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En ella encontrará el catálogo completo y comentado
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Obesidad infantil
¿Qué hacer desde la familia?
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Ilustraciones: Pedro Otero
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid
Tel.: 91 593 20 98
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Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las
leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de
recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por
cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A.
ISBN: 978-84-995802-5-8
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Índice
Prólogo
Introducción
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Perspectiva actual
Causas de la obesidad
La obesidad como resultado de hábitos inadecuados
La obesidad se refuerza a sí misma
Modelos multifactoriales en la explicación de la obesidad infantil
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8. Tratamientos especializados para la obesidad
Psicológicos
Farmacológicos
Quirúrgicos
Bibliografía
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Prólogo
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diferentes ámbitos que la impulsan. En 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
declaró la obesidad epidemia global.
La prevalencia de obesidad en los niños y jóvenes alcanza aún un aumento superior
que en los adultos. Se estima que en el mundo hay 22 millones de niños obesos de edad
inferior a los 5 años.
Los niños obesos tienen muchas más probabilidades de permanecer como tales en la
edad adulta, además de sentirse excluidos de muchos ambientes, tendrán mayores
dificultades para hacer ejercicio físico, se verán peor estéticamente y estarán mucho más
alejados del modelo corporal al uso. Sin embargo, es más fácil corregir este problema en
edades jóvenes que en otros momentos.
A pesar de la conciencia del problema de la obesidad, poco se ha hecho hasta la
fecha para prevenirlo. A lo sumo, se ha dado información sobre las consecuencias físicas
del problema y se han mostrado nociones de nutrición y ejercicio físico.
En este libro, José Ignacio Baile, que es un estudioso de la imagen corporal, los
trastornos del comportamiento alimentario y que conoce a fondo la problemática que la
obesidad puede causar en la infancia y la adolescencia, aborda seriamente pero también
comprensiblemente el problema de la obesidad infantil. Su formación como psicólogo va
unida a una gran experiencia en la docencia que le permite abordar éste y otros
problemas.
En este libro se describe qué es la obesidad, cómo prevenirla, evitarla y tratarla. De
manera didáctica enseña a medir el sobrepeso y la obesidad y a discriminarlo de lo que
podría convertirse en un problema sin causa (preocupación exagerada por el peso si se
está en un rango normal). Aborda las posibles causas de obesidad e informa de los
conceptos nutricionales básicos en la infancia. El aspecto más crucial es el de qué puede
hacerse en la familia cuando hay un niño obeso.
A mi entender es un libro que permite enfrentarse al problema que va a tener que
resolver la sociedad de manera importante en un futuro próximo y que permitirá vivir con
una mayor libertad las imposiciones exageradas de un sociedad consumista que por un
lado incita a la ingesta exagerada de alimentos no necesariamente nutritivos y por ende,
engordantes y por otra parte propone unos modelos estéticos exageradamente delgados y
frustrantes.
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Introducción
Este libro quiere ayudar a las familias de niños que tienen sobrepeso, o incluso obesidad,
a superar este problema.
Hace unas pocas décadas un niño “gordito” era bien visto, pues hasta hace poco se
relacionaba el estar rellenito con salud y con felicidad, pero desde hace unos años hemos
descubierto que el sobrepeso tiene importantes consecuencias negativas. Muchas
enfermedades se asocian al exceso de grasa corporal, enfermedades muy debilitantes y
peligrosas. Por ejemplo, las personas adultas con obesidad tienen menor esperanza de
vida que las personas no obesas.
Pero no sólo las enfermedades físicas están asociadas a la obesidad, dado que
nuestra sociedad rechaza la gordura y propone la delgadez como el ideal a perseguir, las
personas con sobrepeso terminan también por tener problemas de autoimagen y
autoestima. Un aspecto muy importante de la obesidad infantil, que hace que dirijamos
especialmente la mirada hacia ella, es que además de tener consecuencias para la etapa
en que se sufre, tiene consecuencias para el futuro. Ser obeso en la infancia aumenta el
riesgo de ser obeso en la juventud y en la adultez.
Por todo ello conviene prevenir la obesidad infantil, y en ello están empeñadas en los
últimos años diferentes autoridades sanitarias, como el Ministerio de Sanidad español,
que durante el año 2005 puso en marcha una campaña específica de prevención de la
obesidad en esta etapa de la vida. Dichas autoridades proponen intervenir por dos
importantes razones: el incremento preocupante en cuanto al número de niños obesos en
nuestra población, y el fuerte impacto que dicha obesidad tiene en la salud de cada
infante.
Este libro trabaja la prevención, aunque de forma secundaria. Aporta
fundamentalmente pautas y estrategias para saber si un niño tiene excesivo sobrepeso, y
qué podría hacer una familia al respecto para intentar disminuirlo y mejorar la salud
integral del niño.
A continuación se señala una guía rápida de consulta del libro:
– ¿Tiene dudas sobre si su hijo es obeso o no? Vaya al capítulo 2, donde podrá
comprobar a través de un sencillo cálculo y unas tablas de referencia, el
estado de salud de su hijo respecto al sobrepeso u obesidad.
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– ¿Desea conocer cuáles son los efectos perjudiciales de la obesidad en un
niño? Diríjase al capítulo 3, donde podrá observar algunos de los trastornos
de salud asociados a este problema.
– ¿Tiene un hijo que no es obeso y le gustaría saber cómo prevenir que lo sea?
Entonces le recomendamos que lea el capítulo 5, y el texto 4 del capítulo 9, en
ambos apartados encontrará recomendaciones sobre hábitos familiares
referentes a la alimentación, así como información nutricional básica en la
infancia.
– ¿Desearía hacer algo para reducir la obesidad de su hijo? El capítulo 6 se
dedica a realizar un análisis de por qué su hijo puede ser obeso y elaborar un
plan de intervención familiar.
– ¿Le gustaría saber cómo afrontar algunos problemas de su hijo asociados
con la obesidad? Lea el capítulo 7, donde puede encontrar interesantes ideas
para ayudar a su hijo o para que la familia actúe bien en este tema.
– Si desea seguir conociendo más sobre el tema de la obesidad infantil, el
capítulo 9, con anexos documentales, le proporciona interesante información
adicional así como referencias a otros libros donde puede ampliar su
documentación.
Este libro es sencillo, directo y claro, para que pueda ser seguido con facilidad por
cualquier padre preocupado por la salud de su hijo con sobrepeso. Por ello y para no
hacerlo excesivamente técnico se ha optado por algunas estrategias lingüísticas, que sin
ser del todo oportunas, sí que nos van a ayudar en este objetivo de claridad. Por
ejemplo, cuando hablamos de niño o niños, nos referimos evidentemente a niños y niñas,
y si decimos padres, incluye al padre y a la madre. De igual forma, aunque existe una
diferencia significativa entre sobrepeso y obesidad, a veces se utilizarán indistintamente
estos términos.
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César
César tiene ahora 10 años y es el hijo pequeño de un matrimonio joven, tiene una
hermana tres años mayor que él. Su padre y su madre están últimamente preocupados
con él debido a su peso, en la actualidad mide 1,42 m y pesa 50 kg.
Desde que tenía 2 o 3 años, César siempre presentó una “tendencia” a engordar, y
ellos sabían que tenía sobrepeso. Nunca le habían dado especial importancia, pero ahora
ha surgido un problema importante. Hace un mes que César no quiere ir al colegio, desde
que una tarde volvió de la escuela llorando por algo que le ocurrió en el patio. Al parecer
los compañeros de clase habían decidido jugar un partido de fútbol, y dos de ellos habían
ido eligiendo a los compañeros para formar parte del equipo. Ninguno de ellos lo eligió a
él. Mientras, oía comentarios como “el gordo para tu equipo” o “al gordo lo usamos de
balón…”, y él se sintió muy mal y se fue a casa.
Ese día su familia descubrió que era habitual que a César le insultaran e hicieran
bromas por su aspecto físico, que él callaba, hasta hoy, que ya no ha podido aguantarlo
más.
Ahora plantean llevarle al médico para ver que se puede hacer para reducir su
sobrepeso y evitar estos problemas que están surgiendo, y recuerdan los comentarios de
algunos familiares que les decían que debían haber actuado antes con el tema del
sobrepeso de César, pero como se le veía tan feliz y tan “sanote”, nunca creyeron que
fuera necesario; pensaban que conforme se hiciera mayor ya se “estiraría”.
Daniel
El padre de Daniel siempre tuvo sobrepeso, provenía de una familia en la que claramente
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todos tenían sobrepeso, pero tanto él como su mujer no creen que la obesidad de Daniel
sea por “herencia”.
Para la madre de Daniel, los problemas surgieron cuando dejó de tomar la leche
materna y empezó a tomar biberones y papillas. Daniel era muy especial y le costaba
mucho comer la comida preparada, lo que desesperaba a su madre. Empezó a poner miel
o azúcar para conseguir que se endulzara el sabor y le gustara más, así conseguía que
comiera lo que le había preparado.
Cuando empezaron con los alimentos sólidos y a comer “de plato”, Daniel siguió
siendo muy “raro para comer”, no quería hortalizas, ni verduras, y de frutas ni hablar,
pero sí que comía con ganas guisos muy condimentados, postres lácteos y dulces. Su
madre y su padre, con tal de “no oírle berrear” y porque comiera algo, le daban al final lo
que le gustaba. Además, por sus horarios de trabajo, no tenían mucho tiempo como para
estar “perdiendo el tiempo” a la hora de comer. Ambos veían que Daniel estaba más
gordito que sus compañeros del colegio, pero pensaban que no era preocupante, y que
cuando llegara a la adolescencia adelgazaría.
Daniel engordó mucho entre los 2 y los 10 años, y a ello contribuyó su rechazo por
la actividad física, y por hacer actividades que requirieran esfuerzo. Ahora, cuando los
padres piensan en ello, sospechan que realmente no es que él tuviera rechazo a esas
actividades, sino que el mismo sobrepeso hacía que para él fueran muy desagradables.
Daniel a los 10 años pesaba 48 kg, y su diversión más habitual era salir del colegio
por la tarde, comprarse una bolsa enorme de golosinas, y sentarse en el patio a ver cómo
sus compañeros jugaban al fútbol u otros juegos.
Aunque varios médicos habían advertido a la madre y al padre de que el nivel de
obesidad era peligroso, cualquier intento de “dieta” o potenciación del ejercicio físico
terminaba en fracaso.
Ahora estaban enormemente preocupados, la señal de alarma había venido del
colegio. Les llamó la profesora de educación física. Daniel, en una actividad de clase
donde había que correr un poco se había sofocado mucho, puesto muy rojo, y con
sudores fríos. Les recomendó que lo llevaran de nuevo al médico y que actuaran de
forma contundente con respecto a la obesidad del niño, pues ya empezaba a ser
alarmante.
Marta
Marta nació ya grande, pesó 3,750 kg y medía 51 cm cuando vino al mundo. Sus padres
recuerdan que de bebé fue una niña muy guerrera, lloraba mucho, inquieta, dormía mal,
pero tenía una “gran ventaja” con respecto a otros bebés: que nació con una gran
voracidad; tanto con la alimentación natural como cuando comenzó con la comida
preparada, Marta se comía todo desde pequeña.
Ese buen apetito siguió durante toda la infancia; le gustaban todos los alimentos. No
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es que fuera especial para comer, y sólo comiera cosas muy sabrosas, esa buena
disposición a la comida se dirigía hacia legumbres, verduras, guisos, carne, pescado. Sus
padres sí señalan que no tenía especial predilección por dulces o golosinas. Para ellos
resultaba bastante complicado limitarle la comida, pues “comía tan bien” y todo lo que
se le ponía, que “cómo controlarle y dejarle con hambre”.
Marta tuvo algunos problemas en el colegio con la educación física, pues era más
lenta y torpe que el resto de sus compañeros, y en algún momento recibió alguna burla
por su aspecto. Pero su carácter afable hizo que sobrellevara estos inconvenientes sin
mayor trascendencia.
Todo ello hizo que durante toda esa etapa tuviera un sobrepeso importante, por
ejemplo, a los 4 años medía 1,2 m y pesaba 45 kg, y a los 13 años medía 1,65 m y
pesaba 74 kg.
Cuando llegó la adolescencia, y la imagen corporal adquirió una importancia
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especial, ella fue quien decidió empezar a controlar su alimentación y reducir ciertos
alimentos y su cantidad, todo ello bajo supervisión de su familia, que no dejaba que se
convirtiera en un problema. Esta reducción de ingesta calórica, y el estirón que dio, le
han permitido llegar a sus 19 años actuales con una figura bastante esbelta, pues mide
1,72 m y pesa 59 kg.
Si se le pregunta a su padre y a su madre cuáles son las razones por las que Marta
durante su etapa infantil tuvo ese sobrepeso, ellos ven claramente dos. Por una parte su
constitución física grande y tendiente al sobrepeso, que también se observa en sus
abuelos y tíos por ambas familias, y por otra parte ese apetito natural.
Dana
Dana fue una niña gordita desde que nació y hasta los 10 años, según cuenta su madre,
Laura. El problema, al parecer, estaba en que Dana se crió durante mucho tiempo con su
abuela, pues Laura la tuvo soltera y tenía que pasar gran parte del tiempo trabajando.
Según Laura, la abuela la sobrealimentó y la acostumbró a muchos caprichos, que
tuvieron diversas consecuencias; entre ellas la obesidad.
Aunque Dana era una niña feliz, y no tenía especiales problemas por su obesidad,
Laura decidió actuar. En una revisión con el pediatra, éste le informó de los riesgos de
salud que estaba sufriendo su hija, y le propuso que debía intervenir antes de que tuviera
algún problema importante.
El plan de intervención requirió algunos cambios en la vida de Laura, pues decidió
que a partir de ese momento cambiaba su horario laboral para comer en casa todos los
días y controlar la alimentación de su hija, así como intentar instaurar algunos hábitos
sanos. De igual forma, tomó la decisión de que los fines de semana iban a hacer
excursiones por la ciudad caminando, visitando parques, museos, tiendas, etc. Tuvo
también que controlar las suculentas meriendas que le seguía dando la abuela cuando ella
no estaba.
El plan de Laura no era muy sofisticado, y en principio no dio resultados fantásticos,
pero poco a poco Dana fue perdiendo peso, que junto al crecimiento natural, le sirvió
para estirar su figura, dejando de ser una niña gordita para tener un peso normal.
Dana tiene ahora 14 años y la obesidad no es un problema para ella.
Como se ha visto y como se verá a lo largo de este libro, no se puede tener una visión
simplista de la obesidad infantil, y afirmar sencillamente que se debe a que “el niño come
demasiado”. La influencia de la herencia y de los hábitos de toda la familia se pueden
intuir como responsables en los diferentes casos del exceso de peso.
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Analizar historias personales nos permite abandonar explicaciones simplistas de por
qué un niño es obeso. Igualmente, debe ayudarnos para entender cómo evoluciona este
problema de salud:
– Hay niños obesos en la infancia, que sin realizar una intervención (en especial
por las familias) corrigen su problema de forma natural a partir de la
adolescencia.
– Hay otros niños que prolongan su obesidad desde la infancia a la juventud y
posteriormente a la vida adulta. La cuestión en estos casos es buscar el porqué
y plantear qué podemos hacer para evitar y reducir ese problema.
– En otros casos, familiares que reconocen que el sobrepeso y la obesidad infantil
es un problema grave, asumen la responsabilidad de actuar para reducirla. En
ese intento, y en la mayoría de los casos, descubren que no es un cambio en
la alimentación o estilo de vida del niño afectado, sino que implica un cambio
en los hábitos familiares, y que sólo desde ese enfoque se consigue ser eficaz.
A estos familiares “responsables” va dirigida prioritariamente la información de
este libro.
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FIGURA 1.2. Encuesta Nacional de Salud 2003. Datos de peso en porcentajes de la población infantil.
De los datos de la figura 1.2, más otros aportados por la Encuesta Nacional de Salud
de 2003, podemos obtener reflexiones como las siguientes:
Los datos son realmente crudos, tenemos una población infantil con evidentes
problemas de sobrepeso e incluso obesidad, nada menos que 1 de cada 3 de nuestros
infantes. La propia encuesta de salud avanza posibles causas constatando importantes
déficit en ciertos hábitos de vida, como son el tipo de alimentación y el sedentarismo,
pero esto lo veremos más despacio cuando hablemos de las causas de la obesidad.
Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2003, uno de cada tres infantes en España padece sobrepeso
u obesidad.
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Definamos la obesidad
Cuando se ve a una persona, infante o adulto, con una gran masa corporal casi nadie
tiene dudas en considerar que esa persona es obesa. La acumulación de grasa cuando es
extrema no genera dudas para ser llamada obesidad, o cuando la falta de masa corporal
es acusada también se puede hablar sin dudas de delgadez extrema y enfermedad. Pero si
no nos referimos a los extremos, el problema para definir cuándo alguien tiene sobrepeso
o cuándo tiene obesidad es más difícil.
La tendencia general es confundir obesidad y peso, cuestiones que no son
equivalentes. Podemos encontrarnos con una persona que tenga mucho peso y no sea
obesa, porque dicho peso es masa muscular debido a que realiza mucha actividad física;
por ejemplo, algunos deportistas pesan mucho porque desarrollan mucho sus músculos,
pero no porque tengan exceso de grasa. E igualmente, una persona que no tenga un peso
muy excesivo, podríamos llegar a considerarla obesa si su cantidad de grasa acumulada
con respecto al resto del cuerpo es elevada. Aunque evidentemente existe una importante
relación entre la obesidad y el peso, no siempre pueden hacerse equivalencias de forma
automática. A este respecto también conviene recordar que la grasa corporal tiene poca
densidad en comparación con otros tipos de tejidos corporales, como el muscular o el
óseo. Eso quiere decir que la grasa “ocupa mucho” pero pesa poco, en comparación, por
ejemplo, con los músculos. El peso, junto a otros valores que ya veremos, puede ser un
indicador más de la obesidad, pero no el único.
En la actualidad existe un consenso en la comunidad científica para definir la idea
básica de qué es la obesidad. Menos consenso hay para establecer los límites que para
decir que una persona ha pasado de estar delgada a tener un peso normal o que ha
pasado de normal a ser obesa. En el cuadro 2.1 se han recogido varias definiciones de
obesidad.
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CUADRO 2.1
Distintas definiciones de obesidad
1. Diccionario de Medicina 1:
Obesidad: aumento anormal de la proporción de células grasas, especialmente en las vísceras y en el tejido
subcutáneo del cuerpo. La obesidad hiperplástica está causada por el aumento del número de adipocitos en
un tejido adiposo abundante. La obesidad hipertrófica se produce por un aumento del tamaño de los
adipocitos en un tejido adiposo abundante.
Obeso: individuo corpulento cuyo peso es desproporcionadamente elevado. Desde el punto de vista médico,
se dice que una persona es obesa si su peso corporal supera en un 20% el peso ideal para su edad, sexo, talla
y hábito físico. Considerando que el cuerpo humano “normal” contiene un 25% de grasa, este porcentaje se
dobla para un paciente considerado obeso desde el punto de vista médico (Diccionario Mosby de Medicina).
2. Diccionario de Medicina 2:
Obesidad: Condición clínica que se define como un excesivo peso corporal a expensas del acúmulo de tejido
adiposo blanco. Desde el punto de vista antropométrico, se considera la existencia de obesidad cuando el
índice de masa corporal (peso en kilogramos/talla en metros al cuadrado) supera los 30 kg/m2 (Diccionario
Espasa de Medicina).
Leyendo las diferentes definiciones del cuadro 2.1, podemos obtener una idea
elemental sobre la obesidad, y observar que no se reduce a “pesar mucho”.
Por tanto, propongamos una definición básica que nos sirva en este libro:
✓ Obesidad: Estado físico de una persona que se caracteriza por tener una
excesiva cantidad de grasa corporal en relación al resto de su cuerpo, exceso
que se asocia a problemas de salud física, psicológica y social.
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exceso de grasa genera de forma inmediata, y a largo plazo, problemas de salud, en
cualquiera de sus facetas, ya sea la física (disfunciones cardiovasculares por ejemplo), la
psicológica (baja autoestima entre otros problemas) y social (por ejemplo, rechazo de los
demás por el aspecto).
Con respecto al primer problema diremos que existen técnicas y ciertos aparatos,
que son utilizadas por profesionales, que permiten medir con exactitud la cantidad de
grasa que tiene una persona, pero son técnicas que superan las posibilidades de una
familia normal, que es a quien va dirigido este libro. Por ello no las vamos a explicar
aquí. Por tanto, aunque asumamos que la obesidad es un exceso de grasa, a efectos
prácticos vamos a relacionarla con otro indicador mucho más fácil de obtener, que es el
peso.
Que un niño pese 45 kg, ¿significa que es delgado, normal, obeso? Pues,
evidentemente, sólo con ese dato no se puede saber. Va a depender, por lo menos, de
otras cuatro características:
– Edad.
– Altura.
– Sexo.
– Tipo de constitución física.
Por tanto, el peso en sí mismo y analizado solo, tampoco puede servir para
determinar la obesidad de alguien. Por ello se ha recurrido a mejores índices o
indicadores, que más adelante explicaremos, y que son de fácil cálculo y análisis.
Con respecto al segundo problema, dónde poner los límites de lo que es normal o
no, el método más usual es comparar un caso con su población de referencia. Se ha
asumido por los profesionales de la salud este criterio estadístico. Es decir, si alguien es
como la mayoría de la gente de su sexo y edad, se suele concluir que es normal, en
cuanto a su grasa acumulada. Se dirá que es obesa si supera a la mayoría de las personas
de su sexo y edad, por ejemplo si supera al 90%.
El sistema más extendido para evaluar el sobrepeso y la obesidad es relacionar en
cada edad el peso con la altura. Para ello se realiza una sencilla operación matemática.
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Es lo que se ha denominado Índice de Masa Corporal (IMC) o índice de Quetelet.
Este índice es un valor que relaciona el estado de salud en función del peso. ¿Cómo se
calcula? Para ello existe una fórmula muy sencilla:
Por ejemplo, para una chica que mida 1,70 m y pese 60 kg, se calcularía su IMC
así:
Y este dato de 20,76 ¿qué significa?, ¿cómo se valora? Para personas jóvenes
(mayores de 17-18 años) y adultas, podemos buscar en el cuadro 2.2 donde
comprobaremos si el IMC es adecuado o no. Los criterios de dicha tabla son los
considerados por la Organización Mundial de la Salud.
CUADRO 2.2
Valoración de IMC para adultos
En nuestro ejemplo la chica con 20,76 se sitúa dentro del rango de peso normal.
Recordemos que el cálculo del IMC y la valoración con el cuadro anterior se puede
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aplicar para personas adultas (mayores de 17-18 años).
Para niños, ¿podemos utilizar el IMC? En principio sí. Este índice también es el más
utilizado para determinar de una forma “objetiva” si un niño tiene sobrepeso u obesidad,
pero los valores para comparar son diferentes a los de un adulto y no se podría utilizar el
cuadro 2.2.
¿Cómo procedemos en el caso de niños o niñas? Primero se calcularía el IMC igual
que hemos puesto en el caso anterior. Pongamos un ejemplo. Tenemos a Juan de 10
años que mide 1,42 m y pesa 55 kg, su IMC será:
CUADRO 2.3
Índice de masa corporal y determinación de la obesidad
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La pregunta ahora es ¿cómo sabemos en qué percentil de IMC se encuentra un niño,
o en nuestro ejemplo, en qué percentil se encuentra Juan con su IMC de 24,75?
Debemos recurrir de nuevo a unas tablas donde se han recogido los valores de IMC de
una población infantil y donde consideramos que podemos comparar nuestros datos y
saber qué percentil corresponde para cada valor de IMC. Disponemos de unas tablas
específicas para niños (cuadro 2.4) y para niñas (cuadro 2.5). Dichas tablas han sido
elaboradas a partir de gráficas poblacionales publicadas por el Ministerio de Sanidad y
Consumo español (Cabranes et al., 2000).
En el ejemplo que ponemos de Juan, su IMC era de 24,75. Con este dato se iría al
cuadro de niños, se buscaría su edad en la primera columna, y luego en la fila de su edad
se observaría si su IMC es igual o superior al indicado en la columna que corresponde al
percentil 95 (que es 20,75). Que supere el percentil 95 quiere decir que tiene un IMC
superior al 95% de los niños de su edad. Si tuviera un IMC cercano al percentil 50
significaría que su IMC es similar al de la mitad de los niños de su edad. Tener un
percentil de 95 o superior se traduce en obesidad grave según la clasificación expuesta
más arriba (cuadro 2.3). Por tanto diremos que Juan es un niño extremadamente obeso.
Para dejar más claro cómo se determina la presencia de obesidad en infantes,
realicemos otro ejemplo. Supongamos que Ana de 9 años mide 1,35 m y pesa 34 kg, su
IMC será:
CUADRO 2.4
Percentiles de IMC para niños (adaptado de Cabranes et al., 2000)
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CUADRO 2.5
Percentiles de IMC para niñas (adaptado de Cabranes et al., 2000)
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Con este dato de IMC de 18,68 una persona adulta tendría un peso bajo, según el
cuadro 2.2, pero en el caso de Ana al ser una niña, primero deberíamos saber en qué
percentil se encuentra en comparación con las niñas de su edad. Nos dirigimos al cuadro
2.5 de IMC para niñas, y buscamos la línea de su edad, 9 años. Ahí observamos que su
IMC de 18,68 se encuentra entre los percentiles 75 y el 85, lo que según hemos indicado
más arriba (cuadro 2.3) significaría que Ana tiene sobrepeso, sin llegar a ser obesidad.
En el cuadro 2.6 se puede ver un resumen de este proceso para determinar la posible
obesidad de un niño.
CUADRO 2.6
¿Cómo determinar la posible obesidad de un niño?
1.º Medir al infante, obtener el dato en metros (por ejemplo, 1,40 m).
2.º Pesarle, a ser posible por la mañana antes de desayunar, obtener el dato en kilogramos (por ejemplo, 38
kg).
3.º Calcular el IMC con la fórmula:
En el anterior apartado hemos visto cómo se puede hacer una valoración objetiva de si
un niño tiene obesidad o no. En este apartado vamos a proporcionar un test que sirva de
orientación para conocer si el niño tiene tendencia a la obesidad, en virtud de unos
indicadores que conocemos al respecto por diferentes investigaciones.
De esta forma tendremos dos datos para responder a la pregunta que inicia este
capítulo, ¿cómo saber si mi hijo es obeso? Con la información del apartado anterior
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podemos saber si lo es ahora, y con la información de este test sabremos si tiene
tendencia a serlo aunque no lo sea ahora, dándonos una información muy útil para la
prevención.
No es un test que sirva para hacer un diagnóstico, sino que nos proporciona una
información orientativa y preparatoria para intervenir en las áreas que más adelante se
explicarán. Este test se puede aplicar también a un niño que sea obeso y del que
deseemos saber si tiene tendencia estable a serlo.
Deberán rellenar este test los progenitores o educadores que conozcan bien la
dinámica de vida del niño.
CUADRO 2.7
Test de tendencia a la obesidad infantil
1. El niño nació:
a) Con peso normal.
b) Con ligero sobrepeso.
c) Con bastante sobrepeso.
4. El niño:
a) Come todos los días verduras, hortalizas y frutas.
b) Come algunos días de la semana verduras, hortalizas y frutas.
c) Es muy raro que coma verduras, hortalizas y frutas.
5. El niño:
a) Come, raramente, bollería industrial y refrescos.
b) Come de vez en cuando bollería industrial y refrescos.
c) Come casi todos los días bollería industrial y refrescos.
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6. El niño:
a) Tiene diariamente actividades de ocio que requieren actividad física, como por ejemplo juegos en
la calle.
b) El niño tiende a ser sedentario, pero hace esporádicamente alguna actividad.
c) El niño es muy sedentario, sus actividades de ocio son todas pasivas: televisión, videojuegos,
ordenador, etc.
7. El niño:
a) Practica varios días a la semana una actividad deportiva.
b) Practica algo de deporte, una vez a la semana o menos.
c) Nunca practica deporte.
8. El niño:
a) Duerme regularmente todos los días más de 9-10 horas.
b) Duerme regularmente, pero menos de 9 horas.
c) Duerme mal y a veces pocas horas.
Tipos de obesidad
Hasta ahora hemos podido comprobar si un determinado niño es obeso o no, según los
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valores de la población, o si tiene tendencia a la obesidad. Pero si alguien es obeso,
dentro de esa obesidad ¿se pueden diferenciar tipos?
En principio la obesidad es sencillamente el exceso de grasa, pero si relacionamos
ese exceso de grasa con enfermedades asociadas sí se puede realizar una clasificación de
la obesidad en diferentes tipos, y fundamentalmente según como esté distribuida esa
grasa por el cuerpo. Aunque el exceso de grasa puede distribuirse de forma homogénea
por todo el organismo, se observa que existe tendencia a acumular la grasa en dos zonas
principalmente. Y de esta manera se diferencia entre:
Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la
grasa en el abdomen, generando lo que popularmente se denomina “michelines”
(“lonjitas” en países sudamericanos). Esta tendencia es más común en los hombres, por
eso se denomina androide, y genera una forma corporal que se asemeja a una manzana.
Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la
grasa en las piernas, fundamentalmente en la parte superior, muslos y glúteos. Esta
tendencia es más común en las mujeres, por eso se denomina ginoide, y genera una
forma corporal que se asemeja a una pera.
Se estima que tener tendencia a la obesidad androide o ginoide es una cuestión que
se hereda. En la figura 2.1 puede verse una interpretación gráfica de estos dos tipos de
obesidad.
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FIGURA 2.1. Diferentes tipos de obesidad según dónde tienda a acumularse la grasa corporal.
Aunque a simple vista puede intuirse si alguien tiene obesidad ginoide o androide,
puede hacerse una valoración más precisa. Para ello podrían hacerse dos mediciones con
una cinta métrica: la circunferencia de la cintura, más o menos a la altura del ombligo, y
la circunferencia de los glúteos, más o menos a mitad del trasero. Si la medición de la
cintura es mayor que la de los glúteos hablaremos de androide y si es menor será ginoide.
Diferenciar entre obesidad ginoide o androide, no sólo es una cuestión de estética, es
importante esta diferencia porque ambas obesidades tienen diferentes niveles de riesgo
para la salud. La obesidad androide (tendencia al exceso de grasa alrededor del
estómago), está asociada a más enfermedades y más graves que la obesidad ginoide. Por
ejemplo, los riesgos de enfermedad cardiovascular, complicaciones diabéticas o apnea del
sueño, son mayores en obesidad androide. La obesidad ginoide, como es lógico
sospechar, está más asociada a problemas de riego sanguíneo en las extremidades
inferiores, provocando riesgo de tromboflebitis.
Secundaria
35
En salud, se dice que un trastorno es secundario si es consecuencia de otro. El sobrepeso
y la obesidad pueden ser consecuencia de otras enfermedades o problemas de salud,
siendo, por tanto, consideradas como un signo más de dicha enfermedad. En este caso la
obesidad no es el principal problema, sino la otra enfermedad, y el tratamiento debe
dirigirse principalmente a tratar la enfermedad primaria. En este libro no vamos a
dedicarnos a esta obesidad secundaria, ya que se estima que muy pocos casos de
obesidad infantil se deben a este origen, pero es conveniente que conozcamos su
existencia para no confundir cuáles deben ser los objetivos de intervención.
A continuación exponemos algunas alteraciones de la salud y/o enfermedades que
pueden causar obesidad:
Es importante descartar que la obesidad de un niño no se debe a otra enfermedad, es decir, que no se trata
de una obesidad secundaria. En caso de sospecha, debe ser puesto en conocimiento de un médico para que
realice el posible diagnóstico y tratamiento de la enfermedad principal, y se considere si se requiere alguna
intervención específica para el sobrepeso o no.
Es necesario, por tanto, que una familia que esté preocupada por la obesidad de uno
de sus hijos descarte que se deba a otro tipo de enfermedad. Para ello se pueden tener en
cuenta algunos indicadores que pueden estar avisando de otras enfermedades, como el
origen de la obesidad. Algunos de éstos son:
36
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
No existe un peso exacto que se puede considerar como “el adecuado” para
un recién nacido. Se ha venido en considerar que un recién nacido tiene bajo
peso si su peso es inferior a 2.600 g, y si supera los 4 kg se le considera
“macrosoma” en cuanto a que es “grandote”. Por tanto, el rango de pesos
más comunes está entre 2,6 y 4 kg. Hoy día prematuros de 1 kg o incluso
menos, pueden ser bebés que pueden salir adelante gracias a las nuevas
tecnologías. Evidentemente este dato del peso debe ser valorado con la talla
del recién nacido, que suele estar entre 46 y 54 cm. Los niños suelen pesar
más que las niñas. Es normal que durante la primera semana los bebés
pierdan algo de peso, y que comiencen a ganarlo a partir de la segunda.
37
¿Qué es el “peso ideal”?
38
3
Hasta hace unas décadas el exceso de peso se consideraba como una “complicación” de
salud, algo que podía empeorar el estado físico de una persona o agudizar una
enfermedad. Hoy día el sobrepeso o la obesidad son considerados para muchos
profesionales como una enfermedad en sí misma, incluso ha sido clasificada como tal por
la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS no sólo ha dicho que la obesidad
es una enfermedad sino también que, dado el número de los afectados, es una de las
enfermedades principales de las sociedades desarrolladas.
¿Pero cuáles son los aspectos negativos de tener sobrepeso u obesidad?
Principalmente se podrían clasificar en dos grandes grupos: los efectos en la salud
inmediatos y los efectos a largo plazo. En la figura 3.1 se hace una interpretación gráfica
de este planteamiento.
Efectos inmediatos
39
Los efectos de la obesidad en la salud de un niño, de forma inmediata, están asociados a:
– Diabetes.
– Hipertensión arterial. Se estima que en la actualidad ya el 3% de los niños y
adolescentes tienen hipertensión arterial, y ello debido al incremento de la
obesidad infantil.
– Resistencia insulínica.
– Inicio de enfermedades coronarias.
– Aumento del colesterol LDL, comúnmente llamado colesterol “malo”.
– Arterioesclerosis.
– Insuficiencia pulmonar.
– Las niñas obesas suelen tener menarquia (regla) adelantada.
– Problemas para respirar.
– Dificultades para dormir.
A los anteriores problemas en el ámbito de la salud física hay que añadir los
problemas de salud desde la perspectiva psicológica y social. Señalemos algunos de
ellos.
40
compañeros, y sobre todo las que realizan los familiares, en la formación de la
propia autoimagen. Muchos de los trastornos de la conducta alimentaria que
se dan en la adolescencia se relacionan con experiencias de burlas en la
infancia y primera adolescencia, es decir, que la obesidad va generando un
malestar psicológico, que se traduce en la aceptación de tener una mala
autoimagen y por extensión una menor autoestima.
– Comportamientos sociales poco saludables. Las reacciones que suelen tener
los niños con obesidad que son sometidos a burlas por tener esa imagen
corporal son variadas; muchos lo sobrellevan sin más, pero otros reaccionan
de forma poco saludable. Entre estas reacciones destacamos dos. Aquellos
que buscan compensar el rechazo de los demás por su obesidad, recurriendo a
hacerse “los graciosos”, los “chistosos”, a aceptar atender los caprichos de los
demás, etc., buscando en estas conductas la aceptación y la integración social.
Evidentemente, estas reacciones no son sanas, pues “pervierten” el tipo de
relación que se establece con los demás. También están aquellos que
reaccionan de forma contraria, ya que al sentirse criticados y rechazados, lo
que hacen es aislarse, no querer ir al colegio, no querer salir a jugar con los
compañeros, etc. De igual forma, debemos decir que este tipo de
comportamiento no es saludable, pues el aislamiento social no tiene ningún
efecto positivo, sino todo lo contrario.
Algunos niños obesos son especialmente graciosos, simpáticos, y condescendientes con los deseos de los
demás. Esto, muchas veces, realmente esconde un intento de ser aceptados por los demás, buscando
compensar el rechazo que han sufrido por su imagen obesa. Algunos niños obesos, en este afán de agradar,
se convierten en pequeños bufones o ponen en riesgo su propia salud.
a) Dificultades para encontrar ropa de su talla, o tener que llevar ropas que
no son “la moda”, lo cual también puede ser origen de burlas y
descalificaciones.
b) Problemas en los transportes públicos para acceder o para ocupar un lugar.
c) Cuando se acerca la adolescencia los varones pueden sufrir por el efecto
estético que genera su exceso de grasa, como por ejemplo la
pseudoginecomastia (que parezca que tienen mamas, cuando lo que
realmente tienen son cúmulos de grasa) o debido al exceso de tejido
graso, observar que se tiene un tamaño de pene aparentemente más
pequeño.
d) El adelanto de la regla con respecto a sus compañeras, que ya hemos
41
indicado, también puede ser origen de confusión psicológica y posible
fuente de rechazo.
Aunque la obesidad está asociada a problemas psicológicos, los obesos, en conjunto, no tienen más
alteraciones psíquicas graves que la población general. Sin embargo, en la sociedad actual, muy preocupada
por la estética, la obesidad añade un fuerte factor de ansiedad y sentido de inferioridad que condiciona
importantes modificaciones en las relaciones laborales, sociales y afectivas (Moreno et al., 2000).
Finalizamos este apartado con la figura 3.2, donde se expone un resumen de cómo
afecta la obesidad a la salud de forma inmediata.
42
FIGURA 3.2. Algunos problemas de salud asociados a la obesidad infantil.
Hay que evitar ser obeso en la infancia por los problemas de salud que genera de forma
inmediata, tal y como se ha expuesto anteriormente, pero también conviene evitar la
obesidad infantil, o intervenir para reducirla, por los problemas que generan a largo plazo.
No debe engañarse ningún padre ni ninguna madre si observa que su hijo “gordito” o hija
43
“gordita” aparente ser feliz, y no tener ninguna enfermedad que se pueda asociar al
sobrepeso, si este exceso de peso, aparentemente, no le está causando problemas en la
actualidad. Lo que sí está es aumentado de forma peligrosa el riesgo de que más adelante
los sufra, aunque sea un adulto delgado.
Comentemos algunos de los efectos a largo plazo de ser obeso en la infancia.
El primero que podemos señalar es que se observa una relación entre ser obeso en la
infancia y la probabilidad de ser obeso en etapas posteriores de la vida: la juventud y la
adultez. Se ha estudiado esta relación y actualmente se acepta el riesgo que se indica en
el cuadro 3.1.
CUADRO 3.1
Riesgo de sufrir obesidad cuando se es adulto si se ha padecido en la infancia y/o adolescencia
44
se mantenga para etapas posteriores. Otro ejemplo sería que el niño se
acostumbre a comer bollería habitualmente, este hábito también quedará para
su adolescencia y etapa adulta, provocando sobrepeso. Por ello, es muy
importante adquirir buenos hábitos alimentarios en la infancia, porque pueden
quedar fijados para toda la vida. Exactamente lo mismo se puede decir de la
adquisición de hábitos cotidianos para realizar actividad física.
– Otra razón que explica por qué los niños obesos corren el riesgo de convertirse
en adultos obesos se refiere a un aspecto biológico. El aumento de la grasa
corporal puede ser debido a dos razones: hiperplasia o hiperplastia. Diremos
que alguien está acumulando grasa por hiperplasia porque están aumentando el
número de células que guardan la grasa (adipocitos); y diremos que alguien
está acumulando grasa por hiperplastia, porque las células adipocitarias que
tiene esa persona están aumentando en capacidad, “se están hinchando”,
reservando más grasa, no porque estén aumentando en número. Esto nos
sirve para señalar que en diferentes momentos de la infancia el infante es
proclive a la hiperplasia, a crear nuevas células que acumulen grasa, células
que quedarán para toda la vida. Si en esas etapas sensibles (por ejemplo cerca
de la pubertad) a través de la alimentación y del escaso ejercicio, se estimula a
que se desarrollen muchas células “almacén”, además de tener un niño obeso,
lo que estaremos haciendo es que esa persona en el futuro tenga más facilidad
para acumular grasa que otra persona que durante la infancia no creó tantas
células “almacén”. Esto explicaría el aumento del riesgo de obesidad en
adultos, que en la infancia fueron obesos.
Cuando hemos hablado de los problemas de salud que en la infancia están asociados a la
obesidad, ya hemos comentado la diabetes, ahora comentemos cómo no sólo el riesgo es
para la etapa infantil, sino que se extiende más allá.
Tradicionalmente la diabetes de tipo 2, véase cuadro 3.2 para más información, se
consideraba una enfermedad que afectaba principalmente a adultos, sin embargo, en los
últimos años se observa una reducción de la edad de las personas que la padecen. Esta
reducción se asocia a personas que han mantenido un sobrepeso u obesidad en la
45
infancia o que han continuando así a lo largo de la adolescencia y primera juventud.
CUADRO 3.2
¿Qué es la diabetes de tipo 2?
La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por tener unos niveles muy elevados de
glucosa en sangre, que produce daños al organismo (renales, neurológicos, oftalmológicos, etc.),
y que pueden llegar a ser muy graves.
El nivel excesivamente alto de glucosa en sangre se debe a que ésta no está accediendo
correctamente a las células del organismo, donde la glucosa se utiliza como fuente de energía. La
glucosa “entra” en las células por medio de la insulina, sustancia producida por el páncreas, y
que en las personas con diabetes no se produce o se produce en cantidad insuficiente. La falta de
insulina puede ser total, y requerir la administración externa de forma periódica; estaríamos ante
una diabetes insulino-dependiente o de tipo 1.
En la diabetes de tipo 2, el páncreas sí que produce insulina, pero ésta no es lo
suficientemente efectiva para mantener los niveles de glucosa normales.
La diabetes de tipo 2 se ha asociado tradicionalmente a personas mayores de cuarenta años
y con sobrepeso, y que siguiendo unas pautas alimentarias, de actividad física y de control,
pueden corregirla reduciendo los riesgos para su salud. Las personas con diabetes de tipo 2 no
requieren de administración de insulina externa, salvo casos graves.
En los últimos años se observa una reducción de la edad de aparición de este tipo de
diabetes, incluso en personas muy jóvenes, debido a la extensión de la obesidad infantil.
– Se estima que las personas que mantienen una obesidad prolongada, por
ejemplo entre los 25 y 35 años, su riesgo de muerte por las enfermedades
asociadas es 12 veces mayor que en personas no obesas (Moreno y Beltrán,
2005).
46
– Las personas obesas tienen alto riesgo de sufrir enfermedades
cardiovasculares, enfermedades que están a la cabeza de las causas de muerte
en el mundo occidental. Entre estas enfermedades podemos destacar la
hipertensión arterial, la insuficiencia cardiaca, los infartos de miocardio o la
angina de pecho.
– Las personas obesas, en contra de una creencia popular, no son más felices que
las personas no obesas. Entre ellas se dan comúnmente trastornos psicológicos
como la ansiedad y la depresión, y la tasa de suicidios es mayor que en las
personas de peso normal.
Un adulto que fue obeso, aunque ya no lo sea, puede guardar en su interior los efectos
psicológicos de ser un niño obeso en una sociedad que estigmatiza la obesidad.
Por ejemplo, se ha comprobado que gran parte de las chicas que en la adolescencia
o juventud sufren de anorexia nerviosa o bulimia nerviosa, recuerdan haber tenido
experiencias pasadas de sobrepeso y haber recibido burlas de sus compañeros y
familiares por ello.
Es decir, que la autoestima, asociada a la imagen corporal, puede quedar dañada
para la vida adulta aunque ya no se tenga sobrepeso, si durante la infancia se tuvo y
acarreó malas experiencias personales.
Recordemos finalmente el Informe sobre la Salud del Mundo de la Organización
Mundial de la Salud en el 2002, que resaltaba que la obesidad estaba asociada al 60% de
la muertes debidas a enfermedades no contagiosas (cardiovasculares, cáncer, diabetes,
etc.) y si no se toman medidas importantes se llegará al 73% en el año 2020. En la
actualidad se estima que en el mundo mueren 57 millones de personas por problemas
asociados al exceso de peso.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Sí. Se ha comprobado cómo las niñas con obesidad tienen una maduración
acelerada, que se puede observar con un desarrollo corporal más evidente,
un crecimiento precoz de las mamas y la aparición de la menstruación antes
que a las niñas de su edad con peso normalizado. Dado que estas
consecuencias de la obesidad son incontrolables, conviene que los padres
47
estén preparados para ello y puedan informar a su hija y prepararla
psicológicamente para que no tenga un impacto negativo en la niña,
haciéndole ver que dichos cambios son normales y consustanciales al
crecimiento. No conviene que se cree un clima negativo ante estos cambios,
ni que por supuesto se le critique por ello asociándolo al peso.
“¿Creía que la diabetes era un problema que nada tenía que ver con el
peso?”
Casi todas las afirmaciones que se hacen en estos temas de salud deben
tomarse como generalizaciones y relacionadas con la mayoría de los casos.
Es perfectamente compatible una situación de sobrepeso con un buen estado
psicológico. Sin embargo, en este tema conviene que los padres no
confundan la falta de conciencia de problema de salud que tiene un niño de
su situación con la realidad. Existen algunos estudios que han comprobado
cómo muchos niños obesos no se perciben a sí mismos como tales, ni viven
su obesidad como un problema de salud. Aunque la niña se sienta feliz con
su aspecto, no significa que el sobrepeso no esté dañando sus articulaciones
o le esté configurando una adultez obesa. De igual forma los padres deben
estar atentos a ciertas relaciones que se dan en niños obesos, que para
contrarrestar situaciones de rechazo, son condescendientes con sus amigos
en muchas cosas, les dejan sus juguetes, les prestan sus cuadernos, etc.,
aparentando buenas amistades, cuando lo que hay es un aprovechamiento
injusto.
48
Los problemas de respiración, así como los problemas para conciliar el sueño
o despertarse por la noche son más comunes en niños obesos que en los que
tienen un peso normalizado, por tanto es probable que ambos temas estén
asociados. No obstante, si dicha dificultad es permanente o muy acusada
convendría consultar al pediatra o médico de familia. Si el problema proviene
del sobrepeso se corregirá al reducir éste. Mientras tanto conviene que el
niño no esté expuesto a sobreesfuerzos que pudieran provocarle algún tipo
de insuficiencia respiratoria.
49
4
Perspectiva actual
En nuestra cultura, hasta hace unas pocas décadas, se tenía muy clara la respuesta a la
pregunta ¿por qué existe la obesidad?: hay personas obesas porque esas personas comen
mucho.
Esta respuesta tan sencilla engloba dos ideas muy importantes que casi todo el
mundo asumía: que la obesidad era una cuestión de decisión, voluntad o control
personal, y que la obesidad se asociaba fundamentalmente a la ingesta excesiva. Durante
mucho tiempo, debido a estas ideas, se ha culpabilizado a las personas obesas de serlo
“porque quieren” o “porque no son capaces de controlarse lo suficiente”. Hoy día la
visión de la obesidad no es tan simple y se atiende a otras consideraciones para
explicarla.
Al menos, debemos tener en cuenta las siguientes cuestiones:
50
determinada, y que según la persona de la que estemos hablando, unos factores tendrán
más importancia que otros. Desde esta perspectiva se aborda el siguiente apartado.
Causas de la obesidad
En este capítulo nos vamos a centrar en las posibles causas psicológicas de la obesidad,
fundamentalmente en su relación con los hábitos cotidianos. En el capítulo 9 de
ampliación de información se incluye un texto sobre la “la explicación de la obesidad”
(texto 2) que incluye información desde el punto de vista general y genético.
51
Nuevos hábitos alimentarios
Qué se come, cómo se come y en qué cantidad, sirven de buen guión para entender los
nuevos hábitos de alimentación. A continuación se ponen algunos ejemplos.
Según el Ministerio de Sanidad, el 8% de los niños españoles acude al colegio sin haber desayunado.
52
saludables y favorecedores de la obesidad.
En cuanto a los hábitos alimentarios deberemos decir que muchos progenitores han
abandonado una buena práctica, que es la educación en los mismos. Muchos niños no
comen verduras o frutas porque se les ha permitido que terminen por aborrecer su sabor,
y para contentarles se les ha consentido acostumbrarse a comer otras cosas. Los hábitos
alimentarios se educan, y el ritmo de vida actual, junto a la disponibilidad económica para
adquirir otros alimentos sustitutos más “ricos de sabor”, están haciendo que los padres
olviden esta tarea educativa, facilitando así la aparición de la obesidad.
Vida sedentaria
A este respecto diremos que dos son las tendencias actuales en cuanto a los estilos
de vida relacionados con la actividad física. Una es la reducción de las actividades
cotidianas que requieren movimiento, como son: no bajar escaleras, no caminar para ir
de un sitio a otro, automatizar muchas tareas (como lavar el coche…), realizar
actividades de ocio que no requieren movimiento (ver televisión, jugar con videojuegos,
utilizar el ordenador…); y otra la falta de una práctica deportiva de forma cotidiana.
Este estilo de vida sedentario favorece el sobrepeso de forma contundente.
53
FIGURA 4.1. Los hábitos sedentarios, como ver excesivamente la televisión, favorecen el sobrepeso.
CUADRO 4.1
Relación entre tiempo dedicado a ver televisión y prevalencia de sobrepeso en niños estadounidenses (citado en
Estudio EnKid, 2001)
54
2002):
En los últimos años también se han asociado los malos hábitos de sueño con el
sobrepeso y la obesidad. Los niños que duermen menos y de peor forma tienen más
riesgo de ser obesos; los investigadores lo explican por la interacción de ambas
manifestaciones a través de las hormonas.
Resumiendo todo lo anterior, para explicar la obesidad debemos atender a:
– Tendencias heredadas.
– Hábitos alimentarios (qué, cómo, cuánto).
– Realización de actividad física cotidianamente junto a actividad deportiva de
vez en cuando.
– Hábitos saludables de sueño.
Debemos avanzar un poco más en este intento de explicar las causas de la obesidad.
Hemos hecho referencias a cuestiones de herencia y a hábitos dentro del estilo de vida,
pero existen otras consideraciones que nos pueden ayudar a entender la obesidad. Vamos
a destacar aquí un factor que es muy importante: la obesidad se refuerza a sí misma. Es
decir, la obesidad tiene ciertas consecuencias que favorecen que se siga siendo obeso.
Comentemos tres formas por las cuales la obesidad se refuerza a sí misma.
Una que puede ser muy evidente es por sus efectos sobre la salud. La obesidad
puede generar por sí misma problemas músculo-esqueléticos (sobre todo dolores en
articulaciones) que van a favorecer el sedentarismo (por tanto, más ingesta y menos
gasto calórico) y con ello potenciar la obesidad y así crear un círculo insano (véase la
figura 4.2 para una interpretación gráfica de este planteamiento).
55
FIGURA 4.2. Consecuencias que refuerzan la obesidad: problemas de movilidad.
Otro efecto reforzante de la obesidad son los cambios que provoca en el propio
metabolismo, que favorecen a la propia obesidad, junto a la creación de más células
grasas (adipocitos), que se convierten en almacenes de grasa que esperan a que aparezca
para acumularla fácilmente. Existen períodos críticos durante la infancia en los que si el
niño es obeso creará más adipocitos que serán futuros reservorios de grasa, facilitando su
acumulación (véase figura 4.3). Ya se explicó este tema cuando se habló de los efectos a
largo plazo de la obesidad infantil.
El último efecto reforzante del que vamos a hablar es el que se debe a algunas
consecuencias psicológicas que tiene la obesidad, consecuencias que a la larga favorecen
56
que la obesidad se mantenga y/o se potencie. Nos centramos en el rechazo que muchos
niños obesos sufren por ser obesos, y por consiguiente, “diferentes a los demás”. La
percepción de este rechazo, en forma de burlas, desinterés, no dejar jugar, etc. puede
tener dos consecuencias negativas. Por una parte una reacción emocional negativa,
consistente en tristeza, ansiedad, lloros, incluso depresión; y una situación real de soledad
al encontrar dificultades para hacer actividades con los amigos o incluso hacer amigos.
Ante la reacción emocional de tristeza y/o ansiedad algunos niños pueden buscar
sensaciones placenteras que las contrarresten y disminuyan, y muchos las encuentran en
la comida. Comiendo dulces o golosinas pueden “ahogar” sus sentimientos negativos.
Evidentemente, ésta no es una buena forma de resolver el problema, pues lo que hace es
favorecer el sobrepeso y aumentar las posibilidades de rechazo y complicaciones
psicológicas.
La otra posible consecuencia del rechazo también puede potenciar la obesidad.
Aquellos niños que se sienten solos pueden buscar en la familia mayor protección, y los
progenitores pueden realizar acciones, en principio bienintencionadas para reducir el
malestar de su hijo, pero que no son muy adecuadas. Por ejemplo, criticar la actitud de
los otros niños pero justificar el sobrepeso y “normalizarlo”, o también hay familiares que
pueden incluso recurrir a la comida (dándole al niño ciertos caprichos) para intentar
reducir su malestar por sentirse solo. Ambas acciones de los progenitores terminan por
favorecer el sobrepeso.
Como hemos visto, son consecuencias de la obesidad que, mal dirigidas, terminan
influyendo en que ésta se mantenga en el tiempo o incluso aumente (puede verse una
interpretación gráfica de estos ejemplos en la figura 4.4).
Visto todo lo anterior debemos llegar a una conclusión muy elemental: cuando vemos a
una niña “gordita” o un niño con sobrepeso, no podemos pensar que existe una causa
única y concreta que lo está provocando. La obesidad está relacionada con muchos
factores, y sólo cuando se deriva de una enfermedad primaria, podríamos decir que tiene
una causa única.
Se han comentado factores que explican por qué un niño es obeso, y que podrían
resumirse en tendencias hereditarias y estilo de vida (hábitos alimentarios y de actividad
física que mantiene en su vida cotidiana). Hemos destacado la importancia de la
educación y dinámica familiar, y también hemos visto que, a su vez existen factores que
explican que la obesidad tiende a perpetuarse en el tiempo porque tiene unos efectos
reforzantes al estilo de un “círculo vicioso”.
57
58
FIGURA 4.4. Consecuencias que potencian la obesidad infantil creando un círculo vicioso.
Cuando se realizan análisis de este tipo recurriendo a varios factores, se dice que
estamos ante un modelo explicativo multifactorial, de ahí el título de este apartado. Hoy
día, en salud se considera que casi todos los trastornos se explican mejor desde modelos
que hacen referencia a varios factores como responsables de que existan y que se
mantengan en el tiempo.
En la figura 4.5 se realiza una integración de varios de los factores implicados en la
explicación de la obesidad infantil, dentro de un modelo multi-factorial.
59
FIGURA 4.5. Modelo multifactorial de explicación de la obesidad infantil.
Como puede verse en la figura 4.5, dicho modelo intenta relacionar muchos de los
factores que hemos estado analizando como posibles responsables de la obesidad.
Por una parte se asume que en la actualidad existen unas tendencias sociales
propiciadoras de la obesidad, son hábitos de alimentación, de ocio, de actividad física,
etc., que se promocionan a través de medios de comunicación, películas, juegos… y que
crean un campo propicio para que los niños desarrollen sobrepeso. La universalización de
estas tendencias puede ser la razón de que la obesidad infantil y adulta sea ya una
epidemia.
Pero, si bien todos los niños están sometidos a estas presiones negativas y
favorecedoras de la obesidad, no todos terminan por desarrollarla. Eso significa que
existen ciertas características individuales que matizan estas presiones y que desembocan
o no en conductas negativas. En el modelo hemos destacado tres características que
diferencian a unos niños de otros y que pueden ser, en última instancia, las responsables
de que terminen por tener sobrepeso. Una sería su tendencia heredada al sobrepeso, y la
otra los hábitos alimentarios y de actividad física existentes en su ambiente familiar y que
por tanto está aprendiendo y poniendo en marcha y, por último, una falta de adecuados
hábitos de sueño. Son tan importantes estos factores que podemos decir que un niño en
un ambiente familiar y educativo adecuado, donde está aprendiendo a ser crítico con las
presiones sociales, y está paralelamente adquiriendo buenos hábitos alimentarios y de
actividad física, podrá tener un desarrollo libre de sobrepeso por muchas tendencias
sociales en contra que haya. La adquisición de estos buenos hábitos de los que estamos
hablando, podrá incluso disminuir y neutralizar la materialización de la tendencia
hereditaria a engordar.
El modelo expuesto señala que la obesidad aparece porque todo lo anterior lleva a
mantener en el tiempo unas conductas insanas y pro-obesidad: comer mal en cuanto al
tipo de alimentos, comer en exceso (especialmente alimentos grasos y azucarados) y
tender al sedentarismo. Una vez que la obesidad ha hecho su aparición, genera en el
infante una serie de consecuencias (físicas y psicológicas) que pueden reforzar las
conductas negativas, haciendo que la obesidad se mantenga o vaya a más.
Terminamos con este modelo multifactorial nuestro repaso a las causas de la
obesidad, y terminamos afrontando la respuesta que planea sobre este tema: la obesidad,
¿cuestión de hábitos o de herencia? No existe una respuesta unívoca, pero podemos
contestar con varias conclusiones:
1. La obesidad no puede ser vista, como se hacía antaño, como una simple falta
de control en cuanto a lo que se come.
2. Existen importantes estudios sobre genética que están demostrando que se
puede heredar una tendencia a tener sobrepeso, tendencia que se desarrolla o
neutraliza en función de las experiencias vitales.
3. Existe una evidencia mundial de que dos grupos de hábitos, la alimentación y la
60
actividad física, están evolucionando hacia estilos de vida favorecedores del
sobrepeso.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
“Hemos observado que nuestra hija Laura come y hace la misma actividad
física que su amiga Edurne; sin embargo, nuestra hija está mucho más
gordita. ¿Cómo se explica esto?”
“¿Existe alguna razón por la cual a los niños les guste tanto el azúcar o
los alimentos grasos?”
61
Nuestras células utilizan como energía la glucosa, que es a la sustancia que
se debe convertir gran parte de lo que consumimos para que las células
puedan aprovecharlo. El azúcar, a diferencia de otros nutrientes, se convierte
de forma inmediata en glucosa siendo, por tanto, una fuente de energía muy
rápida y eficaz, por lo cual nuestro organismo reconoce tan sabroso sabor,
porque es una fuente de energía muy rica. Con las grasas ocurre algo similar.
Al organismo requiere de grasas para almacenar nutrientes para el futuro,
pero también debemos saber que a través de las grasas donde los sabores de
los alimentos se potencian y saben más sabrosos. De sobra es conocido el
efecto potenciante del sabor de las frituras, que suelen gustar mucho a los
niños, pero de las que no conviene abusar.
“El hijo de unos amigos tiene obesidad, pero los padres no lo reconocen.
¿Puede ser un exceso de protección?”
Algunos padres entienden mal la protección que deben dar a sus hijos,
cayendo en lo que viene en denominarse “sobreprotección familiar” y que se
observa en algunos casos de obesidad infantil. Algunos padres creen que la
obesidad no es un verdadero problema o creen que no es de “buenos
padres” intentar controlar la comida de uno de sus hijos u “obligarle” a hacer
ejercicio. Otros padres saben que la única forma de que un niño adquiera
buenos hábitos alimentarios es cambiándolos ellos también, lo que les lleva a
ser reticentes a reconocer esta situación. Esta actitud proteccionista no es
adecuada, dado que no afrontar la obesidad en la infancia tiene importantes
riesgos para la salud del niño, y la educación correcta requiere a veces
comportamientos estrictos, que quizá requieren ciertos sacrificios a corto
plazo, pero buenos beneficios a corto y largo plazo.
“Nuestra hija Irache de 12 años duerme mucho, ¿puede por ello tener
mayor riesgo de sobrepeso?”
62
63
5
Para profundizar en los puntos que se acaban de exponer, los familiares interesados
pueden:
64
intervención en caso de presencia de obesidad, y por tanto a ella nos referiremos en
capítulos próximos.
Lactancia
– El mejor alimento durante los primeros meses de vida (hasta los 6) es la leche
materna, pues su composición es ideal para el desarrollo del bebé y el proceso
de alimentación materna establece unas pautas madre-bebé muy interesantes
desde el punto de vista emocional.
65
FIGURA 5.1. La lactancia materna es el mejor alimento para el bebé.
– A partir de esta primera etapa (5-6 meses) se puede ir haciendo una transición a
otro tipo de alimentación natural o artificial, transición que se realizará de
forma progresiva y observando las reacciones del bebé.
66
– La nueva alimentación (biberones, papillas, alimentos triturados…) deberá ser
variada y equilibrada, y se evitarán enriquecerlos con azucares o miel, así
como añadir sal. Es ahora el momento para empezar a prevenir el sobrepeso,
con dos acciones sencillas: que la alimentación sea equilibrada y que no se
sobrealimente al bebé.
– A partir de los 9 meses las texturas de las papillas pueden ser más gruesas, y el
niño ya puede comer muchos de los alimentos habituales tal y como son
preparados para adultos.
– Conviene ir introduciendo un alimento nuevo cada vez, y ver cómo reacciona el
niño a ese alimento, teniendo especial cuidado en detectar reacciones
alérgicas. Es necesario tener paciencia e insistir con los alimentos nuevos, pues
sólo después de probarlos una docena de veces empezará una aceptación y
adaptación del gusto.
– La variedad de sabores servirá para ir educando el gusto del niño y
acostumbrándole a los sabores futuros de los alimentos sólidos. Es el
momento, por ejemplo, para que los sabores de las verduras se asimilen como
“sabrosos”.
– En esta etapa es necesario que los padres, diferencien las señales que emite el
bebé de hambre y de saciedad. Es muy habitual confundir lloros e inquietud
con hambre, y que se tienda a calmar al bebé dándole de comer. Para evitar
esta tendencia, dar la alimentación en la cantidad adecuada y no más, para ello
es muy importante seguir las pautas alimentarias que el pediatra habrá
señalado, así como los consejos que estamos exponiendo.
– En principio, respetar que el niño deje de comer cuando ya manifiesta que no
tiene hambre.
La leche materna es el alimento más completo, y de más fácil digestión, para los bebés de 0 a 6 meses. La
alimentación materna además de ser nutritivamente ideal, crea unos lazos emotivos madre-bebé muy
intensos.
A partir del año y medio a los niños ya se les puede enseñar a manejar algún tipo de
cubierto, habilidad que irán adquiriendo poco a poco, y con mucha paciencia de los
padres.
Si se crea un contexto adecuado de alimentación ello va a favorecer la adquisición de
buenos hábitos alimentarios, como por ejemplo que siempre se coma en el mismo lugar,
ante los mismos estímulos (baberos, tipo de cubiertos, asiento en la mesa, sin distractores
como la televisión, etc.).
67
El ritmo de crecimiento, entre los 3 y los 12 años, se desacelera aunque no se deja
de crecer, ganando igualmente peso todos los años, hasta 3 kg. Durante esta etapa, el
apetito puede sufrir variaciones, reduciéndose por ejemplo al principio de la etapa; es
normal y debe saberse esta circunstancia para no convertir la alimentación en una lucha
diaria.
En este período la alimentación no requiere de unas indicaciones especiales. Sí que
es muy importante para prevenir la obesidad, adquirir unos hábitos de alimentación sanos
(qué comer, cómo comer, cuánto comer), que si son instaurados firmemente servirán de
prevención del sobrepeso y la obesidad para toda la vida.
Pubertad
Dado que este libro se dirige a la etapa infantil, no dedicamos especial atención a la
adolescencia. Solamente señalar que en esta etapa se inicia de nuevo un desarrollo
corporal muy fuerte y en poco tiempo; ello va a requerir de nuevo mayores
requerimientos energéticos de la alimentación. Será muy importante el aporte de
proteínas que permitan el desarrollo corporal, y de hidratos de carbono para alimentar
esa energía típica de la adolescencia. Se cuidará especialmente el consumo de grasas para
prevenir sobrepeso, sobre todo conociendo la importancia que el aspecto físico tiene en
esta etapa de la vida.
Es también buen momento para prevenir hábitos alimentarios que pueden ser en este
momento una tentación, y que no deben ser habituales. Nos referimos a la comida rápida
en restaurantes donde comúnmente pueden reunirse los adolescentes, atraídos porque
están de moda y porque ofrecen precios asumibles para sus economías. Lo mismo
diremos de refrescos y bebidas famosas, atractivas por su publicidad, y ricas en azúcares,
que favorecen el sobrepeso.
Muchas madres y padres viven con la enorme preocupación de que sus niños coman lo
suficiente, para evitar desnutrición o que no crezcan adecuadamente. Con este afán de
alimentar bien, a veces las comidas se convierten en campos de batalla en el intento de
que el niño se acabe todo el plato.
En este sentido cabe exponer una propuesta de comportamiento alimentario que
difunde la Asociación Ellyn Satter, una entidad americana dedicada a la nutrición. Para
ellos una buena pauta de educación alimentaria es que los padres elijan qué se come,
cuándo y cómo, y que los niños decidan la cantidad. De esta forma si el niño no desea
terminar toda la comida preparada para él, no debe hacerse un intento de obligarle, sino
respetarle. Ahora bien, el niño no podrá comer de otra cosa posteriormente, aunque
68
tenga hambre. Si el niño, al no comer bien en la hora de la comida, tiene hambre a mitad
de la tarde, podrá elegir comer la cantidad que desee pero de lo que los padres
establezcan: fruta, yogur, restos de la comida… no alimentos con calorías vacías que se
le pueden antojar para saciar su hambre, como bollería industrial, patatas fritas,
golosinas, helados, etc.
Para ciertos especialistas, los padres deben decir qué se come, cuándo se come y cómo se come, pero el
niño debe decidir si come y cuánta cantidad. De esta forma se crea una relación no conflictiva con la
comida, y se garantiza una alimentación sana.
Esta pauta es muy respetuosa con el comportamiento del niño, pero educativa en
cuanto a la calidad del tipo de alimentación, pues por una parte se respeta cuánto quiere
comer el niño, pero por otra se garantiza que lo que coma será siempre sano.
En el cuadro 5.1 se resumen algunas buenas pautas alimentarias recomendadas
desde este instituto:
CUADRO 5.1
Pautas alimentarias en niños según la Asociación Ellyn Satter. (Adaptado de Casanueva et al., 2001)
• Comer o no.
• Decidir la cantidad que come.
69
Educar el apetito y el gusto
Una idea importante que deben entender los progenitores es que muchos de los
comportamientos alimentarios que consideramos “automáticos” o “naturales” como el
apetito o el gusto, realmente son educables y pueden aprenderse bien o aprenderse mal.
Es éste un aspecto importante en la prevención de problemas con el comportamiento
alimentario, ya sea la obesidad u otros en la adolescencia, por lo cual es necesario
esforzarse en:
70
Durante el primer año de infancia
Durante los primeros meses se puede promover el desarrollo físico del niño a través de
una psico-estimulación, que incluya estímulos visuales, sonoros y físicos. Esto podemos
conseguirlo adaptándonos a la edad con acciones como las siguientes:
– Cambios de posturas.
– Masajes suaves en sus piernitas, brazos, estómago, espalda…
– Uso de sonajeros.
– Utilizar objetos de colores y con sonidos que atraigan su atención y le hagan
mover su cabeza.
– Estimularle a que agarre juguetes y objetos.
A partir de esta edad conviene que vayamos organizando actividades en familia que
favorezcan la actividad física, pero que paralelamente y conforme crezca el niño le
permitan actividades independientes. Algunos consejos al respecto, que habrá que
adaptar a la edad del infante, son:
71
– Comprar juguetes deportivos que favorezcan la actividad física: balones,
triciclos, bicicleta, raquetas, etc.
– Frecuentar parques y columpios públicos, donde el niño, vigilado por sus
padres, además de realizar actividad física se socialice con otros iguales. A
partir de cierta edad los padres deberán valorar permitirle o no salir a la calle
solo.
– Realizar actividades en familia: paseos, excursiones, visitas a centros culturales,
etc.
– Control y reducción de actividades sedentarias como ver la televisión.
– Conforme el niño crezca hacerle partícipe de las tareas de la casa que requieren
actividad: ir de compras, barrer, recoger su habitación, lavar el coche, limpiar
el jardín, etc.
– Y finalmente una muy buena pauta de desarrollo físico, es la iniciación en
alguna práctica deportiva, ya sea en el entorno escolar, o en algún club
deportivo cercano al domicilio. Si esa práctica se realiza en familia, existe
mayor garantía de que el niño quede motivado con la actividad.
FIGURA 5.2. La práctica habitual de ejercicio es una de las mejores formas de prevenir la obesidad infantil.
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PREGUNTAS Y RESPUESTAS
“He oído decir que dar biberón a los bebés favorece la obesidad infantil,
¿es cierto?”
Aunque debemos dar importancia a la información que nos pueda dar el niño
de lo que come en el colegio, es conveniente utilizar medios más eficaces.
Algunos comedores escolares dependen de las Asociaciones de Padres y
Madres del centro escolar, por lo cual deberá dirigirse a dicha asociación para
que le informe de forma periódica de cuáles son los menús diarios en el
comedor escolar y bajo qué criterios nutricionales se elaboran. Si el comedor
depende del Consejo Escolar del centro, diríjase al director del colegio para
solicitar dicha información. En muchos centros escolares tienen la práctica
habitual de enviar por escrito a las familias el menú diario del comedor
escolar, con, incluso, recomendaciones para las familias de cómo completar
en la cena o durante el fin semana la alimentación, y así conseguir entre
todos una correcta alimentación en variedad y cantidad. Si la preocupación
es cómo come su hijo en el colegio, solicite una entrevista con el personal
encargado de la vigilancia en el comedor escolar para que le dé información,
o que ustedes le señalen sobre qué aspectos quieren que controlen la
alimentación de su hijo (que no coma postres de otros compañeros, que no
beba refrescos, etc.).
73
El control del peso de los niños hasta que entren en la adolescencia
corresponde a los padres y/o pediatra. Conviene controlar dicho peso de
forma periódica para conocer la realidad del estado de salud en ese sentido,
pero no debe convertirse en una obsesión. En un plan de reducción de peso
infantil, un control semanal es suficiente. Uno de los síntomas de trastorno
de conducta alimentaria en la adolescencia, de especial vigilancia en niñas, es
su deseo de pesarse frecuentemente, muchas veces a diario (o incluso en
varias ocasiones en el día), por lo cual éste es un aspecto de gran
importancia familiar. Sería aconsejable que la báscula estuviera guardada, se
sacara en el momento de control del peso y se volviera a guardar, para evitar
usos problemáticos.
“Mi hijo Pedro de 12 años tiene como costumbre comprarse todos los días
un refresco en una máquina expendedora que hay en el instituto, ¿cómo
podría reducir esta conducta?”
74
colegio o si hace una tarea en casa, no premiarla con dulces o golosinas;
práctica que ha sido común en generaciones anteriores.
75
6
A estas alturas del libro, este apartado podría parecer superfluo, pues hemos explicado
largamente que la obesidad es una enfermedad, ya una epidemia según la Organización
Mundial de la Salud, y que conlleva muchísimas complicaciones para la salud física,
además de generar problemas de orden psicológico y social.
No vamos a insistir en esos aspectos, y quien haya empezado a leer el libro por aquí,
le recomendamos la lectura de los capítulos 3 y 4.
De lo que conviene tratar aquí es de uno de los obstáculos más importantes que
pueden ocurrir en la prevención y el tratamiento de la obesidad infantil, y es la siguiente
idea, todavía arraigada en algunos entornos culturales y en ciertas personas: que la
obesidad no es un problema que requiera especial atención. Respecto a la obesidad
infantil algunos de los mitos erróneos que todavía se mantienen y que conviene erradicar
son:
76
y que la obesidad infantil es una enfermedad que puede y debe prevenirse y tratarse lo
antes posible, y que en modo alguno está demostrado que los niños gorditos sean más
felices que los no gorditos.
Las reacciones de un paternalismo mal entendido, como el no querer hacer sufrir al
hijo controlando la alimentación, debe superarse pensando que pequeños esfuerzos en
ciertas etapas proporcionarán a la larga beneficios mayores para la salud física y
psicológica.
En este sentido debemos también alertar de que algunas familias se esconden en
argumentos falaces, como los expuestos más arriba, para evitar tener que comprometerse
ellos también con la intervención. Como ya hemos visto, algunas de las causas de la
obesidad infantil son patrones familiares: tipos de comida, cómo se come, actividad
física… El asumir que se tiene un hijo obeso requiere muchas veces realizar cambios en
la vida de toda la familia, y la resistencia a estos cambios puede ser la razón para quitar
importancia a un problema serio.
Por tanto, el primer paso para tratar la obesidad de un hijo, es asumir que la
obesidad infantil es un problema de salud muy importante y que debe intervenirse sin
dilación; esta asunción debe hacerse sin reservas y por parte de los dos progenitores (o
tutores si es el caso).
Asumida la obesidad como una enfermedad importante que debe tratarse, la segunda
cuestión que deben analizar los progenitores es si se trata de un problema de la familia o
sólo del hijo. Evidentemente todo lo que le ocurre a un hijo incumbe a la familia, y se
convierte en un problema de todos. Pero aquí la pregunta tiene otro sentido, y va dirigida
más a analizar si las causas de la obesidad del niño, tanto en su origen como en su
mantenimiento, se deben exclusivamente a cuestiones individuales del pequeño o está
implicada toda la familia.
Veamos un caso extremo muy claro. Si una niña tiene un problema médico, y está
tomando medicamentos que le hacen engordar, estamos ante una obesidad secundaria
cuyo origen es de naturaleza exclusivamente individual y no familiar. Aun en este caso
deberemos plantearnos que la mejora de esa obesidad, seguramente pasa por un
compromiso también familiar.
El otro extremo sería una familia en que progenitores e hijos son todos obesos, y sus
hábitos alimentarios y de actividad física promueven el exceso de peso. En este caso no
tendría sentido plantearse intervenir en la obesidad de uno de los hijos, atendiendo
exclusivamente a él, sino que, evidentemente, es un problema de toda la familia.
Entre ambos casos extremos se sitúan la mayoría de las familias, y por tanto la idea
que se debe resaltar es que la obesidad infantil es un problema que se sitúa en el plano
familiar, teniendo sus orígenes en tendencias genéticas y en hábitos adquiridos en la
77
familia y/o mantenidos en la familia: tipo de alimentación, hábitos de alimentación,
actividad física enseñada y promovida, rutinas de ocio familiares, etc.
Por ello, a la hora de plantearse una intervención en el tratamiento de la obesidad de
uno de los hijos, la segunda cuestión que deben asumir los progenitores (la primera era
asumir la obesidad como una enfermedad real y tratable) es que la intervención
probablemente deba realizarse con toda la familia, y que supondrá cambios y esfuerzos
para todos, no sólo para el afectado en cuestión.
Si la familia descubre que la obesidad del hijo está cumpliendo una función en la
dinámica familiar, deberá ser tratada esta función como prioritaria antes que otras
78
cuestiones. Por ejemplo, si uno de los progenitores quiere compensar su falta de tiempo
con su hijo, deberá hacerlo con acciones sanas, no promoviendo hábitos enfermizos.
Establecimiento de un plan
Primero evaluar: ¿qué está ocurriendo para que mi hijo tenga sobrepeso o
sea obeso?
Casi todos los progenitores saben si tienen un hijo con sobrepeso u obesidad, y saben de
forma genérica que se debe a problemas con la alimentación y el ejercicio físico. Pero
esta información tan difusa no nos ayuda a remediarla. Hacer intentos descoordinados y
no mantenidos en el tiempo para cambiar “malas costumbres” no suelen dar buen
resultado. Vamos, por ello, a plantear otra forma de hacer las cosas, que requiere un
poco más de esfuerzo y paciencia, pero que es mucho más efectiva.
CUADRO 6.1
Tratamiento de la obesidad desde la familia.
79
8.º Iniciar la modificación de hábitos alimentarios.
9.º Iniciar la modificación de hábitos de actividad física.
Antes de iniciar ninguna acción para reducir el peso, vamos a realizar una evaluación
de la situación. Con esta evaluación debemos:
CUADRO 6.2
Modelo de registro para el seguimiento del estado físico
80
Para el segundo objetivo, el de analizar hábitos de vida relacionados con el peso,
dirigiremos la atención hacia los dos hábitos implicados en la obesidad: los alimentarios y
los de actividad física. La evaluación se realizará recogiendo información a lo largo de
una semana. Para facilitar dicha recogida se propone una hoja de registro como se indica
en el cuadro 6.3.
Es muy importante ser exhaustivo en la recogida de la información, pues nos servirá
para diseñar mejor la intervención. Para ello no sólo habrá que contar con la información
que se pueda observar directamente, sino que quizá convendrá preguntar a hermanos,
compañeros del colegio, compañeros de actividades extraescolares.
Algunas recomendaciones para rellenar la hoja de registro son:
81
– También es muy importante cómo se hicieron las comidas. No sólo anotar qué
comió, sino si lo hizo solo, en familia, con amigos, etc.
– Puede ser interesante anotar también detalles importantes asociados, por
ejemplo, si un día estaba triste porque tuvo malos resultados académicos, si
un día terminó con especial hambre el día, etc.
82
83
a) Calcular aproximadamente cuántas calorías está ingiriendo el niño. Para ello se
puede utilizar la información del texto 4 del capítulo 9: ¿para la edad del niño,
la cantidad de calorías diarias es la adecuada? Hasta 6 meses, 650 calorías; de
6 meses a 1,5 años, 950 calorías; de 1,5 a 4 años, 1.250 cal; de 4 a 6 años,
1.700 cal y de 6 a 10 años, 2.000 cal.
b) ¿La distribución de la cantidad de comida que come el niño a lo largo del día es
equilibrada en el desayuno, comida, merienda y cena?
c) ¿El tipo de alimentos que come el niño respeta los grupos y cantidades
saludables? Véase al respecto la figura 9.6 (capítulo 9).
d) ¿Está haciendo el niño actividad física regularmente? ¿Hace varios días a la
semana alguna actividad deportiva? ¿Tiende a realizar excesivas actividades
sedentarias: ver la televisión, juegos informáticos, estudiar, etc.?
e) ¿Existen comportamientos repetitivos que pueden ser motivo de malos hábitos?
Por ejemplo, si siempre que come golosinas lo hace con cierto amigo, o si ve
más horas de televisión los días que se queda a cuidarle la abuela, o si cena
mucho los días que ha tenido actividad deportiva, etc.
f) Poner en relación el análisis anterior con los comportamientos del resto de la
familia. ¿Los otros miembros de la familia respetan los principios de una
alimentación saludable: distribución de comidas a lo largo del día, alimentos
equilibrados, cantidades adecuadas? ¿Los otros miembros de la familia crean
un ambiente favorecedor de la actividad física o tienen comportamientos muy
sedentarios que arrastran al niño obeso?
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– La cantidad de alimentación es excesiva en cuanto a calorías ingeridas al
día.
– No se hace una distribución adecuada de la ingesta a lo largo del día (25%
desayuno, 30-40% comida, 10-15% merienda, 20% cena)
– El tipo de alimentos no tiene una distribución saludable, según la pirámide
de alimentación (figura 9.6).
– Se abusa de alimentos calóricos y pobres nutricionalmente: bollería
industrial, golosinas, dulces, helados, refrescos, etc.
– No se respetan buenos hábitos alimentarios: comer acompañado,
desayunar pausadamente, realización de comidas variadas, abuso de
comidas rápidas y precocinadas, uso de bollerías como sustitutos de
otros alimentos en almuerzos o meriendas.
– Existen excesivos acontecimientos especiales (cumpleaños, fiestas,
aniversarios, etc.) que se celebran con comidas cargadas de calorías:
pasteles, golosinas, refrescos, etc.
Las causas de la obesidad de un niño que no tiene gran independencia para moverse (por ejemplo menor
de 2-3 años) serán fundamentalmente debidas a pautas de alimentación y comportamientos alimentarios de
los progenitores (y por supuesto, a su metabolismo heredado). Sin embargo, en un niño mayor, con
independencia de la movilidad, las causas estarán asociadas al comportamiento alimentario y a la
inadecuación de la cantidad y el tipo de actividad física, que ya dependen de su voluntad y hábitos.
3. Otra posible conclusión al análisis de la hoja de registro, que puede ser la pauta
errónea principal o complementaria a la anterior, es que los hábitos de
actividad física no son adecuados. Eso sería así si se dan algunas de las
siguientes consideraciones o varias de ellas:
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posibles causas del sobrepeso del niño podemos deducir si existen ciertas
situaciones que se repiten y que son propicias para el desarrollo de hábitos
poco saludables en relación con la adquisición de sobrepeso. Siguiendo
algunos principios de psicología del aprendizaje, sabemos que las conductas –
las adecuadas como comer sano o las inadecuadas como comer dulces en
exceso–, se producen en presencia de ciertos estímulos que las provocan, y se
vuelven a repetir si la consecuencia de dichas conductas ha sido positiva, y
tiende a desaparecer cuando éstas no tienen consecuencias o son negativas.
Detectar esos estímulos que provocan las conductas de alimentación
inadecuada o las tendencias al sedentarismo, así como detectar las
consecuencias de estas acciones que están provocando su mantenimiento,
sería muy interesante para poder actuar en la obesidad. Para ayudar en este
sentido, en las figuras 6.1 y 6.2 se hace una interpretación gráfica de lo que
estamos comentando, y a continuación se exponen las preguntas que podemos
utilizar en el análisis.
86
FIGURA 6.2. ¿Cómo analizar los comportamientos de actividad física?
87
¿Puede existir alguna otra razón para justificar el exceso de peso? Ya hemos
señalado que una obesidad puede ser secundaria a otra enfermedad, y que en ese caso
convendría una valoración médica y tratar prioritariamente dicha enfermedad (véase el
capítulo 2 para más información).
También podemos deducir que el exceso de peso se debe a una cuestión genética,
pues toda la familia tiene sobrepeso. Ante este hecho debemos asumir que los genes no
se pueden modificar, pero que sabiendo que existe esa predisposición puede ayudarnos a
plantear la prevención, es decir, desde que el niño nace cuidar especialmente la
alimentación y promover la adquisición de hábitos de ejercicio físico para contrarrestar
esa predisposición genética y evitar un sobrepeso peligroso.
Además de registrar los hábitos alimentarios y de ejercicio físico del niño o niña en
cuestión, debemos pensar qué influencia tienen los hábitos alimentarios y de ejercicio
físico del resto de los miembros de la familia, porque quizá las propuestas de cambio
para tratar la obesidad infantil no deban ser sólo para el niño en cuestión, sino para todos.
Si los miembros de la familia son sedentarios, es normal que el niño tienda a imitar
dichos comportamientos, y que no se sienta motivado ni apoyado para hacer más
ejercicio. Si el padre se pasa horas y horas sentado en el sofá viendo televisión, no debe
extrañarnos que el niño quiera hacer lo mismo, y no vea como algo interesante practicar
deporte. Si la madre, que vive en un segundo piso, siempre coge el ascensor, y va a todas
partes en coche, no es sorprendente que el niño quiera hacer lo mismo.
Si los padres comen fundamentalmente alimentos precocinados y/o fritos, y pocas
veces verduras y hortalizas, no puede extrañarnos que la niña con sobrepeso tenga
también esos hábitos alimentarios, y no podremos en modo alguno plantearnos seguir con
dichas prácticas y pretender que la niña coma diferente por su bien.
Es decir, que debemos evaluar también las prácticas de toda la familia y entender
que el comportamiento de uno de sus miembros está influido y determinado por el
comportamiento de los demás. Y por supuesto, si vamos a hacer un plan de cambio de
hábitos de uno de los miembros para mejorar su salud, debemos asumir que sólo con la
intención de cambiar y ajustar todos los miembros a su comportamiento, se podrá hacer
una intervención eficaz.
Terminemos con otro ejemplo común. Si intentamos intervenir reduciendo la
cantidad de dulces que come un hijo con sobrepeso, y resulta que una hermana sin
sobrepeso come delante de él, o cuando van de compras, dicha hermana puede
comprarse golosinas, será tremendamente difícil que consigamos modificar de forma
estable el comportamiento del niño en cuestión.
88
La evaluación es por tanto muy importante
Si disponemos de respuestas para esas dos preguntas, hemos hecho bien el análisis y
podemos afrontar con mayores garantías de éxito la siguiente etapa en esta propuesta de
intervención.
Deberíamos finalizar todo este proceso de indagación de las causas del sobrepeso u
obesidad del niño en cuestión poniéndolas por escrito en un cuaderno dedicado a este
asunto. El hecho de escribirlas nos puede ayudar a concretar mejor el problema y a
afrontarlo mejor. Este cuaderno lo iremos completando con anotaciones e información
que se planteará más adelante. Una forma de ir escribiendo e incorporando información
es utilizar una hoja como la expuesta en el cuadro 6.4. Ahora podríamos completar la
columna primera y segunda; la información para complementar las columnas siguientes,
la obtendremos siguiendo las recomendaciones de los próximos apartados.
Una vez que hayamos detectado en nuestro caso cuáles son las posibles causas del
sobrepeso, debemos hacer un plan de intervención para ser más rigurosos en su
aplicación, y no solamente hacer acciones puntuales y descoordinadas. Si el niño tiene
cierta edad (a partir de 6 años) podemos hablar con él del problema y explicarle con
palabras, expresiones y ejemplos adecuados para su edad, que vamos a cambiar ciertas
cosas a partir de ahora y por su bien. El niño entenderá mucho mejor los cambios si
observa que es un compromiso de todos los miembros de la familia y que todos están
también haciendo ese esfuerzo de cambio.
Objetivos
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se ha explicado en el apartado anterior. Dado que aquí nos referimos a casos generales,
vamos a exponer unos objetivos generales válidos para todos, y que habrá que ajustar en
cada situación, haciendo hincapié en los aspectos más deficientes, y menos en los que no
lo son.
CUADRO 6.4 Hoja para anotar información del plan de intervención (se ha añadido un ejemplo en la primera fila)
90
91
1. ¿Cuál es el objetivo principal? Aunque el exceso de grasa o peso es nuestro
indicador del problema de salud, no debemos considerar que el objetivo
principal del plan es la reducción del peso, eso debe ser la consecuencia
necesaria de un objetivo mejor planteado desde el punto de vista de la salud, y
que podría ser : modificar aquellos hábitos de alimentación y de actividad
física inadecuados, e instaurar unos nuevos hábitos más saludables que
permitan una mejor calidad de vida (reducción del peso, mejor auto-
imagen, mejor relación con los demás, etc.).
2. Aun sin ser el objetivo principal la reducción de peso, debemos tener una
referencia. Para ello deberemos establecer para la edad y altura del niño un
peso adecuado, por debajo del cual se considerará conseguida la reducción del
sobrepeso. ¿Cómo determinamos esto? Podemos utilizar los datos del capítulo
2. Veamos dos ejemplos:
– Ana, que tiene 9 años y mide 1,43 m convendría que estuviera por debajo
del percentil 75, (según el cuadro 2.3), eso corresponde con un IMC de
18,5 (según el cuadro 2.5), que traducido a peso significaría:
– Jorge, que tiene 9 años y mide 1,39 m, convendría que estuviera por
debajo del percentil 75 (según el cuadro 2.3), eso corresponde con un
IMC de 18 (según el cuadro 2.4), que traducido a peso significaría:
Hay que tener cuidado con la duración del plan. Si estamos calculando un peso para
un niño de 8 años, y el plan de instauración de nuevos hábitos y reducción del peso dura
un año o más, habrá que recalcular el peso adecuado, pues dicho peso será algo mayor,
conforme vaya creciendo, debido al desarrollo corporal.
Para esto debemos plantearnos que no sólo debemos dirigirnos a las conductas que
hayamos detectado como problemáticas. Por ejemplo, si hemos observado que hay un
exceso de consumo de dulces, la idea no es plantearse que simplemente “hay que
prohibirlos e impedir que los consuma el niño”. Si queremos que el cambio se produzca
en el hábito, y el cambio sea duradero, deberemos intentar intervenir en tres facetas de
esa conducta: los estímulos del ambiente que la favorecen (intentando evitarlos o
asociando dichos estímulos a otras conductas más sanas, por ejemplo), sobre la propia
92
conducta inadecuada, y sobre las consecuencias de dicha conducta que hacen que se esté
reforzando para el futuro (véase la figura 6.3).
Aunque cada caso tendrá unos temas de intervención, los ámbitos específicos se
determinarán a partir de la información obtenida durante la semana de registro de
información. De forma general se pueden señalar como objetivos:
3. Mejorar los hábitos de actividad física. (En un niño obeso muy pequeño,
seguramente este objetivo no será el principal, pero sí que deberá ser un
objetivo para la prevención).
93
h) Promover la realización de una actividad física deportiva de forma regular.
94
etc., para que colaboren en la misma dirección.
– Mantener constancia y firmeza. Una reducción rápida de peso se podría
conseguir por métodos poco recomendables. El objetivo de este plan es
modificar hábitos de vida para que se reduzca el peso pero,
fundamentalmente, para que se queden instaurados como pautas
saludables. La instauración de nuevos hábitos requiere tiempo, y por
tanto hay que ser constante y firme.
– Saber adaptarse y ser flexible al caso concreto y a los cambios. Por muy
bien que hagamos un plan debemos saber que no se podrá aplicar de
forma milimétrica. Hay que estar preparados para ser flexibles y saber
adaptarse a las situaciones, a los cambios, a las situaciones inesperadas,
etc.
95
flexible e imaginativa.
– Contrato conductual. Esta técnica tiene como fundamento llegar a un
acuerdo de obligaciones/ compromisos y consecuencias de su
cumplimiento o incumplimiento, como si de un contrato legal se tratase.
Por el planteamiento más abstracto de la técnica, la misma puede ser
oportuna a partir de cierta edad, y sobre todo con niños pre-adolescentes
de 11 a 12 años. El contrato requiere que, sobre el tema que se va a
acordar, haya un consenso previo adecuado para alcanzar dicho objetivo,
además de una motivación básica. Los contratos sobre conductas se
suelen redactar de forma sencilla, clara y son firmados por ambas partes
(en nuestro caso el niño en cuestión y sus familiares, por ejemplo). En el
contrato se pueden especificar cuáles son los “premios”, que se
conseguirán al realizar las conductas acordadas, y cuáles serán las
posibles consecuencias negativas de los incumplimientos –para ello se
tendrá en cuenta la situación y características del niño–, y que toda
acción debe tener un valor educativo y positivo, nunca punitivo o de
simple castigo.
El uso de castigos para reducir la presencia de conductas inadecuadas debe ser algo excepcional y bien
planteado. Un castigo debe ser educativo, no interferir en el desarrollo psicológico del niño, proporcional a
lo inadecuado de la conducta, inmediato a la conducta que se va a castigar, entendible por el niño y nunca
de carácter físicamente violento.
96
mantenerse porque en sí misma es adecuada y motivante, no porque
siempre va a ver “premios especiales” por hacerla. Cuando se quiere
reducir una conducta casi siempre pensamos sólo en castigarla, pero
existen otras opciones. Si se opta por el castigo éste debe ser también
educativo, y para ello debe ser inmediato a la conducta: que el niño
claramente sepa por qué se le castiga y cómo podría haberlo evitado,
debe hacerse a través de mecanismos no agresivos (nunca violencia, ni
daño físico) y el castigo no debe interferir en su desarrollo psicológico.
Los castigos más simples pueden ser imponerle hacer alguna actividad
que usualmente no le corresponde y que le desagrada (por ejemplo tener
que barrer el patio) o retirar una actividad que le agrada (por ejemplo no
poder usar Internet o ver la televisión). Otra forma de intentar retirar una
conducta que no es adecuada es no reforzándola, es decir, consiguiendo
que una vez que ha ocurrido dicha conducta no haya después
consecuencias positivas que son las que hacen que se mantenga en el
tiempo. Por ejemplo, los niños hacen cosas desagradables o inadecuadas,
muchas veces sólo porque así consiguen la atención de su madre o de su
padre. Si detectamos esta pauta, puede ser muy eficaz no atender dichas
conductas, para que poco a poco se extingan por falta de refuerzo.
– Uso de la afectividad. Mostrar afecto (palabras agradables, besos,
caricias, abrazos, contacto físico…) o no mostrarlo (palabras
recriminatorias, por ejemplo) pueden ser en sí mismos potentes
mecanismos para premiar o castigar conductas y conseguir con ello
potenciarlas o reducirlas según el caso. Los premios/castigos afectivos
son más fáciles de conseguir, inmediatos, más baratos frente a los
premios y castigos materiales. Las palabras de aliento y felicitación por
un día sin haber comido golosinas, el recibir al niño con un buen abrazo
y besos después de cada hora de actividad deportiva que está
esforzándose en hacer, junto a cariñosas expresiones animándole a
seguir, son en sí mismos grandes reforzadores. No usar el afecto
negativo como castigo. Los niños siempre se merecen el cariño y amor
de su familia, aunque se equivoquen o no sean capaces de cumplir un
compromiso, en este caso se puede tener cuidado en que el afecto se
muestre, pero no detrás de incumplimientos, sino en otros momentos.
Detrás de los fallos sí que puede haber palabras rotundas y claras, y si es
preciso, severas.
– No usar la comida como castigo o premio. Una recomendación muy
importante es que la propia comida o los hábitos de alimentación no son
adecuados como premios y/o castigos en un programa de intervención
por exceso de peso. No podemos avisar de que se “premiará” a la niña si
permanece durante una semana sin comer golosinas, con una bolsa de
golosinas el domingo. De esta forma se están enviando mensajes
97
contradictorios que sólo pueden confundir a la niña en cuestión. Otra
cosa es que se hagan excepciones con el tema de la comida. Si un
alimento del que se ha abusado se elimina de la alimentación habitual,
puede ser oportuno que en algún momento especial se deje consumirlo.
También es muy importante detectar si hasta ahora se había utilizado la
comida como forma de premiar u ocultar otros temas. Por ejemplo,
últimamente suele ser habitual que padres/madres culpabilizados por el
poco tiempo que pueden pasar con sus hijos debido a su ritmo de vida,
intenten compensar esa situación ofreciendo golosinas o invitando a
restaurantes de comida rápida cargada de grasas y refrescos azucarados
que favorecen el exceso de peso. La comida no debe usarse como
castigo, premio o sustituto de afectos. La comida tiene una función
biológica básica y de disfrute, que debe ser independiente de otros
asuntos.
En las anteriores líneas hemos planteado cuál podría ser la forma de establecer un plan
de trabajo para reducir el exceso de peso de un niño con sobrepeso u obesidad.
Igualmente se han señalado algunas técnicas generales que pueden ser de utilidad para
conseguir que se produzcan cambios en los hábitos y que éstos se mantengan. Ahora, la
cuestión es ¿sobre qué conductas se debe actuar y qué nuevas conductas se deben
instaurar? Al respecto ya hemos señalado que se trabajará sobre aquellas que se hayan
detectado como más deficientes según la evaluación que se habrá hecho, ayudados de las
hojas de registro en cada caso concreto. También se han indicado unos objetivos que
pueden ser generales a muchos casos, y ahora iniciamos varios apartados donde se van a
dar algunas sugerencias de acciones para acometer que también pueden ser de aplicación
a la mayoría de los casos. Empezamos por el tipo de alimentación, seguiremos por los
hábitos de alimentación, y terminaremos por los hábitos de actividad física. Ahora ya
98
podremos completar las columnas cuarta y quinta del cuadro 6.4 del seguimiento del
plan.
Quien esté diseñando una intervención con un niño encontrará aquí diferentes pautas
de trabajo, y para ponerlas en práctica podrá seguir las indicaciones del apartado anterior.
El control de consumo de alimentos inadecuados fuera del ámbito familiar debe
controlarse desde la educación al respecto y también con sistemas más expeditivos, como
por ejemplo a través de la disponibilidad de dinero para comprar golosinas, dulces,
helados o refrescos. Si el niño abusa comprando por sí mismo, se le debe conminar a no
hacerlo, y si fuera necesario reducir su disponibilidad de dinero o incluso hablar con los
responsables de los establecimientos donde compra (se puede exigir a un dependiente que
se abstenga de vender determinados productos a un menor de edad, pues dichos actos
podrían ser anulables legalmente).
Una de las primeras posibles grandes áreas de trabajo es el tipo de alimentación que
está comiendo el niño en cuestión, y que en los casos de sobrepeso suele ser inadecuada,
en cuanto a calidad y cantidad. Esta inadecuación podemos intuir que se debe a:
En este apartado vamos a dar varias pautas para mejorar el conocimiento sobre
nutrición de la familia orientado a la reducción del exceso de peso, pero la familia deberá
analizar qué está ocurriendo fuera de su ámbito de control directo, como por ejemplo,
cuando está en casa de amigos o familiares, en sus ratos de ocio, en el comedor del
colegio, etc. Para ello necesitará, evidentemente, recabar la colaboración de otros, que
pueden ser familiares, amigos del niño, hermanos, y tener una estrecha comunicación
con los educadores del colegio en caso de que el niño haga comidas en el comedor
escolar. Los menús escolares generalmente están bien diseñados y suelen ser equilibrados
en calidad y adecuados en cantidad; muchos centros informan periódicamente a las
familias de los menús que están comiendo sus hijos. Aunque el menú escolar no sea
probablemente una causa de mala alimentación, a veces en el comedor escolar pueden
ocurrir cosas que sí lo sean, como por ejemplo que otros niños mal-comedores le den al
niño con sobrepeso su pan, sus postres, o la parte de la comida que no quieren y que éste
lo acepte de buen agrado. En los comedores escolares hay educadores que controlan que
se coma bien, pero a veces es imposible un control total; si la familia está preocupada,
puede solicitar un especial control en el caso del niño en cuestión, para que si se detectan
comportamientos de este tipo, intervengan para eliminarlos.
Dicho lo anterior, vamos a dirigir los esfuerzos a proporcionar información que
permita tener una mejor alimentación. En cuanto a las recomendaciones alimentarias para
reducir el peso, se ha resumido la información en tres consejos sobre nutrición que
aparecen en el cuadro 6.5, y que se explican a continuación.
CUADRO 6.5
99
Recomendaciones sobre nutrición para reducir el exceso de peso
100
respecto, se puede solicitar menús a un especialista en nutrición infantil
(pediatra, médico nutricionista, etc.), o también recurrir a libros especializados
en nutrición infantil que aportan listados de menús. En el capítulo 9 sobre
ampliación de información se recomienda un libro de dos pediatras, Frontera y
Cabezuelo, donde se pueden encontrar listados de menús infantiles
organizados por edades y diferentes necesidades. A modo de ejemplo en el
cuadro 6.6 se indica un menú de 1.300 calorías. (Se debe tener en cuenta a la
hora de la comida y cena se podrá comer un trozo de pan [aprox. 30 g] y los
guisos se harán con un poco de aceite de oliva).
CUADRO 6.6
Ejemplo de un menú de 1.300 calorías, aproximadamente
Desayuno:
Un vaso de leche entera (250 g).
Una cucharadita de azúcar.
Una rebanada de pan de molde con confitura.
Almuerzo:
Dos piezas de fruta.
Comida:
1.º Verduras cocidas (300 g) y condimentadas
ligeramente o en puré.
2.º Carne a la plancha (30-40 g)
Postre: Una fruta.
Merienda:
Yogur y 3-4 galletas.
Cena:
Tortilla de un huevo, con arroz blanco hervido
y un poco de tomate frito.
Fruta.
101
Para cumplir con este criterio debe seguirse la pirámide de alimentación (figura 9.6
del capítulo 9) y las indicaciones que se acompañan de cuántas raciones de cada grupo
de alimentos conviene incluir cada día. Con esta información elaboramos los menús
diarios siguiendo la información que ya se expuso; en caso de dificultad para elaborarlos
se deben solicitar a un especialista (pediatra, médico nutricionista) o buscarlos en los
libros especializados en nutrición.
A la hora de elegir los alimentos hay que tener en cuenta algunas consideraciones
como:
102
hacia alimentos como las verduras, legumbres y frutas.
Retirar alimentos que tienen “calorías vacías”, es decir que aportan calorías en
forma de excesivas grasas y azúcares, pero que no tienen nutrientes (proteínas, hidratos
de carbono, vitaminas, minerales…), por ejemplo los refrescos o golosinas.
A la hora de comer hay que acostumbrar al niño a hacerlo con agua, para beber, y
en momentos especiales utilizar bebidas naturales como zumos recién exprimidos o
bebidas comerciales que no tengan azúcares añadidos y con los menos colorantes y
conservantes posibles.
No se puede decir que las golosinas y los dulces son malos, es malo su consumo rutinario y abusivo porque
no son muy nutritivos y aportan un exceso de calorías que favorece el sobrepeso. En un plan de mejora de
hábitos alimentarios, habrá que retirar el consumo excesivo, pero no ser drásticos y prohibir totalmente su
consumo. Puede dejarse comer golosinas, dulces y pasteles en situaciones muy controladas, y en momentos
especiales (cumpleaños, fiestas escolares…).
103
Tras analizar la importancia de la cantidad de comida ingerida y del tipo de alimentos a
ingerir, la tercera gran línea de trabajo para reducir el exceso de peso es ir adquiriendo
unos buenos hábitos de alimentación. Cuándo y cómo se come, es decir, la forma de
comer también puede contribuir al sobrepeso.
¿Qué hábitos de alimentación son aconsejables? A continuación vamos a exponer
unas cuantas ideas al respecto, algunas de ellas son propuestas especiales para poner en
marcha durante un plan temporal para reducir el peso, y otras ideas se refieren a hábitos
que puede ser interesante adquirir y mantener durante toda la vida.
104
CUADRO 6.7
Ideas para un desayuno adecuado
1. El desayuno debe proporcionar la alimentación y energía suficiente para toda la actividad intelectual y
física del niño a lo largo de la mañana.
2. Sólo un vaso de leche no es suficiente como desayuno para un niño.
3. Ir mal alimentado al colegio genera disminución del rendimiento escolar, inquietud, y apetito voraz que
puede provocar consumo de golosinas o dulces, las cuales no alimentan, facilitan el sobrepeso y las
caries.
4. El desayuno es más atractivo:
a) Si se disfruta de él, sentados todos en la mesa. Eso quizá supone levantarse un poco antes, pero
compensa, más aún en una sociedad donde hay pocos momentos para compartir en familia.
b) Si se varía el contenido y la presentación. Combinar frutas, zumos, cereales, leche, etc. Se puede
elegir el alimento del mes, o de la temporada, y así huir de un desayuno monótono.
c) Si participa el niño en su preparación tanto por la mañana, como la noche anterior, por ejemplo,
preparando una macedonia de frutas.
5. Aunque cada familia tiene sus hábitos, debemos recordar que en el desayuno se pueden incorporar
diferentes tipos de alimentos que lo hacen para el niño más atractivo, por ejemplo: leche con cacao,
pan con mantequilla y confituras, frutas frescas o macedonias sin azúcar añadido, tortilla francesa,
zumos de frutas (especialmente el de naranja), sándwich de pan integral con queso, jamón york,
yogures, requesón, miel, etc.
105
estrategias procedentes de la psicología de la salud que podrían ser efectivas: como el
contrato conductual, la economía de fichas, el sistema de refuerzos/castigos educativos,
etc. En el cuadro 6.8 se señala un ejemplo de aplicación de la técnica de la economía de
fichas para reducir un hábito alimentario inadecuado.
CUADRO 6.8
Ejemplo de un programa de economía de fichas para reducir el consumo de dulces
Ana es una niña de 10 años con obesidad. Su padre y su madre han detectado que dicha obesidad se debe a
diversas causas, entre ellas el consumo excesivo de dulces. Desde hace varios años Ana come todos los días
dulces. A mitad de la mañana en el colegio, se compra un bollo relleno de chocolate, y para merendar suele
comer de nuevo algo de bollería. Dado que esta conducta de Ana está siendo de las más difíciles de
modificar, y no ha sido efectivo el simple hecho de explicarle que debe cambiarla, su madre ha decidido
instaurar un programa de economía de fichas, con el siguiente planteamiento:
1. Conducta que se debe sustituir: consumo del bollo para el almuerzo y bollería para merendar.
2. Conducta sustituta: No se llevará dinero para comprarse el bollo del almuerzo y a cambio se llevará una
pieza de fruta y un pequeño zumo o un yogur bebible descremado. En la merienda se retirará la
bollería, y se comerá algo diferente dependiendo del día (vaso de leche y fruta, zumo y pequeño
bocadillo, sándwiches, etc.)
3. El sábado, como excepción, sí podrá merendar un bollo.
4. Si Ana mantiene durante 2 semanas dicha conducta, al final de dicho período conseguirá poder ir un fin
de semana con su tía a la casa de la playa, algo que lleva pidiendo desde hace meses.
5. La madre de Ana le pide que dibuje la casa de su tía en la playa y a ella asomada en la ventana, y luego
corte el dibujo en 15 tiras y las guarde. Cada día que Ana cumpla con el programa, su madre le dará
una tira para que vaya confeccionando el dibujo que lo tendrá pegado en su habitación. Cuando lo
complete podrá ir con su tía.
Algunas consideraciones:
Si el programa ha resultado bien, se puede mantener con dicha conducta y ampliar a otras, claro está,
modificando los premios y/ o modificando el período para conseguirlos. Puede ser muy interesante
establecer premios menores parciales que se consigan cada 15 días o un mes, y un premio más importante
que se conseguirá si se van instaurando los buenos hábitos durante más tiempo, como 6 meses o un año (¿un
viaje? ¿una bicicleta? ¿un juguete especial?).
Hay que saber establecer bien la conducta, la misma debe ser clara y fácil de realizar, y fácil saber si se está
cumpliendo (se puede recabar la ayuda de otros si fuera necesario para este control, amigos, hermanos,
etc.). También es crucial asegurarse de que la niña ha entendido perfectamente el plan. Hay que explicar que
el objetivo no es conseguir sólo el premio, sino comportarse más sanamente para estar mejor y ser más
felices.
Una última consideración es la de ser capaces de adaptarse a las cuestiones inesperadas y saber cómo se van
a resolver. Por ejemplo, qué se va hacer ante un incumplimiento, un engaño… (¿se permite un fallo? ¿se
retira una ficha?).
106
Dieta
La tercera gran área vital donde conviene plantearse adquirir buenos hábitos es la de la
actividad física, las dos anteriores eran en la cantidad y tipología de alimentos y en los
hábitos de alimentación.
Como ya se explicó en el capítulo de causas de la obesidad, en la sociedad actual
existe un gran problema con el sedentarismo y los hábitos de ocio, que están potenciando
los problemas de exceso de peso y obesidad.
¿Cómo actuar en este tema con el niño con sobrepeso u obeso? Habrá que actuar en
las dos grandes áreas típicamente afectadas, que son la escasez de actividad física
cotidiana y la falta de práctica de algún tipo de deporte. El principio general de actuación
debe ser el de su progresiva promoción. Pero siguiendo el esquema que hemos expuesto
en este apartado de intervención desde la familia, la clave estará en que los progenitores
hayan hecho un buen análisis, y hayan detectado cuáles son las conductas inadecuadas
en este tema y de igual forma cuáles pueden ser las razones para que así sean.
Las recomendaciones que vamos a hacer en este apartado van dirigidas a:
107
Actividad física cotidiana: recomendaciones para reducir la obesidad infantil
Hoy día los niños se desplazan a todos los lugares en coche o transporte público, pasan
muchas horas dentro de los domicilios (ya no se frecuenta tanto la calle y los parques
como antaño) y tienen hábitos de ocio muy sedentarios, como ver la televisión (según
datos de las últimas encuestas el 30% de los niños pasan diariamente entre 2 y 3 horas, o
más, frente al televisor), se multiplican los videojuegos, y el ordenador se ha convertido
en un miembro más de casi todas las familias.
Éstas pueden ser algunas recomendaciones al respecto:
1. Cambiar los hábitos sedentarios de toda la familia. Será muy difícil que
intentemos convencer al niño de que no esté tanto tiempo viendo la televisión
en el sofá, si él ve que es lo que hace durante horas su familia. Por tanto, el
cambio de hábitos sedentarios del niño volverá, como ya hemos expuesto
continuamente, a implicar a toda la familia.
2. Fomentar el caminar como forma de desplazamiento: bajar escaleras y usar
menos el ascensor, no coger el coche para ir a todos los sitios (el uso del
transporte público suele requerir también movimiento hasta las paradas o
escaleras por las estaciones), usar el transporte público favoreciendo el
caminar (por ejemplo, montándose en alguna parada más lejana), acostumbrar
al niño a realizar tareas que requieran caminar (ir a por compras, tirar la
basura, pasear a una mascota), etc.
3. Fomentar actividades que requieran movimiento como: ayudar en las tareas
domésticas, ayudar en la limpieza del coche, ayudar con la limpieza del patio o
el jardín (cortar el césped, regar las plantas), etc.
4. Comprar juguetes que favorezcan la actividad física, como juguetes deportivos
(balones, bumeranes, raquetas…), cometas, bicicletas, etc.
5. Inscribir al niño en actividades extraescolares, que sin ser deportivas, sí que
requieren actividad física: excursionismo, recorridos culturales, teatro, danza,
etc.
6. Realizar los fines de semana alguna actividad que requiera desplazamientos:
caminar, visitar exposiciones, museos, excursiones al campo, etc.
7. Controlar y reducir el tiempo dedicado a ver la televisión. Existe una
correlación entre el tiempo que se dedica a ver la televisión y el riesgo de
padecer sobrepeso. Según la Academia Americana de Pediatría, los niños no
deberían ver más de 1 o 2 horas de televisión al día, por sus efectos negativos
sobre el sobrepeso y el desarrollo psicológico.
Que un niño no haga actividad física cotidianamente es debido a que tiende a ser “vago” o ¿es que los
adultos con los que convive no le animan a hacerla, no la hacen ellos y por tanto no son buenos modelos
para imitar, o no tienen tiempo para acompañarle un rato al parque todas las tardes?
108
8. Promover los juegos de calle, patio, columpios, etc. Recuperar de nuevo los
parques y los juegos en la calle, con la adecuada vigilancia y seguimiento por
parte de algún adulto. Un tiempo diario dedicado a este tipo de juegos
proporciona una actividad física similar a la deportiva, además de crear lazos
de amistad, y establecer relaciones.
CUADRO 6.9
Ejemplo de la técnica de contrato conductual para promover la actividad física y reducir la obesidad
Íker es un niño de 11 años con un problema de sobrepeso. Su padre ha analizado cuáles pueden ser las
causas y ha observado que realizaba muy poca actividad física. Cree conveniente intentar que Íker cambie
sus hábitos cotidianos, para en un futuro motivarle para hacer algún deporte. Como Íker está de acuerdo
(últimamente está preocupado porque dice que es más feo que los demás por ser “gordito”) acepta que hay
que hacer cambios, pero le cuesta mucho cualquier esfuerzo. Su padre le ha propuesto hacer un contrato en
estos términos:
Íker, con el objetivo de hacer más actividad física para estar más sano, más ágil, más guapo, y reducir su
peso, se compromete a las siguientes acciones;
y
Pablo, padre de Íker, con el objetivo de ayudarle a estar más sano, más ágil, más guapo y reducir su peso, se
compromete con Íker también a:
1. Íker a partir de ahora subirá y bajará las escaleras del bloque sin coger el ascensor, a excepción de que
lleve cosas de peso (planta baja-3. er piso)
2. Íker al volver del colegio se bajará una parada antes del bus urbano para caminar ese trayecto hasta
casa (10 minutos caminando.)
3. Íker se compromete a partir de hoy a bajar todas las noches la basura llevándola al contenedor que
hay en tres calles más allá del bloque. (10 minutos caminando de ida y otros 10 de vuelta).
4. Pablo se compromete a acompañar a Íker todas las noches a bajar la basura.
5. Si Íker mantiene este plan durante toda la semana, durante el fin de semana podrá optar por elegir
una actividad que le guste de entre: ir al cine, conectarse a Internet 1 hora junto a su madre o su
109
padre u oír música en el equipo de audio de la casa.
6. Si Íker o Pablo no cumplen sus compromisos, los sábados no podrán ver la televisión a ninguna hora.
1. Sexo y edad. Aunque el deporte no tiene sexo, culturalmente los niños y las
niñas tienen sus preferencias por la educación que han recibido. Hay que ser
110
conscientes de ello y no ir contra dichas preferencias.
2. Gustos del infante. Si ha mostrado en alguna ocasión predilección por algún
deporte, o conoce a algún deportista famoso que puede ser su modelo de
motivación, ese deporte puede ser más interesante que otros.
3. Disponibilidad. A la hora de elegir la modalidad deportiva hay que tener en
cuenta si se puede practicar cerca de casa, si existen programas municipales
donde inscribirse, si existe algún club deportivo donde apuntarse, que la
economía familiar pueda o no costear el material deportivo y el monitor, etc.
4. Tiempo. La actividad deportiva tendrá sus efectos (en el control de peso, sobre
la psicología del niño…) si se practica con regularidad, una o dos veces a la
semana como mínimo, y eso se consigue si el niño puede dedicar tiempo a ello
y si un adulto tiene también tiempo como para llevarlo y recogerlo. A la hora
de optar por un deporte u otro, este tema también es crucial.
5. Tipo de sobrepeso. Cuanto mayor sea el sobrepeso u obesidad, con mayor
cuidado habrá que iniciar la actividad deportiva, siendo ésta menos fatigosa y
con mayor control supervisada por un monitor. Si se va consiguiendo reducir
el peso, se podrá aumentar el tiempo y esfuerzo en dicha actividad deportiva o
cambiar a otra más exigente. En el cuadro 6.10 se señalan a modo de
ejemplos algunas modalidades deportivas en función del grado de sobrepeso.
(Recordemos que podemos considerar peso ideal al que corresponde al
asociado al IMC del Percentil 50 para la edad del niño, según los cuadros del
capítulo 4.)
CUADRO 6.10
Tipo de actividad deportiva según sobrepeso (adaptado de Calzada, 2002)
111
Natación, ejercicios aeróbicos sentados, bicicleta.
112
dulces y golosinas todos los días, plantear su retirada de forma radical puede
ser harto difícil, o si lleva meses sin hacer una actividad deportiva, plantear
sorpresivamente que la haga todos los días es, además de excesivo,
improcedente desde el punto de vista de la salud física. La solución en este
caso pasaría por adecuar el plan o ritmo de intervención, a un patrón más
acorde con la realidad y las posibilidades del niño.
– Que el niño no vea una implicación de toda la familia. Ésta puede ser la otra
gran razón de la negativa a colaborar, si al niño se le dice que no puede ver la
televisión tanto tiempo, pero, sin embargo, es lo que hace su padre; o que no
puede beber refrescos para comer, sino agua, pero a su hermana se le permite
que los beba todos los días, es compresible que el niño tenga muchas
dificultades para autocontrolarse. La solución pasa por una mayor implicación
de toda la familia en los hábitos familiares, y el control de ciertas conductas
delante del hijo obeso.
Aunque el niño tenga mucho sobrepeso el plan de reducción no debe ser excesivamente exigente, y menos al
principio, porque si no, es normal que no obtengamos la suficiente colaboración por parte del infante. Es
mejor empezar con objetivos suaves, y conforme se vayan adquiriendo los hábitos, incrementar las
exigencias.
– Una tercera razón que puede estar detrás del niño poco colaborador es que el
plan de reducción de ingesta le esté causando mucho apetito, y que ello le
genere malestar e irritabilidad. Ante esta situación conviene revisar los menús
y posibles tentempiés que se le están permitiendo. Quizá proceda incrementar
la cantidad de fibra alimentaria, o incluir más alimentos saludables entre horas
(frutas, zumos, yogures descremados…), y observar si durante los períodos
entre comidas el niño se aburre porque no tiene nada que hacer y por tanto
magnifica la sensación de hambre.
– Por último consideremos que una posible causa de su falta de colaboración sea
su “carácter”, entendido como un niño difícil, que en general es rebelde, poco
colaborador, protestón, etc. En este sentido, los padres deben trabajar la
comunicación y la motivación. Dependerá de la edad del infante para poder
explicarle de una forma más o menos clara los problemas de seguir con
sobrepeso y de los beneficios de reducir su peso, y en consonancia motivarle
para mejorar su aspecto y su salud. Hay que hacer evidentes, y resaltar, los
beneficios de tener unos hábitos saludables y no centrarse tanto en los
aspectos negativos. En caso de que no podamos “persuadirle” ni motivarle a
través de las conversaciones pausadas y los propios ejemplos clarificadores,
podremos recurrir a técnicas más expeditivas para conseguir su colaboración:
uso de refuerzos y premios de forma inmediata o demorada (recuérdese las
técnicas de economía de fichas y contratos conductuales mencionados), o el
113
uso de la retirada de refuerzos positivos a las conductas que deseamos reducir
(“si hoy no haces tu media hora de caminata, no podrás ver la televisión por la
tarde”).
Abandonos y recaídas
En estrecha relación con lo antes analizado está el problema de los abandonos del plan de
intervención, o después de haber conseguido un determinado objetivo, recaer y volver a
ganar peso.
Debemos recordar que el objetivo de nuestro plan de intervención no se centra
obsesivamente en conseguir un determinado peso, sino en la adquisición de unos hábitos
saludables en la alimentación y de ejercicio físico, que como consecuencia tengan el
ajuste del peso.
La mayoría de los abandonos y recaídas se deben a dos causas, sobre las que
deberemos centrar nuestra atención si deseamos evitar este problema.
– Por una parte la falta de vigilancia y dejación del control por parte de los
progenitores. Por muy sano que sea el reducir el consumo de ciertos alimentos
y el comer otros, o el realizar cierta cantidad de actividad física, si no se
disponía de dichos hábitos, el adquirirlos requiere una buena dosis de
autocontrol y de capacidad de ver unos beneficios que se proyectan en el
tiempo, a cambio de renunciar a unos beneficios inmediatos (como comer
dulces o estar tumbado en el sofá). No se puede esperar que todo este
ejercicio de autocontrol surja de forma espontánea y se mantenga en un niño.
Por ello es sustancial el papel permanente de seguimiento, control y refuerzo
de los padres y el resto de la familia. Si se baja la guardia, es fácil el abandono
del plan. Por ello para evitar dichos abandonos debemos considerar que la
familia debe manejar una buena dosis de motivación, que el plan haya sido
acordado por todos y que esté produciendo algunos beneficios positivos.
– Un plan mal diseñado es la segunda causa probable de un abandono o de una
recaída temprana. Si se ha realizado un plan para 4 meses, se ha conseguido
reducir cierto peso, y la familia piensa que ya se ha logrado el objetivo, es
muy probable una recaída. Un buen plan no es para bajar de peso en poco
tiempo, sino para cambiar hábitos familiares a largo plazo y de forma
permanente. Se evitarán las recaídas con acciones como las siguientes:
114
conseguir el niño por cumplir ciertas tareas (mantenerse sin comer
dulces, encargarse todos los días de sacar al perro, etc.). Si no se
cambian los premios o beneficios el niño puede perder motivación.
d) Prevenir las situaciones de riesgo. Si la familia baja la guardia y vuelve a
tener en casa productos poco saludables y apetecibles (refrescos, comida
rápida, dulces…) es normal que el niño caiga en la tentación de volver a
comerlos, y sería muy inhumano que otros miembros de la familia los
consuman delante de él, pero a él no se le permitan. De igual forma suele
ser momento propicio para recaídas, períodos singulares donde se rebaja
la atención y el cuidado, como son vacaciones o estancias en casa de
familiares.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
115
control de conductas de niños y adolescentes, y en el tema de sobrepeso u
obesidad, han sido utilizados tanto para mejorar los hábitos alimentarios
como para los de actividad física. Cuando no funcionan se debe a alguna de
las siguientes razones. Primero, a haber elegido bien los reforzadores o no,
¿realmente el premio que va a conseguir el niño es algo deseado por él, o no
tiene suficiente atractivo? La segunda razón suele ser que la conducta que
debe realizar el niño es muy difícil de instaurar porque es radicalmente
diferente a lo que hacía hasta ahora o se le pide que lo haga en una
intensidad muy elevada o a un ritmo de adquisición excesivo. La tercera
razón por la que no suelen funcionar los programas de economía de fichas es
el plan para dar las fichas y refuerzos, conviene que al principio sea “fácil”
conseguir fichas y algún premio básico en pocos días (una semana como
mucho) y luego ir aumentando la cantidad de fichas y días para conseguir un
premio, de igual forma conviene tener un premio más sustancioso de
referencia que se conseguirá al instaurarse el hábito que persigamos durante
varios meses.
“Me gustaría que mi hijo Javier adquiriera el hábito de lavarse los dientes
por lo menos dos veces al día, ¿qué acciones pueden ser adecuadas?”
Para instaurar una conducta como ésta se pueden combinar varias técnicas
de señalamiento, autocontrol y seguimiento. Por ejemplo, se podría empezar
por hacer una plantilla en una hoja donde estén los días de la semana, y
donde marque con una X cada vez que se lave los dientes. Esa hoja se
pegará en el espejo del baño (u otro lugar visible). Además de esta técnica,
se puede señalar la necesidad de lavarse los dientes colocando el cepillo de
116
dientes como un utensilio más al poner la mesa para comer (se pone el plato,
vaso, tenedor, cuchillo y cerca el cepillo). Por último, se puede utilizar un
programa que incluya algún premio o refuerzo, ya sea un contrato
conductual o un programa de economía de fichas, explicados en este
capítulo. Estas técnicas requieren realizar acciones especiales durante un
tiempo, mientras se adquiere el hábito, pero pasado dicho espacio temporal,
la conducta debe mantenerse por sí misma, ya que genera refuerzos
intrínsecos (rituales habituales, sensación de limpieza…).
El hábito de ver televisión puede tener dos consecuencias negativas: por una
parte contribuir al sobrepeso, dado que es un hábito pasivo, y por otra que
los programas de televisión puedan transmitir mensajes nocivos a los niños
(excesiva violencia, actitudes consumistas, lenguaje inadecuado, etc.). Se ha
comprobado cómo los niños que más horas de televisión ven al día, más
riesgo tienen de padecer sobrepeso. No hay que olvidar que la televisión en
la actualidad es un medio de comunicación de enorme importancia y que se
ha convertido en un elemento consustancial al modo de vida de nuestra
sociedad, por lo cual su prohibición absoluta al niño no parece oportuna.
Para reducir el tiempo delante del televisor el mejor plan es que toda la
familia adquiera ese hábito, y que en el tiempo ganado se hagan otras
actividades más instructivas. Directamente, con los niños se puede acordar
que al cabo del día puedan ver un tiempo concreto y limitado de televisión
(¿1 hora o 1 hora y media?) o ver uno o dos programas para niños… Este
tiempo puede ser anotado en una hoja junto al televisor. Suele ser efectivo,
por sorprendente, utilizar un reloj cuenta atrás (del tipo a los que se usan en
cocina) y ponerlo en marcha a la vez que se enciende el televisor para que
señale cuándo ha pasado el tiempo acordado. No obstante, hay que insistir
en que la clave para la reducción del tiempo está en que sea algo que haga
toda la familia, y que exista una alternativa o de ocio educativa atractiva.
“¿Qué deporte podría ser recomendable para nuestra hija de 10 años que
tiene sobrepeso?”
La primera pregunta que deben hacerse los padres es cuánta actividad física
cotidiana realiza su hija: ¿camina?, ¿sube y baja escaleras?, ¿pasa demasiado
tiempo en el sofá?… Si hay un déficit en estas actividades, antes de
plantearse realizar un deporte habría que promover los hábitos cotidianos de
actividad física. Si además los padres están interesados en que haga un
deporte, dado que además de mejorar el sobrepeso mejora otras áreas
117
psicológicas y sociales, habría que recomendar aquel deporte que, por sus
características y el contexto donde se realiza, sea el más favorable y
motivante. Algunos deportes sencillos y baratos, aunque requieren del tiempo
de la familia para practicarlos y controlarlos, son el simple caminar, correr si
se puede, o el ciclismo. Un circuito de gimnasia más un tiempo de natación,
también puede ser un buen hábito de deporte habitual, aunque en estos casos
requerimos de más tiempo y a veces de cierto desembolso económico. Y
evidentemente todos los deportes clásicos en equipo, que en muchas
ocasiones pueden practicarse en el propio colegio, como son el fútbol,
baloncesto, tenis, etc. La garantía de mantenimiento de la actividad deportiva
se encuentra en la implicación familiar, y que el deporte sea divertido y
gratificante para la niña.
“¿Podemos utilizar alguna técnica para que nuestro hijo Carlos, que niega
que come muchos dulces y golosinas, se dé cuenta de ello por sí mismo?”
118
FIGURA 6.6. Dulces y pasteles deben consumirse con moderación para evitar que puedan contribuir al
sobrepeso.
119
120
7
CUADRO 7.1
Problemas psicológicos y sociales asociados a la obesidad infantil (adaptado a partir de Chueca et al., 2002)
121
– Depresión.
– Aislamiento, inactividad.
– Disminución de la autoestima.
– Ansiedad.
– Alteraciones del comportamiento.
También es necesario señalar que algunos estudios han puesto de manifiesto que
muchos niños obesos ni son conscientes de tener un problema de salud por su peso, ni
viven esa situación con alteración de su salud psicológica, probablemente en relación a
entornos sociales menos agresivos o más protectores.
Problemas de autoestima
“Carmen, que tiene 10 años, dice que no quiere ir a la fiesta de fin de curso del colegio. Su
padre habló con ella el otro día para saber por qué, y ella dice que como está gordita no le va quedar
bien el disfraz que van a llevar todos los compañeros de su clase. Su padre le dijo que el disfraz a
cada niño le quedaba diferente y que eso no importaba, pero Carmen insistía en que ella todo lo
hacía mal y que era más torpe y tonta que el resto de sus compañeros, por lo que prefería quedarse en
casa.”
122
imagen, creo que gusto a los demás, etc.
– ¿Cómo se autoconsidera intelectualmente? Creo que soy inteligente, soy capaz
de hacer las tareas escolares, los demás creen que soy listo, etc.
– ¿Cómo se autoconsidera emocionalmente? Creo que soy una persona feliz, los
demás piensan que soy una persona alegre, etc.
– ¿Cómo se autoconsidera socialmente? A los demás les gusta estar conmigo,
creo que soy buen amigo, en clase tengo buenos compañeros, etc.
Se ha investigado que las niñas que han sufrido burlas debido a su aspecto, tienen
afectada su autoestima, y son más proclives a sufrir trastornos de conducta alimentaria
en la adolescencia y juventud. Las burlas son más sentidas si provienen de familiares
(padres, hermanos…) o de amigos cercanos.
Algunos consejos para ayudar desde la familia a un niño con problemas de autoestima,
debidos a su obesidad, son los siguientes:
Muchos problemas de autoestima en niños con exceso de peso provienen de centrar la relación con ellos en
torno a su peso. Hay que intentar reforzar las facetas positivas del niño y darle sólo la importancia justa al
peso.
– Resaltar las cualidades positivas del niño. Aunque el niño tenga problemas por
su exceso de peso, seguro que tiene otras muchas facetas positivas que se
pueden reconocer y reforzar: cómo se comporta en casa, sus actividades
123
escolares, sus muestras de afecto, su alegría, cierta habilidad para hacer algo,
etc.
– Establecer un programa realista de reducción de peso, donde se implique toda la
familia y no se vea como un problema exclusivamente centrado en el niño.
– Que las propuestas para mejorar los hábitos saludables se centren en los
aspectos positivos que se van a conseguir y no tanto en destacar los negativos
de seguir como ahora se está.
– Realizar actividades gratificantes con el niño, en actividades y acciones donde él
sea competente, con objeto de que al conseguir resultados, obtenga
sensaciones positivas asociadas a sus capacidades y se refuerce su autoestima.
Problemas emocionales
“Desde hace una semana Luis, de 10 años, ha perdido el interés por el colegio y por salir por
las tardes a divertirse con sus amigos. Sus padres notan que se queda en casa mucho tiempo solo,
tristón, con poca energía y motivación para hacer cualquier cosa. Él dice que se ha quedado sin
amigos porque está gordito y que prefiere estar solo en casa antes de sentirse mal cuando está con
ellos.”
Luis, tal y como se señala, muestra síntomas de depresión, que es una de las
consecuencias negativas emocionales que puede llegar a provocar el percibirse diferente y
rechazado por culpa de un aspecto físico no aceptado socialmente, debido a un exceso de
peso.
No todos los niños con sobrepeso van a sufrir episodios depresivos. Cómo es su
personalidad, haber padecido o no experiencias negativas asociadas a su aspecto físico,
educación recibida, contar con un entorno familiar protector, etc. son variables que
amortiguan los factores que incitan a la depresión.
Es también en la depresión infantil cuando debemos plantearnos si es consecuencia
de la obesidad o al revés. Es común que niños no obesos que comienzan con un episodio
de depresión por diferentes motivos, modifiquen sus hábitos de vida, tendiendo al
aislamiento y a la pasividad física, comiendo más o abusando de dulces, favoreciendo en
definitiva el sobrepeso.
Si realmente estamos ante un episodio de depresión infantil, aunque los padres
deban intervenir para reducirla, conviene que soliciten la intervención (correcto
diagnóstico y tratamiento) de un especialista de la salud, ya sea el pediatra, un psicólogo
infantil o un psiquiatra.
124
Detectar
Lo primero que deben intentar los padres es detectar que su hijo está pasando por un
episodio depresivo. La mejor forma de darse cuenta de ello es el conocimiento de su hijo
y la observación permanente. Si conocemos bien al niño, sabremos cuándo está haciendo
algo diferente o extraño, o cuándo está dejando de hacer cosas que hace habitualmente.
En concreto y con respecto a la depresión, son signos y síntomas de que están haciendo
aparición, los siguientes procesos:
125
¿Cómo intervenir?
Detectado que el niño está pasando por un episodio depresivo, y aclaradas las posibles
causas (o no), los padres deberían plantearse, antes de hacer nada, obtener la opinión de
un especialista de la salud, quien puede hacer un diagnóstico más preciso de si nos
encontramos o no ante una depresión, así como establecer un tratamiento más eficaz. De
todas formas, desde la familia se pueden poner en marcha las siguientes actuaciones:
“La madre de Jorge, de 11 años, descubrió el otro día que éste ya no tenía su colección de
cochecitos que llevaba dos años coleccionando. Jorge decía que los había ido regalando a sus
amigos, pero su madre no entendía muy bien por qué. Después de insistir mucho, descubrió, que la
única forma que tenía Jorge de que le dejaran ir a jugar al balón otros dos niños, era que pagara con
algo por ser gordito, y ésa era la forma por la que había ido perdiendo sus cochecitos.”
A veces los niños con sobrepeso pueden tener problemas de relación con los demás,
126
problemas que a veces no son evidentes y palpables para los padres, y que sólo se
enteran cuando alguno de ellos ya lleva tiempo afectando negativamente al niño. Estos
problemas pueden ser:
– Aislamiento, que puede ser elegido o por marginación, y que puede ser
constante y general, o sólo puntual y asociado a un determinado contexto, por
ejemplo por las tardes en las actividades deportivas, o en la clase del colegio.
– Otro problema que puede estar sufriendo es el de intimidación, burlas,
comentarios, amenazas, que estén generando en el niño miedos y
comportamientos anómalos. Por ejemplo, puede ocurrir que una niña gordita a
la que intimidan todas las tardes al salir del colegio solicite a sus padres que
vayan todos los días a recogerla porque “tiene miedo”, aunque no diga
exactamente por qué.
– También debemos mencionar los abusos, como se ha puesto de manifiesto en el
ejemplo. Para evitar burlas o discriminaciones y conseguir la aceptación de los
demás, muchos niños con problemas de obesidad, pueden acceder a realizar
cosas que no harían en otras circunstancias: como puede ser hacer tareas
escolares de otros, acarrear pesos, ceder parte de su comida, dar dinero,
regalar cosas, etc.
¿Qué hacer?
127
miembros del colegio, o dado el caso, incluso la denuncia ante las autoridades.
Si el problema no es de tal gravedad, quizá sólo haya que intervenir con el
niño para que sepa cómo actuar en el futuro para evitar dichas situaciones.
4. Normalmente se necesitará reforzar la autoestima del niño, de tal forma que
confíe en sí mismo y sus habilidades para resolver los problemas que le
ocurren en su vida, sin necesidad de tener que asumirlos como inevitables.
Para ello se puede trabajar en la línea de lo expuesto en el primer apartado de
este capítulo.
5. Por último, se puede aconsejar que se trabaje con el niño algunas habilidades
sociales que le permitirían interactuar con otros de forma más sana. Por
ejemplo, enseñarle a cómo reclamar sus derechos, o estrategias para decir no
cuando no quiere hacer algo, enseñarle que ser estricto y exigir respeto no
pone en riesgo la amistad de otros, etc. (véase el cuadro 7.2, con la
explicación de algunas estrategias para decir “no”).
CUADRO 7.2.
Habilidades Sociales: estrategias para decir “no”
1. Técnica sándwich
3. Técnica de la alternativa
Consiste en decir no a la petición y dar una o más alternativas a esa propuesta; a veces puede ser más
interesante decir primero las alternativas antes de decir no.
1.º Negativa.
2.º Dar una o más alternativas a la propuesta o viceversa.
128
Ejemplo: Se nos propone pasar un rato tirando piedras a los peces del lago del parque. Podríamos decir:
“¿Y si paseamos en bici esta tarde o jugamos al baloncesto en el barrio?, yo a lo del lago no voy a ir”.
Consiste en retrasar la respuesta a través de cualquier excusa, con intención de decir no. A veces no es
necesario llegar a decir no, ya que pasado el momento de la propuesta, quizá ya no nos hagan la petición otra
vez. Hay que decir siempre que cuando ya sepáis la contestación seréis vosotros los que avisaréis para
contestar, si no, puede que os atosiguen continuamente para que digáis que sí.
1.º Retrasar la respuesta con cualquier excusa.
2.º Ante la insistencia, decir no rotundamente o usando una de las anteriores estrategias.
Ejemplo: Se nos propone participar en un grupo de trabajo al que no nos apetece pertenecer. Podríamos
decir: “No os contesto ahora, dejádmelo pensar, en cuanto lo tenga claro os aviso”.
“Julieta tiene 13 años, durante su infancia fue una niña ‘gordita’, y según cuenta lo pasó muy
mal por ello, ya que en el colegio se burlaban de ella, y de la ropa que debía llevar, que nunca era la
de moda. Cuando llegó a la adolescencia se dio cuenta de que ninguno de los niños que le gustaban
se fijaban en ella, y tomó la decisión radical de perder peso con una dieta hiperestricta y hacer
ejercicio físico a diario, de esta forma ha perdido 20 kg en 6 meses, y aunque al principio todos le
decían que se veía más bonita, ahora su familia está preocupada porque ha sido todo demasiado
rápido y no parece tener límite; además la menstruación ya no es regular.”
El caso de Julieta es un buen ejemplo de lo que a veces ocurre con una historia
infantil de obesidad. Algunas chicas que han sufrido por su aspecto físico a lo largo de la
infancia, al llegar a la adolescencia, donde la imagen corporal se convierte en algo tan
importante en las relaciones con los demás, toman la decisión de iniciar un proceso
agresivo de reducción de peso, que en algunos casos puede desembocar en un trastorno
de la conducta alimentaria. Muchas chicas con Anorexia o Bulimia, recuerdan haber sido
en la infancia más gorditas que sus amigas y que incluso sufrieron burlas por ello.
129
su peso es muy bajo y su aspecto es demasiado delgado. La niñas con anorexia nerviosa
suelen tener una menstruación irregular (para el diagnóstico se requieren 3 meses
seguidos sin menstruación).
La bulimia nerviosa tiene como rasgo característico un patrón alimentario irregular,
en el que aparecen frecuentemente atracones (comer mucho y en poco tiempo), y luego
acciones para compensar la ansiedad por haber comido tanto, como pueden ser vómitos,
uso de laxantes, actividad física extrema, etc. Todas estas acciones están encaminadas a
mejorar su insatisfacción corporal, dado que se ven “gorditas”. Los ciclos atracón-vómito
no son buenos métodos para controlar el peso, por lo cual las chicas con bulimia nerviosa
no tienen por qué perder peso, y en muchas ocasiones siguen manteniendo un sobrepeso.
Entre la anorexia y la bulimia existen algunas diferencias importantes. Si bien una
chica con anorexia puede utilizar el método de los vómitos para controlar también su
peso, es muy raro que se dé atracones de comida, que es un rasgo específico de la
bulimia. Las chicas con anorexia suelen ser perfeccionistas en muchas facetas de su vida,
sin embargo, el rasgo de personalidad de las chicas con bulimia es la falta de control de
impulsos. Por último, podemos destacar que el abuso de fármacos laxantes/diuréticos u
otras sustancias (tabaco, alcohol…) es más común en la bulimia que en la anorexia.
El mantenimiento durante mucho tiempo de uno de estos trastornos puede tener
efectos muy perjudiciales para la salud, y en casos extremos incluso la muerte.
Se ha incluido este tema porque uno de los factores que se han asociado con el inicio de
la anorexia o la bulimia, es haber sufrido obesidad en la etapa infantil.
Por ello, los padres de un niño obeso, y en concreto de niñas obesas, deberían estar
especialmente atentos cuando se inicie la adolescencia, para evitar que la obesidad dé
paso a uno de estos graves problemas de salud.
¿Sobre qué niñas habría que tener especial atención? Singularmente las que tengan,
o hayan sufrido, alguno de los siguientes factores de riesgo:
130
anorexia. También sería conveniente atender con cuidado a una niña con
claros problemas de control de impulsos (un día quiere una cosa otro día otra,
es incapaz de terminar lo que empieza, a veces se da atracones…), ya que es
un rasgo muy presente en las niñas con bulimia.
La niña que ha sufrido obesidad en la infancia, que inicia dietas estrictas en la adolescencia porque está
especialmente preocupada por su imagen, y que además tiene una clara personalidad perfeccionista, debe
ser una niña que requiere especial atención porque está en alto riesgo de iniciar un trastorno de conducta
alimentaria.
¿Existe algún motivo que dispara el inicio de estos trastornos? La investigación sobre
las historias de chicas con anorexia o bulimia ha comprobado que en general sí, sobre
todo en aquellas que han tenido alguno de los factores de riesgo antes mencionados, y
que en un momento de su adolescencia sufrieron una etapa de estrés o ansiedad, que
suele coincidir con el inicio de las conductas más patológicas. Las situaciones de estrés
pueden deberse a muchos motivos, entre los que se incluyen: desengaños amorosos,
pérdida de un familiar, cambio de domicilio, viaje estresante, separación de los
progenitores, etc.
Estrategias y actuaciones
Lo primero, sin duda, es conocer a su hija y estar especialmente atento a si ocurre alguno
de los factores de riesgo expuestos antes. Si los progenitores desean que no llegue a
aparecer alguno de esos factores o, si ya ocurre, que no llegue a afectar de forma
peligrosa, deberían plantearse alguna de las siguientes estrategias:
131
fracasos ocurren de vez en cuando en la vida, y que también de ellos se puede
aprender.
4. Ayudar a realizar planes de reducción de peso, si lo necesita la niña, que se
centren en la adquisición de hábitos sanos, no exclusivamente en el peso.
5. Fomentar hábitos de alimentación en familia. Se ha comprobado que uno de los
factores de riesgo muy implicado en la aparición de estos trastornos son las
niñas que en su preadolescencia y adolescencia temprana comen solas.
6. Proporcionar una educación básica en nutrición, resaltando la gran calidad
nutricional de ciertos alimentos que comidos en cantidades adecuadas y en
preparaciones sencillas no engordan, y que no deben ser eliminados de la
dieta: verduras, legumbres, yogures, frutas, pescados, carnes a la plancha, etc.
7. Comentar y tener claro entre qué valores de peso puede moverse la niña,
estando dentro de la normalidad (puede consultarse para ello la información
del capítulo 2).
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
“¿Puedo hacer algo para eliminar las rabietas de mi hija Ana cuando me
niego a comprarle chucherías o dulces?”
132
tercer lugar, que no consiga su objetivo (nunca comprarle lo que pide tras
una rabieta) o que incluso pierda algo que ya tenía conseguido (si se le había
comprado algo quitárselo en el momento de la rabieta y dárselo más adelante
haciéndolo coincidir con un comportamiento positivo). Manteniendo una
actitud firme en la línea expuesta, que no quiere decir autoritaria ni dejando
de mostrar cariño, las rabietas pueden controlarse.
“He comprobado que mi hijo Daniel está engordando desde hace un año,
que fue cuando nos divorciamos su madre y yo, ¿puede estar
relacionado?”
Estudios recientes en España han comprobado que uno de los factores mejor
asociados al comienzo de trastornos de conducta alimentaria como son la
anorexia o la bulimia, es el consumo habitual de medios de comunicación
que promuevan como deseable la imagen muy delgada en mujeres, y
publiciten métodos adelgazantes. El simple hecho de leer estas revistas no es
causa de un trastorno de este tipo, es un factor más. Si una niña tiene
problemas de sobrepeso, últimamente está especialmente preocupada por su
imagen, es muy perfeccionista o tiene claros problemas para controlar
impulsos, el que además consuma este tipo de revistas puede ser una llamada
de atención para los padres. En ese caso convendría que los padres más que
prohibir su compra, pues puede adquirirlas o consultarlas por otros medios,
intenten conseguir que las lea con una actitud crítica, a ser posible guiadas
por comentarios de los padres que insistan en la falta de eficacia, y riesgos
para la salud de muchos métodos adelgazantes (dietas extremas, pastillas,
133
cremas) que se anuncian. De igual forma, criticar la imagen de delgadez
extrema como el ideal de belleza, dado que suele ir acompañado de
problemas de salud e insatisfacción personal.
134
135
8
Psicológicos
Los tratamientos psicológicos actuales más efectivos no tratan de cambiar la mente o buscar traumas
infantiles. Utilizan técnicas psicológicas que permiten descubrir formas de pensamiento y conductas que
están favoreciendo la obesidad, y utilizan técnicas psicológicas para establecer, de forma firme, nuevos
hábitos alimentarios y de ejercicio, entre otros objetivos.
136
4. El psicólogo utilizará técnicas de psicoeducación, y propondrá programas de
acción con el objetivo de controlar los estímulos, manejo de refuerzos,
premios y castigos, entre otras acciones.
5. El objetivo de la terapia se habrá conseguido cuando el niño y/o la familia
hayan sustituido de forma permanente las conductas que provocaban la
obesidad por conductas saludables que mantienen el peso normal.
Farmacológicos
CUADRO 8.1
Sesiones de un programa psicológico de tratamiento de obesidad infantil (adaptación a partir de Kirschenbaum
et al., 1989)
137
Objetivos del tratamiento farmacológico:
Fármacos anorexígenos
Anorexia significa falta de apetito, por eso a los fármacos encaminados a reducir el
apetito se los denomina anorexígenos. Éstos actúan sobre el centro neuronal del sistema
nervioso central que controla la sensación de saciedad, “engañan” a este centro neuronal,
provocando una sensación de saciedad, reduciendo consiguientemente la ingesta y a la
larga el sobrepeso.
Se clasifican según sobre qué neurotransmisor ejercen su acción. Por ejemplo, el
dietilpropión o la fentermina, que actúan como neurotransmisores adrenérgicos o
dopaminérgicos, o la fluoxetina y sertralina, que actúan sobre el neurotransmisor
serotonina. Estos medicamentos tienen potentes efectos secundarios y algunos están
desaconsenjados para el tratamiento en niños, por ello el médico deberá realizar una
138
valoración minuciosa al respecto.
El objetivo de los fármacos de este grupo es de actuar en el ámbito de las enzimas que
trabajan en el intestino colaborando a la absorción de los nutrientes de los alimentos. Al
inhibir las enzimas intestinales las grandes moléculas de los hidratos de carbono y de las
grasas no pueden ser “digeridas” y no pueden ser absorbidas y pasar al torrente
sanguíneo, eliminándose en las heces.
Los dos fármacos más conocidos en este grupo son la acarbosa y el
tetrahidrolipstatina (Orlistat).
Dentro de este grupo podrían incluirse sustancias que no actúan en un nivel
farmacológico, pero que también “entorpecen” la absorción alimentaria en el intestino,
como es la fibra alimentaria. La fibra al no poder ser absorbida permanece en el tránsito
intestinal dando la sensación de saciedad y entorpeciendo la absorción de otros nutrientes
calóricos. El efecto real de este tratamiento con fibra alimentaria contra la obesidad no
está del todo contrastado.
El tratamiento de la obesidad con fármacos es una opción fundamentalmente usada con adultos o para la
obesidad infantil muy resistente. Sólo un médico puede decidir iniciar un tratamiento farmacológico, y
determinará qué tipo de fármaco, dosis y establecerá la forma de controlar los efectos. Nunca se deben
consumir fármacos por automedicación o por consejos de alguien a quien le hayan ido bien.
139
Fármacos de efecto amplio
La sibutramina es uno de los fármacos que actualmente más se utiliza porque reúne los
efectos de algunos de los anteriormente comentados: es capaz de producir un efecto
anorexigénico (reduciendo el apetito) y de incremento del gasto metabólico.
En el cuadro 8.2 se ha realizado un resumen de algunos de los fármacos
comentados.
Quirúrgicos
CUADRO 8.2
Algunos fármacos en el tratamiento de la obesidad
1. Fármacos anorexígenos:
– Dietilpropión.
– Fentermina.
2. Fármacos que disminuyen la absorción de nutrientes de los alimentos:
– Acarbosa.
– Tetrahidrolipstatina (Orlistat).
– Fibra alimentaria.
3. Fármacos que aumentan el gasto metabólico:
– Efedrina.
– Dinitrofenol.
4. Fármacos de efecto amplio:
– Sibutramina.
Por ello, en este libro sólo vamos a comentar brevemente este tipo de tratamiento,
dando una información muy general al respecto.
140
Estas técnicas tienen por objeto reducir la capacidad del estómago para recibir alimentos,
disminuyendo el volumen real del estómago. Con esta reducción se consigue que con
poca cantidad de alimentos se llegue rápidamente a una sensación de saciedad. Las
técnicas más empleadas son la colocación de grapas sobre la pared del estómago, o de un
anillo en la parte superior, disminuyendo el volumen del mismo.
Otra técnica que sirve para reducir la capacidad del estómago es la de introducir un
globo que se llena de suero. Este globo se mantiene durante un tiempo para ayudar a
otras técnicas de comportamiento a reducir la ingesta, pero no es un tratamiento que se
pueda hacer para dejarlo permanentemente, ya que con el tiempo se anula su efecto
saciante.
Es una técnica por la cual se realiza “un puente” entre el estómago y el intestino
provocando que los alimentos “se salten” parte del tubo digestivo, reduciendo
notablemente la absorción de los mismos. Existen diferentes métodos dependiendo de
“qué longitud del tubo” se va a saltar el puente y cómo se van a realizar las uniones.
Actualmente existen muchas técnicas quirúrgicas y cada año, algún equipo médico
presenta su variante. Las técnicas quirúrgicas son muy invasivas y tienen importantes
efectos secundarios, tanto en la recuperación tras la intervención, como en los años
siguientes, por ello deben ser reservadas para casos extremos y con una experta
valoración médica.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
141
“remedios milagrosos”. Procede llamar la atención a los padres sobre el
abuso de algunos de estos productos que hacen las chicas en etapa
adolescente, y que podría ser un síntoma de inicio de un trastorno de
conducta alimentaria, si se acompaña de otras manifestaciones como gran
insatisfacción corporal, dieta extrema y/o ejercicio excesivo.
En este libro hemos recomendado que el mejor abordaje del exceso de peso
de un niño es el cambio de hábitos de toda la familia en cuanto a
alimentación y actividad física, cambios que deberían aparecer por el propio
interés de la familia. Pero en algunos casos convendría que el diagnóstico de
cuáles son las razones del sobrepeso las realice un especialista, o sea él quien
diseñe y controle el plan de cambios en los hábitos. Si se dan algunas de las
siguientes condiciones podría convenir que el especialista intervenga: una
obesidad muy acusada (percentil 85 o superior en las tablas que vimos en el
capítulo 2), en la que realmente no se corresponda el exceso de peso con una
alimentación excesiva o falta de actividad física, que hayan aparecido junto a
la obesidad otros problemas de salud (respiratorios, articulares…), que la
familia no se ponga de acuerdo ni colabore en la realización del plan que se
hayan propuesto, que junto al problema del peso haya evidencias de
alteración de salud psicológica como síntomas depresivos, ansiosos,
obsesivos, etc.
142
¿Sería adecuado aplicar una liposucción a una niña de 13 años con un
exceso de grasa en su cintura?
143
9
Las personas de constitución gruesa tienden a morir repentinamente más comúnmente que las
personas delgadas.
O lo que decía en la época del Imperio romano, hace unos 2.000 años, el médico
Aulio Cornelio Celso:
Las personas obesas fallecen más bien por enfermedades agudas y sofocaciones, y a menudo mueren
de muerte repentina, lo que no sucede casi nunca a las personas delgadas.
Pero este conocimiento se refería a casos puntuales, pues las condiciones de vida en
épocas históricas pasadas no favorecían en modo alguno que la obesidad fuera algo muy
144
extendido.
Hoy día, a comienzos del siglo XXI, la obesidad en los países desarrollados está tan
extendida, y está teniendo tantos efectos sobre la salud de sus ciudadanos, que las
autoridades sanitarias están sumamente preocupadas.
Algunas características de la obesidad a principios del siglo XXI son:
145
FIGURA 9.1. Evolución de la proporción de la población obesa en Estados Unidos desde 1980 a 1994.
Datos en España
146
Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2003, casi la mitad de la población
española adulta mayor de 18 años tiene sobrepeso u obesidad. El 35,9% de la población
tiene sobrepeso (IMC entre 25 y 30) y el 13,3% y tiene obesidad (IMC mayor de 30)
(véase la figura 9.2 para una interpretación gráfica).
Según el Ministerio de Sanidad español, en poco más de 15 años la proporción de
obesos en el país se ha duplicado, pasando del 7,4% en 1987 al 13,6% en 2003.
La siguiente reflexión sirve de ilustración de los datos anteriores:
Datos más recientes vienen a confirmar la existencia de una auténtica epidemia de obesidad entre los
niños y adolescentes en todas las sociedades desarrolladas o en vías de desarrollo, siempre y cuando no
existe pobreza extrema, independientemente de cuál sea su situación geográfica [mundial] (Calzada, 2002).
FIGURA 9.2. Encuesta Nacional de Salud, 2003 (España) Distribución de población en función del peso, en
porcentajes. (Fuente: Instituto Nacional de Estadística).
En esta reflexión sobre estos datos, debemos recordar que el sobrepeso y la obesidad no
sólo generan problemas a los individuos que tienen dicho trastorno de salud, sino que se
derivan importantes costos para los sistemas de sanidad que deben atender esos
problemas. La obesidad se está convirtiendo en una epidemia, y los expertos ya están
valorando cómo se van a resentir los sistemas sanitarios.
Por ejemplo, se estima que entre el 6 y el 8% del gasto sanitario de los presupuestos
147
de los países desarrollados, se emplea para prevenir, paliar o tratar problemas de salud
asociados a la obesidad. Esta cantidad, en la actualidad, en España estaría entorno a
2.500 millones de euros anuales, y en Estados Unidos sería la desorbitante cifra de
100.000 millones de dólares.
Con estos datos debemos abundar en la necesidad de la prevención y el tratamiento
del sobrepeso y la obesidad, pues existen importantes razones individuales (mejorar la
calidad de vida de los individuos que las padecen), pero también importantes razones
sociales, para reducir los costos sanitarios de tratar a miles de personas con trastornos de
salud asociados al exceso de peso.
En este texto se analizan algunas ideas que nos pueden dar alguna luz en la explicación de
por qué hay personas obesas.
Existen ciertos países donde prácticamente no existe obesidad, hablamos de los
países más pobres del mundo, donde el acceso a la comida es problemático, y donde las
personas mueren de hambre o enfermedades asociadas y no por problemas con la
obesidad. Es fácil recordar países subsaharianos o de Asia, en este análisis. La respuesta
sencilla a que no haya obesidad es porque no hay alimentos, y por tanto podríamos
deducir que la obesidad es exclusivamente un asunto de tener acceso a muchos
alimentos. Este análisis también se puede hacer de países occidentales en períodos de
carestía, como los países europeos durante la Segunda Guerra mundial, cuando también
se redujo fuertemente el acceso a alimentos, y consiguientemente la obesidad.
Pero no nos quedemos sólo con la idea anterior. En la sociedad actual y en los
países en los que ciertas clases sociales tienen igual acceso a los alimentos, no todas las
personas tienen los mismos niveles de sobrepeso u obesidad. Es decir, que no sólo debe
ser tener la posibilidad de comer mucho lo que genera la obesidad. Por ejemplo, cuando
se estudia a los niños adoptados y se compara su peso con el de su padre y madre
adoptantes, y con el de su padre y madre biológicos ¿con quién cree el lector que tendrá
más parecido? Podría pensarse que con quien esté viviendo, pues compartirá con ellos
hábitos alimentarios y acceso a alimentos. Pues curiosamente no. De forma
estadísticamente significativa, con quien más se relaciona su peso es con sus progenitores
biológicos. Esto nos llevaría a pensar que el peso está fuertemente influido por la
herencia biológica que recibimos de nuestros progenitores y no tanto por el acceso a
alimentos, y debemos decir por tanto, que parece existir una tendencia hereditaria hacia
la obesidad.
Como algo anecdótico, pero en este afán de aportar ideas a la reflexión, comentemos
que diversas investigaciones han comprobado que el peso de las mascotas se correlaciona
con el peso de sus dueños, es decir, que personas con alto peso tienden a tener mascotas
con más peso. ¿Y esto qué información nos aporta? Pues que aunque un grupo de
148
personas, y en este caso también animales, tengan un acceso fácil a alimentos, tal y como
ocurre en nuestras sociedades, en la obesidad influyen factores tan importantes como el
comportamiento alimentario de las personas de nuestro entorno, que repercuten sobre el
comportamiento de otras, y que la decisión de comer un alimento u otro, o una cantidad
u otra, no sólo depende de la voluntad individual.
En este repaso de ideas para comprender el origen de la obesidad, terminemos
comentando una. En las últimas décadas del siglo XX la obesidad se ha ido extendiendo
en los países donde han aparecido unas tendencias sociales muy claras, como son:
149
FIGURA 9.3. Nuevos hábitos alimentarios favorecedores del sobrepeso.
Existen algunas explicaciones de la obesidad que podemos considerar muy sencillas, pero
que en esencia o como síntesis, podrían considerarse válidas y que permiten un primer
acercamiento a la obesidad.
Estos análisis consideran al cuerpo humano como un organismo que se comporta
como una máquina en la que entran calorías (energía) a través de la comida, y que las
mismas son eliminadas a través de la energía utilizada para mantenerse vivo y para
realizar actividad física. Si la cantidad de calorías que entra es mayor que la que se
150
elimina, el organismo la guarda y acumula en forma de grasa por si en un futuro se
requiere. Este análisis respondería a un planteamiento del tipo:
FIGURA 9.4. Obesidad entendida como un balance no adecuado y que se mantiene en el tiempo, entre calorías
ingeridas y gastadas.
– Del tipo de alimentos. Hay alimentos que aportan más energía que otros. Por
ejemplo, los alimentos ricos en grasas o azúcares.
– De la cantidad. Evidentemente cuanta más cantidad se coma de un alimento
más energía se está ingiriendo.
– De la forma de comer. Las calorías consumidas no tienen la misma aportación
energética a efectos de convertirse en grasa, si la alimentación se hace
distribuida en el día, o si se consumen todos los alimentos en sólo dos
ocasiones.
151
¿De qué dependen las calorías gastadas o ingeridas por una persona?
Fundamentalmente de estas cuestiones:
La cuestión es, que conociendo el anterior análisis, ¿por qué hay personas que
ingieren más alimentos de los necesarios, o alimentos de peor calidad? o ¿por qué hay
personas que realizan poca actividad física que no les permite gastar la energía que
consumen? o ¿por qué hay personas que tienen peor eficacia energética? Las respuestas
a estas preguntas nos obligan a realizar un análisis del origen de la obesidad en referencia
152
a diferentes factores.
153
heredados y factores de la vida cotidiana. Se puede tener una mayor tendencia a
acumular grasa, pero sólo se acumulará si se ingiere suficiente cantidad de grasa de los
alimentos; alguien que tenga dicha tendencia a engordar, pero que realiza mucha
actividad física, probablemente no llegará a estar gordo. Y al revés, alguien que no tenga
una tendencia hereditaria, pero que tiene unos malos hábitos alimentarios y de actividad
física, es probable que desarrolle sobrepeso. Por tanto la tendencia hereditaria a engordar
nos sirve para explicar por qué existe tanta variabilidad en las personas, y también para
entender por qué ciertas personas que realizan grandes esfuerzos de control alimentario y
de actividad física siguen sin conseguir reducir su peso.
¿Qué importancia tiene la tendencia hereditaria en la obesidad? Es difícil cuantificar
esta influencia y dar un dato. Algunos estudios han proporcionado interesantes resultados
que pueden dar alguna idea al respecto. Por ejemplo, existe un estudio sueco de 1990 en
el que se estudió a hermanos gemelos monocigóticos (gemelos idénticos que comparten
el 100% de los genes) y gemelos dicigóticos (gemelos que han nacido a la vez, pero no
son idénticos, y tienen genética diferente). Se buscaron gemelos que habían sido
separados en el momento del nacimiento y educados por familias diferentes, y se
encontró que el índice de masa corporal (relación peso/altura) era muy parecido entre
ambos gemelos en el caso de los monocigóticos, pues coincidía en un 70%, y era escaso
en el de los dicigóticos, coincidía en un 17%. En ambos casos cada hermano había
crecido en familias diferentes, con hábitos de alimentación diferentes, pero los gemelos
monocigóticos aun así eran similares en peso en un 70% de los casos. Esto apuntaría a
que la genética determina en gran medida el índice de masa corporal, más que el
ambiente de crecimiento. Para quienes realizaron dicha investigación la obesidad tendría
una heredabilidad del 74% (citado por Moreno et al., 2000).
¿Qué hereda un niño que hereda una tendencia a la obesidad? Existen en la
actualidad una gran cantidad de investigadores buscando el “gen” de la obesidad, y cada
día se hacen aportaciones al respecto. No se ha encontrado un gen en concreto, sino
multitud de genes que podrían estar implicados en una tendencia a la obesidad (hay que
recordar que la mayoría de las investigaciones sobre genética de la obesidad se están
realizando en roedores). Los genes que regulan la producción de leptina (que se encarga
de mediar en la sensación de saciedad) es una de las líneas más investigadas. No procede
realizar en este libro una descripción de los numerosos hallazgos al respecto, simplemente
comentaremos que los genes implicados, lo que parece que transmitirían, serían ciertas
tendencias hacia el sobrepeso asociadas a:
154
la epidemia de obesidad que asola el mundo occidental a principios del siglo XXI, aunque
sí puede explicar las diferencias entre personas. Por ello necesitamos recurrir a otros
factores no genéticos, y más relacionados con los hábitos de vida para entender por qué
hay en la actualidad tanto obeso.
Podemos preguntarnos por qué la obesidad está tan mal vista por nuestra sociedad, hasta
el punto de ser capaz de crear problemas psicológicos a quienes la padecen. Para intentar
comprender esta tendencia social, nosotros (Baile y Garrido, 2002) realizamos una
investigación con adolescentes para saber a qué valores sociales se asociaban los
conceptos de delgadez y gordura. Para ello solicitamos a un grupo de adolescentes que
relacionaran una serie de adjetivos y valores sociales (belleza, éxito, bondad, erotismo,
inteligencia, atractivo, maldad, etc.) a una serie de figuras.
Un grupo de participantes en la investigación debían adjudicar los adjetivos entre
una figura de mujer gorda y otra delgada, y otro grupo debía adjudicar los adjetivos entre
una figura de mujer gorda, otra de estética normal y otra delgada. Los resultados fueron
contundentes. Cuando se podía elegir entre figura gorda y delgada, prácticamente la
totalidad de los adjetivos y valores sociales positivos se adjudicaban a la figura delgada
(en algunos casos por el 100% de los participantes como los adjetivos “belleza” y
“juventud”), y la práctica totalidad de los adjetivos y valores sociales negativos se
asociaban con la figura gorda.
Si los participantes podían elegir entre tres figuras, había un desplazamiento de
adjetivos y valores sociales positivos de la figura delgada hacia la figura normal, pero se
seguían manteniendo la mayoría de los negativos con la figura gorda.
Esto nos llevó a la conclusión de que los adolescentes estudiados, y probablemente
sea una tendencia social general, más que ver con gran atractivo la delgadez, lo que
ocurre es que ven de forma muy negativa la gordura. Es lo que podemos llamar una
fobia hacia la estética asociada a la obesidad, llega al extremo de no ser una presión sana
para que las personas adquieran un peso normalizado, sino una presión extrema que
puede llevar a las adolescentes y jóvenes a embarcarse en dietas extremas y peligrosas.
El cuerpo humano necesita diferentes sustancias, que denominamos nutrientes, para estar
vivo. Esas sustancias las conseguimos por dos vías: por la ingesta de alimentos o por la
155
creación propia.
Los nutrientes realizan diferentes funciones como son:
Los nutrientes que llevan los alimentos incluyen diferentes sustancias que hacen las
funciones anteriores. Estos nutrientes se han clasificado en macronutrientes y
micronutrientes. Los macronutrientes son sustancias de los alimentos que se necesitan
ingerir todos los días en cantidades importantes (decenas o centenas de gramos), y los
micronutrientes son sustancias de los alimentos que se deben ingerir, a ser posible
también todos los días, pero en cantidades muy pequeñas (a veces del orden de pocos
miligramos).
En el cuadro 9.1 se indican qué sustancias son macronutrientes y cuáles
micronutrientes. Se señala el nombre común, y entre paréntesis se indica otro nombre
más técnico que puede encontrarse en textos especializados, o algún ejemplo en el caso
de los micronutrientes.
CUADRO 9.1
Macronutrientes y micronutrientes
MACRONUTRIENTES
MICRONUTRIENTES
Vitaminas (A, B, C, D)
Minerales (calcio, hierro, yodo)
156
forma de glucógeno. Conforme el organismo va necesitando dicho elemento, éste se
convierte en glucosa de nuevo y se pone en circulación. Existe un alimento que se puede
considerar pura energía, pues se transforma todo él en glucosa; es el azúcar. Dado el
poder energético del azúcar, no es de extrañar que la biología haya hecho que su sabor
sea especialmente valorado y se consideren muy ricos al gusto los alimentos azucarados.
Cuando en el organismo existe un exceso de glucosa, más de la que es necesaria de lo
requerido para mantener vivas las células y la guardada por el hígado para el
funcionamiento diario, lo que se hace es convertir ese exceso en grasa y guardarla para
futuras necesidades.
Las proteínas se encuentran principalmente en alimentos de origen animal como son
la carne, el pescado, los huevos, la leche y sus derivados (yogur, queso, natillas, etc.),
también se pueden hallar en vegetales como las legumbres y la soja, aunque se considera
que las proteínas de origen vegetal son de menor valor biológico que las de origen animal.
La proteína contenida en la clara del huevo es la que se estima como la más completa.
Las proteínas, una vez digeridas, se metabolizan y se “rompen” en los elementos que las
componen, que son los aminoácidos, usados como elementos constitutivos de los tejidos
del organismo. Las proteínas son los ladrillos con los que se construyen los tejidos y
órganos del cuerpo. Por ello es fácil deducir que en los períodos de importante
crecimiento –primer y segundo año de vida y la pubertad–, son de especial importancia,
pues con ellas se crean los músculos, la piel, los órganos internos, y por tanto se puede
crecer. También son imprescindibles para ir sustituyendo los tejidos dañados por la edad
o por una enfermedad o traumatismo.
Las grasas se encuentran principalmente en alimentos como el aceite, la nata de la
leche (y derivados como la mantequilla), manteca animal, algunas frutas (aguacate, por
ejemplo) y en los frutos secos. Las grasas, una vez digeridas, tienen dos funciones
principales, una es la de servir de sustancia base para la creación de otras sustancias
importantes para el organismo, como ciertas hormonas, y la otra la de ser convertida en
glucosa para servir de fuente de energía para las células. Si el organismo está ya
“servido” de glucosa por los hidratos de carbono que está comiendo, la grasa que se
ingiere se almacenará para futuras necesidades. Igualmente, si se consumen hidratos de
carbono en exceso, la glucosa producida será excesiva y se convertirá en grasa. Las
células que guardan la grasa para el futuro son los adipocitos.
Las vitaminas y los minerales, se encuentran en muchos alimentos, especialmente
los vegetales, como son las hortalizas, verduras, frutas y legumbres. Existe una vitamina,
la B12, muy importante para evitar un tipo de anemia, que sólo se encuentra en
productos de origen animal, por lo cual aquellas personas que mantienen dietas veganas
(sin consumir ningún producto de origen animal) deberán suplementar su alimentación
con esta vitamina. Las vitaminas intervienen como “mediadores” en muchos procesos del
organismo, y aunque se requieren en cantidades muy pequeñas, son imprescindibles. Por
ejemplo, para que el calcio se fije en los huesos y permita que crezcan y se mantengan
robustos, se necesita la vitamina D. Un defecto de vitamina C, por ejemplo, debilita el
sistema inmune, y puede llegar a producir enfermedades graves como el escorbuto. De
157
igual forma, los minerales desempeñan un papel importante en el organismo, aunque sus
requerimientos habituales son en cantidades reducidas. Por ejemplo, el hierro es
fundamental para el funcionamiento de los glóbulos rojos de la sangre, el calcio es
elemento constitutivo de los huesos, el yodo permite el funcionamiento adecuado de la
glándula tiroides, el sodio y potasio son imprescindibles en el funcionamiento de muchas
células como las neuronas, etc.
Aunque no se considera un nutriente como tal, existe otro elemento que debe
considerarse imprescindible para un organismo; es el agua. En un mundo de refrescos
fantásticos, zumos en tetrabrik, bebidas reconstituyentes, licores y demás, se ha ido
desplazando el consumo de agua, olvidando el papel imprescindible y crucial en todo
hábito alimentario sano, hasta el punto de que cuando se desea mejorar la alimentación,
una de las pautas que actualmente se aconsejan es recuperar la sana costumbre de beber
agua en abundancia.
A) Hambre y saciedad
158
– Sensación de saciedad y de que no es necesario más alimento.
Esta información sobre los mecanismos que generan las sensaciones de saciedad
puede ser útil para una de las líneas de trabajo en la prevención y tratamiento de la
obesidad: disminuir la ingesta de calorías por comer en exceso.
Para ese objetivo puede plantearse intentar generar saciedad lo antes posible y que
eso sirva para que se coma menos. Dado que una de las sensaciones de saciedad es
“sentir el estómago lleno, hinchado”, se pueden utilizar estrategias para provocar esta
sensación lo antes posible. Para ello pueden iniciarse las principales comidas con
alimentos voluminosos pero poco calóricos, como lo son las verduras o ensaladas de
lechuga. Algunos nutricionistas han llegado a plantear que sería más oportuno comer la
fruta antes que las comidas principales, no como postre, que es una gran tradición
cultural. Al parecer las frutas se digieren mejor si encuentran el tubo digestivo vacío, y
ello serviría para el efecto de saciedad que estamos planteando, pero evidentemente es
difícil que modifiquemos nuestros patrones de alimentación de una forma tan fuerte,
como la de comer “el postre primero”.
Otra posible forma de inducir la saciedad, y con ello intentar disminuir el apetito y la
cantidad de alimentos ingeridos, es comer despacio. Tal y como hemos indicado, otra de
las vías por las que se generan las sensaciones de saciedad, es la monitorización
(seguimiento) de la concentración de glucosa en sangre por parte de ciertas partes del
cerebro. Cuando comemos, el aparato digestivo tarda un tiempo en digerir la comida y
convertir parte de los alimentos en glucosa, que pasa del intestino a la sangre, y cuando
alcanza un nivel determinado se convierte en una señal de saciedad. Si comemos muy
rápido, no da tiempo a que ocurra este proceso y seguimos comiendo sin que lleguen
bien las señales al cerebro para que active la sensación de saciedad. Si comemos
despacio, los primeros alimentos pueden ir proporcionando glucosa para generar
saciedad, y probablemente se disminuya el apetito y se termine por comer menos que si
se hubiera comido todo muy rápido. Este mismo planteamiento sirve para explicar por
qué conviene hacer varias comidas a lo largo del día, e intentar mantener ciertos niveles
159
de glucosa en sangre que no favorezcan un apetito atroz.
B) Calorías
La caloría es una unidad de medida de la física del calor, que se utiliza (a veces
abusivamente) en el ámbito de la alimentación. Una caloría, desde el punto de vista de la
física, es la cantidad de calor necesaria para subir un grado centígrado un centímetro
cúbico de agua. En nutrición, cuando se está hablando de una caloría realmente se está
refiriendo a una kilocaloría (1.000 calorías), pero siempre se admite que a 1.000 calorías
se les llame 1 caloría. Debemos saber que una manzana tiene 45 kilocalorías (45.000
calorías), pero en nutrición se dirá que tiene 45 calorías.
En el ámbito nutricional la caloría sirve para indicar cuánta energía necesita un
organismo para vivir y realizar su actividad (por ejemplo, un adulto deportista necesita
3.600 calorías al día), y también para saber cuánta energía aporta un alimento al
organismo (por ejemplo, un yogur aporta 100 calorías).
Conocemos las calorías que aportan cada uno de los macronutrientes, y que son las
siguientes:
Las calorías suelen utilizarse como unidad única para medir todos los alimentos.
Dado que los alimentos son diferentes, y que cada uno aporta nutrientes diferentes, se
unifican todos analizándolos desde el punto de vista de cuántas calorías aportan. Por
ejemplo, si un niño necesita 2.000 calorías al día, podríamos ir viendo cuántos alimentos
necesitamos, según las calorías que aporten, para llegar a esa cantidad. Pero esto entraña
un peligro, y es que un análisis simple podría hacernos ver que podemos aportar las
2.000 calorías necesarias sólo comiendo dos alimentos en cantidad suficiente para que
cada uno aportara 1.000 calorías, pero esto no sería adecuado, porque probablemente no
160
habría suficiente variedad de nutrientes como para tener una alimentación equilibrada. En
una alimentación sana no sólo importa que se alcancen las necesidades energéticas
medidas en calorías, que lo es, sino que haya suficiente variedad de nutrientes para
mantener la salud.
Por la razón anterior, y dado el abuso que en las últimas décadas se ha hecho de las
calorías para el control de peso en dietas peligrosas, en este libro se utiliza este indicador
sin abuso. Parece mejor hablar de raciones de alimentos y no ser esclavos de las calorías
que aportan.
CUADRO 9.2
Necesidades energéticas aproximadas según la edad
Edad Calorías
Hasta 6 meses 650
6 meses a 1,5 años 950
1,5 a 4 años 1.250
4 a 6 años 1.700
6 a 10 años 2.000
161
En general se estima que entre uno y tres años son necesarias unas 100 cal por cada
kg de peso, y de cuatro a seis años unas 90 cal por cada kg de peso.
A partir de los 10 años, las necesidades energéticas son diferentes entre hombres y
mujeres, pues el desarrollo en la purbertad es diferente. Aunque en este libro no vamos a
ser excesivamente insistentes con el cálculo de menús y calorías (le vamos a dar más
importancia a los hábitos de vida), se acompaña el cuadro 9.3 con las calorías que
aportan varios de los alimentos más comunes en la gastronomía mediterránea.
Prácticamente todos los alimentos envasados traen hoy día en su etiqueta señalados su
valor energético en calorías, de igual forma existen en el mercado editorial numerosos
libros compuestos de tablas de alimentos, composición nutricional y aporte calórico, para
aquellos que estén muy interesados en este tema.
¿Cuándo comer y cuánto? Analicemos cómo distribuir la alimentación a lo largo del
día, para ello sí que necesitaremos hacer referencia a la cantidad energética necesaria en
cada momento a través de calorías.
Las recomendaciones generales serían las siguientes:
CUADRO 9.3
Aporte calórico aproximado de varios alimentos comunes
162
163
IDEA PARA RECORDAR
El desayuno es una de las comidas más importantes a realizar, si no la más importante. Debe aportar el
25% de la energía total consumida en el día. Entre los alimentos ingeridos en el desayuno convendría que
hubiera una buena representación de hidratos de carbono (cereales, pan tostado…), leche y fruta. Los niños
que no hacen un buen desayuno, serán proclives a comer dulces a mitad de mañana, y a comer más
compulsivamente al mediodía, favoreciendo la obesidad.
164
En la lista anterior se hace un esfuerzo por indicar los alimentos recomendados
diariamente, pero a lo largo de la semana convendría incluir también alimentos de otros
grupos en varias ocasiones, como son las verduras y las hortalizas.
Sobre esta distribución de alimentos se suele hacer una representación gráfica como
la de la figura 9.7. En ella se resume que una alimentación equilibrada debe distribuir las
cantidades consumidas como si de un triángulo o pirámide fuera. En la base, en la parte
más ancha, se incluyen gran cantidad de hidratos de carbono: como el pan, los cereales,
el arroz, la pasta, etc. En el siguiente escalón, y por tanto en menor cantidad pero
también muy abundante las verduras, hortalizas y frutas. En un tercer nivel, ya con
menor cantidad, los alimentos prótidos, es decir, los productos animales y las legumbres.
En la punta superior, donde el triángulo se hace pequeño se indican los alimentos que
menos deben consumirse, que son las grasas: bollos, pasteles, etc.
FIGURA 9.7. Triángulo de la alimentación. Distribución de la alimentación: la cantidad que debe consumirse está
en relación con el tamaño que ocupan en el triángulo.
165
En la sociedad española se observa una tendencia a reducir la alimentación
tradicional mediterránea por hábitos anglosajones menos saludables. Por ejemplo, según
la Encuesta Nacional de Salud del 2003, sólo el 31% de los niños y adolescentes toman a
diario verduras y frutas (ricas en vitaminas, minerales y fibras), y sin embargo el 45%
consumen a diario dulces y bollería (ricos en grasas saturadas).
CUADRO 9.4 Raciones de alimentos por etapas de crecimiento, de 1 a 12 años, y pesos según se compran
(Ministerio de Sanidad)
166
167
No obstante, si se desea saber cuál es la cantidad de vitaminas y minerales
recomendada para cada edad, puede consultarse el libro que se indica en el siguiente
apartado de este capítulo.
¿Son necesarios los suplementos vitamínicos y de minerales? En los últimos años se
han generalizado en el mercado cápsulas o pastillas, que incluyen las cantidades
necesarias de vitaminas y minerales recomendadas para un día. ¿Son convenientes? En
principio podemos considerar que las vitaminas y minerales deben proceder de la
alimentación común y normal, y haciéndola como hemos indicado, en cantidad y
variedad suficiente, podemos asumir que se cubren todas las necesidades. Sólo habrá que
recurrir a suplementos vitamínicos, a través de pastillas u otro tipo de fármaco, si el
organismo se encuentra en una situación de carencia por alguna razón, dieta estricta,
enfermedad, etc. Esta recomendación es igualmente válida para niños que para adultos.
Por lo cual, en principio, diremos que los suplementos vitamínicos pueden ser
interesantes para ciertos momentos, pero que en la vida cotidiana con una alimentación
sana y equilibrada, no.
No debe olvidarse, en referencia a lo anterior, que el consumo en exceso de
vitaminas o minerales a lo largo del tiempo, puede llegar a ser perjudicial y provocar
enfermedades. Es difícil que alguien se “intoxique” de una vitamina a través de las
cantidades que obtiene en la alimentación, pero sí se podría dar el caso si se abusara de
suplementos artificiales.
El Ministerio de Sanidad español a lo largo del año 2005 (AESA, 2005) hizo público un
programa que tiene por objetivo disminuir la obesidad de la población, dada la elevada
prevalencia de este problema en la actualidad. Dicho programa parte de la idea de que la
obesidad es un problema social general, donde diferentes actores tienen responsabilidad:
autoridades sanitarias, empresas alimentarias, padres, colegios, medios de comunicación,
etc.
La meta general que se propone desde la estrategia NAOS es la siguiente:
Fomentar una alimentación saludable y promover la actividad física para invertir la tendencia
ascendente de la prevalencia de la obesidad y, con ello, reducir sustancialmente la morbilidad y mortalidad
atribuibles a las enfermedades crónicas.
168
2. Sensibilizar e informar a la población del impacto positivo que, para su salud,
tienen una alimentación equilibrada y la práctica regular de actividad física.
3. Promover la educación nutricional en el medio familiar, escolar y comunitario.
4. Estimular la práctica de actividad física regular en la población, con especial
énfasis en los escolares.
5. Propiciar un marco de colaboración con las empresas del sector alimentario
para promover la producción y distribución en productos que contribuyan a
una alimentación más sana y equilibrada.
6. Sensibilizar a los profesionales sanitarios para impulsar la detección sistemática
de la obesidad y el sobrepeso en la población.
7. Realizar el seguimiento de las medidas propuestas y la evaluación de los
resultados obtenidos a través de la estrategia.
Lecturas recomendadas
Generales
Frontera, P. y Cabezuelo, G. (2004): Cómo alimentar a los niños. Guía para padres.
Barcelona, Editorial Amat.
Es un interesante libro sobre nutrición escrito por dos pediatras en un lenguaje
accesible para personas sin formación especializada. Los autores realizan un
169
interesante recorrido por las necesidades nutricionales desde el nacimiento, así como
las características de los diferentes alimentos.
Tiene un capítulo dedicado a la obesidad infantil, que sin ser muy extenso
aporta menús variados para realizar una intervención desde el punto de vista
alimentario.
Especializadas
Moreno, B.; Monereo, S. y Álvarez, J. (2000): Obesidad, la epidemia del siglo XXI.
Madrid, Editorial Díaz de Santos.
Un libro escrito por unos cincuenta especialistas españoles en nutrición,
psiquiatría, pediatría, etc., que abordan de una forma técnica y rigurosa, en 26
170
capítulos, diferentes aspectos de la obesidad desde la epidemiología al tratamiento
quirúrgico.
Este libro sería recomendable para profesionales de la salud que deseen ampliar
los conocimientos sobre obesidad, y conocer las aportaciones recientes de las
investigaciones al respecto.
Recursos institucionales
MINISTERIO DE SANIDAD
Su entorno virtural incluye diversa información interesante relacionada con la
obesidad infantil. Por una parte dispone de un vídeo divulgativo que promueve
conductas sanas para evitar el sobrepeso, y por otra tiene una completa guía de
alimentación en la infancia y adolescencia.
171
172
Bibliografía
Agencia Española de Seguridad Alimentaria – AESA (2005): Estrategia NAOS. Madrid, AESA.
Baile, J. I. y Garrido, E. (2002): “¿Por qué la delgadez es atractiva? Un estudio de asociación de palabras en
chicas adolescentes”. Revista Huarte de San Juan UPNA, 8-9, pp. 187-197.
Björntorp, P. (2002): “Definition and classification of obesity”. en Fairburn, C. G. y Brownell, K. D. Eating
disorders and obesity, pp. 377-381.
Cabranes, J. A., Gil, I., Gómez, C., Gual, P., Julián, R., Ponce de León, C., Ramírez, R. y San Sebastián, J.
(2000): Protocolo de Atención a Pacientes con Trastornos del Comportamiento Alimentario (TCA)
dirigido a médicos de atención primaria. Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo.
Calzada, R. (2002): Obesidad en niños y adolescentes. México, ETM.
Casanueva, E., Kaufer, M., Pérez, A. y Arrollo, P. (2001): Nutriología médica. México, Editorial Médica
Panamericana.
Chueca, M., Azcona, C. y Oyarzábal, M. (2002): Obesidad infantil. Anales del Sistema Sanitario Navarro, 25, pp.
127-141.
Deusto (1992): Guía para la nutrición equilibrada. Bilbao, Ediciones Deusto.
Estudio EnKid (2001): Obesidad infantil y juvenil. Barcelona, Masson.
Fairburn, C. G. y Brownell, K. D. (2002): Eating Disorders and Obesity. Nueva York, Guilford Press.
Kirschenbaum, D. S., Johnson, W. G. y Stalonas, P. M. (1989): Tratamiento de la obesidad en niños y
adolescentes. Barcelona, Editorial Martínez Roca.
Madrid, J. (1998): El libro de la obesidad y su tratamiento. Madrid, Aran Editorial.
Ministerio de Sanidad (1989): El desayuno del niño en edad escolar. Madrid, MSC.
Moreno, B. y Beltrán, B. (2005): Verdades y mentiras sobre la obesidad. Madrid, Planeta.
Moreno, B., Monereo, S. y Álvarez, J. (2000): Obesidad, la epidemia del siglo XXI. Madrid, Editorial Díaz de
Santos.
Russolillo, G., Astiasarán, I. y Martínez, J. A. (2003): Intervención dietética en la obesidad. Barañain, Editorial
Eúnsa.
VV AA (2000): Nutrición saludable y prevención de los trastornos alimentarios. Madrid, Ministerio de Sanidad y
Consumo.
173
Índice
Portada 2
Créditos 8
Índice 9
Prólogo 12
Introducción 14
1. Las historias de César, Daniel, Marta y Dana 16
¿Qué podemos aprender de estas historias personales? 19
¿Realmente hay muchos niños obesos? 20
2. ¿Cómo sé si mi hijo tiene sobrepeso u obesidad? 22
Definamos la obesidad 22
El IMC, un método para medir la obesidad 24
Obesidad infantil medida con el IMC 26
Test de tendencia a la obesidad 31
Tipos de obesidad 33
Androide (tipo masculino) 34
Ginoide (tipo femenino) 34
Secundaria 35
3. ¿Realmente es malo que mi hijo sea obeso? 39
¿Por qué hay que evitar y tratar la obesidad? 39
Efectos inmediatos 39
Efectos a largo plazo 43
4. ¿Por qué mi hijo es obeso? 50
Perspectiva actual 50
Causas de la obesidad 51
La obesidad como resultado de hábitos inadecuados 51
La obesidad se refuerza a sí misma 55
Modelos multifactoriales en la explicación de la obesidad infantil 57
5. Prevención de la obesidad infantil 64
Adquisición de buenos hábitos alimentarios 65
Pautas de alimentación según la etapa infantil 65
¿Cuánto debe comer el niño? 68
174
Educar el apetito y el gusto 70
Actividad física en la infancia 70
6. ¿Cómo puedo reducir la obesidad de mi hijo? 76
¿Asumir la obesidad como un problema de salud importante 76
¿Un problema de la familia o sólo del niño? 77
Estrategias para reducir el sobrepeso o la obesidad de mi hijo 79
Establecimiento de un plan 79
Primero evaluar: ¿Qué está ocurriendo para que mi hijo tenga sobrepeso o
79
sea obeso?
Diseñar un plan de intervención 89
Cambios en el tipo de alimentos 98
Cambios en los hábitos de alimentación 103
Cambios en las pautas de actividad física 107
Problemas con el plan de intervención 112
7. ¿Cómo puedo afrontar los problemas psicológicos asociados a la
121
obesidad de mi hijo?
Problemas de autoestima 122
¿Cómo podemos mejorar la autoestima? 123
Problemas emocionales 124
Cómo detectar la depresión y cómo intervenir 124
Problemas de relación con los demás 126
¿Qué hacer? 127
Prevención de la anorexia y la bulimia 129
Anorexia y bulimia: ¿qué son y cómo se diferencian? 129
¿Qué puede hacer la familia para prevenir estos problemas? 130
8. Tratamientos especializados para la obesidad 136
Psicológicos 136
Farmacológicos 137
Quirúrgicos 140
9. Para ampliar información 144
Textos para la reflexión 144
Texto 1: La obesidad a principios del siglo XXI: datos para la preocupación 144
Texto 2: ¿Por qué hay personas obesas? 148
Texto 3: El atractivo de la delgadez 155
Texto 4: Necesidades nutricionales en la infancia 155
175
Texto 5: Naos: estrategia del Ministerio de Sanidad para la nutrición, 168
actividad física y prevención de la obesidad
Lecturas recomendadas 169
Generales 169
Especializadas 170
Recursos institucionales 171
Bibliografía 173
176