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Esteban Barragán López

EL. COLEGIO DE MICHQACAIIA.C.


BIBLIOTECA "LUIS GONZALEZ"
FONDO DR. JOSE LAMEIftAS

Y *.

El Colegio de Michoacán
307.72 Barragán López, Esteban
Bar-m Más allá de los caminos. Los rancheros del Potrero
de Herrera/ Esteban Barragán López.
Zamora: El Colegio de Michoacán, 1990.
210p.: il + 8 mapas
I.T.
1. Antropología rural 2. El Santuario, Mpio.
de Tocumbo, Mich. —vida social y costum­
bres 3. Antropología social - Tucumbo, Mich.

Responsable de la edición:
Julián Hugo Guajardo
Auxiliar de edición:
Irene Santiago Vargas
Portada Jabaz.
© El Colegio de Michoacán, 1990
Martínez de Navarrete #505
Esq. Av. del Arbol
59690, Zamora, Mich
Impreso y hecho en México
Printed and made in México

ISBN: 968-7230-59-2
A Martha, noble e incomparable compañera

A mis padres -L eobardo y V erón ica- y familia


extensa que viven en esta inolvidable región.
Agradecimiento

Durante la larga gestión de este trabajo involucré a tantas personas


que ahora me veo en la imposibilidad de mencionar todos los
nombres que debieron aparecer en estas líneas. Abusando de la
bondad de quienes mereciendo ser mencionados no aparecen aquí
y confiando en su comprensión, me permito expresar mi más
profunda gratitud a Thierry Linck, infatigable tanto en la tarea de
orientar y alentar mi trabajo, así como en las largas caminatas por
los apartados ranchos de “El Potrero de Herrera”.
Agradezco a Don Luis González, Sergio Zendejas y Gustavo
López su gran esfuerzo de leer el primer borrador y su voluntad de
mejorarlo mediante sus observaciones. A José Luis Domínguez y
a Jesús Tapia por sus valiosos comentarios de antropólogos y a
Alfonso Fernández Orozco por las precisiones en el trabajo genea­
lógico, gracias.
Reconozco el sostenido apoyo que he recibido de El Colegio
de Michoacán; tengo mucho que agradecer a Jean Meyer —ex­
coordinador del Centro de Estudios Rurales— y a la mayoría de
profesores, así como al eficiente y amable personal del ColMich.
Particularmente agradezco a su director Andrés Lira y a Carlos
Herrejón el apoyo que en todo momento me han brindado.
Por último hago patente mi gratitud y estima a todos los
informantes que con tanta gentileza me recibieron en sus hogares.
Especialmente les agradezco a todos la confianza que en mí depo­
sitaron, misma que espero no haber defraudado.

9
índice

PRÓLOGO 13
INTRODUCCIÓN 21

1. Laregión , los rancheros y su forma de vida 27


El medio ambiente natural 29
Habitat
Perfil socio-cultural de la población 39
Relaciones comunitarias: sus fiestas 47
Relaciones con grupos sociales extrarregionales 51

2. Organización económica y social 55


Bases organizativas 55
La ganadería: actividad económica dominante 56
La agricultura: activudad económica complementaria 68
La organización del trabajo: propietarios,
administradores y medieros 71
Otras actividades económicas 79
Estratificación social 80

3. M arco histórico de la región y su periferia 85


La ocupación española 85
Los “dones” y “doñas” Barragán y Fernández
del siglo x ix 92
Presencia de la Iglesia: el obispo J. Jesús Fernández
Barragán y parientes 102
La capilla en El Santuario 106
“Ante tan fecunda Iglesia” 107
Treinta años de benefactores de causas ajenas 114
Las vicisitudes del ranchero:
historias de vida (1900-1945) 120

4. A uge regional (1946-1965) 129


Los “viernes primeros” y la “función” en El Santuario 129
Santa Inés: “un pueblo levítico” 134
Todo a través de los curas... 136
Quehaceres regionales: trapiches, cultivos, artesanías,
arriería y demás negocios 139
La familia Barragán Fernández: continuación
de las historias de vida (1945-1970) 145

5. D eterioro regional (1965-1985) 159


Una mirada desde más arriba de la sierra 159
La emigración y sus modalidades 160
Ni trapiches, ni arrieros, ni maritateros...
ya ni el señor cura 164
Oye tú ¿eso de la “mariquita” será peca’o? 171
Reparto de herencia, migraciones e incertidumbre:
continuación de las historias de vida (1970-1985) 175

6. B recha en la tierra y brecha


EN LAS G ENERACIO NES 185
Cambios en la zona limítrofe con la apertura
de la brecha 185
Los astutos: un freno al avance de los caminos 187
Opinión de los rancheros sobre la apertura
de caminos 189
Perspectivas regionales: ganado, maíz y otra matita... 192
De los caballos de los rancheros a los caballos
de la Ford 194

A nexos 197
B ibliografía 207
Entrada a los ranchos sin caminos

La gran mayoría de los noventa millones de mexicanos de este 1990


se topan al salir de su hogar rumbo al quehacer de cada día con
calles lisas y duras. Por ellas, niños, adolescentes y jóvenes, a pie,
en bicicleta, en camión escolar o del común, acuden sin tardanza a
sus respectivas escuelas. Los obreros, en rápidos transportes colec­
tivos, van, como cigarros en cajetilla a fábricas y talleres. Los
empleados sin coche propio, a quienes en muchas ocasiones se les
“hace tarde”, remedian los minutos perdidos en la modorra y el
acicalamiento con el alquiler de un taxi. Los pudientes de la
empresa privada y del vasto gobierno pueden llegar a sus oficinas
cuando quieran, pero procuran ir con rapidez en sus cómodos
automóviles. Los sucesores de los arrieros, los transportistas, llevan
y traen abasto y gente por esa prolongación de las calles que son
las carreteras. Ahora, por doscientos treinta mil kilómetros de
carretera transcurren ocho millones de vehículos. Desde los tiem­
pos del porfiriato, la nación cuenta con un poco más de veinte mil
kilómetros de caminos de fierro que hoy movilizan, en sus larguí­
simos trenes, pocas personas y muchas mercancías. Si se agregan
los aviones, cada vez más raudos y numerosos, se verá que ya es
aplicable a la mayoría de los mexicanos el dicho de la modernidad:
el que no corre, vuela. Con todo, una sexta parte de la población
mexicana aún no corre ni vuela, y por lo mismo vive rezagada,
comiéndose lo poco que produce, viendo a diario el mismo paisaje
y la misma gente, sólo en comunicación con la corte celestial al
través de interminables rezos.

13
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Más allá de los rápidos caminos de fierro o de asfalto, sin


manera de usar el transporte de ruedas, siempre a pie o a patas,
nunca en tren, tráiler, autobús o automóvil, se movilizan quince
millones de mexicanos. De éstos, la tercera parte recibe el nombre
de indios; otro tercio pertenece al campesinado y los restantes, son
rancheros. Como es bien sabido, la mitad de la ceremoniosa, silente
y artesana población indígena se mantiene, con sus burros, al
margen de la velocidad en picos y barrancas de la Sierra Rarámuri,
del Nayar, del Eje Volcánico, de los breñales del sur, del nudo
mixteco y aún de la pizarra yucateca. Tal vez una cuarta parte de
los campesinos se mueven a pie en breves valles de economía de
autoconsumo a los que no han llegado ni siquiera los camiones de
la coca-cola. Quizá la mayoría de los rancheros, por vivir en tierras
abruptas propias para la ganadería mayor, por ser productores
poquiteros y por habitar en ranchos, rancherías y pueblos de poca
gente, tampoco han sido presa de la enorme telaraña de la civiliza­
ción, se desplazan a caballo; no tienen acceso, dentro de su rugoso
habitat, a carreteras, ferrocarriles y aeropistas. Antes contaron con
uno de los mejores medios de comunicación: el camino de herra­
dura. Durante tres siglos dispusieron del más señorial de los trans­
portes: el caballo. Hoy van a la cola del desfile, pese a su papel de
símbolos de la nacionalidad mexicana.
Hay rancheros en casi todas las doscientas regiones de la
república, siempre lejos de las ciudades, y algunas veces, a distancia
de las modernas vías de comunicación y transporte. Pocos ranche­
ros viven en las escasas planicies de este país. Los más habitan en
lomeríos, mesetas onduladas y laderas de volcanes extintos de la
franja central de México, del bien llamado Eje Volcánico. Pese al
uso de sombreros ampulosos, han adquirido una tez bronceada,
según ellos, por el sol resplandeciente de la altiplanicie mexicana,
que no por su linaje, pues se dicen descendientes de españoles.
Desconocen que algunos de sus ancestros, al fin gachupines de la
España del Sur, eran morenos y que por tener la costumbre de
convivir con moras cohabitaron acá con indias y mulatas. La
mayoría de los rancheros son criollos, pero no enteramente puros.
A sus bronces de origen agregaron los de las nuevas tierras. Por tres

14
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

siglos vivieron rancheados o en rancherías minúsculas, pero la


inseguridad traída por las guerras de Independencia, Reforma y
Revolución, hizo que muchos se reunieran en pueblos donde con­
tinuaron en las tareas de toda su vida.
La gente típicamente ranchera vive del trabajo físico. Exhibe
con orgullo sus fuerzas, pues sin la musculatura que suele poseer
perdería la lucha contra la parte más potente del reino animal. La
rancherada extrae su comida de la ganadería mayor, y la comple­
menta con la agricultura de temporal y la caza. Vive en continuo
forcejeo con el caballo, las muías, los bovinos y las bestias del
monte. Está acostumbrado a vencer por la fuerza o por la maña de
la soga y el rifle. Por oficio tiende a la destrucción. Aun para
sembrar su fanega de maíz destruye árboles y arbustos. Ni siquiera
las mujeres de los ranchos cumplen con la debilidad propia de su
sexo. Les ayudan a sus hombres en la ordeña de las vacas y en la
hechura del queso, y corre por su cuenta la fabricación de chongos
y demás dulces de leche, aparte, por supuesto, de echar tortillas de
maíz y de hacer minguiches y carnes. Los rancheros de pantalón o
de falda, con arrugas o de piel tirante son carnívoros y bebedores
de leche. La tortilla, el chile, el nopal, el frijol y la verdolaga son
meros acompañantes de la comida. Algunos han dado en el cultivo
de la mariguana que rara vez consumen. También son pocos los que
cultivan el maguey, pero abundan los que se alegran con sus jugos.
La expresión de “pareces ranchero” y otras similares se aplican
a personas sin roce social. Sin embargo, los rancheros son sociables.
Aunque suelen ser muy libres o individualistas y vivir aislados, más
allá de los caminos, son campeones en la hechura de células
sociales, en la fabricación de familias sólidas y coherentes. Los
padres y las mamás rancheras se distinguen por el apego al hogar
y a los hijos. A veces se desborda la sangre de Caín, pero por regla
general predominan las relaciones fraternas. En los días que corren,
los tres viejos ideales de la Revolución Francesa sólo florecen en
los ranchos. Si duda también hay aquí patronos, medieros y peones.
Como quiera, la igualdad es más notoria que en las comunidades
de indios, las plantaciones agrícolas y los centros urbanos. Las
comunas de rancheros son relativamente libres, fraternales e igua-

15
Este ba n B a rra g á n L ó pez

litarías al interior de ellas, pero no suelen ser buenas vecinas de los


pueblos de indios y labradores, a los que desprecian, ni de las
ciudades de obreros y catrines a quienes les temen. En la ciudad
está el diablo, que también se llama gobierno, cuyos tentáculos son
los receptores de rentas, los verdes o soldados, los judiciales y los
azulillos. La máxima aspiración de los rancheros es la anarquía. Ni
siglas de los partidos ni gobierno.
Sólo se someten a la voluntad de Dios, de los padres y de los
papás. La gente de rancho es muy católica en lo que se refiere a
creencias y ceremonias y un poco menos en lo tocante a la moral.
Creen en Dios, en sus santos y en los embajadores del cielo en la
tierra: obispos y párrocos. Rezan mucho y son capaces de recorrer
muchos kilómetros a caballo para conseguir el bautizo y la confir­
mación de sus criaturas, para confesarse y unirse en matrimonio y
para traer el sacerdote a los moribundos. Se trata de personas más
adictas al templo que a la escuela. Sin embargo, es mucha su
sabiduría laica. Saben el uso de muchas yerbas curativas y también
acudir a boticarios y doctores. Conocen al dedillo un minucioso
código de honor; acuden poco a las leyes civiles porque las encuen­
tran menos eficaces que las “muelles”. Ya muchos pueden leer y
escribir, pero muy pocos leen y escriben. Una buena parte se ha
vuelto adicta a los radios de transistores, y la que duerme en
pueblos, a la televisión. Quizá sean los rancheros los inventores del
mariachi, pero seguramente el son mariachi, la canción ranchera,
los vestidos de charro y de china poblana, las charreadas y demás
manifestaciones de la estética ranchera son muy bien acogidos por
los otros segmentos socioculturales de esta y otras naciones.
Con todo, las ciencias humanas han ninguneado a los ranche­
ros. El rostro rural de México, incluso el que se esconde en sierras
y barrancas, ha sido asunto de miles de volúmenes, ensayos y
disertaciones de validez científica. Se dice con soma que la familia
aborigen de hoy se compone de mamá, papá, hijos y antropólogo.
Este, güero y del norte por regla general, produce raudales de libros
acerca de todos los pueblos de la raza de bronce. En este último
medio siglo se han publicado, en inglés, en español y en otras
lenguas, miles de estudios étnicos, algunos de excelente factura.

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M ÁS ALLÁ DF. LOS CAMINOS

Tampoco han sido desdeñados los que labran la tierra. Los hombres
de ciencia se enternecen delante de indios y labriegos, pero su
asustan frente a quienes hablan más golpeado que otros rústicos,
usan pistola y rifle, y montan caballos. El catrín de la ciudad, incluso
el que usa ropa de mezclilla, suele ser tímido y sólo se acerca a los
caballeros empistolados de las rancherías al través de la lectura de
novelas y la audiovisión de filmes.
El estilo de vida ranchero ha inspirado más de cien películas
de largo metraje, de mucha aceptación popular y de perfil reaccio­
nario, según la opinión de los críticos catrines de la metrópoli.
Mucha gente recuerda Allá en el Rancho Grande, Allá en el rancho
Chico, El charro negro, El muchacho alegre, ¡Ay Jalisco no te
rajes!, El gavilán pollero y otros filmes que hicieron famosos a
Tito Guízar, Esther Fernández, Jorge Negrete, María Elena Mar­
qués, Raúl de Anda y Luis Aguilar. Algunas de las mejores novelas
mexicanas son de asunto ranchero: Astucia, de Luis G. Inclán; La_
jyarcela, de José López Portillo y Rojas; Mala yerba y Los de Abajo,
de Mariano Azuela; Las tierras flacas, y A l filo del agua, de Agustín
Yáñez, y Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Algunas de las más
renombradas sinfonías de nuestros compositores cultos recrean la
música del mariachi, y las sinfonolas, las estaciones de radio y los
canales de televisión prodigan la música ranchera que ejecutan
charros cantores, dúos y tríos de cantantes y los mariachis. Con
todo, hay muy poca presencia de la vida del rancho en los libros de
antropólogos, economistas e historiadores.
Para poner remedio a la escasez de estudios de las sociedades
campesina y ranchera, El Colegio de Michoacán, en el tercer año
de su vida, puso en obra un plan de Jean Meyer con el nombre de
Centro de Estudios Rurales. En 1981 se pone en marcha un proyecto
de poco alcance geográfico -el noroeste de Michoacán-, de aspi­
ración enciclopédica, pues quiso ocuparse de todo y algunas cosas
más, y con método multidisciplinario al que acudirían, con sus
saberes y experiencia historiadores, geógrafos, biólogos, agróno­
mos, pedagogos, antropólogos, sociólogos, juristas, médicos, fotó­
grafos e incultos. Jean Meyer, con la ayuda de Juan Manuel Durán,
Thierry Linck, Sergio Pardo y Cayetano Reyes, emprendió las

17
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

investigaciones pertinentes, reclutó una decena de estudiantes para


hacer de ellos rurólogos con toda la barba y empezó a escribir
artículos y a dar conferencias de tema rural. Gustavo López, miem­
bro de la primera hornada de estudiantes del agro en toda su
redondez, fue el primer posgraduado de aquel centro con una tesis
de tema campesino y migratorio, con La casa dividida, pero la
primera obra del asunto al que se refiere este prólogo fue el libro
De vacas y rancheros en que Jean Pierre Baisnée estudia a profun­
didad la ganadería y la industria lechera de San José de Gracia.
La segunda generación de aspirantes al estudio del campo
estuvo en las aulas del Colegio de Michoacán de 1983 a 1985. Allí
recibió orientaciones de Claude Bataillon, de los Durán (Jorge y
Juan Manuel), de Thierry Linck, de Andrés Lira, de los Meyer (Jean
y Lorenzo), de Cecilia Noriega, Cayetano Reyes y de José Sánchez
González. Según el líder del Centro de Estudios Rurales, “la
generación 83-85 terminó sus estudios sin mayores problemas con
excepción de dos sujetos que fueron definitivamente suspendidos”.
La mayoría de ese grupo se inclinó a la temática campesina: la
hacienda, las empresas agrícolas trasnacionales, la producción de
granos y hortalizas y los braceros. Sólo Esteban Barragán se fue
con los suyos.
Esteban es oriundo de una región típicamente ranchera, aunque
él deja pronto de ser ranchero típico. Se evade de su medio para
estudiar y no precisamente disciplinas eclesiásticas. Tampoco pro­
cura ser leído para cumplir los funestos fines que le atribuye la gente
del rancho a los estudiosos: mantenerse sin trabajar y quitarles lo
suyo al prójimo. Barragán ha trabajado intensamente, incluso a la
manera bronca del rancho, para hacer esta pintura de su pequeño
mundo. Sin quitarle nada a ninguno de sus parientes y amigos, les
da presencia con este texto que defendió como tesis para obtener
un diploma de maestría el 27 de junio de 1986. La tesis, dirigida
por Thierry Linck, además del reconocimiento del jurado de exa­
men, le valió la entrada a la Universidad de Tolosa en calidad de
estudiante de doctorado y su contrato como investigador del Cole­
gio de Michoacán.
Más allá de los caminos, la primera obra robusta de Esteban

18
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

Barragán López ofrece más de cuatro aspectos novedosos. Ha sido


hecha con testimonios oídos y leídos, pero también con cosas vistas
y vividas. Se trata de un volumen que nace de la visión desde
adentro del mundo que describe. El tema tratado, aunque se cons­
triñe en parte al apuro de la ausencia de caminos en el Potrero de
Herrera, toca todos los ángulos del mundo ranchero: la vida mate­
rial, las costumbres sociales, el escaso ejercicio de la política y la
preponderancia de un estilo cultural católico y conservador. Quizá
en ningún otro libro se expliquen tan ampliamente las implicaciones
económicas, sociales y culturales derivadas de un hecho tan simple
como el de vivir más allá de los caminos modernos y ultrarrápidos.
También singulariza a esta obra su espontaneidad en la marcha, su
poca entrega a métodos de alguna de las corrientes de moda en el
estudio de las conductas humanas. La rigidez en la arquitectura del
volumen que sería una virtud para el mundillo académico, está aquí
sustituida por una cierta marcha en orden disperso, tan preferida
por el ancho mundo de la gente normal. Sin prescindir de los
conocimientos teóricos, entra al mundo de la descripción llana sin
remilgos de ninguna especie.
Hay un quinto aspecto en la obra de Esteban Barragán que le
viene de casta, no de hurto. Es oriundo de un segmento sociocultural
donde abundan los buenos narradores. De allí salió Juan Rulfo,
aunque también del mismo ámbito han salido sabios con demasia­
das ínfulas, oradores de 16 de septiembre y catedráticos somníferos.
Barragán, no obstante su contacto con picos de oro y con maestros
ha sorteado el lenguaje oratorio y académico. Escribe en la lengua
que mamó. Se queda con el buen humor y la llaneza con que los
rancheros se comunican entre sí. Resulta inteligible y ameno para
el mundo hispano hablante. Es de temerse que los méritos de esta
obra le impidan ser suficientemente apreciada por los científicos
sociales que rara vez se permiten el placer de la lectura.

Luis González
San José de Gracia, febrero de 1990.

19
Introducción

Las vías de comunicación y transporte, entre las que destacan la red


de caminos, se han estructurado inveteradamente en función de los
centros urbanos de mayor importancia económica y política, y no
de los intereses regionales. Esto ha reforzado la creciente división
espacial del trabajo y la especialización rural, aspectos que muy
bien pueden dejar al margen del progreso regiones enteras, antaño
prósperas, e implicar el abandono de valiosos recursos por ser
difícilmente movilizables.
El presente estudio examina una de esas regiones apartadas,
ocupada hoy en día por una reducida y dispersa población. Esta ha
ido quedando al margen de la red de caminos para vehículos de
motor y ha ido perdiendo los vínculos anteriores: sistema de arrie­
ría, servicios eclesiásticos, diversificación de las actividades eco­
nómicas, relaciones de producción e intercambio más intensas con
otros grupos sociales (vínculos prevalecientes hasta los años sesen­
ta y que, a partir de entonces, se debilitan hasta desaparecer prác­
ticamente al inicio de los setenta). La pérdida de esos vínculos, que
anteriormente le permitían a la región un bienestar y una relativa
integración a la dinámica extrarregional, ha redundado en un cre­
ciente abandono. Así, se han deteriorado las condiciones de vida
para los que siguen resistiendo en sus remotas localidades. Los
bienes y servicios del medio urbano, al igual que los programas
gubernamentales -incluso la investigación- difícilmente van “más
allá de los caminos”.

21
Este ba n B a rra g á n L ó pez

El trabajo se efectuó en la vertiente sur del eje neovolcánico,


entre los confines de Michoacán y Jalisco. Se centró en el suroeste
del municipio de Tocumbo, Michoacán; se extendió a los munici­
pios vecinos en cuanto éstos han conservado una similitud y homo­
geneidad que permiten hablar de una región. Es una superficie de
aproximadamente 400 km, cargada de secos y esqueléticos cerros
(selva baja caducifolia), surcados por barrancas y cañadas que
hacen que a muy cortas distancias las amplitudes de altitud excedan
los mil metros; difícilmente pueden encontrarse superficies planas
mayores de cinco hectáreas.
Es un espacio sin manchas urbanas, perteneciente a un centenar
de pequeños propietarios -sin ejidos ni terrenos comunales- en
cuyos predios se encuentran diseminados millar y medio de cristia­
nos dedicados a la cría de ganado, a la elaboración de queso durante
las lluvias y al cultivo de maíz de temporal.
Se trata de núcleos de población (ranchos), formados cada uno
por dos o tres familias, separados entre sí por una distancia prome­
dio de seis kilómetros, y de los centros urbanos hasta por 50,
distancia que representa alrededor de diez horas de camino.
Para comprender esta situación regional hay que imaginar un
recorrido de varias horas a pie o a caballo, rodeando, subiendo y
bajando montañas por estrechos caminos. Cerca de los ojos de agua,
mananatiales y ríos, denunciadas por el cantar de los gallos y el
ladrar de los perros, se van descubriendo estas diminutas localida­
des, la mayoría inaccesibles en coche.
Allá las vías de comunicación -permanentes y seguras- son las
veredas y caminos de herradura y el medio de transporte es, en el
mejor de los casos, la bestia de carga. La ausencia de brechas se
traduce en la carencia de lo que por éstas, mediante vehículos de
motor, puede transportarse en peso y volumen. Por otra parte, se
carece de energía eléctrica y de lo que ésta propicia: luz, refrigera­
ción, calor, movimiento. Obviamente también brillan por su au­
sencia los servicios médicos, educativos, postales, telefónicos,
eclesiásticos, al igual que los centros de diversión y recreo como
cine o canchas deportivas.
Es ésta una forma de vida sin motores, ruidos ni contaminación,

22
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

instituciones ni burocracia, prensa, propaganda ni publicidad (salvo


la que llega por radio). En fin, es un mundo aparte: sin vehículos,
sin brandy, coca-cola, bimbo, sabritas ni televisión, lo cual dice el
grado de relegación -y ciertas ventajas- en que se encuentra este
grupo social.
Los alcances del trabajo desbordan los elásticos límites regio­
nales: la carencia de vías de comunicación terrestre es el rasgo
central en tomo al cual gira la problemática que identifica a las
sociedades que habitan en comunidades dispersas del país y que,
según el Plan Nacional de Desarrollo (1983-1988), afecta a cerca
de siete millones de mexicanos. Por otra parte, el estudio contribuye
a ver qué está pasando con la agricultura de espeque en áreas
montañosas -que abundan en nuestro país- asociada con la gana­
dería extensiva; actividades a las que aún se dedican millones de
mexicanos, de manera preponderante el sector ranchero. Por últi­
mo, nos da idea sobre los movimientos de población de este sector
que va desde Los Altos de Jalisco (y de otros puntos del norte) hacia
la Sierra Madre del Sur y la costa, pasando por la Sierra del Tigre,
movimiento que puede interpetarse como parte del proceso de
colonización de las tierras vírgenes y accidentadas del país en los
siglos X IX y X X .
El libro se divide en seis capítulos. En primer lugar, se presenta
la región, sus habitantes y sus principales rasgos culturales. Se
busca informar sobre las condiciones de vida y las particularidades
regionales, a fin de resaltar las serias dificultades del medio y de
sus habitantes para encajar en el modelo de desarrollo urbano-in­
dustrial impulsado por el estado nacional y la dinámica socio-cul­
tural resultante.
En el capítulo segundo se describe la organización económica
y social. Esta gira en tomo a dos actividades principales: la gana­
dería extensiva con su doble producción de carne y queso, y la
agricultura itinerante de temporal, cuyo cultivo principal, casi
único, es el maíz, bajo el sistema de tumba-roza-quema. En relación
a estas actividades económicas se establecen los grupos sociales y
su posición. Los ganaderos -dueños de los recursos principales-
están en el centro de las decisiones y determinan la organización

23
Este ba n B a rrag án L ó pez

del espacio; los administradores -encargados del rancho- ocupan


el lugar de los primeros cuando salen, y los medieros como soporte,
equilibrando con su trabajo (cultivo de maíz) y su presencia (como
vecinos) un sistema socio-económico ancestral.
Con el fin de profundizar en los orígenes de esta organización,
notoriamente debilitada ahora, y tratar de identificar los factores
que en cada época marcaron el rumbo y el ritmo de su evolución,
en el tercer capítulo se reseña brevemente la historia regional desde
mediados del siglo X V I hasta la primera mitad del X X . De los
primeros siglos sólo se tienen vagos indicios de su ocupación y
dinámica. Es hasta fines del siglo XVIII y principios del X IX cuando,
mediante escasos registros de archivo y el seguimiento genealógico
de las familias oriundas de la región, se puede empezar a reconstruir
su historia.
El estudio genealógico -continuado en cinco generaciones a
partir de la actual- es la base de los cortes de periodos históricos y
permite la reconstrucción de historias de vida que ilustran con más
detalle tanto los acontecimientos locales como la expresión de las
coyunturas externas que afectan a esta zona: el porfiriato, la revo­
lución, la cristiada, etcétera. El estudio genealógico permite tam­
bién hacer en cada periodo el cambio de escala del contexto familiar
al regional.
De acuerdo con los acontecimientos más relevantes de la zona
y con los elementos que vinieron consolidando primero y debili­
tando después su estructura, se establecen dos periodos en la
historia reciente. En el cuarto capítulo se abarca el primero (1945-
1965), considerado como el periodo de auge. Este se distingue por
el reforzamiento de la Iglesia como institución mediatizadora de la
región frente a la sociedad nacional, así como por la diversificación
de las actividades económicas y de los servicios: artesanías, trapi­
ches, cultivo en pequeñas superficies de caña de azúcar, árboles
frutales, chiles, jitomates, tabaco, ganadería menor, además de las
actividades principales como la cría de ganado mayor y el cultivo
de maíz; por otra parte, florecieron los servicios proporcionadas
por arrieros, maritateros -comerciantes-, sacerdotes, encargados
del orden, maestros, etcétera, que favorecieron las relaciones co­

24
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

munitarias y extrarregionales. Al final del capítulo se retoma la


historia de la rama genealógica seguida desde el capítulo anterior
con el fin de no perder la continuidad de los acontecimientos que
reflejan, a escala familiar, una época de prosperidad.
Si hasta principios de los años sesenta el auge regional sacaba
sus fuerzas del interior de su propio espacio y de los centros urbanos
pequeños (Los Reyes, Cotija, Santa Inés, Tocumbo) con los cuales
se intercambiaban productos, en adelante la suerte de la región
comenzará a depender de elementos externos que escapan a su
control. Los habitantes de este espacio van quedando marginados
y cada vez irán teniendo menos peso en la vida regional. Esto se
expone en el capítulo quinto y corresponde al periodo 1965-1985.
En este capítulo se explica el proceso de deterioro en la organiza­
ción socio-económica existente: intensificación de la corriente
migratoria al medio urbano -o menos aislado-, suspensión de
servicios eclesiásticos, educativos, de comercio y de arriería, de
vigilancia (encargados del orden) y caída de las actividades econó­
micas secundarias, cuya existencia constituía el tejido que daba
fuerza y lógica a la estructura económica y social. Un deterioro que
se antoja irreversible para una región escasamente poblada, ahora
más aislada que nunca, cuya realidad choca con la nueva lógica del
desarrollo nacional. De ahí la ruptura de su estructura y la necesidad
de buscar -o acatar-, en un estrecho marco de dependencia, su
especialización.
El capítulo concluye con las historias de vida de la rama
genealógica seguida a partir del tercer capítulo. Esta narración nos
permite, por una parte, ver de cerca la manera en que se vino
expresando y sintiendo el proceso de deterioro socio-económico
regional en el seno de una familia ranchera, y por otra, algunas
modalidades y dificultades de integración de los habitantes de este
medio rural a la dinámica del medio urbano.
Las consideraciones finales se hacen en el capítulo sexto. En
él se examinan algunas de las posibles perspectivas y potencialida­
des regionales, así como las aspiraciones de su población. Todos
abogan por la apertura de brechas que les permitan el acceso menos

25
Est e b a n B a rrag án L ó pez

penoso a los bienes, servicios y modos de vida urbanos, así como


una salida más fácil de su producción al mercado.
A manera de conclusión se considera que los caminos, hasta
ahora incompletos y deficientes resuelven sólo en parte los proble­
mas de marginación y las múltiples necesidades de la población.
Aun si se termina su costosa construcción, se corre el riesgo de que
cuando lleguen, encuentren - o por él se queden- muchas casas
vacías.

26
1. La región, los rancheros
y su forma de vida

A escasos cien kilómetros de Zamora, siguiendo al suroeste la


carretera que va a Los Reves, y de allí prosiguiendo al poniente por
la brecha que pasa por Los Limones, atravesando los cañaverales
del “Valle Esmeralda”, limitado por el profundo y caudaloso río
Grande (Itzícuaro), se encuentra la frontera orienta de la región de
estudio. Este mismo río va rodeando^TifrepSírypermite, a través
del puente de Iturria, otro acceso a ella, continuando al sur de Los
Reyes por la brecha que atraviesa San Sebastián y lleva a los
Chorros del Varal. El imponente paso por el puente de Iturria da
salida a la terrecería que, paralela al río, va tocando varias ranche­
rías y conduce al ejido de ZipocÓ) Jalisco, el cual limita la región^
por ersureste. " "
ALnorté, la frontera natural está constituida por la franja de
bosque mixto (predominio de pino y encino) en su porción Los
Jleyes^Mazamitia, misma que separa a la región de los poblados
más^próximos: Cotija, Santa Inés y Tocumbo, en Michoacán. Por
lo que toca a Jalisco, de Mazamitla sale la brecha que enseguida se
une a la que viene de Puerta El Zapatero (cerca de Tamazula) y más
adelante a la que sale de Valle de Juárez con destino a Santa María
del Oro, Jalisco, (Manuel M. Diéguez). De esta distante cabecera
municipal continúa la brecha, actualmente en construcción, rumbo

27
8 Mapa 1
VÍAS DE COMUNICACIÓN Y ÁREA DE ESTUDIO

E steban B arragán L ópez


Fuente: Instituto de Geografía UNAM.
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

a Zipoco, cerrando así de poniente a sur los límites regionales,1


mismos que no pueden ni pretenden ser rigurosos ni precisos.
Lo que permite hablar de región es el conjunto de elementos
que encontramos en el interior de esta demarcación y que vienen a
determinar la homogeneidad del espacio regional: misma historia,
asentamiento disperso, pequeña propiedad como régimen único de
la tenencia de la tierra, misma organización social y económica,
mismas costumbres, y exacto problema de comunicación, es decir,
el aislamiento.
La región cuenta con unos 400 km. y comprende la parte
suroeste del municipio de Tocumbo (50% de su extensión, territo­
rial, conocida como El Potrero de Herrera), el sur del municipio de
Cotija y se extiende al oriente del municipio de Santa María del
Oro, Jalisco, quedando fuera del estudio los ejidos de estos muni­
cipios. Se ubica en los declives del sur del sistema volcánico
transversal en el noroeste de Michoacán y sur de Jalisco.

El medio ambiente natural

Es una zona de transición entre el frío del bosque de pinos de su


frontera norte y la tierra caliente de Michoacán. La temperatura
mínima llega alrededor de 15°C, la media aproximada es cercana
a los 23°C, no se registran heladas en invierno. La temperatura
máxima alcanza los 35°C y se deja sentir en los meses de abril,
mayo y junio. Es pues una región templada, de clima tropical
lluvioso, con régimen de lluvias en los meses de julio, agosto y
septiembre.12
Durante esta temporada caen de 600 a 700 mm. de agua que

1. L os datos de localización de la región de estudio han sido tom ados de las


cartas topográficas E 13B 27, E 13B 28, E 13B 37 y E13B38; CETENAL, 1977.
Se verificaron y precisaron con recorridos de campo, de marzo-junio de 1983
y abril de 1985.
2. Cfr. G. Correa (Director), Atlas Geográfico del Estado de Michoacán.
M éxico, Eddisa ediciones, 1979, p. 24. Otras fuentes importantes para hacer
aproximaciones de clima en la región las encontramos en Luis González, 1968
(3a. ed.), y del m ism o autor 1971:16.

29
u> Mapa 2
o
Polos de atracción

Esteban B arragán L ópez


Fuente: Información de campo.
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

rápidamente se precipitan por las abundantes cañadas y barrancas


hasta los tres ríos colectores de caudal permanente en la región: el
Itzícuaro al oriente, el Platanal-Agostadero por el centro, separando
en esta zona a Jalisco de Michoacán, y el río de Huertas-Cataquio
al poniente. Estos ríos juntan sus aguas al sur de la región y forman
un importante afluente del río Tepalcatepec. Son pocos los arroyos
de caudal permanente, más bien hay barrancas y jagüeyes que
almacenan agua varios meses después de las lluvias, por lo que el
principal abasto es de ojos de agua que también son escasos. La
insuficiencia de agua es uno de los problemas álgidos de la región.
Es una región montañosa, de terrenos sumamente accidenta­
dos, con tupidos relieves que van de los 600 a los 1 500 msnm. En
su suelo café (arciílo-arenoso) y pedregoso se prodigan durante las
lluvias los pastos y matorrales verdes que cada temporada reviven
al ganado vacuno y el ánimo de sus propietarios. Crecen también
variados árboles que, si ya tienen más de 10 ó 12 años, esperan el
hacha y la lumbre para dar lugar al cultivo del maíz y, con esto, a
notorias manchas en el colorido y uniformidad del paisaje.
La abundante y puntiaguda vegetación del bosque tropical
deciduo se desarrolla en todo su verdor gracias a la lluvias dé
veranó. En otoño, aun coñ~fórídó“verde seco, toma variados matices
póTla abundante floración que existe; es la época de opulencia para
las abejas y otros insectos que buscan ruidosamente el néctar de las
flores y para los animales y personas que gustan de las changungas
(nanches), guayabas y otros frutos silvestres de la estación.
En invierno predomina el color amarillo de la agonizante
vegetación al madurar sus semillas que cosecha el hombre o el
viento. Y llegada la primavera el paisaje cambia su aspecto, adquie­
re un color grisáceo que contrasta con el verde de las parotas, mojos
y tepeguajes, así como el de las plantas y árboles que crecen cerca
de los escasos arroyos y ojos de agua. El calor y la sequía aumentan,
los árboles se desnudan y, al igual que los ciruelos, mangos y
guamúchiles, muchos otros árboles rinden frutos que el hombre
disputa con la fauna silvestre.
Esta última se compone de coyotes, zorras, zorrillos y tlacua-
ches que regulan el crecimiento de la población de las aves de

31
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

corral. De vez en cuando, se ven jabalíes, armadillos y mococuanes


(especie de gatos). De enero a junio no tienen descanso los venados
ni los cazadores; el venado cola blanca es la pieza más codiciada
para el consumo humano.
Abundan los reptiles: inofensivas iguanas y lagartijos; otros ya
peligrosos como los saurios venenosos (también llamados escor­
piones); víboras de cascabel, coralillos, boas y otras serpientes. Hay
muchos alacranes cuya picadura ocasiona la muerte a muchos
infantes. La población de aves es numerosa, especialmente en otoño
que llega del norte la huilota “llanera”, muy perseguida al igual que
la chachalaca y la quisingua (de la familia de la perdiz y codorniz)
por cazadores jóvenes. La calandria, la urraquilla y la chachalaca
son “las primeras voces” en el coro de pájaros de la región.

Habitat

En medio de este ambiente natural, junto a los escasos ríos, arroyos


y ojos de agua se encuentran, en pequeñas localidades, los dispersos
y mermados habitantes de esta región. Se trata de grupos domésti­
cos, es decir, de viviendas cuyos ocupantes constituyen predomi­
nantemente familias nucleares (padre, madre e hijos) y, en otros
casos, familias extensas pero dispersas (con viviendas separadas).3
Cada asentamiento tiene su nombre propio y su categoría
política corresponde a “rancho”.4 Este término también se aplica a
la unidad de producción ganadera: terrenos de agostadero y ordeña;
en este sentido hay más ranchos que asentamientos humanos, pues
algunos sólo son habitados durante la época de ordeña y otros sólo
son utilizados como agostadero sin que en ellos haya habitantes
establecidos. Por último, el término “rancho” tiene una aplicación
más concreta cuando se refiere a la construcción opuesta a la cocina.

3. Para esta categorización, cfr. Instituto Real de Antropología de la Gran


Bretaña e Irlanda. 1971, p. 120.
4. La palabra “rancho” e s usada - e n este estu d io- en tres acepciones: categoría
política (asentam ientos hum anos dispersos, casas aisladas en el cam po),
unidad de producción agropecuaria y construcción opuesta a la usada para
cocinar.

32
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

En este caso el rancho se utiliza como dormitorio y para guardar


los objetos más preciados. Tomado así, hay por lo menos un rancho
en cada vivienda y ningún “ranchero” confunde el “rancho con la
cocina”.
En cada localidad están avecindadas un promedio de dos o tres
familias (normalmente parientes) que suman alrededor de 15 habi­
tantes por localidad. La distribución de los vecinos en cada núcleo
de población es siempre irregular y están separados entre sí por
varias decenas de metros.
Una casa-habitación se compone de un conjunto de construc­
ciones circundadas por una cerca de piedra y/o alambre que deja
amplio espacio para algunos árboles y pequeños jardines; es lo que
se conoce como “solar” de la casa. Las construcciones que normal­
mente conforman una casa son: un rancho y una cocina separados
por una enramada o “rancho de enmedio”, el chapil, y a veces un
tejabán o “ranchillo” para guardar los trebejos.
Las construcciones, por lo general, son de madera sin labrar;
cuatro horcones en cuadro clavados en hoyos de 60 cm.de profun­
didad sostienen la estructura llamada “pie de gallo”, compuesta de
cuatro “soleras”, varios “morillos” (para el tapanco), un “caballete”
al que llegan las “tijeras” cruzadas por las “costillas” desde abajo
de las soleras; todo de madera y cubierto por el techo de paja, lámina
de cartón o galvanizada, con pronunciadas pendientes (especial­
mente si es de paja) en sus dos alas y fronteras casi verticales.
En la mayoría de las casas, el “rancho” se encuentra bardeado
a la altura de los horcones. La barda puede ser de piedra pegada con
lodo o con cemento y excepcionalmente de tabique, pero nunca con
varilla. También se utiliza como barda la madera o varas tejidas
(jarilla, otate, bejuco, etcétera).
En el mejor de los casos, el rancho puede tener puerta hechiza
de madera, pero muchos, aunque es el recinto privado de la casa,
carecen de ella. Se utiliza como dormitorio, ahí se encuentran
camas, maletas, perchas de ropa, artículos de uso personal y todos
los objetos preciados. También se halla un pequeño (a veces no tan
pequeño) nicho con imágenes de varios santos, frente a los cuales

33
u> La arquitectura regional
Una casa-habitación en “Potrero de Herrera1

Esteba n B arragán López


M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

cuelga una linterna de petróleo con la que apenas se alumbra el


recinto.
Casi siempre el rancho tiene una parte de tapanco de otate (tipo
carrizo); ese espacio se utiliza para guardar bultos y, en algunos
casos, para dormir.
Las demás construcciones tienen una estructura similar: en la
enramada o “rancho de enmedio” se levantan pequeñas bardas o se
instalan “bancas” para sentarse.
En los horcones y soleras suelen hallarse picos, clavos o
ganchos de donde cuelgan sombreros, sillas de montar, costalillos
(morrales) y todo tipo de bultos. Es este un lugar para platicar con
las visitas y descansar durante el día y a veces para tenderse sobre
un petate y dormir en la época de calor. Es frecuente encontrar
techos de zacate en estas enramadas y, a veces, sólo se deja el
espacio y, en caso necesario (fiestas), se improvisa la enramada:
cuatro horcones en cuadro sosteniendo dos soleras y varios morillos
cubiertos por un techo horizontal de zacate o ramas verdes. Cuando
los pisos y bardas son de tierra normalmente están cuidadosamente
enjarrados; desde fines de los años sesenta, han comenzado a
introducirse los pisos de cemento y, ocasionalmente, de mosaico.
En la cocina siempre encontramos la chimenea, con espacio
para el metate, la hornilla para el comal y uno o dos fogones más.
Una pequeña y rústica mesa y algunas sillas, el tronco al que se
atornilla el molino manual de nixtamal, balsas (bules) o canastas
para conservar las tortillas, repisas de madera para guardar ollas y
cazuelas con alimentos, banco o “chicol” para el cántaro y alguna
tinajera (trastero) para guardar loza.
Bultos de cal, azúcar, jabón, harina, frijol, etcétera; botes y
botellas se ven sobre las bardas de la cocina y algunos tiznados hilos
para secar la carne, fruto de algún accidente ganadero, de la matanza
de un puerco, o de la cacería.
El zarzo de madera (fregador) con figura de mesa se localiza
junto a la cocina y en él podemos ver cubetas con agua, cántaros,
ollas y cazuelas.
Los graneros o chapiles tienen figura similar a las otras cons­
trucciones sólo que en su interior se construyen depósitos cúbicos

35
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

de madera, enjarrados con lodo para almacenar el maíz y tratarlo


contra las plagas. En tomo a ellos es común encontrar los nidos de
las gallinas en canastas y cajones con zacate o paja; herramientas
de trabajo: hacha, guadaña, barretilla o coa, azadón, etcétera. Re­
gularmente también se encuentra cerca el raj adero (lugar para cortar
y rajar leña, concretamente el trozo de madera sobre el cual se
ejecuta la actividad), pues la leña se protege de la lluvia debajo del
chapil.
Existen muchos otros detalles que muestran la lógica de la
distribución y ubicación de la casa. Por ejemplo, la distancia entre
la cocina y las otras construcciones obedece al hecho de que en ésta
generalmente hay fuego y, siendo los techos de paja o cartón, era
muy frecuente el incendio. La distancia, por lo tanto, reduce el
riesgo de propagación del fuego hacia las otras construcciones en
caso de haber un incendio en la cocina. Actualmente este riesgo se
ha reducido; aunque sigue usándose la leña para cocinar (raras
veces gas), y el ocote y mecheros de petróleo para alumbrarse, los
techos en la mayoría de las casas son de lámina metálica. Sin
embargo, la distribución de la finca conserva su forma original.
Con el empleo de la manguera para llevar por gravedad el agua
desde el manantial hasta las casas, la ubicación de éstas ya no va a
depender únicamente del lugar cercano al agua, desde donde se
pudiera dominar y contemplar mejor el paisaje -razón que anterior­
mente prevalecía al seleccionar el lugar para construir la vivienda-
sino del nivel en donde nace o puede entubarse el agua para
conducirla a la casa.
La dispersión habitacional en una misma localidad resulta
explicable debido a que el espacio sobra y cada familia prefiere
guardar su distancia respecto a las demás para evitarse problemas
con sus vecinos, aunque regularmente no lo consigue. Finalmente,
la dispersión del hábitat, es decir, la gran distancia que separa una
localidad de otra, así como los pocos habitantes que en cada una se
encuentran, obedece al sistema de explotación extensivo de la
unidad de producción (rancho) que no permite la constitución de
importantes núcleos de población.
En esta arrugada superficie regional, que a primera vista da la

36
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

impresión de un desierto humano, pueden encontrarse cerca de 100


localidades o ranchos que contienen una población aproximada de
1,500 “rancheros” desparramados entre las montañas, junto a los
ríos, manantiales y ojos de agua. La densidad de población es
bajísima: cuatro habitantes por km., mientras la del municipio llega
a 20 y la del estado de Michoacán a los 48 habitantes por km.5 Su
desparramo es tal, que el mayor núcleo de población en la región
(El Santuario) apenas cuenta con diez familias que alcanzan a
sumar 60 habitantes. Los demás asentamientos cuentan con dos o
tres familias y un promedio de 15 habitantes (véase cuadro 1; mapa
3).
Estos núcleos de población distan entre sí un promedio de cinco
kms., distancia que representa una hora de camino a pie o a caballo
por vereda o camino de herradura.6
Si se tiene que salir de alguno de los ranchos del centro de la
región a los poblados más cercanos, que pueden ser Los Reyes,
Santa Inés y Cotija, Michoacán, o bien, Santa María del Oro o Las
Lomas, Jalisco, el viaje representa por lo menos una jomada a lomo
de muía. No hay brecha que una la parte centro de la región con los
poblados periféricos. Así, para cruzar este espacio en cualquier
dirección (de norte a sur: Cotija o Santa Inés-Las Lomas; y de
oriente a poniente: Los Reyes-Santa María del Oro) son necesarias
dos jomadas, o sea, dos días a caballo o a pie.
De los poblados mencionados empiezan a salir retorcidas te­
rrecerías transitables en tiempo seco, previa reparación al concluir
la temporada de lluvias, que comunican a los ranchos más cerca­
nos;7 sin embargo, la mayoría de éstos no cuenta con otra vía de
comunicación permanente y regular que no sea el ya descuidado

5. Cfr. G. Correa, op. cit., p. 29.


6. La vereda e s un cam ino angosto para el tránsito de peatones y ganado. El
cam ino de herradura - o cam ino real- e s más ancho y por él se transita a
caballo y con bestias cargadas.
7. Es el caso de los ranchos: San Cristóbal, La Higuerita, Peña Ahumada, El
Limón (del m unicipio de Tocum bo, M ichoacán), El Vallecillo, El Tecolote
(en el m unicipio de Manuel M. D iéguez, Jalisco), así com o el de aquellos
que se localizan sobre la línea de estos caminos hacia Los R eyes, Michoacán.

37
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

Cuadro No. 1
Localidades (ranchos) de la región 1985
No. Nombre No. de No. Nombre No. de
casas casas

Cuadrante A l
1 Agua Zarca 3 46 Las Higuerillas 2
2 Pueblo Viejo 1 47 San Vicente 2
3 Media Luna 1
4 Agua de Enmedio 1 Cuadrante B2
5 Los Mezcal itos 5 48 La Soledad 1
6 Los Mezcalitos 6 49 El Puerto 1
7 Las Pilas 3 50 Santa Ana 1
8 Ceperán 1 51 San Luis 1
9 El Huaco 2 52 La Laguna 3
10 El Changungo 2 53 La Añilera 1
11 Chiquiadora 1 54 La Limonera 1
12 La Otatera 1 55 La Majada 1
13 El Chicalote 1 56 El Cirián 1
14 La Purísima 3 57 El Puente 1
15 El Santuario 10 58 ? 1
16 El Aguacate 1 59 Poca Sangre 1
17 El Tepeguaje 1 60 La Garza 4
18 San Cristóbal 3 61 El Picacho 7

Cuadrante A2 Cuadrante B1
19 El Rodeo 1 62 La Higuerita 1
20 Agua Caliente 3 63 Bracamontes 1
21 Las Aguilas 1 64 Los Tepetates 3
22 El Revelito 1 65 La Mezteña 1
23 Los Antigüis 1 66 El Rodeo 5
24 El Mojal 1 67 San José 2
25 El Sauz 1 68 El Aguacate 2
26 El Pajal 1 69 Los Toriles 2
27 Los Desmontes 3 70 La Mesa 1
28 La Alberca 2 71 Agua Salada 1
29 El Salitrillo 4 72 El Aventadero 2
30 El Rodeo 3 73 El Manguito 2

38
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

No. Nombre No. de No. Nombre No. de


casas casas

31 La Tortuga 1 74 Buenavista 1
32 Cataquio 2 75 La Holla o Joya 5
33 La Presa 1 76 Loma del Tiro 2
34 El Agostadero 1 77 San Bernardo 2
35 El Tecolote 1 78 La Vitalina 1
36 La Víbora 3 79 Palo Martínez 2
37 Los Pelillos 3 80 El Hoyo 2
38 El Vallecillo 4 81 Platanal 1
39 El Caguayote 2 82 Los Cablotes 1
40 La Soledad 1 83 El Limón 1
41 La Escondida 2 84 Peña Ahumada 1
42 Las Muías 2 85 La Parota 1
43 Horcones 2 86 El Aguacate 2
44 Las Higueras 2 87 La Lagunilla 2
45 Santa Rosa 2 88 Belicoso 2
89 El Volcancillo 2
90 San Antonio 1
91 Ubalán 1
92 Huisachal 1
93 Los Ejes 2
Fuente: CETENAL Cartas Topográficas E13B27, E13B28 y E13B38. México, S.P.P.
Actualizado con trabajos de campo, 1984-1985.

camino de herradura y las veredas, por las que, como ya se men­


cionó, a caballo o a pie puede recorrerse la región en algunos días,
dependiendo del apremio del ranchero o de la resistencia del
visitante.

Perfil sociocultural de la población

Las condiciones de vida dictadas por el medio y la necesidad


cotidiana de enfrentarlo van determinando un comportamiento
particular de la población, que caracteriza al grupo. En este caso se
trata de una sociedad que ha permanecido al margen de la dinámica
nacional pero se ha visto afectada indirectamente por un “progreso”

39
Mapa 3
o La REGION DE ESTUDIO

Esteba n B arragán L ópez


M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

que queda fuera de su alcance, por el proceso de modernización que


sólo puede verse de lejos y desde abajo. La identidad regional se
puede resumir en la expresión que usan sus habitantes cuando
tienen que ir a cualquier poblado: “voy pa’juera”. Salir de los
ranchos es salir de su mundo.
Aunada a su fortaleza física y a sus rasgos predominantemente
españoles -piel blanca, pelo y ojos claros, estatura alta, todo esto
(y más marcado) hasta las generaciones anteriores a la actual-, la
audacia es una nota que distingue a este grupo social, expresada en
la seguridad en sí mismos, siempre y cuando se trate de desplaza­
mientos en su medio ambiente y sin la presencia de elementos
externos a su región, pues éstos los hacen, inicialmente al menos,
actuar con discreción.
Al tener que desplazarse a otras poblados o ciudades, su segu­
ridad se ve mermada por los problemas de adaptación a circunstan­
cias que no son las propias. La confianza en sí lleva al extremo de
la excitación por la aventura y el riesgo, sobre todo en situaciones
ligadas al honor o al prestigio. El gusto por los peligros que denoten
valentía y despliegue de fuerza física son propios de los rancheros
de esta región.
La palabra tiene valor: los acuerdos y convenios no necesitan
firmarse para asegurar su cumplimiento, aunque esto ocasione cada
vez más problemas por “malos entendidos”. La fidelidad a la
palabra está ligada con el prestigio y con la misma hombría.
Contrasta con la monotonía de la vida cotidiana el gusto por las
fiestas, las ferias y todo acontecimiento que altere la rutina. Las
fiestas -principalmente la matanza de puercos- se organizan en
grande y normalmente participan las rancherías circunvecinas (ver
inciso siguiente sobre Relaciones comunitarias).
La solidaridad de la familia es otra nota distintiva. Existe un
gran espíritu hogareño, así como un gusto marcado por la conver­
sación y las situaciones que se viven en familia. Los varones se
casan alrededor de los 25 años, quizá dependiendo de la intensidad
de carga de trabajo que se tenga. La mujer, si rebasa los 20 de edad
soltera y sin compromiso formal de matrimonio, corre un alto riesgo
de “quedarse”, ya no se casa fácilmente. El papel de la mujer en el

41
Est e b a n B a rrag án L ó pez

trabajo familiar es central; realiza una agobiante tarea en el hogar


en nombre de “las labores propias de su sexo” y a veces en el campo
en cooperación con su marido, padre o hermano. La mujer todo el
día y todos los días tiene trabajo, el hombre tiene todo el día y otros
días para hacerlo. Sus labores están tajantemente divididas: la
cocina para la mujer, el campo para el hombre. El hombre entra a
la cocina sólo para comer y en pocos casos a moler el nixtamal; la
mujer sale de la cocina cuando el hombre no alcanza a realizar sus
tareas o “le permite que ésta le ayude para que se distraiga”. En fin,
aunque la división del trabajo por sexo y su no cumplimiento es
origen frecuente de problemas familiares, así es y no se discute.
Muy a menudo los matrimonios son entre parientes, a veces
muy cercanos (primos hermanos, sobrinos-tíos), o cuando menos
entre habitantes de la misma región (véase esquema genealógico
4). Este es un fenómeno muy antiguo que se observa en toda la zona
desde la ocupación española; ya desde hace muchos años se decía:

Vámonos para Cotija,


Allá son buenos cristianos
para no perder la sangre
se casan primos hermanos.8

El grupo social se encuentra tan interrelacionado y tan merma­


do actualmente, que para los aspirantes al matrimonio “no le hace
que nazcan chatos, nomás que resuellen bien”. Lo cierto es que no
hay muchas alternativas para la juventud, es decir, el mercado
matrimonial se encuentra muy restringido debido al paulatino des­
poblamiento de la región. Pero, por otra parte, con las “poblanas”
no se comprenden: “esas no saben ni echar las ‘gordas’”.
Se reciben “los hijos que Dios quiera enviar”, de ocho a diez
(esto ya no es tan válido y generalizado en la generación actual, los
nacidos después de 1950), y si no se tienen recursos para sostener­
los, los parientes concurren. Los niños crecen en el seno de la

8. H. M oreno, Cotija. Morelia, Gobierno del Estado de M ichoacán, 1980,


p. 109.

42
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

familia, ésta es su apoyo material y les da modelos y valores. Se


imita a los más arriesgados, a los más fuertes y valientes, a los de
mayor prestigio. A falta de escuela y televisión la imitación de lo
que hacen los mayores juega un papel preponderante en la sociali­
zación.
También existe un arraigado sentido religioso aun entre los
jóvenes. Se respetan todas las cuestiones de la Iglesia, aunque por
falta de asistencia de los párrocos (de Manuel M. Diéguez, Cotija
y Santa Inés principalmente) en la actualidad ya no se tenga la
oportunidad de participar mucho en ellas. La gente acude a las sedes
parroquiales a casarse; antes del año a bautizar, lo más pronto
posible acude a las confirmaciones y si el niño ya tiene seis o siete
años de edad y sabe recitar el rezo, lo llevan a que haga la primera
comunión. Por su parte, no pocos adultos acuden a “hacer los
viernes primeros” o por lo menos a cumplir con la cuaresma y pagar
sus diezmos como lo manda la Santa Madre Iglesia.
Se honran las tradiciones: ceremonias religiosas, leyendas,
respeto a los mayores y sentido de obediencia al mayor en la familia.
El gusto por la conversación y el alto grado de sociabilidad que se
observa en este caso, quizá esté relacionado con el modelo de
ocupación dispersa que los caracteriza.
A la gente le gusta vestir bien (aunque con diseños un poco
pasados de moda en relación al medio urbano que los impone) sobre
todo cuando va a salir: una buena presentación y una briosa bestia
son sinónimos de prestigio social. La crin de la muía bien recortada,
una buena montura y la pistola “fajada” (cuando es portada en su
vestido y sostenida en un cinturón al que además se sujetan las
cuatro o cinco cananas) son parte del status social del varón.
Por cierto que, dadas las condiciones de terreno escarpado, los
rancheros prefieren una buena muía a un caballo, ya que se adapta
mejor al medio. Con todo, tener un buen caballo es signo de
elegancia; mientras que el burro se asocia con la burla, el despres­
tigio y la pobreza.
La solución de los conflictos suele hacerse a nivel doméstico y
cuando rebasa el ámbito de la familia y se convierte en pleito, es
frecuente que el “arreglo” se busque en forma violenta y la justicia

43
Est e b a n B arrag án L ó pez

se tome por cuenta propia. Con frecuencia se recurre a las armas.


Esto ha provocado desde tiempos inmemoriales que muchas fami­
lias hayan tenido que abandonar la región para evitar mayores
desgracias, pues sigue vigente “o son amigos fíeles o enemigos
encarnizados”.9
Cuando aparece la enfermedad se recurre a los remedios case­
ros; se cuenta con muchos recursos domésticos para curaciones de
enfermedades menores. El siguiente paso es acudir con el doctor
Cruz de Tacátzcuaro y en menos ocasiones con otros de Tocumbo,
Los Reyes, Cotija, Tamazula, etcétera, dependiendo del rancho de
que se trate. Cuando estos médicos inmediatos y generales no se
sienten competentes o después de varias consultas infructuosas, los
pacientes con mayores recursos acuden a especialistas de Zamora,
Tepalcatepec, Guadalajara, Morelia, ciudad de México, etcétera.
Agotados los recursos en pasajes, comidas, hospedaje, consultas,
estudios y medicinas vuelve el enfermo a su casa y “que sea lo que
Dios quiera”.
La muerte se considera un acontecimiento natural cuando es
causada por alguna enfermedad grave o accidentalmente, y como
merecida cuando se presenta como resultado de un conflicto pro­
piciado por el que muere. La solidaridad entre familias se manifies­
ta cuando hay un enfermo grave (o un muerto), se abandona lo que
se esté haciendo para sacarlo en camilla y en hombros al poblado
más cercano. Así, aun cuando no existe una organización formal
de “rescate” o auxilio de emergencia, éste funciona en virtud de
lazos informales que operan en tales circunstancias.
Es frecuente que la gente grande y enferma prefiera o tenga que
salir de su rancho e irse a radicar a un pueblo donde pueda recibir
las atenciones médicas y religiosas y poder morir en paz.
De los individuos que mueren en la región pocos son llevados
a enterrar a cementerios de los pueblos, son más bien sepultados en
el cementerio de El Santuario. Es un lugar tan exclusivo para los
muertos, que los vivos no se paran en él ni para arreglarlo; se

9. A . M olina, Los grandes problemas nacionales (1909). M éxico, Ed. Era,


1978, p. 346.

44
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

distingue por su estado de abandono. Unos hilos de alambre de púa


flojos y engrapados a postes, que apenas se sostienen parados,
circundan el espacio. Con dificultad se encuentran algunas cruces
y partes de éstas y excepcionalmente alguna inscripción legible de
1941 en adelante. No aparece ninguna distinción entre las tumbas;
lo que sí existe son tres espacios imaginariamente divididos, pues
la cerca -con el tiempo- se ha terminado: uno para los “angelitos”
(niños), otro para los adultos que mueren naturalmente y un tercero
para los que mueren borrachos. Una vez que se pudre la cruz de
madera, se pierde todo indicio de que una persona fue enterrada en
el lugar.
Regresando a los vivos y su lenguaje, es común escuchar
palabras arcaicas y algunas purépechas; parece que el gran aisla­
miento ha favorecido un vocabulario reducido y arcaico pero muy
preciso. Otro aspecto notorio en la región, aunque menos particular
por extenderse a las regiones vecinas, principalmente entre perso­
nas sin formación escolar, es la omisión de la letra “d” en las
terminaciones “ado”, trátese de nombres, propios, comunes, o
participio de los verbos terminados en “ar”. Ejemplos: Conra-
do=Conrao, venado=venao; acabado=acabao, etcétera.
Otro rasgo generalizado es la omisión de la pronunciación
tónica en palabras con diptongos: traído=traido, maíz=maiz, Eloí-
sa=Eloisa. También existe la tendencia a cambiar la “o” por la “u”
y la “e” por la “i” en la terminación de la palabras: sapo=sapu,
toro=toru, cuemo=cuemu, Rogelio=Rogeliu; leche=lechi, traje=-
traji, metate=metati, tiene=tieni, etcétera.
Las palabras que llevan doble c, z, c antes de t, o exceso de
consonantes, también se deforman al simplificar: acción=aición,
inyección=inyeción o indención; exacto=esauto, correcto=correu-
to; problema=poblema.
Quizá el detalle más notorio y distintivo de los habitantes de la
región es la marcada pronunciación de la “s”; se imita el zumbido
de una abeja al volar, incluso se llega al silbido. En la conversación
generalmente de alto volumen, es común bajar el tono en la última
sílaba de cada palabra, esto constituye “la tonada regional”.
Es importante destacar que los habitantes de esta región espe­

45
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

ran que los “poblanos”, supuestamente todos “estudiados”, pronun­


cien con claridad y corrección pues saben que el vocabulario propio
es pobre e incorrecto. No obstante, se cuidan entre sí de no cambiar
sus expresiones, que aunque saben incorrectas, son las únicas
socialmente aceptadas en su medio. Cualquier mejora en su voca­
bulario los expone a la burla de los demás y no hay que olvidar que
ésta es la fuerza coercitiva más poderosa y temida en términos
sociales.
Cuando por necesidad o accidente se pronuncia correctamente
alguna de esas palabras deformadas, una palabra nueva o sinónimo
de una más usual, se le hace a la persona una insistente burla,
exagerando la expresión utilizada. Se dice que “fulano se volvió
muy político”, pues este término se utiliza como sinónimo de “bien
hablado”, pulcro, delicado, y muchas veces hasta de afeminado en
los varones. Son cosas que no van bien en este rudo y franco
comportamiento de los rancheros.
No obstante reconocer que “todos tenemos sangre de indios”,
estos mestizos-rancheros se sienten más cercanos a sus orígenes
españoles. Culturalmente y en cuanto a aspiraciones, tienden más
hacia el elemento criollo, pues se trata de un grupo inicialmente de
españoles (véase el capítulo siguiente) y ahora, todavía, según la
clasificación de principio de siglo de Andrés Molina Enríquez, se
trata de un grupo de “mestizos, pequeños propietarios (aunque no
todos) y rancheros”.10
Se reconocen entre sí “nosotros los rancheros”, pero si alguien
del medio urbano o principalmente de poblados pequeños les llama
rancheros con ánimo de molestarles, lo consigue; se dan por ofen­
didos y rechazados, aunque en el fondo se sientan en una situación
privilegiada al comparar el desenvolvimiento de un ranchero en el
pueblo con el de un “poblano” en el rancho y eso es motivo de
consuelo. De ahí la expresión de “el ranchero en el pueblo parece
burro; y el ‘poblano’ en el rancho hasta rebuzna”, expresión que
ellos mismos han acuñado y de la cual se sienten muy orgullosos.
Para finalizar con esta caracterización de la población, es de

10. Op. cit., p. 300.

46
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

señalar que existe la creencia generalizada de que el que prospera


es porque trabaja y cuida. “Al que trabaja le va bien, Dios le ayuda”;
por tanto, basta con vivir bien, obedeciendo o algunos fingiendo
obedecer las leyes de Dios -porque las de los hombres ni se
conoce-, los mandatos de la Iglesia -los del gobierno no les
incumben-, y respetar las normas de convivencia social dictadas
por la costumbre.
A pesar de lo disperso del hábitat, existe una identidad cultural
regional expresada en sus conocimientos, costumbres, gustos y
aspiraciones, así como una densa red de relaciones sociales. Rela­
ciones de convivencia pero también de intercambio y de producción
como es la existente entre el patrón y el mediero, en la que el
primero determina la actividad del segundo y éste desempeña un
papel de soporte social (cuando se toma como vecino o compañía)
y económico (cuando su producción es absorbida por el patrón y
de su trabajo depende la adecuada explotación del rancho); pero
siempre en un plano de desigualdad social aminorada por los lazos
de parentesco y desapercibida en las relaciones comunitarias o de
convivencia (véase el capítulo siguiente).

Relaciones comunitarias: sus fiestas

Matanzas

Las principales ocasiones de convivencia en la región son “las


matanzas”. Es una antigua tradición: cada familia mata uno o dos
cerdos cada año y convida a los vecinos de su localidad y de otras
circunvecinas. Los familiares cercanos empiezan a reunirse a veces
desde un día antes de la fecha señalada para la fiesta, que normal­
mente es un sábado o domingo, pues la finalidad es que puedan
asistir todos los invitados. La concurrencia es un catalizador del
prestigio y estima en que se tiene al “casero” (jefe de familia) y a
su familia.
El día señalado, los invitados llegan ruidosamente saludando
de mano a los presentes. Los “caseros” y los acomedidos terminan
el tabajo (matar, pelar, destazar y freír) en medio de arengas,

47
Est e b a n B a rrag án L ó pez

anécdotas y chanzas. Entre las mujeres, que ya desde altas horas de


la madrugada están torteando, fluye una folclórica conversación
que se hace más sonora en el transcurso del día por el lloriqueo de
los niños accidentados en sus juegos o acosados por el hambre.
Ese día se almuerza, come y cena con carne preparada en
diversas formas: asada o con chile, en forma de “camitas”, sanco­
chado o en chicharrones; al siguiente día, se almuerza con pozole
que estuvo cociéndose durante la noche del baile. Después de
reservar para los caseros algunas cecinas adobadas, longanizas y la
manteca, con el resto se mandan “bocados” o pequeñas raciones a
quienes no pudieron asistir.
Durante el día, la reunión se aprovecha para cortarse el pelo,
efectuar tratos, tirar “al blanco”, jugar baraja, últimamente dominó
o voleibol y sobre todo para conversar; es la ocasión de lucir
prendas de vestir y toda clase de objetos nuevos o novedosos, entre
éstos, las armas.
Por la tarde, normalmente se inicia el baile típico de la región
con música de tocadiscos o “de cuerda”: violines, vihuelas y
guitarrón, ejecutados por aficionados locales. Estos, después de
tomarse su tiempo en afinar, inician su actuación con un son.
Enseguida quedan a las órdenes del público para interpretarles sus
canciones o piezas de baile favoritas.
A medida que transcurre la noche aumenta el regocijo, siempre
y cuando no falte la bebida: hirvada, ponche, rebajado, parra,
etcétera, nombres típicos que se dan a las distintas mezclas que se
hacen con alcohol de 96°. Hirvada: infusión de plantas (hojas de
limón, naranjo, canela...) con azúcar y alcohol (se toma caliente);
ponche: fruta fermentada (tamarindo, piña, changunga...) en agua,
alcohol y azúcar; rebajado: agua fresca (limón, naranja, tamarindo,
ciruela...) con azúcar y alcohol; parra: agua con alcohol (se toman
“al tiempo”). Normalmente el casero pide a los concurrentes no
tirar balazos, pero muy seguido se viola la disposición: “coronan
las canciones” con una descarga al viento o al suelo, como mani­
festación de las emociones o del exceso de bebida.
En un ambiente familiar y frecuentemente alcoholizado se
inician, se formalizan o finalizan relaciones de noviazgo. Es la

48
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Rancho El Santuario, localidad mayor en “El Potrero de Herrera”.

Rancho Los Desmontes: aislamiento y dispersión, común denominador del habitat ranchero.
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Casa-habitación.

Troje donde se almacena el grano de maíz.


M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

En camino a !a cacería.
Este ba n B a rrag án L ó pez

Regreso de la cacería.

Herrando un “muleto”.
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Ganado que vuelve del Jagüey.


Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

En la becerrera: en repose mientras baja el calor.

* La ordeña ayer (1948).


M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Un desmonte para el cultivo del maíz.


Este ba n B a rrag án L ó pez

Moliendo maíz para el consumo animal.


M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

mejor ocasión que tienen los jóvenes para estos asuntos, mismos
que por ser tratados con tanta discreción y ocultamiento, a veces no
se deciden en una sola fiesta; pero, por fortuna, de una matanza ya
quedan convidados a la de otro vecino. La otra ocasión incompa­
rable para los enamorados, es la asistencia a ferias de los poblados
cercanos: 12 de diciembre en Cotija, 1 de enero en Los Reyes, 22
de octubre en Apatzingán y otras de menor atención.

Bodas

Cuando el motivo de la reunión es un casamiento, la fiesta se


desarrolla en forma similar a las matanzas, sólo que el mariachi ya
no es de aficionados sino de músicos profesionales (también cono­
cidos de la región o de la periferia), que cobran por su actuación, y
la convivencia dura de dos a tres días, dependiendo de los recursos
de los desposados y del padrino.
Sacrifican novillos, chivos o cerdos para dar de comer a los
invitados que acuden de lugares distantes. Otro aspecto distintivo
en estas fiestas es la espectacular “llegada de los novios” (recién
casados). Después de larga cabalgata desde la sede parroquial al
lado de sus padrinos, familiares y demás acompañamiento, arriban
al lugar donde los están esperando los demás familiares e invitados.
A la llegada del grupo, que desde gran distancia se ha venido
anunciando mediante descargas de algunas armas, empieza el ma­
riachi con un son, pronto es acallado por el tropel de las acaloradas
bestias y todo se convierte en una ensordecedora descarga prolon­
gada y diferenciada por los diversos calibres de las armas dispara­
das al viento, a los árboles o al suelo: después vuelve a oírse la
música. Entre la polvareda y el olor a pólvora da inicio la gran fiesta.

Los abrazos

Esta tradición prácticamente ha caído en desuso; consistía en llevar


música (tocadisco o mariachi) e invitados a la casa del compadre
por el hecho de haber apadrinado el bautizo de alguno de sus hijos.
Era una muestra de agradecimiento hacia los padres del ahijado por

49
Est e b a n B a rrag án L ó pez

la confianza depositada en él, al grado de convertirlo en pariente.


La familia festejada, sorprendida por el inesperado acontecimiento,
no tenía alternativa: recibía al compadre y a los invitados por éste,
mataba algunas gallinas y se iniciaba la “combebencia”.
El compadrazgo es una relación muy significativa en el grupo,
además del respeto y parentesco que origina entre las familias,
cumple una función económica. Existe la costumbre de que el
padrino de bautismo regale “de mantillas” un animal (si es ganade­
ro: una becerra, o bien, una puerca) al ahijado, y si es niña, cuando
menos unos aretes o una medalla de oro. Casi siempre el ganado
que llegan a tener las gentes más pobres de la región proviene de
“las mantillas”. Por otro lado, la concepción del compadrazgo
suaviza las relaciones entre los estratos sociales de la región:
ganaderos, administradores y medieros.

Los herraderos

Se conoce con este nombre a la fiesta que hacen los ganaderos al


concluir la temporada de ordeña, en la que, con el fin de recibir
ayuda para herrar a los becerros, invitan a los vecinos y preparan
arroz con leche, chongos, atoles, cajeta u otros derivados de leche.
Los invitados ayudan en la actividad. Desde temprana hora
llegan a la ordeña o por lo menos a tiempo de tomarse alguna
“paloma o pajarete” (leche recién ordeñada, con azúcar y alcohol).
Al terminar de ordeñar dejan únicamente a los becerros en el corral
y, entre jugando y luciéndose con algunos espectaculares “lazos al
lienzo”, los aficionados terminan de herrar. En un ambiente similar
al de las otras fiestas transcurre el día, la diferencia principal es que
en ésta no matan animales para la comida del día, excepto algunas
gallinas.
Cada año han venido perdiendo peculiaridad las fiestas. La
influencia del medio urbano ha impuesto sus patrones de compor­
tamiento; incluso han escaseado debido a la corriente migratoria,
acentuada en los últimos años, pero las matanzas de puercos o de
chivos aún dan fiel testimonio de originalidad.

50
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Relaciones con grupos sociales extrarregionales

Con instancias gubernamentales

Las relaciones de los habitantes de esta región con instituciones


oficiales son mínimas y se dan únicamente en las cabeceras muni­
cipales, pues a la región no penetra ningún programa oficial.
Pareciera que la realidad regional es ajena a los programas conce­
bidos en el centro y diseñados detrás de escritorios; ninguna au­
toridad, ni municipal ni del estado, ha tenido la curiosidad de
asomarse a la región con miras a apoyar su desarrollo. Salvo el
programa de erradicación del paludismo a cargo de “rociadores” en
los años sesenta y el de erradicación del gusano barrenador lanzado
desde avionetas, los habitantes de acá no conocen más.
Recíprocamente a los rancheros no les interesa lo que el go­
bierno pueda hacer o deshacer siempre que no actúe en perjuicio
de sus intereses; es más, en términos generales se desconoce la
significación de la administración pública. Sólo se sabe que “el que
es del gobierno” es corrupto y que si está en el puesto es para
enriquecerse. Sus contactos obligados: Receptoría de Rentas del
Estado, Tesorería Municipal, Registro Civil, etcétera, les ofrecen
suficientes elementos para criticar y aborrecer la acción guberna­
mental. Por el contrario, nunca constatan el destino posible del pago
de sus impuestos (aquéllos que no pueden evadir).
Los típicos y engorrosos trámites burocráticos sólo les traen
pérdidas de su “valioso” tiempo (muchas veces libre) y experien­
cias muy desagradables por el trato despectivo que en estos lugares
y de esos “catrines” suelen recibir. Ellos no votan en elecciones de
candidatos y, como la mayoría de los ciudadanos, no conocen nada
del proceso electoral, pero, en ocasiones, sí son echados de las
oficinas sin ser atendidos satisfactoriamente.

Con las diversas policías

Más inquietante, aterradora y molesta es la imagen que se tiene de


estos grupos, para ellos sólo opresivos. Al ejército (entre ellos “el

51
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

gobierno”) se le asocia con desgracia, tortura, despojo, abuso de


poder, robo de armas y muerte. En sus esporádicas visitas confir­
man esa imagen, con sus atropellos se renueva la impresión que de
los soldados tiene la gente mayor y el terror -coraje entre los más
jóvenes- pues consideran al ejército y a toda policía como unos
intrusos en su territorio que van a alterar el orden y la armonía
regional. Esto es obvio, pues entre sus costumbres más arraigadas
está la de portar arma desde muy temprana edad, aspecto que choca
con los lincamientos de la policía.
Sin embargo, a los “federales”se les concede en parte razón;
saben que han perseguido malvivientes que peijudicaban la región
y que son los que pueden intervenir en defensa del hombre pacífico;
pero a la judicial se le detesta rotundamente por su actuación
corrupta y salvaje, frecuentemente reafirmada en los procedimien­
tos usados en la “práctica de la justicia”.

Con los ejidatarios

El sentido de propiedad es algo muy arraigado en el espíritu de estos


rancheros, tanto más que toda la organización social descansa en
las relaciones patrón-mediero, o sea, en un acceso muy desigual al
espacio. El régimen único es la pequeña propiedad y la mayor parte
de los terratenientes la tiene titulada. De aquí que la relación con
los ejidatarios sea mínima, se tenga una noción negativa de su
proceder, quizá por las afectaciones cercanas (Zipoco, El Carrizo,
Los Plátanos, Petacala, Gallineros, etcétera) de que se ha tenido
información de resultados que distan mucho de lo que en teoría debe
ser un ejido.
Los ejidatarios son vistos como un grupo social que se carac­
teriza por su indolencia y su oportunismo para invadir tierras que
no les pertenecen ni les interesa trabajar, pues una vez “robadas”
-dicen- las “rentan o las venden”. En el caso del municipio de
Tocumbo (Potrero de Herrera), hubo dos conatos de afectación en
1940 y 1965 provocados por las solicitudes de ampliación del ejido
de Gallineros (municipio de Cotija, Michoacán), que lograron

52
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

frenar en virtud de los títulos que poseían los rancheros.11 Estas


situaciones confirmaron una vez más la idea que se tenía de los
ejidatarios.
Consideran el ejido como una “mala política”, debido a los
vicios que le son propios. Los vínculos familiares que guardan
algunos de ellos con ejidatarios, retroalimentan esta concepción.
Por lo demás, consideran al ejido como un “falso negocio” por no
poder disponer “de su tierra a su antojo”. No se entiende que reciban
apoyo económico (y político), lo utilicen mal y sigan recibiéndolo;
se percibe la complicidad entre “el gobierno” y los ejidatarios y
crece más la desconfianza hacia ambos.

Con los indígenas

Para los rancheros de esta región, los “indios” no tienen nada que
ver con ellos. Los indígenas de la Meseta Tarasca frecuentaban la
zona; unos en calidad de huacaleros (llevando loza en huacales
cargados en la espalda y comprando y haciendo trueque por gallinas
y huevos) y otros en busca de novillos para llevarlos a su tierra,
castrarlos, amansarlos en sus labores y regresarlos domados, he­
chos ya bueyes.1

11. La primera solicitud de ampliación del ejido de Gallineros se hizo en 1940,


misma que en 1952 fue negada por falta de fincas afectables. En 1965 el
D elegad o del Departamento de A suntos Agrarios y C olonización solicita al
jefe de Registro Público de la Propiedad Raíz del Estado datos sobre la
propiedad de las fincas que se encuentran comprendidas dentro del radio de
siete kms. del poblado de Gallineros. Se mencionan los ranchos de: San
Cristóbal, El Aguacate, El Tepehuaje, Río de la Caja, Plaza Quemada, Loma
de Enmedio y Cerritos, Rancho V iejo y M esa del Sr. Obispo. El Director del
Registro Público da respuesta al Departamento de Asuntos Agrarios m encio­
nando las propiedades aludidas (forma de adquisición, calidad, superficie,
etcétera). Se da respuesta negativa (segunda v e z) al grupo peticionario de
ampliación (1 9 6 5 ) por los m ism os m otivos: “falta de fincas afectables”,
Archivo de la SRA Uruapan, Mich. Exp. No. 1227. Ramo Dotación de Tierras.
A lgunas de las fincas m encionadas quedan a m ás de 15 kms. de Gallineros
y todas dentro del espacio conocid o com o El Potrero de Herrera, en el
m unicipio de Tocum bo, M ichoacán.

53
Est e b a n B a rrag án L ó pez

Cuando llegaban a los ranchos se les mantenía a sana distancia,


se les ignoraba por considerarlos cerrados, testarudos, al mismo
tiempo que inofensivos y taimados, mochos al hablar y, por si fuera
poco, se les despreciaba por sucios, aunque no hubiera mucha
diferencia con los hábitos de higiene de los rancheros de entonces
acostumbrados a lavarse la cabeza, los pies y obligadamente las
manos cada domingo.
También tienen algo de desconfianza pues les atribuyen ciertas
prácticas de magia o hechicería. Actualmente no hay relación
alguna; sin embargo, persisten las mismas ideas respecto a la
distancia que hay entre ambos grupos. Aunque se reconozca que
“todos tenemos sangre de indios”, se ve de reojo a los “prietillos
lampiños”, que se fijan en las hijas o hermanas en alguna feria y
con cierto disimulo a los de “ojo azul y poblada patilla” que puedan
acercárseles.
Este es un primer bosquejo del mundo de los rancheros, un
mundo en el que contrasta lo disperso del hábitat con lo estrecho
de las relaciones sociales y con lo homogéneo de las costumbres.
Pero su unidad no radica únicamente en el aspecto cultural y
espacial, también descansa en un antiguo sistema de organización
económica.

54
2. Organización económica y social

Bases organizativas

Son dos las principales actividades económicas en la región. La


predominante es la ganadería: cría de ganado de carne (vacuno) con
producción marginal de leche utilizada en la elaboración de queso.
Esta producción está orientada al mercado urbano. Como actividad
económica complementaria destaca la agricultura de temporal
(maíz) bajo el sistema de barbecho largo. La producción se destina
al abasto familiar y el agricultor vende el excedente de grano al
ganadero, pues éste normalmente no siembra ni para el abasto
familiar y el complemento alimenticio que da a su ganado es el
maíz.
Estas actividades, agricultura y ganadería, aunadas a otras de
menor importancia como la cría de puercos, chivos, aves de corral,
cultivo de ecuaros,12 un poco de recolección y considerable caza
forman una economía de subsistencia familiar con excedentes de
producción ganadera para el mercado urbano.
En la organización social, inseparable de la económica, se
puede hablar de tres estratos: los ganaderos que controlan la explo­
tación de los recursos (tierra, agua y ganado); los administradores
que entran en su lugar cuando se les encarga la unidad de produc­
ción (rancho) y los agricultores. Estos últimos pueden ser propie -

12. Superficie pequeña (generalmente menor a una hectárea) donde se cultivan


hortalizas y maíz para consu m o en elote. L os ganaderos e s lo único que
cultivan -sa lv o algunas e x c e p c io n es- y lo hacen cerca de su casa.

55
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

taños de la tierra que trabajan o bien medieros; ambos son los


productores del maíz requerido en la región para consumo humano
y animal.
La organización del trabajo descansa en las dos actividades
económicas principales, que a su vez recaen en los tres estratos
sociales logrando así una división específica del trabajo a la vez
técnica y social que ha sido capaz de equilibrar un sistema durante
varias generaciones.

La ganadería, actividad económica dominante.

La región, de aproximadamente 40 000 hectáreas, está en manos


de cerca de 150 propietarios y se halla dividida en no menos de 150
predios rústicos que incluyen terrenos de agostadero, pastal-cerril
y gran parte de eriazo, todo bajo el régimen de pequeña propiedad.13
Cada uno de estos predios se divide en varios potreros de acuerdo
a los intereses y necesidades de su propietario, así como al sistema
extensivo de explotación que es el único en la región. Aun consi­
derando que la extensión de las propiedades por terrateniente es
heterogénea, puede decirse que la mayoría de los ganaderos se
ubican cerca del promedio del número de has. que deberían corres­
ponderle de acuerdo a un promedio en la anterior estimación: 260
has., aunque el promedio en el registro catastral sea sólo de 70 has.
por predio.
En esta imprecisa y aislada superficie pastan alrededor de
11 000 cabezas de ganado bovino criollo cruzado con cebú y un
millar de equinos, mular predominantemente. De acuerdo a la
naturaleza de las actividades ganaderas, el año queda claramente
dividido en dos épocas: el tiempo de “las ordeñas” y el tiempo de
“las flaquencias” (aguas y secas).

13. Somera consulta en los manuales del Impuesto Predial Rústico en la R ecep­
toría de Rentas de Tocum bo, Michoacán. Para la clasificación y extensión de
predios y totalidad de propietarios se toma com o base la relación de ranchos
de ordeña (cuadro 2). El número de vacas por rancho permite una aproxima­
ción de la extensión del predio por ganadero.

56
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Primera época: “cuando las vacas dan leche ”

La temporada de ordeña, que regularmente va de los últimos días


de julio hasta fines de noviembre, se encuentran, por lo menos, 70
ranchos dedicados a esta actividad (véase cuadro 2). En cada uno
se ordeña un promedio de 50 vacas que regularmente producen
cerca de una tonelada de queso. A los dueños de estas unidades de
producción son a los que se les denomina “ganaderos” (en la
clasificación de este trabajo) por ser dueños o por hacer de la
ganadería su actividad principal.
a) Funcionamiento de la unidad de producción. Al inicio de la
temporada de lluvias (fines de junio) los ganaderos reservan por lo
menos tres potreros que necesitan para concentrar a todo su ganado
durante la temporada: uno para las vacas de ordeña, otro para los
becerros y un tercero para el ganado horro (novillada y vacas
temporalmente ociosas e improductivas). Esto les permite, una vez
concentrado el ganado (lo que ocurre a fines de julio), reservar la
mayor parte del periodo de lluvias los potreros aprovechables en la
época de secas así como la siembra de parte de esos potreros
desocupados. Por otra parte, durante las lluvias se aprovechan los
pastos de los potreros que en las secas carecen de agua, general­
mente son los más altos.
Esta única manera de aprovechar los recursos naturales, tem­
porales y dispersos, provoca que el 15% de las familias de ordeña­
dores tengan que mudarse a esos ranchos durante cinco o seis meses
del año en los que el abasto de agua es de barrancas, pozos y
principalmente de jagüeyes. Los jagüeyes almacenan una cantidad
de agua suficiente hasta los primeros meses del año siguiente, lo
que hace aprovechable el pasto en ese periodo, ya que los ranchos
que están en tales circunstancias no cuentan con ojos de agua o
arroyos que permitan ser habitados por sus dueños o disfrutados
por el ganado en forma permanente.
En julio inician las mudanzas hacia varios ranchos de ordeña,
algunos por la razón anterior, otros porque los dueños son ausen­
tistas y en ese periodo acuden allá, o bien porque los ausentistas

57
Es t e b a n B a r r a g á n L ó p e z

C u a d r o N o. 2
Ranchos de ordeña

Nombre N o. de V acas Propietario

01 La M esa 50 Leobardo Barragán Fernández


0 2 El Pajal 30 Galdino Barragán López
03 El Sauz 50 Ignacio Valencia Barragán
04 El Santuario 60 Familias Barragán y M edina
05 El R odeo 70 Gabriel/Carlos Barragán
06 L os D esm ontes 30 Jacinto Barragán Fernández
0 7 El Tepeguaje 100 Ramiro Barragán y H nos.+
0 8 San Cristóbal 25 Jesús Valencia
0 9 San Cristóbal 50 José María Barragán+
10 San Cristóbal 20 Luis Valencia
11 L os Toriles 25 Enrique C hávez
12 L os Toriles 70 Jesús Gutiérrez
13 L os Toriles (o M anguito) 30 David Abarca
14 La M esa de Fernández 40 Jesús Fem ández+
15 La Garza/Higuerita 70 Fam. Valencia Barragán
16 L os Tepetates 40 Ignacio Valencia
17 La Laguna 50 Benjamín A lvarez
18 El Picacho 70 Jesús Alvarez
19 El Aguacate 30 José Herrera
20 El Aventadero 50 M áxim o M endoza+
21 L os Cahulotes 20 Celestino Barragán
22 El Limón 60 Ramón O rozco
23 Peña Ahumada 100 Ignacio O rozco y Fam.
24 El Platanal 60 Antonio Farías
25 La Parota 50 Juan Oseguera+
26 Malpaís 30 José Ma. O seguera+
27 L os Ejes 70 José Ma. Barragán Barragán
28 Ubalan 60 Sabás y José Ma. Barragán+
29 V olcancillo 30 H nos. Barragán Gutiérrez+
3 0 La M esteña 70 M odesto Barragán
31 La Zaraza 40 R ogelio V alencia Barragán
3 2 El M anguito 70 Rafael Abarca*
33 El M anguito 40 José Abarca*
3 4 El R odeo 50 Aureliano Valencia
35 Buena Vista 50 José Abarca
3 6 La H oya 60 R ogelio M alfavón*
37 Loma del Tiro 60 Fam. Barragán del Toro*
3 8 El B elicoso 20 M iguel Fernández*

58
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Nombre N o. de V acas Propietario

39 La Lagunilla 30 Antonio Cacho


40 Las V alencias 30 Heriberto+
41 El Aguacate 30 Ma. de los A n geles Barragán
4 2 Agua Zarca 40 Ignacio O rozco
43 Agua Zarca 25 Eleuterio Barajas
44 A gua Zarca 20 Vda. de M endoza
45 El Vallecillo* 80 José Barragán-»-
46 El Tecolote 50 Ramiro Valencia
47 La Escondida 50 M iguel M anzo
48 L os Pelillos 70 Adán García
49 A gua de Enmedio 60 Francisco Franco
5 0 La Víbora 50 Elíseo Valencia-»
51 Cataquio 40 A lfonso Valencia
52 Las Higueras 30 Camilo Barragán
53 Santa Rosa 25 Celestino Barragán Fernández
54 Las Higuerillas 50 Sebastián Aguilar-»-
55 San V icente 70 Crecencio M endoza+
56 La Limonera 60 Camilo Valencia
57 Cieneguitas 30 Susana Alvarez
5 8 El Titiringo 40 M iguel M anzo
5 9 La Tortuga/Huaco 100 Doroteo Pulido
60 La Chiquiadora 30 Sandoval
61 El Changungo 30 Albino García
6 2 V olcancillos 60 Fam. de Rubén Valencia
63 Agua Caliente 50 Francisco Medina
64 Catalinera 30 Jovita Farías García
65 Confitera 20 José Angel Rangel
6 6 La Otatera 50 Ramiro Valencia
67 Valle Alto 40 José María Farías Farías
68 La M esa de los M endoza 30 José Magaña
69 M ezcalito 70 José Valencia
70 Las Pilas 70 Gerónimo Valencia

Nota: Los ranchos de ordeña del Mpio. de Cotija no se consideran por estar en terrenos
ejidales (ejido de Gallineros) y en este estudio sólo entran los de “pequeña propiedad”.
+Ausentistas
♦Hasta aquí son ranchos del Mpio. de Tocumbo, Mich. Los siguientes pertenecen al Mpio.
de Manuel M. Diéguez, Jalisco.
Fuente: Información proporcionada por los señores Rafael y Galdino Barragán, Febrero
1986, Los Reyes y Santa Inés, Mich.

59
Este ba n B arrag án L ó pez

contratan a un ordeñador o ponen un administrador de otro lugar


para hacer la ordeña y el queso.
A las mudanzas le siguen movimientos de ganado; una vez
concentrado éste en el corral se hace el corte: el ganado horro a su
potrero y los becerros y vacas de pial al suyo respectivamente. Es
costumbre que los primeros días de ordeña los ganaderos den la
leche a los vecinos (casi siempre medieros), mismos que ayudan a
llevar el ganado de sus agostaderos de las secas al rancho de ordeña.
b) La ordeña. Entre lodo, jalones, patadas y maldiciones inicia
el periodo de ordeña. Durante el primer mes hay más de lo anterior
que leche. Es el amanse de las vaquillas y el reamanse de varias
vacas que alcanzaron a olvidar esta práctica de la temporada
anterior; por otro lado, nunca faltan los asustadizos y hasta indo­
mables becerros que “no consienten que les caiga el mecate al
pescuezo” y al ser sorprendidos, con frecuencia se dan amarrador
y becerro jaripeos recíprocos.
Al amanecer, da principio la ordeña; se encierra a las vacas en
el corral y, por la puerta opuesta a la que entraron, se va permitiendo
el paso a los becerros de un en uno. El “amarrador” se encarga de
sujetarle las patas a la vaca con el pial patero, alternativamente está
cambiando de pezón al becerro hasta que la vaca “baje la leche”.
Con el pial cabecero enjaquima al becerro y lo hace recular hasta
la maceta de la vaca para atarlo a los cuernos de ésta.
Puestos en estas condiciones vaca y becerro, llega el “ordeña­
dor” quien, cubeta en mano, primero con caricias y voz baja,
después a empujones y gritos, según el caso, solicita a la vaca que
exhiba la ubre para facilitarle la ordeña. Le exprime la leche de dos
chiches si el becerro es chico (de meses de edad) o de tres si es
añejo. Tiene que estar pendiente de los reparos que frecuentemente
dan tanto la vaca como el becerro y cuidar de que no le tiren la leche
y la cubeta ya que pueden darle un golpe o hasta caerle encima. Si
todo sale bien, en breves instantes termina el ordeñador, pues en
promedio cada vaca da 1.5 litros de leche por día. Así que más tarda
en amonarse a ordeñar que en estar nuevamente de pie descolgando
al becerro para que el amarrador -que mientras amarraba otra vaca-
pase a quitar los piales y continúe así hasta la última vaca cada día.

60
M apa 4

MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS


C\ Fuente: Trabajo de cam po (verano 1985) sobre la Carta Topográfica E 13B 27 CETENAL. SP P .
E s t e b a n B a r r a g á n I j6 ? e z

La ordeña se termina cerca de las diez de la mañana, casi


siempre con las mismas vacas, que por repugnancia al lodo del
corral, o por disimulo, o bien porque ya quieren desahijar al becerro,
se vuelven “faltonas”, ganándose por eso que les cuelguen su
cencerro para que el “realador” las localice con mayor facilidad. Si
no quieren ir al corral por las buenas, entonces les echan los perros
que las obligan a buscar su único refugio. Algo similar ocurre con
algunos becerros añejos que van perdiendo el interés en la leche;
de ellos se hace cargo un “becerrero” que junto con el realador,
amarrador y ordeñador forman el equipo óptimo para acometer el
trabajo de la ordeña.
Al terminar esta actividad matutina, se deja salir a las vacas
destinadas a su potrero y los becerros al suyo. Se recogen piales,
reatas y cubetas, éstas para lavarse y lo otro para ponerse al sol junto
con las botas y huaraches usados en el trabajo. Por la tarde se traen
las vacas que tienen becerros muy chicos para echarlos a mamar.
c) Elaboración del queso y subproductos. La leche se deposita
en una tina (de 70 a 80 litros), se deja enfriar a 35°C, aproximada­
mente. Se le retira menos de un litro de nata y enseguida se le mezcla
el cuajo (desde hace dos décadas es industrial) revuelto con muy
poca agua; para entonces ya es cerca del medio día.
Unos minutos después la leche está cuajada y entonces se bate
violentamente con la mano hasta obtener un líquido espeso que se
deja en reposo; a este paso se le llama “quebrar la cuajada” y se
efectúa alrededor de la una de la tarde. Los grumos tienden a
separarse del suero y se van hacia el fondo del recipiente en donde
más tarde se oprimen lenta y cuidadosamente con las manos hasta
lograr su compactación; a esto se conoce como “asentar” y se hace
entre dos y tres de la tarde.
Ya compacta la cuajada en el fondo del recipiente y cubierta
del abundante suero verdoso, se corta y se sacan los pedazos a una
artesa (recipiente rectangular normalmente de parota), para que
empiece a escurrir el suero. Ahí se exprime o se pone en una bolsa
de tela para que expulse la mayor cantidad posible de suero. Cerca
de las cuatro de la tarde, ya cortada la cuajada en pequeños peda-
cilios que se estuvieron cambiando de una esquina a la otra de la

62
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

artesa, se le pone sal y se amasa; cerca de las cinco de la tarde está


hecho el queso.
Con la producción de dos o tres días se elabora una pieza: se
mezcla el queso del día con el de los anteriores y se deposita dentro
de un aro de corteza de la parotilla (árbol de la región), en cuyo
interior lleva las mantas: dos tiras de costal. Estas y el aro evitan la
salida del queso al ser prensado. La prensa consiste en una tabla y
piedras hasta completar cerca de 40 kilos de peso; ahí se deja hasta
el medio día siguiente, el queso expulsa la mayor parte del suero y
la pieza adquiere su forma cilindrica.
La pieza, aún con el aro, se pasa al zarzo del escurridor donde
permanece varios días, después se sube al tapanco y se desnuda.
Diariamente se deben voltear y limpiar las piezas a fin de no
permitir el desarrollo de plagas, hongos y bacterias mientras los
quesos están madurando. El secado dura meses y durante ese
período la pieza pierde una tercera parte de su peso inicial para
quedar en un promedio aproximado a los 20 kgs.
Los subproductos que se obtienen en la producción del queso,
como jocoque, mantequilla y requesón, principalmente, se destinan
al autoconsumo, aunque en los ranchos cercanos a los centros
urbanos sí comercializan esta subproducción.
El jocoque se elabora de la nata que se le retira a la leche antes
de ponerle el cuajo. El proceso es natural: se deposita la nata o
“leche gorda” en un recipiente, se deja reposar en la sombra a la
temperatura ambiental y a las 24 horas está listo para consumirse.
Cuando se pretende hacer mantequilla, se va juntando en una bolsa
de manta el jocoque de varios días; cuando hay suficiente, se deja
unos días en fermentación sin echarle nada nuevo. Después se bate
repetidas veces ai tiempo que se está lavando con agua fría para
eliminar los residuos lácteros indeseables y obtener una mantequi­
lla semisólida. Regularmente se hace mantequilla sólo cuando hay
elotes (una vez por año) para consumirla con los uchepos. A este
codiciado platillo se le conoce como “sopas de mantequilla”; lo
comen las familias de los ganaderos; los medieros más allegados
se conforman con conseguir jocoque para sus uchepos y el estrato

63
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

más pobre ya quisiera leche para variarle al “chile de molcajete”


con que los acompaña.
El requesón se elabora con el suero de la leche. Se pone a hervir
el suero y de vez en cuando se bate. Luego de hervir unos minutos,
se le agrega una importante cantidad de suero crudo que debe haber
estado en fermentación desde un día antes por lo menos; se mezcla
muy bien y se le retira la leña al fogón dejándolo sólo con las brasas.
Los grumos de cuajada que estaban en el suero empiezan a subir a
la superficie de la tina y en pocos minutos la cubren. Una vez que
subieron todas estas partículas a la superficie y se compactaron un
poco, ya pueden sacarse; esto es el requesón. Se extrae de la tina
con una cuchara y se va depositando en una bolsa de tela. Se deja
escurriendo hasta el día siguiente y entonces ya puede consumirse
o amasarse con sal para su conservación. En las pocas ordeñas que
hacen requesón, lo venden o regalan a los familiares y vecinos.
También hacen con él piezas similares a las de queso pero a mitad
de peso y de precio; de esta manera el requesón también llega al
mercado urbano, pero en cantidades insignificantes.
A veces se hacen chongos, cajeta, atoles, etcétera, pero estos
productos nunca se elaboran con fines comerciales. Por otra parte,
ya a fines de temporada se hacen algunas panelas o adoberas, que
son un poco más comercializadas en los poblados cercanos, pero
sólo las producen con este fin los ordeñadores vecinos a dichos
poblados.

Segunda época: “cuando las vacas dan lástima ”

Pasada la temporada de aguas, sus productos y beneficios, hay un


breve respiro para el ganadero y sus animales; después viene la
época de la tribulación para ambos: las temidas “secas” en las que
varios años “no alcanzan los gustos p ’a los pesares”.
Al concluir el periodo de ordeña, se sueltan las vacas junto con
sus becerros y, una vez recogidas las cosechas de los potreros
reservados, se llevan a uno de los predios con rastrojo. Esto ocurre
en enero. Al terminarse el rastrojo y escasear el pasto de ese potrero,

64
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

se van sacando las vacas más flacas y las preñadas a la última


reserva donde ya se les empieza a atender.
La temporada crítica del año inicia en abril y se acentúa a
medida que transcurre mayo y junio; escasea el agua y los pastos
en los agostaderos, y por si fuera poco, estos son los meses de partos
y crianza. Durante esta temporada se les da a los animales un
complemento alimenticio: mazorcas (y ojupos) de maíz molidas.
Cada tercer día se les amarra su morral con cinco o seis litros de
este alimento. Se calcula un consumo promedio de 100 litros por
animal durante la temporada: el 80% corresponde al consumo de
las vacas de vientre y el resto se suministra, de acuerdo con las
necesidades, a becerros, novillas y sementales.
El ganadero requiere de tantas hanegas14 como animales con­
tenga su hato; de acuerdo con el promedio regional, necesitará más
de 100 por temporada.
Anualmente muere en promedio el 7% del hato, por diferentes
causas: las enfermedades (pese a que se vacuna en octubre y marzo
contra el derriengue, septicemia y carbón sintomático); los acciden­
tes en el manejo y traslados, hambre o achaques imputables a ésta,
y finalmente, los partos o crianza. En estos apuros y en medio de
lamentaciones, potreros “repelados” y semovientes esqueléticos,
llegan las consoladoras lluvias de verano que nuevamente reviven
los ánimos. Cada año se repiten los acontecimientos con pocas
modificaciones; asimismo las actividades que realiza el ganadero
son cíclicas y se vuelven rutinarias.

Producción regional de queso y ganado

La producción de queso por ordeña se acerca a la tonelada, por lo


que la producción regional se aproxima a las 70 toneladas de queso

14. Palabra de uso generalizado en la región equivalente a 100 litros (de granos)
o 70 kilos de maíz. También se aplica el término a la superficie en donde
caben estos sembrados. “Una carga de hanega y media (105 k gs)”. “Una
hanega y media de siembra (10 hectáreas aproximadamente)”.

65
Est e b a n B a rrag án L ó pez

seco que se canaliza hacia los mercados urbanos periféricos, espe­


cialmente a los del norte.
Los criaderos de ganado en la región producen aproximada­
mente 700 becerros anualmente y desechan alrededor de 500 cabe­
zas de ganado grande por defectuoso o viejo. El peso promedio del
becerro de 18 meses de edad para la venta es de 150 kgs., mientras
que el del ganado adulto se calcula en 380 kgs. peso vivo del animal.
Las cifras anteriores relativas a la cantidad de animales que sale
de la región anualmente corresponden: en los becerros, a un 20%
del total en cada ordeña (70 ordeñas de 50 vacas cada una) y del
ganado adulto a un 15% de las vacas de ordeña por cada rancho
dedicado a esta actividad.

Comercialización de la producción ganadera

De las 70 toneladas de queso que se producen en la región, por lo


menos salen 65 al mercado urbano (la diferencia es el consumo
interno: 50 kgs. anuales por familia en promedio). En noviembre y
diciembre el queso es sacado, a lomo de muía, a los poblados más
cercanos, y últimamente a las puntas de las terracerías más próxi­
mas a cada rancho. Regularmente es vendido a acaparadores de
estos pueblos y a los abarroteros. Los principales centros de acopio
son: Cotija, Santa Inés, Tocumbo y Los Reyes, Michoacán, así
como Mazamitla, Valle de Juárez y Tamazula, Jalisco. De estos
lugares es distribuido a las principales ciudades cercanas y a la
ciudad de México.
Todos los habitantes de estos poblados que viven fuera y que
en las fiestas navideñas (y en menor proporción en otros periodos
de vacaciones) concurren a su terruño, aprovechan para llevar el
queso para el consumo familiar de todo el año que sólo allí pueden
conseguir con sus paisanos abarroteros y hasta con los productores.
Es así como este queso ha llegado a varias ciudades de la República
Mexicana y de los Estados Unidos, conociéndose con el impropio
nombre de “Queso Cotija”, pues han sido principalmente los ran­
chos de esta región (y actualmente los únicos) los que lo producen,
mientras que Cotija sólo lo ha comercializado.

66
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Cuadro No. 3
Ganadería
Estimación de la producción anual y
MOVIMIENTO ECONÓMICO REGIONAL (1985)
Ranchos de ordeña 70
Promedio de vacas por rancho 50
Temporada de ordeña 4 m eses
Producción diaria de leche por vaca 1.5 Lts.
Producción anual de leche por vaca 180 Lts.
Rendim iento por litro en queso seco 100 Gr.
Producción anual de queso seco por vaca 18 Kg.
Producción anual de queso seco por rancho 9 0 0 Kg.
Producción regional de queso por año 63 Ton.
Precio de venta de un Kg. de queso $ 1,500.00
Importe de la producción de queso por ordeña $ 1*350,000.00
INGRESO POR V E N T A D E QUESO $ 94*500,000.00

Becerros de venta por rancho 10


P eso v ivo del becerro (prom edio) 150 Kg.
Cantidad de becerros que anualmente
salen de la región 700
Precio de venta por cabeza $ 7 0 ,000.00
Importe de la venta anual de becerros $ 49*000,000.00
A nim ales grandes de venta por rancho 7
P eso vivo prom edio del animal 380 Kg.
Cantidad de ganado grande que anualmente sale 490
Importe de venta anual de ganado grande $ 49*000,000.00
INGRESO POR V E N T A D E G A N A D O $ 98*000,000.00

Resumen:
PRO DUC CIÓ N REG IO NAL A N U A L
Q ueso 63 Tons.
Ganado 2 8 7 .2 T o n s.(l, 190 cabezas aprox.)

M OVIM IENTO ECONÓM ICO A N U A L


Q ueso $ 9 4 ’5 00,00 0 .0 0
Ganado $ 98*000,000.00
Total $ 1 9 2 ’500,0 0 0 .0 0

Fuente: Trabajo de campo realizado durante el período de octubre de 1985 a febrero de 1986.

67
Est e b a n B a r r a g á n L ó pez

Por lo que toca a la venta de ganado, ya desde octubre empiezan


a llegar los compradores, especialmente los que buscan becerros;
se traía, en la mayoría de los casos, de comisionistas enviados por
dueños de engordas o importantes comerciantes de ganado estable­
cidos fuera de la región. Estos comisionan a los compradores, que
en muchos casos son paisanos de los rancheros pero que viven ya
fuera de la región, para que les compren una determinada cantidad
de becerros y se los trasladen arreando hasta un punto donde ellos
puedan levantarlos en camión y llevarlos a sus engordas o embar­
carlos hacia el Golfo y la Huasteca.
El ganado grande (de desecho o defectuoso) también es vendi­
do allá en los ranchos a estos compradores. Lo sacan, junto con los
becerros, a los poblados más próximos; de ahí se desplazan a otros
poblados en busca de compradores. Normalmente es vendido a los
tablajeros que los sacrifican y venden en sus respectivas plazas.

La agricultura: actividad económica complementaria

El cultivo más importante en la región es el maíz y se realiza bajo


el sistema tradicional de tumba, roza y quema. La siembra es
únicamente de temporal y la superficie cultivada una temporada
generalmente no vuelve a desmontarse antes de los 10 años.
Para el ganadero -que es el que determina cuándo y dónde se
siembra- esto es importante porque le van desmontando porpartes
los potreros de agostadero, en cuya superficie aumenta la produc­
ción de pastos y de hierbas, además del rastrojo en la primera
temporada, aprovechables para el ganado. Para el agricultor tam­
bién es conveniente sembrar en tierras descansadas porque le
producen mayor rendimiento en la cosecha y menor costo y trabajo
en las actividades posteriores a la tumba. Los rancheros aseguran
que cuando tumban montes vírgenes (los que tienen varias décadas
sin talarse) y se queman bien, el deshierbe es muy sencillo porque
nace poca maleza, lo que representa además gran ahorro en trabajo
y herbicidas; por otro lado, se desarrolla mejor el cultivo, permi­
tiendo ahorrar abono, y lo atacan menos las plagas. El equilibrio

68
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Cuadro No. 4
Comercialización de la producción
GANADERA REGIONAL
GANADO
N o m b re d e t1 L ugar de O p era cio n es que D estin o d e l
co m p ra d o r re sid en cia re a liza ganado

Amoldo Espinoza Cotija Engorda Guadalajara


José Becerra Cotija Tablajero Diverso y en plaza(2)
Israel Contreras Cotija Engorda Guadalajara y Uruapan
Juan Munguía Cotija Engorda y sacrifica En plaza y rastro de
Guadalajara
Galdino Barragán Santa Inés Compra/venta Acaparadores de plazas
cercanas
Alberto Tacátzcuaro Tablajero En plaza
Hnos. Escalera Tocumbo y Engordan y En plazas y rastro
Los Reyes sacrifican de Guadalajara
José Pérez Los Reyes Engorda y sacrifica En plaza y rastro
de Guadalajara
Emeterio Los Reyes Engorda y sacrifica En plaza y rastro de
Guadalajara
José Vega Tingüindín Engorda y sacrifica En plaza y plazas cercanas
Rafael López Tingüindín Tablajero En plaza
Benjamín Tingüindín Tablajero En plaza
Margarita Fuentes Zamora Engordan y En plaza y plazas cercanas
e hijos sacrifican
Hnos. Soto Zamora Tablajeros En plaza
“El Canchante”(3) Tepalcatepec Acaparador en Veracruz y zona norte de
tierra caliente la región de estudio

QUESO
N o m b re d e l L u gar de O p e ra cio n es que D e stin o
co m p ra d o r re sid en cia re a liza

Alfonso Sotelo Cotija Distribución/ Plaza local y regional


mayoreo
Luis Valencia Cotija Distribución/ Plaza local y de Los Reyes
mayoreo
Santiago Cotija Distribución/ Plazas regionales
mayoreo
Tonino Cotija Distribución/ Plazas regionales
mayoreo
Gabriel Prado Tacátzcuaro Venta al menudeo Plaza local
Alberto Tacátzcuaro Venta al menudeo Plaza local
Pedro Fernández Santa Inés Venta al menudeo Plaza local
Rafael González Santa Inés Venta el menudeo Plaza local

69
Est e b a n B arrag án L ó pez

Cuadro 4 (Continuación...)
N o m b re d e l L u g a r de O p e ra cio n es qu e D e s tin o
co m p ra d o r re sid en cia rea ñ o za

Conrado Barragán Santa Inés Medio mayoreo Plaza local y regionales


Galdino Barragán Santa Inés Producción y Plaza local y regionales
medio mayoreo
Aristeo Andrade Tocumbo Venta al menudeo Plaza local
Manuel Tocumbo Venta al menudeo Plaza local
Familia Barreto Tocumbo Venta al menudeo Plaza local
Isidro Manzo Los Reyes Venta desde detalle Plaza local, regionales y
hasta mayoreo de la ciudad de México
Agustín Magaña Los Reyes Venta desde detalle Plaza local, regionales y
hasta mayoreo de la ciudad de México
Gonzalo Manzo Los Reyes Venta al menudeo Plaza local
Juan García Los Reyes Distribución/ Plaza local y regionales
mayoreo
Abarroteros del
mercado Los Reyes Venta al menudeo Plaza local

1. Sólo se mencionan los principales compradores de ganado y queso por plaza.


2. En el lugar donde reside el comprador.
3. Apodo con que se conoce a este comprador.
NOTA: Por el nimbo occidente de la región: Tamazula, Mazamitla, etc., también sale ganado
pero se desconoce el nombre de los principales compradores.
Fuente: Información proporcionada por el Sr. Galdino Barragán, Febrero de 1986, Santa
Inés, Mich.

ecológico también se favorece bajo este sistema de explotación,


dada la gran erosión que sufren algunos terrenos desmontados en
donde se observa que no vuelve a aparecer ninguna vegetación
perenne después de ocho o diez años de descanso.
Existen dos tipos de agricultores, los que siembran en tierras
propias y los que lo hacen en tierras ajenas. De los primeros hay
muy pocos y se caracterizan por sus pequeñas extensiones de tierra
y su escaso ganado mayor; esto los obliga periódicamente a formar
parte del otro grupo, el de los medieros. Por esta razón pueden
considerarse como un solo grupo: los productores de maíz.
Es común que cada ganadero, que obviamente también es
terrateniente, tenga en sus propiedades más de un mediero. Estas
son las personas dedicadas al cultivo del maíz que van desmontando

70
M ÁS ALIA DE LOS CAMINOS

las tierras del patrón y le dan una tercera parte de la cosecha.15 De


este modo, la actividad agrícola es dependiente de la ganadera, pues
su finalidad es producir, aparte del maíz para el consumo humano,
pastos y grano para el sostenimiento del ganado. Por otra parte, el
ganadero no suele ser agricultor y éste nunca es ganadero, lo que
explica también su complementariedad.
Son cerca de 150 agricultores (aproximadamente 90% de ellos
medieros) diseminados en la región, los que producen maíz para la
población local y propician el aumento de pastos y de hierbas
aprovechables para el ganado. El promedio de desmonte por agri­
cultor es de 12 medidas (aproximadamente unas cuatro hectáreas),
aunque hay medieros que cultivan hasta 30. El número de superfi­
cies desmontadas de ha venido reduciendo porque cada vez hay
menos gente en la región; en cambio, la superficie desmontada por
agricultor ha ido en aumento gracias al uso incipiente de motosie-
rras y la utilización generalizada de herbicidas y abono en la
práctica del cultivo de maíz.
El rendimiendo promedio es de ocho hanegas por medida
(cinco litros) de siembra, o su equivalente: 1.7 toneladas por hec­
tárea. Se estima que cada temporada se abren al cultivo (y también
se cierran) alrededor de 600 has., que producen una cosecha regio­
nal cercana a las 1 000 toneladas de grano, o sea 14 400 hanegas
aproximadamente. Esta producción, como ya se dijo, no sale de la
región; la consume el ganado y la población local.

La organización del trabajo: propietarios,


administradores y medieros

La complementariedad de la agricultura y la ganadería se logra a


través de una organización específica del trabajo basada en una

15. Hasta hace tres décadas, e! mediero daba al patrón la mitad de su cosecha (el
patrón cargaba con la mayor parte de los costos). D esp ués se generalizó la
costumbre de dar só lo una tercera parte (iban a medias en los costos) y
actualmente la tendencia es no dar parte de la cosech a al patrón, éste se
conforma con que le desm onten y cultiven sus terrenos.

71
Es t e b a n B a r r a g á n L ó p ez

división del mismo a la vez técnica y social: un ganadero nunca es


al mismo tiempo agricultor; un agricultor raras veces es dueño de
la tierra que trabaja.
Esa complementariedad en el trabajo suele darse mediante
contratos -no escritos- de mediería o aparcería.
Existen tres formas de organización en la actividad ganadera:

1. Cuando el propietario realiza la actividad.


2. Cuando es un “administrador” el que está al frente del rancho,
mediante contrato llamado “a partido” (es decir, que el admi­
nistrador se quedará con una parte del producto del rancho -la
mitad- como retribución a su trabajo.
3. Cuando el dueño paga porque le atiendan el rancho en alguna
época del año, generalmente en el período de ordeña.

En la primera forma de organización, el propietario (ganadero)


y su familia realizan las actividades dividiendo convencionalmente
el trabajo durante todo el año. Es la forma tradicional y dominante.
En el segundo y tercer caso las condiciones en el contrato son muy
variadas y cada día cobran mayor importancia debido a que va en
aumento el ausentismo de los ganaderos.
En ausencia del terrateniente, la explotación del rancho queda
a cargo de un administrador. Este es un elemento intermedio del
engranaje económico, pero también social: en la mayoría de los
casos, es hijo del ganadero o pariente del dueño. El administrador
es pues la persona que permanece a cargo de la unidad de produc­
ción a cambio de una parte del producto del ganado previamente
acordada con el dueño. Generalmente es “a medias de crías y
leche”; esto es, la mitad de los animales que nazcan y del queso que
elabore cada temporada durante su administración.
Menos frecuente es que se trabaje en un rancho por una
cantidad de dinero o en forma asalariada, sin embargo, también
sucede y las condiciones en uno y otro caso son muy variadas como
lo ilustran los siguientes ejemplos:

72
M ÁS a i .i A df . l o s c a m in o s

Caso 1 El señor T. B. es administrador del rancho de su sobrino.


Vive en un pequeño potrero propio, tiene cuatro vacas,
cinco bestias y varios puercos. Por la cantidad de
$ 50,000.00 (en 1983) más pastura para sus animales y
derecho a sembrar sin dar parte, atiende el rancho del
patrón.
En la temporada de lluvias, se muda con su familia a la casa
del terrero del patrón (a unos 25 minutos de donde vive) en
donde ordeña 40 vacas (18 de las cuales, el patrón las tiene
a medias con otras personas) y elabora el queso. Unicamen­
te ordeña en la temporada de lluvias. El contrato es por un
año (1983). El patrón no está en la región, ni visita en este
tiempo al administrador.
Caso 2 El señor A. B. es administrador del rancho de su tío. Vive
en casa y terreno del patrón. Tiene dos vacas de ordeña y
dos bestias propias, no siembra ni cultiva ecuaro (aunque
el contrato se lo permite). En 70 hectáreas -que es la
extensión del rancho- atiende aproximadamente 80 cabe­
zas de ganado (28 vacas de ordeña en 1983). La producción
de queso es a medias igual que las crías. El administrador
compra lo que necesita para la atención del ganado (maíz,
vacunas, etcétera). Por cada vaca que muere pierde la mitad
(de un precio establecido previamente que es ajustable). El
contrato es por cinco años (1980-1984). El patrón vive en
la misma localidad.
Caso 3 Los señores J. B. y D. B. son administradores del rancho
del señor C. B. (padre de los administradores). En éste de
aproximadamente 100 has. atienden cerca de 100 cabezas
de ganado y ordeñan'35 vacas. La producción de queso y
crías es a medias, pero ellos compran el maíz, las medici­
nas, etcétera. Viven en el rancho del patrón -quien radica
fuera de la región- y el contrato es por tiempo indefinido.
Caso 4 El señor M. V. trabaja por una cantidad de dinero durante
la temporada de ordeña para el patrón J. B. que vive fuera
de la región. Ordeña y hace queso; su relación de trabajo
termina al concluir la temporada. Vive en el rancho del

73
Cuadro No. 5
Ei. sistema di; cultivo12

A C T IV ID A D EPOCA O U T IL E S O 1N S U M O S AVANCE
P E R IO D O M E D IO S

Tumba o de octubre hacha, guadaña gasolina 3 días por medida


desmonte a m arz o y motosierra 10 días por Ha.
Raya y quema abril a mayo guadaña, escobas 4 días para hacer
y tizones vegetales raya 2 personas
para atizar
Requema abril a mayo guadaña, escobas y
tizones vegetales
Siembra junio 24 a barretilla (coa) 5 Kg. Adrín 2 medidas diarias.
julio 25 sembradora (morral) (pesticida) o 2 por persona
1/2 anega días por Ha.
de semilla
Resiembra junio 24 a barretilla (coa) una medida de 1 día las 10 medidas
julio 25 sembradora (morral semilla
la. limpia o Ira. quincena bestia (fuste), 5 litros herbicida 2 medidas por día .
deshierbe julio tambos, aspersora agua o 2 días por Ha.
la. abonada 2a. quincena cubeta y bestia sulfato de amonio Ha. por día
julio para llevarlo 25 Kg./medida
2a. limpia o la. quincena los mismos que en lo mismo que
relimpia agosto la limpia la primera
2a.abonada 2a. quincena los mismos que igual que en la Ha. por día
agosto primera abonada la abonada
Cosecha diciembre canasta, costales, 3 hanegas por día,
bestia, piscador 10 días por Ha. o
o 3 días por medida
Acarreo diciembre bestias, reatas, 3 hanegas diarias
fustes y costales

Traspalear, enero-febrero canasta, olotera, 6 hanegas diarias


desgranar madera con topes de
y amear hierro (garbancillos)
amero
Almacenamien- marzo canasta, chapil pesticidas 3 pomos,
to y tratamiento o troje pastillas “delicia” y
de la semilla un polvo fulidol
Sumas
Total

1)Considerando que se cultivan 10 medidas (aprox. 3 has.)


2)Costos y precios correspondientes al año de 1985.

Incluye el flete
•El precio de venta fue de $4,000 la hanega. La producción fue de 80 hanegas:
Producción $320,000.00
Costo de Prod. $264,400.00
Utilidad Bruta 55,600.00 Esto para el agricultor propietario. Para el mediero la utilidad bruta sera 1/3 menos.

74
C O STO UNITARIO" C OSTO TOTA L
DÍAS DE M ANO DE M ANO DE OBSERVACIONES
TRABAJO1 INSUM OS OBRA IN SUMOS OBRA

30 $2,000 $60,000 La utilización de la molosierra


es casual.
6 $2,000 $12,000.00 La raya es limpia perimetral de
un metro de ancho. Utiles y
herramienta no se incluye costo.
2 4,000 Esta actividad se realiza cuando
no se quema todo.
6 $100 $2,000 $500 $12,000 La anega de semilla vale el
$8,000 $4,000 doble del grano común.
80 cm/matas y lmm/surcos.

1 $400 $2,000 $400 $2,000 Se vuelve a sembrar donde


falte mata.
6 $2,000 $2,000 $10,000 $12,000 Herbicidas comunes: esterón 47
y ten ten o similares.
3 $1,000 $2,000 $5,000 $6,000 Se aplica un bulto (50 Kg)
por medida.
6 $2,000 $2,000 $10,000 $12,000 Se utiliza gramoxone que
quema cualquier planta
3 $1,000 $2,000 $5,000 $6,000 Igual que la primera abonada

30 $2,000 $60,000 Rinde en promedio 8 hanegas


por medida. O su equivalente:
1.7 Ton. por Ha.*
Los costos ya están incluidos en.
el renglón de cosecha. Cada
día se acarrea.
14 $2,000 $28,000 Al retirar el ajupo se.
desgranan menos hanegas
de maíz

5 $1,000 $2,000 $3,000 $10,000


$1,500 $ 1,500

112 $39,400 $224,000


$263,400 Costo de Producción
Est e b a n B a r r a g á n L ópez

patrón únicamente en este periodo, por lo que en verano-


otoño tiene que mudarse de su comunidad a este rancho
(una hora de camino).

Organización en la actividad agrícola

Como se ha señalado la actividad agrícola está a cargo de un


conjunto de agricultores que no tienen tierra o cuya extensión no
es suficiente para sus requerimientos. Por otra parte, están los
ganaderos terratenientes que no alcanzan a atender sus animales y
desmontar sus potreros simultáneamente. Esta situación favorece
la existencia de los medieros.
Los medieros son los que desmontan los potreros de los gana­
deros y cultivan el maíz “a partido” con el dueño. El mediero acude
con el terrateniente (o su representante: administrador) a solicitar
“tumba”: un lugar para cultivar maíz durante el siguiente ciclo
agrícola. El dueño señala el monte que desea tumbar siempre y
cuando tenga buenas referencias del solicitante. Si convienen en las
condiciones, empieza la relación de trabajo; el mediero dará una
tercera parte de la cosecha al patrón y éste le permitirá agostar en
sus potreros los animales -pocos como condición- que tenga el
mediero. Si éste tiene muchos animales, es muy difícil que “le pasen
tumba” a menos que los acomode por otro lado, lo que es más difícil.
De esta manera se reproduce la división del trabajo y de las
relaciones señaladas.
Generalmente el mediero ordeña una o dos vacas para el abasto
familiar de leche y, si tiene más vacas, se las pasa al patrón para
que las ordeñe “a medias”, es decir, por la mitad del queso que
produzcan. No necesariamente el mediero vive en terrenos de su
patrón. Hay que recordar que cada año está la opción (para ambos)
de suspender o continuar la relación de trabajo, y la suspensión no
siempre significa que el mediero tenga que abandonar su casa o
mudarse con su nuevo patrón, pero normalmente es lo que ocurre.
A manera de ilustración y para poder ver más de cerca el
contexto en el que se dan las relaciones patrón-mediero, así como

76
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

los lazos familiares que generalmente los unen, se presentan los


siguientes casos.

Caso 1 El señor A.G. es mediero del señor C.B. Sembró 30 medi­


das. De su casa a la labor tarda 25 minutos, tiene cuatro
vacas de ordeña (14 cabezas de ganado aproximadamente)
en terreno del patrón. Vive en casa propia en terreno del ex
patrón; éste le da pastura para una vaca y un becerro. Los
hijos del mediero trabajan con él, por lo que benefician la
siembra entre cuatro personas.
Caso 2 G.B. es mediero del señor J.M. quien tiene en su rancho a
M.V. como administrador. En este caso, el administrador
es el patrón inmediato del mediero. Este sembró 23 medi­
das -dos personas realizan las actividades- a 45 minutos
de su casa. En terreno propio (15 has., agostan cuatro vacas
de ordeña y otros animales, tiene puercos y bestias en su
potrero, pero este espacio no le permite un trabajo continuo
en lo propio).
Caso 3 J. B. es mediero de X. Sembró 16 medidas junto a su casa,
no tiene terreno propio, bestias ni puercos, él sólo cultiva
su siembra.
Caso 4 C.B. es patrón; en un potrero que le renta su hermana
($50,000 anuales en 1983) tiene de medieros a R.B. (sobri­
no), J.B. (suegro), M.V. (yerno) y E.B. (cuñado).
R.B. sembró 17 medidas (cuatro o cinco has.) a una hora
de su casa, cultiva él solo; vive en casa propia en terreno
de su familia en donde agostan los animales que tiene.
J.B. sembró 18 medidas a una hora de su casa, cultiva él
solo, en la familia cuentan con siete vacas, puercos y una
bestia que agostan en terrenos del patrón, vive en casa
propia.
M.V. sembró 16 medidas a una hora del lugar donde vive,
tiene casa propia y cinco vacas, bestias y puercos en
terrenos del patrón, cultiva solo.
E.B. sembró cinco medidas, vive con sus padres en casa
propia (de la familia) y terreno del patrón (cuñado), tiene

77
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

pocos animales. Recorre una distancia de su casa al trabajo


igual que los anteriores, una hora.
Caso 5 El señor E.B. es mediero de su primo el señor L.B.; vive
en terreno y casa del patrón, a una hora de su casa tiene el
trabajo. Sembró 30 medidas, dos personas trabajan para
beneficiarlas. Tiene dos bestias, tres vacas, chivas, gallinas
y guajolotes. Los animales agostan en potreros del patrón.

Los medieros son autónomos en su trabajo, el patrón no inter­


viene en su labor, pero en caso necesario se coordinan para apresu­
rar alguna actividad en el ciclo agrícola. El patrón paga el abono y
financia en parte los demás costos del cultivo (herbicidas, pestici­
das), presta bestias de carga y, en caso de urgencias económicas del
mediero, le presta también dinero en efectivo, dependiendo de
cómo se encuentre su relación.
Por cada 10 medidas sembradas fuñas tres has.), la producción
de una es para el mediero (ecuaró)íé sin entrar ésta en el reparto;
éste se hace, en tal caso, de las nueve restantes. La producción de
tres son para el patrón y la producción de 6+1 para el mediero, esta
proporción en el reparto de la cosecha se conoce como “al tercio”.
El rastrojo se queda en el predio y de la cosecha de maíz el
patrón recoge su parte (uno de tres montones). El mediero, luego
de reservar la cantidad de maíz que estima necesaria para su
consumo, vende el excedente al mejor postor, normalmente es el
patrón o cualquier otro ganadero vecino. La venta se puede hacer
“a pie de montón” (donde lo da la mata) y éste puede ser “en greña”
(como lo den las matas) o traspaleado (sin ojupo: mazorcas subde-
sarroladas y/o podridas), o bien, ya desgranado.
En la región no hay jornaleros, son los medieros los que
ocasionalmente trabajan como tales en las actividades ganaderas:
arrear ganado, reparar cercas, limpiar (desazolvar) jagüeyes, aca­
rrear maíz, etcétera. Según lo expresan, ayudan al ganadero-patrón
más por “hacer el favor” que por deseos de trabajar o de ganar16

16. En la región también se llama ecuaro al derecho que tiene el m ediero sobre
una medida (cin co litros de siembra) por cada diez desm ontadas.

78
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

dinero. De todas maneras cobran por encima del salario mínimo sus
días de trabajo.
Cabe destacar el hecho de que los medieros, además de ser
importantes para el equilibrio de la economía regional como pro­
ductores de maíz, desempeñan un papel significativo como “veci­
nos” en el aspecto social. Los terratenientes dicen que “ponen o
llevan vecinos” a sus propiedades y ese se traduce en que ubican
estratégicamente “cuidadores gratis”. Los medieros normalmente
son aliados del patrón y se espera que velen por los intereses de
éste; sólo que a veces les resultan “malos vecinos”, porque en lugar
de velar por los intereses del patrón, velan solamente por los
propios, y todavía “más malos” en cuanto llegan a causarles perjui­
cios al anteponer sus intereses a los del patrón, i.e. tener puercos
que descompongan los aguajes (abrevaderos), agostar sus vacas en
potreros que el patrón tiene reservados para otra época, meter
bestias a potreros exclusivos para agostar ganado, tener perros que
muerdan o molesten al ganado, poseer un número considerable de
ganado que estreche al del patrón por falta de pasto.

Otras actividades económicas

En apoyo a las dos principales actividades económicas de la región,


subsisten otras que, en apariencia y tratadas por separado, parecen
no tener mayor importada; pero, integradas como lo están a la
estructura económica ranchera, vienen a reforzarla y a darle cohe­
sión.
De las artesanías (tratamiento de la palma, angeo, otate y
algunas maderas), del cultivo de caña, de los trapiches y de las
curtidurías, actualmente sólo queda el recuerdo. Otras actividades,
aunque reducidas a su mínima expresión, todavía siguen, la princi­
pal de éstas es la porcicultura. En cada localidad se pueden encon­
trar algunos cerdos, menos de diez; a pesar de ser muy pocas las
personas que los tienen con fines comerciales, éstos siguen repro­
duciéndose y son engordados “para el chicharrón o la manteca”;
esto es, para hacer las matanzas acostumbradas y abastecerse de la
insustituible manteca, tan apreciada en la cocina local.

79
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

La cría de aves de corral, especialmente de gallinas, destaca


por la importancia que tienen en la dieta.
En promedio, cada familia tiene unos veinte animales que no
siempre le aseguran la producción de huevos y carne requerida,
pero actualmente tener un número más elevado les representa un
gasto infructuoso al no poder vender el excedente. La cría de
guajolotes es muy escasa, y su consumo es casi nulo.
Por lo que respecta a la cría de otros animales, es común
encontrar la de chivos y menos frecuente (e insuficiente) la de
bestias. La cría de chivo está orientada al consumo regional de
birria; la leche no es utilizada para consumo humano.
La apicultura ya no alcanza a abastecer los requerimientos
locales. En muy pocas localidades quedan descuidados apiarios en
rústicos cajones donde se pueden conseguir -previo encargo-
algunos litros de miel una o dos veces por año.
El cuidado de los árboles frutales sólo se da, y en muy pequeña
escala, en los solares de las casas. Es mínimo el tiempo dedicado a
esta actividad, más bien se ha dejado la responsabilidad a la madre
naturaleza y, ésta, en determinadas épocas del año es generosa.
Por último, el cultivo de ecuaros representa el abasto temporal
de hortalizas y de elotes en la región, por lo que su importancia es
de primer orden; esto se manifiesta en el hecho de que casi todos
los rancheros -aún los que atienden ganado y tienen ordeña- se dan
su tiempo para cultivar el ecuaro.
Este conjunto de actividades ha permitido, si no un importante
ingreso económico a las familias, por lo menos sí un considerable
ahorro. Sólo mediante todas ellas es posible subsistir cuando se
tiene un ingreso muy bajo. Asimismo, estas actividades comple­
mentarias representan la base de acumulación para algunos, pues
aseguran una producción importante al más bajo costo posible.

Estratificación social

La sociedad ranchera, particularmente ésta que ha quedado en un


mundo aislado, se caracteriza por un alto grado de homogeneidad,
todos sus miembros comparten un origen y ocupación común,

80
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

dispersos entre cerros, siguen fuera y lejos de toda organización o


agrupación oficial. Unos son más agricultores que ganaderos, los
otros están más dedicados a atender su ganado que a sembrar maíz,
pero todos se hallan dentro de la actividad agrícola y dependen de
los buenos temporales.
El trabajo es corporal, autónomo y sin horarios rigurosos;
intenso y arduo en ciertas épocas del año; luego moderado y hasta
nulo en los breves lapsos que cierran los ciclos de su calendario
anual.
Sus alimentos básicos -excepto el frijol- lo producen o los
encuentran en el medio: maíz y sus derivados (tortillas, uchepos,
elotes, tamales, toqueras, pozole, atole, pinole...), leche, queso,
huevos, manteca de cerdo, carne (cerdo, pollo, chivo y, menos
frecuente, venado y res), hortalizas de temporal y frutas de estación.
Su apariencia personal raras veces puede denunciar diferen­
cias: atuendo “de verse” para las fiestas y salidas al pueblo, y
atuendo “de no verse” para el trabajo.
Las relaciones de convivencia entre los rancheros aparente­
mente se dan en términos de igualdad y en sus demás relaciones se
mantiene el respeto mutuo, pues “nadie es más hombre que otro”.
Sin embargo, no se trata de un grupo en el cual todo es igualdad.
A medida que las relaciones sociales y económicas se van estre­
chando y de acuerdo a la trascendencia que éstas presumen, van
apareciendo también las diferencias sociales.
El fundamento de la diferenciación interna es la tierra. La
jerarquización social guarda estrecha relación con la tenencia o con
la ausencia de bienes, básicamente de tierras. De acuerdo con esto,
pueden observarse tres grupos de diferenciación interna, a saber:
terratenientes-ganaderos, administradores de ranchos y medieros-
agricultores.
La ubicación del individuo en la escala social de la región como
es lógico está estrechamente ligada a sus mismos orígenes. Nacer
en el seno de una familia de terratenientes otorga mayor posibilidad
de sostenerse en ese estrato, pero ésta va a depender de varios
factores: participación en las actividades familiares, elección ma­
trimonial (especialmente para las mujeres), número de hermanos e

81
E steba n B a rrag án L ó pez

intereses de cada uno, así como criterio del padre en la distribución


de la herencia; mismos factores que originan que no todos los hijos
reciban -en la mayoría de los casos- partes iguales. o
Cuando un padre de familia terrateniente distribuye sus predios
entre sus hijos, unos ya estarán dedicados a la agricultura y otros a
la ganadería (porque la distribución siempre se hace hasta que el
padre, por la edad, ya no puede trabajar), pero siempre hay alguien
que por tener otro tipo de intereses o presiones emigra abandonando
sus derechos sobre la tierra. En estos casos, o se contrata un
administrador, se renta o se vende preferentemente a un colindante
-generalmente familiar-, con lo que se amplían las posibilidades
de expansión territorial de algunos.
Estos, en apariencia, serían potenciales latifundistas; sin em­
bargo, el mecanismo de regulación interna, en parte por las normas
y tradiciones que se respetan, en parte por la ausencia de jornaleros,
funciona eficazmente haciendo que tarde o temprano esos predios
mayores sean redistribuidos (este proceso se ilustra en los mapas
6, 7 y 8).
El hecho de que no todos los hijos reciban partes iguales de
herencia o del diferente uso que hagan de ella, origina que de un
mismo tronco de terrateniente encontremos, después de una o dos
generaciones, familias de terratenientes/ganaderos, y de adminis­
tradores y de medieros claramente diferenciadas.
En el momento en que algún terrateniente/ganadero sale del
sistema -aunque inicialmente no venda- se activa el engranaje de
movilización social; es cuando el mediero puede convertirse en
administrador y por ende estará en opción de comprar posterior­
mente el rancho.
Sin embargo, el ascenso por este camino es muy lento y
conlleva tantas implicaciones que muchos -especialmente los des­
cendientes de medieros- ni intentan emprenderlo. Ser administra­
dor significa haber destacado de entre los demás familiares y/o
medieros del dueño que cede el rancho; haber tenido disposición,
habilidad, honradez, un mínimo de experiencia en la actividad y
hasta gozar de buena fama. Aspectos y condiciones que por su
misma naturaleza difícilmente se reúnen.

82
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Dado que la estratificación social se basa en los recursos y éstos


cada vez alcanzan para menos -sin que importen ni los apellidos-
ios rancheros que han nacido sin rancho (medieros, hijos de medie-
ros) difícilmente logran, a lo largo de su vida, “salirse de adebajo”.
El sentido de subordinación es algo que se les inculca desde su
formación familiar.
Sus perspectivas fuera de sus “desmontes” son muy limitadas.
Los lazos de parentesco y compadrazgo que generalmente los unen
a terratenientes pueden favorecer sus condiciones de trabajo; su
relación familiar puede elevar su prestigio en el grupo, pero el status
social siempre será diferenciado. Estas diferencias se ven concre-
tizadas, entre otros casos, en las aspiraciones matrimoniales y en el
peso de las opiniones.
A diferencia del hijo (varón) de terrateniente, que en su medio,
libremente y sin oposición -excepto la de la elegida- puede contraer
matrimonio; el hijo de mediero que aspira a casarse con hija de
terrateniente, generalmente encontrará la oposición de los padres,
cuando menos los de ella. De su propia familia puede recibir
advertencias, de la otra rechazo y hasta amenazas. Sólo los más
decididos logran “salirse con la suya” o “mueren en la raya”.
El peso de las opiniones de algunos, generalmente ganaderos,
se manifiesta a través de las relaciones que los vecinos llegan a tener
con ellos. Su grado de participación en las relaciones internas
reflejan su status social. Estos, además de ser muy solicitados para
compadres, son los asesores de los negocios, consejeros en los
asuntos interfamiliares, mediadores en los conflictos; en fin, se
vuelven una autoridad social reconocida.
En síntesis, la estratificación social se jerarquiza con base en
los recursos. Las relaciones de parentesco entre sus estratos, así
como las condiciones de aislamiento, han sostenido esta organiza­
ción social y económica actualmente alimentada más por sus pro­
fundas raíces históricas que por la fatalidad del aislamiento, pues
éste se va superando cada vez más.

83
3. Marco histórico de la región y su periferia
(1550-1950)

La ocupación española

Existen en la región indicios de población indígena (yácatas, mu­


rallas, leyendas, nombres de lugares) antes de la ocupación espa­
ñola. Seguramente se trataba de pequeños grupos tarascos que
vivían dispersos en ciertos puntos de este espacio. Como señala
Sánchez: “En la época de la conquista; el suroeste de Michoacán
se encontraba poblado fundamentalmente por grupos tarascos en la
parte norte”,1'precisamente la parte comprendida en este trabajo,
Barret afirma que:

...la cuenca del Tepalcatepec estaba ocupada por un pueblo sedenta­


rio y agricultor que pagaba tributos a los monarcas tarascos de
Tzintzuntzan... a pesar de todo, parece que en la época de la conquista
había apenas unos cuantos centros de población a lo largo de los ríos
principales.1718

Algunos de estos ríos son: el Itzícuaro (o río Grande), el


Agostadero y el de Huertas-Cataquio, importantes afluentes del
Tepalcatepec que nacen en la frontera norte de la región y la

17. G. Sánchez, El Suroeste de Michoacán. M éxico, U M SN H , 1979, p. 85.


18. E. B a r r e te a Cuenca del Tepalcatepec. M éxico, Sep-Setentas 1 7 7 ,1 9 7 5 , T.
i; pp- i i y 18.

85
E st e b a n B a rra g á n L ó pez

atraviesan. Cerca de la ribera del río Agostadero, en la porción que


separa a Jalisco de Michoacán, encontramos algunos de esos luga­
res con indicios de población indígena: La Mesa de los Indios con
vestigios no explorados, La Barranca de los Indios, La Mesa de las
murallas, construidas por indígenas según la versión popular. No
existen trabajos arqueológicos que avalen estas afirmaciones, pero
sí otros testimonios que sugieren una débil ocupación demográfica
a mediados del siglo XVI.

El establecimiento fijo de familias españolas en la cuenca del Tepal-


catepec y su periferia empezó a partir de 1567 cuando se concedieron
mercedes de tierras a varios colonos, los que pronto se dedicaron a
introducir y desarrollar cultivos europeos y la cría de ganado.19

Mientras esto ocurría en la parte sur de la región “la ganadería


acarreada por los españoles a partir de 1545, invadió los llanos del
norte, las llanuras costeras y los lomeríos de las tierras occidenta­
les”.20 De tal forma que por todos lados empezaron a llegar los
españoles, sus ganados y cultivos.
“En la segunda mitad del siglo XV I se estuvieron repartiendo
estancias para ganado mayor y caballería de tierra en toda la
zona”.21 El establecimiento de los españoles en el área no fue tardía,
mientras la época en que se otorgó mayor cantidad de mercedes en
la región central de la República fue de 1585 a 1595 y en la cuenca
del Tepalcatepec de 1613 a 1617;22 se dice que la merced que
abarcaba gran parte de la región fue otorgada a finales del siglo XVI,
precisamente a mediados del periodo de concesiones en la Nueva
España.

19. G. Sánchez, op. cit., p. 85.


20. L. G onzález, Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia, 3a. ed.
M éxico, El C olegio de M éxico, 1968 p. 27.
21. Ibid. [Sitio de estancia para ganado m ayor inmensa medida agraria... de forma
cuadrada... de una legua castellana de lado (4 .1 9 km) y 1,755 has. de
superficie. Caballería: medida de terrenos de cultivo, equivalente a 43 has.].
22. E. Barret, op. cit., p. 80.

86
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Esto se precisa al hacer referencia al origen del actual pueblo


de Santa Inés, situado en la frontera norte de la región:

...ya desde fines del siglo xvi, su jurisdicción [toda dentro de la


región] estuvo poblada por españoles: el 25 de enero de 1581 el
Virrey Conde de la Coruña dio a Don Hernando Ortiz el ‘sitio de
estancia para ganado mayor, llamado Aiumba’ que incluía los actua­
les ranchos de Zitiripio y la Laguneta, y el 13 de enero de 1590 el
Virrey Don Alvaro Manríquez de Zúñiga dio a Don Hernando de
Herrera la ‘merced de cuatro caballerías de tierra’ que incluían
prácticamente el resto del territorio de la actual tenencia y parroquia
de Santa Inés [parte suroeste del municipio de Tocumbo, Michoa­
cán]. Dicha ‘Merced’ se dividió después en varios ‘Ranchos’ que
forman todo el conjunto que, hasta la fecha, se denomina ‘El Potrero
de Herrera’.23

Debió haber en la región otras concesiones de mercedes de


caballerías de tierra o sitios de estancia para ganado mayor, o bien,
se tomaron más de las medidas estipuladas, pues la superficie
mencionada es bastante mayor a cuatro caballerías de tierra.
Estas concesiones pronto provocaron molestias a la comunidad
indígena cercana. “En una información realizada en 1606, los
indígenas de Tacátzcuaro (pueblo que entonces pertenecía al “be­
neficio” de Tingüindín y que tres siglos después sena cabecera
eclesiástica de la ahora parroquia de Santa Inés) se quejaron contra
los dueños de las ‘mercedes de ganado mayor’ que colindaban con
ellos, y se refieren concretamente a ‘españoles arranchados’ en
lugares cercanos”.24
El informe episcopal del siglo XVII sobre beneficios, pueblos y
lenguas, al referirse al beneficio de Tingüindín, no da noticias
precisas sobre los lugares que estudiamos, lo que es explicable
debido a que no había ningún asentamiento humano importante.
Sin embargo, dicho informe sí da una clara idea de la organización

23. A . Fernández, Un pueblo levítico. Santa Inés, Michoacán. S. e., 1965, p. 8.


24. Ibid. [Entre estos rancheros había dos de apellido Fernández].

87
E st e b a n B a rra g á n L ó pez

socioeconómica del espacio que ahora se está considerando: la


frontera norte de la región en estudio.25 A la letra dice:

Todos los indios de este beneficio son tarascos y se administran en


su lengua materna... este beneficio que su cabecera es Tingüindín, es
partida de indios y su administración pertenece a clérigos.

Pueblos:

El pueblo de Tingüindín, que es la cabecera, tiene ochenta


vecinos. San Miguel Tacáscuaro dista de la cabecera una legua, tiene
(treinta) veinte y cuatro vecinos, es pueblo nuevo. Santiago Atapan
dista de la cabecera dos leguas tiene cuarenta y cuatro vecinos, es de
encomendero y el salario que paga lo da a los religiosos del pueblo
de Peribán, a título de ser cabecera antigua de este pueblo de Atapan...

Labores y estancias

...La estancia de Tocumbo de Doña Andrea de Luna hierra treinta


becerros y hace quesos. La estancia de La Laguneta del Alférez
Tomás Treviño y de Domingo Hernández hierran sesenta o setenta
becerros, veinte potros y potrancas. La estancia de Aiuban de Lucián
de Espinoza Bonifaz hierra ciento y cincuenta becerros, ochenta
potros y potrancas; suele pagar de diezmo cuarenta o cincuenta
quesos. Siembra maíz. La estancia de Cotija de Diego de Oseguera
Corona hierra ciento y diez becerros, cuarenta potros y potrancas
paga de diezmo treinta quesos de a tres reales. Y en esta misma
estancia hierra Garcialvarez Corona, dueños del trapiche de Peribán,
doscientos becerros.
Las dos estancias que llaman del Flechero y de la Magdalena son

25. Esta frontera norte: Tocum bo, Santa Inés, La Laguneta, Cotija, etcétera fue
adquiriendo fundamental importancia para el estudio de El Potrero de Herrera
debido a que la ocupación de éste se va dando -presumiblemente en los siglos
XVIII y X I X - por descendientes o remanentes hum anos de aquellas hacien­
das.

88
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

de los padres de la compañía donde tienen cantidad de ganado vacuno


y ovejas y yeguas y ganado de cerda; cogen dos mil fanegas de maíz.26

Continuando con el análisis sobre lo que ocurría por aquellas


tierras en el siglo X V I, se encuentra otro valioso informe que permite
considerar la composición del grupo humano y las labores pre­
valecientes hacia 1668. Aun sin las modificaciones que sugiere
Heriberto Moreno,27 los diferentes grupos étnicos del partido de
Tingüindín, tomando únicamente las haciendas, estaban repartidos
de la siguiente manera:

Españoles 64.5%
Indios 16.1%
Mestizos 4.0%
Africanos 15.3%

Las haciendas comprendidas dentro del partido de Tingüindín


eran: La Laguneta, Ayumba, Santa Inés, Los Zapotes, San Antonio,
Del Rincón, Los Corrales, Del Cerrillo, Huáscuaro, Cotija, Tocum-
bo y Bosquecillos.
En este caso, los españoles, como dueños de las haciendas,
superan la mitad. Los indios y la población de origen africano,
juntos, representan algo menos de un tercio del total. Los mestizos
todavía eran muy escasos.28
“Junto a las haciendas... iban apareciendo otros ranchos y
rancherías, en los que no era raro encontrar el total de sus habitantes
formado por blancos”.29 Entre otros ranchos, se menciona a los de
Río de Huertas, Los Gallineros y La Cuartilla. Estos pertenecían al
municipio de Cotija y estaban comprendidos dentro de la región de

26. Ramón L ópez Lara, El Obispado de Michoacán en el siglo XVII. Morelia,


Fimax Publicistas, 1973, pp. 119 y 120. Cf. M oreno, op. cit., p. 83.
27. M oreno, op. cit., pp. 87 y 88.
28. Ibid.
29. José Romero Vargas, “ Cotija, Cuna de trotamundos”, citado por Moreno, op.
cit., p. 90.

89
E st e b a n B a rra g á n L ó pez

estudio; “que desde aquel remoto tiempo tuvieron a Cotija como


centro de su vida económica, social y religiosa”.30
En el caso de Cotija, apunta Heriberto Moreno:

La economía natural de mera subsistencia fue la base del sentido


clasista de la ‘pureza de sangre’ que hizo de Cotija una isla de blancos
hasta el siglo xvm... en cambio, en lugares menos aislados e inme­
diatos a la Meseta Tarasca y a las tierras cálidas de Peribán, abundan­
tes en población negra, ya desde esas fechas [mediados del siglo
xvm] se ocupaba el trabajo asalariado de indígenas y pocos mulatos,
y el de algunos esclavos mulatos y negros, que pasaban a residir al
lado de las casas de la hacienda de la Laguneta, Ayumba, Santa Inés,
Los Zapotes y Tocumbo. En la Laguneta se empleaban más africanos
que indios, ahí, 7 de 21 personas son esclavos... Santa Inés... se nos
muestra con una población variada y, en cierta medida, hasta equili­
brada. Hay en su hacienda 4 españoles, 7 indios, 3 mestizos, y una
negra. En cambio en las otras haciendas... está en mayoría el elemento
español.31

El proceso de ocupación en la región muy posiblemente corres­


ponda a la narración siguiente:

A ranchos y rancherías llegaban nuevos colonos o emigraban los


excedentes de la población de las haciendas. En ellos, más que en las
haciendas, transcurría una vida aislada y se practicaba un régimen de
producción que bastara para el autoconsumo. Muchos eran ranchos
o rancherías independientes de la propiedad latifundista, mientras
otros eran una extensión de aquella. En ocasiones, los ranchos eran
terrenos de la hacienda cedidos por sus dueños en arrendamiento a
medieros y aparceros; pero en todos los casos es posible considerar
a los ranchos como satélites dentro de la órbita económica y social
del hacendado.32

30. Ibid.
31. M oreno Op. cit., pp. 8 9 y 90.
32. Ibid.

90
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Este es el origen de la ocupación en nuestra región y se da como


consecuencia de la saturación humana en la primitiva estancia
-como atinadamente lo apunta Heriberto Moreno-:

no es que hubiera una explosión demográfica, sino que los pobres


recursos que ofrecían la agricultura y la ganadería extensivas eran
insuficientes pensando en los descendientes sucesivos de los funda­
dores.33

Por otro lado, la región debió ser atractiva para los “españoles”
aun procedentes de rumbos tan lejanos como los Altos. De esta
región se desprendieron algunos modestos ganaderos que, según
los estudios de Jean Meyer, “se les ve, a través de los libros
parroquiales, colonizando la región de Cotija y de Los Reyes en el
siglo xvm ”.34
La cercanía de esta región con la de San José de Gracia y la
similitud en sus orígenes y primeros siglos de la ocupación espa­
ñola, sugieren, inicialmente al menos, un proceso socioeconómico
análogo; de hecho, en esta época las fronteras regionales, si es que
geográfica y administrativamente pudieron establecerse en cuanto
a la ocupación y organización, no existían.

En la región de los “Josefinos”, después de 1625, los sucesivos


dueños se desentendieron de la finca que quedó casi sin gente y con
ganado vuelto a la vida salvaje. Hasta que a partir de 1771, Don
Victoriano Jaso, mercader de Tangancícuaro, lo repobló con arren­
datarios que se congregaron en rancherías.35

Apenas unas décadas después se habla -en fuente secundaría-


de este mismo proceso en gran parte de la región:

...esta hacienda [Santa Inés] y el conjunto [de ranchos] del “Potrero

33. M oreno, Op. cit., p. 91.


34. M eyer, citado por M oreno, op. cit., pp. 13-114.
35. G onzález, 1968 (3a. ed.) op. cit., p. 32.

91
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

de Herrera”, así como Zitiripio y La Laguneta fue lo que compraron


a principios del Siglo xix, los hermanos Miguel, Javier, Juan Antonio
y Tadeo Fernández, españoles residentes cerca de Tarecuato y co­
merciantes de ganado porcino y vacuno.36

Otra cita precisa que estos cuatro hermanos Fernández eran


“descendientes de españoles, originarios de Taramécuaro, después
Puentecillas y actualmente Gómez Farias, pertenecientes al muni­
cipio y parroquia de Tangancícuaro, Michoacán”.3738
Hay que tener cuidado con la afirmación relativa a la superficie
adquirida por los hermanos Fernández debido a que el área men­
cionada es demasiado extensa y principalmente porque ésta ya
estaba ocupada y compartida por varios españoles (obviamente
terratenientes) de diversos apellidos.

Los “dones y doñas " Barragán y Fernández del siglo XIX

¿Quiénes ocupaban ese espacio a principios del siglo X IX ? Revi­


sando los bautismos registrados entre 1801 y 1810, se encuentra
un total de 80 apellidos diferentes en la región: 34 en La Laguneta,
27 en Potrero de Herrera, once en Zitiripio y ocho en Santa Inés.
Los apellidos más frecuentes eran: Barragán en La Laguneta y en
Potrero de Herrera (en Santa Inés ocupaba el segundo lugar). Otros
apellidos frecuentes eran: en La Laguneta, Oseguera y Valencia, en
El Potrero de Herrera ocupaba el segundo lugar el Magaña y en
tercer lugar se encontraban los Flores y los Torres (o De la Torre).
En Santa Inés, después de Fernández y Barragán comparten el
espacio local: Espinoza, Alvarez, Arteaga, (De) Oseguera, (De)

36. A . Fernández, op. cit., p. 9.


37. José Fernández, José de Jesús Fernández Barragán. Santa Inés, M ich., s.e.
1978, p. 40.
38. Archivo Parroquial de Tingüindín. Libro primero. Bautism os de Castas
1800-1810. En los se is primeros años se tom ó el 100% de los bautism os de
La Laguneta, Santa Inés, Potrero de Herrera y Zitiripio. D e los cuatro años
restantes únicamente se tomaron muestras.

92
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

de Herrera”, así como Zitiripio y La Laguneta fue lo que compraron


a principios de] Siglo xix, los hermanos Miguel, Javier, Juan Antonio
y Tadeo Fernández, españoles residentes cerca de Tarecuato y co­
merciantes de ganado porcino y vacuno.36

Otra cita precisa que estos cuatro hermanos Fernández eran


“descendientes de españoles, originarios de Taramécuaro, después
Puentecillas y actualmente Gómez Farias, pertenecientes al muni­
cipio y parroquia de Tangancícuaro, Michoacán”.3738
Hay que tener cuidado con la afirmación relativa a la superficie
adquirida por los hermanos Fernández debido a que el área men­
cionada es demasiado extensa y principalmente porque ésta ya
estaba ocupada y compartida por varios españoles (obviamente
terratenientes) de diversos apellidos.

Los “dones y doñas " Barragán y Fernández del siglo XIX

¿Quiénes ocupaban ese espacio a principios del siglo X IX ? Revi­


sando los bautismos registrados entre 1801 y 1810, se encuentra
un total de 80 apellidos diferentes en la región: 34 en La Laguneta,
27 en Potrero de Herrera, once en Zitiripio y ocho en Santa Inés.
Los apellidos más frecuentes eran: Barragán en La Laguneta y en
Potrero de Herrera (en Santa Inés ocupaba el segundo lugar). Otros
apellidos frecuentes eran: en La Laguneta, Oseguera y Valencia, en
El Potrero de Herrera ocupaba el segundo lugar el Magaña y en
tercer lugar se encontraban los Flores y los Torres (o De la Torre).
En Santa Inés, después de Fernández y Barragán comparten el
espacio local: Espinoza, Alvarez, Arteaga, (De) Oseguera, (De)

36. A . Fernández, op. cit., p. 9.


37. José Fernández, José de Jesús Fernández Barragán. Santa Inés, Mich., s.e.
1978, p. 40.
38. A rchivo Parroquial de Tingüindín. Libro primero. Bautism os de Castas
1800-1810. En los se is primeros años se tomó el 100% de los bautism os de
La Laguneta, Santa Inés, Potrero de Herrera y Zitiripio. D e los cuatro años
restantes únicamente se tomaron muestras.

92
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

Orozco y Pérez. En Zitiripio son significativos los Zepeda, Díaz y


Torres.
Respecto al origen de la población regional, se confirma el
predominio del elemento español: de los 115 bautismos analizados,
91 (80%) correspondía a españoles y sólo los 24 (20%) restantes
eran mulatos libres. Cabe destacar el hecho de que no aparece en
ese periodo ningún bautismo de negro ni de mestizo y únicamente
un registro de una “india laboría” (los que prestaban sus servicios
en las casas de españoles) en La Laguneta.
En el Potrero de Herrera el 70% se registró como español, en
La Laguneta el 77.5%, en Zitiripio el 78% y en Santa Inés el 100%
tenían su registro de españoles. Entre los apellidos correspondien­
tes a los mulatos, se encontraban los Méndez, Valdovinos, Virrueta,
Urenda, Gutiérrez Canela, De Chacho Peralta, Coronado Olvera y
Reyes Quintera en el Potrero de Herrera. Torres Alexandre y Torres
Aguilar en Zitiripio. En La Laguneta se registraban como mulatos
los Amezcua Torres, Aparicio, Malfavón, Magaña-Barajas, Ruiz-
Munguía, Rodríguez Mejía, De Dios; Ruiz y Rodríguez eran los
más frecuentes. El apellido de la “india laboría” era Pantoja.
La densidad de población de estos cuatro puntos era muy
desigual: La Laguneta concentraba más de la mitad (54%) de la
población.39 En el conjunto de ranchos de El Potrero de Herrera
vivían diseminados el 23% de la población del área, en Santa Inés
el 15% y el 8% restante en Zitiripio. En cuanto a la población, La
Laguneta tenía dos veces la del Potrero de Herrera, tres veces la de
Santa Inés y ésta tenía el doble de habitantes que Zitiripio.
El distintivo “Don, Doña” con el que aparecen algunos padres
y padrinos del bautizado, muy bien puede ser reflejo del prestigio
social de que gozaban esas parejas, y tal prestigio y distinción
generalmente está asociado a la posesión de bienes territoriales. En
este orden de ideas, los más “notables” -los “Dones y Doñas”- muy
bien pueden ser también los propietarios mayoritarios de, por lo
menos, parte del espacio donde habitaban. Bajo este criterio, la

39. N o se pudo precisar, a partir de los bautismos, la cantidad total de habitantes,


por e so se dan las proporciones.

93
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

propiedad de nuestro campo de estudio estaría compartida (con los


cuatro hermanos Fernández), entre otros, por algunos de los si­
guientes: en Santa Inés, José Antonio Fernández (este personaje tal
vez sea uno de los hermanos Fernández -Juan Antonio- que
compraron la hacienda, puesto que coincide tanto la época como el
nombre y apellido de la esposa) y Mana Trinidad Fernández, sus
compadres José María y Josefa Fernández -no cónyuges-; Fran­
cisco Fernández y Ma. Trinidad Fernández, Francisco Barragán y
Juana María Fernández, así como Juan José Barragán y María
Barragán. En La Laguneta aparecen muchos más “Dones y Doñas”:
Martín de Orozco y María Trinidad Barragán, Francisco Barragán
y María Josefa Oseguera, Vicente Lúea tero y Marcela de la Torre,
Juan José Oseguera y Rita Rodríguez, José Antonio Barragán y
María Altagracia Barragán, José Antonio López y María Josefa
Barragán, José María Oseguera y María Francisca Barragán, sus
compadres José Francisco Barragán y María Francisca Barragán.
Respecto a Zitiripio y al Potrero de Herrera no se encuentra el
registro del distintivo “Don-Doña”, ni la repetición de parejas como
padres y/o padrinos. Además, los apellidos de Potrero de Herrera
se distinguen de los apellidos de los otros lugares por su diversidad.
Estos aspectos pueden reflejar -con los (prejuicios de ahora- que
los terratenientes (dones y doñas) de aquellos ranchos eran, -como
hasta ahora- menos conocidos y prestigiados en la cabecera admi­
nistrativa que los terratenientes de las haciendas más próximas a
dicha cabecera.
F-n síntesis, se tiene a principios del siglo X IX , un espacio
ocupado mayoritariamente -y apropiado en su totalidad- por espa­
ñoles; sólo uno de cada cinco era mulato, por lo tanto, todos tenían
más o menos “sangre blanca”. Si bien los apellidos prevalecientes
eran Barragán, Fernández, Oseguera, Orozco, seguidos por Ruiz,
Rodríguez, Villanueva, Espinoza, Alvarez y Magaña, compartían
con ellos el espacio -y presumiblemente muchos de ellos también
la propiedad de ese espacio- otros setenta apellidos diversos.
De acuerdo con los apellidos y las genealogías que nos remiten
hasta entonces, este grupo ha estado interrelacionado (preponde-
rantemente dentro de cada localidad) por lazos de parentesco

94
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

consanguíneo -se casaban preferentemente entre sí-, o cuando


menos por el compadrazgo; ayer como hoy “alejados” del elemento
indígena y apegados a sus ranchos y ganado.
Por otra parte, el estudio genealógico seguido a partir de los
actuales dueños -con sus familias- de la mayor parte del Potrero
de Herrera de apellido Barragán y Fernández nos remite a ciertos
troncos de principios del siglo XIX (véase el esquema genealógico
1). En este trabajo seguiremos algunos descendientes, por genera­
ción, de los siguientes troncos: Ignacio y José María Barragán,
posiblemente hijos de Diego Martín Barragán y Eduviges Alcázar,
dado que las tierras pertenecientes entonces a esta pareja (franja
que va de La Laguneta hasta La Hoya, pasando por La Bajada, Los
Ejes, El Volcancillo y ranchos aledaños) las encontramos -a lo
largo de todas las generaciones abarcadas- fraccionándose entre
los sucesivos descendientes de Ignacio y José María Barragán.
Estaban casados, el primero con Librada Lucatero y con Rafaela
Espinoza el segundo, y al parecer eran oriundos de La Laguneta.
Como hilo conductor se toma la descendencia de Ignacio Barragán,
casado con Mariana Barragán, propietarios mayoritarios del extre­
mo sur del Potrero de Herrera y después, mediante los matrimonios
de cuatro hermanas Barragán (hijas de Ignacio y Mariana) con los
Fernández de Santa Inés, descendientes de Juan Antonio Fernán­
dez, con propiedades dispersas en el Potrero de Herrera también y
principalmente en Santa Inés.
Con estas referencias se explica el predominio -no la antigüe­
dad, el origen o la procedencia exacta- de los apellidos Barragán y
Fernández en la región y por lo menos se pude dejar asentado que
unos y otros estaban en la zona desde antes de 1800.
Al parecer, el proceso de ocupación hasta inicios del siglo X IX
había sido muy lento. Su aceleración surgió como consecuencia de
las presiones sobre la tierra que empezaban a sentirse en las
haciendas aledañas.

95
Est e b a n B a rra g á n L ó pez M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

esq u em a i
ALGUNOS TRONCOS GENEALÓGICOS DE LOS BARRAGÁN Y
FERNÁNDEZ CON PROPIEDADES EN “EL POTRERO
DE HERRERA” MUNICIPIO DE TOCUMBO, MICHOACÁN

NACIDOS
HACIA
BARRAGÁN FERNÁNDEZ
Diego Martín Juan Antonio
FINALES DE
S. xv i

PRINCIPIOS
S. xt>.

MEDIADOS

FINALES
S. xix

PRINCIPIOS
S. xx

L_....... ................J

96 97
Es t e b a n B a r r a g á n L ó p e z

ESQUEMA 1
Algunos troncos genealógicos de los Barragán y de los Fernández
con propiedades en “El Potrero de Herrera”,
_______ Municipio de Tocumbo, Michoacán* Siglo xix________
Esposado)

1 Diego Martín BARRAGÁN 2 Lduviges ALCAZAR


3 Juan Antonio FERNÁNDEZ 4 Ma. Trinidad FERNÁNDEZ
5 Juan barragán (ALCAZAR?) (Emigra joven a Moreleón)
6 Ignacio BARRAGÁN (ALCAZAR?) 7 Librada lucatero
8 José María BARRAGAN (ALCAZAR?) 9 Rafaela espinoza
10 Ignacio BARRAGÁN 11 Mariana Barragán
12 X FERNÁNDEZ BARRAGÁN 13 X ANDRADE
14 Luciano barragán 15 Macedonia González
16 Trinidad MEDINA
17 Jesús BARRAGÁN LUCATERO 18 Magdalena Gutiérrez
19 Porfirio BARRAGÁN LUCATERO 20 X X
21 Jesús BARRAGÁN ESPINOZA 22 Ma. Luisa Fernández
23 Hipólito BARRAGÁN BARRAGAN 24 X GONZÁLEZ
25 José María FERNÁNDEZ (ANDRADE?) 26 Josefa BARRAGÁN
BARRAGÁN
27 Ma. de Jesús barragán
BARRAGÁN
28 José [AnajCíetO FERNÁNDEZ ANDRADE 29 Ma. Cesárea barragán
barragán
30 Lorenzo FERNÁNDEZ ANDRADE 31 Ma. Francisca barragán
barragán
32 Nieves BARRAGÁN 33 X OSEGUERA
34 Alejo BARRAGÁN GONZÁLEZ 35 Benedicta barragán
36 Anita barragán
37 Secundino barragán Medina 38 Lucía GUTIÉRREZ
39 Miguel BARRAGÁN GUTIÉRREZ 40 Rosa CONTRERAS
41 Carlota BARRAGÁN GUTIÉRREZ Ambrocio barragán
42 Aniceto BARRAGÁN GUTIÉRREZ Gertrudis álvarez
43 Ignacio BARRAGÁN GUTIÉRREZ Manuela barragán
44 José María BARRAGÁN GUTIÉRREZ Lucila chávez
Pomposa BARRAGÁN
45 Toribio BARRAGÁN GUTIÉRREZ Teresa FERNÁNDEZ
46 Librado BARRAGÁN GUTIÉRREZ Elvira godInez
Josefina X
47 Ambrocio BARRAGÁN 48 Delfina FERNÁNDEZ
49 Luisa BARRAGÁN FERNÁNDEZ José Ma. FERNÁNDEZ
50 Jesús BARRAGÁN FERNÁNDEZ Socorro Fernández
5i Pedro BARRAGÁN FERNÁNDEZ María ESPINOZA
52 Ignacio BARRAGÁN FERNÁNDEZ Josefa VALENCIA DEL TORO
53 Sahás BARRAGÁN FERNÁNDEZ Guadalupe orozco
54 Rila BARRAGÁN FERNÁNDEZ Romualdo barragán
55 Josefa BARRAGÁN FERNÁNDEZ Efrén FERNÁNDEZ
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Esposa(o)

56 José María barragán Fernández Luisa FERNÁNDEZ


57 Gerardo barragán GONZÁLEZ 72 Rafaela BARRAGÁN
OSEGUERA
58 Miguel BARRAGÁN GONZALEZ 71 María bararagán
OSEGUERA
59 José de Jesús Fernández barragán (Sacerdote, 1850-1909)
60 Francisco Fernández barragán 61 Esequiel FERNÁNDEZ
62 Eleuteria orozco
63 Matilde barragán
64 José de Jesús FERNÁNDEZ barragán (Obispo, 1865- 1928)
65 Germán Fernández barragán (Sacerdote, ?-1930)
66 Santiago FERNÁNDEZ BARRAGÁN Felipa FERNÁNDEZ(?)
67 Ignacio FERNÁNDEZ barragán (Sacerdote, 1879-1959)
68 Anastacia FERNÁNDEZ BARRAGÁN Fermín Fernández
69 Antonia FERNÁNDEZ BARRAGÁN Miguel FERNÁNDEZ
70 Sotero FERNÁNDEZ BARRAGÁN Ma. Inés FERNÁNDEZ
73 Darío BARRAGÁN OSEGUERA 74 Amelia ARTEAGA
75 Atanacio barragán oseguera 76 Virginia barragán
.77 Luis BARRAGÁN BARRAGÁN Elvira FERNÁNDEZ
78 José María barragán Gutiérrez Ma. de Jesús OSEGUERA
79 Onofre BARRAGÁN GUTIÉRREZ Anita Mendoza
80 Luciano barragán Gutiérrez Herminia barragán
8Í Ignacio BARRAGÁN GUTIÉRREZ (soltero)
82 Guadalupe barragán contreras 86 Emilio BARRAGÁN
BARRAGÁN
83 Eliodora barragán Fernández 84 Gerardo barragán
BARRAGÁN
85 Herón barragán barragán Feliciana Fernández
ÁLVAREZ
86 Emilio barragán barragán 87 Isabel álvarez
82 Guadalupe BARRAGÁN CONTRERAS
88 Abel BARRAGÁN ARTEAGA 96 Inés barragán
ÁLVAREZ
89 José BARRAGÁN ARTEAGA 95 Rafaela barragán
ÁLVAREZ
90 Ana BARRAGÁN ARTEAGA 94 Francisco barragán
álvarez
91 Serafín BARRAGÁN ARTEAGA Esperanza valencia
93 Margarita barragán álvarez 92 Jesús barragán barragán
169 Gerónimo M E D IN A

D e hecho existieron más. Por razones prácticas se van suprimiendo en cada


familia algunos descendientes. Sin embargo, e s muy probable que los BARRA­
GÁN provengan de un solo tronco radicado en La Laguneta mucho antes del
siglo XIX. Los FERNÁNDEZ también habitaban aquel rumbo (Santa Inés?) con
mucha anterioridad al siglo XIX.

99
Mapa 5
Expansión y movimientos de población-.
I—* Los Barragán Fernández (1800-1970)
8

Esteban B arragán López


Fuente: Trabajo de campo, 1985
M ÁS ALIA d e l o s c a m in o s

En el caso que nos ocupa, el movimiento de independencia


parece no haber afectado. Si bien, sus ocupantes y propietarios eran
españoles, hay que recordar que

...la expulsión en realidad se redujo a los funcionarios, a los mineros


y a los comerciantes. De modo que en lugar de formarse de la
primitiva propiedad individual de las que se formaron esas comuni­
dades [de mestizos], una hacienda, como sucedía en el caso de los
propietarios “Señores”, se formaba lo que se ha llamado de un modo
general “una ranchería”, siendo el mestizo de ellas el que propiamen­
te se ha llamado “ranchero”.40

La posesión territorial siguió en manos de los mismos apellidos


y “los pequeños ranchos remontados en la serranía, donde cada
agricultor siempre cosecha para su consumo y vende el exceso”,41
tal vez poca cuenta se dieron de aquel movimiento, quedando hasta
nuestros días como testimonio de un lejano pasado.
Para la segunda mitad del siglo XIX se encontraban, en el centro
de la región, -Potrero de Herrera- los hermanos Hipólito y Bernar­
do Barragán (ver esquemas genealógicos 1 y 2). Su padre, Ignacio
(y Mariana) Barragán, propietario en aquellos apartados cerros,
heredó a sus dos hijos varones vasta superficie en el sur del Potrero
de Herrera. Los dos hermanos, al lado de otros importantes terra­
tenientes de la región y de la época, de apellido también Barragán,
Fernández, Valencia, Orozco, Mendoza, González, Ochoa y Ose-
guera, vivían, cuando no en pleitos de colindancias, reclamos de
herencias y similares, aliados para la defensa del territorio y la
“pureza del grupo”.42 No permitían la entrada a elementos extraños,
menos si se sabía que no eran pacíficos: “hombres de trabajo y de

40. A . M olina, op. cií., p. 109.


41. Ibid., p. 174.
42. Había un acuerdo explícito entre los principales terretenientes de entonces
(Santiago Fernández: La M esa, Pablo Orozco: El Limón, Luciano Barragán:
L os Cahulotes y otros) para no permitir la entrada (no dar trabajo ni permiso
para vivir en sus ranchos) a gente extraña.

101
E s t e b a n B a r r a g á n I á íp e z

bien”,43 por supuesto, católicos. Ya había en estas familias algunos


sacerdotes y una generalizada religiosidad (esquema 2).
En la región, la vida gira en tomo a la ronda anual de las
estaciones: aguas y secas, dos periodos únicamente, en donde del
primero depende la abundancia o la escasez durante el segundo. La
ganadería sigue a la cabeza y norma toda actividad económica,
mientras la Iglesia va entrando a regir la vida social.

Presencia de la Iglesia: el obispo J. Jesús Fernández


Barragán y parientes

El 16 de marzo de 1863, a la vez que Morelia era erigida en


Arquidiócesis, se creó la Diócesis de Zamora. “La nueva diócesis
quedó constituida por 35 parroquias del Bajío, Zamora, la Meseta
Tarasca, los balcones de Uruapan y Los Reyes, la Tierra Caliente
del Tepalcatepec y la Sierra Costa del Sur, en suma, por la mitad
oeste de Michoacán”.44 Tingüindín y Cotija fueron las sedes parro­
quiales de numerosos ranchos de la región, con las que estañan en
mayor contacto sus feligreses.
El año en que Zamora recibe a su primer obispo José Antonio
de la Peña (10 de diciembre de 1865), y mientras “la Doncella del
Duero celebró festines de mucho regocijo honesto”,45 por tal acon­
tecimiento, en la jurisdicción de la parroquia de Tingüindín, preci­
samente

...en la entonces hacienda de Santa Inés, poblada de unas cuantas


familias, Don José Anacleto Fernández Andrade y Doña María
Cesárea Barragán Barragán, contemplaban en sus brazos el primer
fruto de su cristiano matrimonio, el hijo primogénito de Santa Inés 46

43. Hombres “pacíficos”, trabajadores y de bien (católicos) eran los calificativos


que constituían en una persona los más altos valores sociales. Fd que los
reuniera, en cualquier rancho tenía cabida.
44. L. G onzález, Zamora. Morelia, Gobierno del Estado de M ichoacán, 1978,
p. 108. •
45. Ibici., p. 109.
46. J. Fernández, op. cit., p. 9.

102
MÁS ALLÁ DL LOS CAMINOS

Se trata del niño nacido el día 20 de junio de 1865,47 que a los


cinco días de nacido trasladaron a Tingüindín para darle el nom bre
de Silverio de Jesús,48 m ejor conocido a fines del siglo, com o José
de Jesús Fernández Barragán, obispo titular de Tloe y coadjutor de
Zamora.
Este personaje, tan trascendental en la región, es descendiente,
por línea paterna, de Juan A ntonio Fernández y M aría Trinidad
Fernández; principal propietario de entre los m encionados herm a­
nos que com praron la Hacienda de Santa Inés y El Potrero de
Herrera a principios del presente siglo,49 y por línea m aterna
desciende de Ignacio y M ariana Barragán (abuelos), línea genealó­
gica que estam os siguiendo, y que en esta generación ya estaba
fusionada con los Fernández: cuatro de seis herm anas Barragán se
casaron con los Fernández ( C fr . Esquem as genealógicos 1 y 2).
La biografía del señor obispo J. Jesús Fernández Barragán
perm ite un sugestivo panoram a regional de finales del siglo XIX.
“D urante su infancia y por tem poradas es trasladado al rancho
de La M esa, propiedad de sus padres”;50 lugar ubicado en la parte
central de nuestra región.

Acude a Tacátzcuaro para aprender las primeras letras... más tarde,


sus padres, de acuerdo con otros vecinos [obviamente familiares],
para instrucción de todos los niños, llevan a Santa Inés un profesor
llamado Francisco Chávez, quien, en la casa de la hacienda, imparte
las primeras letras... pasado algún tiempo, llevaron de Tingüindín a
un maestro venerable, de luenga barba y ojos azules, de respetuosa
presencia y capacidad probada, Don Pascual Huerta que contó entre
sus alumnos a J. Jesús.
Las charreadas le dan la oportunidad de demostrar sus habilida­
des... ya sabe florar la reata, lazar y montar a caballo... Sus padres
aconsejados por el maestro D. Pascual Huerta se decidieron a que su

47. Archivo Parroquial de Tingüindín (APT)- Libro 4 de Bautism os, p. 127.


48. El nombre de Silverio nunca más volvió a aparecer.
49. Cfr. J. Fernández, op. cit., p. 40.
50. Ibid., p. 12.

103
E st e b a n B a rra g á n L ó pez

hijo fuera a continuar sus estudios a Colija, la ciudad luz de la región...


Pese a que el primer sacerdote oriundo de Santa Inés, anterior a él y
primo suyo, que llevaba el mismo nombre, al preguntarle si el joven
que hasta los 16 años ayudaba a sus padres en las labores del campo
podría cursar la carrera sacerdotal, contestara: “eso es efecto de la
flojera”; en 1883 ingresó al Seminario auxiliar de San Luis en Cotija.
Terminados sus estudios de latín y filosofía, pasó al Seminario
de Zamora a cursar la teología; en 1887 recibió la Tonsura y Ordenes
menores y a principios de 1890 el Subdiaconado y Diaconado de
manos del Excmo. Sr. José Cázares, segundo obispo de Zamora,
quien el 20 de diciembre de 1890 lo ordenó sacerdote en Peribán,
Michoacán.
De 1891 a 1894 trabajó como Vicario Cooperador de Uruapan
y por poco tiempo como “Cura Interino de Tarétan”, en 1895 fue
nombrado profesor y Vice-rector del Seminario de Zamora; en 1898
ingresó, como Prebendado, al coro de la Catedral de Zamora... El 11
de abril de 1899 el Papa León xm, a petición del Sr. Cázares, lo
preconizó obispo Titular de Tloe y Coadjutor de Zamora con derecho
a sucesión en la Sede, contando sólo 34 años de edad y 9 de
Sacerdote...51
Sin duda empezaba a ser el “modelo ideal” entre sus familias,
había escalado la cumbre más alta, respetable y admirada, desde
donde invitaba y motivaba a sus paisanos y familiares. En estrecha
relación con otros clérigos, especialmente con los hermanos Rafael
y Antonio Guízar y Valencia de Cotija, empezaron a marcar la pauta
para las futuras generaciones de la región: todos al seminario, o al
convento según el sexo, única vía permitida y “bien vista” por los
padres para la educación de los hijos. Unos a Zamora, otros a
Veracruz, a la ciudad de México, Estados Unidos y Europa (ver
cuadro 6, anexos) a la conquista del mayor anhelo y el más alto
valor social inculcado en las familias de por allá: hijos sacerdotes
e hijas religiosas.
Para esto se fue creando toda una “infraestructura” y ambiente
propicio que rindió sus frutos por más de medio siglo. El proceso

51. Cf. A. Fernández, op. cit., p. 13.

104
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

es iniciado por el entonces presbítero (después obispo) J. Jesús


Fernández Barragán, quien funda el pueblo de Santa Inés a fines
del siglo X IX .
En 1896 se coloca la primera piedra del pueblo de Santa Inés;
había por entonces unas pocas casas de trabajadores diseminadas
en el campo. “El padre J. Jesús Fernández Barragán reúne a los
vecinos... todos se cotizan con una cantidad inicial igual... traza las
calles del nuevo pueblo... se adquiere el lugar céntrico y apropiado
para el templo”. Lo acompaña el señor cura J. Trinidad Arteaga,
segundo sacerdote nativo de ese lugar.
Coincide la preconización como obispo del señor Fernández
Barragán con la llegada del ferrocarril a Zamora, y su primera gran
visita a pontificar al pueblo natal con la recién inaugurada línea
férrea Zamora-Los Reyes. El acontecimiento es narrado por un
sacerdote inesiano de la siguiente manera:

diciembre de 1899, año en que se ha inaugurado el ferrocarril; a 7.5


kms. cuando menos cincuenta jinetes esperan el tren de Zamora-Los
Reyes, en la estación de Tingüindín, el arribo del Sr. Obispo, a la
noticia de que éste vendría a Santa Inés ...el cerco de montañas que
circundan la aldea por el lado sur contempla el paso de caravanas
procedentes de las cuarenta y dos rancherías que, del Potrero de
Herrera, en briosos corceles, afluyen para asistir a la acción de gracias
por el siglo que termina y para saludar y estrechar la mano del
ministro de Dios.5253

Cabe señalar que la concurrencia de rancheros que, según las


valiosas notas del autor, “venían a reforzar sus compromisos con
Dios y entre sí”, se debió más bien a la ola de terror que se desató'
en la región por los rumores de que, con el siglo, terminaría también
el mundo. Más que por asistir a “la acción de gracias y estrechar la
mano del ministro de Dios”, los rancheros salieron a los pueblos
-según la versión de algunos ancianos” a su última acción, que

52. J. Fernández, op. cit., pp. 4 0 a 43.


53. Ibid., p. 63 a 71.

105
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

debía ser reconciliadora: a confesarse y a que los sacerdotes, y en


este caso el señor obispo, les “dieran una m anita” en tan tem ido
trance, pues no querían m orir alejados de la m ano de D ios.54 Una
vez llegado el nuevo siglo sin que ocurriera el desastre, y después
de la gran celebración, la gente volvió a sus rem otos ranchos.
En Santa Inés,

...durante los 4 años siguientes, el pueblo entusiasta dirigido por el


fogoso Padre Espinosa [capellán y originario del pueblo], sigue
trabajando en la decoración y pisos del Santuario del Sagrado Cora­
zón... el pueblo ha progresado y se ha construido la casa de altos para
el Sr. Obispo y su familia... de frente al nuevo templo y a la inmen­
sidad del Potrero de Herrera donde está el lugar acariciador de su
infancia y al que seguirá visitando ¡el rancho de la Mesa!55

La capilla en El Santuario

En esta región, poblada de familiares de los vecinos de Santa Inés,


de La Laguneta y Cotija, que vivían dispersos y envueltos en su
historia local pero con estrechas relaciones familiares con esos
pueblos, también se inicia la construcción de templos. El caso
principal es el del rancho llamado La Lima donde, bajo la dirección
del capellán de Santa Inés y después párroco de Tacátzcuaro, el
mencionado padre José María Espinoza, los vecinos construyeron
una capilla; desde entonces el lugar recibió el nombre de El San­
tuario. En pleno centro de la región, en el fondo de imponentes
montañas separadas de la sede parroquial por unos 35 kms., hace
acto de presencia la iglesia.

54. G onzález, Pueblo en Vilo... p. 97. Esto e s evidente por la narración del señor
Abel Barragán (86 años de edad) originario de El Santuario: “dicen que no
quedó nadie en estos ranchos, todos fuim os (o nos llevaron) a Santa Inés
porque decían que se iba a acabar el mundo al entrar el siglo nu evo”. Los
R eyes, Mich., 16 de noviembre de 1986.
55. J. Fernández, op. cit., p. 71.

106
M ÁS A LIA d e i .o s c a m in o s

Por retorcido camino cabalga siete horas el sacerdote para


llegar de Santa Inés a El Santuario. Dentro de un pequeño terreno
donado por un primo hermano del señor obispo Fernández Barra­
gán (el señor Ignacio Barragán), se inicia la construcción de la
capilla, y aunque no se hizo traza de pueblo (quizá debido, entre
otras causas, a que había muy pocos vecinos), se dejó un espacio
para la “Plaza” o jardín, que a la fecha sigue intacto.
Cada domingo, después de la celebración de la misa, los
feligreses, dirigidos por el presbítero acarreaban el material: teja,
adobe y madera que requería el encargado de la construcción, un
trabajador llevado de Tacátzcuaro.56 La patrona del lugar fue la
Sagrada Familia y desde entonces, todos los viernes primeros de
mes (nueve viernes al año), acudía el sacerdote a ofrecer el servicio
y todos los rancheros de la región a recibirlo. En enero se celebraba
la festividad religiosa del lugar en honor a la Sagrada Familia, fiesta
a la que, en varias ocasiones, acudió el señor obispo J. Jesús
Fernández Barragán. Concurría a El Santuario la gente de toda la
región a la esperada “función”, pues además había misiones que
duraban tres días.57

Ante tan fecunda Iglesia...

A la salida del padre Espinoza, la atención de los feligreses de la


ya entonces parroquia de Tacátzcuaro, radicados en los ranchos que
nos ocupan, mismos que estaban a cargo de la Capellanía de Santa
Inés, no pudo continuar en mejores manos. “Nombraron Capellán
al hermano del señor obispo, al limo, presbítero Ignacio Fernández
Barragán. Duró poco tiempo en el cargo para pasar, también breve

56. Información proporcionada por personas que presenciaron o participaron en


las tareas de construcción del templo. Pablo Cauzor (1886), El Salitrillo,
M ichoacán, abril 1985; Feliciana Fernández (1895-1985), Santa Inés, M i­
choacán, abril 1983. Herón Barragán (1 8 9 2-1980). La Alberca, M ichoacán
y otros.
51. Son los nostálgicos recuerdos de los ancianos que guardan en su memoria
las narraciones de su s ancestros.

107
E s t e b a n B a r r a g á n I jó p e z

periodo, como párroco de Tacátzcuaro; de ahí se fue al Seminario


de Veracruz como padre espiritual y catedrático de filosofía y otras
materias”.58
Por si fuera poco, el siguiente capellán de Santa Inés fue el
presbítero Germán Fernández Barragán, que para variar, era her­
mano del anterior así como del repetido obispo Fernández Barra­
gán. Varios años desempeñó este cargo trabajando con entusiasmo.
A su muerte, regresó a la capellanía nuevamente su hermano
Ignacio por un periodo de seis años, para pasar después a Cotija
como párroco y vicario foráneo.59 De él se dice que “formó una
generación de creyentes... fue intransigente con el error y el vicio...
decía que al pecado hay que llamarlo por su nombre porque el mal
no admite comparaciones..., rectilíneo, gran confesor y director
espiritual de las almas”.60
No cabe duda que el propósito de esta familia sacerdotal
(esquema genealógico 2), de lograr la formación cristiana de los
habitantes de esta región, iba muy en serio. Baste señalar que,
además de su monopólica atención religiosa y vigilancia de la
conducta social, el primer Colegio que fundaron las Madres del
Sagrado Corazón de Jesús y “Hermanas de los Pobres” (congrega­
ción reorganizada en la diócesis de Zamora por el obispo Fernández
Barragán) fue en Guadalajara; el segundo fue el de Santa Inés, el 3
de febrero de 1911.

Con gran alegría [palabras del Sr. obispo] ...llego este día hasta
vosotros, para traeros, después del templo, el regalo más grande de
mi corazón de padre: la fundación del Colegio para la formación
cristiana de vuestros hijos... mi hermano Germán velará por el buen
funcionamiento del plantel... las maestras son, la madre Bernarda,
superiora, la madre Ma. de la Paz; la madre Magdalena, la madre
Columba y la hermana Eugenia...61

58. Cf. A . Fernández, op. cit., pp. 21 y 22.


59. Ibid.
60. Ibid.
61. J. Fernández, op. cit., p. 121.

108
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Antes de cerrar los ojos, el obispo procuró que quedara asegu­


rada la permanencia del Colegio; lo confió a sus hermanas quienes
contribuyeron con una cantidad de dinero para que la casa madre,
con los réditos, se comprometiera a sostener el plantel a perpetui­
dad.62 “Ante tan fecunda Iglesia la autoridad civil hacía un papel
deslucido”.63
A principios del presente siglo se empezaba a notar ya el rumbo
que seguiría cada una de las ramas genealógicas locales. La des­
cendencia de las hermanas Barragán casadas con los Fernández
había contribuido (junto con otros Barragán y Fernández) a formar
el pueblo de Santa Inés, todos tenían terrenos en el lugar y/o en El
Potrero de Herrera. Allá pasaban la temporada de lluvias haciendo
queso y en las secas regresaban al pueblo para que sus hijos
asistieran al colegio.
Con los descendientes de José Mana Barragán (padre de Jesús
Barragán Espinoza), ocurría lo mismo que con los descendientes
de Ignacio Barragán (y Mariana): Hipólito y Bernardo se encontra­
ban dispersos en la región, dedicados a la ganadería. (Una pertinen­
te distinción entre los Barragán y los Fernández está dada por la
mayor inclinación del Fernández a trabajos intelectuales -o más
ligeros, según la época-, a diferencia del Barragán, más bien
inclinado a desempeñar trabajos físicos: la ganadería y la agricul­
tura). A la generación, que en las genealogías seguidas vendría a
ser la cuarta (ver esquema 2), le tocó nacer en el periodo de paz
porfirista; es la generación de los abuelos (nacidos alrededor de
1890) que apenas alcanzaron a recordar con nostalgia aquel “glo­
rioso tiempo” en el que -según su expresión- el gobierno nacional
daba la razón a “los que valían algo y no a los bandidos”.64 Por otra
parte, los hijos de familia de los medieros -de la misma generación
y región- tampoco han olvidado ese periodo en el que les tocó vivir

62. Ibid., p. 131.


63. Ibid., p. 59.
64. Expresión com ún del señor Herón Barragán (1892-1980), importante terra­
teniente en tom o a quien se narran las historias de vida en este trabajo.

109
Est e b a n B a rrag án L ó pez M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

ESQUEMA 2
CIMIENTOS DE UN PUEBLO CATÓLICO

^)11

149

O O

Fuente: Trabajo de campo 1985.

111
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

ESQUEMA 2
Cimientos de un pueblo católico
E S P O S A (0 )

10* Ignacio Barragán 11 Mariana Barragán


25 José María 26 Josefa
27 Ma. de Jesús
28 José Cleto 29 Ma. Cesárea
3 0 Lorenzo 31 Ma. Francisca
97 José María G onzález 98 ?
99 Salom é
23 Hipólito 24 ? G onzález
3 1 ’ Bernardo X
115 Victoriano 116 Carlota
5 9 José de Jesús (sacerdote)
100 Antonio 101 María D olores O rozco
102 Isaac 103 María de la L uz Gutiérrez
104 Crecencio 105 R efugio Fernández
106 Altagracia Fernández
107 Julia Gutiérlrez
64 José de Jesús (obispo)
67 Germán (sacerdote)
67 Ignacio (sacerdote)
66 Santiago 108 Felipa
106 Fermín 6 8 Anastacia
109 M iguel 6 9 Antonia
70 Sotero 110 María Inés
111 X 112 Candelaria
57 Gerardo 72 Rafaela
113 Camilo 114 X
117 X 118 Gregoria
119 M aclovia (religiosa)
120 Bacilio 121 Juana
122 Josefa (religiosa)
123 Francisco (sacerdote)
124 Jesús (sacerdote)
125 José María 126 Evelia Jim énez
127 Jesús (sacerdote)
128 Isaura (religiosa)
129 Amalia (religiosa)
130 María de Jesús (religiosa)
131 Juan 132 María Luisa
133 Francisco 134 C onsuelo

112
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

E S P 0 S A (0 )

135 Emilio (sacerdote)


136 Elodia (religiosa)
137 Esperanza (religiosa)
138 Esther (religiosa)
139 Amalia (religiosa)
140 Celestino (O bispo)
141 Leobardo (sacerdote)
142 Ramiro (sacerdote)
143 Eudoxia (religiosa)
144 Margarita (religiosa)
145 Ana María
146 Francisco Fernández 147 Refugio Fernández
148 José María 149 María Luisa
85 Herón 150 Feliciana
86 Emilio 87 Isabel
8 2 Guadalupe
151 José Oseguera 152 Bonifacia
153 Genaro Oseguera 154 M aclovia Orozco
155 José 156 Cleotilde Oseguera
157 Gabriel (sacerdote)
158 Guadalupe (religiosa)
159 Salvador (sacerdote)
160 R efugio (religiosa)
161 Pedro 162 María Guadalupe O rozco
163 Sotero (sacerdote)
164 Natalia (religiosa)
165 Teresita (religiosa)
166 Jesús (sacerdote)
167 Soledad (religiosa)
168 Elodia (religiosa)
93 Margarita 169 Gerónimo
9 2 Jesús
170 Ma. Elena (religiosa)
171 Ma. Teresa (religiosa)
172 José (sacerdote)
173 Enedina (religiosa)
174 Guillermo (sacerdote)
175 M ercedes (religiosa)

Número asignado en el esquema No. 1, o consecutivo de aquel.

113
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

su infancia, pero su recuerdo no es tan grato: eran -acom odados-


rentados) por sus padres (o por sus madres, pues varios eran
huérfanos o hijos naturales) con los rancheros más ricos durante la
temporada de “trabajadas” (cultivos y ordeñas) a cambio de cinco
hanegas de maíz.65 Esta situación se prolongó hasta mediados del
siglo.

Al igual que a las regiones circunvecinas, a ésta tampoco “llega


ninguna de las modernas vías de comunicación y transporte cons­
truidas en el régimen. Tampoco innovaciones técnicas ni capital
extranjero”.66 Sin embargo, al abrigo de esta paz y del territorio
heredado, los rancheros de la región empezaban a prosperar en
medio del intenso trabajo, festividades y vigilancia religiosa.

Treinta años de benefactores de causas ajenas

La paz y prosperidad de la sociedad de rancheros se transforman


en zozobra y amenaza. Si bien la región se mantuvo al margen de
los progresos nacionales de esa época, no le cupo la misma suerte
en los movimientos armados que estallaron en el país a partir de
1910. Fue un largo y penoso periodo de inexplicable lucha en el
que obligadamente les tocó mantener a cuanto grupo de forasteros
y forajidos recorrían la región. A veces era a los revolucionarios,
otras veces a los federales; para los rancheros igual era la llegada
de unos que de los otros, ambos mataban ganado, robaban bestias
y cometían toda clase de atropellos en nombre de una causa. Varios
rancheros salieron de la región a los poblados cercanos en busca de
seguridad, otros sólo enviaban temporalmente a sus familias con
los parientes del pueblo cercano: Cotija, Santa Inés, Los Reyes,
Tocumbo, etcétera.67
El fin de la revolución mexicana y sus consecuencias inmedia-

65. Información del Sr. Pablo Cauzor, quien era “acom odado” con don Pantaleón
G onzález, “un viejo rico de El Sauz”. El Salitrillo, M ichoacán, abril de 1985.
66. L. G onzález, Pueblo en Vilo..., p. 75.
67. A lgunas de las familias que estudiam os en las genealogías estuvieron tem ­
poralmente en e so s poblados.

114
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

tas se difundían y concebían entre los rancheros de maneras muy


diversas; en la memoria popular se encuentran episodios que lo
ilustran. Su narración es original y sugestiva:

Cuando la revolución villista, se llevaron a mucha gente de acá a


Celaya para el combate final contra Carranza. Había dos filas; en la
que estábamos nosotros -contaba Francisco Miranda, que fue uno de
los que se llevaron- había varios puestos desde donde se estaba
combatiendo; al matar a uno, ponían en su lugar a otro de los que
estábamos de reserva, habíamos muchos. Los trenes llevaban el
parque a los dos bandos; a uno le dieron parque con aserrín en lugar
de pólvora. Al no prender los tiros, se nos vinieron a bayonetazos y
así se entabló la batalla. Los indios decían ‘no me ló mate, estoy en
peca’o mortal’, ‘y yo he de estar salva’o, hijo de la chingada’ -decían
los otros- y los traspasaba con la bayoneta. Llegaba la sangre hasta
los tobillos cuando terminó el agarre. Allí quedó aquello sin ningún
tratamiento y con el aire se vino una enfermedad que mataba a
familias completas. Mi papá no le llevó de ventaja ni 24 horas a mi
mamá, donde moría uno se acababan todos los de la familia si no se
iban y quemaban las casas; murió mucha gente. Nosotros nos fuimos
a los Limones con unos familiares, estábamos todos chiquillos.
Entonces Don José María Valencia como acostumbraba hacer, se
robó todo el terreno que era de mis padres. A un tío que quiso
defenderlo para nosotros, lo mandó matar. Así se hizo de mucho
terreno que después le vendió a Don Manuel Tejeda, y fue a éste al
que le quitaron últimamente los ejidatarios. La revolución también
había terminado y eran unos años de hambre, no llovía y la gente
había quedado desarrapada, pues cuanto animal encontraban los
revolucionarios se lo comían o llevaban (si era bestia) y los sembra­
díos se los acababan con sus bestias, nada más se andaban mantenien­
do.68

68. Impresiones y narración del señor Pedro Barragán a quien el señor Francisco
Miranda contara estas sus hazañas. Los R eyes, Michoacán, 16 de octubre de
1985.

115
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

Fue difícil tarea la de recuperarse de las pérdidas materiales y


de restablecerse de las penas y vejaciones que sufrió la sociedad de
rancheros durante la revolución. Sin embargo, todo parecía haber
concluido y, aun en medio de gran inseguridad por el nuevo
gobierno los rancheros empezaron a normalizar sus actividades.
Luego del pequeño respiro al término de la revolución, estalla
el movimiento más local: la cristiada. Esta, nuevamente y con
mayor intensidad, estuvo sangrando a los rancheros por varios años.
Se volvió a sentir la inseguridad, la amenaza de ambos enemigos:
el ejército y los cristeros; estos últimos frecuentemente utilizaban
a los rancheros como benefactores del movimiento y a la región
como lugar de refugio.
El primer acontecimiento que se recuerda en la región sobre la
cristiada, es el suscitado en sus inicios, cuando un sacerdote,
proveniente de la jurisdicción de Cotija, llegó a El Santuario. Este
sacerdote ya se había organizado con algunos encargados del orden
de su región y venía a ésta en busca de mayor ayuda para atacar al
ejército un determinado día en la estación de Tingüindín. De estos
ranchos se unieron algunos vecinos y el encargado del orden más
próximo, Susano Barragán, oriundo de El Chicalote.
Cuando el contingente, encabezado por el sacerdote, llegó al
lugar y hora acordada con los demás encargados del orden, abrió
fuego contra el tren, pero los otros compañeros no habían acudido.
En el tiroteo -al que nadie contestó y que al parecer tampoco dañó
a nadie en el interior de los vagones del tren- quedó sorpresivamen­
te muerto el sacerdote. Estos desorientados rancheros, sin saber qué
hacer volvieron a la región con el cadáver y lo enterraron junto al
templo de El Santuario.69 Actualmente, en un pequeño cuadro de
la pared derecha de la capilla, puede leerse la inscripción: “Aquí
descansan los restos del mártir el Padre Miguel Guízar de Cotija.
Aprendamos como él, Cristo murió por él y él murió por Cristo”.
Después se acentuó el movimiento, surgieron algunos jefes en
la región (Maximiliano Barragán en San Cristóbal, José María

69. Narración del señor Abel Barragán, Los Reyes, Michoacán, 16 de noviembre
de 1985.

116
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Barragán, Felipe Barragán y otros) pero su actuación no tuvo mayor


trascendencia, por temporadas hacían sus campamentos, luego
volvían a sus labores.
El padre Espinoza se refugió allá; se escondía en la barranca
de “La Troja”, junto al Santuario y acudía a comer a la casa de
Emilio Barragán. Celebraba misas clandestinas en algunos ranchos,
y quizá aprovechaba entonces la ocasión para “distribuir pases para
el cielo a los que morían con valor”, según apunta lean Meyer al
referirse al cura.70 En una ocasión en que iba a haber una fiesta en
el rancho de El Sauz, se cuenta que el sacerdote le avisó al gobierno
y puso la defensa cristera en el cerro de enfrente (San Cristóbal). A
la llegada de los numerosos federales, la defensa corrió y el sacer­
dote fue a parar la carrera al Salitrillo donde se escondió.71 En uno
de estos recorridos que hizo el gobierno por la región quemaron la
capilla de El Santuario.
El movimiento se prolongó allá varios años más; llegaban
bandoleros escudados aún en dicha causa, exigían préstamos a los
rancheros más ricos, se llevaban muchachas y, al igual que sus
perseguidores, mataban ganado, robaban bestias y las pocas armas
que lograban descubrir. La inseguridad del ranchero fue en aumen­
to, las familias tenían que pasar en ocasiones semanas en barrancas
y cuevas, extremando sus cuidados para no ser descubiertos y
vejados; no faltaron rancheros que los hicieron compadres con la
esperanza de que por eso los respetaran.72
Muchos rancheros salieron a los poblados cercanos desde
donde hicieron lo posible por acabar con estas gavillas mediante el
auxilio del ejército. Varias de estas familias ya no volvieron a
establecerse en forma permanente en sus ranchos, sólo iban en la

70. J. M eyer, E. Krauze y C. R eyes, Historia de la Revolución Mexicana


1924-1928., El C olegio de M éxico, 1977, p. 252.
71. Información proporcionada por el señor A bel Barragán, ahijado de bautismo
del sacerdote. L os R eyes, M ichoacán, 16 de noviembre de 1985.
72. U n caso: el señor Emilio Barragán de El Santuario hizo compadre a un
temible cabecilla costero y desde entonces ya no le causó más problemas,
dejó a su s hijas en paz. Información de la señora Margarita Barragán
(1 9 1 5 -1 9 8 5 ) (hija de Emilio). El Santuario, M ichoacán, 6 de julio de 1983.

117
E steba n B a rra g á n L ó pez

temporada de lluvias a ordeñar y el resto del año lo pasaban en el


pueblo (Cotija y Santa Inés principalmente). Seguían muchos ban­
doleros desperdigados en los cerros viviendo de los ranchos, como
lo precisa Juan Rulfo:

No tiene ni qué, que era más fácil caer sobre los ranchos en lugar de
estar emboscando a las tropas del gobierno. Por eso nos desperdiga­
mos, y con un puñito aquí y otro más allá hicimos más perjuicios que
nunca, siempre a la carrera, pegando la patada y corriendo como
muías brutas.73

Poco a poco fue volviendo la calma, algo que la generación de


la época apenas recordaba o que nunca había conocido, pues desde
la segunda década del siglo todo había sido amenaza y zozobra. Los
rancheros normalizan su vida, se impulsan las actividades econó­
micas, vuelven los tradicionales conflictos internos: herencias,
colindancias, reclamos por perjuicios de animales en propiedad
ajena, etcétera. Por su parte, los parientes de estos rancheros,
muchos de ellos ya sacerdotes o seminaristas, que habían huido de
la persecución (dejaron la región y hasta el país), vuelven a sus
parroquias y seminarios, y las religiosas a sus conventos. El periodo
pudo considerarse de prueba para la vocación y al parecer ésta se
afirmó; lejos de haber deserción, cada vez nacían nuevas y nume­
rosas vocaciones. La Iglesia vuelve a tomar las riendas -que de
hecho no dejó- para conducir la dinámica sociocultural de la región,
y seguir sirviendo de elemento mediatizador de ésta frente al mundo
exterior.
El Colegio de Santa Inés (llamado J. Jesús Fernández, igual que
la calle principal del poblado), con ligeras interrupciones por la
persecución, seguía preparando cristianamente a las sucesivas ge­
neraciones (cuarta y quinta, según el esquema). Estas se distinguie­
ron por su tendencia religiosa (Véase gráfica 1), que seguramente

73. J. Rulfo, El Llano en llamas. M éxico, SEP. Lecturas M exicanas, N o. 2 ,1 9 8 3 ,


p. 90.

118
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

fue el fruto de la labor que hicieron los primeros sacerdotes de la


región (Esquema genealógico 2).
El 31 de octubre de 1928 había muerto el Señor Obispo, pero
había dejado la semilla en tierra muy fecunda; los sacerdotes del
pueblo y principalmente los capellanes, el padre Espinoza, el padre
Guzmán, el padre Ignacio, el padre Celestino y el padre Germán,
siguiendo su ejemplo, lograron que el pueblo se erigiera en parro­
quia el 4 de junio de 1937, dando una cantidad de dinero para que,
con sus réditos, sufragara el déficit la parroquia matriz de Tacátz-
cuaro.74 El primer párroco fue el presbítero Ramiro Fernández (de
1937 a 1943), originario del mismo pueblo, quien sólo esporádica­
mente recorría el Potrero de Herrera y acudía a la capilla de El
Santuario.
Por otro lado, ya desde 1930, Tocumbo, desmembrado de
Tingüindín, se había constituido en cabecera municipal de gran
parte de la región (incluyendo lo que se conoce como Potrero de
Herrera); por lo que, tanto las autoridades civiles como las eclesiás­
ticas quedaban en mejor situación de atender a los habitantes de
esos ranchos y de servirse de ellos. Por varios años ambas autori­
dades optaron por la segunda alternativa, pues para cualquier
asunto, los rancheros tenían que acudir a las cabeceras y sus idas
les representaban un desembolso. Por una parte diezmos y primi­
cias, bautismos, confirmaciones, primeras comuniones, matrimo­
nios, misas a las ánimas y gregorianas; por la otra parte, Registro
Civil (nacimiento y matrimonio), impuesto predial rústico, patente
del fierro de herrar, etcétera.
Cuando la vida cotidiana empezaba a normalizarse, después de
tantos trotes y angustias, viene otra sacudida: una serie de temblores
que antecedieron a la erupción del volcán Paricutín en 1943,
acompañada de tormentas de ceniza que se prolongaron por dos
temporadas de lluvias. Durante ese periodo llovió poco, principal­
mente el primer año, y faltó el maíz -hasta para el consumo
humano- por lo que murió bastante ganado. El “año de la tierra”
-como lo bautizaron- desalentó a mucha gente; unos se fueron a

74. J. Fernández, op. cit., p. 131.

119
Este ba n B a rrag án L ó pez

Tierra Caliente y otros de braceros a los Estados Unidos. Esta fue


la siguiente merma que sufrió la población.
La franja norte de la región se vio menos afectada y a la postre
en toda la zona pudo observarse el beneficio de la “arenilla volcá­
nica”, pues según varios rancheros esta sirvió de abono a la vege­
tación; se fueron cubriendo de monte superficies que anteriormente
estaban yermas.75
Este es el inicio de un periodo de prosperidad para la sociedad
de rancheros. El resurgimiento regional tuvo, como tela de fondo,
la pacificación social del entorno y la interna, y fue apuntalada
fundamentalmente por dos aspectos: la diversificiación de activi­
dades económicas, misma que, en gran medida, descansa en la
normalización y mayor servicio eclesiástico que se ofreció a partir
del último lustro de los años cuarenta en toda la región. La presencia
mensual de los clérigos en los ranchos más poblados fortaleció
notoriamente las relaciones comunitarias y motivó otros servicios
y actividades que vinieron a complementar y cohesionar la estruc­
tura socioeconómica regional.
Antes de pasar al periodo de auge en la región (capítulo
siguiente), y retomando la genealogía que hemos venido presentan­
do, se aborda la historia de vida de la familia Barragán Barragán,
Gerardo y Rafaela. El punto de referencia será el de su hijo Herón.
El propósito de la siguiente narración es ilustrar, mediante la
profundización del caso, los aspectos sobresalientes que se aborda­
ron en este capítulo.

Las vicisitudes del ranchero: historias de vida (1900-1945)

Como puede verse en el esquema 3, Herón Barragán Barragán era


de los mayores de una familia de seis hombres y tres mujeres.
Nacieron en el centro de la región en algunos de los ranchos que
entonces eran propiedad de sus padres: La Purísima, El Chicalote,
Agua Fría, El Salitrillo y La Presa. Al inicio de la revolución, la

75. Es la opinión dominante de los rancheros más grandes de la región.

120
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

familia salió temporalmente a Cotija, donde Herón asistió unos días


a la escuela; fueron tan pocos que no alcanzó a aprender a leer ni a
escribir. Gerardo y José María, sus dos hermanos menores, asistie­
ron durante dos años a la escuela, estuvieron hospedados con su tío
Celso Barragán, que vivía en Cotija.
A la muerte de la madre (1915), se hizo el primer reparto de las
propiedades de sus padres; a los dos hermanos menores les tocó
mancomunado el potrero de La Presa y un lote de Santa Inés. A
Emilio -el mayor- le fue heredado el potrero de Agua Fría que se
extendía hasta el Santuario. La Joyita o Agostadero fue el potrero
que le tocó, junto con dos vacas, a Herón. A Erasmo y a Everardo,
quienes padecían frecuentemente perturbaciones mentales, por lo
que en la familia los consideraban “medio locos” e incapacitados
para heredar tierras, les dieron su equivalente en efectivo, y a las
tres mujeres no les tocó nada en este reparto. La costumbre entonces
era que la herencia la recibieran los varones, puesto que ellos eran
los encargados del sustento familiar.
En la década de los años veinte, don Gerardo vivía con sus hijos
menores en El Santuario; las hijas (de Gerardo) vivían en ranchos
cercanos con sus respectivos esposos. Everardo y Erasmo, desinte­
resados del patrimonio familiar, llevaban una vida errante y aven­
turera por el rumbo de Tierra Caliente. Por esos años el hermano
Gerardo vivía en La Presa, potrero heredado años antes.
Herón, hilo conductor en la narración de la historia de esta
familia, había contraído matrimonio en 1916 con Feliciana Fernán­
dez, vecina de El Chicalote y descendiente también de gentes de La
Laguneta. Después de su boda, fueron a vivir al rancho de La
Alberca, propiedad de don Gerardo; lugar habitado por primera vez
y únicamente por esta familia. Ahí, Herón se dedicó, como la
mayoría de habitantes de la región, a sembrar maíz; trabajaba con
una yunta las estrechas y escasas superficies planas de su propiedad
o las de su padre.
Años después, Herón se hizo cargo de los bienes que le queda­
ban a su padre, tomó las riendas de la administración del desaten­
dido rancho y lo empezó a hacer prosperar. A mediados de la década
de los veinte, compra el rancho de El Santuario donde se encontraba

121
E ste ba n B a rrag án L ó pez

ya instalado un trapiche, y, antes de concluida la década, hace la


mayor compra de su vida, adquiere tres fracciones: el cerro de la
Mesa y, las otras dos, en el rancho del Sauz. El precio se estableció
en $ 3 000.00 para pagarse en tres años ($ 1 000.00 cada año). El
año de la compra una vaca se valoraba en $ 50.00; al año siguiente
bajaron a $ 25.00. Herón apenas tenía cinco vacas y atendía menos
de 30 de su padre; la situación era crítica y se rumoraba que le
recogerían el terreno. Así de dramática era la situación económica
al avecinarse el segundo pago.
Se dio a la tarea de conseguir dinero y retardar el pago; sin
embargo no tuvo otra salida que la de vender parte del terreno
comprado. A Ignacio Barragán Reyes le vende una de las fracciones
del Sauz y otro predio a Darío Barragán. Saldado el segundo tercio,
seguía escondiéndose de sus acreedores que le exigían el pago de
las numerosas deudas contraídas; llegó el momento en que le
querían recoger el terreno -don José María López y familia de
Petacala, Jalisco- porque no podía saldar el adeudo.
Su salvación fue una salida que dio al poblado de Santa Inés.
Encontró ahí al padre Celestino Fernández, primo segundo suyo
(ver esquema genealógico 2), le platicó la situación por la que
atravesaba y éste le prestó mil pesos (plata) al 1% de interés anual
sin plazo. Realmente Herón estaba necesitando, con urgencia, unos
$ 200.00 únicamente, por lo que este Financiamiento le permitió un
espectacular despege. Salvó su situación y, aunque las condiciones
de vida familiares no se vieron inmediatamente favorecidas, sus
posibilidades sí cambiaron.
Por esos años tenían que vivir más tiempo en cuevas y barran­
cas que en su aislada casa; la cristiada estaba en su apogeo y la
amenaza era continua. Fastidiado de que le mataran vacas y, pese
al riesgo que representaba encarar a los cristeros -bandoleros-, en
una ocasión llegó cuando éstos tenían lazada una frondosa vaquilla
para matarla, y ya rondaban por allí los “coleros ” (medieros suyos)
con sus cuchillos y costales listos para el reparto, le expresó al jefe
cristero su buena voluntad de estarle dando ganado para que se lo
comieran, pero que cuando necesitaran matar un animal le avisaran
para él indicarles la res que estaba buena para la carne y de una

122
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

menor estimación para la cría. Después de la atrevida pero cordial


conversación, los cristeros soltaron la vaquilla y, aunque tiempo
después se siguieron escuchando los inofensivos tiroteos que enta­
blaban con el ejército de un cerro a otro y los alardes de que raptaban
muchachas, pedían préstamos y mataban ganado, a él ya no le
mataron ningún animal; incluso algunos “cristeros mugrosillos”
-como él lo expresaba- pasaban semanas alojados en su casa
platicando sus aventuras, sin trabajar y comiendo bien. Esto era, al
parecer, ya su único objetivo.
En la década de los años treinta, Herón continúa trabajando
para salir de sus compromisos económicos. Por varios años sólo
alcanzaba a sacar los $ 120.00 necesarios para cubrir los intereses
de la deuda contraida con el sacerdote, por lo que el nivel de vida
familiar continuaba castigadísimo. Anualmente, después de vender
algunos animales de su padre y el queso, salía a Cotija a comprar
la pieza de manta para que la esposa les hiciera los calzones,
camisas y faldas a la familia que, a fines de la década y coincidiendo
con la del padre, concluyó en nueve hijos: seis hombres y tres
mujeres, varios brazos que se irían incorporando a las múltiples
labores familiares así como a la caza y la recolección, factores
entonces (y aún ahora en varios casos) indispensables para garan­
tizar el sustento de la familia.
Don Gerardo, abrumado por los reclamos continuos de la
herencia que hacían los yernos (de la familia Valencia, también
terratenientes y colindantes), decidió abandonar todos sus bienes.
Ya en camino y sin rumbo definido, llegó a la tierra que su hijo
Herón andaba arando. Al hablar de la situación, Herón desunció los
bueyes y fueron a entrevistarse con un amigo, respetado por sus
conocimientos, que hacía el papel de “abogado” en la región. Este
acudió a mediar la situación y, después de una fuerte llamada de
atención a los impacientes, se calmaron los conflictos por un
tiempo.
Al quedar solo don Gerardo, Herón lo acoge en su casa donde
pasa los últimos años de su vida. El anciano se enferma y su hijo
acude por el párroco a Santa Inés para que lo confíese. Don Gerardo
expresa el deseo de repartir del resto de sus bienes entre sus hijos,

123
E ste ba n B a rra g á n L ó pez

de tal manera que a unos les toca más que a otros y a las hijas no
les deja nada. Ante el reparto desigual, el cura (presbítero Ramiro
Fernández, primer párroco de Santa Inés) se negaba a confesarlo y
se pronunció dispuesto a desandar sus ocho horas a caballo sin dar
la extremaunción al moribundo. Frente a tal actitud, don Gerardo
accede a repartir de manera igualitaria sus bienes entre sus nueve
hijos, y, hecho el testamento, donde expresaba la voluntad del
sacerdote, éste se dignó a absolverle de sus culpas.76
Para mala fortuna de los herederos propuestos en dicho testa­
mente, don Gerardo se recupera de aquella enfermedad, momento
que aprovecha Herón para llevárselo a Morelia y, bajo la simulación
de compra-venta, se adjudica las acciones y derechos que don
Gerardo poseía de los bienes (tierras) que se inscribían aún a
nombre de Hipólito Barragán, su difunto abuelo (véase esquema
genealógico 2). Hay que señalar que éste no era el primer viaje de
Herón a Morelia, ni el primer intento de escriturar a su nombre los
bienes de su padre; la anotación catastral de la “venta” que en esta
ocasión le hace su padre, señala la evidencia al respecto:

Con la fecha del márgen (enero 22 de 1938) vende Gerardo Barragán


como heredero de este causante (Hipólito Barragán) a Herón Barra­
gán, las acciones y derechos del total del Agostadero o Joyita... y no
se hace ninguna deducción en la cuenta por no haber terminado aún
el juicio sucesorio...77

Esto indica dos cosas interesantes: don Gerardo vende las


acciones y derechos de la cuenta de Hipólito, su padre, porque éste
murió intestado y él nunca promovió el juicio sucesorio, por lo que
los bienes heredados nunca se le inscribieron a su nombre; lo mismo
ocurrió con los bienes de los otros hermanos de don Gerardo. Esta
situación generó varios litigios entre los descendientes pese a que,

76. Informes del señor Gerardo Barragán, hijo de don Gerardo. L os R eyes,
M ichoacán, abril de 1985.
77. A rchivo de la Receptoría de Rentas de Tocum bo, M ichoacán, tom o 4, fojas
5. Im puesto Predial Rústico.

124
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

verbalmente y de hecho, cada uno sabía y poseía lo que le tocaba,


pero no faltaban, en cada familia, descendientes con mayor “am-
visión” que buscaban el medio de adjudicárselos.
El segundo aspecto interesante es que Herón ya había iniciado
el trámite para promover diligencias de información adperpetuam,
para suplir título escrito de dominio de los predios paternos y de los
que había comprado; mismos que aunque otros se los vendieron, la
mayor parte se inscribía a nombre de su abuelo Hipólito Barragán.
Por este largo y agotador camino se perfilaba el desenlace que
Herón necesitaba para escriturar a su nombre las tierras que de
hecho usufructuaba y tenía en posesión. El sabía con precisión lo
que quería: las escrituras a su nombre. Su abogado sabía como
hacerlo; todo era cuestión de que no se agotara la paciencia ni el
dinero.
El terreno que le quedó a don Gerardo, después del primer
reparto, pasó así a ser propiedad (en vías de titulación) de su hijo
Herón y el ganado que desde hacía 23 años atendía éste, y que a la
muerte de su padre (1943) sumaba 94 cabezas, se repartió como lo
dispuso el anciano en su última voluntad: 10 animales a cada uno
de sus hijos, incluyendo a las mujeres, y con los cuatro animales
restantes, se pagarían las misas gregorianas para el eterno descanso
de su alma. También le encomendó a Herón dar a sus hermanos una
cantidad de dinero por los derechos territoriales, por cuyo concepto
les fueron pagados, al parecer, $ 1 800.00 a cada uno. De una
manera especial le fue encomendado ayudar a sus hermanos que
tampoco les había tocado tierra en el primer reparto, pues además
de “mal tanteados” -en su opinión- y andariegos, no gozaban de
sus plenas facultades mentales.
Esto determinó lo que desde dos décadas antes se venía gestan­
do y que en las anteriores generaciones también había ocurrido -y
sigue sucediendo- de manera similar: ramas genealógicas descen­
dientes de un tronco de terrateniente-ganadero condenadas a emi­
grar o integrarse al grupo de agricultores-medieros sentenciados a
hacer crecer -como condición para poder sobrevivir- a las ramas
genealógicas hermanas, con su trabajo dependiente. Proceso que
normalmente avanza y se va acentuando hacia los últimos retoños

125
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

que se resisten a emigrar o que prácticamente están incapacitados


para hacerlo.
La muerte de don Gerardo no alteró ya el rumbo que habían
venido tomando los hijos. José María y su hermano Gerardo con­
siderando insuficiente el predio que les tocó, lo habían vendido y
se habían ido más al sur a trabajar de medieros. Everardo se casó y
se quedó en Tierra Caliente. Erasmo siguió con sus mudanzas sin
establecerse en lugar fijo; ya era viudo, padre de tres niñas y un
niño y aspirante a su segundo matrimonio. Emilio seguía viviendo
en El Santuario, también había enviudado quedándole ocho hijos y
ya hacía preparativos para sus segundas nupcias. Dos de las herma­
nas habían muerto, y sus familias vivían en sus ranchos. Herón, en
el rancho de La Alberca en las secas y en La Mesa en las aguas,
seguía defendiendo a capa y espada el patrimonio familiar; pues los
reclamos de más herencia se agudizaron y los rumores de que los
cuñados y hasta sobrinos le caerían a robar su casa, lo mantuvieron,
junto con sus hijos mayores, en estado alerta y continua zozobra
durante varios años.

126
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS
Esquema 3

■*■4
N>
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

Su única visita a México, D.F. (1938). De izquierda a derecha: Pedro Fernández, Herón
Barragán y su esposa Feliciana Fernández.
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Estampa ranchera (1948).


MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS
Miembros de una familia extensa que acompañan a los que regresan de Norteamérica.
Este ba n B arrag án L ó pez

De bracero en Los Angeles, California: Benjamín Fernández Barragán, 1945.


M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

De ranchero con su familia: Benjamín Fernández Barragán, (último a la derecha, 1948)


Est e b a n B a rrag án L ó pez

Atuendo para andar en el pueblo. Herón Barragán Barragán y su hija mayor, Madonia
Barragán Fernández (década de los años treinta).
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

Nuevo atueno para andar en el pueblo. Herón Barragán Barragán


(década de los años cuarenta).
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Arreando ganado. Herón Barragán Barragán (1948).


B arragán L ópez
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

* Imagen de un rachero próspero. Herón Barragán Barragán (1948).


M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

En los viajes a Apo, Mich. Los hermanos Conrado y Leobaido Barragán Fernández con las
hermanas Enedina y Elisa Fernández (década de los años cuarenta).
Est e b a n B a r r a g á n L ó pez

En la feria del día primero de enero, en Los Reyes, Mich. Carlos


Barragán Fernández (década de los años cuarenta).
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

En la feria: Celestino Barragán Fernández (década de los año cuarenta).


Est e b a n B a rra g á n L ó pez

• Simulacro de Mariachi. De Izq. a derecha: Elisa Fernández, Gerardo Barragán Fernández,


Antonio Gutiérrez. Refugio Mojica y Agustín Alejándrez (1948).
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS
Capilla de El Santuario.
Este ba n B a rra g á n L ó pez

Abandono
4. Auge regional (1945-1965)

Los “Viernes primeros”y “la función” en El Santuario

En 1943 llegó a la parroquia de Santa Inés el presbítero Pedro


González Zepeda, originario de Cotija y proveniente de esa parro­
quia. “El padre Pedro” -como le llaman sus feligreses- se distin­
guió por el gran impulso que dio a su trabajo ministerial y a la
educación. Cerca de 1945 empezó a visitar la región cada viernes
primero de mes, de octubre a julio, como lo hicieran los capellanes
de Santa Inés a principios de siglo.
El punto de mayor concentración era El Santuario donde ya se
había reconstruido la capilla. En este lugar terminaba su recorrido
y regresaba pasando por los ranchos más poblados de su jurisdic­
ción, hasta concluir su viaje, en el que duraba cuatro días cabalgan­
do.
Los habitantes de El Santuario y comunidades circunvecinas
estaban organizados para ir a Santa Inés por el padre y acompañarlo
en su recorrido. Lo primero que hizo fue acondicionar la capilla,
que había estado sirviendo de bodega de maíz y rastrojo, le mandó
poner piso, le hicieron altar y retablo y la pintaron.
Con ocasión de estas visitas mensuales, se reunían en El
Santuario casi toda la gente de las rancherías de esta región,
especialmente de las circunvecinas, pues en la jurisdicción de la
parroquia de Cotija, en los ranchos llamados Gallineros y El Lour­
des, así como en Huilumba de la jurisdicción de Santa María del

129
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Oro, Jalisco, también iban sacerdotes de sus respectivas sedes, que


recorrían los principales ranchos en sus cabalgatas mensuales.
Al evento en El Santuario acudían los maritateros78 con sus
cargas de variados artículos; se instalaban fondas, juegos de lotería,
que llamaban la atención con la novedosa música de una vitrola en
la que se podían dedicar canciones; puestos de pan, chocolate y café
con “piquete” (alcohol de 96°) para desayunar; venta de hielo
raspado con almíbar y hasta llegó a funcionar una panadería. Era
también frecuente la matanza de animales (principalmente cerdos)
para menudear carne esos días. En varias ocasiones el evento era
amenizado por un mariachi de la región, que daba, además de
algunos problemas al sacerdote debido a la euforia de algunos
asistentes que frecuentemente desbordaba en conflictos o escánda­
los, un cariz de fiesta a los tres días que duraba la reunión.
A todas las casas de El Santuario llegaban parientes o conoci­
dos de las familias procedentes de ranchos cercanos; desensillaban
sus bestias y se les daba un lugar para dormir y guardar sus cosas.
Sin embargo, siempre había un gran número de “viemeros” que
buscaban su paraje debajo de algún árbol para pasar la noche; era
imposible alojar en las pocas casas de la comunidad a tanta gente.
El sacerdote, figura central y autoridad máxima en el lugar,
normalmente se hospedaba con una familia, aunque junto al templo
había, además de la sacristía, un cuarto para él. Los asuntos que sus
feligreses le trataban eran tantos, que apenas tenía tiempo para ir a
comer el pollo que invariablemente le preparaban y, después de
confesar largas filas de gente, celebrar misa y confesar otro rato, se
retiraba a descansar ya entrada la noche. Al otro día (viernes) la
misa era temprano y, después del desayuno, el sacerdote iniciaba
su viaje de regreso en el que acudía a otros ranchos para llegar el
sábado por la tarde a Santa Inés de donde había partido el miércoles.
Como “a cada santo le llega su función”, en enero de cada año
se vuelve a celebrar la fiesta religiosa en honor de la Sagrada

78. Nombre con el que se conocía en la región a los vendedores que en dos o tres
bestias cargadas de mercancía (abarrotes) recorrían los ranchos ofreciendo
su s productos y comprando la producción avícola.

130
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Familia, patrona del lugar. Para darle realce a la función, había


misiones que duraban ocho días. Se recordaban aquellos tiempos
de principios de siglo y de los años veinte: visita de misioneros, del
obispo Celestino Fernández Fernández, de Sta. Inés, (sobrino del
obispo Fernández Barragán), del coro de cantoras de la sede parro­
quial, banda de música de Tacátzcuaro, cohetes y castillo. Esta
celebración era ansiosamente esperada por los rancheros y se
organizaba en grande; la concurrencia era numerosa y de lugares
bastante apartados. Al igual que los que iban de la sede (sacerdote,
misioneros, obispo, cantoras, músicos, coheteros e invitados), los
habitantes de apartados ranchos también duraban su jomada a lomo
de muía para no perderse la función.
Conforme iban llegando, se les asignaba un lugar para que
hicieran sus enramadas donde se hospedarían toda la semana. El
encargado, ayudado de varios auxiliares, era quien distribuía a la
gente y mantenía el orden; a quien lo alterara se le aplicaba una
sanción económica que se entregaba al sacerdote. En caso de
desorden y de no querer aceptar la sanción, el responsable era
expulsado del lugar.
Si a la celebración de los “viernes primeros” acudían varios
maritateros, se instalaban fondas, lotería, etcétera, en este evento
se redoblaba la actividad comercial y la convivencia. “Acudían a
las misiones más de mil personas que permanecían en El Santuario
los ocho días”.79 Aumentaba el número de rústicos e improvisados
establecimientos comerciales en los que se podía adquirir abarrotes,
juguetes y golosinas. Se celebraban muchos tratos entre los ranche­
ros, se presumían armas y bestias que frecuentemente cambiaban
de dueño y que seguido se oían o veían calar. No faltaban las
pequeñas alegatas controladas por los mismos asistentes y, si
querían pasar a mayores, intervenía el encargado del orden y sus
auxiliares.
Era importante el papel desempeñado por los encargados del
orden. A falta de más instancias oficiales en la región, eran ellos

79. Información del presbítero Pedro Zepeda, Vista Hermosa, M ichoacán, 10 de


junio de 1983.

131
Est e b a n B a rrag án L ó pez

los que tenían que enfrentar los conflictos locales de cualquier


índole. Por su conducto se hacían llegar y cumplir órdenes de las
cabeceras municipales: arreglar caminos reales, cumplir con el
pago predial rústico y otros impuestos, empadronarse (hasta ahí
llegaba la participación de los rancheros en los procesos electores),
levantar información para censos, notificar, citar y llevar oficios a
personas de la región. Los encargados debían, desde establecer
normas y perseguir delincuentes hasta levantar actas de defunción;
desempeñaban, asesorados por los curas, las funciones de los tres
poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Por el año de 1949 empezaron a funcionar escuelas en varios
ranchos de la región. El padre Pedro envió maestras a El Santuario,
Los Cahulotes, La Hoya y Peña Ahumada; los padres de familia
daban hospedaje y alimentación a las maestras y aportaban el dinero
al sacerdote para que les pagara mensualmente $ 50.00 (de 1949)
a cada una.
Una vez que estuvieron funcionando estos pequeños centros de
enseñanza, el padre Pedro solicitó apoyo económico al gobernador
del estado, Dámaso Cárdenas. Previa verificación a cargo de las
autoridades municipales, el gobernador autorizó $ 60.00 para cada
maestra, que, mediante las mismas autoridades de Tocumbo, reci­
bía el sacerdote y pagaba cada mes. Para entonces (1952) en El
Santuario asistían a clase 25 hombres en la mañana y 12 mujeres
en la tarde. Recibían las lecciones de Sagrada Escritura, aritmética
y gramática; asignaturas impartidas por la señorita Herlinda Ose-
guera, de Santa Inés.
Después, esta maestra y las destinadas a los otros ranchos
fueron sustituidas por alumnas que, motivadas por el padre Pedro,
estuvieron algunos años en el Colegio de Santa Inés. La educación
que se impartió en estos centros, aunque fue escolarizada, nunca
estuvo incorporada a la SEP; fue particular e informal. En cambio,
el Colegio de Santa Inés siempre estuvo incorporado. En él se
formaron contingentes de niños y niñas que, ya para esta época, se
estaban “consagrando al servicio de Dios”.

132
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

G r á f ic a 1
“Edificación de Templos Vivos del Señor”
NÚMERO DE ORDENACIONES

De los 48 sacerdotes de Santa Inés, 3 han sido consagrados obispos. (La edad promedio de
ordenación es de 25.6 años)
Desde fines del siglo XIX se empiezan a ordenar sacerdotes de esta región. Hacia los años
veinte y treinta la tendencia es ascendente, alcanzando su punto cumbre en la década de
1950. De los sesenta en adelante vuelve a bajar la tendencia llegando a su mínima expresión
en lo que va de esta década de los ochenta con amenaza a desaparecer pues ya no hay
seminaristas del pueblo. Al parecer los jóvenes encuentran más atracción por ir a las
universidades y principalmente a los Estados Unidos que al seminario, las “Doncellas [que]
con los cielos contraían nupcias sacras”, ahora prefieren dejar de serlo para contraer
matrimonio con sus paisanos.

133
E steba n B arrag án L ó pez

Santa Inés “un pueblo levítico ”

Para tener una idea de los frutos religiosos del Colegio “J. Jesús
Fernández”, así como de la labor de los primeros sacerdotes del
pueblo, y formar un juicio sobre el contexto socio-cultural regional
prevaleciente en la época, basta observar la relación de sacerdotes
y religiosas del pueblo de Santa Inés, sede parroquial de gran parte
de la región de interés y pueblo alimentado por rancheros descen­
dientes de los que lo fundaron (como lo demuestran sus apellidos).
Sin duda “un pueblo levítico” de menos de 1 000 habitantes
(promedio sostenido por varias décadas), cuna de 48 sacerdotes,
tres de estos, obispos; y más de 60 religiosas.80
Los canta-misa eran muy frecuentes en Santa Inés, general­
mente eran el motivo central de la reunión de los “hijos ausentes”
que cada invierno visitaban y siguen visitando su pueblo. También
era común la celebración de aniversarios de origen religioso en
estas fechas; pero de ambos acontecimientos, que muchas veces se
fusionaban, el acto central era la concelebración que asemejaba a
un desfile de clérigos siempre encabezado o precedido por uno o
más obispos.
Un caso relevante es la celebración del centenario del naci­
miento del obispo fundador del pueblo y su fiel crónica muestra los
alcances y sentires que todavía en 1965 tenían estos eventos en la
sede parroquial.

C r ó n ic a d e l c e n t e n a r io d e l

excm o. S r . D r . D . Jo s é de Je s ú s F e r n á n d e z

El 19 de junio de 1965 se cumplió el primer centenario del nacimiento


del que fue fundador del pueblo de Sta. Inés: el Exmo. Sr. Dr. D. José
de Jesús Fernández Barragán.
Motivo había para rendirle un sincero homenaje, no sólo como
fundador, sino principalmente como Padre y Pastor, y bien merece
tales títulos.

80. Cfr., los cuadros 6 y 7.

134
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Nosotros, sus hijos, ahora y siempre io recordaremos, ya que


estuvo solícito al cuidado de sus ovejas; jamás las abandonó. Les
construyó el mejor de los rediles: la Casa misma de Dios.
Con tal motivo el Excmo. Sr. D. Celestino Fernández, obispo de
Huajuapan de León y sobrino del Excmo Sr. José de Jesús, convocó
a todos los Sacerdotes y demás hijos del pueblo, quienes prestos
estuvieron para mostrar su gratitud a Dios y al Excmo Dr. José de
Jesús. Para facilitarles la asistencia, se trasladó la celebración del
Centenario para los días 6 ,7 y 8 de julio.

6 de julio:
Entró solemnemente la imagen peregrina de la Virgen de Gua­
dalupe que, por concesión del 20o. Abad de Guadalupe, Mons. D.
Guillermo Schulemburg, vino a presidir la fiesta del que fuera su 18o.
Abad y que, con gran celo, la había custodiado en su Basílica. La
Imagen fue recibida previamente por el pueblo de Tocumbo que, en
pleno, la condujo hasta los límites con Santa Inés, donde los sacer­
dotes, religiosas y vecinos la esperaban con carros alegóricos. Con
himnos, cantos y marchas triunfales fue acompañada por los niños,
jóvenes y ancianos de ambos pueblos; todos le daban la bienvenida
entrando por la calle principal, engalanada, en toda su extensión, con
vivos adornos plásticos.
En solemne e importante ceremonia, que se llevó a cabo dentro
del rito todavía más solemne y grandioso de una concelebración con
otros 11 sacerdotes de Santa Inés, el Excmo. Dr. D. Celestino Fer­
nández ordenó sacerdote a un hijo más del pueblo: Luis Barragán
Valencia.
Por la tarde se efectuó en el Colegio una velada literario-musical
para recordar la figura y obra del Excmo Sr. José de Jesús.

8 de julio:
El Excmo Sr. D. José G. Anaya, obispo de Zamora, celebró
solemne Pontificial en honor del Sagrado Corazón para conmemorar
los 100 años del nacimiento del fundador ilustre de Santa Inés. Dio
más realce a la ceremonia la presencia de los Excmos Dres.: D.
Celestino Fernández, D. Salvador Martínez y Silva, obispo Auxiliar

135
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

de Morelia y quien, en emotivo sermón, recordó los beneficios


concedidos por Dios a este pueblo por medio del Excmo Sr. José de
Jesús; además estuvieron presentes los Excmos Dres. D. Jesús Garría
Ayala, obispo de Campeche y D. José de Jesús Sahagún, obispo de
Tula; cerca de 40 sacerdotes y más de 50 religiosas, así como todo el
pueblo. Numerosas personas de los pueblos circundantes acudieron
también a la ceremonia.
Por la tarde el Excmo Sr. Celestino encabezó la procesión con
el Santísimo a través de las calles del pueblo; a pesar de la lluvia,
estuvo muy concurrida.
Por la noche se desarrolló una alegre serenata en la que se quemó
gran cantidad de fuegos artificiales.
100 años hacía que una nueva estrella había aparecido en el
firmamento y entonces, Santa Inés daba a luz a su primogénito;
100 años ha que, en él, un nuevo pueblo se engendraba;
100 años han transcurrido y la semilla que aquel hombre un día
plantara, se ha convertido en fecundo árbol, joven aún y lleno de vida;
100 años ha que de hispana estirpe fue formado, y por sus
vetustas venas ha corrido el español valor ¡jamás vencido!
100 años ha que, proclamada la voz de sus edictos, las callejas
de este pueblo viven gloria.81

En torno a estas pomposas concelebraciones, acudían ranche­


ros, parientes o conocidos de la familia del nuevo sacerdote, pues
estos acontecimientos alcanzaban fuerte resonancia entre los habi­
tantes de la región. Después del acto religioso, se organizaba alegre
convivencia, toda la gente quedaba invitada a la comida campestre
amenizada con mariachi, mucho canto, exhibiciones de baile y
animada conversación.

Todo a través de los curas...

Este evento era aprovechado por los feligreses para tratar con los
sacerdotes toda clase de asuntos; desde conflictos personales, fa­

81. Fernández, Abel op. cit., p. 10.

136
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

miliares y hasta políticos. Se trataban en estas reuniones cuestiones


económicas, de vocaciones sacerdotales y religiosas o falta de las
mismas, costumbres y valores en decadencia, etcétera. Eran los
clérigos “el paño de lágrimas” de sus paisanos, consejeros y apoyo
tanto material como espiritual; igual se recurría a ellos por el
consejo u orientación vocacional, como para solicitar financia-
miento; en uno u otro caso se tenían resultados satisfactorios.
Del centro de la región hacia el sur, la presencia del párroco de
Apo, Michoacán, presbítero Lorenzo Salazar, tuvo una trascenden­
cia superior a la de cualquier otra persona. Se le atribuían actos
milagrosos y se le reconocía el poder de lograr lo que llegara a
proponerse. Organizaba funciones en Apo a las que acudían feli­
greses de la región. Las misiones y sermones aún se recuerdan, las
disciplinas (instrumentos para azotar), usadas en los ejercicios
espirituales, todavía se conservan en varios hogares.
Los rancheros acudían al sacerdote cuando el temporal era
escaso, cuando las plagas atacaban sus cultivos o las enfermedades
se cebaban en sus ganados. El sacerdote recorría entonces toda la
región, haciéndose acompañar siempre de una banda de música y
de varios ayudantes, predicaba y profería exorcismos. Emprendía
colectas para realizar obras costosas: construir templos, sobre todo.
Reafirmó la costumbre de rezar todos los días el rosario de 15
misterios a la Santísima Virgen, devoción que -según les inculcó-
libraría de todo mal a quienes la tuvieran.
Al padre de Apo -como lo llamaban allá- se le atribuye el hecho
de haber detenido en la frontera de la región, la matanza de ganado
extendida (alrededor de 1948) por los rumores de la fiebre aftosa.
Cuentan los ganaderos que, gracias a la milagrosa intervención de
él, los matadores de ganado fueron devueltos de Petacala, Jalisco,
límite oriente de la región.
Al enterarse los rancheros que por orden del gobierno venían
matando todo el ganado, acudieron con el sacerdote, pues pese a
que no era un problema de su jurisdicción, la gente de esta región
ya tenía gran confianza en los prodigios del cura. Su intervención
fue inmediata, como cuando se le pedía interceder ante la Virgen

137
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

para que hubiese buen temporal, con resultados igualmente efecti­


vos.
A cada ganadero le pidió, a cambio de su intercesión, un novillo
para continuar las obras iniciadas en su parroquia. Estos conocedo­
res de su poder, no dudaron en prometerlo. Acto seguido y vencien­
do todos los obstáculos (entre otros tenía que cruzar el río Itzícuaro
nadando) se trasladó a Petacala, lugar en donde ya estaban los
federales para cumplir a la mañana siguiente su encomienda. Reu­
nió a todas las personas del rancho para rezar un rosario de quince
misterios y distribuyó entre los presentes, incluyendo a los federa­
les, un rosario de Santa Marta. Después dio la orden de dormir
diciendo que tanto a él como a los federales les esperaba un día de
gran trabajo en el cumplimiento de sus deberes repectivos.
A primera hora del día siguiente da comienzo la celebración de
la misa; antes de terminarse llega un jinete, habla con el grupo de
matadores, y sin decir palabra se alejan y no vuelven a saber nada
de ellos. Ahí paró la muerte de ganado. Días después recorrieron la
región vaqueros enviados por el sacerdote recogiendo a cada gana­
dero el novillo prometido. 2
Otros rancheros atribuyeron a las cruces de sal del padre
Ignacio, entonces párroco de Cotija, el milagro de salvar el ganado
de la región del “rifle sanitario” utilizado contra la fiebre. La otra
versión al respecto es en tomo al general Lázaro Cárdenas que para
entonces ya se encontraba en Tierra Caliente de Michoacán, desde
donde mandó poner un cinturón sanitario en la entrada del munici­
pio de Peribán.8283
Los ganaderos de entonces coinciden en que la fiebre aftosa era
sólo un cuento del gobierno, un pretexto para matarles su ganado.
Se generalizó el rumor de que, adelante del grupo de matadores,
entraban individuos echando sosa en los potreros; esta provocaba

82. Narración del señor Leobardo Barragán. La M esa, M ichoacán, 5 de octubre


de 1984.
83. Información dada por ei señor Cecilio C hávez a quien le tocó pasar por el
cinturón sanitario y conocer lo que al respecto se decía entonces. Compostela
Nayarit, m ayo de 1985.

138
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

en las pezuñas de los animales una especie de roña y ya los


declaraban infectados.
Por una, otra, todas o ninguna de las anteriores razones, la fiebre
aftosa no llegó a la región, y la ganadería no sufrió menoscabo. Los
rancheros continuaron en sus pesadas tareas en su mundo olvidado
por los progresos ulteriores (de los cuales rescataron y adaptaron
lo que les fue posible); a la zaga de la “modernización” de la época,
pero, dentro de su medio y posibilidades, pasaba la sociedad de
rancheros por el momento cumbre en cuanto a su dinamismo social
y económico.

Quehaceres regionales: trapiches, cultivos,


artesanías, arriería y demás negocios

Al término de la década de los cuarenta aún funcionaban varios


trapiches en diversos puntos de la región. En estos lugares se
cultivaba, junto a los nos y manantiales, pequeñas superficies de
caña que abastecían a los trapiches y los mantenían produciendo
piloncillo, alfeñique, panochas y melado hasta dos meses por año.
Normalmente en los lugares donde se cultivaba caña también
se ponían pequeños regadíos con cultivo de hortalizas y algunos
árboles frutales. Era significativa la producción de mango y pláta­
no; al igual que los excedentes de dulce, maíz y queso, la fruta era
trasladada por los arrieros a los mercados de Cotija, Los Reyes,
Tocumbo y Santa Inés.
El cultivo de chile, jitomate y tabaco llegó a representar una
actividad tan importante como el cultivo del maíz, que fue y sigue
siendo el cultivo básico (y ahora único) en la región. El jitomate y
el chile se llevaban a Los Reyes en la temporada de lluvias; los
viajes eran muy penosos, sin embargo, tenían que hacerlo los
productores dado lo perecedero del producto y la ausencia de
arrieros en esa temporada. El tabaco ya tratado (asoleado y desve­
nado) se vendía en la región y el excedente era llevado a Tacátz-
cuaro principalmente.
El servicio que proporcionaban los arrieros se reforzó en la
región hacia 1950, debido al desplazamiento de sus funciones tras

139
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

C u a d r o N o. 6
T r a p ic h e s q u e f u n c i o n a b a n e n l a r e g ió n

Lugar Número de trapiches Dejó de funcionar

El Agostadero 1 Hacia 1945


El Chicalote 1 Antes de 1920
El Paso 1 Cerca de 1940
El Santuario 1 En 1972
El Limón (puerto) 1 Cerca de 1940
El Limón 1 Cerca de 1950
San José 1 Cerca de 1955
Agua Zarca 3 Hacia 1960
La Lagunilla 1 Hacia 1960
El Palmar 3 Década de los sesenta
La Coruquera 1 Década de los setenta
Cureñas 1 Década de los setenta

Total 16

Nota: Los últimos tres lugares corresponden al municipio de Cotija.

la apertura de caminos hacia la Tierra Caliente.84 Los arrieros no


eran comerciantes; su oficio era transportar en sus bestias los
artículos requeridos por los rancheros: abarrotes, materiales de
construcción y muebles principalmente, por cuyo trabajo cobraban
un flete. Sacaban de la región los excedentes de la producción
mencionada, que muchas veces eran comprados por ellos mismos.
Aparte de sus funciones que podrían llamarse formales, eran los
que difundían los acontecimientos relevantes y novedosos de los
lugares por donde andaban. En los pueblos llegaban a los mesones,
lugar donde les atendían a las bestias de carga durante los días que
permanecieran en el lugar y donde podían también hospedarse.
Generalmente las familias de los arrieros vivían en esos pueblos,

84. Opinión del señor José María M aldonado, último arriero que trabajó en esta
región. L os R eyes, M ichoacán, 8 de diciembre de 1984. Cfr., L. G onzález,
“La Tierra Caliente” en Extremos de México (Homenaje a Cosío Villegas),
M éxico, El C olegio de M éxico, 1971, p. 135.

140
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

por lo que ellos llegaban a sus propias casas, y de aquí iniciaban su


viaje al rancho de destino correspondiente. Dos jomadas necesita­
ban para llegar a los ranchos más apartados de la región, sus viajes
eran lentos y, en promedio, mensuales. Sin embargo el servicio era
continuo, pues eran varios los arrieros que recorrían toda la región.
También acudían varios compradores de ganado recogiendo
los animales bovinos de desecho y novillos así como las numerosas
engordas de puercos que había en estos ranchos. Estos tratantes se
pasaban semanas en las casas de los rancheros, duraban tanto para
realizar la transacción y cerrar el trato, que tenían tiempo de
intercambiar opiniones sobre los temas de mayor interés y actuali­
dad. Si después de todo esto convenían en las condiciones, se iban
para regresar días después con arreadores y sacar los animales a los
poblados más próximos.
Por otra parte, llegaban a la región los vendedores ambulantes:
maritateros, huacaleros y varilleros (buhoneros).
Los maritateros eran comerciantes de la misma región que
recorrían todos los ranchos llevando en dos o tres bestias su
mercancía: cigarros, cerillos, pan, chocolate, golosinas, juguetes y
algunos medicamentos. Vendían su mercancía en la región y com­
praban la producción de huevo y gallinas, así como fruta para
vender en los mercados urbanos de los poblados aledaños.
Hacían los recorridos solos, llegando hasta donde terminaran
de vender su mercancía, generalmente pasaban a los ranchos de
Jalisco. Se alojaban en casas de las personas conocidas -casi todas
lo eran-, que no les cobraban alimentación ni hospedaje. Su reco­
rrido duraba cerca de ocho días, terminaban sus mercancía y
regresaban al pueblo a vender los productos adquiridos en los
ranchos, volvían a surtirse y así sucesivamente.
Los huacaleros eran originarios de la meseta tarasca y algunos
venían del estado de México; recorrían la región en grupos menores
de cuatro, tomando diferentes rutas y cargando en la espalda un
huacal con loza: platos, ollas, cántaros, cazuelas, etcétera, algunas
golosinas (palomitas de maíz reventador) y, en sus últimos viajes,
artículos de plástico para uso doméstico. Llegó a ser común el
trueque, pues también compraban huevos y gallinas. Regularmente

141
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

se quedaban a dormir a la intemperie y ofrecían pagar sus alimentos,


en varias partes se los cobraban y donde quiera los mantenían a
cierta distancia. En sus recorridos duraban un promedio de 20 días,
visitaban la región unas tres veces por año.
Los varilleros por el año de 1950 recorrían la región. Su
característica principal era la venta de mercería (artículos pequeños
y de poco valor como botones, agujas, cintas elásticas, hilo, pañue­
los, pasadores para el pelo, peines, dedales, bastidores para costu­
ras, joyería de fantasía, etcétera). Salían de Los Reyes cargando en
la espalda un bulto (enfardado con varilla) de aproximadamente
cuarenta kilos de baratijas rumbo a la región en donde tenían que
vender toda la mercancía y sólo así regresaban a Los Reyes a volver
a surtir y continuar con su actividad.
Durante este periodo también era frecuente la llegada de indí­
genas de la Meseta Tarasca solicitando novillos para hacer las
labores en su tierra. Los rancheros se los prestaban a cambio de que
se los domaran y castraran, pues ellos los utilizaban después en los
trabajos de la región; los rentaban a medieros locales que en
pequeñas superficies araban la tierra para cultivar su milpa, o bien,
eran rentadas a agricultores de Tierra Caliente que cada temporada
acudían a esta región con ese propósito. Otra utilización de los
bueyes era en los molinos de los trapiches locales.
Esta dinámica económica regional se veía respaldada por fa­
milias dedicadas a hacer algunas artesanías. Con la palma de la
región hacían petates y capotes; del mismo árbol se extraía el angeo
con el que hilvanaban suaderos; del otate hacían canastas, chiqui-
huites y cestos de varios tamaños. Con la madera se fabricaban
puertas de golpe (palo dulce) para los solares de las casas y para los
caminos reales, artesas de parota para las ordeñas, y mesas para las
casas del escaso pino local.
Por último, y no menos importante en la organización regional,
se encontraban en varios ranchos personas que vendían algunos
productos en su propia casa. En los lugares donde había trapiche se
podía comprar piloncillo, alfeñique, melado, panocha prieta y
colorada, caña, fruta (plátanos) y algunas verduras en determinado
tiempo del año.

142
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Las familias de artesanos también vendían sus artículos en sus


casas; además en varios ranchos se podía conseguir miel de abeja,
tabaco y otros productos locales. Era común encontrar en los
ranchos más poblados pequeñas tiendas (zangarros) que vendían
variados productos: cigarros, alcohol, azúcar, arroz, frijol, choco­
late, dulces, galletas, algunos medicamentos de patente, etcétera.
Estos pequeños establecimientos resolvían en buena medida las
necesidades prioritarias de los habitantes de la región que, aunque
siempre han tenido la precaución de proveerse de víveres cuando
salen a los pueblos, en muchos casos podían espaciar sus salidas
debido a que encontraban esa gama de productos locales y otros
llevados por diferentes intermediarios.
En síntesis, al inicio de la década de los sesenta, la región estaba
muy poco aislada. La información y las ideas circulaban sin mayo­
res problemas con los comerciantes, curas, monjas y los mismos
habitantes. Los productos también fluían dentro, desde y hacia
fuera del espacio regional. Los intercambios permitieron una im­
portante diversificación de la producción, para entonces se puede
hablar de desarrollo regional autónomo: los tejidos económicos son
más densos, la organización del trabajo también lo es, y la economía
regional es más estable.
Hasta aquellas épocas, el auge regional sacaba sus fuerzas del
interior de su espacio. Los cambios sociales y económicos podían
entenderse en el marco definido por su propio contexto. Hasta la
Revolución y La Cristiada enfrentan contrincantes de origen regio­
nal. El “rifle sanitario” es un acontecimiento de origen extrarregio-
nal; sin embargo, los sacrificios y la fe de los habitantes bastan para
que se solucione el problema: simbólicamente se convierte en un
monumento a la cohesión y autonomía regionales.
El impresionante auge que vive la región una vez asentada la
paz social (1940) se evidencia en la alta densidad de población que
alcanzan estas montañas, en la diversificación de las actividades
económicas y en la reaparición de la Iglesia. Esta retoma su impor­
tante papel; es institución mediatizadora, pero también lo es de
cohesión social en el ámbito regional. Hacia ella confluyen las
expectativas: el número de vocaciones ilustra cómo la gente fija sus

143
Est e b a n B a rrag án L ó pez

esperanzas en la Iglesia para cambiar de status social. Pero también


el número de vocaciones deja entender que ésta no se percibe como
una institución ajena (de las ciudades); se siente como algo propio.
Además, la iglesia no interviene sólo en aspectos estrictamente
religiosos: es el cimiento de la organización regional. Ofrece edu­
cación (primero en Santa Inés, después en El Santuario y otros
ranchos de la parroquia), proporciona orientación (en los recorridos
mensuales del sacerdote) y propicia, mediante las fiestas que cele­
bra, una importante relación comunitaria, un buen pretexto a mer­
cados itinerantes.
Por otra parte está el papel fundamental que desempeñan los
comerciantes en la organización económica. Son los agentes dina-
mizadores y multiplicadores de las alternativas económicas. Culti­
vo de maíz, cría y explotación de bovinos y elaboración de queso
son las actividades principales sobre las cuales se asienta la estruc­
tura, pero están reforzadas por un sinnúmero de oficios menores y
producciones complementarias que multiplican las alternativas que
se ofrecen a los habitantes y permiten el mantenimiento de una
numerosa población. Esta diversificación no se hubiera podido dar
sin el apoyo de los comerciantes. Sólo ellos aseguraban la movili­
zación de los productos hacia los mercados urbanos cercanos.
Con el comercio y el sistema de transporte basado en energía
muscular, el territorio regional se ensanchaba. No cabe duda que,
en este periodo de auge, Cotija, Santa Inés, Tocumbo, Tingüindín,
Los Reyes, Peribán y algunos pueblos de la Meseta Tarasca y de
Tierra Caliente forman parte del espacio regional. Las relaciones
con estos pueblos y pequeñas ciudades se intensificaron mediante
el activo intercambio de productos y servicios.
Si para aquellas fechas el auge regional sacaba sus fuerzas de
dentro de su propio espacio, en adelante la suerte de la región
empezará a depender de elementos externos que escapan a su
control.
Hemos visto que a partir de 1940 la región vive un profundo
cambio. Lo mismo sucede con la economía nacional, salvo que
estos cambios siguen una lógica totalmente diferente, contraria.
Nuestra región muestra un notable alivio, pero apenas iniciada la

144
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

década de los años sesenta, se empieza a dar cuenta que éste es “el
alivio de la muerte” porque la lógica del crecimiento extrarregional
la empieza a estrangular. A nivel nacional va surgiendo una nueva
organización de la economía, inseparable de la expansión de un
nuevo sistema de transporte basado en el uso de vehículos de motor,
un nuevo sistema, propio de la estrategia de fomento industrial
adoptada por el Estado. Esta expansión viene a exigir un reordena­
miento del espacio y una revolución en los sistemas de producción
y en los modos de vida, es decir, un cambio también en la sociedad.
Se ve alentado el crecimiento y en función de las mayores concen­
traciones se estructura el nuevo sistema de mercado. En medio de
este reordenamiento, nuestra región queda desordenada, fuera de
lugar y forzada a “ir a la guerra sin fusil”.
Antes de pasar al siguiente periodo de decadencia, veamos el
esplendor del crecimiento, reflejado en el seno de una familia de la
región, así como las formas concretas en que allá se daban y sentían
los acontecimientos.

La familia Barragán Fernández:


continuación de las historias de vida (1945-1970)

Los hijos de Herón se van incorporando a las labores del rancho;


ya están de regreso Leobardo y Celestino que pasaron unos meses
estudiando en Santa Inés, también Amelia -la hermana que estuvo
atendiéndolos allá-, Conrado, el hijo mayor, fracasa en su intento
de ir contratado de bracero a los Estados Unidos y también sigue,
como todos los demás, trabajando para la casa. Unos se dedican a
atender el ganado, otros el cultivo del maíz, chile, jitomate y tabaco.
Su padre sigue haciéndose de tierras. A mediados de la década de
los cuarenta le compra a su hermano Emilio (éste necesitaba dinero
para su segundo matrimonio) el potrero de El Agua Fría en mil
pesos, expandiendo así el potrero que antes había comprado en El
Santuario.
En el rancho de El Santuario estaba instalado un trapiche que
era atendido por Francisco Barragán, sobrino de Herón. En enero
de cada año daba inicio la zafra, que requería de once personas; los

145
Este ba n B a rrag án L ó pez

trabajadores eran familiares que se disputaban el trabajo asalariado,


pues había muy pocas oportunidades de ganar dinero. Estaba en­
tonces recién instalado un molino que Herón llevó de El Puerto de
El Limón, rancho cercano en donde habían dejado la actividad; era
más grande y de mayor capacidad que el que estuvo operando con
anterioridad. En éste ya se alcanzaban a producir arriba de 20
arrobas (1 arroba=11.5 Kgs) diarias de piloncillo, mientras en el
otro apenas se producían 12.
El cultivo de la caña estaba a cargo del mediero Francisco, los
gastos de molienda así como la producción se repartían entre los
dos. Era una industria familiar con gran rotación de peones en los
diferentes puestos. Para entender esta organización se hace un corte
hacia 1943.
En medio de esta organización y actividad familiar, Herón es
sorprendido por una noticia: Elodia, su hija menor, quería que le
permitieran ir a Santa Inés con su padrino Abel que entonces vivía
allá. Su deseo era entrar al Colegio. Como todo ranchero, la opinión
de Herón era que las mujeres no necesitaban estudiar y que para
enseñarse a leer y escribir, podía hacerlo con los hermanos que ya
sabían. En una ocasión que vinieron a una fiesta a Santa Inés con
la familia, Elodia, acompañada de su hermana Amelia, le habló al
señor cura sobre su deseo de estudiar para después ingresar al
convento.
El padre Pedro habló con Herón sobre la vocación de su hija;
ante esta autoridad, él ya no se opuso, trató de desanimar a su hija
aduciendo que no iba a tener padres todo el tiempo, que viviera más
tiempo con ellos. Sin embargo, en cuanto el señor cura le consiguió
un lugar donde vivir, Elodia se dispuso a partir. La madre, por su
parte, aunque con gran pesar, veía en la hija la esperanza de una
religiosa, su ilusión frustrada cuando era joven.
Elodia llegó a Santa Inés en 1944 a la casa de la señorita
Refugio Díaz. Como la primaria no era necesaria para ir al conven­
to, además de tener 14 años de edad, el sacerdote consiguió que le
dieran clases particulares para que después la recibieran en alguna
congregación. Así pasó la primera temporada; después, por motivos
de hospedaje tuvo que quedarse en el colegio con las madres. Ahí,

146
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Cuadro No. 7
Una industria familiar
TRAPICHE DEL SANTUARIO, MICHOACÁN (1943)
Trabajador Actividad Area de trabajo Observaciones

1. Emilio cortador parcela hermano del dueño


2. Rubén cortador parcela mediero del dueño
3. Herón moledor molino dueño
4. Jacinto bagacero molino hijo del dueño
5. Leonardo arreador molino sobrino del dueño
6. José María tachero caldera sobrino del dueño
7. Leobardo ayudante caldera hijo del dueño
8. Jesús moldeador caldera cuñado del mediero
9. Agustín atizador caldera mediero del dueño
10. Abel leñero el cerro primo del dueño
11. Conrado arriero parcela/molino hijo del dueño

Fuente: Información proporcionada por el señor Leobardo Barragán Fernández. La AJberca,


Michoacán, julio de 1985.

el excesivo trabajo doméstico, la falta de tiempo para estudiar y las


incomodidades de dormir hasta en el baño, fueron algunos de los
motivos que la hicieron regresar a su casa.
Al enterarse el señor cura de la situación, consiguió que la
recibieran en otra casa, mientras buscaban o decidían la congrega­
ción a la que se incorporaría. Mientras tanto y nuevamente en Santa
Inés, ella se informó de las distintas congregaciones que había y su
interés se inclinaba hacia la vida contemplativa.
En una visita que hizo el padre Pedro al convento de Zamora,
la superiora le pidió algunas vocaciones (señoritas con vocación
religiosa). Había oportunidad de ir con las adoratrices a México o
con las capuchinas a Zamora. Elodia ya tenía referencias de esta
última congregación por la hermana del padre Pedro que era
capuchina, por lo que decidió irse a Zamora.
Empezaron a cambiar las cosas; fue muy bien recibida, pues el
padre Celestino Fernández (acreedor de su padre) era “confesor de
la comunidad” y él la presentó como pariente.
Llegó de “aspirante” en 1946 y, unos meses después, pasó al

147
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

“postulantado”. En 1947 ya era “novicia” y, un año más tarde,


profesó: votos temporales de pobreza, castidad y obediencia (ahora
llamados consejos evangélicos) y para el 16 de abril de 1951 hizo
la profesión perpetua. Desde entonces se llamaría María Magdale­
na, el cambio de nombre era el símbolo de “morir a la vida” en la
que llevaba el nombre de Elodia.85
Otros dos hijos de Herón, Celestino y Jacinto, fueron a finales
de la década a Estados Unidos. Jacinto estuvo yendo durante cinco
años. La carga de trabajo estaba dividida entre los hermanos que
quedaban, ayudados por algunos conocidos que concurrían a esta
casa, quedándose largos periodos sin ningún compromiso formal
de trabajo. Eran jóvenes, hijos de parientes y medieros, que se
acomedían en sus temporadas de ocio a las múltiples labores de este
rancho. En el caso de las trabajadoras domésticas, más bien consi­
deradas como “hijas de familia”, se trataba de ahijadas, parientes o
muchachas conocidas de la familia que acudían temporalmente a
aprender algunos oficios -coser, bordar, cocinar, etcétera- o en
auxilio de la familia en el trabajo doméstico, por problemas en su
familia o en busca de refugio porque en su casa no era lugar seguro
cuando se las quería robar el novio, y “de esta casa salían para
casarse por las buenas y por la Iglesia o no salían”.
También trabajaban varios medieros en los terrenos del “pa­
triarca”; en todos sus potreros tenía “vecinos” que en tiempos más
cargados de trabajo empleaba como peones o jornaleros, la mayoría
eran sus parientes.
Es el año de 1950, Herón tiene alrededor de 56 años, una familia
de solteros, seis hombres y tres mujeres, que van de los 12 a los 30
años, en intervalos de edades de dos años. Un hijo se halla en
Estados Unidos y una hija en el convento, los demás están despa­
rramados en sus propiedades; entre semana en sus diferentes acti­
vidades y se reúnen el domingo para hacer las “vueltas de la casa”:
acarrear leña, reparar herramientas de trabajo y viviendas; así como
para cambiarse “la muda de ropa” que les tocaría usar la siguiente
semana.

85. Sor María M agdalena, Zamora M ichoacán, 18 de noviembre de 1985.

148
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Algunos sábados o domingos por la noche se reunían en casa


los hermanos, parientes o ayudantes para organizar sus alegres
fiestas. Algunos eran aficionados a la música y tenían unos cuantos
instrumentos: violines, guitarra y guitarrón, que hacían sonar hasta
que llegaba el momento en que habían de partir para estar el lunes
en sus diferentes actividades. Al concluir el periodo de ordeña
volvían todos a La Alberca para continuar, en equipo, los intermi­
nables trabajos del rancho.
Sus salidas favoritas eran a cualquier lugar donde pudieran
ganar indulgencias, principalmente a Apo a los ejercicios espiritua­
les del admirado padre Lorenzo Salazar o a los canta-misa en Santa
Inés; menos frecuentes eran las idas a las ferias de Cotija y de Los
Reyes pues “no había dinero para desperdiciar”. La convivencia
más estrecha se daba en el interior de la región: los viernes primeros
y las funciones anuales en El Santuario, las lucidas bodas de
familiares, las alegres matanzas de puerco, los calurosos “abrazos”
entre compradres y los broncos herraderos. Todos estos aconteci­
mientos eran ocasiones de diversión y convivencia sin igual.
En 1950 el primero de los hijos que se casa es Leobardo, que
no era el primogénito. Desposa a una de las mujeres que estaban en
la casa como “hijas de familia”. Construyen su vivienda a 100
metros de la paterna y, aunque Leobardo sigue trabajando en
coordinación con la familia y desmontando en tierras del padre,
empieza a manejarse separadamente en su actividad económica.
Siembra maíz y engorda puercos, además atiende ocho cabezas de
ganado de su propiedad.
En ese mismo año, Herón compra el potrero de Los Desmontes
y El Escobillal a Aniceto Barragán en $ 22 000.00, terrenos colin­
dantes a su vasta superficie. En este caso a Leobardo, el hijo casado,
se le pide una parte para dicho pago, pues todos seguirían agostando
sus animales juntos y considerando el rancho del padre como una
sola unidad de producción.
Al año siguiente se casa Conrado, el mayor de los hombres (32
años). Su esposa es originaria de La Fila, Jalisco (rancho El Chan-
gungo). Construye también su casa junto a la paterna, y se dedica
a sembrar maíz y a atender los animales propios. Se empieza a

149
Este ba n B a rra g á n L ó pez

administrar a su criterio, pues, igual que sus hermanos, consideraba


que con su padre se trabajaba en exceso y sin mayor beneficio, pues
“se hacía todo fuera de tiempo, no sabía dirigir los trabajos”. Los
años siguientes los hermanos casados estuvieron destinando su bajo
ingreso al pago de los terrenos que seguía adquiriendo su padre.
En agosto de 1951 se dio resolución favorable a las diligencias
de información adperpetuam promovidas por Herón desde media­
dos de la década de los treinta (para suplir título escrito de dominio).
Esta resolución lo declara dueño en virtud de la prescripción
positiva consumada en su favor, por lo que se dicta la orden de que
se inscriban a su nombre los predios impugnados ubicados en el
Potrero de Herrera, del municipio de Tocumbo. La descripción de
estos terrenos ofrecen el mejor resumen del conjunto de predios que
Herón tenía en posesión desde 1930. Sus medidas y linderos,
superficies y colindancias evidencian, por una parte, las impreci­
siones catastrales, y por la otra, el dominio que tenían estas familias
sobre el territorio (obsérvese que la mayoría de los colindantes eran
parientes del dueño).I.

I. Predio Rústico denominado El Agostadero, el que tiene una


extensión aproximada de 300 hectáreas de terreno pastal cerril
y de siembra. Linda al oriente: con los herederos de Vicente
Valencia, ceja de risco a pegar al risco de la Martinica;
poniente con propiedad de Luis Valencia (sobrino), Darío
Barragán (primo) e Ignacio Barragán Reyes (tío), al norte, con
propiedad de Ignacio y Aniceto Barragán Reyes y Anita
Barragán, al sur, con propiedad de Enrique Ochoa, sigue ceja
de las murallas dividiendo las cejas con los Mendoza y río del
Agostadero.
II. Predio Rústico denominado El Santuario que tiene una exten­
sión aproximada de 200 hectáreas de terreno pastal cerril y de
siembra. Linda al oriente con propiedad de Aniceto Barragán
(se trata de Los Desmontes, potrero que Herón ya había
comprado), al poniente con propiedad de Emilio Barragán
(hermano), al norte con propiedad de Camilo Barragán (tío),
al sur con propiedad de Ignacio Barragán Reyes (tío).

150
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

III. Predio Rústico denominado El Sauz que tiene una extensión


aproximada de 38 hectáreas de terreno, conociéndose también
con los nombres de “El Puerto de la Alazana”, “La Mesa de
la Muralla” y “El Puerto de la Fragua”. (Este predio era, en
realidad, mayor que los anteriores; se omiten sus linderos pues
su descripción resulta demasiado prolija).
Este último predio se inscribía a nombre de Pantaleón Gonzá­
lez, y en el caso de los dos primeros se confirmaba la inscripción a
nombre del promovedor.86
Herón todavía hace otras tres compras con la ayuda de sus hijos:
en 1955 compra El Palmar a los Lucatero en $ 40 000.00; en 1965
compra en Los Desmontes un pequeño predio, ya circunscrito por
sus propiedades, a Eleazar Gutiérrez y socios, en $ 15 000.00; y tres
años después compra en $ 25 000.00 (a medias con el hijo mayor)
el potrero de La Falda que también había quedado semiestrangula-
do por sus potreros y que había pertenecido con anterioridad a su
tío Camilo Barragán.
De estos predios hace algunas ventas: en 1952 por fin se registra
la que hizo alrededor de 1930 a Ignacio Barragán Reyes de la
fracción en El Sauz, y en 1954 se registra la baja del potrero del
Agostadero o Joyita (el que heredó de la madre) por venta que hace
a su prima hermana Aurora Barragán Barragán87 (ver mapa 5).
En esta década de los años cincuenta es cuando se desgrana la
mazorca familiar. Aparte de Leobardo y Conrado ya mencionados,
se casaron Gerardo, Carlos y Amelia. Esta última se fue a vivir a
Los Desmontes; la familia de su esposo eran medieros de su padre,
dos años después queda inválido Agustín (el esposo de Amelia) a
consecuencia de un balazo; se establecieron entonces en La Alber-
ca. Gerardo y Carlos se fueron a vivir al rancho del Santuario, de
allá eran las esposas, hermanas entre sí y sobrinas en segundo grado
de ellos (véase esquema genealógico 4). Como era costumbre, se
dedicaron a sembrar maíz en terrenos del padre, sin darle parte de
la cosecha.

86. Archivo de la Receptoría de Rentas de Tocum bo, M ichoacán, avisos nota­


riales de 1951, comprobante 110.

151
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

Gerardo se empezó a encargar del regadío en el que cultivaban


caña, plátano, mango y hortaliza (jitomate, chiles, repollo). Quedó
al mando del trapiche que sostuvo (con pérdidas en los últimos
años) hasta 1972.
Así empieza a abrirse paso la quinta generación (los hijos de
Herón). Su arribo al escenario de las decisiones es muy dependiente
aún de lo que dice el padre. En un ambiente de coordinación y
conveniencia empiezan a distribuirse en las propiedades del padre
los hijos que se van casando. Sus matrimonios, aunque alteran -por
la salida de la casa- la organización familiar, no representan ma­
yores cambios en la conducción del rancho; todos siguen manco­
munados desde sus diferentes localidades, lo que facilita el control
de los medieros y el aprovechamiento de la vasta superficie.
Mientras tanto, Herón se dedicaba a recorrer sus extensas
propiedades; eran cabalgatas diarias y de todo el día para alcanzar
a ver y atender todo el ganado herrado con una cruz. Seguía
haciendo planes para comprar -y pagar- más terreno, multiplicar
y mejorar el ganado -introdujo en ese tiempo ganado cruzado de
cebú- y hacer florecer sus fragosos ranchos.
Los domingos pasaba a las casas de los hijos casados que vivían
en el mismo lugar (La Alberca) a tratar asuntos relacionados con
compras, pagos y atención de ranchos; así como a avisar de cambios
de ganado de un predio a otro, de cosechas, reparaciones de cercas,
caminos, puertas, jagüeyes u otros de las múltiples actividades que
exigían la colaboración de todos.
En esta dinámica se inicia la década de los años sesenta, misma
que continúa a un ritmo de trabajo sostenido. Los hijos solteros se
casan (excepto la mayor que nunca lo hizo y la religiosa que seguía
en Zamora). Jacinto contrae matrimonio con Eulalia, la maestra que
por varias temporadas estuviera dando clase en El Santuario y en
La Alberca; era hermana de las esposas de sus dos hermanos que
vivían en El Santuario (véase genealogía anterior). Se establece en
Los Desmontes a “vivir de sus rentas”, fruto de sus cinco años de
bracero en Estados Unidos. Celestino se casa con una vecina del
rancho del Picacho, y se queda al lado de la casa paterna, en La
Alberca, donde continua sembrando enormes superficies de maíz.

152
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

Conrado, el hijo mayor, lucha por lograr mayor autonomía.


Cuando Herón compra el potrero en Los Desmontes (1965) y pide
las partes correspondientes a cada hijo, a Conrado le parece la suya
muy desproporcionada, por lo que de mala gana coopera haciendo
la advertencia que es la última compra que hace en mancomún. En
1968, cuando Herón le consulta respecto a otro predio que les
venden, deciden comprarlo únicamente entre los dos. Conrado se
va independizando con este terreno y el de La Alazana -cada vez
participa y usufructúa menos los otros predios-, registra un fierro
para herrar su ganado y organiza con la familia propia la explota­
ción de ese rancho. Así se separa de la familia paterna únicamente
en la actividad económica, pues para cualquier decisión sigue
acudiendo con el padre y hasta con los hermanos para saber su
opinión.
Leobardo toma a medias la ordeña de su padre -incluyendo las
vacas de los hermanos que seguían en mancomún-, deja de sembrar
y cada temporada de lluvias se muda con su familia -igual que
Conrado- al rancho de ordeña La Mesa, como lo hacía anterior­
mente Herón.
Ya para diciembre, después de vendida la producción de queso
y levantada por los arrieros, regresaban los ordeñadores a La
Alberca y contrataban una maestra (pariente del Santuario, de las
que habían estudiado en el Colegio de Santa Inés algunas tempora­
das), para que enseñaran a leer y escribir -sobre todo la Historia
Sagrada- a sus hijos y a los de los vecinos. Los dos hijos mayores
de estas dos familias acuden, durante dos temporadas, a escuelas
oficiales localizadas en rancherías donde tenían parientes. Los de
Leobardo (Galindo y Amoldo) se van a Las Lomas, Jalisco, con el
tío Benjamín Chávez, y los de Conrado (Adán y David) a Las Pilas,
Jalisco, con la familia de su madre. Después de estas dos tempora­
das regresan -la enseñanza en esas escuelas llegaba sólo a cuarto
grado- y se van integrando al trabajo de sus respectivas familias.
Así llega el final de la década y el inicio del incipiente despegue
en la autonomía de los hijos de Herón. Ya empezaba a notarse la
naciente reorganización del territorio, dictada por el lugar que cada
hijo ocupaba dentro de las propiedades del padre, así como por la

153
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

ESQUEMA 4
ALIANZAS MATRI-PATRI... MONIALES

No. DE GENERACIÓN

DESCENDIENTES DE MEDIERO CON POCA TIERRA DESCENDIENTES


TERRATENIENTE

ESTRATOS SOCIALES
Referencia esquema 3 anterior
Corresponden a la generación no. 5 Terrateniente/G an adero /& . Mediero con poca tierra

* Emigra A Terrateniente/Agricultor A Mediero sin tiena


A Administrador de rancho

154 155
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

ESQUEMA 4
ESPOSA(0)
57 Gerardo Barragán 72 Rafaela Barragán
86 Emilio 87 Isabel Alvarez
82 Guadalupe Barragán
85 Herón 150 Feliciana Fernández
182 Erasmo 183 ?
184 ?
185 Jovita
190 Francisco 191 Anita ?
192 Alfonso 193 Luisa Mendoza?
194 José María 195 María Fernández
197 Margarita 198 Gerónimo Medina
196 Jesús Barragán
199 Maclovia (soltera)
200 Conrado 201 Amalia Valencia
203 Amelia 202 Agustín Alejándrez
204 Leobardo 205 Verónica López
206 Jacinto 225 Eulalia
207 Celestino 208 Amalia Alvarez
209 Elodia (religiosa)
210 Gerardo 224 Gerónima
211 Carlos 223 Eloisa
213 María 212 Cristóbal Valencia
215 María Dolores 214 Celerino Valencia?
216 Erasmo 217 Elivier Barragán?
218 Gerónimo 219 María
220 Jesús 221 María Elena
223 María del Carmen 226 Galdino
227 Amoldo 230 Guillermina
228 María Estela 229 Roberto
231 Raúl
232 Rogelio 235 Anita
233 Guadalupe 234 Joaquín

156
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

tendencia o especialización que cada uno venía prefiriendo: unos


más agricultores, otros más ganaderos, pero nada diferente a estas
dos actividades rurales propias de la región.
Para 1970 Herón contaba cerca de 80 años, y corrían rumores
sobre el reparto de la herencia. Más que por deseo de hacerlo en
vida, se veía la conveniencia de escriturar a diferentes nombres las
aproximadamente 700 hectáreas de terreno de agostadero, cerril y
eriazo que se registraban a su nombre, pues apenas se acercaba la
reforma agraria a la región y estos rumores creaban mucha descon­
fianza. La afectación de tierra a los herederos del tío Camilo en
Jalisco, muy cerca de las de Herón, aceleraron la decisión.
La manera en que se efectuó la redistribución de tierra y el
improvisado rumbo que tomaron los acontecimientos, mismos que
coinciden con el cambio generacional, ilustran lo insostenible de
una estructura socioeconómica en el seno de una típica familia
ranchera, como veremos en el capítulo siguiente.

157
5. Deterioro regional (1965-1985)

Una mirada desde más arriba de la sierra

Al margen de la inversión pública federal, estatal y municipal, ajena


a las transformaciones espaciales de la época, y fuera de la marcha
nacional, la región había logrado mantener hasta 1960 una impor­
tante dinámica económica y una población relativamente elevada.
Sin embargo, a mediados de los sesenta estaba llegando al fin de su
mejor momento histórico. Algunos de los vínculos que sostenían
su organización empezaron a quebrarse y, con esto, a debilitar a los
que iban quedando. Al no surgir ningún apalancamiento, la estruc­
tura regional entra en crisis.
Mientras que a las zonas limítrofes de la región les fueron
llegando las modernas vías de comunicación (la carretera Los
Reyes-Zamora y su entronque con Cotija se asfaltan hacia 1960;
para entonces también están en servicio las carreteras Jiquilpan-
Manzanillo -iniciada desde los cuarenta-, así como la que termina
la incomunicación entre Tierra Caliente y Tierra Fría; la red de
terracerías en la zona limítrofe de la región también es ya impor­
tante) y los medios de transporte que, junto con algunos servicios
y apoyos institucionales le iban permitiendo mejores expectativas
de progreso, diversas circunstancias le empiezan a negar al área de
Potrero de Herrera las posibilidades de seguir en la competencia.
Lejos de ser apoyada institucionalmente, poco a poco desaparecen
los estímulos externos que recibía y que la vinculaban con la
sociedad mayor: la arriería, las relaciones comerciales de productos

159
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

y de servicios con grupos extrarregionales, las escuelas, el gobier­


no, la Iglesia. Por otra parte -y como consecuencia de lo anterior-
se acentúa la expulsión de población y con ella, importantes capi­
tales hacia regiones con mayores expectativas de bienestar y hacia
actividades más dinámicas o prometedoras.

La emigración y sus modalidades

La atracción que ejercía la dinámica extrarregional sumada a la


inmovilidad interna empezó a despertar la curiosidad, el interés o
la necesidad de muchos habitantes de la región por probar suerte
fuera de ella. Además, hay que recordar que la movilidad geográ­
fica es una característica inveterada del grupo ranchero. Aliados
con familiares conocidos que vivían fuera, empezaron a desfilar:
algunos en busca de mejorar sus condiciones de vida, otros por no
encontrar mejor alternativa a su ya entonces tirante situación, y
otros más huyendo de conflictos o encontrando en ellos un pretexto
del que anteriormente no hubieran echado mano.
Es evidente que la emigración tiene raíces tan profundas como
abundantes y complejas, sus causas no pueden remitirse a hechos
separados. Sin embargo, pueden enunciarse las directrices princi­
pales en este caso:

a) Mejorar las condiciones de vida

Es el caso de aquellos que teniendo poco -o teniendo mucho


quieren m ás- y con la motivación o el apoyo de algún familiar o
conocido de confianza, deciden salir de los cerros y barrancas para
establecerse más cerca de la posibilidad de mejores empleos o en
negocios más rentables, así como para acercarse a los servicios del
medio urbano. Los que emigran por estas razones son los que van
a Estados Unidos (braceros), a las ciudades grandes (paleteros) o,
por lo menos, a lugares lejanos.

160
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

b) Unica opción viable

Emigrar es la única salida cuando las condiciones de vida y de


trabajo en el lugar de origen se vuelven insostenibles. Esto ocurrió
en los casos de medieros a quienes ya sus posibles patrones no
estuvieron dispuestos, por diversas razones, a pasarles trabajo
(tierra para sembrar). En la década de los sesenta se volvió un
efectivo mecanismo de expulsión -y selección usado por los terra­
tenientes (aunque atenuado por las relaciones de parentesco entre
éstos y los medieros) cuando la población de medieros aumentó
más de lo requerido. Sobraban éstos porque escaseaban las super­
ficies con monte. En este apartado también se incluye a las personas
que por la edad, una enfermedad o cualquier otra incapacidad para
trabajar o atender sus bienes, se ven obligados a venderlos y salir a
donde puedan trabajar o recibir las atenciones necesarias en sus
enfermedades o en sus últimos días. Este contingente migratorio
generalmente se ha dirigido a los poblados de la periferia regional.

c) Las riñas

La causa inmediata (reflejo de problemas más profundos) y antigua


por la que los rancheros han dejado su región son las riñas. Es muy
común que en los disgustos, rápidamente se pasa de las palabras
-pocas y ofensivas- a las obras y “a falta de leyes se recurra a las
muelles”, esto es, a las pistolas. Esta manera de resolver problemas
ha provocado la salida -en el mejor de los casos- de muchos
habitantes. Cuando sólo se tienen conflictos, algunos optan por
salirse para evitar desgracias personales y familiares, en este caso
sale una sola familia; pero cuando ya hubo uno o más muertos, fruto
de combate a balazos o de asesinato, por lo menos parten las dos
familias rivales: una huyendo del peligro de venganza y la otra
huyendo del recuerdo o de la posibilidad de seguir perdiendo
miembros. Esta emigración normalmente es precipitada, perma­
nente, a lugares diversos e, inicialmente, secretos.
Un aspecto relevante de la emigración es que se da, en la
mayoría de los casos, a nivel de familias y no de individuos solos.

161
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

La integración familiar difícilmente, permite la ausencia definitiva


de alguno de sus miembros. Más aún, la emigración de una familia
frecuentemente provoca una emigración en cadena; un proceso en
el que salen varias familias ligadas a la que primero emigra, para
continuar cerca, y aliadas en sus actividades económicas y hasta
para seguir reproduciendo su esquema de vida acostumbrado:
fervor religioso, matrimonios entre parientes, fiestas, correspon­
dencia de visitas y de favores, etcétera.
En los últimos 20 años se ha dado un proceso de emigración
sin paralelo en la historia regional. El caso de la población de los
ranchos del Municipio de Tocumbo (Potrero de Herrera) localiza­
dos en el centro de nuestro campo de estudio ofrece un revelador
testimonio: de 113 familias que sumaban 641 habitantes dispersos
en 31 ranchos en 1960, hubo una emigración neta de 165 indivi­
duos; un descenso en términos absolutos del 26% para 1983. Sólo
se encontraron entonces en los mismos ranchos 82 familias, suman­
do apenas 476 habitantes (véase cuadro 13, en anexos). Estas cifras
revelan la significativa corriente migratoria de los ranchos al medio
urbano; corriente motivada por alguna de las causas internas pero
sobre todo por la dinámica exírarregional, pues los conflictos
internos no son más numerosos ahora que hace 20 años.
Para tener una imagen global de la evolución de la población e
ilustrar la del fenómeno migratorio, veamos la genealogía seguida
a lo largo de este trabajo. Primero se contempla -tomando los
descendientes de una pareja de la segunda mitad del siglo pasado-
lo que ocurre en la actual generación: los nacidos de 1950 a 1980.
En ésta sobreviven 154 individuos (de 19 familias); el flujo migra­
torio es, hasta ahora, de 71 miembros, lo que equivale a un 47%.
Se resalta el hecho de que muchos de estos individuos dependen
aún de las decisiones de sus padres, situación que retarda -aunque
en algunos casos acelera- la decisión de emigrar.
Remitiéndonos a sus padres (nacidos de 1920 a 1950), encon­
tramos que en esta generación sobreviven 63 (de seis familias) de
los cuales emigraron 44, lo que representa un flujo migratorio de
70%. Cabe hacer notar que a esta generación (actualmente de 35 a
65 años de edad) es a la que le toca enfrentar -junto con sus hijos-

162
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

el período de decadencia, y es en éste (1965-1985) cuando salen de


la región.
Por último remitimos a la generación de los abuelos (nacidos
entre 1890 y 1920) en la cual se consideran nueve individuos que
nacen de una pareja. De ellos emigran tres antes de 1950; un 33%
de emigración en la familia. Esto, aun cuando no pretende y está
lejos de ser una muestra representativa de la población y de la
emigración, nos permite evidenciar un alto índice migratorio. Fe­
nómeno antiguo pero acentuado en los últimos 20 años.
Cabe también señalar las variables principales del fenómeno
según el periodo de que se trata. La emigración a los Estados Unidos
es una constante en los dos períodos -auge y decadencia- y predo­
mina la emigración temporal y por objetivos, es decir, la de aquellos
que van ocasionalmente y por tiempo limitado con el fin de ahorrar
una cantidad de dinero para pagar sus deudas, comprar algunos
bienes, acumular un capital, “darse sus pequeños gustos”, etcétera.
Antes de 1960 -sobre todo en la década de los años cuarenta-
la corriente migratoria que no iba a los Estados Unidos, tomaba el
rumbo de Tierra Caliente de donde se decía entonces que era tan
próspero y tal la abundancia que “amarraban los perros con longa­
nizas”.88 Aunque algunos iban temporalmente a trabajos asalaria­
dos (los desheredados de la región), la mayoría de los migrantes se
establecieron definitivamente allá, y, si bien algunos adquirieron
tierra y ganado, nadie parece haber prosperado mucho por aquel
rumbo.
Ya desde la década de los sesenta, el flujo migratorio reorienta
su rumbo, ahora es al norte de su región. A Cotija, Santa Inés,
Tocumbo y Los Reyes parten “los que ya pedían esquina”: aquellos
en edad de jubilarse. Los de la generación siguiente se desplazan a
ciudades más grandes para establecerse allá como paleteros.
Hay que recordar que, paralelamente a la emigración regional,
durante estas décadas se está dando, a nivel nacional, un rápido -y

88. Expresión del señor Pablo Cauzor que sugiere la idea que prevalecía de que
en la Tierra Caliente de M ichoacán se vivía en la opulencia, por lo que
m uchos de sus paisanos fueron en busca de fortuna.

163
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

desordenado- crecimiento urbano. Entre 1940 y 1980 la población


concentrada en localidades de 10 mil o más habitantes pasa de 22
a 60% (véase gráfica 3). En el caso concreto de 1960 la población
rural (que habita en localidades de menos de 2 500 habitantes)
representa ya menos de la mitad de la población total y para 1980
se acerca a solamente 25% (Censos de Población 1960 y 1980, SPP).
Por otra parte, considerando el comportamiento de los habitan­
tes de esta región aislada, es evidente que la urbanización no se
limita a la expansión de las áreas urbanas. El poder que en éstas se
concentra y los de mensajes elaborados y difundidos por los medios
de comunicación desde las ciudades y en favor de éstas, no pueden
dejar de afectar los modos de vida y despertar aspiraciones entre la
población ranchera de acceder al modelo urbano. Así se va perdien­
do toda identidad regional y se va dando paso a la homogeneización.
A simple vista se percibía la influencia que ya para entonces
(1970) estaba ejerciendo el modelo urbano. Desde hacía más de una
década todas las casas tenían receptor de radio. Por medio de este
contacto, de sus salidas esporádicas a los pueblos, los productos
que les llegaban, etcétera, los comportamientos, los modos de vida,
las esperanzas, iban evolucionando. Ver en algunas de estas casas
lo que es de las ciudades (cemento, mosaico, productos de consu­
mo) es una muestra palpable de las aspiraciones al modo de vida
de la ciudad. Pero, dada la distancia y dificultades para adoptarlo,
degenera en frustaciones que implican presiones en favor de la
emigración.
En cuanto a los que quedan en sus ranchos y a la problemática
que enfrentan, resalta la dificultad de conseguir medieros -a dife­
rencia del inicio de los años sesenta-; este fenómeno pone en
peligro la organización del trabajo: la articulación maíz/ganado.

Ni trapiches, ni arrieros, ni maritateros...


ya ni el señor cura...

A fines de la década de los sesenta, empiezan a llegar artículos que,


a la vez que van provocando nuevos métodos de trabajo y formas
de vida, reducen la utilización y lógicamente la valoración de los

164
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

recursos locales; se acentúa así la dependencia de los centros


urbanos. Los materiales de construcción tradicionales -piedra,
tierra, paja y otros zacates- son reemplazados por el alambre, el
cemento y la lámina principalmente. Hacen su arribo los abonos y
herbicidas cambiando la lógica y encareciendo las prácticas en la
producción agrícola; ésta queda orientada al monocultivo del maíz,
reduciendo de esta manera la producción -al menos conjunta- de
cultivos tradicionales que favorecían la economía y la dieta rural.
Sucede algo similar en las demás actividades; muchas no
resistieron el impacto causado por los progresos ulteriores, acen­
tuado por los precarios sistemas y condiciones en que se realizaban.
A principios de los años setenta, se paraliza la industria del pilon­
cillo; uno a uno van sucumbiendo los trapiches junto con los
regadíos de caña con cultivo de hortalizas y frutales que los carac­
terizaban. Sin duda, no aguantaron el impacto de la pareja de santos
que se les aparecieron: Santa Clara y San Sebastián, dos ingenios
michoacanos que, ayudados por el de Tamazula, Jalisco, truncaron
las expectativas de los trapiches en la región. A diferencia de los
trapiches, los ingenios recibieron todo el apoyo “desde arriba”:
organización del mercado, subsidios, técnicas, etcétera.
Si se cree que los ingenios nc afectaron a los trapiches por no
producir el mismo artículo en la diferenciación de precios de éstos
(azúcar versus piloncillo) es palpable la desventaja que tuvieron
desde entonces los trapiches: un kg de piloncillo valía $ 3.00 en
1970, mientras el azúcar costaba $ 1.40 el kg (Maturana y Restrepo
1970:44). Su incosteabilidad fue en aumento. Baste un botón de
muestra: el trapiche que operaba en El Santuario desde fines del
siglo XIX y que, después de algunos cambios de dueño y de molinos,
llegara a su máxima actividad alrededor de 1950, deja de funcionar
veinte años después. Simplificando los elementos base para la
determinación de la utilidad bruta, se presenta el siguiente análisis
comparativo entre 1940 y 1970 respecto a su rentabilidad. Tomando
los 60 kgs de producción diaria y los 11 jornaleros como constantes,
tenemos, para

165
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

El año de 1940
Ventas $ 9.00 (60 kg a $ 0.15)
Costo $5.50 (11 jornales a $ 0.50)
U tilid a d bruta $3.50 Para financiar cultivos,
costo de venta más
amortizaciones

El año de 1970

Ventas $ 180.00 (60 kg a $ 3.00)


Costo $ 165.00 (11 jornales a $ 15.00)
U tilidad bruta $ 15.00

Considerando la relación utilidad bruta respecto a jornal


(3.50/.05 = 7 para 1940; y 15/15 = 1 para 1970=, resulta que en
1940 la actividad era siete veces más rentable que en 1970. Esta,
más los problemas de mercado (controlado por Azúcar, S. A.) son
razones de peso que derrumban la industria panochera.
A mediados de la década de los años setenta, el proceso de
decadencia parece irreversible. La mermada y dispersa población
pone sus miras fuera de su terruño, la dinámica extrarregional ejerce
una fuerte atracción mientras la situación interna cada año es más
desalentadora. A la vez que las actividades tradicionales reditúan
menos (excepto el queso y el ganado), los maritateros, huacaleros,
arrieros y demás elementos del conjunto dinamizador de la econo­
mía tienen poco a que ir a los ranchos y buscan -y encuentran-
mejores oportunidades en el medio urbano o en su contorno.
Algunos maritateros se establecieron en pequeños poblados
cercanos. Los contados arrieros que aún en 1970 recorrían la región,
se dedican ahora a acarrear postes y planta de caña a las parcelas
del cañaveral del valle de Los Reyes, así como pasturas y productos
agrícolas de los límites de estos poblados; otros se volvieron
comerciantes de queso y semillas con establecimiento fijo en Los
Reyes y Cotija.
Los objetos de artesanía empezaban a perder valor frente a los
artículos externos. El capote se ve desplazado por el hule, los

166
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

petates de palma y las canastas de otate, antes de caer en desuso, se


dejan de fabricar, el escasísimo número de artesanos va sucumbien­
do o saliendo de la región sin dejar suplentes; la nueva generación
reorienta y reduce sus actividades económicas.
Para entonces es claro que la región se encuentra “en un
callejón sin salida”, en un estrechamiento que provenía de afuera y
que obedecía a la lógica definida en las ciudades mayores. Ya se
acusaba el predominio de las grandes metrópolis económicas (Mé­
xico, Guadalajara y Monterrey, mercados concentrados, sedes de
las principales industrias y de los centros de poder de decisión más
influyentes), polos a partir de los cuales se difunde en el conjunto
del territorio nacional la nueva dinámica de cambio. En tomo a estas
metrópolis se estructura el nuevo sistema de mercado que acentúa
los efectos de la división espacial del trabajo y fomenta una fuerte
especialización de la producción agropecuaria. Esta producción se
localizará en áreas bien comunicadas, de fácil acceso para vehículos
de motor, que concentran grandes extensiones planas e irrigadas y
que están muy apoyadas por el Estado.
En cambio, las regiones mal comunicadas, desfavorecidas por
su orografía y que asientan su economía en una precaria producción
-producir poco de mucho-, correr el riesgo de convertirse en
desiertos humanos. Su realidad es completamente ajena e insigni­
ficante frente a la reorganización de la economía nacional. Su
existencia continúa siendo marginal y las nuevas políticas del
centro aceleran el proceso de marginación de estos espacios.
Es obvio que -ya para entonces- el transporte por carretera con
vehículos de motor es el que más conviene. Es más rápido y permite
movilizar volúmenes muchísimo mayores que los sistemas de
transporte tradicionales (carreteras, energía muscular, bultos o
tercios) aunque, desde luego, no tenga el mismo grado de penetra­
ción. No es pues sorprendente que el Estado le haya dado una
prioridad absoluta: inversión pública y subsidios a los combusti­
bles.
El comercio ambulante había podido desempeñar su importan­
te papel porque el sistema de transporte vigente en la región (y su
periferia) lo permitía. Si bien el transporte a lomo de muía o de

167
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

hombres es lento, éste no se veía obstaculizado por el relieve, la


diversidad de productos que se trasladaban, el estado de los caminos
o la disponibilidad de volúmenes mínimos de carga. Pero ya enton­
ces éste resultaba obsoleto. En adelante, el sistema de transporte
tuvo que adoptar modalidades específicas: rapidez, capacidad para
trasladar grandes volúmenes entre amplias distancias, especializa-
ción. Modalidades que no correspondían en nada a nuestra región,
e implicaban cambios que no podía adoptar.
En este contexto, ni siquiera es posible esperar un estancamien­
to en la economía regional. Los arrieros y comerciantes tradiciona­
les -cuyo importante papel ya se ha señalado- se ven obligados a
desistir o a convertirse al nuevo sistema de transporte. Los merca­
dos urbanos tradicionales de la región desaparecen para integrarse
en las grandes redes nacionales de comercialización. Las áreas
limítrofes que anteriormente podían considerarse parte del espacio
regional ya se habían transformado. Ahora tienen grandes planta­
ciones azucareras (valle de Los Reyes y parte de La Laguna, junto
a Cotija), aguacateras (Peribán, Tocumbo, Tingüindín), algodone­
ras primero, frutales, hortalizas y granos después (Tierra Caliente).
La región se estrecha y tiene que competir en una posición
sumamente desfavorable con zonas lejanas, especializadas, bien
comunicadas y apoyadas por el Estado. La casi totalidad de las
producciones de apoyo han desaparecido o se han limitado a una
simple función de autoconsumo; privada del elemento cohesiona-
dor y dinamizador que representaba el comercio tradicional, la
región se encuentra condenada a retraerse sobre sí misma. Con el
debilitamiento de sus vínculos con los pequeños centros urbanos
vecinos, sus fronteras se estrechan. Sus tejidos económicos se
aflojan, se empobrece.
El último hilo sostenedor de esta estructura regional se rompe
en 1976. La antigua y arraigada costumbre de la celebración de los
viernes primeros en El Santuario (desde principio de siglo), fomen­
tada por todos los párrocos de Santa Inés, sucesores del padre Pedro
(desde 1943), de pronto se ve bruscamente suspendida. El señor
Obispo necesitaba de los servicios del párroco de Santa Inés, el
presbítero Herminio Hernández Melgarejo, para meter al redil las

168
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

ovejas descarriadas de otra parroquia y, sin mayor miramiento, se


descuida a las almas desperdigadas de ésta. Apenas conocieron al
párroco asignado a Santa Inés, un grupo de fieles del lugar acudió
con el señor Obispo a manifestar su contrariedad. La comisión
pedía al prelado que cambiara su decisión, dada la armonía y
fecunda labor lograda por el sacerdote saliente y tomando como
bandera los apartados ranchos de la parroquia así como la incapa­
cidad del sacerdote asignado para atenderlos. Lejos de aceptar estos
argumentos, el Obispo reiteró su disposición, asegurando que el
sacerdote que les enviaba bien podía desempeñar su misión. 9
El nuevo pastor, justificadamente achacoso por sus enferme­
dades y avanzada edad, luego de hacer sus primeros recorridos
apostólicos por el extremo sur de su parroquia, se declaró incom­
petente para semejante trote ¡y vaya que sí lo es: ocho horas a lomo
de muía! En adelante se ha concretado a aplicar un dicho invertido:
“si yo no voy a la montaña, que la montaña venga a mí”; los
servicios únicamente son ofrecidos en la sede parroquial.
Esta situación, hasta ahora no considerada ni remediada por la
autoridad competente -el obispo de la diócesis de Zamora-, va
echando por los suelos, además de la capilla de El Santuario que en
1972 fuera costosamente remodelada, también la obra espiritual
lograda en varias décadas de sostenido esfuerzo. El cambio de
párroco, en 1987, normalizó la situación. Ahora, con numerosas
interrupciones, poca gente y pocas perspectivas de continuidad, se
siguen celebrando los viernes primeros en El Santuario.
Desde otra perspectiva, este acontecimiento tuvo gran repercu­
sión en la dinámica socioeconómica de estos ranchos. La sin par
oportunidad de reunión, convivencia, distracción, servicios ecle­
siásticos casi a domicilio, difusión e interpretación noticiosa, inter-89

89. “6 de enero de 1976. Sra. Victoria Arteaga de B. dem ás firmantes... ustedes


comprenderán que el quehacer pastoral de toda la D iócesis de Zamora supone
jeraquizar las necesidades y aprovechar las cualidades de los sacerdotes para
servir mejor a los fieles... Gracias a D ios él (párroco que les asignaba) todavía
está en condiciones de atender las rancherías...” J osé Esaúl R obles Jim énez,
O bispo de Zamora. Una respuesta que puede sugerir desconocim iento total
de la parroquia (no de la sede), falta de interés por ésta o una franca ironía.

169
Este ba n B a rrag án L ó pez

cambio de bienes y servicios, orientación en todo tipo de asuntos


que se abordaban con los sacerdotes en sus visitas mensuales, se ve
truncada por la ausencia de éste, dejando en estos habitantes un
vacío que ningún otro evento ha sido capaz de llenar y una sensa­
ción de abandono, decadencia o hasta castigo del cielo (iniciaban
los rumores del cultivo de mariguana en la región, y esto se
consideraba una perversidad).
A fines de los años sesenta, la región seguía desocupándose. El
ausentismo de terratenientes casi se generalizó90 y como no había
quien quisiera trabajar de jornalero, algunos se deshicieron de sus
predios y otros los rentaron hasta por cinco años. La mayor parte
de los predios quedaron en manos de nuevos dueños, de adminis­
tradores y arrendatarios.
La década de los ochenta se inicia en un abandono y descuido
como nadie recordaba por aquellas semiabandonadas localidades.
Los linderos entre propiedades y todas las demás cercas de los
potreros empezaron a agazaparse y amenazaban con desaparecer;
esto a consecuencia del disimulo y nulo interés de los arrendatarios
y administradores. Basta decir que algunos no eran ni de la región
y su interés allá no radicaba en el beneficio que pudieran obtener
de la explotación del rancho, sino de las condiciones de relegación
favorables para sus expectativas de introducir el cultivo de la
mariguana.
Los caminos reales (de herradura), otrora cuidadosamente cha­
poleados y desempedrados, empezaron a confundirse con las vere­
das hechas por el ganado. Los encargados del orden que velaban
por el cumplimiento de estas obligaciones, desde varios años antes
habían salido de sus localidades o despreciado este cargo por
considerarlo desventajoso dado que sólo les acarreaba problemas
y ni siquiera tenían la seguridad de que el ejército les respetara su

90. D e acuerdo al cuadro 9 (ver A nexos) un 30% de los ganaderos son ausentistas.
Sin em bargo, el porcentaje es bastante m ayor debido a que en él no se
incluyen los rancheros cuyas propiedades son atendidas por la misma familia
(hijos), pero en realidad ellos - l o s d u eñ o s- son ausentistas.

170
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

pistola; y los que tomaban el cargo lo hacían sólo por eso: el


prestigio que suponía portar su pistola descubierta en todo lugar.
Por otro lado se supo el riesgo que corrían los encargados del
orden que no denunciaran los plantíos de mariguana ante las
autoridades superiores. Gimo todas las personas, aun las que
reprochaban la actuación de los cultivadores, en un momento dado,
estaban más bien de lado de sus paisanos que de las autoridades.

Oye tú ¿eso de la “mariquita ” será peca ’o?

En medio de esta anarquía y mientras unificaban criterios los


sacerdotes que eran consultados sobre si era o no pecado sembrar
mariguana (“mariquita”, “mata”, “mota”, “hierba”, para despistar)
su cultivo empezó a propagarse en los invitadores escondrijos de
estos aislados cerros y cañadas. Volvieron a verse caras casi olvi­
dadas, y muchas otras nuevas y raras -con barba- comenzaron a
llegar; al parecer, andaban sin oficio ni beneficio. La enigmática
situación se fue aclarando para los lugareños; la oportunidad tocó
a sus puertas sólo que venía acompañada de un alto riesgo frente al
gobierno y una incógnita para su religiosidad.
El riesgo ante las autoridades civiles se antojaba remoto, y en
un dado caso, rehuible o hasta susceptible de desvanecimiento
mediante un mecanismo para nadie nuevo, para todos conocido
aunque no para todos efectivo: el soborno. El asunto con Dios era
el que verdaderamente inquietaba a buen número de rancheros;
algunos acudieron discretamente con sacerdotes en busca de orien­
tación y del permiso, pero las opiniones estaban divididas. Mientras
unos decían que no era pecado, otros no sabían que responder, y
los demás consideraban pecaminosa esa práctica. Aprovechando91

91. Inicialmente el párroco consideró que no era pecado cultivar mariguana.


D esp ués de dos años se retractó y no quiso volver a recibir diezm o de ese
ingreso. El señor Obispo determinó que era grave pecado. La unificación de
criterios clericales tardó, mientras tanto... y pese a... varias plantas crecían y
daban su fruto.

171
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

la confusión y en tanto se aclaraba, muchos cayeron en la tentación


y no todos se volvieron a preocupar por tal aclaración.
Pronto irrumpieron en la quietud de las montañas (Sierra del
Tigre y demás cerros de los municipios de Manuel M. Diéguez,
Jilotlán, en Jalisco; Cotija y Tocumbo en Michoacán), los ruidosos
helicópteros del poder público, y posteriormente empezó a llover
herbicida sobre los hasta entonces ocultos plantíos. No todos acep­
taban la pérdida y en el municipio de Manuel M. Diéguez hubo
quien le disparara a un helicóptero, con lo que se alborotó el
enjambre y se alargaron los desvelos, rumores y preocupaciones
para todos los habitantes de la zona.
Los atrevidos salieron inmediatamente de la región, pero uno
olvidó el rifle en la casa de su padre, motivo suficiente para que la
judicial cargara con el anciano y otros tres que tampoco habían
tenido que ver en ese asunto. Fueron procesados en Guadalajara y
sentenciados de cinco (el que menos) a 12 años de prisión, conclu­
yendo su condena el primero en las Islas Marías.92
También por tierra estuvieron merodeando elementos del ejér­
cito y de la judicial; mucho les servía el avance de los caminos
construidos por los rancheros para, en nombre de combatir el
creciente mal, hacer cuanto estrago podían: allanar y saquear ho­
gares, aterrorizar familias, detener, torturar y hasta dar muerte a
gente inocente.93

92. Entrevista con el señor Esteban Rangel ex-encargado del orden en el rancho
de la Rodillera, M unicipio de Manuel M. D iéguez, Jalisco. El fue uno de los
detenidos y sentenciado a cinco años de prisión; condena que conclu yó en
las Islas Marías en 1980. La M esa, M ichoacán, 28 de agosto de 1982.
93. Cuando efectuaron estas aprehensiones (nota 9 2) y las del rancho de El
Picacho, m unicipio de T ocum bo, saquearon las casas de todos los v ecin os
del lugar y la de aquellos que vivían sobre las brechas que comunican a dichos
ranchos. En el tiroteo suscitado en el Picacho murió una señora, en el rancho
de La Víbora, m unicipio de M anuel M. D iéguez, Jalisco, elem entos del
ejército tomaron venganza contra un ranchero que en un enfrentamiento (en
su casa) había dado muerte a un soldado. Hasta los tres días le fue permitido
a su familia bajarlo (estaba colgado) para darle sepultura. E stos y m uchos
m ás acontecim ientos similares llegan - s i e s que lo h a c e n - distorsionados a
los superiores; obviam ente, todo se resuelve a favor de “la autoridad”.

172
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

No obstante estos acontecimientos y la supuesta vigilancia y


presencia regular de las autoridades en los ranchos, “inexplicable­
mente” había quienes siguieran cultivando y vendiendo mariguana
y haciendo el reparto de utilidades... “como lo establece la ley”.
A inicios de 1985 penetra un grupo de “judicial” al rancho del
Picacho, municipio de Tocumbo, Michoacán en busca de una
presunta carga denunciada precisamente por un comprador insatis­
fecho. Estos, creyendo que tendrían la droga en casa -como aque­
llos habían acordado con el comprador-, llegaron disparando hacia
el interior de la vivienda. En el tiroteo mataron a una señora
(embarazada y madre de otros dos pequeños) e hirieron a uno de
sus hermanos que, junto con la mayoría de los que ahí se encontra­
ban, logró escapar. Al no encontrar el cargamento y al parecer
temerosos de no poder justificar su merodeo en el lugar ni los actos
allí suscitados, cargaron con los que lograron detener y, usando de
escudo a las señoras y a los niños, salieron de la región y se
dirigieron a Uruapan. Adelante de Los Reyes fueron dejando en
libertad, una a una, a las familias de los “formalmente detenidos”
que sin dinero y con niños “de brazos” fueron ingeniando su
regreso. Los reos fueron conducidos a Uruapan pero no fueron
entregados a ningún tribunal.
Días después, acompañados con elementos del ejército volvie­
ron con los reos al lugar de los hechos para rescatar la carga de
droga, pero ésta no se hallaba en el lugar donde los detenidos la
habían escondido. Ante el nuevo fracaso y de regreso a Los Reyes,
detuvieron a otros dos rancheros conocidos de los prisioneros. En
esos mismos días fueron aprehendidos en el Hospital San José
(Zamora), el herido en el tiroteo y su padre que lo acompañaba,
completando nueve “cristianos” de estos ranchos con otro que
detuvieron en Uruapan. Fueron todos -hasta entonces- entregados
al tribunal de aquella ciudad, aprovechando la coyuntura de esos
días en que el gobierno norteamericano presionara el mexicano para
hacer eficiente el control del narcotráfico.
Después de enredada la madeja de acusaciones, entre los que
destacaban siembra, cultivo y tráfico de estupefacientes, disparos
de arma de fuego contra autoridades y el homicidio de la mujer

173
Est e b a n B a rrag án L ó pez

-achacado a los acusados, entre los cuales paradógicamente esta­


ban el padre, dos hermanos y un cuñado de ella- fueron remitidos
al penal de Morelia y sentenciados; la condena mínima fue de siete
años de prisión, los demás alcanzaron nueve, sin que su abogado
-que ya había cobrado fuertes sumas de dinero a los familiares-
pudiera hacer nada, pese a que junto con ellos estaban finalmente
detenidos algunos de los “judiciales” que inicialmente habían ido
por la droga.
Estos acontecimientos y los rumores de que el gobierno traía
en listas a varios rancheros, provoca la retirada de algunos. Otros
se quedaron en su localidad y, aunque desistieron de su empeño en
cultivar el enervante, estuvieron meses fuera de sus hogares en
permanente “estado de guerra”. Esto vino a aumentar la inestabili­
dad de la ya escasa organización regional; pocos seguían sembran­
do maíz y a pocos les interesaba -o no alcanzaban- atender su
ganado. Todo se encareció -por el exceso de circulante dolariza-
do-, repercutiendo sensiblemente en aquellas familias que no sem­
braban mariguana y, sobre todo, en aquellos que por sembrarla no
cultivaron maíz y que el ejército les destruyó sus plantíos, quedando
sin maíz y sin dinero para comprarlo, con el agravante de no tener
tampoco crédito fácil de los vecinos por ser de todos conocida su
indigencia.
Por otra parte se generaron varios disgustos -algunos tan serios
que hasta se recurrió a las armas-, se daban robos, incumplimiento
en las transacciones basadas en la mariguana, supuestas denuncias
ante autoridades, extorsiones, cultivo en terrenos ajenos a escondi­
das del dueño, etcétera, pues ninguna de estas anomalías podía
resolverse públicamente y menos ante tribunales judiciales, por lo
que los conflictos se enconaban aún más.
La inyección de dinero a la región por este concepto se mani­
festó, entre otras cosas, en compra de casas en los pueblos cercanos,
apertura de terracerías a varios ranchos, camionetas, terreno, gana­
do y cuentas bancarias.
El saldo era muy desigual: trágico para algunas familias -como
en la que perdió la vida la señora embarazada, uno de sus hermanos
fue herido y encarcelado, junto con su padre y otro hermano-,

174
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

doloroso para otras -las que tendrán que estar yendo a la cárcel por
varios años para ver a un ser querido-; y la salida del abatimiento
económico para unas pocas. Pero los más beneficiados fueron
aquellos que, sin trabajar y sin arriesgar mucho, cosecharon el fruto
“libre de polvo y paja” sólo por el hecho de “hacerse de la vista
gorda”.
Así llegamos al presente. Subsiste el mismo olvido, la misma
relegación y la ausencia de apoyo oficial; se nota una creciente
desorganización y una falta de capacidad de gestión por parte de
los mermados habitantes de las montañas, con el peso de un
progreso ulterior que cambia las aspiraciones de la población pero
reduce su posibilidad de alcanzarlas. La región está ahora más
aislada que nunca; los productos de la ciudad llegan a altos costos
y a duras penas, los servicios ni llegan. Los productos -salvo queso
y animales que es la especialización- ya no salen. La ciudad se ve
muy cerca y, sin embargo, inalcanzable.
Este aislamiento es un fenómeno histórico, contingente (no
necesario). Sólo lo explica el hecho de que la región no pueda
integrarse en el nuevo sistema nacional de comunicaciones. El
aislamiento es el resultado del desarrollo acelerado del sistema
moderno de comunicaciones fuera del ámbito regional dado en un
contexto (urbanización, industrialización, centralismo) en el cual
las comunicaciones juegan un papel determinante.
Antes de pasar a las consideraciones finales, se retoma la
historia de vida que nos ha servido de hilo conductor. Es el más
reciente paso en el devenir histórico de un linaje de rancheros; paso
que ilustra los mecanismos de transformación social y el precio que
han de pagar los habitantaes de una región aislada al presentarse
ante una sociedad extraña (urbana) en la cual su integración nunca
es cabal.

Reparto de herencia, migraciones e incertidumbre:


continuación de las historias de vida (1970-1985)

Retomando las historias de vida, donde se narra hasta el momento


en que Herón llega al fin de su administración en la extensa

175
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

superficie adquirida, primero con el apoyo de los bienes de su padre


y después con el de los hijos, queda por presentar el rumbo que
toman los acontecimientos en esta familia (y las que de ésta se
derivan) en el periodo 1970-1985.
Sin mucha ceremonia, Herón hizo reunir a sus seis hijos varo­
nes en un lugar céntrinco de sus propiedades. Había fraccionado el
terreno en nueve partes y les dio a conocer los linderos de cada una.
Puso a consideración de los presentes la elección de su parte y cada
uno la fue escogiendo según sus intereses y conveniencia; las tres
partes restantes fueron asignadas a las hijas, de acuerdo con el
criterio del padre. Posteriormente se hizo el trámite de las escrituras
y ya para 1972 el terreno acumulado a lo largo de su vida quedaba
fraccionado en nueve partes, de unas 70 hectáreas cada una, con­
forme al registro catastral.
La distribución legal del terreno no alteró la organización
familiar. Por tres años más se siguió explotando el rancho de la
manera acostumbrada. La división o deslinde se hizo hacia 1975 y
todavía surgieron varias alianzas entre los hermanos para seguir
trabajando mancomunadamente sus bienes, alianzas que aún se
mantienen entre algunos. El deslinde marcó el momento de la
independencia para los hijos de Herón; por entonces el menor
llegaba a los 40 y el mayor a los 60 años de edad.
Así iniciaba la fiel reproducción del modelo familiar paterno,
la nueva generación (nietos de Herón) va integrándose a las activi­
dades agropecuarias de su respectiva familia; Conrado y Leobardo
(los dos mayores) cuentan para entonces con más terreno debido a
compras independientes. Aparece también el mecanismo de regu­
lación interna de la propiedad que impide la pulverización de la
tierra y el latifundio. Cuando todo parecía tan prometedor para cada
uno de los herederos, surgen las dificultades que obligan a reorien­
tar el destino de algunas familias.
Este aspecto se ilustra con el caso de tres de los hermanos que
tuvieron que dejar la región. En 1976 se inicia el éxodo de varias
familias de La Alberca, entre ellas, la de Herón, su fundador. Diez
años antes habían asaltado la casa de Conrado, (y la de otros
encargados del orden) un grupo de bandoleros surgido en la comar-

176
Esquema 5
La redistribución de la tierra

MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS


hombre FAMILIA BARRAGAN FERNANDEZ
M k. Recibe en herencia y compra
C_) mujer
Recibe en herencia y vende y compra 85 Herón 150Feliciana
Recibe en herencia y no vende 199 Maclovia 210 Gerardo
200 Conrado 211 Carlos
r ~ \ Recibe en herencia y compra y vende 203 Amelia
/ \ Recibe en herencia y vende 204 Leobardo

T Emigra
206 Jacinto
207 Celestino
209 Elodia
Mapa 6

178
Acumulación de la tierra 1926-1968
Herón Barragán e Hijos

Esteban B arragán L ópez


Mapa 7
Distribución de la tierra
familia Barragán Fernández (1973)

Má s
allá de los caminos
179
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

ca. Entre otros, habían asesinado a un cuñado de Conrado, con lo


que crecía cada vez más la rivalidad entre estas familias. Alguno
de los numerosos ofendidos sorprendió a los malhechores, matando
a uno de ellos; hecho que éstos asociaron a la familia de Conrado,
naciendo así el afán de venganza.
Se rumoraba una continua amenaza para Conrado y sus hijos.
Lo que reveló la seriedad de los viejos rumores fue el asesinato del
único hijo de la hermana casada -recién viuda entonces- que vivía
en La Alberca. Este llevaba al abuelo al doctor y, antes de llegar a
Los Reyes, fue cobardemente sorprendido por un disparo que
instantáneamente le causó la muerte; contaba apenas 18 años de
edad y era el primer descendiente de Herón que moría asesinado.
Este acontecimiento se debió a que el homicida, como casi no
conocía a los hijos de Conrado y se sabía que era uno de ellos el
que acompañaba al abuelo, confundió a la víctima. El peligro se
hizo patente para la familia, aumentando la zozobra por una ola de
delincuencia que se levantó en la región. Una amenaza latente la
representaban hasta unos parientes avecindados en el propio ran­
cho.
La muerte del cuñado de Conrado, la del sobrino y otros
intentos malogrados de asesinar a uno de sus hijos, aunado al
continuo rumor que en tomo a esto crecía, así como a la insistencia
y disposición de los demás vecinos para dejar juntos el lugar, fueron
razones suficientes para tomar la difícil decisión de salir de su
terruño.
El contingente migratorio, formado por cerca de 30 personas
de seis diferentes familias, dolorosa y cautelosamente deja la región
a inicios del verano de 1976. El destino inmediato de cinco familias
(mejor dicho de una familia extensa) fue Santa Inés, donde Conrado
tenía una casa. De aquí, Celestino se fue a Ixtlán de los Hervores,
Michoacán. Conrado y sus hijos mayores, incluyendo al casado se
trasladaron a la ciudad de México en busca de la parentela que hacía
diez años había salido de El Santuario para establecerse definitiva­
mente en aquel lugar y dedicarse a la industria paletera; destino que
también siguió el sobrino al salir de La Alberca. Todos consiguie­

180
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

ron paletería y se llevaron a sus familias, quedando en Santa Inés


únicamente Herón con su familia (esposa, dos hijas y una nieta).
El rancho y ganado de las tres hermanas que estaban en
mancomún con el de Celestino, fue rentado por cinco años; Conra­
do pasó a medias el suyo a uno de sus medieros. Antes de los dos
años, Conrado se ve en la necesidad de volver con toda su familia
a Santa Inés; las continuas y serias enfermedades estuvieron ha­
ciendo presa de todos ellos, los problemas de adaptación parecían
insuperables y, por si esto fuera poco, las riñas con pandilleros que
molestaban en sus negocios, pasaban de las palabras a las obras;
desde botellazos hasta las armas en su intento de evitar las vejacio­
nes de que eran víctimas. Venden la paletería y la nevería a Galindo,
sobrino que salió con ellos de La Alberca. El hijo casado se queda
otra temporada en su paletería, a éste le iba mejor; pero después de
ser semiestrangulado, golpeado y robado en los pasillos del metro,
se va a unir con su familia a Santa Inés, sin querer -igual que sus
hermanos- saber más de la ciudad de México.
Los cuatro hermanos -hijos de Conrado- empiezan a ir alter­
nativamente a los Estados Unidos pero no caen en la rutina de los
habitantes del pueblo; para 1980 sólo uno sigue yendo -p o r dos
años m ás- “al Norte”; otro se va a Tabasco con unos tíos, allá
trabaja de taxista una temporada, para después probar suerte en
Guadalajara en una paletería del tío Celestino. Los otros dos her­
manos se van de administradores al rancho de su padre.
En el año de 1982 Leobardo, único vecino que había quedado
en La Alberca durante la emigración masiva, compra las fracciones
de sus hermanos Celestino y Maclovia. Un año después vende una
a su hijo Galdino que está de regreso -aunque viviendo en Santa
Inés- luego de haber tenido problemas en el Distrito Federal que lo
llevaron, entre otras cosas, a la quiebra. La evolución de la unidad
de producción de Leobardo muestra muy bien el fenómeno de
autorregulación de la propiedad, que impera en la región, dificul­
tando tanto el minifundio como el latifundio. La evolución de este
rancho -y la de varios más correspondientes a los hermanos de
Leobardo- va reproduciéndose ahora en el mismo sentido que la
evolución del rancho de su padre entre los años 1930-1970. Sólo
Es t e b a n B a r r a g á n L ó p e z

faltaría el último aspecto: la redistribución mediante la herencia


(Cfr. Mapas 5 y 8).
En 1984 se van definiendo los rumbos de estas familias; Celes­
tino ya ha comprado otro rancho a bordo de brecha donde se
establece con su familia. Vendió la paletería de Guadalajara a sus
sobrinos Porfirio -que ya le ayudaba- y Adán -hermano de Porfi­
rio- que desde 1982 dejó de ir al Norte. Los otros hijos de Conrado
que estaban administrando sus bienes deciden entregarlos para irse
a vivir al pueblo; por lo que no queda a éste más alternativa que
vender sus tierras y ganado, transacción que realiza nuevamente
con su sobrino Galdino, que para entonces ya era colindante.
Amelia y Maclovia viven solas en Santa Inés; Herón murió en
1980 y su esposa Feliciana en 1984. Las fracciones de Amelia y de
Elodia (madre capuchina) las tiene rentadas su hermano Carlos;
éste sigue viviendo en El Santuario y recientemente adquirió otro
potrero. Jacinto vive en Los Desmontes y su familia atiende el
rancho heredado. La familia de Gerardo (éste murió en 1979)
permanece en El Santuario, acaban de aumentar su propiedad con
una compra -d e un pequeño terreno- que hacen al tío Carlos.
Leobardo se ha quedado solo en La Alberca, el hijo soltero está
estudiando en la ciudad; los casados se han dispersado. El patrimo­
nio se encuentra -si no menospreciado- difícil de atender.
Por su parte, Conrado se estableció en Santa Inés, pero la mayor
parte de los hijos ya está en Guadalajara.
Este ha sido un bosquejo de la realidad que han enfrentado las
familias de nuestra historia, las modalidades de emigración, los
intentos y descalabros de integración al medio urbano, la resistencia
a abandonar su mundo y sus bienes, las relaciones y alianzas entre
parientes que contrarrestan las dificultades de una vida marginada.
En el aspecto económico, el panorama de los terratenientes es
bastante opaco: los medieros escasean y su disposición para trabajar
de jornaleros es cada vez menor. Aquéllos han tenido que ofrecer
mayores ventajas con el afán de retener o atraer medieros. Las
huertas se han desatendido porque a estos ya no les reditúa su
cultivo, pues desde hace cerca de 15 años vienen resultando incos-
teables.

182
M apa 8
E v o l u c i ó n d e l a u n i d a d d e p r o d u c c i ó n (1970-1985)
Leobardo B arragán Fernández

MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS


LIMITES O CERCAS
_ _ _ _ _ _ De la propiedad 1985
Fracción colindante
------------ De predio adquirido
______ Convencional de
potrero
.............. De predio vendido

I '
EVOLUCION
Compra
1970
1982
r - - - 1 HEREDA
1 ' . ‘ J 1975
rprrrn VENTA
Wmá 1983
(4) y demás números, corresponden a la fracción heredada RESIDENCIA DEL PROPIETARIO
00 por cada hermano según edad (cf. mapa no. 7). # invierno/primavera (secas)
■ Verano/otoño (lluvias)
Fuente: trabajo de campo (1985) sobre Carta topográfica E13B27, CETENAL, SPP.
Est e b a n B a rrag án L ó pez

Hay ganaderos que obligados por conflictos se han ido a vivir


al medio urbano; los administradores, aprovechando la coyuntura,
piden una participación tan alta que aquéllos prefieren dejar sus
bienes semiabandonados. Pero esa situación no puede ser perma­
nente, por lo que tendrán que aceptar las condiciones que exigen
los administradores, pagar lo que cobran los vaqueros y ordeñado­
res (también escasísimos, sobre todo los de confianza) y finalmente
venderles los ranchos.
Por lo que respecta a los medieros y administradores, el pano­
rama económico parece más prometedor que hace dos décadas; está
más cerca la oportunidad de ascenso en la escala socioeconómica
regional. El problema es que también éstos tienen la inquietud y
aspiración de mejorar sus niveles de vida. La región les puede
prometer sólo en parte ese bienestar (condiciones de trabajo más
lucrativas, especialmente si el cultivo es ilícito). Porque el aisla­
miento impide tanto al terrateniente como al mediero cambios
sustanciales en los modos de vida y condiciones de trabajo.
Igual que los terratenientes, los medieros tienen puestas sus
esperanzas en la apertura de caminos, con lo que esperan se les
abran también algunas oportunidades. Con caminos se acortan las
distancias, acercándoles el medio urbano y con él la ilusión -o
sensación- de mayor bienestar.

184
6. Brecha en la tierra
y brecha en las generaciones

Cambios en la zona limítrofe con la apertura de la brecha

En los ranchos que se localizan más cerca del medio urbano así
como en los comunicados por tcrracería, transitable en tiempo seco,
se comienzan a adoptar formas nuevas en las actividades económi­
cas tradicionales.

Ganadería

Dada la emigración de ganaderos al medio urbano y las dificultades


para encontrar quién atienda satisfactoriamente los ranchos, se ha
dejado de ordeñar en varios de éstos. El ganado agosta aquí suelto
durante la temporada de lluvias y en las secas es trasladado a la
frontera norte de la región (La Laguna, municipio de Tocumbo)
donde se tienen o se “rentan” parcelas ejidales. Allí se ordeña el
ganado, y se distribuye la leche diariamente a los pueblos cercanos:
Cotija, Santa Inés, Tocumbo y Los Reyes.
Estas vacas, bien alimentadas durante las dos épocas, a dife­
rencia de las que permanecen en la región, crían un becerro anual­
mente, mientras que aquéllas tienen -en promedio- un parto cada
dos años. Esto significa un aumento en la producción de leche y de
becerros y una disminución en la de queso.
Otra modalidad -aunque más excepcional- está dada por los
ganaderos que ordeñan en la temporada de lluvias y de secas pero

185
E s t f .b a n B a r r a g á n L ó p e z

sin sacar el ganado de la región. En las secas alimentan a las vacas


con pastura de procedencia extrarregional. Normalmente elaboran
queso y los demás derivados de la leche (panela o adobera, jocoque
y requesón), producción llevada periódicamente (en estado aún
fresco) a los centros urbanos. El traslado de pasturas y productos
se hace en camioneta y el abasto de agua -en los casos en que no
hay manantial- es de jagüeyes construidos con máquina; no hay
que olvidar que estas variables del sistema tradicional de explota­
ción corresponde solamente a algunos de los pocos ranchos que
están comunicados por brecha. Para moler el maíz, en los ranchos
incomunicados sigue haciéndose en molinos volteados por muías,
mientras que en los otros se empiezan a utilizar los molinos de
gasolina, los operados con tractor, o, en último caso, está la opción
de llevar a moler el maíz a los pueblos cercanos. Por otro lado, ya
en algunos de estos ranchos se empieza a alimentar a los animales
con punta y bagazo de caña, melaza y otras pasturas de origen
externo.
La mayoría de los dueños de estos ranchos viven -desde antes
de tener camino- en el medio urbano, siendo un administrador,
muchas veces un familiar, el que realiza la actividad. Algunos
acuden a sus ranchos a ordeñar durante la temporada de lluvias
(cada vez menos); otros sólo los visitan esporádicamente.
Así encontramos en todos los ranchos comunicados por terra-
cerías algunas modificaciones (más bien adaptaciones) en los sis­
temas de explotación, alternativas que mitigan la dureza de las
tareas y surgen como condición para poder seguir aprovechando
los ranchos. Sin embargo, es evidente que la ganadería es cada vez
más dependiente del medio urbano y que la atención directa del
dueño es menos frecuente.

Agricultura

En algunos de los ranchos comunicados y más planos se empiezan


a efectuar barbechos con tractor y siembra de forraje para el ganado.
Estas acciones aún no son significativas ni tienen mayores perspec­
tivas en la accidentada región. Los insumos de procedencia urbana

186
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

-abonos, pesticidas, herbicidas- son más utilizados en estos lugares


debido a que el cultivo de una misma superficie se hace más
frecuente y que el traslado de estos productos es más sencillo. Sin
duda que estas modificaciones vuelven menos ingrata la actividad,
pero el primer problema es que no pueden extenderse a toda la
región y el segundo es que la llevan a la dependencia de insumos
extrarregionales que reducen aún más los de por sí estrechos
márgenes de utilidad (si aún existen) en el cultivo del maíz.

Comercio-transporte

A los habitantes de los ranchos comunicados les son trasladadas


sus mercancías desde el pueblo hasta su casa gracias a la camioneta
de algún conocido. Los habitantes de comunidades que siguen sin
camino pagan al dueño de una camioneta para que les acerque los
artículos que compran en los pueblos hasta la punta de la brecha
más próxima (o donde se les facilite más recogerlos); de ahí los
llevan a lomo de muía hasta su casa. El curso inverso siguen cuando
necesitan vender sus productos.
Si bien esto que ocurre en la zona limítrofe demuestra que los
caminos facilitan a los ranchos la dependencia extrarregional,
también demuestra que el no tenerlos no impide la influencia y
dependencia que del medio urbano tienen los habitantes de las
serranías. De ahí que la carencia de caminos a los ranchos, única­
mente vuelve más cruda la necesidad de relación y más negativa la
dependencia que de hecho existe actualmente y que parece irre­
versible.

Los astutos: un freno al avance de los caminos

Después de que los terratenientes cercanos al río Grande lograron


organizarse para construir el puente de Los Mangos o de La Joya
(1977), que permitió otro acceso por terracería a las localidades
inmediatas -ya había uno por el Puente de Iturria (véase mapa 3)
hacia el ejido de Zipoco, Jalisco-, lentamente se ha ido expandiendo
la red de caminos hacia otros ranchos de la región. Los rancheros

187
Est e b a n B a rrag án L ó pez

que han querido -y podido- tener el servicio hasta sus propiedades


hubieron de hacer fuertes desembolsos. Algunos, con propiedades
cercanas entre sí, han logrado organizarse para llevar el camino
dividiendo en partes iguales o proporcionales su costo, otros lo han
hecho solos, sin más que sus propios recursos.
Los propietarios de los ranchos incomunicados esperan que los
dueños vecinos y más próximos a la punta del camino lo hagan
llegar a sus predios y así se los acerquen, para entonces continuarlo
hasta el propio.
Pero se ha dado el caso frecuentemente de que el que tiene un
predio intermedio entre la punta de la brecha y los ranchos siguien­
tes, cuyos dueños han manifestado entusiasmo por tenerla y tam­
bién -o se les atribuyen- posibilidades económicas, no haga nada
y, argumentando que no la necesita ni desea, quede en espera de
que los otros se desesperen y la construyan hasta sus ranchos,
comunicando gratuitamente el suyo.
Los ranchos más apartados, cuyos dueños no han estado dis­
puestos a caer en esta treta, o que no han tenido el suficiente dinero,
siguen incomunicados. Este especulativo proceder de algunos,
aunado a los altos costos que presenta construir un camino,94 ha
retardado el avance vial.
Por otra parte, intentos malogrados han sido las gestiones de
apoyo gubernamental para la apertura de caminos, construcción de
jagüeyes y para otros aspectos tendientes a impulsar la integración
y el desarrollo de la región.95 Dada la pobreza económica y de

94. En la primavera de 1983 por una máquina (de particular) se cobraba


$ 2,500.00 por hora de trabajo. Subió a $ 4 5 0 0 .0 0 el siguiente invierno y a
$ 7 000.00 para la primavera de 1985. En 1986, cobraban $ 12 0 00.00 la hora,
y en el invierno de 1989 llegó a los $ 100 000. El presupuesto que elaboró la
Secretaría de Urbanism o y Obras Públicas del Gobierno del Estado de
M ichoacán, en febrero de 1983, ascendía a la desalentadora cantidad de $
2 ’357 174.61 por kilómetro de terracería. Cifras que difícilmente las puede
pagar (ni en un mínimo porcentaje) un ranchero a reserva de descapitalizarse.
95. Proyecto presentado al Gobierno del Estado el 6 de abril de 1983 y contestado
con un rotundo “no será posible facilitar (el equipo solicitado) para el presente
año. Atte. el Secretario de Urbanismo y Obras Públicas. 22 de junio de 1983”.
Otros intentos han corrido hasta ahora la misma suerte.

188
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

gestión municipal, se ha buscado por varios medios a nivel estatal:


Gobernador, SUOP (Secretaría de Urbanismo y Obras Públicas del
Gobierno del Estado de Michoacán), CAM (Coordinación de Apo­
yos Municipales del Gobierno del Estado de Michoacán), el apoyo
a la iniciativa de los habitantes de esta región, con resultados nulos
hasta la fecha.
Sólo se han recibido promesas y hasta felicitaciones demagó­
gicas, pero a la hora de tener que asignar recursos, ya no hay
partidas; entonces se culpa a las circunstancias... la crisis. Todo ha
quedado en buenos deseos, en promesas y “en archivo (las peticio­
nes) para cuando se autorice nuevo presupusto poder atender estas
solicitudes”. Gobernantes entran, gobernantes salen; mientras tanto
estas peticiones, ausentes de apoyo y desvinculadas de todo grupo
u organismo de presión, siguen (en el mejor de los casos) archiva­
das. Es evidente que éstas no encajan en los planes oficiales pese a
tantas instituciones cuyos objetivos son -en teoría- impulsar el
desarrollo socioeconómico del medio rural. Sin embargo, el tema
continúa siendo una buena bandera...

Opinión de los rancheros sobre la apertura de caminos

Los habitantes de la región están convencidos de que si hubiera


caminos mejorarían sus condiciones de trabajo y de vida; esto por
lo que observan en los ranchos que ya cuentan con el servicio (la
llamada zona limítrofe). En este sentido se presenta el consenso de
los rancheros mediante la inclusión de una entrevista tipo. Es un
extracto y adaptación de las preguntas y de las respuestas centrales
en las entrevistas sostenidas con ellos.

¿Cuál es la necesidad más apremiante que creen tener los habitantes


de esta región?
“La falta de brechas; esto dificulta la relación que necesariamente
tenemos con los pueblos. Sin caminos, lejos de tratar de producir
más, lo poco que ha quedado y puede producirse hasta llega a
perderse por no poderlo sacar a vender al pueblo. Por otra parte, el
abasto de mercancía de los pueblos que necesitamos se dificulta

189
Est e b a n B a rra g á n L ó pez

enormemente, pues ya ni arrieros hay, y muchos de los bienes


-voluminosos o pesados- y servicios, que hay en los pueblos y
necesitamos acá, quedan fuera de nuestro alcance por la falta de
caminos. Esto hace muy duras nuestras condiciones de vida y de
los caminos nuestra mayor necesidad”.

¿Por qué no se han construido caminos en esta región?


“Porque estos cerros no le interesan al gobierno -ni los conoce-; y
¿para qué o cómo pedirle? ¿a nosotros qué caso nos va a hacer? Los
caminos salen tan caros que para hacerlos por cuenta propia muchos
necesitaríamos vender los bienes que tenemos y entonces ¿para qué
o para quién querríamos los caminos”
“Si pudiéramos unimos y pagarlos entre todos, cada quien lo
que le correspondiera, entonces sí podríamos hacerlos. Pero nadie
quiere encabezar, ya sabemos que el que lo haga, después de que
lo podemos dejar solo con el compromiso, se arriesga a que hasta
de bandido lo traten. Esperamos que los demás salgan al frente
-hasta en los costos-; por eso es que pocos han estado dispuestos
a hacer un cambio del que muchos se sirven sin haber cooperado.
Esta desorganización nos tiene tan atrasados; luego el gobierno
tampoco quiere ayudar”.

Si se abrieran caminos ¿Qué pesarían más, las ventajas o las


desventajas?
“Habría puras ventajas, ninguna desventaja. Al que menos le sirve
es para sus viajes que necesariamente tiene que hacer al pueblo, por
lo menos, dos o tres veces al año, y poderlo hacer en camioneta
-aunque tenga que pagar- ya es una gran ventaja.”
“Tendríamos la opción de aprovechar (sacar a vender) lo que
actualmente se desperdicia por la falta de caminos: frutas, huevos
y animales accidentados. Traer de fuera lo que necesitamos para
trabajar y para vivir mejor. Teniendo caminos, también se podrían
atender los ranchos desde el pueblo (viviendo allá); o por lo menos
sería más fácil el acceso a algunos servicios de allá: médicos,
escuelas, sacerdotes. También se podría agilizar el traslado de
enfermos o medicamentos en casos de urgencia. Pensamos que

190
MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

habría estas y más ventajas y no vemos en qué nos pudiera perju­


dicar, pues el gobierno (ejército) de todas maneras ha dado en
venir” (es la única molestia que temen se haga más frecuente).

¿Tendería la gente a salirse de la región al haber caminos?


“No, ¿a qué? Con brecha, agua, condiciones de trabajo convenien­
tes y sin problemas serios con los vecinos nadie deja su terruño.
Nos gusta el pueblo pero no para vivir en él. Aquí es nuestro mundo,
nuestro ambiente; lo poco que uno tiene -modestia aparte-, bienes,
quehaceres, costumbre, se acaba al salirse. Los que por desavenen­
cias, peligro o porque ya no pueden trabajar y necesitan seguridad
o atenciones que acá no es posible tener, son los que se salen, pero
estos lo hacen hasta sin que haya brecha. La mejor prueba de que
la apertura de caminos no provocaría despoblamiento son los
ranchos que ya cuentan con ellos. Estos no se han despoblado, al
contrario, atraen a los habitantes de los ranchos incomunicados
porque allí hay expectativas de mejorar las condiciones de vida,
proceso que no se da en forma inversa”.
No hay duda de que los habitantes de estas montañas requieren
de una comunicación más efectiva con el medio urbano, la necesi­
dad que manifiestan al respecto es muy real. Sin embargo, abrir
caminos no es suficiente. Si bien la apertura es un paso necesario
(diríamos el primero) es evidente que este paso se está dando tarde.
La sierra tiene más de 15 años desangrándose: se ha ido mucha
gente y con ella lo que constituye la sustancia de “las fuerzas vivas”
regionales.
El tipo de desarrollo impulsado desde la sociedad nacional (con
su sistema de transporte y sus prioridades sectoriales) no favorece
para nada a la región. Esta no cuenta con grandes extensiones de
riego. Su potencial de desarrollo lejos de encontrarse en una espe-
cialización estricta estriba en una fuerte di versificación económica:
producir poco de muchas cosas diferentes para aprovechar mejor
los recursos dispersos en el espacio. Esta lógica regional es ilógica
para las instituciones oficiales, lo que da como resultado que éstas
apoyen espacios y actividades más prometedoras. Pero, entonces
¿cuáles son las alternativas?

191
Est e b a n B a rrag án L ó pez

Perspectivas regionales: ganado, maíz y otra matita...

La organización socioeconómica regional asentada -como se ha


explicado en los primeros capítulos- en la asociación ganaderos-
medieros y apoyada por un conjunto de actividades secundarias,
actualmente es una estructura en ruinas. Ante las duras condiciones
de vida que prevalecen y las pocas expectativas de cambio, la gente
se va.
El cultivo del maíz es incosteable; la lógica de producción que
imponen los mercados urbanos -y que se ve apoyada por el Estado-
saca de la jugada a los cultivos de apoyo y a las actividades
complementarias, con lo que dejan fuera de lugar a la actividad
agrícola campesina. La explotación -en la forma tradicional- de los
ranchos no puede concebirse sin los medieros. Al irse éstos no habrá
los suficientes esquilmos agrícolas ni granos; el monte irá reducien­
do paulatinamente las áreas de pastoreo.
Podrá surgir entonces una solución: los pastos artificiales que
obstaculizan el crecimiento del bosque y -aparentemente- favore­
cen los agostaderos, pero, aparte de los peijuicios ecológicos que
esto acarrearía, está la limitante de la mano de obra y principalmente
el hecho de que las praderas inducidas no solucionan el problema
ganadero en la época crítica del año. En los últimos meses de secas,
el pasto no sería suficiente -ni el natural lo es- con el agravante de
no contar tampoco con grano. Para enfrentar ese problema puede
pensarse en soluciones como los silos. Sin embargo, estos requieren
de bastante mano de obra y de forrajes, dos factores que faltarían
en la región. ¿Hacia dónde se orienta el destino de la región?
Momentáneamente se deja pendiente la cuestión para mencio­
nar algunas actividades que, por el potencial de este espacio,
merecen ser mencionadas. Las variaciones de relieve con sus
marcados pronunciamientos a muy cortas distancias, así como la
abundante y diversa floración, ofrecen un campo atractivo para la
deteriorada actividad apícola. La rusticidad en que se ha mantenido
el cuidado de la abeja le ha restado la importancia y los alcances
que puede llegar a tener esta actividad, si se realiza adecuadamente
en la zona. La espontaneidad de algunos árboles frutales -mango,

192
M ÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS

ciruelo, papayo, guayabo, etcétera-, ponen de manifiesto la aptitud


del medio para la fruticultura. Sin embargo, no hay que olvidar las
demás limitantes: relieve, sequía, ausencia de apoyo técnico y
financiero, incomunicación y sistema de mercados que ponen a
dudar a cualquier calculador.
Los parques naturales y las presas (aprovechando los escasos
caudales permanentes) pueden favorecer el nacimiento de impor­
tantes actividades económicas y darle atractivo turístico a la región;
sólo que estos aspectos salen de la lógica, posibilidades e intereses
de sus habitantes.
El desarrollo de este espacio ha tenido -y seguirá teniendo-
muchos elementos en contra. Destacan entre ellos la carencia de
comunicaciones que conlleva la precariedad en los sistemas econó­
micos y la desventajosa relación en los intercambios con el medio
urbano (cuando ya hasta sin caminos se depende de él); así como
la organización de los mercados que exigen especialización y altos
volúmenes de producción (que implica rapidez en la distribución),
regularidad de entregas, calidad, presentación, etcétera. Las poten­
cialidades regionales se desvanecen frente a una dinámica nacional
en la cual la región no puede encajar. Como tampoco puede quedar
completamente al margen de la dinámica dominante, tiene que
encontrar salida a su situación.
En busca de una respuesta a la cuestión anteriormente plantea­
da por lo pronto existe un alto riesgo de que con o sin brecha siga
incrementándose la emigración; que la región se especialice en la
ganadería de carne muy extensiva (y tal vez en el cultivo de
mariguana). Para esto son escasos los requerimientos de presencia
y permanencia en la región y la producción tiene fluidez de mercado
(nacional e internacional). Dada esta tendencia, a mediano plazo el
riesgo de desocupación es muy real.

De los caballos de los rancheros a los caballos de la Ford

Considerando que el tipo de desarrollo que se da en México


descansa en las comunicaciones, es muy difícil concebir que las
regiones aisladas puedan alcanzar un desarrollo autónomo. Esta

193
E st e b a n B a r r a g á n L ó pez

región ha quedado condenada a integrarse a la dinámica extrarre-


giona! mediante la apertura de brechas, pero ésta es tan lenta y tardía
que se corre el riesgo de que cuando los caminos lleguen a los
ranchos poco podrán remediar.
Los rancheros declaran que no desean vivir en pueblos; su
aspiración es contar con el acceso a los bienes y servicios que hay
en ellos. La resistencia a dejar su terruño es autojustificada: “aquí
hemos vivido siempre”, “no nos gusta otro lugar”, “aquí tenemos
nuestros bienes y a los parientes”, “en nuestro trabajo nadie nos
manda”, “aquí uno es libre”, “en los pueblos la gente anda a la
carrera y diario está encerrada, hay mucho ruido y movimiento”,
“¿qué vamos a hacer a los pueblos? allá nos morimos de hambre”,
“vivimos más a gusto acá y ya sabemos cómo mantenemos”.
Esta autojustificación de motivos -clara resistencia cultural a
dejar “su tierra”- evidencia una respuesta a la amenaza que signi­
fica la influencia urbana en sus patrones de vida: la pérdida de
autonomía e identidad regionales. Este aspecto, que en sus expre­
siones no aflora, parece ser su principal temor respecto a la apertura
de caminos.
Al paso de las generaciones las aspiraciones de los rancheros
van cambiando en favor de los modos de vida urbanos. Esto
recrudece las condiciones de vida y desalienta la permanencia de
la población -sobre todo de la más joven- en sus remotos ranchos.
El arraigo ancestral a su pequeño-gran mundo está desvaneciéndose
por el creciente aislamiento y por la influencia urbana. Los factores
de retención -familia, cultura, bienes-van perdiendo fuerza frente
al peso de la atracción del medio urbano: los servicios.
Si las vías de comunicación, por sí solas, contribuyen en poco
a acortar el rezago de los grupos humanos aislados y dispersos, es
innegable que la carencia de dichas vías perpetúa este rezago;
aumentando así cada día las dificultades de acceso de este sector
de la sociedad en su conjunto y en su lugar de origen, a los
beneficios que otros sectores sociales gozan actualmente.
Aunque en la apertura de brechas perciben una amenaza a su
mundo, los rancheros de El Potrero de Herrera -aparentemente- ya

194
M Á S ALLÁ DE LOS CAMINOS

no quieren ni -seguramente- podrán vivir por mucho tiempo “más


allá de los caminos”.

195
A n exo s
C UADRO 9
Rni-ACIÓN DF. RELIGIOSAS DF. LA PARROQUIA DI- SANTA INÍ-S, MlC'll.

No. Prog. Nombre de pila (y religioso) Congregación Nombre de sus padres

1 Agustina (Natalia) Espinoza Fernández+ Hnas. de los Pobres y Siervas del Sagrado Corazón V.A. Alfredo y Ma. Dolores
2 Emiliana (Isabel) Fernández González+ Antonio y Cipriana
3 Elodia (Ma. Teresa) Fernández. Fernández " Santiago y Felipa
4 Esperanza (Luz Ma.) Fernández Fernández " Santiago y Felipa
5 Eudoxia (Natalia) Fernández Fernández+ Sotcro y Ma. Inés
6 Guadalupe (Victoria) Fernández Fernández Basilio y Juana
7 Victoria (Ma. Elena) Fernández Oseguera Odón e Ignacia
8 Ma. Elena (Leopoldina) Oseguera B. José y Bonifacia
9 Ma. Teresa (=) Oseguera Barragán José y Bonifacia
10 Sara (Ma. Argelia) Fernández Espinoza* " Jesús y Leonor
11 Refugio (Gertrudis) Fernández Barragán Juan y Ma. Luisa
12 Ma. Luisa (Margarita) Barragán G. " Maximiliano y Glafira
13 Teresa (=) Fernández Fernández Francisco y Refugio
14 Natalia (=) Fernández Fernández Francisco y Refugio
It
15 Ma. de los Angeles (?) Oseguera G.* Ignacio y Angelita
16 Victoria (Ma. Teresa) Valencia V.+ " Senón y Guadalupe
17 Refugio (Odila) Magaña Manzo* Ignacio y Refugio
18 Soledad (Roselia) Fernández Barragán* José Ma. y Luisa
19 Arcelia (Beatriz) Barragán Valencia Serafín y Esperanza
20 Evelia (Isabel) Orozco Mendoza* " Ignacio y Margarita
21 Sara (Ma. Inés) Barragán Gutiérrez Emilio y Leonor
22 Esther (Austreberta) Valencia B.* Victoriano y Sara
23 Teresa (Georgina) Valencia Barragán* " Victoriano y Sara
24 Raquel (Amparo) Barragán Barragán* Luciano y Herminia
25 Luciana (Ma. Inés) Fernández Barragán+ Capuchinas V.C. Antonio y Ma. Antonia
26 Amalia (Ma. Elena) Fernández Fernández Santiago y Felipa
27 Margarita (Carlota) Fernández Fernández ,r Sotero y Ma. Inés
28 Maclovia (Ma. del Divino Corazón) Fernández F. Victoriano y Carlota
29 Josefa (Catalina) Fernández Fernández Francisco y Hesiquia
30 Benedicta (Carmen) Fernández Arteaga " Desiderio y Angelita
31 Eloisa (Josefa) Arteaga Malfavón Lino y Eleuteria
32 Elodia (Magdalena) Barragán Fernández Herón y Feliciana
33 Mercedes (?) Medina Barragán " Gerónimo y Margarita
34 Ma. del Carmen (?) Alvarez Alvarez " Jesús e Isidora
35 Ma. de Jesús (Lucila) Fernández Gutiérrez+ Del Verbo Encarnado V.C. Isaac y Ma. de la Luz
36 Esther (Ma. Amada) Fernández Fernández Santiago y Felipa
37 Josefa (Benigna) Fernández Malfavón Cirilo y Guadalupe
38 Amalia (Ma. Antonia) Fernández Orozco Antonio y Ma. Dolores
39 Isaura (Laurentina) Fernández Orozco+ Antonio y Ma. Dolores
40 Teresa (Natalia) Fernández Manzo " Herminio y Lidia
41 Ma. Trinidad (Felipa) Arteaga Malfavón* Guadalupana V.A. Jesús y Delfina
42 Ma. Luisa (Catalina) Barragán E. Misioneras Eucarísiicas Franciscanas V.A. Pedro y María
43 Graciela (Estela) Ochoa Fernández " Emilio y Brígida
44 Ma. de Jesús (Angélica) Fernández Fernández+ " Servando y Ma. de Jesús
45 Emma (Rosa de Guadalupe) Fernández Heredia .Antonio y Margarita
46 Altagracia (Rosa Ma.) Díaz Arteaga Pablo y Florencia
47 Enedina (Asunción) Fernández Oseguera Concepcionistas V.C. José y Cleotilde
«i
48 Amalia(Lourdes) Fernández Arteaga Desiderio y Angelina
49 Ma. de Jesús (Ma. de los Angeles) Fernández B. " Simón y María
50 Catalina (Providencia) Fernández Paleo Franciscanas Capuchinas V.C. Andrés y Josefina
51 Natividad (Josefina) Fernández Paleo " Andrés y Josefina
52 Abigail (Carmen) Barragán Fernández Hnas. del S. C. de J. Sacramentado Emilio y Adelaida
53 Vitalina (Eustolia) Barragán Fernández Emilio y Adelaida
54 Baudelia (=) Bravo Cervantes Hijas del Espíritu Santo Hilario y Elvira
55 Juana (=) Bravo Cervantes " Hilario y Elvira
56 Glafira (Carlota) Fernández Fernández De San José V.A. Ignacio y Carlota
57 Ana Ma. (Mercedes) Fernández Fernández+ Carmelita V.A. Sotero y Ma. Inés
58 Carmen (Matilde) Fernández Díaz+ Benedictina V.C. Román y Herminia
59 Eleuteria (Mercedes) Orozco Fernández Hna. S. C. y Santa Ma. de Guadalupe V.A. Serapio y María
60 Isabel (Ma. Auxilio) Barragán 0.' Agustina Recoleta V.C. José Ma. y Ma. de Jesús
61 Guadalupe (=) Magaña Manzo Hnas. de Jesús Sacerdote Ignacio y Refugio
62 Adelina (Mercedes) Fernández Valencia** H. Trinitaria V.C. Elias y Librada
63 Margarita (=) Arteaga Malfavón Teresiana V.A. Lino y Eleuteria

Nota: Las vocaciones religiosas fueron contemporáneas a las sacerdotales. La tendencia que puede observarse en la gráfica d e sacerdotes es similar a la seguida por las religiosas.

(=) Conservó su nombre


• Desertó
•«•Difunta
V.A. Vida Activa (enseñanza)
V.C. Vida Contemplativa (oración-encierro)
Fuente: Abel Fernández, Uh pueblo tevüico. Santa Inés, (s.e.) 1965 y trabajo de campo.
Est e b a n B arrag án L ó pez

Cuadro 10
Red nacional de caminos 1925-1979
(KILÓMETROS ACUMULADOS)
A ño Caminos Red Nacional
Total Pavimen­ Revest. Terrac. B .M .1
tados
1925-1928 695 341 245 209
1930 1 426 541 256 629
1935 5 237 1559 1918 1 760
1940 9 929 4 781 3 505 1643
1945 17 404 8163 6 842 2 399
1950 22 455 13 595 6 836 2 024
1955 32 224 18 817 9164 1816 1427
1960 44 892 28 979 11 203 3860 2 850
1965 61 252 34 431 18 373 6 693 1755
1970 71 520 41947 21 079 6 539 1955
1975(2) 186 218 60 643 77 723 46 393 1459
1979(3) 211 246 65 788 85 447 24 103 35 908

1. (B.M.= Brechas Mejoradas.) Hasta 1954 se incluían en Caminos de Terrecería.


2. A partir de 1972 incluyen 30 071 kms de caminos construidos por otras dependencias
y entregados en este año a la SAHOP para su conservación, así como las construidas
dentro del programa de mano de obra rural.
3. En 1978 algunos caminos de terrecería se reclasificaron como brechas mejoradas.
Fuente: Nacional Financiera, L a econom ía m exicana en cifras, México, 1981. Cuadro 3.12,
p. 88.
CUADRO 11
Participación de la agricultura (obras hidráulicas) en el
FOMENTO AGROPECUARIO. INVERSIÓN PÚBLICA FEDERAL 1926-1979
(MILES DE PESOS)
Fomento Obras % de Partid-
agropecuario hidráulicas pación
1926 20 20 100
1930 10 10 100
1940 45 36 81
1950 516 372 72
1960 675 577 85
1970 3 921 3628 92
1979 48 436 36 912 76

Fuente: Nacional Financiera, L a econ om ía m exicana en cifras. México, 1981, Cuadro 2.24,
pp. 320 a 325.

202
C u a d r o 12
D e s t in o d e l a i n v e r s ió n p ú b l ic a f e d e r a l 1 1925-1979
______________ (MILLONES DE PESOS DE 1970)______________

Concepto años
1925 1930 1935 1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1979

Inversión total 881 1 131 1 734 2 457 3 854 7 905 8193 11830 15 516 29 205 53 411 73 082
Fomento Agropecuario12 110 380 381 664 1526 1 128 935 1336 3 921 9660 11 787
Fomento Industrial3 508 600 2 355 3 245 4 425 6 871 11097 22 171 35 362
Comunicaciones4 828 879 1 177 1288 2 091 3 192 2 628 3 518 4 053 5 525 11058 8 590

MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS


Beneficio social5 53 142 117 246 414 757 1 109 2 662 2 869 8196 8 798 12529
Administración y defensa 34 86 82 81 271 385 466 1 147 1 119
Comercio y turismo 574 660
Convenios de coordinación6 3031

1. inversión realizada.
2. Incluye hasta 1959 obras hidráulicas y otras obras (rastros, alm acenes y otras obras para la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca). A partir de 1960 incluye agricultura (obras de riego y otras
inversiones agrícolas), ganadería, silvicultura, pesca y otras inversiones rurales. En 1973 abarca también desarrollo rural (obras realizadas bajo el programa de inversiones públicas para el desarrollo
rural “ PlDER”).
3. Incluye petróleo y gas, energía eléctrica y otras industrias. Después de 1954 también comprende la siderurgia.
4. Incluye ferrocarriles, cam inos y puentes, obras marítimas, servicios aéreos y telecomunicaciones.
5. Incluye servicios públicos (urbanos y rurales), salubridad y asistencia, educación e investigación, vivienda.
6. Inversión conform e a lo s convenios únicos de la coordinación entre el gobierno federal y los estatales.
Fuente: Nacional Financiera, L a economía mexicana en cifras, México, 1981, p. 220.
203
C uadro 13
Ranchos o localidades en - potrero de herrera "
_________ (MUNICIPIO DE TOCUMBO. MlCII.)_________
204 Población . % de D istancia a la población
Localidad o rancho Núm ero de P oblación
familias total por edad analfabetism o más próxim a (km.)
1960 1983 196) 1983 0 15 30 61
14 29 60 +

El A gostadero(=) 10 1 45 8 6 2 100 55
El R odeo 2 3 10 19 13 4 2 100 52
El Salitrillo 4 4 33 19 8 4 5 2 100 50
La A lberca 6 2 30 9 1 4 4 40 48
El Pajal(=) 1 4 2 2 50 45
El Sauz(=) 4 1 18 8 6 2 88 44
La Purísim a 1 3 8 15 5 8 2 70 42
El M ojal 2 2 10 13 9 1 3 66 40

Esteban B arragán L ópez


El S antuario1 10 8 92 57 16 20 18 3 10 38
Los Desm ontes 6 4 29 26 13 9 4 10 35
El A guacate 3 1 14 9 6 1 2 88 33
La Garza 1 3 10 16 8 5 3 20 30
San C ristóbal 3 4 12 20 5 10 5 90 22
El Picacho 3 5 21 23 10 8 4 1 20 20
Los T cpetates(=) 2 2 10 13 ' 7 3 ' 2 1 40 . 20
Los T oriles 2 4 13 22 6 11 3 2 90 20
El A guacate 3 1 12 6 2 3 1 100 18
San José 2 3 10 15 6 5 4 80 17
A gua Zarca 6 6 41 32 10 15 7 40 17
El A ventadero 4 2 19 12 4 6 2 70 15
El Lim ón 3 1 18 5 3 2 100 15'
L os C ahulotes 3 2 18 15 5 8 2 50 14
Peña A hum ada 1 1 6 5 2 2 1 100 13
La M esteña 1 2 8 13 4 5 4 60 13
La Parola 2 1 7 6 2 2 2 100 12
La Lagunilla 1 4 4 100 12
El R odeo 8 4 25 24 8 10 4 2 40 11
B uenavista 4 3 26 20 5 10 5 80 10
El B elicoso 3 1 12 8 3 2 2 1 100 8
La Joya 10 4 49 22 8 6 6 2 60 6
Lom a de Tiro 4 2 25 8 2 2 . 4 90 6

Totales 113 82 641 476 182 171 109 14


Porcentajes 38 36 23 3 70

=) Actualmente abandonada.
1) Mayor núcleo de población en la región.

Fuente: Trabajo de cam po 1983, Cfr. Esteban Barragán López, Importancia de las comunicaciones en un sistema de comercialización del medio rural Región Suroeste del municipio de Tocumbo. Tesis
de Licenciatura, Instituto T ecnológico de Jiquilpan, Mich., mccanuscrito, 1984, p. 120.
Es t e b a n B a r r a g á n L ó pez

Gráfica 2

1900 10 21 30 40 50 60 70 1980

1. Población urbana: en localidades 2 a 10,000 bab.


Fuente: Nacional Financiera. L a econ om ía m exican a en cifras. México, 1981. Cuadro 1.2,
p. 5.

205
_______________________ MÁS ALLÁ DE LOS CAMINOS________________________
G r á f ic a 3
P a r t ic ip a c ió n d e l o s s e c t o r e s d e f o m e n t o i n d u s t r i a l
Y AGROPECUARIO EN EL DESTINO DE LA INVERSIÓN PÚBLICA FEDERAL

1925 30 35 40 45 50 55 60 65 70 75 79 t

Fuente: Nacional Financiera. L a eco n o m ía m exican a en cifra s. México, 1981. Cuadro 6.24,
p. 220.

206
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ARCHIVOS
Archivo Parroquial de Tingüindín, Tingüindín, Michoacán.
Archivo de la SRA, Uruapan, Michoacán.
Archivo de la Receptoría de Rentas, ramo: Fincas rústicas, Tocumbo,
Michoacán.
Archivo de la Receptoría de Rentas, ramo: Fincas rústicas, Tingüindín,
Michoacán.

208
M á s a llá d e lo s c a m in o s se terminó
de imprimir el 17 de agosto de 1990
en los talleres de Gráfica Nueva, S A de C V,
Pipila 638, tel. 13-29-74, Guadalajara, Jal.
Diagramación por computadora: Interlínea,
Pipila 612, tel. 14-92-96, Guadalajara, Jal.
El tiraje consta de 2 000 ejemplares.
“M á s a l l á d e l o s c a m i n o s ,
la prim era obra robusta de Esteban
B arragán L ópez ofrece m ás de cuatro aspectos novedosos. Ha
sido hecha con testim onios oídos y leídos, pero tam bién con
cosas vistas y vividas. Se trata de un volum en que nace de la
visión desde adentro del m undo que describe. El tem a tratado,
aunque se constriñe en parte al apuro de la ausencia de caminos
en el Potrero de Herrera, toca todos los ángulos del m undo
ranchero: la vida material, las costum bres sociales, el escaso
ejercicio de la política y la preponderancia de un estilo cultural h
católico y conservador. Quizá en ningún otro libro se expliquen'
tan am pliam ente las im plicaciones económ icas, sociales y cul ­
turales derivadas de un hecho tan sim ple com o el de vivir más
allá de los cam inos m odernos y ultrarrápidos. Tam bién sin g u ­
lariza a esta obra su espontaneidad en la m archa, su poca
entrega a m étodos de alguna de las corrientes de m oda en ei
estudio de las conductas humanas. La ridigez en la arquitectura
del volum en que sería una virtud para el m undillo académ ico,
está aquí sustituida por una cierta m archa en orden disperso,
tan preferida por el ancho m undo de la gente norm al. Sin
prescindir de los conocim ientos teóricos, entra al m undo de la
descripción llana sin rem ilgos de ninguiftPespecie”.

Luis Go n z á l e z

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