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La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y

1945. En este se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, de hecho en
el momento de la caída del Reich hitleriano sólo nueve Estados del mundo eran
oficialmente neutrales (Afganistán, Dinamarca, España, Irlanda, Mongolia, Nepal, Portugal,
Suecia y Suiza)1, incluidas todas las grandes potencias, agrupadas en dos alianzas
militares enfrentadas: los Aliados de la Segunda Guerra Mundial y las Potencias del Eje.
Fue la mayor contienda bélica de la Historia, con más de cien millones
de militaresmovilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes contendientes
destinaron toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo bélico,
borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme
repercusión que incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto, los bombardeos
intensivos sobre ciudades y el uso, por única vez, de armas nucleares en un conflicto
militar, la Segunda Guerra Mundial fue el más mortífero en la historia con un resultado de
entre 50 y 70 millones de víctimas, el 2,5% de la población mundial.2
El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión
alemana de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar
un Tercer Reich alemán sobre Europa, que produjo la inmediata declaración de guerra
de Francia con la mayor parte de los países del Imperio británico y la Commonwealth al
Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie
de fulgurantes campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió
gran parte de la Europa continental. En virtud de los acuerdos firmados entre los nazis y
los soviéticos, la nominalmente neutral Unión Soviética ocupó o se anexionó territorios de
las seis naciones vecinas con las que compartía frontera en el oeste. El Reino Unido y la
Commonwealth se mantuvieron como la única gran fuerza capaz de combatir contra las
Potencias del Eje en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las
potencias europeas del Eje comenzaron la invasión de la Unión Soviética, dando así inicio
a la más extensa operación de guerra terrestre de la Historia, donde desde ese momento
se empleó la mayor parte del poder militar del Eje. En diciembre de 1941 el Imperio del
Japón, que había estado en guerra con China desde 19373 y pretendía expandir sus
dominios en Asia, atacó a los Estados Unidos y a las posesiones europeas en el océano
Pacífico, conquistando rápidamente gran parte de la región.
El avance de las fuerzas del Eje fue detenido por los Aliados en 1942 tras la derrota de
Japón en varias batallas navales y de las tropas europeas del Eje en el Norte de África y
en la decisiva batalla de Stalingrado. En 1943, como consecuencia de los
diversos reveses de los alemanes en Europa del Este, la invasión aliada de la Italia
Fascista y las victorias de los Estados Unidos en el Pacífico, el Eje perdió la iniciativa y
tuvo que emprender la retirada estratégica en todos los frentes. En 1944 los aliados
occidentales invadieron Francia, al mismo tiempo que la Unión Soviética recuperó las
pérdidas territoriales y ambos invadían Alemania.
La guerra acabó con una victoria total de los Aliados sobre el Eje en 1945 y la liberación de
los prisioneros en campos de exterminio. La guerra en Europa terminó con la captura de
Berlín por tropas soviéticas y polacas y la consiguiente rendición incondicional alemana el
8 de mayo de 1945. La Armada Imperial Japonesa resultó derrotada por los Estados
Unidos y la invasión del archipiélago japonés se hizo inminente. Tras el bombardeo
atómico sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de los Estados Unidos y la invasión
soviética de Manchuria, la guerra en Asia terminó el 15 de agosto de 1945
cuando Japón aceptó la rendición incondicional.
La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones políticas y la estructura social del mundo.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada tras la conflagración para
fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos. La Unión Soviética y los
Estados Unidos se alzaron como superpotencias rivales, estableciéndose el escenario
para la Guerra Fría, que se prolongó por los siguientes 46 años. Al mismo tiempo declinó
la influencia de las grandes potencias europeas, materializado en el inicio de
la descolonización de Asia y África. La mayoría de los países cuyas industrias habían sido
dañadas iniciaron la recuperación económica, mientras que la integración política,
especialmente en Europa, emergió como
Las causas bélicas del estallido de la Segunda Guerra Mundial son, en Occidente,
la invasión de Polonia por las tropas alemanas y, en Oriente, la invasión japonesa de
China, las colonias británicas, neerlandesas y posteriormente el ataque a Pearl Harbor.
La Segunda Guerra Mundial estalló después de que estas acciones agresivas recibieran
como respuesta una declaración de guerra, la resistencia armada o ambas, por parte de
los países agredidos y aquellos con los que mantenían tratados. En un primer momento,
los países aliados estaban formados tan solo por Polonia, Reino Unido y Francia, mientras
que las fuerzas del Eje las constituían únicamente Alemania e Italia en una alianza llamada
el Pacto de Acero.
A medida que la guerra progresó, los países que iban entrando en la misma (por ser
atacados o tener tratados con los países agredidos) se alinearon en uno de los dos
bandos, dependiendo de cada situación. Ese fue el caso de los Estados Unidos y la URSS,
atacados respectivamente por Japón y Alemania. Algunos países, como Hungría o Italia,
cambiaron sus alianzas en las fases finales de la guerra.

El Tratado de Versalles, establecía la compensación que Alemania debía pagar a los


vencedores de la Primera Guerra Mundial. El Reino Unido obtuvo la mayor parte de las
colonias alemanas en África y Oceanía (aunque algunas fueron a parar a manos
de Japón y Australia). Francia, en cuyo suelo se libraron la mayor parte de los combates
del frente occidental, recibió como pago una gran indemnización económica y la
recuperación de Alsacia y Lorena, que habían sido anexionadas a Alemania por Otto von
Bismarck tras la Guerra Franco-prusiana en 1870.
En el Imperio ruso, la Dinastía Románov había sido derrocada y reemplazada por un
gobierno provisional que a su vez fue derrocado por los bolcheviques de Lenin y Trotsky.
Después de firmar el Tratado de Brest-Litovsk, los bolcheviques tuvieron que hacer frente
a una guerra civil, que vencieron, creando la URSS en 1922. Sin embargo, ésta había
perdido mucho territorio por haberse retirado prematuramente de la
guerra. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia resurgieron como naciones a partir de una
mezcla de territorios soviéticos y alemanes tras el Tratado de Versalles.
En Europa Central, aparecieron nuevos estados tras el desmembramiento del Imperio
austrohúngaro: Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia que además tuvo que
ceder territorios a la nueva Polonia, a Rumanía y a Italia.
En Alemania, el Tratado de Versalles tuvo amplio rechazo popular: bajo su cobertura legal
se había desmembrado el país, la economía alemana se veía sometida a pagos y
servidumbres a los Aliados considerados abusivos, y el Estado carecía de fuerzas de
defensa frente a amenazas externas, sobre todo por parte de la URSS, que ya se había
mostrado dispuesta a expandir su ideario político por la fuerza. Esta situación percibida de
indefensión y represalias abusivas, combinada con el hecho de que nunca se llegó a
combatir en territorio alemán, hizo surgir la teoría de la Dolchstoßlegende (puñalada por la
espalda), la idea de que en realidad la guerra se podía haber ganado si grupos extranjeros
no hubieran conspirado contra el país, lo que hacía aún más injusto el ser tratados como
perdedores. Surgió así un gran rencor a nivel social contra los Aliados, sus tratados, y
cualquier idea que pudiera surgir de ellos.
La desmovilización forzosa del ejército hasta la fuerza máxima de 100 000 hombres
permitida por el tratado (un tamaño casi testimonial respecto al anterior) dejó en la calle a
una cantidad enorme de militares de carrera que se vieron obligados a encontrar un nuevo
medio de subsistencia en un país vencido, con una economía en pleno declive, y tensión
social. Todo eso favoreció la creación y organización de los Freikorps, así como
otros grupos paramilitares. La lucha de los Freikorps y sus aliados contra los movimientos
revolucionarios alemanes como la Liga Espartaquista (a veces con la complicidad o incluso
el apoyo de las autoridades) hizo que tanto ellos como los segmentos de población que les
apoyaban se fueran inclinando cada vez más hacia un ideario reaccionario y autoritario,
del que surgiría el nazismo como gran aglutinador a finales de los años 20e inicios de
los 30. Hasta entonces, había sido un partido en auge, pero siempre minoritario; un intento
prematuro de hacerse con el poder por la fuerza (el Putsch de Múnich) acabó con varios
muertos, el partido ilegalizado y Hitler en la cárcel. Es durante ese periodo de
encarcelamiento que escribió el Mein Kampf (Mi lucha), el libro en el que sintetizó su
ideario político para Alemania.
El caldo de cultivo existente a nivel social, combinado con la Gran Depresión de inicios de
los 30 hizo que la débil República de Weimar no fuera capaz de mantener el orden interno;
los continuos disturbios y conflictos en las calles incrementaron la exigencia de orden y
seguridad por parte de sectores de la población cada vez más amplios. Sobre esa ola de
descontento y rencor, el Partido Nazi, liderado por Adolf Hitler se presentó como el
elemento necesario para devolver la paz, la fuerza y el progreso a la nación. Los ideólogos
del partido establecieron las controvertidas teorías que encauzarían el descontento y
justificarán su ideario: la remilitarización era imprescindible para librarse del yugo opresor
de las antiguas potencias Aliadas; la inestabilidad del país era ocasionada por
movimientos sociales de obediencia extranjera (comunistas) o grupos de presión no
alemanes (judíos), culpables además de haber apuñalado por la espalda a la Gran
Alemania en 1918; además, Alemania tiene derecho a recuperar los territorios que fueron
suyos, así como asegurarse el necesario espacio vital (Lebensraum) para asegurar su
crecimiento y prosperidad. Todas estas ideas quedaron plasmadas en el Mein Kampf.
Partiendo de la sensación de afrenta originada por el Pacto de Versalles, los nazis
potenciaron, alimentaron y extendieron la necesidad de reparación en la sociedad
alemana, mezclando los problemas reales con las necesidades de su propio programa
político, presentando el militarismo y la adherencia a la disciplina fascista como las únicas
vías capaces de reconducir la situación. Del mismo modo se justificó la represión brutal de
cualquiera que no pensara del mismo modo o fuera percibido como un enemigo del
Estado. Y el clima existente a causa del Pacto hizo que a parte de la sociedad no le
preocupase lo más mínimo el incumplimiento de cualquier tipo de tratado internacional.
Hasta 1932, el NSDAP fue incrementando su cuota electoral en las elecciones federales,
manteniendo un estilo político igual de bronco y agresivo que el que practicaba en la calle.

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