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THOMAS PAINE

LA EDAD DE LA RAZÓN
Por: John Edwards y Al Seckel.

La mayoría de los americanos es al menos parcialmente consciente de la importancia de


Thomas Paine como uno de los principales Padres Fundadores y de sus tremendas
contribuciones a la independencia de los Estados Unidos. La mayoría de la gente, sin
embargo, ignora todo acerca de sus constantes esfuerzos en contra de la religión
organizada y su lucha por asegurar una adecuada separación entre la Iglesia y el Estado
en Norteamérica.

Thomas Paine (1737-1809) fue autor de varios grandes clásicos en la historia del
pensamiento independiente. Su "Sentido Común", publicado en 1776, contenía el
primer argumento razonado a favor de la Revolución Americana. Prácticamente de la
noche a la mañana esta obra convenció a los colonos de que sólo la revolución les
aseguraría sus derechos y libertades.

En 1794 Paine escribió un libro revolucionario de otra clase, destinado a convertirse en


un clásico del libre pensamiento – "La Edad de la Razón". En él pone la Biblia al
descubierto, llamando la atención hacia sus numerosas contradicciones, errores de
hecho, absurdos y atrocidades que contienen tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamentos.

En los tiempos modernos, cuando la "mayoría moral" de los fanáticos de la Biblia


claman por un retorno a su versión de la filosofía de nuestros Padres Fundadores, es
tiempo de volver a examinar el poco común sentido común de uno de los más
prominentes de éstos. Todas las citas que siguen están tomadas de "La Edad de la
Razón" de Thomas Paine.

La Biblia.

Se ha dicho a menudo que todo se puede probar a partir de la Biblia, pero antes de que
se pueda admitir que cualquier cosa está probada por la Biblia, debe probarse que la
Biblia misma es veraz; pues si la Biblia no es veraz, o su veracidad es dudosa, deja de
tener autoridad y no puede admitirse como prueba de nada (p. 103).

No es la antigüedad de una historia lo que evidencia su veracidad; al contrario, es


un síntoma de que es fabulosa; pues mientras más antigua se pretende una historia, más
se asemeja a las fábulas. El origen de toda nación está enterrado en tradiciones
fabulosas, y el de la nación judía es tan sospechoso como cualquier otro (p. 104).

Siempre que leemos las obscenas historias, las voluptuosas depravaciones, las crueles y
torturantes ejecuciones, el implacable deseo de venganza de que está llena más de la
mitad de la Biblia, sería más coherente que la llamáramos la obra de un demonio
que la palabra de Dios. Es una historia de maldad que ha servido para corromper y
brutalizar a la humanidad; y, por mi parte, sinceramente la detesto, como detesto todo lo
que es cruel (p.60).

En cuanto a los fragmentos de moral que se encuentran irregular y escasamente


esparcidos en estos libros, no forman parte de la pretendida religión revelada. Son los
dictados naturales de la consciencia, y los lazos por los que la sociedad se mantiene
junta, y sin los cuales ella no puede existir, y son prácticamente los mismos en
todas las religiones y en todas las sociedades (p.183).

Ha sido práctica común de todos los comentaristas de la Biblia, y de todos los


sacerdotes y predicadores cristianos, imponer la Biblia al mundo como la suma de
la verdad y la palabra de Dios; han disputado y vociferado, y se han anatematizado
unos a otros respecto del presunto significado de partes y pasajes particulares de ella;
alguno ha dicho e insistido en que tal pasaje significa tal cosa; otro, que significa
exactamente lo contrario; y un tercero que no significa ni una cosa ni la otra, sino algo
diferente de ambas; y a esto le llaman ellos comprender la Biblia (p.103).

La Revelación.

Cada una de estas iglesias muestra ciertos libros, a los que llaman revelación, o la
palabra de Dios... Cada una de esas iglesias acusa a la otra de incredulidad; y por mi
parte, yo no creo en ninguna de ellas (p.51).

Pero admitiendo, para seguir con la argumentación, que algo ha sido revelado a cierta
persona... Cuando la cuenta a una segunda persona, esta segunda a una tercera... deja de
ser una revelación para todas estas personas. Es revelación solamente para la primera
persona, y rumor para todas las demás, y en consecuencia no están obligadas a creerla
(p.52).

No puede llamarse revelación, por lo tanto, a nada hecho sobre la tierra, de lo que el
hombre mismo sea el actor del testigo; y en consecuencia todas las partes históricas y
anecdóticas de la Biblia, que son casi todo su conjunto, no entran dentro del significado
y alcance de la palabra "revelación" y, por lo tanto, no son la palabra de Dios (p.59).

La maldad más detestable, las más horribles crueldades, y las mayores miserias que han
afligido a la raza humana han tenido su origen en esa cosa llamada revelación, o religión
revelada (p.182).

Jesús.

El libro de Mateo da una genealogía de nombres desde David, pasando por José, el
esposo de María, hasta Cristo; y dice que entre ellos hay veintiocho generaciones. El
libro de Lucas también da una genealogía de nombres desde Cristo a través de José, el
esposo de María, hasta David, y dice que entre ellos hay cuarenta y tres generaciones;
además de lo cual, únicamente los nombres de David y José coinciden en las dos listas...
Si su genealogía natural fue fabricada, que ciertamente lo fue, ¿por qué no vamos a
suponer que su genealogía celestial también fue inventada, y que todo es fábula?
(p.158).

Si hubiera sido el objetivo o la intención de Jesucristo establecer una nueva religión,


indudablemente habría escrito el sistema él en persona, o habría procurado que lo
escribieran mientras vivía. Pero no hay ninguna publicación auténtica existente que
lleve su nombre. Todos los libros que forman el Nuevo Testamento fueron escritos
después de su muerte (p.63).

Habiendo así hecho una insurrección y una batalla en el cielo, en la que ninguno de los
combatientes podía ser muerto o herido – habiendo puesto a Satanás en la fosa –
habiéndolo soltado de nuevo – habiéndole dado el triunfo sobre la creación entera –
habiendo condenado a toda la humanidad por el consumo de una manzana, estos
mitologistas cristianos juntan los dos extremos de su fábula. Representan a este hombre
virtuoso y afable, Jesucristo, como siendo al mismo tiempo Dios y Hombre, y también
Hijo de Dios, celestialmente engendrado, para el propósito de ser sacrificado, porque
decían que Eva en su deseo había comido una manzana (p.56).

Si los inventores de esta historia la hubieran contado al revés, es decir, si hubieran


representado al Todopoderoso obligando a Satanás a exhibirse sobre una cruz, en forma
de serpiente, como castigo por su nueva transgresión, la historia habría sido menos
absurda, menos contradictoria. Pero en vez de esto, hacen que el infractor triunfe, y que
el Todopoderoso caiga (p.57).

¿Hemos de suponer que cada mundo en la ilimitada creación tuvo una Eva, una
manzana, una serpiente y un redentor? En este caso, la persona a la que
irreverentemente se llama el Hijo de Dios, y a veces Dios mismo, no tendría otro
quehacer que viajar de mundo en mundo, en una interminable sucesión de muertes, con
apenas un momentáneo intervalo de vida (p.90).

Después del sermón (sobre la redención por la muerte del Hijo de Dios)... me sentí
revuelto al recordar lo que había escuchado, y pensé para mis adentros que eso era hacer
actuar al Dios Todopoderoso como un hombre apasionado que mató a su hijo cuando no
pudo vengarse de ningún otro modo, y como yo estaba seguro de que el hombre que
hiciera semejante cosa sería colgado, no podía ver con qué propósito se predicaban tales
sermones... Además creo que cualquier sistema religioso que contenga cualquier cosa
que escandalice la mente de un niño no puede ser un sistema cierto (p.83).

Las Iglesias.

Todas las instituciones eclesiásticas nacionales, ya sean judías, cristianas o turcas


[islámicas] no me parecen otra cosa que invenciones humanas, puestas para aterrorizar y
esclavizar a la humanidad, y monopolizar el poder y las ganancias (p.50).

Aquellos que predican esta doctrina de amar a los enemigos son en general los mayores
perseguidores, y actúan coherentemente al hacerlo así; pues la doctrina es hipócrita, y es
natural que la hipocresía actúe al revés de lo que predica (p.184).

De todos los sistemas religiosos que hayan sido jamás inventados, ninguno más
despectivo hacia el Todopoderoso, más poco edificante para el hombre, más
repugnante para la razón, y más contradictorio hacia sí mismo, que el llamado
Cristianismo... Como máquina de poder, sirve a los propósitos del despotismo; y como
medio de enriquecerse, a la avaricia de los sacerdotes; pero en lo que se refiere al bien
del hombre en general, no conduce a nada ni aquí, en el más allá (p.186).

Yo no admito el credo que profesa la iglesia judía, la iglesia romana, la iglesia griega, la
iglesia turca, la iglesia protestante ni el de ninguna otra que conozca. Mi mente es mi
propia iglesia (p.50).

Fuente:
http://www.miesterohondo.net/2008/02/la-edad-de-la-razn-de-thomas-paine.html

Ver también: http://deismo.iespana.es/deismopaine.htm

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