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SERG IO G I JTIRRRF.Z-NF.

GRÓN

El peligro del ludita: vagancia,


humanismo y técnica en la ensayística
de Guillermo Fadanelli

Este artículo ofrece un análisis del concepto de “vagancia” en la ensayística del


escritor mexicano Guillermo Fadanelli. En sus libros de ensayos, el escritor
mexicano elabora el vagar, en tanto errar (vagári) y desocupación (vacare),
como un medio de conocimiento y una form a de vida capaz de escaparse del
peligro de la técnica que, según el autor, amenaza al México contemporáneo.
Esta amenaza, que Fadanelli localiza en el corazón del neoliberalismo, insiste
en ecumenizar el pensamiento económico, mercantilizar la moral, cosificar la
persona, y reducir el conocimiento a información. A través de sus libros, Fada­
nelli articula la vagancia como un pensamiento anárquico lanzado contra el
pensamiento técnico, ya sea profesional, informativo, o pedagógico. E l siguiente
análisis rastrea el desarrollo y las contradicciones del concepto alrededor de tres
de sus preocupaciones principales— la crisis del humanismo, el valor del arte en
la época contemporánea y la tecnificación del pensamiento.

La ensayística del autor mexicano Guillermo Fadanelli es una


producción intencionalmente ineficaz, desigual, y escatimada1. En ella,
los argumentos se despliegan de prisa antes de ser abortados, cuando
no interrumpidos por una divagación estridente, o la irrupción des­
carada de la anécdota personal. En las primeras páginas de uno de sus
libros de ensayos, Elogio a la vagancia (2008), Fadanelli construye una
imagen apta para lo que llamará la “vagancia” de los textos que aquí se
estudiarán. En su hogar de la niñez, recuerda, el silencio o la quietud
eran vistos con sospecha por aquellos con autoridad. La mejor opción
que tenían los niños para pasar desapercibidos era entregarse a alguna
actividad o trabajo. Sin embargo, tal inercia le era ajena al infante Fa­
danelli: “Yo no tenía que simular demasiado, porque en mi vida jamás
he logrado profundizar en nada y hasta el vuelo de una mosca lleva mi

Revista de Estudios Hispánicos 48 (2014 )


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pensamiento al otro lado de la alberca” (Elogio 15). La anécdota se hace


útil como apertura porque anuncia la estética que caracteriza la ensa-
yística de Fadanelli. Hasta la fecha, esta consta de los libros En busca de
un lugar habitable (2006), Plegarias de un inquilino (2006), Elogio a la
vagancia (2008) e Insolencia: literatura y mundo (2012). En estos, Fada­
nelli modela su proceder como un “pensar vagabundo” o “vagancia”; un
pensamiento de salida ineficaz, conforme a la distracción del niño que
observaba moscas. Este artículo explora esta vagancia, colocándola en
conversación no sólo con el contexto institucional desde el cual es arti­
culada, sino contra el contexto contemporáneo ante el cual se constituye
como crítica. Argüiré que es precisamente a través del concepto de la
vagancia que se puede entender el entramado de problemas y cuestiones
que ocupan al autor y que esta estética es desarrollada como fuga ante
el peligro de la técnica y la tecnificación que, en tanto sinónimos para
Fadanelli, amenazan al presente.
Aunque Guillermo Fadanelli aborda la situación contemporánea
fragmentaria y tangencialmente a través de los cuatro libros, su concep-
tualización de la vagancia emerge como una reacción a la confluencia
de una serie de ansiedades relacionadas con el momento neoliberal2.
Aun así, Fadanelli no enfrenta estas ansiedades ni sociológica, ni etioló-
gicamente. Por esta razón, la situación mexicana neoliberal permanece,
hasta cierto punto, como abstracción, más relacionada con la gramática
de los problemas filosóficos de la modernidad, que con circunstancias
materiales específicas. En las ocasiones en que sí se refiere directamente
a México, hace uso de una variedad de epítetos: sociedad mediática,
tecnocrática, globalizada, de masa, del espectáculo, neoliberal, etcétera.
Con éstos, el autor busca referirse, a modo de paraguas, a una sociedad
caracterizada por las políticas económicas de privatización, mercadoli-
brismo, y austeridad fiscal que han aquejado a México por más de tres
décadas y que han dado paso al debilitamiento del estado-nación; la
ecumenización de un economismo que ha significado la mercantiliza-
ción de la moral, la cosificación de la persona, y la transformación del
pensamiento en información (o tecnificación del pensamiento); la gene­
ralización de la violencia; y, finalmente, la precaria situación económica
y social de la mayoría de mexicanos3. Para Fadanelli, estos elementos
conforman una constelación en cuyo centro se halla, a modo de agujero
negro, el problema de la preponderancia de la técnica, o la tecnifica­
ción. A este problema, que cruza toda su obra, Fadanelli se enfrentará
siempre oblicuamente atacando lo que para él son sus secuelas: la crisis
El peligro del ludita 451

del humanismo, el papel de la literatura en la época contemporánea y


la tecnificación del pensamiento.
A continuación trazaré la elaboración de la vagancia como es­
cape ante lo que Fadanelli ve como la creciente amenaza de la tecnifica­
ción, a través de los cuatro libros de ensayos. La amenaza de la técnica,
adelanto, consta para Fadanelli de un emplazamiento que ordena y
categoriza la vida y el pensamiento, regimentándolos a partir de la efi­
ciencia, la optimización, y el cálculo de riesgos. La fuga de la vagancia
consistirá de una ética de la alteridad construida a partir del arte y lo
que denomina el “pensar vagabundo” (.Elogio 15). Sólo reconstruyendo
el itinerario que lleva a Fadanelli a sus conclusiones— la crisis del huma­
nismo, el valor del arte en la época del espectáculo, y la tecnocratización
del pensamiento— , se hará posible enfrentar la amenaza que yace al
centro de sus ansiedades, y contra la cual lanza la vagancia del arte y
el pensamiento: la técnica. Antes de continuar, glosaré brevemente la
posición de Fadanelli en el campo literario mexicano porque me parece
que la interpretación de las demandas del momento contemporáneo
que emerge en estos textos parte de una matriz ideológica peculiar,
marcada por el lugar institucional que ocupa.
En una biografía que Fadanelli colgó en su blog personal, una
tercera persona omnisciente anota que el autor nació en un hospital que
ahora es hotel; que libró y perdió su primera pelea a los nueve años;
que fue enviado a una escuela militar; que aprendió a beber de mano
de un tío excombatiente de Vietnam; y que intentó llevar estudios
universitarios de Ingeniería pero fracasó por ausentismo. A esto sigue
una letanía de trabajos mencionados a modo de enraizar una estirpe
proletaria, al igual que un número de viajes y observaciones al parecer
baladíes4. Este auto-retrato ya captura muchos de los topos alrededor
de los cuales se conforma un discurso en el que Fadanelli figura como
escritor contracultural, de culto. Es precisamente por la consagración de
dicha imagen que surge una fractura entre la práctica simbólica de Fada­
nelli y su práctica material. Por el lado simbólico, se encuentra Fadanelli
entendido como autor irredento y anárquico, productor de un realismo
sucio, antihumanista y lanzado contra la solemnidad institucional de
la literatura mexicana. Por el lado material, se halla un Fadanelli que
con los años se ha transformado en un autor consagrado e institucional.
Desde sus primeras publicaciones en los noventas, su obra ha abarcado
veinticuatro títulos de diversos géneros, publicados por una docena de
452 Sergio Gutiérrez-Negrón

editoriales nacionales e internacionales, tanto en sus originales como en


traducciones. Similarmente, se ha desempeñado como director de una
revista y una pequeña editorial que ha publicado a una docena de auto­
res, y como columnista en varios medios. Es decir, a pesar de este imagi­
nario de autor vagabundo y periférico, y la poca atención crítica que se
le ha prestado a su obra en la academia, Guillermo Fadanelli ha pasado
a ser una coordenada inevitable en la institución literaria mexicana y
el mercado cultural5. La faceta simbólica de su posición en el campo
literario no se limita sólo a este discurso de poete maudit sino que abarca
además la construcción de su figura autorial; una figura profundamente
atada a la estética de la vagancia que impera en su ensayística, en tanto
que rechaza la institucionalización, el rol del intelectual, y la política
tradicional en una constante búsqueda de lo liminal y las afueras.
La ensayística de Fadanelli puede considerarse como parte del
auge del ensayo joven en México, género caracterizado por la digresión
literaria y la libertad de pensamiento, según Ignacio Sánchez Prado ha
notado en su texto “La incesante paradoja del ensayo joven” (2010). A
pesar de que este texto reseña a dos ensayistas distintos, los apuntes que
hace respecto al ensayo joven se aplican a los libros de Fadanelli de los
que me ocupo aquí: son textos “profunda y radicalmente nostálgicos”
(83). El crítico mexicano nota que, si a nivel mundial, “el ensayo es cada
vez más, en todos sus registros, un estudio del malestar producido por la
interminable proliferación de culturas y contraculturas”, la recurrencia
de los escritores mexicanos al género puede entenderse como una ape­
lación “al ensayo como la última posibilidad de preservar una cultura
en que la literatura ocupa un lugar innegable de privilegio epistémico
y afectivo”. Sánchez Prado culmina su análisis preguntándose si “dicha
nostalgia sea una instancia de resistencia necesaria ante el caos de la
contemporaneidad o un anacronismo irremediablemente sentenciado
a la desaparición” (83).
Esta sugerencia resuena profundamente con los textos de Fada­
nelli, y tomará mayor fuerza mientras progresa este artículo. En lo que
sigue se verá el camino que toma la vagancia en la ensayística de Gui­
llermo Fadanelli en tanto un ejemplo de la “resistencia necesaria ante el
caos de la contemporaneidad” de la que habla el crítico. No obstante,
para establecer la trayectoria del concepto es necesario constatar que,
aunque sí está presente de una forma u otra en los cuatro libros, éste
no ocupa el centro de atención de todos ellos. De hecho, la vagancia es
El peligro del ludirá 453

sólo motivo de reflexión explícita en uno de ellos, Elogio de la vagancia.


La vagancia, a pesar de esto, no es sólo la pulsión detrás del cuarteto,
sino que además funciona como el concepto clave para poder entender
el alcance y las limitaciones del pensamiento de Fadanelli. En el pri­
mero, En busca de un lugar habitable, la vagancia aparece apenas como
un motivo mencionado de pasada. En Plegarias de un inquilino, la idea
comienza a adquirir consistencia y profundidad, a pesar de que aun
sigue limitada a sólo una de sus líneas etimológicas, vagári del latín, que
la prende al movimiento errante, al andar sin determinación u orden6.
Ya ahí Fadanelli comienza a percatarse del potencial del concepto: al
pensar la vagancia como sinónimo del errar, comienza a implicar no
sólo un movimiento desabocado y anárquico, sino que adquiere cierta
familiaridad con la distracción y el error. Será en Elogio de la vagancia
que Fadanelli desarrollará el concepto, retomando las preocupaciones
de los dos libros anteriores, y pasándolas por un concepto de la vagancia
que ya envuelve tanto el errar, como su otro significado etimológico
proveniente del latín, vacare, que implica ocio y desocupación.
Es sólo al implicar la dualidad etimológica de la vagancia que
a Fadanelli se le revela el potencial del concepto. A través de todos sus
libros, pero principalmente en Elogio, Fadanelli aboga por la vagan­
cia como medio de conocimiento; como forma de vida que deroga
el desarrollo lineal y el pensamiento tecnocrático. Fadanelli articula
la vagancia como crítica anárquica, librada contra la amenaza del
momento contemporáneo. De modo que el pensar vagabundo de la
vagancia está lanzado contra la tecnificación del pensamiento, es decir,
contra la reducción del pensar a producción informativa, pedagógica,
técnica. Es en este sentido que Fadanelli lo piensa como anárquico, en
su rechazo total de ocupar el lugar del arkhon (arconte, guía, mando);
así, dice Fadanelli, que la vagancia “no se empeña en ser autoridad de
nada; en todo caso se conforma con imaginarse un mundo acorde a
sus propios pasos” (Elogio 15). Es por eso que, para él, la vagancia se
presta al ensayo, regresándolo a la tradición de Michel de Montaigne,
para quien el género era precisamente un collage, una apropiación de
textos y eventos, una práctica profundamente atada a la construcción
de la propia subjetividad. Sin embargo, si para Montaigne, la intentona
captada en el ensayo era un modo de orientarse ante la superabundancia
de experiencia de la temprana modernidad, para Fadanelli la vagancia
implica la renuncia a priori de esa necesidad de orientación. De forma
454 Sergio Gutiérrez-Negrón

que se articula como una caminata “a tientas” plagada de “digresiones,


reiteraciones, exabruptos, contradicciones, lagunas” (Elogio 24, 10).
Tras alcanzar la cúspide de su articulación en Elogio, el con­
cepto desaparecerá en Insolencia: literatura y mundo, aunque su erran
continuará guiando las ideas de Fadanelli7. A pesar de esta oscilación,
los cuatro libros pueden verse como parte del mismo proyecto de hallar
un lugar donde atrincherarse ante los embates de una época en la que,
para el autor, la técnica amenaza al ser mismo. Sin embargo, cabe aclarar
que el peligro que acecha al ser amenaza de igual modo a la literatura,
en tanto que, como se explorará más adelante, Fadanelli ve al ser de la
persona íntimamente relacionado con el ser de la literatura. De hecho,
es el peligro de estar viendo a la literatura tambaleándose en la cornisa
de nuestra época lo que motiva toda su ensayística. Por esta razón es
posible atisbar por qué, si su proyecto ensayístico tiene una variedad de
hilos en común, el principal será siempre el “ocaso del humanismo”,
como subtitula En busca de un lugar habitable.
Es en En busca, su primer ensayo extenso, donde es posible
encontrar el tratamiento más amplio que hace Fadanelli sobre la crisis
del humanismo. Es en este, también, donde es posible ver a Fadanelli
tambalear más al hacerlo. Fadanelli abre el texto con una anécdota
que anuncia lo que habrá de convertirse en su estética de la vagancia.
Durante las tardes dominicales de su niñez, recuerda, la familia entera
se sentaba alrededor de la mesa a conversar, “ [l]as conversaciones iban
de un lado a otro, sin orden ni protocolo, pasando de los dislates polí­
ticos de nuestros gobernantes a los pormenores trágicos de los asuntos
familiares”. Ante cualquier participación optimista en la que los niños
“se vanagloriaba[n] de haber emprendido un proyecto importante,
personal, de serias consecuencias para el futuro”, la madre interrumpía
diciéndoles: “Hazlo, pero no sufras demasiado. Si no lo haces tú alguien
hará el trabajo por ti” (5). Es posible ver ya en este recuerdo los tropos
que adquirirán importancia en los libros siguientes: la conversación
como intercambio, y la falta de orden y de protocolos. Acto seguido,
la advertencia materna da paso a una reflexión sobre la intrascendencia
de cualquier proyecto, lo cual consecuentemente lo lleva a afirmar que,
en la actualidad, “sostener una visión unitaria o fundamental” se ha
hecho difícil, puesto que “conocer el pasado, la tradición, la historia de
una forma ordenada y exhaustiva se ha vuelto imposible, o al menos
sospechoso de contener resabios ideológicos” (6).
El peligro del ludirá 455

Esta idea de la dificultad o imposibilidad de proyectos o visio­


nes unitarias resurgirá a través del largo itinerario del texto mediante
una serie de visitas a una variedad de autores y a ciertos momentos de la
historia para cuestionar la posibilidad del humanismo en un momento
en el que, como dice, se dificulta y sospecha de la euforia de cualquier
visión unitaria, de un discurso histórico lógico. Por “humanismo”, Fa-
danelli entiende una visión de mundo “que tiene al hombre como su
centro de gravedad: un sistema copernicano que supone a la humanidad
como centro y causa de su movimiento” (15). Esta visión viene acompa­
ñada por una serie de discursos que garantizan la trascendentalidad del
arte, el progreso de los hombres a través del tiempo, y un movimiento
dialéctico sin gazapos ni desperdicio. Visto así, concluye Fadanelli, el
humanismo no es más que una tiranía dirigida que sirvió de bandera
para un sinnúmero de crímenes y para la expansión de imperios en
nombre de la civilización (30).
Es en este momento en el que Fadanelli recurre a Martin Hei­
degger y su Carta sobre el humanismo (1947 [2000]), cuyas reflexiones
antihumanistas exacerban y condicionan las reflexiones del autor,
haciendo eco con las advertencias de su madre, y llevándolo a afirmar
que el humanismo no es más que una metafísica, y, por lo tanto, com­
pete su desarticulación". Digo que la condiciona porque, como se verá
hacia el final, la influencia heideggeriana en el concepto de la vagancia
llevará a Fadanelli a arrastrar ciertas implicaciones sobre la técnica, ca­
racterizadas por Timothy T. Campbell como “tanatopolíticas”. Es decir,
implicaciones asediadas por un horizonte marcado por la muerte, que
irremediablemente llevarán al concepto de la vagancia a internalizar una
amenaza igual o más peligrosa que la que acecha a la técnica (vii-viii).
En Carta sobre el humanismo, Heidegger respondía a una misiva
del filósofo francés Jean Beufret quien le inquiría acerca de cómo darle
sentido a la palabra humanismo en aquel 1946 de la posguerra. En su
respuesta, el alemán preguntaba si era necesario prenderse a la palabra
humanismo”, y continuaba: “[p]ero yo me pregunto si es necesario. ¿O
acaso no es evidente el daño que provocan todos esos títulos?” (15). En
su porfía, Heidegger insistía en que el humanismo partía inevitablemen­
te de “una perspectiva previamente establecida de una interpretación de
la naturaleza, la historia, el mundo y el fundamento de mundo” (23).
De modo que la metafísica humanista constaba de una determinación
que presuponía “ya la interpretación de lo ente sin plantear la pregunta
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por la verdad del ser”; es decir, dicha metafísica implicaba una defini­
ción anterior sobre la esencia del hombre (24). Es posible ver trazos de
este punto en el fragmento de Fadanelli que cité arriba, ya que son estos
fundamentos “previamente establecidos” los que hoy en día, para él, se
hacen insostenibles o, por lo menos, garantes de sospechas. A la hora de
determinar la esencia del hombre, o, en otras palabras, la humanidad
del ser humano, decía Heidegger, “el humanismo no sólo no pregunta
por la relación del ser con el ser humano, sino que hasta impide esa
pregunta, puesto que no la conoce ni la entiende en razón de su origen
metafísico” (24). Para Heidegger, el paso que seguía, y que siguió a esta
enunciación era precisamente cuestionar el ser de la metafísica.
Desde el inicio de la Carta, Heidegger lleva a cabo el proceso
de destrucción productiva, o deconstrucción, que caracteriza su obra,
en un intento de quitarle los lastres metafísicos al lenguaje, para poder
así dar paso a un pensar comprometido con “el ser para el ser” (12). Es
sólo mediante este proceso que puede abolirse la interpretación técnica
del pensar, que data de Platón y Aristóteles, y la cual lo reduce, según él,
al “procedimiento de la reflexión al servicio del hacer y fabricar” (13).
Este pensar, dice el alemán, sólo puede pensar lo que ya es; “[a]hora
bien, lo que ante todo es’ es el ser. El pensar lleva a cabo la relación del
ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación” (11).
Para Heidegger, es sólo mediante el pensar que se abre la posibilidad de
devolver al humanismo “un sentido histórico más antiguo que el sen­
tido que historiográficamente se considera más antiguo” según el cual
humanismo significaría “que la esencia del hombre es esencial para la
verdad del ser, de tal modo que lo que importa ya no es precisamente
el hombre simplemente como tal” (61-62).
En el ensayo de Fadanelli, esta idea se leerá del siguiente modo:
“Podemos pensar porque la materia de nuestro pensamiento existe antes
que nuestra disposición a pensarla. . . . somos una especie de obreros de
lo posible, magníficos, incansables orfebres de lo que ya existe” {En bus­
ca 8-9). De modo que es en la idea de que sólo puede pensarse o hacer­
se lo que ya es que la advertencia de la madre de Fadanelli se encuentra
con la de Heidegger, volviéndose el fundamento de lo que vendrá a ser
la vagancia: una renuncia al imperativo técnico de la innovación y el
progreso que impera en la modernidad. Asimismo, el concepto de “pen­
sar” de Heidegger resonará en el vagar como medio de conocimiento del
mexicano en tanto que los dos buscan quebrantar el ritmo técnico que
El peligro del ludita 457

subyace los pensamientos de la modernidad, abocados al utilitarismo y


la información.
Es posible ver cómo en el citado fragmento de la Carta, Hei­
degger no deshecha el concepto del humanismo totalmente. Lo hace
inútil, sí. Descartable, también. Pero abre la posibilidad de que si se de­
seara permanecer con el término, habría que arrebatarle sus cimientos,
el hombre, y redirigirlo hacia la verdad del ser, a la que sólo se puede
acceder a través del pensar. En otros textos, Heidegger le otorgará un
lugar similar a la poesía, la cual, dirá, crea una relación distinta, pero
verdadera, con el ser9. En busca de un lugar habitable parte de estas re­
flexiones de Heidegger sobre el pensar e intenta replicar su argumento
socavando así el concepto del humanismo pero, en algún punto del
trayecto, se tropieza.
El tropiezo de En busca, corregido en los siguientes libros,
es que en su argumentación comienza a confundir “humanismo” en
tanto ideología y discurso basado en una metafísica del ser humano,
como Fadanelli mismo lo define, con “humanismo” entendido como
la producción cultural y artística que halló solaz bajo dicho discurso.
Es decir, hacia la mitad de este libro, Fadanelli insiste en que cualquier
discurso lanzado en contra del humanismo es un humanismo a pesar
de sí porque surge de una tradición cultural y artística que creció bajo
su sombra— sea ésta la literatura, la filosofía, etc. De modo que tras
abjurar el humanismo junto a Heidegger, este desliz lo lleva a volver a su
regazo. Esto sucede porque Fadanelli tiene dos metas en este ensayo. Por
un lado, quiere criticar y deconstruir al humanismo en tanto discurso
y metafísica. Por el otro, quiere criticar y deconstruir la época en la que
se da el ocaso del humanismo, entendido ya como producción cultural,
debido al embate de la tecnificación. Tras llevar a cabo la primera de
estas metas, y confundiendo el discurso con la producción cultural,
Fadanelli se halla desprotegido en una argumentación que quería ser
crítica para con la tecnificación de la contemporaneidad. De modo que,
por miedo a confundir la hierba con la maleza, y creyendo que abjurar
del humanismo sería abjurar de la literatura, Fadanelli concluye su en­
sayo apoyando un regreso al humanismo, “a pesar de los desprestigios”.
Este regreso podría “abrir nuevos caminos alternativos al analfabetismo
tecnológico, al pensamiento tecnocrático, a la globalización económica,
crear políticas emergentes que los lleven a sobrevivir la oscura bruma de
nuestro tiempo” (75).
458 Sergio Gutiérrez-Negrón

Una vez Fadanelli comienza a desarrollar su concepto de la


vagancia en Plegarias de un inquilino, pero mayormente en Elogio de la
vagancia, la ansiedad que causó su tropiezo desaparece. El tratamiento
del humanismo en Plegarias y en Elogio se limitará a una breve y veloz
exposición de las mismas ideas de la Carta de Heidegger, descartándolo
rápidamente en tanto metafísica (54). En Plegarias, Elogio e Insolencia,
el humanismo es entendido indudablemente como una metafísica que
fija un origen y un camino establecido, ordena la existencia bajo una
lógica ajena, y captura, de este modo, la vida en un sistema impersonal
y tiránico. Viéndolo así, en lo que para Fadanelli, avec Heidegger, será
la artificialidad de toda metafísica, el humanismo se revela como un
aparato discursivo paralelo a la totalización tecnocrática y neoliberal de
la modernidad. La salida que propone Fadanelli es la vagancia, enten­
dida ya en su doble acepción etimológica (vagári y vacare): una forma
de vida que suprime la direccionalidad y la necesidad del movimiento,
y se expone ante la alteridad, la finitud, y el ser. Esta conceptualización
le permite, además, liberar al arte de la órbita humanista, gesto que no
lograba antes, y redefinirla como testimonio de la vagancia propia, y
exposición a la ajena.
La vagancia, como dice Fadanelli en Plegarias de un inquilino,
halla un precedente en el pensar que Heidegger describe en su Carta
(124). No obstante, donde divergen es en el hecho de que el pensa­
miento del alemán está arrojado hacia lo esencial— para él, la verdad
del ser. El verbo que Fadanelli comienza a elaborar en Plegarias, el cual
denomina “distracción” en algunas de las páginas y, en otras, “vagan­
cia”, no quiere entregarse sólo a la esencia de las cosas (123). El pensar
vagabundo de Fadanelli sí lleva a cabo el cuestionamiento ontológico
que Heidegger requiere, pero también divaga y diserta sobre cosas, en
apariencia, inútiles: el valor del borracho, la vejez, la naturaleza de los
hoteles, la difícil tarea de mudar libros de un departamento a otro. Es
decir, a pesar de que Fadanelli lleva a cabo un pensamiento sobre las
esencias— el pensar el ser heideggeriano— , en tanto que la vagancia es
vaga no puede dar paso a un pensamiento pura y únicamente esencial,
como lo quisiese el alemán. Confiesa el mexicano que “[n]o es este de­
tenimiento en las esencias, sin embargo, mi ambición. . . . Lo mío es
simplemente una distracción mundana que me ahorrará en el futuro ser
considerado como un hombre sabio” (124).
Fadanelli alterará esta definición más adelante en Elogio, pero
los puntos principales no cambiarán: la vagancia comparte con el
El peligro del ludita 459

pensar de Heidegger el embate a la tecnificación del pensamiento que


denomina la “administración pública del conocimiento” (Elogio 61). La
vagancia así comprendida está lanzada contra el imperativo de saber y
representar, al igual que contra el conocimiento que se propaga en los
medios masivos, y contra la posición institucional del intelectual en el
campo cultural mexicano (.Elogio 18). Todos estos, para el autor, sufren
de la epidemia de un síndrome enciclopédico, un “saber meramente
acumulativo que no tiene otra pretensión que cubrir la ausencia de un
pensamiento real” {Plegarias 35). Se trata, para Fadanelli, de una tecnifi­
cación del pensamiento, de una metafísica destructiva e impersonal que
obliga al pensamiento a ser sólo un ordenamiento de datos e informa­
ción. Esta tecnificación del pensamiento caracteriza, para el autor, a la
época contemporánea en términos de una época poblada por expertos
incapaces de salir de los lindes de sus especializaciones para así “desem­
peñar un papel crítico con respecto a las instituciones que solicitan su
servicio y a las estrategias de progreso en las que se encuentran involu­
crados” {En busca 33). Es este el modus operandi de un sistema politico­
económico “que se quiere universal, global”, que “busca imponer sus
principios en cualquier geografía” (33). El peligro de la burocratización
del saber, dice Fadanelli, es que hace de aquellos quienes antes hubiesen
podido ejercer la crítica meros expertos “cuyas virtudes en un área de
conocimiento se vuelven taras, limitaciones en cuanto permiten que
sean otros quienes impongan los principios del todo” (33).
Ya rebasado el obstáculo de En busca, Fadanelli comienza a pen­
sar la literatura como, precisamente, un vagar. Es un alivio, dice, “que
sean la ciencia (en cuanto posee un dominio o un objeto que ella misma
establece o limita) y la filosofía positiva las doctrinas que se echen a
cuestas la responsabilidad del rigor objetivo” {Elogio 21). De modo que,
como escritor, puede entregarse a “no llevar a cabo una tarea seria ni
buscar ser el primero en nada, un respiro considerarse libres para andar
por allí sin demasiadas ataduras de por medio y responder ‘nada’ cuando
se le pregunte qué andaban buscando”. Fadanelli procede a describir dos
tipos de literatura y de escritores: los que buscan satisfacer y causar una
emoción en sus lectores, y aquellos que consideran que el lenguaje siem­
pre es oscuro y que jamás comprenderán totalmente el mensaje (23). Es
dentro de los rangos de estos últimos que la literatura se enriquece, cree
Fadanelli, porque es allí que se revela como horizonte inasible, como
vagancia: “Si el mundo de la ciencia hace que las cosas sean calculables,
460 Sergio Gutiérrez-Negrón

la literatura las torna más oscuras y de ese modo enciende una luz en
busca de un conocimiento más profundo del hombre” (60). El terreno
de las ciencias y el de la literatura son totalmente distintos. Para el au­
tor, la literatura opera en el mismo terreno que lo hace la vagancia. De
hecho, podría decirse tal vez al revés: la vagancia opera en el terreno de
la literatura, o como la literatura, puesto que es desde esta última que
se desarrolla el concepto en primer lugar. Fadanelli halla el ejemplo en
Michel de Montaigne:

Montaigne escribía libros porque le preocupaba dar forma a su vida, no


porque deseara iluminar el camino de los otros. Si esto sucedía, si sus
ensayos influían en la moral o en la vida de sus lectores, se debía a un
accidente o a una probable ambición secundaria: el lector se apropia de
lo que considera la verdad del libro y para ello debe sumar a esa verdad
su propio ser en el mundo-, es decir, su propio ser inconveniente. (14)

Para Fadanelli, la literatura y su escribir, en tanto son sinónimos de


vagancia, están relacionados profundamente con la expresión personal
que es “la verdad del libro”. Esta expresión personal, la verdad del libro,
no es otra cosa para Fadanelli que el testimonio singular de un ser in­
conveniente. El único modo de dar testimonio de la vagancia de un ser
inconveniente es mediante el encuentro entre lo que es y la imaginación,
donde lo primero habrá de transformarse en mundo, una vez apropia­
do, “personalizado” (Elogio 17, Insolencia 10). O sea, la verdad del libro
es relativa: es la expresión de una vagancia singular, de una existencia
sin dirección ni metafísica. Es en este sentido— en la transformación y
apropiación de lo que es como “mundo” a través de la singularidad de
una imaginación— que dicha expresión es personal. Si la existencia, para
Fadanelli, es de por sí ya vaga, y la vagancia como método de conoci­
miento es la forma de vida más expuesta a esta ausencia de metafísica,
la literatura— o el arte, en general— es la forma más precisa para su
expresión, su presentación en el mundo. Por lo tanto, la literatura en
tanto expresión de la vagancia, o, al revés, la vagancia en tanto substrato
de la literatura y la expresión personal, se ofrece como una forma de
vida que renuncia a la autoridad, al pensamiento calculado y al reparo
de riesgos. Esta naturaleza esquiva de los términos puede resumirse di­
ciendo que la vagancia es una forma de vida literaria, y que la literatura
no es sino la escritura de la vagancia, ambas constancias de lo personal.
De este modo, ambas, la vagancia y la literatura crean un punto de
escape ante los embates e imperativos de la especialización y profesio-
nalización de la modernidad tecnocrática.
El peligro del ludita 461

Fadanelli ve en la tecnificación— en la técnica— la amenaza


tempestiva de la cual la literatura y la vagancia pueden ser antídoto. Al
mismo tiempo, también es la tecnificación la que amenaza a la litera­
tura. Fadanelli no elabora, sin embargo, una definición programática
de la técnica. Pero, como he expuesto hasta ahora, sea lo que sea, para
Fadanelli la técnica está relacionada con la metafísica del humanismo
en tanto que implica una regimentación de la vida, una cooptación del
pensamiento, una tiranía teleológica que no deja espacio para la dife­
rencia, la divergencia, o, mucho menos, la vagancia. No es atrevimiento
ni impostación, entonces, afirmar que tal juicio de la técnica está pro­
fundamente marcado y condicionado por la comprensión heideggeriana
de la misma.
A principio de los años noventa, el crítico Michael E. Zimmer­
man bien notó que el pensamiento sobre la técnica de Martin Heide­
gger debía ser entendido a partir de lo que Jeffrey Herf ya había deno­
minado el “modernismo reaccionario” alemán; una racimo de posturas
ideológicas que maduró en el periodo de entreguerras de la primera
mitad del siglo pasado (83). Frente a la rápida expansión industrial y
tecnológica que comenzaba a cambiar la faz de Alemania, una variedad
de pensadores, entre los que se encontraba Heidegger, reaccionó a la
racionalidad instrumental heredada de la Ilustración en tanto que ésta
promovía un nihilismo tecnológico peligroso. En contra de este aparen­
te y progresivo vaciamiento de valores, colocaron, de un modo u otro,
un retorno, replanteamiento o resurgimiento de un espíritu romántico,
de una propiedad esencial que sirviese como cuartel de resistencia (83).
El nazismo, al que muchos filósofos de la época se sintieron atraídos de
un modo u otro, entre ellos el que nos ocupa, fue la iteración más pe­
ligrosa de estas ideologías. Aun con tan breve sinopsis del momento de
surgimiento del pensamiento tecnológico de Heidegger, es posible atis-
bar las corrientes subcutáneas que lo hacen atractivo para un escritor y
pensador contemporáneo como Guillermo Fadanelli, que justo intenta
buscar una respuesta o una salida a la intensificación de la racionalidad
instrumental y del nihilismo que ve en el momento neoliberal.
A riesgo de simplificación podría afirmarse que, para Heide­
gger, el peligro de la tecnología moderna yace en la impropiedad de
una estructura de emplazamiento que amenaza y captura la esencia del
hombre, transformándolo en objeto, y enajenándolo de la propiedad
de su Ser. En la época moderna, este emplazamiento atrapa al hombre
462 Sergio Gutiérrez-Negrón

y le impone una forma impropia de revelarse ante el mundo que consta


de un ordenamiento, alejándolo del pensamiento verdadero y de la
revelación propia de su esencia. En este mundo de la técnica moderna,
para Heidegger, los seres surgen como meras actualizaciones en una
interacción de causa y efecto, en un movimiento de optimización de la
comunicación que domina al ser, y reduce el lenguaje. De modo que la
tecnología crea un panorama peligroso en el que se abre una brecha con
respecto al ser10. Como ha anotado Timothy C. Campbell, esta brecha
no sólo separa al hombre de su esencia, sino que lo separa de otros, de
modo que la tecnología en Heidegger es principalmente un modo de
separación y enajenación (30). En Carta sobre el humanismo, Heidegger
anota cómo esta separación se inserta en el lenguaje mismo, apresándo­
lo, y enajenándolo hasta el punto de que entreteje en su funcionamiento
el peligro mismo. La razón de esta infiltración, para Heidegger, se halla
en el sometimiento de la lengua a una dictadura de la esfera pública
que la emplaza al servicio de optimizar la comunicación. Este someti­
miento consecuentemente obliga al lenguaje a una uniformización para
garantizar “el acceso uniforme de todos a todo, pasando por encima
de cualquier límite”, decidiendo de este modo y “de antemano qué es
comprensible y qué es desechable” (Carta 18).
A pesar de que el tema aparece en gran parte de los libros que
me ocupan, lo más cerca que llega Fadanelli a tratar la cuestión de la
técnica directamente se encuentra en el capítulo “La humanidad de la
técnica” en Elogio a la vagancia (57). Allí, el encuentro en el aeropuerto
de Tempelhof en Berlín con una exposición de turbinas de avión, lleva
a Fadanelli a preguntarse: “[¿cjuánto conocimiento y cultura humana
se habían requerido para coincidir en tan avasallante dédalo técni­
co!?]” (58). Anonadado por la exposición de engranes y cablería, el
autor comienza una reflexión sobre la inhumanidad e impersonalidad
del aparato, partiendo de una cita de Milan Kundera quien afirma,
parafraseada por Fadanelli, “que la técnica es inhumana puesto que
puede avanzar sin necesidad de los hombres” (57). Para el mexicano,
la advertencia del checoslovaco “sugiere que la imaginación humana
es sólo un detonador que pone en marcha el determinismo con que la
técnica progresa o se da vida a sí misma” (57). La maquinaria expuesta
exhibe la técnica como la pérdida de la excepcionalidad y singularidad
de la vida. Dice Fadanelli que “[n]o se requiere de un ser excepcional o
extraordinario que nos revele el camino [de la técnica], ya que tarde o
temprano ese camino aparecerá por sí solo en el horizonte” (57). Ante
El peligro del ludita 463

el producto técnico— la turbina desnuda— las vidas que la trabajaron


desaparecen en sus estructuras electromecánicas, invisibilizando los
rastros de sus vagares por el mundo, sus “ser inconvenientes”. Fadanelli
pasó “horas observando pieza por pieza e imaginándome el cuidado, la
minuciosidad y la pericia con que había sido colocado el más modesto
engrane” (58). Esta meticulosa inspección lleva a Fadanelli a hacerse
dos preguntas: “[¿I hasta qué punto, me preguntaba, necio, una novela
podría parecerse a esa turbina de avión en su consistencia de objeto
terminado[?] (58—59) y “[¿]en qué sentido un avión es una creación
humana y no sólo una evolución de la técnicaf?]” (59).
Es interesante notar cómo, en su primer acercamiento a la
turbina, Fadanelli se refiere a la misma como un “dédalo técnico” (58).
Detenerse en el sustantivo es pertinente, puesto que funge como una
metáfora reveladora para la técnica en Fadanelli. “Dédalo” utilizado
como un nombre común implica, no ya al obrero mitológico del mismo
mote, padre de Icaro, sino a la generalización del nombre, a modo de
epónimo, para designar tanto al laberinto, creación príncipe del mito­
lógico obrero, como a cualquier artesano helénico hábil, o a cualquier
artilugio producido por tal artesano. De modo que cuando Fadanelli
dice “dédalo técnico” incluye precisamente la invisibilización y difumi-
nación de la identidad, excepcionalidad y vagancia del artesano o crea­
dor del aparato en cuestión. Precisamente porque es un dédalo técnico
es que Fadanelli dice que tiene que escudriñar el aparato impersonal
detenidamente para poder intentar imbuirle algo de personalidad a su
producción— mediante la restauración de su proceso de creación—y así
devolverle la vagancia de su existencia. Es desde este punto que conjuga
la respuesta a las preguntas que hizo antes:

Me parecía evidente que en el progreso de los objetos mecánicos es


necesario el talento humano, pero no el concurso de seres excepcionales
sin cuya presencia los objetos no habrían tenido lugar: basta que los
creadores de turbinas o aeroplanos sean humanos y que se pongan a
trabajar. (59)

Para Fadanelli, la diferencia entre la producción de objetos de arte y


objetos de la técnica radica en que dicho proceso, en el caso de los
primeros, es creación, mientras que en los segundos es mera evolución.
Por un lado, la creación es el acontecimiento de un “concurso de seres
excepcionales” cuya convergencia es fortuita y necesaria para el acto que
dará luz al arte. Por el otro, la evolución de la técnica es un producto del
464 Sergio Gudérrez-Negrón

trabajo instrumental, para el que sólo “basta que . . . sean humanos” los
que trabajan. Puesto de otro modo, para Fadanelli, la diferencia entre
uno y otro estriba en que, como expuse anteriormente, la literatura,
y las artes por extensión, envuelven una expresión personal que es el
testimonio singular de un ser en el mundo, de un ser inconveniente siem­
pre en un proceso de hacerse mediante la imaginación y la experiencia
personal. La producción artística y literaria implica el “derroche, la
ausencia de meta definida, . . . la pasión que corroe sin más asunto que
encontrase a sí misma” del ser accidental de la vagancia (Elogio 100). La
producción técnica es solamente una evolución impersonal enajenada de
esta expresión, en tanto que, en la técnica, dicha expresión está ordena­
da y emplazada de acuerdo a dictados predeterminados, de modo que
los rastros de su excepcionalidad desaparecen a favor de la economía, la
optimización, y la instrumentalidad.
Es alrededor de estas latitudes que la vagancia de Fadanelli,
que quiere ser exposición a la alteridad y a lo contingente, comienza
a desteñirse y a desperdigarse hasta abrir la posibilidad de conver­
tirse en un discurso excluyente, exclusivo, y tanatopolítico. El juicio
de valor implícito en la pregunta de Fadanelli y sus respuestas— la
literatura valorada sobre la técnica— atestigua sus deudas con el discurso
heideggeriano sobre la técnica moderna. Como anuncié antes, este des­
varío esta íntimamente atado a lo que Timothy C. Campbell ha llamado
una cripto-tanatopolítica en el pensamiento del alemán.
En su libro Improper Life: Technology and Biopolitics from Hei-
degger to Agamben (2011), Campbell parte de la impresión de que
tanto el pensamiento sobre la técnica de Heidegger, como el de sus
herederos (Giorgio Agamben, Peter Sloterdijk, Roberto Esposito), está
marcado por un tono cripto-tanatopolítico en el cual la reflexión sobre
la tecnología siempre conduce a un horizonte marcado por la muerte.
Cabe recordar, como dije en mi discusión anterior de la técnica en Hei­
degger, que para el alemán el hombre siempre se halla amenazado por
los efectos de una tecnología que lo enajena de la propiedad del ser. La
deriva tanatopolítica en el pensamiento de Heidegger, dice Campbell,
se halla en el hecho de que su reflexión sobre la técnica moderna crea
“a new grouping where before only mankind or humanity existed,
configuring two forms of life where before there was only one who
acted (and wrote) properly” (9). El primero es un hombre, como el
bolchevique, para Heidegger, que se entrega al mundo técnico y social
El peligro del ludirá 465

con una pasión metafísica que busca controlar y dominar la tecnología


(9). El segundo es el “hombre occidental”, ese al cual aun es posible
salvar del embate técnico (9). Ambos peligran, aunque uno de ellos es
aun rescatable, puesto que usar la tecnología, para Heidegger, “means
already to be dominated by it in such a way that one loses what is most
proper to mankind, namely, a relation to Being” (10). Para el alemán,
en el momento en el que el hombre se hace sujeto de la técnica, dice
Campbell, “a life is created by division whose value is lessened given
that it is made the equal of everyone else” (10).
En Ser y tiempo (1927 [1997]), Heidegger ofrece otro ejemplo
de la pérdida de la propiedad que causa la técnica moderna, en tér­
minos más cotidianos. Allí, expone cómo en la convivencia cotidiana
con el mundo técnico e impropio, por ejemplo, en “la utilización de
los medios de locomoción pública, en el empleo de los servicios de in­
formación (periódicos)” cada cual es igual al otro, lo cual cataliza una
disolución total de la propiedad de un ser-en-el-mundo “en el modo de
ser ‘de los otros’ y esto, hasta tal punto, que los otros desaparecerán aún
más en cuanto distinguibles y explícitos” (151). Es decir, para Heide­
gger, dado que la tecnología enajena al hombre de la propiedad del ser,
éste pierde sus rasgos individuales y es tragado por una masa de sujetos
impropios que valen menos en tanto que en su impropiedad pertenecen
precisamente a una masa anónima, enajenada del ser. Esta división entre
hombres propios e impropios es la que abre la posibilidad del tono tana-
topolítico que caracteriza al pensamiento de Heidegger. Dice Campbell:

Why thanatopolitical? Because Heidegger has created a fissure between


those who are properly human and those who are not. Once the tear
has been made complete, man cannot be thought except within and
outside his own missing or supplemental humanity. (Campbell 26)

Es en esta fisura, entre esos que son propiamente humanos y aquellos


que no lo son que se abre la posibilidad de un horizonte en el cual po­
dría hallarse la violenta potencialidad que manchó la historia alemana el
siglo pasado. Es este precisamente el peligro, el desvarío tanatopolítico
que limita el pensamiento de Fadanelli, en tanto que podemos escuchar
las reverberaciones del binario propio/impropio de Heidegger en lo que
el mexicano llama “personal” o “excepcional” y eso que denomina como
“impersonal”.
466 Sergio Gutiérrez-Negrón

Este desvarío no es uno sutil en la producción de Fadanelli,


puesto que cala en la exposición misma de las ideas aquí discutidas, a
través de los cuatro libros. La voz del ensayista apela constantemente
al lector incluyéndolo en la comunidad excepcional de la literatura y la
vagancia mediante una primera persona plural y excluyente. Ya que el
lector es lector de literatura y de los ensayos que tiene a la mano, Fa­
danelli lo sobreentiende como ser accidental en tanto que, como se ha
expuesto, la lectura de sus libros es precisamente un gesto de exposición
ante la vagancia propia y la expresión personal del autor. Esta vagancia
y exposición del autor, conjugada con la vagancia y expresión del lector,
da paso a una imaginación del mundo propia e individual, ajena a la
masificación impersonal de la técnica. Fadanelli caracteriza al otro del
“nosotros” que conforma esta comunidad propia y personal como una
“masa sin raíces, obesa” {En busca 36), “hundida en el éxtasis de las tele­
comunicaciones” (38), “a quienes la literatura no les resulta en absoluto
importante” {Insolencia 12), puesto que “prefieren mantenerse lejos [del
influjo de la literatura] para no contaminarse con rarezas o erudiciones
que no sirven” (12). Afincando el tono excluyente, dice Fadanelli,

[rfluestros vecinos, las personas con quienes tenemos relación en la plaza


pública, en el ciberespacio, carecen en general de opiniones razonadas,
están saturados de habladurías, son consumidores de slogans, y no es
necesario acudir una vez más a Nietzsche o a tantos escritores y filóso­
fos quejumbrosos para probar que los hombres actuales se sienten más
cómodos evitando reflexionar o pensar por sí mismos. . . . [S]ólo que
quien renuncia a la lectura no se acostumbra a pensar. . . . porque no
rebasa los límites de ser pura presencia. {En busca 38)

Es posible percibir en este fragmento, sintomático de los libros que he


discutido aquí, cómo la literatura, que para Fadanelli figura en el centro
de la vagancia, se transforma en la marca excluyente de una comuni­
dad privilegiada, cerrada. Este desliz, que atribuyo a la influencia de
Heidegger, para quien la técnica y lo técnico son siempre un peligro,
siempre una desvalorización, abre la posibilidad para que la vagancia
de Fadanelli se transforme en una metafísica excluyente y exclusiva, en
una tanatopolítica nostálgica. El desvarío es tal que lleva a Fadanelli, en
Plegarias de un inquilino, a replicar la celebración de la producción y
la condena del derroche que caracterizan la modernidad, para así des­
calificar a la masa impersonal de la técnica como “holgazana”; es decir,
como vaga en tanto que no pasan el trabajo de pensar o leer {Plegarias
El peligro del ludita 467

35, 106). Sin embargo, insisto en que se trata de una posibilidad ta-
natopolítica, un desliz, y no un fracaso total del concepto, puesto que
en Elogio de la vagancia, texto en el que Fadanelli desarrolla y piensa
más profundamente a la vagancia como concepto y forma de vida, el
autor logra evitar caer en esta trampa, abriendo un resquicio para que
en la masa aparezca una “liebre [que] asome las orejas de su escondi­
te (Elogio 63). Es decir, en Elogio, si no en los anteriores En busca y
Plegarias, o en el posterior Insolencia, Fadanelli abre la posibilidad para
que quien es rehén de la impersonalidad e impropiedad de la técnica,
pueda reapropiarse de la extrañeza de su ser accidental, su vagancia, y su
expresión personal. Sin embargo, a pesar de estas precauciones, ¡hélas!,
la vagancia no logra escapar el horizonte tanatopolítico que la acecha
porque mantiene intacta la separación misma. De modo que es posible
concluir que Fadanelli, en su intento de articular una forma de vida que
resista el peligro de un presente tecnocrático, termina internalizando un
peligro mayor en el que la literatura se convierte en la maquinaria de
una oscura partición que distingue entre unos que valen más, y otros
que valen menos.

E mory U niv ersity

NOTAS

1Una primera versión de este trabajo se presentó en la XIX Annual Juan Bruce-Novoa
Mexican Studies Conference. Permanezco en deuda con todos aquellos que participaron
de la discusión subsiguiente.

2 La vagancia es una categoría de larga data en el contexto cultural y político mexicano.


Desde el siglo XVIII los sectores dominantes de la sociedad mexicana se empeñaron
en “regular las actividades públicas de las multitudes, insistiendo en sus obligaciones
como trabajadores, pero restándoles libertades en sus actividades recreativas durante
su tiempo libre” (Lida y Pérez Toledo 7). Fue bajo el discurso del buen orden y policía
que el Estado restringió el acceso a espacios de diversión, e impuso penas, castigos y
correctivos a quienes disponían públicamente de sus momentos de ocio. Debido a la
ansiedad social que causaba la idea de la suspensión del trabajo se inscribieron dentro
del concepto de la vagancia todas esas prácticas y modos de vida que no pudiesen
justificarse mediante el paradigma de la productividad y la moral burguesa. Esta
animadversion a lo improductivo sobrevivió el XIX y llegó a formar parte de la moral
social de la Revolución mexicana. Ver Lida y Toledo, Trabajo, ocio y coacción-, Picatto,
City o f Suspects-, Warren, Vagrants and Citizens.
468 Sergio Gutiérrez-Negrón

3 La entrada de México al mercado neoliberal despuntó en 1982 con la declaración de


un moratorio en el pago de la deuda externa tras una crisis presupuestaria que venía
amontonándose desde los años anteriores. Sumido en esta crisis y con la creciente
presión del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a llevar a cabo una
reestructuración económica masiva, el país apostó por abandonar el modelo económico
corporativista y populista que había caracterizado su política desde la década de los
treinta. La administración de Miguel de la Madrid (1982-88) se encargó, desde sus
inicios, de disminuir el déficit gubernamental, desmantelar y privatizar las corporaciones
estatales e integrar el país a la economía de los Estados Unidos, Canadá y el mercado
global. Esta movida culminaría una década después con la ratificación del NAFTA
en 1994, como recomendaron las organizaciones de la banca internacional, a pesar
del rechazo popular (Babb, Lustig). Este cambio de modelos, del estado desarrollista
nacional-popular al mercado neoliberal implicó un replanteamiento de la relación entre
el estado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y los ciudadanos mexicanos.

4También vemos este gesto en la biografía que Anagrama, su editora española, coloca
en su página web: “Entre otros empleos memorables tuvo el de vendedor de bienes
raíces, arriero, vendedor de árboles navideños en una esquina de Nueva York; también
atendió en el mostrador de una pastelería en Madrid” (“Guillermo Fadanelli”).

5 Hasta la fecha se han publicado cinco artículos académicos sobre la obra de Fadanelli,
todos ellos enfocados en su novela Lodo (2004), que versan sobre el consumo y la
globalización (Goldberg), la representación de la mujer (Palaversich), las influencias
estéticas en la novela (Peláez Máximo), y el pensamiento ético en la novela (Ruisánchez).

6 En las primeras páginas de Plegarias de un inquilino hay una errata que atribuye el
libro al año 2005, a pesar de que en la nota de imprenta, al final, se aclara que el libro
se terminó de imprimir para el 2006, mismo año en el que apareció en las librerías
mexicanas. Vale la pena mencionarlo, porque en muchas bibliografías suele aparecer
erróneamente como anterior a En busca de un lugar habitable.

1 No extraña que el concepto desaparezca superficialmente en Insolencia. A pesar de


que Fadanelli sigue partiendo de las mismas premisas y referencias, en este su último
ensayo hasta la fecha, intenta abandonar los tropos de lo abyecto que caracterizan su
obra para así articular una defensa de las ideas sobre la literatura que expuso en los
otros libros de ensayos. A la vez, abjura de ciertas ideas anteriores, especialmente de
la “literatura basura” que acuñó, puesto que piensa que lo han llevado a un atasco,
diciendo que “la basura continúa siendo desecho que si se acumula estorba, pudre,
propicia enfermedades, mata los sentidos” (158).

8 Recorriendo las reflexiones de los cuatro libros, se hallan tres autores constantes: Peter
Sloterdijk, Hans-Georg Gardamer y Martin Heidegger. Sin embargo, es éste último,
Heidegger, y especialmente su Carta sobre el humanismo, quien dirige y condiciona la
crítica de Fadanelli, de modo que será el único que trataré en este artículo. Sin embargo,
tanto la ensayística como novelística del mexicano están plagadas de autores recurrentes,
El peligro del ludirá 469

entre los que priman los mencionados. Me parece que en el caso de Fadanelli es pro­
ductivo leerlo contra aquellos autores que resurgen más a menudo entre sus páginas,
ya que como propone en Plegarias de un inquilino, “en vez de leer todo lo que se ha
escrito acerca de un tema, es conveniente . . . encontrar en sólo unos cuantos libros
las claves que nos ayudarán a ‘descifrar’ el mundo . . . con el fin de encontrar lo que
tienen en común: en suma, descubrir lo esencial” (98).

,J Ver, por ejemplo, “Holderlin y la esencia de la poesía”.

10Ver Heidegger, Pregunta por la técnica (1953 [1997]).

OBRAS CITADAS

Babb, Sarah L. Managing Mexico: Economistsfrom Nationalism to Neoliberalism. Prince­


ton: Princeton UP, 2001. Impreso.
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ben. Minneapolis: U of Minnesota P, 2011. Impreso.
Fadanelli, Guillermo. “Biografía”. Blog actual de Guillermo Fadanelli. Red. 27 mayo
2013.
----------. Elogio a la vagancia. México: Lumen, 2008. Impreso.
----------. En busca de un lugar habitable: el libro en el ocaso del humanismo. Oaxaca:
Almadía, 2006. Impreso.
----------. Insolencia: literatura y mundo. México: Almadía, 2012. Impreso.
----------. Lodo. Barcelona: Anagrama, 2008. Impreso.
----------. Plegarias de un inquilino. México: Ediciones Cal y Arena, 2006. Impreso.
Goldberg, Paul. “La conciencia globalizada: Comportamiento y consumo en Lodo de
Guillermo Fadanelli”. Hispanic Journal 26.1-2 (2005): 137-49. Impreso.
Guillermo Fadanelli”. La editorial. Anagrama. Red. 27 mayo 2013.
Heidegger, Martin. Carta sobre el humanismo. Trad. Helena Cortés & Arturo Leyte.
2000. Madrid: Alianza Editorial, 2006. Impreso.
----------.“Holderlin y la esencia de la poesía”. Arte y poesía. Trad. Samuel Ramos. Mé­
xico: Fondo de Cultura Económica, 2006. 93-110. Impreso.
----------.“Pregunta por la técnica”. Filosofía, ciencia y técnica. Trad. Jorge Acevedo. Ed.
Francisco Soler & Jorge Acevedo. Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1997. 111-48. Impreso.
----------. Ser y tiempo. Trad. Jorge Eduardo Rivera. Santiago de Chile: Editorial Uni­
versitaria, 1997. Impreso.
Lida, Clara E„ y Sonia Pérez Toledo. “Los conflictos del trabajo y del tiempo libre”.
Lida y Pérez Toledo, Trabajo, ocio y coacción 5—18.
----------. Trabajo, ocio y coacción: Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el
Siglo XIX. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2001. Impreso.
Lustig, Nora. “Life is not Easy: Mexico’s Quest for Stability and Growth”. Journal o f
Economic Perspectives 15.1 (2001): 85-106. Impreso.
470 Sergio Gutiérrez-Negrón

Palaversich, Diana. “Las trampas del sexo. Dos caras del realismo sucio”. Palabra y el
Hombre: Revista de la Universidad Veracruzana 126 (2003): 193-201. Impreso.
Peláez Máximo, Patricia Isabel. “Los estudios no matan las pasiones: Tendencias esté­
ticas en Lodo, de Guillermo Fadanelli”. Nada es lo que parece: Estudios sobre
la novella Mexicana, 2000-2009. Ed. Miguel Rodríguez Lozano. México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2012. 55-68. Impreso.
Piccato, Pablo. City o f Suspects: crime in Mexico City, 1900-1931. Durham: Duke U
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Ruisánchez Serra, José Ramón. “Literaturas del bien: Contraescrituras del mal: El
caso Fadanelli”. Revista de literatura mexicana contemporánea 12.29 (2003):
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Sánchez Prado, Ignacio. “La incesante paradoja del ensayo joven”. Letras libres 140
(2010): 82-83. Impreso.
Warren, Richard A. Vagrants and Citizens: Politics and the Masses in Mexico City from
Colony to Republic. Wilmington: Scholarly Resources, 2001. Impreso.
Zimmerman, Michael E. Heidegger’s Confrontation with Modernity: Technology, Politics,
and Art. Bloomington: Indiana U P, 1990. Impreso.

Palabras clave: Guillermo Fadanelli, vagancia, técnica, humanismo, ensayo joven


mexicano.

Fecha de recepción: 10 julio 2013


Fecha de aceptación: 27 enero 2014
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