transformador de los individuos, propuesto por
Foucault, se vio íntimamente condicionado por el contexto productivo
del lugar donde el sistema se aplicó, estableciendo relaciones mate-

23 Rosenau (1970): 77.


24 Melossi y Pavarini ([1977] 2014).
25 Los problemas de la adopción directa de las hipótesis de Foucault fueron desarrolla-
dos por Boholavsky y Di Liscia (2005).

29
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

riales y simbólicas muy distintas. La función y el imaginario sobre la


prisión variaban notablemente en aquellas latitudes donde el desarrollo
industrial demandaba el adiestramiento de mano de obra capacitada,
como puede ser el caso de EE. UU., frente a otro contexto en el cual la
abundancia de trabajadores relegó a la prisión sólo al fin de la reclusión
y el control social, como ha sido el caso italiano.
En 1983, Claude Mignot publicó L’architecture du XIXème siècle,
una de las pocas obras a las que podremos referirnos desde la His-
toria de la Arquitectura que tomaron a las prisiones como parte de
la producción relevante del siglo XIX.26 Partiendo de una crítica a las
miradas y los textos producidos sobre este momento de la historia de
la disciplina, Mignot planteó el rol protagónico de los modelos y de las
tipologías arquitectónicas como consecuencia del crecimiento demo-
gráfico en las grandes ciudades. Señala el autor que “(…) el siglo XIX
es la era dorada de las colecciones de modelos de todo tipo, desde la
residencia al edificio de departamentos urbano, de la iglesia a la prisión
y al hospital psiquiátrico”.27 El edificio individual se vuelve menos signifi-
cativo que la serie tipológica a la que pertenece. Es este aspecto, junto
con la incorporación de los nuevos materiales, la característica “mo-
derna” del periodo. Si bien Mignot destaca los rasgos utilitarios que
caracterizaron los proyectos tanto de prisiones como de hospitales, es
también uno de los pocos autores que han mostrado casos en los que
se ha buscado asociar el programa prisión a una estética determinada.
Tal fue el caso de la Penitenciaría de New Jersey y su “estilo egipcio”
en Estados Unidos, o las prisiones de Cherry Hill y Bruselas imbuidas
por los revivals medievales en Europa.
Retomando los aportes por fuera de la arquitectura, se destaca un
trabajo que ha recogido la tendencia marxista como la foucaultiana.
Hablamos de Punishment and welfare, a history of penal strategies, de
David Garland, publicado en 1985.28 En este libro, Garland describió

26 Mignot ([1984] 1994).


27 Traducción propia a partir de Mignot ([1984] 1994): 8.
28 Garland ([1985] 2005).

30
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

cómo los movimientos sociales definen las políticas penales a partir del
caso de las nuevas instituciones destinadas a mejorar las condiciones
en las penitenciarías británicas en el contexto de las lógicas sociales
del estado de bienestar. El libro sostiene que las instituciones penales
y las políticas para controlar el delito tienen su propia dinámica interna,
que no puede entenderse como el resultado de hechos que suceden
en otro ámbito social.
La preocupación de Garland por entender cuáles han sido las
lógicas que nos han llevado a la situación penal actual lo llevaron a
construir un trabajo que repasa las distintas teorías del surgimiento del
castigo. Este libro, titulado Castigo y sociedad moderna, un estudio de
teoría social, publicado en 1990, tiene por objetivo “(…) proporcionar
una descripción global del castigo en la sociedad moderna mostrando
cómo llegaron a constituirse los procedimientos legales y con qué clase
de consecuencias”.29 A la vez es uno de los primeros en hablar de una
“sociología del castigo” como ciencia que analiza las relaciones entre
castigo y sociedad en una noción más amplia que la ciencia peniten-
ciaria con la cual comparte sus bases, pero mientras que esta última se
preocupa por el funcionamiento penitenciario interno, la sociología del
castigo mira a las instituciones desde el exterior, entendiendo el núcleo
de relaciones que establece con la sociedad. A partir del análisis de
la producción teórica disponible hasta el momento, Garland estable-
ce cuatro perspectivas dentro de la sociología del castigo. La primera
parte de las ideas de Emile Durkheim30 haciendo hincapié en las raíces
morales y sociopsicológicas del castigo. La segunda es la perspectiva
marxista que expusimos antes y que entiende al castigo dentro de la
trama social basada en la división y lucha de clases. La tercera es la
que se basa en las teorías foucaultianas de control y dominación dentro
de lo que él denomina microfísica del poder. Por último, los trabajos de
Norbert Elias y Pieter Spierenburg que ubican al castigo dentro de un

29 Garland ([1990] 1999): 17.


30 Especialmente en Durkheim ([1893] 2014).

31
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

análisis del cambio cultural en la sensibilidad y en la mentalidad.31 Lejos


de plantear estas cuatro visiones como paradigmas incompatibles entre
sí, Garland establece al castigo como un fenómeno complejo en el cual
estas perspectivas podrían tener puntos de coincidencia que permitirían
lograr una imagen más completa de éste como objeto de estudio.
Tres años antes de este segundo texto de Garland se publicó el que
tal vez sea el trabajo más importante desde la Historia de la Arquitectu-
ra que se ocupa de los “otros espacios”. Hablamos de El espacio de la
Ilustración, cuyo autor es Anthony Vidler.32 En él se realiza una revisión
de la producción arquitectónica del periodo comúnmente llamado neo-
clasicismo por diversos autores, como Emil Kaufmann33, quien también
la denominó arquitectura en la era de la razón o arquitectura revolu-
cionaria, a partir de los aportes de la Historia Cultural, Intelectual y
Social que ya hemos mencionado. Vidler sostiene que en este período
temporal existieron dos ámbitos en los que el pensamiento arquitec-
tónico y el cambio social se entrecruzaron: la reforma institucional por
un lado y el ámbito de la historiografía por el otro. Ambos aspectos
estaban fuertemente unidos y eran complementarios en el ejercicio de
la teoría y la práctica arquitectónica, lo cual, según el autor, transformó
la estética y la capacidad comunicativa de la arquitectura que a través
de sus formas y espacios pasaron a transmitir una idea de orden, con-
trol y moralización. Dentro de la reforma institucional, Vidler estudió los
imaginarios alrededor de los nuevos proyectos para fábricas, talleres,
asilos, hospitales y, lógicamente, cárceles.
Norval Morris y David Rothman dirigieron y publicaron The Oxford
history of the prison, the practice of punishment in western society,
un trabajo que indagó la larga duración de las prácticas punitivas a
partir de las lógicas de castigo en el mundo clásico y medieval para
luego estudiar el desarrollo de las estrategias penitenciarias de tradi-
ción anglosajona hasta 1965.34 La cuestión central de este trabajo es

31 Elias ([1939] 1978); Spierenburg (1984).


32 Vidler ([1987] 1997).
33 Kaufmann (1974).
34 Morris y Rothman (1998).

32
1.1 Los inicios de la historia de la prisión en Occidente

el presupuesto, tomado de Durkheim, de que el estudio de aquellos


que violaron las leyes y las normas es otra vía para examinar también a
aquellos que las respetaron y los mecanismos empleados, en síntesis,
una “historia de los desviados” contribuye también a “una historia de
los normales” que suele aparecer como desarticulada. Si se aplica a
la historia de la prisión, esta constituye otra forma de acercarse a una
historia de las otras instituciones sociales.
Si bien existen otros textos relevantes, tal vez el trabajo que pre-
sentó un punto de contacto más evidente con nuestra disciplina sea el
de Roger Matthews. En Doing time, an introduction to the sociology
of imprisonment, Matthews plantea un estudio de tres dimensiones de
naturaleza cambiante que se han combinado de distintas maneras en
la prisión moderna: espacio, tiempo y trabajo.35 Profundizaremos en
la primera de estas cuestiones. La dimensión espacial advierte sobre
la segregación física y social de los expulsados a ciertos espacios de
control determinados. Dentro de las cárceles, las lógicas de separa-
ción con el exterior y las posibilidades de movimiento interior han sido
cambiantes, lo que modifica la percepción de estos límites tanto física
como psicológicamente. Lo más relevante de este análisis resulta en
que el espacio dentro de la prisión podrá ser de muchas maneras pero
nunca es neutral en tanto que establece divisiones sociales, define y
redefine el comportamiento, regula el contacto mediante la determina-
ción de relaciones sociales y permite la creación de un orden interno
particular. La búsqueda de la mejor lógica espacial que permitiera el
control, supervisión y separación de los individuos llevó a la definición
de cuatro tipologías: el tipo “radial”, el tipo “panóptico”, el tipo “poste
de telégrafo” (distintos bloques de celdas vinculados por un corredor),
y el tipo “nueva generación”, este último desarrollado en la década de
1980 por lo que queda fuera de nuestro análisis. En la presente inves-
tigación nos centraremos en las tres primeras tipologías, por lo cual no
profundizaremos en su explicación en este apartado. Vale notar que, si
bien la dimensión espacial es relevante para Matthews, su análisis se

35 Matthews ([1999] 2009).

33
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

dedicó principalmente al espacio interno. Las relaciones con la ciudad


que le da marco a la prisión no han sido desarrolladas.

1.2 Abordajes sobre la historia de la prisión en Argentina y


América Latina

Como hemos mencionado, la Historia de la Arquitectura local ha prác-


ticamente ignorado los objetos carcelarios. Salvo contadas excepcio-
nes, como por ejemplo, el libro compilatorio Concursos 1825-2006
publicado por Rolando Schere y Daniel Silberfaden, en el que pueden
encontrarse algunos concursos para la construcción de cárceles.36 Sin
embargo, en un trabajo local de enorme mérito y alcance como es el
Diccionario de Arquitectura en la Argentina, dirigido por Fernando Aliata
y Francisco Liernur, no podemos hallar las voces “cárcel” o “prisión”.37
La historia de las prisiones en nuestro país ha sido construida
principalmente dentro de la lógica de la historia institucional por Juan
Carlos García Basalo. Este autor, reconocido como el historiador peni-
tenciario más importante a nivel local, desarrolló tempranamente el pro-
ceso que llevó a la construcción de la Casa de Corrección de Menores
Varones dentro de la publicación del Ateneo de Estudios Históricos de
Parque Patricios que apuntaba a la elaboración de una historia barrial
a partir de sus hitos urbanos más relevantes, dedicándole dos números
a la historia de esta cárcel.38 Con gran rigor, García Basalo presentó
los devenires de esta institución desde los proyectos de ley debatidos
en el Congreso, lo cual nos permite evaluar los distintos puntos de
vista sobre el rol de las instituciones carcelarias. Dos años después
de estos artículos el mismo autor presentó, ya con formato de libro,
la historia de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires39 y del Presi-

36 Schere (2008).
37 Aliata y Liernur (2004).
38 García Basalo (1977).
39 García Basalo (1979).

34
1.2 ABORDAJES SOBRE LA HISTORIA DE LA PRISIÓN

dio de Ushuaia,40 con una clara intención de manifestar el carácter de


avanzada de estos emprendimientos en el ámbito local y, principalmen-
te, en el ámbito internacional. En el caso de la prisión porteña resulta
interesante el abordaje de García Basalo sobre los debates para la
elección de la ubicación de la cárcel ya que incorporó cuestiones so-
bre el posible impacto barrial de la instalación de una institución de
estas características.
El primer trabajo sobre los otros espacios a nivel local que reflejó
la influencia de los escritos de Foucault, no trata puntualmente sobre
las cárceles, sino sobre otro dispositivo que se emparenta con estas
últimas. Hablamos de los manicomios, estudiados por Hugo Vezzeti en
su trabajo La locura en la Argentina.41 El autor plantea una frontera muy
difusa entre criminalidad y locura, situación que entró en conflicto con
el proyecto de conformación de un sujeto socio-moral ideal como parte
de la constitución del Estado. En ese contexto, el control y la determi-
nación de las desviaciones se volvieron una prioridad ineludible, y los
espacios de reclusión se volvieron las herramientas materiales princi-
pales para controlarlas. A la vez surgió el problema de la determinación
de las causas de las desviaciones, siendo estos debates centrales en
nuestro periodo de análisis por ser el medio urbano, en el contexto
rápidamente cambiante de principios del siglo XX, uno de los posibles
elementos desencadenantes.
Sobre esta última dimensión debemos mencionar el trabajo dirigido
por Lyman Johnson titulado The problem of order in changing socie-
ties, essays on crime and policing in Argentina and Uruguay.42 Allí se
partió de la hipótesis de que existen ciertas similitudes en el fenómeno
criminal, que se presentó en Buenos Aires a fines del siglo XIX y prin-
cipios del XX, con algunas ciudades norteamericanas cuyo proceso
de industrialización y crecimiento no sigue los mismos caminos que en
las ciudades europeas, las cuales repiten patrones y ciclos asimilables

40 García Basalo (1981).


41 Vezzeti (1985).
42 Johnson (1990).

35
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

entre sí en lo que refiere a sus estadísticas criminales y sus prácticas


de control. Dentro de esta compilación, el trabajo de Julia Kirk Black-
welder exploró la ciudad de Buenos Aires en el periodo histórico de la
“generación del ‘80”. Su enfoque apuntó a un fenómeno en el cual el
crecimiento poblacional, en congruencia con un proceso industrializa-
dor que no madura a la misma velocidad, terminó por repercutir en las
posibilidades de lograr una estructura cívico-social ordenada. Como
consecuencia, se presentaron sustanciales diferencias materiales en-
tre clases sociales combinadas con grandes posibilidades para el ano-
nimato, situación que le demandó a la policía la resolución de nuevos
problemas para los que no estaba preparada.
Debemos remontarnos a 1996 para encontrar el primer texto que
estudia la cuestión de la prisión en América Latina en forma relevante,
transformándose en un trabajo bisagra para el estudio de la temática
en estas latitudes. Nos referimos a The birth of the penitentiary in La-
tin America: Essays on criminilogy, prison reform, and social control,
1830-1940 dirigido por Ricardo Salvatore y Carlos Aguirre, autores
que continúan vinculados fuertemente al estudio de la cuestión criminal
en formas que veremos más adelante.43 En dicha publicación, Salvato-
re y Aguirre ven en el proceso de adopción del sistema penitenciario en
América Latina matices distintos a los presentes en Europa y Estados
Unidos. En esas latitudes el sistema penitenciario fue una de las bases
para un nuevo orden político en tanto que, además de su rol explícito
como reformador civilizado de individuos desviados, posibilitó cambios
en actitudes y percepciones sobre el castigo. Esto era necesario para
la construcción de las nuevas economías modernas, los gobiernos re-
publicanos y la estabilización de las relaciones sociales. Por otro lado,
en América Latina, poco se sabía sobre este proceso que dio origen a
la adopción del sistema penitenciario, principalmente porque éste fue
un proceso heterogéneo que duró alrededor de cien años y que no
se produjo, ni de la misma manera ni por las mismas causas en toda
la región. Aun así la prisión no sería sólo un elemento que permitiría el

43 Salvatore y Aguirre (1996).

36
1.2 ABORDAJES SOBRE LA HISTORIA DE LA PRISIÓN

control social sino que cumpliría otra serie de propósitos. Para Salva-
tore y Aguirre:

(…) las nuevas prisiones actuaron como catalizadores de una


mirada clínica-científica de los problemas sociales, proveyeron las
bases experimentales para la consolidación de las nuevas ciencias
del crimen y el castigo, y fueron pioneras en la intervención
profesional que redefinió las relaciones entre el estado y las clases
bajas.44

Sobre este último punto sostienen que el proyecto penitenciario dio ori-
gen a una diversidad de discursos acerca de estas clases que trataban
de adaptarse a las lógicas de la economía agroexportadora.
Habiendo planteado estas bases para el análisis, los autores es-
tablecieron tres formas, que pueden resultar complementarias, en las
que puede narrarse la historia de la prisión. La primera de ellas es pre-
sentada como una serie de innovaciones institucionales, sucedidas du-
rante las distintas experimentaciones formales, que originaron un tipo
de conocimiento especializado que recibió el nombre de “penología”.
La segunda forma podría describirse como la genealogía de una serie
de discursos y prácticas acerca del crimen y los criminales que deter-
minaron ciertas formas de identificación y racionalización característi-
cas de la modernidad. Aquí la prisión se convierte en el instrumento
que permitió clasificar, aislar y entender a los pobres, los trabajadores
y los inmigrantes; en síntesis, un laboratorio para el entendimiento y el
tratamiento de la cuestión social. La tercera forma puede comprender-
se como una revisión de las nuevas tecnologías de la disciplina pero
vista desde la experiencia de los prisioneros, sus relaciones sociales
con pares y guardias, una vía para entender la mirada del recluido.
El caso estudiado por Ricardo Salvatore en nuestro país es el de la
Penitenciaría Nacional,45 símbolo material de la adopción de las moder-

44 Traducción propia a partir de Salvatore y Aguirre (1996): pos. 349.


45 Salvatore, R. (1996), en Salvatore y Aguirre (1996) pos. 349.

37
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

nas tendencias penales, en paralelo con el caso del Instituto de Regene-


raçao de São Paulo. Ambas instituciones cumplieron una triple función
de clínica-fábrica-laboratorio. Salvatore ve en la estrategia de ubicación
de estas cárceles, en los centros neurálgicos de las ciudades, una clara
vinculación entre modernización económica y las instituciones discipli-
nares. Como hemos mencionado antes, en su carácter de laboratorio,
la cárcel posibilitó en ambos casos la formación de discursos sobre el
crimen y el castigo cuyo estudio podría permitirnos comprender las ten-
siones sociales y el desequilibrio en el desarrollo regional.
Recientemente, los mismos autores han realizado una revisión de
este trabajo con motivo de los 20 años de su publicación.46 En esta
mirada retrospectiva, Salvatore y Aguirre evalúan nuevamente sus hipó-
tesis, sumando una revisión de los trabajos de investigación en mate-
ria penitenciaria elaborados entre la publicación original y el presente.
Ciertos puntos se han agregado al trabajo inicial, se amplía el periodo
de estudio más allá de la década de 1930 en relación con los presos
políticos, el encarcelamiento de mujeres y menores y el ocaso de la
prisión como proyecto moderno.
En 2001, ambos autores junto a Joseph Gilbert presentaron otro
trabajo compilatorio cuyo eje se desplazó levemente hacia el tema del
crimen y el castigo en sí. Esta serie de textos reunidos bajo el título
Crime and punishment in Latin America: Law and society since late
colonial times, analiza, desde la idea de una nueva historia de la justi-
cia, las relaciones cambiantes entre la sociedad, los criminales y cómo
mutaron las instituciones que debían contenerlos.47
Lila Caimari, una de las autoras de la compilación, llevaría a cabo
tiempo después diversos estudios abocados a la temática policial y la
criminalidad,48 en los que incorporaría la dimensión espacial al refe-
rirse a ciertos fragmentos urbanos de baja moral, los bajofondos y el
suburbio (los lugares del desorden), estableciendo así los diferentes

46 Salvatore y Aguirre (2017).


47 Salvatore; Aguirre y Gilbert (2001).
48 Caimari ([2004] 2012); Caimari (2009); Caimari (2012).

38
1.2 ABORDAJES SOBRE LA HISTORIA DE LA PRISIÓN

cambios de escala y los lugares que van adquiriendo determinadas


connotaciones en la ciudad desde una historia social.49 Especialmente
en Apenas un delincuente, crimen, castigo y cultura en la Argenti-
na, 1880-1955, Caimari plantea las distintas prácticas que se desa-
rrollaron dentro de las instituciones punitivas nacionales, con foco en
la Penitenciaría Nacional y el Presidio de Ushuaia, contemplando los
distintos imaginarios que se formaron alrededor de estos edificios y
distinguiéndolos del resto de las cárceles del territorio, a los que el
proyecto modernizador arribó en forma dispar, constituyéndose en los
que Caimari denominó “pantanos punitivos”.50
En ese sentido, si bien nuestro interés se centra en los espacios
de reclusión de la ciudad de Buenos Aires, es preciso destacar los
trabajos sobre las instituciones que se construyeron en otras provin-
cias. Aquí resulta fundamental el texto de Abelardo Levaggi, Las cárce-
les argentinas de antaño (siglos XVIII y XIX).51 En este libro, Levaggi
busca apartarse de los autores canónicos sobre el tema para tener
una mirada diferente desde la Historia Social del Derecho, estudiando
a las prisiones en su contexto social y cultural en lugar de en forma
aislada. El recorte temporal elegido le permite al autor observar las
continuidades y rupturas que ocurren entre el Período Hispánico y el
Período Independiente, lo que implica indagar no solamente las cator-
ce provincias originarias, sino también el ámbito cultural más amplio
en el cual la Argentina se encontraba inserta. Escrutar las realidades y
limitaciones de las otras instituciones del país nos permite dimensionar
aún más los casos de estudio porteños. En esa misma línea, los traba-
jos recopilados en Instituciones y formas de control social en América
Latina 1840-1940 de Ernesto Bohoslavsky y María Silvia Di Liscia nos
parecen fundamentales para fortalecer la idea de que los casos de la
Penitenciaría Nacional y el Presidio de Ushuaia son más bien la excep-
ción dentro de lo que fue el sistema punitivo de principios del siglo XX,

49 Caimari ([2004] 2012): 153.


50 Caimari ([2004] 2012): 109.
51 Levaggi (2002).

39
CAPÍTULO 1: LA CÁRCEL COMO PROBLEMA HISTÓRICO

siendo muy limitadas las repercusiones reales del proyecto de moder-


nización punitiva, encarnados por estos dos panópticos, en el resto del
territorio nacional.52
En esta tónica podríamos incluir el trabajo de Carmen Graciela Ro-
dríguez López titulado La cárcel correccional de Buenos Aires en San
Telmo (1860-1978).53 En él la autora analiza exhaustivamente el deve-
nir de esta cárcel, que no respondió nunca a los paradigmas carcela-
rios modernos, desde sus inicios como institución correccional mixta,
pasando luego a su reestructuración como cárcel de mujeres, momen-
to en el cual comienza a ser regenteada por las Hermanas del Buen
Pastor. Así, otros agentes, que no están tan presentes en las historias
de reclusión de los hombres, comienzan a tomar protagonismo como
consecuencia de un imaginario distinto sobre la regeneración moral
derivada de la diferencia de género.
Muy recientemente Alejo García Basalo y Mónica Mithieux realiza-
ron una investigación sobre justamente aquellos proyectos carcelarios
realizados en las provincias de nuestro país en un periodo similar al que
pretendemos abordar. En efecto, en Para seguridad y no para castigo;
origen y evolución de la arquitectura penitenciaria provincial argentina,
1853-1922, los autores sumaron numerosos aportes sobre las dife-
rentes tipologías que se desarrollaron en el período, los profesionales y
las oficinas técnicas que elaboraron proyectos y las ideas penológicas
más relevantes.54 A partir de esta introducción se estudian los casos
de las cárceles de Mendoza, Salta, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe,
Tucumán, Corrientes, La Rioja, Catamarca, San Luis, Jujuy y Santiago
del Estero. A nivel general se planteó una relación entre la prisión y
las ciudades, en referencia a una tendencia centrífuga que traslada
al programa progresivamente desde el centro a las periferias. Sobre
esta cuestión en particular creemos que la complejidad de la relación
cárcel-ciudad merece un estudio particularizado para cada contexto,

52 Bohoslavsky y Di Liscia (2005).


53 Rodríguez López (2015).
54 García Basalo y Mithieux (2017).

40
1.2 ABORDAJES SOBRE LA HISTORIA DE LA PRISIÓN

especialmente si se busca comprender el rol que puede tener la prisión


en la determinación de centros y bajofondos en el espacio urbano.
Hoy podemos hablar de una formalización del campo a nivel local
con el inicio de las publicaciones de la Revista de Historia de las Prisio-
nes que cuenta en su comité editorial con muchos de los autores que
hemos recorrido en este último apartado, como Carlos Aguirre, Lila Cai-
mari, Roger Matthews y Ricardo Salvatore, entre otros. Esta publicación
ha vinculado, en los tres números editados hasta el momento, distintas
miradas que se complementan desde la Historia del Derecho, la Historia
de la Justicia y la Sociología del castigo. Precisamente en el año 2015
Luis González Alvo y Jorge Núñez, quienes también forman parte del
equipo de la revista, propusieron una posible agenda de trabajo que
consiste en cuatro fases para la historia de la prisión en la Argentina
con interés en cómo podría continuarse la construcción de esta historia.
Dentro de la tercera fase de esta propuesta de trabajo, que los autores
denominaron “de planificación”, se abarcaron temas propios de la His-
toria de la Arquitectura, a saber: los concursos públicos, los modelos
de prisiones presentados y cuáles fueron las valoraciones que se les hi-
cieron a cada uno, tanto a los rechazados como al finalmente escogido.
Las incumbencias propias de la arquitectura continúan en la cuarta fase,
llamada “de edificación”, que hace hincapié en el proceso de construc-
ción: directores de obra, constructores, tiempos de construcción, etc.
Como hemos podido ver, aun en los enfoques más recientes, la
relación que supone la cárcel con la ciudad no ha sido abordada en
forma concreta o planteada como una posible vía de entrada futura.
A partir de estos antecedentes, proponemos la construcción de esta
historia urbana que esperamos aporte otra dimensión de la historia de
la ciudad, desde el estudio de los espacios de reclusión proyectados
a fines del siglo XIX y principios del XX. Apartándonos de los estudios
que trazan una historia de la prisión sólo “puertas adentro”, pretende-
mos un relato que mire a Buenos Aires desde el espacio carcelario y
busque realizar nuevos y distintos aportes a su historia urbana.

41
CAPÍTULO 2

CONDENAR LA BARBARIE, CASTIGAR


CIVILIZADAMENTE

2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX

La cárcel era entonces un foco de


inmundicia e inmoralidad (…).

José Antonio Wilde, Buenos Aires


desde 70 años atrás, ([1881] 2003): 19.

A principios del siglo XIX existían, en la ciudad de Buenos Aires, diver-


sas penas que podían imponerse a los que violaran el orden. Las multas,
los trabajos forzados, la incorporación forzada al ejército, la pena capital,
el destierro y los azotes fueron las más comunes. Habitual era también
la pena de privación de la libertad que, incluso, podía combinarse con
alguna de las anteriores. En esta ciudad, como en muchas otras de
la tradición administrativa hispánica, la pena de prisión se cumplía en
el edificio del Cabildo, institución que albergaba varias funciones y se
encontraba en el espacio central de la vida política de Buenos Aires.
La situación de hacinamiento en la que vivían los presos dentro
de las celdas del Cabildo era la misma tanto para los criminales com-
probados como para los presuntos inocentes, puesto que compartían
el mismo espacio y similar trato. Dicha circunstancia era visible para
cualquier transeúnte que se asomara a sus ventanas enrejadas. Sin
embargo, la convivencia de la sociedad porteña con su población car-
celaria se volvía aún más cercana. Así lo describía José Antonio Wilde:

43
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Diariamente presenciaba el pueblo el triste y degradante


espectáculo de una cuadrilla de presidiarios andrajosos y
desgreñados, arrastrando pesadas cadenas, custodiados por
suficiente número de soldados, cruzar las calles, dirigiéndose a
los trabajos forzados, pidiendo limosna a los transeúntes, e
inspirando compasión y repugnancia a la vez. A todas horas del
día veíanse presos escoltados cada dos de ellos conduciendo
en palancas que llevaban sobre los hombros, pesados barriles
de agua que traían para el servicio de la Cárcel; de manera que,
por una causa o por otra, continuamente se encontraban los
presos en contacto con el pueblo.55

El uso de los presos para tareas simples, como la limpieza, el manteni-


miento de las calles, la mano de obra, al igual que para tareas menos
decorosas, como matar a los perros vagabundos, fue habitual en este
primer período. Juan Manuel de Rosas incluso pensó en el uso militar
por lo que estableció, en 1839, un decreto por el cual cada preso debía
pagar un monto al momento de su excarcelación. Eran eximidos si se
unían al ejército.
En igual estado de hacinamiento que los hombres se encontraban
las criminales mujeres, en otra planta del edificio del Cabildo. Existie-
ron, asimismo, otros establecimientos menores donde también había
delincuentes, como la llamada Cárcel de Deudores “La Floresta”, que
funcionaba en la parte alta del Departamento de Policía, próximo al
Cabildo, junto con la Cirugía para Heridos Detenidos.56
Las características edilicias deficientes hacían de las fugas moneda
corriente, siendo una de las más graves la del 13 de agosto de 1859,
que terminó con el saldo de 16 presos fugados, 3 muertos y varios
heridos, además de la pérdida de 2 guardias nacionales y la renuncia
forzada del jefe de la policía Emilio Castro, herido gravemente.57

55 Wilde, J. A. ([1881] 2003): 20.


56 Cortes Conde (1935).
57 Diario El Nacional, (16 de agosto de 1859).

44
2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX

La alternativa que elegían algunos criminales consistía en fingir de-


mencia para ser trasladados al Hospital General de Hombres, desde
donde podían escapar más fácilmente. La falta de precisión a la hora
de diferenciar al loco del criminal permitía estas situaciones a la vez que
provocaba que dementes reales fueran retenidos en la cárcel pública.
La situación en el hospital no distaba mucho de una prisión. Por las
noches dejaban a los recluidos encerrados solos en calabozos húme-
dos sin camas y sin ningún tipo de personal a cargo.
En general las condiciones higiénicas de la ciudad y de su plaza
central eran deplorables. Como parte de la tradición hispánica, en las
arcadas del Cabildo se colgaban los cadáveres de los mendigos o
de los condenados a pena capital a la espera de la recolección de
suficiente dinero para darles sepultura, práctica que se daba en los
camposantos de las iglesias a escasa profundidad, lo que provocaba
que realizar las ceremonias religiosas fuera casi imposible por el fuerte
olor que impregnaba al espacio.58
Los desechos en general eran arrojados directamente a la calle
tanto por los comerciantes de la Recova como por los dueños de las
viviendas. Algunas crónicas de prisioneros cuentan la tarea de vaciado
del “sambullo”, recipiente donde todos los presos hacían sus deposi-
ciones, el cual era descargado tres veces al día en las calles aledañas.
Estas prácticas comenzaron lentamente a cambiar a partir de la
década de 1820, con motivo del creciente rechazo a la exhibición de
la sangre y la muerte.59 De esta manera, los azotes, la exposición de
los criminales amarrados a la picota y los cadáveres como forma de
adoctrinamiento abandonaron progresivamente la escena pública,
permitiendo que la Plaza de Mayo comenzara a consolidarse como el
espacio cívico-administrativo de la ciudad, escenario de los nuevos ri-
tos republicanos. La idea de este espacio como condensador social
multifunción se reemplazaba por la generación de un lugar único y se-

58 Berjman y Gutiérrez (1995).


59 La problemática sobre la administración de la muerte en la sociedad occidental es
ampliamente estudiada por Ariès ([1977] 1982). El caso de la ciudad de Buenos Aires fue
abordado recientemente por Dal Castello (2017).

45
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

lecto, diferente a otras plazas, de lo cual surgió su transformación en


plaza seca y la colocación de fuentes y monumentos conmemorativos
además de una reestructuración del carácter de su entorno inmediato.
Junto con estas transformaciones surgió también una nueva arquitec-
tura estatal de servicios que buscaba ser la imagen de una sociedad
moderna, higiénica y ordenada que se enfrentó a una serie de epide-
mias desde la década de 1850 hasta 1871, cuando la fiebre amarilla
se cobró la vida de 140.000 personas.
Durante este período, ciertos conceptos propios de la ciencia médi-
ca y la biología fueron apropiados por otras disciplinas para interpretar
los males urbanos. En especial el par dialectico salud-enfermedad fue
utilizado con el fin de asimilar la ciudad a un cuerpo humano enfermo cu-
yos síntomas debían ser curados para que la sociedad también fuera sa-
nada.60 Quedaba atado así el devenir de la sociedad al de la ciudad, de
tal forma que la primera no podía ser saludable si la segunda no lo era.
En este contexto de búsqueda de curación de este “cuerpo urba-
no enfermo” fueron los profesionales de la medicina los considerados
como los más idóneos para establecer las estrategias a desarrollar.
Ellos construyeron en parte un “paradigma médico moral” que esta-
bleció las directrices de las distintas transformaciones urbanas.61 Sur-
gieron nuevas instituciones, como la cátedra de Higiene Pública en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires creada en
1873 a cargo de Guillermo Rawson, una de las figuras de esta corrien-
te higienista que bregaba por la salud física de los individuos desde el
ámbito académico y por la salud moral de la sociedad desde el Sena-
do. Se constituyó así el problema de la higiene de la ciudad como ob-
jeto de estudio de diversos profesionales. El objetivo final sería lograr
la reforma social. Los “médicos sociales”, como Guillermo Rawson o
Eduardo Wilde, ya no eran sólo médicos de enfermos sino también de
pueblos y ciudades.62

60 Sobre la metáfora del cuerpo sugerimos ver Caride Bartrons (2011).


61 El concepto de paradigma médico-moral es ampliamente desarrollado por Caride Bar-
trons (2017).
62 Vezzeti (1985): 37.

46
2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX

Julio Casal fue uno de los primeros teóricos de estas temáticas


que dedicó su tesis doctoral de 1880, La hijiene (sic) de la ciudad de
Buenos Aires, a estudiar la densidad de población, el hacinamiento, la
salubridad de los espacios públicos, el clima, los desagües y la estruc-
tura urbana como las principales amenazas al cuerpo urbano, no sólo
por sus implicancias en cuanto a la transmisión de los miasmas, sino
también como focos del vicio y la inmoralidad.63 El Estudio sobre las
casas de inquilinato de Buenos Aires que realizó Rawson cuatro años
después apuntaba en la misma dirección.64
El paso decisivo sería la creación del Departamento Nacional de Hi-
giene, a principios de la década de 1880, dirigido por Eduardo Wilde.
Desde este departamento se generó una política sanitaria para la nueva
ciudad capital luego de la federalización. Dicha política incluyó la crea-
ción de la Asistencia Pública, a cargo de José María Ramos Mejía, quien
también presidió el Departamento Nacional de Higiene tiempo después.
Fue justamente Ramos Mejía quien trazó uno de los primeros estu-
dios sociales en su texto Las multitudes argentinas, de 1899.65 En esta
obra, entre otros postulados, se definía la relación entre el individuo y
el medio físico donde se desarrolla, lo que da lugar a una clara diferen-
cia entre medio urbano y medio rural. La condición de vida individual
y aislada que planteaba el medio rural se contraponía con la vida co-
munitaria cuyo núcleo es la ciudad. El individuo rural era considerado
bárbaro precisamente por su falta de integración social y su tendencia
a no poder dominar sus pasiones.
Si bien este fue el punto de partida, la percepción sobre el medio
urbano y el medio rural fue transformándose a lo largo del período de
análisis. A mediados del siglo XIX, el vínculo del campo con el gobierno
de Juan Manuel de Rosas, especialmente con su caserón de Palermo
desde donde ejerció sus políticas, motivó que los territorios no urba-
nos, asimilados al desierto por Echeverría o Sarmiento, fueran entendi-

63 Casal (1880).
64 Rawson (1884).
65 Ramos Mejía (1899).

47
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

dos como sinónimo de la barbarie. En contraposición, la ciudad era el


símbolo de la civilización de una sociedad moderna.
El problema de la determinación de un borde se volvía crucial para
definir dónde terminaba la ciudad y dónde comenzaba el campo. Sin
embargo, el medio urbano mismo ya presentaba una estratificación en-
tre el área central, en la que vivía la gente decente, y el suburbio, las
periferias donde vivían los marginados, los lugares del desorden.
Ya en el plano de José María Romero de 1824 una gruesa línea divi-
día a la ciudad edificada de los suburbios (Figura 2.1). A partir de este
documento gráfico, la Administración dicta un decreto mediante el cual
especifica que el borde externo de la ciudad se constituye en la calle En-
tre Ríos-Callao y el eje de replanteo es la calle La Plata, actual Rivadavia.66
Un proyecto de bulevar buscó darle forma material a este límite pero
nunca fue concretado.67

Figura 2.1: José María Romero. Plano topográfico de Buenos Aires y sus suburbios,
1824. Fuente: Aliata (2006): 109.

66 Decreto de ejecución del plano de la parte exterior de la ciudad. Ver Aliata (2006): 111.
67 Registro Oficial de la República Argentina, decreto del 9 de mayo de 1827. Ver Aliata
(2006): 153.

48
2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX

Esta división fue retomada durante las estrategias de saneamiento de


la ciudad, en las que se concibió un sector de ciudad sana, intramuros,
y un sector malsano exterior. Las funciones contaminantes fueron ex-
pulsadas de la ciudad sana hacia la campaña donde su influencia ya no
afectaría la salud del cuerpo urbano.
Surgen así los cementerios, mataderos, hospitales y cárceles como
las herramientas arquitectónicas que contienen a estas funciones y
permiten administrarlas, se convierten así en las “máquinas higiénicas”
de la ciudad, símbolos de una sociedad moderna y ordenada.68 Junto
con estos espacios materiales, los espacios verdes que surgieron a
fines del siglo XIX y principios del XX fueron concebidos como los
pulmones que hacían posible la regeneración social.69
Así como Julio Casal dedicó su tesis al tema de la higiene urbana,
Antonio Malaver dedicó la propia al estudio de los delitos y las penas
en 1860. Para esto realizó un estado de situación de las cárceles de la
ciudad en el que constató la condición deplorable en que todas estas
se encontraban. Ocho años después, Malaver fue escogido como mi-
nistro de gobierno por el ahora gobernador de la provincia de Buenos
Aires Emilio Castro. Ambos promovieron, a mediados de 1869, la aper-
tura de un concurso para la presentación de planos y presupuestos
para una nueva cárcel.70 Es preciso aclarar que esta no fue la primera
propuesta para construir una prisión en la ciudad de Buenos Aires. En
1824, Antonio Díaz presentó dos proyectos, que no se construyeron,
en los terrenos de “La Convalecencia”, situados al sur de la ciudad,
al borde de la barranca sobre el Riachuelo. La misma suerte tuvo un
año después Santiago Bevans con un proyecto de cárcel bajo el sis-
tema panóptico.71 En 1827, se llevó a cabo un llamado a presentación
de proyectos que tuvo como locación propuesta el terreno que hoy
ocupa la Plaza Lavalle, para la época un lugar periférico y anegable de
la ciudad. Dentro de esta estrategia de alejamiento de los programas

68 Aliata (2006): 133.


69 El rol de los espacios verdes en Buenos Aires es estudiado en profundidad por Armus
(1996) y por Gorelik (1998).
70 Registro oficial de la Provincia de Buenos Aires, 1869. Ver García Basalo (1979): 3.
71 Para un análisis de estos concursos ver García Basalo (2013): 45-88.

49
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

contaminantes, el lugar elegido para la construcción del nuevo esta-


blecimiento se constituye en los terrenos del conocido Matadero del
Sur, representado en la famosa acuarela de Carlos Enrique Pellegrini,
próximo a los terrenos de “La Convalecencia” antes mencionados (Fi-
gura 2.2). En la elección de los lugares para la construcción de estos
nuevos objetos apareció la idea de “pisar” simbólicamente la barbarie
de la época rosista con los programas civilizadores.72 El Matadero del
Sur figuraba asociado al caudillo federal en varios autores de nuestro
período.73 Tanto en forma literal como metafórica, se vinculaba la ma-
tanza de animales con las persecuciones y matanzas humanas perpe-
tradas desde el gobierno. En la representación pictórica de Pellegrini,
por ejemplo, puede leerse la leyenda “Viva el chaleco colorado” en el
edificio colonial que protagoniza la escena (Figura 2.3).
No era la primera vez que se pensaba en esta locación para un
proyecto que Foucault denominaría heterotópico. En 1858, ante la falta
de cementerios en la ciudad se presentaron dos proyectos, el primero
atribuido a Prilidiano Pueyrredón a construirse en la locación de los
Mataderos del Sur, y el segundo proyectado por Pedro Loperti a erigir-
se dentro de los terrenos de “La Convalecencia”. La elección parece
haber favorecido a Pueyrredón, sin embargo, la iniciativa fue sucesi-
vamente postergada hasta que se optó por otro terreno en la esquina
opuesta, con frente a la calle Caseros.74
Una estrategia similar se aplicó en la implantación de los asilos para
hombres y mujeres dementes, los otros espacios de reclusión destina-
dos a contener las desviaciones. En el patio del establecimiento aún
se conserva parte de lo que fue la estructura muraria de uno de los
cuarteles de “La Mazorca”, grupo armado que perseguía violentamente
a los opositores a Rosas.75

72 Esta idea fue desarrollada también por Gorelik (1998): 75.


73 Probablemente el cuento de Esteban Echeverría, El matadero, sea el más recordado.
Posteriormente José Ingenieros y J. M. Ramos Mejía también hicieron mención al Matade-
ro del Sur y la política rosista. Ver Echeverría ([1838] 2003), Ingenieros ([1918] 1937) y
Ramos Mejía (1907).
74 Cortese (2000).
75 La historia de estas ruinas es abordada en AA. VV. (2013).

50
2.1 El castigo en Buenos Aires en el siglo XIX

Figura 2.2: Ubicación de los terrenos de la Convalecencia y Matadero del Sur, 1867.
Fuente: Glade, C. (1867) Plano topográfico de la Ciudad de Buenos Aires y de todo
su municipio incluyendo parte de los partidos de Belgrano, San José de Flores y
Barracas al Sur.

Figura 2.3: Charles Henri Pellegrini. Matadero del sur, 1841. Fuente: García Basalo,
J. C. (1979): 7.

51
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Si bien a principios de la década de 1850 se pensó en instalar un Asilo


de Dementes en los terrenos de La Recoleta, locación a la que volve-
remos en capítulos posteriores, distintos vaivenes finalmente llevaron a
la designación de los terrenos del sur como el lugar para la edificación
del Asilo de Mujeres Dementes primero y de Hombres poco tiempo
después.76 Con la instalación de estos establecimientos, este sector
de la ciudad se estaba consolidando como el lugar de asentamiento
de gran parte de los programas contaminantes, hecho que denunció
un cronista del diario La Tribuna, por ser una medida no consultada
con el Departamento Nacional de Higiene, que ya se había expedido
negativamente con el proyecto de ubicar también en ese sector al nue-
vo Hospital de Mujeres.77 Vale señalar que la falta de establecimientos
acordes determinó que mujeres y hombres criminales fueran enviados
a los asilos de dementes, situación fuertemente resistida por las encar-
gadas del establecimiento que no querían ver el hospital transformado
en una penitenciaría.78
En la zona sur ya se habían instalado un gran número de fábri-
cas en torno al Riachuelo además de saladeros, hospitales, corrales
y estaba aún vigente el proyecto para el Cementerio del Sur. Las au-
toridades del Departamento juzgaron que no era conveniente reunir
tal cantidad de establecimientos insalubres en un mismo sector de la
ciudad. El redactor de La Tribuna presentaba un argumento igualmen-
te fuerte al asegurar que establecer todo cuanto hay de repugnante y
peligroso de la ciudad en un mismo lugar equivalía a transformarlo en
un barrio condenado.79
Se eligió entonces un terreno al norte, en el barrio de Palermo, para
la futura cárcel. Con intención similar, el espacio de reclusión y el Par

76 Sobre el proceso de desarrollo del Asilo de Mujeres nos remitimos al trabajo de Pita
(2012). Sobre el Hospital de Hombres Dementes nos remitimos a Vezzeti (1985).
77 La Tribuna, (23 de julio de 1869).
78 Pita (2012): 66.
79 La Tribuna, (23 de julio de 1869).

52
2.2 La cárcel y el laboratorio

que 3 de Febrero pisarán en los terrenos pertenecientes a Rosas,80


conjurando así a la memoria de la barbarie, superponiendo el nuevo
paradigma de orden, propio de la sociedad moderna.

2.2 La cárcel y el laboratorio

Para la ciencia moderna, el preso es un enfermo, á quien


la sociedad procura curar, y no destruir.

Luis Vicente Varela, La cuestión penal: estudio sobre el


sistema penitenciario, (1876): 99.

La formulación de un nuevo “sujeto moral”, reflejo de una sociedad


moderna esencialmente urbana, fue uno de los grandes objetivos de
los intelectuales positivistas de fines del siglo XIX,81 en línea con los
cánones europeos. Esta formulación era necesaria para el proceso de
definición de la identidad y del ser nacional, tema central para autores
como Sarmiento y Ramos Mejía que buscaban dejar la época colonial
atrás. Determinar las características de este sujeto moral ideal impli-
caba también la determinación de un otro que es su antítesis, no es
civilizado, no es moral, es un desviado.
La separación de los desviados o de “los anormales” en términos
de Michel Foucault, del cuerpo social moral es una condición inherente
de la civilización occidental.82 Sin embargo, el pensamiento positivis-
ta pretendía no sólo separar, sino también curar estas desviaciones,
transformar a estos sujetos en individuos útiles. Tanto la locura como la
criminalidad eran consideradas desviaciones por los intelectuales po-
sitivistas, para lo cual generaron sus dispositivos y sus máquinas capa-

80 El caso del Parque 3 de Febrero jerarquiza esta idea desde su denominación. El nom-
bre conmemora la fecha de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros.
81 Tomamos el concepto de “sujeto moral” de Vezzeti (1985).
82 Nos remitimos aquí a los trabajos de Michel Foucault, principalmente Foucault ([1961]
2003), y Morris y Rothman (1998).

53
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

ces de modificar a estos sujetos. Para el tratamiento de dichos males,


los instrumentos de transformación adquirieron forma material en dos
programas arquitectónicos, el manicomio y la cárcel. Ambos edificios
permitían el aislamiento social y la objetivación de los sujetos para ser
estudiados. Su función entonces no era meramente contener sino, de
manera mucho más ambiciosa, constituirse en verdaderos laboratorios.
Allí surgieron las relaciones alienista-paciente/criminólogo-criminal que
permitieron estudiar las causas y desarrollar los posibles tratamientos
para estos males. Aunque el trabajo aparecía como el instrumento re-
generador común en dichas instituciones, había diferencias sustan-
ciales que separaban sus prácticas. Principalmente la determinación,
en el caso de la prisión, de un tiempo de condena pasado el cual el
criminal volvía al medio urbano. En el caso de la locura, el aislamiento
se producía hasta que se hubiera podido controlar la enfermedad y la
reincorporación se daba en forma paulatina.83
El nuevo carácter que debían tener los edificios carcelarios ya estaba
presente en la formulación de la Constitución del Estado de Buenos
Aires de 1854, luego de la batalla de Caseros. El artículo 167 de la Ley
Suprema planteaba que “las cárceles serán hechas para seguridad y no
para mortificación de los presos”.84 Esto planteaba la adopción de las
nuevas estrategias en materia penitenciaria, uno de los símbolos de la
sociedad moderna, que representaban el abandono del castigo bárbaro
y la pena capital. Ambas resultaban improductivas en tanto que anula-
ban una posible fuente de mano de obra. En su lugar se desarrollaron
instrumentos que permitirían la transformación de los hombres en indivi-
duos productivos.85 Estas ideas surgidas y debatidas en Europa, princi-
palmente en los congresos penitenciarios de Fráncfort (1846) y Bruse-

83 En rigor, el alienado volvía con su núcleo familiar, tanto por buenos resultados en su
tratamiento como por la saturación en el Hospicio, pero el momento en que esto sucedería
era desconocido cuando se producía la separación social del sujeto.
84 Estado de Buenos Aires (1854). Artículo 167. El texto completo sostiene: “Las cárce-
les son hechas para seguridad y no para mortificación de los presos; todo rigor que no sea
necesario, hace responsable á las autoridades que lo ejerzan”.
85 La transformación cultural de las lógicas de castigo son estudiadas en el trabajo de
Foucault ([1975] 2009).

54
2.2 La cárcel y el laboratorio

las (1847), llegaron a Buenos Aires por distintos medios y con distinto
impacto. Por un lado, las ideas de John Howard sobre la separación de
presos se vieron plasmadas, aunque con limitaciones, en el Primer Re-
glamento para las Cárceles de 1855. En su primer artículo se establecía:

Los presos se distribuirán de modo que en cuanto sea posible,


ocupen calabozos diferentes: 1) los procesados por delitos
graves. 2) los rematados 3) los procesados por delitos leves
o aphendidos (sic) por derechos de policía 4) los presos por
deudas civiles 5) las mujeres, las que serán privadas de toda
comunicación con los demás presos y guardias de la cárcel; esta
separación se observara (sic) si fuese posible en las salidas al
patio y en los demás actos del establecimiento.86

Los postulados de esta primera legislación cobraron fuerza a partir de


1866, con la elaboración del Código Penal a cargo de Carlos Tejedor.
Dicho código estableció una amplia gama de penas, a saber: muerte,
presidio, penitenciaría, confinamiento, prisión y arresto. En nuestro aná-
lisis veremos sucesivos proyectos que buscaron ser el espacio material
donde estas penas fueran cumplidas. En ese sentido su resolución
formal estuvo vinculada con este carácter, por lo cual resulta necesario
explicar qué implicaba cada una de estas categorías. Dejando de lado
la pena de muerte, que estuvo limitada a los crímenes más espantosos,
el presidio era la condena más dura. Consistía en la práctica de traba-
jos públicos pesados en beneficio del Estado como construcciones de
canales, obras de fortificación y caminos, sin recibir auxilio alguno fuera
del establecimiento. Cúneo señala que esta pena evitaba a los jueces
condenar a muerte, pero que prácticamente descartaba la corrección
de la conducta del condenado.87 La penitenciaría, por el contrario, cier-
tamente forzaba al preso a cumplir con un trabajo que lo reintegrase a
la sociedad en beneficio y no del Estado. El producto de ese trabajo se

86 Primer Reglamento para las Cárceles. Tomado de Cúneo (1971): 23.


87 Cúneo (1971): 24.

55
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

utilizaría para indemnizar el gasto causado en el establecimiento, para


satisfacer los gastos de su familia y, finalmente, como un ahorro que co-
braría cumplida su condena. Por último, el confinamiento, la prisión y el
arresto eran penas leves, de corta duración, vinculadas principalmente
con la transgresión de ordenanzas públicas.88
Otro de los documentos más relevantes para nuestro análisis con-
sistió en el Atlas carcelario o colección de láminas de las principales
cárceles de Europa y América, de Ramón de la Sagra, que abarca
hasta los comienzos del siglo XIX. Esta colección apareció por primera
vez en Madrid en 1843. La sociedad porteña lo conoció mediante la
Librería Española89 ubicada en el centro de la ciudad. El Atlas consta
de dos tomos, uno compuesto por textos y otro por láminas. El primero
reproduce dos textos importantes: el Extracto de la circular del Minis-
tro del Interior de Francia a los Prefectos, junto con el Programa para
la construcción de cárceles departamentales (1841), y el Programa
para la construcción de cárceles de provincia.90 Ambos escritos fueron
ampliamente usados en la redacción de las bases del concurso para
la nueva cárcel porteña anunciado el 10 de julio de 1869. Los diez
incisos de las bases resultaron de una combinación de los puntos de-
tallados en el Extracto y en el Programa.
El segundo aporte interesante de este atlas son sus láminas. Los
casos relevados muestran una enorme variedad de criterios para la
composición morfológica de los edificios, criterios que en muchos ca-
sos se yuxtaponen a las lógicas de vigilancia y las recomendaciones
higiénicas. Esto no era una novedad, ya en 1799 el trabajo de Jean
Nicolas Louis Durand, Recueil et Parallèle des Édifices de Tout Genre,
mostraba cuestiones similares.91 En ambos casos la búsqueda parece
más cercana a la experimentación formal y complejización de la tipolo-
gía carcelaria (Figuras 2.4, 2.5 y 2.6).

88 Bil y Poy (2002). Según el trabajo de Damián Bil y Lucas Poy Piñeiro, no está compro-
bado que efectivamente los presos hayan adquirido estos montos.
89 La Librería Española se encontraba en la calle Santa Rosa n.º 75, luego Bolívar.
90 De la Sagra (1843): 5.
91 Durand (1799).

56
2.2 La cárcel y el laboratorio

Esto es coherente en este momento con indagaciones similares


en otras tipologías como el hospital, muy emparentado a la prisión,
las fábricas y los talleres que se desarrollaron en el marco de las aca-
demias europeas. Para Vidler, esta experimentación tuvo que ver con
un nuevo entendimiento de la arquitectura surgido en el diálogo con
otros profesionales que comenzaron a tener injerencia en el diseño de
espacios no tradicionales, en especial los médicos, los ingenieros y
los juristas.92 En dicho diálogo la búsqueda de criterios de economía,
utilidad y exactitud programática fueron ganándole terreno a las formas
de composición centradas en el ornamento y la monumentalidad. Fun-
damentalmente en estos programas relacionados con el control social
la idea de belleza, que se comprendía tridimensionalmente en la pro-
porción de los volúmenes y su correcta composición, fue reemplazada
por la racionalidad y claridad de la planta sumada al rigor que debía
transmitir la fachada. En su clásico tratado, Blondel incluso proponía
distintos lenguajes para diferentes prisiones:

(…) para las de los condenados por deudas, una decoración rustica
combinada con la sencillez de las formas regulares; para las de
personas de mala reputación o libertinos, un corps caverneux, una
“arquitectura irregular, que representara el estado indisciplinado
y deshonroso de los presos; para las cárceles penales, un estilo
inhumano, adornado con los atributos de los tormentos justificados
y representaciones de la humillación y el castigo de los hombres.93

Estas características formales tan dirigidas no estuvieron presentes en


el concurso para la Penitenciaría de Buenos Aires. En comparación
con la situación del Cabildo, se pautaba la separación de sexos, la
separación de los condenados a prisión de los encausados y que el
edificio debía ser proyectado bajo el sistema celular, debiendo permitir
la separación individual de los presos de día y de noche.94

92 Vidler ([1987] 1997): 16.


93 Blondel (1750) citado en Vidler ([1987] 1997): 121.
94 García Basalo (1979): 3.

57
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Figura 2.4: Penitenciaría de Milbank. Figura 2.5: Proyecto de Cárcel Celular


Fuente: De la Sagra (1843): lámina II. en Madrid. Fuente: De la Sagra (1843):
lámina 24.

Figura 2.6: Casernes, Arsenaux, Prisons. Fuente: Durand (1799): planche 18.

58
2.2 La cárcel y el laboratorio

La designación del jurado del concurso reflejó, desde su interdisciplinari-


dad, la influencia positivista e higienista, siendo integrado por ingenieros,
abogados y médicos. Sus miembros eran: Miguel Esteves Sagui y Ma-
nuel Hermenegildo Langeheim, ambos abogados; Guillermo Rawson y
Manuel Porcel de Peralta, médicos; Mariano Moreno (h), Emilio Rosetti,
Otto von Arnim, Luis Augusto Huergo y Augusto Ringuelet, ingenieros.
El jurado determinó que ninguno de los proyectos satisfacía plena-
mente los requerimientos planteados, lo que resultó en que el concurso
quedara desierto. No obstante, la presión por la necesidad del nuevo
establecimiento derivó en que el gobierno, un año después, directa-
mente designara a tres arquitectos, Pedro Benoit, Ernesto Bunge y Juan
Martín Burgos para formular un nuevo proyecto.95 Benoit y Bunge ha-
bían participado en el concurso anterior y recibido observaciones favo-
rables a pesar de haber sido rechazados.96 Ambos contaban con mayor
experiencia que Burgos que al momento del concurso tenía 24 años.
Benoit era el mayor de los tres, nacido en 1836, trabajaba desde los
14 años en el Departamento Topográfico junto a su padre Pierre Benoit,
ingeniero francés radicado en nuestro país desde 1819. Mientras que
Pedro Benoit se había formado en el medio local, Bunge y Burgos lo
hicieron en el exterior. El primero de ellos cursó la carrera de Arquitec-
tura en la Real Escuela de Arte de Krefeld y luego en la Real Academia
de Arquitectura de Berlín. Bunge tenía experiencia en concursos, pues
había ganado el primer premio por el proyecto para el Hospital de Neus-
tadt-Eberswalde, en el que había participado junto a su maestro Martin
Carl Philipp Gropius. Burgos se había formado en la Academia de San
Lucas de Roma y recibió premios en distintos concursos académicos.
El nuevo proyecto para la Penitenciaría debía contemplar pautas
que se incorporaron a las bases previas y que, en gran parte, eran
elementos destacados de algunos de los proyectos juzgados en el
concurso anterior.

95 Tanto Benoit como Bunge habían participado en el concurso de 1869. Si bien sus pro-
yectos fueron descartados como todos los demás, el jurado los consideró como destacados.
96 García Basalo (1979): 15. A diferencia de los otros participantes, Bunge manifiesta
su rechazo al dictamen del jurado a través de una nota en el periódico El Nacional (7 de
diciembre de 1869).

59
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Lo destacable de esta ampliación fue que, si bien se mantenía la


idea del aislamiento individual, las actividades en los talleres, comedores
y salas de enseñanza serían en forma colectiva, optando entonces por
un sistema más parecido al “auburniano”, que combina aislamiento indi-
vidual con el trabajo como herramienta regeneradora, que al “filadélfico”
o celular, de estricto y total aislamiento, con la idea de la reflexión en
solitario y la autocrítica para llegar al arrepentimiento y la regeneración.
La idea de transformar criminales en individuos útiles mediante el
trabajo ya había aparecido un año antes en un proyecto de Nicasio
Oroño que exhibía no sólo motivos penológicos en relación con el
sistema punitivo del país, sino también con estrategias de soberanía
territorial.97 Ante las sospechas sobre la intención de Francia de esta-
blecer una colonia de deportación en la Patagonia y la puja territorial
con Chile,98 Oroño propuso la abolición de la pena de muerte por la
pena de deportación y trabajos por diez años a un punto del litoral
patagónico como una forma de dejar establecido el derecho de pro-
piedad sobre las tierras.99 Una manera de plantar bandera al construir
un establecimiento que diera lugar a una nueva sociedad a la cual se
incorporarían los reclusos una vez terminada su condena.
Proyectos similares fueron presentados por Francisco Moreno y
Enrique Victoria.100 El primero proponía el establecimiento de un presi-
dio en Puerto Deseado, mientras que el segundo lo proyectaba en la
Península de Valdés.
Paralelamente, Benoit, Bunge y Burgos desarrollaron sus proyectos
para la nueva cárcel, de los cuales fue elegido en 1870 el de dos pisos

97 García Basalo (1981): 5.


98 La primera denuncia concreta sobre las intenciones de Francia la realiza el periódico El
Lucero en una nota del 14 de marzo de 1832, en la cual reproduce una de las últimas sesio-
nes de la Cámara de Diputados francesa, en la que se trata el proyecto de establecimiento
de una colonia de deportación en algún lugar alternativo a Senegal o Cayena. Los conflic-
tos limítrofes con Chile finalmente se resuelven mediante el Tratado de Límites de 1881.
99 Proyecto presentado en el Senado de la Nación, el 6 de agosto de 1868.
100 La propuesta de Moreno puede encontrarse en su Diario de Viaje a la Patagonia Aus-
tral, ([1876] 2008). El proyecto de Victoria, por otra parte, es presentado al Gobierno Nacio-
nal en 1881 cuando ocupaba el cargo de Jefe de la Oficina Central de Tierras y Colonias.

60
2.2 La cárcel y el laboratorio

de Ernesto Bunge por el mismo jurado que había descartado los pro-
yectos del concurso abierto en primera instancia.
Bunge había presentado dos proyectos, uno de dos pisos que fi-
nalmente fue elegido, y otro de tres pisos. En la memoria adjuntada a la
presentación, el arquitecto justificó sus planteos y citó sus referentes.
Aquí pueden leerse los vínculos establecidos durante su formación en
la Real Academia de Arquitectura de Berlín. Bunge realizó varias con-
sultas al Arquitecto Real Profesor Gropius y al Arquitecto Real Spiker,
además de tomar como referentes trabajos de especialistas europeos
en penología, principalmente de Carl Joseph Anton Mittermaier y de
Edouard Antoine Ducpétiaux.101 El edificio que tomó como modelo más
directo fue la Prisión de Pentonville, Inglaterra, construida en 1842 con
proyecto de John Haviland (Figura 2.7), a la cual toma como ejemplo
para defender su propuesta del edificio de tres pisos que resulta des-
echada, pues se optó por el proyecto de dos pisos (Figura 2.8).

Figura 2.7: John Haviland. Prisión de Pentonville, 1842. Fuente: García Basalo
(1979): 46.

101 Mittermaier fue uno de los primeros en postular las reformas del Código Penal y Disci-
plina Penitenciaria en Alemania. Ducpétiaux fue inspector general de prisiones de Bélgica.
Publicó un trabajo de tres volúmenes sobre la reforma penitenciaria.

61
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Figura 2.8: Plano general de la Penitenciaría Nacional, 1870. Fuente: Ballve (1907):
lámina 1.

Sin embargo, la elección de un proyecto no agotó las instancias de


discusión, sobre la cual giraron cuestiones de lógica punitiva y estrate-
gia territorial. En 1872, un año después de la gran epidemia de fiebre
amarilla, se debatieron en la Cámara de Diputados ciertos puntos del
proyecto de la nueva cárcel, principalmente con el objetivo de lograr la
especificidad y separación en el aspecto punitivo. Lo que planteaban
en concreto dos diputados, Leandro Alem y Aristóbulo del Valle, era la
conveniencia de construir dos edificios distintos, uno para procesados
y condenados a penas leves dentro de la ciudad, cerca de los futu-
ros tribunales, y otro para penas graves posiblemente en la Isla Martín
García, fuera del medio urbano. Alem atacó el proyecto aprobado por
el jurado porque abarcaba ambos propósitos, cárcel de seguridad y
penitenciaría, en un mismo edificio, confundiéndose así al presunto reo
y al convicto criminal, situación que no se compensaría con la separa-

62
2.2 La cárcel y el laboratorio

ción individual de celdas y que además proyectaría una imagen negativa


hacia la sociedad. Centrándose en los temas de seguridad e higiene, el
diputado no tenía dudas de que debía buscarse un lugar lo más alejado
posible de la ciudad, donde los condenados pudieran expiar sus delitos.
En ese sentido, la locación sugerida en un terreno del barrio de Palermo
parecía contraproducente para una ciudad que estaba en proceso de
crecimiento y que pronto anexaría este barrio y el de Belgrano. Alem
estaba convencido de que la presencia de la cárcel sería siempre vista
como un motivo de temor para la gente de esos centros de población;
por lo que proponía que la cárcel proyectada por Bunge se construyera
con carácter de penitenciaría en la Isla Martín García y que otra cárcel
para seguridad y detención se emplazara en la locación seleccionada.
Por su parte, el diputado Luis Lagos García se oponía argumen-
tando que de todas maneras la locación correspondía “al lugar me-
nos poblado de los arrabales de la ciudad”. Exhibía, además, motivos
profundamente coherentes con las nuevas corrientes positivistas en
cuestiones punitivas:

El sistema penitenciario tiene otro objeto: no se propone


únicamente castigar el delito, por venganza, o por odio; se
propone la reforma de los condenados por la expiación y el
ejemplo. Entonces el local inmediato a la ciudad es el lugar más
aparente para esto. Los presos allí son condenados a trabajar
en diferentes oficios y en diferentes talleres, en el trabajo de la
industria, que solamente se ejerce en los centros de la población,
donde los empresarios o industriales de toda clase manden allí
sus productos para ser fabricados por los presos y para pagar al
gobierno una cantidad por el jornal de cada presidiario.102

102 Provincia de Buenos Aires, (1872). Acta de la sesión ordinaria celebrada por la Cá-
mara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires el 17 de mayo de 1872, Se discute
el proyecto sobre construcción de una nueva cárcel.

63
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

Finalmente, la votación del 20 de mayo definió la aprobación del pro-


yecto que resultó en una cárcel penitenciaria mixta que quedó termi-
nada el 5 de enero de 1877, con una serie de consecuencias que ve-
remos más adelante. La más inmediata, sin embargo, se dio durante la
redacción del Proyecto de Reglamento para la Penitenciaría a cargo
del Dr. Aurelio Prado y Rojas. El jurista ya manifestaba desde el princi-
pio su disconformidad con dos cuestiones. En primera medida había
tenido que adaptar su reglamento al sistema de Auburn, sistema que
en ese momento se encontraba en tela de juicio por parte de la comu-
nidad científica por los castigos que debían ejercerse para conseguir
el silencio en los talleres. Lo segundo que le generaba disconformidad
era el carácter mixto de la penitenciaría, además de la presencia de mu-
jeres y niños. Ambos factores, según Prado y Rojas, atentaban contra
el orden y la moral que se buscaban en el establecimiento.103
Dejando estas salvedades asentadas, el jurista pasaba a enunciar
el reglamento que regularía la vida de los prisioneros con base en tres
pilares: obediencia, silencio y trabajo. Las reglas de obediencia y penas
disciplinarias estarían presentes en todas las celdas, además de ser
comunicadas en la primera entrevista que los reclusos tendrían con
el director luego de pasar por un ritual de ingreso. Este ritual estaba
signado por lógicas de higiene (afeitado y baño) y por la transformación
de los reclusos de sujetos en objetos mediante la homogeneización
que suponía el uniforme común a todos y, principalmente, el reemplazo
de su nombre por un número.104
En las lógicas del positivismo, el trabajo era el regenerador moral
ideal, capaz de transformar al salvaje gaucho en ejemplar ciudadano y
de convertir al loco y al criminal en individuo útil (Figura 2.9). Por ese

103 Los menores crecieron en proporción tal que tuvo que destinarse un pabellón entero
a su retención. Esto culminó cuando se creó el Asilo de Reforma de Menores Varones en
Marcos Paz en 1903. El caso de las mujeres fue más breve, fueron trasladadas en 1890
al Asilo Correccional de Mujeres, hoy Museo Penitenciario “Antonio Ballve”.
104 En las sucesivas memorias puede observarse que, incluso aquellos penados que se
destacaron en sus tareas en los talleres o eran encargados de sector, son nombrados
como “el recluso N.º…”.

64
2.2 La cárcel y el laboratorio

motivo, en la jornada diaria el trabajo ocupaba 10 horas de la vida del


recluso, es decir que permanecía más tiempo en los talleres que en su
celda en solitario. Con todo, el completo silencio era condición obliga-
toria también en estos espacios.
La intención era formar sujetos obedientes que pudieran integrar-
se al medio urbano a través del trabajo industrial que luego podrían
continuar en la ciudad, al enseñarles algún oficio cuyas orientaciones
pueden verse en los talleres: herrería, carpintería, ropería y zapatería,
orientaciones que luego se amplían considerablemente para abarcar
pinturería, galvanoplastia, hojalatería, escobería, imprenta, encuaderna-
ción, huerta y panadería.

Figura 2.9: Máquina que transforma al gaucho Martín Fierro en un trabajador indus-
trial y urbano. Fuente: Revista El Mosquito, (1882, 19 de marzo). 1002, 15.

65
CAPÍTULO 2: Condenar la barbarie, castigar civilizadamente

En principio, se constituyó un sistema de administración directa. La


producción estaba destinada concretamente a las necesidades del
establecimiento, pudiendo ampliarse para satisfacer requerimientos
de otros sectores públicos dependientes del municipio, provincia o
nación. El orgullo que esta producción le mereció a la Penitenciaría
Nacional pudo verse en la preparación de una exposición de trabajos
penitenciarios en 1878. Dicha exposición se presentó primero en la
casa Burgos de la calle Florida para luego formar parte de la muestra
que viajó a la Exposición Universal de París del mismo año. Se convier-
te así en la primera oportunidad que tiene la sociedad porteña de ver
lo que ocurre dentro de los talleres de la nueva cárcel, ocasión en la
que obtiene una opinión altamente positiva sobre los resultados que el
establecimiento estaba logrando.
Contrasta esto con la recepción que tuvo la apertura al público de
la Penitenciaría al momento de su inauguración, cuando un grupo de
vecinos lejos de enorgullecerse de las instalaciones provocaron va-
rios destrozos que obligaron al cierre del lugar hasta su inauguración
oficial. Los argumentos que este grupo esgrimía tenían que ver con
la suntuosidad de las instalaciones juzgadas como un exceso. Los
disgustaba que la nueva cárcel pareciera más un “hotel que se cierra
al público honrado y sólo abre para los parroquianos del crimen”, en
contraposición con las deficiencias en infraestructura pública que to-
davía existían en la ciudad.105
De todos modos, la finalización de la Penitenciaría Nacional signifi-
có para Buenos Aires posicionarse como una de las potencias de Amé-
rica Latina que habían adoptado las lógicas penitenciarias modernas,
sumándose a la experiencia iniciada con la Casa de Correçao de Río
de Janeiro y los Panópticos de Lima y Chile.
Como hemos observado, en el proceso que culminó con la cons-
trucción de la penitenciaría porteña no sólo se emplean argumentos
que conciernen a su morfología o régimen de funcionamiento. La cues-
tión del lugar de emplazamiento suscitó numerosas discusiones en

105 Caimari ([2004] 2012): 52.

66
2.2 La cárcel y el laboratorio

distintos ámbitos. En ellas se pone de manifiesto una preocupación


por el efecto de la implantación del programa carcelario en un lugar
determinado de la ciudad que condiciona su desarrollo a futuro. Estos
argumentos se yuxtapusieron con el discurso positivista que deposi-
taba una enorme confianza en la capacidad transformadora de dichos
dispositivos arquitectónicos. Tanto los factores internos como externos
al establecimiento plantearon rápidamente un escenario de crisis. Las
respuestas a esta situación adversa son el objeto del próximo capítulo.

67
CAPÍTULO 3

PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

3.1 Lo proyectado: las cárceles de Enrique Aberg y


Francesco Tamburini

La cárcel correccional no es digna de una descripción


especial: es un edificio antiguo, inadecuado, que debe desa-
parecer muy pronto, para honor de la capital.

Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, Censo


General de población, edificación, comercio e industrias de
la Ciudad de Buenos Aires, (1889).

Entre las aspiraciones iniciales de la Penitenciaría Nacional y su inte-


gración a la ciudad surgieron varios inconvenientes, principalmente a
raíz del carácter mixto que llevó al establecimiento a recibir, no sólo
a los condenados a pena de penitenciaría, sino también a los conde-
nados a presidio, arresto, así como a procesados, hombres, mujeres
y niños. La cantidad de niños condenados, huérfanos o simplemente
abandonados tuvo como consecuencia que uno de los cinco pabello-
nes funcionara directamente como asilo infantil. En esta primera etapa
la cárcel se volvió uno de los entes receptores de los individuos que
resultaban inconvenientes para lograr el orden urbano característico de
la ciudad moderna que Buenos Aires pretendía ser.
El director de la Penitenciaría, Enrique O’Gorman, ya planteaba un
año después de su inauguración la necesidad del “alejamiento de los
presos encausados y el aumento en el número de los penados”, ade-
más de la protección por parte del Poder Ejecutivo y las autoridades

69
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

provinciales que debía traducirse en el uso de los talleres del estable-


cimiento por parte de los organismos del estado.106 Sin embargo, en
1880 el intendente de la Penitenciaría, Francisco Wright, continuaba
su réplica por el escaso número de encargos que recibía:

La imprenta es uno de los talleres llamados a proporcionar


grandes entradas al erario, pero ¿qué importa que esté bien
dotada en todo sentido, si se pasan meses enteros sin tener un
trabajo que hacer, mientras que otras imprentas particulares están
ocupadas exclusivamente de los trabajos para los gobiernos?107

El caso del taller de imprenta que expuso Wright también se aplicaba a


los otros talleres, que pasaban gran parte del tiempo sin encargos. No
obstante, en el caso particular de este taller puede verse la interferen-
cia de intereses privados. Los trabajos oficiales eran encargados direc-
tamente a periódicos con afinidad política, que ejercieron presión ante
el estado de creciente tensión alrededor de los conflictos de 1880.
Dos proyectos de ley que obligaban al uso de los talleres por parte
del gobierno no llegaron a concretarse. El primero, de Héctor Varela,
fue directamente rechazado con el argumento de que el asunto no era
materia de ley.108 El segundo, formulado por un grupo de diputados,
fue aprobado en su Cámara pero nunca salió de la Comisión de Presu-
puesto de la Cámara de Senadores.109
La intermitencia del trabajo socavaba uno de los pilares del para-
digma regenerador, se volvía simplemente un método reclusivo. A esto
se sumaba el constante incremento poblacional que ya en 1881 alcan-
zaba las 815 personas. Se superaba la capacidad real del estableci-
miento y se encausaba más de la mitad de esta población, proporción
que fue constantemente en aumento mientras que la Penitenciaría per-

106 García Basalo (1979): 175.


107 García Basalo (1979): 191.
108 García Basalo (1979): 192.
109 Presentado por los diputados Viñales, Cabrera, Beracochea, del Carril, Correa Lar-
guia, Yrigoyen, Villamayor y Diana.

70
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

maneció en funcionamiento. Preocupaban los riesgos que implicaba


mezclar a los delincuentes más peligrosos con los apenas iniciados,
principalmente surgió el temor de que se constituyera una potencial es-
cuela de criminales. En el caso de los encausados, el creciente número
además anulaba el aislamiento celular, ya que en cada celda individual
se encontraban dos detenidos, mientras que en las salas con capaci-
dad para ocho individuos se encontraban veinte. Las condiciones de
higiene se parecían cada vez más a las de la cárcel del Cabildo a la que
la Penitenciaría había venido a reemplazar.
Como parte del proceso de federalización de 1880 todos los es-
tablecimientos y edificios públicos fueron cedidos a la jurisdicción de
la Nación, lo cual no hizo más que acrecentar el problema. El resto de
las provincias, que no contaban con una estructura punitiva eficiente,
optaron por derivar sus propios criminales a la penitenciaría. Esto su-
cedió en el momento en que la ciudad comenzaba a tener serios pro-
blemas de hacinamiento, prostitución, marginalidad, alcoholismo y una
creciente criminalidad. Características propias de los núcleos urbanos
occidentales, que a fines del siglo XIX recibieron una fuerte inmigración
masiva antes de que su estructura industrial y urbana se desarrollara en
grado suficiente.110
La situación demandaba nuevas instituciones que pudieran esta-
blecer diferencias claras entre los distintos tipos de criminales y sus
penas, y que se complementara con la cárcel de Palermo a la hora de
recluir a los que amenazaban el orden urbano. En los últimos veinte
años del siglo XIX surgieron numerosos proyectos, muchos de los cua-
les quedaron sólo en papel, que pusieron el problema del lugar de la
cárcel nuevamente sobre la mesa.
La transición de escalas de la ciudad colonial a la ciudad metropoli-
tana puede verse muy claramente en el plano que elabora J. B. Bianchi
en 1882 (Figuras 3.1 y 3.2).

110 Nos remitimos aquí al trabajo de Blackwelder, ver en Johnson (1990): 65-87.

71
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.1: Ubicación de la Penitenciaría Nacional (1), puede verse la distancia con
el centro de la ciudad. Fuente: Bianchi, J. B. A. (1882). Plano de la ciudad de Buenos
Aires y de los suburbios de La Boca y Barracas al Nord y de los pueblos limítrofes
de Belgrano y San José de Flores.

En este plano puede observarse el gran número de instituciones creadas


durante el siglo XIX, que luego debieron ser reemplazadas por el cambio
de escala y carácter de ciertos sectores de la ciudad. La Aduana proyec-
tada por Edward Taylor, la Estación Central y la primera Casa de Gobier-
no son algunos ejemplos. Asimismo pueden verse las áreas consolida-
das y no consolidadas de la ciudad. Dentro de estas últimas destacaban
los edificios de reclusión como únicos elementos definidos dentro de la
indefinición propia del territorio no urbano, en especial la Penitenciaría
que por superficie era el edificio de mayores dimensiones de la ciudad.

72
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

Figura 3.2: Configuración del área central de la ciudad. Fuente: Bianchi, J. B. A.


(1882). Plano de la ciudad de Buenos Aires y de los suburbios de La Boca y Barra-
cas al Nord y de los pueblos limítrofes de Belgrano y San José de Flores.

El primero de los proyectos carcelarios fue una Cárcel Correccional


que pudiera reemplazar a la antigua de la calle San Juan y Defensa.
Esta cárcel comenzó a funcionar en 1860 utilizando parte de lo que
fue el Hospital General de Hombres, luego Casa de locos, también lla-
mado “Cuadro de dementes”. Si bien en los primeros años pareció fun-
cionar correctamente, al poco tiempo comenzó a demostrar falencias
que quedaron en evidencia en sucesivos intentos de evasiones. Una
de ellas se concretó perforando uno de los muros en un lugar donde
previamente existía una puerta que había sido tapiada durante el pro-
ceso de adaptación. En lo sucesivo, el establecimiento sería mencio-
nado como una prisión precaria, cuyo equipamiento era insuficiente y
que no obedecía a los cánones penitenciarios modernos, en particular

73
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

debido a su carácter mixto tanto de género, hombres y mujeres, como


de tipo de criminales, detenidos y encausados.111 En las Memorias del
Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública fueron recurrentes
los pedidos para su reemplazo por un nuevo edificio.112
En 1881, se evaluó la opción de refaccionarla y ampliarla, sin em-
bargo, con la asunción de Eduardo Wilde como director del Ministerio
de Justicia, y luego de una visita al lugar junto con los arquitectos En-
rique Aberg y Juan Buschiazzo como representantes de la Inspección
de Obras Arquitectónicas y de la municipalidad, se decidió que debería
edificarse un nuevo establecimiento en un lugar más propicio.
De un primer listado que la municipalidad ofreció, el Departamento
de Ingenieros seleccionó el terreno donde se encontraban los Matade-
ros del Sur, es decir, el primer lote seleccionado para situar la Peniten-
ciaría de Buenos Aires y que fuera luego desechado. Enrique Aberg, uno
de los participantes de ese primer concurso y, en este momento, con el
cargo de arquitecto nacional e inspector en jefe del Departamento de
Ingeniería Civil del Ministerio del Interior desde 1874, fue quien presentó
este proyecto. Para el concurso de la cárcel de Palermo, Aberg, junto
a Carlos Kihlberg, habían realizado un proyecto que fue valorado por el
jurado por su clara respuesta al terreno, de forma trapezoidal.
Para esta nueva propuesta, el arquitecto volvió a plantear un edificio
carcelario que consolidaba la manzana y se alejaba de los modelos de
cárceles de la época (Figura 3.3).

111 Esta situación venía denunciándose desde tiempo antes. Varias críticas al estable-
cimiento pueden encontrarse en la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires (1876):
117-120, así como en Maldonado (1874).
112 Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública (1892). Memoria presentada al
Congreso Nacional.

74
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

Figura 3.3: Enrique Aberg. Proyecto de Cárcel Correccional, 1883. Fuente: Docu-
mento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e Investigación de la Ar-
quitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bienes del Estado.

La mayoría de estos proyectos se caracterizaban por la construcción


de un muro perimetral que marcaba los límites del lote aislando ex-
terior de interior. Separado y en el centro del terreno se construía el
edificio propiamente dicho, con una morfología autónoma de la forma
propia del emplazamiento. El mismo Aberg presentó un proyecto car-
celario de estas características que respondía al partido en cruz para
la provincia de Salta.113

113 García Basalo y Mithieux (2017): 129.

75
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Para este edificio, por el contrario, planteó un sistema de claus-


tros y patios interconectados, siendo el mayor el correspondiente al
Departamento de Hombres de forma triangular que permitía tomar el
encuentro entre las calles Puente Alsina y San José. Los aventanamien-
tos se orientaron hacia el camino de ronda formado entre el muro del
edificio y el muro perimetral. Internamente todas las celdas miraban a
un patio central que optimizaba la ventilación y la circulación de aire,
con la posibilidad de una ampliación a futuro, quedando dividido este
patio en dos más pequeños. Los puestos de guardia estaban ubicados
en los ángulos, situación que anulaba la posibilidad de ver sin ser visto,
propia de la búsqueda del control de un gran número de personas con
el mínimo número de oficiales que se lograba en el modelo panóptico.
No sólo esto, sino que las celdas se habían pensado para recibir a
cuatro presos en cada una, contrario a la idea del necesario aislamiento
individual. En las esquinas se habían colocado dos talleres que permi-
tían resolver los encuentros de los bloques construidos, pero de una
dimensión muy pequeña en relación con la cantidad de celdas.
El proyecto se completaba con un departamento de menores y dos
departamentos de mujeres separados del sector de hombres, con su
propio patio y comedor. La capacidad total sería de cincuenta presos
en el departamento de menores, cincuenta en el de mujeres sentencia-
das, cincuenta y cuatro en el de procesadas y doscientos ochenta y
cuatro en el departamento de hombres. Puede verse una diferencia de
criterios que en el caso de los menores resulta en grandes dormitorios
compartidos en lugar de celdas, mientras que en el caso de las mujeres
se mantiene el criterio del sector de hombres. La disposición en forma
de claustro hacía posible a los criminales hombres y mujeres ubicados
en las celdas que daban a los patios, en donde se hallaba en forma
central la cocina, ver gran parte del movimiento interno del personal de
la prisión. Los sectores de enfermería para hombres y mujeres se ubi-
caron uno próximo a otro en lugar de separados, lo que hacía posible
los cruces que siempre se habían tratado de evitar y que habían sido
señalados negativamente por especialistas en concursos y congresos.
Aun con todas estas objeciones que hemos señalado, basándonos en

76
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

los criterios utilizados para proyectar edificios carcelarios de la época,


el proyecto fue considerado para construirse; aunque la sanción de la
ley que lo aprobaría se postergó y llevó a una reevaluación de costos
en 1886. Los problemas presupuestarios determinaron el pedido al
Departamento de Ingenieros de generar un plan de construcción por
etapas, del cual puede verse la primera en un plano de julio de 1886
(Figura 3.4).
El plano muestra un extracto del proyecto original que permitiría el
funcionamiento del establecimiento sólo para hombres, con una en-
fermería y una cocina provisoria que se ubicaban en un sector que
originalmente correspondía al Departamento de Menores. No se han
adjuntado modificaciones correspondientes a las fachadas del proyec-
to reducido por lo que debieron ser aún más simples. El documento
escrito entregado junto con este plano, fechado el 29 de julio, hace
suponer que esta adaptación fue realizada por Francesco Tamburini,
puesto que Enrique Aberg había regresado a Europa tiempo antes.
El Congreso, mediante la ley n.º 1898 del 12 de noviembre de 1886,
aprobó los planos y el presupuesto de 350.000 pesos. La obra fue
licitada y estaba por comenzarse, pero ni el proyecto original ni su pos-
terior adaptación fueron construidos. En mayo de 1887, todas las trami-
taciones quedaron sin efecto porque el gobierno no pudo disponer del
terreno elegido. Las dilaciones en la aprobación del proyecto derivaron
en que el municipio destinara el lote para establecer un Criadero Mu-
nicipal de Plantas y Paseo del Sur.114 En el plano confeccionado por F.
Latzina en 1888 ya aparece denominado como Plaza de los Inválidos,
en el cambio de siglo tomaría su nombre definitivo de Plaza España.115
Ese mismo año se encargó al Departamento de Ingenieros un nue-
vo plano. La municipalidad ofreció un terreno ubicado al norte de la ciu-
dad, definido por las calles Melo, Azcuénaga, Anchorena y Chavango,
hoy Avenida Las Heras, con frente sobre esta última. Hasta 1861 este

114 García Basalo (2017): 63.


115 Nos referimos al Plano de la ciudad de Buenos Aires y de los partidos federalizados
de San José de Flores y de Belgrano, de Latzina, F. (1888).

77
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

terreno estaba ocupado por el Matadero del Norte, y no abandonó en


lo sucesivo su carácter marginal. Sobre la calle Chavango vivían una
significativa cantidad de inválidos de guerra sumada a una margina-
lidad asentada en los bajos de la Recoleta.116 Esta característica nos
hace pensar en una asociación de programas complementarios, pero
perjudiciales para la vida urbana. En un sector distanciado del centro
de la ciudad, esta nueva cárcel se agruparía con la Penitenciaría Nacio-
nal, también con frente sobre la calle Las Heras, con el Cementerio de
la Recoleta, el Asilo de Mendigos que funcionaba próximo a la Iglesia
del Pilar y el Hospital de Mujeres (Figura 3.5).
Las nuevas bases consideraban ampliar la capacidad que se había
pensado en el diseño anterior, teniendo en cuenta que la modificación
del Código Penal había aumentado los crímenes castigados correc-
cionalmente. El programa incluía una escuela con capacidad para 800
personas: 500 hombres, 250 mujeres y 50 niños, una biblioteca y un
salón de lectura. Para los penados debían proyectarse celdas indivi-
duales, como en la Penitenciaría Nacional, mientras que los encausa-
dos compartirían una celda con capacidad para cuatro personas.117
El proyecto fue obra de Francisco Tamburini, arquitecto que se des-
empeñaba como inspector general del Departamento de Obras Públi-
cas de la Nación, órgano que realizaba proyectos encomendados por
el Poder Ejecutivo como también aquellos derivados de mandatos del
Congreso Nacional. El caso de Tamburini resulta particular ya que su
llegada al país se produjo por un llamado directo de Julio Argentino
Roca. Este arquitecto italiano presentó numerosos proyectos y ejer-
ció la dirección de la construcción de diversos edificios públicos de
la Nación. Al momento de la realización de los planos de esta cárcel,
Tamburini ya había presentado una propuesta para la Penitenciaría de
Córdoba un año antes y se encontraba trabajando, además, en los pla-
nos del Palacio de Justicia.

116 Ver Guevara en Gutman y Reese (1999): 283.


117 García Basalo (2017): 64.

78
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

Figura 3.4: Francesco Tamburini (proyecto adjudicado en 1886). Proyecto de Cárcel


Correccional. Planta. Modificación basada en el proyecto de Enrique Aberg. Fuente:
Colección privada.

Figura 3.5: Implantación del proyecto de Francesco Tamburini (1), pueden verse los
otros programas marginalizados: la Penitenciaría Nacional (2), el Hospital de Mujeres
(3), el Cementerio de la Recoleta (4) y el Asilo de Mendigos (5). Fuente: Ludwig, P.
(1892). Plano de la Ciudad de Buenos Aires y distrito federal.

79
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

A diferencia del diseño de Enrique Aberg, el de Tamburini parecía estar


a tono con los modelos penitenciarios del siglo XIX (Figuras 3.6 y 3.7).

Figuras 3.6 y 3.7: Francesco Tamburini. Proyecto de Cárcel Correccional. Planta y


Alzado, 1887. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documenta-
ción e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de
Bienes del Estado.

80
3.1 LO PROYECTADO: LAS CÁRCELES DE ABERG Y TAMBURINI

Podemos ver nueve pabellones de tres pisos con 22 celdas por ni-
vel en doble crujía, unidas por una galería de 40 metros de diámetro
que confluían a un único punto de control separado de los anteriores
volúmenes por un patio. Sobre la calle Chavango, el frente del edifi-
cio se componía del área administrativa, las oficinas de los juzgados
correccionales y dos volúmenes más de celdas en los extremos, uno
destinado a mujeres y niños, y el otro a encausados, que terminaban
en dos torreones de vigilancia. Sobre las esquinas de la calle Melo
se ubicaron dos edificios destinados a prisiones especiales, escuela,
talleres, cocina, lavadero y otros servicios. Una muralla perimetral de 4
metros de alto con una plataforma de vigilancia rodeaba el edificio y lo
separaba del espacio urbano.
Esta documentación, que fue presentada en el mes de septiembre
de 1887, difería radicalmente de otra propuesta fechada un mes des-
pués, en octubre (Figura 3.8).

Figura 3.8: Francesco Tamburini. Proyecto de Cárcel Correccional. Planta, 1887. Fuen-
te: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e Investigación
de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bienes del Estado.

81
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Este diseño resulta más complejo y de menor claridad programática


que el anterior. La falta de referencias y de una memoria impide su total
entendimiento. Se puede observar una propuesta de relativa simetría,
con frente sobre la calle Chavango pero con otros tres volúmenes que
otorgan una fachada a cada una de las otras calles. La presencia de sa-
nitarios colectivos en los extremos del edificio con frente a la calle Melo
nos hace pensar que se trataba de un pabellón de celdas a diferencia
de los volúmenes sobre la calle Azcuénaga y Anchorena que parecieran
tener otra función. En el centro se proyectaron tres puntos de control
de los que surgían los distintos pabellones de celdas, rematando cada
uno en sanitarios colectivos. Lamentablemente, de la documentación
sólo se ha conservado la planta, lo cual no nos permite comprender en
cuántos niveles se desarrollaría el proyecto. La mención que se hace a
esta iniciativa en la Memoria del Departamento de Obras Públicas lleva
a pensar que el diseño radial fue finalmente el considerado para ser
construido.118 De todas formas, ninguno de estos proyectos pudo con-
cretarse. Según Julián Aguirre, presidente de la comisión de cárceles,
existía un contrato previo para la construcción de casas para obreros
en esa locación, dato que la municipalidad llamativamente ignoraba.119
Deberían buscarse otras latitudes, sin embargo, volveremos a este sec-
tor de la ciudad antes de que el siglo termine.

118 Departamento de Obras Públicas de La Nación, (1891). Memoria del Departamento


de Obras Públicas de la Nación 1885-1888. Cárcel Correccional.
119 Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, (1899). Informe de la Comisión de Cár-
celes sobre los trabajos efectuados hasta la fecha. 13 de mayo de 1899.

82
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

(…) esos niños tienen que estar hoy confundidos


con criminales, en la Penitenciaría o en la Correccional,
recibiendo ejemplos forzosamente perniciosos.

Francisco Ayerza, carta dirigida al Ministro de Justicia,


Culto e Instrucción Pública, doctor Juan Balestra,
22 de julio de 1892.120

La última década del siglo XIX resulta interesante en dos aspectos.


En primer lugar, el 31 de octubre de 1890 el Poder Ejecutivo creó por
decreto una Comisión de Cárceles dedicada a supervisar el estado de
los edificios construidos, revisar los proyectos para los nuevos esta-
blecimientos y controlar el estado de las obras en caso de ser edifica-
das.121 Sus primeros integrantes fueron tres ciudadanos elegidos por
ser considerados “idóneos”: Francisco Ayerza, doctor en jurispruden-
cia; Guillermo Udaondo, doctor en medicina y Ángel Roverano, hom-
bre de negocios dueño de confiterías y comercios de Buenos Aires.122
Las visitas de los miembros de esta Comisión a la cárcel de Palermo
daban cuenta de la convivencia de menores correccionales, criminales
y depositados junto con adultos.123 Esto encendió las alarmas por la
posible formación de una escuela informal del crimen en un espacio
que idealmente debería reformarlo. Concretamente la postergación de
los proyectos mencionados llevó a una solución provisoria. Los niños
mayores a ocho años serían alojados en la Penitenciaría, mientras que

120 La carta completa de Ayerza fue leída en la Sesión de la Cámara de Senadores del
Congreso de la Nación, 29 de noviembre de 1892.
121 Luis González Alvo señala que esta Comisión podría considerarse el primer intento de
una Administración Penitenciaria Federal, hecho que se conseguiría recién en 1933 con
la ley n.º 11.833 de Organización Carcelaria y Régimen de la Pena. Ver en Alvo (2017): 3.
122 Alvo (2017): 17.
123 Freidenraij (2016).

83
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

las mujeres y los niños menores se alojarían en la antigua Correccional,


establecimiento que rápidamente se vio excedido en sus capacidades.
De esta situación surgió el encargo a la Comisión de Cárceles del
proyecto de una Cárcel de Menores, nuevamente en el sur de la ciu-
dad, en un sector que ya estudiamos cuando tratamos el proyecto de
Enrique Aberg (Figura 3.9).
Como puede observarse, a los programas marginados anteriormen-
te —los Hospicios de Hombres y Mujeres Dementes, el Asilo de Inváli-
dos y el Cementerio del Sud— se ha sumado el Lazareto Municipal y un
Hospital Militar. En las cercanías se encontraba también el nuevo Ma-
tadero del Sur y el barrio conocido como Las Ranas o Las Latas, lugar
marginal delimitado aproximadamente por las que hoy serían las calles
Amancio Alcorta, Vélez Sarsfield, Sáenz y el Riachuelo.124 La nueva
cárcel se ubicaría a continuación del Hospital Militar, en un terreno
fiscal comprendido por las calles Caseros, Pichincha, Pasco y Armonía.
El proyecto presentado por los arquitectos Carlos y Hans Altgelt se
alejaba de los modelos panópticos o radiales que permitían la vigilancia
desde un único punto, puesto que proponía un planteo de prisión co-
mún similar a un claustro con patio central (Figuras 3.10, 3.11 y 3.12).
El destino del edificio como casa de corrección alteró la lógica del
encierro individual al igual que el carácter de sus espacios. Ya no se
hablaba de celdas sino de dormitorios de tipo colectivo, que incluían
a los lavatorios para el aseo personal. En un primer anteproyecto el
perímetro del edificio estuvo ocupado por un corredor, quedando los
dormitorios en planta alta y los talleres en planta baja con vistas al pa-
tio. Esto implicaba la construcción de un piso más para poder albergar
a 500 presos, propuesta que fue rechazada y se reemplazó por un
corredor central con dormitorios a ambos lados. Las esquinas, que en
proyectos anteriores habíamos visto usualmente destinadas a torreo-
nes de vigilancia, fueron ocupadas por las letrinas y los baños. Sólo

124 Los límites mencionados del barrio de Las Ranas son los atribuidos por Oscar Conde
en las notas al pie en Villamayor ([1926] 2016): 122. Justamente este lugar es el que elige
el protagonista de la novela al evadirse de la cárcel de la calle Caseros.

84
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

dos sectores en ambos niveles se destinaron al aislamiento individual


temporal, denominados en el plano como encierros. La ubicación de
los comedores en el espacio central definía tres patios comunicados
que podían aislarse en función de los tipos de recluidos. Otro aspecto
destacable es el cambio de límite con el espacio urbano. Los arqui-
tectos consolidaron la manzana con el edificio propiamente dicho y
no con una muralla perimetral como en los prototipos carcelarios más
conocidos. Esta resolución dejaba en contacto directo a los recluidos
con la calle, situación que fue luego criticada en varias oportunidades.
Se esperaba una separación más efectiva y total de los menores con el
medio urbano. Dentro de la regularidad de la resolución del edificio so-
bresalía el espacio de la capilla como parte de la transformación moral
que lograrían la escuela y los talleres. De todas maneras, el proyecto
sólo contemplaba la mitad del terreno elegido, la otra mitad se dejó
vacante por la posibilidad de construir allí la Cárcel Correccional que
no pudo materializarse en las proximidades del Cementerio del Norte,
incluso la enfermería y las zonas administrativas fueron proyectadas
para ser compartidas con el futuro edificio. La partida presupuestaria
destinada a la construcción de la Cárcel de Menores por la ley n.º 2904
resultó un condicionante, por lo que fue construida en principio sólo
una sección asimilable a la cuarta parte del proyecto completo.125 El
proceso de construcción se extendió así durante varios años, la pri-
mera sección del establecimiento se habilitó el 1.º de enero de 1898
(Figura 3.13).

125 La ley n.º 2904 aprobada el 29 de noviembre de 1892 autorizaba a invertir la suma de
$150.000 en la construcción de la cárcel. El costo del proyecto de los arquitectos Altgelt
fue calculado en, aproximadamente, $524.000.

85
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.9:
Ubicación de la
Cárcel de Menores
(1). Fuente: Latzina,
F. (1888). Plano
de la Ciudad de
Buenos Aires y
de los partidos
federalizados de San
José de Flores y de
Belgrano.

Figura 3.10: Carlos y Hans Altgelt. Proyecto de Casa Correccional de Menores. Piso
Bajo, 1894. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación
e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

86
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

Figura 3.11: Carlos y Hans Altgelt. Proyecto de Casa Correccional de Menores. Piso
Alto, 1894. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación
e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

Figura 3.12: Carlos y Hans Altgelt. Implantación de la Casa Correccional de Me-


nores, 1894. Se ha dejado un sector libre para una ampliación futura. Fuente: Do-
cumento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e Investigación de la
Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bienes del Estado.

87
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.13: Carlos Altgelt. Sección a construir de la Cárcel Correccional de Meno-


res, S/F. Fuente: Archivo General de la Nación.

Un año después la situación era similar. Si bien se encontraba construi-


da una segunda sección de iguales dimensiones que la primera, ésta
aún no contaba con puertas ni ventanas, el patio permanecía sin pavi-
mentar y las paredes sin pintar, todo lo cual, hacía imposible su habili-
tación. Por otra parte, incluso en la sección habilitada, todavía no había
talleres, por lo que todos los menores detenidos estaban dedicados a
la limpieza y al aprendizaje en la escuela, no a los oficios.
Con el edificio construyéndose por partes, la capacidad del esta-
blecimiento para cumplimentar sus obligaciones era muy limitada. Por
decreto la cárcel debía recibir a los huérfanos a la disposición de los
defensores de menores de 8 hasta 18 años, a los menores enviados
por sus padres, a los “vagos” a disposición de la Policía de la Capital
de la misma edad, a los menores encausados a la disposición de los

88
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

jueces y a los sentenciados entre los 10 y los 18 años. Hasta que pudo
habilitarse el segundo cuerpo del edificio, el excedente de recluidos
fue trasladado a la Penitenciaría Nacional, donde se mantenía uno de
los problemas detectados en la cárcel de Palermo: la convivencia entre
presuntos inocentes y culpables condenados. Sólo cuando el segundo
cuerpo fue habilitado y la cantidad de recluidos aumentó de 180 a 320
personas pudo realizarse la separación necesaria entre menores en-
causados y sentenciados, aunque los demás debieron ser rechazados.
La construcción de los talleres avanzó por sendas similares. En 1899,
los talleres habilitados sólo podían recibir a cuarenta de los trescientos
menores que se alojaban en el establecimiento. Una complejidad más
se presentaba como particularidad de esta institución, la necesidad de
dividir a los reclusos según sus edades. En efecto, para el director de
la Casa de Corrección, el Reverendo Padre Federico Grote, era sus-
tancial separar a los mayores de 15 años del resto debido a que estos
“(…) eran casi siempre incorregibles; porque ni los buenos consejos,
ni la instrucción moral, ni los castigos eran suficientes para quitarles los
vicios y malos hábitos que habían contraído (…)”.126
A pesar de todos los problemas presupuestarios, en 1895, el De-
partamento de Obras Públicas ya solicitaba a la Comisión de Cárceles
y Casas de Corrección de la Capital la elaboración de un programa
de necesidades para formular el proyecto de Cárcel de Detenidos y
Correccionales complementario a la Cárcel de Menores.
Las directrices para la construcción de esta cárcel resultaban en al-
gún punto contradictorias. Se afirmaba que como la función del estableci-
miento sería alojar a los presuntos criminales, entonces no sería necesario
la construcción de talleres, no obstante se sugería adoptar el régimen
celular para lo que se adjuntaba un esquema tentativo (Figura 3.14).

126 Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, (1899). Memoria general de la Casa de


Corrección de Menores Varones, enero de 1899.

89
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.14: Autor anónimo. Esquema tentativo para la Cárcel de Detenidos y Correc-
cionales, 1895. Fuente: Archivo General de la Nación.

Siguiendo este esquema, en octubre de ese mismo año, se presen-


taron los planos correspondientes a la Cárcel de Detenidos y Co-
rreccionales (Figuras 3.15, 3.16 y 3.17). El edificio se resolvió en
tres niveles como un panóptico de seis pabellones, cuatro largos
y dos más cortos, separados del espacio urbano por una muralla y
un camino de ronda perimetral. En la planta baja, los detenidos se-
rían controlados desde un centro de vigilancia en el punto de conver-
gencia de los pabellones y desde el final de cada uno de éstos. En
el primer piso, el punto central lo ocupaba la capilla en doble altura,
para permitir que los presos pudieran seguir la ceremonia religiosa.
A estos fines se previeron tanto una oficina para un pastor, como para
un rabino. En el patio lindante con la calle Armonía se proyectó una
enfermería propia de la cárcel. La ampliación resuelve un único acceso
principal sobre la calle Pichincha para ambas instituciones que facilita
así la vigilancia y permite economizar costos en la construcción de las
áreas gerenciales.
De todos modos, las cuestiones presupuestarias harían que la con-
creción de la Casa de Corrección de Menores y los planes para com-
pletar su anexo fueran pospuestos para el nuevo siglo.

90
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

Figura 3.15: Autor anónimo. Proyecto de Casa de Detenidos y Correccionales. Piso


Bajo, 1895. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación
e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

Figura 3.16: Autor anónimo. Proyecto de Casa de Detenidos y Correccionales. Piso


Alto, 1895. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación
e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

91
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.17: Autor anónimo. Proyecto de Casa de Detenidos y Correccionales. Corte


transversal, 1895. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Docu-
mentación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administra-
ción de Bienes del Estado.

En tal contexto resultan llamativas una serie de notas publicadas por


el diario La Prensa a partir del 21 de marzo de 1898. En ellas se aler-
taba sobre la intención de la Comisión de Cárceles de gestionar con
la municipalidad un terreno para la construcción de un nuevo edificio.
Según el autor de la nota, la comisión solicitó primero el terreno donde
estaba ubicado el Jardín de Infantes, y al serle negado “(…) entabló
nuevas gestiones para que se le cediera otro que está situado en las
inmediaciones de la Avenida Alvear, una cuadra más hacia el norte de
las aguas corrientes”.127 Esta solicitud también fue denegada, en su
lugar se ofreció un terreno frente a la Recoleta entre el Paseo de Julio y
el río. Nuevamente se retornó al sector norte de la ciudad, a las proximi-
dades de la Penitenciaría Nacional y del Cementerio del Norte, donde
antes se había localizado el proyecto del Arq. Tamburini (Figura 3.18).
De todas maneras, para el autor de la nota, todos estos posibles
emplazamientos resultaban inadecuados por el uso recreativo que la
sociedad le daba a los alrededores de la Avenida Alvear. Afirmaba que:

127 La Prensa, (21 de marzo de 1898): 4.

92
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

A ellos concurre todos los días infinidad de personas, unas a


reposar de las fatigas del trabajo, otras a tomar aire puro y todos
a espaciar el ánimo. Por eso es impropio construir allí la cárcel de
menores. Las personas que frecuentan ese paseo van en busca
de impresiones agradables y no podrá ser de esta naturaleza
las que recibieran al ver un edificio donde, mas por efecto de su
aciago destino que por los delitos que hayan podido cometer,
estuvieran recluidos tantos infelices.128

Sus argumentos incluían, no sólo el aspecto estético, sino también el


económico. Sostenía que esta decisión se contradecía con la intención
de la municipalidad de expropiar más terrenos y edificios para ampliar
este paseo urbano. Aun cuando los terrenos en pugna ya eran propie-
dad municipal, con lo cual no era necesario expropiarlos, estos lotes
tenían un valor real muy elevado, cuyo costo permitiría la compra de
varios terrenos más amplios en las orillas de la ciudad. La cuestión de
la centralidad de este fragmento urbano y su incompatibilidad con una
cárcel sería destacada en el artículo del día siguiente. Se reiteraban los
argumentos del artículo anterior a los que se sumaba la cuestión higié-
nica, específicamente en referencia al último terreno que planteaba la
proximidad con el río, cuyas condiciones de humedad serían contrapro-
ducentes para la salubridad de un posible establecimiento. Por tanto
se solicitaba la intervención del Departamento Nacional de Higiene
para evaluar este último aspecto.
Finalmente, el 30 de marzo, el Departamento informó al Ministerio
de Justicia que el emplazamiento era inadecuado. El Ministerio enton-
ces encargó al subsecretario Barros y al director de la Penitenciaría
Nacional, Coronel Boerr, que encontraran un terreno más propicio en
las inmediaciones de esta última.

128 La Prensa, (21 de marzo de 1898): 4. Si bien en este primer artículo el autor afirma
que la cárcel a construirse tiene como finalidad la reclusión de menores, en los subsiguien-
tes se referirá solamente a una cárcel correccional.

93
CAPÍTULO 3: PROYECTOS Y ESPACIO URBANO

Figura 3.18: Posibles implantaciones para la nueva cárcel: 1- Primer terreno solicita-
do por la Comisión sobre el Jardín de Infantes; 2- Segundo terreno solicitado por la
Comisión; 3- Terreno ofrecido por el Intendente Municipal. Fuente: Ludwig, P. (1900).
Plano de la Ciudad de Buenos Aires y Distrito Federal.

A pesar de que dichas observaciones parecieran indicar un cambio


de carácter en el área norte, el Censo Municipal de 1904 ubicaba en
el lugar donde se habría construido la cárcel de Tamburini al Corralón
del Norte, depósito de basura de 12.502 m2 de superficie, que volvió
a asentar la idea de marginalidad en este sector urbano.129 Probable-
mente hayan sido las obras encaradas por Torcuato de Alvear las que
permitieron que dicha marginalidad progresivamente abandonara la
Recoleta y se ubicara en otros sectores de la ciudad.
El recorrido realizado en este capítulo expone el inicio de una am-
biciosa iniciativa que tuvo como objetivo proveer a la ciudad de los
establecimientos necesarios para dar una respuesta institucional dife-
renciada a los distintos tipos de criminales y condenas. En los proyec-

129 Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, (1904). Censo General de población,


edificación, comercio e industrias de la Ciudad de Buenos Aires.

94
3.2 Lo construido: la Casa de Corrección de Menores Varones

tos de los arquitectos puede observarse una amplitud tipológica que


en algunos casos se separa de los cánones modernos, lo que parece
indicar que estos profesionales tenían sus propias lógicas de compo-
sición y que, además, había un espectro más amplio de posibilidades
que los tipos “radial” y “abanico” a la hora de proyectar una prisión.
Los tratados de arquitectura de la época, como el de Jean Nicolas
Louis Durand, parecen apuntar en la misma dirección.130 La preocupa-
ción por el lugar claramente no ha desaparecido, por el contrario esta
cuestión nos ha permitido identificar dos sectores, al sur y norte de la
ciudad, que sucesivamente se han considerado para recibir programas
marginales. El cambio de siglo presentaría un escenario de expansión
complejo en el que estos espacios periféricos cambiarían de connota-
ción en forma acelerada.
En diciembre de 1898 se suspendió la partida presupuestaria des-
tinada a la Comisión de Cárceles, situación que derivó en su disolu-
ción, pasando sus atribuciones al Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública. Probablemente por este motivo en el informe de la Comisión,
presentado a dicho Ministerio para la memoria anual de 1899, no se
encuentran detalles de todo este último proceso de búsqueda de em-
plazamientos, que se limitó a ser un recuento de los logros de este
organismo sobre los establecimientos efectivamente construidos.
El panorama resultaba, como dijimos, complejo. Si bien se habían
creado nuevos edificios para reemplazar a antiguas y precarias institu-
ciones, la separación ideal entre reclusos estaba lejos de alcanzarse.
El final de este siglo encontraría así a la ciudad de Buenos Aires con
una Penitenciaría saturada, una cárcel a medio hacer, la Comisión es-
pecializada disuelta y el paradigma arquitectónico sobre las cárceles a
punto de cambiar.

130 Durand ([1821] 2000).

95
CAPÍTULO 4

LA CÁRCEL Y EL PARQUE

4.1 La crisis del paradigma regenerativo

Sabido es que estos sitios son albergue de gente


levantisca y de mal vivir, donde pululan, en temible
promiscuidad, compadritos, malevos, soldados
dados de baja, atorrantes y turrias (…)

La Nación, (2 de febrero de 1902).

Si puertas adentro las cárceles porteñas presentaban un grado de


desorden que amenazaba la pretendida regeneración transformadora,
puertas afuera, en el medio urbano, el panorama no era mucho más
esperanzador. La implementación del modelo agroexportador, junto
con las políticas de estímulo a la inmigración, provocó el ingreso de
seis millones de inmigrantes entre 1870 y 1914. Gran parte de ellos
permaneció en la ciudad de Buenos Aires, lo cual significó un incre-
mento sustantivo en la cantidad de habitantes, que pasó de 187.000 a
1.575.000 en las primeras décadas del siglo XX.
Un estudio relevante sobre este impacto inmigratorio es el de Julia
Kirk Blackwelder, quien plantea un paralelo de este periodo de Buenos
Aires con ciudades de Estados Unidos que también recibieron inmi-
graciones masivas, ciudades donde la industrialización aún no había
asentado sus bases, lo que dificultaba la inserción de estas masas
en la economía.131 Según Blackwelder, debido a esas condiciones se

131 Blackwelder, ver en Johnson (1990): 65.

97
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

inició un ciclo de alta actividad criminal en el que se hicieron muy evi-


dentes las diferencias entre clases sociales y un cierto temor al “otro”,
motivado por el anonimato.
En Buenos Aires, la figura del “desviado”, que antes recaía en el
gaucho y el indio como individuos cuya característica distintiva era la
falta de integración al medio urbano, se asoció entonces al inmigrante
por condiciones intrínsecas a la raza. Abandonada ya la utopía sar-
mientina del crecimiento cultural de la población argentina a través de
la entrada de las corrientes inmigratorias intelectuales, parte de la elite
ilustrada y la clase dirigente tendió a culpar al extranjero de todos los
males sociales. Así lo expresaba otro de los intelectuales higienistas de
la época, José María Ramos Mejía:

(…) cualquier craneota inmediato es más inteligente que el inmi-


grante recién desembarcado en nuestra playa. Es algo amorfo,
yo diría celular, en el sentido de su completo alejamiento de todo
lo que es mediano progreso en la organización mental. Es un ce-
rebro lento, como el del buey a cuyo lado ha vivido; miope en la
agudeza psíquica, de torpe y obtuso oído de todo lo que se refiere
a la espontánea y fácil adquisición de imágenes por la vía del gran
sentido cerebral.132

En respuesta a esta nueva “amenaza”, la Penitenciaría Nacional funcio-


nó como laboratorio y campo de experimentación para determinar las
causas de la tendencia al crimen, especialmente de los inmigrantes,
quienes eran la mayor población dentro de los muros. Se buscaban
mecanismos de identificación de los sujetos peligrosos, empresa que
había iniciado con la publicación de la Galería de ladrones de la capi-
tal, libro ideado por Fray Mocho con los rostros de más de 200 delin-
cuentes que iba ampliándose día a día, y que tuvo uno de sus puntos
más altos en el sistema dactiloscópico creado por Juan Vucetich.133

132 Ramos Mejía (1899).


133 Álvarez Escalada (1887). Fray Mocho era el seudónimo con el que se conocía a José
Sixto Álvarez Escalada, escritor y periodista argentino.

98
4.1 La crisis del paradigma regenerativo

La criminología surgió entonces como la ciencia con los instrumen-


tos necesarios para interpretar los efectos negativos de los nuevos
cambios sociales, motivados principalmente por la incertidumbre que
planteaban las razas híbridas y las patologías que parecían surgir de la
masificación urbana, como el alcoholismo y la prostitución. Si bien na-
die discute a Cesare Lombroso como padre de esta disciplina, a partir
de su texto L’uomo delinquente,134 también es cierto que sus teorías
fueron ampliamente debatidas, sobre todo la idea de la tendencia inna-
ta a la transgresión, que Lombroso tomó de las teorías darwinianas. La
escuela francesa fundada por Lacassagne, en clara oposición, otorga-
ba un énfasis mucho mayor a lo ambiental, como medio de desarrollo
del sujeto, que a las condiciones biológicas del individuo.
En el marco local, uno de los teóricos más importantes de la mate-
ria fue, sin dudas, José Ingenieros. A partir de sus experiencias como
director en el Servicio de Observación de Alienados y el Instituto de
Criminología, que funcionó en la Penitenciaría Nacional, Ingenieros de-
sarrolló una serie de ensayos desde 1899 que luego constituyeron el
libro Dos páginas de psiquiatría criminal, publicado un año después.135
Las sucesivas ampliaciones surgidas de las experiencias de Ingenieros
se consolidaron posteriormente en su libro más relevante en la materia
titulado justamente Criminología. Allí sostenía:

La especie humana no se compone de individuos originariamente


buenos ni malos; cada hombre, y siempre en sentido relativo y
contingente, resulta bueno o malo según la herencia biológica
que recibe al nacer (a la que no puede substraerse) y según las
influencias del medio social (que gravitan inevitablemente sobre él
desde su nacimiento).136

134 Lombroso (1876).


135 Ingenieros (1900).
136 Ingenieros ([1916] 1957): 18.

99
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Ya Alejandro Korn, en su tesis doctoral desarrollada a partir de su


experiencia como practicante en la Penitenciaría Nacional, había pro-
fundizado en la influencia tanto de precedentes biológicos heredita-
rios como del medio ambiente, en la formación de los “sentimientos
morales” del individuo, siendo los “bajos fondos” de las ciudades los
lugares donde se transmiten más fácilmente los “gérmenes de la de-
pravación física y moral”.137
Lo cierto es que al poner el foco en el criminal y en las determina-
ciones sociales y psicobiológicas que lo llevaban a delinquir, se puso
en crisis el paradigma que sostenía la responsabilidad y la racionalidad
del delincuente, socavando las bases en las que se había sustentado
el castigo civilizado que buscaba el arrepentimiento. Como consecuen-
cia, el modelo tipológico con el que se construyeron las cárceles por-
teñas también se puso en crisis.
Puntualmente en el caso de la Penitenciaría Nacional, además de
esta crisis paradigmática, surgió otra problemática fuera de sus muros.
La extraordinaria demanda de viviendas provocó que la población se
distribuyera heterogéneamente entre los grandes palacetes de la clase
alta agroexportadora en el barrio norte en contraste con los conventi-
llos repletos de inmigrantes del centro y sur de la ciudad. Entre estos
dos extremos había otra dimensión constituida por las viviendas pre-
carias y efímeras que la población marginal construía en los suburbios
limitantes entre el medio urbano y el medio rural.
Los alrededores de la Penitenciaría Nacional, lugar claramente ex-
terno y periférico a una ciudad que aún reconocía en la traza de la calle
Callao su borde y a considerable distancia del pueblo de Belgrano,
comenzaron a ser frecuentados por hombres que vivían al margen de
la ley (Figura 4.1). El mismo diario La Nación señalaba que este lugar
era el punto de reunión de todos los individuos de mala vida y peo-
res antecedentes de Buenos Aires.138 Al lugar se le asignó el nombre
de “Tierra del Fuego”, como derivación del carácter criminal que los

137 Korn (1883): 28.


138 Caimari ([2004] 2012): 61.

100
4.1 La crisis del paradigma regenerativo

territorios patagónicos adquirieron en el imaginario popular a raíz del


proyecto de la colonia penal de Ushuaia. Si bien el establecimiento pro-
piamente dicho fue inaugurado finalmente en 1902, un gran número de
criminales había sido enviado años antes para trabajar en los primeros
establecimientos y en la construcción misma del edificio.
Se constituyó así esta otra “Tierra del Fuego” como una territoriali-
dad en el imaginario dentro de la ciudad. Sus bordes irían cambiando a
lo largo del tiempo, Oscar Conde menciona que esta área estaría deli-
mitada por las calles Coronel Díaz, Las Heras, Centroamérica y el río.139
Sin embargo, los relatos de la prensa escrita nos hacen pensar que ese
área sería más amplia y que en principio tendría como protagonistas
destacados a la penitenciaría, y también a los bosques de Palermo.
En efecto, recién comenzado el año 1902, el diario La Nación pu-
blicó una nota en la que se destacaba la intensa tarea de la Comisaría
n.º 17 en relación con este sector de la ciudad. Para estas fechas la
división jurisdiccional le hacía corresponder a esta comisaría un sector
muy amplio y complejo de controlar (Figura 4.2). Así lo mencionaba
el cronista:

De las comisarias del municipio, una de las más laboriosas es in-


dudablemente la que está a cargo del Sr. Julio Araujo. Su radio es
tan extenso que a veces corresponde a un solo agente de policía
cuidar veinte manzanas.
La proximidad del bosque de Palermo dificulta en extremo la vigi-
lancia, y las clases de individuos que en él se aloja, contribuye a
aumentar extraordinariamente la labor policial.140

139 Villamayor ([1926] 2016): 72. En esta edición, Oscar Conde realizó la introducción,
el glosario y las notas al pie de esta primera novela lunfarda para su mejor entendimiento.
Es una de estas notas la que hace mención a los límites de la “Tierra del Fuego”.
140 La Nación, (28 de enero de 1902).

101
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.1: Vista exterior de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires y alrededores


en 1877. Fuente: Archivo General de la Nación.

Figura 4.2: Cortes Conde. Plano de División Policial del año 1888. La distribución
de las jurisdicciones fue modificada en 1908. Fuente: Cortes Conde, R. (1936): 186.

102
4.1 La crisis del paradigma regenerativo

La territorialización de esta “Tierra del Fuego” se instaló fuertemente en


el imaginario, incluso haciendo propio el espacio público considerado
de las clases altas de la ciudad. La distancia que el parque de Palermo
mantenía con la ciudad consolidada provocaba que sólo fuera utilizado
los domingos y días de fiesta. El resto de los días este espacio que-
daba a merced de los pobladores de la “Tierra del Fuego”, lo cual au-
mentaba considerablemente la ocupación de la mencionada comisaría
(Figuras 4.3 y 4.4).

Figuras 4.3 y 4.4: Detención y traslado de delincuentes establecidos en el Parque 3


de Febrero. Fuente: Caras y Caretas, (1900, 7 de julio): 19.

103
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Otra nota del diario La Nación mencionaba que:

El personal de policía de la sección 17°, estuvo durante toda


la tarde y la noche de ayer en activo y constante movimiento.
Además del servicio especial de vigilancia (…) el comisario Araujo
resolvió dar una batida general por todo el radio de su sección,
principalmente por el bosque de Palermo y sus cercanías.
Sabido es que estos sitios son albergue de gente levantisca y de
mal vivir, donde pululan, en temible promiscuidad, compadritos,
malevos, soldados dados de baja, atorrantes y turrias (…).141

Más adelante se detallaba que el operativo se dividía en dos grupos,


uno de ellos tomaba el sector que se denominaba “Tierra del Fuego”.
Directa o indirectamente diversos artículos periodísticos se refirieron
con este nombre tanto para aludir a las zonas aledañas a la prisión,
como para dar la idea de castigo o sencillamente para hacer una ana-
logía sobre algún espacio donde la marginalidad y el crimen fueran
una característica notoria: “(…) yo enviaba a la Tierra del Fuego a todo
aquel que hable de meetings contra los alquileres y contra los patrones
y contra la autoridad (…)”.142 “Con semejante chusma, que vivía sin
Dios ni ley, mixtura en confusión obscena y vergonzosa, aquello parecía
una sucursal del barrio conocido por Tierra del Fuego”.143

El comisario de la sección 17ª de Policía (…) se ha establecido


como regla de conducta hacer cada quincena una batida general
en los sauzales y bajos de Palermo, a fin de conocer a los nuevos
pobladores que han ido a Tierra del Fuego como se llama a
aquellos parajes.144

141 La Nación, (2 de febrero del 1902).


142 Caras y Caretas, (1902, 23 de agosto). Año V, 203, 36.
143 Caras y Caretas, (1902, 6 de setiembre). Año V, 114, 23-26.
144 Caras y Caretas, (1900, 7 de julio). Año III, 92, 19.

104
4.1 LA CRISIS DEL PARADIGMA REGENERATIVO

Si bien hubo un proceso de consolidación barrial, en el cual lentamen-


te se fueron reemplazando las casillas y carpas precarias primero por
ranchos y luego por casas de mampostería, la presencia de la Peni-
tenciaría Nacional en el barrio seguía remitiendo al bajo mundo y a la
criminalidad creciente que se vivía en el centro porteño, cuyos sucesos
delictivos tenían cada vez más cobertura en los medios gráficos.145
No sólo se registraron un gran número de persecuciones que termi-
naron con criminales acribillados en Las Heras y Salguero, sino también
una importante cantidad de fugas que fueron cubiertas por diversos me-
dios durante varios días. La capacidad de los prófugos para mezclarse
con la población moralmente aceptada no hacía más que volver a poner
sobre la mesa la cuestión de la ubicación de la cárcel en la ciudad:

Se ha puesto en tela de juicio una vez más, las tantas veces


debatida cuestión de si el actual establecimiento carcelario
responde o no por el sistema de construcción a las necesidades
y a las condiciones de seguridad requeridas en edificios de tal
naturaleza.146

Esta crítica de Caras y Caretas surgió después de la fuga de 6 presos


ocurrida el 7 de julio de 1903, una de las más recordadas sólo opaca-
da por la fuga de 13 presos el 6 de enero de 1911, en la que se mez-
claron fuertes críticas al sistema. En primer lugar, se hacía referencia a
la peligrosidad de los prófugos, especialmente de dos de ellos que ha-
bían perpetrado atentados contra dos presidentes, Manuel Quintana y
Figueroa Alcorta. En segundo lugar, se levantaban sospechas de com-
plicidad interna y externa con custodios y anarquistas que habrían faci-
litado ropas para la fuga y, finalmente, se denunciaba la ubicación de la
Penitenciaría en un centro de población que ahora estaba comunicado
con el centro de la ciudad mediante coches y tranvías eléctricos.

145 Los diversos cambios en la cobertura de los hechos delictivos fueron ampliamente
estudiados por Caimari (2012).
146 Caras y Caretas, (1903, 18 de julio). Año VI, 250, 58.

105
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

El proceso de densificación de la ciudad continuó poblando las


proximidades de la Penitenciaría y propiciando un cambio de carácter,
entre otras cosas, por la cercanía con la Avenida Alvear donde se multi-
plicaban los palacetes burgueses. Todo esto presionaba cada vez más
por una relocalización del establecimiento carcelario.
Sin embargo, la presencia institucional en el barrio fue menguando.
El mismo diario La Nación que en 1902 destacaba la labor policial,
cuatro años más tarde, en 1906, argumentaba que desde la calle Can-
ning (hoy Scalabrini Ortiz) hasta los portones de Palermo y desde San-
ta Fe hasta Guatemala había una ausencia de las tareas de barrido y
alumbrado que se potenciaba por los “muchachos” que se entretenían
rompiendo los faroles de calle y de las casas. La vigilancia policial y la
inspección de higiene eran casi desconocidas.147
Esto también se vio reflejado en las quejas de algunos vecinos por
la presencia, aun en 1912, de algunas viviendas precarias, como por
ejemplo, de “una casucha de cinc que avanza sobre la acera cortando
la línea de edificación” o de otras viviendas que arrojaban sus aguas
servidas directo a la vereda.
Lo cierto es que surgieron una serie de proyectos con el fin de que la
Penitenciaría abandonara el barrio de Palermo. El primero, de la mano del
Dr. Horacio Beccar Varela en 1909, cuando ocupaba el cargo de Inspec-
tor General de Justicia, como parte de un plan para la construcción de
cárceles regionales que le encarga el Ministerio de Justicia.
Del análisis que realizó es interesante destacar el cambio de ta-
reas que piensa para los reclusos. Si bien reconoce la capacidad de
producción de los talleres, Beccar Varela sugiere que la Penitenciaría
debería relocalizarse en un medio rural y que los reclusos deberían
desempeñar justamente tareas rurales. Lo destacable es que la justi-
ficación no partía de un conflicto de la ciudad con la cárcel sino, por
el contrario, de la cárcel con la ciudad. En contra del paradigma rege-
nerativo inicial que buscaba una orientación industrial de los oficios, el
inspector planteaba que esta orientación fomentaba la permanencia de

147 La Nación, (7 de enero del 1906): 8.

106
4.1 La crisis del paradigma regenerativo

los reclusos una vez liberados en los centros urbanos, donde estaban
establecidas las fábricas e industrias, y precisamente esta permanen-
cia resultaba contraproducente porque era la ciudad el ámbito más
propicio para el delito.
De alguna manera expone bases similares a las que Domingo Ca-
bred había presentado para instalar el sistema “Open Door” en la Co-
lonia de Alienados de Luján, inaugurada en 1889.148 Abandonada la
idea del medio rural como espacio de las desviaciones, se le asignó al
campo y a la naturaleza un papel terapéutico en oposición al desorden
de la ciudad.149 La locura y las desviaciones, para Cabred, tenían una
significación esencialmente urbana, como el lugar de adquisición de
los vicios y las adicciones, especialmente las figuras de la prostitución,
tolerada en Buenos Aires hasta la década de 1930,150 y el alcoholismo,
como lo demostraba el creciente número de licorerías que se instalaron
en la ciudad.151
En el mismo sentido, en 1912, la Comisión Especial para el pro-
yecto de Reforma Carcelaria planteaba el traslado de la Penitenciaría a
algún punto de la Provincia de Buenos Aires alejado 150 km de la Ca-
pital, dejando el actual edificio sólo como Cárcel de Encausados. Las
causas se fundaban en que, principalmente, había fallado la separación
real entre los presos y el exterior, siendo estos totalmente conscientes
de lo que sucedía fuera de los muros. Tiempo después Eusebio Gómez
diría al respecto:

No sólo perturban al recluido todos los rumores de la calle, que


lo hacen participar de la vida intensa de la ciudad, sino que
alimentan su atención las continuas visitas, la correspondencia

148 El sistema “Open Door”, como su nombre lo indica, consistía en una flexibilización
del control sobre los pacientes, dejando las puertas abiertas en un entorno no urbano.
Se desarrolló primero en Escocia y generó un gran impacto en las ciudades modernas.
Sus principales propulsores fueron los alienistas Sibbald, Mitchel, Clouston y Rutherford.
149 Sobre las relaciones cambiantes entre el campo y la ciudad nos remitimos al trabajo
de Williams ([1973] 2017).
150 En este aspecto nos remitimos a la tesis de Caride Bartrons (2017).
151 Tomamos como referencia las cifras presentadas por Scarzanella (2003).

107
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

convenida, el comentario indiscreto de los empleados y aún el


deslizamiento furtivo de noticias y de diarios que excitan más su
ansia de informaciones, en especial sobre las incidencias de la
mala vida y de la vida delincuente.152

El informe de la Comisión Especial indicaba también que el estableci-


miento se encontraba sobresaturado y era imposible su expansión por
el alto costo que habían adquirido los terrenos adyacentes. Aparecía
por primera vez aquí la lógica especulativa que se hizo presente en este
nuevo centro de crecimiento inmobiliario.
En 1915, este aspecto se pondría de manifiesto en el proyecto del
ex diputado Carlos Carles. Basándose en el informe de la Comisión,
Carles sugería la venta en subasta pública del terreno para sustanciar
la construcción de un nuevo establecimiento en la Isla Martín García y
otro en la Isla de los Estados, a fin de generar nuevas colonias penales.
En sus fundamentos se planteaba que la presencia de la penitenciaría
resultaba totalmente incompatible con este sector de la ciudad, que se
estaba extendiendo hacia el norte con sus parques, sus universidades,
sus hospitales y su barrio de chalets más elegantes. Las cárceles fun-
cionaban mejor, a su entender, más lejos que cerca de las ciudades.
Justamente el terreno en el que se implantaba la cárcel resultaba para
el ex diputado demasiado valioso, con lo que su venta derivaría en los
fondos necesarios para nuevas instituciones, y podría aprovecharse el
vacío que dejaría la cárcel para la construcción de plazas, museos,
escuelas o cualquier otro programa que fuera mejor recibido por los
vecinos y se beneficiara de las vinculaciones con los centros urbanos.
Por otro lado, la construcción de los nuevos establecimientos pe-
nales se planteaba como necesaria porque los únicos dos edificios
adecuados con los que contaba la Nación en ese momento eran la
Penitenciaría Nacional, desbordada y que según este proyecto des-
aparecería, y el Presidio de Ushuaia, que en esas fechas estaba am-
pliándose. Asimismo, tanto la Prisión Nacional como las cárceles pro-

152 Anchorena (1938): 32.

108
4.1 LA CRISIS DEL PARADIGMA REGENERATIVO

vinciales, según el informe, no eran más que depósitos de presos que


no respondían a las lógicas penitenciarias modernas, donde el trabajo
como reformador social no se aplicaba y el hacinamiento era el deno-
minador común, lo que volvía la reclusión individual sólo una utopía. En
esas condiciones, la regeneración se tornaba impracticable.
Siguiendo las ideas de Beccar Varela, Carles proponía el medio
rural como el lugar indicado para la radicación de los delincuentes,
donde podrían realizar tareas propias de la campaña en consonancia
con la idea del campo y la industria agraria como motorizadores del
país. Remitía entonces al modelo de las colonias penales y la reorien-
tación de las especialidades de los talleres directamente apuntando a
las exigencias de la labor agrícola.
El diputado Leopoldo Bard presentó en septiembre de 1923 un
proyecto en la misma sintonía que los anteriores. Lo respaldaban fuer-
temente las repercusiones de la fuga de 14 nuevos penados de la Pe-
nitenciaría Nacional, noticia que tuvo un seguimiento constante en los
diarios de la ciudad por casi dos meses y que ponían de manifiesto la
falta de control puertas adentro. Los presos habían excavado un túnel
de 55 metros durante varios meses por el que lograron escapar.
Lo destacable del proyecto de Bard era que, tomándose también de
un informe de Carlos Octavio Bunge de 1911, hacía extensiva la moción
para construir una cárcel de mujeres de características similares a la que
se venía proyectando para los hombres.153 Así, se exhibía la necesidad
de modificar la totalidad del sistema administrativo sobre los criminales
que se encontraba en vigencia en la ciudad. Nuevos establecimientos
eran necesarios y dónde ubicarlos sería la pregunta a responder.

153 Nota dirigida al ministro de Justicia e Instrucción Pública Dr. Juan M. Garro Anchorena
(1938). Cabe aclarar que si bien Bunge plantea una necesaria revisión de las instituciones
de reclusión de la ciudad no propone la desaparición de la Penitenciaría Nacional, sino
que recomienda transformarla en reformatorio para adultos de 18 a 30 años.

109
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

4.2 Las nuevas periferias

(…) toda gran ciudad tiene una tendencia


fatal a la criminalidad.

Eusebio Gómez, La mala vida en Buenos Aires,


([1908] 2011): 42

Tanto desde el punto de vista regenerativo como estratégico, la nueva


tendencia a la hora de erigir cárceles era la de alejarlas de los centros
de población. Habiéndose invertido el paradigma de lo urbano como
entorno civilizador al del medio urbano como el lugar del vicio y la mala
vida, pensar la regeneración moral en tal contexto resultaba contra-
dictorio. La falibilidad de los muros de las cárceles, por otra parte, no
hacía más que crear una amenaza constante en los barrios densamen-
te poblados o en proceso de serlo. En síntesis, ni la presencia de la
cárcel era beneficiosa para el orden urbano, ni la influencia de la ciudad
era positiva para la regeneración que debería suceder puertas adentro.
Por tal motivo, resultaba lógico que los nuevos proyectos carcelarios
de esta etapa se ubicaran en las nuevas periferias que el proceso de
metropolización determinó. El foco se posó en territorios mucho más
alejados del centro consolidado, aunque allí también iba a colisionar
con otros intereses e ideas de ciudad. La ubicación se determinó en el
actual barrio de Agronomía, más precisamente en un área que el plano
de la Guía Ludwig de 1897 muestra sin urbanizar y limítrofe al cemen-
terio de la Chacarita y a los barrios de Villa Devoto, Villa Modelo y Villa
Ortúzar (Figura 4.5).
Desde fines del siglo XIX se realizaron diversas acciones por parte
del Estado para recuperar este sector de la ciudad que contaba tanto
con ocupaciones legales como ilegales. Este proceso fue paulatino,
signado por sucesivos juicios, y logró la recuperación de amplios sec-
tores de quintas y cultivos para los cuales no se tenía un destino muy
preciso. Así, muchas instituciones públicas que necesitaban ser ubi-
cadas en algún lugar de la ciudad fueron pensadas para implantarse

110
4.2 Las nuevas periferias

en dichos terrenos.154 El imaginario de los grandes parques también


atravesó este fragmento urbano. La idea de un gran parque al oeste
de la ciudad se presentaba como una necesidad desde 1874, aunque
los problemas que tuvo la municipalidad para hacerse con la posesión
efectiva de las tierras postergaron el primer proyecto hasta el año 1901
(Figura 4.6).

Figura 4.5: Alrededores del Cementerio de la Chacarita. Vale aclarar que la división
parcelaria en los barrios adyacentes corresponde mayormente a manzanas no edifica-
das. Fuente: Ludwig, P. (1897). Plano de la Ciudad de Buenos Aires y Distrito Federal.

154 Berjman (1987).

111
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.6: Charles Thays. Proyecto para el Parque del Oeste, 1901. Fuente: Berj-
man, S. (1987).

El proyecto proponía dos sectores diferenciados, un sector de quinta


agronómica destinado a cultivos de distintas especies, potreros para
animales, laboratorios y escuela, y otro de mayor dimensión destinado
a parque recreativo, con un trazado de calles internas más libre.
La transformación de este fragmento de la ciudad coincidió con el
proceso de abandono del ideal urbano que venimos desarrollando. Así,
las cualidades terapéuticas del medio rural como espacio no conta-
minado y “reservorio de valores puros” se relacionaron especialmente
con dos preocupaciones de las elites vinculadas a la moral: la delin-
cuencia juvenil y la prostitución de la mujer.155 Ambos aspectos presen-
taban problemas en cuanto a las instituciones que debían contenerlos.
Tanto la Cárcel de Mujeres como la Casa de Corrección de Menores
Varones se encontraban dentro del medio urbano consolidado y ahora

155 Freidenraij (2013): 29.

112
4.2 Las nuevas periferias

percibido como contraproducente para la regeneración moral, sobre


todo a partir de la marginalización del centro por la multiplicación de
prostíbulos, whiskerías y otros diversos programas asociados al vicio
y la degeneración.156 De hecho, en los alrededores de la cárcel de la
calle Caseros se instalaron numerosos prostíbulos, que permitieron
que se consolidara uno de los principales enclaves de la ciudad.157
Sumado a esto, el lento proceso de construcción de la cárcel había
facilitado varias evasiones aprovechando las dificultades para lograr
el aislamiento efectivo. El estado general de la Cárcel de Mujeres era
sumamente defectuoso, el diario La Nación relataba que en ella “(…)
no hay enfermería y en la que hemos visto a muchas presas que viven
en claustros de bóveda con las paredes empapadas por la humedad
hasta una altura de dos metros, contra cuyas paredes están apoyadas
las camas”.158 Por tal motivo se reiteraba sostenidamente el pedido de
fondos para mejorar dichas condiciones por parte de las hermanas a
cargo de la administración del establecimiento. Por otra parte, la con-
fianza que se tenía en las instituciones religiosas como parte de la re-
generación moral se había visto afectada a raíz de una grave denuncia
contra la administración de la Cárcel de Menores a fines del 1900, en
la que se delataban castigos físicos y torturas, situación que promovió
la remoción del presbítero Pedro Bertrana como director.159
La situación de saturación de las cárceles se volvió nuevamente
alarmante durante la primera década del nuevo siglo. Tanto la Peniten-
ciaría Nacional como las alcaldías policiales excedieron sus límites, lo
cual motivó una serie de importantes decisiones.
En 1904, se aprobó un proyecto de Julio Argentino Roca y Joaquín
V. González para la creación de una colonia agrícola a la cual se envia-
rían los menores encausados y condenados de 10 años en adelante,
los depositados por los defensores de menores, los abandonados, los
huérfanos y los internados por padres indigentes. Esta iniciativa estaba

156 Caride Bartrons (2017): 151.


157 Caride Bartrons (2017): 164.
158 La Nación, (29 de noviembre de 1900).
159 Caras y Caretas, (1900, 8 de diciembre). Año III, 114, 23-26.

113
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

firmemente basada en las experiencias europeas y norteamericanas,


como la colonia de Greenwill en Inglaterra, Metray en Francia y Elmira
en Nueva York. A los fines se contrató a Mateo Embley como director,
quien ya tenía experiencia en casas de corrección en Inglaterra, y a
Carlos Vallejo como subdirector, bachiller en Ciencias Agrícolas por
la Universidad de Wisconsin.160 Este proyecto culminó con la apertura
de la Colonia Agrícola Industrial de Menores Varones en el municipio
bonaerense de Marcos Paz, apartados de los vicios y las disipacio-
nes de la ciudad.161 La documentación de obra aparece firmada en un
principio por dos profesionales, el Ing. Carlos Massini, director general
de Arquitectura, y el Ing. Miguel Olmos, adscripto al Ministerio de Ins-
trucción Pública. A ambos se les atribuye el proyecto del predio de la
Universidad Nacional de La Plata, en el que puede advertirse la lógica
de un gran espacio verde donde se posan una serie de edificios vincu-
lados mediante una resolución paisajística (Figura 4.7).162
La firma de ambos profesionales figura en alguno de los primeros
planos, pero en lo sucesivo sólo la de Olmos estaría presente. Si bien
esta investigación se centra en las cárceles proyectadas para la ciudad
de Buenos Aires, resulta interesante ver este proyecto por sus vincula-
ciones con otro que sí estará dentro de los límites municipales.
En diciembre de 1904 se presentó el plano de situación general del
predio correspondiente a la colonia con una idea básica de distribución
paisajística y una síntesis de la implantación de los edificios (Figura 4.8).

160 Registro Nacional de la República Argentina, (1904, Tercer Cuatrimestre). Decreto


nombrando Subdirector de la Colonia Agrícola Industrial de Menores Varones.
161 María Carolina Zapiola señala que, para fines del siglo XIX, la experiencia de las
colonias rurales en los países a la vanguardia en cuestiones penales ya era blanco de
numerosas críticas. No obstante, a nivel local eran percibidas como el paso naturalmente
posterior a los reformatorios urbanos. Sobre los cambios en la organización de esta colo-
nia nos remitimos a Zapiola (2015): 3.
162 Gandolfi y Gentile (1997).

114
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.7: Miguel Olmos. Proyecto para el Colegio Nacional. Planta, 1904. Fuente:
Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e Investigación de la
Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bienes del Estado.

115
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.8: Miguel Olmos. Fragmento del plano de situación de la Colonia Agríco-
la Industrial de Menores Varones. Planta, 1904. Fuente: Documento perteneciente
al CeDIAP- Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública.
AABE- Agencia de Administración de Bienes del Estado.

Durante 1905 se presentaron distintos planos correspondientes a los


diferentes programas, algunos fueron construidos mientras que otros
sólo quedaron en fase proyecto. Debemos esperar a octubre de 1906
para poder observar un plano de situación más detallado de la colonia
completa (Figura 4.9).
Independientemente de si estos fueron construidos o no, intentare-
mos presentar el planteo general. El conjunto se articulaba a partir de
un eje monumental que vinculaba el acceso principal configurado por
una capilla, que es prácticamente el edificio de mayores dimensiones,
la escuela a su izquierda y la casa del director a la derecha, finalizando
dicho eje con un edificio destinado a la cocina del establecimiento.
Este eje divide el planteo en dos secciones, la sección agrícola a la
izquierda y la sección industrial a la derecha. En ambos sectores, de
forma simétrica, se ubican 8 “villas” que consisten en edificios de plan-
ta baja y primer piso, destinados a comedor y tres dormitorios privados
en la primera y a tres grandes dormitorios colectivos en la segunda.

116
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.9: Miguel Olmos. Implantación de la Colonia Agrícola Industrial de Me-


nores Varones. Principales edificios: capilla (1), escuela (2), dirección (3), villas (4),
1906. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e
Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

Distribuidos en este primer área se encuentra un hospital con farmacia a


la izquierda y distintos depósitos para los trabajos agrícolas, para los cua-
les se ha destinado un área de gran dimensión contra el Arroyo Morales.
Una zona separada constituía el sector deportivo, ya que estas
prácticas se consideraban parte fundamental en la regeneración de
los menores recluidos. Tal vez sea aquí donde aparece en forma más
patente la idea del verde para la recreación y su rol en la formación del

117
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

niño.163 Se han proyectado a estos fines un gimnasio, pileta de nata-


ción, práctica de tiro, canchas de pelota y pista de atletismo.
En un sector desvinculado del resto del trazado, y en mayor relación
con el área de plantaciones, se han ubicado otras cuatro villas deno-
minadas “para preso” de las cuales no hemos encontrado documen-
tación que nos permita detallar el sistema de reclusión adoptado en
ellas. De todas maneras, la presentación de este proyecto de colonia,
que fue construido con numerosas modificaciones a lo largo de varios
años, nos permitirá una mayor comprensión de un segundo proyecto
en el que Miguel Olmos estaba trabajando en forma paralela.
Probablemente con un objetivo similar al que se quería alcanzar
con la Colonia de Marcos Paz, Olmos proyectó la Cárcel de Mujeres y
Colonia de Menores a construirse en el barrio de Agronomía (Figuras
4.10 y 4.11). Analizar los proyectos de Olmos resulta complejo desde
varios aspectos. Por empezar, la biografía de este autor no ha sido
abordada por la historia de la disciplina, lo que hace que su formación
y procedencia no quede totalmente clara. Sabemos por los registros
oficiales que, antes de estos proyectos en los que estuvo involucrado,
Olmos viajó por distintos puntos del país realizando diversas mensuras
como ingeniero de la Dirección General de Arquitectura.
Este proyecto, pensado para implantarse frente al Parque del Oeste,
da cuenta de un fuerte cambio de escala con respecto a los proyectos
carcelarios urbanos previos, en sintonía con el cambio que ha sufrido
la ciudad en el mismo sentido. Lamentablemente, no se ha conservado
una memoria del autor en la que explique su proyecto en detalle, aunque
sí se han conservado los planos de la totalidad de los edificios del con-
junto. De forma similar al caso de Marcos Paz, ya no podemos hablar
de la cárcel como un único volumen edificado, sino que se trata de una
serie de elementos dispuestos en un espacio verde diseñado con lógica
paisajística. Al igual que en la Colonia de Menores Varones, el planteo
se divide en el área de edificios y el área destinada a plantaciones, en la
que la diferencia de grafismos parece indicar diversos tipos de especies
vegetales, y en cuyo centro se ubica una casa para jardineros.

163 Armus (2007): 75.

118
4.2 Las nuevas periferias

Figuras 4.10 y 4.11: Miguel Olmos. Implantación de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Se han proyectado los siguientes edificios: Pabellón de Encausadas
(1), Pabellones de Detenidas (2), Pabellones de Menores (3 y 4), Aislamiento (5),
Administración (6), Capilla (7), 1905. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP-
Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia
de Administración de Bienes del Estado.

119
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

El resto del espacio fue diseñado con una composición clásica que
jerarquiza dos ejes ortogonales entre sí. El eje de mayor longitud re-
mataba en el Pabellón de Encausadas de disposición panóptica con
tres brazos destinados a celdas. A los lados de este eje se dispusieron
simétricamente los otros edificios para reclusos: los Pabellones de De-
tenidas y los Pabellones de Menores. El otro eje, más corto, iniciaba en
la administración y remataba en una iglesia de tres naves. A los lados
se ubicaron un pabellón para hospital y otro para escuela y vivienda de
las hermanas. Fuera de esta lógica, y en consonancia con su función,
se colocó un Pabellón de Aislamiento.
Por las particularidades de cada edificio, abordaremos cada uno en
forma individual. El primer Pabellón de Detenidas Menores (Figuras
4.12 y 4.13) se resolvió con un planteo de patio o jardín central rodeado
por galerías, a la manera de un claustro, al cual se abrían grandes dormi-
torios en los que las detenidas residirían en forma colectiva en la planta
alta, mientras que en la planta baja se dispuso un cuerpo de dormitorio,
taller y comedor. En ambos pisos se han proyectado núcleos de baños
iguales, compartidos entre los distintos dormitorios. En ese sentido se ha
mantenido el criterio de convivencia colectiva de la Cárcel de Menores,
sin embargo, la estética presentada tanto en este edificio como en el
resto del conjunto exhibía un aparato decorativo a la altura de las institu-
ciones públicas más importantes, que incluía almohadillado, techos de
tejas a múltiples aguas, carpinterías en madera, etc.
El edificio del Pabellón de Menores (Figura 4.14) también se pro-
yectó como un edificio en forma de claustro, esta vez simétrico, en el
que alrededor del jardín se dispusieron un taller, un dormitorio colectivo
y un comedor, con los núcleos húmedos y los servicios en las esquinas
del cuadrado.

120
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.12: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Bajo, 1905. Fuente: Archivo General de la Nación.

121
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.13: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Bajo, 1905. Fuente: Archivo General de la Nación.

122
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.14: Miguel Olmos. Pabellón de Menores de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Bajo, 1905. Fuente: Archivo General de la Nación.

123
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

En el Pabellón de Detenidas (Figuras 4.15 y 4.16) se ha abandonado


la lógica del claustro. Se trataba de un edificio simétrico en el que se
disponían, desde el acceso, los espacios administrativos y de servi-
cios. Avanzando se llegaba al espacio común de comedor-taller, luego
del cual continuaba un segundo taller con un cuerpo de baños propio,
mientras que a ambos lados se proyectaban dos dormitorios colectivos
para veinte personas cada uno, con cuerpos de baños independientes.
En el piso alto este esquema se repetía y daba lugar a una situación
compleja en la que el dormitorio central, que reemplazaba al comedor-
taller, funcionaba como distribuidor a los otros dormitorios. Esto al me-
nos resultaba en una complicación para el control de la interacción
entre las detenidas. Sólo en esta planta se ha previsto un espacio para
una celadora frente al núcleo de escaleras.
Finalmente, el Pabellón de Penadas (Figuras 4.17 y 4.18) se proyec-
tó morfológicamente como un panóptico con tres brazos largos destina-
dos a alojar 32 celdas cada uno, rematando cada brazo en un núcleo de
baños. Los dos brazos más cortos fueron destinados a escuela y taller,
respectivamente, en planta alta, mientras que en planta baja ambos se
destinaron a talleres. El punto de confluencia del panóptico ha sido ocu-
pado por el espacio en doble altura de la capilla, a la cual se balconeaba
desde la planta alta; esto permitía que las detenidas pudieran seguir la
ceremonia desde la celda, como ya vimos en un proyecto anterior.
Resultaba destacable el peso de la capilla general en el conjunto. Si
bien la mayoría de los edificios fueron proyectados con grandes super-
ficies, es la altura de la iglesia la que la hace resaltar por sobre el resto.
Sus dimensiones, aproximadamente 65 metros de largo por 30 de an-
cho, la asemejan a la Iglesia de San Ignacio Loyola en el centro porteño.
La documentación del proyecto fue presentada por Olmos entre
diciembre de 1905 y abril de 1906, aunque no hay datos en las memo-
rias ni en los registros oficiales de un encargo específico para este pro-
grama. Tampoco se conocen los motivos por los cuales este proyecto
no fue llevado a cabo, pero el marco general apunta a una cuestión
presupuestaria.

124
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.15: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Bajo, 1905. Fuente: Archivo General de la Nación.

125
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.16: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Alto, 1905. Fuente: Archivo General de la Nación.

126
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.17: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Alto, 1905. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro
de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Ad-
ministración de Bienes del Estado.

127
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.18: Miguel Olmos. Pabellón de Detenidas de la Cárcel de Mujeres y Colonia


de Menores. Piso Bajo, 1905. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro
de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Ad-
ministración de Bienes del Estado.

De todas maneras, Olmos seguiría vinculado a la planificación y crea-


ción de cárceles. En octubre de 1906, mediante decreto, se crea una
comisión para estudiar un plan de construcción de cárceles nacionales
y casa para juzgados federales. Esta comisión estaba presidida por
Cornelio Moyano Gacitúa, ministro de la Suprema Corte, y compuesta

128
4.2 Las nuevas periferias

por José Luis Duffy, director de la Cárcel de Encausados (ex Casa de


Corrección de Menores Varones) de quien hablaremos más adelante;
Antonio Ballve, director de la Penitenciaría Nacional; Armando Claros,
director de la Colonia de Menores Varones; Catello Muratgia, director
del Presidio de Tierra del Fuego; Ramón Nieto Moreno, inspector de
cárceles; Carlos Altgelt como arquitecto adscripto al Ministerio y Mi-
guel Olmos como ingeniero de la Dirección General de Arquitectura.
En lo inmediato, con la decisión de trasladar a los menores a la pro-
vincia, la Casa de Corrección de Menores Varones quedó vacante, por
lo cual fue transformada progresivamente en Cárcel de Encausados a
partir de febrero de 1905, a pesar de que el cuarto cuerpo del estable-
cimiento aún no se había construido. Uno de los aspectos destacables
de esta transformación residió en la obligación al trabajo, la cual no
existía para este tipo de detenidos. Este cambio, que se plasmó en el
nuevo reglamento interno, se debió a una característica espacial del edi-
ficio. Recordemos que la Casa de Corrección de Menores contaba con
grandes habitaciones para la reclusión en común. En los considerandos
se menciona que en los establecimientos celulares podía dejarse a los
presos sin obligación en su celda. Por las condiciones de esta cárcel,
en cambio, si se mantuviera esta lógica, se estaría constituyendo una
escuela del crimen donde los delincuentes tendrían tiempo de realizar
sus elucubraciones e incluso de convencer a aquellos inocentes de pa-
sar a la mala vida. Por tal motivo se resolvió la obligatoriedad del trabajo
aunque se mantuviera la presunción de inocencia.164 Estas cuestiones
fueron objeto de preocupación para el director de la cárcel José Luis
Duffy. Si bien, en 1907, el Ministerio de Justicia había resuelto la edifi-
cación del último cuerpo faltante, Duffy señalaba la falta de un criterio
unificador del sistema penal que estableciera una lógica de castigar y
una forma de prisión. El director abogaba por un sistema mixto, un punto
intermedio entre el régimen celular, criticado por sus efectos negativos
en la salud mental de los detenidos, y la prisión en común. Sobre este
sistema, y refiriéndose al establecimiento que dirigía, Duffy opinaba que

164 Revista Penitenciaria, (1905). Año I, 2, 63.

129
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

(…) “son grandes salones que no ofrecen ninguna clase de seguridad,


exigiendo en cambio numeroso personal para poder conservar la vigilan-
cia, evitar evasiones y mantener la disciplina”.165 Y concluye:

La necesidad de construir una gran cárcel de encausados,


para abandonar el local deficientísimo que ocupa actualmente,
no se discute por todos aquellos que tienen alguna noción de
cuestiones penitenciarias. Por consiguiente, es de esperar que en
la sanción del presupuesto, se arbitren recursos con ese objeto.166

El 4 de junio de 1910 se presentó al Congreso Nacional un proyecto


del Poder Ejecutivo para construir cuatro cárceles. La primera de ellas
se destinaría a alojar a los procesados y a los condenados a prisión y
arresto de la Capital. La segunda se destinaría a los condenados a pe-
nitenciaría de igual fuente. Las últimas dos, a recibir a los condenados
a penitenciaría y prisión de los criminales de los territorios nacionales,
y se ubicaría al sur y al norte de la República. Los fondos para realizar
las cuatro cárceles resultarían de la venta de los terrenos de la Peniten-
ciaría Nacional a particulares, lo cual nos da una pauta del valor al que
habían ascendido los terrenos desde la construcción de dicha cárcel.
En cuanto a las ubicaciones de las cárceles de la ciudad, se describía
que aquella destinada a penitenciaría se construiría en los terrenos que
poseía la Nación en Marcos Paz, mientras que la destinada a prisión
se construiría en los terrenos de propiedad fiscal comprendidos “entre
las calles de la Chacarita”. 167 Durante el proceso de transformación de
la Casa de Corrección de Menores Varones a Cárcel de Encausados,
el estado de saturación en los cuadros del Departamento de Policía
se incrementó hasta alojar a 800 presos en un espacio con capacidad
máxima para 350.168 Sumado a eso, en los considerandos del proyec-

165 Revista Penitenciaria, (1907). Año III, 9, 32.


166 Revista Penitenciaria, (1907). Año III, 9, 132.
167 Congreso Nacional, (1910). Acta de la sexta sesión ordinaria de la Cámara de Se-
nadores, 4 de junio de 1910.
168 Revista Penitenciaria, (1909). Año V, 1, 65.

130
4.2 Las nuevas periferias

to de ley, se destacaba que la Prisión Nacional respondía al régimen


conocido como prisión común, el cual “engendra la corrupción que la
pena tiene por fin prevenir y reprimir; permite a los criminales conocer-
se y concertarse para nuevos delitos y hace de la prisión la escuela
normal del crimen”.169 Se debía optar definitivamente por el sistema
celular con separación de día y de noche de los procesados y de los
condenados a prisión.
En vistas de esta situación, el 5 de julio de 1910, por decreto, se
dispuso la creación de una nueva cárcel para 2000 encausados en el
terreno fiscal comprendido entre las avenidas Tres Cruces y San Mar-
tín, y las calles Tinogasta y Zamudio. El Ministerio de Obras Públicas
fue el encargado de la confección de planos y presupuestos.
El proyecto quedó en manos de Juan Antonio Buschiazzo y su hijo,
Juan Carlos Buschiazzo. Buschiazzo padre fue uno de los arquitectos
más representativos de fines del siglo XIX y principios del XX, con un
volumen de obra enorme y una actividad institucional igualmente des-
tacada, en especial durante la gestión de Torcuato de Alvear. Para esta
obra en particular, los arquitectos elaboraron una publicación en la que
se recopiló la memoria completa, el presupuesto y la documentación.
En la memoria, los autores realizaron un breve barrido por las ten-
dencias carcelarias desde la publicación de Modern State of Prisons
de William Howard,170 y hacen principal hincapié en el auge del panóp-
tico tanto en América del Norte como en Europa. Como crítica a este
modelo señalan que:

(…) Fueron los progresos de la higiene y la experiencia


administrativa los que vinieron a demostrar los inconvenientes
del sistema panóptico, como ser la defectuosa orientación de
los pabellones, a consecuencia de la forma radial, la demasiada
proximidad de los mismos al acercarse al punto de convergencia,

169 Registro Nacional de la República Argentina, (1910, Tercer trimestre). Decreto desti-
nando sitio para el edificio de la Cárcel de Encausados, en la Capital Federal.
170 Howard (1777).

131
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

la humedad que se acumula en estos ángulos por su defectuosa


exposición y difícil ventilación y el aspecto sombrío y tétrico de
estos rincones húmedos y malsanos. Otro de los inconvenientes,
consistía en la forma triangular de los patios de recreo en los que la
experiencia demostró, que el detenido no utilizaba toda la superficie,
por la resistencia instintiva de aproximarse a los ángulos agudos
formados por la intersección de los muros de cerco, resultando que
estos paseos no satisfacían en la medida requerida a su objeto,
porque el preso no disfrutaba la totalidad de su área.171

Con base en esta crítica los arquitectos propusieron el sistema de pa-


bellones aislados paralelos, o “poste de telégrafo”, según Matthews,
como el más adecuado en ese momento a partir del ejemplo alemán
de la Cárcel de Plotzensee, cercana a Berlín. Más cerca de nuestro
territorio se estaba construyendo en Montevideo la Cárcel de Punta
Carretas bajo el mismo sistema. Fue, sin embargo, la cárcel de Fresne-
les-Rungis, en el departamento del Sena, la que los arquitectos toma-
ron como modelo para proyectar su propia cárcel.
En la documentación presentada se puede observar que el terreno
asignado se encontraba dentro de los límites del Parque del Oeste
(Figura 4.19). La implantación destacaba también otros programas
que habían sido expulsados del centro de la ciudad en búsqueda de los
beneficios terapéuticos del medio rural, y con los que la cárcel aparece
agrupada, incluso se especifica en la memoria la distancia del empla-
zamiento respecto de la Plaza de Mayo, unos 11,50 km. Estos eran el
Cementerio del Oeste y el Hospital para Tuberculosos Enrique Tornú,
obras en las que había intervenido Juan A. Buschiazzo.

171 Buschiazzo y Buschiazzo (1911): 5.

132
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.19: Juan A. y Juan C. Buschiazzo. Plano de ubicación de la Cárcel de En-


causados. Puede verse la implantación propuesta para la nueva cárcel (1), el Hospital
para Tuberculosos Enrique Tornú (2) y el Cementerio del Oeste (3), 1911. Fuente:
Buschiazzo y Buschiazzo (1911): lámina II.

A través de la vista a vuelo de pájaro que realizaron los autores (Figura


4.20) se evidencia claramente la idea de la implantación en un me-
dio no urbano. Los arquitectos recalcaban que el aspecto de la cárcel
respondía a las lógicas modernas de legislación penal para las cuales
la cárcel no era un lugar de castigo sino una casa de corrección. Des-
tacaban, por esto, la cualidad de “sanatorio moral” que debía tener
la prisión. En función de la apariencia de hospital pabellonado, varios
aspectos médicos estuvieron presentes en este proyecto.
Analizando la planta, podemos ver que en el sentido longitudinal del
terreno se ha dispuesto una galería central desde la que se comunica-
ban los distintos pabellones perpendiculares a ésta, respondiendo a la
tipología “poste de telégrafo” (Figura 4.21). Los pabellones se coloca-
ron en forma alternada, enfrentándose siempre un patio a cada edificio
y variando entre edificios de 4 pisos y 3 pisos, de manera de garantizar

133
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

la mejor ventilación e iluminación posible. En total, había 14 pabellones


separados. Los proyectistas afirmaban que de este modo evitaban los
problemas higiénicos de los edificios demasiado grandes, optando por
construir una serie de pequeñas cárceles vinculadas. Así, cada uno de
estos pabellones funcionaba como una unidad autónoma en sí misma,
lo que evitaba el excesivo traslado de presos y facilitaba la clasificación
y separación según el tipo de crimen, edad y antecedentes. La idea
de separación celular también se aplicaba a los patios, divididos cada
uno en secciones más pequeñas para el uso individual (Figuras 4.22
y 4.23). Asimismo, se han contemplado dos tipologías de planta baja a
fin de tener talleres por sección o talleres colectivos dentro de los pa-
bellones. Si bien los encausados no podían ser obligados a trabajar, en
tanto que su condena no era firme, la idea de proyectar talleres radicó
en mantener la salud mental de los reclusos. Las experiencias previas
habían demostrado que la falta de actividad muchas veces afectaba
la condición física, llevaba a la locura y, en algunos casos, al suicidio.
Poder trabajar significaba entonces una distracción y una oportunidad
para adquirir una disciplina y desarrollar un oficio. No obstante, si era
requerido, estos talleres podían suprimirse mediante una distribución
igual a la de las plantas altas en las que se desarrollaban celdas indivi-
duales, un espacio comedor y baños comunes.
El centro del recinto intramuros lo ocupaba la administración, los servi-
cios generales, los talleres de herrería y fundición, la tornería, la carpintería
y la escuela de jardinería. Estos espacios pedagógicos fueron dispuestos
en el exterior por la naturaleza y superficie que requería su función.
El extremo derecho de la gran galería central estaba rematado por
la enfermería general de la cual se han separado el edificio para enfer-
mos infecciosos y el pabellón de muertos. Al otro extremo, el remate fue
constituido por un edificio administrativo destinado al departamento de
penados. Fuera de los muros se encontraban, sobre la intersección de
San Martín y Tinogasta, el edificio de los Tribunales Correccional y del
Crimen, la casa del gobernador, del vicegobernador y el alcalde. En
los otros alrededores se disponían varias casas de empleados como
sistema complementario de vigilancia.

134
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.20: Juan A. y Juan C. Buschiazzo. Vista a vuelo de pájaro de la Cárcel de


Encausados. En el epígrafe de la imagen los autores resaltan las condiciones higiénicas
de la orientación del conjunto, 1911. Fuente: Buschiazzo y Buschiazzo (1911): lámina I.

Figura 4.21: Juan A. y Juan C. Buschiazzo. Planta de la Cárcel de Encausados, 1911.


Fuente: Buschiazzo y Buschiazzo (1911): lámina III.

135
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figuras 4.22 y 4.23: Juan A. y Juan C. Buschiazzo. Planta baja y planta alta de los
pabellones, 1911. Fuente: Buschiazzo y Buschiazzo (1911): láminas IV y V.

136
4.2 Las nuevas periferias

El proyecto contemplaba otros servicios, como un tranvía eléctrico pro-


pio para la rápida comunicación dentro del establecimiento.
Este planteo tuvo sus repercusiones en las publicaciones especia-
lizadas, a diferencia de otros proyectos carcelarios que no fueron con-
templados ni por las revistas de arquitectura ni por las de ingeniería.
Probablemente esto se haya debido a la relevancia y trayectoria de
Buschiazzo como profesional en la ciudad de Buenos Aires. Lo cierto
es que en el número 74 de la Revista Arquitectura se publicó un artículo
del ingeniero Barabino sobre la cárcel en el que se reprodujeron algu-
nas de las láminas, el presupuesto y parte de la memoria.172 La revista
La Ingeniería reproduce el mismo artículo en su número 327. Barabino
ponderaba la estética del conjunto acorde con la función que debía
desempeñar, sin ornamentaciones, ni aspectos artificiales de fortaleza
feudal. La ubicación era otro de los puntos fuertes. Decía el autor que:

(…) así como los edificios destinados a escuelas, administraciones


civiles públicas, teatros, tribunales, etc. deben ser centrales por la
naturaleza de su funcionamiento, así las cárceles, los hospitales,
los cementerios, etc. deben situarse excéntricamente, lejos de la
aglomeración urbana, ya sea por moralidad, ya por seguridad, ya
por higiene.173

Las únicas críticas que realizó Barabino radicaron en la conveniencia o


no de erigir pabellones de cinco pisos según lo visto en el Congreso de
Higienistas en Danzie, donde se sostuvo que los pisos superiores eran
menos higiénicos que los inferiores. El otro punto criticado fue la serie
de edificios proyectados para empleados y servicios extramuros que
podrían servir como guarida en caso de evasión. De todas maneras,
el artículo calificaba como muy positivo al proyecto de los Buschiazzo.
Pese a la aceptación, surgieron una serie de problemas y disputas
para obtener la entrega del terreno, entre otras, con la Facultad de Ve-

172 Revista Arquitectura, (enero de 1912). Año VIII, 74, 190.


173 Revista Arquitectura, (enero de 1912). Año VIII, 74, 190.

137
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

terinaria y Agronomía de la Universidad de Buenos Aires que buscaba


también utilizar dicho emplazamiento. Estos problemas permanecieron
durante toda la década, en el transcurso de la cual otros proyectos se
presentaron como alternativa para subsanar la situación.
En 1909, encontramos la primera mención a una ampliación de la
Cárcel de Encausados con disposición celular, acorde a las exigen-
cias modernas, elaborada por la Oficina Técnica de la Cárcel.174 En
1912, se presentó un proyecto de ampliación de la Prisión Nacional
(ex Cárcel de Menores) como parte de un plan integral de Reformas
Carcelarias encargado en octubre de 1911 por el Ministerio de Justicia
e Instrucción Pública.175 Este plan incluía la reforma del Código Penal
vigente, la creación de una Dirección Central de Establecimientos Car-
celarios, proyectos de construcción de nuevas cárceles y la formula-
ción del Patronato de Excarcelados. En el proyecto de ampliación pro-
puesto, la nueva tipología de pabellones paralelos, como proyectaron
los arquitectos Buschiazzo, también se hizo presente (Figura 4.24).

Figura 4.24: Catello Muratgia. Proyecto de reconstrucción y ampliación de la Prisión


Nacional, 1912. Fuente: Ministerio de Justicia e Instrucción Pública (1913): lámina 1.

174 Revista Penitenciaria, (1909). Año V, 1, 67.


175 Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, (1913). Proyecto de Reformas Carcela-
rias. Informe de la Comisión Especial.

138
4.2 Las nuevas periferias

Este proyecto estuvo a cargo del ingeniero Catello Muratgia, quien ha-
bía arribado a nuestro país en 1883 y prestó servicios profesionales en
la Municipalidad de Buenos Aires. Luego fue designado como director
del Presidio de Ushuaia desde 1900 hasta 1909, periodo durante el
cual presentó un proyecto de ampliación de la cárcel fueguina dentro
de las lógicas panópticas (Figura 4.25).
Al dejar el cargo de director del presidio, la Comisión encargada
de proyectar la edificación y la organización penitenciaria nacional que
hemos visto, le encomendó este proyecto de ampliación de la Prisión
Nacional. Consistía en la construcción, en el área hasta el momento
destinada a quinta sobre la calle Armonía, actual calle 15 de Noviem-
bre, de un edificio de tres pisos compuesto por tres tiras separadas por
patios que sumaban un total de 540 celdas. Esta disposición mejoraba
sustancialmente la situación presente en la cárcel de los arquitectos
Altgelt, en la que la ubicación de los baños en las esquinas provocaba
encuentros entre distintos tipos de presos difíciles de vigilar y controlar.
El frente existente sobre la calle Caseros se demolería para dejar la
mitad del edificio de manera de construir allí las casas para el director
y subdirector con sus respectivas familias.
El proyecto tenía como finalidad solucionar temporalmente la situa-
ción de hacinamiento en el edificio preexistente hasta tanto no se cons-
truyera el proyectado por los arquitectos Buschiazzo. Cuando esto su-
cediera, este edificio se convertiría en Cárcel de Mujeres.
La idea de Muratgia era parte de un plan macro que incluía a los
edificios existentes y a los proyectados. Puntualmente, sobre la cárcel
propuesta en la Chacarita por los arquitectos Buschiazzo, opinaba Mu-
ratgia que el terreno no resultaba lo suficientemente grande para el edi-
ficio presentado, y necesitaría cuanto menos una superficie cinco ve-
ces mayor. Por otra parte, consideraba que trasladar los juzgados hasta
la periferia de la ciudad estando el Palacio de Justicia en el centro sólo
revestía complicaciones innecesarias para los jueces de instrucción y
sentencia que deberían viajar allí constantemente.

139
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.25: Catello Muratgia. Proyecto para la Colonia Penal de Tierra del Fuego.
Planta, 1901. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documenta-
ción e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de
Bienes del Estado.

140
4.2 Las nuevas periferias

En esta cárcel debían realizarse los estudios antropológicos pertinentes


para clasificar a los detenidos y luego derivarlos a los establecimientos
carcelarios adecuados en caso de ser condenados a penas de correc-
ción, reforma, penitenciaría o presidio. Sobre esta cuestión era claro para
Muratgia que la Penitenciaría Nacional debía desaparecer del centro de
la ciudad en tanto que ya no era efectiva la separación del preso del exte-
rior, su capacidad estaba excedida y su ensanche era imposible debido
al costo que demandaría la adquisición de las manzanas aledañas. Se
volvía necesaria la construcción de dos nuevas penitenciarías alejadas
de los centros urbanos, una para mayores de treinta años y otra para
menores de esa edad pero cuya capacidad de reintegrarse a la socie-
dad se considerase poco probable, lo que anularía la posibilidad de ser
remitidos a un reformatorio. La Cárcel de Ushuaia debía destinarse a los
incorregibles y reincidentes, por lo que se ejercía un régimen más severo
sin excluirlos de las lógicas de la producción industrial.
Aunque nuestro objeto de estudio remite a la ciudad de Buenos
Aires, nos resulta pertinente detallar cuáles son los establecimientos
y obras que consideraba necesarios el proyectista para que la Nación
contara con un sistema penitenciario óptimo integral. En este listado
pueden verse las distintas tipologías formuladas para contar con un sis-
tema acorde capaz de permitir la reforma moral particular según cada
individuo, incluso con un tema complejo como el de los locos crimina-
les.176 Estos eran:

- Cuatro internados para pupilos nacionales con capacidad de


150 celdas;
- Cuatro reformatorios con capacidad para 250 menores;
- Cuatro granjas para 400 menores;

176 La relación entre locura y crimen fue un tema que atravesó nuestro periodo de estudio
prácticamente en su totalidad y debe ser tomado en su complejidad particular, razón por
la cual queda por fuera de este estudio. Los trabajos más relevantes parten desde la tesis
de Korn (1883), pasando por López Anaut (1902) y, finalmente, José Ingenieros, quien
abarca esta problemática en diversos trabajos. En clave histórica nos remitimos al trabajo
de Vezzeti (1985).

141
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

- Reforma y reedificación de la Prisión Nacional;


- Nueva Prisión Nacional para 2000 detenidos (refiere al proyecto
Buschiazzo);
- Dos penitenciarías nacionales para 500 presos;
- Ampliación del Presidio de Ushuaia para alcanzar la capacidad
de 700 penados;
- Dos cárceles regionales para 500 presos;
- Un manicomio de penados para 250 presos;
- Diez prisiones para encausados, una en cada territorio, para 250
detenidos cada una.

La dimensión de las obras que planteaba Muratgia resultaba enorme,


aunque justificada. Teniendo en cuenta que el plan era desde ese mo-
mento a diez años, el autor apoyaba la demanda en la cantidad de
presos a nivel nacional que existía a la fecha, cifra que ascendía aproxi-
madamente a 6740 personas.
Llamativamente, en marzo de 1913 se presentó otro proyecto de
ampliación de la Prisión Nacional con algunas modificaciones con res-
pecto al presentado por Muratgia (Figura 4.26).

Figura 4.26: Autor anónimo. Proyecto de reconstrucción y ampliación de la Prisión


Nacional, 1913. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documen-
tación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración
de Bienes del Estado.

142
4.2 Las nuevas periferias

Se ha mantenido el nuevo edificio con celdas en tira y la idea de demoler


parte de la cárcel existente. Allí donde se habían planteado antes tres
edificios iguales se ha proyectado la vivienda del director, la del vicedi-
rector, de menor tamaño, y la administración con acceso desde la calle
Pasco, desde donde se traza la entrada a la prisión. En el espacio libre
entre el edificio antiguo y el nuevo, se proyectó la alcaldía y la construc-
ción de un pasaje subterráneo que uniera los dos establecimientos.
Las razones por las cuales Muratgia fue apartado del proyecto no
han quedado claras, sin embargo, él se mantuvo presente en el debate
penitenciario local. A fines de 1913, la redacción de la revista Archi-
vos de Psiquiatría y Criminología se dedicó a organizar el Congreso
Penitenciario Nacional en la misma tónica con la que se habían organi-
zado asambleas similares en las principales ciudades del mundo que
se habían propuesto establecer un sistema punitivo de avanzada.177
Justamente en dicho Congreso, celebrado en mayo de 1914, Muratgia
participó como vocal junto a otras personalidades relevantes en la ma-
teria, como Domingo Cabred, Francisco de Veyga, José Tiburcio Borda
y Eusebio Gómez, entre otros. Este último participó desde dos lugares.
Por un lado, la Dirección de la Penitenciaría Nacional le encomendó la
realización de una memoria institucional a presentarse en el Congre-
so. Por el otro lado, durante las jornadas, Gómez expuso una serie de
propuestas bajo el título Cárceles y establecimientos necesarios en
el orden nacional y en el provincial para hacer efectiva la penalidad
establecida en las leyes. El estudio de ambos documentos nos permite
obtener una imagen de los debates internacionales, la realidad local
y la situación ideal a la que se aspiraba. Muchos de los postulados
del autor partían de la máxima establecida en el Congreso Peniten-
ciario celebrado en la ciudad de Washington, en 1911, que sostenía
que “(…) ningún individuo, cualesquiera sea su edad y antecedentes,
debe ser considerado incapaz de enmienda (…).178 No obstante, frente

177 Los detalles de la organización y las distintas ponencias presentadas en el congreso


se encuentran en AA. VV. (1914).
178 Gómez (1914): 14.

143
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

a esto era indispensable que el sistema penal adoptado contribuyera


a la reforma y el mantenimiento moral por parte del sujeto. En dicho
sentido, nuestro país adolecía de varios problemas. El Código Penal
vigente dotaba a las provincias de la facultad de ejecutar la penalidad
a sus criminales, pero la carencia de instituciones carcelarias dignas
resultaba en la tergiversación del régimen penal propiamente dicho.179
Además, las capacidades regenerativas que suponían el trabajo en
prisión, y que el autor ponderaba enormemente en su memoria sobre
la cárcel de la Capital, se ven interrumpidas porque la mayor parte de
los presos no trabajaba.180 Gómez agregaba que la eficacia del pro-
ceso regenerador radicaba en la creación de un verdadero sistema
de instituciones integradas, en el que la separación tipológica según
crimen garantizara que cada delincuente fuera enviado a un tipo de
cárcel pertinente. No sólo eso, sino que, en vistas del gran número
de influencias negativas presentes en las ciudades que tentaban a los
excarcelados a volver al crimen, la creación de un patronato de presos
independiente del Estado se volvía crucial para disminuir drásticamen-
te la reincidencia,181 sobre esto hubo en el Congreso otra ponencia a
cargo de Alfredo Spinetto y Luis Costa que profundizó en los benefi-
cios de dichos organismos.
Las instituciones existentes se encontraban lejos de ser un sistema
integral y ordenado, pues tenían numerosos defectos, los que hacían
que se desvirtuaran las penas y se llegara a situaciones ridículas, como
por ejemplo, que un presidiario que cumplía su pena en la Penitencia-
ría Nacional tuviera una situación más ventajosa que un encausado
detenido en las celdas del Departamento de Policía. A nivel general,
enumeraba Gómez:

179 Sobre la situación de las cárceles en las provincias sugerimos ver a Boholasvsky en
Bohoslavsky y Di Liscia (2005).
180 El autor cita que en la provincia de Buenos Aires de 4000 presos solamente traba-
jaban 800.
181 Para Eusebio Gómez, que un agente privado se hiciera cargo del patronato de presos
permitiría un sistema más fluido en el que incluso el preso pudiera alejarse de las lógicas
doctrinarias de la prisión en la que había estado encarcelado.

144
4.2 Las nuevas periferias

a) La Penitenciaría Nacional de Buenos Aires por su ubicación en


el centro de la ciudad.
b) La Prisión Nacional por su absurda construcción.
c) La Cárcel Correccional de Mujeres por no ofrecer ninguna
condición para los fines que le son propios.
d) La Colonia de Menores Varones de Marcos Paz por carecer
de locales que permitan la separación y clasificación que
debiera hacerse entre los condenados, en razón de sus delitos y
condiciones morales.
e) Las cárceles de los Territorios por no ser tales cárceles, sino
simples depósitos de presos, vergonzosamente hacinados en
locales cuya capacidad esta siempre excedida, y donde los
reclusos permanecen en la holganza.
f) Las alcaldías policiales de la Capital Federal por estrechez
de los lugares que ocupan y por su falta absoluta de higiene y
seguridad.

De la misma manera que lo hiciera Muratgia tiempo antes, Gómez


también realizó un listado de cuáles debían ser las cárceles nuevas a
construirse en función de las penas de presidio, penitenciaría y prisión
vigentes en ese momento. Dichas instituciones serían:

- Cuatro alcaldías policiales en la ciudad de Buenos Aires: una


para los detenidos a disposición de los jueces de instrucción y del
crimen, otra para los detenidos por orden de los jueces correccio-
nales, la tercera para los menores de 18 años sometidos a proce-
so, y la cuarta para los contraventores.
- Una cárcel de encausados, para la que podría destinarse el edifi-
cio de la Penitenciaría Nacional.
- Una colonia correccional de menores, de 10 a 18 años, y amplia-
ción de la Colonia de Marcos Paz.
- Una cárcel correccional de mujeres, para la que podría destinar-
se el edificio de la actual Prisión Nacional.

145
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

- Cárceles penitenciarias regionales en todo el territorio de la repú-


blica sin especificar ubicación.
- Ampliación del Presidio y Cárcel de Reincidentes de Ushuaia.

Como vemos, este plan es bastante menos ambicioso que el de Mu-


ratgia. No planteaba la desaparición del edificio de la Penitenciaría Na-
cional, sino su refuncionalización como cárcel de encausados; con esa
lógica, el proyecto de los Buschiazzo ya no sería construido porque
se duplicaría la función. Por otro lado, el cambio de uso de la Prisión
Nacional como Cárcel de Mujeres sí estaba en línea con el proyecto de
ampliación de Muratgia.
En paralelo a la redacción de estos grandes planes nacionales, apa-
reció un proyecto que tuvo poca relevancia para construir una Cárcel
de Procesados y Contraventores a ubicarse en la manzana delimitada
por las calles Rosario, José María Moreno y Guayaquil, en el barrio de
Caballito (Figura 4.27). En efecto, no hay ninguna mención a esta
idea en ninguna memoria institucional ni en los periódicos. Fortunato
Troisi señala, sin embargo, el rechazo de este intento por parte de los
vecinos, quienes se movilizaron para que el emprendimiento se deses-
timara, conocedores de las situaciones vividas en el barrio de Palermo
por la presencia de la Penitenciaría Nacional.
El planteo del arquitecto Grotto mantiene la tipología de “poste de
telégrafo” o pabellones paralelos vinculados por una galería central. De
este proyecto sólo se ha conservado esta planta y una vista desde la
calle José María Moreno que nos permite ver que el edificio se hubiese
desarrollado en tres niveles. El acceso principal se ubicaba sobre la
calle Rosario donde se sitúa la administración general del edificio. En
cuanto al régimen general, el detalle del pabellón D da cuenta de que
se han planteado tipologías de pabellones de celdas individuales tanto
como pabellones colectivos donde los baños eran compartidos. Pro-
bablemente por el régimen particular, no se han planteado talleres para
el trabajo de los presos.

146
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.27: Grotto. Anteproyecto para Cárcel de Procesados y Contraventores.


Planta de situación, 1913. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de
Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Admi-
nistración de Bienes del Estado.

147
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Aun habiéndose establecido cuáles eran las instituciones necesarias


para contar con una infraestructura carcelaria coherente, en los seis
años restantes de la década prácticamente no se produjo ninguna me-
jora. Los terrenos elegidos para la construcción de la cárcel proyectada
por los Buschiazzo fueron parcialmente asignados para la construcción
de los distintos edificios de la Facultad de Veterinaria y Agronomía de
la Universidad de Buenos Aires.
El Parque del Oeste en general había perdido parte de su superficie
en beneficio de loteos privados y la creación del Hospital Torcuato de
Alvear, otro programa reclusivo, en los terrenos donde Miguel Olmos
había proyectado su Asilo de Menores y Cárcel de Mujeres. Benito Ca-
rrasco realizó un nuevo proyecto en 1917 para este parque en el que
esta pérdida de superficie se hizo evidente, y en el que la ubicación de
una cárcel no se encuentra contemplada (Figura 4.28).

Figura 4.28: Benito Carrasco. Proyecto de Quinta Agronomía y de Parque Recreati-


vo, 1917. Fuente: Tomado de Berjman (1987).

148
4.2 Las nuevas periferias

En 1920, René Villeminot, reconocido arquitecto, autor de numerosas


obras públicas cuya labor se extendió también a la enseñanza,182 pre-
sentó los planos para un proyecto de Cárcel de Contraventores cuya
documentación nos ofrece un panorama más claro de la situación del
parque y sus alrededores. Este proyecto partía de la necesidad de am-
pliación de las dos alcaldías y del Departamento Central de Policía
donde al momento se encontraban 1200 recluidos.
Podemos ver ya asignados definitivamente los terrenos del Hospital
Torcuato de Alvear, la Facultad de Agronomía y el Instituto del Cáncer
(hoy Instituto de Oncología Ángel H. Roffo). Frente al Hospital Alvear
aún permanecían dos terrenos fiscales sin función, en planos posterio-
res, en un fragmento de estos terrenos aparecerían una Casa de Huér-
fanos183 y el Cementerio Israelita. El plano también muestra la relación
con el borde de la ciudad definido por el proyecto de una Avenida de
Circunvalación, luego General Paz (Figura 4.29).
En la documentación propiamente dicha del proyecto podemos apre-
ciar una búsqueda por resolver los problemas que han ido acumulándo-
se por la ausencia de los establecimientos necesarios para la ciudad. El
planteo contemplaba un sector destinado a contener a 2000 hombres,
la misma cantidad que el proyecto Buschiazzo, y otro sector destinado a
recluir a 400 mujeres. Ambos sectores estarían divididos por un cuerpo
central de administración y cocina (Figuras 4.30 y 4.31).

182 Sobre la obra de Villeminot ver Franchino (2016): 28.


183 Esto puede verse en Cannizzaro, A. (1925). Plano de la Ciudad de Buenos Aires y
sus alrededores.

149
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Figura 4.29: René Villeminot. Plano de ubicación de la Cárcel de Contraventores,


1920. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e
Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bie-
nes del Estado.

150
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.30: René Villeminot. Plano general de la Cárcel de Contraventores, 1920.


Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documentación e Investi-
gación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración de Bienes del
Estado.

Figura 4.31: René Villeminot. Plano general de la Cárcel de Contraventores. Sector


ampliado, 1920. Fuente: Documento perteneciente al CeDIAP- Centro de Documen-
tación e Investigación de la Arquitectura Pública. AABE- Agencia de Administración
de Bienes del Estado.

151
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

La distribución de los pabellones mantiene la lógica de “poste de telégra-


fo” que habíamos visto en los proyectos carcelarios anteriores, sólo que
en lugar de ubicarse en forma alternada para favorecer las ventilaciones
se los ha dispuesto alineados formando patios de mayor dimensión. El
gran pasillo de vinculación que atraviesa todo el conjunto remataba en el
sector de mujeres en un edificio denominado como “Residencia de las
Hermanas”, lo cual marca que la presencia religiosa en la regeneración
de las mujeres delincuentes permanecía vigente. Por el contrario, en el
sector de hombres, este corredor finalizaba en un área destinada a cas-
tigos con celdas individuales. Cabe destacar que el aislamiento de los
delincuentes en esta cárcel sería colectivo. Cada una de las tiras que se
desprendían del corredor central resultaba en un edificio de tres niveles
con dormitorios para cincuenta y cuatro hombres por nivel, comedores,
baños y locutorios. A diferencia del proyecto Olmos, las mujeres sí se en-
contrarían recluidas en celdas individuales. No se contemplaban talleres
para el trabajo de ningún tipo en todo el conjunto.
Se han destinado, como volúmenes separados, las enfermerías se-
gún género y otro edificio para los enfermos que debieran ser aislados.
Una muralla perimetral de separación rodeaba todo el conjunto. Extramu-
ros se han proyectado tres volúmenes para oficiales y tropas, una man-
zana con edificaciones destinada a casas para celadores y guardianes y
un amplio sector propuesto para una ampliación futura.
La cárcel de Villeminot se sometió a consideración a través de un
proyecto de ley elaborado por el Poder Ejecutivo, presentado el 14 de
septiembre de 1922 al Congreso de la Nación, en el que se estipulaba
su construcción en cinco etapas; se buscaba solucionar primero el
problema de alojamiento de los presos ya instalados en las alcaldías,
cuya situación era próxima a insostenible. El proyecto fue aprobado
el 16 de octubre de 1922 realizándose el cambio de destino de los
terrenos de Cárcel de Encausados a Depósito de Contraventores de la
Policía de la Capital; sin embargo, en el plano de 1925 confeccionado
por A. Cannizzaro, todo el predio figuraba asignado a la Facultad de
Veterinaria y Agronomía.

152
4.2 Las nuevas periferias

El Boletín de Obras Públicas de febrero de 1927 se refirió a esta


cuestión haciendo hincapié en los inconvenientes para hacerse efecti-
vamente con el terreno, locación disputada con la Universidad de Bue-
nos Aires.184 La situación finalmente fue resuelta con la cesión de otro
terreno en favor de la construcción de la cárcel, ubicado en el periférico
barrio de Villa Devoto, prácticamente en el límite de la ciudad de Bue-
nos Aires, en la manzana delimitada por las calles Nogoyá, Bermúdez,
Tinogasta y otra que aún no tenía nombre y fue creada como parte del
proyecto. De todos modos, había una diferencia considerable en cuan-
to a las dimensiones de ambos terrenos. La nueva locación contaba
con sólo ocho hectáreas, mientras que el terreno de la Chacarita tenía
veinte, de las cuales se utilzarían doce. La diferencia de superficie y de
forma del emplazamiento obligó a René Villeminot a una considerable
reformulación del planteo (Figura 4.32).

Figura 4.32: René Villeminot. Planta de conjunto de la Cárcel de Contraventores,


1923. Fuente: Boletín de Obras Públicas, 1927: 160.

184 Ministerio de Obras Públicas, (1927). La nueva Cárcel de Encausados y Contraven-


tores de la Capital Federal.

153
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Así, la tipología se mantuvo pero la separación entre hombres y mu-


jeres resultaba más taxativa en tanto que no existían áreas comunes
entre ambos sectores. La sección más grande, con acceso por la calle
Bermúdez, era la destinada a hombres que ingresaban primero a la
administración, luego al área de cocina, panadería y fidereria y, final-
mente, a la galería central que comunicaba los pabellones entre sí. Se
proyectaron, además, pabellones de reclusión en común, así como con
aislamiento celular; en este último caso, los patios de separación tam-
bién eran celulares. La capacidad no ha variado sustancialmente, se
incrementó en 65 detenidos. Como en el caso anterior, se proyectó la
enfermería como un edificio autónomo, con patios celulares y un patio
común, y se agregó, con respecto al proyecto anterior, un pequeño
edificio destinado a alienados en observación que contaba también
con patio común y patio celular.
El sector de mujeres tenía servicios similares, con algunas diferen-
cias. Se ha contemplado tanto a adultas como a menores en pabellones
separados. Como veníamos observando, se ha dispuesto una parte del
volumen de acceso, sobre la calle Tinogasta, para una capilla y las fun-
ciones administrativas. La cantidad de presas aumentó a 560 detenidas.
A la fecha de la publicación del Boletín de Obras Públicas, la cárcel
estaba aún en construcción, la calle proyectada no existía y la calle
Bermúdez todavía no estaba pavimentada. En efecto, Fortunato Troisi
señaló que la construcción de la cárcel contribuyó a acelerar la urba-
nización de las zonas aledañas, incluso a la sustitución del alumbrado
a kerosene por alumbrado eléctrico,185 no obstante, al momento de
la inauguración del primer pabellón en 1927, los alrededores seguían
siendo en su mayoría calles de tierra, y el barrio en general un gran
descampado (Figura 4.33).

185 Troisi (1979): 40.

154
4.2 Las nuevas periferias

Figura 4.33: Cárcel de Contraventores de Villa Devoto en 1927. Nótese la ausencia


de construcciones de algún tipo en el entorno inmediato. Fuente: Ministerio de Obras
Públicas, (1928). Estudios y proyectos: 314.

En paralelo a las disputas y el inicio del proyecto de la cárcel de De-


voto, se produjo la formulación del nuevo Código Penal en 1921, lo
que provocó una revisión profunda de las instituciones penales. La
promulgación de este Código, según el proyecto de la Comisión de
Legislación Penal y Carcelaria de 1925, acentúa el déficit del sistema
carcelario. Bajo nuevos paradigmas, el Código reducía las penas cor-
porales a dos tipos: reclusión y prisión, lo que impulsó a modificar el
destino de algunos establecimientos, entre ellos, la nueva Cárcel de
Contraventores de Villa Devoto que en ese momento se encontraba en
construcción, y la desaparición de otros cuyo estado ya era calamitoso.
El proyecto planteaba así una serie de transformaciones que esta-
blecerían una nueva estructura punitiva en relación con el territorio de
la ciudad de Buenos Aires. Las alcaldías y asilos dependientes de la

155
CAPÍTULO 4: LA CÁRCEL Y EL PARQUE

Policía serían suprimidos y reemplazados íntegramente por la cárcel de


Devoto, mientras que la Prisión Nacional de la calle Caseros se trans-
formaría en la única Cárcel de Encausados de la Capital.
Lo cierto es que con la construcción de la cárcel proyectada por
René Villeminot concluyó un proceso de desplazamiento de las fronte-
ras intangibles de la ciudad que coincidían en ese momento con el bor-
de institucionalmente determinado en 1888 y definido por la avenida
General Paz. La posibilidad de expulsión de nuevos objetos carcelarios
quedaba, de esta manera, descartada, mientras que la consolidación
urbana progresivamente iría ocupando los alrededores de la cárcel, es-
tableciendo marginalidades aún visibles hasta nuestros días.
En los 27 años que separaron el cambio de siglo con el proyecto
de Villeminot, pudimos observar un proceso de transición entre pa-
radigmas tipológicos de cárceles proyectadas en emplazamientos de
gran envergadura, reflejo del enorme crecimiento de la población de
la ciudad. El pasaje de la amplitud tipológica que vimos en capítulos
anteriores no sucedió en forma inmediata, pero culminó con un relati-
vo consenso en la adopción del tipo “poste de telégrafo”, vinculado a
la arquitectura hospitalaria, que se consideró desde el proyecto Bus-
chiazzo en adelante. Tanto en este como en los otros proyectos que
hemos estudiado en el presente capítulo, pudimos analizar un proceso
de sustitución de las periferias al sur y al norte de la ciudad por nue-
vos emplazamientos en el oeste. Este no fue un cambio que consideró
únicamente el proceso de expansión de la ciudad, sino también una
inversión del paradigma en la influencia del entorno sobre el objeto
carcelario y viceversa.
Dicho paradigma volvería a cambiar con el cierre de la etapa de or-
ganización “descentralizada” del sistema penitenciario en 1933, cuan-
do la ley n.º 11.833 de Organización Carcelaria y Régimen de la Pena
creó la Dirección General de Institutos Penales, ampliando la escala
territorial al generar las bases del Servicio Penitenciario Federal.

156
CONCLUSIONES

LA CIUDAD Y LA CÁRCEL

Si bien los espacios de reclusión, construidos o proyectados, fueron


los protagonistas de este relato, ha sido siempre la ciudad y sus deve-
nires la que hemos mirado con mayor atención, sólo hemos cambiado
el lugar desde donde se observa.
Este cambio nos ha permitido apreciar las diferentes percepciones
e imaginarios sobre los lugares de la ciudad que han sido pensados
para recibir proyectos de cárceles. También nos ha llevado a reflexionar
sobre el valor transformador que podían tener ciertos programas arqui-
tectónicos sobre los individuos y sobre el medio urbano según quién
los analizara.
Sobre el abordaje de la relación cárcel-individuo nos hemos ocu-
pado en parte en el primer capítulo. Hemos podido observar, a través
del análisis del sistema penal y las distintas instituciones estudiadas,
que dicha relación excede ampliamente la vinculación entre cárcel y
sistema de producción que la perspectiva neomarxista pretendía como
vía de entrada para estudiar las prisiones.
Si bien el trabajo, industrial primero y rural después, permanece
como parte del “tratamiento moral” del sujeto, pudimos ver que mu-
chos de los proyectos arquitectónicos no contemplaron esta dimensión
sencillamente porque el sistema disciplinario no vinculaba determina-
das penalidades con la obligatoriedad del trabajo en la cárcel. Por otra
parte, aquellas instituciones que sí contaban con talleres no pudieron
utilizarlos en su totalidad, principalmente por la mixtura del régimen, que
desvirtuaba la concepción misma del dispositivo arquitectónico, y por la
falta de encargos desde los distintos organismos estatales, a excepción
tal vez del taller de imprenta de la Penitenciaría Nacional. Por tal motivo,

157
CONCLUSIONES

el trabajo de los encarcelados en la ciudad de Buenos Aires nunca sir-


vió como sistema de presión para regular el trabajo extramuros, ni desde
los costos ni desde la creación de un excedente de mano de obra.
Ahora bien, si pensamos en la prisión desde una perspectiva fou-
caultiana, como el espacio diseñado para poder ejercer determinadas
relaciones de poder que pudieran tener un efecto normalizador sobre los
individuos, también advertimos que esta mirada para el caso de nuestra
ciudad se encuentra con una serie de problemas. Como hemos mencio-
nado anteriormente, la tergiversación del régimen y el cambio de función
indiscriminado ocurrido en las instituciones carcelarias locales nunca
permitieron una ejecución óptima del paradigma moralizador reclusión-
educación-trabajo. La forzada convivencia colectiva de distintos tipos de
criminales en instituciones pensadas para el aislamiento individual (Peni-
tenciaría Nacional) o directamente no diseñadas para contener a ciertos
tipos de delincuentes (caso de la Cárcel de Menores al ser convertida
en Prisión Nacional), atentó contra el paradigma y transformó a la prisión
en un elemento que permitía el control social y la separación de los indi-
viduos no deseados, más no la reinserción en el medio urbano.
Resulta notorio, entonces, el desfasaje entre la necesidad de la ciu-
dad de contar con instituciones específicamente diseñadas, en cuanto
a dimensión y régimen punitivo, y la capacidad real de reacción en la
creación de nuevos establecimientos para afrontar dicha necesidad.
Esto conllevó un nacimiento frustrado de muchos de los dispositivos
arquitectónicos que hemos analizado que, como en el caso de la Pe-
nitenciaría Nacional, no pudieron funcionar en forma idónea en ningún
momento de su historia, o como en el caso de la Casa de Corrección
de Menores Varones que, al erigirse en un lapso largo de tiempo y po-
nerse en función sin haber sido concluida, facilitó fugas que ayudaron
a fortalecer un imaginario de inseguridad en torno al edificio incluso
luego de finalizado el proceso de construcción.
Este aspecto entra fuertemente en diálogo con uno de los presu-
puestos que planteábamos al principio de este trabajo. Una de nues-
tras inquietudes era analizar si efectivamente la presencia de los edi-
ficios carcelarios tenía un impacto negativo en su entorno inmediato y

158
LA CIUDAD Y LA CÁRCEL

llevaba a la conformación de sectores de inmoralidad e ilegalidad en


los alrededores de la prisión. La historia recorrida nos ha permitido ver
que, en los casos de objetos materializados, la presencia de la prisión
no revirtió el carácter marginal de los fragmentos urbanos donde se im-
plantó, estableciendo relaciones con los arrabales preexistentes, como
fue el caso del barrio de Las Ranas, o incluso modificando e invirtiendo
el carácter de determinados espacios de la ciudad, como fue tempo-
ralmente el caso del Parque 3 de Febrero. De esta manera, la idea de
“moralizar” ciertos fragmentos urbanos a partir de instaurar un orden en
el desorden no pudo concretarse sino que además retrasó el proceso
de consolidación urbana en los alrededores de la prisión.186
La premisa de asignar un rol protagónico a la prisión en el periodo
analizado nos ha permitido confirmar que las cárceles no fueron sólo
un programa utilitario. Discursivamente fueron dispositivos materiales
capaces de transformar e integrar a los individuos mediante la puesta
en práctica de una “disciplina en el comportamiento” a través de una
“disciplina en el espacio”.
La cantidad y variedad de proyectos aquí presentados dan cuenta
de la importancia que adquirieron las prisiones para solucionar el pro-
blema de la “cuestión social”, uno de los grandes temas de este perío-
do, que incluye otros espacios de reclusión, como los hospicios y los
asilos de distinto tipo, y que fueron cambiando de morfología en pos de
encontrar “la forma perfecta” para servir a la transformación moral de
los individuos recluidos en ellos. Este tipo de abordaje permitiría repen-
sar la Historia de la Arquitectura y del desarrollo urbano de la ciudad de
Buenos Aires ya que consideraría nuevas líneas de investigación que
tomarían a todos estos programas, ya no en forma aislada, sino como
partes de una lógica que agrupó intencionalmente a los edificios re-
clusivos y estableció, al menos en el plano de las ideas, determinados
sectores de la ciudad ligados a la asistencia de los excluidos por parte
de ciertos organismos del Estado. Nuestra premisa sobre la capacidad
de los sucesivos proyectos para condensar una imagen de ciudad en

186 Una entrada posible a este proceso de urbanización puede verse en Ruiz Diaz (2015).

159
CONCLUSIONES

su dimensión espacial y social, se vincula con esta última idea. La elec-


ción de fragmentos urbanos para recibir los diversos programas de re-
clusión implicó una lectura de la situación particular de la ciudad en su
totalidad que demarcó una serie de espacios en los que resultaba posi-
ble e incluso beneficiosa la instalación de estos edificios, separándolos
de sectores de la ciudad consolidados o con un carácter ya definido.
La inversión del paradigma urbano como lugar civilizado, por la de la
metrópoli como el lugar del vicio y la disipación en el cambio de siglo tal
vez sea la imagen más representativa que el estudio de la prisión nos ha
permitido leer en relación con cómo se fue modificando el imaginario de
la ciudad. Si al principio existía una relación bilateral entre prisión y ciu-
dad, en la que se depositaba una gran confianza en la capacidad trans-
formadora de estos programas, no sólo de los individuos localizados
intramuros, sino también del entorno inmediato, esta relación se modifi-
caría rotundamente con la búsqueda de medios no urbanos establecién-
dose una relación unilateral del entorno para con el individuo pero no a
la inversa. No obstante, el tipo de institución pensada para el medio rural
no contemplaba el trabajo de los reclusos, por lo que no se pudieron
poner en práctica los supuestos beneficios de las labores rurales. Esto
transformó la operación en una mera expulsión de los condenados hacia
las periferias, situación que permaneció en el tiempo hasta el momento
en que la consolidación de la ciudad penetró en el área de influencia de
la prisión con consecuencias visibles incluso en el presente.
Entendemos que el análisis podría continuarse con la observación
de las implicancias que han tenido las cárceles en los barrios de Parque
Patricios y Villa Devoto, cuyas huellas materiales se mantienen hasta el
presente y siguen sujetas a debate en distintos ámbitos. Sin embargo,
somos conscientes de que el gran cambio en materia penitenciaria que
supuso la Ley de Organización Carcelaria y Régimen de la Pena de
1933, que terminó con el periodo “descentralizado” y abrió el camino al
periodo federal, requiere un abordaje particular y diferenciado del que
hemos establecido en este libro. Aun así esperamos haber sentado las
bases teóricas y metodológicas para proseguir éste y otros estudios
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• Ludwig, P. (1897). Plano de la Ciudad de Buenos Aires y distrito federal. Consultado en
Biblioteca Nacional Mariano Moreno, <http://catalogo.bn.gov.ar/F/6XBFQVC6Y
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• Romero, J. M. (1824). Plano topográfico de Buenos Aires y sus suburbios. En Aliata,
F. (2006). La ciudad regular: Arquitectura, programas e instituciones en el
Buenos Aires posrevolucionario, 1821-1835, (p. 109). Buenos Aires, Argentina:
Universidad Nacional de Quilmes-Prometeo.

5. Municipales, Actas y Memorias institucionales

• AA. VV. (1908). La Penitenciaría Nacional de Buenos Aires juzgada en el extranjero.


Buenos Aires, Argentina: Talleres gráficos de la Penitenciaría Nacional.
• AA. VV. (1914). Trabajos y Actas del Congreso Penitenciario Nacional. Buenos Aires,
Argentina: Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional.
• Anchorena, J. M. P. (1938). Plan de traslado de la Penitenciaría Nacional y construcción
de Colonias Penales. Buenos Aires, Argentina: Edición del Ministerio de Justicia
e Instrucción Pública.
• Cámara de Diputados, (1910). Cárcel modelo en Martin García y en la Isla de los
Estados – Venta de la Penitenciaría Nacional. Exp. N.º 62.
• Cámara de Diputados, (1913). Construcción de un edificio para cárcel de contraventores.
Exp. N.º 11.
• Cámara de Diputados, (1916). Establecimientos carcelarios. Exp. N.º 250.
• Cámara de Diputados, (1922). Construcción de una cárcel de contraventores en esta
Capital. Exp. N.º 57.
• Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires (1876) Memoria del Presidente de la
Comisión Municipal al Concejo. Buenos Aires, Argentina: Imprenta de El Nacional.
• Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, (1889). Censo General de población,

168
BIBLIOGRAFÍA, FUENTES Y ARCHIVOS

edificación, comercio e industrias de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires,


Argentina: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco.
• Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, (1904). Censo General de población,
edificación, comercio e industrias de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires,
Argentina: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco.
• Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, (1910). Censo General de población,
edificación, comercio e industrias de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires,
Argentina: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco.
• Congreso Nacional, (1884). Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Tomo I.
Buenos Aires, Argentina: Imprenta y Encuadernaciones de Stiller & Laass.
• Congreso Nacional, (1886). Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Buenos
Aires, Argentina: Imprenta de la Tribuna Nacional.
• Congreso Nacional, (1886). Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Buenos
Aires, Argentina: Imprenta de la Tribuna Nacional.
• Congreso Nacional, (1892). Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Buenos
Aires, Argentina: Imprenta “General Belgrano”.
• Congreso Nacional, (1892). Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Buenos
Aires, Argentina: Imprenta “General Belgrano”.
• Congreso Nacional, (1910). Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, Tomo
I Sesiones Ordinarias. Buenos Aires, Argentina: Establecimiento Tipográfico “El
Comercio”.
• Departamento de Obras Públicas de la Nación, (1891). Memoria del Departamento de
Obras Publicas de la Nación, 1885-1888, Tomo III. Buenos Aires, Argentina:
Imprenta “La Universidad”.
• Estado de Buenos Aires, (1854). Constitución del Estado de Buenos Aires. Buenos
Aires, Argentina: Imprenta de José Jacquin Desanzon.
• Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, (1892). Memoria presentada al
Congreso Nacional. Buenos Aires, Argentina: Imprenta de la Penitenciaria Nacional.
• Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, (1899). Memoria presentada al Congreso
Nacional. Buenos Aires, Argentina: Imprenta de la Penitenciaría Nacional.
• Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, (1913). Proyecto de Reformas Carcelarias,
Informe de la Comisión Especial. Buenos Aires, Argentina: Talleres Gráficos de la
Penitenciaría Nacional.
• Ministerio de Obras Públicas, (1927). Boletín de Obras Públicas e Industrias, República
Argentina. Buenos Aires, Argentina: Edición propia.
• Ministerio de Obras Públicas, (1928). Memoria presentada al Honorable Congreso
(1927-1928), Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Imprenta de la Penitenciaría
Nacional.
• Provincia de Buenos Aires, (1872). Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados.
Buenos Aires, Argentina: Imprenta de “La Prensa”.
• República Argentina, (1904). Registro Nacional, Tercer Cuatrimestre. Buenos Aires,
Argentina: Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional.
• República Argentina, (1910). Registro Nacional, Tercer Trimestre. Buenos Aires,
Argentina: Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional.

169
BIBLIOGRAFÍA, FUENTES Y ARCHIVOS

Archivos, Bibliotecas y reservorios consultados

• Archivo General de la Nación.


• Biblioteca Andrés Blanqui del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas
“Mario J. Buschiazzo” de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la
Universidad de Buenos Aires.
• Biblioteca del Congreso de la Nación.
• Biblioteca de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de
Buenos Aires.
• Biblioteca de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de
La Plata.
• Biblioteca de la Sociedad Central de Arquitectos.
• Biblioteca Esteban Echeverría de la Legislatura Porteña.
• Biblioteca Nacional de Maestros.
• Biblioteca Nacional de España.
• Biblioteca Nacional de Francia.
• Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina.
• Centro de Documentación e Información del Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas.
• Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública del Ministerio de
Hacienda y Finanzas Públicas.

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OTROS TÍTULOS DE LA SERIE

Horacio Caride Bartrons.


Lugares de mal vivir. Una historia cultural de los prostíbulos de
Buenos Aires, 1875-1936

Johanna Natalí Zimmerman.


Mario Buschiazzo y la “arquitectura americana contemporánea”,
1955-1970

David Dal Castello.


La ciudad circular. Espacios y territorios de la muerte en Buenos
Aires, 1868-1903

Constanza Inés Tommei.


De “ciudad huerta” a “pueblo boutique”. Territorio, patrimonio y
turismo en Purmamarca, 1991-2014

Julieta Perrotti Poggio.


La formación de jóvenes investigadores en Arquitecura.
Saberes, vínculos y deseos
Se terminó de imprimir en Octubre del 2018
en Imprenta Dorrego SRL,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
con una tirada de 200 ejemplares.

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