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Compartir lo provisorio

por Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra, Editorial Patria Grande

Allá en las chacras se vivía prácticamente a la intemperie. No nos defendíamos demasiado


de las realidades ni del clima. Más bien compartíamos el ritmo de las cosas; y por supuesto
de las personas.

La noche nos encerraba a todos en los pequeños charcos de luz que creaban nuestras
lámparas. Los mismo que las aves acuáticas se reúnen en sus charcos cuando las atropella
la sequía. La lluvia también era compartida por todos; para todos era un tiempo de
recogimiento bajo techo dejando suceder lo que era imposible conjurar. También se vivía
compartiendo los mismos gestos de la primavera, y las mismas humillaciones del verano o
del invierno.

Porque cuando se vive a la intemperie uno no puede hacer provisión de clima. Se vive el
clima del momento con intensidad y compartiéndolo, sin reservarse de él nada para el día
siguiente. Tal vez lo único que se guardaba de un acontecimiento, bueno o malo, era el
recuerdo de haberlo compartido y la capacidad de evocarlo en futuros reencuentros.

Y lo que sucedía con los acontecimientos, sucedía también con los alimentos. Sobre todo
con aquellos más primitivos, que provenían de la caza y de la pesca. Porque en las chacras
abundaban las palomas, sobre todo cuando el lino era chiquito, o luego de la desgranada del
maíz, o para cuando el girasol empezaba a madurar. Casi siempre cuando se escopeteaba la
bandada, solían caer más palomas de las que nosotros podíamos aprovechar. Y como no
teníamos la posibilidad de conservarlas, y además era un orgullo el haber tenido buen
puntería el resto se mandaba a los vecinos. Y allá íbamos los chicos, hacia distintos rumbos,
llevando cada uno un par de palomas gordas, con la esperanza de recibir propina. Y
volvíamos luego a nuestro territorio con el orgullo de todo embajador.

Los lunes la embajada venía del arroyo. Sábado y domingo, Don Pablo los pasaba en la isla
o en el monte. Su razón de compartir era mucho más urgente, porque el pescado de los
arroyos del norte hay que comerlo fresco. A veces, en lugar del par de pescados chicos
sacados a línea y anzuelo, solía venir con n trozo de pescado de los grandes, de esos que
traen acollarado el relato de la hazaña. Y si la embajada no venía, todos compartíamos en
silencio el fracaso vivido ese fin de semana por Don Pablo.

Lo mismo sucedía cuando para el invierno se carneaba el chancho. En eso del dar y el
recibir, todos los vecinos comíamos presas frescas de las sucesivas carneadas. Y todos
participábamos del esfuerzo o de la habilidad de todos. Sentíamos como una especie de
alegría de familia grande que nos hacía compartir penas, alegrías, trabajos y fracasos.

Ahora todo aquello ha cambiado. Casi todos han comprado una heladera. En cada chacra se
dispone de una pequeña geografía polar que permite conservar los alimentos perecederos.
Lo que antes se compartía, ahora se conserva. Y así Don Pablo se condenó en los últimos
años de vida a comer siempre pescado: fresco los lunes, semifresco los martes, y partir del
miércoles, pescado conservado. (Lo que no dejaba de encerrar un peligro.) Y ya nadie supo
nada de sus éxitos y de sus fracasos. Lo que hizo que para él mismo la pesca perdiera
mucho de su encanto. Y también para nosotros en eso de cazar palomas.

Desde que hemos optado por la heladera, nuestra alimentación y nuestra vida en las chacras
ha perdido mucho de su variedad, de su capacidad de sorpresa, de ese sentimiento de
totalidad que creaba el compartir. Nos defendemos mejor contra el clima y la intemperie, sí.

Pero nos estamos volviendo menos hombres.

Guía de Trabajo Pastoral por Marcelo A. Murúa


Cuento Compartir lo provisorio, de Mamerto Menapace.
Publicado en el libro La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.

Lectura

Realizar la lectura del cuento en grupo. Es importante que todos los presentes tengan
una copia del texto. Se pueden ir turnando dos o tres personas para leer el cuento en voz
alta.

Rumiando el relato

Al terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye el relato en forma oral (se lo
vuelve a contar).

¿De qué nos habla el autor en el cuento?

¿Dónde está situado el recuerdo?

¿Qué situaciones va presentando?

¿Qué características tenían en común?

¿Qué hecho vino a cambiar la rutina del compartir?

¿Qué sucedió después?

Elegir una frase del texto (releerlo rápido para ubicarla) que más le haya
llegado/impactado a cada uno y compartirla en voz alta.

Descubriendo el mensaje

El cuento nos habla de la capacidad de compartir.

A partir de evocar una época en la que cada familia compartía sus bienes, el autor nos
hace reflexionar sobre el significado del compartir, sus características, formas de hacerlo
y consecuencias de no hacerlo.

El cuento nos sitúa en dos grandes momentos, antes y después de la aparición de la


heladera en el campo.

¿Cómo podrías caracterizar la primera situación, antes de la heladera? ¿En qué consistía
el compartir? ¿Qué sentimientos promovía en quienes lo hacían?

¿Cómo podrías caracterizar la segunda situación, después de la heladera? ¿Qué pérdidas


se produjeron entre/para la gente? ¿Qué sentimientos aparecieron?

Revisando tu vida personal y la de tu comunidad o grupo de pertenencia,

¿cómo vives el compartir?

¿en qué gestos concretos se aprecia el espíritu de dar y recibir?

¿qué situaciones obra como la heladera del cuento: congelan la capacidad de


compartir…nos hacen vivir encerrados en nosotros mismo … nos impiden ofrecer a los
demás lo bueno que tenemos? Detectar situaciones personales y comunitarias o sociales.

¿Qué aprendes del cuento para tu vida? ¿Cómo puedes aplicar el mensaje del cuento?

Compromiso para la vida

Sintetizar en una frase el mensaje que has descubierto en el cuento para tu vida.
Compartirlo con los demás.

Para terminar: la oración en común

Leer entre todos la oración y luego poner en común las intenciones de cada uno.

Terminar con una canción.

Hemos nacido para compartir

Hemos nacido para compartir, Señor,


y somos felices,
profundamente,
cuando damos y recibimos con
alegría.
Somos humanos,
profundamente humanos,
cuando descubrimos lo bueno
que tenemos
y lo damos a los demás…
cuando descubrimos lo que nos falta
y nos sorprende
la generosidad del otro,
que abre nuestra capacidad de recibir.
Dios Generoso,
que nos has enseñado
el camino del compartir:
la vida, los dones recibidos,
las esperanzas, las utopías,
las luchas por un mundo nuevo…
¡ Enséñanos a compartir !

- Que así sea -


Solidaridad, camino para vivir el mensaje de Jesús

por Marcelo A. Murúa

La solidaridad, vivir la clave del mandamiento del Amor

La Biblia no menciona la palaba solidaridad, pero habla de la justicia y el amor. El Antiguo


Testamento nos transmite el mensaje de un Dios que sale al encuentro de su pueblo, para
liberarlo, conducirlo a una vida digna, y velar porque se cumpla su proyecto de justicia y
dignidad para todos. El Dios del Antiguo Testamento quiere la justicia, la paz y la libertad
para sus hijos, para su pueblo. El Nuevo Testamento nos transmite la propuesta de Jesús,
Dios de la Vida, que llega a nosotros para enseñarnos el camino hacia el Reino. Retomando
la tradición profética de las enseñanzas del Antiguo Testamento, Jesús nos revela que el
Reino es proyecto de justicia y vida para todos los hombres. Esta es la voluntad de Dios y
esta es su propuesta.

Para servir al Reino y colaborar en su construcción, Jesús nos invita a vivir el mandamiento
del amor. Este amor se concreta en la vida de todos los días en actitudes compasivas y
solidarias hacia los demás, en especial hacia los que sufren o están marginados de la
sociedad. Muchos textos bíblicos del Nuevo Testamento nos explicitan en qué consiste
vivir el amor, desde la mirada de Jesús:

"Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse
unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en
que se mana unos a otros."

Jn. 13, 34-35

"Si uno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su
hermano."

1 Jn. 4, 20-21

En la sociedad del tiempo de Jesús existían muchos grupos sociales, religiosos, políticos…
Era común la ayuda mutua entre los miembros del grupo, pero la relación entre los grupos
no era tan sencilla ni abierta. Existían grupos considerados impuros, con los cuales no se
entraba en contacto. La solidaridad, como relación fraterna, de interés, cuidado y ayuda
mutua entre los integrantes del grupo, era muy fuerte. Pero también existía un egoísmo de
grupo muy acentuado, que llevaba a despreciar, muchas veces, a quienes no pertenecían al
grupo de uno.

"Jesús contradice este valor social. El salió fuera de su propio grupo


religioso, social y cultural, paa abrazar a toda la raza humana como a sus
hermanos y hermanas, como a sus parientes y vecinos. El mandamiento
del Antiguo Testamento de amar al prójimo había sido interpretado
siempre en el sentido de vivir en solidaridad con aquellos que estaban
próximos, los miembros del grupo social (ver Lev. 19, 16-18). Esto
eventualmente llevó a la frase que no está en la Biblia: « Ama a tu
vecino y odia a tu enemigo ». Jesús contradice esto con su buen
conocido mandamiento: « Ama a tus enemigos ». Prójimo es cualquier
otro ser humano, inclusive los de fuera del grupo, los que son tus
enemigo, que te odian, los que te ofenden (Lc. 6, 27-35). En otras
palabras, el valor para Jesús no es la solidaridad de grupo, sino la
solidaridad humana.

Es esta lealtad básica con la raza humana la que hace de mí un cristiano,
un seguidor de Jesucristo, que se identificó con todos los seres humanos.
«Todo lo que hiciéreis con el menor de mis hermanos a mí lo haréis ».
Descubrir a Cristo o a Dios en otro ser humano es trascender todas las
otras cosas que yo puedo tener en común con aquella persona y
experimentar muy simple y profundamente la humanidad que tenemos
en común. Esto es amor cristiano, compasión divina, eso es lo que llevó
al buen samaritano a hacer lo que hizo con un judío socialmente
despreciado. Todos somos hermanos y hermanas y Dios es nuestro
Padre."

Espiritualidad Bíblica, Albert Nolan. Pág. 60-61, Ed. Dabar.

Para Jesús, el amor concreto pasa por la solidaridad con los que tenemos cerca, partiendo
de los que sufren y son excluídos de la sociedad. La prueba de nuestro amor a Dios y la
adhesión a su proyecto se verifica por la capacidad de ser solidario con los demás:
compadecerse de su situación y actuar para cambiarla.

La parábola del buen samaritano nos enseña que el amor al prójimo parte de hacerse
próximo del que sufre. Dios quiere que seamos capaces de generar vida para todos.

Propuesta para un encuentro bíblico:


La solidaridad

Partir de la vida:

Repartir en el grupo diarios de las dos últimas semanas (es importante tener una buena
cantidad de diarios).

En parejas buscar situaciones que hablen de solidaridad. Recortar las noticias, titulares o
fotos y armar una pequeña cartelera por cada pareja (tiempo estimado: 15-20 minutos)

Compartir las carteleras.

Preguntar al grupo ¿qué experiencias solidarias conoce en su comunidad, barrio, ciudad?


Compartirlas muy brevemente.

La Palabra ilumina la vida compartida:

La parábola del buen samaritano nos muestra el camino que propone Jesús para vivir el
amor concreto como solidaridad con los demás.

Se trabaja en grupos de 4 - 6 personas.

Guía de trabajo grupal:

Lectura del texto: Lc. 10, 25-37

Luego de la lectura de cada uno se reconstruye, en forma oral, el texto entre todos los
participantes. Después se lee el próximo y se repite la reconstrucción.

¿Qué dice el texto?

 ¿Qué grupos sociales del tiempo de Jesús aparecen en este relato?


 ¿Qué sabemos de esos grupos sociales del tiempo de Jesús? ¿Quiénes eran los
maestros de la ley, fariseos, sacerdotes, levitas, samaritanos?
 ¿Cuál es la pregunta original del maestro de la Ley?
 ¿Cómo es la respuesta de Jesús?
 ¿Cuál es la actitud de las distintas personas que se cruzan con la persona que ha sido
despojada?
 Obsevar los pasos y actitudes del samaritano. Hacer una lista de las acciones que
realiza.

¿Qué nos dice el texto?


 ¿Qué significa ser prójimo para Jesús? ¿Por qué?
 En nuestra sociedad, ¿quiénes podrían ser los personajes de la parábola?
 ¿En qué situaciones de hoy se plantean cosas parecidas a este relato?
 Revisar los pasos y actitudes del samaritano y aplicarlas a las situaciones que
hayamos señalado en la pregunta anterior.
 ¿Qué nos enseña el texto sobre la solidaridad?

Celebración y compromiso:

Armar un pequeño altar en el medio del grupo.

Compartimos la oración para poner en común todo lo que la reflexión sobre el texto bíblico
ha despertado en nosotros.

Cada integrante del grupo formula un compromiso en voz alta para vivir el mensaje que
encontramos en el texto.

Si el grupo no es muy numeroso se puede colocar un para de afiches grandes sobre una
pared, y a medida que cada participante dice en voz alta su compromiso, lo escribe en los
afiches a manera de "grafitti".

Si el grupo es numeroso, se reparte luego de la oración una hoja de papel tamaño oficio a
cada uno para que escriba su compromiso (se da un tiempo de 5 minutos para hacerlo).
Luego se pone en común y mientras cada uno lo dice en voz alta lo pega sobre los afiches
de la pared, de manera de armar un gran mural.

Se termina con el canto "Si yo no tengo amor" (u otro parecido)

Solidaridad
Francisco Fernández Carvajal
26 agosto 2008
Sección: Valores católicos

- El ejemplo de Cristo. – Ser compasivos y misericordiosos. La carga del pecado y de la


ignorancia. – Acudir a Cristo cuando nos resulte más costoso el peso de la vida. Aprender
de Santa María a olvidarnos de nosotros mismos.

I. De manera bien diferente a como muchos fariseos se comportaban con el pueblo, Jesús
viene a librar a los hombres de sus cargas más pesadas, echándolas sobre Sí mismo. Venid
a Mí todos los fatigados y agobiados -dice Jesús a los hombres de todos los tiempos-, y Yo
os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga
ligera (1).

Junto a Cristo se vuelven amables todas las fatigas, todo lo que podría ser más costoso en el
cumplimiento de la voluntad de Dios. El sacrificio junto a Cristo no es áspero y rebelde,
sino gustoso. Él llevó nuestros dolores y nuestras cargas más pesadas. El Evangelio es una
continua muestra de su preocupación por todos: *en todas partes ha dejado ejemplos de su
misericordia+ (2), escribe San Gregorio Magno. Resucita a los muertos, cura a los ciegos, a
los leprosos, a los sordomudos, libera a los endemoniados… Alguna vez ni siquiera espera
a que le traigan al enfermo, sino que dice: Yo iré y le curaré (3). Aun en el momento de la
muerte se preocupa por los que le rodean. Y allí se entrega con amor, como víctima de
propiciación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo
el mundo (4).

Nosotros debemos imitar al Señor: no sólo no echando preocupaciones innecesarias sobre


los demás, sino ayudando a sobrellevar las que tienen. Siempre que nos sea posible,
asistiremos a otros en su tarea humana, en las cargas que la misma vida impone: *Cuando
hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza
y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en
justicia debes.

+-(Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios!+ (5).

Nunca deberá parecernos excesiva cualquier renuncia, cualquier sacrificio en bien de otro.
La caridad ha de estimularnos a mostrar nuestro aprecio con hechos muy concretos,
buscando la ocasión de ser útiles, de aligerar a los demás de algún peso, de proporcionar
alegrías a tantas personas que pueden recibir nuestra colaboración, sabiendo que nunca nos
excederemos suficientemente.

Liberar a los demás de lo que les pesa, como haría Cristo en nuestro lugar. A veces
consistirá en prestar un pequeño servicio, en dar una palabra de ánimo y de aliento, en
ayudar a que esa persona mire al Maestro y adquiera un sentido más positivo de su
situación, en la que quizá se encuentre agobiada por hallarse sola. Al mismo tiempo,
podemos pensar en esos aspectos en los que de algún modo, a veces sin querer, hacemos un
poco más onerosa la vida de los demás: los caprichos, los juicios precipitados, la crítica
negativa, la falta de consideración, la palabra que hiere.

II. El amor descubre en los demás la imagen divina, a cuya semejanza hemos sido hechos;
en todos reconocemos el precio sin medida que ha costado su rescate: la misma Sangre de
Cristo (6). Cuanto más intensa es la caridad, en mayor estima se tiene al prójimo y, en
consecuencia, crece la solicitud ante sus necesidades y penas. No sólo vemos a quien sufre
o pasa un apuro, sino también a Cristo, que se ha identificado con todos los hombres: en
verdad os digo, cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí lo
hicisteis (7). Cristo se hace presente en nosotros en la caridad. Él actúa constantemente en
el mundo a través de los miembros de su Cuerpo Místico. Por eso, la unión vital con Jesús
nos permite también a nosotros decir: venid a Mí todos los fatigados y agobiados, y Yo os
aliviaré. La caridad es la realización del Reino de Dios en el mundo.
Para ser fieles discípulos del Señor hemos de pedir incesantemente que nos dé un corazón
semejante al suyo, capaz de compadecerse de tantos males como arrastra la humanidad,
principalmente el mal del pecado, que es, sobre todos los males, el que más fuertemente
agobia y deforma al hombre. La compasión fue el gesto habitual de Jesús a la vista de las
miserias y limitaciones de los hombres: Siento compasión de la muchedumbre… (8),
recogen los Evangelistas en tonos diversos. Cristo se conmueve ante toda suerte de
desgracias que encontró a su paso por la tierra, y esa actitud misericordiosa es su postura
permanente frente a las miserias humanas acumuladas a lo largo de los siglos. Si nosotros
nos llamamos discípulos de Cristo debemos llevar en nuestro corazón los mismos
sentimientos misericordiosos del Maestro.

Pidamos al Señor en nuestra oración personal la ayuda de su gracia, para sentir compasión,
en primer lugar, por aquellos que sufren el mal inconmensurable del pecado, los que están
lejos de Dios. Así entenderemos cómo el apostolado de la Confesión es la mayor de las
obras de misericordia, pues damos la posibilidad a Dios de verter su perdón generosísimo
sobre quien se había alejado de la casa paterna. (Qué gran carga quitamos a quien estaba
oprimido por el pecado y se acerca ala Confesión! (Qué gran alivio! Hoy puede ser un buen
momento para preguntarnos: )a cuántas personas he llevado a hacer una buena Confesión?,
)a qué otras puedo ayudar? Quitar cargas a quienes viven más estrechamente ligados a
nuestra vida por tener la misma fe, el mismo espíritu, los mismos lazos de sangre, el mismo
trabajo…: *mirad, ciertamente, por todos los indigentes con benevolencia general -insiste
San León Magno-, pero acordaos especialmente de los que son miembros del Cuerpo de
Cristo y nos están unidos por la unidad de la fe católica. Pues más debemos a los nuestros
por la unión en la gracia que a los extraños por la comunidad de naturaleza+ (9).

Aliviemos en la medida en que nos sea posible a tantos que soportan la dura carga de la
ignorancia, especialmente de la ignorancia religiosa, que *alcanza hoy niveles jamás vistos
en ciertos países de tradición cristiana. Por imposición laicista o por desorientación y
negligencia lamentables, multitudes de jóvenes bautizados están llegando a la adolescencia
con total desconocimiento de las más elementales nociones de la fe y la Moral y de los
rudimentos mismos de la piedad. Ahora, enseñar al que no sabe significa, sobre todo,
enseñar a los que nada saben de Religión, significa "evangelizarles", es decir, hablarles de
Dios y de la vida cristiana+ (10). (Qué peso tan grande el de aquellos que no conocen a
Cristo, que han sido privados de la doctrina cristiana o están imbuidos del error!

III. No encontraremos camino más seguro para seguir a Cristo y para encontrar la propia
felicidad que la preocupación sincera de liberar o aligerar de su lastre a quienes van
cansados y agobiados, pues Dios dispuso las cosas *para que aprendamos a llevar las
cargas unos de otros; porque no hay ninguno sin defecto, ninguno sin carga; ninguno que
sea suficiente para sí, nadie tampoco que sea lo suficiente sabio para sí+ (11). Todos nos
necesitamos. La convivencia diaria requiere esas mutuas ayudas, sin las cuales difícilmente
podríamos ir adelante.

Y si alguna vez nos encontramos nosotros con un peso que nos resulta demasiado duro para
nuestras fuerzas, no dejemos de oír las palabras del Señor: Venid a Mí. Sólo Él restaura las
fuerzas, sólo Él calma la sed. *Jesús dice ahora y siempre: Venid a Mí todos los que andáis
fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré. Efectivamente, Jesús está en una actitud de
invitación, de conocimiento y de compasión por nosotros; es más, de ofrecimiento, de
promesa, de amistad, de bondad, de remedio a nuestros males, de confortador y, todavía
más, de alimento, de pan, de fuente de energía y de vida+ (12). Cristo es nuestro descanso.

El trato asiduo con Nuestra Madre Santa María nos enseña a compadecernos de las
necesidades del prójimo. Nada le pasó inadvertido a Ella, porque hasta los más pequeños
apuros se hicieron patentes ante el amor que llenó siempre su Corazón. Ella nos facilitará el
camino hacia Cristo cuando tengamos más necesidad de descargar en Él nuestras
preocupaciones: *sacarás fuerzas para cumplir acabadamente la Voluntad de Dios, te
llenarás de deseos de servir a todos los hombres. Serás el cristiano que a veces sueñas ser:
lleno de obras de caridad y de justicia, alegre y fuerte, comprensivo con los demás y
exigente contigo mismo+ (13).

La solidaridad, vivir la clave del mandamiento del Amor

Para servir al Reino y colaborar en su construcción, Jesús nos invita a vivir el mandamiento
del amor. Este amor se concreta en la vida de todos los días en actitudes compasivas y
solidarias hacia los demás, en especial hacia los que sufren o están marginados de la
sociedad. Muchos textos bíblicos del Nuevo Testamento nos explicitan en qué consiste
vivir el amor, desde la mirada de Jesús: "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los
unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto
reconocerán todos que son mis discípulos: en que se mana unos a otros." Jn. 13, 34-35

En la sociedad del tiempo de Jesús existían muchos grupos sociales, religiosos,


políticos…Era común la ayuda mutua entre los miembros del grupo, pero la relación entre
los grupos no era tan sencilla ni abierta. Existían grupos considerados impuros, con los
cuales no se entraba en contacto. La solidaridad, como relación fraterna, de interés, cuidado
y ayuda mutua entre los integrantes del grupo, era muy fuerte. Pero también existía un
egoísmo de grupo muy acentuado, que llevaba a despreciar, muchas veces, a quienes no
pertenecían al grupo de uno.

"Jesús contradice este valor social. El salió fuera de su propio grupo religioso, social y
cultural, paa abrazar a toda la raza humana como a sus hermanos y hermanas, como a sus
parientes y vecinos. El mandamiento del Antiguo Testamento de amar al prójimo había sido
interpretado siempre en el sentido de vivir en solidaridad con aquellos que estaban
próximos, los miembros del grupo social (ver Lev. 19, 16-18). Esto eventualmente llevó a
la frase que no está en la Biblia: « Ama a tu vecino y odia a tu enemigo ». Jesús contradice
esto con su buen conocido mandamiento: « Ama a tus enemigos ». Prójimo es cualquier
otro ser humano, inclusive los de fuera del grupo, los que son tus enemigo, que te odian, los
que te ofenden (Lc. 6, 27-35). En otras palabras, el valor para Jesús no es la solidaridad de
grupo,sino la solidaridad humana.…
Es esta lealtad básica con la raza humana la que hace de mí un cristiano, un seguidor de
Jesucristo, que se identificó con todos los seres humanos. «Todo lo que hiciéreis con el
menor de mis hermanos a mí lo haréis ». Descubrir a Cristo o a Dios en otro ser humano es
trascender todas las otras cosas que yo puedo tener en común con aquella persona y
experimentar muy simple y profundamente la humanidad que tenemos en común. Esto es
amor cristiano, compasión divina, eso es lo que llevó al buen samaritano a hacer lo que hizo
con un judío socialmente despreciado. Todos somos hermanos y hermanas y Dios es
nuestro Padre."

Para Jesús, el amor concreto pasa por la solidaridad con los que tenemos cerca, partiendo
de los que sufren y son excluídos de la sociedad. La prueba de nuestro amor a Dios y la
adhesión a su proyecto se verifica por la capacidad de ser solidario con los demás:
compadecerse de su situación y actuar para cambiarla.

La parábola del buen samaritano nos enseña que el amor al prójimo parte de hacerse
próximo del que sufre. Dios quiere que seamos capaces de generar vida para todos.

Papa Francisco exalta la palabra solidaridad


El papa Francisco exaltó en Roma la palabra "solidaridad", "palabra clave de
Evangelio" pero que "está mal visto" y da "miedo" en el mundo y también a veces
en la Iglesia. "En la Iglesia, pero también en la sociedad una
palabra clave que no debemos temer es "solidaridad": es decir saber poner a disposición
de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque sólo compartiendo,
donando, nuestra vida será fecunda, dará frutos", dijo Francisco.
El Papa celebró una misa en ocasión de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
("Corpus Domini"), antes de recorrer, por primera vez en medio de la muchedumbre romana, el
trayecto entre las Basílicas Mayores de Roma, la de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor,
de1,5 km. "Solidaridad: una palabra mal vista por el espíritu
de la mundanidad",
….
“Finalmente, hay una forma más de promover la fraternidad –y así vencer la
pobreza– que debe estar en el fondo de todas las demás. Es el desprendimiento de
quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las
propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros. Esto
es fundamental para seguir a Jesucristo y ser auténticamente cristianos. No se trata
sólo de personas consagradas que hacen profesión del voto de pobreza, sino

también de muchas familias y ciudadanos responsables, que creen firmemente que la relación
fraterna con el prójimo constituye el bien más preciado”.

Vaticano, 8 de diciembre de 2013.

La solidaridad ayuda a descubrir la verdadera familia.


Confiabilidad, amabilidad, atención, empatía, disposición y compromiso, son los
ingredientes necesarios para brindar apoyo a los demás en sus necesidades.
Virtud o valor, expertos consideran que la solidaridad es la principal clave para descubrir
la verdad de la familia, además mantiene a las personas unidas en diferentes circunstancias.

SOLIDARIDAD
¿De qué manera, con qué actitudes cotidianas, vivimos este valor?
¿Cómo se debe manejar este valor dentro de una familia?
¿Cómo expresar esta solidaridad con las personas del núcleo familiar?
¿Mantener este valor conserva la armonía familiar? ¿Cuáles son sus
consecuencias?
¿Planificamos la solidaridad junto con nuestros hijos?
En nuestro lugar de evangelización, enseñamos qué es la alegría cristiana?
¿Cómo?
¿Qué me comprometo a hacer para vivir este valor en nuestro día a día?

Hemos nacido para compartir

Hemos nacido para compartir, Señor,


y somos felices,
profundamente,
cuando damos y recibimos con alegría.
Somos humanos,
profundamente humanos,
cuando descubrimos lo bueno
que tenemos
y lo damos a los demás…
cuando descubrimos lo que nos falta
y nos sorprende
la generosidad del otro,
que abre nuestra capacidad de recibir.
Dios Generoso,
que nos has enseñado
el camino del compartir:
la vida, los dones recibidos,
las esperanzas, las utopías,
las luchas por un mundo nuevo…
¡ Enséñanos a compartir !

- Que así sea -

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