Professional Documents
Culture Documents
¿Hasta qué punto puede una ciencia formal ocuparse de “la sensatez de las
afirmaciones que hacemos –de la solidez de las razones que producimos para
apoyarlas, de la firmeza de los respaldos que proveemos para ellas– o por cambiar
de metáfora, del tipo de caso que presentamos en defensa de nuestras
afirmaciones?
La lógica ha experimentado un desarrollo sustancial debido a su presentación como
teoría de la inferencia formal, pero esta orientación vendría a amparar una mala caracterización
de la estructura lógica del discurso argumentativo, la cual habría impedido el desarrollo de un
marco teórico adecuado para dar cuenta de sus condiciones normativas características.
Desviación de la propuesta inicial de Aristóteles por querer hacer de la lógica una ciencia
demostrativa. El interés de la evaluación práctica de los argumentos se reemplazó por el
desarrollo de una ciencia dedicada al estudio de una clase especial de objetos llamados
‘relaciones lógicas’. Se asumió que la lógica era una ciencia formal cuyo fin era determinar
relaciones formales de implicación y contradicción entre proposiciones.
En lugar de ofrecer un análisis del concepto de probabilidad, Toulmin busca dar cuentas
de las “funciones prácticas de los términos ‘probablemente’, ‘probable’, y ‘probabilidad’ en la
formulación y critica de los argumentos”. Toulmin intenta establecer una continuidad entre los
términos modales aléticos, como posible o necesario, y los términos probabilísticos, por su
similitud en las expresiones cotidianas.
Verdad y probabilidad
Los términos probabilísticos son como los términos modales, pero también como el
operador de verdad: ser verdadero, posible, necesario o probable no es una propiedad del
mundo sino, a lo sumo, una propiedad de nuestras representaciones sobre el mundo. Sin
embargo, el ser probable es una propiedad objetiva de nuestras afirmaciones, que no dependen
de nuestras creencias. Decir que probablemente llueva es señalar un hecho objetivo del mundo,
de cierto modo, a saber, señalando que dado el estado actual de cosas, la lluvia no es
descartable. Si estuviera completamente despejado, “probablemente va a llover” sería,
simplemente, una afirmación incorrecta, fuesen cuales fueran las creencias del hablante sobre
el tiempo.
Puede suceder, por supuesto, que lo que consideremos evidencia a favor de cierta
calificación de nuestra afirmación resulte no ser tal. Esto significa que las afirmaciones
probabilísticas son objetivas: nuestras estimaciones son perfectibles mediante información
adicional. De acuerdo con Toulmin, decir que P es probablemente S sólo tiene sentido en
ausencia de evidencia en contra: por ejemplo, en ausencia de evidencia de que P es, de hecho
S. En este sentido, no habría contraposición entre los términos probabilísticos y el operador de
verdad: es el mundo siendo como es lo que determina el tipo de calificador que corresponde a
cierta proposición, por más que nuestro uso de los calificadores haya de remitirse siempre a la
evidencia disponible, pues es sobre la base de ella que determinamos si tal uso es correcto o no.
Si entendemos la premisa mayor como una afirmación categórica, la información de que ningún
sueco es católico constituiría un respaldo para nuestra inferencia. También podemos entender
que la premisa mayor es el garante que autoriza esta inferencia, es decir la regla que establece
que si alguien es sueco, entonces podemos concluir que no es católico.
El viejo problema de si debemos interpretar las proposiciones universales como
afirmaciones existenciales implícitas o como reglas generales es consecuencia de no reparar en
la distinción entre garantías y respaldos, y que puede solucionarse si tenemos en cuenta que,
algunas veces, la proposición general debería entenderse como un enunciado-regla que no
presupone la existencia de ningún objeto, mientras que en otras ocasiones debe entenderse
como la afirmación de un hecho general.
Un quinto elemento del modelo de Toulmin es el calificador modal, definido como “una
referencia explícita al grado de fuerza que nuestras razones confieren a nuestra afirmación en
virtud de nuestro garante”
Finalmente, los refutadores son “circunstancias en las cuales la autoridad general del
garante habría de dejarse a un lado”.
porque
RESPALDO
Fuerza y criterios
Parte del significado del “no se puede” [cannot] en tanto expresión con cierta carga
modal. Todos los usos de este término están regidos por un patrón común: “Siendo P como es,
debes desestimar cualquier cosa que involucre Q: hacerlo de otro modo sería R e invitaría a S”.
Distingue dos aspectos del significado de los calificadores: la fuerza y los criterios de uso.
La fuerza de un calificador se relaciona con las implicaciones prácticas de su uso y es invariante
de campo, por ejemplo, siempre que decimos que algo es “posible” estamos significando
pragmáticamente que cabe considerarlo.
Asimismo, los criterios de uso de los calificadores son “las razones por referencia a las
cuales decidimos en cualquier contexto que el uso de un término modal particular es
apropiado”.
La fuerza de establecer que “a es imposible” seria descartar a como una opción. Esta
fuerza sería la misma, cualquiera que fuese el campo. Justificar es establecer cuál es la fuerza
con la que podemos avanzar una proposición. En este sentido, justificar una afirmación, esto es,
establecer el calificador que corresponde a esa afirmación, es hacer el mismo tipo de cosa, sea
cual fuera el campo. Por otra parte, los criterios que determinan el uso de un calificador serian
dependientes del campo al que pertenece la afirmación.
Al considerar la forma en que evaluamos los argumentos, Toulmin distingue entre dos
modelos alternativos: el geométrico y el jurisprudencial. Según el modelo geométrico, la bondad
de un argumento depende de si dicho argumento puede ser caracterizado bajo cierta forma
particular. Según el modelo jurisprudencial, el tener una forma apropiada es solo una cuestión
preliminar y la bondad argumental es más bien una cuestión del tipo de razones que tenemos
para apoyar una afirmación.
El modelo jurisprudencial es más que una analogía, las reglas lógicas comparten con las
jurídicas un mismo estatus normativo: no son generalizaciones sino estándares por medio de los
cuales valoramos ciertos objetos – argumentos y acciones respectivamente. Estos estándares
no remiten a principios sino a las condiciones constitutivas de los actos n los que sobrevienen
los argumentos, en tanto representaciones de inferencias – es decir, los actos de aducir razones
para una conclusión y los de razonar a partir de una evidencia. Al contrario que la concepción
tradicional de la lógica como teoría normativa de la inferencia, la teoría de la inferencia de
Toulmin vendría a ser una empresa descriptiva respecto del propio concepto de inferencia, el
cual es en sí mismo normativo. Al concebir la lógica como una teoría de la inferencia en lugar de
como una teoría normativa de la inferencia, obtenemos una explicación de corte naturalista del
origen y la naturaleza de la necesidad lógica.
Cuando argumentamos no sólo afirmamos las razones que tenemos para nuestra
conclusión, sino que también afirmamos esta conclusión. El significado de los términos
probabilísticos y modales consiste en calificar nuestras afirmaciones con cierta fuerza de
acuerdo con ciertos criterios.
En la medida en que tanto las razones como los garantes son afirmaciones, también
están calificados. Evaluar un argumento seria determinar si el calificador que el hablante ha
utilizado para presentar su conclusión es el adecuado, dadas las razones presentadas para ella y
los calificadores que corresponden a esas razones a sus garantes.
Desde esta perspectiva, el modelo de Toulmin sería un modelo para la evaluación de los
argumentos, entendidos como objetos con propiedades semánticas, esto es, como el contenido
de ciertos procesos comunicativos: los argumentos serían las representaciones de las inferencias
que hacemos al aducir razones para nuestras afirmaciones.
Dos errores: identificar argumentos y argumentación. También sería un error equiparar
un modelo para la evaluación semántica con una propuesta normativa para la argumentación
tout court. La evaluación semántica de la argumentación no es suficiente para determinar qué
afirmaciones están justificadas: después de todo, “justificar” es cierto tipo de actividad
comunicativa, de manera que las consideraciones pragmáticas que representan los
condicionamientos dialécticos y retóricos de los argumentos también resultan indispensables
para determinar qué cuenta como “buena argumentación”.
A pesar de que, tal como Toulmin la concibe, la normatividad lógica estaría basada en
las condiciones pragmáticas de los actos en los que las inferencias sobrevienen, la normatividad
argumentativa habría de incluir las condiciones pragmáticas de la justificación, a saber, aquellas
que determinan el éxito de un acto argumentativo como un actor de mostrar que cierta
afirmación es correcta. Después de todo, el propio Toulmin simpatiza con la idea de que los
hechos no justifican nada, puesto que no son razones: después de todo, como hemos visto,
Toulmin entiende que p cuenta como una razón para q en tanto exista un garante disponible
que autorice el paso desde p a q. En este sentido, la normatividad argumentativa no consiste
tan solo en determinar el calificador que corresponde a una proposición sino también en
determinar el modo en que las proposiciones involucradas en un argumento han sido dispuestas
en el acto mismo de argumentar.