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El hombre rudo, que apenas desbroza el alfabeto, tiende a leer para sí en voz alta,
como si quisiera aglutinar los signos más cabalmente, sujetando la atención verbal
a la vez con los ojos y con los oídos. El que los modernos retóricos llaman verbo-
motor lee en voz alta por el placer de hablar, y hasta cuando escucha a un orador
se le ve, a veces, articular en silencio lo que oye. Conozco los lectores que se
acompañan con un suave silbidito rítmico, al que van imprimiendo cierta
modulación imitativa de la lectura en voz alta. Cuando Heine declamaba
el Quijote para los árboles y los pájaros, lo hacía más bien como quien rinde un
tributo, o por no perder ninguno de los valores de la excelsa prosa. Cuando Sor
Juana Inés de la Cruz se quejaba de no tener más compañeros que el tintero y la
pluma para compartir sus estudios, sin duda echaba de menos esa mayor
apelación a la retentiva que resulta de la lectura acompañada y que todos los
estudiantes prefieren para la preparación de los exámenes. Mestre Profiant Durán,
israelita aragonés del siglo XIV, recomendaba a sus discípulos que leyesen
siempre recitando. En cambio Théophile Gautier, visual si los hay, juzga que los
libros están hechos para ser vistos y no hablados. Por su parte, Flaubert
necesitaba berrear su propia prosa para percatarse de lo que escribía.
ENSAYO LITERARIO
EVOLUCION ESTILO
RESEÑA CRITICA
El propio título nos aclara el tema del libro: los primeros días y meses de
una mujer recién abandonada por su marido. Al principio, este tema puede
presentar alguna que otra reticencia, sobre todo si hemos vivido algún caso
parecido de cerca, pero nuestra experiencia en el club ha resultado ser más
de renovación que de resquemor. Así que recomendamos su lectura, no
como un libro entretenido y agradable sino como una historia que nos
llevará a la interiorización y asimilación de sentimientos.
Un día cualquiera del caluroso verano de Turín, Mario pone fin a los casi 20
años de casado que lleva con Olga. El motivo en apariencia es una tercera
persona, sin embargo, hay algo más bajo esa superficie. La misteriosaElena
Ferrante tratará de aclarárnoslo y nos reflejará la reacción de Olga durante
los primeros meses.
Los días del abandono nos hace reflexionar sobre las relaciones amorosas
de largo recorrido. Nos hace pensar si realmente conocemos a la persona
con quien compartimos nuestra vida, y si verdaderamente somos
conscientes de la nuestra propia. En una relación de dos que se acaba, no
es posible que sólo uno tenga que asumir la responsabilidad. En el caso de
Olga, al principio todo parece apuntar al marido, quien le ha sido infiel. Sin
embargo, poco a poco se va desgranando la personalidad insatisfecha de la
protagonista. Dejó su trabajo para dedicarse a su familia, pero a cambio se
prometió desarrollar su vocación como escritora. No cumplir con esa
promesa fue su primera traición a sí misma. Como consecuencia trató de
acallar esa frustración dedicándose en cuerpo y alma a su papel de ama de
casa, madre y esposa perfecta. Esa fue la segunda vez que se falló. El
tiempo que invirtió en esa búsqueda incansable por la perfección, hizo que
dedicara menos tiempo a conocer a su marido, a sus hijos y, lo más
importante, a sí misma.
En resumen, estamos ante un libro que abre los ojos del alma hacia una
curación interior. No es un libro de sombrilla, pero sí puede serlo bien de
ventilador.