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CLÍNICA: NUEVA CONCEPCIÓN, PESTILENCIA Y CONTAGIO

Durante el Renacimiento no existió el científico puro. Todos los humanistas que


se dedicaron a la medicina, fueran anatómicos o farmacólogos, hicieron una
medicina práctica, pero continuaron siendo galenistas en su teoría y hombres
versados en diversos conocimientos.
Es cierto que todos estos sabios redescubren a los autores clásicos en su lengua
original, los traducen a un latín fiel y ordenan sus obras, haciendo posible su
expansión gradas a la imprenta. Y es cierto también su camino por la senda que
años atrás marcó Galeno. Todavía siguen sus enseñanzas, pero se ven ya los
primeros atisbos de novedad en la práctica clínica, aunque estos avances no
sean tan marcados como ocurre con la cirugía.

¿Cuáles fueron los conatos de separación y rebeldía que los médicos


presentaron frente a la patología galénica?
Por un lado, la polémica sobre la flebotomía, es decir, sobre la sangría, en el
tratamiento de las inflamaciones pleuropulmonares que se conocían con el
nombre de pleuritis o dolor de costado. Según Galeno, Hipócrates distinguía
entre un efecto revulsivo de la sangría, con el que se evitaba el reflujo de los
humores pecan tes hacia el foco que producía la enfermedad, y un efecto
derivativo, con el que se provocaba la evacuación hemática que eliminaba
aquellos humores y aliviaba la congestión local. Para lograr esto, al practica r la
sangría había que seccionar una vena que estuviera cerca o bien alejada de la
lesión.
Los árabes utilizaron la práctica como efecto revulsivo y para ello incidían una
vena en la zona más alejada de la lesión, generalmente el dorso del pie contrario
al costado de la pleuritis. Duran te el Renacimiento, Brissot (1478-1522) estudió
detenidamente los textos antiguos y, apoyando sus exposiciones en la
experiencia que adquirió en París el año 1514, en que hubo una epidemia de
pleuritis, aconsejó la sangría amplia y precoz de la vena accesible más cercana
al dolor de costado, en la flexura del codo del mismo lado, con la intención de
derivar los humores causantes de la enfermedad. Brissot tuvo detractores y
seguidores, y entre los últimos se encontró Vesalio, que escribió a su favor, así
corno el emperador Carlos V, que aceptó su método después de ver desangrado
a un príncipe del Piamonte en manos de prácticas revulsivas. Todo ello llevó a
que durante el siglo XVI la sangría homolateral y generosa fuera la técnica más
utilizada.
¿Qué otras técnicas se revisaron o tomaron auge en la práctica de la
medicina renacentista?
Se puso en tela de juicio la utilización de jarabes en las afecciones febriles de
base humoral, que defendía Galeno al preconizar su uso para digerir la materia
humoral pecante. Servet se opuso a su utilización y en su lugar pensaba que el
humor pecante debía ser expulsado del organismo, en lugar de digerirlo.
Servet, para apreciar el grado de cocción de los htm1ores, tenía en gran estima
el examen de la orina, que según él ponía ante los ojos la excreción resultante
de la digestión hepática. Sin embargo, con el tiempo, fue sustituido el examen
de la orina por el perfeccionamiento en la percepción diagnóstica del pulso, y
entre nosotros Mercado escribió, en 1584, un libro llamado De pulsibus arte et
armonía, cuyo título es lo suficientemente expresivo.
También fue revisado en numerosos escritos el origen de la fiebre, pero uno de
los mayores acontecimientos fue la dedicación al tema de la pestilencia y al
contagio de las enfermedades. Desde la peste negra, en 1348, el mal no
desapareció totalmente y siguió rebrotando esporádicamente en distinta
intensidad, localización y en extensión variable. Se fue presentando de nuevo y
las gentes aprendieron que junto con la peste clásica aparecían fiebres
pestilentes, con nuevos caracteres, que caían sobre un pueblo y originaban
epidemias o se contagiaban aisladamente de un individuo a otro. Distinguieron
entre epidemias, que achacaron a las conjunciones astral es que corrompían los
aires, y enfen11edades, que se producían por contagio.
¿Y cómo explicaban los médicos del momento las enfermedades por
contagio?
El tema dio lugar a otra polémica, en la que hay que situar a Girolamo Fracastoro
como principal representante de su revisión.
Fracastoro fue un veronés, nacido en 1478, que recibió esmerada educación
literaria, filosófica y científica. Se doctoró en medicina a los veinticuatro años y
una epidemia, que le obligó a refugiarse en su finca, sirvió para que investigara
sobre el contagio de las enfermedades. En su villa se dedicó al trabajo, el
estudio, la caza y a escribir sus experiencias. Para él la doctrina del contagio
tiene su fundamento en la universal atracción de los seres por simpatía y la
repulsión de los m ismos por antipatía. Simpatía y antipatía, atracción y repulsión,
son conceptos análogos y antagónicos. Creía que el contagio de las
enfermedades se produce por contacto con algo material, que pasa del enfermo
al sano, en busca de aquello que le es semejante en virtud del principio de simpa
tía. De ese modo lo infecta, lo impregna o lo tiñe con su específica cualidad,
originando en el sujeto sano una alteración de la misma naturaleza que la que
existía en el infectante.
¿Qué características tenía el agente transmisor de la enfermedad?
Estaba constituido por pequeñísimas partículas, invisibles, que salían por la
respiración y los poros del paciente a partir de los humores corruptos. Estas
partículas formaban un halo, alrededor del enfermo, que podía unirse a
materiales porosos como la madera o los tejidos y propagar por el aire la
enfermedad. De este modo la enfermedad podía extenderse por contacto directo
con objetos contaminados, a distancia y a partir de elementos transmisores.
Fracastoro denominaba a esas partículas fomites y, cuando la simpatía las
llevaba al receptor adecuado, engendraban en sus humores otras partículas
semejantes, que él llamó seminaria, que se encargaban de difundir la
enfermedad por el organismo sano.
Fracastoro expuso todo esto en su obra denorninada De contagione et
contagiosis morbis y escribió también un poema llamado Syphilis sive morbus
gallicus, donde, en dos libros que elaboró mucho, abordó en 1530 el tema de la
sífilis con un nivel literario con el que jamás se ha escrito ningún otro tema
médico. Sirvió además para bautizar el mal.
La sífilis es una de las nuevas enfermedades del Renacimiento,
¿cuál fue su origen?

Durante el Renacimiento se describieron modos específicos de enfermar que no


habían sido advertidos por los clásicos. Fueron por lo general enfermedades
infecciosas ligadas a nuevas conductas de vida y, entre ellas, el llamado morbus
gall icus es una de las que siempre ha despertado mayor interés. Así se llamaba
a la sífilis, que apareció en Europa en el último decenio del siglo XV como una
nueva enfermedad pestilencia] que cubría el cuerpo de pústulas, causaba
violentos dolores y corroía el organismo. Atendiendo a su presunto lugar de
origen se la llamó mal francés o mal napolitano. La describieron el alemán
Grumpeck, el italiano Leoniceno y magistralmente el valenciano Gaspar Torella
y otros españoles, como López de Villalobos y Delicado, además de Paracelso
y Fracastoro. La enfermedad se relacionó con un asedio a las tropas francesas
en Nápoles, el 1495, por el ejército del Gran Capitán. Durante el cerco estalló la
epidemia y pronto capitularon los franceses, que, al repatriarse, extendieron por
Italia, Francia y Alemania esa dolencia, que a finales del siglo XVI era un azote
en toda Europa.
También se dice que la enfermedad fue traída de América.
Efectivamente. Así como también se discutió su tratamiento con guayaco y
mercuriales. El origen de la enfermedad entabló polémica, y parece ser que se
dio en Europa a partir del segundo viaje a América, con lo que bien podríamos
haberla llevado nosotros de aquí hacia allá y no traerla. Lo que no creó gran
discusión, porque no se tenían conocimientos biológicos para ello, fue el
mecanismo de contagio, pero sí se entrevió y se supuso por qué camino iban las
cosas, achacando la causa a la estrecha convivencia del acto sexual.
Fracastoro, en su Syphilis, tejió una preciosa historia en la que en el Nuevo
Continente los descubridores transoceánicos encontraron a los habitantes de las
tribus llenos de bubas que les contagió Siphilo, que enfermó por desviar hacia el
rey el culto que le debía al sol. La ninfa América lo curó haciendo brotar un árbol
de la tierra. Este árbol sería el palo santo o guayaco, y la historia induciría a creer
en la procedencia transoceánica de la enfermedad.

SEDANO GARCÍA, CARLOS

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