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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESPECIALIDAD DE DERECHO
CURSO:

DERECHO TRIBUTARIO

DOCENTE:

ALUMNO:

EDGAR CURO VALLEJOS

TEMA
DIFERENCIA
ENTRE
TASA Y PRECIO PÚBLICO
CICLO:
V
Diferencias entre tasa y precio público
Entre los instrumentos que la legislación española pone en mano de las administraciones
locales para la obtención de recursos financieros se encuentran las tasas y los precios
públicos.

Pese a que ambos suponen el pago pecuniario a las arcas municipales, hay importantes
diferencias entre unas y otros.

Inicialmente, tanto en las tasas como en los precios públicos nos encontramos ante un
mismo hecho: la administración local entrega unos bienes o presta unos servicios a
cambio de una cantidad de dinero.

Ahora bien, mientras que en el caso de las tasas existe una imposición establecida
unilateralmente por la administración siguiendo los principios de la legalidad, cuando
hablamos de los precios públicos estamos ante situaciones que surgen a través de una
relación contractual y voluntaria. Vamos a verlo con más detalle.

Según la Ley 8/1989, de Tasas y Precios Públicos, las tasas son “tributos cuyo
hecho imponible consiste en la utilización privativa o el aprovechamiento especial del
dominio publico, la presentación de servicios o la realización de actividades en régimen de
derecho público que se refieran, afecten o beneficien en modo particular al obligado
tributario, cuando los servicios o actividades no sean de solicitud o recepción voluntaria
para los obligados tributarios o no se presten o realicen por el sector privado”.

Además de la obligatoriedad a la que ya hemos hecho referencia, aparece en esta


definición otras dos características de las tasas: su consideración de impuesto y su
vinculación a bienes o servicios que son ofrecidos de forma exclusiva por la
Administración.

La normativa aclara aún más este extremo al definir los precios públicos como las
“contraprestaciones pecuniarias que se satisfagan por la prestación de servicios o la
realización de actividades efectuadas en régimen de Derecho público cuando, prestándose
tales servicios o actividades por el sector privado, sean de solicitud voluntaria por parte de
los administrados”. Además, los precios públicos no tienen la consideración de tributos.

Así, las administraciones locales pueden establecer tasas por la obtención de vados, los
pasos de carruajes, la instalación de terrazas en la vía pública, los cajeros automáticos, la
retirada de vehículos por la grúa municipal, el suministro de agua, la recogida de basuras,
la expedición de determinados documentos, el estacionamiento de vehículos, etc.

Por otro lado, pagaremos un precio público si optamos por utilizar una piscina municipal,
unas instalaciones deportivas gestionadas por el ayuntamiento, la adquisición de libros
editados por el consistorio o las clases de música del conservatorio del municipio, entre
otros muchos y variados servicios.

Otra diferencia sustancial entre ambas figuras la encontramos en el establecimiento del


importe de cada una de ellas. En el caso de la tasa, la legislación establece que no podrá
exceder el coste real o previsible de los servicios o actividades afectadas, teniendo en
cuenta tanto los costes directos como los indirectos. Esta limitación máxima no existe para
los precios públicos que, sin embargo, sí deben alcanzar un importe mínimo que sirva
para cubrir el coste.

Ahora bien, el artículo 25.2 de la Ley 8/1989 permite que “cuando existan razones
sociales, benéficas, culturales o de interés público que así lo aconsejen” puedan
establecerse precios públicos inferiores al coste del servicio o prestación ofrecida,
siempre y cuando se adopten las previsiones presupuestarias necesarias para cubrir la
parte del precio subvencionada.

Como hemos visto, y aunque en muchos casos no reparemos en estas cuestiones, existen
importantes diferencias en el fin y la gestión de las tasas y los precios públicos.
Uno de los principios de las tasas es el principio de equivalencia, es
decir, cuando paguemos una tasa el pago que realicemos debe ser como
máximo lo equivalente al coste, el segundo principio es el de la capacidad
de pago.
por lo que cuando sea posible el ente público debe acomodar las tasas a
nuestra capacidad de pago. Las entidades públicas también han de tener
en cuenta lo que prevén ingresar por tasas a la hora de establecer sus
presupuestos.
En cambio, los precios públicos no tienen que estar adaptados a la
capacidad de pago o al coste del servicio.
La ley establece que deben ser como mínimo el coste del servicio (es
decir, no han de costarle dinero y se deja la puerta abierta a obtener
beneficio por parte de la administración) pero también se admiten
excepciones por motivos sociales, culturales, benéficos o de interés público
siempre que se presupueste y se dispongan fondos para la financiación de
la actividad.

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