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Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,

Carrera de Letras, 1° Cuatrimestre 2018

¡POBRE WILDE!
CUERPO, ENFERMEDAD Y MUERTE: CÓMO SE ESCRIBEN.

BRUNO BOGDANOFF
Brunobogdanoff@gmail.com / 1134692377
LITERATURA ARGENTINA I-B
COMISIÓN: JUAN PABLO LUPPI
Literatura Argentina I-B ¡Pobre Wilde!

¡Pobre Wilde!
Cuerpo, enfermedad y muerte: cómo se escriben.

Llamo inconsciente fotográfico a esos fantasmas que giran


alrededor de las imágenes y los sonidos reproducidos de
manera mecánica pero que nunca tocan el objeto audiovisual.
A veces, cercan el objeto, literalmente lo transfiguran, lo
secuestran.
Raúl Ruiz

No hay forma de escribir el dolor. No existen palabras en ningún idioma para


explicar lo que siente una madre al ver morir a su hijo. En otras palabras, esto afirma el
narrador de “Tini”. ¿Es la enfermedad algo inefable? Quizás Wilde estaba equivocado, y
sólo quizás estaba contradiciéndose a sí mismo en un texto que prueba todo lo contrario,
y su hipótesis, “Para sentir no basta entender, es necesario oír y ver” (Wilde 1881), está
presente en todo el cuento.
Hay una fuerza mayor que intenta evitar la escritura de la muerte, la naturaleza, esa
naturaleza contra la que lucha la medicina y que es superior a Dios. Así, en la trama vemos
como esa naturaleza se encarga de arrebatarle la vida al pobre Tini, y los doctores no
pueden hacer nada para salvarlo. Por otro lado, tenemos a un lenguaje limitado, incapaz
de sentir, dejándole ese poder a la música y a la pintura. ¿Pero acaso no es posible traducir
el sonido y la imagen al papel? Al igual que la medicina luchando contra las fuerzas de
la naturaleza, Wilde está luchando contra esa limitación del lenguaje, probándolo y
jugando también.

¿Qué quería decir Tini?

Cuando Tini ensayaba sus primeras palabras recibió el nombre de Tini. O cuando
Wilde ensayaba 1 recibió ese nombre, que no quiere decir nada, no se entiende, al menos

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Utilizar el término ensayo puede ser por demás provechoso si lo comparamos con el título original de Sin
rumbo: estudio. Aquel estudio que realizaba Cambaceres tiene cierta cercanía, por determinados recursos

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en español. Su homónimo en inglés, tiny, pequeño, nos dice un montón, pero no queremos
quedarnos con algo tan literal, y nos gustaría pensar que su elección tiene más que ver
con la sonoridad de la palabra, y con su cercanía con los diminutivos del español, con
algo que, relacionado a un niño, cause ternura 2. Desde esa elección, en apariencia tan
arbitraria, Wilde nos predispone a la empatía. Empatía que construye con cada detalle que
cuenta de la infancia de Tini, con una simpatía y una gracia por demás notables. Una de
las reflexiones más destacadas, no sólo por su contenido sino también por su
configuración en la página, es aquella en la que Tini conjuga mal los verbos irregulares.
El ejemplo que toma, y hace el ejercicio de conjugarlo completo, es jugar:

“Yo jugo,
vos jugás,
él juga,
nosotros jugamos,
ustedes jugan,
ellos también jugan” 3

El verbo, dice el narrador, no es “juegar”, sino “jugar”, y aprovecha para criticar


con su característica ironía a la Real Academia Española y a la gramática normativa. El
cuento ejemplifica acá lo que hace en todo el transcurso del relato: utilizar la voz, en este
caso la del niño, para ir abriendo camino, no sólo a la lectura del cuerpo del enfermo, sino
también a la escritura de la muerte y del dolor ajenos a él.

Se puede afirmar que todo aquel que leyó “Tini”, puede recordarlo como uno de los
cuentos más tristes que leyó en su vida. Para llegar a causar semejante tristeza la empatía
lograda con el niño es fundamental. Hay una idea de ritual en toda muerte, sobre todo en
una muerte ya anunciada. “La muerte ha sido siempre un hecho social y público” (Aries
1977), y más aún en una época donde las epidemias regían y las enfermedades eran casi

que seguiremos analizando más adelante, con un tipo de género que se inscribe en la época caracterizados
por la observación detallada.
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Tini podría ser un apodo de Martín o Martino, probablemente. Y agrego un dato interesante: Si se busca
Tini en Google, las primeras, al menos, tres páginas, son sobre “Martina Tini Stoessel”, actriz y cantante
con cierta cercanía al público infantil.
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Respetamos el centrado que se utiliza en el cuento, para remarcar lo que mencionamos antes sobre la
configuración de la página, la cual resalta al texto por sobre el resto.

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imposibles de tratar. El proceso entonces que hace Wilde, es el de volver a la muerte de


Tini una muerte pública, y que el lector la sienta tanto como los allegados.

Si yo fuera pintor

Wilde fue médico, periodista, político y escritor, pero no fue pintor. Sin embargo,
el cuadro que pinta después dice todo lo contrario:

“[…] una madre en camisa, con una vela en la mano, observando el sueño de su hijo, cuando
teme que le sobrevenga alguna enfermedad ¡Cuánta preocupación diseñarían sus facciones,
cuánta zozobra y ternura mostraría su semblante, cuánto temor descontado sobre la
previsión de una futura desgracia!”

Porque sí, esa descripción tan detallista, cargada con ese realismo están pintando
un cuadro 4, están traduciendo esa característica de las imágenes al texto, están
poniéndoles palabras a lo inefable. Si para sentir es necesario ver, Wilde en este momento
está viendo “la imagen del dolor y de la ansiedad” y está buscando, ensayando, las formas
de que esa imagen llegue al lector. Sin embargo, dice más el gesto que la descripción en
sí. “Si yo fuera pintor…” y “Si hubiera palabras…”, funcionan como anclaje para pensar
que en realidad sí es pintor y sí hay palabras. Pero esas palabras no se caracterizan, como
dice Miguel Cané sobre Cambaceres, por su crudeza y desnudez inexplicables (salvo en
determinados pasajes, pero aun así trabajados con sutileza), aunque sí, y esto es de lo más
destacado, podemos afirmar que Wilde trabaja con “[…]el caudal inconsciente de
observación que hay en cada uno de nosotros y que nos ofrece, bajo la excitación del
trabajo intelectual, tipos y caracteres completos que no sospechábamos conocer tan a
fondo” (Cané 1885). Ese detalle con el que narra, por ejemplo, no sólo a la madre como
“imagen del dolor”, sino también a los espacios que construyen a los personajes, como la
lámpara opaca que iluminaba el aposento “cuya atmósfera denunciaba la presencia de
perfumes y la permanencia de personas cuidadas; había olor a reciento habitado por dama
distinguida” (las cursivas son propias), además de darnos esos “caracteres completos que
no sospechábamos conocer tan a fondo”, hacen su propio acercamiento a los escritos

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Similar es el análisis que realiza García Mérou sobre Cambaceres, refiriéndose a él como quien realiza
“siempre la misma buscada perfección de detalles, los mismos cuadros realistas […]”, en García Mérou,
Martin. «Las novelas de Cambaceres.» En Libros y Autores. 1885.

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higienistas de la época: los olores, aunque en este caso son de una casa distinguida y de
una familia de clase bien acomodada, eran asociados en el contexto a la enfermedad, la
putrefacción y la corporalidad.

Cien voces dijeron crup

Encontrar una enfermedad tan onomatopéyica como el crup es uno de los mayores
hallazgos en el cuento de Wilde. Voces, ruidos, ecos, aves, un reloj, músicos ambulantes,
y la lista sigue. Para sentir es necesario oír y ver, dice Wilde, como citamos en un
principio. La frase comienza a tomar forma cuando se relee el cuento, y el dolor como
inefable parece ser algo más dudoso. Era necesario semejante despliegue poético sobre el
crup para sentir aquello que sintió la madre al escuchar la tos ronca y repetida de su hijo,
para escuchar cuánto puede resonar ese pensamiento en una persona. Es, al igual que
antes, un juego más de palabras, pero el juego le es arrebatado al niño y entra a disposición
de la enfermedad, una enfermedad que “resuena en todo para presentarse como el máximo
terror” (Amante 2009).

“¡Muerto! – gritaron los asistentes…”, y aparece la voz de la medicina anticipando


lo que todos ya sabemos como inevitable. Nos guste o no nos guste no hay forma de hacer
un análisis sobre “Tini” y saltearse este momento tan climático. El presagio de la medicina
aparece cuando, aun haciendo lo posible, ya no queda nada por hacer. La operación es el
momento donde se afirma definitivamente que Tini va a morir, y que esa muerte es
inevitable. Un gesto interesante es el tipo de operación que es. Para evitar que siga
creciendo la infección, se le hace un corte en el cuello, se lo abre de lado a lado y se deja
liberar la flema. En otras palabras, se degüella al niño. ¿Podemos afirmar con seguridad
que la muerte es en manos de la naturaleza, con semejante acto por parte de la mano del
humano? 5 No se trata de a quién echarle la culpa sino analizar, con la textualidad de la

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Si siguiéramos esta problematización, una hipótesis de interés es la propuesta por Tamara Hache,
adscripta a la cátedra de Literatura Argentina I-B de la UBA: en su exposición sobre “las grafías de la
muerte”, compara al niño degollado por Santos Pérez en el Facundo con la operación de Tini, para llegar a
la idea de que en ambos casos existe un saber específico, y las cataloga como, por un lado, una muerte
gaucha (marcada por la violencia y las formas gauchas) y por otro lado una muerte médica. En ambos casos
existe una crueldad en el hecho, una violencia, que se ejerce por alguien con mayor poder a alguien con
menor poder. Se trataría entonces, siguiendo esta hipótesis, de una escritura violenta del infanticidio.

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obra, cómo se describe esa muerte, ese dolor, para obtener una u otra respuesta. De esta
manera, optamos por esta pregunta, pero sin ignorar aquella anterior y sin quitarle
importancia. Entonces volvemos al comienzo del párrafo y de la idea en general: es en la
voz y en las imágenes del texto donde yacen las grafías de la muerte para Wilde. Es en la
expresión de aquel asistente - ¡Muerto! – donde se anuncia lo que va a ocurrir. Encuentra
esos detalles que grafican la muerte y el dolor como él los oye y ve.

¡Pobre Wilde!

Si entrara en este tipo de análisis el concepto de leitmotiv, “¡Pobre Tini!” sería sin
dudas el leitmotiv de este cuento, y hasta de toda la literatura infanticida. Y, sin embargo,
a pesar de todo el sufrimiento que Tini podía llegar a padecer, es una frase que jamás
intenta llegarle al niño, sino que funciona como catarsis, desahogo de quien la enuncia.
Podría dedicarse una monografía entera (o al menos un artículo, sin exagerar) a esta cita,
pero en este caso la vamos a utilizar sólo como un disparador para entender lo que
trabajamos hasta este punto: cómo se escribe el cuerpo, la enfermedad y la muerte. No
vamos a hablar del cuerpo del muerto ni de su enfermedad, ni de la muerte en sí misma.
Porque en Wilde, el cuerpo que sufre no es el enfermo, sino aquel que realiza el duelo.
Philippe Aries nos habla en El hombre ante la muerte sobre la supresión del duelo y de
la negación de la sociedad a participar del mismo, pero en Tini, evidenciar el duelo resulta
la clave para la escritura de la muerte, y hacer que ese duelo sea compartido por la
sociedad aún más. Así es que, llegando al final de la lectura, nos encontramos el siguiente
párrafo:

“Tini, ¿dónde estás? […] Cuando mi corazón se oprime al ver un niño rubio como tú, ¿es tu
mano pequeña la que me lo aprieta desde el otro mundo? […] ¿Dónde estás, dime? ¿Habré
de morirme para verte?”

Si terminaba todo allí, habría sido perfecto, pero decidió seguir un poco más. El
cambio rotundo de tipo de narrador, el recurso dramático, lo es todo. Si, y no nos
cansamos de decirlo, para sentir hay que ver y oír, acá oímos el lamento, la tristeza, la
enfermedad y la muerte en primera persona.

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Obras citadas

Amante, Adriana. «"Sin rumbo: la novela de la desmesura".» En Sin rumbo, de Eugenio


Cambaceres, 9-35. Buenos Aires: Losada, 2009.

Aries, Philippe. El Hombre Ante La Muerte. Madrid: Taurus Ediciones, 1977.

Cané, Miguel. «Los libros de Eugenio Cambaceres. A propósito de Sin rumbo.» Sud
América, 30 de Octubre de 1885.

García Mérou, Martin. «Las novelas de Cambaceres.» En Libros y Autores. 1885.

Ruiz, Raúl. Poética del cine. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2000.

Wilde, Eduardo. "Tini". Buenos Aires, 1881.

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