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¿Qué espera Dios de la relación padres-hijos?

Efesios 6:1-4
Introducción:
Cuando Dios estaba creando el universo, puso especial cuidado en la familia. Desde siempre
ha estado en su corazón. Es una de sus preocupaciones. La obra redentora del Señor Jesús
también estuvo encaminada a proveer caminos de reconciliación y perdón entre los
integrantes del grupo familiar.
Por esta razón reviste especial significación la perspectiva que Dios tiene de la relación de los
padres con los hijos. Para comprenderlo, haremos inicialmente un breve análisis de aquello
que espera Dios en el esquema de trato de la pareja. Posteriormente miraremos el esquema
padres-hijos.
I.- Dios espera que haya armonía en las relaciones familiares (Génesis 2:24).
Cuando vamos a las Escrituras hallamos que el propósito original de Dios ha sido la unidad de
la familia. Dista mucho de la realidad que nos acompaña, en la que sinnúmero de hogares se
convirtieron en un infierno porque nadie se compromete a relacionarse bien con los demás.
La unidad familiar debe ocupar una de las principales ocupaciones y preocupaciones de todos
sus componentes. Es probable que ahora no haya concordancia entre unos y otros, pero es
posible cuando sometemos esa situación bajo la mano poderosa del Señor Jesucristo.
1.- El propósito original de Dios fue la unidad conyugal (Génesis 2:24).
La unidad conyugal involucra la lucha de los dos componentes por la búsqueda del bien
común, renunciando a sus intereses de obtener satisfacción personal. A partir del momento
en el que se concreta el matrimonio, son uno solo.
Por esta razón se desligan de sus padres y conforman el hogar. Definen metas conjuntas y
enfocan sus esfuerzos hacia su materialización. Asimismo, le otorgan a Dios el primer lugar.
2.- El propósito original de Dios fue la fidelidad y el respeto mutuo (Efesios 5:21-25).
Como cristianos y más como pareja, nos debemos respeto mutuo. Respeto entendido como el
hecho de que mis derechos terminan donde comienzan los de mi cónyuge. Respeto entendido
como la abierta posibilidad que tienen de expresar sus puntos de vista, sin ser sometidos bajo
coerción.
Si hay una buena relación en la pareja, tal disposición estará íntimamente ligada a una buena
relación con los hijos.
3.- El propósito original de Dios fue el perdón en los componentes de la pareja (Efesios
5:21-25).
Nadie puede odiarse asimismo, a menos que haya atravesado por un período traumático del
que no ha podido o no ha querido salir. Por esa razón no podemos odiar a nuestro cónyuge
que es uno con nosotros.
Es probable que haya identificado esta situación en su vida. Es hora de que pida la
intervención del Señor Jesucristo. El perdón es ineludible. Hay que hacerlo porque el propio
Hijo de Dios perdonó nuestros pecados en la cruz. Además, no podemos olvidar que aquél que
anida el rencor y el resentimiento en su corazón, se priva de vivir buenos momentos.
II.- Dios espera una relación amorosa y comprensiva de los padres para con los hijos
(Efesios 6:1-5).
Una mala relación con los hijos genera tensión personal, conyugal y se refleja en el trato con
los demás. Cualquier incidente, por mínimo que parezca, termina por afectarnos.
Los malentendidos y dificultades en el entorno familiar, alimentan el resentimiento de los
hijos y dejan huellas que muchas veces no se borran de sus vidas ni siquiera con el paso del
tiempo.
1.- El propósito original de Dios es la obediencia (Efesios 6:1).
Hablar de sujeción de los hijos hacia sus padres, es complejo en una sociedad como la
nuestra—indistintamente del país que sea—ya que prevalece la rebeldía.
No podemos enseñar y transmitir la sujeción si nosotros mismos como adultos no nos
sometemos ni a Dios ni a las autoridades terrenas. Un principio indiscutible para que el estar
sujetos tome forma en nuestros hijos es que nos sometamos al señorío de Jesucristo.
2.- El propósito original de Dios fue el respeto de los hijos hacia los padres (Efesios 6:2,
3).
El respeto no es otra cosa que reconocer su autoridad, amor y sacrificio por nosotros. No
podemos olvidar que ni siquiera todo el oro del mundo alcanzaría para pagar los desvelos,
sacrificios y entrega de nuestros padres. Es la actitud de agradecimiento que nos corresponde
como hijos.
3.- El propósito original de Dios fue el respeto de los padres hacia los hijos (Efesios 4:6).
Si respetamos a nuestros padres, es apenas previsible que haya correspondencia. Un hijo que
espera respeto de sus padres, debe obrar con ellos tal como desea que le traten.
Ahora, un padre respeta a su hijo en la medida en que lo valore y comprenda que –sin
importar su edad—es un ser que piensa, siente, sufre y disfruta cada instante de la vida.
Conclusión:
Reconocer los roles de cada uno, es esencial para que haya comprensión, armonía y
finalmente unidad en la familia. Cada cual es importante. No se puede menospreciar a los
hijos ni éstos a su vez, a sus padres. Unos y otros son los eslabones de una cadena. Es como el
engranaje de una máquina. Una sola rueda echa a perder el funcionamiento.
Lograr ser uno sólo será posible cuando se renuncie a los intereses personales y se le brinde el
primer lugar al Señor Jesucristo. Él debe reinar en la familia. Por su obra misericordiosa y de
intercesión ante el Padre, es posible zanjar las diferencias y llegar al sano y pleno
entendimiento.
Fernando Alexis Jiménez.

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