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34.

4)G
PILAR GONZÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS
(directora)

INDEPENDENCIAS
IBEROAMERICANAS
Nuevos problemas y aproximaciones

P
Ic

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉxico - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA
¡a IttitAIV Lwt wieitft

Primera edición, 2015

Independencias iberoamericanas : nuevos problemas


y aproximaciones / Jeremy Adelman [et al.] ; ÍNDICE
dirigido por Pilar González Bernaldo de Quirós. - la ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fondo de Cultura
Económica, 2015.
384 p. ; 23x16 cm. - (Historia)
Introducción. Independencias iberoamericanas:
ISBN 978-987-719-065-6 hacia un nuevo paradigma complejo y global,
Pilar González Bernaldo de Quirós 11
1. Historia de América Latina. I. Adelman, Jeremy.
II. González Bemaldo de Quirós, Pilar, dir.
CDD 980
Primera parte
DEBATES CONTEMPORÁNEOS SOBRE LA INTERPRETACIÓN DE LA RUPTURA

1. Revoluciones hispanoamericanas. Problemas


y definiciones, Antonio Annino 37
Ji Una era de revoluciones imperiales, Jeremy Adelman 53
Comentarios sobre las independencias y la creación
de Estados nación en América ibérica: un abordaje
comparado entre la América portuguesa y la América
hispánica, Marco A. Pamplona 87

Armado de tapa: Hernán Morfese


Imagen de tapa: Draga (1927), de Xul Solar Derechos reservados Segunda pai-te
Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar. INTERRELACIÓNES CONTINENTALES Y ATLÁNTICAS
DE LOS MOVIMIENTOS INSURRECCIONALES
D.R. 2015, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ARGENTINA, S.A.
El Salvador 5665; C1414BQE Buenos Aires, Argentina
fondo@fce.com.ar / www.fce.com.ar IV. El contexto internacional de las independencias
Carr. Picacho Ajusco 227; 14738 México D.F.
hispanoamericanas, Anthony McFarlane 107
ISBN: 978-987-719-065-6 V. Las independencias hispanoamericanas vistas
Comentarios y sugerencias: editesrialefce.com.ar desde Estados Unidos, Mónica Henry 125

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medio de impresión o digital, eh forma idéntica, extractada CIRCULACIONES ATLÁNTICAS DE NUEVOS LENGUAJES
o modificada, en español o en cualquier otro idioma,
sin autorización expresa de la editorial.
Las declaraciones de los derechos del hombre
IMPRESO EN ARGENI1NA - PRINTED IN ARGENTINA y del ciudadano en el primer constitucionalisnzo
Hecho el depósito que marca la ley 11723
neogranadino e hispanoamericano, Clément Thibaud 149

7
236 PROCESOS INSURRECCIONALES...

Fecha Cantidad Lugar Contribuyentes Forma


(pesos) de pago
16 de septiembre 100.000 Buenos Aires Acreedores del Aceptados
de 1819 por mes gobierno por derechos X. DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES
de aduana A LA REPÚBLICA ARGENTINA.
27 de mayo 40.000 Buenos Aires Acreedores del
de 1820
Aceptados DEBATES Y DILEMAS SOBRE LA CUESTIÓN
por mes gobierno por derechos REPUBLICANA EN EL SIGLO XIX
de aduana
23 de marzo 150.000 Buenos Aires Nativos, Aceptados Hilda Sabato y Marcela Ternavasio*
de 1821 espatioles y después de
extranjeros, 3 a 6 meses
1/3 cada uno por derechos
de aduana EN LA AMÉRICA hispana, el aux 'fue el siglo de la república. Desde Nuevo
Fuentes: el cuadro ha sido tomado de Samuel Amaral y Zacarías Moutoukias, "Libet México hasta el Río de la Plata, las comunidades políticas que fueron
y seguridad: el gobierno y los derechos individuales en la transición de la monarquía a surgiendo a partir de la crisis del orden colonial optaron por formas
república, 1810-1821", en Investigaciones y Ensayos, 2008, núm. 57, pp. 31 y32. republicanas de gobierno fundadas sobre el principio de la soberanía
popular. Está claro que ese no era el único camino posible y que, en el
momento de las revoluciones de independencia, hubo diferentes pro-
puestas para enfrentar el estallido imperial. Las variantes imaginadas,
y en algunos casos ensayadas, fueron, sin embargo, quedando atrás, y
al poco tiempo la república se afirmó como opción ideológica y política,
pero también moral, para las dirigencias que salieron triunfantes de ese
proceso.' Y si bien algunas décadas más tarde ese horizonte fue modi-
ficado al calor de las nuevas ideas pero también de las experiencias
concretas de gobierno y de los desencantos provocados por las dificul-
tades halladas en la gesta republicana, los principios, las normas y las
instituciones, así como los dilemas que surgieron en tomo de aquella
experiencia inicial, marcaron la vida política hispanoamericana de todo
el siglo XEI. A diferencia de lo ocurrido en algunos ensayos republicanos
en Europa —Francia, Italia, España—, los hispanoamericanos sostuvie-
ron su opción inicial, a pesar de los desafíos que les planteaba su ins-
trumentación efectiva.

* Universidad de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Téc-


nicas (cornear) y Universidad Nacional de Rosario/cornear. Este trabajo se apoya en una
vasta bibliografía reciente que ha explorado diferentes dimensiones de los problemas que
aquí se abordan. Hemos optado por incluir en notas al pie apenas solo aquellos títulos
que resultan referencias indispensables para nuestra argumentación.
Véase, entre otros, el reciente libro de Rafael Rojas, Las repúblicas de aire. Utopía y
desencanto en la revolución de Hispanoamérica, Buenos Aires, Taurus, 2010.

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238 PROCESOS INSURRECCIONALES... DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 239

En ese marco, el propósito de estas páginas es reflexionar sobre la vación historiográfica de los últimos años se ha enrargado de destacar
experiencia de la república en el Río de la Plata, con una mirada de largo este contraste, sin minimizar el problema territorial en Francia, sino
plazo enfocada en algunos de los problemas y dilemas que planteó su subrayando que allí la vocación por imponer la homogeneidad del todo
vigencia en esta región de América. Pues si la inclinación por la forma —la nación— a través de una división geométrica y aritmética de los
de gobierno republicana no sufrió impugnaciones decisivas, aunque territorios según la población parece haberse impuesto más fácilmente
admitió numerosas variantes, la cuestión de los contornos de la comu- que en la América hispana, donde los cuerpos territoriales asumieron
nidad política, de sus alcances y sus límites, tanto internos como externos, una valencia peculiar como producto de la estructura compuesta de la
estuvo en el centro de las disputas políticas de todo el siglo. Un recorrido monarquía castellana.3 Francois-Xavier Guerra fue, tal vez, quien de
secular por esos problemas permitirá marcar continuidades y cambios manera más contundente marcó esta digillción, al referirse al plano de
del derrotero republicano decirnonónico en Argentina y proponer algunos la representación política en el liminar a la edición española del libro
interrogantes para la discusión de la vida política en ese marco. de Patrice Gueniffey, La Revolución Francesa y las elecciones:

Un punto hay, sin embargo, en el que las lógicas respectivas de la represen-


PUNTOS DE PARTIDA tación política francesa y las de las hispánicas difieren profundamente: el
de la representación de los "pueblos". La nación francesa es la hereden de
La república no fue, por cierto, una excepción hispanoamericana. Las un reino unitario y, a pesar del peso que en ella tuvieron también las pro-
revoluciones de fines del siglo XIMI y comienzos del XDC pusieron en vincias, la representación que finalmente triunfó en Francia fue unitaria.
primer plano esa cuestión, que fue crucial en las transformaciones polí- La naturaleza política plural de la monarquía hispánica —en reinos, pro-
ticas experimentadas entonces en el mundo atlántico. La historiografía vincias y ciudades— subsistió en los países que surgieron de ella. La com-
producida en las últimas décadas ha destinado muchas páginas a trazar patibilidad entre la soberanía de la nación y la soberanía de los pueblos,
comparaciones y contrastes entre las distintas experiencias revolucio- ambas afirmadas y buscadas, será uno de los problemas más difíciles de
narias y republicanas, que proveen sugestivos puntos de partida para la resolver en el siglo xoc.4
presente reflexión.
Partimos de uno de los contrastes clásicos, entre las experiencias Si bien la naturaleza de la monarquía española es un tema actualmente
francesa e hispanoamericana. En el primer caso, se ha señalado que, en en discusión (pues se debate cuán compuesta fue o absoluta logró ser,
el desplazamiento o traslado de la soberanía absoluta del monarca a la qué condición asumieron en su seno los territorios americanos —si rei-
soberanía de la voluntad general, la opción republicana (como también nos, colonias o dominios—, o cuánto se ajusta a ella la definición de
la de la monarquía constitucional) se enfrentó con los cuerpos interme- imperio),5 existe cierto consenso en aceptar que, con la crisis monárquica,
dios, lo que se expresó en el rechazo sociológico a la sociedad de órdenes
y de cuerpos, y en la reticencia hacia toda asociación política que com-
3 Sobre el concepto de cuerpos territoriales en el mundo hispánico, véase Carlos Ga-
pitiera con la unidad o unanimidad de la voluntad genera1.2 En la Amé- rriga, "Patrias criollas, plazas militares: sobre la América de Carlos Ir, en Eduardo Mar-
rica hispana, en cambio, si bien con la acalla de la Corona la cuestión tiré (coord.), La América de Carlos IV, Buenos Aires, Instituto de Historia del Derecho,
republicana también estuvo afectada por la vigencia de cuerpos inter- 2006.
4 Francois-Xavier Guerra, "Liminar a la edición en español", en Patrice Gueniffey, La
medios, la naturaleza problemática de estos no derivó, en este caso, de Revolución Francesa y las elecciones. Democracia y representación a fines del siglo xvrit,
su dimensión social o política, sino de su carácter territorial. La reno- México, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 9y 10.
5 Para una revisión de estos debates, pueden consultarse: Jeremy AdeLman,Sovereignty
and Revolution in the lberian Atlantic, Princeton (Ni), Princeton University Press, 2006;
2 Pierre Rosanvallon, El modelo político francés. La sociedad civil contra el jacobi-
Jeremy Adelman, "An Age of Imperial Revolutions", en American Historical Review, núm.
nismo, de 1789 hasta nuestros días, Buenos Aires, Siglo xxt, 2007. 2, vol. 13, abril de 2008; Antonio Amaino, "Imperio, Constitución y diversidad en la Amé-
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DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 241

las comunidades territoriales que formaban parte de ese conglomerado


se transformó en un vocablo que sirvió para calificar una forma espe-
unido bajo la Corona de Castilla se convirtieron en protagonistas de un cífica de gobierno nacional.7
proceso diverso —en sus den-oteros y en sus consecuencias— a los de-
Una transformación semejante a la producida en Estados Unidos en
satados tanto en las revoluciones Francesa y Estadounidense como en
el área lusitana. los a'ños que transcurrieron entre la declaración de su independencia
en 1776 y la sanción de la Constitución federal de 1787 le tomó al Río
Respecto de Estados Unidos se ha subrayado que, mientras el punto
de la Plata más de cinco décadas, durante las cuales los enfrentamientos
de partida republicano en la América hispana fue la confederación de
en torno a la distribución del poder en el nivel territorial se dirimieron
reinos que dejó por herencia la crisis de la monarquía, el de las 13 colo-
tanto en el plano político-constitucional como en el de las armas. Las
nias del norte, también republicano, fue muy distinto de aquel en tanto
guerras que asolaron a la región desde 1810 fueron producto, en gran
la precedente representación en asambleas coloniales derivó rápida-
parte, de los desacuerdos en torno al régimen —centralista, federal o
mente en la base de una nueva representación política, ahora de Estados
eonfederal— que habría de adoptar la futura república, y una vez cons-
autónomos y constituidos, que negociaron —e inventaron— un Estado
tituida esta como república federal, las disputas territoriales se despla-
republicano y federal de nuevo tipo.6 El componente de invención del
zaron hacia el interior de un sistema político nacional, del cual no estuvo
caso estadounidense residió —entre otras variables— en que, concluida
ausente la violencia política. De hecho, la capital de esa nueva república
la tormenta revolucionaria, sus constituyentes crearon, por primera
solo pudo establecerse en 1880, luego del triunfo militar de las armas
vez, una república de grandes dimensiones basada en tres principios: nacionales sobre las tropas porteñas.
la supremacía de la Constitución, la forma representativa y el sistema
Estos conflictos, comunes a toda la América hispana, se dirimieron
federal. Según ha destacado Natalio Botana, una de las grandes inno-
en el escenario lusitano siguiendo un proceso diferente a los contempla-
vaciones de esa convención fue engendrar un poder ejecutivo a imagen
dos hasta aquí, al catalizarse dentro del marco de la unidad monárquica.
de una monarquía despojada del principio hereditario y hacer descan-
Aun cuando la historiografía especializada debate y revisá actualmente
sar los tres poderes sobre una fuente de soberanía única, cuyo titular
la clásica imagen de la independencia de Brasil siguiendo un derrotero
era el pueblo. La Constitución era el último garante para dirimir los
excepcional respecto de sus vecinos hispanos, no cabe duda de que la
potenciales conflictos entre los poderes —regulados bajo una compli-
cada ingeniería de checks and balances—, pero también entre los Esta- cuestión republicana asumió valencias diferentes en los territorios luso-
americanos.8 Tales diferencias no derivan solo del hecho más evidente
dos originarios de la unión, al crearse un régimen federal, producto en
de que las posiciones a favor de la república debieron enfrentarse en
gran parte de "una proeza semántica" —como lo define gráficamente
Brasil a una estructura imperial en creciente consolidación, sino también
Botana— al "cambiar el sentido de la voz federal". Lo que al comienzo
de las formas que adoptaron las respuestas a la crisis inicial experimen-
fue sinónimo de una unión de repúblicas soberanas (de tipo confederal)
tada por todo el mundo ibérico frente a la expansión napoleónica. Si
bien el imperio, ya independiente de Portugal, tuvo frente a sí el desafío
de crear un régimen de base constitucional, sin contar en su punto de
rica hispana", en Historia Mexicana, 229, vol. unn, núm. 1, julio-septiembre de 2008; José
A. Piqueras, "Revolución en ambos hemisferios: común, diversa(s), confrontada(s)", en
partida con la existencia previa de una articulación interna entre sus
Historia Mexicana, 229, vol. LVILE, núm. 1, julio-septiembre de 2008; José M. Portillo Val-
dés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana,
7 Natalio Botana, La tradición republicana,
Madrid, Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, y Mar- Buenos Aires, Sudamericana, 1984, pp.
cial Pons, Ediciones de Historia, 2006; Carlos Garriga, "Patrias criollas, piaran militares: 66-96. Sobre los significados cambiantes de los vocablos "federal" y "confederar, véase
sobre la América de Carlos IV', op. cit. José Carlos Chiaramonte, "El federalismo argentino en la primera mitad del siglo )(net,
6 José Carlos Chiaramonte, "Modificaciones del pacto imperial", y Antonio Annino, en Marcelo Carmagnani y Germán José Bidart Campos, Federalismos latinoamericanos:
México, Brasil, Argentina, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 81-132.
"Soberanías en lucha", ambos en Antonio Annino, Luis Castro Leiva y Frangois-Xavier Joáo Paulo Garrido Pimenta, Estado e Napa° no fim dos Impérios ibéricos no Praia
Guerra (comps.), De los imperios a las naciones: Iberoamérica, Zaragoza, lbercaja, 1994. 0808-18281 San Pablo, Hucitec, 2006.
242 PROCESOS INSURRECCIONALES...
DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 243

partes que le asegurase la unidad de Brasi1,9 el traslado de la casa de nación,11 en la América hispana el principio contractualista de retrover-
Braganza a territorio americano evitó —como se ha señalado repetidas sión de la soberanía a los pueblos se entrelazó con el principio unificador
veces— la situación de vacatio hispánica y, con ella, la situación republi- ,de la soberanía popular, generando significativas tensiones. Esta coexis-
cana de hecho nacida en 1808 frente a la literal ausencia del rey. tencia fue un aspecto clave de la cuestión republicana en el siglo XDC
En el marco de estos contrastes bien conocidos, la historiografía hispanoamericano. Las elites centralistas que invocaron la nación para
reciente ha rescatado la importancia de las experiencias republicanas en construir el nuevo orden político no solo debieron negocias-con los par-
la América hispana para afirmar que no fueron anómalas respecto de ticularismos territoriales, sino también disputar ideológicamente quié-
ningún paradigma clásico, sino más bien precoces, y que en ellas es posi- nes ocuparían el espacio del despotismo. Como sabemos, muchas veces
ble advertir matrices comunes más allá de las variaciones regionales que se atribuyó ese espacio a los defensores dela unidad indivisible de la
exhibe el continente.10 Al respecto, el ya mencionado consenso acerca de nación, acusados de querer acallar el espíritu revolucionario de los cuer-
que esas experiencias fueron en gran parte herederas de la estructura pos territoriales que encamaban la defensa de la autonomía y el auto-
compuesta de la monarquía castellana difiere de las interpretaciones clá- gobierno. Otras veces, en cambio, se denunció el espíritu localista como
sicas, que vieron en esas herencias o legados coloniales las causas del responsable de avalar gobiernos personalistas y autoritarios que obsta-
atraso institucional y cultural, del caudillismo o de la anarquía política en culizaban la concreción de un Estado nacional moderno.
la región. Los nuevos enfoques advierten que la peculiar crisis de la monar-
Este punto de partida común a todas las regiones dependientes de
quía española desató una disputa en tomo a la soberanía en la que el punto la Corona de Castilla no implica que, de allí en más, la cuestión republi-
de partida no fue el traslado inmediato de la soberanía monárquica a la cana haya seguido un camino único en la América hispana. Por el con-
soberanía popular (Francia), ni la reasunción de la soberanía por parte de trario, ese camino estuvo signado por una trayectoria sinuosa y turbu-
cuerpos coloniales devenidos en Estados constituidos (Estados Unidos), lenta, con variantes regionales que revelan diferencias significativas en
ni el desplazamiento del centro del imperio a las colonias (Portugal), sino distintos planos. En vista de esa diversidad, nuestra reflexión girará en
el de la vigencia de comunidades territoriales con base en los cabildos (las tomo de una experiencia republicana particular: la que se dio en el
repúblicas) que, frente a la literal ausencia del rey, recuperaron su vieja- dilatado espacio rioplatense (un espacio que requiere ser definido con
tradición de autogobierno, pero en un contexto completamente nuevo. mayor precisión en cada coyuntura), con foco en dilemas originados
Así, fue tomando forrna un "principio revolucionario bifronte", por por la opción republicana. De las dos dimensiones que esa opción entrañó
el cual se legitimaron tanto la particularidad de los cuerpos intermedios —la que refiere a la forma de gobierno y la que remite a la comunidad
territoriales —los pueblos— como la unidad de la nación. A diferencia política—, fue la segunda la que planteó el problema fundamental, pues
de Francia, donde el espíritu de cuerpo —tanto en su dimensión social —como ya dijimos— las disputas en torno a los contornos de esa repú-
como política y territorial— fue rechazado por el movimiento revolucio- blica atravesaron casi todo el siglo XDC. Y aunque en 1853 se llegó a una
nario al ser identificado como una herencia del pasado, del Antiguo Régi- definición constitucional de esa comunidad como república unificada
men, de la reacción frente a la totalidad homogénea que representaba la bajo formato federal, esta fue más una apuesta a futuro que una realidad
tangible, y la construcción y reconstrucción de esa república-nación-
9 Andrea Slemian, Sobo imperio das leis. Constituied o e unidade nacional na formacao
do Brasil (1822-1834), San Pablo, Hucetec, 2009.
Estado insurnió todavía varias décadas.
lo Mida Sabato, "La reacción de América: la construcción de las repúblicas en el siglo
xoc", en Roger Chartier y Antonio Feros (comps.), Europa, América y el mundo. Tiempos Pie Rosanvallon, al presentar el "modelo jacobino" —o de la "cultura política de
históricos, Madrid, Marcial Pons, 2006; Elías Palti, El tiempo de la política. El siglo xls la generalidad"— que impugnó la interferencia de los cuerpos intermedios en sus distin-
reconsiderado, Buenos Aires, Siglo xxx, 2007; José Antonio Aguilar y Rafael Rojas, El re- tas dimensiones y configuraciones (tanto "antiguas" como "modernas"), advierte que la
publicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política, México, Fondo historia de Francia presenta a su vez fuertes resistencias, críticas y denuncias al supuesto
de Cultura Económica y Centro de Investigación y Docencia Económicas, 2002; Rafael avance in-eversible de
Rojas, Las repúblicas de aire, op. cit. la centralización y omnipotencia del Estado sobre la sociedad civil.
Pien-e Rosanvallon, El modelo político francés, op.
244 PROCESOS INSURRECCIONALES... DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 245

REVOLUCIÓN Y REPÚBLICAS Central consideraba que la representaci6n de las juntas locales aseguraba
la legitimidad de la nueva e inédita condición, al formar una república
El primer momento de la trayectoria que pretendemos trazar nació como que guardaba en depósito la monarquía.
una situación republicana de hecho, o mejor dicho por defecto, al pro- En ese contexto, las juntas establecidas en América entre 1808 y
ducirse las abdicaciones de Sayona. Denominar republicana a la heca- 1809 asumieron e invocaron la misma tradición para legitimar su for-
tombe ocurrida en 1808 no es, por cierto, una novedad. Recientemente, mación, aunque con variantes respecto de las peninsulares. La primera
Antonio Annino ha llama la atención sobre este punto al recordar que variante es que la Junta Central no aceptó la réplica de su accionar en
las abdicaciones crearon una situación republicana de naturaleza clásica América. Al emitir la Real Orden del 22 de enero de 1809, la Junta Cen-
y que la propia Junta de Sevilla así lo reconoció en 1809: tral les otorgó a los americanos representación en ella para evitar, pre-
cisamente, la expansión del movimiento juntista en los dominios de
Conviene igualmente no perder de vista un fenómeno político en que pocos ultramar La segunda variante es que las juntas americanas de ese bienio
habrán reparado, esto es, que aunque la Constitución de España es en sí y sumaron diversos reclamos, asociados, en cada caso, a situaciones regio-
debe ser en adelante monárquica, la forma del actual gobierno es absolu- nales específicas. Dentro del perímetro virreinal rioplatense, las juntas
tamente republicana. Juntas provinciales creadas por un pueblo reducido creadas en Montevideo (1808), Chuquisaca y La Paz (1809), y el intento
a la orfandad y otra suprema emanada de aquellas reúnen legítimamente juntista del Cabildo de Buenos Aires (1° de enero de 1809), exhibieron
toda la representación, autoridad y poder. En una palabra, forman una el no reconocimiento tanto hacia el virrey como hacia la capital del
república que tiene en depósito la monarquía." virreinato mientras reconocían como principio de unidad a la monar-
quía." Pero cuando la frágil autoridad sustituta del monarca cautivo
La "orfandad" denunciada por la Junta Central había abierto una brecha encarnada en la Junta Central se autodisolvi6 en enero de 1810, el no
entre la "Constitución de España" y la "forma de gobierno", ya que si la reconocimiento se reconfiguró, ya que la capital virreinal era ahora la
primera era y debía seguir siendo monárquica, la segunda había deve- que desconocía al Consejo de Regencia como órgano legítimo capaz de
nido, por la contingencia de los acontecimientos, en republicana. Tal absorber el depósito de la soberanía vacante.
percepción y el lenguaje utilizado para expresarla se inscribían en el Este gesto, materializado en la formación de una Junta provisional
modelo de república de la teología política católica, según el cual la en Buenos Aires que asumió el depósito de la soberanía del monarca y
ciudad, como centro de convivencia, era una entidad corporativa con convocó al resto de las ciudades del virreinato a elegir diputados para
rango de sujeto político consustanciado con el autogobierno corporativo. estar representadas en ella, se fundó en el reclamo de derecho de retro-
Esta vocación de autogobierno abrevaba, según ha destacado Carlos versión de la soberanía a los pueblos. Tal reclamo al entrelazarse muy
Garriga, en la tradición republicana de la monarquía católica, que trataba rápidamente con el ingreso del principio de la soberanía popular —mate-
a la comunidad en términos de república para exaltar la participación rializado de allí en más en mecanismos electivos para designar a diver-
de los ciudadanos en el gobierno y la gestión de los asuntos públicos en sas autoridades— condujo a que la situación republicana comenzara a
aras del bien común.13 En este punto, junto con aquella tradición del
humanismo cívico, la monarquía católica participaba de lenguajes y
14 Sobre las variantes del movimiento juntista de 1808 pueden consultarse: Manuel
motivos comunes en la medida en que ambas compartían los mismos Chust (coorcL), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano,
textos de autoridad. En aqüel "imperio de ciudades", entonces, la Junta México, Fondo de Cul-
tura Económica y El Colegio de México, 2007; Roberto Breña, En el umbral de las re-
voluciones hispánicas, México y Madrid, El Colegio de México y Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2010; Alfredo Ávila y Pedro Pérez Herrero, las experien-
12 Citado en Antonio Armino, "1808: el ocaso del patriotismo criollo", en Historia y cias de 1808 en Iberoamérica, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
Política, núm. 19, enero-julio de 2008. Instituto de Investigaciones Históricas, y Universidad de Alcalá, Instituto de Estudios
13 Carlos Garriga, "Patrias criollas, plazas militares", op. cit. Latinoamericanos, 2008.
246 PROCESOS INSURRECCIONALES... DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 247

disputarse en un nuevo terreno. Esto es, entre repúblicas que, como rados por el federal Gervasio Artigas, cuya oposición a la política del
comunidades de pueblos y cuerpos territoriales con jurisdicción, debían Congreso terminó en guerra abierta.17
enfrentar o bien la posibilidad de negociar sus reclamos de autogobierno Pero fue en el segundo Congreso Constituyente; reunido en 1816,
dentro de la redefinición de la monarquía discutida en las Cortes de donde la cuestión republicana se asoció definitivamente a una forma de
Cádiz, o bien la de crear una república nueva e independiente que, como gobierno alternativa: no solo a la monarquía absoluta, sino también a
forma de gobierno, implicaba una ingeniería política que podía adoptar la monárquica constitucional. Declarada la independencia, el debate
tanto el formato centralista como el federal o el confederal. constitucional quedó subsumido —según ha destacado Noemí Gold-
El Río de la Plata transitó por la segunda opción y, en ese camino, man— a la deliberación en torno a las formas de gobierno, y se presen-
la coexistencia entre la constitución monárquica de España y la forma taron muy diversas variantes —centralis-tas, confederales o federales—
de gobierno republicana —que la Junta Central había señalado en 1809 dentro de aquellas dos opciones.18 En el lapso que se extiende desde la
como transitoria— comenzó a mostrar sus límites: la primera había declaración de la independencia hasta la sanción de la Constitución de
devenido en una monarquía constitucional, y la segunda se erigía en una 1819, la república asumió el perfil de una nueva ingeniería fundada en
alternativa diferente de aquella. El conflicto se desplazó entonces al plano la moderna representación política y en el principio de división de pode-
del principio revolucionario bifronte al que hicimos referencia al res, al mismo tiempo que la monarquía constitucional obtuvo apoyos
comienzo, en el que se disputó tanto la legitimidad de la particularidad significativos, tanto dentro del Congreso como en la prensa periódica.
de los pueblos, concebidos como repúblicas en el sentido tradicional, El clima conservador imperante en Europa explica en gran parte ese
como la unidad de la nación vehiculizada a través de una forma de inicial consenso por las formas monárquicas que, sin embargo, se esfumó
gobierno republicana y moderna.15 muy rápidamente cuando la Constitución centralista sancionada en 1819
En el primer Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires entre —que no definió una forma de gobierno— fracasó en su intento de
1813 y 1815 quedaron en evidencia estos desplazamientos. Sin bien sus aplicación al ser destituido el gobierno directorial y disuelto el Congreso
diputados no declararon la independencia ni dictaron una Constitución por las fuerzas federales del litoral en 1820.
aprobaron la moción, impulsada por los grupos más radicales y centra- Todas estas transformaciones se dieron, por otro lado, en un esce-
listas que dominaban el Congreso, de que "los diputados de las Provin- nario de guerra en donde se enfrentaron defensores y detractores del
cias Unidas son diputados de la nación en general, sin perder por esto nuevo orden político creado en Buenos Aires en 1810. La guerra civil
la denominación del pueblo a que deben su nombramiento, no pudiendo —o revolucionaria—, que derivó en una guerra de independencia, abrió
de ningún modo obrar en comisión".16 La aprobación de este principio nuevos frentes de lucha entre los ejércitos y las milicias que sostenían
desató fuertes tensiones en la asamblea. La más conocida es la que tuvo al gobierno central, y fuerzas que apoyaban los reclamos autonomistas
como epicentro el rechazo de los diputados de la Banda Oriental lide- de los grupos federales. En ese terreno de disputas cruzadas, Buenos
Aires intentó erigirse en una suerte de Roma republicana —imagen
15 Sobre las dos formas de "república" véase Natalio Botana, "El primer republica- exhibida en las representaciones literarias difundidas en la década revo-
nismo en el Rio de la Plata, 1810-1826", en Izaskun Alvarez Cuartero y Julio Sánchez lucionaria—, donde imperaba la actividad bélica y se formaban las expe-
Gómez (comps.), Visiones y revisiones de la Independencia ibeoramericana. La Indepen-
dencia de América: la Constitución de Cádiz y las constitiíciortes iberoamericanas, Sala-
manca, Universidad de Salamanca, 2007. Véanse también Geneviéve Verdo, L'indépen- 17 Sobre la política del Congreso véase Marcela Ternavasio,
Gobernar la revolución.
dance argentine entre cites et natiim (1808-1821), París, Publications De La Sorbonne, Poderes en disputa en el Río de la Plata, 18104816, Buenos Aires, Siglo JOU, 2007. Sobre
2006; Gabriel Entin, "Quelle République pour la révolution? Souveraineté, loi et liberté la Banda Oriental, véase Ana Frega, Pueblos y soberanía en la revolución artiguista. La
au Rio de la Plata, 1810-1812", en Nuevo Mundo-Mundos Nuevos, Débats, 2008. región de Santo Domingo Soriano desde fines de la colonia a la ocupación francesa, Mon-
'6 E1 Redactor de la Asamblea, sesión del 8 de marzo de 1813, en Emilio Ravignani, tevideo, Banda Oriental, 2007.
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diciones para liberar el interior, irradiando los valores de la virtud y el en los cabildos le sucedió un nuevo equilibrio en el que el espacio rural
heroísmo patriótico. La misma imagen se utilizó también para repre- cobraba una nueva entidad política. Por otro lado, se modificó el régimen
sentar el lugar donde tenían sede las instituciones desde donde se gober- representativo en varios aspectos. En primer lugar, desapareció la repre-
naba un amplísimo territorio.19 Pero mientras que en el plano bélico la sentación de una unidad política de los territorios, encarnada durante
capital virreinal perdió no solo la mitad de sus territorios sino también la década revolucionaria en los sucesivos gobiernos centrales y en los
su condición de capital del nuevo orden al finalizar las guerras de inde- congresos. En segundo lugar, si bien el Estatuto de 1815 había incorpo-
pendencia, en el plano jurídico-político el fracaso fue aún más clamoroso. rado la representación política de la campaña bajo un sistema que impli-
En ese fracaso, la caída del poder central marcó un quiebre funda- caba la relación automática entre población y número de representantes,
mental y el inicio del segundo momento de la trayectoria republicana luego de 1820 se consolidó tal inclusión á partir de las distintas varian-
en el Río de la Plata. Aquí se destacan cuatro variaciones significativas tes que las leyes provinCiales establecieron para la representación elec-
respecto del tema que nos ocupa. La primera es que el triunfo de los toral de ciudad y campaña en cada jurisdicción. En tercer lugar, se
pueblos sobre el centro dio lugar a la creación de nuevas repúblicas y intentó controlar cualquier pretensión de ejercicio directo de la sobera-
a la desaparición de la monarquía constitucional como forma de nía del pueblo, vehiculizado a través de la convocatoria de cabildos
gobierno alternativa. Las ahora llamadas provincias abrazaron la forma abiertos o de asambleas populares que ponían en cuestión a las autori-
republicana de gobierno plasmada, en la mayoría de los casos, en regla- dades electas según las normas dictadas desde 1810 en adelante, lo que
mentos y constituciones. En ellas se establecieron regímenes represen- reforzaba la representación de esa soberanía en las nuevas Salas de
tativos de base electoral muy amplia (con contadas excepciones, como Representantes de las provincias.20
el caso de Córdoba), Ejecutivos unipersonales ejercidos por goberna- La segunda variación reside en el generalizado y vertiginoso proceso
dores, legislaturas unicamerales —encargadas por lo general de desig- de institucionalización de estos nuevos sujetos territoriales que recla-
nar al gobernador—, autoridades administrativas y judiciales, sistemas maban para sí el atril:quo de la soberanía.21 La explosión de constitu-
fiscales independientes y ejércitos y milicias dependientes de cada ciones y reglamentos provinciales muy similares no era ajena a la expe-
gobierno provincial. A diferencia de la década revolucionaria, durante riencia vivida durante la década revolucionaria, en la que Buenos Aires
la cual las comunidades políticas que demandaban el autogobierno fue identificada por muchas de las comunidades dependientes con la
tenían sus bases en las ciudades con cabildo, las repúblicas provinciales imagen de un centro que despóticamente intentaba erigirse en sede de
formadas luego de la caída del poder central se organizaron según los una república centralista. Los reglamentos constitucionales posteriores
principios del moderno constitucionalismo liberal. Una muestra clara a 1820 parecen haber fungido como estrategias defensivas tendientes a
de las implicancias de este desplazamiento lo constituye el hecho de que legitimar y legalizar las autonomías sobre nuevas bases frente al poten-
en cada una de ellas, comenzando por la de Buenos Aires, se fueron cial avance de la ex capital virreinal. Con dichos reglamentos, por cierto
suprimiendo paulatinamente las antiguas repúblicas (los cabildos), lo muy artesanales, las provincias buscaron un reconocimiento que no
que implicó una redefinición de los territorios y de las bases de la gober- tenían en el marco heredado del régimen de intendencias y que necesi-
nabilidad. Al eliminarse la institución más arraigada del régimen colo- taban para pactar y negociar una república unificada que no avasallara
nial y adoptarse —al menos en la norma— el principio de división de po- sus apetencias de autogobierno. El punto de partida de una futura orga-
deres, se distribuyeron las funciones y atribuciones capitulares entre las nización nacional —a la que la mayoría de las provincias nunca renun-
nuevas autoridades creadas y se redefiniex-on las bases de poder entre la
ciudad y el campo. Al predominio del espacio urbano colonial con base
29 Marcela Ternavasio,
La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires,
1810-1852, Buenos Aires, Siglo ni, 2002.
19 Fernando Aliata, La ciudad regulan Arquitectura, programas e instituciones en el Bue- 21 José Carlos Chiararnonte,
nos Aires posrevolucionario, 1821-1835, Bernal, Universidad Nacional de Quihnes, 2006 Charlo.'" provincias, Estados: orígenes de la Nación Argen-
tina (1800-1846), t. I, Buenos Aires, Ariel, col. Biblioteca del Pensamiento Argentino, 1997.
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ció— se daría a partir del reconocimiento de esos cuerpos territoriales mientras que las elites provinciales se debatieron de allí en más dentro
como nuevos sujetos jurídicos, en el que la autonomía quedaba ahora del dilema que implicó reclamar el autogobierno de sus asuntos locales
protegida por la nueva legitimidad republicana y la nueva legalidad sin renunciar a conformar una única república que necesitaba, más que
constitucional.22 nunca, de la provincia más rica y poderosa Para sostenerla.
La tercera variación exhibida después de 1820 es la importancia
política que pasó a tener la cuestión fiscal en la futura organización de
una república unificada. La caída del poder central convirtió a la aduana DE LA REPÚBLICA UNITARIA A LA CONFEDERACIÓN
del puerto de ultramar en un botín, en la medida en que a esa altura se
había constituido en el principal recurso fiscal, ahora en manos del Las transformaciones hasta aquí señaladas ocurridas luego de 1820 se
gobierno de Buenos Aires. Las elites políticas y económicas bonaerenses expresaron de manera contundente en el tercer Congreso Constituyente
descubrieron muy rápidamente los beneficios que obtenían de esa situa- reunido en Buenos Aires entre 1824 y 1827. Como han indicado Noemf
ción, mientras que las que habitaban en el resto de las provincias reco- Goldman y Nora Souto, una de las claves del fracaso de ese congreso
nocieron también rápidamente las dificultades que implicaba vivir en fue la imposibilidad de acordar cuál era el sujeto de imputación de la
el marco de una autonomía absoluta, sin recursos con los cuales soste- soberanía.23 Todos los debates a que dieron lugar los proyectos allí
nerse. Reclamar el autogobierno a un poder central que, aunque frágil presentados —desde la Ley Fundamental hasta la misma Constitución—
entre 1810 y 1820, representaba no solo un principio de unidad sino revelaron el enfrentamiento entre el principio de la soberanía nacional
también un proveedor de recursos era algo muy distinto a levantar ese y el de la soberanía de las provincias. Aunque ambos aparecieron entre-
reclamo sin la existencia de dicho poder. cruzados en las expresiones de los unitarios —nombre que adoptó la
La cuarta y última cuestión para señalar es que 1820 marcó una facción centralista— y los federales, pues los diputados coincidían, en
importante torsión en el concepto de autonomía que acostumbramos a general, en que la nueva nación tenía su origen en un pacto concertado
manejar para expresar la situación de los pueblos creada con la crisis entre los pueblos que la conformaban, lo que enfrentó a unos y a otros
de la monarquía. Esos pueblos se reconfiguraron en repúblicas provin- en debates puntuales fue la consideración de la preeminencia o no de
ciales independientes que, en distintas coyunturas, delegaron el manejo la soberanía nacional por sobre la de las provincias. En ese sentido, los
de las relaciones exteriores en la república más poderosa de Buenos unitarios consideraban que la creación de un gobierno central en 1810
Aires, sin encontrar en ella una voluntad mayoritaria y consensuada constituía la base de una soberanía nacional, mientras que los federa-
para erigirse, como en el período anterior, en cabeza y capital del nuevo les argumentaban que la caída del poder central en 1820 había signi-
orden Cualquier pacto, entonces, que implicara organizar constitucio- ficado la recuperación por parte de cada una de las provincias del uso
nalmente el país debía partir de esta asimétrica correlación de fuerzas. completo de su soberanía. En esta perspectiva, los reglamentos pro-
Buenos Aires, a diferencia de la década revolucionaria, ya no estaba vinciales —según planteamos previamente— fungían como blindajes
dispuesta a reconquistar su antiguo papel de capital a cualquier precio, para legitimar aquel argumento que colocaba a 1820 como un nuevo
origen, esto es, como el momento de la recuperación y creación de
nuevas soberanías.
22 Esto en parte explicaría que Buenos Aires no haya dictado ninguna Constitución
provincial durante toda la primera mitad del siglo, porque sencillamente no necesitaba El blindaje, sin embargo, no frenó el avance del grupo unitario en el
legitimar y proteger su autonomía dé hecho —que la convirtió en la provincia más pode- Congreso. En el debate sobre la nueva carta orgánica, la opción de la
rosa—, y porque sus elites se consideraban herederas del poder central caído y protago-
nistas de cualquier emprendimiento constitucional a nivel nacional. De hecho, Buenos
Aires sancionó su primera carta constitucional en 1854, cuando se convirtió en la única 23 Noend Goldrnan y Nora Souto, "De los usos de posconceptos de 'nación' y la forma-
provincia que rechazó —en nombre de su autonomía— la unificación plasmada en la ción del espacio político en el Río de la Plata (1810-1827)", en Secuencia, núm. 37, enero-
Constitución federal de 1853. abril de 1997.
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monarquía constitucional había quedado desplazada definitivamente, ganizaba en dos nuevas provincias.25 Los impulsores del proyecto debie-
mientras que el punto clave era definir, dentro de la forma de gobierno ron enfrentar la oposición del sector federal, cuyo vocero fue Manuel
republicana, la distribución de la autoridad, tanto entre los poderes del Moreno; la de diputados de distintas provincias, como José Ignacio Gorriti
Estado como entre los territorios que lo conformaban. Luego de acalo- y el deán Gregorio Funes, e incluso la de representantes identificados con
rados debates, la votación fue concluyente: 43 diputados se expidieron el grupo unitario de Buenos Aires, quienes advertían los efectos perni-
a favor del proyecto presentado por la comisión de negocios constitu- ciosos que podía traer a la estructura económica provincial privarla de
cionales, frente a 11 que se opusieron. La Constitución fue sancionada su tradicional unidad entre ciudad y campaña. Este argumento fue invo-
el 24 de diciembre de 1826 y en su artículo 70 se estableció que "la nación cado por los más conspicuos representantes del poder económico-social
argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana, de la provincia para oponerse al proyecto-de ley.
consolidada en unidad de régimen". En el manifiesto que el Congreso En el debate desplegado en el Congreso —exhaustivamente estudiado
dirigió a los pueblos de la República Argentina se intentaban mostrar por Fernando Aliata— se enfrentaron las dos formas, ya enunciadas, de
las ventajas de la forma de gobierno adoptada: concebir la cuestión de la soberanía y la república, y se invocaron los
dos modelos mejor conocidos en esos años: Francia y Estados Unidos.26
¡Provincias, pueblos, ciudadanos de la República Argentina! Ved aquí re- El grupo unitario destacaba que la capital de un Estado no debía ser
suelto sencillamente el gran problema sobre la forma de gobierno, que ha solo el lugar de residencia de las autoridades nacionales sino, además,
inquietado la confianza de algunos, y ha suscitado los temores de otros. el sitio desde donde —según expresaba el diputado encargado de pre-
Vuestros representantes, ligados como vosotros a la suerte de la Patria, por sentar el proyecto oficial, Julián Segundo de Agüero— se "debía ejercer
idénticos títulos, por iguales intereses, han entresacado todas las ventajas la influencia sobre los demás pueblos que están bajo la dirección de la
del gobierno federal, separando solo sus inconvenientes; y han adoptado autoridad que reside en la capital". La capital se erigiría en motor de
todos los bienes del gobierno de unidad, excluyendo únicamente cuanto la ilustración y civilización y centro de "todos los recursos y bienes para
pueda ser perjudicial a los derechos públicos e individuales.24 que los pueblos prosperen".27 La apelación al modelo parisino fue recu-
rrente y, al poner de relieve la concentración e irradiación del poder del
Pero esa proclamada República Argentina quedó frustrada en el momento Estado, enlazaba, justamente, la idea de capitalización con la de nacio-
mismo en que nació. La Constitución fue rechazada por la mayoría de las nalidad. Esta idea, analizada también por Pilar González Bernaldo de
provincias por su carácter centralista, en un clima de guerra externa —con- Quirós, presuponía "nacionalizar los pueblos", haciendo que estos reco-
tra el Imperio de Brasil— e interna, dada la conflictiva situación interpro- nocieran un centro desde el cual se difundieran en todos los territorios
vincial. El fracaso constitucional estuvo precedido, además, por otro acalo- los principios de la libertad nacional.28
rado debate en el seno del Congreso, en el que se exhibe uno de los dilemas Por otro lado, Manuel Moreno, buen conocedor del sistema federal
de la cuestión republicana en el Río de la Plata durante el siglo xnc el que estadounidense luego de haber tenido una prolongada residencia en el
se refiere al establecimiento de una capital para la república. El proyecto
de capitalización —presentado por el grupo unitario y sancionado en 25 E1 territorio fecleralizado iba desde el Puerto de Las Conchas (Tigre) hasta el Puente

marzo de 1826— declaraba a la ciudad de Buenos Aires capital del poder de Márquez, y desde allí, en linea paralela al Río de la Plata, hasta Ensenada. El resto del
territorio provincial quedaba dividido entre la nueva provincia del Salado, con capital en
nacional, y subordinaba a ella un territorio federal muy amplio, mientras Chascomús, y la del Paraná, con capital en San Nicolás.
que la provincia de Buenos Aires, separada del distrito federal, se reo r- 26 La descripción del debate sobre la ley de capital expuesto a continuación fue ex-
traído del libro de Fernando Aliata, La ciudad regular, op. cit.
27 Citado en Fernando Aliata, La ciudad regular, op. cit., p. 269.
28 Pilar González Bernardo de Quirós,
24 "Manifiesto del Congreso General Constituyente a los Pueblos de la República Ar Civilidad y política en los orígenes de la Nación
gentina", 24 de diciembre de 1826, en Emilio Ravignani, Asambleas Constituyentes Argen- Argentina. Las sociabilidarles en Buenos Aires, 1829-1862, Buenos Aires, Fondo de Cultura
tinas. t. 6, 2* parterop. cit. Económica, 2001.
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país del norte, se opuso a la capitalización contrastando el modelo fran- Constitución de carácter federal, partiendo de la premisa de que, a esa
cés de los unitarios con el ejemplo estadounidense. Sus argumentos altura, el sistema federal se había impuesto en los hechos. Su propuesta
fueron los siguientes: que en los primeros años de la independencia, el fue evaluada por muchos como utópica y no mereció mayor atención
Congreso estadounidense se había reunido en ocho ciudades distintas entre los contemporáneos a la hora de discutir los proyectos de orga-
sin nominar una capital federal; que cuando se discutió fijar una sede nización nacional una vez derrocado el gobierno de Juan Manuel de
y se propuso Filadelfia, la oposición del sector sureño condujo a crear Rosas en 1852.
un distrito federal equidistante, lo que llevó a fundar e inventar una No obstante, el problema sobre el cual Sarmiento llamó la atención
nueva ciudad a tal efecto; que Washington surgió de un acuerdo político —el del no reconocimiento de una capital para la república— habría de
entre los Estados; y que no era aconsejable nombrar capital a una gran perdurar hasta 1880, y se resolvió fmalniente en el campo de batalla.
ciudad donde la presencia de una activa opinión pública tendería siem- Para los años veinte, en la base de este no reconocimiento se hallaba,
pre a presionar a las autoridades allí residentes. Moreno proponía enton- por un lado, el temor y la desconfianza de los territorios destinados a
ces una Washington criolla, una suerte de "capital-aldea" poblada solo ser dependientes de esa ciudad-luz, ejemplo de república entre repú-
por funcionarios y alejada tanto de la riqueza y de la abundancia de blicas, de verse avasallados en su reivindicación de mantener un margen
población como de la influencia de la opinión. de autogobierno. Este recelo se fundaba en lo que los propios unitarios
El carácter dilemático de toda esta situación lo exhibió varios años reconocían cuando articulaban la idea de capital con la de concentración
después Domingo F. Sarmiento. En Facundo sostuvo que la geografía del poder político y económico. Por otro lado, se encontraba la apren-
parecía condenar de antemano al Río de la Plata a no poder reproducir sión de los grupos económicos más fuertes de Buenos Aires, que con la
el modelo estadounidense. La ubicación de Buenos Aires no podía más capitalización temían perder la principal franja para el comercio ultra-
que crear un monopolio en sus manos y una organización central y marino y la fuente más importante de recursos fiscales, la aduana, que
unitaria del país, mientras que Estados Unidos estaba "llamado a ser pasaría a manos del gobierno nacional. Treinta años más tarde, sin
una federación, menos por la primitiva independencia de las planta- embargo, cuando Sarmiento propuso desde su exilio chileno crear una
ciones, que por su ancha exposición al Atlántico y las diversas salidas "argirópolis", la cuestión republicana había encontrado en el rosismo
que al interior dan el San Lorenzo al norte, el Misisipi al sur, y las una solución que, si bien para muchos solo podía ser provisoria, llevaba
inmensas canalizaciones al centro. La República Argentina es una e ya más de dos décadas de construcción y consolidación.
indivisible" 29 Poco tiempo después, Sarmiento intentaba escapar del La originalidad de la experiencia rosista residió en la profunda trans-
dilema proponiendo, en línea con lo planteado por Manuel Moreno en formación de las prácticas políticas imperantes sin suprimir la legalidad
el tercer Congreso Constituyente, crear una Washington criolla. En su republicana ni algunos aspectos cruciales de la legalidad hispánica. La
Argirópolis (1850) afirmaba: "Hay un hecho notable en la historia de la reiterada vocación de Rosas por hacer recordar su título de "Restaura-
República y de la Confederación Argentina, y es que nunca ha recono- dor de las Leyes" tenía como propósito subrayar la primera de esas
cido una capital, y que el partido federal se opuso a la constitución legalidades, aunque las prácticas en las que se vehiculizaba redefinieran
unitaria de 1826, porque Buenos Aires era designada como centro de notablemente su sentido.m Así, pues, se mantuvo el régimen represen-
los poderes políticos que dicha constitución creaba".30 Su proyecto tativo de voto amplio y directo, que paulatinamente dio lugar a un
consistía en fundar una nueva capital en la isla Martín García, ubicada
en la confluencia de los ríos Paraná y Uruguay, y en establecer una 31 Aspectos fundamentales sobre estos temas para el periodo rosista han sido estudia-
dos por los siguientes autores: Jorge Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el
régimen rosista, Bernal, Universidad Nacional de Quilrnes, 1995; Ricardo Sabratore, Wan-
29 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Buenos Aires, Losada, 1963, pp. 26y 27. dering Paysanos, State Order and Subaltem Experience in Buenos Aires During the Rosas
3° Domingo Faustino Sarmiento, Argirópolis, Buenos Aires, Tor, Ediciones del Cincuen Era, Durham, Duke University Press, 2003; Pilar González Bernaldo de Quirós, Civilidad
tenario, su, p. 65. y política en los orígenes de la Nación Argentina, op. cit.
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sistema de tipo plebiscitario y unanimista en el que se potenció al las repúblicas —en plural— que supuestamente componían esa federa-
máximo la participación de los sufragantes y se suprimió la posibilidad ción o confederación.35
de deliberar sobre los candidatos al imponerse la lista única confeccio- Así, el gobierno de Buenos Aires se lanzó en esta etapa a reconquis-
nada por el propio gobemador.32 En cuanto a la división de poderes, se tar el territorió de la ahora llamada Federación, pero sin pretender eri-
mantuvo la Legislatura y la Cámara de Justicia provincial, pero en el gir una capital nacional. Todo lo contrario: Rosas se negó sistemática-
marco del ejercicio de facultades extraordinarias durante su primera mente a convocar a un Congreso Constituyente, pese a la insistencia de
gobernación (1829-1832) y de la suma del poder público a partir de su muchos gobernadores y caudillos federales de provincia que reclamaban
segundo gobierno (1835-1852), en manos del Ejecutivo, al mismo tiempo tal convocatoria pero que poco a poco fueron acallando sus voces en
que los jueces de paz de campaña —piezas clave para el control del pos de aceptar ese orden de facto. Buenos Aires podía ser el centro de
régimen— reasumían el ejercicio de las cuatro causas coloniales luego esa Federación, dominar desde su propio escenario al conjunto del país,
del efímero intento de los años veinte de deslindar tales funciones en sin perder por eso los beneficios que derivaban de su autonomía. Ser
distintas autoridades. ciudad rectora, sin pagar el costo de ser capital y con ello conservar los
Por otro lado, los publicistas del régimen recuperaron los tópicos recursos que podía usar la provincia para su único provecho, era un
del republicanismo clásico, según ha destacado Jorge Myers en su clásico dato insoslayable a la hora de discutir una organización nacional.
libro Orden y virtud, para exaltar, por un lado, el ideal de un mundo rural Y ese fue el dato que recogió Sarmiento en su Argirópolis para inten-
estable y armónico y de un orden que debía garantizarse a través de una tar superar el dilema que se suponía podía allanarse con el derrocamiento
autoridad destinada a calmar las pasiones y a hacer obedecer la ley, y del régimen rosista. La historia inmediatamente posterior demostró el
para legitimar, por el otro, el constante estado de excepción —fundado equívoco. El dilema siguió pendiente aun cuando, con el derrocamiento
en la imagen de una república permanentemente amenazada por grupos de Rosas y su régimen, los parámetros de la cuestión republicana expe-
de conspiradores identificados siempre con los "salvajes unitarios"— que rimentaron un giro decisivo.
habilitaba la delegación de facultades extraordinarias en el Poder Eje-
cutivo provincia1.33 La república rosista se extendió a su vez al resto de
las provincias a través de un federalismo que, lejos de reconocer la sobe- CONSTITUCIÓN FEDERAL Y DOS REPÚBLICAS
ranía e independencia de aquellas, se erigió en una suerte de instrumento
de dominación política, ideológica y bélica. Todo el período estuvo mar- La sanción de la Constitución nacional de 1853 representó una novedad
cado por la inestabilidad, los conflictos arrnados y las disputas políticas radical en el panorama vigente en las provincias hasta entonces confe-
No obstante, ese orden federal funcionó como una especie de gran para- deradas. A diferencia de los intentos constituyentes de la primera mitad
guas con el que el gobernador de Buenos Aires (a cargo de las relaciones del siglo, impulsados y liderados por Buenos Aires y no reconocidos por
exteriores según lo estipulado por el Pacto Federal de 1831) buscó reem- el resto de los pueblos y provincias, la nueva carta fue el resultado de
plazar el vínculo constitucional que se negaba a dar al país.34 El uso del un acuerdo entre estas que despertó, en cambio, el rechazo de la máS
singular para nominar a esa república federal de contornos ambiguos poderosa. La clave del acuerdo estuvo en el establecimiento de una
pero que gradualmente se identificó con el nombre de Confederación república federal: la Constitución creó un gobierno central, depositario
Argentina, revela que solo podía caber un reconocimiento retórico de de la soberanía nacional, a la vez que reservó para las provincias "todo
el poder no delegado [...] al gobierno federal" (art. 104). De esta manera
se puso fin a la tradición confederada que había estado vigente desde la
32 Marcela Temavasio, La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires,
1810-1852, op. cit.
33 Jorge Myers, Orden y virtud, op. cit. 33 Vfctor Tau Anzoátegui,
Formación del Estado federal argentino (1820-1852), Buenos
34 Ibis Aires, Perrot, 1965.
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década del veinte, pero también a las aspiraciones de tipo unitario que da la hegemonía porteña, se abría entonces la oportunidad de recompo-
habían inspirado los frustrados intentos constitucionales anteriores y a ner las relaciones entre las provincias para crear un nuevo tipo de unidad
la peculiar centralización descentralizada del régimen rosista. que no dependiera del ejercicio vertical del poder que ejercía sobre el
Esta república federal sería, además, de índole "representativa" lo conjunto la más rica de todas ellas. En ese marco, a escasos dos meses
que implicó dar por tierra con cualquier pretensión de sostener el ejer- de la derrota de Rosas a manos del ejército comandado por el general
cicio directo de la soberanía del pueblo. Regirían en ella derechos y Justo José de Urquiza, este convocó a los gobernadores a reunirse en la
libertades civiles, personales y de propiedad, fundados sobre el principio ciudad de San Nicolás, donde poco después se firmó un acuerdo decisivo:
de igualdad ante la ley para todos los habitantes. La Constitución retomó un pacto entre entidades soberanas (las provincias) para darse una "admi-
así valores liberales ya plasmados en legislaciones provinciales anterio- nistración general [...) bajo el sistema federal". Este acto de fuerte volun-
res, pero imprimió a la vez un importante giro en relación con las prác- tad política por parte de quien entonces aparecía como el hombre más
ticas restrictivas del período rosista. Finalmente, en cuanto a la estruc- fuerte del país encontró un terreno fértil entre las elites locales que habían
tura institucional del flamante gobierno federal, que ocupó la mayor experimentado por décadas un sistema que en teoría aseguraba la auto-
parte del articulado, el documento fijó dos principios fundamentales: la nomía a sus provincias, pero en la práctica las subordinaba al poder del
estricta división de poderes y el carácter representativo de todo el sis- más fuerte. A partir de allí, se abrió espacio para dar forma a una nueva
tema. Además, asignó a ese gobierno un territorio propio —el Constitu- república, tarea que quedó en manos del Congreso Constituyente for-
yente se inclinó por Buenos Aires—, una capital que habría de fungir mado por dos representantes de cada una de las provincias, reunidos
como espacio común a toda la nación. Las provincias, por su parte, poco después en la ciudad de Santa Fe. Esta representación no respetaba
debían dictar sus propias cartas constitucionales siguiendo los precep- el moderno principio de la proporcionalidad entre número de habitan-
tos de la nación. tes y de representantes, que había sido utilizado anteriormente en los
La creación de la nueva república tuvo mucho más de innovación congresos de 1816 y 1824. En cambio, otorgó a todas las provincias
que de tradición. Esa inclinación por lo nuevo había despertado algunas igualdad representativa, lo que de hecho implicaba un reconocimiento
reacciones inmediatas por parte de quienes, en el propio Congreso Cons- de su carácter de entidades soberanas reunidas en tanto tales para defi-
tituyente, hubieran preferido una Constitución más apegada a la realidad nir su destino colectivo.
local, más conservadora, que de alguna manera reflejara el estado de Si para la mayoría de las provincias la temporaria debilidad de Bue-
cosas vigente y le diera un marco institucional. En cambio, el documento nos Aires ofreció la ocasión de una reorganización del conjunto bajo
resultante desafió esa realidad y propuso cambios que, aunque sin duda nuevas bases, para los porteños esa misma situación planteaba un pro-
estaban en sintonía con el espíritu de los tiempos, implicaban a futuro blema que dio lugar a una escisión en las propias filas. Para unos, como
una Argentina diferente. Sorprende, por lo tanto, la rapidez con que se Juan María Gutiérrez o Vicente Fidel López, la propuesta urquicista
lograron los acuerdos para ponerla en vigencia y el hecho de que solo representaba la posibilidad cierta de dar forma a una Constitución y
hubiera una provincia que se negara a jurarla, la rica y siempre conflictiva crear así un nuevo orden que se ajustara a la legalidad y evitara la ins-
Buenos Aires, que se erigió en Estado independiente y quedó escindida tauración de nuevos despotismos. La figura del general vencedor apa-
de la Confederación por casi diez años. No pretendemos aquí explorar el recía como garantía de que ese proceso contaría con la base material,
conjunto de razones que podrían explicar estas actitudes, pero sí men- militar y política necesaria para tener éxito. Para otros, como Bartolome
cionar aquellas que, en relación con lo que venimos exponiendo hasta Mitre o Valentín Alsina, en cambio, esa misma figura aparecía como el
aquí, se vinculan con los avatares de esta república desdesus orígenes. obstáculo principal para el tipo de organización nacional a la que aspi-
En 1852, la experiencia de la república unanimista impuesta desde raban y en la que a Buenos Aires debía corresponderle un lugar central.
Buenos Aires, que había restado de hecho a las repúblicas provinciales Urquiza era visto con desconfianza por su estilo y su pasado, asociados
buena parte de su autonomía, llegó a su fin. Derribado Rosas y debilita- a Rosas. Era cada vez más claro, además, que no subordinaría su pro-

4i1
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yecto a las pretensiones porteñas.36 Este último grupo llevó las de ganar ras, se designaron presidente y vicepresidente, entre otras acciones inme-
en la provincia, que se negó a firmar el Acuerdo de San Nicolás, a par- diatas. Pero la creación de un gobierno federal no fue, por sí misma,
ticipar del Congreso Constituyente y, finalmente, a integrar la flamante garantía de afianzamiento de un orden nacional. Esa fue tarea difícil para
República Argentina. quienes buscaron liderar la construcción de un régimen político sobre
Este fue el primero de una serie de conflictos en los que volvería a preceptos republicanos y a la vez dar forma a la articulación de un sistema
actualizarse, bajo diferentes circunstancias y formas, el problema del a escala nacional que reemplazara las instituciones y prácticas propias
federalismo, del poder del gobierno central, del grado de autonomía de de una confederación por las que fijaba el sistema federal y que, por lo
las provincias y del papel de Buenos Aires en la nación. La institución tanto, implicara no solo la reformulación de las instituciones provincia-
de la república federal en 1853, así como la definición de un conjunto de les, sino también la cesión efectiva de cuotas de poder al gobierno central.
principios, normas e instituciones para su organización y gobierno, no Las provincias se dieron sus propias constituciones, siguiendo el
alcanzaron para resolver estas cuestiones, pero las colocaron en un nuevo molde de la nacional, y procedieron a organizar sus respectivos gobiernos.
marco. La Constitución no se propuso reflejar una realidad presente, Esas operaciones institucionales no se hicieron, sin embargo, en el vacío,
sino diseñar un proyecto de futuro, y representó, por lo tanto, una y en cada caso la elección de autoridades, así como la conformación
de
apuesta riesgosa de incierto destino. Hoy sabemos que la carta mantuvo los poderes del Estado, fueron motivo de conflictos que involucraron a
su vigencia durante más de un siglo y medio (pues, con modificaciones, actores y fuerzas locales, regionales y nacionales. La caída del régimen
aún rige a los argentinos), pero también que la instrumentación efectiva rosista no implicó un recambio del personal político que había formado
de la república allí definida, una república unificada bajo formato fede- parte del consenso federal anterior, pero a poco andar, la nueva institu-
ral, fue causa de los conflictos que experimentó Argentina en las décadas cionalización y la apertura del proceso político desataron tensiones den-
que siguieron a su sanción. Así, mientras el núcleo prescriptivo fue tro y entre provincias, así como con el poder central. En las filas federa-
ampliamente compartido —a lo largo y ancho del territorio y a través les comenzaron las diferenciaciones, a la vez que aparecieron grupos que
de generaciones— y se mantuvo con pocas variaciones, hubo, como se identificaron como "liberales" y entraron en sintonía con agrupaciones
señalara Natalio Botana, diversas fórmulas operativas, diferentes formas afines en Buenos Aires. Dado que el fin de la supremacía militar que Rosas
de entender y construir la república.37 había impuesto a las demás provincias no fue reemplazada del todo por
El estreno constitucional fue exitoso en casi todo el territorio de la la que buscó ejercer el flamante presidente Urquiza con su ejército entre-
flamante república, pero la secesión de Buenos Aires representó un con- rijan°, las fuerzas locales comenzaron a hacer sus propios juegos.38
flicto abierto durante casi diez años. Si bien la unificación siempre estuvo
en el horizonte de ambas partes, en cada una de ellas el tiempo de la 38 Sobre la vida política en los años de la Confederación Argentina, véanse, entre
separación fue intenso en materia de organización institucional y cons- otros, Beatriz Bosch, "La organización constitucional. La Confederación Argentina y el
trucción política. La Confederación —en términos estrictos, una república Estado de Buenos Aires (1852-1861r, en Academia Nacional de la Historia, Nueva His-
federal— puso en marcha las disposiciones constitucionales: hubo elec- toria de la Nación Argentina. 4. La configuración de la república independiente, Buenos
Aires, Planeta, 2000; Beatriz Bragoni, los hijos de la revolución. Familia, negocios y polí-
ciones en todo su territorio, quedó instalado el Congreso y sus dos cama- tica en Mendoza en el siglo xtx, Buenos Aires, Tatirus, 1999; Pablo Buchbinder,
Caudillos
de pluma y papel. Estado y política en Corrientes en tiempos de la Organización Nacional,
Buenos Aires, Prometeo, 2004; James R. Scobie, La lucha por la consolidación de la na-
36 La decisión de designar a Urquiza como director provisorio de la Confederación cionalidad argentina, 1852-1862, Buenos Aires, Hachette, 1964. También, los siguientes
Argentina con plenos poderes y de integrar la asamblea constituyente con dos representan- volúmenes colectivos: Marta Bonaudo (dir.), Nueva historia argentina, t. rv: Liberalismo,
tes por provincia (sin atender al tamaño de su población) fue tomada como un indicio de Estado y orden burgués (1852-1880), Buenos Aires, Sudamericana, 1999; Beatriz Bragoni
que no se respetaría la voluntad de Buenos Aires. La decisión posterior del Constituyente y Eduardo Mfguez (coords.), El nuevo orden. Provincias y Estado nacional, 1852-1880,
de fijar la capital federal en esa provincia encontró el rechazo absoluto de los porteños. Buenos Aires, Biblos, 2010; Hilda Sabato y Alberto Lettieri (comps.), La vida política en
37 La expresión se encuentra en Natalio Botana, El orden conservador. La política ar- la Argentina del siglo ;az Armas, votos y voces Buenos Aires, Fondo de Cultura Econó-
gentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, cap. n. mica, 2003.

262 PROCESOS INSURRECCIONALES... DE LAS REPÚBLICAS RIOPLATENSES A LA REPÚBLICA ARGENTINA 263

El recurso a las armas formaba parte inescindible de la vida política fuerzas confederadas, los principales dirigentes porteños postularon la
del período. Si bien el gobierno federal intentó ordenar ese frente esta- autonomía fundada sobre un "principio salvador": el "de la libertad
bleciendo la creación de un Ejército nacional bajo el mando del primer absoluta en todo y por todo".49 Convertir ese principio en una causa
mandatario, al mismo tiempo lo integró con dos tipos de fuerzas: el colectiva requirió de la construcción activa de una tradición y de un
Ejército de línea, de índole profesional, y la Guardia Nacional, reserva proyecto. En el primer caso, se trazó un linaje concreto que daba al
formada por ciudadanos. Heredera de la tradición de las milicias, y con- pueblo de Buenos Aires un lugar de privilegio en las luchas por la liber-
siderada como ellas un pilar de la comunidad política fundada sobre la tad en el pasado, desde 1806-1807 y 1810, pasando por el estadio de los
soberanía popular, la guardia fue, de hecho y por varias décadas, con- unitarios, hasta su proclamada resistencia contra Rosas. En cuanto al
trolada por los gobernadores de provincia más que por el gobierno fede- proyecto, el diseño de un partido de lalibertad tenía como objetivo
ral. Este ordenamiento dual dificultó la centralización militar y dio a los encarnar la representación del pueblo como unidad y de lo que consi-
poderes provinciales un instrumento de acción crucia1.39 El gobierno deraban la única causa legítima, la de la civilización y el progreso, que
nacional, mientras tanto, buscaba crear un orden que subordinara los desde Buenos Aires se proyectan al resto de las provincias.41- Esto último
poderes locales, pero la persistencia de las disidencias y disputas intra e mostraba la existencia de un horizonte de unión nacional, en el cual los
interprovinciales resultaron en una inestabilidad política recurrente que liberales porteños se reservaban el liderazgo.
debilitó al gobierno en su otro frente de conflicto con la provincia porteña. En ese marco de acuerdos, sin embargo, un tema recurrente abría
En su aislamiento, Buenos Aires había construido una república a grietas entre los mismos liberales: el de la autonomía de la provincia.
su manera, que, si bien se fundó sobre los mismos principios plasma- Ya en la convención que dictaría la Constitución provincial de 1854 se
dos en la Constitución nacional, siguió un camino algo diferente. Tanto planteó la discusión en torno a los alcances de esa autonomía. Frente a
en el plano de las instituciones como de las prácticas, quienes encabe- la postura de máxima que proponía que "Buenos Aires es un Estado con
zaron el proceso porteño buscaron diferenciarse tajantemente del el libre ejercicio de su soberanía interior y exterior, mientras no la dele-
rosismo y, para ello, diseñaron y pusieron en marcha un conjunto de gue expresamente en un gobierno federal", se levantó la voz más mode-
instrumentos simbólicos y prácticos que resultaron eficientes en la gene- rada de Bartolomé Mitre, quien sostuvo que, como "Estado federal de
ración de un consenso político en la provincia. En la formación de ese la Nación Argentina", la provincia "no tiene, ni debe, ni puede tener el
consenso, la oposición con la Confederación cumplió un papel funda- uso de su soberanía exterior". Esta posición, sin embargo, fue derrotada
mental. Frente al peligro del despotismo que encarnaban en la figura de en la votación que consagró la primera redacción incorporada al primer
Urquiza y a la amenaza concreta de la ocupación de la provincia por las artículo de la Constitución. La brecha entre diferentes formas de enten-
der la autonomía de la provincia volvería a aparecer una y otra vez en
Buenos Aires, aun después de su incorporación al concierto nacional.42
39 Véase Hilda Sabato, "Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición Mientras tanto, en la década de 1850, la existencia de un enemigo
política. Argentina, 1880", en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, Mun 70, 2008. En
la década de 1850, las disputas políticas en cada provincia se dirimieron con frecuencia común, el gobierno de la Confederación, logró aplacar estas (y otras)
recurriendo a la acción armada de milicias propias, en alianzas regionales con provincias diferencias entre los porteños, que así lograron, en 1861, el triunfo sobre
afines yen combinación con fuerzas del ejército nacional. Pero si el uso de la fuerza podía Urquiza.
volcar situaciones de hecho, para alcanzar la legitimidad de un gobierno era necesario,
al mismo tiempo, confirmarlo en la "opinión pública" yen las urnas. Las elecciones eran
sin duda objeto de manipulación 3/control oficial, pero no por ello dejaban de constituir
un momento insoslayable de la vida política, y la conformación de los poderes 'de acuerdo 4° Las citas son de urt artículo de Bartolome Mitre en Los Debates,
22 de mayo de 1852.
con los preceptos constitucionales resultaba indispensable. A su vez, la vigencia relativa- 41 'lidio Halperin Donghi, Introducción, en Proyecto y construcción de una nación. Ar-
mente amplia de las libertadas básicas daba margen a la existencia de un debate público gentina (1846-1880), Caracas, Biblioteca de Ayacucho, 1980.
que tenía su manifestación más evidente en una prensa periódica limitada en sus alcan- 42 Las citas de Mitre se encuentran en Ricardo
de Tito, El pensamiento de Bartolomé
ces pero bastante vocinglera. Mitre y los liberales, Buenos Aires, El Ateneo, 2009, pp. 53-57.

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