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El conflicto entre experiencia y objetivación del cuerpo en el estudio

fenomenológico-hermenéutico de la enfermedad
Leandro Catoggio

Resumen:

1)
En el escrito de Heidegger “Überwindung der Metaphysik” (2000: 67-98) se
plantea un diagnóstico del ocaso de Occidente o, lo que es lo mismo, de la filosofía
como Metafísica. La finalidad es dar paso a una torsión (Verwindung) de la Metafísica
para dar lugar a otra forma de pensar, a un pensamiento no-Metafísico. La última figura
histórica de la Metafísica es la llamada “época de la Técnica”, expresión que designa el
acontecimiento de la filosofía moderna. Ésta, caracterizada por comprender a la
naturaleza como un objeto (Gegenstand) se sitúa para Heidegger bajo la idea del
consumo del ente (der Verbrauch des Seienden) (2000: 90). El concepto de consumo no
deja de ser la última figura o la radicalidad del pensamiento representativo de la
modernidad que toma el ente en tanto objectum, es decir, la entidad comprendida en su
aparecer bajo el methodos. Éste es la regulación del fenómeno en tanto se constituye en
el control del ente que permite disponer de él y operar sobre él según la determinación
de su carácter aplicativo. Debido a esto Heidegger considera este acontecimiento en la
historia del ser (Seinsgeschichte) como el punto neurálgico donde converge la voluntad
humana como voluntad de dominio sobre la entidad del ente y la ausencia de
pensamiento sobre la diferencia ontológica. De esta manera, la idea de consumo del
ente, como indica Heidegger, es la “forma de uso” (Form der Vernutzung), el modo en
que todo fenómeno queda remitido a dos vectores centrales: disponibilidad y
manipulación. A continuación me centraré en esta concepción heideggeriana de la
Metafísica para mostrar de qué modo el modelo científico-técnico de la naturaleza
humana desarrollado desde la modernidad se afirma sobre dos modos de intervención:
el tratamiento indiferente respecto a un ente artificial y un ente natural y el tratamiento
valorativamente neutral del ente, sea éste natural o artificial. Ambas tesis, por otro lado,
se verán relacionadas con el análisis que hace Heidegger, en los seminarios de Zollikón,
del concepto de cuerpo y enfermedad en el campo de la medicina.
II)
El concepto de “método” es el control de ente o fenómeno que opera desde
los vectores de disponibilidad y manipulación entendiendo no sólo el ente artificial de
esa manera sino también el ente natural. La naturalización de lo artificial o lo
artificialización de lo natural propia de la modernidad es una consecuencia de la visión
metodológica que encierra la perspectiva de la mathesis universalis propia de la
filosofía mecanicista ensayada principalmente desde el siglo XVII. Para este modo de
hacer filosofía la cuantificación o matematización del ente implica que todo fenómeno
se muestre en su existencia misma como un valor de medida. El consumo de ente,
debido a esto, conlleva que la disponibilidad y manipulación de la entidad sólo se
ofrezcan en el principio cuantitativo de la medición. No puede desprenderse la medida
cuantitativa de la actividad de dominio de la entidad como disponibilidad y
manipulación. Por eso el cientificismo es la realización más eficaz del modelo
mecanicista de la filosofía moderna; para él cualquier fenómeno sólo es comprensible a
luz de la cuantificación y el método. El cientificismo es la radicalidad del modelo
mecanicista que se caracteriza por dar cuenta del ente únicamente por la efectividad del
método comprendido según la idea de medida. Y en este sentido se produce la
indiferencia entre lo natural y lo artificial. El método es el aseguramiento del ente, su
control operativo, sin importar su esencialidad o sustancialidad. La “centralidad” del
método es literal en cuanto no se debe pensar que él es un producto meramente
subjetivo que se le aplica a los entes que le salen al paso sino que su centralidad refiere
a que el hombre mismo no deja de ser un producto de la actividad metodológica. El
método es determinante, dicho en conceptos modernos, tanto del sujeto como del
objeto.
Esta modalidad implica, para Heidegger, que se tome al hombre como el
recurso más importante (»wichtigste Rohstoff«); es decir, el hombre es la materia prima
básica que habilita la comprensión de la época de la técnica bajo el concepto central de
producción (poiesis) (2000: 90). La objetivación de la naturaleza va de la mano de la
comprensión del hombre como sujeto de uso. La naturaleza debe entenderse en su
máxima amplitud y, por eso, no debe pensarse que el hombre ocupa un lugar especial en
ella. Ya Spinoza indicaba en el siglo XVII que el hombre no es un reino dentro de otro
reino. La desacralización de la naturaleza conlleva la desacralización de la naturaleza
humana. La conocida descripción de una época medieval “teocéntrica” y su pasaje a una
época moderna “antropocéntrica” no resulta viable, en última instancia, dentro de este
marco fenomenológico-hermenéutico. La modernidad como época de la técnica es la
era de la neutralidad nihilista que asemeja todo ente a la indiferencia de la
disponibilidad y la manipulación. El conocimiento, la teoría del conocimiento, se
instituye, entonces, como la modalidad filosófica por excelencia que no tiene otra
finalidad más que la de comprender la entidad en su consumo. El recurso humano es
“recurso” en la medida en que es su consumo, es decir, la materia prima disponible y
manipulable sujeta al control metodológico.
Debido a esto el diagnóstico que abre el análisis heideggeriano se centra en el
reconocimiento primario de la definición moderna de hombre como “ser vivo que
trabaja” (das arbeitende Lebewesen) (2000: 70). El concepto de “trabajo” opera como el
desencadenante moderno de la comprensión del ente en el sentido del consumo
mediante la interpretación de la premisa antropológica tradicional “animal racional”. La
clave aquí es cómo interpretar el concepto de “trabajo” en relación a dicha premisa. Es
decir, si “trabajo” es un reemplazante directo de “racional” o si “trabajo” es el modo
moderno de “racional”. Hay una diferencia importante. Se puede interpretar que el
concepto de “trabajo” al reemplazar el concepto de racionalidad anula por completo a
ésta o, por otro lado, puede entenderse que “trabajo” es el acontecimiento que termina
por definir la característica moderna de racionalidad. La dirección interpretativa de
Heidegger parece conducirse por lo segundo. La racionalidad moderna, entonces, se
estructura por el control metodológico que de modo indiferente (sea natural o artificial)
comprende al ente según su disponibilidad y manipulación, su consumo, y su máxima
expresión es la caracterización de la animalidad humana como homo laborans. El
hombre es equiparado a “trabajador” y con ello, se lo comprende según el modo del
recurso, es decir, materia prima de consumo. La idea de “trabajo” resulta, de esta
manera, un operador discursivo en el análisis heideggeriano que indica la posibilidad
última de la Metafísica que se resume en la disponibilidad y manipulación de la vida.
Ésta, bajo el cientificismo y su control metodológico no representa un límite sino la
mayor expresión de la época de la técnica que regula en su indiferencia entitativa el
modo en que debe tratarse.
Con esto cabe afirmar que la época de la técnica en el marco heideggeriano
expresa no sólo una indiferencia respecto a la clásica distinción entre naturaleza y
cultura sino también una neutralidad valorativa, que puede verse en dos puntos de
importancia. Por un lado, la ciencia que actúa en su rol investigativo a través de la idea
de progreso y planificación independientemente de todo ámbito ajeno a su realización;
es decir, la investigación avanza en la construcción de conocimiento de forma autónoma
sin ningún tipo de regulación externa. La especialización del conocimiento y su
autonomía respecto a cualquier otro dominio conlleva, al mismo tiempo, que cada
conocimiento óntico restringido a una determinada esfera de objetos sólo pueda ser
evaluado por los mismos investigadores ligados a ese dominio de objetos. Por otro lado,
la neutralidad aparece ligada a otra forma de independencia que es la de la propia
investigación; es decir, la ausencia de responsabilidad respecto al momento aplicativo-
técnico del conocimiento producido. Por más que la ciencia se piense desde la
modernidad en su modo intervencionista desde su efectividad técnica dicha efectuación
se desliga del proceso aplicativo como un derivado que es parte de otro momento
especializado. El “uso” del conocimiento una vez realizado y validado es propio de una
instancia administrativa ajena al ámbito académico.
Ambos puntos no son tratados por Heidegger pero, a mi entender, pueden
justificarse desde su lectura de la modernidad. Esta lectura de la modernidad o época de
la técnica resulta vinculante respecto al análisis que hace Heidegger de la medicina
moderna, específicamente, de la psicología y la psiquiatría en los seminarios de
Zollikón que realiza durante fines de los años sesenta.
La idea del presente trabajo es vincular esta caracterización con la
fenomenología-hermenéutica postheideggeriana de Gadamer respecto a un problema
central: ¿la medicina moderna se caracteriza por curar o más bien por conservar la
capacidad de trabajo (die Arbeitsfähigkeit zu erhalten)? (Gadamer, 1993: 131). Cuestión
ésta que posibilita abrir la discusión fenomenológica-hermenéutica al campo práctico de
la filosofía de la medicina en su aspecto fenomenológico relativo a la primera persona y
su aspecto hermenéutico relativo a la experiencia vinculante de la tercera persona.

Bibliografía.

-Heidegger, M. (2000). Gesamtausgabe Band 7. Vorträge und Aufsätze. Frankfurt.


Klostermann.

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