You are on page 1of 2

Estaciones de Liderazgo.

El discipulado: introducidos, participantes y activos.

EL EVANGELIO
Día 01: Introducción
El evangelio es un mensaje de buenas noticias sobre la libertad. En el evangelio se vincula el
pasado con el presente, el entonces con el ahora, el acontecimiento histórico con la
experiencia actual y nuestras necesidades y circunstancias presentes. Por un lado, declaramos
que Jesús salva, pero esto lo realizamos afirmado que murió (hace 2000 años en Jerusalén,
en un hecho completamente histórico y real) por nuestros pecados y que fue levantado de la
muerte, con el fin de salvarnos. El evangelio no se predica si se proclama el poder salvífico
y se omiten los hechos salvíficos, particularmente la cruz.

En el primer paso en este DISCIPULADO1 RADICAL2 hemos de reflexionar sobre una de


las máximas afirmaciones de Pablo acerca del origen, el contenido y el poder del evangelio.
Leamos:
Hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con
excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa
alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y
mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas
de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe
no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1 Corintios
2:1-5)
En este texto esencialmente trinitario, se destacan tres lecciones principales en torno al
carácter del evangelio, la experiencia que podemos tener con el mismo y la proclamación que
realizamos a través de nuestra vida. Estos tres elementos son: la Palabra de Dios, la cruz de
Cristo y el poder del Espíritu.

La Palabra de Dios
El evangelio es verdad que procede de Dios. Lo que Pablo proclamó ante los corintios no era,
«excelencia de sabiduría», es decir, sabiduría humana, o sabiduría del mundo, sino la palabra de
Dios o la sabiduría de Dios, la que aquí llama el «testimonio» (martyrion) de Dios, o el

1
Con discipulado queremos señalar dos elementos fundamentales: primero, la condición de ser personas
que desarrollan una vida aprendiendo, creciendo, esforzándose en su formación continuamente, en
referencia a las enseñanzas, principalmente vivenciales que se reciben de un maestro (Jesús), pero
también en la iglesia los unos con los otros. Segundo, que esta disponibilidad para el aprendizaje implica
una visión de disciplinamiento de la vida. El desarrollo de una vida disciplinada, hablamos de una vida
que posee carácter, aristas definidas, de una vida que es vivida desde la trasparencia y madurez de la
toma de decisiones, y el encaminamiento definido hacia lugares específicos, es la única manera de
concebirnos como discípulos en la práctica.
2
Nos permitimos usar la palabra RADICAL, como adjetivo para describir que el DISCIPULADO, ha de ser
algo de RAÍZ, en nuestra experiencia cristiana. Es probable que en un sentido amplio se le pueda llamar
cristianismo y cristiano a muchas cosas y personas, sin embargo, nosotros estamos en busca de que
nuestra fe en Jesús, sea mucho más que una experiencia cultural o moral. Perseguimos una verdadera
experiencia que sea raíz de nuestro vivir. El ejercicio del discipulado en la práctica consideramos se torna
imprescindible.

Basado en el libro de John Stott, “El cristianismo contemporáneo”.


Estaciones de Liderazgo.
El discipulado: introducidos, participantes y activos.

«misterio» (mysterion) de Dios. Cualquiera sea la lectura correcta, el sentido es el mismo, a


saber, que el mensaje de Pablo provenía de Dios. Si «testimonio» es lo correcto, luego se trata de
«la certificada verdad de Dios». Si «misterio» es lo correcto, luego se trata de «la secreta verdad
de Dios». En cualquier caso, el evangelio del apóstol es la verdad de Dios.
Es aquí donde debe comenzar toda experiencia con el evangelio y toda vocación evangelizadora.
Nosotros no hemos inventado nuestro mensaje. No acudimos a la gente con nuestras propias
especulaciones humanas. Mas bien, somos portadores de la palabra de Dios, depositarios de la
buena noticia (evangelio) de Dios, mayordomos de los secretos revelados de Dios.
Aún más, el estilo adoptado por Pablo era compatible con su mensaje. No llego a los corintios ni
con «excelencia de palabras» o «elocuencia» ni con «sabiduría superior» (v. 1). Por lo que hace
al contenido, renunció a la presuntuosa sabiduría humana, sometiéndose humildemente, en
cambio, a la palabra de Dios acerca de Cristo (v. 2). En cuanto a su estilo, renunció a la soberbia
retórica humana, confiando humildemente, en cambio, en el poder del Espíritu Santo (vv. 3-5).
Como lo expresó C. H. Hodge en su comentario, no vino «como orador ni como filósofo».3
No debemos confundirnos en este punto. No hay justificativo alguno aquí ya sea para un evangelio
sin contenido o para un estilo sin forma. A lo que Pablo renunciaba no era ni a la sustancia
doctrinal, ni a la argumentación racional, sino solamente a la sabiduría y la retórica del
mundo. Esto lo sabemos porque en Hechos 18 Lucas nos cuenta como había sido el ministerio
de evangelización de Pablo en Corinto. Primero, «discutía [o «razonaba»] en la sinagoga todos
los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos» (v. 4). Luego, permaneció allí durante
dieciocho meses «enseñándoles la palabra de Dios» (v. 11). En consecuencia, podía sintetizar su
predicación en Corinto diciendo que «[persuadía] a los hombres». 4 Se ocupaba de enseñar la
verdad de Dios, como también de convencer a la gente respecto a esta verdad de Dios.
De ningún modo estamos autorizados, por lo tanto, a invitar a la gente a acudir a Cristo
cerrando, sofocando o suspendiendo sus facultades mentales. No. Dado que lo que Dios ha
creado son seres humanos racionales, espera que hagan uso de la mente. Por cierto, que jamás
podrán creer sin la iluminación del Espíritu. Si no media esto, toda nuestra argumentación será
inútil. «Empero -escribió Gresham Machen- por el hecho de que la argumentación sea insuficiente
no se sigue que sea innecesaria. Lo que hace el Espíritu Santo con el nuevo nacimiento no es
convertir a la persona en cristiana a pesar de las evidencias, sino por el contrario, quitarle de la
niebla que le empaña los ojos y lograr que dé crédito a las evidencias.»5
Así, pues, el evangelio es verdad que procede de Dios, que se nos ha encomendado. Nuestra
responsabilidad consiste en comprender primero, experimentar luego y, por lo tanto,
presentar el evangelio tan clara, coherente y convincentemente como podamos. Y todo el
tiempo, al hacer esto, debemos confiar en que el Espíritu Santo en su luminosidad disipe la
ignorancia, ayude a que se superen los prejuicios y convenza de la verdad tocante a Cristo a todos
en todo lugar.

3
C. H. Hodge, La primera epistola a los Corintios (1857; The Banner of Truth, 1969), p. 27.
4
2 Co. 5.11; Hch. 18.13
5
J. Gresham Machen, The Christian Faith in the Modem World [La fe Cristiana en el mundo moderno]
(1936; Eerdmans, 1947), p. 63.

Basado en el libro de John Stott, “El cristianismo contemporáneo”.

You might also like