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LA POSICIÓN FANTASMÁTICA DEL OBSERVADOR DE UN GRUPO

LA PRESENCIA DEL OBSERVADOR

"El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta sombra en alguna parte."

Interrogándonos acerca de las razones de la presencia de un observador


en un grupo, hemos obtenido frecuentemente como respuesta: el deseo de
obtener más información y aún, en lo posible, una copia detallada y objetiva de
las reuniones.

Es difícil para un coordinador hacerlo solo. Está demasiado implicado y


con la imposibilidad concreta de transcribir lo que pasa.

El observador, aún si no puede captar el conjunto de los fenómenos del


grupo, presenta una doble ventaja sobre los aparatos: comprensión personal y
formación profesional.

La presencia de un observador modifica el campo de observación: éste


es un hecho bien conocido. La idea según la cual la interferencia del
observador va a desaparecer a medida que el grupo se acostumbre a su
presencia es una idea tan extendida como la anterior.

Es justamente este último punto el que cuestionamos aquí, lo que nos


lleva a plantear el problema de la "existencia" del observador, y conjuntamente
el de los fantasmas (fantasías) que su función despierta, o mejor aún, su
posición fantasmática en un grupo.

1. EL OBSERVADOR EN EL "PROCESO"

En cuanto a lo concerniente al rol, (rol observador), diremos que será


definido y delimitado por el "encuadre" que se utilice, es decir, por la forma de
su participación y el grado de la misma, así como el contenido de sus notas
derivarán del tipo de encuadre empleado.

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Nos parece útil dar acá una definición de "ENCUADRE". Es aquello que
no cambia, es lo que hace posible el mantenimiento y delimita la función del
observador; es decir, que su función, producto de un encuadre conocido y
controlable, deviene también conocido y controlable.

Pensamos que, habiendo planteado el problema de esta manera, las


conclusiones que podríamos sacar de las notas del observador y de las
crónicas de la sesión enriquecerán en mucho la comprensión de la dinámica de
los fenómenos de grupo. Pero este enriquecimiento estaría limitado si no lo
comprendiéramos como una parte del proceso general, es decir, de la situación
total del grupo. Con respecto a esto no debemos olvidar que el observador es
un elemento de una "gestalt", de un conjunto, de un equipo técnico.

El equipo técnico (coordinador y observador u observadores), recibe


ansiedadesde dos clases: a) ansiedades de parte del grupo, ya que el equipo
representaesencialmente una pareja, más precisamente la pareja parental, y
por lo tanto es sobre él (el equipo) que las fantasías arcaicas serán
proyectadas; b) ansiedades debidas a la gestalt que el propio equipo
constituyen dentro del encuadre, donde cumplen funciones determinadas.
Además, las personas del equipo están incluidas en la situación de la dinámica
grupal con todas sus características personales.

En síntesis, en nuestra opinión, tanto el coordinador como el observador,


de una manera aún más aguda que el coordinador, reciben las ansiedades más
primitivas, es decir, las más “psicóticas”.

Esta situación pone en evidencia la necesidad de usar un encuadre


perfectamente conocido y delimitado en la situación grupal. Sin embargo, en
cuanto a lo que concierne al análisis del rol observador, el conocimiento del
encuadre y de sus efectos, no agota la riqueza de los fenómenos producidos
por su inclusión.

Es decir, que el estudio de la función del observador en un grupo, no


puede ser encarado únicamente desde el punto de vista del encuadre o como

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siendo simplemente parte de éste, sino incluyendo al observador en la
situación grupal, es decir, en el proceso, en la dinámica, en el cambio.
Propondríamos, para un estudio exhaustivo de la función observador, un
análisis fundado sobre tres puntos diferentes y complementarios, a saber:

¿Qué es el observador?
Para el grupo;
Para el coordinador;
Para el observador, en tanto persona que mira.

Pero no haremos un análisis tan completo. Nos limitaremos en este


trabajo a los procesos que afectan la imagen del observador, y que han
conducido a la "teoría" imperante, según la cual la presencia del observador
conlleva a un acostumbramiento del grupo, y según la cual su presencia es
reducida a los elementos físicos del encuadre.

2. EL OBSERVADOR Y EL ENCUADRE

Recordamos que el encuadre es para nosotros: "Un no-proceso dentro


de cuyos límites el proceso se produce" (Bleger). Se incluye en esto, en el
encuadre mismo, la función del equipo técnico, el conjunto de factores espacio-
temporales y una parte de la técnica, todo esto representando las constantes.

El proceso, en cambio, pertenecería a las variables.

El conjunto (constantes y variables) constituirían la situación total (en


nuestro casoparticular, la situación grupal), es decir, el territorio donde se
manifiestan los fenómenos.

“Una de las características más importantes está vinculada a la


significación ambigua que toma la estructura del encuadre. Este sentido
ambiguo está en estrecha relación con el hecho de ser un no-proceso dentro
del proceso analítico”.

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Estas consideraciones nos llevan ahora a poner el acento en otro factor:
Partimos del hecho bien conocido de que el encuadre es explicitado claramente
al comienzo de toda experiencia grupal y que esta explicitación forma parte del
encuadre.

Además, sabemos que esto significa la formulación explícita de una


serie de reglas a cumplir: Horarios, número de sesiones, la presentación (aún si
no es formal) del equipo técnico, etc. El contenido de estas reglas dependerá
del marco de referencia teórico que se utilice (la ausencia de reglas significa
igualmente una regla).

El encuadre, explicitado al comienzo de las reuniones, devendrá al cabo


de un tiempo, más implícito, para borrarse aún más del campo de la
conciencia, de manera que su presencia se manifiesta solamente cuando falta.
He aquí un hecho corriente de observación que no concierne solamente a la
Psicología Clínica: el encuadre no se percibe sino cuando se quiebra; es su
carencia la que subraya su presencia anterior.

Pensamos que para que este proceso de implicitación se produzca, es


necesario que el encuadre sea, en cierta medida, negado. Szpilka en su trabajo
agrega:

"...Se utiliza este mecanismo de negación en diferentes grados, como un


intento de eliminar la constante percepción conciente de un estímulo sensorial
y afectivo e incorporarlo como presencia constante. Dicho de otro modo, como
una ausencia en un campo determinado... Es como una existencia inexistente.
Está ahí, siempre presente, pero como presente debe estar ausente, y del que
no se debe hablar. Tomar conciencia de su existencia permanente en el campo
destruye la ilusión, su existencia disociada y muda lo ayuda y ayuda al
proceso."

Si bien estos dos autores se refieren particularmente a la situación


analítica y la relación terapeuta-paciente, creemos que, si empleamos el mismo
marco teórico para referirnos a hechos vecinos, podremos extender estos

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conceptos a la situación grupal y de una manera más precisa a la situación de
un observador en un grupo.

LA AUSENCIA DEL OBSERVADOR

1. EL PROCESO DE IMPLICITACIÓN.

Como ya lo hemos señalado, la función del observador resulta del


encuadre y la especificidad de esta función está determinada por el mismo
encuadre. Que el observador esté presente o que no lo esté, que su rol sea
explicitado o no, de todas maneras, su imagen no se definirá sino
progresivamente. Es decir, que su función y su presencia no podrán
manifestarse sino andando.

Pero, recordamos que la presencia del observador, después de un cierto


periodo, estará sometida al mismo proceso de implicitación que afecta al
encuadre.

Esto se debe a los mismos mecanismos de negación.

Es por esta razón que estimamos que las consideraciones acerca del
acostumbramiento o de la adaptación a la presencia del observador o de su no
interferencia, no traducen de manera correcta la problemática de un observador
en un grupo, sino que corresponden a hechos parciales. Creemos que sería
más bien el funcionamiento de un proceso de implicitación el que se acerca
más a los hechos de cualquier otro proceso. En efecto, la ausencia de
referencias manifiestas hacia el observador no impide encontrar una amplia
gama de alusiones a nivel simbólico.

A título de ejemplo podemos citar el caso de un grupo compuesto por


ocho integrantes, un coordinador y un observador no participante, que no
cuestionó la presencia del observador durante el desarrollo de las primeras
cinco sesiones.

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En la sexta sesión, el tema fue el de los sexos y las parejas del grupo. El
coordinador mencionó en esta oportunidad el hecho de que los integrantes
estaban hablando también de la pareja coordinador-observador. En la séptima
sesión el tema fue retomado a propósito de la dificultad de establecer un
equilibrio entre los sexos (la pareja coordinador-observador era del mismo
sexo), ello a causa del número de integrantes.

Esta idea fue retomada con muy ligeras modificaciones durante algunos
minutos, justo en el momento en que el coordinador introdujo el décimo
integrante (evocando así al observador).

En ese momento las opiniones se dividieron en:


a) "Aún si no participa es uno entre nosotros”.
b) "Es como si no existiera. Es como un grabador que registra".
c) "Es peor aún, es un grabador que piensa".

En este ejemplo se ve claramente una fantasía de exclusión total


("Somos 9"); una fantasía de cosificación (tiene existencia, pero como objeto), y
finalmente, la aceptación de su presencia pero definiéndola esencialmente
como un perseguidor ("Es peor aún").

La emergencia de estas fantasías (si se las toma en el contexto grupal)


nos ofrece indicadores sobre la naturaleza de la captación inconciente del
observador por los miembros del grupo. Estos indicadores han devenido
particularmente visibles después de las intervenciones del coordinador, que
introdujo al observador en el nivel manifiesto. Se habría podido decir justo en
ese momento que el observador había sido "olvidado" y que no interfería en la
dinámica grupal.

Las referencias a nivel simbólico se producen más específicamente


luego del periodo inicial, durante el cual se explicitan más las características
persecutorias del observador ya que concuerdan con la estructura global de la
situación.

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Pensamos que el paralelo entre el observador y el encuadre se justifica
no sólo porque algunas de sus funciones prescriptas son equivalentes, sino
porque la situación global testimonia de esta asimilación encuadre-observador.
Esta asimilación a nivel de las fantasías, la hemos encontrado no sólo entre los
integrantes sino también en los equipos.

Además, subrayamos la importancia de estos hechos, porque creemos


que la no consideración de este proceso de implicitación-negación de la función
observador es lo que arrastra la misma interpretación en relación a la ausencia
de comentarios sobre el observador y en relación a la ausencia de relación
dinámica en lo que concierne a su función.

2. LA REDUCCIÓN DEL OBSERVADOR AL ENCUADRE

La presencia de un observador en un grupo remite también a la


dificultad, existente de manera general en toda ciencia humana, de hacer
experiencias controladas y observaciones objetivas. "Nada mejor que insistir
aquí en que el problema de la observación directa en las ciencias humanas y
aquél estrechamente vinculado de la opción realista no son problemas nuevos.
Pero su extrema dificultad se debe a que se plantean periódicamente, cada vez
que un método falla y cada vez que se hace necesario integrar un hecho nuevo
a los conocimientos adquiridos. Se trata entonces de un problema imposible de
solucionar de una vez y para siempre.

En este sentido, el empleo de aparatos (por ejemplo, un grabador), para


obtener un registro, una reproducción literal, presenta también problemas
relacionados.

Estos instrumentos ponen en evidencia, por ejemplo, la importancia que


tienen para el coordinador, las tareas de investigación y observación. Ponen
también en evidencia la necesidad de una reflexión posterior a las sesiones,
acerca de las intervenciones de los integrantes. Esta necesidad está encarnada
en un objeto cargado, las más de las veces, de características persecutorias. El
acuerdo previo del grupo para su empleo, y la actitud del coordinador harán

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posible, sin embargo, la disminución o desaparición del elemento persecutorio
y pueden constituir las premisas morales y técnicas para su empleo.

Se puede hacer el mismo tipo de consideraciones sobre el observador


que sobre el grabador. Ambos producirán la misma clase de interferencia y en
ambos casos (observador y grabador) la actitud del coordinador (y del
observador) puede neutralizar las ansiedades desencadenadas en principio.
Sin embargo, la principal ventaja del observador sobre el grabador es la de
proveer un punto de vista diferente, personal y frecuentemente clarificante.

Somos conscientes de la importancia que puede tener una grabación


para el recuerdo del desarrollo "formal" de una sesión.

Pero la evaluación o la interpretación a través de esta grabación nos


introduce en un nuevo problema que es más agudo que las dificultades
“materiales" que pueden manifestarse en la anotación de este tipo de
experiencias.

Bion ha dicho que él presentaba las descripciones de experiencias


emocionales de una manera estilizada. Este autor nos señala también que para
él "estilizada" quiere decir concientemente sofisticada.

Agrega que la sofisticación que se introduce a través de este método de


presentación es considerablemente menor que la falsificación producida por
cualquier otro método. Bion incluye en estos últimos al registro mecánico. Estos
métodos tienen la verdad que pertenece a la fotografía, pero la grabación, a
pesar de la exactitud aparente de su resultado, ya ha creado la falsificación.

Podría existir un buen fotógrafo del origen de la verdad. Pero no podrá


ser un buen fotógrafo de un origen ya contaminado por su presencia y sus
aparatos. En todo caso, el problema de la interpretación y de la intención del
fotógrafo y de la fotografía no estaría resuelto. La falsificación por medio de la
grabación sería, para Bion, aún peor, pues daría un aspecto verosímil a aquello
que ya ha sido falsificado.

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Pero regresemos al problema del observador.

Así es igualmente interesante advertir el lugar que se asigna al


observador en el grupo. El hecho de relegar sin decirlo al o los observadores
fuera del perímetro, es habitual. Se lo coloca, a veces, cerca de los rincones,
para lograr una cierta semejanza con la posición de los micrófonos.

Esto impone, a priori, la posibilidad (a nivel de la fantasía) de reducir al


observador a los elementos físicos del encuadre, haciendo abstracción tanto de
la implicación personal del observador como de la respuesta emocional de los
participantes ante su presencia. Desde esta óptica habría una doble
determinación de la función observador ante el encuadre.

Por una parte, esta función no es sino una parte del encuadre; ella está
reducida a ese encuadre. Paralelamente, el coordinador y el grupo, estarán
verdaderamente inmersos en el "proceso" sólo si comprenden este concepto.
Creemos que el coordinador delega en el observador implícitamente o quizás
en el plano de las fantasías, la posibilidad de esta "búsqueda visual". Así, la
inserción del observador puede representar una defensa para el coordinador,
dándole la posibilidad de compartir las proyecciones masivas del grupo.

No dudamos que los buenos observadores se hacen "olvidar" por los


grupos, pero esto es diferente del proceso de implicitación ya tratado, pues
"llamar la atención de los integrantes" es justamente, la ruptura del encuadre.
Dicho de otra manera, el mantenimiento del encuadre conlleva el respeto de
ciertas reglas de abstinencia, entre las cuales aparece el buen ejercicio de la
función. Pero hay una distancia entre "hacernos olvidar" (es decir, el ejercicio
de la función no participante), y la fantasía que encontramos frecuentemente:
"En un tiempo el observador se hará olvidar, se va a transformar en otro
mueble, en una parte del decorado".

Esto significa también: "Mediante la negación lo haremos desaparecer


aún si permanece". Va a ser una existencia inexistente. Nos encontramos aquí,
una vez más, con el clivaje de la implicación de la función observador y su

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frecuente "cosificación" en las comparaciones: grabador, máquina de escribir,
aparato fotográfico, cámara de filmación o TV, etc., manifestadas tanto por el
coordinador como por los participantes de los grupos.

Se puede ver aquí el mismo proceso de negación mencionado


anteriormente, es decir, los mecanismos esquizo-paranoides, que hemos
hallado durante el periodo inicial de inclusión del observador en el grupo.

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