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Es un lugar común decir que la vida consiste en tomar decisiones. Decidir parece
implicar dos cosas: que hay más de una opción por la cual optar, y que dichas opciones
están en conflicto. Así que decidir es enfrentarse a una disyunción. Generalmente
resolvemos este problema por silogismo disyuntivo. Ponemos en una balanza los pros y
los contras de cada posibilidad del disyunto, negamos una de ellas, para quedarnos con
la otra opción. ¿Pero qué sucede si en nuestra disyunción no hay razones suficientes que
inclinen la balanza hacia uno de los disyuntos? Estamos frente de un insipiente dilema.
Pero hace falta algo más, un dilema está acompañado de cierta tragedia, en donde los
disyuntos traen serias consecuencias.
….
Una gran elección de vida fue mi profesión. Tenía 20 años cuando terminé el
bachillerato (perdí un par de años en cierta aventura de educación técnica). Me enfrenté
a una primera disyunción: o estudiaba la Universidad o estudiaba en el Colegio Militar.
A muchos sorprenderá uno de los disyuntos. Sucede que mi padre es militar de carrera,
Teniente Coronel retirado. Y me insistía que considerara seriamente la carrera militar.
Mi padre me ha herido con una exigencia particular, ¡sin importar que haga!, debo ser
útil a mi patria, sentimiento patriotero que no me ha abandonado. Había en particular un
impedimento para que estudiara en el Colegio Militar, amaba la literatura. Deseaba
fervientemente estudiar Letras, pero me preguntaba por su utilidad social. Debo decir
que ingenuamente yo asociaba a la Lic. En Letras Hispánicas con la actividad de leer y
escribir literatura. Y bajo ésta ingenuidad no veía como podía ser útil. Así que mi
dilema era el siguiente:
Si no me dejo llevar por el deseo y estudio el Colegio Militar, entonces seré útil a
mi país pero no seré feliz. Si cedo a mi deseo y estudio Letras, seré feliz, pero no
útil a mi país.
No me dejo llevar por el deseo y estudio el colegio militar, o me dejo llevar por el
deseo y estudio letras.
Por lo tanto, O soy útil a mi país pero no soy feliz, o soy feliz pero no soy útil a mi
país.
El dilema se resolvió entre sus cuernos. No pude renunciar a las humanidades del todo,
pero no debía estudiar letras por una razón, no me sentía con talento para destacar en
esta profesión. Otra máxima que heredé de mi padre es: ¡nunca ser mediocre! Así que
decidí estudiar la Lic. En Historia, era un ávido lector de ella y me sentía con aptitudes
para dicha profesión. Pensé entonces que si estudiaba una profesión poco útil, debiera
ser al menos en aquello en lo que pudiera destacarme más. Tardé dos semanas en darme
cuenta que la historia profesional no era para mí. Sus lecturas sosas y métodos
mecánicos me hastiaban, además de que mi alma deseaba ante todo escribir. Pensé
entonces en cambiarme a Letras, pero no era tan fácil la decisión pues enfrentaba el
siguiente dilema:
Ésta verdad (que se me revelara no hace mucho) ya habitaba vagamente en mí, pues me
apasionaba la pregunta, pero también la respuesta. Mas la respuesta no me interesaba
por ella misma, sino más bien por la forma en cómo nos persuadimos de una resolución
y no de otra. Siendo para mí, la razón, el imperio de la razón, la mejor forma de
persuadirnos. Así llegué a filosofía, pero el transito a ella estuvo marcado por un
dilema:
Si termino la Lic. En Letras Hispánicas no perderé más tiempo, pues debo trabajar
a la brevedad; sería más útil (estaba convencido que historia era más útil que
filosofía), pero no sería feliz. Si estudio filosofía perderé mi tiempo, pues no podré
trabajar a la brevedad, sería menos útil, pero sería feliz.
O estudio la Lic. En Letras Hispánicas o estudio la Lic. En filosofía.
Por lo tanto, o no pierdo más tiempo y trabajo a la brevedad, sería más útil, pero no
feliz; o pierdo mi tiempo, pues no podré trabajar a la brevedad, sería menos útil,
pero sería feliz.
Decidí estudiar filosofía, tenía 22 años, el tiempo era fiero enemigo. ¡Debía trabajar ya!
Podía hacerlo mientras estudiaba, pero haría una licenciatura a seis años… ¡A mi edad
era la ruina! Así que decidí cursar de a diez asignaturas por semestre, volé por las aulas
sin apenas aprender nada. En tres años ya estaba terminando la licenciatura, hacía tesis,
y supe de la opción de la maestría. Avanzaba a vuelta de rueda con mi investigación,
además de que estaba harto de las presiones y la carga de trabajo que llevara por tres
años, así que me titulé por excelencia.
La vida consiste en tomar decisiones… quizá pueda pasar entre los cuernos del dilema.