Hoy se nos propone un texto bíblico
que es el núcleo de toda la vida
cristiana. El relato del Juicio final.
Un texto que no es una parábola, sino
una evocación. algo que sucederá.
Según el relato bíblico, 2 grupos van
emergiendo: unos son llamados a
recibir la bendición de Dios. Son los
que se han acercado con compasión
a los necesitados. El otro grupo, es
invitado a apartarse del Reino,
porque han vivido indiferentes al
sufrimiento de los demás.
Una doble disposición, que responde
a un criterio que establece el juez, y
que constituye las clave para
interpretar el pasaje bíblico. Dice
que, ante Jesús compasivo, van a
comparecer «todas las naciones». Un
detalle muy importante: “Todas las
naciones” van a presentarse aquel
día. Aquí no dice que se presentaran
ante él los cristianos, el pueblo
elegido, los evangelistas, los
mormones, los Testigos de Jehová,
los que practican la religión
musulmana, o las religiones
orientales. Nada de eso dice aquí.
No se dice que los que están a la
derecha son del catolicismo y los que
están a la izquierda son los paganos.
No dice eso. Dice que “todas las
naciones” se presentarán ese día. Es
decir, lo que va a decidir la surte
final de cada uno, no es la religión en
la que hemos vivido, ni la fe que
hemos confesado durante toda la
vida. Lo que va a decidir nuestra vida
eterna, es si en este mundo hemos
vivido ayudando al que sufre…:
Al inmigrante que va de un lugar a
otro porque se le cierran todas las
posibilidades, al indefenso que en el
vientre materno no tiene voz para
denunciar una crueldad, al que está
preso por una causa injusta. A los
que tienen que tocar puertas de
alguna casa pidiendo algo de comida
para llevarle a sus hijos; hijos que, en
vez de comer en su hogar junto a sus
padres y hermanos, tiene que comer
con desconocidos en los comedores
públicos.
En ese día del juicio final, no habrá
privilegios o acepción de religiones.
Aquí se habla de algo muy humano
y que todos entienden: ¿Qué hemos
hecho con los que han vivido
sufriendo?
Y eso refleja el texto y lo hace de un
modo muy curioso. Dice el texto que
a los que están a la derecha, el Rey le
dice: “vengan benditos de mi Padre,
porque tuve hambre y me diste de
comer, sed y me diste de beber…”. Y
ellos le pregunta asombrados:
“Señor, ¿Cuándo te dimos de comer
o de beber? (porque ellos no sabían
que le estaban haciendo un bien a
Jesús). ¿Cuándo te vimos desnudo y
te vestimos? Y Jesús le responde,
“cada vez que lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, a mí me
lo hicieron”. Y uno se puede
preguntar. Esa gente de la derecha
que se están salvando ¿dice si son de
alguna religión? De alguna manera si
lo dice: no son de ninguna religión.
Son todos unos ateos (que no creen
en Dios), y se están salvando, porque
le dicen al Señor “¿Cuándo te vimos
a vos con hambre y te dimos de
comer? ¿Cuándo te vimos con sed y
te dimos un vaso de agua? ¿Eso
puede preguntarle un cristiano al
Señor?
Claro que no, porque un cristiano
sabe que cuando le hace un bien al
prójimo, en el fondo, se lo hace al
mismo Señor Jesús.
En cambio, esta gente se está
desayunando, madrugando para ir al
trabajo, barriendo la casa, saludando
de buena gana al vecino, cumpliendo
con sus obligaciones de cada día,
dando un buen consejo a su hijo,
estudiando para aprobar el examen,
barriendo la vereda todas las
mañanas, y aunque no crean en Dios,
sin embargo, se están salvando.
Todo un grupo de ateos se está
salvando ¿solamente por qué? Por
amar al prójimo.
Y por eso, creo que aquí vale hacer
una aclaración. A veces sucede que
hay gente que se va a confesar, y le
dice: padre, el pecado más grave que
he cometido es que faltado a Misa en
domingo. Y después, bueno…los
pecados de siempre: me he enojado
con mi vecino, le he gritado a mi
mujer, a mis hijos, he faltado al
trabajo...no…espera.
Es al revés. Tus pecados más graves
son esos últimos:
que te enojes, que grites, porque eso
es lo que destruye tu familia, eso es
lo que hace daño a la sociedad. Jesús
no dice en el texto: “vengan benditos
de mi Padre, porque fuiste a Misa el
domingo, porque rezaste el rosario y
el viacrucis todos los días”. Jesús en
ninguna parte dice que uno se va a
condenar por haber faltado a Misa.
Entonces, ¿es importante ir Misa, o
rezar el rosario, o confesarse, recibir
los sacramentos?
Claro que sí, porque eso me fortalece
para amar a mi prójimo. Si yo un
domingo no voy a Misa y no
comulgo, después de lunes a sábado
¿de dónde saco fuerza para aguantar
a mis compañeros de trabajo que son
unos pesados, a mi vecina que es una
molesta, a mi familia que me exige
tantas cosas, o para darle consejos a
mis hijos? A la fuerza la saco de
Dios, y por es importante ir a Misa,
la comunión y la confesión, hacer
algún acto de devoción.
Esos actos piadosos en sí mismo, no
me salvan, sólo son un medio que
Jesús nos dejó para tomar fuerza y
hacer el bien al prójimo.
¿Saben qué? A Dios no le preocupan
nuestros pecados, de si hemos
cometido un pecado venial o uno
mortal. A él le preocupa ver cómo
nos ayudamos unos a otros y
colaboramos para mejorar la
situación social, económica, política,
cultural, del mundo presente.
Cuando Jesús dialoga con las
personas de “todas las naciones”, no
les habla con grandes palabras, o
conceptos abstractos como: justicia,
solidaridad, bondad, compromiso,
caridad. No. Jesús habla de: comida,
habla de ropa, algo para beber, un
techo para refugiarme del frio, del
calor. Jesús habla de cosas concretas.
Un gesto humano de ayuda a un
necesitado, pueden brotar de una
persona creyente o del corazón de un
agnóstico que piensa en los que
sufren. Ante Dios, todos somos
iguales. La religión que más agrada
al Creador no es la que llena los
Templos y predica grandes
doctrinas, sino la que ayuda al que
más necesita. Cuaresma es un
tiempo favorable para pensar en ello.
Pidamos al buen Dios, que nos
ayude.