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Respondamos a las exigencias de la lealtad

“Deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de


Dios en verdadera justicia y lealtad.” (EFESIOS 4:24.)

SER leales abarca múltiples aspectos, de los cuales el más importante es la lealtad a Jehová Dios. Ciertamente debemos
lealtad a Jehová por ser quien es, por lo que ha hecho en favor nuestro y en virtud de nuestra dedicación a él.
¿Cómo la manifestamos? Ante todo, siendo leales a sus justos principios…

para lograrlo es indispensable que atendamos a la exhortación que se nos da en 1 Pedro 1:15, 16: “De acuerdo
con el Santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen
que ser santos, porque yo soy santo’”. La lealtad a Jehová Dios nos impulsará a obedecerle en todo momento y a
conformar nuestros pensamientos, palabras y acciones con su santa voluntad. Significará conservar una buena
conciencia, como nos manda 1timoteo 1:3-5 “Realmente, el objetivo de este mandato [de no enseñar diferente doctrina
ni prestar atención a cuentos falsos] es amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin
hipocresía”. Si bien es cierto que ninguno de nosotros es perfecto, debemos esforzarnos por hacer las cosas lo mejor
posible, ¿no le parece?... la lealtad a Jehová impedirá que abandonemos egoístamente los principios justos. Hará, en
efecto, que nos guardemos de simular lo que en verdad no somos. La lealtad demanda que obedezcamos leyes o
principios cuyo cumplimiento no es jurídicamente exigible. La lealtad a Jehová Dios también nos impedirá hacer algo que
cause oprobio a su nombre y su Reino (1 Corintios 6:7.) La lealtad a Jehová Dios ciertamente dicta que es preferible sufrir
pérdida personal que ocasionar deshonra a Jehová y a su organización…

además, la lealtad a Jehová Dios implica no sucumbir al temor del hombre. “El temblar ante los hombres es lo que
tiende un lazo, pero el que confía en Jehová será protegido”. (Proverbios 29:25.) si somos leales a Jehová Dios,
no trabaremos amistad con ninguno de sus enemigos. Por tal razón, el discípulo Santiago escribió: “Adúlteras, ¿no saben
que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está
constituyéndose enemigo de Dios”. (Santiago 4:4.) Queremos demostrar la misma lealtad que manifestó el rey David
cuando señaló: “¿No odio yo a los que te odian intensamente, oh Jehová, y no me dan asco los que se sublevan contra ti?
De veras los odio con un odio completo. Han llegado a ser para mí verdaderos enemigos”. (Salmo 139:21, 22.)
No deseamos fraternizar con los pecadores contumaces, con quienes no tenemos nada en común. ¿No evitará la lealtad a
Dios que tengamos trato social con tales enemigos de Jehová, bien sea en persona o a través de la televisión?

La intimidad con Dios es posible


Algunos tal vez digan: ‘Adoro a Jehová; obedezco sus leyes; soy justo con el prójimo. Pero a pesar de todo, aún no me
siento cerca de Dios. No siento que lo ame profundamente, y eso hace que me sienta culpable’. Algunas personas quizás
piensen que no son dignas de tener una relación íntima con Jehová…Después de casi treinta y siete años de servicio
dedicado a Jehová, un cristiano escribió: “Hubo muchas ocasiones en mi vida en que sentí que servía a Jehová de
manera algo mecánica, que tal vez no lo hacía de corazón. Pero sabía que servir a Jehová era lo correcto y no iba a dejar
de hacerlo. Sin embargo, siempre que leía acerca de alguien que decía que su ‘corazón rebosaba de amor a Jehová’, me
preguntaba: ‘¿Qué me pasa a mí, que nunca me he sentido de esa manera?’”. ¿Cómo podemos hallar intimidad con Dios?
Cuando verdaderamente amamos a una persona, pensamos mucho en ella. Sentimos un fuerte deseo de estar cerca
de ella porque la queremos. Cuanto más la vemos, le hablamos y pensamos en ella, mayor es el amor que le tenemos.
Este principio también es aplicable cuando cultivamos amor a Dios.Nuestra inclinación a meditar a menudo en los caminos
y tratos de Jehová dependerá de la frecuencia con que lo escuchemos. Escuchamos al leer y estudiar regularmente su
Palabra, la Biblia. El salmista dice que el hombre feliz es aquel cuyo “deleite está en la ley de Jehová, y día y noche lee en
su ley en voz baja”. (Salmo 1:1, 2.)
Otro factor importante es la oración. Por ello la Biblia nos exhorta repetidamente a orar “en toda ocasión”, ‘dedicando
tiempo a la oración’, ‘perseverando en la oración’ y ‘orando incesantemente’. (Efesios 6:18; 1 Corintios 7:5) Nuestras
oraciones incesantes a Jehová nos granjearán su cariño, y el saber con certeza que él nos escucha nos acercará más a
él. Así lo confirmó el salmista cuando dijo: “De veras amo, porque Jehová oye mi voz, mis súplicas. Porque ha inclinado a
mí su oído, y durante todos mis días llamaré”. (Salmo 116:1, 2.)
Todos hemos de rendir cuenta a Dios
JEHOVÁ DIOS dotó a nuestros primeros padres, Adán y Eva, de libre albedrío. Aunque inferiores a
los ángeles, eran criaturas inteligentes con capacidad para tomar decisiones sabias. (Salmo
8:4, 5.) Sin embargo, la libertad concedida por Dios no los facultaba para regirse de forma autónoma. Eran responsables
ante su Creador, y esa responsabilidad se transmitió a la totalidad de sus descendientes.
Al aproximarse la culminación del presente sistema de cosas inicuo, Jehová ajustará cuentas en la Tierra. (Compárese con
Romanos 9:28.) En breve, los hombres impíos tendrán que responder ante él por el saqueo de los recursos naturales, la
aniquilación de vida humana y, sobre todo, por la persecución de sus siervos. (Revelación 6:10; 11:18.)
Los ángeles rinden cuenta
Las criaturas angélicas de Jehová en los cielos son tan responsables ante él como nosotros. En la época anterior al Diluvio,
en tiempo de Noé, algunos ángeles desobedecieron y se materializaron para unirse sexualmente a las mujeres. Aunque
estas criaturas espirituales podían elegir tal proceder en virtud de su libre albedrío, Dios les exigió cuentas. Cuando los ángeles
rebeldes volvieron al reino de los espíritus, Jehová no les permitió recuperar su posición original. El discípulo Judas nos dice
que fueron “[reservados] con cadenas sempiternas bajo densa oscuridad para el juicio del gran día”. (Judas 6.) Los ángeles
desobedientes, o demonios, tienen a Satanás el Diablo por gobernante suyo. (Mateo 12:24-26.)
El Hijo de Dios rinde cuenta
¡Qué excelente ejemplo puso Jesucristo, el Hijo de Dios! Como hombre perfecto equiparable a Adán, se deleitó en hacer la
voluntad divina; además, le alegró ser responsable de cumplir la ley de Jehová. De él profetizó apropiadamente el salmista: “En
hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas”. (Salmo 40:8; hebreos 10:6-9.) Pese a la
cruel oposición de que fue objeto, Jesús efectuó la voluntad divina y guardó integridad hasta la muerte en el madero de
tormento. De ese modo pagó el precio para rescatar al género humano de los efectos mortíferos del pecado de Adán. (Mateo
20:28.) A diferencia de Jesucristo, nosotros no somos perfectos; con todo y con eso, responderemos de nuestros actos ante
Dios. El apóstol Pablo dijo: “¿Por qué juzgas a tu hermano? ¿O por qué también menosprecias a tu hermano? Pues todos
estaremos de pie ante el tribunal de Dios; porque está escrito: ‘Tan ciertamente como que vivo yo —dice Jehová—, ante mí toda
rodilla se doblará, y toda lengua hará reconocimiento abierto a Dios’. De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí
mismo a Dios”. (Romanos 14:10-12.) A fin de que rindamos buena cuenta de nosotros mismos y podamos obtener su
aprobación, Jehová nos ha dotado amorosamente de una conciencia y nos ha proporcionado su Palabra inspirada, la Biblia, las
cuales nos sirven de guía en el habla y la conducta.
Las naciones responden ante Dios
Jehová pide cuentas a las naciones. (Jeremías 25:12-14; Sofonías 3:6, 7.) Tal fue el caso del antiguo reino de Edom. Los
edomitas eran un pueblo semita consanguíneo de los israelitas. Aunque su antepasado era Esaú, el nieto de Abrahán, la
animosidad de Edom degeneró en odio implacable. Finalmente, los edomitas tuvieron que responder por haber incitado a los
babilonios a destruir Jerusalén (Salmo 137:7.) Pese a haber recibido muchos favores de Jehová, Israel tuvo que responder ante
él por sus pecados”. (Romanos 9:27-29; Isaías 1:9; 10:22, 23.)
Otras personas que rindieron cuenta
La Biblia cita multitud de casos de individuos que tuvieron que dar razón de sus actos ante Jehová Dios. Tomemos el ejemplo
de Caín, el hijo primogénito de Adán. Tanto él como su hermano Abel ofrecieron sacrificios a Jehová, quien aceptó el sacrificio
de Abel, mas no el de Caín. Llamado a cuentas por el brutal asesinato de su hermano, Caín respondió a Dios con
insensibilidad: “¿Soy yo el guardián de mi hermano?”. Su pecado le valió el destierro “en la tierra de la Condición de Fugitivo, al
este de Edén”. Caín no mostró arrepentimiento sincero por su delito; solo se lamentó de su justo castigo. (Génesis 4:3-16.)
Otro ejemplo de que cada quien rendirá cuenta a Dios es el del sumo sacerdote israelita Elí. Sus hijos, Hofní y Finehás,
sacerdotes oficiantes, “cometieron actos de injusticia contra los hombres y de impiedad con Dios y no se abstuvieron de
ninguna clase de maldad”, según relata el historiador Josefo. Estos “hombres que no servían para nada” no reconocieron a
Jehová, cometieron sacrilegio y se hicieron culpables de flagrante inmoralidad. (1 Samuel 1:3; 2:12-17, 22-25.) Como padre y
como sumo sacerdote de Israel, Elí tenía el deber de disciplinarlos, pero se limitó a amonestarlos con suavidad; ‘siguió
honrando a sus hijos más que a Jehová’. (1 Samuel 2:29.) La casa de Elí recibió su retribución. Ambos hijos murieron el mismo
día que su padre, y su línea sacerdotal terminó de forma definitiva. Así quedó saldada la cuenta. (1 Samuel 3:13, 14; 4:11,
17, 18.)
Ejemplos de la congregación cristiana
Las Escrituras Griegas Cristianas hablan en términos elogiosos de un gran número de hombres y mujeres que rindieron buena
cuenta de su vida. Tenemos, por ejemplo, a Tito, un griego del que se cree que abrazó el cristianismo durante el primer viaje
misional de Pablo a Chipre., el cristianismo pudo haber llegado a la isla al poco tiempo. (Hechos 11:19.) Tito fue uno de los fieles
colaboradores de Pablo. Las Escrituras dan fe del excelente ministerio de Tito; Al parecer, Tito dio buena cuenta de sí a Dios
hasta el final de su vida terrestre.
Timoteo fue otro hombre celoso que rindió buena cuenta de su vida a Jehová Dios. Pese a sus problemas de salud, manifestó
‘fe sin hipocresía alguna’ y ‘sirvió como esclavo con Pablo en el adelanto de las buenas nuevas’. Por ello, el apóstol dijo a los
hermanos cristianos de Filipos: “No tengo a ningún otro de disposición como la de [Timoteo], que genuinamente cuide de las
cosas que tienen que ver con ustedes”. (2 Timoteo 1:5; Filipenses 2:20, 22; 1 Timoteo 5:23.) Nosotros también podemos mostrar
fe sincera y dar buena cuenta a Dios de nosotros mismos al enfrentarnos a las flaquezas humanas y a otra clase de pruebas.
Lidia fue una mujer piadosa que, por lo visto, dio buena cuenta de sí a Dios. Ella y su casa figuran entre los primeros europeos
que abrazaron el cristianismo como resultado de la actividad de Pablo en Filipos. Oriunda de Tiatira, probablemente era prosélita
judía, aunque los judíos debían de ser pocos en Filipos, y no tenían sinagoga. Ella y otras mujeres devotas estaban reunidas a la
orilla de un río cuando Pablo les habló. Lidia se hizo cristiana, y suplicó a Pablo y a sus compañeros que se alojaran en su casa.
(Hechos 16:12-15.) La hospitalidad de Lidia continúa siendo una virtud distintiva de los cristianos genuinos.
Dorcas fue otra mujer que dio buena cuenta de sí a Jehová Dios. A su muerte, Pedro viajó a Jope a petición de los cristianos de
aquel lugar. Los dos hombres que fueron a buscarlo “lo condujeron al aposento de arriba; y todas las viudas se le presentaron
llorando y exhibiendo muchas prendas de vestir interiores y exteriores que Dorcas solía hacer mientras estaba con ellas”. Dorcas
fue resucitada. ¿Pero debe recordársela únicamente por su magnanimidad? No. Ella era “discípula”, y de seguro participaba en
la obra de hacer discípulos. De igual manera, hoy las cristianas ‘abundan en buenos hechos y dádivas de misericordia’. A ellas
también les complace tomar parte activa en proclamar las buenas nuevas del Reino y hacer discípulos. (Hechos 9:36-42; Mateo
24:14; 28:19, 20.)
La Biblia indica claramente que tanto naciones como individuos tendrán que rendir cuenta al Señor Soberano Jehová. (Sofonías
1:7.) Por eso, si estamos dedicados a Dios, preguntémonos: ‘¿Cómo veo yo los privilegios y las responsabilidades que Dios me
ha conferido? ¿Qué clase de cuentas estoy rindiendo a Jehová Dios y Jesucristo?’.

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