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1“¿Qué es la verdad?


ESA fue la pregunta que Poncio Pilato le hizo con tono escéptico a Jesús. Al gobernador romano no le interesaba
recibir una respuesta, y Jesús no se la dio. Puede ser que Pilato considerara que era imposible comprender la verdad
(Juan 18:38).Muchas personas en la actualidad, entre ellas guías religiosos, educadores y políticos, demuestran una
actitud parecida hacia la verdad. Creen que la verdad —sobre todo la de carácter moral y la espiritual— no es
absoluta, sino relativa, y que cambia constantemente. Por lo tanto, piensan que pueden decidir por sí mismas lo que
está bien y lo que está mal (Isaías 5:20, 21). Tal actitud también hace que rechacen los valores y normas morales de
generaciones pasadas por considerarlos anticuados.
La declaración que provocó la pregunta de Pilato es de particular interés. Jesús había dicho: “Yo para esto he nacido,
y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad” (Juan 18:37). Para Jesús, la verdad no era
un concepto vago e incomprensible. De hecho, él prometió a sus discípulos: “Conocerán la verdad, y la verdad los
libertará” (Juan 8:32).¿Dónde podemos encontrar esa verdad? En cierta ocasión, Jesús oró a Dios diciendo: “Tu
palabra es la verdad” (Juan 17:17). La Biblia, escrita por inspiración divina, revela la verdad que nos ofrece guía
confiable y una esperanza segura para el futuro, a saber, la vida eterna (2 Timoteo 3:15-17).
Pilato rechazó con indiferencia la oportunidad de aprender dicha verdad. ¿Y usted? ¿Por qué no pregunta a los
testigos de Jehová qué es “la verdad” que enseñó Jesús? Con gusto se la darán a conocer.
2 ¿Cuánto valor tiene para nosotros la verdad?
“Conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” (JUAN 8:32.)
“¿QUÉ es la verdad?” Cuando Pilato formuló esta pregunta, parece que solo le interesaba la verdad en general. Por
otro lado, Jesús acababa de decir: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio
acerca de la verdad” (Juan 18:37, 38). A diferencia del gobernador romano, Cristo se refería a la verdad divina.
La actitud del mundo respecto a la verdad.2 Pablo afirmó que “la fe no es posesión de todos” (2 Tesalonicenses 3:2).
Lo mismo puede decirse de la verdad. Muchas personas deliberadamente cierran los ojos a la verdad basada en la
Biblia aun cuando la tienen delante. No obstante, ¡qué valiosa es! “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará”,
aseguró Jesús (Juan 8:32).
3. ¿Cómo se originaron el universo y la vida?
“La ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia está ciega.”—Albert Einstein.
EN ESTOS tiempos en los que vivimos tienen lugar sucesos asombrosos a una escala sin precedentes. Los nuevos
descubrimientos relacionados con el espacio han obligado a los astrónomos a revisar sus teorías sobre el origen del
universo. Mucha gente, fascinada por el cosmos, se sigue planteando los viejos interrogantes que provocan nuestra
existencia y el lugar que ocupamos en el mundo: ¿cómo y por qué surgieron el universo y la vida?
Incluso cuando miramos en otra dirección —hacia nuestro interior— y pensamos en el mapa del genoma humano,
surgen preguntas como estas: ¿cómo se originó la gran variedad de formas de vida; y quién las creó, si es que alguien
lo hizo? La absoluta complejidad de nuestro patrón genético impulsó a un presidente estadounidense a decir que
“estamos aprendiendo el idioma en el que Dios creó la vida”. Uno de los científicos principales que participan en la
descodificación del genoma humano reconoció con modestia: “Hemos echado un primer vistazo a nuestro manual
de instrucciones, que antes solo conocía Dios”. Pero las preguntas siguen en pie: ¿cómo y por qué?
“Dos ventanas”En la comunidad científica hay quienes afirman que todos los mecanismos del universo se pueden
explicar mediante un análisis racional y que no hace falta recurrir a la sabiduría divina. Sin embargo, a muchas
personas, entre ellas algunos científicos, no les satisface este punto de vista. Procuran comprender la realidad
recurriendo tanto a la ciencia como a la religión, pues opinan que la primera trata de explicar cómo llegamos a existir
nosotros y el mundo que nos rodea, mientras que la segunda se ocupa principalmente del porqué.
Respecto a esta dualidad, el físico Freeman Dyson dijo: “La gente intenta comprender el gran universo mirando a
través de dos ventanas: la ciencia y la religión”.
“La ciencia se preocupa por lo mensurable; la religión, por lo inconmensurable”, observó el escritor William Rees-
Mogg. Y añadió: “La ciencia no puede demostrar ni refutar la existencia de Dios, igual que no puede demostrar
ni refutar ningún principio moral o estético. No hay ninguna razón científica para amar al prójimo ni respetar la vida
humana [...]. Sostener que no existe nada que no pueda probarse científicamente es un terrible error, pues eso
implicaría negar la existencia de casi todo lo que valoramos en la vida, no solo Dios o el espíritu humano, sino el
amor y la poesía y la música”.
El “credo” científico.A menudo parece que las teorías científicas se basan en premisas cuya defensa exige una
determinada clase de fe. Por ejemplo, respecto al origen de la vida, la mayoría de los evolucionistas sostienen ideas
cuya base es la fe en ciertas “doctrinas”. Mezclan hechos y teorías, y se valen del peso de su autoridad para imponer
la creencia ciega en una evolución. Es como si en realidad dijeran: “No se puede culpar al hombre por su falta de
ética o moralidad porque es un mero producto de la biología, la química y la física”. El biólogo Richard Dawkins dice
que en el universo ‘no hay diseño ni propósito, ni existe el bien ni el mal; solo una absurda indiferencia’.
A fin de defender creencias como estas, algunos científicos optan por pasar por alto las extensas investigaciones de
otros expertos que contradicen la base teórica de sus conclusiones sobre el origen de la vida. Aunque hubieran
transcurrido miles de millones de años, se ha demostrado que es matemáticamente imposible la formación
accidental de las complejas moléculas que constituyen una célula viva en buen funcionamiento. Por lo tanto, las
teorías dogmáticas sobre el origen de la vida que aparecen en numerosos libros de texto no deben considerarse
válidas.Creer que la vida surgió debido a la ciega casualidad exige más fe que creer en la creación. El astrónomo
David Block señaló: “Quien no cree en un Creador necesita más fe que quien sí lo hace. Cuando alguien asevera que
Dios no existe, hace una generalización sin fundamento, es decir, formula una premisa basada en la fe”.
Los descubrimientos científicos pueden infundir en algunos expertos una actitud reverencial. Albert Einstein admitió:
“Difícilmente encontraréis entre los talentos científicos más profundos, uno solo que carezca de un sentimiento
religioso propio. [...] Su sentimiento religioso adquiere la forma de un asombro extasiado ante la armonía de la ley
natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, comparados con ella, todo el pensamiento y todas las
acciones de los seres humanos no son más que un reflejo insignificante”. Ahora bien, esta actitud reverencial
no motiva necesariamente a los científicos a creer en un Creador, un Dios personal.
Los límites de la ciencia.La ciencia y sus logros merecen nuestro respeto. Sin embargo, muchas personas
concordarán en que, si bien la ciencia es un modo de conocer la realidad, no es la única fuente de conocimiento.
El propósito de la ciencia es describir los fenómenos naturales y explicar cómo ocurren.
La ciencia nos ayuda a comprender mejor el universo físico, es decir, todo lo que es observable. Pero, sin importar
cuánto avance la investigación, nunca podrá contestar la pregunta fundamental de por qué existe el universo.
“Hay interrogantes que los científicos jamás podrán responder”, asegura el escritor Tom Utley. Y añade: “Es posible
que la gran explosión tuviera lugar hace doce mil millones de años, pero ¿por qué ocurrió? [...] ¿Cómo llegaron a
existir esas partículas en primer lugar? ¿Qué había allí antes?”. Utley concluye: “Está más claro que nunca que la
ciencia jamás satisfará nuestra sed de respuestas”.El conocimiento científico al que ha conducido esta curiosidad
ilimitada, lejos de refutar la existencia de Dios, solo ha confirmado que vivimos en un mundo increíblemente
complejo, intrincado e imponente. A muchas personas con capacidad crítica les parece plausible concluir que las
leyes físicas y las reacciones químicas, así como el ADN y la asombrosa variedad de seres vivos, señalan a un Creador.
No hay pruebas irrefutables que demuestren lo contrario.
‘La fe es real’
Si un Creador dio origen al universo, no podemos esperar comprenderlo a él o sus propósitos utilizando telescopios,
microscopios u otros instrumentos científicos. Imagínese que un alfarero ha hecho un jarrón. Por mucho que usted
examine la pieza no logrará averiguar por qué la fabricó. Para saber la razón, tendría que preguntarle al alfarero.
El biólogo molecular Francis Collins explica cómo la fe y la espiritualidad pueden ayudar a llenar el vacío que deja la
ciencia: “No esperaría que la religión fuera el medio adecuado para determinar la secuencia del genoma humano, tal
como no esperaría que la ciencia fuera el medio para investigar lo sobrenatural. Ahora bien, las preguntas más
importantes, las que verdaderamente interesan, como ‘¿Por qué estamos aquí?’ o ‘¿Por qué tenemos los seres
humanos una necesidad espiritual?’, no las puede responder la ciencia de forma satisfactoria. Muchas de las
supersticiones que surgen terminan desapareciendo, pero ese no es el caso de la fe, lo que indica que es algo real”.
El porqué
La religión verdadera revela el porqué de nuestra existencia y cuál es el propósito de la vida. Al hacerlo, también
ofrece valores y normas morales y éticas, así como guía en la vida. El cosmólogo Allan Sandage lo expresó así: “No
acudo a un libro de biología para aprender a vivir”.
Millones de personas de todo el mundo creen haber hallado adónde acudir para aprender a vivir. También creen que
han encontrado respuestas verdaderamente satisfactorias a las preguntas de por qué estamos aquí y hacia dónde
nos dirigimos. Dichas respuestas existen, pero ¿dónde se encuentran? En el libro sagrado más antiguo y de más
amplia distribución: la Biblia.
La Biblia indica que Dios preparó la Tierra pensando especialmente en los seres humanos. Isaías 45:18 dice respecto
a ella: “Dios [...] no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada”. Además, dotó al
planeta de todo lo que el hombre necesita, no solo para vivir, sino para disfrutar al máximo de la vida.
Los seres humanos recibieron la comisión de administrar la Tierra, de ‘cultivarla y cuidarla’ (Génesis 2:15). Asimismo,
la Biblia explica que el conocimiento y la sabiduría son dones de Dios, y que debemos amarnos unos a otros y hacer
el bien a los demás (Job 28:20, 25, 27; Daniel 2:20-23). De modo que solo podemos llevar una vida con propósito y
significado si descubrimos y aceptamos el propósito de Dios para la humanidad.
¿Cómo pueden las personas reflexivas de la actualidad salvar el aparente abismo que separa la razón científica de la
fe religiosa? ¿Qué principios pudieran ayudarlas a lograr tal objetivo?
[Notas]
Véase el libro ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?, cap. 3, titulado “¿Qué origen tuvo la vida?”,
publicado por los testigos de Jehová.
Si se desea más información al respecto, véase el folleto ¿Qué propósito tiene la vida? ¿Cómo descubrirlo?,
publicado por los testigos de Jehová.
[Ilustraciones y recuadro de la página 7]
Qué dicen algunos científicos
Hay quienes creen que la mayoría de los científicos evitan las cuestiones espirituales y teológicas porque no son
religiosos o porque no quieren involucrarse en el debate entre la ciencia y la religión. Sin embargo, ese no es,
ni mucho menos, el caso de toda la comunidad científica. Observe a continuación lo que han dicho algunos de ellos.
“El universo tuvo un principio, pero los científicos no pueden explicar por qué se originó. La respuesta es Dios.”
“Creo que la Biblia expone la verdad, que es un libro inspirado por Dios. Tiene que haber un ser inteligente detrás de
la complejidad de la vida.”—Ken Tanaka, geólogo planetario de U.S. Geological Survey.
“La brecha que separa los distintos tipos de conocimiento (el científico y el religioso) es artificial. [...] El conocimiento
acerca del Creador y el conocimiento sobre la creación están estrechamente relacionados.”—Enrique Hernández,
investigador y profesor del Departamento de Física y Química Teórica de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
“A medida que avancemos en la investigación [sobre el genoma humano], descubriremos la complejidad, la
interdependencia de todos los elementos implicados. Los hechos indicarán que nuestro origen se debe a un creador
o agente inteligente.”—Duane T. Gish, bioquímico.
“La ciencia y la religión no son incompatibles. Ambas buscan la misma verdad. La ciencia demuestra que Dios
existe.”—D. H. R. Barton, profesor de Química, Texas.
4. Cómo proteger nuestro amor por Dios
13 ¿De qué manera nos defiende Jehová de estos peligros? El salmista señala: “Dará a sus propios ángeles un
mandato acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos” (Sal. 91:11). Ciertamente, estas criaturas
celestiales nos guían y amparan para que podamos predicar las buenas nuevas (Rev. 14:6). Además, Dios nos cuida
mediante los superintendentes, quienes se apegan estrictamente a las Escrituras al enseñar en la congregación y así
nos libran de ser engañados por razonamientos falsos. Y si ven que un cristiano está luchando por superar actitudes
mundanas, le brindan la ayuda que necesita (Tito 1:9; 1 Ped. 5:2). Por otro lado, Jehová nos ha dado al “esclavo fiel y
discreto”, que nos proporciona alimento espiritual para protegernos de trampas como las doctrinas evolucionistas,
la inmoralidad, el afán de riquezas y fama, y muchas otras influencias y ambiciones nocivas (Mat. 24:45). Pregúntese:
“¿Qué cosas me han ayudado a mí a resistir peligros como estos?”.
14 ¿Qué debemos hacer para mantenernos dentro del “lugar secreto del Altísimo”? Adoptar siempre medidas de
protección, tal como hacemos en la vida diaria a fin de evitar accidentes, asaltos o infecciones. Para prevenir los
peligros espirituales, tenemos que seguir la guía que nos proporciona Jehová a través de las publicaciones, las
reuniones y las asambleas cristianas. También hemos de pedir consejo a los ancianos y aprender de los demás
hermanos y sus muchas cualidades. ¡Cuánto nos ayuda la congregación a actuar con sabiduría! (Pro. 13:20; léase
1 Pedro 4:10.)
15 Sin duda, Jehová tiene la capacidad de protegernos de cualquier peligro que pudiera hacernos perder su favor
(Rom. 8:38, 39). Tomemos como ejemplo los ataques que han lanzado contra la congregación nuestros poderosos
enemigos religiosos y políticos. En la mayoría de los casos, su principal interés no ha sido tanto matarnos como
apartarnos de nuestro santo Dios. Pero Jehová nos ha protegido, cumpliendo vez tras vez esta promesa: “El arma
que se forme contra ti [...] no tendrá éxito” (Isa. 54:17).
¿Quién nos ofrece verdadera libertad?
16 ¿Perdemos libertad al pertenecer a Jehová? De ningún modo. La perderíamos, más bien, si fuéramos parte del
mundo, el cual está alejado de Jehová y sometido a Satanás, un dios cruel y tiránico (Juan 14:30). ¿Qué medios
utiliza él para esclavizar a las personas? Entre otros, presiones de tipo económico (compárese con Revelación
13:16, 17). También recurre al poder engañoso del pecado (Juan 8:34; Heb. 3:13). Por eso, la liberación que promete
este sistema incrédulo es falsa. Como la forma de vivir que promueve es contraria a las enseñanzas de Jehová,
quienes la adopten caerán bajo el yugo del pecado y la degradación (Rom. 1:24-32).
17 Por otro lado, si entregamos nuestra vida a Jehová, él nos liberará de todo lo que pueda perjudicarnos. Tal como
un cirujano competente es capaz de corregir enfermedades muy serias, Jehová puede curarnos de un gravísimo mal:
el pecado heredado. Solamente lograremos librarnos de sus efectos y obtener vida eterna si nos ponemos en manos
de Dios, es decir, si nos dedicamos a él en virtud del sacrificio de Cristo (Juan 3:36). Al igual que aumenta nuestra
confianza en un médico cuando conocemos su historial, cuando aprendemos más detalles sobre Jehová crece
nuestra fe. Así pues, una razón para estudiar a fondo la Biblia es que nos ayudará a conocer y amar más a Dios, lo
que a su vez disipará cualquier miedo a ser posesión suya (1 Juan 4:18).
18 Jehová nos concede a todos libertad de elección. Por eso, en su Palabra nos dice a cada uno de nosotros: “Tienes
que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios” (Deu. 30:19, 20). Él desea
que decidamos libremente servirle y así le demostremos nuestro amor. De modo que al pertenecer a nuestro
querido Dios no solo no perdemos libertad, sino que ganamos una satisfacción que nunca tendrá fin.
19 Al ser pecadores, no somos dignos de ser propiedad de Dios, quien es perfecto. Conseguimos pertenecer a él
únicamente gracias a su bondad inmerecida (2 Tim. 1:9). Pablo escribió: “Tanto si vivimos, vivimos para Jehová,
como si morimos, morimos para Jehová. Por consiguiente, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos a
Jehová” (Rom. 14:8). Podemos tener la total seguridad de que nunca lamentaremos la decisión de entregarle nuestra
vida.
5. El temor a los muertos está bastante extendido
La enciclopedia Encarta dice lo siguiente acerca de cómo ven muchos pueblos a sus antepasados: “Creen que los
parientes difuntos [...] se han convertido en seres espirituales poderosos o, aunque no es tan frecuente, que han
alcanzado la categoría de dioses. [Este concepto] se funda en la creencia de que los antepasados son miembros
activos de la sociedad y que todavía se interesan en los asuntos de sus parientes vivos. Se encuentra extensamente
atestiguado en las sociedades del África occidental [...], en la Polinesia y la Melanesia (los habitantes de las islas de
Dobu y de Manus), entre varios pueblos indoeuropeos (los antiguos pobladores de Escandinavia y Germania) y,
especialmente, en China y Japón. La creencia general es que los antepasados tienen gran autoridad y poderes
especiales para influir en el curso de los acontecimientos o para controlar el bienestar de sus parientes vivos. Una de
sus principales preocupaciones es la protección de la familia. Se les considera intermediarios entre el dios supremo
—o los dioses supremos— y los vivos, con quienes pueden comunicarse mediante sueños o poseyéndolos. La actitud
para con los antepasados es una mezcla de temor y reverencia. Si se los descuida, pueden provocar enfermedades y
otras desgracias. Para comunicarse con sus antepasados, los vivos pueden recurrir, entre otros medios, a la
propiciación, la súplica, la oración y el sacrificio”.
Desde luego, el temor a los muertos puede acabar con los ingresos de una familia. Quienes creen firmemente que
debe temerse a los muertos acostumbran a exigir ceremonias elaboradas que requieren comida y bebida, víctimas
animales y atuendos costosos.
Pero ¿realmente se encuentran en una condición que merece temor y reverencia los parientes difuntos y los
antepasados? ¿Qué dice al respecto la Palabra de Dios, la Biblia?
¿Pueden hacerle daño los muertos?
Quizás le interese saber que la Biblia habla de tales creencias. En el libro de Deuteronomio se hace mención de
algunas prácticas relacionadas con el temor a los muertos. Dice: “No debería hallarse en ti nadie que [...] ate a otros
con maleficio ni nadie que consulte a un médium espiritista o a un pronosticador profesional de sucesos ni nadie que
pregunte a los muertos. Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová.” (Deuteronomio 18:10-12.)
Note que Jehová Dios condenó tales ritos. ¿Por qué? Porque están basados en una mentira. La primera mentira
respecto a los muertos es que el alma sigue viviendo. Por ejemplo, la revista The Straight Path dijo lo siguiente sobre
lo que les sucede a los muertos: “La muerte no es más que la partida del alma. [...] La sepultura es un lugar solo para
el cuerpo, no para el alma”.
La Biblia, sin embargo, no concuerda con esa idea. Fíjese en lo que dice Ezequiel 18:4: “He aquí que todas las almas
son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”. (Reina-Valera, 1960.) Y
en Eclesiastés 9:5, la Palabra de Dios aclara muy bien la condición de los muertos: “Los vivos tienen conciencia de
que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto”. Esto explica por qué la
comida que se ofrece a los difuntos no desaparece a menos que se la coma alguien vivo.
Ahora bien, la Biblia nos da una esperanza para los que están en la sepultura, dice que pueden volver a vivir, que
habrá una “resurrección”. (Juan 5:28, 29; 11:25; Hechos 24:15.) Esta tendrá lugar al debido tiempo de Dios. Mientras
tanto, los muertos permanecen inconscientes en la sepultura, ‘durmiendo’, hasta que llegue el tiempo de Dios para
‘despertarlos’. (Juan 11:11-14; Salmo 13:3.)Las personas, por lo general, temen a lo desconocido. Ahora bien, el
conocimiento exacto puede liberar a la gente de las infundadas supersticiones. Además, la Biblia nos dice la verdad
sobre la condición de los que están en la sepultura, por lo que, dicho sencillamente, usted no debe temer a los
muertos. (Juan 8:32.)
6. El día que acabe la esclavitud
¡LIBERTAD! Pocas palabras resultan más atrayentes al corazón humano. Muchas personas han luchado, sufrido,
vivido y muerto por la libertad. Pero, lamentablemente, un buen número de ellas lo ha hecho sin haber visto grandes
avances en esa dirección. ¿Existe alguna esperanza de acabar con la esclavitud, una esperanza que no conduzca a la
frustración y la desilusión? Claro que sí.
El apóstol Pablo escribió por inspiración la siguiente promesa divina: “La creación misma también será libertada de la
esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). Ahora bien, ¿cómo
podemos estar seguros de que Dios realmente nos otorgará esa “gloriosa libertad”? Para obtener la respuesta,
examinemos la relación de Dios con la humanidad a lo largo de la historia.
“Donde está el espíritu de Jehová, hay libertad”, dice la Biblia (2 Corintios 3:17). En efecto, el espíritu de Dios, su
fuerza activa, es inmensamente poderoso. Él lo ha venido utilizando desde hace mucho tiempo para proporcionar
libertad de diversas maneras. ¿A qué nos referimos? Pues bien, hemos de recordar que hay muchos tipos de
esclavitud. Ya hemos analizado uno de los más crueles, aquel en el que los fuertes esclavizan a los débiles mediante
la fuerza y la violencia. Pero examinemos otras formas de esclavitud.
La gente puede esclavizarse a diversas adicciones de las que resulta sumamente difícil escapar. Las mentiras y el
engaño también esclavizan a algunos, pues los hacen vivir subyugados a creencias falsas. Pero el tipo de esclavitud
más perjudicial de todos, cuyos efectos son letales, afecta a cada uno de nosotros, lo sepamos o no. Debe recalcarse,
no obstante, que el hecho de que en estos artículos coloquemos en un mismo grupo varios tipos de dominación, no
significa que los estemos equiparando. Aunque difieren mucho entre sí, tienen un importante elemento en común:
que, a la larga, el Dios de la libertad hará que la humanidad se vea libre de todas estas formas de esclavitud.
La esclavitud de las adicciones
Veamos cómo se describe el juego compulsivo en el libro When Luck Runs Out (Cuando la suerte se acaba):
“Adicción patológica que provoca un deseo irresistible e incontrolable por los juegos de azar. El impulso persiste y se
hace cada vez más intenso y urgente [...] hasta que, a la larga, invade, mina y a menudo arruina los valores de la
persona”. Nadie sabe con exactitud la cantidad de personas esclavizadas al juego. Se calcula que en un solo país,
Estados Unidos, hay unos seis millones.La dependencia del alcohol puede ser igual de destructiva, si no más, y en
gran parte del mundo está más extendida. En cierto país grande, la mitad de los hombres sufre algún grado de
alcoholismo. Ricardo, quien cayó en este tipo de adicción hace veinte años, explica cuáles son los síntomas: “Desde
el momento en que te despiertas, el cuerpo te pide alcohol: para calmarte los nervios, para olvidar los problemas o
simplemente para darte la suficiente confianza en ti mismo para afrontar la vida. La idea de tomarte un trago te
obsesiona y, sin embargo, tratas de convencerte a ti mismo, y a los demás, de que tu conducta es normal”.
El alcohol no es la única sustancia adictiva que esclaviza a la gente. En el mundo hay muchos millones de personas
que toman drogas ilegales. Además, alrededor de 1.100 millones consumen tabaco, que contiene una de las drogas
más adictivas. A muchas personas les gustaría dejar el vicio, pero se sienten esclavizadas. ¿Ha resultado ser Jehová
un verdadero Libertador para los que se encuentran sometidos a esas poderosas formas de tiranía?
Volvamos al caso de Ricardo. “Hace unos diez años me di cuenta de que el alcohol dominaba mi vida —explica—.
Estaba minando mi matrimonio, mi trabajo y mi familia, y yo sabía que jamás resolvería mis problemas a menos que
consiguiera librarme de sus garras. Al estudiar la Biblia aprendí que el bebedor acaba en la pobreza, tanto literal
como espiritual (Proverbios 23:20, 21). Quería tener una buena relación con Dios, y mis sinceras oraciones para
implorarle ayuda contribuyeron a que fuese honrado conmigo mismo. El hombre con quien estudié la Biblia resultó
ser un amigo inestimable. Cuando yo sufría una recaída, él no se daba por vencido, sino que con paciencia y firmeza
me indicaba el proceder que Dios dicta para los cristianos verdaderos.”
Hoy Ricardo se siente relativamente liberado de su anterior esclavitud. Admite sin reparos que al principio sufrió
alguna que otra recaída. “Pero pese a aquellos reveses —dice—, mi deseo de servir a Jehová con lealtad, junto con el
apoyo que recibí de mi esposa y de otros hermanos cristianos, me han ayudado a dominar la situación. Anhelo el día
en que se cumpla la promesa de Dios y nadie diga que está enfermo, el día en que el alcoholismo sea cosa del
pasado. Mientras tanto, seguiré librando mi batalla diaria para presentar mi cuerpo ‘como sacrificio vivo, santo,
acepto a Dios’.” (Isaías 33:24; Romanos 12:1.)
En todo el mundo, miles y miles de personas han experimentado directamente la ayuda de Dios cuando trataban de
librarse de diversas adicciones. Hay que reconocer que, en gran parte, la culpa de la situación en la que se
encontraban era suya, pues tal vez cedieron a diversas presiones o tentaciones. Sin embargo, han comprobado que
Jehová es un Libertador muy paciente. En efecto, está dispuesto a ayudar y fortalecer a los que de veras desean
servirle.
“La verdad los libertará”
¿Qué puede decirse de la esclavitud de las mentiras y del engaño? Jesucristo nos asegura que es posible librarse de
ella: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los
libertará” (Juan 8:31, 32). Cuando pronunció estas palabras, muchos de sus oyentes vivían esclavizados a un rígido
código de tradiciones farisaicas. De hecho, Jesús dijo lo siguiente respecto a los caudillos religiosos de su día: “Atan
cargas pesadas y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas”
(Mateo 23:4). Las enseñanzas de Jesús libraron a la gente de aquel cautiverio. Él puso al descubierto las mentiras
religiosas y hasta indicó de dónde procedían (Juan 8:44). Además, sustituyó las mentiras por la verdad, revelando
claramente los razonables requisitos de Dios para la humanidad (Mateo 11:28-30).
Tal como en el caso de los discípulos de Jesús, miles de seres humanos están viendo en la actualidad que, con la
ayuda de Dios, pueden liberarse de las mentiras religiosas y las tradiciones falsas que los tenían esclavizados. Al
aprender las reconfortantes verdades de la Biblia, se liberan del opresivo temor a los muertos, del terror al tormento
eterno en un infierno ardiente y de la presión de desprenderse de un dinero que han ganado con el sudor de su
frente para pagar servicios religiosos prestados por eclesiásticos que dicen representar a Cristo, quien estipuló:
“Recibieron gratis; den gratis” (Mateo 10:8). Pero ahí no acaba todo, se acerca una libertad aún más importante.
7. “La revelación de los hijos de Dios”
Jehová sujetó a futilidad a la creación “sobre la base de la esperanza” de que un día se volvería a dar libertad a la
familia humana gracias a las actividades de “los hijos de Dios”. ¿Quiénes son estos “hijos de Dios”? Los discípulos de
Jesucristo, que, como el resto de “la creación [humana]”, nacen esclavizados al pecado y a la imperfección. Su
nacimiento no les otorga un lugar legítimo en la familia universal limpia y perfecta de Dios. Pero Jehová hace algo
sobresaliente por ellos. Mediante el sacrificio de rescate de Jesucristo, los libera del cautiverio al pecado heredado y
los declara “justos”, o limpios espiritualmente (1 Corintios 6:11). Luego los adopta como “hijos de Dios”, y vuelve a
introducirlos en su familia universal (Romanos 8:14-17).Como hijos adoptados de Jehová, tendrán un glorioso
privilegio. Serán “sacerdotes para nuestro Dios, y han de reinar sobre la tierra” junto a Jesucristo como parte del
Reino, o gobierno, celestial de Dios (Revelación 5:9, 10; 14:1-4). Este es un gobierno cimentado firmemente en los
principios de la libertad y la justicia, no de la opresión y la tiranía (Isaías 9:6, 7; 61:1-4). El apóstol Pablo dice que
estos hijos de Dios son compañeros de Jesús, la ‘descendencia de Abrahán’ por tanto tiempo prometida (Gálatas
3:16, 26, 29). Como tales, desempeñan un papel clave en el cumplimiento de la promesa que Dios hizo a su amigo
Abrahán. Parte de ella es que mediante la descendencia, o prole, de Abrahán, “ciertamente se bendecirán todas las
naciones de la tierra” (Génesis 22:18).¿Qué bendición traen a la humanidad? Los hijos de Dios participan en liberar a
la entera familia humana de las terribles consecuencias del pecado de Adán y en hacer que la humanidad vuelva a
tener perfección. Personas “de todas las naciones y tribus y pueblos” pueden bendecirse ejerciendo fe en el
sacrificio de rescate de Jesucristo y sometiéndose a su benévola gobernación real (Revelación 7:9, 14-17; 21:1-4;
22:1, 2; Mateo 20:28; Juan 3:16). De este modo, “toda la creación” disfrutará de nuevo de “la gloriosa libertad de los
hijos de Dios”. No se tratará de una libertad política limitada y temporal, sino de libertad de todo lo que causa dolor
y angustia a la familia humana desde que Adán y Eva rechazaron la soberanía de Dios. No sorprende que el apóstol
Pablo dijera que “los sufrimientos de la época presente no son de ninguna importancia” en comparación con el
servicio glorioso que estos fieles realizarán.¿Cuándo comienza “la revelación de los hijos de Dios”? Muy pronto,
cuando Jehová deje claro a todo el mundo quiénes son ellos. Eso ocurrirá cuando dichos “hijos”, ya resucitados en la
región espiritual, limpien junto con Jesucristo esta Tierra de la maldad y la opresión en la guerra de Dios de Har–
Magedón (Daniel 2:44; 7:13, 14, 27; Revelación 2:26, 27; 16:16; 17:14; 19:11-21). Vemos a nuestro alrededor cada
vez más pruebas de que vivimos muy adentrados en “los últimos días”, cuando Dios dejará al fin de tolerar la
rebelión y la consiguiente maldad (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:3-31).Es verdad que, como dice el apóstol Pablo, “toda
la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente hasta ahora”, pero no será así por mucho
tiempo más. Millones de personas que viven ahora verán “la restauración de todas las cosas de que habló Dios por
boca de sus santos profetas de tiempo antiguo”, incluida la restauración de la paz, la libertad y la justicia para la
entera familia humana (Hechos 3:21).

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