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PRODUCCION DE TEXTOS
Conocimientos generales sobre la producción de textos
Las exigencias de la vida cotidiana demandan que estemos en la capacidad de
traducir en forma escrita lo que pensamos o sentimos. Las actividades escolares,
laborales y profesionales y nuestra relación con los demás requieren que
desarrollemos la habilidad de escribir. La redacción de un informe, una carta, un
oficio u otros textos de carácter funcional constituyen una práctica habitual en
nuestra actividad diaria. La escuela tiene la función de desarrollar esta capacidad,
partiendo de los textos que sean más cercanos a los estudiantes, pero
considerando, además, los textos de elaboración más compleja, como informes
académicos, ensayos, monografías, entre otros.
El aprendizaje de la escritura se debe realizar a partir del mismo acto de escribir.
Ninguna exposición teórica sobre dicho proceso, o el análisis aislado de las
estructuras lingüísticas desarrollará esa habilidad. Ha llegado el momento de que
cojamos un lapicero y empecemos a escribir. Sin embargo, para aprender a escribir
no basta con sólo escribir (CAMPS: 2003), pues estaríamos pecando de mero
activismo. Además, es necesario que los estudiantes tomen conciencia de los
procesos cognitivos implicados en el proceso de producción, y que adquieran
conocimientos básicos indispensables para escribir un texto.
La producción de textos escritos implica tener conocimiento sobre los siguientes
aspectos:
El asunto o tema sobre el cual se va a escribir.
Los tipos de textos y su estructura.
Las características de la audiencia a quien se dirige el texto.
Los aspectos lingüísticos y gramaticales (corrección, cohesión, coherencia)
Las características del contexto comunicativo (adecuación)
Las estrategias para escribir el texto y para la autorregulación del proceso.
ETAPAS DE LA PRODUCCIÓN DE TEXTOS ESCRITOS
La producción de un texto comprende actividades que van más allá de la escritura
misma. Hay tareas previas y posteriores a ella que no debemos descuidar. De modo
general, podemos decir que la producción de textos comprende tres etapas:
La planificación
Etapa que corresponde a la generación y selección de ideas, la elaboración de
esquemas previos, la toma de decisiones sobre la organización del discurso, el
análisis de las características de los posibles lectores y del contexto comunicativo,
así como de la selección de estrategias para la planificación del texto.
Durante esta etapa habrá que dar respuestas a los siguientes interrogantes:
Sobre las características de la situación comunicativa:
¿A quién estará dirigido el texto?
¿Cuál es la relación del autor con el destinatario?
¿En calidad de qué escribe el autor?: ¿a título personal?, ¿en representación de
alguien? ¿representando a un grupo?
¿Con qué propósito escribe?
Sobre las decisiones previas a la producción del texto:
¿Qué tipo de texto se escogerá de todos los posibles?
¿Cuál será su aspecto general, la silueta del texto?
¿Qué material se empleará? (textura, tamaño de la hoja)
¿Qué instrumento se usará para escribir? (lapicero, plumón, máquina de escribir,
computadora)
¿El instrumento escogido es conveniente para el papel y el formato seleccionados?
La textualización
Es el acto mismo de poner por escrito lo que se ha previsto en el plan. Lo que se ha
pensado se traduce en información lingüística, y esto implica tomar una serie de
decisiones sobre la ortografía, la sintaxis y la estructura del discurso. Durante la
textualización se consideran algunos aspectos como:
Tipo de texto: estructura.
Lingüística Textual: funciones dominantes del lenguaje; enunciación (signos de
personas, espacio, tiempo); coherencia textual (coherencia semántica,
progresión temática, sustituciones, etc.)
Lingüística oracional (orden de las palabras o grupos de palabras, relaciones
sintácticas, manejo de oraciones complejas, etc.)
La revisión
Orientada a mejorar el resultado de la textualización. Se cumplen tareas como la
lectura atenta y compartida de lo escrito para detectar casos de incoherencia, vacíos
u otros aspectos que necesiten mejoramiento. Se da respuesta a interrogantes,
como:
¿Hay coherencia entre los diferentes apartados del texto?
¿Las palabras empleadas están escritas correctamente?
¿El registro empleado es el más adecuado?
¿Sintácticamente las expresiones están bien construidas?
¿Hay casos de impropiedad y ambigüedad?
¿Los pronombres y artículos mantienen la referencia?
¿Hay unidad en la presentación de las ideas?
¿Se cumple con el propósito comunicativo?
Revisión
Leo atentamente el primer borrador
Se conversa con los alumnos sobre los resultados obtenidos en los partidos
de fútbol del fin de semana. La reflexión deriva en las consecuencias que
produce el comportamiento inadecuado de las barras de los diferentes equipos.
Preguntas que orientan el diálogo:
Una vez llenada la ficha, por consenso, los alumnos proceden a escribir el texto,
un integrante del grupo puede hacer de secretario, para ir anotando lo que
sugieren sus compañeros. Los alumnos irán despejando dudas sobre
coherencia, corrección o construcciones gramaticales, con ayuda del docente.
La sonrisa
Es un componente importante. Puede utilizarse como sonrisa defensiva, como
gesto de pacificación. Puede servir para transmitir el hecho de que a una persona
le gusta otra; puede suavizar un rechazo, comunicar una actitud amigable, y animar
a los demás a que le devuelvan a uno una sonrisa.
Los gestos
Un gesto es cualquier acción que envía un estímulo visual a un observador. Para
llegar a ser un gesto, un acto tiene que ser visto por algún otro y tiene que comunicar
alguna información. Los gestos son básicamente culturales. Las manos y, en menor
grado, la cabeza y los pies, pueden producir una amplia variedad de gestos, que se
emplean para una serie de propósitos diferentes. Los gestos se constituyen en un
segundo canal de comunicación; aquéllos que sean apropiados a las palabras que
se dicen servirán para acentuar el mensaje añadiendo énfasis, franqueza y calor.
Los movimientos desinhibidos pueden sugerir también franqueza, confianza en uno
mismo (salvo que fuera un gesto nervioso) y espontaneidad por parte del que habla.
La postura
La posición del cuerpo y de los miembros, la forma en que se sienta la persona,
como está de pie y cómo pasea, reflejan sus actitudes y sentimientos sobre sí misma
y su relación con los otros. Los significados y funciones de la postura son múltiples.
mujer-sonriente
Actitudes
Las posturas que reducen la distancia y aumentan la apertura hacia el otro son
cálidas, amigables e íntimas. Las posiciones cálidas incluyen el inclinarse hacia
delante, con los brazos y piernas abiertas, las manos extendidas hacia el otro, etc.
A su vez, apoyarse hacia atrás o entrelazar las manos sosteniendo la parte posterior
de la cabeza pueden ser reflejo de dominación o de sorpresa. La timidez puede
expresarse por medio de los brazos colgando y con la cabeza hundida y hacia un
lado. Por el contrario, las piernas separadas, los brazos en jarras y la inclinación
lateral pueden expresar determinación.
Emociones
La postura puede reflejar emociones específicas. Así, la indiferencia puede
expresarse por medio de los hombros encogidos, los brazos erguidos o las manos
extendidas; la ira, por medio de los puños apretados, la inclinación hacia delante o
los brazos extendidos; el coqueteo, por medio del cruzar o descruzar las piernas,
etc.
➡️ Favorece las relaciones sociales, ya que nos permite entender las intenciones,
sentimientos y estados de los otros.
Los dos mensajes más importantes que envía el lenguaje corporal son: El
grado en que a un individuo le agrada otro o le interesa verlo y el estatus
relativo percibido entre el emisor y el receptor. Por ejemplo, es más
probable que nos coloquemos cerca de las personas que nos agradan y
las toquemos con más frecuencia. De manera similar, si usted siente que
su estatus es mayor que el de otro hace más m ovimiento del cuerpo –
como cruzar las piernas o sentarse en posición recostada – que refleja un
estado casual y relajado.
La disposición que tiene una persona frente a otra, también nos dice mucho
sobre esa interacción, Si una persona habla con otra, pero apunta con un
pie hacia otro lado, indica deseo de fuga.
+
Evaluación
La evaluación en el área del lenguaje y su tratamiento pedagógico puede
organizarse en torno a una doble complejidad: la derivada de los aspectos
normativos y creativos y la efectiva interacción y dominio que implican las
habilidades lingüísticas.
La evaluación comunicativa4 -como modalidad surgida de la revisión crítica de la
limitación valorativa propia de los enfoques estructuralistas y de los datos
fragmentarios obtenidos de pruebas y valoraciones de productos (Carroll, 1980)-,
atiende a la valoración global de dominios lingüísticos que intervienen en toda
actividad de habla y a sus aspectos pragmáticos (adecuación y autenticidad). Desde
esta perspectiva, se destaca, según B. J. Carroll, el carácter unitario/solidario de los
saberes lingüísticos que se integran en la actuación lingüística, de donde adquieren
relevancia los aspectos referidos al uso frente a las cuestiones normativas y de tipo
prescriptivo. La evaluación, desde el enfoque comunicativo, se centra, pues, en la
actuación y en las habilidades lingüísticas que generan y mantienen la interacción
comunicativa. Por esta causa, sus ítems tienen carácter global y se fijan a partir de
supuestos de situaciones auténticas de comunicación; y, por lo mismo, los criterios
de corrección/incorrección (a través de ítems centrados en referencias estructurales
o sistemático-normativas, de carácter poco pragmático), se consideran insuficientes
e inadecuados para su valoración.
Evaluar: ¿medición, comparación, observación?
Evaluación no es medición; aceptarla como tal nos limita a la función tradicional de
indicar el grado de éxito alcanzado en una escala numérica, valorando los saberes
según la ausencia/presencia de errores. Aún es frecuente que la evaluación se
resuelva a través de un acto (implícito y/o tácito) de comparar logros con objetivos
previstos y/o alcanzados; en suma, saberes comparados con contenidos
preestablecidos (¿absolutos?) en la secuenciación y programación, en lugar de
atender a la valoración cualitativa de los grados de dominio, los logros y las
dificultades que comporta el aprendizaje de diferenciados tipos de saberes5.
En la práctica habitual, la observación cualitativa del proceso de
adquisición/aprendizaje de las distintas habilidades lingüísticas (aplicaciones y uso
de las competencias y dominios) suele ser sustituida por actos de revisión correctora
y atribución de calificaciones al grado de saberes en función de criterios de
corrección/incorrección. Y por ello se recurre a pruebas sobre cuestiones
estructurales o sistemático-normativas en las que se recoge y se presenta la materia
en su carácter más abstracto y menos pragmático. Resulta obvia la necesaria
diferenciación entre la concepción de evaluación como medición-calificación y como
valoración cualitativa.
Examen, corrección, calificación son opciones usuales y simplistas a las que recurre
el profesor para desarrollar el acto de evaluación6. La calificación -que es un
concepto restrictivo respecto al de evaluación- sólo considera a los alumnos como
fuente pasivamente aportadora de datos, ha dicho Widdowson (1990). La práctica
de esta orientación, por lo que respecta a las características específicas de nuestra
área, no deja de ser un contrasentido, si se pone en relación con los enfoques nocio-
funcionales y comunicativos y su pertinente metodología.
Un planteamiento de este tipo -centrado en saberes no pragmatizados y en
exclusivos criterios preceptivo-estructurales observados en la resolución de
ejercicios y, en menor grado, en la espontánea realización de producciones- ha de
ser ya sustituido por propuestas que ofrezcan perspectivas más amplias y que,
sobre todo, se centren en el análisis y comprensión de los procesos de
enseñanza/aprendizaje lingüístico.
Precisamente porque la evaluación no es ni tiene por objeto el resultado numérico7
de aplicar determinados instrumentos de control, se justifica la funcionalidad del
empleo de instrumentos descriptivos y pautas para la observación, de bandas y
escalas de valoración, etc., que caracterizan niveles y señalan dominios, a la vez
que detectan carencias. De esta forma, conceptualizaciones como comparación,
juicio8, referencia a criterios, aporte de información y valoración, proceso, toma de
decisiones, etc. se incluyen explícitamente en el modelo de evaluación formativa
que se propone9.
La evaluación es un proceso, no un acto discontinuo; hablamos, pues, del
seguimiento didáctico -de observación (y no de control) para la mejora y la
facilitación del progreso en los dominios comunicativos-, por el que se obtienen
datos pertinentes para valorar los avances, dominios, carencias o dificultades... de
un individuo en un ámbito específico del saber y también para enjuiciar la efectividad
de una metodología. Recordemos con Nunziati (1990:57) que la evaluación
formativa tiene por principio adaptar el dispositivo pedagógico a la realidad de los
aprendizajes y regular los procesos pedagógicos. A. Davies (1990) ha presentado
la evaluación desde tres facetas: como síntesis de diversificadas informaciones
obtenidas a partir de la observación, como superación del concepto de medición y
como base de investigación y de reflexión crítica sobre los procesos de
enseñanza/aprendizaje10. Acaso sea oportuno establecer un esquemático
contraste entre la evaluación como control y la evaluación como recurso facilitador
o formativo. (Ver cuadro en página siguiente).