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UNIVERSIDAD PARTICULAR DE CHICLAYO

FACULTAD CIENCIAS DE LA SALUD


ESCUELA DE PSICOLOGIA

ASIGNATURA:
TERAPIA PSICODINÁMICA

TEMA: grupo2
 METAS PSICOLÓGICAS DE LA INTERPRETACIÓN PSICODINÁMICA
 FUNDAMENTAR COMO RECONOCER Y DIFERENCIAR
INTERPRETAIONES AL INICIO Y FINAL DE LA ENTREVISTA
 ESTILOS INTERPRETATIVOS DE LOS DIFERENTES TIPOS DE
PACIENTES
 CUANDO ANALIZAR Y QUE MOMENTOS INTERPRETAR EN LOS
DIFERENTES PACIENTES

DOCENTE:
RIOJAS VALLEJOS JANET

ALUMNA:
ARRIETA GUEVARA MELISSA ELIANA
CONTRERAS GABRIELLI MARIA XIMENA RENE
CUEVA MONSALVE FIORELA LISSET
GARCIA SILVA MARLYN ALINA
LINGÁN MASABEL CLARA GUADALUPE

CICLO: X
Metas psicológicas de la interpretación psicodinámica: Como reconocer y
diferenciar interpretaciones al inicio y final de la entrevista.

En lo que concierne a las metas terapéuticas de psicoterapia psicoanalítica, se postulan


en términos de hacer consciente lo inconsciente (fórmula topográfica), ampliar el territorio
del Yo o más autonomía del Yo (fórmula estructural) y conseguir la distinción entre Yo y
objeto, es decir, salir de una relación simbiótica o fusional (fórmula objetal).
Estos planteamientos condensados como son, implican fortalecimiento de la
complementación del principio del displacer-placer con el de la realidad, aumento de
la genitalidad y de la capacidad de sublimación, disminución de la represión con la
consiguiente liberación de energías que se destinan a trabajar, crear o amar. La distinción
entre Yo y objeto supone la aceptación de los demás seres humanos dotados de una vida
propia (alteridad) e independiente del sí mismo, lo cual, a su vez, implica el cuidado
depresivo por el objeto.
No necesariamente se busca aplastar el narcisismo; más bien se intenta reemplazar el
narcisismo ciegamente egoísta por un enriquecimiento de las estructuras narcisistas del
Yo, ligado a las fuentes básicas de autoestima, y en el cual el dar a los objetos constituye
en sí mismo una situación de goce sopesado, así implique un cierto grado de renuncia.
Las fórmulas anteriormente expuestas se reflejan también en un aumento de la tolerancia
a las frustraciones de la vida; aceptación de las propias limitaciones, pero también
desarrollo de las potencialidades; enrique-cimiento de la capacidad de fantasía;
disminución de la rebeldía incontrolada y también el conformismo exagerado; ampliación
del horizonte vital global.
El tercer paso del análisis es la interpretación. Interpretar significa hacer consciente un
fenómeno inconsciente. Más exactamente, significa hacer consciente el significado, el
origen, la historia, el modo o la causa inconsciente de un suceso psíquico dado. Esto por
lo general requiere más de una intervención. El analista emplea su propio inconsciente, su
empatía e intuición, así como sus conocimientos teóricos, para llegar a una interpretación.
Al interpretar vamos más allá de lo directamente observable y atribuimos significado y
causalidad a un fenómeno psicológico. Necesitamos ver las reacciones del paciente para
poder determinar la validez que merece nuestra interpretación.

INTERPRETACIONES Y SUS PRINCIPIOS


La interpretación constituye la herramienta de trabajo más importante de la comunicación
psicoanalítica. La interpretación es la comunicación verbal explicitada que el psicoanalista
hace al paciente de la comprensión procesada de los contenidos inconscientes de éste,
con el objetivo de ayudarlo a hacer consciente lo inconsciente.
En la interpretación se culminan los efectos de los contenidos del paciente, del encuadre y
de la relación y la comprensión transferencia-contratransferencia.
Tiene, por una parte, una consecuencia inmediata, en el sentido de un aumento
moderado de la comprensión, pero efectos múltiples en lo que se refiere a su asimilación
paulatina por parte del paciente, así éste parezca ignorarla (aun rechazarla) inicialmente.
La interpretación es el instrumento de la comprensión. Toda interpretación puede iniciarse
diciendo “Comprendo…”, “Comprendo que usted…”, “Comprendo por qué usted…”.
Puede hacer referencia a lo que el paciente experimenta o ha experimentado, decir por
qué se comporta de determinada manera, enunciar en forma articulada sus experiencias y
acciones, y explicarlas.
Toda interpretación tiene dos variables centrales: formulación y oportunidad (timina)
(el qué y el cuándo de aquella). Intervienen también una serie de consideraciones
relacionadas con el cómo: en qué medida, con qué profundidad, etc. Otro factor es por
qué elaborar una interpretación.
Los principios rectores (guías) de toda buena interpretación son:
1. Profundidad.
La profundidad de la interpretación se regula según la fase del proceso terapéutico y
según el paciente.
De todos modos, como principio, la interpretación debe ir de lo más superficial hacia lo
más profundo, y muy progresivamente. Una interpretación “profunda” puede resultar
simplemente incomprensible por un paciente. En consecuencia, debemos cerciorarnos,
antes y después de formular una interpretación, de que el paciente comprende lo que se
le dice.
Hay pacientes que no se atreven a decir “No comprendo” por temor a perturbar a su
propia imagen, también está el que dice “No comprendo” como defensa; si bien
comprende perfectamente pero desea evitar las implicaciones de la interpretación en sí o
del hecho de haberla aceptado. Una inmediata reacción del paciente ante una
interpretación no puede tomarse necesariamente como criterio de validez o invalidez.
Una interpretación se formula en términos que el paciente pueda comprender. No debe
ser demasiado ajeno a su Yo; ni tampoco debe resultarle inaceptable, ultrajante o
contraria a la imagen principal que tiene de sí. Por ejemplo, a una mujer que tenga como
único orgullo de ser una buena madre, pero usted se da cuenta que es una madre
sobreprotectora, no se debe interpretar, de una vez, que está ocultando su agresividad.
El grado óptimo de profundidad de una interpretación es aquello que el paciente
posiblemente ya conoce en un nivel preconsciente; de una manera que lo único que hace
el analista es permitirle tomar plena conciencia de determinada idea, ubicar sus
emociones, conocimientos o experiencias en un plano mental diferente.
La profundidad es también algo relativo, depende del paciente. Por lo tanto, siempre es
preciso tener cierta idea del nivel en que el sujeto funciona, nivel que varía de un paciente
al otro, y de un momento a otro para el mismo paciente.
Al respecto, una manera útil de trabajar con el concepto de profundidad es tratar de
ahondar en el nivel en que funciona el paciente, lo cual por lo común debe efectuarse en
forma gradual.
2. Simplicidad
Cuando más simple una interpretación, mejor es. Toda buena interpretación se
caracteriza por su simplicidad; enfoca con claridad el tema; explica solo aquello que, por
el momento, resulta necesario, y no va más allá. Va al centro mismo de la cuestión, y no
se enreda en disquisiciones al margen.
Entre las interpretaciones más eficaces se cuentan las más concisas y directas.
Formuladas en el momento oportuno, interpretaciones como las siguientes pueden ejercer
un efecto considerable, permitiendo al paciente descargar emociones bloqueadas y
brindar nuevas comprensiones.
“Creo que todavía llora la muerte de su padre”.
“Usted amaba mucho a su madre, ¿no?”.
“Usted, entonces, cree estar realmente loco”.
“Creo que durante toda su vida usted sintió que las cosas no eran justas”.
La elección del momento oportuno para formular una interpretación reviste importancia
crítica. La función de este tipo de interpretaciones es enunciar con claridad una idea que
es ya preconsciente, o permitir el surgimiento de una emoción que está cercana a
manifestarse.

3. Ofrecimiento
Hay que ofrecer la interpretación en lugar de imponer.
Si introducimos la interpretación anunciando: “Me pregunto qué le parece la posibilidad de
que…”, es posible formularla de manera tal que el paciente ejerza cierto grado de
actividad con respecto a ella, exhortarlo a que así lo haga.
Se lo invita a considerar la idea, a aceptarla o rechazarla y, en términos ideales, a sopesar
su importancia y validez.
Una vez ofrecida la interpretación, esta pertenece al paciente, quien es libre de hacer con
ella lo que le plazca. No debe ser castigado si rechaza o ignora la interpretación, ni
recompensado por aceptarla y usarla.
Toda interpretación es formulada, hasta cierto punto, de modo tentativo o probable, o sea
como una hipótesis. No podemos estar seguros de que una interpretación sea válida, y no
hay motivos para ocultar nuestra incertidumbre.
Al respecto, podemos decir: “Creo probable que…” o “Me parece posible que…” o,
incluso, “No estoy muy seguro, pero me pregunto si no será factible que…”.

4. Utilidad
¿Resultará útil la interpretación que voy a hacer? O ¿Es necesaria mi intervención para
restablecer o facilitar la participación del paciente en la labor terapéutica?
La esencia del proceso terapéutica consiste, fundamentalmente, en que el paciente
exprese, examine y transmita los contenidos de su mente; que reflexione, se haga
preguntas, permita que entren en juego recuerdos y reminiscencias, enfoque su
experiencia de forma nueva, tome conciencia de sus afectos e impulsos que le mueven,
explore y examine su realidad interna (psicológica) y externa, y logre comprender. De ahí
que la función del terapeuta es iniciar, facilitar y mantener en marcha este proceso.
El fin que se persigue en la terapia es permitir que el paciente hable tan abierta y
libremente como pueda, y que experimente a sí mismo de manera tan plena y auténtica
como sea capaz; que el paciente adopte un papel activo, que alcance una comprensión
activa de los hechos, que ejerza y refuerce activamente su función analítica y su función
de síntesis, y por su intermedio pueda ejercer el debido control de sí mismo y de los
hechos y lograr cada vez más libertad. Todo lo anterior es la respuesta básica de por qué
el terapeuta debe hablar (cuándo, qué y cómo).
La elección de momento oportuno (cuándo) para intervenir depende, principalmente, de la
disposición del paciente para comprender y aprehender. Los elementos básicos que
deben tenerse en cuenta son su condición mental y afectiva, las características de su
transferencia y defensas.
Se puede dejar también que un paciente llega por sí mismo a una nueva comprensión, en
lugar de recibirla pasivamente del analista. Si lo logra, entonces el descubrimiento
resultará más significativo y más eficaz.
Es también preciso que el paciente quien realice la gran parte de la terapia. Se entiende
que usted le acompaña e interviene cuando sea necesario. No olvidemos que cada vez
que el terapeuta interviene no hace más que orientar el discurso del paciente en un
sentido determinado.
De otra parte, no hay que preocuparse demasiado por suministrar una interpretación
enteramente correcta. A nadie le gusta equivocarse, sin embargo existen evidencias que
aun interpretaciones equivocadas producen efectos positivos en el paciente. Estos efectos
se producen por la disminución de idealización inicial del analista y la comprensión
progresiva que el analista no es omnisciente y que va conociendo, comprendiendo y
construyendo las “verdades” del paciente, al mismo tiempo que el paciente.

5. OTROS PRINCIPIOS DE INTERPRETACIONES


5.1. La terapia psicoanalítica evoluciona de la interpretación de contenidos a la de
resistencias y hacia la comprensión del carácter. No obstante, la interpretación debe
contemplar los aspectos de defensa y de lo defendido.
5.2. Las interpretaciones en transferencia-contratransferencia (aquí y ahora) son
generalmente más acertadas y tienen mayores efectos terapéuticos que las extra-
transferenciales (lo que ocurre al paciente en sus relaciones actuales con otras personas).
Las construcciones del pasado infantil del paciente (allí y entonces, realidad psicológica
de su historia) – siempre con un grado alto de incertidumbre – pueden ayudar al paciente
a comprender el porqué de sus trastornos y de su personalidad en general (carácter).
5.3. La interpretación debe hacerse en un lenguaje simple, desprovisto de tecnicismos y
en la medida de lo posible utilizar las mismas palabras del paciente, vale decir usar el
mismo lenguaje descriptivo, pero concebido en un nivel metapsicológico diferente. El
terapeuta construye progresivamente un lenguaje más común con cada paciente, y
precisando con frecuencia los sentidos más precisos de conceptos con cada paciente.
5.4. Hacer consciente lo inconsciente entraña cada vez una herida narcisística (dolor) y
una micro- crisis de la personalidad que requiere una reorganización. Para poder hacer
frente a estos sufrimientos es muy importante señalar e interpretar, no solamente las
defensas fallidos, sino también las partes sanas y positivas del paciente; sus
adaptaciones exitosas y los esfuerzos que hace para mejorarse y mejorar su entorno.
5.5. Los sueños se consideran aún, tal y como lo decía Freud, la “vía regia” de acceso al
inconsciente; sin embargo, en la actualidad es más bien raro que se dediquen sesiones
enteras a interpretar un sueño. Se les considera una asociación más en el curso de una
sesión, pero constituyen el contenido más cercano al inconsciente y proporcionan el
núcleo básico de la interpretación.
5.6. La validación de la interpretación se busca a través de sus efectos. El “sí” o el “no” del
paciente es relativo. Entre los criterios de validación se incluyen: que el paciente responda
con una risa o tristeza, con recuerdos infantiles, recuerdo de que le está pasando lo
mismo con otra persona, posteriormente con sueños relacionadas. Se pueden sintetizar
estos elementos bajo el hecho común de que la interpretación exitosa abre nuevos
caminos asociativos.
5.7. Para la interpretación, dentro de los cientos de palabras y contenidos que el paciente
trae en el curso de una sesión, se busca el punto de emergencia (o punto de urgencia)
para intentar mostrar al analizando las ansiedades que constituyen los motivos para las
defensas transferenciales.
5.8. El terapeuta debe evitar en la medida de lo posible contra-actuaciones con su
paciente, o no seguir actuando. Es decir que cada paciente intenta inconscientemente
(identificación proyectiva) que el analista sea como su madre, su padre, su profesor, hada
madrina, juez, verdugo, etc., y el analista puede tener inconscientemente la contra-
identificación proyectiva, vale decir, identificarse con la personalidad y la función
proyectadas y tener tendencia a realizarla.
5.9. El analista tiene que tener muy claro su sistema de valores para no tratar de imbuirlos
al paciente, que tiene derecho a encontrar los suyos propios. La identificación del paciente
no se refiere a asemejarse al analista sino a la introyección de una función de análisis que
aumenta la capacidad reflexiva del Yo y que, antes de cualquier otra consideración, debe
ser auténtica.
5.10. La interpretación abre el camino para la elaboración. Debe hacerlo sobre todo el
paciente. El señalamiento topográfico de un hecho psíquico que el paciente acepta no
basta, puesto que las defensas inconscientes del Yo se encargan de impedir que se
manifiesten en la esfera de los cambios reales; de allí la necesidad de elaboración,
proceso continuo de integración y vencimiento de defensas.
Al paciente es menester mostrarle, una y otra vez, en diferentes contextos, la forma cómo
actúa, lo que teme, lo que desea, si posible en la transferencia-contratransferencia, hasta
que el proceso de introspección integre el conocimiento intelectual y la vivencia emocional
en un conjunto de cambios estables.

6. A EVITAR
Anotaré en lo siguiente algunas actitudes para evitar en el terapeuta, aunque la lista
puede ser mucho más larga en la realidad de las situaciones del tratamiento.

 Las conexiones
El tipo de interpretación favorito del terapeuta neófito es aquella que le permite establecer
conexiones:
“Creo que hay cierta relación entre el resentimiento que le provoca su esposa y el que le
provoca su madre”.
“Creo que lo que dice ahora tiene relación con lo que estaba diciendo al comienzo de la
sesión”.
Estas conexiones no explican las acciones y los sentimientos en cuestión, y además
habitualmente promueven la intelectualización.

 La adopción de una actitud didáctica, de maestro y de sermón


Se puede adoptar la actitud didáctica, sin darse cuenta, explicando las defensas al
paciente en lugar de interpretar.
“A veces nuestras emociones nos resultan difíciles de tolerar, y entonces buscamos
explicarlas, con el fin de aliviar esa sensación”.
Estas y otras “lecciones” similares cumplen el fin de tranquilizar al paciente, asegurarle
que su conducta es natural y normal. Estas actitud de sermón, explicación o de maestro
se puede adoptar únicamente en circunstancias excepcionales que el paciente necesita
tranquilizarse ante eventos externos “violentos” que le produjeron una conmoción.

 El consejo implícito en la interpretación


Con frecuencia los pacientes encuentran o buscan consejos implícitos dentro de las
interpretaciones. Señalarle al paciente, por ejemplo, que se está portando cruel con su
hermano, tal vez equivalga a aconsejarle que no deba seguir con esta actitud, en
particular si él mismo no había reconocido su crueldad.
En casos que el terapeuta sospecha que un paciente saca consejos de las
interpretaciones, debe aclarar la situación.
El terapeuta debe evitar los juicios de valor moral (bueno-malo) sobre actitudes de su
paciente. El terapeuta explica las razones conscientes e inconscientes de sus
motivaciones. Pero, si la conducta de su paciente viola de manera inadmisible la ética del
terapeuta, y sí él cree necesario, entonces puede interrumpir el tratamiento.
Decir “Esta acción, intencional o no, lo llevará por el camino de la autodestrucción”
equivale a afirmar “Esta acción es perjudicial para usted”, y no implica una valoración
moral vigente.

 La crítica implícita en la interpretación


En cierto sentido, toda interpretación entraña una crítica. Las críticas constructivas
pueden también provocar heridas, aunque su objetivo sea la simple clarificación. Conocer
las propias verdades es doloroso. El tratamiento psicoanalítico implica cierta capacidad de
aguantar estos tipos de dolores, con el fin de sufrir menos y vivir mejor posteriormente.
Hay que prestar suma atención a las reacciones del paciente ante toda crítica implícita en
la interpretación, sobre todo en las etapas iniciales del tratamiento. Resulta muy útil
decirle, después de proponerle una interpretación: “Creo que está viendo en mis
observaciones una suerte de crítica a su persona, como si estuviera juzgándolo,
acusándolo de ser una persona indigna (o cruel, egoísta, poco realista o lo que fuera)”.
Tal vez será útil este momento recordarle al paciente la función del terapeuta: su objetivo
principal es lograr comprender, y ayudar al paciente a comprenderse mejor.

 La interpretación de la resistencia

Cuando la resistencia es ya demostrable y clara, estamos listos para interpretar los


determinantes inconscientes. Significa esto que tratamos de descubrir los impulsos
instintuales ocultos, las fantasías o los recuerdos responsables de la resistencia. Es
costumbre designar con el nombre de “contenido” los impulsos inconscientes reprimidos o
fantasías o recuerdos abandonados que determinan un hecho psíquico dado. El contenido
manifiesto de los sueños de angustia muestra, en general, el temor de descubrir algunos
impulsos inconscientes prohibidos.
Al finalizar el motivo de una resistencia intentaremos explorar el contenido causante del
afecto doloroso que ocasionó la resistencia (por ejemplo la resistencia de hablar del sexo
puede tener motivos, modos e impulsos inconscientes diferentes para cada persona).
A veces, el contenido puede revelarse en la sesión antes de que estemos al tanto del
afecto. Nuestra tarea consiste entonces en proseguir el contenido de la resistencia que, si
tenemos éxito, iluminará el afecto. Empezamos con el material que tenemos a mano y de
ahí pasamos a buscar lo que falta: procedemos de lo conocido a lo desconocido.
Al descubrir el afecto o hecho específico que desencadenó la resistencia, uno va de la
resistencia a la historia de este acontecimiento, afecto o fantaseo particulares en la vida
del paciente. Porque las resistencias que se producen en el análisis son una repetición de
los hechos que ocurrieron antes en la vida del paciente.
A veces, al tratar de analizar una resistencia, no es el rumbo de exploración más
prometedor el afecto, el impulso ni el suceso causativo (sea el motivo). Puede ser que el
modo de resistencia, el método o los medios de resistencia, ofrezcan el camino más
fructífero para la investigación.
Tal puede ser el caso si el modo de resistencia se repite con frecuencia, quizás nos
hallamos con un rasgo de carácter. Si el modo de resistencia es extraño y “no
corresponde al carácter” del paciente, suele ser un acto sintomático y por lo general más
fácilmente accesible al Yo razonable del paciente.
Para analizar el modo de resistencia, ante todo tenemos que lograr que el paciente
reconozca que determinado tipo de comportamiento es una resistencia. Esto puede ser
sencillo o muy difícil, según sea la actividad egisintónica o ajena al Yo. Cuanto más
coherente, adaptativa y feliz parece una actividad al paciente, más difícil será persuadirle
de que esa actividad es una resistencia (como las actitudes que una sociedad considera
como ideal del Yo, limpieza, rituales, etc.).
La situación es más difícil cuando los factores de la realidad se mezclan con las
resistencias inconscientes del paciente. Podemos dar como ejemplo, una persona que fue
atracada dos veces en una ciudad grande y ya no quiere salir de su casa los fines de
semana, o que tiene miedo continuo de que le roban su casa (efectivamente robaron los
apartamientos de dos personas conocidas suyas). De todos modos, siempre que los
factores de la realidad componen una resistencia, hay que reconocer debidamente esos
factores. Si no se hace así, el paciente se aferrará tanto más tercamente al elemento de
realidad de la resistencia y pasará el tiempo tratando de convencer al analista de la lógica
de su argumentación.
Una vez ha reconocido el paciente su comportamiento como resistencia, nuestra siguiente
tarea es la aclaración o clarificación. Buscamos entonces la pauta de comportamiento
fuera del análisis y a continuación perseguimos la historia y el objetivo de esa actividad.
¿Qué ocurrió en la vida del paciente que le hizo adoptar ese modo de resistencia?
Hay personas “intelectuales” o “científicas” que no quieren involucrarse emocionalmente
en la terapia considerando las emociones como debilidad o pérdida de control. A veces, la
persona no quiere cambiar en lo esencial y quiere seguir emocionalmente inconmovible.
Sin embargo, con paciencia y tiempo pueden ocurrir los cambios.
Si recapitulamos los procedimientos generales en el análisis de la resistencia podremos
delinearlos del modo siguiente:
1- Reconocer la resistencia.
2- Señalar la resistencia al paciente (confrontación).
a) Hacer que la resistencia se vuelva demostrable esperando que se den varios
casos.
b) Intervenir de modo que se incremente la resistencia; contribuir a que se haga
demostrable.
3- Aclarar los motivos y modos de la resistencia.
a) ¿Qué afecto doloroso específico hace resistente al paciente?

b) ¿Qué impulso instintual concreto ocasiona el afecto doloroso en este momento?


c) ¿Qué método y modo emplea exactamente el paciente para manifestar su
resistencia?

4- Interpretar la resistencia.
a) ¿Qué fantasías o recuerdos ocasionan los afectos e impulsos en que se
sustenta la resistencia?
b) Perseguir la historia y los fines inconscientes de estos afectos, impulsos o
acontecimientos dentro y fuera del análisis, y en el pasado.
5- Interpretar el modo de resistencia.
a) Perseguir éste y otros modos de actividad semejantes dentro y fuera del análisis.
b) Trazar la historia y los fines inconscientes de esta actividad en el presente y el
pasado del paciente.
6- Translaboración o elaboración.
Repeticiones y elaboraciones de los pasos 4a y 4b, y 5a y 5b.

Importa comprender que sólo un pequeño fragmento de esta labor puede realizarse en
una sesión dada, no hay que traumatizar el paciente, no interpretar las resistencias
prematuramente. El paciente debe tener la oportunidad de sentir las resistencias, de
convencerse de su fuerza y su tenacidad.
Los pasos y el orden que siguen varían según la sesión o el paciente. Uno puede seguir
sólo el camino que parece más prometedor en la exploración en un momento dado. Hay
que estar siempre atento y dispuesto a cambiar de enfoque, o a seguir con él sí parece
adecuado.
Debe haber una alianza de trabajo presente o evocable antes de embarcarse en el
análisis profundo de la resistencia. Es condición sine qua non de la interpretación.
Finalmente, conviene comprender que por muy diestra y acertadamente que labore uno
con las resistencias, éstas retornarán. La resistencia se hallará, además, a cada paso, en
cada aspecto, en cada sesión del análisis, hasta que éste termine.
Es necesaria la translaboración para que una resistencia dada pierda su patogénesis. El
análisis de resistencias no es un rodeo sino una parte vital y necesaria de todo análisis.
ESTILO INTERPRETATIVO DE LOS DIFERENTES TIPOS DE PACIENTES

Psicoterapia de los trastornos de la personalidad del grupo A: paranoide, esquizoide y


esquizotípico

 Trastornos de la personalidad paranoide

El pensamiento paranoide no es en sí mismo patológico. La posición esquizoparanoide


es un modo básico de experiencia organizativa que persiste en la psiquis humana a
través del ciclo vital. Los pensamientos y sentimientos desagradables o peligrosos son
escindidos, proyectados fuera y atribuidos a otros. El TP paranoide no es un estado
transitorio de crecimiento: implica un estilo de pensamiento, de sentimientos y de
relación con los otros que es extraordinariamente rígido e invariable.
Como en la mayoría de los TP, los rasgos clave del paranoide son egosintónicos. Son
los familiares, amigos o compañeros de trabajo quienes empujan a los individuos a
buscar tratamiento. Su estilo de pensamiento se caracteriza por una búsqueda de
significados ocultos, de claves para descubrir la verdad detrás de la cara de una
situación. Lo obvio, superficial o aparente enmascara la realidad. Esta búsqueda implica
un estado de hiperatención intensa que lleva aparejada una incapacidad para relajarse.
También, se exhibe una falta de flexibilidad, dado que ni el más persuasivo de los
argumentos impacta en las creencias del paranoico. El pensamiento no es delirante. No
hay una distorsión de la realidad, sino del significado de la realidad aparente.
Dos de los mecanismos clave de defensa en este TP son la proyección y la identificación
proyectiva. En un plano profundo, el paranoico se siente inferior, débil e ineficaz. Así, la
grandiosidad o el sentido de ser especial, frecuente en estos pacientes, se puede
entender como una defensa compensatoria de los sentimientos de inferioridad. Están
muy preocupados por la humillación procedente de figuras de autoridad, y perciben
como si su autonomía estuviese amenazada. Sienten que cualquiera que se acerca a
ellos intenta secretamente sacar partido. Gracias al conocimiento de que la baja
autoestima crea la necesidad de ver faltas en los otros, los terapeutas pueden tener
empatía con el punto de vista del paciente y buscar sugerencias sobre cómo hacer el
tratamiento más productivo.
Por su suspicacia, los paranoicos son reacios a la psicoterapia de grupo. La mayoría
acude a tratarse por alguna presión externa y desconfían de cualquiera.
Por ello, el primer paso en la psicoterapia debería ser la construcción de una alianza
terapéutica; no obstante, este proceso presenta dificultades debido a la tendencia del
paciente a evocar respuestas defensivas.
De esta manera, el terapeuta es tratado como un objeto malo, persecutorio, por lo que
se siente inducido a defenderse, con lo que suele terminar dando una interpretación que
intenta forzar que la proyección vuelva al paciente. Entonces el paranoico responde
sintiéndose atacado, incomprendido y decepcionado.
Para evitar esta escalada, el terapeuta debe generar empatía con las necesidades de
proyección del paciente como medio de supervivencia emocional, y servir de contenedor
para los sentimientos de odio, maldad, impotencia y desesperación. Debe ser capaz de
aceptar la culpa, incluso hasta el punto de reconocer la falta de habilidad para ayudar al
paciente.
Los terapeutas también tienen que tener empatía con la tendencia de los pacientes a
guardar sus intimidades, permitiendo períodos de silencio en lugar de hacer preguntas
intrusivas, lo que puede ayudar al paciente a "abrirse" un poco más. Otra técnica es
atender principalmente al estado de tensión secundario a la intensa vigilancia necesaria
para mantener el estilo cognitivo paranoide. Cuando el paciente desee hablar, el
terapeuta debe fomentar la elaboración, la cual puede revelar antecedentes de la
situación actual de estrés.
El fin principal del trabajo psicoterápico con paranoicos consiste en ayudarlos a cambiar
sus percepciones, origen de sus problemas, de un lugar externo a uno interno, por lo que
el terapeuta debe soportar acusaciones repetidas y suspicacias sin exasperarse. A
medida que el paciente se abre, el terapeuta puede ayudarlo a distinguir entre
emociones y realidad.
El terapeuta, a través del proceso, debe contener sentimientos más que actuar sobre
ellos, lo que proporciona al paciente una forma diferente de relación que se irá
complementando con cambios graduales en el pensamiento. La clave es conseguir una
"duda creativa" de sus percepciones del mundo, por la cual las cosas pueden llegar a ser
"como si" fueran ciertas más que realmente ciertas.
Durante la entrevista estos pacientes pueden mostrarse fríos, reservados y recelosos del
terapeuta, haciendo difícil la tarea de establecer una adecuada relación terapéutica. Por
ello, la actitud del clínico debería mostrarse ante estos pacientes cercana con el fin de
poder disminuir la ansiedad social, el clínico debería intentar tranquilizar al paciente en la
entrevista desde una actitud honesta y evitando actitudes defensivas.
Quizá el mejor modo de transcurrir durante la entrevista, podría ser la introducción
paulatinamente de temas sobre las diferentes áreas de su vida, evitando realizar un
esquema demasiado estructurado de una pregunta tras otra.
 Trastornos de la personalidad esquizoide y esquizotípico

Katar ha agrupado estas contradicciones en manifestaciones públicas y disimuladas: "el


esquizoide es públicamente independiente, autosuficiente, distraído, desinteresado,
asexual e idiosincráticamente moral, mientras que en secreto es exquisitamente
sensible, emocionalmente necesitado, acusadamente vigilante, creativo, a menudo
perverso y vulnerable a la corrupción".

Estas polaridades representan una fragmentación del self en diferentes representaciones


que permanecen desintegradas. El resultado es una identidad difusa que hace que la
relación con los otros sea problemática. Quizás el rasgo más acusado de los esquizoides
y esquizotípicos sea su aparente no relación con los otros. Estos pacientes pueden
beneficiarse con una psicoterapia individual expresiva de apoyo, con psicoterapia de
grupo dinámica o mediante una combinación de ambas.
Puesto que las demandas interaccionales del grupo producen generalmente una gran
ansiedad, la mayoría de estos pacientes se siente más confortable empezando una
psicoterapia individual.

La tarea del terapeuta es aportarles una nueva experiencia de relación, pero decir que el
objetivo de la terapia es crear una nueva relación para la internalización es demasiado
simple, ya que esta estrategia tiene muchos obstáculos; el modo básico de existencia del
paciente es el de la no relación y el terapeuta pretende que se muestre en la dirección
contraria, por lo que esta estrategia encontrará una importante distancia emocional y
silencios importantes. La paciencia es clave porque el proceso de internalización es
lento.

El terapeuta debe aportar una actitud permisiva respecto del silencio, el cual debe verse
como algo más que una simple resistencia, dado que constituye una forma de
comunicación no verbal que da información esencial sobre el paciente.
La decisión de no interpretar puede ser la estrategia más terapéutica. Si el silencio es
interpretado como resistencia estos pacientes pueden sentirse responsables y
humillados por la incapacidad básica para comunicarse. Respetar su silencio puede ser
el único acercamiento terapéutico viable para construir una alianza terapéutica.
La tendencia natural, señalan los expertos, es cargar a los pacientes con las
expectativas de que deberían ser diferentes de cómo son. Específicamente, agregan, se
pretende que los pacientes "hablen y se relacionen con nosotros".
Sin embargo, esta expectativa implica que se le debe pedir al paciente que confronte con
lo doloroso de su evitación esquizoide, lo que conducirá, paradójicamente, a un mayor
aislamiento.
Estos pacientes pueden beneficiarse con una psicoterapia de grupo, puesto que ésta se
orienta a ayudar a los pacientes con la socialización, que es exactamente lo que les
falta. Pueden beneficiarse simplemente con la exposición regular a los otros.
A medida que empiezan a sentirse aceptados y se dan cuenta de que sus miedos no se
convierten en realidad, gradualmente llegan a sentirse más cómodos con la gente.
Los esquizotípicos tienden a beneficiarse con la terapia grupal tanto como los
esquizoides, pero los que tienen un comportamiento extraño o pensamiento psicótico
pueden llegar a ser los chivos expiatorios, simplemente porque son muy diferentes de
los demás miembros. Para la mayoría de los esquizoides la combinación de psicoterapia
individual y grupal es lo ideal, dado que el campo social que encuentran en el grupo
puede ser discutido y procesado con su psicoterapeuta individual.
Son pacientes que durante la entrevista clínica pueden llegar a colaborar
adecuadamente si se les consigue transmitir que se les acepta tal y como son. Por ello,
la mejor manera de abordar la entrevista al inicio por parte del terapeuta podría ser
intentando evitar preguntas íntimas demasiado específicas o temas complejos. El
terapeuta debería mostrar especialmente aceptación incondicional y empatía para
conseguir la motivación y la confianza del paciente y en consecuencia, una adecuada
relación terapéutica.

Psicoterapia de los trastornos de la personalidad del grupo B: límite, narcisista,


antisocial, histriónico

 Trastorno de la personalidad límite

Los pacientes con este trastorno son difíciles, puesto que quieren un alivio inmediato a
su gran malestar, disforia, impulsividad, microepisodios psicóticos, relaciones inestables
y sentimientos de vacío. En general mejoran algo después de los 40 años, sobre todo
por disminución de su impulsividad. No obstante, se trata de un trastorno crónico y el
riesgo de suicido es alto.
En general hay, o ha habido, poco optimismo acerca del tratamiento psicoterápico del TP
límite. No obstante, algunos trabajos más recientes empiezan a desafiar en cierta
manera esta actitud. Es muy probable que estos pacientes abandonen, actúen en forma
autodestructiva y hagan demandas extrañas y excesivas a su terapeuta. Un problema
importante es la naturaleza de la alianza terapéutica, porque tienen mucha dificultad
para ver a su terapeuta como una figura útil que trabaja en colaboración con ellos hacia
objetivos mutuos.
Diversos estudios demuestran la utilidad de un abordaje psicodinámico en el tratamiento
del TP límite, tanto en índices clínicos como económicos, lo que produce un ahorro
significativo respecto del tratamiento estándar comunitario.

Los mecanismos de acción en psicoterapia dinámica incluyen:


1) Trabajar sobre el pasado: Linehan considera importante la validación de sentimientos
de estos pacientes hacia el pasado y la reconstrucción de éste, dado que han
experimentados de pequeños cómo sus emociones eran invalidadas por sus padres.
Hay que tener en cuenta también que si el paciente permanece sujeto al pasado puede
responder de manera errónea al contexto actual, siendo que se trata de cambiar la
conducta en la vida presente.

2) Establecer una buena relación terapéutica, ya que el problema del TP límite es la


dificultad de establecer una buena experiencia emocional por la escisión, las violentas
transferencias negativas y lo arduo de la relación terapéutica, siempre muy frágil. Si el
terapeuta consigue el "enganche" la psicoterapia puede funcionar.

3) Modificación de las defensas, lo que significa que hay que intentar que el paciente
adopte otras más maduras.

En una revisión de la literatura se destacaron 8 dogmas básicos que están


consensuados en la psicoterapia del TP límite: marco de tratamiento estable: horarios de
citas, terminación de las sesiones a tiempo, claras expectativas sobre el pago, etc; evitar
una postura terapéutica pasiva, ya que los pacientes a menudo malinterpretan el silencio
como falta de atención; contención de la rabia del paciente; confrontación de los
comportamientos autodestructivos; establecer la conexión entre sentimientos y acciones:
la acción es a menudo su lenguaje, aunque suelen desconocer que sus acciones están
motivadas por sus sentimientos; establecer límites claros; mantener el foco de las
intervenciones terapéuticas en el aquí y ahora; y monitorizar los sentimientos
contratransferenciales.

Son 4 los problemas especiales para el tratamiento de este tipo de TP:


contratransferencia por la ira intensa que los domina, la cual es difícil de soportar, y que
provoca sentimientos contratransferenciales; mantenimiento de límites sexuales y no
sexuales entre terapeuta y paciente; tendencia crónica al suicidio, que no es meramente
manipulativa, lo cual agota al terapeuta por el estrés, las llamadas con amenazas
suicidas y las automutilaciones

-el terapeuta debe asumir que no es responsable si no puede impedir el suicidio, puesto
que nadie sabe cómo impedir que un suicida, si quiere, se suicide-; e historias de trauma
infantil: los pacientes con este TP se caracterizan por distorsionar los recuerdos de
manera negativa, los que resultan cargados de mucha fantasía.
No hay que esperar que la terapia resuelva todos los problemas. Pocos se recuperan
completamente. Con frecuencia los pacientes mejoran con el tiempo, pero tienen
dificultades, a veces considerables, en las relaciones íntimas y también en la relación
con sus hijos. Por lo tanto, la mejora va ligada al desarrollo de competencia profesional y
no tanto a la búsqueda de una intimidad interpersonal. Paris considera que los pacientes
con TP límite permanecerán vulnerables de por vida, especialmente en las fases más
difíciles del ciclo vital, y pueden necesitar asistencia esporádica o intermitente.
La terapia conductual dialéctica (de Linehan) es una mezcla de varios métodos, que
reúne elementos de terapia cognitiva, terapia conductista, psicoeducación y algunas
intervenciones de tipo psicodinámico. Este modelo conceptual se puede resumir de la
siguiente manera: el TP límite es una disfunción de la regulación emocional que se
produce como resultado de una tendencia genética más un "entorno invalidante" en el
que los padres fracasan en ayudar al niño a manejar la emoción. Por lo tanto, una meta
es ayudar al paciente a modular y manejar los afectos intensos; el paciente y el
terapeuta deben estar de acuerdo en las metas de la terapia; el trabajo del terapeuta es
"dialéctico", puesto que la patología del paciente es comprendida y aceptada, pero debe
cambiarla; el tratamiento tiene diferente jerarquía de prioridades: disminuir la conducta
suicida, las conductas que interfieran con la terapia, las que interfieran con la calidad de
vida y el incremento de las habilidades conductuales.
La terapia cognitivo analítica (de Ryle) es breve (16 a 20 sesiones, a veces más), muy
estructurada, cuyas bases teóricas tienen 2 fuentes, una de tipo psicodinámico y otra de
modelos más cognitivos. Las primeras 3 sesiones son exploratorias; en ellas se busca
identificar los objetivos basados en las quejas del paciente, los dilemas o dicotomías
falsas, las trampas principalmente en las relaciones interpersonales, y los miedos a las
consecuencias del cambio, que pueden estar relacionados con las experiencias
tempranas y que con frecuencia son racionalizados. Inmediatamente se pasa a efectuar
una reformulación, en la cual el paciente tiene una participación activa.
A partir de ese momento se trabaja sobre los mecanismos previamente identificados que
son causa de problemas en la vida; las reciprocidades y relaciones con los demás son a
menudo presentadas en forma de diagramas. Aunque no hay evidencia rotunda que
confirme la utilidad de esta terapia, existen trabajos que apuntan en esa dirección, con
resultados prometedores en el seguimiento a corto y largo plazo, siempre que la mayoría
de los pacientes no reúna los criterios diagnósticos del TP límite.
La comunicación durante la entrevista con estos pacientes resulta complicada ya que la
actitud que muestran en un momento determinado es de confianza y al siguiente todo lo
contrario. El terapeuta en estos casos debería evitar crear una relación de dependencia
teniendo en cuenta la ausencia del control privado del YO que presentan estos
pacientes, sin embargo, debería a la vez crear un clima de confianza adecuado en el que
dirigir y apoyar las contribuciones del paciente.

 Trastorno de la personalidad narcisista


La psicoterapia del TP narcisista es un reto, dado que este trastorno es el paradigma de
la patología egosintónica. Hay que tener en cuenta que en muchos aspectos el
narcisismo es un individualismo exagerado, un rasgo altamente apreciado en la sociedad
actual, y que también la psicoterapia puede reforzar el narcisismo.
Desde un primer momento el clínico debería poner límites claros al paciente a la vez que
guía la entrevista de la manera más racional posible, evitando enojos o querer convencer
al paciente sobre ciertos asuntos por el hecho de ser experto, ya que normalmente las
interpretaciones que haga el clínico pueden ser rechazadas y especialmente si se
enmarcan dentro de la superioridad del terapeuta en relación al paciente, sin embargo,
ante las explicaciones que se le den y ante las negativas de éste, el terapeuta le debería
pedir las razones para ello insistiendo en las propias. A pesar de todo lo anterior, estos
pacientes durante el transcurso de la entrevista se sienten cómodos, ya que sus aires de
grandiosidad les invita a hablar continuamente de sí mismos, sin embargo, ante otro tipo
de instrumentos como cuestionarios, es posible que aparezcan enfados o negaciones en
relación a la cumplimentación de éstos, ante lo que el terapeuta debería ser firme en la
explicación sobre la necesidad de la evaluación y recurrir al establecimiento de límites en
el rol de cada uno.
Estos pacientes encuentran en la psicoterapia la atención y autoobservación que
precisan; por ello, a muchos les gusta la psicoterapia. Cualquier terapia en este TP
requiere confrontación con el paciente para reducir su grandiosidad.
La primera meta de la terapia consiste en que entiendan y consideren las necesidades
de los demás. En cuanto a las tácticas, es muy importante centrarse en los conflictos
actuales con otras personas e identificar los modelos maladaptativos de conducta. Estos
pacientes deben tratar de ver los problemas desde el punto de vista de la gente con la
que discuten; hay que enseñarles esta habilidad para que negocien compromisos,
indicándoles que el narcisismo los perjudica en las relaciones con los demás.
No se recomienda la psicoterapia de grupo en este TP como tratamiento exclusivo; el
narcisista puede sentirse atraído por la idea de tener una audiencia en el grupo de
psicoterapia, pero también molestarse porque otros le quitan el tiempo y la atención del
terapeuta. Sin embargo, la terapia grupal puede suponer algunas ventajas, dado que los
puede hacer confrontar con el hecho de que no son el centro de atención, que los demás
también tienen necesidades propias y permitirles recoger la retroalimentación que
producen sus intervenciones en el grupo. Algunos autores sugieren que hay mayor
beneficio con el desarrollo combinando de psicoterapia individual y de grupo.

 Trastorno de la personalidad histriónico


Nestadt afirma que el TP histriónico puede ser tan frecuente en hombres como en
mujeres, aunque quizás los hombres reciben con mayor frecuencia el diagnóstico de
narcisismo.
Paris refiere que los casos graves límites y antisociales, y casos leves histriónicos y
narcisistas pueden ser, respectivamente, la versión femenina y masculina del mismo
trastorno.
A la hora de trabajar con rasgos histriónicos lo más difícil es la extroversión, que
constantemente requiere estímulo y atención. También hay que trabajar la labilidad
emocional que, junto con lo anterior, pone al individuo a merced del entorno, puesto que
en este TP cada brisa es una tormenta, un huracán.
A diferencia de otros TP, el paciente histriónico se caracteriza por establecer desde el
comienzo una alianza en la que el terapeuta es valorado como "útil". Sin embargo, se
hace necesario confrontar las expectativas inconscientes del paciente sobre la
capacidad del terapeuta para conocer intuitivamente su mundo intrapsíquico.
La modificación de estilos cognitivos es un paso previo a cualquier tipo de interpretación
y el paciente ha de entender el papel activo que cumple en las relaciones con los demás
en lugar de verse como una víctima pasiva.
Estos pacientes pueden beneficiarse con terapia grupal, puesto que en general
consideran al grupo como una oportunidad para recibir el cariño maternal que creen que
les faltó durante la infancia, y es frecuente que intenten ser el centro de atención y se
ganen el afecto de los demás miembros. El señalamiento por parte de éstos de las
distorsiones derivadas de su estilo cognitivo puede servirles de ayuda. El enfoque
cognitivo conductista también obtiene buenos resultados.
Estos pacientes pueden dar la sensación durante la entrevista de falta de sinceridad, ya
que su necesidad de aceptación les puede llevar a querer dar una imagen que no se
corresponde con la realidad del paciente. El terapeuta debería evitar una actitud
demasiado cercana y procurar una actitud algo más directiva, contemplando preguntas
más estructuradas y concretas que en otros casos, a la vez debería mostrar empatía
ante los problemas del paciente dándole a entender que se le comprende, sin embargo,
ante las típicas quejas sobre terceros se le debería insistir en que concrete y analice el
motivo de éstas.

 Trastorno de la personalidad antisocial


Los pacientes con este TP no son del todo conscientes de las otras personas como
individuos separados con necesidades propias. No han desarrollado la capacidad de
sentir culpa o ansiedades depresivas. Son incapaces de sufrir una verdadera depresión,
aunque pueden utilizar el término para referirse a la rabia contra el mundo por no
satisfacer sus deseos acompañada de sensación de vacío y aburrimiento.
La característica básica es la profunda alteración del desarrollo del superyó. La falta de
interés en justificar o racionalizar el comportamiento antisocial distingue al verdadero
psicópata de otras patologías que puedan asociarse con comportamientos antisociales.
En ocasiones usan la mentira para evitar responsabilidades por su conducta y sitúan sus
problemas sistemáticamente en el exterior.
Meloy describe 5 características que contraindican la psicoterapia individual en estos
pacientes: historia de comportamiento violento y sádico hacia otros que haya resultado
en muerte o daños graves, ausencia total de remordimiento o racionalización de este
comportamiento, inteligencia muy superior a la media o, por el contrario, cercana al
retraso mental, historial de incapacidad para desarrollar lazos afectivos y una reacción
contratransferencial de miedo intensa en clínicos experimentados, incluso en ausencia
de factores precipitantes por parte del paciente. Si se considera susceptible de
tratamiento psicoterápico, es conveniente la hospitalización. No se recomienda la
psicoterapia en pacientes ambulatorios.
Hay 6 principios básicos para la técnica a seguir: el terapeuta debe ser estable,
persistente, incorruptible y especialmente escrupuloso; debe confrontar repetidamente la
negación y minimización del comportamiento antisocial; ayudar al paciente a conectar
acciones con estados internos; la confrontación del aquí y ahora es más efectiva que la
interpretación de material inconsciente del pasado; detectar con la mayor rigurosidad
cualquier tipo de contratransferencia; y evitar expectativas excesivas de mejoría.
El terapeuta no ha de mostrarse neutro ante los comportamientos antisociales del
paciente ni tener empatía con dichos comportamientos. Aunque muchos grupos dicen
tener éxito con el manejo psicodinámico de estos pacientes, no hay evidencia probada
en la literatura científica revisada. Salvo en unidades altamente especializadas, la
comunidad terapéutica como método de tratamiento del TP antisocial ha caído casi en
desuso y esto se debe lamentar. Parece haber evidencia en distintos niveles de que este
abordaje es terapéuticamente efectivo, incluso en los casos graves de este TP.
Ante este trastorno, la entrevista con estos pacientes puede ser complicada por la
sensación de falsedad que suelen transmitir, estos pacientes no suelen ser demasiado
claros e incluso a menudo pueden mentir, influyendo este aspecto a la hora de poder
conseguir una entrevista fluida y sincera.
El terapeuta debería dejar claros los límites clarificando el rol de cada uno de ellos en la
sesión, sin embargo, debería también evitar ser excesivamente crítico y mostrar el mayor
grado de empatía posible, ya que ante sentimientos de juicio el paciente podría
expresarse con conductas de rechazo, enfado o incluso violencia, en caso de que el
paciente se muestre grosero, el clínico debería mostrar la máxima indiferencia posible
sin reforzar estos aspectos y en caso de persistir finalizar la entrevista explicándole los
motivos para esta decisión.

Psicoterapia de los trastornos de la personalidad del grupo C: obsesivo


compulsivo, evitativo, dependiente

 Trastorno de la personalidad obsesivo compulsivo o anancástico

Las ideas psicodinámicas más modernas lo relacionan con elementos interpersonales,


autoestima, manejo de la rabia y la dependencia, estilo cognitivo y problemas de balance
entre el trabajo y las relaciones emocionales. En todo TP anancástico hay un niño que
no se siente querido y valorado por sus padres.
Crecen con la convicción de que "no lo intentaron lo suficiente" y en la adultez sienten
que continuamente que no están haciendo lo suficiente. El padre siempre insatisfecho se
internaliza como un duro superego que espera más y más del paciente.
El estilo cognitivo de estos pacientes es el contrario al de la impulsividad. Aunque no hay
modelos familiares específicos en los TP anancásticos, éstos suelen tener padres que
apenas alaban y aprueban.
En esta terapia se pone énfasis en la modificación de expectativas perfeccionistas y no
razonables.
El trabajo psicoterápico puede ser aburrido, porque los pacientes son repetitivos, rígidos
y pueden utilizar la psicoterapia como un medio para esconderse. No obstante, a
muchos les va bien y disminuyen su exigencia perfeccionista.

A diferencia de la naturaleza refractaria del trastorno obsesivo compulsivo, el TP


anancástico a menudo presenta importante mejoría con la psicoterapia individual con
énfasis expresivo. Una resistencia común de estos pacientes es la negación inicial de
que el terapeuta esté diciendo algo que ellos no supieran.
Las aproximaciones terapéuticas para manejar estas resistencias características
comienzan con una atención cuidadosa en la contratransferencia. El terapeuta puede
sentir un fuerte impulso a deshacerse de la prolija y mecánica presentación del material
de hechos. Puede comenzar a aislar el afecto, como hace el paciente, más que
experimentar irritación y rabia como parte importante del proceso que necesita ser
interpretado. Una estrategia efectiva en este sentido es abrirse paso entre la "pantalla de
humo" de palabras para ir directamente a los sentimientos.
Un objetivo global del tratamiento psicoterapéutico del TP anancástico es la modificación
del superego. El paciente debe aceptar que su deseo de superar los sentimientos de
rabia, odio, dependencia, etc., está condenado al fracaso. Estos sentimientos deben ser
integrados como parte de la experiencia personal y no suprimidos, negados o
reprimidos. Es más probable que los cambios del superego ocurran a través de la
interpretación detallada de los conflictos del paciente sobre la dependencia, agresión y
sexualidad y por la neutralidad estable del terapeuta a lo largo del tiempo.
A medida que estos pacientes comienzan a comprender que los otros no son tan críticos
como ellos, su autoestima puede aumentar. El experimentar su aceptación por parte del
terapeuta por lo que ellos son, también aumenta su autoaceptación. Además, el
terapeuta puede utilizar confrontaciones periódicas sobre expectativas no realistas que
los pacientes tienen sobre sí mismos.
La entrevista con estos pacientes debería transcurrir desde una postura lo más empática
posible por parte del terapeuta hacia los problemas de éstos, que se suelen sentir
incomprendidos por los demás. Convendría realizar dos tipos de entrevista, comenzando
por una más estructurada intentando que el paciente comprenda lo máximo posible las
relaciones entre sus conductas y los problemas que nos presenta, y una más abierta
intentando profundizar en los contenidos y las características individuales de sus
problemas, a menudo complicados de acceder por parte del clínico.

 Trastorno de la personalidad evitativo

Tanto el TP evitativo como el dependiente se caracterizan por ansiedad patológica que


interfiere en la competencia social; suelen ser frecuentes en la práctica clínica y hay
bastante solapamiento entre ambas categorías.
Los pacientes con TP evitativo eluden las situaciones sociales porque éstas permiten
que sus insuficiencias se exhiban ante todos.
Las evitan para esconderse del afecto intensamente desagradable de la vergüenza al
exponerse a un grupo de gente que significa mucho para ellos. La psicoterapia de
naturaleza expresiva o de apoyo puede ser muy eficaz en estos pacientes.

Los elementos de apoyo implican una apreciación empática de la vergüenza y


humillación asociadas con la exposición y el convencimiento de no volver a exponerse a
las situaciones temidas. Los elementos expresivos implican explorar las causas
subyacentes de vergüenza y su asociación con experiencias pasadas.
El enfoque psicoterápico que suele dar mejores resultados en estos pacientes es el
cognitivo conductista, junto con técnicas de relajación y de fomento de competencia en
habilidades sociales. Son útiles también la terapia individual, particularmente el
entrenamiento asertivo, como la de grupo; esta última es especialmente válida para el
desarrollo de habilidades sociales, sobre todo porque mantiene grupos de apoyo
homogéneos.
Estos pacientes suelen mostrarse reservados y poco abiertos a dar información de sí
mismos, de manera que el terapeuta debería procurar demostrar desde el principio de la
entrevista que está interesado por su problema mostrando una especial comprensión y
atención hacia lo que expone. Son pacientes que necesitan confiar en un alto grado en
las personas de su alrededor para abrirse, ya que suelen evitar activamente las
relaciones sociales, por lo que podría ser más recomendable un tipo de entrevista más
abierta y espontánea.

 Trastorno de la personalidad dependiente

La psicoterapia de estos pacientes presenta un inmediato dilema terapéutico, puesto que


primero deben desarrollar dependencia de su terapeuta. Una regla en el tratamiento de
estos pacientes es recordar que lo que ellos dicen que quieren es probablemente lo que
no necesitan.
Intentarán que su terapeuta les diga lo que deben hacer y al final procurarán evitar la
toma de decisiones o reafirmarse en sus propios deseos. El terapeuta debe ser capaz de
frustrar estos deseos y de promover el pensamiento independiente y la acción.
La psicoterapia dinámica limitada en el tiempo ha sido útil, dado que el hecho de que la
relación paciente-terapeuta terminará luego de un número determinado de sesiones los
fuerza a confrontar sus ansiedades más profundas sobre la pérdida y la independencia.
También existe un subgrupo que son incapaces o no desean hacer uso del trabajo de la
psicoterapia breve, ya que la perspectiva de depender del terapeuta les genera
demasiada ansiedad. Algunos pueden sentirse bien cuando el terapeuta disminuye el
número de sesiones a una cada pocos meses, siempre que no haya miedo a la
conclusión.
La entrevista con estos pacientes puede ser una tarea fácil en un primer momento, ya
que suelen expresar sus sentimientos y problemas más íntimos con relativa facilidad. A
pesar de esta muestra de colaboración, el terapeuta debería tener cuidado de no crear
una relación terapéutica demasiado cercana que pudiera crear dependencia por parte
del paciente, de manera que a la vez que se muestra empático y cercano debería
mostrar los límites de la relación. En estos pacientes podría ser adecuado usar
reforzamiento positivo en caso de que aparezcan desacuerdos durante las sesiones,
siempre teniendo en cuenta la conveniencia o no de sus propuestas para su beneficio.

BIBLIOGRAFÍA:
 TEORÍA Y TÉCNICA DE PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA

 EL ROL TERAPÉUTICO ANTE LA PERSONALIDAD DEL PACIENTE

LINKOGRAFÍA:

 http://www.psicoanalistaiyildiz.com/index.php/mis-libros/30-teoria-y-tecnica-de-
psicoterapia-psicoanalitica

 http://openaccess.uoc.edu/webapps/o2/bitstream/10609/24026/6/lruizjTFC0613me
moria.pdf

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