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LA NUEVA AGRICULTURA QUE EN

REALIDAD ES LA M AS ANTIGUA

Por el BARO N DE ANTELLA

P R O L O G O

EBEMOS destacar que las novedades trascendentales no nos


llegan solamente a través de los Pirineos. De la costa ameri­
cana, Estados Unidos, nos arriban con la promesa de que podemos se­
guir tranquilos viviendo en nuestra Patria. Los suelos que creemos
agotados, pueden ser rejuvenecidos por procedimientos sencillísimos,
con gran economía. Sigamos el ejemplo del gran pueblo joven que de­
muestra su deseo de ser el portaestandarte de una civilización que no
se resigna a desaparecer, para lo que hace esfuerzos que irradian a todo
el mundo y en particular a esta vieja Europa, madre de la presente
cultura.
El fundamento científico que el norteamericano Mr. Edward H.
Faulkner expone en su obra «Plowmans folly» (1943): «La insensatez
del labrador», se basa en la imitación de la naturaleza. Incorpora al
suelo superficialmente materia orgánica. Captando ésta la humedad for­
ma una capa que obra cual si fuese un acumulador de ésta. El agua
subterránea asciende hasta dicha capa por capilaridad. La descomposi­
ción de la materia orgánica genera anhídrido carbónico, que con el agua
forma ácido carbónico que activa y pone en circulación biológica a los
minerales del suelo, haciéndolos solubles, poniéndolos a disposición de
las plantas. Las bacterias mirificantes saprofitas, en la superficie del
suelo, realizan la labor de captación del nitrógeno atmosférico. El
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P. M. O. (perfil de la materia orgánica) del suelo natural, deja toda


la materia orgánica en la superficie o mezclada con la parte superficial
del mismo. Desde 1901 se ha comprobado la labor para la nitrificación
del suelo por dichas bacterias, pero ello quedó bastante tiempo, como
cuiiosidad, archivado en los laboratorios.

I. — E L SUELO

A primera estación experimental agrícola fue fundada en In­


glaterra hace más de un siglo, para investigar la disminu­
ción de la producción de los suelos. En EE. UU. existen más
de cincuenta. El suelo como la electricidad y otras cosas nunca se han
definido bien. La segunda ha hecho inmensos progresos en tanto que
la agricultura no los ha realizado. Las antiguas civilizaciones han de­
jado tras sí ruinas de ciudades y suelos agotados, desérticos.
La agricultura ha sido una historia de fracasos y desilusiones. Sus
rendimientos no han progresado cual los de las industrias. Habiéndose
con frecuencia conformado con el cambio de zonas de cultivo por agota­
miento de los suelos sin procurar averiguar la forma de obtener natu­
ralmente lo que en parte se pretendió artificialmente.
El agricultor ha contemplado el bosque que linda con sus campos
defendiéndose de la sequía. Las cosechas eran víctimas de la misma.
La naturaleza quería aleccionarle. Los bosques sin cultivo y abono des­
arrollábanse frondosos. Las raíces profundas de los árboles y de las
plantas en general sirven de anclaje. Las superficiales captan el alimen­
to necesario. El agua profunda asciende por capilaridad. Las hojas y
despojos caídos suministran el alimento, éste lo obtienen de los ele­
mentos minerales del suelo y del aire atmosférico. Las praderas que en
condiciones normales, sostienen millones de cabezas de ganado, acre­
cientan su fertilidad.
El hombre, con el deseo de ayudar a la Naturaleza, yerra muchas
veces al no adaptarse a las lecciones que ésta de continuo le muestra.
Prueba de ello es la forma en que la vegetación salvaje se apodera de
los campos que se abandonan; no es el barbecho limpio, lo que pode­
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mos aconsejar, sino el semillado con la mezcla de la vegetación espon­


tánea y la incorporación superficial del todo antes de madurar las se­
millas.
El arado es hoy la mayor calamidad para el suelo. Las gradas de
discos cultivadores o aparatos similares son los que deben emplearse
en el nuevo cultivo. Cosechando construiremos suelo en vez de des­
truirlo. El nos mostrará su fertilidad si se halla cubierto por una capa
orgánica. Lo que vemos en la mayor parte de las granjas no es suelo
completo. No se pueden obtener rendimientos elevados faltando el hu­
mus, que «ab initio», le cubrió para captar la humedad y proporcionar
la nutrición a las plantas. La Creación fue perfecta. «Dios está en el
cielo, todo está bien en el mundo». (Browing).

II. — LA E R O SIO N

J 2 , A erosión se manifiesta cuando el suelo, al eliminar o consu­


mir la materia orgánica, pierde su capacidad de absorción.
La materia orgánica fue peculiar en los suelos antes de que se les arara
con la vertedera. Hoy, muchos de ellos presentan una superficie com­
pacta e impermeable. Los suelos primitivos no se erosionaban, pues
estaban defendidos por el colchón o felpudo orgánico de tinte negro,
sumamente absorbente. La literatura agronómica nunca le hizo objeto
de observación. El agua de las lluvias claras como el cristal se deslizaba
a su través, al contrario de lo que hoy ocurre que mana turbia. Un
derrame mínimo es lo que se observaba en los suelos aunque la lluvia
fuese intensa.
La materia orgánica capta el agua dentro de ella. La mineral entre
sus partículas. La materia orgánica, volumen por volumen, contiene
más agua que el suelo mineral.
Una capa de hojarasca, paja, o residuos vegetales, debe cubrir la
superficie. Se araba cuanto más profundo mejor y acontecía que al ente­
rrar la materia orgánica en el fondo del surco, se activaba su descom­
posición privando a la siguiente cosecha de su acción beneficiosa. Una
superficie con vegetación o residuos de ella, dará un rendimiento ma­
yor en la cosecha próxima, siguiendo nuestras normas.
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La esponja orgánica impide la erosión. Defiende el suelo del im­


pacto de las fuertes lluvias proporcionando materia orgánica para el
desarrollo de las plantas. Las raíces incipientes no tienen que buscar
alimento a 6, u 8 pulgadas de profundidad. El arado ha destruido la
producción de nuestros suelos. Incorporando materia orgánica en su
superficie, las cosechas serán desbordantes y ya no se hablará de suelo
cansado o arruinado.
Con lo indicado, se pondrán en circulación biológica los minerales
y el nitrogeno del suelo, evitándose dispendios en fertilizantes. La ri­
queza en elementos nutritivos es grande en suelos normales. Se debe
imitar el perfil natural del suelo, que deja toda la materia orgánica en
la superficie o en la parte superficial del mismo, como en el prado y el
bosque. Dejando de arar detendremos la erosión, ya que la materia
orgánica en la superficie del suelo se apoderará del agua de las lluvias
y se evitará el derrame.

I I I . — EL ARADO, AL MUSEO

(q L arado es el villano del drama agrícola mundial. Cuanto más


grande es el arado, más devastadores son sus efectos» (Faulk
ner). La agricultura científica hasta hoy, lo ha exaltado y recomendado
en revistas, boletines, conferencias, etc.; nos referimos al arado de ver­
tedera. Este y el arado romano se sustituyen con ventaja por gradas,
cultivadores u otros aparatos. Algunos técnicos en Norteamérica se han
dado cuenta del perjuicio de la labor profunda y han rectificado, pero
no lo han hecho cual debieran. Ahora, el empleo de la vertedera para
la labor somera es lo que recomiendan.
La ciencia agrícola, que se ha basado en el empleo del arado, pre­
cisa ser revisada. Cambiará por completo al suprimirse la labor pro­
funda. Con la labor profunda se entierra la materia orgánica, cuando
ésta debe de quedar en la superficie. La labor superficial representa
una gran economía de yuntas y aparatos de tracción. El egipcio, con
su primitivo arado, obtiene producción unitaria mayor que el británico
con su flamante equipo.
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Suprimiendo el arado, restauraremos las condiciones del suelo y


lo volveremos virgen y productivo. Si aramos profundamente, la mayor
cantidad de alimento escapará a las raíces de las plantas, sobre todo
al principio de su desarrollo. Corrigiendo la costumbre de arar, gra­
deando solamente, incorporaremos la materia orgánica a la parte su­
perficial del suelo y lograremos una positiva mejora. Se nos dice que
el aire debe de llegar a las raíces de las plantas y ello causa la deseca­
ción. Los árboles de los bosques no han necesitado, después de siglos,
más que el aire existente en los suelos normales.
Arando y abonando, químicamente fuimos disminuyendo los ren­
dimientos. Desde primeros de siglo se ha vuelto a dar gran importancia
a la materia orgánica. Esta, por su acción biológica, principalmente
debe de ser incorporada al suelo, como ocurre en el bosque y en el
prado natural. Míster Faulkner fue el primero que desde 1937 realizó
experiencias concluyentes. Los elementos oficiales, entonces debieron
haber armonizado las deducciones de aquel experto agricultor con una
información científica, y no haber prolongado la no divulgación de la
nueva verdad. Con ello dieron muestra de un retraso histórico o de
una determinada actitud mental o de manifiesta injuria o descuido, o
por fin la combinación de las tres.
El arado, como la rueca y tantos diversos objetos útiles a la liu
manidad, debe relegarse al museo.

I V. — S U E L O A MAQUINA

r /)p N D E quiera que antes existió buen suelo, lo podremos vol­


ver a crear y podemos hacerlo así mediante la maquinaria»
(F aulkner ).
La materia orgánica es el índice de la fertilidad del suelo. Poco
importa el suelo mineral si no se halla abundante cantidad de ella en
su superficie, siendo la conservadora de la humedad.
Con un solo gradeo para incorporar al suelo superficialmente ma­
teria orgánica, las cosechas se comportarán como si hubiesen hallado
abundante fertilidad. Se conservará la humedad en la zona apta para
las raíces de las plantas. No son necesarios años para formar un suelo
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fértil. Un hombre, con una yunta o un tractor y una grada, puede en


horas realizar la incorporación de la materia orgánica. La Naturaleza
con sus procesos físicos, químicos y biológicos, necesita tiempo dila­
tado. El P. M. 0 . (perfil de la materia orgánica), es producido prin­
cipalmente por las lombrices de tierra que abundan en el bosque, en
el prado y en el suelo cultivado rico en humus, escaseando frecuente­
mente en los arados; ellas horadan el terreno hasta cerca de dos me­
tros y sus deyecciones y ellas muertas sirven de riquísimo abono.
Ha tiempo existen en EE. UU. y el Canadá, habiéndose extendido
por otros varios países, viveros de estos gusanos, multiplicándose pro­
digiosamente con gran facilidad, explotándose su simiente para el co­
mercio.
Darwin encomió la labor y utilidad de estos anélidos. «Sin la hu­
milde lombriz — afirmó— que nada sabe de los beneficios que reporta
a la Humanidad, la agricultura que hoy conocemos sería difícil y tal
vez imposible».
No sera novedad asegurar que los hombres pueden crear suelos
fertiles cuando y donde los necesiten. Ello se obtiene empleando la
grada de discos u otros aparatos y con cosechas de abono verde dejando
altos los rastrojos, aprovechando la vegetación espontánea. Así, pasa­
remos por una experiencia por la que el mundo jamás pasó en lo que
se refiere al suelo. Cosechar anualmente sin que éste pierda sus vir­
tudes.
Personalmente diremos que un tipo de suelo si está bien provisto
de materia organica en o dentro de su superficie, poco se diferenciará
de otro de distinta composición. Ello está constatado por resultados ex­
perimentales hasta hoy la grada de discos se puede emplear; aunque
según los suelos tendrá ciertas limitaciones. Las dificultades de su em­
pleo serán compensadas con ventajas. La cosecha vencerá la sequía, no
se necesitarán abonos comerciales y los rendimientos pasarán en mucho
a las máximas cosechas corrientes. Esto es cierto para cualquier clase
de cosechas que se cultiven. Recomiéndese luego de sembrar un rulo
o la tabladora o la grada de discos cargad^ con peso.
Si el agricultor renueva el suelo con abono verde en la forma que
nuestro sistema indica tendrá al comienzo dificultades inherentes a
toda novedad, pero podrá reducir la superficie sembrada a un quinto,
a un tercio o a la mitad para obtener un mismo rendimiento.
LA NUEVA A GRICULTURA QUE Er^jtEALIDAD ES LA M AS... 101

Concretando, la creación de estos suelos no presenta dificultades


insuperables. Implántese esta novedad agrícola debida al gran filósofo
del suelo, el norteamericano Mr. Edward Faulkner.

V .— LOS ABONOS MINERALES

Q UANDO pasen unos años, los agricultores y los técnicos en


agricultura, se maravillarán de los prejuicios o desatinos de
la actual agricultura científica. Existiendo tanto en la atmósfera con
su abundancia de nitrógeno, como en el suelo con cantidad de minera­
les que podemos afirmar inagotables. ¿Por qué hasta ahora se ha te­
nido que recurrir al abonado químico? Porque no se había acertado
el buen manejo del suelo. Faulkner, con su nuevo sistema, ha puesto
de manifiesto que mucho de lo practicado huelga. Imitemos, pues,
fielmente a la Naturaleza. La nitrificación será abundante dejando al
cultivar someramente, las bacterias en el medio óptimo, es decir, en la
capa casi superficial del suelo. Los elementos minerales serán disueltos.
El anhídrido carbónico resultante de la descomposición de la materia
orgánica con la humedad, llenará el suelo. Las disoluciones serán in
tensas. El ácido carbónico formado pondrá los elementos minerales, que
en solución débil utilizarán las plantas y que hoy por el mencionado
mal manejo no se disuelven sino en mínima porción. En el suelo, el
agua ascenderá a la superficie absorbida y almacenada por la materia
orgánica. El movimiento del agua se hará sin restricciones. Mediante
las reacciones químicas antes nombradas, la materia orgánica propor­
cionará gratuitamente al agricultor los minerales que ahora adquiere
embolsados en forma de abonos comerciales. Las bacterias nitrificantes
saprofitas extraerán de la atmósfera el nitrógeno.
Hasta hoy, poco o nada se había afirmado de lo que presentamos.
Las cosechas que siguiendo estas enseñanzas se obtengan, superarán a
las máximas. Los dispendios para lograrlas serán bajísimos. Con verdad
podremos afirmar que la ciencia agrícola moderna se halla cimentada
sobre bases poco sólidas.
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V I . — 'Y L A S MALAS HIERBAS...

J ~ t HI está el enemigo». Desde inmemorial la tarea del cultivador


ha sido pretender su completa extinción. Para ello ha em­
pleado el arado. La mayoría de las malas hierbas son anuales proce­
dentes de la generación precedente. Cada vez que se ara la tierra se
entierra gran cantidad de semilla. Millones de ellas lo han sido en ara­
das anteriores. Una reserva tal es difícil de extirpar. Al continuar aran­
do laboramos para su propagación. No arando lo evitaremos. Las se­
millas cuya generación favorece la acción del disquear el abono verde
serán puestas a raya con relativa facilidad.
Cuando el suelo se hallase infestado por ellas, ensáyese el proce­
dimiento que indicamos, que no dejará de dar resultado. Siémbrese el
terreno con una cosecha de abono verde, en otoño centeno o en prima­
vera una planta que convenga para dicha estación. Se dejará crecer
hasta que alcance buen desarrollo; al comenzar a florecer y antes de
que maduren las semillas de las malas hierbas se incorporará al suelo
el conjunto bien troceado. Si la zona es húmeda se pueden producir
dos cosechas en un año, lo que apresurará el logro rápido de la rege
neración del suelo. No precisa sean leguminosas las que se empleen,
pues las bacterias nitrificantes saprofitas abundarán en la capa orgá­
nica que se forme. Cuando aparezcan malas hierbas antes de efectuar
las operaciones pásese la grada, que es el instrumento con el cual se
han de efectuar las operaciones mencionadas, después de haber sido
objeto de un pase de rulo o de tabla.
Con un método tal se logrará que se agote gran parte de las se­
millas perjudiciales.

VII. — E P I L O G O

(o L Departamento de Agricultura de EE. UU., ha lanzado un


«slogan» apremiante para hacer llegar a todos el peligro que
encierra el arrastre continuo de tierra cultivable. «La civilización de
EE. UU. se cimenta sobre 9 pulgadas de suelo. El día que desaparezca
esta capa arrastrará consigo esta civilización».
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La nueva agricultura de Faulkner, condensada en lo que expone­


mos, nos demuestra que la realidad es muy antigua.
Según Herodoto, en Babilonia el trigo, el maíz, y el sésamo, pro­
ducían el doscientos por uno de la simiente los años de cosecha normal,
y hasta el trescientos en los de cosecha extraordinaria.
Las Españas fueron proveedoras de granos de la Roma Imperial,
pues las tierras vírgenes de lo que es hoy Italia habían perdido su vigor
en época inmemorial.
Apuntamos la opinión del doctor Alexis Carrell en su obra, que
le valió el premio Nobel, «La incógnita del hombre»: «Los abonos quí­
micos, al aumentar la abundancia de cosechas sin restituir al terreno
los elementos que le han sido extraídos, han contribuido indirectamente
al cambio de valor nutritivo de los cereales y los vegetales». Y podemos
añadir el de los animales que se alimentan con tales productos.
Los alimentos, son fuente de vitaminas, proteínas, hidratos de car­
bono, grasas, celulosas y minerales indispensables para la nutrición de
la humanidad. El suelo agotado causa deficiencia, si se regenera devol­
viéndole los elementos necesarios para la producción de cosechas loza­
nas, sanas y vigorosas, la vitalidad del hombre aumentará, así como
la salud en general. Demostraremos al mundo, que se puede cosechar
sin que el suelo se agote. Cosechando se construirá suelo en vez de
esquilmarlo.
En el aspecto económico, los que primero implanten el cambio del
cultivo, irán en vanguardia para obtener los beneficios. Los gastos de
explotación serán bajísimos, por lo que su posición mejorará grande
mente. Los retrógrados que no se incorporen a este movimiento, perde­
rán todo. Los gobiernos tendrán que pensar en administrar la abun­
dancia. Los mercados colmados serán el índice del cambio. Los agri­
cultores progresistas se hallarán aparejados para una alta producción.
Cuando éstos cuya pobreza anterior les impidió cumplir con los requi­
sitos corrientes, para mejorar el suelo, se encuentren con que pueden
producir el doble o más bushels por acre que lo cosechan la mayor
parte de los granjeros y que lo pueden hacer sin ninguno de los desem­
bolsos corrientes, el mercado reaccionará con el descenso de precios.
La ruina de los hombres que ahora son nuestros mejores agricultores
va a dar la prueba de este acontecimiento. El resultado final podrá ser
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un desastre para los que hoy están en situación económica más favore­
cida.
Desde 1937, Mr. Edward H. Faulkner en Norteamérica se ha afa­
nado en propagar sus ideas, fruto de experiencia, que podemos afirmar,
están conmocionando la ciencia agrícola.
Faulkner recomienda el empleo de la maquinaria para suplir la
labor de las lombrices de tierra y otros organismos (entremezclar ínti­
mamente la materia orgánica con las capas superficiales del suelo).
Afirma, que por la maquinaria su país es superior en la producción
por hombre; con su sistema llegará automáticamente a la cabeza del
mundo en producción por acre.
Desde hace años, helmintólogos norteamericanos, Oliver y Barret
especialmente, han industrializado viveros para la multiplicación de
lombrices de tierra, coincidiendo casi con las experiencias del maestro
Faulkner. Siguiendo los métodos de este maestro e implantando vive­
ros de estos anélidos, podrán los agricultores sustituir las labores con
gran economía, ya que las lombrices las realizarán con su incesante
trabajo. Sus deyecciones, enriquecerán los suelos con cantidades ingen­
tes de alimentos para las plantas, haciendo innecesarios los abonos co­
merciales que aumentan de día en día sus precios y son menos eficaces
en los suelos pobres en humus.
Por lo expuesto se justifica la necesidad de implantar una nueva
agricultura, que en realidad es la más antigua.
¿A España ha llegado eficientemente el eco de lo que será la solu­
ción perfecta de la producción agrícola?

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