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Colosenses 1:28
El autoritarismo que manipula y controla a los educandos los deforma. Sus causas incluyen el
orgullo, un carácter dominante, el miedo al cambio, experiencias de ser abusado y la cultura.
Algunos de sus indicadores son la concentración del poder, reglas tácitas, conocimiento (y lenguaje)
esotérico, una jerarquía apuntalada por experiencias místicas, paranoia y exigencias de
conformismo y lealtad ciega.
La educación teológica más bien debe apuntar a y ser conducida por líderes-siervos que son
humildes, enfocados en los otros y amorosos. Entre sus altos valores deben estar sumisión y
respeto mutuo, gracia, integridad, transparencia y equilibrio. Sus estructuras pueden variar, pero
no deben aislar la formación de la comunidad cristiana.
A pesar de la popularidad de la metáfora del barro y alfarero para ilustrar el desarrollo de la vida
cristiana, la vid provee un ejemplo mucho más cercano al crecimiento hacia la madurez espiritual.
Como Cristo mismo señaló, la vid es un organismo vivo cuyo crecimiento y producción de fruto
depende del cuidado del labrador (Jn. 15:1–8). Uno de los trabajos principales es la dirección inicial
dada al atar la cepa al lado del puntal a fin de guiar el crecimiento de la planta hacia arriba. Hasta
que llega a la madurez, la vid es sumamente flexible y se arrastra por el suelo si no es atada o
apuntalada para que los racimos se mantengan en el aire, protegidos del moho, tierra y animales.
Esta flexibilidad se presta a múltiples formas de conducción con la finalidad de brindar sombra o
fruto, según el caso. En una ocasión el presente autor observó una vid guiada estrechamente por
los contornos de una casa, cuyos brotes y ramas doblaban las esquinas en ángulos rectos, de modo
que la vid quedaba con una forma poco natural.
De la misma manera, la formación espiritual brindada en el discipulado o en la educación teológica
puede ayudar al creyente a crecer impulsado por la vida del Espíritu (Jn. 15:5), o puede traer una
deformación de la cual la recuperación será difícil, requiriendo una poda mayor de parte del
Labrador Celestial (Jn. 15:2). Coe correctamente arguye que todos los aspectos de la educación
teológica, sea lo realizado en el aula, las tareas asignadas o el intercambio relacional entre
profesores y alumnos, deben enfocarse hacia la meta de promover la madurez espiritual. El apóstol
Pablo expresa el mismo sentir en Colosenses 1:28: "a fin de presentar perfecto (τέλειον) en Cristo
Jesús a todo hombre". No obstante, existe para el educador el sutil peligro de usurpar el rol del
Espíritu Santo en la vida del educando de modo que la formación llega a ser un abuso espiritual
que resulta en desilusión, dependencia y la mala adaptación de cristianos mediocres, aun entre los
que poseen títulos de posgrado.
El propósito del presente artículo es delinear aspectos de la deformación del educando a través del
abuso espiritual, definir la meta de formación para el liderazgo espiritual y luego sugerir pautas
para la correcta formación espiritual de liderazgo en la educación teológica.
Deformación En La Formación Teológica: Abuso Espiritual
Autoritarismo en la Biblia
El autoritarismo en el pueblo de Dios no es una novedad, sino un problema de siempre. Los
ejemplos bíblicos abundan. A pesar de su victoria sobre los filisteos, el liderazgo de Saúl fue
abusivo, reconocido incluso por su hijo Jonatan (1 S. 14:24–35). David abusó de su autoridad para
cometer adulterio y homicidio (2 S. 11:1–27). Jeremías denunció la corrupción de los profetas y
sacerdotes (Jer. 5:26–31; 6:13–15). Cristo enfrentó a los fariseos por desviar al pueblo con su
legalismo (Mt. 23:1–33). Pablo respondió enérgicamente a los gálatas, quienes habían sido alejados
de su libertad en Cristo por falsos maestros (Gá. 1:6–9; 2:4–5). Juan advirtió a su amigo Gayo de los
abusos de Diótrefes (3 Jn. 9–11). Es una táctica predilecta de Satanás desviar al líder a través de su
propio ego (Gn. 3:1–5; Mt. 4:8–11; 1 Jn. 2:15–17), lo que lleva con facilidad al abuso de la
autoridad.
Causas del autoritarismo
Las causas del autoritarismo pueden ser varias y complejas, así como es de variado y complejo la
misma personalidad del ser humano. Veamos algunas de las causas.
Orgullo y soberbia.
Aunque el reconocimiento de las propias habilidades y dones es un paso necesario para
desempeñar con plenitud el rol que uno debe ocupar en el cuerpo de Cristo, la persona en
autoridad puede llegar a sobreestimarse y dominar a otros (Ro. 12:3–8; 1 Co. 12:12–31). Es fácil
caer en una mentalidad de "Yo sé mejor que ellos", para luego pasar al síndrome de "nosotros
contra ellos", lo cual puede conducir al abuso de "ellos".
Carácter fuerte, rígido y dominante.
La tendencia nata hacia la dominación que algunos tienen, así como todo temperamento, debe
dejarse controlar por el Espíritu Santo. El que está al frente de la obra del Señor debe recordar
siempre que está al servicio, no al mando, de la grey (Mr. 10:42–45; 1 P. 5:1–3). Pérez Millos
conjetura que esto haya sido el aguijón en la carne que sufrió el apóstol Pablo.
Emociones negativas.
El miedo al cambio puede provocar una reacción defensiva. Así el líder puede pensar que lo
diferente es peligroso. Mecanismos legalistas en los esquemas religiosos pueden ser diseñados para
proteger a las personas de la "emergencia" o peligro percibido. Por otra parte, el enojo e ira por una
injusticia sufrida puede provocar reacciones similares.
Trasfondo familiar.
Un trasfondo familiar de abuso, sea físico, sexual, emocional o espiritual, puede llevar a la persona
a controlar o dominar a otros por varios motivos, muchos de los cuales parecen legítimos a la
persona autoritaria en su forma de ver el mundo.
Trasfondo cultural.
La distancia de poder aceptada en la cultura puede facilitar una tendencia hacia la dominación. La
preferencia para la autoridad autocrática o participativa queda bien marcada en la vida de las
personas desde una temprana edad. La tendencia hacia el caudillismo en la cultura
latinoamericano es bien reconocida. Culturas institucionales pueden manifestar la misma
tendencia. Algunos grupos fundamentalistas o neopentecostales, por su énfasis en la obediencia
absoluta a la autoridad eclesiástica o al profeta o apóstol, se exponen a una disposición hacia el
autoritarismo y su consecuente abuso espiritual. Los que se crían en estas culturas repiten el
cuadro simplemente porque no saben comportarse de otra manera.
Estas causas y móviles pueden entretejerse de tal modo que los comportamientos autoritarios son
justificados, promovidos y transferidos dentro de una institución de educación teológica y técnicas
de manipulación y abuso se incorporan al sistema.
¿Qué es abuso espiritual?
Expresado escuetamente, el abuso espiritual es el uso indebido de la autoridad (el autoritarismo)
por personas que ejercen influencia espiritual. Johnson y Van Vonderen, posiblemente quienes
acuñaron la frase "abuso espiritual", lo definen de la siguiente manera:
El abuso espiritual consiste, precisamente, en maltratar a una persona que necesita ayuda, apoyo o
mayor crecimiento espiritual, lo cual debilita, sabotea o disminuye el desarrollo espiritual de esa
persona. Burdick, por su parte, también ofrece una definición breve, pero luego la amplía: El abuso
de las Escrituras para manipular, controlar o demandar sumisión. La autoridad se puede abusar
para justificar comportamiento inapropiado o para vedar a otro el derecho de ir a la iglesia o alabar
a Dios. El "legalismo", o sea, normas no bíblicas que exigen el cumplimiento de determinadas
acciones para conseguir un estatus social en la iglesia, no es bíblico y, además, imparte a la gente
un sentido falso de justicia propia.
El abuso espiritual también incluye juzgar la fe de personas heridas por el abuso, en vez de
aceptarlas con cariño y sentir su dolor. Así que, menospreciar el dolor de la persona herida,
obligándola a orar más, o leer más la Biblia, es una forma de abusar a esa persona de nuevo.
El abuso espiritual también incluye negarse a castigar a quienes tratan de destrozar ministerios
dirigidos a los que han sido heridos por el abuso. A fin de evitar malentendidos, Johnson y Van
Vonderen agregan definiciones de lo que el abuso espiritual no es:
No es abuso que un líder espiritual responsable de tomar decisiones definitivas use su mejor
juicio, optando por ir en contra de la opinión de usted. Sin embargo, es abuso si se devalúa
la espiritualidad de una persona por sostener un punto de vista contrario.
No es abuso si un cristiano, líder o no, confronta a otro cristiano debido al pecado, malas
obras o equivocación sincera que debe ser corregida …
No es abuso pedir a una persona que desempeña un ministerio o una posición de liderazgo
que haga abandono del oficio o cargo debido a problemas espirituales, mentales, físicos o
emocionales.
No es abuso espiritual, ni es inadecuado, disentir en materia de doctrinas u otros asuntos,
aunque se manifieste en público.
No es abuso sostener ciertas normas de conducta en grupos (como estilo de vestir), pero esto
se vuelve abuso si se degrada o se avergüenza espiritualmente a las personas por no sostener
las mismas convicciones.
No cabe la menor duda que la autoridad y el poder deben ser ejercitados con sumo cuidado,
especialmente en materia de la fe, ya que se trata de la persona en su más íntima relación: la
que tiene con Dios.
Considerando el daño que puede producir el abuso, todo educador teológico debe estar
atento al peligro, especialmente los que están involucrados en programas de formación
espiritual.