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Absurdo1 (Teatro del) (Del latín absurdus-a-um, <<disparatado>>.

)
Movimiento dramático que comienza a fines del siglo XlX y se consolida a principios del
XX. Los absurdistas niegan que la vida tenga un sentido y un propósito, por eso sus obras
son creadas para verlas y experimentarlas, no para analizarlas; se rigen por el principio de
que la vida no tiene objetivo ni forma, es contradictoria y, por tanto, absurda. P.7
<<De este sentimiento de inconformidad, de desilusión, nació el teatro del absurdo, así
llamado por los críticos que siempre necesitan, para su propia orientación, poner etiquetas y
hacer clasificaciones. Es, con sus aspectos multifacéticos, un teatro que no acepta la vida,
cada vez más contradictoria: los amigos de ayer, los aliados de la gran guerra apenas pasada
son hoy —sin transición, diríamos en términos teatrales— los enemigos acérrimos. Los
enemigos de ayer son de pronto los amigos más íntimos. La gran carrera por ganar son las
armas nucleares, que de todas maneras destruirán a todos igualmente, y una febril preparación
científica, que pudiera favorecer a toda la humanidad, se dirige a nuestra más completa
autodestrucción.>> (Wagner: Teoría y técnica teatral.) (Ayuso, María: García, Consuelo:
Solano, Sagrario. Diccionario de términos literarios, Madrid, Ediciones Akal, 1997, p.8.2).

Absurdo3
(del latín, absurdus, -i: lo contrario u opuesto a la razón)
Es la tendencia literaria, especialmente en la dramaturgia, en la que la realidad representada
está regida por la burla y el escarnio, la desoladora miseria moral en la que se desenvuelve el
hombre, la antítesis entre la apariencia y la realidad, la belleza recreada en la armonía y la
crueldad; alteraciones insólitas de hechos habituales y la comicidad de lo profundamente
trágico. En todo se denota la conciencia de habitar un mundo degradado, y, por tanto,
totalmente, falto de lógica, lo que da paso a la necesidad de denunciarlo.
Se rechazan las imágenes tradicionales y los recursos expresivos de la lengua porque
coinciden con las imágenes convencionales. A esto se opone un nuevo lenguaje, impersonal,
individual y lleno de alegorías y símbolos. La obra del absurdo implica que no podrá ser
comprendida con el observador que pretenda asociarla con los hechos tradicionales. Por el
contrario, presupone que el receptor debe transcodificar el mensaje y reorganizarlo en un
nuevo sentido.
° Noticia histórica
El absurdo contemporáneo tuvo su máxima expresión en el teatro y se impuso como
interpretación de la realidad distorsionada de la posguerra, pero sus raíces se remontan a la

1
Ayuso, María: García, Consuelo: Solano, Sagrario. Diccionario de términos literarios, Madrid, Ediciones
Akal, 1997

3
l
literatura clásica y permanece como una constante reiterada. Las imágenes caricaturescas,
pero profundamente trágicas de la comedia plautina (h. 2000 a. C.), los mismos personajes
que luego aparecen fijos en la Commedia dell´Arte, algunas alegorías medievales; el
hiperbolismo de Rabelais, el terror de las novelas góticas, la exagerada emotividad romántica
no son más que algunas muestras del absurdo.
Pero el absurdo como tal se considera iniciado por Alfred Jarry (1873-1907) y Antonin
Artaud (1896-1948) y se agudizo en la segunda posguerra, nutrido con las imágenes oníricas
surrealistas. Jean Paul Sartre, Eugéne Ionesco o Samuel Beckett son algunos de los
dramaturgos que trataron el tema del absurdo. (Gonzáles, Emma. Diccionario de terminología
literaria, Madrid, Editorial Síntesis, 2002, p. 12)
(…)

El teatro del absurdo es una manifestación dramática esencialmente europea que tiene su
origen en la desorientación que siente el hombre al examinar el mundo que lo rodea en
relación a sí mismo. Los rápidos cambios tecnológicos y científicos le despojan al hombre
de sus creencias religiosas básicas y lo aíslan de sus raíces y valores tradicionales,
produciéndose una sensación de desajuste y desarmonía. A menudo los dramaturgos intentan
reproducir la desorientación y frustración que siente el individuo por medio de metáforas
dramáticas en que los personajes se esfuerzan por impartir algún orden a un mundo
aparentemente ilógico utilizando preceptos de la lógica con el fin de comprenderlo en dicho
mundo y así clarificar su papel en dicho mundo y concretizar su identidad y autenticidad.
(Náter, Miguel. Los demonios de la duda: teatro existencialista hispanoamericano, Puerto
Rico, Editorial Isla Negra, 2004, p. 554).
https://books.google.com.mx/books?id=X1nRgePeubcC&pg=PA54&dq=el+teatro+del+abs
urdo+en+Cuba&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiN_ZezwZHhAhUHbK0KHX42BpwQ6AEI
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En general, no hay en el drama absurdista una acción que avance coherentemente en función
de las posibilidades lógicas de desarrollo y resolución de un conflicto inicial. Si en el teatro,
llamémosle, canónico, el motor de la acción -esa “línea que se desplaza de un punto inicial a
un término, después de experimentar diversas tensiones y distensiones” (Villegas, 1991, 28)-
es el conflicto dramático -definido como la pugna entre “una fuerza que tiende a realizarse y
la existencia de un obstáculo que se le opone”(30)-, la ausencia de conflicto ha de ser,
necesariamente, la causa de que los dramas de vanguardia carezcan de progresión narrativa.
Así es, no hay en ellos un choque de voluntades antagónicas capaz de poner en marcha el
engranaje de una trama, de encender la mecha de la acción. Ésta queda de raíz, truncada,

4
Náter, Miguel. Los demonios de la duda: teatro existencialista hispanoamericano, Puerto Rico, Editorial Isla
Negra, 2004, p. 55
abortada. Simplificando, bien la situación inicial se sostiene, invariable, hasta la exasperación
-Esperando a Godot, Final de partida, Los días felices…-, bien asistimos a una sucesión de
episodios o situaciones inconexas, sin aparente trabazón lógica, prolongable ad libitum -La
cantante calva-.5 (Lobato, Ricardo. El teatro del absurdo en Cuba, 1948-1968, Madrid,
Editorial Verbum, 2002, p. 28).

(…) En las obras con estructura circular, las situaciones de partida y de llegada coinciden:
no hay, propiamente, un sentido o vector de avance que anime y dirija los acontecimientos.
Si entendemos sentido en su doble acepción de orientación y, también, razón de ser, puede
concluirse que la circularidad no es sino la plasmación estructural de la inexistencia de una
razón última que dé sentido a nuestros actos; de la aporía, en otras palabras, del hombre
contemporáneo, privado de asideros, cuya vida se reduce a un fluir sin norte, enajenante y
reiterativo6. (Lobato, Ricardo. El teatro del absurdo en Cuba, 1948-1968, Madrid, Editorial
Verbum, 2002, p. 31).
https://books.google.com.mx/books?id=KHGo3X26PuMC&pg=PA135&dq=la+guerra+y+
el+teatro+del+absurdo&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjc8_zMwJHhAhVEDq0KHWd6BH
0Q6AEIMTAC#v=onepage&q=la%20guerra%20y%20el%20teatro%20del%20absurdo&f
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ABSURDO (Teatro del). La expresión teatro del Absurdo ha sido empleada a menudo para
designar aquellos aspectos del teatro de vanguardia que tanto en su sentido más metafísico
como a lo referente de las más superficiales convenciones sociales dan una imagen absurda
de nuestra existencia. En realidad, el concepto de “absurdo”, se haya explícitamente
designado en la literatura existencialista de los años 40-50 y particularmente en la obra de
Sartre y Camus: “La existencia es absurda, sin razón, sin causa y sin necesidad” escribe Sartre
en El Ser y la Nada y este enfrentamiento del hombre con un universo carente de sentido está
en el trasfondo de obras de Camus como El extranjero, El malentendido o Calígula, sin
embargo, la expresión teatro del absurdo se ha aplicado sobre todo para designar una
dramaturgia en completa ruptura con la tradición (la dramaturgia existencialista, más
preocupada por el alcance del mensaje, se basa fundamentalmente en los recursos dramáticos
convencionales). Nos encontramos, pues, ante una denominación que abarca sobre todo el
teatro de Ionesco y de Beckett, el primero con sus ritos sociales, el segundo con sus
despojadas y desesperadas parábolas de la vida humana. Otros muchos autores pueden
considerarse incluidos en esta misma tendencia, quienes, como escribe Martin Esslin, “tienen
claramente y a pesar de ellos mismos muchas cosas en común y sus obras reflejan las

5
Lobato, Ricardo. El teatro del absurdo en Cuba, 1948-1968, Madrid, Editorial Verbum, 2002, p. 28
6
Lobato, Ricardo. El teatro del absurdo en Cuba, 1948-1968, Madrid, Editorial Verbum, 2002, p. 31
preocupaciones, las ansiedades, las emociones y el pensamiento del hombre occidental”. Y
esta temática se desarrolla a través de una nueva dramaturgia que rompe con los moldes del
razonamiento lógico y del pensamiento discursivo: “El teatro del absurdo ha renunciado a
argumentar el absurdo de la condición humana, simplemente la muestra con imágenes
concretas”. (Martin Esslin). [FJH] (De la fuente, Ricardo: Villa, Sergio. Diccionario general
del teatro, Salamanca, Editorial Ambos Mundos, 2003, p.11).7

7
De la fuente, Ricardo: Villa, Sergio. Diccionario general del teatro, Salamanca, Editorial Ambos Mundos,
2003, p.12

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