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Sociología del Trabajo

Curso 2018 / 2019


Bloque Temático 4: Del mercado de trabajo a las condiciones de trabajo
De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
.

“SOCIOLOGÍA DEL TRABAJO”

Curso 2018 / 2019

BLOQUE TEMÁTICO 4:
DEL MERCADO DE TRABAJO A LAS CONDICIONES DE TRABAJO.
DE LAS CONDICIONES DE TRABAJO A LAS CONDICIONES DE EMPLEO.

Se conceptualizará el mercado de trabajo como un mercado socialmente construido.


Abordamos el problema social del empleo a partir del tratamiento de las clases sociales,
las clases de trabajo y las clases de empleo. Trataremos el tema de la crisis de la calidad
del trabajo, tratando el proceso seguido para pasar de las condiciones de trabajo a las
condiciones de empleo, y el proceso inverso, de las condiciones de empleo a las
condiciones de trabajo. Trataremos la crisis de empleo en diferentes países europeos,
haciendo especial mención a las condiciones de trabajo y empleo en España. Se hablará
también de la segmentación de los mercados de trabajo y del trabajo informal.

Bibliografía Básica Bloque Temático 4:

MARTÍN CRIADO, Enrique 1998. Producir la Juventud, Madrid: Istmo: 144-146.


KÖHLER, Hola-Detlev y MARTÍN ARTILES, Antonio 2007. “Trabajo y Empleo”, en
Manual de la Sociología del Trabajo y de las Relaciones Laborales, Delta
Publicaciones: Las Rozas, Madrid: 3-31, capítulo 1.
PRIETO, Carlos 1994. Trabajadores y condiciones de trabajo. Madrid: HOAC.
PRIETO, Carlos (ed.) 1999. La crisis del empleo en Europa. Valencia: Germania, 2
volúmenes.

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Bloque Temático 4: Del mercado de trabajo a las condiciones de trabajo
De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
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Del trabajo al empleo, como norma socialmente definida

Bibliografía:
KÖHLER, Hola-Detlev y MARTÍN ARTILES, Antonio 2007. “Trabajo y Empleo”, en Manual de la Sociología
del Trabajo y de las Relaciones Laborales, Delta Publicaciones: Las Rozas, Madrid: 3-31, capítulo 1.

Recordemos, en el Bloque Temático 1 pudimos conocer la evolución del significado del


trabajo, como relación social que debe ser contextualizada social e históricamente,
además de ser considerado como elemento de cohesión e integración social. El
término “trabajo” ha sido resultado de una larga evolución semántica en la cual el
trabajo ha pasado por una multitud de transformaciones y de posiciones opuestas en
las sociedades. El trabajo sólo existe en formas concretas muy diversas como
construcción histórica y social.

Partiendo de la introducción tratada en el Bloque Temático 1, tengamos en cuenta que


la vinculación entre trabajo y ciudadanía se establece bajo el Estado de Bienestar
Moderno, es el momento en el que la centralidad del trabajo en su forma de empleo
llega a su máxima expresión.

El concepto de trabajo remunerado sigue dominando las sociedades modernas a pesar


de las críticas feministas por excluir de su definición al trabajo no remunerado
realizado en los hogares mayoritariamente por las mujeres. El trabajo remunerado es
el principio de ordenación prioritario en la sociedad. (En cualquier caso, esta
afirmación debemos matizarla en el presente, como veremos en el Bloque Temático
7).

“El trabajo se considera como vía principal para ser reconocido, sentirse socialmente
útil e integrado, y la empresa se concibe como crisol de esa alquimia, ya sea en la
primera toma de contacto del joven con la sociedad o en la reintegración tras un
periodo de exclusión” (Meda 1998, en Köhler y Martín Artiles 2007:18).

El trabajo es más que una actividad productiva, la empresa es más que una actividad
de fabricación, es una entidad socializadora, forma parte de su identidad individual y
colectiva, es en la empresa donde un trabajador se convierte en profesional,
compañero, sindicalista, etc.

El grado de centralidad del empleo en la vida moderna queda bien ilustrado en el


estudio clásico de un pueblo de desempleados.

Marienthal, pueblo austriaco cerca de Viena, en 1931 sus 1486 habitantes llevaban
ya muchos meses en paro por el cierre de tres fábricas textiles que habían sostenido
la economía del pueblo. La pérdida de empleo conllevó apatía y desorientación
generalizada de la comunidad local y la familia se degradó. Descendió la vida cultural,
la lectura y la actividad asociativa. Aumentó la delincuencia y la conflictividad vecinal,
empeoró la salud de las personas. Desligadas del trabajo asalariado, las personas y
sus familias perdieron toda su capacidad psicológica y material para utilizar su tiempo
con criterio y sentido, así como para desarrollar una vida social digna.

(Se leerá en clase la lectura: “Los parados de Marienthal”, de Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel,
en Köler y Martín Artiles 2007: 19-21-Disponible en carpeta de EB Tema 4).

Tras observar el significado social de la situación de desempleo para quien la padece,


parece que la modernidad capitalista ha ligado nuestra existencia al trabajo y ha

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reorganizado el significado del trabajo alrededor de los siguientes ejes (Blanch Ribas
2003, en Köhler y Martín Artiles 2007: 22).

Ejes que articulan el significado del trabajo en la modernidad capitalista:

1. Contrapartida salarial, la remuneración recibida a cambio de la actividad


laboral.
2. Su carácter contractual.
3. Su función mercantil: la fuerza laboral como mercancía intercambiable y
objeto de plusvalía; las actividades domésticas, de autoproducción y
voluntarias quedan infravaloradas;
4. Su naturaleza productiva: el dominio de la maximización de la producción de
mercancías sobre otras actividades humanas de carácter reproductivo.
5. Su dimensión pública: la diferenciación entre vida privada (hogar, familia) y
vida laboral en un espacio estructurado por normas públicas (jurídicas,
sociales, técnicas…).

Hay dos conceptos diferentes:

Uno amplio y genérico -trabajo- y otro delimitado y preciso -empleo-, relacionado


con el mercado de trabajo. El empleo es norma social en la época fordista del
capitalismo. Un significante, un concepto, alcanza el rango de norma social, cuando
indica un hecho, y señala y expresa su deber ser (Prieto 1999, en Köhler y Martín
Artiles 2007: 19).

El empleo no es cualquier actividad remunerada, sino que implica un contrato


indefinido a tiempo completo, un salario familiar, una regulación legislativa, un
convenio colectivo, es una relación laboral sociopolíticamente regulada; fuera de esta
norma existe subempleo o empleo atípico. “La normatividad de la definición del
empleo y su evolución es el resultado de la interacción conflictiva de múltiples actores
e instituciones sociales, en especial, de las empresas, de los trabajadores asalariados
colectivamente organizados y del Estado y tiende a adquirir rasgos formales, pero
termina por penetrar informalmente todo el tejido social”. La norma social del empleo
implica una estructura social determinada (clase trabajadora homogénea), un modelo
políticamente (keynesianismo, estado de bienestar), un tipo de organización (gran
empresa, organizaciones de masas) un modelo familiar (varón cabeza de familia) y un
conjunto de normas dominantes en la sociedad.

Robert Castel (1997) resume en cinco condiciones la norma social europea de


empleo que marcó las décadas centrales del siglo XX.

1. Una separación rígida entre quienes trabajan efectiva y regularmente y


los inactivos o semiactivos. (Surgen oficinas de empleo, se distinguen las
personas que cumplen con la norma social del empleo y los que tienen una
relación más esporádica e irregular con el mercado de trabajo).
2. La fijación del trabajador a su puesto de trabajo y la racionalización del
proceso del trabajo en el marco de una gestión del tiempo precisa, dividida
y reglamentada. El paradigma es la Organización Científica del Trabajo.
3. El acceso a través del salario a nuevas formas de consumo obrero que
convertían al obrero en el propio usuario de la producción en masa. Se
homogeneizan las condiciones de trabajo y los modos de vida (transporte,
hábitat, hogar, cesta familiar productos de consumo estandarizados).

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4. Acceso a la propiedad social y a los servicios públicos. Los servicios


públicos y de seguridad social transfieren una parte de la riqueza en bienes
comunes para atender a los obreros y a sus familias en casos de accidente,
enfermedad o inactividad. Ofrecen salud, higiene, vivienda, educación.
5. La inscripción en un derecho del trabajo que reconocía al trabajador como
miembro de un colectivo dotado de un estatuto social más allá de la dimensión
puramente individual del contrato de trabajo. Una fuerte normativización del
empleo mediante la intervención estatal, la concertación y/o la negociación
colectiva reemplaza a una relación contractual meramente individual y
consolida a los actores colectivos de las relaciones laborales.

“La sociedad salarial pudo desplegar una estructura relativamente homogénea en su


diferenciación. No sólo porque lo esencial de las actividades sociales quedó centrado
en el grupo de los asalariados (…) sino sobre todo porque la mayoría de los miembros
de esta sociedad encontraban en el asalariado un principio único que a la vez los unía
y los separaba y de tal modo daba fundamento a su identidad social. (…El salario no
era sólo un modo de retribución del trabajo, sino la condición a partir de la cual se
distribuían los individuos en el espacio social. (…) El asalariado es juzgado/ubicado por
su situación de empleo, y los asalariados encuentran su común denominador y existen
socialmente a partir de ese lugar” (Robert Castel 1997, en Köhler y Martín Artiles
2007: 23).

Pero, desde los 70s, la casi imparable glorificación del trabajo ha tocado techo, están
surgiendo enfoques que cuestionan la centralidad del trabajo en nuestras sociedades.
La crisis del trabajo en sus dimensiones de pleno empleo, acceso a la ciudadanía, base
del Estado del Bienestar y orientación biográfica, así como los impactos de la
globalización, de la emancipación de la mujer, de los movimientos migratorios y de las
nuevas tecnologías requieren una reconceptualización de la categoría social básica de
la sociedad del trabajo. Todo esto lo veremos en los siguientes bloques temáticos,
pero antes conceptualicemos la crisis del trabajo en Europa a partir de Carlos Prieto.

El problema social del empleo.


Clases sociales, clases de trabajo y clases de empleo.
De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo.
Crisis de la calidad del trabajo.
La crisis del empleo en Europa

Bibliografía:
PRIETO, Carlos (ed.) 1999.
La crisis del empleo en Europa. Valencia: Germania. 2 volúmenes.

Carlos Prieto afirma que la segmentación de los mercados de trabajo hace que se
configuren las distintas clases de empleo en función de las diferentes condiciones
laborales, adoptando la forma de “verdaderas” clases sociales que jerarquizan a la
población afectada por unas condiciones de empleo o por otras.

En los dos volúmenes en los que nos basamos en este apartado, Carlos Prieto (1999)
a partir de su propia visión sobre el empleo en Europa y en España, y a partir de la
visión de colegas europeos, presenta un análisis de la crisis del empleo en Europa,
contemplando sus transformaciones, sus tendencias y sus lógicas desde una
perspectiva comparada entre distintos países de referencia: España, Francia, Gran
Bretaña, Italia, Bélgica y Alemania.

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La lectura es una panorámica del empleo en Europa y de la diversidad de su crisis.

1. Es un punto de vista teórico desde el que se aproximan al problema del


empleo. No hablan de la situación y evolución del empleo, sino que lo hacen
entendiendo el empleo como norma social.
2. Se presenta un análisis comparativo del empleo en países europeos,
destacando semejanzas y diferencias.

2.1. Periodo que precede a la crisis. Un empleo configurado como empleo a


tiempo completo, indefinido, acogido a negociación colectiva, fuente de
derechos sociales, desarrollado a lo largo de una biografía personal larga y muy
institucionalizada en un contexto general de pleno empleo, es lo que se ha
llamado periodo keynesiano.

2.2. Periodo que sigue a la crisis. El empleo se diversifica en múltiples


modalidades “atípicas” en un contexto de desempleo masivo.

1. El empleo como norma social. La norma social del empleo:


transformaciones, tendencias y lógicas en juego.

La noción de empleo que se usa es muy pobre, sólo podemos expresar su complejidad
si lo entendemos como “norma social”. La noción de empleo como norma social no es
frecuente entre los economistas, a quienes se les atribuye la legitimidad de hablar
sobre el empleo. Para los economistas el empleo es algo simple.

a) Es una situación de hecho, ajena a toda valoración que no sea científica.


b) Para ellos el empleo es cualquier actividad productiva que tiene una
contraprestación monetaria.
No aparece en la definición su carácter normativo, tampoco aparece en el concepto de
desempleo. Carlos Prieto y los colegas que analizan la situación en los diferentes
países europeos explican las razones por las que consideran que debe definirse el
empleo como una norma social.
Un término o concepto llega a ser una norma social cuando al mismo tiempo que
indica un hecho, expresa su deber ser, de ahí su facticidad e imperatividad normativa
como aspectos inseparables.

De hecho, la propia definición fáctica es el resultado y la expresión de luchas y


conflictos sociales, implícitos o explícitos, así como del resultado de la articulación
tensa entre diferentes lógicas sociales. Y esto es precisamente lo que sucede con la
noción y el concepto de empleo. El uso habitual del término oculta todo su carácter de
normatividad. La ciencia económica dice: el empleo es trabajo remunerado, por tanto
sólo hay que crearlo como sea, y cualquiera que sea este empleo. Lo tratan como
“desnormativizado”, esto significa también tratar el trabajo como pura mercancía.

La tesis de Carlos Prieto y sus colegas europeos en los dos volúmenes es la siguiente:
La definición del empleo tiene en sí misma un contenido de facticidad y normatividad
social. Esto significa que no cualquier actividad remunerada es empleo, sino que
empleo es solamente aquella en la que se respetan ciertas normas sociales. De hecho,
el carácter de normatividad del concepto de empleo y del desempleo es evidente si
contemplamos la historia del término. El término de empleo no nace con la economía
de mercado. (La economía no sólo es que exista un trabajo remunerado, sino la
compraventa de la mercancía “trabajo”).
El empleo y el desempleo son conceptos que no aparecen hasta la transición del s. XIX

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al XX. Su normatividad no es un añadido, ya que sin normatividad no habría existido.


Cuando se comienza a utilizar el “desempleo” ¿cómo se entiende?

Desempleo: situación de un trabajador asalariado, normalmente varón adulto, que se


halle sin trabajo tras haber perdido involuntariamente un trabajo regular en una
empresa. Los “trabajadores” sin trabajo anterior, los ocasionales, aquellos que han
dejado voluntariamente su trabajo, los niños, adolescentes o las mujeres no pueden
hallarse en situación de desempleo aunque no trabajen y busquen un trabajo
remunerado.

¿Qué se entiende por empleo? Situación de aquellos trabajadores varones adultos


asalariados que trabajan regularmente en una empresa, en contraposición a ocasional,
entonces, el trabajo eventual, no es empleo, aunque se trabaje. Esta es una definición
“normativa” que tiene más que ver con la política que con el análisis científico social.
Si nos vamos al momento en el que surgen los conceptos de desempleo y de empleo,
estamos en el momento en el que nace el derecho del trabajo, de la seguridad social y
de las políticas de empleo. Desde entonces el empleo es el trabajo asalariado
sociopolíticamente regulado, no es sólo trabajo remunerado. La definición de empleo
no sólo define qué trabajos son empleo, sino además, qué población y qué categorías
sociales son las empleables, es decir, las designadas socialmente con capacidad para
ser empleadas (o desempleadas). Por ejemplo, hoy en Europa un joven menor de 16
años no es empleable. Las estadísticas no lo miden aunque tenga capacidad real de
trabajo y trabaje realmente; lo mismo sucede con las personas de más de 65 años. El
carácter normativo de las definiciones de desempleo y de empleo, hace que sean
objeto de luchas y conflictos, y por tanto varían a lo largo de los años.

Hoy es diferente la situación de paro y de parado a como era a principios de siglo. La


población activa no ocupada, que no había trabajado antes, no se incluyó en la
categoría de paro ni formal ni estadísticamente hasta después de la 2ª GM. De
muchos indicadores de empleo, como el empleo a tiempo parcial o por tiempo
determinado, se carecía de información estadística en 1975, en esa fecha no se
consideraban “situaciones de empleo”.

La normatividad de la definición del empleo y su evolución es resultado de la


interacción conflictiva de múltiples actores e instituciones sociales: empresas,
trabajadores asalariados colectivamente organizados, el Estado. Por ejemplo, el
vendedor de pañuelos de los semáforos, un músico ambulante, un camello… son
trabajadores ¿con empleo? Trabajan, pero son considerados inactivos (aunque no para
la EPA en la actualidad).

En nuestras sociedades hay muchos otros hechos sociales que comportan


normatividad, además del empleo, pero el empleo es el que tiene una intensidad
normativa mayor. Esto se debe a que en los países desarrollados en el siglo XX el
empleo era la columna vertebral en torno a la cual se ha tratado de construir un orden
social justo y legítimo, lo que se llama la “cohesión social”. Las sociedades se hallan,
o al menos, se hallaban articuladas a partir del hecho del empleo: la ciudadanía plena
es la ciudadanía de “empleados”; los actores que regulan el empleo tienen un papel
institucional público, los derechos sociales (vejez, incapacidad laboral, asistencia
sanitaria, desempleo…) se encuentran ligados al empleo. Ningún miembro de la
sociedad puede pretender alcanzar el rango de una existencia social legítima
reconocida si no es a través del empleo (teniéndolo, buscándolo, habiéndolo tenido,
casándose con quien lo tiene…).

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Desde principios de siglo su normatividad ha sido progresiva, y “progresista” hasta


que en los 70 se inicia una transformación “regresiva”, con formas diferentes en cada
país. Desde que Carlos Prieto escribe la obra, en 1999, se está en un periodo en el
que la normatividad está cambiando a la baja. De hecho, antes no existía el empleo a
tiempo parcial, ya que el empleo a tiempo parcial no se consideraba empleo, sin
embargo, hoy día se considera normal y tiene favores públicos. Si la intensificación de
su normatividad se ha roto en los 80, ¿se estará iniciando un camino de vuelta desde
el empleo al trabajo?

En cada país el empleo ha seguido su propia historia, es decir, definido como su


historia de “reconocimiento público del trabajo según reglas que garantizan al
trabajador un estatuto, una remuneración según una tarifa preestablecida y toda una
serie de derechos sociales en basamento sobre el que han construido su unidad
societal”. (Bouffartigue -el analista de la situación francesa- en Prieto 1999). Los
rasgos comunes y diferentes no dependen solamente de la realidad “objetiva” de cada
país, sino también de las tradiciones y orientaciones intelectuales y político-analíticas
predominantes en cada uno de ellos, de hecho, no es posible separar la “realidad
objetiva” de la “realidad representada”. Así, ninguna reflexión sobre la norma social
del empleo en Italia podrá prescindir de la relevancia otorgada a lo local y a la
diversidad; a las relaciones industriales en el caso británico; al contraste central entre
estabilidad y precariedad laboral en el caso español; al significado societal del trabajo
en el caso francés; a la desindustrialización en el alemán; o a la cuestión del tiempo
de trabajo en el caso belga.

Es cierto que la crisis actual del empleo se ha transnacionalizado, pero estas


tradiciones intelectuales nacionales específicas se hallan ancladas en realidades
nacionales peculiares y tienen su propia dinámica; y es en este marco en el que
pueden entenderse las semejanzas y diferencias de la consideración del empleo como
norma social en Europa.

2. El empleo y la norma social del empleo en Europa: semejanzas y


diferencias
Se analiza la situación y evolución del empleo y de la norma del empleo en el periodo
que se inicia tras la 2ª GM y concluye a mediados de los 70 (periodo keynesiano) y el
que comienza con la crisis del empleo y de la norma del empleo hasta nuestros días.
2.1. La norma social del empleo en los años sesenta/setenta: una norma
social universal y de gran consenso (antes de la crisis).

Las semejanzas:

En los 70 la norma social del empleo esta vigente en los países europeos, como
situación y como tendencia. Predominaba el empleo asalariado, estable, a tiempo
completo, acogido a algún convenio colectivo de rama, con perspectiva de promoción,
inscrito en una tendencia a cierta homogeneización y universalización en las
condiciones de trabajo y ligado a medidas de protección social. El ciclo de vida laboral
mayoritario era largo y sin interrupciones, desde el inicio de la vida laboral hasta la
jubilación, o con interrupciones “friccionales”. “Quien durante su vida laboral trabajara
de forma continuada y a tiempo completo esperaba la máxima protección social”
(Dombois -analista de la situación alemana-, en Prieto 1999).

La norma de empleo tenía lugar en un contexto de pleno empleo. El empleo convertía


a la clase trabajadora y a sus representantes institucionales (sindicatos) en el actor
más central y dinámico de la sociedad. La economía era la economía capitalista de
mercado, pero estaba “gobernada” desde lo político, seguía criterios sociales

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(keynesianismo) que permiten el desarrollo del Estado de Bienestar.

En la estructura productiva, el sector industrial y las grandes empresas marcaban la


pauta del desarrollo económico y social. En las grandes empresas industriales la
norma social del empleo se cumplía con vigor, y en ellas, gracias a la negociación
colectiva, se mejoraba, para luego expandirse al conjunto de empresas y
trabajadores.

Las sociedades europeas eran “sociedades salariales”, construidas social y


políticamente en torno a la institución del empleo asalariado, con caracteres
homogéneos y universales. La norma del empleo se hallaba inscrita en una dinámica
de mejora permanente de las condiciones de trabajo y empleo, y de vida, que parecía
conseguida (Prieto, 1999), esto era importante en términos de legitimidad del orden
social. No sólo era una mejora permanente de los trabajadores y sus familias, sino de
la sociedad en su conjunto: la desigualdad social se reducía, la cohesión social se
consolidaba.

Semejanzas/diferencias según países:


1. En todos los países existía una reducida tasa de paro, el llamado paro
“friccional”, aunque las tasas de actividad eran diferentes entre países. Francia,
Alemania y Reino Unido son países con una alta tasa de actividad. Bélgica,
Italia y España tienen una baja tasa de actividad. Las diferencias se explican
por la diferente tasa de actividad femenina y el diferente papel que cada
sociedad asigna a la familia y a la mujer.

2. Todos los países se hallan en situación de pleno empleo, pero éste se logra por
vías muy distintas. Los países centroeuropeos no sólo tenían pleno empleo,
sino que carecían de mano de obra suficiente para lograr el pleno empleo. Su
problema no era el pleno empleo de la población, sino de las máquinas,
recurrieron masivamente a fuerza de trabajo inmigrada. Los países del sur sólo
alcanzaron el pleno empleo porque sus trabajadores emigraron.

3. En todos los países europeos predominaba la norma del empleo asalariado por
encima del empleo por cuenta propia; aunque había diferencias entre países
(Por ejemplo, Francia superaba el 85 %, mientras en España no iba más allá
del 70 %).

4. Todos los países se distinguían por una fuerte regulación de las condiciones de
empleo, aunque había diversidad. En Francia o Alemania la actividad
económica irregular u oculta era escasa. En Italia, España o Bélgica tenía
importante peso en la economía, era una economía calificada negativamente,
como “trabajo negro”, aunque en Italia era “economía sommersa”, a la que se
calificaba con aspectos positivos, además de negativos, considerándose su
importante peso en la economía italiana como parte de la diversidad italiana y
parte de su idiosincrasia.

5. Todos los países europeos han implantado un Estado Social, éste incide en la
regulación de las condiciones de empleo y protege a los trabajadores, y con
ellos, a sus familias. Pero cada Estado ha generado un modelo de sociedad
diferente. En 1993 Esping-Andersen distinguía tres modelos societales de
Estados de Bienestar, el de Reino Unido, el de Francia y el de España. Por
ejemplo, en Francia, las rentas sociales dependen de las cotizaciones sociales,
y no se recurre a ningún sistema de ahorro; al que sí se recurría en Reino
Unido. España, a finales de los 70 salía de una dictadura, y siempre ha tenido

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un Estado de Bienestar raquítico, y por tanto unas rentas sociales y unos


servicios públicos raquíticos también.

6. La última diferencia entre los países europeos se refiere a la dinámica


institucional con la que se construyó la norma social del empleo. El empleo se
normativizó por la intervención del Estado en la relación salarial y por el
sistema de relaciones industriales. Habría dos modelos, el de Gran Bretaña, con
una escasa intervención reguladora del Estado que deja en manos de las
relaciones entre los interlocutores sociales la regulación de la norma de
empleo; este sistema se ha definido como “laissez faire colectivo”. Francia
estaría en el otro extremo, el papel de las relaciones industriales es secundario
ya que las relaciones se mueven dentro del marco e stablecido por el
Estado, así, se introducen mejoras en unas condiciones de trabajo y de empleo
previamente definidas universalmente por el Estado. El resto de los países
estarían en un lugar intermedio.

Había profundas diferencias de la norma social del empleo entre los países europeos,
aunque existía una tendencia común que funcionaba simbólicamente. Conviene no
olvidar un rasgo central del modelo societal implicado por la norma social de empleo
de los años sesenta/setenta: El empleo por tiempo indefinido, a tiempo completo,
acogido a normas negociadas colectivamente y cuyos beneficios sociales completos
dependían de una larga permanencia en la ocupación era una categoría de empleo de
la que sólo disfrutaba plenamente una categoría social: la de los varones. El salario
era concebido como salario familiar. Eso significa que las mujeres quedan excluidas
del espacio social del empleo en su única modalidad legítima y son reducidas a su
papel de “amas de casa”. Esta exclusión de la mujer era la otra cara de la norma de
empleo en vigor. “El modelo familiar tradicional dio alto grado de estabilidad a la
pareja y a la división del trabajo de sus miembros, a la renuncia de las mujeres a una
garantía de existencia propia y a su independencia respecto de sus compañeros. La
norma de empleo se construyó sobre estructuras de desigualdad social que vino a
afianzar” (Dombois -el analista del caso alemán-, en Prieto 1999). La mujer aparece
activamente en el espacio del empleo en los 70/80, haciendo así más visible la crisis
de la norma social de empleo anterior.

2.2. Años ochenta: transformación y crisis de la norma del empleo


“keynesiana”.
La duración indefinida de los contratos laborales coincide con una amplia
diversificación de contratos temporales. Frente el empleo a tiempo completo se
desarrolla el empleo a tiempo parcial (con una protección social casi inexistente). Se
altera la ordenación estandarizada del tiempo de trabajo según jornadas diarias,
semanales y anuales. Se multiplican los distintos horarios laborales, que tienden a
calcularse anualmente. Una de las claves del cambio en la norma del empleo está en
la nueva ordenación, gestión y uso del tiempo de trabajo. Salvo en Francia, en todos
los países hay cierto aumento del empleo por cuenta propia, que puede ocultar una
relación real de dependencia laboral, y se reduce el empleo asalariado. Ya no se tiende
a homogeneizar salarios, sino que éstos se diversifican.

En todos los países se modifica el sentido de las relaciones colectivas de trabajo. En la


etapa anterior, los representantes de los trabajadores llevaban la iniciativa, y los
representantes de las empresas hacían contrapropuestas; en esta fase el proceso se
invierte, las empresas toman la iniciativa, y quienes tienen que responder son los
representantes de los trabajadores. Se diversifica el interés empresarial, y la
centralidad de la negociación por ramas, se sustituye por la negociación empresa a

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empresa. Y dentro de cada empresa, las relaciones de trabajo tienden a


individualizarse. Que cada empresario y cada trabajador llegue a un acuerdo sin que
haya reglas convencionales o públicas. En Europa ha descendido el número de
trabajadores que están protegidos por el paraguas de la negociación colectiva, y ni
siquiera cuando existen acuerdos colectivos se garantiza que todas las empresas
cumplan las reglas.

Se transforma la estructura productiva. La industria pierde peso a favor de los


servicios. El empleo en las grandes empresas se reduce y se desplaza a las pequeñas
empresas. Son fenómenos conectados porque las empresas más pequeñas son las de
servicios. Y no es que la evolución económica sea natural, sino que eso depende de
estrategias empresariales. Las condiciones de empleo en los centros de trabajo son
atípicas a las anteriores, y son muy diferentes. Se reajustan las protecciones sociales
(jubilación, salud, desempleo) y entran nuevas lógicas.
Nuevas dinámicas sociales y políticas, algunas explicaciones:
A) El desempleo rompe con la dinámica anterior. El pleno empleo anterior es
sustituido por altas tasas de paro o por desempleo masivo. El desempleo afecta
a quien está en paro y desestabiliza el empleo. La población activa acepta
condiciones de empleo y trabajo “atípicas” (contratos temporales, a tiempo
parcial, horarios irregulares, trabajo intenso) por el “miedo al paro”. Con la
negociación colectiva sucede igual, hay “concesiones sindicales” (reordenación
del tiempo de trabajo, congelación de salarios, ausencia de conflictividad…)
cuyo objetivo es mantener el empleo en la empresa y convertir las modalidades
de empleo atípico en modalidades de empleo típico. Las altas tasas de paro
influyen en los cambios en la regulación pública del empleo y en las políticas de
empleo. Cualquier medida, activa o pasiva, es válida para que las empresas
creen empleo y se reduzca el desempleo. Pero ha habido poco éxito, sólo en
Gran Bretaña se han reducido las tasas de paro, pero a costa de extender la
desprotección y la atipicidad laboral. No obstante, la norma social del empleo
resiste en grandes empresas y en el sector público, los dos espacios en los que
los trabajadores están más seguros y estables (las últimas reformas laborales
en los países europeos cuestiona esta afirmación, la última de España
diciembre de 20131).

B) Elevada intensificación de la competencia interempresarial ligada a la


internacionalización de la economía (globalización) se traduce en un ajuste
permanente de la fuerza de trabajo y en una intensificación de su uso. Alaluf y
Martínez -los analistas del caso belga-: “con la organización taylorista del
trabajo se perseguía la “vagancia” de los obreros, con las “nuevas formas de
organización” y el “just in time” hay que eliminar igualmente la vagancia de las
máquinas y de los stocks”. El trabajo se ajusta a las variaciones de la demanda
de los clientes. Todo tiempo es tiempo plena y permanentemente productivo.
Así, la organización y la gestión del tiempo se ha convertido en una clave de la
modificación de la norma de empleo, es lo que se explica como políticas
empresariales de flexibilidad. Como cada empresa conquista y mantiene su
competitividad desde su particularidad productiva, la flexibilidad se flexibiliza,
se diversifica. Cada empresa reivindica relaciones de trabajo peculiares. Es una
dinámica alejada de la universalidad. Las condiciones de trabajo y de empleo
se diversifican aceleradamente en todos los terrenos. Hay empleos que apenas
proporcionan ingresos para asegurar la existencia, existen “trabajadores

1
Real Decreto-ley 16/2013, de 20 de diciembre, de medidas para favorecer la contratación estable y mejorar
la empleabilidad de los trabajadores. BOE número 305 de 21 de diciembre de 2013.

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De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
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pobres”, algo inexistente en el período anterior.

C) La empresa adquiere una centralidad en la configuración de la norma


emergente del empleo, debido a la centralidad de la economía como tal, lo que
se refleja en la política económica. Se pasa de la política económica de
promoción de la demanda, keynesiana; a la política económica cuyo objetivo
prioritario es la promoción de la oferta, visible en las exigencias de la política
monetaria como los criterios de convergencia de Maastricht. Se sigue una
política y una práctica volcada en crear condiciones de seguridad para el capital
en un mundo de incertidumbre económica permanente, eso implica crear
condiciones de inseguridad a la mano de obra. La vida de las personas se
somete a las reglas de la competitividad económica empresarial. Sólo
mantienen su capacidad de trabajo quienes se adaptan. Las empresas deben
ser cada vez más “competitivas” y las personas cada vez más “empleables”,
esto nunca está asegurado, y siempre tienen que estar formándose.

D) En todos los países europeos la norma social del empleo se ha modificado


degradándose, sus sociedades se han roto, fragmentado y descohesionado.
Ahora existe el convencimiento de que cualquier situación puede empeorar. La
“cuestión social” ha reaparecido, por las nuevas formas atípicas apoyadas
desde instancias políticas, aunque la población considera que son formas
alejadas del “buen empleo” (Buoffartigue, -el analista francés- en Prieto,
1999). Si con el periodo keynesiano había diferencias, ahora las diferencias son
mayores (diferentes tasas de paro, de empleo a tiempo parcial, de empleo
indefinido, de sus distribuciones por categorías sociales).

Hasta aquí se ha expuesto la transformación de la norma de empleo anterior y su


tendencia sin tener en cuenta las características de la población y de las categorías
sociales a las que afecta; pero la población no es homogénea. En cada país, la relación
cultural de la población con el trabajo y con el empleo se configura de forma diferente,
a pesar de tener elementos en común. Influye el hecho social de ser hombre o mujer,
joven o adulto, madre/padre o hija/hijo, nativo o inmigrante, entre otras dimensiones.
Las distintas categorías de empleo se distribuyen entre las diferentes categorías
sociales. Las relaciones de empleo no operan en el vacío, lo hacen sobre categorías
sociales cuya definición se construye en el espacio social extralaboral, respondiendo a
una lógica y a una dinámica relativamente autónomas.
Si analizamos el caso de las mujeres con relación a la norma social del empleo
podemos visibilizar su distinta relación con el empleo. La relación de las mujeres con
el empleo no es la misma que la de los hombres.

a) La tasa de actividad de las mujeres ha aumentado en las últimas décadas, la


de los hombres ha disminuido.

b) Aún así, la tasa de actividad femenina sigue siendo inferior a la de los varones.

c) El empleo a tiempo parcial de las mujeres es no deseado, pero hay más


mujeres que varones que lo aceptan como buena opción.

d) Su relación con las distintas formas de empleo es diferente. Las mujeres están
más afectadas por las modalidades atípicas de empleo, especialmente por el
tiempo parcial, aunque el porcentaje de mujeres empleadas a tiempo parcial es
diferente según los países, pero en todos los casos es mayor que la tasa de los
varones.

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De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
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e) La diversidad de las modalidades de empleo que existen actualmente, se


compagina con diversidad de “situaciones de vida”. En Italia la diversidad está
muy presente, realmente ya lo estaba en el periodo anterior. Hay analistas que
ven en la “atipicidad” tanto degradación de las condiciones de trabajo como
incremento de la riqueza de la diversidad. Francia es el país en el que más
penetración alcanzó la norma social del empleo, y la precariedad se puede
analizar: “como un elemento de las estrategias de adaptación que desarrollan
los individuos frente a una sociedad en plena mutación” (Bouffartigue -el
analista francés-, en Prieto, 1999). Ciertas formas de utilización de ciertas
formas de empleo temporal permiten a las personas construir una cierta
profesionalidad y volver a generar “afirmaciones identitarias fuertes fuera del
trabajo-empleo”.

f) Por tanto, está cambiando la norma del empleo y las formas identitarias de la
población que redefinen su relación con el empleo; más en unas categorías
sociales que en otras.

g) No desaparece la “nueva cuestión social”, sino que ahora es más compleja de


analizar y de abordar social y políticamente.

h) La crisis de la norma social del empleo se ha implantado de hecho en los países


europeos, aunque ese pensamiento neoliberal que lo justifica no encuentra la
legitimidad que encontró la norma social del empleo.

i) Los autores ven imposible volver a la norma anterior, lo que no quiere decir
que la opción neoliberal de remercantilizar el trabajo y la sociedad a través de
la desregulación del empleo sea la opción adecuada. No está claro el camino
alternativo a seguir, es algo pendiente en el pensamiento crítico europeo.

Condiciones de empleo y trabajo en España.


Segmentación de los mercados de trabajo.
Jóvenes y su transición al trabajo.

Bibliografía:
Martín Criado, Enrique 1998. Producir la Juventud, Madrid: Istmo: 144-146.
Prieto, Carlos 1994. Trabajadores y condiciones de trabajo. Madrid: HOAC.

Las condiciones de empleo en España se hayan divididas en segmentos sociales


jerarquizados. De los años 70 a los 80-90 España ha pasado de un orden económico y
laboral con una fuerte regulación estatal, a un orden con una más débil intervención
estatal. Las condiciones de empleo han constituido las condiciones de trabajo y con
ellas las condiciones de vida (Prieto 1994).
Con relación a la historia de las relaciones laborales en España desde el fin del
franquismo, durante la transición podemos afirmar lo siguiente (Martín Criado 1994):
La reestrucuración del mercado de trabajo en España nos remite a la crisis económica
de 1973 y a la transición política. La acumulación de capital en los 50 y 60 se había
desarrollado en el marco de un control político directo de la fuerza de trabajo
mediante los sindicatos verticales, además, se sigue una estrategia de fijación de la
fuerza de trabajo al puesto gracias a las estabilidad contractual. En los 70 es una
fórmula que falla cada vez más. Aumentan las movilizaciones obreras, hay crisis

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De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
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económica internacional y desciende la tasa de beneficios. En la transición se legalizan


los sindicatos de clase en un clima general de movilización. Crece la presión obrera en
torno al control del proceso de trabajo y de los salarios.
En este contexto los patrones consideran la reducción de costes laborales como
objetivo fundamental de sus políticas de empresa. Hay una legislación adversa, un
gobierno débil y una movilización obrera importante. Muchos adoptan la economía
sumergida, que crece en el periodo de 1973 a 1980.
La estrategia para la recuperación económica es doble: aumento de la productividad,
mecanización y aumento de ritmos de trabajo y disminución de los costes laborales.
Pero para llevarla a cabo se necesita que la otra parte -los obreros- tengan una débil
capacidad de negociación, por tanto hay que quebrarla. La generalizada estabilidad en
el empleo es, en este momento, un obstáculo para conseguir esta quiebra. Aquí jugará
un papel crucial la política estatal.

La intervención estatal: el marco de la “flexibilización laboral”.


Los Pactos de la Moncloa es la primera intervención del Estado para flexibilizar la
mano de obra. Aumentan las tasas de paro, siendo los jóvenes los más afectados,
para contrarrestarlo se toman medidas “excepcionales” de contratación temporal que
se convertirán en normales. Posteriormente, las modificaciones de la legislación
laboral van en el mismo sentido y siguen la misma dinámica: extender la
flexibilización del mercado laboral con la excusa de fomentar la contratación de
colectivos desfavorecidos, especialmente de los jóvenes. Esto es lo que ocurre con el
Estatuto de los Trabajadores de 1980, y con un Real Decreto de 1981 que aún amplia
más la contratación temporal, reglamentándola claramente como medida de “fomento
del empleo juvenil” y regulando los contratos en prácticas y de formación, con
importantes bonificaciones para los empleadores.
El avance definitivo hacia la flexibilización del mercado de trabajo se produce a partir
de la subida al poder del PSOE. Hasta entonces las medidas para liberalizar el
mercado habían entrado por la puerta trasera. Esto se debía a la fuerza de los
sindicatos, que eran protagonistas de la oposición al franquismo y durante la
transición se habían convertido en interlocutores sociales privilegiados. Sus propuestas
keynesianas para salir de la crisis tuvieron que ser aceptadas oficialmente, aunque a
la vez, los sindicatos hicieron muchas concesiones a las exigencias de la patronal: era
la política de concertación, destinada, según el discurso oficial, a asegurar la
estabilidad democrática y la reducción del paro.
El gobierno del PSOE, el primero con mayoría absoluta desde el inicio de la transición
convive con unos sindicatos que comienzan a debilitarse; en 1977 y 1978 las tasas de
sindicación son muy elevadas pero van descendiendo. Como principales factores
puede afirmarse que se pierden puestos de trabajo en los sectores con mayor
presencia sindical, hay una emergente segmentación del mercado de trabajo y se
multinacionaliza la economía. Las tasas de paro van en aumento y el PSOE emprende
una verdadera revolución liberal en la economía española. Se construye un nuevo
diagnóstico de la crisis económica que se impone hasta la actualidad: sus causas son
la subida de los precios de la energía y la “rigidez” del mercado de trabajo. En
consecuencia, la solución es la flexibilización y la liberalización de la economía y del
mercado de trabajo. Nace el concepto de “ajuste positivo”, unido a un fuerte discurso
antisindical -los sindicatos introducen “rigideces” en el mercado laboral- y a una
identificación de la lógica económica liberal como razón de Estado.
En el ámbito de la legislación laboral, el golpe definitivo a la estabilidad laboral lo
asesta la reforma del Estatuto de los Trabajadores (1984): se amplían las condiciones

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De las condiciones de trabajo a las condiciones de empleo
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para poder realizar contratos de formación y en prácticas, aumentando además las


bonificaciones a los empleadores. Y se extiende la contratación temporal a muchas
más situaciones que las recogidas por legislaciones anteriores; queda establecida y
legitimada como modalidad normal de contratación. Y además, ante despido
improcedente, decide la empresa.

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